El Proyecto Artiguista
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“El proyecto artiguista en el proceso de independencia de los territorios rioplatenses. 1811-1820”
Artigas en la historiografía
La imagen de José Gervasio Artigas, actualmente caracterizado como el principal
prócer independentista de la República del Uruguay, es probablemente, de todas
las de los “padres de la patria” hispanoamericanos, la que ha sufrido el cambio más
radical en cuanto a la forma en que se le calificó como persona y a la
caracterización que se le dio a sus acciones e idearios políticos. Cuando, a partir de
los sucesos de 1828-1830, Uruguay se constituyó como estado-nación
independiente del poder de Buenos Aires, la historiografía que se empezó a
producir acerca de la actuación de Artigas y la formación del Uruguay provino
exclusivamente de la intelectualidad argentina, que creó la que después sería
conocida como la “leyenda negra antiartiguista”.
Diversos escritos de algunos personajes hostiles a Artigas y a su proyecto
político, realizados cuando éste se encontraba ya exiliado en Paraguay, fueron la
base documental que utilizó Bartolomé Mitre para la escritura de un libro
inconcluso acerca de la vida de Artigas, en el que lo caracterizaba como “perjuro,
ingrato, insensible a las desgracias de sus hermanos y al interés sagrado de la
patria”1. Esta tradición historiográfica, continuada por Domingo F. Sarmiento y
otros, identificó a Artigas como el creador de un federalismo “primitivo” del cual
surgieron los caudillos “bárbaros” como Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga,
dándole la paternidad del sistema político que -en opinión de Sarmiento-
constituiría la ruina de la nación argentina.
La reivindicación de la figura de Artigas provino de las primeras
obras historiográficas producidas en Uruguay, dedicadas a la consolidación de la,
todavía en ciernes, nacionalidad uruguaya, la cual necesitaba de la figura de un
héroe que se pudiera identificar con la libertad y soberanía nacionales.
1 Vedia y Mitre, Mariano de, El manuscrito de Mitre sobre Artigas, Buenos Aires: Librería y Editorial “La facultad”, Bernabé y Cía, 1937, p. 126 [documento citado en: Riberio, Ana y Caetano, Gerardo, Memoria e historiografía en torno a las Instrucciones Orientales de 1813, Almanack, Guarulhos, n. 09, pp. 74-91, abril de 2015]
Posteriormente se empezarían a estudiar los aspectos económicos, políticos y
sociales del artiguismo, y su imagen pasaría a ser la del fundador del federalismo
rioplatense, propulsor de la reforma agraria y “protector de los pueblos libres”,
creándose una contrastante “leyenda blanca” en torno a su persona2. Actualmente
la figura de Artigas es retomada por los gobiernos de tendencia izquierdista de
algunos países latinoamericanos y su figura representa, para muchos, la lucha por
los derechos de las clases más bajas y la unidad de los pueblos latinoamericanos.
Es por esto que el estudio acerca de su pensamiento y acción es muy pertinente
actualmente.
La Banda Oriental a principios del siglo XIX
La región que hoy constituye, aproximadamente, el territorio de la República
Oriental del Uruguay era un territorio que estaba dentro de la jurisdicción del
Virreinato del Río de la Plata. Si bien la delimitación geográfica fue cambiando a lo
largo del tiempo, para el siglo XIX se identificaba con el nombre de Banda oriental
del Río de la Plata3 a la región que se encuentra al este del Río Uruguay y al norte
del Río de la Plata, limitando al norte con las llamadas Misiones Orientales de los
jesuitas, situadas en el actual estado brasileño de Río Grande del Sur.
Se trataba de una zona de frontera con el imperio portugués y de poca
presencia de vecinos españoles, en donde la vida giraba en torno a la producción
de ganado. Existían los grandes hacendados, por lo general peninsulares, que
habitaban en las ciudades (Montevideo, Colonia y Maldonado) pero que poseían la
mayor parte de la tierra disponible, y que muchas veces estaban ligados al emporio
de la corona, lo que les permitía exportar sus productos fuera del continente. La
otra clase de ganaderos la constituían los pequeños propietarios de tierras, que
poseían menos de 100 leguas de tierra y que muchas veces no tenían la tenencia
legal, eran simples ocupantes, por lo que se veían fácilmente desplazados por los
grandes propietarios4.
