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En 1931 Taxco era un pueblito quieto y todos eran pobres. Las pocas minas que se trabajaban eran de alto rendimiento, y explotaban sólo sus vetas más ricas, ya que la plata ofrecía po- cas utilidades: podía comprarse a 15 pesos kilo. La minería, desde luego, había sido desde hacía 400 años la industria prin- cipal de Taxco, cuando en 1528 Alvarado, un teniente! de Cor- tés, vino a conseguir plata para España. Ahora la plata se vende a más de 500 pesos el kilo. El mine- ral no escasea en la región de Taxco; pero la mayoría es de baja ley, y quizá rinde menos de tres kilos por tonelada de mineral. Cuando Morrow me sugirió la conveniencia de crear una in- dustria en Taxco, los vecinos no podían concebir que alguien quisiera comprar platería. Además, ¿ quién desearía una hebi- lla de plata, si una de bronce dorado costaba menos? En Iguala, cerca de Taxco, siempre habían trabajado el oro, y allí los orfebres consideraban rebajada su dignidad si em- pleaban su "arte" en el metal blanco. Sin embargo, persuadí a dos muchachos que eran buenos orfebres que vinieran de Iguala a Taxco. Renté un gran casco, un viejo edificio llama- do La Aduana. Estaba semiderruido, tenía tres plantas, y aun- que carecía de puertas, ventanas y escaleras, el piso se hallaba intacto. La renta era de 12 pesos mensuales. Allí comenzamos a fabricar hebillas de plata y aretes muy sencillos en forma de media naranja que podían venderse a dos pesos el par. Ese verano, Hubert Herring trajo el primer seminario (un grupo de editores y dirigentes cívicos) y permaneció en Taxco durante dos o tres semanas. Comenzamos a vender objetos de plata, a veces más de cien pesos al día. Parecía un buen negocio, y la tienda creció. Pude conseguir un grupo de hojalateros, algunos carpinteros y un herrero. Sólo diez años más tarde, cuando vendíamos menos de ocho mil pesos al día, la tienda perdía dinero. Una vez, hacia las nueve de la noche, unos indios de Coate- pec, donde hacían sarapes, tocaron a mi puerta para ofrecerme tejidos. Era gente buena de la montaña que, durante genera- ciones, sólo se había dedicado a cardar y a tejer lana para fa- bricar sarapes en un estilo tradicional muy sencillo. Las formas tejidas eran geométricas, y los colores, los naturales de la lana: negro, café y blanco. Les ordené que me hicieran un par de sarapes. Se encontraban a mi puerta. Era una noche lluviosa; les pedí que entraran y les ofrecí cerveza. Después de un rato, les suge- que quizá algún día podrían traer sus telares a Taxco y tra- bajar en mi tienda. Esta sólo fue una ocurrencia mía. Cuando ya la había olvidado, una mañana se presentaron tres familias enteras, con seis mulas en las que cargaban tres telares. Por por William Spratling El renacimiento de la _ .. .... - U9

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En 1931 Taxco era un pueblito quieto y todos eran pobres. Laspocas minas que se trabajaban eran de alto rendimiento, yexplotaban sólo sus vetas más ricas, ya que la plata ofrecía po­cas utilidades: podía comprarse a 15 pesos kilo. La minería,desde luego, había sido desde hacía 400 años la industria prin­cipal de Taxco, cuando en 1528 Alvarado, un teniente! de Cor­tés, vino a conseguir plata para España.

Ahora la plata se vende a más de 500 pesos el kilo. El mine­ral no escasea en la región de Taxco; pero la mayoría es debaja ley, y quizá rinde menos de tres kilos por tonelada demineral.

Cuando Morrow me sugirió la conveniencia de crear una in­dustria en Taxco, los vecinos no podían concebir que alguienquisiera comprar platería. Además, ¿quién desearía una hebi­lla de plata, si una de bronce dorado costaba menos?

