El Regalo Del Duende

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Transcript of El Regalo Del Duende

\\\1\1\\\\1\\ L.13301 808.06&9335 'att. Tanava Ro el al , •••10 ... , duend.

·h.

La escritora neozelandesa Tanya «o una apasionada del mundo mágico de las lV10llS \

duendes, de los que nos habla en muchos CU(!l1lo!' I~J

bro ha sido ilustrado por Nicoletta Ceccoli lino .In.. artista de San Marino que ya ha sido galarriollflt! el más prestigioso premio italiano de ilustraJ.-H}Il.

El leñador de este cuento se siente tri8le pnrqtln f;U

posa no puede tener hijos, su madre ha pünliclo In v. y toda su familia pasa frío cuando llega el i1lViN111'

1

embargo, un buen día el leñador ayuda a mI (lIu1/ld salir de un apuro, y, para demostrarle su ugl'ndl;t:Í1nim

to, el duende le regala un deseo. Pero, ¿puc1l'1i 1111 RO

deseo remediar todos los problemas del lcñllrtor'

galo del duende nos enseña que un coraz(m hlJllILlIllJ

aliado con el más vivo ingenio todo lo puede ('lIl1Hl'

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Tanya Robin Batt

Primera edición, 2004 Primera reimpresión, 2006 Segunda reimpresión, 2007 Tercera reimpresión, 200S

Depósito Legal: B. 43.735-200S ISBN: 97S-S4-316-7256-0

Núm. de Orden V.V.: A096

© TAl'NA RORIN BATT Sobre el texto literario

© NICOLETIA CECCOLI Sobre las ilustraciones

© BAREFOOT BOOKS Sobre la edición original

© PABLO ANTÓN PASCUAL ,Sobre la traducción y las actividades

© VICENS VIVES PRIMARIA, S.A. S"bre l¡¡ presente edición según el arto 8 del Real Decreto Legislativo 1/1996.

()/ml protegida-J]or el;RDL 1 / 1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el Texto U,,/illldidó dda~Lej de Propiedad Intelettual y por la LEY 23/ 2006, de 7 de julio. ';1 JS i 17tractores de los derechos reconocidos a favor del titular o beneficiarios del ©

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púhlico, alquiler o cualquier otra forma de cesión de uso de este ejemplar.

IMPRESO EN ESPAÑA PRINTED IN SPAIN

Editorial VICENS VIVES. Avda. de Sarriá, 130. E-OSOl.7 Barcelona. Impreso por Gráficas INSTAR, S.A.

Dustraciones

Nicoletta Ceccoli

Traducción y actividades

Pablo Antón Pascual

A3?xJ lo J 09 ~-~'~~=-~_..

VicensVives

Pelusa 79

Hubo una vez un tiempo muy lejano en que todo

era distinto a como es hoy. Entonces no existían las

grandes ciudades, la vida era mucho más sencilla y

a menudo ocurrían cosas mágicas. Las hadas hacían

milagros con su varita, había animales que habla­

ban como las personas, y bastaba un beso de amor

para que una rana se convirtiera en príncipe.

Pues bien, en aquel tiempo había un leñador que

tenía una casita cerca del bosque. Y allí vivía con

sus padres, que eran muy viejecitos, y con su espo­

sa, a la que quería mucho.

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El leñaclor y su mujer llevaban muchos años ca­

sados, pero aún no habían podido tener un hijo. Y

eso era lo que más deseaban en el mundo. El tiempo

pasaba y pasaba sin que en la casa se oyese el tier­

no llanto de un bebé. Yeso les hacía sentirse muy

tristes.

Pero todavía sufrían más por la madre del leña­

dor, porque la pobre anciana se había quedado cie­

ga. Cuando era joven veía tan bien como tú y como

yo, pero con el paso de los años se le fue nublando la

vista. Al fmal, sus ojos se apagaron como se apaga

el sol detrás de una nube. Día sí y día también, la

anciana se sentaba en su mecedora frente al fuego

para recordar el mundo que ya no podía ver.

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El leñador habría dado cualquier cosa por que su

madre pudiera ver de nuevo. ¡Pero cuánto deseaba

también tener un hijo! Cada vez que pensaba en to­

do eso, le daban ganas de llorar. Pero el leñador no

tenía tiempo para lágrimas. La señora Pobreza se ha­

bía colado en su casa y el Hambre perseguía a toda

su familia. Así que tenía que trabajar mucho para

dar de comer a los suyos. El otoño era muy duro y el

invierno mucho peor: la despensa se quedaba vacía

y el viento y la nieve azotaban la casa.