2 Ares Pons, Roberto, José Artigas, conductor rioplatense, 1811-1820, UNAM, 1979, pp. 86-893 Narancio, Edmundo M., La independencia de Uruguay, Editorial Mapfre, Madrid, 1992, pp. 23-244 Ares Pons, op. cit., pp. 12-15
Un punto importante a mencionar es que se trataba de un territorio en el
que la mayoría de los campos no estaban cercados, las reses estaban prácticamente
libres, las tierras realengas abundaban y los ganaderos acomodados estaban
mayoritariamente ausentes. Así, la población de la campaña (zona rural),
compuesta étnicamente por criollos, mestizos, negros y zambos, se las veía negras
en tratar de establecer una ganadería doméstica estable, por lo que el desempleo
abundaba, además de que las avanzadas de los pueblos indígenas (charrúas,
minuanes y guenoas)5 y de los portugueses —a veces como grupos armados, a
veces como tropas regulares— eran muy frecuentes.
Estos aspectos relativos a la situación poblacional y geográfica de la
Banda Oriental son cuestiones importantes a tomar en cuenta para entender el
sentido de los planes político-económicos que expresaría Artigas durante los
próximos 10 años de lucha constante.
Inicio de la insurrección. Artigas toma el mando
Cuando en mayo de 1810 estalla en Buenos Aires la llamada Revolución de Mayo,
destituyendo al virrey Cisneros e instaurando una Junta Provisional Gubernativa
presidida por hacendados, comerciantes y letrados criollos, en la banda oriental, si
bien no inmediatamente, se dan dos respuestas contrarias, la del interior y la de
Montevideo.
En la campaña oriental la situación económica y social era crítica; para
1811, debido a los enfrentamientos con los insurgentes, la corona española, que
mantenía el poder en Montevideo bajo el mando del virrey Francisco Xavier de Elío
—y que se negaba a reconocer a la Junta de Buenos Aires mientras ésta no
reconociera al Consejo de Regencia de Cádiz— al ver sus recursos económicos
disminuidos, tanto por los bloqueos en la ruta de la plata desde Potosí, como por la
necesidad de mayores gastos militares, impuso mayores gravámenes a los
habitantes y estancieros de la Banda Oriental, y así, se impusieron donativos
forzosos y salvo algunos hacendados, la gran mayoría tuvo que empezar a pagar
por sus tierras6. Esto provocó tal descontento que cuando el virrey decidió
5 Narancio, op. cit., p. 256 Sala de Touron, Lucía et.al., Artigas y su revolución agraria, 1811-1820, Siglo Veintiuno editores, México, 1978, pp. 50-51
declararle la guerra a la Junta de Buenos Aires la respuesta de la campaña fue de
rechazo y rebelión, se crearon reuniones de vecinos que finalmente se concretaron
en el llamado “Grito de Ascencio” del 28 de febrero de 1811, movimiento de unas
300 personas liderado por el cabo de milicias Venancio Benavides y el militar
Pedro José Viera, que rápidamente se ganaría muchos adeptos en la campaña y se
apoderarían de varias villas y poblados.
Pocos días antes del levantamiento Artigas había renunciado a su carrera
militar, en la que había alcanzado el grado de Capitán del cuerpo de Blandengues 7,
y se había ido a Buenos Aires a prestar su servicio a la junta revolucionaria, quien
lo nombró teniente coronel y le confirió el mando de todas las tropas que lograra
reunir. En mayo derrota al ejército español en la Batalla de Las Piedras con unas
fuerzas de aproximadamente 5000 combatientes, formadas por esclavos negros
fugitivos, charrúas comandados por sus caciques, gauchos y criollos. Esta batalla le
confiere a las fuerzas insurgentes el dominio militar del territorio, lo que les facilita
las cosas para tomar Montevideo el 21 de mayo de 1811 y ponerle un sitio que se
prolongaría hasta octubre del mismo año8.