En Iguala, cerca de Taxco, siempre habían trabajado el oro,y allí los orfebres consideraban rebajada su dignidad si em­pleaban su "arte" en el metal blanco. Sin embargo, persuadía dos muchachos que eran buenos orfebres que vinieran deIguala a Taxco. Renté un gran casco, un viejo edificio llama­do La Aduana. Estaba semiderruido, tenía tres plantas, y aun­que carecía de puertas, ventanas y escaleras, el piso se hallabaintacto. La renta era de 12 pesos mensuales. Allí comenzamosa fabricar hebillas de plata y aretes muy sencillos en forma demedia naranja que podían venderse a dos pesos el par. Eseverano, Hubert Herring trajo el primer seminario (un grupode editores y dirigentes cívicos) y permaneció en Taxco durantedos o tres semanas. Comenzamos a vender objetos de plata, aveces más de cien pesos al día. Parecía un buen negocio, y latienda creció. Pude conseguir un grupo de hojalateros, algunoscarpinteros y un herrero.

Sólo diez años más tarde, cuando vendíamos menos de ochomil pesos al día, la tienda perdía dinero.

Una vez, hacia las nueve de la noche, unos indios de Coate­pec, donde hacían sarapes, tocaron a mi puerta para ofrecermetejidos. Era gente buena de la montaña que, durante genera­ciones, sólo se había dedicado a cardar y a tejer lana para fa­bricar sarapes en un estilo tradicional muy sencillo. Las formastejidas eran geométricas, y los colores, los naturales de la lana:negro, café y blanco. Les ordené que me hicieran un par desarapes.

Se encontraban a mi puerta. Era una noche lluviosa; les pedíque entraran y les ofrecí cerveza. Después de un rato, les suge­rí que quizá algún día podrían traer sus telares a Taxco y tra­bajar en mi tienda. Esta sólo fue una ocurrencia mía. Cuandoya la había olvidado, una mañana se presentaron tres familiasenteras, con seis mulas en las que cargaban tres telares. Por

por William Spratling

El renacimientode la

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fortuna había bastante espacio en La Aduána; hasta pude en­contrarles lugar para que cocinaran y dunnieran. "-

Era una buena noticia para los vecinos de Taxco, pues jamáshabían visto trabajar allí un telar.

Algunos amigos de la ciudad de México deseaban una pro­visión de artículos de hojalata. La hojalata siempre se ha con­siderado en México como "la plata de los pobres". Algunaspiezas antiguas eran extremadamente bellas. Persuadí a donIsidro Mejía, el hojalatero del pueblo, de que trajera a susayudantes al viejo edifiCio, y empezamos a trabajar la hojalata.Las posibilidades de este metal son casi ilimitadas. Ahora losartículos de hojalata se han puesto de moda para los interioresmodernos y también son típicamente mexicanos.

Necesitaba muebles para mi casa, y contraté algunos carpinte­ros locales para que me hicieran annarios, sillas y mesas. Huboamigos de la ciudad de México que encargaron con entusias­mo estos muebles sencillos y provincianos.

La tienda de La Aduana, que después se Ilamó Las Delicias,se había convertido en una especie de circo de cuatro pistas.

Aquí debo hacer una confesión: la idea de establecer unaplatería, para mí sólo era un experimento interesante, pensandoque, seguramente en seis meses, el negocio marcharía solo, y mevería en libertad de permanecer escribiendo en mi casa. Des­pués de todo, se suponía que era escritor, ya que acababa deaparecer mi libro Little Mexico.

Las Delicias comenzó a atraer la atención hacia Taxco, y leproporcionaba a la gente una excusa para ir allí. Hasta meinvitaron a hablar en uno de los seminarios. Era un dignogrupo de unas 25 gentes, y Trotsky estaba con eIlos. La casahabía sido amueblada con sillas de Spratling. Cuando terminéde hablar, me formularon preguntas. Recuerdo que una peque­ña anciana me preguntó:

-Señor Spratling, ¿cuál es la expectativa de la gente aquí?No sabía qué responderle; no entendía el lenguaje de los

sociólogos, y le pedí que se explicara. EIla me contestó:

-Me refiero a los viejos. ¿Qué sucede cuando envejecen?-Se mueren -le respondí.Otra persona me preguntó:-¿La gente que trabaja en su tienda sabe. leer y escribir?

-No creo conveniente que lo divulgue; pero' sucede exacta-mente igual que en Nueva York: algunos saben leer y escribiry otros no -le repliqué.

