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La Venus de las Pieles Por Leopold Ritter von Sacher-Masoch

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LaVenusdelasPieles

Por

LeopoldRittervonSacher-Masoch

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Meencontrabaenamablecompañía.

Venusestaba frenteamí, sentadaanteunagranchimeneaRenacimiento.Esta Venus no era una mujer galante de las que —como Cleopatra—combatieronbajoesenombrealsexoenemigo.No;era ladiosadelamorenpersona.

Recostada en una butaca, removía el fuego chispeante que enrojecía lapalidez de su rostro y losmenudos pies, que acercaba a la llama de vez encuando.

A pesar de su mirada de estatua, tenía una cabeza admirable, que eracuantoyoveíadeella.Sudivinocuerpomarmóreolecubríaungranabrigodepieles,enelcualseenvolvíacomounagatafriolera.

—Nocomprendo,señora—dije—.Enrealidadnohacefrío;haceyadossemanasque llevamosunaencantadoraprimavera.Estaráustednerviosa,sinduda.

—Buena está la dichosa primavera —contestó con voz opaca,estornudando después de una manera deliciosa—. No puedo apenassostenermeycomienzoacomprender…

—¿Qué,graciamía?

—Comienzoacreeren lo inverosímilyacomprender lo incomprensible.Comprendoahora lavirtudde losalemanesysu filosofía,ynomeasombraqueustedes,enelNorte,nosepanamar,sinqueparezcandudarsiquieradeloqueeselamor.

—Permitidme,señora—repliquéconviveza—.Nuncalehedadoaustedningúnmotivo.

Ladivinacriaturaestornudóporterceravezylevantóloshombrosconunagraciainimitable.Luegodijo:

—Porestosoysiempregraciosaparaustedyhastalebuscodetiempoentiempo,aunquemeenfríecadavez,apesardetodasmispieles.¿Teacuerdasaúndenuestroprimerencuentro?

—¿Podré olvidarle? Teníais espesos bucles pardos, ojos negros, boca decoral… Os reconocí en los rasgos de la cara y en la palidez de mármol.Llevabaissiempreunachaquetadeterciopeloazulvioletaguarnecidadepieldeardilla.

—Sí;¡quéencaprichadoestabasconaquelvestidoycuandócileras!

—Vos me enseñasteis lo que es el amor, y el culto divino que osconsagrabametransportabadosmilañosatrás.

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—¿Ynoteguardéfidelidadsinejemplo?—Ahorasetratadeeso.

—¡Ingrato!

—No quiero hacer ningún reproche.Habéis sido unamujer divina, perosiempremujer,yenamor,cruelcomotodas.

—Esquetú llamascruel—replicóconvivezaladiosadeamor—loqueconstituye precisamente el elemento de la voluptuosidad, el amor puro, lanaturalezamismadelamujerdeentregarsealoqueamaydeamarloqueleplace.

—¿Quépuedehabermáscruelparaquienamaque la infidelidaddel seramado?

—¡Ay!—contestó—. Somos fieles en tanto que amamos; pero vosotrosexigísque lamujersea fiel sinamor,queseentreguesingoce.¿Dóndeestáahoralacrueldad,enelhombreoenlamujer?LasgentesdelNorteconcedéisdemasiada importanciayseriedadalamor.Habláisdedeberesdondenohayotracosaqueplacer.

—Sí, señora. Tenemos sobre ese punto sentimientos respetables yrecomendables,y,además,sólidasrazones.

—Ysiemprelacuriosidad,eternamentedespiertayeternamenteinsaciada,de las desnudeces del paganismo; pero el amor, que es lamayor alegría, lapurezadivinamisma,esonolesconvieneaustedeslosmodernos,hijosdelareflexión. Les sienta mal. En cuanto se hacen ustedes naturales, se ponengroseros.Lanaturalezalespareceunacosahostilyhacendenosotras,rientesgeniosde losdiosesgriegos,demímisma,undemonio.Podéisdesterrarme,maldecirme, hasta inmolarme al pie demi altar en un acceso báquico; peroalgunodevosotroshabrátenidoelvalordebesarmislabiospurpurinos.Vaya,por esto, peregrino a Roma, descalzo, con cilicio, esperando que su bastónflorezca,mientrasqueamispiessurgenacadainstanterosas,mirtosyvioletasquenodansuperfumeparaustedes.Quedaosenvuestrasnieblashiperbóreas,entre vuestro incienso cristiano, y dejadnos reposar bajo la lava, no nosdesenterréis,no.Pompeya,nuestrasvillas,nuestrosbaños,nuestrotemplo,nose hicieron para ustedes. ¡Ni siquiera necesitáis dioses! ¡Nos helamos envuestromundo!

