El retorno del caudillo

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14/9/2016 El retorno del caudillo http://www.expansion.com/actualidadeconomica/analisis/2016/09/12/57d2a587e5fdeac0138b465d.html 1/5 El retorno del caudillo Nunca en la historia de Europa habían disfrutado los partidos populistas de un respaldo tan amplio como el actual. El voto radical se ha duplicado prácticamente desde 2000. ¿Qué podemos hacer para detenerlo? Dionisio Ridruejo comentó en cierta ocasión que podría escribirse la historia de la Segunda República sin hacer una sola referencia a la Falange. La formación de José Antonio Primo de Rivera obtuvo un minúsculo 0,4% de los sufragios en las elecciones de 1933 y un todavía más irrelevante 0,07% en las de 1936. Únicamente prosperó en vísperas de la Guerra Civil, cuando la crispación se apoderó de la sociedad española y, como preconizaba su líder en el acto fundacional del teatro de La Comedia, se impuso "la dialéctica de los puños y las pistolas". "De repente parecía que todo el mundo era falangista", me dice Víctor Lapuente Giné desde Gotemburgo, donde da clases en el Instituto para la Calidad de Gobierno. En El retorno de los chamanes (Península, 2015) este politólogo denuncia que, como entonces, el fantasma del populismo recorre Europa. Por todos lados surgen iluminados que prometen resolver los problemas ante los que la democracia liberal ha fracasado. Esta misma mañana me he tropezado con la siguiente soflama en internet: "Todos los trabajadores, ante la angustiosa situación presente, deberían preguntarse a qué se debe el que, a pesar de los constantes cambios de Gobierno, a pesar de haber gobernado las izquierdas, a pesar de los Gobiernos de centro y de derecha, el paro aumente sin cesar". Seguro que les suena. Lo que pasa es que no la pronunció Pablo Iglesias durante la pasada campaña, sino José Antonio hace 80 años. Lapuente la llama "la retórica del chamán" y es eterna. "Se basa", escribe, "en la indignación, en la lucha, en soñar con lo imposible, en poner la realidad frente a la utopía, en las grandes expectativas". Tan grandes, que acaban a menudo aplastando a sus ejecutores.

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El retorno del caudillo

Nunca en la historia de Europa habían disfrutado los partidos populistas de un respaldo tan amplio como elactual. El voto radical se ha duplicado prácticamente desde 2000. ¿Qué podemos hacer para detenerlo?

Dionisio Ridruejo comentó en cierta ocasión que podría escribirse la historia de la Segunda República sinhacer una sola referencia a la Falange. La formación de José Antonio Primo de Rivera obtuvo un minúsculo0,4% de los sufragios en las elecciones de 1933 y un todavía más irrelevante 0,07% en las de 1936.Únicamente prosperó en vísperas de la Guerra Civil, cuando la crispación se apoderó de la sociedadespañola y, como preconizaba su líder en el acto fundacional del teatro de La Comedia, se impuso "ladialéctica de los puños y las pistolas".

"De repente parecía que todo el mundo era falangista", me dice Víctor Lapuente Giné desde Gotemburgo,donde da clases en el Instituto para la Calidad de Gobierno. En El retorno de los chamanes (Península,2015) este politólogo denuncia que, como entonces, el fantasma del populismo recorre Europa. Por todoslados surgen iluminados que prometen resolver los problemas ante los que la democracia liberal hafracasado. Esta misma mañana me he tropezado con la siguiente soflama en internet: "Todos lostrabajadores, ante la angustiosa situación presente, deberían preguntarse a qué se debe el que, a pesar delos constantes cambios de Gobierno, a pesar de haber gobernado las izquierdas, a pesar de los Gobiernosde centro y de derecha, el paro aumente sin cesar".

Seguro que les suena. Lo que pasa es que no la pronunció Pablo Iglesias durante la pasada campaña,sino José Antonio hace 80 años. Lapuente la llama "la retórica del chamán" y es eterna. "Se basa", escribe,"en la indignación, en la lucha, en soñar con lo imposible, en poner la realidad frente a la utopía, en lasgrandes expectativas". Tan grandes, que acaban a menudo aplastando a sus ejecutores.

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Lapuente defiende, por el contrario, una aproximación "humilde, reactiva", que aborde los asuntos sinprejuicios ideológicos, mediante ensayo y error, quedándose con lo que funciona con la misma naturalidadcon que los socialdemócratas suecos han adoptado el cheque escolar, una medida que aquí asociamoscon el neoliberalismo más rancio.

Así es como entendemos la política en Europa desde, por lo menos, la Segunda Guerra Mundial: unaexploración civilizada y (en la medida de lo posible) científica de puntos de encuentro y consensos en los"temas de valencia", es decir, en aquellas cuestiones que nos preocupan a todos: el empleo, la seguridad,la justicia... Pero hoy se lleva todo lo contrario. Los nuevos caudillos buscan puntos de desencuentro ydisenso. "No sabemos qué edad de jubilación proponen, pero sí qué monumentos querrían retirar de lasplazas o cómo vestirían a Melchor en la cabalgata", escribía Lapuente hace unos meses en El País. Se hanconvertido en "guerreros culturales" y no conciben la política como un proceso de negociación, sino comouna lucha entre ellos y nosotros, la casta y el pueblo, los corruptos y la gente decente.