Desde el principio prosperó la tienda Las Delicias. Todo mun­do gozaba de libertad y nadie vigilaba la hora. Los impuestosgubernamentales no ofecían complicaciones; pero los municipa­les nos los elevaron. En cuanto el presidente municipal descubrió

que realmente dectuabamos ventas, arbitrariamente nos subiólos impuestos al doble.

En esta época, el general Cárdenas (entonces candidat~ a lapresidencia) sehaIlaba efectuando su campaña, y en el progra­ma de su gira se encontraba Taxco. El alcalde vino a la tienday me dijo que necesitaba una gran llave de plata para obsequiar­la al candidato. Trabajamos día y noche, ya que contábamoscon poco tiempo. La llave era monstruosa y pesaba un par dekilos. Cuando se la entregué, el alcalde se mostró encantado;pero me advirtió:

-No se la pagaremos hasta el año próximo.-No -le respondí-; deme los recibos de mis impuestos de

los dos próximos años, o no le entregaré la Ilave.Como no le pedía dinero en efectivo, cerramos el trato. Ahora

las cosas son diferentes.Mis conocimientos de arquitectura me llevaron a interesarme

en algo que los demás despreciaban, y logré buen éxito con laplata, la hojalata, los muebles y los tejidos; el arquitecto seinteresa básicamente en los materiales y en sus posibilidades, enespecial en relación con el diseño. Se debe tener conciencia delas posibilidades de un material dado y de las combinacionesque le son propias o quizá impropias. Por ejemplo, la plata,necesita presentar superficie, tener cuerpo y un peso convin­cente. Por otra parte, el oro por su misma rareza, tradicional­mente se ha trabajado con delicadeza y preciosidad.

Estoy convencido de que ciertos materiales tienen derecho deser trabajados en una comunidad detenninada, porque son ori­ginarios de ella, y la labor del diseñador consiste en utilizar estosmateriales y dignificarlos. No tiene objeto importar a Méxicopiedras sintéticas alemanas, ni tratar de mejorar aquí, lo queya han hecho mejor en China. La plata danesa la trabajanmejor en Dinamarca; los brazaletes zunis los hacen mejor loszunis; el encaje belga se fabrica. mejor en Bélgica.

Cuando tuve que enfrentanne al problema del estilo, temíque mis artículos siguieran los pasos del tradicionalismo mexi­cano, y me remonté a los seIlos de¡ barro precolombianos en bus­ca de ideas. A pesar de que era una aplicación impropia, tomarun diseño de barro y ejecutarlo en un material por completodiferente, al público le gustó, y se vendieron.

En realidad en México no ha habido una tradición continuaen la platería, excepto en objetos coloniales: vasijas, c:lnde­labros y en especial artículos para uso de la Iglesia. Estosestilos provienen del pasado; por consiguiente, no podrían apli­carse con propiedad a las necesidades de un departamento nide un comercio moderno.

Cuando la tienda Las Delicias comenzó a funcionar, casilo único que en México se hacía de plata eran los pequeños

tCon Miguel Covarrubias [izquierda]

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Dulces. Dibujo de ,Spratling [1930] UII

aretes en forma de pescado que se fabricaban en Pátzcuaro ylos collares forjados en plata de Yalalag, Oaxaca, y, desde luego,los adornos de plata para las sillas de montar.

U n estilo no se crea de la noche a la mañana. Debo confesarque desde los días de 1931, mi estilo ha tenido que recorrer unlargo camino en la orfebrería mexicana.

Hacia 1934, cuando Las Delicias comenzaron a crecer, de­cidí hacer un intento de fundir el mineral en Taxco como seusó siglos atrás. Desde luego, esto era un anacronismo; peroseguí adelante con mi idea. Renté una vieja fundición abando­nada que se hallaba en la colina frente a mi casa.

El mineral lo compré a los mineros sin empleo que estabanacostumbrados a trabajar las viejas minas de los montes.

Muchos mineros eran buenos amigos míos y, desde luego, meconvencieron de que era práctico el antiguo métodO de fundi­ción. Después de todo, el horno estaba allí y el techo de tejase encontraba casi intacto. Esta gente me proveería de mineralpara ensayarlo. Se produjo un contratiempo. Las pocas mues­tras que habíamos ensayado las habíamos tomado de la partesuperior de los costales, y, naturalmente, contenían plata. Alma­cenamos estos sacos hasta que hubo suficiente mineral pararealizar la primera fundición.

