El Reino Visigodo

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EL REINO VISIGODO La organización política: la Monarquía La monarquías hispánicas medievales son débiles, ya que compiten con los demás poderes feudales y eclesiásticos, como pasará con los municipios. Esta situación no permite hablar de un Estado, una organización compleja compuesta por diversas instituciones delegadas de poder, hasta el siglo XV con los Trastámaras, con una base en la Hacienda y el ejército. La monarquía visigoda, ya desde antes de su penetración, era la forma de gobierno por la que se regían los visigodos. Era de carácter popular, donde el poder político residía en una asamblea de todos los hombres libres, los cuales elegían a un príncipe o rey, al cual se le confería parte de ese poder; la administración de justicia y el mando militar. Esta institución se ira transformando progresivamente cuando se establezcan en la península. Puede decirse que en el siglo VI se ha perdido su carácter popular, fortaleciendo el rey, debido al contacto con estructuras políticas más complejas y organizadas como son las del bajo imperio y la Iglesia. A pesar de ello, no tendrá jamás un carácter absoluto, ya que el rey no es el dueño del Estado, no esta por encima de las leyes, sino sometido a ella, obligado a reparar los daños causados por quien incumple la ley. Al monarca se le denomina Rex, porque rige la comunidad, pero debe regirla rectamente (un principio pagano recogido por Isidoro de obras de Horacio y Virgilio), “rex eris si recte facies, si non facias non eris”. La iglesia le da un contenido especial a esta monarquía, otorgándole al monarca una serie de facultades nuevas, un carácter divino, siendo el vicario de Dios en la tierra, exaltando la autoridad regia, concediendo la gracia divina. Este concepto es influencia del teólogo de la época San Isidoro de Sevilla. No debemos confundirla con una monarquía teocrática, a pesar del control de la Iglesia. El

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EL REINO VISIGODO

La organización política: la Monarquía

La monarquías hispánicas medievales son débiles, ya que compiten con los demás poderes feudales y eclesiásticos, como pasará con los municipios. Esta situación no permite hablar de un Estado, una organización compleja compuesta por diversas instituciones delegadas de poder, hasta el siglo XV con los Trastámaras, con una base en la Hacienda y el ejército.

La monarquía visigoda, ya desde antes de su penetración, era la forma de gobierno por la que se regían los visigodos. Era de carácter popular, donde el poder político residía en una asamblea de todos los hombres libres, los cuales elegían a un príncipe o rey, al cual se le confería parte de ese poder; la administración de justicia y el mando militar.

Esta institución se ira transformando progresivamente cuando se establezcan en la península. Puede decirse que en el siglo VI se ha perdido su carácter popular, fortaleciendo el rey, debido al contacto con estructuras políticas más complejas y organizadas como son las del bajo imperio y la Iglesia. A pesar de ello, no tendrá jamás un carácter absoluto, ya que el rey no es el dueño del Estado, no esta por encima de las leyes, sino sometido a ella, obligado a reparar los daños causados por quien incumple la ley. Al monarca se le denomina Rex, porque rige la comunidad, pero debe regirla rectamente (un principio pagano recogido por Isidoro de obras de Horacio y Virgilio), “rex eris si recte facies, si non facias non eris”.

La iglesia le da un contenido especial a esta monarquía, otorgándole al monarca una serie de facultades nuevas, un carácter divino, siendo el vicario de Dios en la tierra, exaltando la autoridad regia, concediendo la gracia divina. Este concepto es influencia del teólogo de la época San Isidoro de Sevilla. No debemos confundirla con una monarquía teocrática, a pesar del control de la Iglesia. El rey gobernaba junto a instituciones de poder, mientras la Iglesia se limitaba a una orientación moral, ajustada a la ética y justicia cristiana. A partir de Leovigildo se complejiza la monarquía, con símbolos romanos y bizantinos; indumentaria que lo distinguía, una espada propia, el trono, la corona, el cetro, el manto púrpura, etc.. con el objetivo de distinguir al monarca, pero se viene abajo y se vuelve más sencillo en el reinado de Recaredo.