Lahermosadamademármoltosióylevantósobresushombroslaoscurapieldecebellina.

—Graciaspor su lección clásica—contesté—;peronomenegaréisque,asíenvuestromundollenodesolcomoennuestrobrumosopaís,elhombreylamujer son enemigos por naturaleza, con los cuales el amor hace durantecierto tiempoun soloymismoser, capazdeunamismaconcepción,deuna

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mismasensación,deunamismavoluntad,paradesunirlosluegomás,yque—yestolosabéisvosmejorqueyo—elquenosepasojuzgaralunoseráprontopisoteadoporelotro.

—Yloqueustedsabemejorqueyo—contestódoñaVenusconarrogantetonodedesprecio—esqueelhombreestábajolospiesdelamujer.

—Seguramente,ydeaquínomehaganingunailusión.

—Loquequieredecirquesoissiempremiesclavosinilusión,porlocualnotendréyomisericordia.

—¡Señora!

—¿Nomeconocéisaún?Sí,soycruel;yaquetantotegustaesapalabra.¿Peronotengoderechoparaserlo?Elhombreeselquesolicita,lamujereslosolicitado.Estaessuventajaúnica,perodecisiva.Lanaturalezalaentregaalhombre por la pasión que le inspira, y lamujer que no hace del hombre susúbdito,suesclavo,¿quédigo?,sujuguete,yquenoletraicionariendo,esunaloca.

—¡Buenosprincipios,hermosaseñora!—repliquéindignado.

—Descansansobrediez siglosdeexperiencia—dijoellaen tonoburlón,mientras en la sombría piel jugaban sus dedos blancos—. Cuanto másfácilmenteseentregalamujer,másfríoeimperiosoeselhombre.Perocuantomás cruel e infiel le es, cuanto más juega de una manera criminal, cuantamenos piedad le demuestra, más excita sus deseos, más la ama y la desea.Siemprehasidoasí,desdelabellaHelenayDalila,hastalasdosCatalinasyLolaMontes.

—Nopuedodejar de convenir—contesté—quenadapuede excitarmásque la imagen de una déspota bella, voluptuosa y cruel, arrogante favorita,despiadadaporcapricho.

—Yqueademásllevepieles—añadióladiosa.

—¿Porquérecordáiseso?

—Conozcotusgustos.

—¿Sabe usted que desde que no nos vemos se ha hecho usted unamagníficacoqueta?

—¿Queréisdecirmeporqué?

—Porquenopuedehabermásdeliciosalocuraqueladeenvolvervuestrodelicadocuerpoenunapieltansombría.

Ladiosasonrió.

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—Ustedsueña—exclamó—.¡Despiértese!—consumanodemármolmecogióporelbrazo—.¡Despierte!—volvióamurmurarrudamente.

Levantélosojosconpena.Vilamanoquemetocaba,perolamanoeradecolor de bronce y la voz, áspera, de bebedor de aguardiente, era la de miantiguocosaco,quecon todasu talladecercadeseispiesse levantabaantemí.

—Levánteseusted—seguíadiciendoelbuenhombre—.Esunaverdaderavergüenza.

—¿Elqué?

—Dormirse vestido con un libro al lado —apagó las bujías casiconsumidasyrecogióelvolumencaído—,conunlibro—consultólacubierta—deHegel.Además, eshorade ir a casadedonSeverino,quenosesperaparaelté.

—¡Extraño sueño! —dijo Severino cuando acabé—. Descansó el brazosobremirodillamientrascontemplabasushermosasmanosdedelicadasvenasyseabismóenunameditaciónprofunda.

