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1 El regreso del paramilitarismo: el caso del Meta 2007 Presencia de ilegales. La situación de orden público de este departamento ha repercutido en los otros departamentos de la Orinoquia. La presencia de las FARC en este departamento se remonta al inicio de la década del sesenta. En el Meta, la presencia de la guerrilla ha crecido junto con la expansión de los cultivos de coca. En la segunda mitad de los noventa esta guerrilla alcanzó un importante poderío militar basado en los dividendos derivados de la coca que le permitieron propinar importantes golpes a las fuerzas armadas. Bajo el gobierno de Andrés Pastrana, se creó la “zona de distensión” con el fin de adelantar el proceso de paz con las FARC. Dicha zona comprendió un municipio de Caquetá y cuatro del Meta: Uribe, Mesetas, La Macarena y Vista Hermosa. La presencia de las Autodefensas del Meta y Vichada se remonta a la primera mitad de los años ochenta. En 1997, con la masacre de Mapiripán ocurrida en julio de ese mismo año, las autodefensas iniciaron una arremetida contra las FARC. Para complementar la dicha y de acuerdo con el último informe de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito, a diciembre de 2006, en Meta, hay 11.063 hectáreas sembradas en coca. El departamento junto con Nariño y Putumayo concentran el 50% del total de cultivos de coca en todo el país. Además, en el Meta se encuentran 3 de los 10 municipios con la mayor área cultivada con coca a nivel nacional. El regreso paramilitar. Desde un principio, en el Meta, fueron algunas las voces que condenaron la Ley de Justicia y Paz como un atajo hacia la impunidad, ya que dicha ley permitía la consagración de la contrarreforma agraria hecha por los paras en virtud de la cual se robaron millones de hectáreas

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El regreso del paramilitarismo: el caso del Meta 2007

Presencia de ilegales. La situación de orden público de este departamento ha repercutido en los otros departamentos de la Orinoquia. La presencia de las FARC en este departamento se remonta al inicio de la década del sesenta. En el Meta, la presencia de la guerrilla ha crecido junto con la expansión de los cultivos de coca. En la segunda mitad de los noventa esta guerrilla alcanzó un importante poderío militar basado en los dividendos derivados de la coca que le permitieron propinar importantes golpes a las fuerzas armadas. Bajo el gobierno de Andrés Pastrana, se creó la “zona de distensión” con el fin de adelantar el proceso de paz con las FARC. Dicha zona comprendió un municipio de Caquetá y cuatro del Meta: Uribe, Mesetas, La Macarena y Vista Hermosa.

La presencia de las Autodefensas del Meta y Vichada se remonta a la primera mitad de los años ochenta. En 1997, con la masacre de Mapiripán ocurrida en julio de ese mismo año, las autodefensas iniciaron una arremetida contra las FARC.

Para complementar la dicha y de acuerdo con el último informe de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito, a diciembre de 2006, en Meta, hay 11.063 hectáreas sembradas en coca. El departamento junto con Nariño y Putumayo concentran el 50% del total de cultivos de coca en todo el país. Además, en el Meta se encuentran 3 de los 10 municipios con la mayor área cultivada con coca a nivel nacional. El regreso paramilitar. Desde un principio, en el Meta, fueron algunas las voces que condenaron la Ley de Justicia y Paz como un atajo hacia la impunidad, ya que dicha ley permitía la consagración de la contrarreforma agraria hecha por los paras en virtud de la cual se robaron millones de hectáreas

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tomadas por la fuerza a campesinos, no pocos de ellos masacrados y, de contera, una improbable reparación ligada a la ausencia de verdad sobre los bienes de los paras y el desconocimiento de miles de casos de asesinatos.

La Ley implicaba un máximo de ocho años de cárcel para los comandantes culpables de delitos de lesa humanidad, liberación y reinserción de los asesinos físicos (la tropa "para"), y el Presidente se comprometió a no extraditar a los Estados Unidos a los jefes, todos sindicados de narcotráfico, el gran negocio de los paras, con la complaciente doble moral del gobierno norteamericano.

