El regalo

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El regalo Kim Pritekel Me di cuenta de que iba a ser un día larguísimo. Las masas ya llenaban el centro comercial como manadas de lobos dispuestos a matar. Y en cierto modo, supongo que habían venido a matar, o bueno, a cazar. A la caza de las todopoderosas rebajas. Era viernes, el día siguiente de Acción de Gracias, el mayor día de compras del año. Ocupé mi puesto como elfo jefe del Papá Noel del Centro Comercial Marlando. Hoy era el primer día del gordinflón vestido de rojo y los niños de Nueva York estaban que no cabían en sí de gozo. —Ya vienen —dijo Tony, más conocido como Papá Noel, con la voz apagada por su inmensa barba blanca postiza. Observé el largo pasillo principal del centro y mis ojos verdes casi se me salieron de las órbitas. Una masa de niños venía hacia nosotros y sus voces excitadas y agudas inundaban el gran espacio y rebotaban en el techo alto, ahogando la versión jamaicana de Oh Come All Ye Faithful—. Padre nuestro que estás en los cielos. —Tony se santiguó y adoptó su sonrisa de Papá Noel. Yo me ajusté el gran gorro colgante de color verde y rojo que nunca me había quedado bien en los dos años que llevaba haciendo esto y esperé a los primeros de la fila para estrecharles la mano, preguntarles cómo se llamaban y colocarlos en el regazo de Papá Noel. ¡¿De verdad hay gente tan desesperada por ganar un dinero extra que está dispuesta a someterse a esto, dos veces?! Con un suspiro, sonreí. El día había ido bastante bien por el momento. Sólo un niño se había hecho pis encima de Papá Noel. Estaba contenta. Por fin era hora de comer. Recorrí los pasillos al parecer interminables del inmenso centro comercial, mirando escaparates como todos los días y viendo todas las cosas que me encantaría tener, pero que nunca me podría permitir. Mis padres habían muerto hacía tiempo y mi hermano ya no me hablaba, así que no tenía a nadie a quien comprar regalos. A lo mejor este año me compraba un regalo a mí misma. Al menos mi árbol tenía un paquete debajo: un regalo para mi gato psicótico, Sabor. Eché un vistazo al gran escaparate de una tienda nueva que se había mudado al centro comercial justo antes de Halloween. La

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Uber Xena y GabEl Regalo Kim Pritekel (xfae): Sarah conoce a Christian mientras trabaja de Elfo en un centro comercial.

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El regalo

Kim Pritekel

Me di cuenta de que iba a ser un da largusimo. Las masas ya llenaban el centro comercial como manadas de lobos dispuestos a matar. Y en cierto modo, supongo que haban venido a matar, o bueno, a cazar. A la caza de las todopoderosas rebajas. Era viernes, el da siguiente de Accin de Gracias, el mayor da de compras del ao.

Ocup mi puesto como elfo jefe del Pap Noel del Centro Comercial Marlando. Hoy era el primer da del gordinfln vestido de rojo y los nios de Nueva York estaban que no caban en s de gozo.

Ya vienen dijo Tony, ms conocido como Pap Noel, con la voz apagada por su inmensa barba blanca postiza. Observ el largo pasillo principal del centro y mis ojos verdes casi se me salieron de las rbitas. Una masa de nios vena hacia nosotros y sus voces excitadas y agudas inundaban el gran espacio y rebotaban en el techo alto, ahogando la versin jamaicana de Oh Come All Ye Faithful. Padre nuestro que ests en los cielos. Tony se santigu y adopt su sonrisa de Pap Noel.

Yo me ajust el gran gorro colgante de color verde y rojo que nunca me haba quedado bien en los dos aos que llevaba haciendo esto y esper a los primeros de la fila para estrecharles la mano, preguntarles cmo se llamaban y colocarlos en el regazo de Pap Noel. De verdad hay gente tan desesperada por ganar un dinero extra que est dispuesta a someterse a esto, dos veces?! Con un suspiro, sonre.

El da haba ido bastante bien por el momento. Slo un nio se haba hecho pis encima de Pap Noel. Estaba contenta. Por fin era hora de comer. Recorr los pasillos al parecer interminables del inmenso centro comercial, mirando escaparates como todos los das y viendo todas las cosas que me encantara tener, pero que nunca me podra permitir. Mis padres haban muerto haca tiempo y mi hermano ya no me hablaba, as que no tena a nadie a quien comprar regalos. A lo mejor este ao me compraba un regalo a m misma. Al menos mi rbol tena un paquete debajo: un regalo para mi gato psictico, Sabor.

Ech un vistazo al gran escaparate de una tienda nueva que se haba mudado al centro comercial justo antes de Halloween. La tienda iba a estar abierta todo el ao y se especializaba en adornos para las festividades. Cualquier cosa, desde mscaras de terror y sangre falsa hasta adornos para el rbol de Navidad y cornucopias para Accin de Gracias. Mir mi reflejo en el cristal recin limpiado. No pude evitar rerme por lo bajo al ver mi gorro colgante, el chaleco verde ribeteado de oro y pequeas campanillas que anunciaban mi presencia y el ceido jersey rojo de cuello alto que llevaba debajo, pasando a continuacin a los calzones de terciopelo verde que me llegaban hasta las rodillas y las medias a rayas rojas y blancas terminadas en los ridculos zapatos puntiagudos con una campanilla en cada punta.

Volv a mirar dentro de la tienda y me par en seco. Contemplando media pared de graciosos calcetines de Navidad estaba la mujer ms bella que haba visto en mi vida. Era ms alta que yo, aunque eso no era difcil, teniendo en cuenta mi impresionante estatura de un metro sesenta y dos. Tena el pelo largo y negro tan reluciente y sano que pareca habrselo cepillado cientos de veces. Slo la vea de perfil, pero era suficiente. Sus rasgos eran fuertes, la mandbula segura, las cejas oscuras suficientemente arqueadas como para dar sensacin de poder, pero no parecer malvola. Yo estaba pasmada. Estaba ah de pie con los brazos cruzados y la correa del bolso colgada precariamente del hombro ms cercano a m. Su pose era la de una persona decidida, casi engreda. Era...

Plaf! Ding ding, dong dong, ding ding!

Gir como una peonza a tiempo de ver al pequeo canalla que se acababa de chocar conmigo corriendo por el pasillo, apartando a la gente de en medio.

Plaf! Ding ding, dong dong, ding ding!