Yo sabía que desde hacía mucho no se podía mover, que apenas teníaalientos,habiendollegadoalpuntodequesuconductanoteníanadaderaropara mí, porque al cabo de tres años mantenía con él relaciones de buenaamistad y me había acostumbrado a todas sus originalidades. Nadie podíanegarqueeraextraño,lococasipeligroso,pasandocomotal,nosóloentresusamigos,sinoentodoelcírculodeColomea.Paramí,suexistencianosóloerainteresante, sino hasta simpática, lo que hacía que yo también pasara paraalgunosporalgoloco.

Siendounseñorde laGalitzia,propietario, joven,puesapenaspasabadetreinta años, daba pruebas de una singular sobriedad de vida, de ciertaseveridadyhastadeciertapedantería.Vivíaconunaminuciosidadexageradasegún un sistema medio filosófico, medio práctico, regular como un reloj,comoel termómetro, el barómetro, el anemómetro, el higrómetro, según lospreceptosdeHipócrates,Hufeland,Platón,Kant,KniggeyLordChesterfield,conlocualteníaavecesviolentosaccesosdeímpetu,enmediodeloscualesintentabaromperselacabezacontraelmurosialguiennoloevitara.

Sumidoensumutismo,elfuegocrepitabaenelhogar,cantabaelgrandeyvenerable samovar, crujía la butaca ancestral en que yo me balanceabafumando,cantabaelgrilloenlosviejosmurosyyodejabacaermismiradasenelextrañomobiliario:esqueletosdeanimales,pájarosdisecados,escayolasyvaciadosamontonadosensudespacho,cuandode repenteatrajomivistauncuadroquehabíavistoconfrecuencia,peroqueprecisamentehoymeprodujounefectoindeciblealaluzrojizadelfuegodelachimenea.

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Eraunapinturaalóleo,tratadaconlahabilidadypotenciadecoloridodelaescuelabelga.Suasuntoeramuycurioso.

Una hermosamujer con una risa radiante que la alumbraba el rostro, deopulenta cabellera trenzada en nudos antiguos, en la cual el polvo blancoaparecía como una escarcha ligera, descansaba la cabeza sobre el brazoizquierdo,desnudaentreunaoscurapelliza.Sumanoderechajugabaconunafusta,ysupie,desnudo,reposabadescuidadosobreunhombre, tendidoanteellacomounesclavoounperro;yestehombre,derasgosacentuados,perodebuen dibujo, en los que se leía una profunda tristeza y una devociónapasionada, alzaba hacia ella los ojos de un mártir, exaltado y ardiente. Elhombre,taburetevivobajolospiesdelamujer,noeraotroqueSeverino,perosinbarba,conloqueparecíatenerdiezañosmenos.

—¡LaVenusdelaspieles!—exclamé,señalandoelcuadro—.Talcomolaviensueños.

—Yo también —replicó Severino—. Sólo que yo soñé con los ojosabiertos.

—¿Cómoeseso?

—¡Ay!Esunatristehistoria.

—Tucuadrohadadoasuntoamisueño—continué—.Perodimedeunavez lo que significa; quizá ha desempeñado en tu vida un papel capital. Encuantoalosdetalles,losaguardodeti.

—Examina bien la pareja—replicó mi extraño amigo sin atender a mipregunta.

La pareja representaba una admirable copia de la Venus del Espejo, delTiziano,enlagaleríadelHermitagedeSanPetersburgo.

—¿Adóndevasaparar?

SeverinoselevantóyseñalóconeldedolapielenqueTizianoenvuelveasudiosadeamor.

—Mira también laVenusde laspieles—dijoconunafinasonrisa—.Nocreo que el viejo veneciano posara jamás la vista sobre el original. Hizosencillamente el retrato de una Mesalina de rango, y tuvo la galantería dehacer que el Amor sostuviera el espejo en que examina sus encantosmajestuososconunplacerindiferente,tareaqueparecesermuypenosaparaelniño.Más tarde, un inteligente cualquiera de la época rococó, bautizó a ladama con el nombre de Venus, y la piel en que Tiziano envolvió el lindomodelo,másportemoraunconstipadoqueporpudor,seconvirtióensímbolodelatiraníaycrueldadqueocultanalamujerysubelleza.Sealoquequieradelcuadro,serevelaantenosotroscomolamáspicantesátiradenuestroamor;

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ennuestroNorte abstracto, en estemundocristianohelado,Venus tienequeenvolverseenunabuenapellizasinoquiereresfriarse.