Todos los días, al amanecer, el leñador cogía el ha­

cha y se adentraba en el bosque. Una vez allí, corta­

ba troncos y ramas y los ataba con una cuerda. Luego

se cargaba la leña al hombro y la llevaba al pueblo

para venderla en el mercado. Aquel era un trabajo

pesado y muy duro.

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Un día, agotado de tanto trabajar, el leñador dejó

el hacha en el suelo y se sentó a descansar al pie de

un árbol. De repente levantó la vista al cielo y vio a

un halcón que volaba en círculos sobre su cabeza.

«Debe de haber visto algún ratón y se lo querrá

comer», pensó el leñador. Así que bajó la mirada y

buscó a su alrededor al animaliUo que el halcón ha­

bía divisado con su aguda vista.

El leñador dio un salto de sorpresa. ¡Lo que corría

por el suelo no era un ratón, sino un hombrecillo di­

minuto, del tamaño de un dedo! Llevaba unas lar­

gas barbas de color azul y un gorro en forma de cu­

curucho. Había visto al halcón y corría a esconderse

junto a un tronco caído. ¡Sí, no había duda ... ! ¡Aquel

hombrecillo era un duende!

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El leñador recordó que, cuando era niño, su ma­

dre le hablaba a menudo de lo buenos que eran los

duendes. Así que, sin pensárselo dos veces, agarró

una piedra y la lanzó con todas sus fuerzas contra

el halcón. No quería hacerle daño, sino tan sólo asus­

tarlo para que dejara en paz al duende. ¡Y vaya si lo

consiguió!, porque el halcón dio un grito y se alejó

volando.

Entonces el leñador se acercó al tronco donde se

había ocultado el duende. El honlbrecillo salió de su

escondite y saludó al leñador con una inclinación de

su diminuta cabeza.

-Me has salvado la vida -dijo-, y te estoy muy

agradecido. Para demostrártelo vaya hacerte un re­

galo: te daré lo único que tengo.

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El duende se metió la mano en el bolsillo y sacó

una pequeña bola de luz muy brillante.

-Esto es un deseo -dijo el duende-. Con él con­

seguirás lo que quieras. Pero sólo podrás pedir una

cosa, y tendrá que ser algo que desees de todo cora­

zón.

El leñador cogió el deseo con mucho cuidado. Era

la cosa más bonita que había visto nunca. Parecía

como si bailase en sus callosas manos, y, al mirarlo,

sintió que un agradable calor le corría por todo el

cuerpo.

Cuando el leñador bajó la vista para dar las gra­

cias al duende, el hombrecillo ya había desapareci­

do. Entonces volvió a mirar el deseo y se quedó ma­

ravillado.

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-¡Un deseo! ¡El duende me ha regalado un her­

moso deseo! -exclamó el leñador.

Se sentía tan feliz que parecía que el corazón se

le fuera a salir del pecho. ¡Podría usar el deseo para

conseguir lo que quisiera! Y entonces recordó todas

las cosas que había deseado a lo largo de su vida, to­

dos los países que soñaba con visitar, todos los man­

jares que nunca había probado.

Pero de pronto se acordó de su familia, que pasa­

ba hambre y frío durante el invierno. Así que pensó:

«No puedo quedarme el deseo para mí solo. Tengo

que compartirlo con mi familia».

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y al instante, el leñador echó a correr hacia su ca­

sa. Nada más llegar, abrió la puerta de par en par,

llamó a toda su familia y la reunió alrededor de la

mesa.

-¡Tengo que contaros algo! -exclamó, y luego les

explicó lo que le había pasado en el bosque-o ¡Sí, sí,

como lo oís: el duende me ha regalado un deseo! ¡Con­

seguiré cualquier cosa que desee de todo corazón!

-Esposo mío -le dijo entonces su mujer-, ¿no

te das cuenta de que el duende te ha hecho ese re­

galo para que podamos tener un hijo? Después de

esperarlo durante tantos años, por fin tendremos un

bebé. Me da igual que sea un niño o una niña: lo

que importa es que crezca feliz y tenga buena salud.

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¡Un bebé! De pronto el leñador se avergonzó por

lo egoísta que había sido al pensar sólo en sí mismo.

~<jUn bebé!», se dijo. «¡Sí, eso es lo que pediré! ¡El

bebé nos hará felices a todos!». Estaba a punto de

pedir ese deseo cuando su madre dijo:

-Hijo mío, hace años que no veo a los duendes,

pero seguro que ellos no se habrán olvidado de mí.