Volv a girar como una peonza y me encontr con la espalda de los guardias de seguridad del centro que perseguan a ese cro estpido. Me coloqu bien el gorro y volv a mirar al escaparate. Me sent mortificada. La mujer me estaba mirando directamente y sus increbles ojos azules sonrean, aunque tena la cara impasible, casi como si fuese de piedra. Nuestros ojos se encontraron y tuve que apartar la mirada. Me alej a toda prisa por el pasillo. No soportaba la idea de que me volviera a ver con este estpido traje de elfo. Como si importara. Primero, qu ms le daba a ella lo que yo llevara puesto? Y segundo, seguro que era hetero. Dios, qu vergenza. Encontr un bao y me met en el momento en que notaba un fuerte sonrojo que me iba subiendo por el cuello hasta ponerme la cara como un tomate. Me apoy en la encimera y me mir en el ancho espejo sujeto a la pared. Ya se me haba vuelto a torcer el gorro.

Maldita sea. Me lo quit y me pas los dedos por el pelo rubio rojizo, intentando acicalarme las largas guedejas. No sirvi de nada. La tela de felpa del gorro me pona el pelo electrizado y rebelde. Me cal el gorro de nuevo y volv a zambullirme en el caos de los preparativos para las fiestas.

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Cuando por fin sal del manicomio, regres a mi pequeo apartamento compuesto por un dormitorio minsculo y un cuarto de estar con cocina. Me desplom en mi sof verde de haca treinta aos que haba comprado por veinte pavos y cerr los ojos, apoyando la cabeza en el respaldo. Soltando un gran suspiro, dej que mi mente repasara el da. Inevitablemente, la mujer de la tienda de adornos se cruz ante mis ojos. Quin era? Ya s que Nueva York es una ciudad grande, pero alguien as se me habra quedado grabado en la mente, sin duda.

Abr los ojos al notar un morro fro que me tocaba la mano. Sabor me miraba con sus ojos azulados/verdosos/grisceos, agitando la cola elegantemente en el aire a la espera de mis atenciones.

Hola, pequen. Se puso a frotarse la cabeza en mi mano y lo acarici entre las orejas y entre los ojos. Ronrone y se ech en el sof a mi lado. Me qued contemplando la pared que tena enfrente mientras mi mano acariciaba distrada el suave pelo de mi gato. Qu haca aqu? Era del otro extremo del pas, del estado de Washington, de Seattle, para ser exactos. Haba decidido venir a la aventura haca tres aos, cuando mis padres se mataron en un accidente de avin. Soy escritora, bueno, ms o menos. Eso es lo que quiero ser. En realidad slo soy Sarah Bronson, elfo a media jornada, camarera a jornada completa en un pequeo caf a ocho manzanas de mi apartamento y escritora frustrada por excelencia.

Soy de carcter optimista, pero hasta eso empezaba a fallarme. Tena pocos amigos y me senta como si mis ruedas girasen sin ir a ninguna parte. Es una sensacin horrible. Recorr mi casa con la vista. Las profundas sombras del anochecer lo tean todo de matices de gris. No me costara nada recogerlo todo, meterlo en el coche y regresar a Seattle. Todava tena amigos all que podran echarme una mano hasta que pudiera valerme por m misma. Entonces el adefesio gigante que era mi ordenador me llam la atencin desde el rincn donde estaba mi mesa encajada entre una estantera y la pared. Haba conseguido que me publicaran un relato. A lo mejor deba aguantar. Estas cosas tardan y yo todava era joven, con slo veinticuatro aos. Entonces la mujer del centro comercial volvi a colarse en mi cabeza. Pero qu tena? Era increble. Algo me deca que iba a volver a verla.

Claro que la vers. Trabajas en un centro comercial rezongu por lo bajo al tiempo que me levantaba y estiraba el cuerpo dolorido. Me quit el estpido gorro y lo tir en el sof. Sabor lo olisque y luego se apart. Ni siquiera a l le gusta. Sonre y me puse a rebuscar en mis alacenas patticamente vacas. Odiaba comprar comida. Cualquier cosa menos eso. Menudo desperdicio. Por fin, al no encontrar nada interesante, solt un suspiro de resignacin y me fui a la cama.

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El sol era cegador cuando sal de mi edificio. Los doce centmetros de nieve que habamos recibido por la noche tenan a la ciudad hecha un caos. Mir los montones que estaban apilados contra el murete de ladrillo que me llegaba a la cintura y que rodeaba la propiedad; su resplandor blanco estaba manchado de suciedad y fango de los coches que pasaban y de manchas amarillas ocasionales donde algn idiota haba dejado que su perro orinara. Suspir mientras me diriga al caf. Pareca que por muy temprano que me levantara, nunca consegua ver la nieve limpia y blanca antes de que la ciudad llegara a ella. Bueno. Algn da.

Sarah! Hola, chica. Cmo te va?

Hola, Rachel. Bien. Y a ti?

Bueno, vamos tirando.

El caf ya estaba atestado a las siete de la maana. Es que la gente ya no duerme? Contempl a todos los clientes que estaban apretados como sardinas en lata en el limitado espacio que haba para sentarse. Corr a la trastienda, saqu mi delantal de mi minscula taquilla y me lo at alrededor de la cintura. Como tena poca ropa, no poda permitirme echarla a perder con la comida grasienta que se serva aqu. Siempre me maravillaba que ninguno de nuestros clientes se desplomara con las arterias obstruidas.

Sal corriendo al mostrador donde una fila de gente a la espera, hambrienta, malhumorada e impaciente me mir con cierto grado de esperanza en sus ojos hambrientos, malhumorados e impacientes. Respir hondo, cog la cafetera y me pegu una sonrisa en la cara.

Quin quiere caf?

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El centro comercial estaba tan ajetreado como el da anterior, an ms, teniendo en cuenta que era sbado. En cuanto sal del caf hacia las seis, tuve que coger el metro para venir corriendo. Santa Claus ya estaba preparado y mi elfo ayudante, Marla, me sustitua cuando yo estaba en mi otro trabajo. Pareca agobiada. Eso no era buena seal.

Hola, Marla. Qu tal ha ido? pregunt en voz baja al saltar por encima de la cuerda de terciopelo rojo que separaba el territorio de Santa Claus de los quioscos que nos rodeaban.

No ha sido demasiado horrible. Pero el cro de los Bernard ha vuelto hoy. Es que no le basta con ver a Santa Claus seis veces?

Me parece que est obsesionado. Ese nio necesita ayuda.

Marla se ri entre dientes y me puso una mano en el hombro.

Buena suerte, Sarah. Te va a hacer falta.

Gracias.

Marla me pas el cubo de bastoncitos de caramelo, se abri paso a travs de la masa de nios ansiosos y por fin escap.

Lo nico bueno de este trabajo era que como estbamos tan atareados, el tiempo se pasaba volando. Antes de que me diera cuenta, ya eran las ocho y hora de hacer un descanso. Nos quedaban dos horas justas para poder regresar al Polo Norte por esa noche.