Severinoseechóareíryencendióotrocigarro.

Entretantolapuertaseabrió,yunarubitaencantadora,deojosdespiertosysimpáticos,vestidadesedanegra,entró,trayendofiambresyhuevosparaeldesayuno.Severinotomóunoylepartióconelcuchillo.

—¿No te tengo dicho que los quiero poco cocidos?—exclamó con talviolenciaquehizotemblaralajoven.

—PeroqueridoSewtschu—dijoellacontimidez.

—¿Qué Sewtschu? Lo que tienes que hacer es obedecer, obedecer.—Ydescolgóelkantschuckquependíaentrelasarmas.

Lalindafigurahuyócomounacorza,tímidayligera.

—Esperaunpocoytecojotodavía.

—PeroSeverino—dijeposandomimanosobresubrazo—,¿cómopuedestratarasíaunamujertanencantadora?

—Examinaunpocoalamujer—replicóguiñandofinamentelosojos—.Silahubieseacariciado,meestrangularía;perocomolaheeducadoconellátigo,meadora.

—¡Absurdo!

—Exacto.Asíescomohayqueeducaralasmujeres.

—¡Muybien!Vivecomounpachaentuharén,peronomehagasteoríassobre…

—¿Por qué no? —exclamó con viveza—. Las palabras de Goethe,«deberás ser yunque o martillo», no tienen mejor aplicación que a lasrelaciones entre hombre y mujer. Doña Venus te lo dijo tambiénincidentalmente en sueños. En la pasión del hombre reposa el poder de lamujer,yéstasabráaprovecharsedesuventajasiaquélnoseponeenguardia.Sóloquedaescoger: tirano,oesclavo.Apenasseabandone, tendrá lacabezabajoelyugoysentiráellátigo.

—¡Singularesmáximas!

—Nosonmáximas,sinoresultadosdelaexperiencia—añadióbajandolacabeza—.Yofuiseriamentemaltratadoycuré.¿Quieressabercómo?

Se levantó y tomó de un mueble macizo un pequeño manuscrito, quecolocóenlamesaantemí.

—Acabasdepedirmequeteexplicaraelcuadro.Tedebohacetiempoesa

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explicación.Leeesto.

Severino fue a sentarse cerca del fuego, dándome la espalda, y pareciósoñarconlosojosenteramenteabiertos.Reinabanuevamenteelsilencioenlahabitación,el fuegochisporroteabaenelhogar,elsamovaryelgrillode losviejosmuroscantaban.Abríelmanuscritoyleí:

Confesionesdeunultra-sentimental

Al frente del manuscrito, unos célebres versos del Fausto servían deepígrafe:

¡Oh,tú,sensualseductorultra-

sentimental!Unamujertellevaporla

puntadelanariz.

Mefistófeles.

Volvílahojayleí:

«He sacado lo que sigue demi diario de entonces, porque es imposiblevolversobrelopasadodeunamaneraimparcial;asíesquetodasestaspáginasposeenlafrescuradecolordeantaño,elsabordelaactualidad.»

Gogol,elMoliereruso,diceenalgúnlugar:«Laverdaderamusacómicaesaquellacuyaslágrimascorrenbajolamáscara.»

¡Palabrasadmirables!

Miestadodealmaesasídeextrañomientrasescriboestaspáginas.Elairemeparecellenodeunolordeflorespenetrante,quemeaturdeyhacequemeduelalacabeza;elhumodelachimeneaoscila,ysusespiralesseredondeanformando gnomos de barba gris que me señalan con el dedo burlándose,amorcillos mofletudos que cabalgan sobre el respaldo de mi silla y misrodillas, que me hacen reír en tanto escribo mis aventuras. Y eso que noescribocontintaordinaria,sinoconlasangreescarlataquedestilamicorazón,porque todas las llagas,hace tiempocicatrizadas,sehanvueltoaabrir,ymicorazónpalpitaysufre,yacáyalláunalágrimacaesobreelpapel.