Mis carpinteros construyeron un fuelle para avivar el fuego.Medía tres metros de largo, por dos de ancho. Para hacer loslados necesitamos tres vaquetas enteras. Después armamos el fue­lle y le pusimos un contrapeso. De una viga del techo colgamosuna polea y le pasamos una cuerda. Entonces estábamos listospara comenzar.

Contraté equipos de hombres para tirar de la cuerda. Cadaequipo se componía de cuatro individuos y tuvieron que traba­jar continuamente durante 24 horas al día, cerca de tres sema­nas. Este fue el ti~mpo aproximado que nos llevó conseguir latemperatura necesaria para fundir el mineral.

Esta actividad continua era un espectáculo muy dramático.Mis amigos venían de la ciudad de México y paseábamos enla colina de noche, bajo las estrellas, por los senderos que atra­vesaban las escarpadas barrancas, mientras observábamos elterrible fulgor y nos acercábamos a este antiguo mural viviente.

Una noche García Cabral, Manuel Orta y René d'Harnoncourtse hallaban conmigo. La escena parecía tomada del Infiernode Dante, y aún recuerdo la expresión de estos habitantes dela ciudad que miraban desde la más profunda oscuridad elsudor que corría por las espaldas y los flancos bronceados delos cuatro hombres que tiraban rítmicamente del fuelle. En lascaras de los espectadores se reflejaba el resplandor del horno,que rugía lanzando tonos azules y rojos hacia arriba. Despuésde tres semanas, pudimos abrir la compuerta de la parte baja.

tPiezas de la colección de William Spratling

Las cenizas del pozo fueron apartadas cuidadosamente y apla­nadas para formar una depresión. Después tiramos de la com­puerta, y el precioso metal escurrió y formó un pequeño charcoblanco. Mientras el charco de metal estaba aún incandescentefue necesario realizar una operación muy delicada que ,consistíaen apartar la capa de encima del metal (el desperdicio) dejandosólc la capa más baja y pesada de la plata. Después de un rato,se enfrió y se endureció formando una plancha irregular. Fueun magnífico espectáculo mientras duró; pero la pequeña placade plata tan laboriosamente producida con todo el mineral,pesaba cerca de 6 kilos y medio. En resumen, valía un poco másde cien pesos. Logramos realizar el milagro de producir plataen un país productor de plata, a un costo quince veces l mayorque su precio en el mercado mundial.

Además, había firmado el contrato de renta del horno sinadvertir que tenía vigencia de dos años.

En México la orfebrería siempre se ha considerado arte fol·klórico, y ha sido tradicionalmente producida para uso domés­tico o personal. Estoy convencido de que el arte folklórico sóloes posible cuando se dispone de un grupo de gente felizmenteignorante, gente que puede concentrarse, y sentir necesidad detrabajar con sus propias manos a fin de !;"'-\narse la vida. Suimaginación se desborda sin obstáculos en sus productos: yasea labrar plata, tejer una simple tela de algodón, soplar vidrioo hacer cerámica.

Al transcurrir el tiempo, he llegado a la conclusión de queMéxico es uno de los pocos países en el mundo actual dondela gente tiene una actitud suficientemente sencilla, o una men·talid3d simple, 10 que hace posible aquí una buena producciónde artesanías. Estoy seguro de que en Estados Unidos, la Nor­teamérica de ciudades y producción en masa, jamás verem~

de nuevo artículos hechos de un modo normal por ¡:{ente quedesea trabajar con sus manos para ganarse la vida, porque enlos Estados Unidos de hoy ya no se respeta a aquellos que traba­jan con sus propias manos. Esto sitúa a México en una posicióncasi única y sólo comparable al de un número muy limitadode lugares en la superficie de la tierra. El artesano mexicanoha estado acostumbrado a resolver sus propios problemas. Ja­más ha recibido ayuda de una organización o ha recibido sub­sidios del gobierno. Sin embargo, aún tiene los pies sobre latierra.