Sarah, vas a Arby's?

Mir a Tony.

S, quieres algo?

S, treme un batido de moca, quieres?

Muy bien. Ahora vuelvo.

Oye, y esta vez no te olvides de la pajita! La ltima vez me pas dos das quitndome pelos falsos de la boca! me grit Tony. Me re por lo bajo y alc una mano dndome por enterada al tiempo que me alejaba.

Arby's estaba tan atestado de gente como el resto del centro comercial. Haba gente por todas partes. En noches como sta siempre me planteaba que era la ocasin perfecta para que un ladrn se forrase, y encima a lo grande. No haba nadie en casa. Trabajo fcil.

Hola!? Qu le pongo?

Pegu un respingo y me volv sobresaltada hacia la chica de detrs del mostrador. Pareca acalorada, cansada y muy molesta conmigo.

Oh, lo siento. Hola. Le sonre. Ella me mir furibunda. Pues vale. Deme un batido grande de moca, con pajita, y una...

Las pajitas estn ah. Seal la barra de condimentos que estaba detrs de m.

Ah, vale. Muchas gracias. Es usted muy amable. Me costaba mucho evitar el tono cortante. Esta pequea insolente adolescente me estaba cabreando. Todos estbamos cansados, hambrientos y de mal humor. Qu demonios, todos trabajbamos en el centro comercial en plenas compras de Navidad, no? Todos ramos suicidas. Tenamos que mantenernos unidos para hacer frente a la locura.

Y? insisti.

Y una limonada grande y s, eso es todo.

Cerr la boca de golpe y se puso a teclear en la caja registradora. Ja! Yo tambin s jugar. Me dijo el total, saqu el dinero y me adentr en el centro comercial con mi botn. Por un acto de la divina Providencia, consegu encontrar un sitio donde sentarme en uno de los bancos esparcidos alrededor de las enormes jardineras que, por algn motivo, la gente confunda con ceniceros.

Arranqu el papel de mi pajita, la met por el agujero de la tapa de mi limonada y me beb un tercio de un solo trago. Cerr los ojos con alivio y me sequ la boca. Cuando los volv a abrir, estuve a punto de atragantarme. Ah estaba otra vez! La mujer de la tienda de adornos. Sala del Orange Julius, que estaba al lado de Arby's. La observ mientras beba un sorbo de su bebida y volvi los ojos y se qued mirndome directamente. Intent no parecer demasiado estpida al sonrer. Ella me devolvi la sonrisa. Entonces, ante mi absoluto horror, se acerc a m.

Santa Claus te ha dado la noche libre? pregunt con una ligersima chispa en sus ojos de color azul cobalto. Me qued hipnotizada por ellos.

Qu va, slo un descanso.

Mmm. Seguro que lo necesitabas. Sonri de nuevo y luego se alej. La segu con la mirada. Ohhhhh, Dios! Quin eres? Por qu ests aqu? Quin te ha enviado para atormentarme?

Regres despacio a mi puesto, donde Tony esperaba su batido con impaciencia.

Dnde has estado? Tenemos que volver dentro de tres minutos!

Lo siento, Tony. Haba mucha cola. Le di su batido y me beb la limonada mientras mi mente viajaba por lugares a los que no deba ir, teniendo en cuenta que al cabo de dos minutos y medio iba a estar tratando con nios muy pequeos. A menudo me preguntaba cmo se pondran sus padres de histricos si llegaran a saber las cosas que se me pasaban por la cabeza mientras ayudaba a sus hijos a sentarse en el regazo de Santa Claus. Sonre y deposit mi bebida en el suelo, a salvo de miradas curiosas.

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Era domingo y los dioses sonrean, lo mismo que yo, porque tena el da libre en los dos trabajos, aleluya! El domingo era mi nico da libre, punto. No me molest en levantarme de la cama hasta casi las once y, cuando lo hice, me plant delante de la ventana y me qued mirando el pas de las maravillas invernales. Por la noche habamos vuelto a quedar sepultados bajo la nieve. Casi toda la gente que conoca se quejaba del clima de la costa este, pero como en mi tierra slo llova, cosa que tambin me encantaba, yo me senta en el paraso. Cuanto ms, mejor, es mi lema.

Me duch, rpidamente, pues mi pequeo calentador slo daba agua caliente para una ducha de unos cuatro minutos, y me vest con un par de vaqueros gastados, una sudadera gruesa y abrigosa y botas de montaa.

Entr en mi cuarto de estar/cocina y saqu una botella de Gatorade de la nevera. Me tir en el sof al lado de Sabor y me qued mirando como tonta mi rbol de Navidad casi desnudo. El ao anterior slo haba tenido dinero para comprar uno de poco ms de un metro de altura, de modo que mi gigantesco rbol de metro ochenta de este ao estaba pobremente decorado.

Tenemos un rbol bien triste, eh, Sabor? Mi gato levant la cabeza y me mir y luego se qued dormido. Suspirando, me levant y cog el abrigo y las llaves. Me met la cartera en el bolsillo de atrs y sal rumbo a... lo habis adivinado, al centro comercial.

El metro estaba lleno de gente que corra de ac para all con los brazos cargados de bolsas de todo tipo de tiendas. Me descubr queriendo alejarme de la calma del vagn de metro que corra por tneles oscuros y andenes bien iluminados, para salir disparado a la luz del da y regresar a los tneles como si fuesen el lugar donde los trenes se sentan ms a salvo. Me baj en mi parada y camin las pocas manzanas que me faltaban para llegar al inmenso centro comercial.

Pas a toda prisa junto al Santa Claus y su impaciente ayudante. Detestaba retregarles por la cara que tena el da libre y no quera tener que aguantar los lloros, gritos y actitudes de unos nios que haban crecido demasiado deprisa. En cambio, me encamin a la tienda de adornos. Como la Navidad estaba a la vuelta de la esquina y era una tienda nueva que necesitaba clientela, a lo mejor tenan buenas ofertas. Adems tena mi maravilloso descuento del 10% por ser empleada del centro comercial.

Entrar en la tienda de adornos o, como se llamaba en realidad, All Ye Faithful, era como entrar en el pas de las maravillas de un nio. La tienda estaba decorada como si fuese una fbrica de juguetes, hasta con elfos colocados estratgicamente alrededor de las mesas con juguetes y adornos a medio hacer, y los elfos se movan, dando lentos martillazos a ese ltimo clavo de madera o aadiendo ese ltimo detalle de una sonrisa al pato amarillo. Un tren largo, con silbato incluido y humo que sala por la chimenea, daba vueltas por la tienda sobre vas de madera. Sonre de oreja a oreja. Me haba quedado totalmente prendada.

