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Silencio cómplice EL SALADO de ojos grandes y brillantes nos aguardaban con curio- sidad. La mañana calurosa no fue un obstáculo para que nos dejáramos seducir por aquel fulgor maravillo- so. Sus risas amables y sus musicales palabras fueron miel para nuestros oídos. Esta vez era la vida la que nos presentaba una de sus funciones. Y nosotros asis- tíamos de gala a su estreno. E sa tarde, el sol se recostaba tímida- mente sobre el horizonte. Nuestros fascinados ojos se detenían en los reflejos iridiscentes que se proyec- taban en el cielo y que lo iluminaban con tonos viole- tas y naranjas. En lo alto, las nubes serpenteaban apacibles, formando figu- ras de todas las formas y tamaños. De repente y sin percatarnos, nuestras vo- ces se apagaron. Reinó el silencio, un silencio com- partido. Tan sólo el suave arpegio de un piano vibró tenuemente, armonizando de manera perfecta con el cuadro que se presentaba ante nuestra mirada. Era el eterno espectáculo de la naturaleza. Y nosotros, los espectadores afortunados. Esa tarde apenas logramos entender que esto era sólo el prólogo de la historia que estábamos a punto de vivir. Tras unos cuántos kilómetros más y luego de una merecida no- che de descanso, la camio- neta del colegio recalaba en puerto seguro. La trave- sía alcanzaba su destino final, una pequeña vereda empotrada en los fastuosos Montes de María. Como en el atardecer del día ante- rior, nuevamente fuimos sorprendidos. Una veintena Contenido: Silencio cómplice 2 Carta de invitación 3 Mi viaje en retrospectiva 3 Los nueve pioneros 6 El tesoro humano que guarda El Salado 8 ¿Qué significa ser un salaero? 11 Sobre mi experiencia en El Salado 13 Puntos de interés especial: Visita del Gimnasio Los Pinos a El Salado, Bolívar. Intercambio de experiencias. Empoderamiento de estudiantes. Aprendizaje significativo. Comunidad educativa. Ampliación de horizontes institucio- nales. Relación colegio y sociedad. UNA CRÓNICA DE VIDA 7—11 de noviembre de 2015

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Silencio cómplice

EL SALADO

de ojos grandes y brillantes

nos aguardaban con curio-

sidad. La mañana calurosa

no fue un obstáculo para

que nos dejáramos seducir

por aquel fulgor maravillo-

so. Sus risas amables y sus

musicales palabras fueron

miel para nuestros oídos.

Esta vez era la vida la que

nos presentaba una de sus

funciones. Y nosotros asis-

tíamos de gala a su estreno.

E sa tarde, el

sol se recostaba tímida-

mente sobre el horizonte.

Nuestros fascinados ojos se

detenían en los reflejos

iridiscentes que se proyec-

taban en el cielo y que lo

iluminaban con tonos viole-

tas y naranjas. En lo alto,

las nubes serpenteaban

apacibles, formando figu-

ras de todas las formas y

tamaños. De repente y sin

percatarnos, nuestras vo-

ces se apagaron. Reinó el

silencio, un silencio com-

partido. Tan sólo el suave

arpegio de un piano vibró

tenuemente, armonizando

de manera perfecta con el

cuadro que se presentaba

ante nuestra mirada. Era el

eterno espectáculo de la

naturaleza. Y nosotros, los

espectadores afortunados.

Esa tarde apenas

logramos entender que

esto era sólo el prólogo de

la historia que estábamos a

punto de vivir. Tras unos

cuántos kilómetros más y

luego de una merecida no-

che de descanso, la camio-

neta del colegio recalaba

en puerto seguro. La trave-

sía alcanzaba su destino

final, una pequeña vereda

empotrada en los fastuosos

Montes de María. Como en

el atardecer del día ante-

rior, nuevamente fuimos

sorprendidos. Una veintena

Contenido:

Silencio cómplice 2

Carta de invitación 3

Mi viaje en retrospectiva 3

Los nueve pioneros 6

El tesoro humano que guarda El Salado

8

¿Qué significa ser un salaero? 11

Sobre mi experiencia en El Salado

13

Puntos de interés especial:

Visita del Gimnasio Los Pinos a El

Salado, Bolívar.

Intercambio de experiencias.

Empoderamiento de estudiantes.

Aprendizaje significativo.

Comunidad educativa.

Ampliación de horizontes institucio-

nales.

Relación colegio y sociedad.

UNA CRÓNICA DE VIDA

7—11 de noviembre de 2015

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Mi viaje en retrospectiva Bogotá, sábado 7 de noviembre,

7:30 a.m., 998 kilómetros por recorrer vía a

El Salado, Bolívar, con un equipaje lleno

de expectativas. Ropa ligera y mente tran-

quila, atenta para vivir una experiencia

más personal que institucional, con ocho

compañeros de viaje, que como yo, esta-

ban ansiosos de conocer una realidad aje-

na pero tan nuestra por ser colombianos.

No tardamos mucho tiempo en permitirnos

dejar fluir una camaradería que nos acom-

pañaría en todo el recorrido, complicidad

que permitió conocer pensamientos, ma-

neras, hábitos, sueños, gustos, miedos y

hasta nuestra graciosa forma de cantar.

Partimos al fin después de algunos meses

de preparación, justo el día que debíamos

y con quienes debíamos, nunca hubiera

sido igual antes o con otras personas, co-

mo dicen, estábamos los que debíamos

estar.

Muchos años sin recorrer la ca-

rretera que nos llevaría al norte de este

hermoso país, dibujado de paisajes ver-

des, gente buena y trabajadora, animales,

caseríos, pueblos pequeños llenos de his-

toria, tractomulas y camiones cargados

hacia las ciudades más grandes. El país

mismo en movimiento en un ir y venir.

Poco a poco abandonamos el frío de Bogo-

tá tratando de tomar la “Ruta del Sol”, en

un recorrido orientado por nuestro rector

Juan Carlos Bayona, quien paciente y há-

bilmente se hizo cargo de la nave, apoya-

do por “el gran Manfred” como copiloto 1,

más adelante lo remplazaríamos cada uno

a lo largo de nuestra aventura. Después de

la primera parada para desayunar con

sabor a campo, tomamos la vía más larga

que nos llevaría por los pequeños pueblos

hasta llegar a nuestra segunda parada en

el restaurante atendido por “Disney”, una

joven mujer santandereana que además de

risas nos brindó un menú al mejor estilo de

los buenos lugares sobre la carretera. Aun-

que el hambre y el calor apremiaban, sen-

tarnos juntos fue un momento lleno de ri-

sas, con buena energía. Seguimos adelante

para llegar al anochecer a la población de

Carta de invitación

“Aunque para José Arcadio y

sus hombres esta experiencia

resultó algo desalentadora, en la

historia de aquel mágico

poblado quedaría grabada para

siempre dicha travesía.”