La monarquía fue siempre electiva, no hay un concepto patrimonial del Estado, punto débil que provocaría usurpaciones, destronamientos y golpes de Estado. Fue una de las causas de su caída. Desde antes de la penetración en la península y hasta comienzos del siglo VI, fue costumbre elegir al rey entre miembros de una familia de prestigio, los Balthos. Para ser rey visisgodo, al menos hasta el siglo VII (donde en el IV Concilio de Toledo del 633, los obispos impusieron las normas para ser rey), cualquier godo podía acceder al poder, obviamente de la aristocracia. No podían ser reyes los extranjeros, eclesiásticos, siervos, los que habían sufrido la pena de decalvación (perder el pelo) y los que se rebelaban para conseguir la dignidad real (pero en la practica no todos fueron depuestos, ya que algunos fueron legitimados). Aunque era electiva, no significa que los reyes no intentaran vincular o asociar a sus hijos a la corona; y algunos triunfaron como Recaredo sucediendo a Leovigildo. Sin embargo, este principio electivo nunca fue abandonado.

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De los electores, al menos hasta mediados del V, no se sabe mucho, ya que solo contamos con crónicas de Hidacio o Isidoro de Sevilla, y estaba en manos de la asamblea de hombres libres armados de la comunidad. A partir de esta fecha, la elección estuvo en manos de los magnates “primates”, exceptuando cuando el rey accedía al trono por usurpación o herencia.

A partir del siglo VI, la elección fue en Toledo generalmente, o donde muriera el rey anterior. Tras la elección se producía la “elevatio”, elevación sobre un escudo para que fuero aclamado por los hombres. Desde Recaredo, estaba precedida por una ceremonia religiosa, al ser la Iglesia reconocida por el poder en el III concilio de Toledo del 589. Se ungía al nuevo monarca, dándole un carácter divino. Este juraba proteger a la Iglesia, extender la fe católica, defender el reino e impartir justicia. El pueblo juraba fidelidad, prestada por los magnates delante del monarca. A veces se enviabas delegados para recibir juramentos de aquellos que no comparecían ante el rey.

El rey podía ser depuesto cuando se daban dos circunstancias: no era un gobernante recto a juicio de la Iglesia y la aristocracia o si perdía alguno de las condiciones que se requerían para ser monarca, como por ejemplo la perdida de pelo, accedía al trono por usurpación, etc..

Las funciones del monarca eran las de proteger el reino, dirigir las relaciones con otros reinos, la administración del estado, gozaba de la potestad legislativa, supremo juez (a veces administraba personalmente la justicia), administraba el patrimonio del reino, es el jefe supremo del ejército, convocaba asambleas o concilios y gozo de determinados derechos o regalías (acuñar monedas con su efigie).

Vehículos del poder

El poder estaba regido en dos instancias:

Las asambleas políticas

El pueblo participaba en la política hasta finales del V, colaborando con el monarca en la dirección de los asuntos públicos, tareas administrativas y administración de justicia. Todo esto se realiza en la asamblea popular, las cuales dejaron de celebrarse tras la invasión, ya que al controlarse tan basto territorio resultaba imposible realizarlas.

Lo que si pervivió tras la penetración fue el consejo real. Antes del establecimiento en la península, el rey era ayudado en su oficio por una serie de personajes, nobles todos ellos, los señores (seniores). Era un consejo del monarca (conocido como Senatus a partir del siglo VI a imitación de Roma) que al parecer pervivió hasta finales del siglo VI, como indica Sánchez Albornoz, sustituido por otro consejo, el Aula Regia. Otros autores como Eduardo de Hinojosa, piensan que este Senatus pervivirá hasta la caída de la monarquía.

El Aula regia era un organismo político-burocrático que colaboraba con el rey en las tareas de gobierno. Estaba representada por todas las fuerzas políticas y sociales del reino, tras haber desplazado al Senatus. Tuvo como núcleo inicial la casa o corte del rey, el palatium.

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Del aula regia forman parte todos los miembros del oficio palatino. El Officium palatini (oficio palatino) es una institución política que representa el núcleo de toda la administración central visigoda. Forman parte de este oficio todos los altos funcionarios encargados de las labores de palacio nombrados y depuestos por el rey y tienen título de conde. Tambien forman parte del aula regia el resto de magnates visigodos; los delegados del rey en las provincias y ciudades (comites provinciarum y comites civitatis), duces provinciales, y jefes del ejercito (comites exercitus), magnates sin cargo cortesano, personas unidas al rey (fideles y garlingos) por encomendación personal. En pocas palabras, los que ejercían y eran poder. A ello se le unían los próceres (consejeros políticos y judiciales) a los cuales pedía consejo el rey en el consejo privado del monarca, la audiencia del rey.