La orfebrería se aprende mejor directamente. Así, como sóloel hombre es capaz de engendrar al hombre, se necesita que elorfebre produzca al orfebre. Nunca les he dado clases a misorfebres ni he intentado instruirlos en técnicas, excepto en dise­ños y eficacia. De este modo un buen artesano puede ser entre­nado con medios que provoquen su ingenuidad y que fomenten

Antes en Taxco sólo había un orfebre, don Melitón Gómez,tenía ochenta años y estaba casi ciego. Fabricaba a veces unacuchara para una ama de casa u ornamentos de plata parauna silla de montar. En Iguala había muchos orfebres, y aunqueles llamaban plateros trabajaban exclusivamente el oro. Su tra­bajo, en su mayor parte filigrana, se vendía y aún se vendehoy día en las aceras envuelto en papel color de rosa. Durantelos tres primeros años, mi tienda Las Delicias era la únicaplatería de Taxco. En 1940 muchos muchachos ya habían de­jado Las Delicias. Con mi bendición y a veces mi ayuda habíanestablecido sus propias tiendas pequeñas. En 1940 sólo mitienda empleaba más de 300 artesanos y no alcanzábamos acubrir la producción. Hoy día hay más de 300 tiendas grandesy pequeñas en Taxco. También existen los charreadores, losorfebres en pequeño que trabajan en las noches en su casa enlas montañas. Estos hombres proveen a muchas tiendas quecompran y venden, y los pobres charreadores, que no pagan im­puestos ni llevan libros, frecuentemente se ven obligados avender a menos del costo su mercancía. Su producción, por logeneral de plata de muy baja ley y calidad de ejecución, denigrael prestigio de la plata de Taxco. La platería valiosa debe ser[...*] pérdida de prestigio.

Cuando ocurrió el ataque a Pearl Harbar, me encontraba enAcapulco. A la mañana siguiente, regresé a Taxco a tiempopara asistir a una reunión de orfebres. Se hallaban a punto deformular una petición al gobierno para que les permitieracerrar sus tiendas; creían que la guerra significaría el fin de suindustria y terminaría con su prosperidad. Les dije que aúntenía algo de dinero en el banco, y hasta que se me acabara mitienda seguiría abierta.

En término de dos semanas, sucedió lo increíble: los dueñosde muchas de las más elegantes tiendas de Estados Unidos setrasladaron a México, repentina y desesperadamente, en buscade artículos vendibles, es decir mercancías de lujo. De prontoEuropa les había cerrado las puertas.

Hasta que estalló la guerra, en Taxco casi todas las 'ventashabían sido por menudeo, y no existían pedidos por mayoreopara la exportación. La guerra realmente produjo profundoscambios en todas las industrias de México. La visión de Roose­veh y de Nelson Rockefeller, su coordinador, fue muy benéfica.Tuve oportunidad de hablar con Rockefeller sobre los proble­mas mexicanos, y le hice observar que los impuestos de laplata, que no competía con ningún artículo fabricado en Esta­c1Ds Unidos, eran en esa época de un 120%.

Rockefeller, respondiendo a mi sugestión, logró que se redu­jera el impuesto de la plata a la mitad. Más tarde las tarifasse bajaron a casi un 25%. Debe advertirse que la política de

su desarrollo cotidiano. Esto se parece a la producción de cier­tas gemas. Cuando un pequeño fragmento de esmeralda seexpone a ciertas temperaturas y se reproduce la exacta presiónnecesaria, y se combina con los materiales propios, el cristaloriginal puede convertirse en una gran esmeralda de fina calidad.

Las esmeraldas no se producen en Taxco, pero se forman or­febres de todas clases y temperamentos. Esto ha sido posiblegracias al sistema de aprendizaje que inicié en la tienda deTaxco en 1931. El sistema casi se ha generalizado en México,y seguramente en los cientos de tiendas que existen hoy día enTaxco y en mi propia tienda de Taxco el viejo.

Nosotros aún empleamos a los más jóvenes, a muchachosansiosos de aprender y que también necesitan llevar dinero acasa. Al fin de la semana, el maestro decide si el muchachomuestra aptitudes, o, si no está interesado, se marcha, y sulugar lo toma otro que manifiesta una habilidad más definida.El sistema es muy realista y da resultado.

*Ilegible en el original. U13

RooseveIt (y también la de RockefeIler) consistió en preferirun México fuerte en vez de un país débil.