Primera Ruptura con Buenos Aires. Armisticio y éxodo
Las circunstancias de la guerra pronto hicieron que cambiara la situación
ventajosa en la que se encontraban las fuerzas orientales. El ejército español, que
llevaba la ventaja militar en el Alto Perú, bombardea Buenos Aires y corta en ese
momento el comercio del puerto con Gran Bretaña. Montevideo aprovecha la
ventaja de las fuerzas españolas y pide ayuda a los portugueses para acabar con el
sitio de la ciudad, éstos invaden entonces el norte de la Banda Oriental. En estas
circunstancias, el gobierno de Buenos Aires, que desde septiembre estaba liderada
por un triunvirato conformado por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan
7 Los blandengues eran un cuerpo de milicias de caballería que se dedicaba a defender la frontera de las avanzadas portuguesas. A medida que sus atribuciones se ampliaron, se convirtieron también en una suerte de policía montada de la campaña, dedicada a mantener el orden castigando los delitos cometidos por gauchos e indios. En este cuerpo de reclutaba preferentemente a criollos familiarizados con la campaña y con las maneras de sus habitantes, y a menudo eran hombres indultados por delitos leves. Este fue el caso de Artigas, quien fue perdonado por el delito de contrabando a cambio de unirse a las milicias. Cfr. Ares Pons, op. cit., pp. 23-248 Ibidem, pp. 29-30
José Paso, negocia un armisticio con las fuerzas españolas y portuguesas, quienes
liberarían Buenos Aires a cambio del cese del sitio de Montevideo. En estas
circunstancias las tropas orientales son instadas a abandonar Montevideo, a lo que
se ven obligadas por ir a combatir a los portugueses en el norte. Cuando pretenden
regresar al sitio se encuentran con que Buenos Aires había firmado ya, el 20 de
octubre de 1811, el armisticio con el virrey Elío, confiriéndole el dominio, no
solamente sobre Montevideo, sino sobre toda la Banda Oriental9.
Con la Banda Oriental ocupada por los realistas y portugueses, las tropas
orientales se ven obligadas a emigrar al oeste, al interior de la provincia de Entre
Ríos. Se da así un suceso que es conocido como el “éxodo” del pueblo oriental, y
cuya importancia y significación política en la época le valió la caracterización de
suceso histórico en donde se conformó socialmente el pueblo oriental,
posteriormente identificado totalmente con la nacionalidad uruguaya.
Se trató de una travesía de aproximadamente 16000 personas (el 80% de
la población total de la campaña)10 entre las que se encontraban soldados, familias
enteras, indios guaraníes venidos de las misiones del norte, pequeños y medianos
propietarios que habían visto sus ranchos quemados o habían sido desalojados por
las fuerzas españolas desde 1790, gauchos y estancieros que ocupaban un
latifundio y después se veían violentamente rechazados, negros libertos o esclavos
fugados, mujeres y niños, etc., es decir, se trataba mayoritariamente de las “clases
bajas” de la sociedad, las cuales adquirirían el protagonismo del movimiento
revolucionario artiguista11. La emergencia de este conjunto de gentes organizadas
políticamente y que comenzaban a desarrollar una identidad común, significó un
cambio político sin precedentes en la historia de la región, al desplazar la base
social del poder político de la ciudad a la zona rural12.
Es de la mayor importancia señalar también, que aunque esta misma
gente le haya conferido a Artigas el título de “Jefe de los Orientales”, y que aunque
9 Ibidem, pp. 31-3210 Halperin Donghi, Tulio, Revolución y guerra: la formación de una élite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2002, pp. 279-310. Tomado de: Buriano Castro, Ana y Dutrénit Bielous, Silvia (comps.), Uruguay, siglo XIX: textos de su historia, Instituto Mora, México, 200911 Barrán, José Pedro, “Artigas: el conductor y el conducido” en Fernando Pita (comp.), Las brechas de la historia, Montevideo, Ediciones de Brecha, 1996, pp. 15-21. Tomado de: Buriano y Dutrénit (comps.), op. cit.12 Halperin, op. cit.