Página 3 EL SALADO

Cuando José Arcadio Buendía

decidió emprender la temeraria aventura

de salir a conocer las maravillas de la civi-

lización, Macondo era ya una aldea feliz y

ordenada en la que nadie había muerto. El

viaje, que duró algunas semanas, terminó

con el hallazgo de un gran galeón español

y el descubrimiento singular de que Ma-

condo estaba rodeado de agua. Aunque

para José Arcadio y sus hombres esta ex-

periencia resultó algo desalentadora, en la

historia de aquel mágico poblado quedaría

grabada para siempre dicha travesía.

Hoy, como en la fábula de Macondo, el

Gimnasio Los Pinos desea abrir sus fronte-

ras y permitirse conocer las realidades

que conforman nuestro país. Con la em-

presa de todos los miembros de la comuni-

dad, el colegio ha logrado ser esa magnífi-

ca aldea en la que convivimos y comparti-

mos gran parte de nuestra vida. Sin embar-

go, es menester que continuemos abrien-

do caminos que favorezcan la relación que

nuestra institución debe tener con la socie-

dad colombiana.

Por tal motivo, el Gimnasio Los Pinos -en

alianza con la ONG española Ayuda en

Acción que ha estado presente en la re-

gión por más de 6 años- quiere invitarlo a

que haga parte de un equipo de trabajo

que viajará a la población de El Salado

(cerca a Carmen de Bolívar, Bolívar) y que

tendrá como objetivo seguir ampliando los

horizontes de nuestra querida institución y

de todos las personas que la componen.

Partiremos de las instalaciones del colegio

el día sábado 7 de noviembre a las 5:00

a.m. y retornaremos el día miércoles 11 de

noviembre (ver documento “Minuto a mi-

nuto”). Si desea aceptar esta invitación, es

necesario que los padres de familia dili-

gencien el formato adjunto. Finalmente, es

importante que tenga en cuenta las reco-

mendaciones que encontrará anexas a la

presente.

Atentamente,

Juan Carlos Bayona Vargas

Rector Gimnasio Los Pinos

Parque de juegos, vereda El Bálsamo

Rocío Mahecha—Directora II sección

“Darth Vader”, nombre dado a la camio-

neta del Gimnasio Los Pinos

Manfred Ayure—Director III sección

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Aguachica, Cesar, en un recorrido espec-

tacular, una noche pasada por la lluvia y

más tarde llena de estrellas, como nunca

vemos en nuestra gran ciudad. Llegamos al

Hotel Morrocoy, con el cuerpo cansado

pero con el espíritu lleno de alegría al

sentirnos un poco más cerca al lugar cen-

tral de nuestro proyecto.

Horas de sueño en una cama con-

fortable y en la mañana dispuestos a seguir

hacia nuestro destino. El mapa indicaba

avanzar hasta Bosconia y tomar la ruta al

occidente pasando por la población de El

Plato, Magdalena. Inevitable evocar en

algunos pueblos los recuerdos propios o

las historias que escuchamos de nuestros

padres o abuelos. Muchas horas de reco-

rrido, de canciones cantadas con senti-

miento, de silencios que nos permitían

pensar en nuestras vidas, nuestras familias

o en el lugar al que íbamos. Tiempo para

dormir, hacer cuentas, capturar imágenes,

dibujar paisajes. Recorrer caminos en mo-

mentos desolados, polvorientos, caseríos

pobres, sin esperanza, como El Difícil,

nombre bien puesto para un pequeño te-

rritorio en donde las condiciones hacen

alusión a su mote. Queda de este recorrido

el recuerdo más mágico de nuestro viaje,

no sólo por el atardecer que comenzába-

mos a disfrutar, también por la energía que

envolvía ese momento. Bastaba con obser-

var el espectáculo que nos ofrecía el cielo

con tonos naranja, azul y violeta sobre el

valle del Magdalena para perdernos en un

silencio cómplice de la conexión que al-

canzábamos. Nueve extasiados del atarde-

cer en una danza de silencios, acordes y

colores, al fondo Crímenes Perfectos de

Andrés Calamaro, acompañando el tiempo

perfecto.

En el Carmen de Bolívar nos es-

peraban Liliana y María Isabel, dos exce-

lentes representantes de Ayuda en Acción,

quienes habían animado a nuestro rector y

trabajado junto con Manfred para hacer

posible este viaje. Nos esperaban con Ru-

bi, residente del sector, impacientes, pues

nos perdíamos de un espectáculo de

champeta que se estaba presentando y

deseaban que disfrutáramos de una mues-

tra de nuestro folklore caribe. Nos recibie-

ron con los brazos abiertos, interesadas

por conocer más detalles sobre nuestro

recorrido, aún más cerca a El Salado. Nos

hospedamos en un hotel modesto y tran-

quilo, después de recorrer algunas calles

de este pueblo que nos recordaba al gran

Lucho Bermúdez, digno representante de

la música colombiana. Una vez más nues-

tros padres y abuelos en la memoria de las

historias contadas y que relataba nuestro

Rector al explicar momentos, calles, casas

y la arquitectura del lugar. Momentos inol-

vidables al ver reunidos a más de trece

adolescentes embrujados por la belleza

cachaca de María Camila, nuestra adoles-

cente de viaje. Y a descansar, pues al día

siguiente llegaríamos después de dos días

a El Salado, para cumplir con la tarea de

realizar el primer contacto con los miem-

bros del Gimnasio Los Pinos y así estable-

cer una alianza con Ayuda en Acción para

avanzar en un proyecto social que sensibi-

lice a la comunidad.

Al fin llegamos. Nuestra visita a la

vereda El Bálsamo estuvo cargada de emo-

ciones encontradas. La belleza de un pai-

saje único en los Montes de María nos

abrió la posibilidad de descubrir el verde

de las montañas, las sonrisas de los niños y

niñas que esperaban nuestra visita y su

curiosidad por saber sobre nosotros. Una

jornada llena de sorpresas, juegos, risas y

admiración por la tenacidad de su gente.

Una comunidad azotada por su pasado

violento pero que camina con la esperanza

de construir un sendero de paz, progreso y

armonía para las suyos y para este país,

que a pesar de sus heridas, se levanta to-

dos los días a conquistar una nueva ilusión.