Ahora muy poca gente recuerda que, mientras Estados U nidosbajó las tarifas aduanales, le sucedió una de las cosas másdesastrosas a la industria de la platería que aquí apenas estabaen su infancia. El gobierno mexicano, a través de la Secretaríade Hacienda, a finales de la guerra, le aplicó tres diferentesimpuestos de exportación a la artesanía de la plata, que grava­ron el sudor de la frente de los artesanos mexicanos.

Una vez visité a Ramón Beteta, amigo mío, entonces Secreta­rio de Hacienda. Beteta sonrió y me dijo:

-Bill, ustedes los plateros están ganando mucho dinero, yel gobierno tiene derecho a una parte de sus ganancias.

-Ramón -le dije-, ¿has conocido a algún platero rico?Yo jamás en mi vida he visto a uno.

Los orfebres nunca se vuelven ricos. Esto sólo ocurre cuandose convierten en una compañía insensible.

Lo que sucedió, después de terminar la guerra, fue que esteincreíble mercado de exportación, que había sido como un re­galo para México, se terminó. Las principales tiendas de Esta­dos Unidos de nuevo compraron sus artículos de lujo en Europa.El jefe de compras de Saks Fifth Avenue, me dijo: "Si elgobierno mexicano nos hace esto ahora, qué nos hará el mespróximo."

México perdió su oportunidad, y la industria platera deTaxco se arruinó. Los cinco millones de dólares gastados enpublicidad no pudieron recuperar ese maravilloso mercado per­dido. Los impuestos de exportación se suprimieron tres mesesdespués de que terminó la guerra; pero el daño era irrepara­ble. En los años siguientes, la orfebrería en Taxco se ha man­tenido a flote y aun ha logrado un pequeño avance, aunquecon dificultades. Esta dificultad consiste en dejar contentos alos turistas con artículos de muy baja calidad.

Por otra parte, las grandes dificultades que ha enfrentadohan surtido cierto efecto purificé).dor. La competencia, que haobligado a los que jamás habían demostrado un criterio, afabricar piezas de muy baja calidad, ha producido un efectocontrario en la minoría de los artesanos más creadores: ahoratienden a estudiar y a refinar sus diseños para conseguir unaexpresión más vigorosa y fresca en la platería. En otras pala­bras, al enfrentarse a una abundancia de concepciones meno­res, las piezas verdaderamente bien concebidas y ejecutadasdestacan más por simple comparación.

Desde luego, el diseño es el elemento más preéÍoso, y, comoobservé antes, el estilo del diseñador no se puede lograr de lanoche a la mañana. Nunca se consigue por azar. El estiloes resultado de las convicciones más sensibles de la persona,convicciones o tendencias, que ha practicado y experimentadodurante .meses, o aun años. Así, y a veces repentinamente, unsentimiento oculto o estilo comienza a surgir en todo lo queel hombre hace, y la pieza puede reconocerse como hechura deun:! determinada persona. Es algo difícil de definir.

Siempre he procurado conseguir la mayor simplicidad y su­perficie en la platería, y el logro de una línea refinada. Comoafirma Greta Pack en su libro La joyería mexicana, publicadopor la Editorial de la Universidad de Texas: "... el diseñono es en sí un oficio, sino el resultado de plantear y resolverun problema del oficio". A esto yo añadiría que los diseñossobre el papel pueden parecer muy hermosos, pero una vezrealizados, pueden tener éxito o no. Desde un principio misdiseños nunca han tenido la intención de ser "un oficio en símismos". A menudo los dibujo en pedazos de papel o en elreverso de sobre inútiles.

Cuando se ha realizado un anillo de plata puede protlucir

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de color orquídea con impurezas que le dan a la piedra muchocarácter. Es barata y puede combinarse magníficamente conla plata. A pesar de todo, hay gente que insiste en que una finaamatista, que vale dos mil dólares, sea montada en un anillode plata que quizá vale cincuenta pesos, lo que demuestrafalta de criterio.

Durante el Renacimiento italiano, tenían muy poco oro, yusaban la plata dorada, en la que montaban grandes esme­raldas, perlas, y otras gemas que requerían una montura másrica. Poca gente comprende esto y se esfuerza por darle colora la plata dorándola (y nos dan una esmeralda para mon­tarla). Muy pocos saben que existe una amplia y antigua tra­dición en el empleo de la plata dorada.