él fuera el dirigente militar principal del movimiento, el caudillo máximo, la
característica principal de la organización política de este “pueblo oriental” es que
eran las mismas personas las que le conferían el poder político a Artigas, y las que
le demandaban que actuara a favor del bienestar del pueblo: “negándole la
obediencia dijeron que por ellos era general y que había que hacer lo que convenía
al pueblo”13. Una de las frases emblemáticas de Artigas, “Mi autoridad emana de
vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana”14, refleja claramente lo vivo
que estaba en la mente de los habitantes de la Banda Oriental nociones políticas de
raigambre española tales como el pactismo y la soberanía de los pueblos. Como
dice José Pedro Barrán, “El mito del héroe creador sólo sirve a la clase dominante
de todas las épocas al minimizar el papel del pueblo. El Artigas verdadero es el
conductor y el conducido”15.
Las Instrucciones del Año XIII
De nuevo los cambios políticos acaecidos en Buenos Aires y las condiciones de la
guerra con los realistas y los portugueses vendrían a determinar las decisiones
tomadas por el ejército y el pueblo oriental, ambos reunidos hasta ahora en un
mismo cuerpo político.
En enero de 1812 el nuevo gobernador de Montevideo, Gaspar de
Vigodet, declara nulo el armisticio con Buenos Aires y comienzan nuevamente los
enfrentamientos. En mayo se firma un tratado, bajo presión británica, entre el
gobierno del Triunvirato y el de Portugal, y éste abandona sus tropas de la Banda
Oriental. Esta situación facilita la segunda toma de Montevideo por los insurgentes,
tanto porteños como orientales. Las tropas de Buenos Aires comandadas por el
capitán Rondeau sitian Montevideo en diciembre de 1812, y Artigas y sus hombres
se le unen cuando los propios jefes militares porteños destituyen a Manuel de
Sarratea del gobierno por petición del propio Artigas, al haber aquél tratado de
descomponer las filas artiguistas ofreciéndoles cargos y honores a sus oficiales16.
13 Barrán, op. cit.14 “Oración de Abril pronunciada por Artigas”, Archivo Artigas, Comisión Nacional Archivo Artigas, Montevideo, Monteverde y Cía., 1974, t. XI, pp. 67-70. Tomado de: Buriano y Dutrénit (comps.), op. cit.15 Ibidem.16 Ares Pons, op. cit., pp. 39-40
Mientras tanto, se había producido en Buenos Aires el derrocamiento del
primer Triunvirato y la instauración del segundo, el cual convocó casi
inmediatamente a una Asamblea General Constituyente que empezaría sus
funciones en enero de 1813. Ante la exigencia de la Asamblea de que las demás
provincias le juraran obediencia y reconocimiento, Artigas decidió convocar un
Congreso Provincial propio, al que reunió para consultar a la población —a la que
aconsejó reconocer a la Asamblea no “por obedecimiento sino por pacto”17— y
para escoger a los diputados que irían a la Asamblea General, los cuales llegarían a
Buenos Aires con un documento que guiaría su actuar en la reunión. Se trata de las
conocidas “Las Instrucciones del Año XIII”, el documento en donde Artigas expresó
de manera más clara y tajante los principios políticos que defendía. La república, el
federalismo, y la independencia de España fueron los pilares en los que se basó la
redacción del documento. Enunciaremos los puntos que nos parecen claves para
entender la ideología política de Artigas.