Pero no sólo esa ley oscura puso en entredicho desde un principio los alcances de la desmovilización paramilitar. Desde las primeras de cambio se sabía lo que El Tiempo publicó hace algunos días: que el proceso tenía mucho de farsa y pocos dientes para castigar el paramilitarismo y lograr su total desaparición como reemplazo del estado colombiano en el conflicto armado con las guerrillas marxistas.

La desmovilización misma fue criticada. De los más de 2.000 desmovilizados en el departamento se empezó a saber que cientos de ellos no habían sido paramilitares, que eran delincuentes, sicarios del hampa común, o bien oportunistas enganchados por los jefes paras con el propósito de hacerse pasar como militantes de las AUC .

Lo cierto es que las AUC en el Meta entregaron, en las diversas desmovilizaciones de sus frentes, pocas armas, muchas de ellas viejas y en mal estado. Y ahora se ha venido a saber que durante el proceso mismo, cargamentos de fusiles provenientes de Centroamérica ingresaron por los puertos controlados en el país por los paras. ¿Para qué, si ya se habían desmovilizado? ¿A dónde fueron a parar esas armas y muchas otras que, supuestamente y como se ha revelado, los paras guardaron? ¿Todas las estructuras de las Autodefensas se acabaron en nuestro departamento?

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Preguntas que hoy se resuelven al saberse que los paras existen, se han reorganizado, exportan más cocaína que nunca, controlan el territorio , financian las campañas electorales y negocian los “nuevos presupuestos” , en una clara burla y provocación a quienes han señalado los horrores del paramilitarismo antiguo o bien de las ya tristemente nuevas y famosas "Águilas Negras". Unos y otros están conformados por paras que nunca se desmovilizaron, militantes reinsertados que volvieron a tomar los fusiles y seguramente nuevos reclutas de la empresa mafiosa y narcotraficante que maneja la media Colombia, en lo político, lo administrativo y lo militar.

Pero volviendo al caso de la nueva generación del paramilitarismo, que parece ser el mismo de siempre, su presencia en los campos metenses es evidente, pero las AUC han logrado retomar, y a veces tomar, nuevos espacios urbanos. El centro mismo de la capital del departamento, es manejado en toda su economía informal por las bandas paramilitares y otro tanto ocurre en otras ciudades como Acacias, Granada, San Martin, Puerto López y Puerto Gaitán. Por eso es claro lo que la OEA predice para el futuro "una profundización del paramilitarismo ligado al narcotráfico".

Según la Policía Nacional las nuevas bandas cuentan en el Meta con algo más de 700 hombres en armas. Mientras tanto estos “nuevos paras” han aprovechado la impunidad y el vacío institucional para aliarse a los viejos paras y conformar nuevos ejércitos en sus zonas de influencia ( Sur y Oriente del Meta ) , donde actúan como señores de la coca y de la guerra y diversifican su negocio, acostumbrados a tomar tierras, chantajear, imponer impuestos de guerra, manejar el comercio y, desde luego, aliarse con los políticos locales y regionales para gobernar directamente y robarse los dineros del Estado.

El gobierno, porque así cree que le conviene para mantener la farsa, habla de casos aislados y ha decretado en el papel la extinción total del paramilitarismo. Pero la policía, que está metida en las zonas problemáticas, es más precisa: 12% de los paras de hoy proviene de las desmovilizaciones, y un enorme

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porcentaje lo conforman aquellos paras que nunca se desmovilizaron.

La gente siente su presencia en todos los ámbitos del departamento. Ya no se le puede mentir al país y a la comunidad internacional tan fácilmente. El rearme paramilitar es un hecho, la ley de justicia y paz cojea, los narco-paras no quieren confesar a fondo sus verdaderos delitos y son tan descarados que cada vez que van a indagatorias, montan manifestaciones por parte de sus nuevos o viejos militantes, que amenazan directamente a las víctimas, los sobrevivientes de las masacres y de la expoliación de sus tierras.

Si durante muchos años buena parte de la clase dirigente del Meta fue cómplice y socia del paramilitarismo, ¿por qué no lo sería ahora, en este nuevo proyecto?

*Lectura recobrada para los estudiantes de la Especialización en Gestion para el Desarrollo Urbano y Regional. ESAP, San José del Guaviare, Guaviare. Febrero de 2014.