Debido al numero tan complejo, era difícil que todos colaboraran con el rey en las tareas de gobierno. Normalmente a la hora se tomar decisiones importantes solo actuaba una parte, concretamente el consejo privado o audiencia del rey. Colaboraban en la elaboración de leyes, asuntos políticos y militares de mayor importancia, administración de justicia como tribunal supremo, en pocas palabras el máximo organismo de poder del reino. Sus miembros debían de jurar fidelidad al monarca, disfrutando de una serie de privilegios; solo podían ser juzgados por un tribunal formado por sus pares, escapando de la justicia real.

Los concilios de Toledo

La conversión de Recaredo en el III concilio de Toledo del año 589, supuso en ingreso de la comunidad hispanoromana católica en el manejo de poder. La iglesia católica queda reconocida como máximo poder religioso, con la capacidad de dictar normas éticas para la actuación política, por lo cual, los concilios son puntos de confluencia de la potestad del estado y la autoridad moral de la iglesia, siendo difusos los limites entre ellos. Esta falta de delimitación arrancaba desde Constantino, siendo ya una costumbre, que se traduce en la cada vez mayor intervención de la iglesia en los asuntos políticos a través de los concilios de Toledo, sobretodo a partir del 633.

Esta intervención de la iglesia se observa plenamente a partir del IV concilio, como se ha dicho, siendo a partir de este momento cuando los monarcas visigodos van a convocar las reuniones conciliares (al igual que los emires lo convocaran tras la invasión y hasta mediados del IX), para solicitar su apoyo en el gobierno y a su vez tener controlada a la Iglesia.

Los historiadores han discutido sobre la naturaleza concilios, debido a su carácter mixto, con integrantes civiles y religiosos. Para Claudio Sánchez Albornoz nunca perdieron su naturaleza religiosa, defendiendo que en ellos no se juzgaba ni legislaba. Sin embargo, el historiador catalán, Ramón D´abadal, expone que a partir del IV concilio de Toledo empiezan a convertirse en asambleas políticas, aunque seguían tratando temas eclesiásticos, influyendo a la hora de la toma de decisiones políticas. Eran asambleas que tenían un carácter legislativo, reglando la vida publica de la monarquía, un tribunal fiscalizador de la vida del Estado.

De hecho, los concilio tuvieron una importancia considerable en la elección del monarca (legalizando y deponiendo usurpadores) y la administración publica (tomando como se ha dicho decisiones judiciales y legislativas). Confirman y aprueban los edictos

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del rey, refuerzan la validez de las leyes y de las decisiones y la autoridad del rey con todo el prestigio de la iglesia.

Los concilios no tenían una periodicidad establecida, siendo el rey quien los convocaba. Se celebraba en una iglesia, por lo general en Toledo. Estaba compuesta por los obispos y los magnates del reino, procurando el rey que los altos dignatarios de palacio estuvieran presentes para influir en la toma de decisiones del concilio. Los concilios comenzaban con la figura del monarca presidiendo la asamblea, donde dirigía un discurso de apertura exponiendo los motivos de la convocatoria del concilio, el tomo regio (tomus regius). Cuando se retiraba comienzan las deliberaciones. En un primer momento se tratan asuntos eclesiásticos y de disciplina del clero, comenzando el obispo metropolitano más antiguo y donde solo participaba el clero. Luego se abordan cuestiones de tipo político tomando parte en las deliberaciones los magnates del aula regia. Los acuerdos se plasman den disposiciones conciliares que son firmadas por todos los asistentes. Estas disposiciones tienen que ser confirmadas por el rey, que al promulgarla toma fuerza de ley.

Administración central

La administración central tuvo por eje fundamental el oficio palatino (burocracia estatal), principal núcleo formativo del aula regia. El palatium (casa o corte) del rey., hasta el siglo VI, la formaban los gardingos, personas de confianza del monarca, la comitiva del rey, los fideles regis. Poco a poco a lo largo del VI, la administración central o la corte real visigoda, se fue haciéndose muy compleja, influenciada por los modelos romanos, copiándose el sistema tardoromano. La corte del rey visigodo a partir de ahora, estaba formada por un conjunto de funcionarios encargados de diversas funciones en el palacio, que formaban a su vez parte del Aula Regia, organismo central de gobierno. Eran los mayores de palacio, jefes de distintos servicios de la administración de palacio, seguidos de sus subalternos, los menores.