En el primer artículo el documento expresa el deseo de independencia
total de las Provincias Unidas del Río de la Plata de España y de la corona de los
Borbones, y continúa en el segundo y tercer artículo, declarando, respectivamente,
la confederación como único sistema político aceptable, y la “libertad civil y
religiosa en toda su extensión imaginable”. De los puntos más controvertidos del
documento se destacan los relativos a la forma confederada de gobierno, al énfasis
que le da al derecho de las provincias de mantener su autonomía, pero uniéndose
en una liga de amistad y de defensa, con un congreso común, y sobre todo, a la
importancia que le da a que el centro político de dicha liga esté fuera de Buenos
Aires. Para el artiguismo era de suma importancia la autonomía económica de las
provincias, que ninguna estuviera supeditada a otra; por lo que la supremacía
económica y política del puerto era sumamente preocupante, teniendo presente el
afán centralista que ya había manifestado18.
Además de estos principios concisamente mencionados, en donde es
notoria la influencia de los enciclopedistas franceses y de la Declaración de
Independencia de las Trece Colonias —si bien se debe aceptar que la teoría política
de Artigas constituía un conglomerado de principios provenientes de tradiciones
17 Ibidem, p. 4418 “Oración de Abril pronunciada por Artigas”, op. cit.
diversas, y que se veían afectadas y determinadas por la propia situación social y
económica que vivían las provincias—, el otro punto de este documento que
resultó determinante para el devenir político de las provincias, fue que se
instauraron los límites geográficos y jurisdiccionales de la Provincia Oriental, y así
ésta empezó a existir como unidad política, con administración autónoma pero
formando el Estado (como se le llamó en las Instrucciones) de las Provincias
Unidas del Río de la Plata.
Ruptura definitiva con Buenos Aires
Cuando los diputados orientales llegaron a reunirse con la Asamblea General en
Buenos Aires fueron rechazados por los dirigentes bajo el pretexto de
irregularidades en su nombramiento, pero pronto se vería que las verdaderas
razones responderían a la lucha de tendencias ideológico-políticas que se llevaban
a cabo dentro de la propia Asamblea, y sobre todo entre la oligarquía porteña y las
provincias del litoral, lideradas por caudillos que en este momento eran
partidarios de la lucha artiguista y de su plan político.
Dentro de la Junta de Buenos Aires se encontraban en disputa dos
facciones desde el momento mismo de su formación, el grupo liderado por San
Martín y el liderado por Carlos María de Alvear, este último con una política más
acorde a los intereses porteños, en oposición a la defensa del carácter de la junta
que venía defendiendo el otro sector, como un aparato de representación de todas
las provincias. Poco a poco el primer sector fue ganando predominio en la junta, y
después de varias negociaciones y discusiones las instrucciones llevadas por los
artiguistas fueron tajantemente rechazadas por la Asamblea General.
Posteriormente desconocería el Congreso Provincial reunido en abril, para
después elegir por su cuenta a tres diputados por la Banda Oriental; ante esta
situación, en enero de 1814 Artigas y sus aliados se retiran del sitio de Montevideo
que seguían manteniendo y se separan completamente de Buenos Aires. Dos días
después Gervasio Antonio Posadas, tío de Alvear, es elegido como el “director
supremo” para reemplazar el triunvirato19.
La Liga Federal
Artigas se retiró al norte del río Uruguay, estableció su cuartel general en la villa de
Belén y volvió a mantener contacto con los caudillos de las provincias litoraleñas
cercanas, Misiones, Entre Ríos y Corrientes. Después de vencer a las tropas
enviadas a combatir a los artiguistas por Posadas en febrero de 1814, éstas
provincias desconocen al gobierno de Buenos Aires y se unen a la Provincia
Oriental en la llamada “Liga Federal”20.
En este punto de su desarrollo, la propuesta teórico-política del
artiguismo de la defensa de la “soberanía particular de los pueblos” como objetivo
de la revolución, fue la base para la instauración de un sistema, que, si bien fue
“inestable, cambiante e impreciso” 21 —debido a la heterogeneidad de los grupos
sociales existentes en la campaña y en las ciudades— respondía a las condiciones
propias de las provincias y a los problemas a los que se enfrentaban en esa
determinada coyuntura histórica. Este sistema, conocido como la “Liga de los
Pueblos Libres”, se instauró, en consecuencia, con el objetivo de que los pueblos de
las provincias contaran con un mecanismo de defensa tanto frente a las
pretensiones portuguesas, en cuyo caso la defensa sería primariamente de carácter
militar, como frente a los continuos ataques de la oligarquía bonaerense, frente a la
cual la defensa más efectiva, según Artigas, sería una autonomía económica
provincial sólida y un pacto político que la garantizara.