A lo largo del día vivimos sus costumbres,

sus rutinas, escuchamos con la sonoridad

de su acento costeño sus historias de vida,

los relatos de la señora María, de las fami-

lias campesinas que cultivan tabaco, los

versos vallenatos de don Erasmo, reímos

con las ocurrencias de los niños, quienes

insistentemente nos invitaban a jugar fút-

bol. Descubrimos sus corazones tranquilos

y abrimos los nuestros para recibir una

descarga de energía, como un polo a tierra

que nos sacudió para hacernos compren-

der que los citadinos tenemos casi todo,

nos falta fe, esperanza y ganas de vivir.

Entrada la tarde nos despedimos para

avanzar hasta el pueblo, El Salado, a diez

minutos de la vereda, un lugar tranquilo,

con un tinte de nostalgia. Nos recibió la

historia de un lugar que resurgió de sus

cenizas, como el ave fénix. Un pueblo con

la virtud de no guardar rencor en su cora-

zón y que le apostó a curar sus heridas

desde su interior. El valor de cada habitan-

Mi viaje en retrospectiva (continuación)

“Nos recibió la historia de un

lugar que resurgió de sus

cenizas, como el ave fénix. Un

pueblo con la virtud de no

guardar rencor en su corazón y

que le apostó a curar sus

heridas desde su interior. ”

Página 4 UNA CRÓNICA DE VIDA

Desayuno en la vía Villeta—Guaduas,

Cundinamarca

Casa de la hamadora, El Salado, Bolívar

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Mi viaje en retrospectiva (continuación)

Página 5 EL SALADO

te, su resistencia física y espiritual, su fe,

su resiliencia, convierte a esta población

en ejemplo y testimonio. Los relatos del

señor Luis Torres, “Lucho”, así lo demos-

traron. Un salaero que nos compartió so-

bre su experiencia de vida antes y des-

pués de la tragedia en El Salado, narró su

participación como representante de la

comunidad para retornar a su tierra des-

pués del desplazamiento de los habitantes

del pueblo y contó sobre su tiempo de

asilo político en algunos países de Europa.

Un testimonio de vida, de lucha y de espe-

ranza por lo propio. Al anochecer un cierre

especial por lo vivido en esta visita a un

lugar maravilloso del que aprendimos la

sensibilidad y el anhelo por un mejor país,

agradecidos por la oportunidad de traba-

jar en un proyecto institucional y social,

que permea en lo personal, cansados por

las actividades del día pero con el corazón

lleno de confianza al saber que nueve re-

presentantes llevaríamos una semilla para

nuestra comunidad y para nuestras familias

para sembrar patria a donde vayamos.

De regreso a Bogotá el equipaje

estaba lleno. Trajimos con nosotros el com-

promiso de hacer país, valorar lo nuestro,

trabajar para la comunidad, enriquecernos

mutuamente para caminar hombro a hom-

bro, pues la tarea es de todos, estudiantes,

padres, docentes, directivos, rector. En

esta oportunidad sólo nueve valientes ca-

minantes, mañana serán otros quienes nos

representen y lleven en su corazón la me-

jor disposición para vivir otras realidades

a algunos kilómetros de nuestra ciudad.

Otros que se vinculen a un gran proyecto

que dejará en sus vidas más que una expe-

riencia, una huella para cambiar su forma

de pensar.

Atardecer en el Magdalena

“De regreso a Bogotá el equipaje

estaba lleno. Trajimos con nosotros el

compromiso de hacer país, valorar lo

nuestro, trabajar para la comunidad,

enriquecernos mutuamente para

caminar hombro a hombro, pues la

tarea es de todos, estudiantes, padres,

docentes, directivos, rector.”

Niños de la vereda El Bálsamo

Luis Torres, “don Lucho”. El Salado, Bolívar

“No se trata de llevar una

gallina al salón de clases para

que la observen los niños, sino

de llevarlos a ellos al

gallinero.”

Monsieur Decroly

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Una experiencia cargada de mo-

mentos espectaculares, armoniosos y de

mucho aprendizaje, con un grupo colmado

de mucho valor humano. Por eso hoy esco-

jo hablar de cada una de las personas que

hicieron que esta experiencia sea única e

inolvidable, dejando que mis compañeros

cuenten el minuto a minuto de lo vivido.

Voy a comenzar con el Señor Rec-

tor, un hombre que confía, consentidor y

con espíritu de papá que Dios nos puso en

el camino. El doctor Juan Carlos Bayona

que con su carisma extraordinario alegra-

ba los momentos, acompañaba las comi-

das, los espacios del grupo, siempre aten-

to y pendiente de las necesidades de cada

uno. Un gran piloto que cambiaba cada par

de horas de copiloto y aunque el trabajo

de todos los copilotos fue excepcional

siempre agradecía y elogiaba al que aca-

baba de pasar. En El Salado demostró por

qué la educación es su vocación y su mag-

nífico talento como docente, apadrino a un

par de niños enseñándoles a leer, hizo

varias observaciones a los métodos educa-

tivos y nos proporcionó a todo el grupo

enseñanzas que no podremos olvidar.

El profesor Manfred Ayure un

gran hombre, el misionero de todo el pro-

yecto, él siempre pendiente de que las

cosas salieran bien, siempre detrás de

todo, buscando la foto perfecta, el bien de

todos. Demostró la calidad humana como

él decía, siempre preguntando y atento al

bienestar de cada uno y aunque era impar-

cial cuando molestábamos y hacíamos

bromas, siempre se reía y nos acompaña-

ba en los juegos. En El Salado, el Cabeza

Pela’ -como lo apodaron- divertía a los

niños, compartía y más que enseñarles

demostró las ganas de aprender un poco

acerca de ellos. Los acompañó, se sentó en

el almuerzo con ellos y al final hasta un

partido de futbol jugó junto a todos.

La profesora Rocio Mahecha una

mujer excepcional, siempre riendo, atenta

al camino y aunque fue copiloto tan solo

una noche, demostró que ella era la cabe-

za del camino, siempre con el mapa, atenta

a los peajes y preguntando si alguien ne-

cesitaba algo. Cantó al ritmo de todos los

géneros musicales que escuchamos, y

siempre mostraba el interés de hacer las

cosas, nunca perdió su postura de mujer

ordenada, disciplinada, elegante y de toda

una dama. En El Salado compartió como

ninguno con la comunidad. “La Seño”,

como la nombraron, estuvo por aquí y por

allá escuchando y jugueteando con todos

los niños y las niñas que la buscaban y

seguían a todas partes. Demostró sus dotes

para el futbol cuando ganó junto a su equi-

po el partido y lo más bonito fue ver como

todos le cogieron tal cariño que corrían a

abrazarla.