La plata engastada en maderas finas también tiene unagran tradición. Cuando el gobierno de Puerto Rico me pidióun estudio de la posibilidad de fabricar allá platería, lleguéa la conclusión de que Puerto Rico podría obtener gananciasmás altas y ofrecer un producto más fino si usaba la plata sólopara adornar sus maderas preciosas. Mi idea no tuvo éxitoy no la aceptaron.

La combinación de oro engastado en plata, exquIsItamentetrabajado, también resulta una mezcla muy afortunada, segúnmi punto de vista.

En relación con el acabado de la plata, creo que todo mundopuede entender que en una pieza escultórica, que ofrece tresdimensiones para ser admiradas y vistas, el acabado opaco espreferible por la sencilla razón de que una superficie muypulida arroja reflejos a su alrededor, a la vez oscuros y claros,y en una fotografía este artículo aparece fragmentado. Sin em­bargo, hay una razón psicológica que explica por qué losaretes de acabado opaco no se venden, y sí los de superficiebrillante. Inconscientemente la mujer usa joyas para atraer lamirada del hombre, y los acabados brillantes atraen más rá­pidamente la atención que los opacos.

La plata con obsidiana ofrece un fino y marcado contraste.La concha de tortuga también se combina bien con la plata;ofrece una sensación de frescura y posee una larga tradición.Los artículos hechos en América Central y al sur de Méxicodurante los tiempos de la Colonia, frecuentemente eran deconcha de tortuga con arabescos de plata.

Recuerdo que hace algunos años, René d'Harnoncourt, aquien se debe la maravillosa labor de vivificar la plateriaentre los indios del suroeste, me dijo que había llegado a laconclusión de que la definición de un maestro consumado era"aquel que puede reconocer un instrumento, una herramientasuperior, y lo utiliza". Mucha gente tiene la firme idea de quedonde entra la maquinaria, desaparece la buena artesanía. René

una sensación completamente diferente de la que ofrecía dibu­jado en el papel. Puede ser vuelto a diseñar una y otravez, y ejecutado seis o siete veces antes de que quede listo paraofrecerlo a la venta. Me agradó mucho que Greta Pack afir­mara: "Los diseños de Spratling son inconfundibles."

Existen materiales capaces de combinarse con la plata en unamanera muy bella y tradicional, otros hacen que el metal parez­ca frío e insensible. U na fina amatista de los Urales, colormorado oscuro, absolutamente perfecta, montada en plata, puedefácilmente confundirse con una piedra sintética. El elevado cos­to de la gema no está de acuerdo con la naturaleza económicade la plata. Por otra parte, de las minas de Taxco, y al sur deeste pueblo, en la región del Balsas se obtiene una amatista

tSpratling: diseños. de platería U15

y yo nos hallábamos de acuerdo en que si esto fuera verdad,deberíamos eliminar las laminadoras, y sin plata aplanada ylaminada ningún orfébre podría comenzar a trabajar. Losmartillos y las pulidoras también tendrían que ser eliminados.

Esto me recuerda los años de 1930, y aunque me sonroja ad­mitirlo, mis antiguos orfebres, que provenían del interior, usa·ban las hojas de una planta local para rebajar la áspera su­perficie de la plata, en vez del papel de esmeril de varios gradosque ahora podemos utilizar. El nombre de la planta, tlal­chichinole, ahora lo han olvidado la mayoría de los orfebresde Taxco; pero fue usado muy eficazmente. El reverso de lapequeña hoja seca tenía una superficie dentada como una lima.En aquella época, para pulir una pieza de joyería, para darled, acabado final, el orfebre se enrollaba las mangas de la ca­misa, y se esparcía un poco de piedra pómez a lo largo delbrazo y procedía a pulir vigorosamente la plata sobre su propiacarne. Los plateros de la actual generación se reirían a carca­jadas si vieran hacer esta operación hoy día. Ahora todos tienenuna pequeña rueda para pulir y un disco de tela, y el procesode pulir se realiza en un momento, mientras el orfebre pla­tica con su vecino que trabaja también con su rueda depulir.