En efecto, las provincias del Río de la Plata habían acatado la Revolución
de Mayo con las expectativas de, en lo político, que las intendencias de carácter
borbónico fueran abolidas y los dirigentes de las comunidades pudieran recuperar
el ejercicio de poder en sus jurisdicciones, y en lo económico necesitaban obtener
la posibilidad de exportar los frutos de sus tierras y de importar los productos
19 Ares Pons, op. cit., pp. 48-5020 Ibidem21 Frega, Ana, “La virtud y el poder: la soberanía particular de los pueblos en el proyecto artiguista” en Noemí Goldman y Ricardo Salvatore (comps.), Caudillismo rioplatense: nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba, 1998, pp. 131-133. Tomado de: Buriano y Dutrénit (comps.), op. cit.
necesarios sin que llegaran a eliminar la producción artesanal local, todo esto sin
depender de la intermediación comercial de Buenos Aires, que tanto les afectaba.
Ésta, por el contrario, lo que deseaba era seguir manteniendo el control sobre la
economía de las demás regiones, haciendo de intermediarios de los recursos que
entraban y salían de las provincias a través de la aduana, cuyos beneficios eran
exclusivamente porteños22.
A mediados del año 1814 las fuerzas españolas se rinden ante las flotas
porteñas, esto supone el fin del dominio realista en el Río de la Plata. Durante un
tiempo Montevideo es ocupad por el Directorio de Buenos Aires, pero pronto éste
se enfrentaría a las fuerzas orientales en la batalla de Guayabos, en enero de 1815,
en donde los porteños son derrotados y se ven obligados a irse de toda la Provincia
Oriental. En marzo, en pleno apogeo de la Liga y del artiguismo, deciden unírsele
las provincias de Córdoba y Santa Fe.
Plan social del artiguismo. El Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental
Una vez con el control del cabildo de Montevideo y de toda la región de la
campaña, y con el apoyo político de las demás provincias de la Liga, Artigas ve el
momento indicado para iniciar la reforma económica que había estado ideando
incluso desde antes del estallido de la insurgencia. Él es en este momento el
dirigente político de Montevideo y también de la Provincia Oriental, y es
considerado por los caudillos de las demás provincias, si bien no como un líder
autoritario, sí como el guía indiscutible. Como la Liga no es un Estado en el sentido
moderno de la palabra, sino una alianza, su autoridad no es concebida como la de
un jefe de Estado, y sus relaciones con los caudillos y miembros de los cabildos no
es de subordinados23.
El equilibrio de fuerzas que intenta construir en la campaña con los
diferentes sectores sociales se vuelve más difícil de mantener en Montevideo, en
donde una oligarquía terrateniente y algunos grupos de peninsulares aún intentan
22 Bruschera, Oscar, “Prólogo” en José Artigas: documentos, La Habana, Casa de las Américas, 1971, pp. 24-27. Tomado de: Buriano y Dutrénit (comps.), op. cit.23 Ares Pons, op. cit., p. 51
mantener el predominio de la zona. En el interior del gobierno de la ciudad no se
había efectuado un cambio social, sino político, al reemplazar a los dirigentes
peninsulares por comerciantes y hacendados criollos, que no se ponían de acuerdo
respecto a qué políticas seguir, y que a veces no cumplían con algunos mandatos de
Artigas, como no establecer comercio con Buenos Aires y no instaurar impuestos
nuevos. Después de varias negociaciones, Artigas renunció a su cargo de
gobernador, y se puso al mando del cabildo a Manuel Barreiro y a Fructuoso
Rivera, más adeptos al régimen de artiguista, con lo que se regularizó la
administración y se empezaron los planes para las reformas económicas y sociales,
que se aplicarían en la Provincia Oriental, centro político de la Liga24. Estas
reformas se intentaron formalizar y llevar a cabo mediante la expedición de un
documento titulado Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el fomento
de su campaña y seguridad de sus hacendados.