Estos funcionarios eran el conde del patrimonio (comes patrimonii) se ocupaba del patrimonio y hacienda reales, el conde de los tesoreros (comes thesaurorum) era el responsable de la custodia del tesoro real, el conde de los notarios (comes notariorum) dirigía la cancillería real y se encargaba de sellar los documentos reales, el conde de los espatarios u hombres de espada (comes spatariorum) estaba al frente de la guardia real, el conde de los camareros o cubicularii (comes cubiculariorum) dirigía los servicios de la cámara regia y aposentos reales, el conde de los escanciadores o scanciarii (comes scanciarum), se ocupaba de la mesa real, el conde de los establos (comes stabuli) estaba al frente de las caballerizas y de él procede el título de condestable. En la corta también nos encontramos al Conde de la ciudad de Toledo, capital del reino, los obispos de las diócesis cercanas a la capital y jóvenes enviados por los magnates para ser educados en la corte del rey. Hay que diferenciar entre los cargos que servían exclusivamente al rey y los que se aplicaban a todo el Estado, como los notarios con una función claramente publica.

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La administración territorial

La administración provincial

Tras la penetración en la península, los visigodos se encontraron un territorio perfectamente organizado mediante provincias, las cuales se mantendrán con pocas modificaciones, como base fundamental de la organización del territorio visigodo, siendo estas: la tarraconenese, cartaginense, gallecia, bética, septimania (galia narbonense o gótica). Era una división magistral del territorio, con sentido judicial y administrativo. Los visigodos crean un alto funcionario, elegido por el rey y delegado en la provincia, que recibe el nombre de Dux, con poderes tanto judiciales, administrativos y el mando militar de la zona. A este personaje le quedaba subordinado otro funcionario, de origen romano, el rector de la provincia (rector provinciae) que desapareció en la segunda mitad del VI en tiempos de Leovigildo, siendo el Dux la única autoridad de la zona. En algunos casos se enviaba a un Comes, cuyos poderes eran los mismos.

La administración local o municipal

Dentro de las provincias existían municipios, compuesto por la ciudad y el distrito territorial de esta, órgano fundamentales para la organización romana. Sin embargo, ya desde el siglo III se va denotando un progreso del latifundio, que sustraerá a la ciudad una serie de territorios, arrebatando los señores a la ciudad su jurisdicción e iniciándose el predominio rural medieval. La decadencia del municipio, las continuas migraciones al campo, la decadencia de las asambleas ciudadanas junto con la decadencia moral y económica de los miembros de la Curia, producirán que entre el siglo IV y V deje de ser el municipio el órgano fundamental de la administración y centro de una unidad territorial.

Este panorama urbano es el que se encuentran los visigodos, creándose una circunscripción administrativa nueva, con su centro en una ciudad concreta controlando un territorio. El funcionario a su cargo es el comes, o también denominado como iudex (juez supremo), como se le conocerá a los jefes de la ciudad en la España medieval cristiana. Este Comes Civitatis o territorii o iudex civitatis, en definitiva el jefe o gobernador de la ciudad, con grandes atribuciones delegadas por el rey, independientes del Dux de la provincia. El comes delegaba parte de sus poderes en el vicarii comitis (vicario del conde), nombrado por el propio conde.

El territorium que rodeaba la ciudad estaba constituido por aldeas de carácter libre (vicus) y entidades administrativas llamadas villae, fincas de recreo convertidas en grandes explotaciones agrarias donde vivían los terratenientes y sus encomendados. Algunas eran propiedades del rey y estaban sometidas a su poder, por lo que coexisten poderes privados y poderes públicos. Esta convivencia de poderes esta anunciando el comienzo de la Edad Media, una sociedad rural donde los poderes públicos son débiles, y conviven con poderes privados de carácter laico y eclesiástico, que han sustraído territorios de la jurisdicción del poder civil. Los campesinos estaban sometidos al rey o al señor por relaciones de dependencia personal.

Los dominus villae (los señores) a través de sus delegados, mantendran el orden, recaudaran impuestos, dispondrán de cuerpos armados compuestos por los habitantes de

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sus tierras y administraran justicia, e incluso la criminal. El Vilicus es el administrador, mayordomo del señor.