Saben que mis ojos están enfermos y que deseo con

toda mi alma ver de nuevo el verde de los árboles y

el color dorado del atardecer. Ya casi no recuerdo có­

mo es tu cara, así que te suplico que uses tu deseo

para devolverme la vista.

¡La vista de su madre! Sí, ése sería su deseo. El le­

ñador miró a aquella anciana sentada junto a la me­

sa: su queridísima madre, que tanto lo había cuidado

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desde que era un chiquillo. Recordó todos sus mi­

mos, las nanas que le había cantado, sus hermosos

cuentos y sus dulces besos. Tenía que agradecerle a

su madre todo aquel cariño. ¡Sí, su madre se mere­

cía el deseo que le había regalado el duende!

El leñador estaba a punto de pedir que su madre

volviese a ver cuando su padre lo interrumpió:

-¡Espera, hijo! Antes de pedir tu deseo, escúcha­

me a mí también. Ya sabes que en esta casa la vida

es muy dura. Todos los inviernos pasamos hambre y

frío a pesar de lo mucho que trabajas. Sólo tienes un

deseo y debes emplearlo sabiamente. Lo que tienes

que pedir es oro, ¡mucho oro! Con el oro podremos

comprar todo lo que necesitemos, y seremos felices.

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El leñador miró a su padre con mucha atención.

Era tan anciano como su madre, llevaba una barba

larguísima y siempre fumaba en pipa. Casi nunca

hablaba, pero cuando lo hacía, sus palabras eran

siempre muy sabias.

«¡Claro que sí!», pensó el leñador. «Si tuviéramos

oro, seríamos todos muy felices».

Pero el pobre leñador sólo podía pedir un deseo.

¿Qué debía elegir? ¿Un bebé para su esposa? ¿Que

su madre volviese a ver? ¿Oro para toda la familia,

como decía su padre? De repente, el regalo del duen­

de le pareció una pesada carga. ¿Qué debía pedir

para no equivocarse?

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El leñador se levantó de la mesa y salió de casa.

Lleno de dudas, empezó a caminar y a caminar, y

atravesó bosques, campos y montañas.

Camina que caminarás llegó el atardecer, y el sol

se durmió sobre el horizonte. Un mar de estrellas

comenzó a brillar en lo alto y la luna sonrió en el

cielo más blanca que la nieve.

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Desde la cima de una colina, el leñador se puso a

mirar la luna y las estrellas.

«¿Qué deseo debería pedir?», se preguntaba una y

otra vez.

Su mayor deseo era hacer felices a su mujer y a

sus padres. Pero sólo podía pedir una cosa, así que

no los podía complacer a los tres ...

De repente, una estrella fugaz cruzó el cielo, y, al

contemplarla, el leñador encontró la respuesta que

buscaba.

¡Sí! ¡Ya sabía qué deseo iba a pedir!

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Corrió hasta su casa y reunió de nuevo a toda su

familia alrededor de la mesa. Nadie se atrevía a ha­

blar. La mujer del leñador estaba segura de que su

marido pediría un bebé. La madre del leñador espe­

raba que su hijo se acordara de su ceguera. Y su pa­

dre estaba convencido de que iba a pedir un buen

saco de monedas de oro.

Entonces el leñador se levantó y dijo:

-He tonlado una decisión. Ya sé lo que voy a pe­

dir.

Levantó el brazo, abrió la mano y el deseo echó a

volar. La luz de aquel deseo iluminó el oscuro salón

de la casa, y su agradable calor llenó de paz los co­

razones de los cuatro miembros de la fanlilia.

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• •VJ I

y éstas fueron las palabras que dijo el leñador:

-Deseo que mi madre pueda ver a nuestro bebé

acostado en una cuna de oro.

y así fue como, con un solo deseo, el leñador vio

cumplidos su propio deseo y los deseos de toda su

familia.

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El regalo del duende

Comprensión

[I] Vamos a repasar lo que ocurre al principio del cuento. Seña­

la con una cruz la respuesta correcta para cada pregunta.

a) ¿Dónde viven el leñador y su familia?

D En el campo. D En la ciudad.

D Cerca del bosque. D En una granja.

b) ¿Qué es lo que más desean el leñador y su esposa?

D Tener mucho oro. O Vender mucha leña.

D Comprarse unas vacas. D Tener un hijo.

e) Cada mañana, ¿adónde va el leñador?

D A dar un paseo. D A cortár leña.