La seño Estefanía, la docente de

núcleo común de cuarto grado. Ella poseía

un don excepcional, la escucha, y aunque

no se la paso hablando, su presencia y su

sonrisa hacían el ambiente mejor. Sus

aportes cuando compartíamos siempre

eran de valor. Ella muy reservada también

participó de las bromas y de los juegos, su

gran talento para dormir en la camioneta

fue motivo de chistes y burlas lo cual nun-

ca le molestó. Por el contrario, se reía a la

par y en su cara se veía la diversión. En El

Salado ella fue la encargada de la activi-

dad; definitivamente logró el objetivo por

lo que se merece todo el reconocimiento.

Logramos conocer más allá de las aparien-

cias a la comunidad, nos reímos, comparti-

mos y vimos cómo era su educación, cuá-

les eran sus falencias pero al mismo tiem-

po logramos ver todas sus virtudes.

¡Gracias Seño!

La madre de familia Gloria Sán-

chez, una mujer atenta, preocupada por

todos, muy feliz, compartió con todo el

grupo. Nos contaba cosas, siempre orgu-

llosa de su familia y orgullosa del grupo

entero (¡hasta de Rafael!). En ningún mo-

mento dejó de lado su papel, era la mamá,

nos aconsejaba, nos consentía, se reía y

nos enseñaba. Con cada uno en algún mo-

mento se sentó a hablar de sueños, de lo-

gros, de valores, de todo lo que anhelába-

mos solo con el propósito de conocernos

más allá de lo que significa convivir cinco

días con alguien. Aunque todo el grupo lo

hizo, tengo que recalcar que fue ella la que

nos dio ese calor de casa que en algún

momento necesitábamos, sobre todo los

más jóvenes. En El Salado la noté en algu-

nos momentos callada con más ganas de

escuchar que de hablar, pero en la activi-

dad se desenvolvió con los niños de una

manera excepcional, se rió, compartió y

aprendió de ellos detalles que ninguno de

nosotros buscó.

El querido Rafael Espinel, el pa-

dre de familia. Aunque no tuvo el papel

autoritario que un papá suele tener en la

Los nueve pioneros

“Logramos conocer más allá de

las apariencias a la comunidad,

nos reímos, compartimos y vimos

cómo era su educación, cuáles

eran sus falencias pero al mismo

tiempo logramos ver todas sus

virtudes. ¡Gracias Seño! ”

Página 6 UNA CRÓNICA DE VIDA

Carmen de Bolívar, Bolívar

Primer grupo de la comunidad educativa

que viaja a El Salado, Bolívar

María C. Saavedra—10° A

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Los nueve pioneros (continuación)

“A todos les doy gracias infinitas

por el valor emocional, por el

aprendizaje, por los recuerdos

inigualables, por todo lo que

llegó a mi corazón y dejó una

enseñanza que quisiera compartir

con la gente que conozca, con la

gente a mi alrededor.”

Página 7 EL SALADO

familia, fue muy atento además de ser el

gracioso del paseo. Tuvo muy buenos

apuntes y fue el centro de los juegos. Aun-

que lo molestara cada vez que podía, ten-

go que aceptar que la esencia del viaje

fueron las risas y las sonrisas de cada uno

y que Rafael, la mayoría del tiempo, fue un

pilar importante para que esto sucediera.

Un hombre muy atento, gentil y divertido,

con un gran apetito pero con muchas ga-

nas de hacer las cosas junto a todos. No

desaprovechó nada en ningún momento.

Debo resaltar lo valiente que fue después

de lastimarse en el partido de fútbol pues

casi que lloraba porque tenía miedo de

ponerse el vendaje.

Santiago Erazo y Jonathan Mala-

gón, mis jefes de campaña si en algún mo-

mento del camino veo la posibilidad de ser

personera. Quiero destacar la admiración

que les tengo y que creció al pasar los días

del viaje. Son unos niños nobles, con un

corazón gigante, caballerosos y sobre todo

inteligentes. Más inteligentes que cual-

quiera de su edad y podría arriesgarme a

decir que aún más que muchos más gran-

des que ellos. Sus risas, sus chistes, sus

cuentos, escuchar sus conversaciones,

hablar de amor, hablar del país, y compar-

tir con Santiago y con Jonathan fue todo un

honor para mí. Les aseguro que en la vida

al que obra bien, le va bien y a ustedes,

mis queridos compañeros, en la vida les va

a ir de maravilla. En El Salado fueron unos

príncipes, compartieron, lideraron, escu-

charon, aprendieron, ustedes sí que sabían

a lo que iban y no desaprovecharon ni un

minuto de lo que la vida les puso en el

camino.

Por último y con la misma impor-

tancia que todos quisiera resaltar a la gen-

te que hizo de este viaje una experiencia

de vida inigualable. Primero a las mujeres

encargadas de Ayuda en Acción, la ONG

aliada: Liliana y María Isabel fueron las

encargadas de la organización, Jenny y

Ruby las encargadas de recibirnos y acom-

pañarnos en El Salado. También quiero

agradecer a la Fundación Semana que nos

abrió sus puertas y compartió con noso-

tros, al señor Lucho Torres que nos contó

detalle a detalle la experiencia de su vida

en El Salado, el significado de ser salaero,

el sentido de pertenencia a la tierra y a lo

que se ha construido con mucho esfuerzo,

a la señora Delcy por aceptarnos en su

casa y consentirnos con deliciosa comida,

a los profes de la vereda El Bálsamo, a los

niños estudiantes de esta vereda, a Jesús, a

Rafael, a Isidrio, a Dani Luz, a Mariana, a

todos pues ninguno de ellos fue menos

importante para nosotros. Al señor Santan-

der a quien conocimos después de llevar a

Isidrio hasta su casa, que nos contó su ex-

periencia de vida y nos mostró la realidad

del país en el que vivimos. Igualmente,

quiero nombrar a Somer, un personaje que

vale la pena conocer, muy atento y colabo-

rador, y a toda la gente que conocimos al

pasar los días, a Disney y a todas las perso-

nas que nos atendieron e hicieron reír.

A todos les doy gracias infinitas

por el valor emocional, por el aprendizaje,

por los recuerdos inigualables, por todo lo

que llegó a mi corazón y dejó una ense-

ñanza que quisiera compartir con la gente

que conozca, con la gente a mi alrededor.