Como antes se ha dicho, existían junto a estas villae de carácter privado, aldeas o vicus libres del poder señorial. Eran aglomeraciones de personas que se autogobernaban a través de una asamblea de personas libres, que recibía el nombre de Conventus Publicus Vicinorum. Se reunían una vez al año para tratar cuestiones que interesaban a los vecinos, como son; cuestiones relativas a la propiedades de la tierra, el aprovechamiento de las zonas comunales, fijación de limites e la aldea, los daños del ganado a las tierras de pan sembrar (cereal), huertos, etc.. Solían reunirse el 1 de enero o 24 de junio.

El portugués Alejandro Herculano y el alemán Mayer a finales del XIX, expusieron que el municipio romano no se extinguió en época visigoda, sino que pervivió hasta el XI, cuando evoluciono al municipio medieval. Para Eduardo de Hinojosa y Claudio Sánchez Albornoz, el municipio visigodo surge de la decadencia del municipio romano y no pervive en la edad media, sino que desaparece con el hundimiento de la monarquía.

Hoy en día, la teoría mas aceptada es aquella que expone que el municipio romano pervive hasta finales del siglo VII, como exponen estos dos autores, ya que a principios del VI la curia municipal conservaba alguna de sus antiguas funciones; recaudar impuestos, elegir los funcionarios de gobierno del municipio (defensor y curator), encargados de la defensa y administración, con cierta jurisdicción civil. Pero a finales del VI desaparecen, siendo sustituidos en las diversas ciudades por los comites, recayendo en estos las atribuciones de la curia. A partir del reinado de Recaredo, ya eran los comites los que recaudaban impuestos. Esto obviamente en los lugares de realengo, en las villae era el mayordomo del señor quien recaudaba el fisco. En el ultimo tercio del siglo VII, desaparece el defensor, ultima institución de origen romano, y en el 711 se esfumo todo vestigio de la organización municipal romana.

La administración de Justicia

Cuando los visigodos se asientan y crean el reino de Toledo, la población hispanorromana continuo bajo la jurisdicción de los gobernadores provinciales, los rectores, y bajo la justicia impartida por la figura romana del defensor civitatis. Ambas figuras irán difuminándose hasta desaparecer, siendo sustituidos en la administración de justicia por el comites civitatis. La población goda estaba sometida a sus propios órganos judiciales, en concreto a la Asamblea judicial germánica, integrada por todos los hombres libres, órgano ordinario de la administración de justicia, que debió de tener gran importancia antes de la invasión. Sobre la supervivencia de esta asamblea tras la creación del reino de Toledo hay varias posiciones; para Eduardo de Hinojosa y Pérez Pujol la asamblea desaparece, sin embargo, para Claudio Sánchez Albornoz, Mayer o Torres, pervive al menos como símbolo de que el pueblo estaba presente como observador en un juicio.

Como observamos, la justicia era independiente para cada comunidad, pero este tema también a causado varias opiniones, aunque hoy en día predomina la tendencia de que ambas comunidades se juzgaban por los mismos poderes desde tiempos tempranos. Para Torres o Zeumer, ya en el siglo VI se puede hablar de una única justicia para todo el territorio, mientras que otros como Perez Pijol o Von Halman, prolongan la unificación

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hasta mediados del VII. Lo más probable es que en las ciudades donde los visigodos fueron imponiendo al comites, este fuera el juez de ambas comunidades.

La organización judicial tiene la característica fundamental de estar confundida con la administración, como por ejemplo el hecho de que el conde gobernaba y administraba justicia en la ciudad. El juez supremo es el rey, que se fue arrogando la suprema potestad judicial. Podía juzgar personalmente, incluso las sentencias por apelación. Los jueces ordinarios son el comes civitatis (con potestad civil y criminal) y su vicario. Parece que también hubo jueces locales y territoriales (iudices territori y locorum) . Para Sánchez Albornoz estos personajes que aparecen en los textos son delegados del Comes o del propio Rey; sin embargo, el portugués Paulo Merea, sostiene que no eran delegados del comes, sino funcionarios con atribuciones predominantemente judiciales en un pequeño lugar o comarca. Existían otros jueces; como el juez de paz (pacis adsertor), de origen romano, y que parece que era delegado por el rey para ocuparse de asuntos concretos, sin parecer que tuvieran funciones judiciales o el numerario (numerarius) es el juez de los asuntos fiscales. Hay una serie de jueces menores (thiufadus) para asuntos entre visigodos, desaparecen en época de Leovigildo, cuando solo era ya un asesor del comes.