Me acerqu a una pared con ganchos de donde colgaban cientos de pequeos adornos de cristal. Algunos eran de cristal sin ms, otros estaban pintados o estaban cubiertos de purpurina dorada o plateada. Cog uno, sujetndolo a la luz para ver los destellos que causaban sus bordes cincelados.

As que Santa Claus s que da tiempo libre a sus elfos.

Con una exclamacin sobresaltada, se me cay el adorno de la mano y se estrell en el suelo con estruendo. Me volv en redondo y me encontr con ella detrs de m. Baj la mirada hacia el montn de cristal y purpurina y en sus labios se dibuj una sonrisa.

Uuy. Me mir y nuestros ojos se encontraron. Mir por encima de mi hombro y volvi a sonrer. Segu su mirada y vi un pequeo letrero blanco con gruesas letras negras que deca: LO QUE SE ROMPE, SE PAGA!

Me parece que me acabo de comprar un adorno, verdad?

Las dos nos volvimos al or el suspiro irritado de la dependienta que estaba detrs de nosotras, contemplando el estropicio con los brazos en jarras.

Hemos tenido un accidente dijo la mujer de mis sueos.

Ya.

No se ponga histrica. Se pagar dijo, disimulando su sarcasmo tras su tono dulce. La dependienta se alej meneando la cabeza. La mujer se volvi de nuevo hacia m. No pretenda asustarte.

Oh, no importa. No cuesta hacerlo.

En serio? Y por qu?

Ah, pues... no lo s. Sonre estpidamente. Slo lo haba dicho para intentar tranquilizarla. Pareci darse cuenta y sonri.

Tenemos que dejar de encontrarnos de esta forma. Pero ya que parecemos destinadas a ello, me llamo Christian. Me ofreci la mano. Mir los largos dedos y luego los estrech con mi propia mano. Su apretn era fuerte, seguro, como todo en ella.

Sarah.

Bueno, es tu da libre?

S. Por fin sonre y dije con probablemente algo ms de alivio en el tono de lo que debera. Ella enarc una ceja.

Es duro trabajar para Santa Claus? Sonri. Tena unos dientes regulares increblemente blancos. Era tan increble de cerca como de lejos.

S, bueno, no, es slo todos esos cros. Qu exigentes pueden llegar a ser.

Mir hacia abajo y segu su mirada. Estaba mirando nuestras manos, que seguan unidas y movindose de arriba abajo. Volvi a mirarme y sonri.

Necesito que me la devuelvas.

Oh! Le solt la mano. Lo siento.

Dios, pero qu idiota!

Y qu haces en el trabajo, por as decir, en tu da libre?

Tengo que comprar adornos para mi rbol.

Ahh. Es que ya tienes puesto el rbol?

Oh, s! Lo puse el fin de semana pasado.

Ah. Yo nunca he sido muy aficionada a todo esto de la Navidad. Ni siquiera tengo rbol. Apart la mirada y se puso a mirar todas las maravillas festivas que llenaban la tienda. Dios, tan aburrida soy que ni siquiera puedo conservar su atencin?. Y has comido ya? Eso me sac de mis reflexiones autodespreciativas.

Qu? Oh, ah, no.

Bueno, pues vamos. Me sonri, con una sonrisa de sas que te paran el corazn, te derriten el alma y te dejan hecha un flan. Sin decir palabra, la segu hasta el mostrador, donde deposit un billete de cincuenta dlares, ante la confusin de la dependienta. Por el adorno dijo, dirigindose a la salida de la tienda.

Ah, Christian, seguro que ese adorno no costaba tanto. Tal vez veinte, pero...

No te preocupes. Se puede quedar con el cambio para pagar la factura del hospital por el infarto que le ha dado cuando lo he roto.

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Christian escogi un lugar pequeo y tranquilo que serva cualquier cosa, desde comida italiana hasta mexicana, pasando por la comida tradicional americana.

Has venido aqu alguna vez? pregunt mientras se quitaba su grueso abrigo de cuero.

No.

Debajo llevaba un bonito jersey de fondo negro con escenas invernales de un azul brillante a juego con sus ojos. Sus vaqueros eran caros y ajustados. Era increble. Yo luch por quitarme mi vieja y gastada cazadora vaquera y la colgu en el respaldo de la silla. Saqu la cartera para ver cunto dinero tena. No poda concebir terminar una comida estupenda con ella para acabar descubriendo que ni siquiera tena dinero suficiente para pagar. Tena doce dlares justos y la Visa.

No. Invito yo, Sarah. No te preocupes dijo con una sonrisa despreocupada.

No, no puedo aceptarlo. Tengo dinero y...

Invito yo. Lo dijo en un tono que me indic que no deba discutir.

Oh. Bueno, pues gracias. Por qu?

Por qu no? Cogi una carta y me la pas.

T no necesitas?

Mene la cabeza.

No. Vengo aqu a menudo. S exactamente lo que voy a pedir. T, por otro lado, pide lo que quieras. La pasta que tienen est de morirse, o si te va ms la comida mexicana, prueba su muestrario. Todo lo que hay en la carta, pero en miniatura. Es maravilloso.

Ah. Vale. Sonre nerviosa, abr la gran carta marrn y me puse a estudiar sus deliciosas ofertas. No creo que Christian tuviera la menor idea de la que le haba cado encima. Tengo un apetito voraz. Pero pens que hoy lo mantendra en un rugido apagado. Ms tarde me podra pasar por la tienda de la esquina y comprar un tentempi.

Media hora despus casi haba terminado con mi muestrario mexicano y Christian segua ocupada con su ensalada de langosta. Mene la cabeza asombrada, con los ojos chispeantes por una sonrisa disimulada, al ver mi capacidad para comerme todo lo que me ponan delante.

Sabes, creo que nunca he visto a una mujer de tu tamao acabar con esa fuente entera. Yo lo hice una vez, pero por supuesto con la ayuda de la persona con la que estaba. Es que no comes con regularidad?

Gem por dentro. Justo la conclusin a la que esperaba que no llegase.

S, claro que como. Es que siempre he tenido un apetito capaz de dejar en vergenza a la mayora de los hombres. Sonre y luego me puse coloradsima al notar un poco de salsa picante que me resbalaba por la barbilla. Me apresur a limpiarme con la servilleta. Lo siento.

No lo sientas. Me parece absolutamente encantador. Enarqu las cejas sorprendida. Mis modales cerdiles en la mesa le parecan encantadores!? Pero qu demonios se haba tomado?. Bueno dijo, apartando su plato y echndose hacia atrs en la silla, cruzada de brazos, hblame de ti. A qu te dedicas, aparte de trabajar para el orondo?

Mastiqu rpidamente e intent tragarme un gran trozo de burrito de pollo, pero era demasiado grande y not que empezaba a atragantarme. Dios, mtame ahora, por favor!! La sonrisa desapareci de los labios de Christian, sustituida por una expresin de preocupacin.