D A ver a un duende. O A cazar un halcón.

d) ¿Qué intenta cazar el halcón que ve el leñador?

O Un ratón. O Una ardilla.

o Un duende. o Una liebre.

e) ¿Por qué el leñador ayuda al duende?

O Porque su madre le dijo que los duendes son buenos.

O Porque el duende es muy pequeño.

O Porque el duende le regalará un deseo.

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a e t v dad e s e I r e a I o d d u e n d

21 Di si las siguientes frases son verdaderas (V) o falsas (F).

El leñador le tira una piedra al duende V O F D

El duende se enfada con el leñador V O F D

El duende regala un deseo al leñador V O F O

El leñador no le dice nada a su familia V O F D

El padre del leñador quiere mucho oro vD F D

Une con una flecha las frases de la columna de la izquier­da con las frases de la columna de la derecha.

El leñador y su familia quiere tener un hijo

La madre del leñador fuma en pipa

El padre del leñador ~ pasan hambre y frío

La esposa del leñador lleva un gorro puntiagudo

El duende es ciega

I±I Cada una de las frases siguientes la dice un personaje. Une con una flecha cada frase con el personaje que la dice.

«Ya casi no recuerdo cómo es tu cara»

«No puedo quedarme el deseo para mí solo. Tengo que compartirlo»

«Me has salvado la vida, y te estoy muy agradecido»

«Me da igual que sea un niño que una

niña: lo que importa es que sea feliz»

«Todos los inviernos pasamos hambre

y frío, a pesar de lo mucho que trabajas»

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[[] Como ya conoces la historia del regalo del duende, te será

fácil numerar las ilustraciones siguientes del 1 al 6, por el orden en que aparecen en el cuento,

1~ J1&---\\:~"/7~ .\

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Expresión y comentario

III El deseo que el duende le regala al leñador tiene forma de bolita. ¿Cómo es esa bolita? ¿Qué sensación produce la bolita en elleñado~ (pág. 14) Y en su familia (pág. 30)?

[gJ Si el duende le regalara al leñador una bolita que causara

dolor y sufrimiento, ¿cómo crees que sería esa bolita? ¿Se­ría como la de este cuento?

[¡] Imagina que tú fueras el leñador y solamente pudieras es­coger uno de los tres deseos de su familia. ¿Cuál de los

tres deseos pedirías? ¿Por qué?

[i] Pero el leñador es muy listo y encuentra una forma de que se cumplan sus tres deseos. ¿Cómo lo consigue? ¿Se te ocurre otra forma de pedir esos tres deseos en

uno solo? Y tú, ¿qué tres deseos pedirías? ¿Podrías unirlos en un solo deseo?

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a e t v dad e s e I r I o d9

[]J La madre del leñador se ha quedado ciega. ¿Te imaginas

cómo te sentirías tú si no pudieras ver? Para que te hagas una idea, puedes llevar a cabo la siguiente actividad: vén­date los ojos y, con mucho cuidado, procura moverte por

casa o por el aula sin tropezar con nada, intenta escribir

unas líneas, identificar al tacto diez objetos ...

~ Una de las cosas que desea el leñador es comer alimentos

que nunca ha probado. Algunos de ellos los encontrarás dibujados en la ilustraüión superior de la pág. 16. Haz el siguiente crucigrama con esos alimentos:

[¡] Los duendes son personajes fantásticos que aparecen en muchas historias. En este cuento describen al duende co­

mo un hombrecito minúsculo con un sombrero

puntiagudo. ¿Cómo crees tú que son los duen­ f', . ,~,;.;

des y a qué se dedican? Dibuja un duende , / ' ­tal y como te lo imaginas.

00 Al principio del cuento nos explican que an­ ~ tiguamente ocurrían muchos sucesos mágicos. ¿Crees tú en la magia o en los encantamientos? Si alguna vez has visto o has creído ver algún suceso mágico o inex

plicable, cuéntalo a tus compañeros.

[lJ Antes de desaparecer, el duende le deja al leñador un

mensaje escrito en el que le recomienda cómo debe esco­ger su deseo. Pero el leñador no lo entiende porque el

mensaje está escrito en clave, y, en lugar de letras, utiliza • números. Cada número representa una letra, siguiendo

esta correlación: el número 1 es la letra A, el 2 la B, el3 la C, etc. ¿Cuál es el mensaje del duende?

4.5.10.1 1,8.22.5 5.12 3.16.19.1.27.16.14

21.5 1.3.1'6.14.20.5.10.5

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