No puedo olvidar a mi familia, específica-

mente a mi mamá, que como todo en la

vida desde el primer minuto me apoyó y

ayudó en todo lo que necesitaba. ¡Gracias!

Ciénaga en el departamento de Magdalena

Vereda El Bálsamo. Primer grupo Gimnasio Los Pinos—Ayuda en Acción

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Llegar a El Salado y a una de sus 6

veredas llamada El Bálsamo es tener la

posibilidad de conocer una realidad con

múltiples matices pero con una magia es-

peranzadora. Enmarcada en un paisaje

bellamente indescriptible, esta vereda

alberga a diversas familias que a pesar de

tener un cruel pasado, de haber vivido una

de las masacres más terribles en Colom-

bia, están día a día luchando para vivir y

salir adelante en una tierra, en su tierra, a

la que aman, de la cual lamentan haberse

ido en el pasado pero de la que no se vol-

verán a alejar una vez más.

El tiempo que estuve en El Bálsamo

me dio la fortuna de conocer personas que

están dispuestas a contar su historia, sin

resentimientos, sin odios, aunque con do-

lor y tristeza en su alma y en su corazón;

pero al mismo tiempo con unas ganas de

salir adelante y con un amor a su territorio

que no tiene comparación.

En este lugar tuve la oportunidad

de conocer y compartir con niños felices,

muchos de ellos desconocedores del pasa-

do trágico de su pueblo y de las carencias

que tienen pero llenos de energía, con

ganas de divertirse, de aprender y de

compartir desinteresadamente su realidad

la cual me llevó a conocer los jagüeyes de

donde los habitantes recogen el agua para

su día a día, los trayectos que los niños

deben hacer para ir diariamente a estu-

diar, el tiempo que los estudiantes toman

para llegar a su escuela, el salón de clases,

los recursos que tienen para estudiar, los

cultivos, los animales que los rodean, el

inclemente sol, etcétera.

Admiro a los niños, quienes sin

importar lo difícil que sea, intentan ir dia-

riamente a su escuela y están dispuestos a

aprender; así mismo, están constantemen-

te ayudando a sus familias en lo que sea

necesario; admiro también a los docentes

quienes ,aunque con los limitados recur-

sos, buscan apoyar el aprendizaje de sus

estudiantes día a día de diferentes mane-

ras, y ,en general, admiro a todos los habi-

tantes, quienes decidieron volver a su tie-

rra a toda costa, quienes nunca perdieron

la fe y siempre la vieron como su lugar en

el mundo; todos ellos, un tesoro humano

que guarda El Salado y que quizás es el

que le da la magia a este territorio.

Esta experiencia me hizo cuestio-

narme como persona, en cuanto a las prio-

ridades que doy en mi vida y a los privile-

gios que me rodean y que el día a día hace

que no se perciban o se den por sentado.

Los recursos que tenemos muchas veces

nos limitan y nos alejan de lo realmente

importante; sin embargo, las personas que

carecen de ellos no los encuentran como

un obstáculo para vivir sino una motivación

para luchar diariamente.

Aunque las carencias a nivel de

agua, luz y diferentes servicios existen,

este pueblo no está solo y con la ayuda de

diferentes entidades como Ayuda en Ac-

ción y Fundación Semana, entre otras, es-

tán mejorando cada día más. Así mismo, el

lazo que el Gimnasio Los Pinos creó con El

Bálsamo no se romperá.

Al pensar en esta experiencia, no

me quedan sino agradecimientos a todos

quienes la hicieron posible, a quienes vivi-

mos esta experiencia y a todas aquellas

personas que nos permitieron conocer un

poco de sus vidas, ya que pocas veces se

tiene la posibilidad de conocer gente que

sea un testimonio de resiliencia.

Los momentos, rostros, paisajes y

emociones serán inolvidables al igual que

las pequeñas acciones como jugar tingo

tango, dibujar, jugar un partido de futbol,

llegar de sorpresa a cantar un cumpleaños,

o simplemente escuchar la narración senti-

da de sobrevivientes, acciones que son

también pequeñas formas de ayudar.

Tener la posibilidad de vivir

esta experiencia es también adquirir el

compromiso de no sólo darla a conocer

sino también de buscar apoyar desde

nuestros entornos a esta comunidad;

quizás sólo dando a conocer su existen-

cia, su historia, concientizando a otros,

informándose para poder ayudar. Pue-

den ser acciones que permitan que los

habitantes sigan cumpliendo uno de sus

propósitos al regresar a su tierra, tal

como lo dijo Lucho, uno de los líderes

del regreso a El Salado: “Pasar por la

historia, y no dejar que la historia pase

por nosotros”.

Vereda El Bálsamo, Montes de María

El tesoro humano que guarda El Salado

“Pasar por la historia, y no

dejar que la historia pase por

nosotros.”

Luis Torres

Líder de El Salado

Página 8 UNA CRÓNICA DE VIDA

Rafael Elías, estudiante vereda El Bálsamo

Stefanía García—docente 4°.

Page 8: EL SALADO - ayudaenaccion.org.co · iridiscentes que se proyec-taban en el cielo y que lo ... Tan sólo el suave ... envolvía ese momento. Bastaba con obser-var el espectáculo que

Itinerario de un viaje

“Lo mejor del recorrido fue

el atardecer por carretera

mientras escuchábamos

“Crímenes Perfectos” de

Andrés Calamaro. Fue

épico. Fue hermoso.”

Página 9 EL SALADO

Primero que todo, debo decir que

no fue sencillo para mí ni para nadie este

viaje. Desde el momento previo al viaje ya

se avizoraban algunas dificultades. Re-

cuerdo que caminaba cerca de la recep-

ción del colegio en compañía de Jonathan

Malagón y Federico Meneses. Manfred nos

vio y nos comentó de manera resumida

todo lo relacionado con el viaje. Dijo que

el destino era El Salado, en el departa-

mento de Bolívar, y que se llevaría a cabo

con la ayuda de la ONG española “Ayuda

en Acción”. Me sonaba mucho aquel viaje

y aquel proyecto. Esa tarde apresurada-

mente le conté a mi mamá la resumida

información. Me dijo que consiguiera una

buena idea pero que consiguiera más da-

tos.

Consecuente con lo conversado

se hizo una reunión con todos los invitados

y con los miembros de la ONG. Pude con-

seguir los datos faltantes, y además el cro-

nograma de actividades. Luego, al llegar a

casa, le mostré todo a mis padres y les

conté con más detalle. Me dijeron que si,

que yo viajaría a El Salado.