Ests bien, Sarah?

Asent con entusiasmo, aunque no poda respirar. Se levant de su asiento y rode la mesa hasta mi lado. Se puso a darme golpes en la espalda, haciendo que casi me cayera de bruces encima del plato. Pero not que el trozo se empezaba a soltar y logr tragrmelo, aunque era como si le hubieran salido pinchos que se llevaban tiras de mi esfago al pasar. Tos, intentando despejarme la garganta.

Ests bien? pregunt, frotndome la espalda. Oh, s. A esto s que me podra aficionar. Parte de m quera continuar el drama un poco ms para que ella siguiera acaricindome, pero estaba demasiado avergonzada por todo aquello para hacer otra cosa que no fuese asentir.

Gracias consegu soltar por fin. No poda mirarla a la cara. Nunca ms va a querer relacionarse conmigo. Sarah, acabas de establecer un nuevo rcord de idiotez. Quera meterme debajo de la mesa y morirme.

Bueno dijo Christian, sentndose de nuevo en su silla. Cuando por fin tuve el valor de mirarla, ella me estaba mirando con cara de risa total. Dnde estbamos? Ah, s. T. Hblame de ti.

Beb un trago de agua, carraspe y apart el plato. Todava tena un poco de hambre y todava quedaban unos minitacos de aspecto delicioso, pero con atragantarme una vez tena suficiente por el momento.

Qu quieres saber?

Oh, no s. De dnde eres? Eres neoyorquina original?

No. Soy de una tierra lejana llamada Seattle.

Christian se ech a rer.

He odo hablar de ella. Por qu ests tan lejos de casa?

Me vine aqu hace tres aos, con la esperanza de lanzar mi carrera como escritora.

Enarc una ceja oscura.

Escritora? Qu escribes?

Me entr el pnico. Cmo poda decirle que escribo ficcin lsbica? Es decir, a estas alturas estaba bastante segura de que ella tambin era lesbiana, pero no estaba tan segura como para compartir esto con ella. De modo que opt por una respuesta poco clara.

Pues muchas cosas distintas. Todo ello ficcin, por supuesto. Algo de poesa, pero sa no es mi pasin principal.

Y cul es tu pasin, Sarah? pregunt, bebiendo un sorbo de t con hielo. Me observ por encima del borde del vaso. Tragu con fuerza.

Ah, no s. Sonre y me puse a jugar con el borde del mantel. Sin querer tir demasiado fuerte y volqu un jarrn de flores vaco que haba en el centro de la mesa. Christian lo atrap antes de que pudiera golpear la mesa. Lo coloc bien y me mir expectante.

Tienes un mal da, verdad? sonri.

S. Eso parece. Te importa si me fundo con el papel de la pared? pregunt.

Se ech a rer a carcajadas. Tena una risa maravillosa, llena y ruidosa.

Eres adorable. Me la qued mirando, sin saber qu decir, as que no dije nada. Y tu familia sigue en tu tierra natal? Bebi otro trago de su t.

No. Mis padres se mataron hace tres aos y mi hermano y yo ya no nos hablamos.

Oh, Sarah. Qu horror. Se estir desde el otro lado de la mesa, me apret la mano y me la solt. Cmo fue?

Un accidente raro de aviacin. Mi padre era un piloto experto. Vol para United durante ms de diez aos. Tena un pequeo avin de pasajeros y decidi llevar a mi madre a Hawai para celebrar su aniversario. Y durante el viaje... Me qued callada. Aunque ya haban pasado tres aos, no me importaba hablar de ellos superficialmente, pero no poda entrar en muchos detalles.

Christian pareci entenderlo. Me sonri dulcemente.

Y tu hermano?

Oh. Suspir, sintiendo una leve punzada de dolor y culpa en el corazn. Pues es diez aos mayor que yo y es sacerdote. No est de acuerdo con mi estilo de vida.

En serio? Pues qu pena. Entonces, no est de acuerdo con que escribas? pregunt, pero por alguna razn me dio la impresin de que saba perfectamente a qu me refera y slo quera ormelo decir.

Ah, bueno, eso, s, y otras cosas farfull.

Otras cosas?

S. Otras cosas. Le sostuve su mirada de desafo. Bueno, durante un segundo antes de apartar la mirada, fascinada de repente por el diseo del papel de la pared.

Como cules?

Aajj! Me iba a obligar a decirlo! Poda mentir, supongo.

No est de acuerdo con la gente de la que elijo rodearme.

Como quin? pregunt de nuevo.

Lo saba! Veo cmo te brillan los ojos, Christian. Estaba jugando conmigo. Decid que yo tambin iba a jugar.

Todas las mujeres. Me enfrent a su mirada, lanzando mi propio desafo.

Tantas son, Sarah? Me dejas impresionada ronrone.

No dije con sinceridad. Pero ha habido algunas confes.

Mmm. De eso estoy segura. Cundo fue la ltima vez que lo viste o hablaste con l?

El da del funeral de mis padres dije con tono apagado. Sent de nuevo esa mano reconfortante en el brazo. La mir a los intensos ojos azules.

Lo siento muchsimo, Sarah dijo en voz baja. Le sonre agradecida.

Yo tambin. Tengo un sobrino al que slo he visto una vez y una sobrina a la que nunca he visto.

Cmo lo sabes?

Todava me quedan amigos en casa. Me mantienen informada.

Christian mir por los grandes ventanales que haba en la fachada del restaurante y se volvi hacia m con una sonrisa.

Est nevando.

Te gusta la nieve? pregunt, llena de emocin.

Ya lo creo! Es que no les gusta a todos los neoyorquinos?

No que yo sepa.

Bah, vamos a caminar bajo la nieve! Antes de que pudiera responder, Christian ya se haba levantado, cogiendo la cuenta de la mesa y sacando la cartera del bolso. Pag la cuenta y me sac a la tarde. Aspirando una profunda bocanada de aire, Christian cerr los ojos, con una sonrisa en los labios como para derretirse. Huele murmur.

Aspir hondo.

El qu, los escapes de los taxis? La mir, con el ceo fruncido.

No. Me mir y me dio un manotazo en el brazo. La nieve, el olor del fro.

Volv a respirar hondo y tena razn. Cuando la nariz lograba superar el olor a contaminacin, azufre y humo de los coches, la nieve ola maravillosamente!