En principio, parece una mala estrategia. Si quieres ganar las elecciones, ¿no debes elaborar un programaque no suscite grandes rechazos? ¿No postula el teorema del votante mediano que hay que aproximar eldiscurso al del ciudadano que ocupa el centro del espectro ideológico? En condiciones normales de presióny temperatura quizás sea así, pero "en tiempos de crisis nos volvemos más vulnerables a las teoríasconspiratorias", dice Lapuente. "Es lo que pasó también en la Europa de entreguerras".

Además, el desencanto ha atomizado el arco parlamentario y esta dispersión hace más rentable elfrentismo. Cuando basta un 25% de los sufragios para erigirte en una fuerza decisiva, tiene más sentido"energizar a los fieles que atraer a los indecisos".

Finalmente, "los nuevos medios se han transformado en cámaras de eco que favorecen la polarización". Seacabaron los días en que un redactor jefe seleccionaba, valoraba y titulaba los contenidos que considerabarelevantes para su audiencia. Ahora cada ciudadano se fabrica su propia portada. Recogemos las noticiasque nos interesan en las redes sociales y, como en general preferimos leer a personas con cuya opinióncoincidimos, tendemos a crear burbujas culturalmente compartimentadas, en las que el sonido de nuestropensamiento rebota sin fin.

Los propios algoritmos de internet potencian este aislamiento al memorizar nuestras preferencias y ordenarlos resultados de búsqueda de modo que los analistas predilectos queden por encima. El activista TomSteinberg, partidario de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, contaba que, al día siguientedel referéndum, se metió en Facebook para ver cómo respiraban los defensores del brexit, pero "el filtro dela burbuja es tan fuerte [...] que no soy capaz de dar con nadie que esté feliz a pesar de que la mitad delpaís está hoy exultante".

Axel Kaiser y Gloria Álvarez, autores de 'El engaño populista'

"¿Es posible cambiar la política retórica dominante?", se pregunta Lapuente.

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BAJAR AL TERRENO DE LOS POPULISTAS

"La lucha de fondo es intelectual", me explica el abogado chileno Axel Kaiser en la Fundación Rafael delPino, donde ha venido a presentar El engaño populista (Deusto, 2016), un ensayo que ha escrito a mediascon la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez. "Iglesias lo dice textualmente: hay que apoderarse dellenguaje, porque a través de él se construyen realidades en la mente de las personas".

"Han llevado la lucha de clases al discurso cultural", añade Álvarez refiriéndose a Podemos. Kaiser igual noles dice nada, pero Álvarez probablemente sí. En noviembre de 2015 lanzó en el ParlamentoIberoamericano de la Juventud un vibrante alegato que se viralizó rápidamente y lleva casi 1,5 millones devisualizaciones en Youtube. El tema de fondo era el mismo que hoy la trae a Madrid: cómo plantar cara alpopulismo. "A los que están desesperados", continúa, "les cuenta que la culpa de su postración no es suya,sino de otro: de la casta en España, de los gorilas en Argentina, de los pelucones en Uruguay, de losojiclaros en Ecuador... Es el colmo, porque el propio [Rafael] Correa es ojiclaro, pero su capacidad deconvicción es tal, que no se lo toman en cuenta".

"La disputa ya no es racional, sino emocional", abunda Kaiser.

"La izquierda sabe que no tiene nada que hacer en el terreno de los datos", dice Álvarez.

"La evidencia empírica es inapelable", confirma Kaiser. "El capitalismo ha mejorado espectacularmente lascondiciones de vida en todo el planeta, pero a nuestro cerebro le cuesta entender los mecanismos de altacomplejidad, como el funcionamiento del mercado. La planificación le resulta más familiar y asequible.Después de todo, nuestra estructura neurológica no ha variado nada desde los tiempos en que éramoscazadores­recolectores y lo compartíamos todo".

En El engaño..., Kaiser y Álvarez señalan que ese es el talón de Aquiles de los liberales. "Han pecado de unexcesivo formalismo" y, aunque "es esencial el trabajo intelectual riguroso, la forma resulta fundamentalpara entregar el mensaje". Mientras la retórica populista excita los sentimientos (la esperanza, el

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resentimiento, la empatía con el que sufre), la capitalista despliega cifras y argumentos, y "no es lainformación sobre los hechos" la que determina el juicio de los votantes.

"Esta batalla no se puede dar exclusivamente desde la academia", dice Álvarez. "Hay que bajar a Twitter yel resto de redes sociales".