Para comprender el sentido que se le dio a este reglamento, hay tres
puntos fundamentales relativos a la situación de la economía de las provincias que
es imprescindible conocer. En primer lugar, cuatro años de guerra continua había
dejado a la zona rural con gran parte de las haciendas abandonadas, pues sus
dueños, hostiles a la revolución independentista, habían emigrado. En segundo
lugar, las tropas de Artigas, compuestas en su mayoría por negros, zambos e indios,
que desde la colonia se habían visto despojados de tierras, ahora comenzaban a
demandarlas, y era preciso recompensarlos por sus acciones militares. En tercer
lugar, la situación de la ganadería era crítica, pues la mayoría de las reses se
encontraban desperdigadas por la campaña y eran cazadas por los hombres no
afincados en ninguna villa o por los ejércitos sueltos; a penas existían ganaderías
fijas de producción continua. Esto era una situación sobre todo generada por la
guerra, pero la indefinición de la propiedad rural venía de tiempo atrás. La
propiedad privada no existía tal como se entiende en la actualidad, sino que
muchas veces se superponían en un mismo territorio diferentes tipos de propiedad
propias de la época. Por ejemplo, podía alguien tener el título legal de poseedor de
una suerte de estancia (merced dada por la corona) y haber en el mismo territorio
varios ocupantes que podían estar viviendo ahí por generaciones, a la vez que
24 Ibidem, pp. 55-57
había alguien que por ser vecino de la comarca tenía el derecho de usufructuar en
común parte de ese territorio.
Es entonces evidente, teniendo en cuenta la importancia del
comercio del tasajo y los cueros, y de la carne como alimento principal de la
población, que el Reglamento se expidió con el fin de fomentar el poblamiento y la
eficacia económica, atendiendo a un programa de distribución de tierras e
imponiendo medidas para impedir la concentración de la riqueza (entiéndase
ganado), así como su exportación o pérdida. En los artículos relativos a la dotación
de tierras, se dispone que los terrenos de los “emigrados, malos europeos, y peores
americanos”25 serán dados a “los negros libres, zambos de esta clase, los indios, y
los criollos pobres”26, y se obligaba a los “agraciados” con tierras a construir una
vivienda y dos corrales para el ganado, para lo cual tenían un tiempo límite. Dado
que los primeros poseían la mayoría de la tierra, no fue necesario recurrir a las
tierras pertenecientes a los pequeños y medianos hacendados criollos miembros
del partido artiguista, por lo que sus propiedades no fueron expropiadas. Esto es
prueba de que la reforma agraria de Artigas respondió a las necesidades prácticas
de la época valiéndose de planes políticos y administrativos específicos para
procurar en todo momento instituir los mecanismos que aseguraran el correcto
funcionamiento del sistema. El objetivo final era asegurar el buen funcionamiento
económico de las provincias para asegurar así su autonomía política frente a las
pretensiones de la oligarquía porteña, la cual había demostrado ser perjudicial
para las poblaciones del interior; y frente a la invasión portuguesa, que
simplemente representaba una población y un gobierno extranjero con
pretensiones de apoderarse del territorio.
Por último, el Reglamento contiene un artículo muy importante que modificaba el
régimen de tenencia de tierras y los convenios sociales que hasta entonces se
efectuaban en torno a ella, pues establecía que los terrenos dados antes de la
promulgación del Reglamento debían de atenerse a las condiciones promulgadas
por éste. Para la historiografía uruguaya de perspectiva marxista que se dedicó al
25 Tomado de Barrán, José Pedro y Nahum, Benjamín, Bases económicas de la revolución artiguista, Montevideo, EBO, 1964, pp. 132-138 (Colección Reconquista). En: Buriano y Dutrénit (comps.), op. cit.26 Ibidem
análisis de las reformas artiguistas, esta medida significó la eliminación de los
lazos feudales entre trabajadores pobres y caudillos militares27.