Vamos. Se ech a rer y empez a andar por la acera, con los brazos extendidos, atrapando los grandes copos de nieve con las manos enguantadas, cuyo cuero negro no tard en ponerse gris y luego blanco. Ech a andar detrs de ella, meneando divertida la cabeza. Esta mujer era increble. Quin habra imaginado que tena un lado tan infantil bajo esa fachada exterior dura y formidable? Se detuvo de repente y estuvo a punto de lograr que me chocara con ella. Se volvi hacia m, con los ojos iluminados por una idea. Vamos a mi casa. Tengo un jardn trasero inmenso lleno de nieve, nieve virgen. Podemos hacer un mueco!

Me la qued mirando.

Ah, un mueco?

S! Vamos!

Espera...! intent protestar, pero me agarr de la mano y me llev de vuelta al restaurante y su Jeep.

Las calles estaban llenas, pero Christian maniobraba con su todoterreno negro y plateado con la facilidad innata e indiferente de una autntica neoyorquina. Mientras nos dirigamos a esta casa suya, empec a darme cuenta de que no saba absolutamente nada sobre esta mujer. De dnde era, a qu se dedicaba. Nada.

Christian?

Mmm? dijo distrada, concentrada en las calzadas heladas.

No me has contado nada de ti.

Pregunta. Mir por encima del hombro en el momento en que se colaba entre un Volkswagen Escarabajo y un gran camin de Pepsi.

Pues... empec, aferrndome a la manilla de la puerta con ms fuerza al ver por el espejo lateral el avance del camin de Pepsi, que se iba acercando cada vez ms. Eres de aqu?

No. Nac en Grecia. Mi padre era militar y vivimos por todo el mundo hasta que termin el instituto en Inglaterra y decid que quera ir a la universidad en Estados Unidos. Volvi a mirar mientras regresaba a nuestro carril original.

En qu trabajas?

Soy agente de bolsa.

En serio? pregunt con inters. Una agente tipo Michael Douglas en Wall Street?

Christian me sonri.

S, de ese tipo. Pero no tan corrupta.

Bueno, supongo que ests en el sitio adecuado para trabajar en eso dije, todava impresionada.

He tardado mucho en llegar al punto donde estoy ahora.

Pero cuntos aos tienes, Christian? Christian me mir y sonri. Qu?

Me gusta cmo lo dices.

El qu?

Mi nombre. Me gusta. Cumplo treinta el mes que viene. Puso el intermitente y gir a la izquierda en la siguiente manzana. Me qued mirando pasmada por la ventanilla. Ahora estbamos en territorio rico. Demasiado rico para mi gusto. Y t, Sarah? Me mir a los ojos, enarcando una ceja con aire interrogante.

Tengo veinticuatro.

Sonri y volvi a mirar la calzada.

Veinticuatro. Es una buena edad.

Es una edad confusa! exclam. Quiero llegar a los treinta y parar.

Por qu a los treinta?

Sonre.

Porque entonces la gente te toma en serio de verdad. A esta edad todava me consideran una cra. A veces resulta muy molesto.

Christian coloc su mano sobre la ma, que estaba en el asiento.

No desees que se te pase la vida, Sarah. Ya llegar. Mira, ahora es el momento es que se supone que tienes que cometer tus errores. Cuando llegas a los treinta, ya no se te permite tener ms. Apart el calor de su mano y la volvi a poner en el volante. Gir a la derecha, luego otra vez a la derecha y luego entramos por un largo camino de entrada circular que daba a una casa de dos pisos de ladrillo oscuro.

sta es tu casa? pregunt, con un tono lleno de asombro y pasmo.

Hogar, dulce hogar. Apag el motor y se solt el cinturn de seguridad. Contempl la enorme estructura de ventanas enmarcadas por postigos pintados de color verde oscuro y una puerta de entrada con un diseo de cristales biselados. Precioso.

Caray susurr. Creo que mi apartamento cabra en tu cuarto de bao.

Christian se ech a rer.

Vamos. Nos espera toda esa nieve.

Ni siquiera entramos, sino que pasamos a un jardn trasero igualmente inmenso a travs de un portillo lateral. Un blanco pas de las maravillas, lleno, tal y como haba prometido, de nieve virgen. No haba huellas, ni manchas amarillas, ni mugre urbana que interrumpiera su perfeccin.

Caray fue lo nico que pude decir. Christian me sonrea.

Saba que te iba a gustar.

Cuando me quise dar cuenta, una bola de nieve me dio de lleno en la cara.

Te he pillado! grit riendo. Me agach, recog un puado de aquella cosa blanca e hice una bola con ella, apretndola bien, mientras Christian se iba apartando de m. Oye, acurdate de que todava tenemos que hacer ese mueco de nieve, Sarah. Ser mejor que empecemos antes de que oscurezca demasiado... Plaf! En toda la jeta! Estuve a punto de caerme al suelo del ataque de risa.

As que quieres guerra, eh? Christian se quit la nieve derretida de la cara y empez la persecucin.

Ech a correr, sabiendo que cualquier clase de ventaja me vendra bien, teniendo en cuenta su considerable estatura. Chill al or que sala disparada detrs de m.

No! Lo siento, lo siento!

De repente, me placaron por detrs y ca de bruces en la nieve.

Paj! exclam, escupiendo la nieve que se me haba metido en la boca.

Cunto lo sientes? me susurr en la oreja. Cerr los ojos al sentir un escalofro.

Lo siento mucho? supuse.

Qu vas a hacer para compensarme?

Has empezado t dije, con la voz dbil por el fro, el peso que tena en la espalda y por estar absoluta y totalmente excitada.

Se ri en mi oreja, provocndome otro escalofro.

Y pretendo terminar.

Me sent levantada como una mueca de trapo y colocada boca arriba. Levant la mirada y vi que Christian estaba a horcajadas sobre mi cuerpo, con las rodillas a cada lado de mis caderas y las manos a cada lado de mis hombros. Me miraba a los ojos y su aliento clido creaba nubecillas en el aire glido. No consegua interpretar su expresin. Se mantena inescrutable.

Sarah? susurr.

S? susurr a mi vez.

El da que te vi fuera del escaparate de esa tienda, estabas ah plantada con ese disfraz de elfo tan mono. Sonri y yo tambin.

S.

Ese da te dese. Levant la mirada, te vi durante un segundo y luego desapareciste.

Estaba avergonzada, sabes, por haber sido arrollada por ese chico estpido y luego por los guardias de seguridad y con ese traje estpido, con todas las campanitas y el gorro que se me caa sin parar... Saba que estaba divagando, pero no poda apartar los ojos de sus labios y eso me pona nerviosa. Entonces esos labios empezaron a descender hasta que por fin sent que se pegaban suavemente a los mos, cortndome a media frase. Levant las manos y rode la nuca de Christian, pegndola ms a m. Sent que abra la boca y que su lengua acariciaba mis labios, pidiendo entrar, cosa que le conced de inmediato.