"Queremos ir a pelear a su terreno", asegura Kaiser, "pero con un objetivo muy distinto: empoderar a losciudadanos, no al Estado".

DESPOJO

Hay muchos argumentos de Kaiser y Álvarez con los que simpatizo. Es innegable que estas últimasdécadas de hegemonía neoliberal han asistido a una espectacular victoria sobre la pobreza y que elmarxismo tiene muy poquitos logros que exhibir (por no decir ninguno). Pero, ¿resulta prudente plantarlecara con sus mismas armas, aunque sea "con un objetivo muy distinto"?

Uno de los paralelismos más inquietantes entre los años 30 y la situación actual es la velocidad a la que haido comprimiéndose el centro político. "Nunca antes los partidos populistas habían disfrutado de unrespaldo tan amplio en Europa", alerta el investigador Andreas Johansson en la introducción del Índice dePopulismo Autoritario, un informe que elabora para el think tank sueco Timbro. Los votos radicales se handuplicado prácticamente desde 2000. The Economist atribuye su auge al desigual reparto de los dividendosde la globalización y al terror yihadista, entre otros motivos. Muchos ciudadanos han dado la espalda a loslíderes tradicionales ante su patente ineptitud.

Este rechazo no se limita al fondo, sino que afecta también a la forma. Tanto en la izquierda como en laderecha se aprecia una apelación muy falangista a la necesidad de hacer política "no de una manerablanda, suave, sino enérgica, viril". Hay un vídeo en el que Iglesias insta a "ir a las elecciones de unamanera masculina, con cojones", y decirle al poder: "Aquí estamos yo y mis pelotas".

En el otro extremo, el novelista Juan Manuel de Prada publicaba en julio en XL Semanal una diatribacontra la "tibieza y cobardía" del "moderadito" y su disposición a "ceder una porción de lo que piensa [...] acambio de tomar una porción de la opinión contraria". "¡Cómo le gustan al moderadito los matices!",escribía. "Se moja las bragas matizando, el tío; y si [...] puede consensuar, entonces ya se corre de gusto".Y concluía instando a pisarlo "porque, al fin, es un despojo humano, un hijo del demonio, un reptil".

Ni Iglesias ni Prada encarnan posiciones mayoritarias, pero tampoco lo eran la falangista o la comunista enfebrero de 1936, cuando se puso en marcha una deliberada espiral de provocaciones que obligó a cadaespañol a alinearse en uno u otro bando, hasta que no quedó ningún "moderadito".

Esta estrategia intimidatoria es la esencia del totalitarismo. El filólogo Umberto Eco observaba en 1996 quesi el Duce reapareciera con sus camisas negras, sus delirios imperiales y su antisemitismo no tendríamos lamenor dificultad en desenmascararlo y denunciarlo. Pero el fascismo, como el populismo, no adopta nuncael mismo aspecto. Es una actitud, más que una ideología. De hecho, a menudo enarbola los mismosideales que sus adversarios, pero con esteroides: su democracia es la única que refleja el sentir profundode la nación, su justicia es integral, su libertad auténtica, su prosperidad inagotable...

ROMPER EL CICLO

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"Nadie sabe con certidumbre qué política es la adecuada para un determinado problema colectivo", escribeLapuente. Con las grandes reformas sucede lo mismo que con esos manuales de management queprometen la fórmula de la excelencia: al cabo de unos años el 80% de las empresas que presentan comomodélicas han cerrado. "Las políticas públicas también quiebran", dice Lapuente. Si carecen de flexibilidadpara adaptarse a un entorno cambiante, saltan en pedazos.

Por eso depositar muchas esperanzas en un caudillo providencial solo conduce a la melancolía. Y eso en elmejor de los casos, porque a menudo las soluciones extremas movilizan a las fuerzas opuestas y desatanun enfrentamiento devastador. La abuela de Lapuente lo vivió en su propia carne. "Los milicianos laencañonaron con una pistola por esconder a un familiar derechista" y las "juventudes falangistas lainsultaron por hablar como los perros, es decir, en catalán". Presenció cómo "el cacique del puebloproclamaba que el país no iría bien hasta que los pobres se vieran obligados a comer forraje" y cómo lashordas revolucionarias "asaltaban el convento y arrancaban los ojos a los frailes que cuidaban a enfermos".

Los fanáticos se alimentan mutuamente. "Los grandes chamanes neoliberales han emergido en aquelloslugares donde humean todavía las cenizas de los grandes chamanes nacionalizadores de la economía. Yviceversa".

Hay que romper este ciclo, no sumarse a él, por muy encomiable que sea nuestro objetivo. "Los chamanesque amenazan el bien común", advierte Lapuente, "se ocultan en todos los partidos, todas las instituciones,todos los colectivos sociales y todos los grupos de comunicación". La batalla relevante no es la ideológica(izquierda y derecha, nueva y vieja política, europeístas y euroescépticos), sino la que libramos pormantener fuera de la historia de la república al falangista que todos llevamos dentro.