Mientras todo esto ha sucedido en la industria de la platería,¿qué ha pasado en el resto de Taxco? Los muebles que tan mo­destamente fabriqué para Las Delicias hace muchos años, ahorason uno de los principales productos de Taxco y algunos sonmuy bellos. En Taxco se trabaja la cerámica y se cincela elhierro. Elizabeth Anderson, ahora octogenaria, que vino a vivira mi casa hace muchos años, se interesaba en los antiguos bor­dados finos (la tradición del trabajo de agujas es inherentea las mexicanas) y al diseñar vestidos al estilo nativo, creouna nueva industria en Taxco. Sus creaciones aparecieron confrecuencia en la revista V ogue, y se exhibieron en las tiendasde modas de Nueva York, San Francisco y la ciudad de Mé­xico. Tachi Castillo, diseñadora de fama mundial, ahora trabajaen Taxco.

Taxco celebra sus propias fiestas. Hacia -1932, efectuó unapequeña celebración, un banquete, para inaugurar Las De­licias. Desde entonces, todos los años los trabajadores celebraneste día cada vez con mayor entusiasmo. ~n 1934 o 1935, a lagente de Taxco se le ocurrió que la fiesta se debía celebraroficialmente. La legislatura del estado de Guerrero declaró fiestaoficial "El Día de la Plata de Taxco", y así se inició la Fiestade la Plata.

Año con año la fiesta se vuelve cada vez mayor y más osten­tosa, y en 1940, casi se podía comparar con el Festival Cine­matográfico de Cannes. Acudieron invitados de Nueva York,

Acapulco, Argentina e Italia, también vino Dolores del Río:apareció Cantinflas, que fue proclamado "hijo favorito deTaxco". La gente lloró de alegría al verlo. El gran Baile dela Plata se celebró aquella noche y fue memorable, exceptopor la ligera nota de publicidad que se puso furtivamente (unanuncio que decía Pepsi-Cola) atrás del trono de la Reina dela Plata.

Sólo hasta hace poco toda la organización de esta fiesta muytradicional, propia de Taxco, se ha puesto en manos de unasociedad civil no lucrativa, lo que significa que la antiguacelebración del inicio de la industria de la platería se ha vueltosacrosanta y, como lo desea seriamente el pueblo de Taxco,continuará realizándose con fiestas cada vez más gloriosas.

Durante una de las celebraciones de la Fiesta de la Plata,recuerdo que me comisionaron para invitar a algunas estrellasde cine. En México, Dolores del Río y Cantinflas se hallanentre los más queridos, y han sido idolatrados durante muchosaños.

Una mañana fui a invitar a Mario Moreno, mejor conocidoen el mundo con el nombre de Cantinflas. Su casa entonces noera tan grande como ahora; sin embargo, aun entonces era muyrico, y poseía un aeroplano que el mismo piloteaba (algo queteníamos en común además de que ambos habíamos sido nomobrados "hijos favoritos de Taxco"). La vajilla del desayunoera magnífica. Jorge Piñó Sandoval, el Walter Winchell deMéxico, también estaba presente. Nos sirvieron de desayunotunas frescas, chilaquiles, y desde luego, frijoles refritos. Laconversación fue muy animada. Recuerdo que Jorge acusó aMario de haberse casado con su mujer por interés, pues cuandoambos trabajaban en una función de segunda clase, se casaron,y ella ganaba ocho pesos y Mario sólo seis pesos por noche.

En ese momento llegó el mozo a la mesa y le avisó a Can­tinf1as que había un grupo de indios que esperaban en eljardín para hablar con él. Decidió que sería mejor terminarpronto el asunto. Todos nos trasladamos al corredor del frente,donde el hombre principal del pueblo, sombrero en mano, co­menzó su pequeño discurso: Don Mario, sabemos que ustedes uh gran benefactor, y que quiere a nuestra gente. En elpueblo tenemos una iglesita, pero enfrentamos un grave pro­blema, don Mario, la iglesia no tiene reloj, y le rogamos quenos regale uno.

-¿Cuántos padres de familia hay en su pueblo? -preguntóMario con un ligero tono de malicia.

El viejo contó lentamente con los dedos, y llegó a la con­clusión de que eran once. Mario se volvió al mozo y le ordenó:

-Dile a la señora que les de a mis amigos dinero suficientepara comprar once relojes de pulsera.

[Traducción de Carlos Valdés]