Sarah suspir en mi boca. Not que una de sus manos se pona a acariciarme el pelo mientras la otra se posaba en mi mejilla. Le pas la mano por la espalda, empujando ligeramente hasta que capt la indirecta y se tumb encima de m. Sent un escalofro cuando al sumar su peso me hund an ms en la nieve fra.

Christian interrumpi el beso y baj con los labios por mi mandbula y hasta mi cuello. Levant la barbilla para que llegara mejor y cerr los ojos. Fue regresando hasta mi boca.

Vamos dentro murmur.

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La casa de Christian era tan increble por dentro como por fuera. Suelos de madera relucientes con preciosas alfombras orientales extendidas bajo muebles antiguos.

Como haba dicho, no haba un solo adorno de Navidad en toda la casa.

Su dormitorio no era diferente. La habitacin era inmensa y lo que ms llamaba la atencin era una enorme cama antigua con dosel y cortinajes de encaje. A lo largo de la pared derecha de la habitacin haba un gran mirador con almohadones forrados de todas las telas imaginables para sentarse. A la izquierda de la habitacin estaba el cuarto de bao principal, con una enorme baera y una ducha aparte. En las otras paredes de la habitacin haba sillas estilo reina Ana y cmodas antiguas de madera de cerezo del mismo perodo.

Christian me llev hasta la cama y se detuvo justo al lado. Me pas los brazos por la cintura y me atrajo hasta ella. Le acarici la espalda con las manos y sub hasta su cuello. Notaba su calor corporal, que casi me quemaba all mismo. Ella me pas las manos por la espalda y se detuvo al llegar al borde de mi sudadera. Me mir profundamente a los ojos un momento, tal vez esperando a que yo le diera el visto bueno. Como respuesta, le baj la cabeza y la bes, suave, tiernamente, y luego con pasin. Christian gimi y luego not que sus manos clidas se metan por debajo de mi sudadera, acaricindome la piel de la espalda.

Qu suave suspir. Sus manos subieron por mi columna, siguiendo la curva hasta alcanzar mi sujetador y luego sus dedos abrieron el cierre, liberndome. Los dos extremos cayeron intiles por mi espalda hasta los costados. Me estremec ligeramente al notar que las copas se aflojaban y que el aire fresco de la habitacin se colaba por debajo de mi sudadera para suspirar sobre mis pechos desnudos.

Me deseas? susurr en mi boca.

S.

Despacio, me empuj hacia la cama.

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Me coloqu en mi lugar de costumbre al lado de Santa Claus, como todos los mircoles por la tarde. Contempl la masa de rostros, padres expectantes, nios excitados, adolescentes aburridos. Nada de Christian. Haca ya casi dos semanas que no la vea. Desde aquella noche increble que haba pasado con ella.

Me pas das esperando a que me llamara o que apareciera inesperadamente en uno de mis trabajos o en mi apartamento. Nada. No haba tenido la menor noticia de ella.

Seoda! Eh, seoda!

Qu! ladr a la mano que me tiraba del chaleco. Al instante me arrepent de mi tono brusco. La nia de mofletes sonrosados me miraba con los claros ojos azules llenos de sobresalto y miedo. Ojos como los de Christian. S? dije, obligndome a hablar con dulzura, aunque quera arrancarle a la nia el gorro de la cabeza y hacerlo trizas.

Ya me toca sentadme encima de Santa Claus?

Oooh. Me rend y me arrodill para ponerme a la altura de esta nia adorable.

Cmo te llamas, tesoro? pregunt.

Sada.

Sarah?

Mm-mm dijo, asintiendo dramticamente.

Sonre.

Qu nombre tan bonito. Ella me sonri de oreja a oreja.

Jo jo jo! se era mi aviso.

Vale, Sarah. Ya te toca.

El resto de la tarde transcurri despacio mientras mi mente repasaba todas las posibilidades por las que no haba sabido nada de Christian. Tal vez estaba fuera de la ciudad. S, ya. No tena entendido que los agentes de bolsa viajaran mucho. Y si estaba en algn hospital? Posible, si no fuera porque ya los has comprobado todos. Tal vez, slo tal vez, no le gustaste nada. Simplemente te utiliz.

Eso no puede ser! grit en mi apartamento vaco. Sabor me mir como si me hubiera vuelto loca. Qu demonios, me he vuelto loca! Haba llamado a su casa cuatro veces, dejando un mensaje slo en dos ocasiones. Pero seguro que tiene identificacin de llamadas y cree que la estoy acechando. Incluso una vez haba tomado un taxi para ir a su casa. No haba luces encendidas, por lo que ni me molest en parar. Treinta pavos para qu? Ya no saba qu hacer y estaba totalmente deprimida. Christian me gustaba muchsimo. La verdad es que no saba por qu. Es decir, s, vale, era guapa, tena un buen trabajo, una casa absolutamente increble y era buensima en la cama, pero la cosa iba ms all de todo eso. All haba algo que no poda negar. Me estaba haciendo polvo. Me senta como si por fin hubiera encontrado algo y ahora me lo hubieran arrebatado.

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Dos semanas despus, me quit a toda prisa el delantal, ms que lista para irme a casa tras mi largusima jornada de doce horas en el caf. Rachel haba llamado diciendo que estaba enferma, de modo que Ronnie, el dueo, me haba pedido que me quedara una hora ms. S, ya. Entonces lleg la hora punta y yo tuve que llamar al centro comercial diciendo que estaba enferma. Dios, qu ganas tena de que se acabara la Navidad! sta se estaba convirtiendo en una de las peores de mi vida.

Oye, gracias por la ayuda, Sarah. Te lo agradezco.

De nada, Ronnie. Hasta maana murmur y sal a trompicones del caf, que se estaba llenando de nuevo. Abr de un empujn la puerta de cristal al tiempo que buscaba mis guantes en los bolsillos. Haca otra noche fra en Nueva York.

Te hemos echado de menos en el Polo Norte.

Levant la cabeza de golpe y estrech los ojos al encontrame con dos pozas de azul cobalto.

S, seguro dije. Me qued sorprendida por el tono spero de mi voz. Nunca haba sido capaz de decirle a la gente cmo me senta de verdad o lo que pensaba de verdad. Mi tono de voz sorprendi a Christian tanto como a m.

Lo siento dijo, cuando pas a su lado.

Qu sientes? pregunt, mientras segua avanzando con cuidado por la acera helada.

Qu quieres decir con que qu siento? pregunt, caminando conmigo.

Quiero decir dije, fulminndola con la mirada, que qu sientes. Haberme utilizado? No haber devuelto ninguna de mis llamadas? Haberme hecho quedar como una maldita estpida?! Ahora estaba enfadada de verdad y ech a andar ms deprisa.

Espera, Sarah. Por favor, no podemos hablar de ello?