Estaba contento porque yo sabía

y presentía que sería una magnífica expe-

riencia. Luego de un tiempo, cuando más

emocionado estaba, me dijo mi mamá que

ya no iría, que era un viaje peligroso. Todo

se derrumbó. Debía convencerla, Manfred

me ayudó, al igual que Liliana, la persona

responsable del proyecto por parte de la

ONG. De tal forma, mi madre pudo asistir a

las instalaciones de la ONG.

Yo por supuesto tenía muchas

esperanzas, y me empeñaba en ir cada vez

más. Al día siguiente me dio la gran noti-

cia, yo definitivamente sí iría a El Salado.

Fue una gran emoción en ese instante. Al

otro día confirmé, y de resto esperé el

sábado con muchas ansias. El viernes an-

terior al viaje, ya estaba mentalizado y

preparado. Todo ya estaba equipado, no

había marcha atrás.

El sábado madrugué. Este día sí

que me apuré, estaba contento porque era

el día de partir. Fuimos al colegio con mi

abuelo y mi mamá. Descargué todo, y es-

peré a que todos llegaran. Era la hora de

despedirse. No me sentí tan triste porque

me despegaría de mi mamá y del estrés

diario.

Salimos rápido. Al coger carrete-

ra me sentí en otro ambiente. Un ambiente

tranquilo y chévere. Además, la música

que puso el DJ Manfred estuvo genial ex-

cepto el rock industrial en alemán. Des-

pués como de dos horas o un poco más, se

empezó a sentir el calorcito. Cuando revi-

sé estábamos en Guaduas. Desayunamos y

continuamos. Lo que nos esperaba era un

viaje largo. Pero mientras eso, yo iba co-

nociendo a las personas del viaje. Cada

una de ellas se volvió muy especial para

mí.

En la tarde almorzamos en Puerto

Araujo, donde conocimos a una señora

llamada Disney, como el parque y el canal

de TV. Es el nombre más extraño que ja-

más haya escuchado. Después cayó la

noche. Para este momento ya conocía a

todos mis compañeros de viaje. El rector

era chistoso, decía cosas que me hacían

reír. Después de 14 horas llegamos final-

mente a Aguachica, César. Nos hospeda-

mos en el Hotel El Morrocoy. Salimos a

comer y a caminar. Dormí esa noche muy

bien.

Al otro día partimos hacia El Car-

men de Bolívar, la tierra de Lucho Bermú-

dez. Es un pueblo bonito. Lo mejor del

recorrido fue el atardecer por carretera

mientras escuchábamos “Crímenes Perfec-

tos” de Andrés Calamaro. Fue épico. Fue

hermoso. Llegamos en la noche y descan-

samos, claro después de caminar y comer.

Al día siguiente llegamos temprano a El

Salado. Subimos a la vereda el Bálsamo, y

era como otro planeta. Pude ver la de-

sigualdad, y la negligencia del gobierno al

no hacer nada por estas personas que son

y merecen lo mismo que nosotros. Al lle-

gar los niños estaban estudiando, pero

interrumpieron clases para darnos una

bienvenida. Fue acogedor.

Interactuamos con ellos, conoci-

mos su colegio, algo de sus vidas y de su

cultura. Sus experiencias y el diario vivir

de ellos. Ellos han tenido una vida difícil,

empezando por la pobreza y las situacio-

nes que han tenido que escuchar. Algunos

no tenían padres, otros no leían aún, otros

no escribían, pero todos sabían hacer bien

una sola cosa, gozarse la vida y apreciar

todo lo que tienen y ser humildes también.

Ahí yo me preguntaba sobre todo lo que

tengo y no aprecio, uno se confronta y

recapacita. ¿Qué les podía enseñar a ellos?

Me preguntaba yo, ya que ellos ya me

habían enseñado e inculcado todo lo que

me hacía falta.

Almorzamos mote de queso y

Camioneta del Gimnasio Los Pino. ¡Buena

educación!

Santiago Erazo—8° D

Vendedor de sombreros, Carmen de Bolí-

var

Page 9: EL SALADO - ayudaenaccion.org.co · iridiscentes que se proyec-taban en el cielo y que lo ... Tan sólo el suave ... envolvía ese momento. Bastaba con obser-var el espectáculo que

ñame, jamás lo había probado, y me gustó.

Salimos a acompañar a Isidro a su casa.

Vive lejos de la escuela. En su casa hay

cerditos, pavos, perritos y otros animales.

Conocimos al señor Santander, un hombre

que tuvo que huir de la violencia. La gue-

rrilla lo iba a matar como a todos allí. Él les

tuvo que dar posada a los guerrilleros y

quien les podía decir que no. El ejército lo

acusó de guerrillero, algo que era una total

mentira. Él es un campesino justo y muy

correcto. Estaba en medio de los dos ban-

dos. Por todo esto, aprendí que el campe-

sino debe soportar amenazas de guerrilla

y ejército, aunque uno cree que el ejército

los ayuda. Ahí me di cuenta que aquí en

Bogotá nos pintan una realidad diferente, y

nosotros somos tan indiferentes que pensa-

mos que todo está bien. Pero los hechos

son otros. Llevan consigo una cruda reali-

dad. Esa misma tarde jugamos un partido

de fútbol con los niños, fue duro, ellos nos

ven como un montón de flojos, porque era

difícil jugar en ese clima tan caliente.

Pero ellos jugaban como dioses,

y además descalzos. Corrían más que yo.

Rafa Elías era el mejor. ¡Tenía un ‘crack’ en

mi equipo! Anotó 7 goles y corría como

guepardo en la pradera. ¡Qué partidazo!

Terminé cansado. Al llegar a El Salado, ya

era de noche, y nos acogió una señora

llamada doña Delcy. Es la persona más

amable y atenta que he conocido. Esa

noche conocimos otro testimonio de un

señor que escapó a Europa por la masacre

del 18 de febrero de 2000. La guerrilla ya

estaba días antes ahí. Los paramilitares

degollaban personas. Eso fue lo que nos

contó don Lucho. Después de un tiempo, él

y más habitantes de El Salado intentaron

retomar pacíficamente lo que es de ellos.

Era una reconstrucción sin violencia. Pero

por eso él estuvo en la cárcel. No es justo.

¿En qué país pasa eso? Solo aquí.