La historiografía actual continúa indecisa acerca de los alcances y
aplicaciones que tuvo este reglamento, puesto que la dificultad de obtener
evidencias documentales es significativa. El grupo de historiadores marxistas
afirma que durante el año que estuvo vigente —de septiembre de 1815 a agosto de
1816— su aplicación en la Banda Oriental fue masiva28. En cualquier caso,
cualquier reforma agraria de tendencia artiguista se vio frustrada cuando todo el
proyecto se vino abajo.
La derrota de Artigas
En 1816 el gobierno del Directorio de Buenos Aires ganó fuerza militar y
política y se formó en Tucumán el Congreso que proclamaría la independencia de
España. Las tropas de Alvear, que se habían estado enfrentando con las tropas
artiguistas desde el inicio del movimiento federalista, junto con los desterrados
montevideanos, apoyaron a los portugueses en su pretensión de ocupar la Banda
Oriental para tener acceso al Río de la Plata. En 1817 los portugueses conquistaron
Montevideo, mientras que las provincias federales iban desertando poco a poco,
pues el avance portugués, el encarcelamiento de muchos líderes artiguistas, y la
amenaza de Buenos Aires cada vez más fuerte, prácticamente no les dejaba otra
opción. La Liga Federal sucumbió ante los embates exteriores en parte por no
poseer una mayor cohesión, pues se trató más de una creación circunstancial con
poca determinación política conjunta. Finalmente, después de una serie de
traiciones por parte de algunos de sus líderes militares, Artigas se vio obligado a
huir a Paraguay, de donde nunca más saldría, y donde Gaspar Rodríguez de Francia
le facilitaría los medios para que pudiera sobrevivir dignamente hasta los 86 años.
Fuentes consultadas
Ares Pons, Roberto, José Artigas, conductor rioplatense, 1811-1820, UNAM, 1979.
27 Sala de Touron, Lucía et.al., Artigas: tierra y revolución, Montevideo, Arca, 1971, pp. 40-98 (Bolsilibros Arca) En: Buriano y Dutrénit, op. cit., p. 8228 Ibidem
Barrán, José Pedro y Nahum, Benjamín, Bases económicas de la revolución artiguista, Montevideo, EBO, 1964.
Barrán, José Pedro, “Artigas: el conductor y el conducido” en Fernando Pita (comp.), Las brechas de la historia, Montevideo, Ediciones de Brecha, 1996.
Bruschera, Oscar, “Prólogo” en José Artigas: documentos, La Habana, Casa de las Américas, 1971.
Buriano Castro, Ana y Dutrénit Bielous, Silvia (comps.), Uruguay, siglo XIX: textos de su historia, Instituto Mora, México, 2009.
Frega, Ana, “La virtud y el poder: la soberanía particular de los pueblos en el proyecto artiguista” en Noemí Goldman y Ricardo Salvatore (comps.), Caudillismo rioplatense: nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba, 1998.
Halperin Donghi, Tulio, Revolución y guerra: la formación de una élite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2002.
Narancio, Edmundo M., La independencia de Uruguay, Editorial Mapfre, Madrid, 1992.
“Oración de Abril pronunciada por Artigas”, Archivo Artigas, Comisión Nacional Archivo Artigas, Montevideo, Monteverde y Cía., 1974, t. XI, pp. 67-70.
Sala de Touron, Lucía et.al., Artigas y su revolución agraria, 1811-1820, Siglo Veintiuno editores, México, 1978.
Sala de Touron, Lucía et.al., Artigas: tierra y revolución, Montevideo, Arca, 1971.Vedia y Mitre, Mariano de, El manuscrito de Mitre sobre Artigas, Buenos Aires: Librería y Editorial “La facultad”, Bernabé y Cía, 1937, p. 126 [documento citado en: Riberio, Ana y Caetano, Gerardo, Memoria e historiografía en torno a las Instrucciones Orientales de 1813 , Almanack, Guarulhos, n. 09, pp. 74-91, abril de 2015]