No! Me volv en redondo. No, no... Not que se me resbalaban los pies y luego mis dos piernas se empezaron a agitar como locas buscando dnde agarrarse sobre la gruesa capa de hielo donde me haba quedado plantada. Plaf! Directa contra Christian. Me agarr y estuvo a punto de caerse ella misma.

Ests bien? Sonri mirando mi cuerpo medio del revs. Sent su cuerpo clido pegado al mo, sus brazos a mi alrededor. Tragu y la mir a los ojos.

S, estoy bien. Gracias por sujetarme dije en voz baja al tiempo que me desenganchaba de ella. Quera echarme a llorar, de lo estpida que me senta. Me apart cuando por fin tuve los pies bien plantados en el suelo. Tengo que irme. Es tarde y estoy cansada. Una vez ms, ech a andar por la acera rumbo a mi edificio.

Espera, Sarah. Deja que te lleve a casa. Me agarr del brazo para detenerme. Por favor?

Me qued mirando la calle oscura mientras mi aliento sala de mi boca en forma de nubecillas blancas. Efectivamente, haca una noche fra en Nueva York.

Est bien.

Christian estuvo callada durante el corto trayecto de ocho manzanas, con la mirada clavada en la calzada.

Por qu has venido esta noche? pregunt por fin.

Porque, se volvi para mirarme, quera hablar. Darte explicaciones.

Ah. Ya hemos llegado.

Christian detuvo el Jeep delante de mi edificio. Le ech un vistazo por la ventanilla del pasajero.

Bonito sitio dijo.

S. Por fuera.

Sonri. Abr la puerta y sal.

Sarah?

S? Me volv, con la mano en la puerta, preparada para cerrarla, para apartar a Christian de mi vista y posiblemente de mi vida.

Sigo queriendo hablar. Me he pasado por el caf esta noche para ver si querras cenar en mi casa el viernes.

El viernes? Es Nochebuena dije, frunciendo el ceo.

S. Tienes planes?

Pues no lo s muy bien. A lo mejor... Me call. Era ridculo. Vamos a intentar comportarnos de acuerdo con la edad que tenemos, te parece?. No. No tengo.

Christian sonri.

Bien. Yo tampoco. Como te dije, no me va mucho la Navidad. Qu tal si te recojo a las siete?

Vale. Nos vemos entonces.

Los siguientes das los pas intentando adivinar qu demonios quera Christian. Nunca en mi vida me haba sentido tan dividida! Por una parte, estaba dolidsima con ella, y por otra, quera estar con ella ms que nada en el mundo. Por fin, lleg el viernes. Decid esperar a Christian fuera, porque no quera que viera mi msero apartamento. Ante mi sorpresa, su Jeep negro ya estaba all. Christian se sobresalt cuando abr la puerta.

Estaba buscando en el bolso para ver si me habas dado el nmero de tu apartamento. Iba a subir a recogerte. En su voz se adverta un matiz de desilusin.

Oh. Es que me pareci ms fcil si me reuna contigo abajo.

Christian se inclin por encima del asiento y me sorprendi con un suave beso. Me la qued mirando, sin saber qu decir ni qu pensar.

Te he echado de menos susurr, mirndome a los ojos.

Y yo a ti confes. Sonri y arranc el motor.

Llegamos a casa de Christian y entr en el camino de entrada. Con una sonrisa tranquilizadora, abri la puerta del conductor, rode el coche y se reuni conmigo cuando yo cerraba la puerta. Sin decir palabra, me cogi de la mano y me llev a la puerta de entrada. Contempl las numerosas ventanas que daban a la calle. Estaban todas oscuras. Qu raro.

En la puerta, Christian se detuvo y se volvi hacia m.

Cierra los ojos dijo suavemente. La mir un momento, sin saber qu hacer. Me sonrea como una nia. Me acord de la nia que haca cola para ver a Santa Claus y sonre, cerrando los ojos. O que se abra la pesada puerta y el calor me dio de lleno en la cara, as como los aromas maravillosos a pan recin hecho, pastel de calabaza, pavo y el olor de un buen fuego en la chimenea. Cuidado con el escaln me dijo Christian al odo mientras me guiaba por la puerta. Levant el pie y entr en la casa. Una vez ms, me cogi de la mano y me gui por lo que yo saba que era el vestbulo principal hasta el interior de lo que crea que era el inmenso saln. Vale. Abre esos preciosos ojos verdes, Sarah.

Me qued sin aliento al ver la maravilla que tena ante m. Un rbol enorme de casi dos metros y medio con un dimetro de ms de un metro adornaba el centro de la habitacin, cubierto de capas y capas de lucecitas, oropel, bolas de cristal y angelitos de plata y oro que apenas dejaban espacio para que se viera el color verde del rbol. El tronco estaba rodeado de toneladas de regalos muy bien envueltos. Las nicas luces de la habitacin eran las del rbol y la del fuego que arda en la enorme chimenea del rincn.

Y bien? pregunt Christian, con tono preocupado.

No tengo palabras suspir. Es precioso.

Como la mujer que lo ha inspirado. Christian se volvi para mirarme. Sarah, el motivo de que no me guste, o ms bien debera decir de que no me gustara la Navidad era que no tena a nadie con quien compartirla. Ninguna persona especial a la que dar algo. Nadie a quien amar. Hasta que apareciste t. Me la qued mirando, con la mente y el corazn confusos. De verdad estaba diciendo eso?. Ya s que parece una locura. En realidad slo hemos tenido un da. No puedo explicarlo. Apart la mirada, como intentando encontrar las palabras. Se volvi de nuevo hacia m. Me has cambiado, Sarah. Eso tiene sentido?

S susurr.

Sonri, animada.

Vers, la razn de que no me pusiera en contacto contigo era porque al principio te estaba utilizando. Tenas razn. Eras guapa, joven y muy divertida. La conquista perfecta. Pero a medida que pasaban los das, no poda dejar de pensar en ti. No paraba de verte en mis brazos, en mi cama y en mi vida. Sarah, siento que te necesito. Que, que... Trag saliva. Te parecera una locura si te dijera que creo que te quiero?

No. Yo siento lo mismo. Desde el primer da que te vi por el escaparate.

Christian me acarici la cara, tierna, llena de amor.

S. Yo tambin. Sarah, eres un regalo para m. Me perdonas, por favor? Me perdonas por ser tan estpida?

Puse mi mano sobre la de Christian, que segua acaricindome la cara, y le bes la palma.

S, Christian. Te perdono. T tambin eres un regalo para m. Te quiero.

Te quiero. Christian tir de m para darme un beso ardiente que nos dej a las dos sin aliento. Feliz Navidad, Sarah.

Feliz Navidad, Christian.

FIN