Al siguiente día una señorita cum-

plía 15 años. Jonathan y yo tuvimos la idea

de regalarle flores y dulces. Al llegar de

nuevo a El Bálsamo, todos los niños nos

sintieron y saltaron de emoción. Le canta-

mos a Danny Luz el cumpleaños, le entre-

gamos el detalle. Ella quería llorar de

emoción peo se contuvo. Ese momento fue

conmovedor. Ella es la persona más tierna

y noble que he conocido.

Pero llegó la hora de las tristes

despedidas. Los niños salieron de su clase

a despedirse, ellos estaban muy felices

con nosotros. Yo estaba triste, no quería

volver a lo mismo. Sin embargo, vi el lado

positivo. Haría recapacitar a las personas

de mi salón y de mi familia, y aprendería a

vivir feliz y a apreciar lo que tengo, a no

quejarme. Aprendí a tratar a todos de igual

manera y a ser mucho más sencillo.

Me siento orgulloso de haber

tenido esta gran experiencia, y de tener

el mejor grupo de viaje de todos los

tiempos. Gracias al colegio, y a todos

por hacer esto posible.

Itinerario de un viaje (continuación)

“Ahí me di cuenta que aquí en

Bogotá nos pintan una realidad

diferente, y nosotros somos tan

indiferentes que pensamos que

todo está bien.”

Página 10 UNA CRÓNICA DE VIDA

Amanecer en los Montes de María

Pintura mural en restaurante La Mencha, Carmen de Bolívar

Page 10: EL SALADO - ayudaenaccion.org.co · iridiscentes que se proyec-taban en el cielo y que lo ... Tan sólo el suave ... envolvía ese momento. Bastaba con obser-var el espectáculo que

¿Qué significa ser un salaero?

“Vivir este viaje fue transitar

por la sencillez y la esencia del

ser humano, donde la sonrisa

sincera de los niños me

embriagaba el alma de alegría e

ilusión.”

Página 11 EL SALADO

Es la inquietud que me surge al

conocer la historia de la comunidad de El

Salado y que toma más fuerza cuando se

escucha de la voz de sus protagonistas. Esa

misma historia de injusticias, muerte y un

total abandono estatal, en un país donde al

parecer hasta la muerte tiene estratos y

clases sociales. Me llama la atención que a

diferencia de las poblaciones víctimas de

la violencia loca y desmedida que vivimos

en este país , la comunidad de El Salado no

es una comunidad triste o resignada a su

tragedia; por el contrario, es una comuni-

dad que ríe, sueña y trabaja diariamente

por salir adelante, una población que ha-

bla de su historia con claridad, firmeza y

en algunos momentos con dolor, pero con

un brillo de esperanza e ilusión en sus ojos

y una fuerza en su voz, en el deseo fuerte

de salir adelante en su tierra y al lado de

su gente, los salaeros.

Es admirable la capacidad de

resiliencia que poseen los pobladores de

El Salado y sus veredas, ver cómo hablan y

viven sin ningún rencor en su corazón,

cómo las cosas que hacen a diario las reali-

zan con amor, cómo construyen sueños con

la esperanza de un mañana mejor, cómo

están sacando adelante una nueva genera-

ción feliz y proactiva. Por eso escribo no

de las historias duras e injustas que han

vivido los salaeros sino de las historias de

esperanza que construyen día a día, de

cómo sortean sus carencias básicas, sus

dificultades geográficas y climáticas, los

estigmas que en ocasiones la sociedad

injustamente les impone.

Entonces, poniéndonos en con-

texto, El Salado es una población ubicada

en la zona de los Montes de María, en el

departamento de Bolívar. No cuenta con

servicio de acueducto ni alcantarillado, sus

vías en su gran mayoría no son carretea-

bles por lo cual se desplazan a pie o a lo-

mo de mula. Cuentan con periodos de se-

quía prolongados ante lo cual aprovechan

al máximo el agua lluvia, recolectándola

en jagüeyes (reservorios de agua similar a

un lago artificial) agua que no es técnica-

mente potable para el consumo humano.

La cobertura en educación es mínima, los

niños cursan hasta 5° de primaria en las

veredas y en el casco urbano de El Salado

pueden continuar su básica secundaria y

media vocacional aunque el traslado des-

de las veredas sea muy complicado. En

medio de este contexto un poco gris, se

encuentra una comunidad organizada y

dirigida a través de diferentes ONG que,

apoyados por aliados estratégicos y en el

marco de políticas nacionales, trabajan

mancomunadamente para que estas caren-

cias sean superadas en su mayoría. De esta

manera, surgen ideas y experiencias exito-

sas como la creación de los jagüeyes para

la recolección del agua lluvia, la asocia-

ción de cultivadores de tabaco, la organi-

zación formal de los artesanos y tejedoras

que permite la mejor elaboración y comer-

cialización de sus productos entre ellos la

hamadora, una simbiosis entre una hamaca

y una mecedora la cual se comercializa

cada vez mejor, la utilización de plantas

propias de la región como pesticidas e

insecticidas totalmente orgánicos que re-

duce significativamente el impacto am-

biental y los costos en los cultivos. Es a

este contexto de trabajo continuo de una

población perseverante, con una idiosin-

crasia alegre y positiva, al que se vincula

la comunidad gimnapina a través de una

visita que aportó a nivel personal grandes

aprendizajes y sentido de vida, resaltando

el valor de la cosas por encima del precio

que éstas puedan tener. Se trata de romper

con el pensamiento materialista y la inme-

diatez del quehacer diario propio de la

vida en las grandes ciudades, donde se

vuelve prioridad el tener y el mantener

sobre el ser y el compartir.

Vivir este viaje fue transitar por la

sencillez y la esencia del ser humano, don-

de la sonrisa sincera de los niños me em-

briagaba el alma de alegría e ilusión, don-

de las diferencias culturales fueron enri-

quecedoras y en algunos casos muy diver-

tidas en el manejo del dialecto propio de

cada uno. Es ver en la mirada de sus adul-

tos la ilusión de salir adelante en su tierra,

de rescatar esa raíces que ningún acto de

violencia les podrá arrebatar nunca, que

resulta mejor aguantar más hambre que un

ratón de iglesia en su tierra que subsistir

trabajando en otro lado. Es un vínculo con

la madre tierra y con las raíces más fuerte

que cualquier acto de barbarie. Ese es sin

lugar a dudas el significado de ser un sa-

laero.