Aunque la justicia suprema esta en manos del monarca, en realidad nos encontramos con tres tipos de jurisdicciones especiales que convivían con la estatal que anteriormente hemos explicado:

La jurisdicción eclesiástica: Juzga materias de fe, de disciplina eclesiástica y también asuntos civiles en las que intervienen los clérigos.

Jurisdicción mercantil: existen los telonarii, que entienden de pleitos y litigios entre comerciantes extranjeros.

Jurisdicción de los grandes propietarios: grandes señores, que administran justicia sobre los habitantes de sus tierras.

La Hacienda

No tenían una verdadera organización financiera. Todo lo relativo a la Hacienda era una adaptación del bajo imperio. Los monarcas godos serán los herederos de los emperadores romanos en lo que respecta a los dominios territoriales que pertenecían al estado, el fisco, que no hay que confundir con las propiedades del monarca. Durante bastante tiempo no hubo una clara distinción entre la Hacienda estatal y el patrimonio real, es decir los bienes públicos y los privados del rey. Según Sánchez Albornoz, a mediados del VII ya se distinguen ambos patrimonios. El rey, como jefe de la Hacienda, era auxiliado por el conde del patrimonio (comes patrimonii), administrador del patrimonio real y de la Hacienda del estado, y el conde de los tesoreros (comites thesaurorum), que custodiaba el Tesoro regio y los más importantes documentos públicos, el archivo regio.

Dentro de la Administración Territorial, en las provincias y ciudades, las máximas jerarquías eran los Duques y los Condes de las ciudades, que vigilaban la recaudación impositiva. Hay una serie de agentes fiscales que recaudaban los impuestos en nombre del rey (*). Con todo ello, la administración tributaria visigoda no debió ser un ejemplo de garantías para los contribuyentes, buena prueba de lo anterior es que Recaredo otorgó

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competencias inspectoras sobre la recaudación a los Obispos con el objetivo de eliminar abusos.

El sistema tributario visigodo se fundamentaba básicamente en los impuestos directos heredados del imperio romano. De esta forma, existió un impuesto personal (capitatio) y un impuesto sobre la tierra que cultivaba cada contribuyente (iugatio), el cual se impone a partir de mediados del siglo VI. La imposición indirecta se redujo considerablemente respecto de los precedentes romanos, pero subsistieron el impuesto sobre el tráfico de mercancías, el telonium. La Hacienda real se nutria de estos impuestos, de la rentas de los dominios de la corona, de las penas pecuniarias, las regalías y los ingresos extraordinarios (confiscación de bienes, nuevos tributos por causas excepcionales, los cuales el rey tenia potestad de crear y solían acabar como rentas fijas). El clero estaba exento de impuestos personales y de prestaciones personales (ejercito). Los impuestos se solían pagar en especia (anona). Para la recaudación se utilizaban unos libros llamados polípticos.

(*) Como interés personal, entre esos agentes podemos destacar; los funcionarios más cualificados que fueron los “numerarii”, los cuales ya habían existido en la época del Imperio Romano y ejercían, además, como jueces especializados en los asuntos tributarios ; también existieron los thiufados, que eran agentes fiscales, los vilicos, que tenían encomendada la recaudación tributaria, y los telonarios, que eran los encargados de gestionar el impuesto sobre el tráfico de mercancías.

El Ejército

No hubo un cuerpo armado permanente en el estado visigodo, con la excepción de la guardia real (no muy numerosa)y las milicias fronterizas. En caso de necesidad, el rey convocaba a todos los hombres libres a incorporarse al ejército. Este mandato real era ejecutado por los agente del monarca, que se encargaban del reclutamiento. Aunque en un principio eran hombres libres, esta obligación de prestar servicio militar se expande en la segunda mitad del V, en tiempos de Eurico, al pueblo hispanorromano. Más tarde, también se le obligara a los siervos. La desobediencia era castigada muy duramente, especialmente a partir del siglo VII.

La organización de este ejercito de necesidad es una copia del romano en tiempos bajo imperiales. El jefe supremo era el rey, que a su vez delegaba el mando en un dux o varios duces, o en la figura de los comes. El cuerpo fundamental lo constituía la infantería, siendo la caballería aun un cuerpo sin la fuerza que poco después tomará. Existían grupos militares convocados y financiados por los grandes terratenientes, su clientela y siervos armados, unidos al señor por vínculos privados y no públicos.