Es esa fuerza que los lleva a su-

perar las dificultades y es esa energía que

les aporta tranquilidad para hablar de su

Representantes de padres ConPapi y miem-

bros de la ONG Ayuda en Acción

Gloria Sánchez—Representante de padres CionPapi

Intercambio de experiencias, vereda El

Bálsamo

Page 11: EL SALADO - ayudaenaccion.org.co · iridiscentes que se proyec-taban en el cielo y que lo ... Tan sólo el suave ... envolvía ese momento. Bastaba con obser-var el espectáculo que

historia sin rencor, sin odios, sólo con la fe

puesta en un Salado mejor para ellos y sus

familias. Sin lugar a dudas, vivir esta expe-

riencia fue una bendición. Agradezco al

colegio Gimnasio Los Pinos por la oportu-

nidad de esta magnífica vivencia, a Juan

Carlos por visualizarla y a Manfred por

materializarla y hacerla realidad. A cada

una de las personas que fueron parte de

este viaje de vida: Rocío, Stefanía, Rafael,

Camila, Jonathan y Santiago muchas gra-

cias por compartir esa calidad humana y

ese ángel que hay en cada uno de ustedes.

Gracias a todos por esta oportunidad de

vida y de ser mejores personas. Gracias

salaeros por recibirnos y abrirnos las

puertas de su corazón. Gracias por tanto

aprendizaje. Toda mi admiración para la

comunidad de El Salado.

¿Qué significa ser un salaero? (continuación)

“Gracias a todos por esta

oportunidad de vida y de ser

mejores personas. Gracias

salaeros por recibirnos y

abrirnos las puertas de su

corazón. Gracias por tanto

a p r e n d i z a j e . T o d a m i

admiración para la comunidad

de El Salado.”

Página 12 UNA CRÓNICA DE VIDA

Roberto de azul, vereda El Bálsamo

Caballo en el jagüey, vereda El Bálsamo

“La noche entera

con un hacha

me ha golpeado el dolor,

pero el sueño

pasó lavando como un agua oscura

piedras ensangrentadas.

Hoy de nuevo estoy vivo.

De nuevo

te levanto,

vida,

sobre mis hombros.”

Pablo Neruda—Oda a la vida De vuelta a casa

Page 12: EL SALADO - ayudaenaccion.org.co · iridiscentes que se proyec-taban en el cielo y que lo ... Tan sólo el suave ... envolvía ese momento. Bastaba con obser-var el espectáculo que

que El Salado antes era un pueblo muy rico

en agricultura y que iban a ser cabecera mu-

nicipal. No obstante, después de la llegada

de los grupos armados El Salado decayó;

también nos dijo que el 18 de febrero del

2000 los grupos armados entraron al pueblo,

reunieron a todos en la plaza y mataron a las

primeras 38 víctimas. El pueblo quedó vacío,

pero 2 años después don Lucho dirigió a 100

personas en una retoma pacífica por la cual lo

encarcelaron. Don Lucho salió exiliado de

Colombia y cuando volvió, volvió a su pueblo

El Salado.

Así terminamos nuestro viaje tras

una cena de despedida y una charla con doña

Delcy. Salimos al día siguiente de regreso a

Bogotá y las historias de todas estas personas

quedarán para siempre en nosotros como

también la humildad y sencillez de todas las

personas con las que compartimos. Sólo me

resta decir que de esta experiencia aprendí

que no hay que tenerlo todo para ser feliz.

Empezaré por presentarme. Mi

nombre es Jhonatan David Malagón Palacios

y curso 8° grado. Tengo 13 años y quiero

compartir la gran experiencia que viví duran-

te 5 días con un equipo de 9 increíbles perso-

nas con las que emprendí un gran viaje a El

Salado, en el departamento de Bolívar. Este

equipo conta-

ba con 2 pa-

dres de familia

quienes eran

Gloria Sán-

chez y Rafael

Espinel; tam-

bién iban por

parte del cole-

gio Manfred,

Rocío y Stefa-

nía García la

docente del

grado 4°B.

Junto a ellos

íbamos los

representan-

tes de los estudiantes: María Camila de gra-

do décimo y Santiago Erazo de grado octavo.

Y, obviamente, contamos con la compañía de

un gran líder como lo es Juan Carlos Bayona,

nuestro rector.

Primero que todo quiero contarles

que no fue fácil conseguir el permiso en mi

casa, por los hechos ocurridos en este pueblo

hace 15 años mis padres estaban algo teme-

rosos por concederme el permiso. Sin embar-

go, después de muchos compromisos de mi

parte, mis padres accedieron a darme la au-

torización. Y es así como el sábado 7 de no-

viembre partimos desde Bogotá rumbo a El

Salado, demorándonos 2 días en llegar debi-

do a que el viaje lo realizamos por carretera.

Llegamos a la vereda El Bálsamo.

Fue muy grato ver que los niños de la escuela

nos estaban esperando. Mi primera impre-

sión fue conocer un mundo totalmente distin-

to a mi entorno, esto debido a que tenían dos

escuelas muy humildes, donde asisten 18

niños que cursan primaria, y sus edades osci-

lan entre los 3 y 15 años. Nos mostraron su

fuente de energía basada en la energía solar,

tuvimos la oportunidad de ver su parque el

cual está algo deteriorado, Nos mostraron los

lugares de dónde sacan su agua para beber,

lavar y todas sus necesidades. Estos lugares

se llaman jagüeyes. Compartimos con los

niños gracias a que la maestra Stefanía llevó

actividades para realizar con ellos. Pese a su

timidez, logramos socializar y compartir gra-

tos momentos con ellos, pudimos conocer un

poco más de sus vidas diarias y el gran es-

fuerzo que hacen para ir al colegio. Lo com-

probamos acompañándolos de regreso a sus

casas en una caminata de aproximadamente

una hora. Allí conocimos las casas donde

hacen el tabaco y luego las historias de dos

personas que vivieron en la vereda durante la

masacre. No quiero detenerme en dar deta-

lles, sólo quiero decir que sentí mucha triste-

za al escucharlos.

Después de un partido con los niños

salimos rumbo al corregimiento de El Salado.

Allí nos recibió la señora Delcy quien nos

acogió en su casa. Después de instalarnos

fuimos a la Fundación Semana donde vimos

las imágenes de la masacre. Allí conocimos a

un señor llamado Luis. Don Lucho nos contó

Sobre mi experiencia en El Salado

María Camila Saavedra

Jonathan Malagón Palacios

Santiago Erazo Cortés

Gloría Josefa Sánchez

Rafael Espinel

Rocío Mahecha Tavera

Manfred Ayure Figueredo

Juan Carlos Bayona Vargas

UNA CRÓNICA DE VIDA

¡Buena educación!

Pioneros

Jonathan Malagón—8° B

Viaje de regreso a Bogotá