LosdíaspasanmuylentosenlosbajosCárpatos.Noseveanadie,ninadielo ve a uno.Difícil sería escribir un idilio.Me proponía organizar aquí unagalería de cuadros, un teatro con repertorio nuevo para toda una estación,conciertos virtuosos, dúos, tríos; pero —¿dónde voy a parar?— apenas hellegado a preparar la tela, a encerar el pavimento, a disponer el papel demúsica,porque, ¡ay!, ¿lodiré?—no tengo, amigoSeverino, falsavergüenzadementiranadie,peronoconsigueunoengañarseasímismo—;nosoy,casi,otracosaqueundilettanteenpintura,enpoesía,enmúsicayotrospretendidosconocimientos inútiles que proporcionan a los maestros el sueldo de un

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ministro,¿quédigoministros?,pequeñospotentados.Pero,antetodo,soyundilettanteenamor.

Hastaahoraheamadolomismoquehepintadoyhehechoversos,loquequiere decir que no pasé nunca de la impresión, el plan, el primer acto, laprimeraestrofa.Hayhombresqueemprendenunacosaynolaacabannunca;yosoydeésos.

¿Peroquiénestácantandoahora?

Veamos.

Salgoamiventanayencuentroelnidoenquemedesespero,enteramentepoético.¡Quévistaladelascimasazulestejidasdeorosolardelasmontañas,atravésdelascuales,comobandasdeplata,ruedanlostorrentes;yquéclaroazul es el cielo, hacia el que se levantan las crestas nevadas; qué verdes yfrescaslasladeras,lospradosenquepacenlosrebaños;cómoamarilleanmásabajolostrigos,entreloscualesseinclinanyseenderezanlasfigurasdelossegadores!

Lacasadondevivoestásituadaenunparquedeplacer:unbosque,oundesierto,comoquierallamársele;tantoesdesolitario.

Vivimosporjuntoenella:yo,unaviudadeLemberg,laseñoraTartakuska,unaancianitaquededíaendíaenvejeceyseencoge,unperroviejoyungatojovenquejuegaconstantementeconunovillo,depropiedad,mefiguro,delaguapaviuda.

Laviudaesaunverdaderamentebella,joventodavía—lomás,veinticincoaños— ymuy rica. Vive en el primer piso; yo vivo en el bajo. Sus verdespersianas siempre están caídas y tiene un balcón adornado de plantastrepadoras;peroyotambiéntengomiíntimonido,enelcualleo,escribo,pintoy canto, como un pájaro en las ramas. Desde él veo el balcón donde, decuandoencuando,apareceuntrajeblancoentrelasverdesypoéticasmallasdelasplantas.Enverdad,labellaqueviveporencimademímeinteresamuypoco, porque estoy perdido por otra, desesperadamente perdido,más que elcaballeroEggenpurg,másquedesGrieuxenManonLescaut.Mibienamadaesunapiedra.

Eneljardín,enelestrechoretirosolitariohayunarientepraderitaenquepace tranquila una pareja de corzos domesticados. En esta pradera hay unaestatua de Venus, en piedra, cuyo original me parece que se encuentra enFlorencia.LatalVenuseslamáshermosamujerquehevistoenmivida.

Noquiere estodecirmucho,puestoquehevistopocasmujeresymenosqueseanguapas.Además,enamorsoytodavíaundilettantequenohapasadonuncadelospreliminaresdelprimeracto.

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Dejemos, pues, el superlativo; como si lo que es bello pudiera serexcedido.

LaVenuseshermosaylaquierotanapasionadamente,tandolorosamente,tanprofunda,tanlocamente,comosepuedeamaraunamujer;yellarespondeaesteamorconunasonrisaeternamentesemejante,eternamentetranquila,unasonrisadepiedra.Enunapalabra:laadoro.

Aveces,cuandoelsollanzasuscálidosdardossobrelosbosquecillos,metiendoalasombradeunacopudahaya,yleo.Amenudo,visitodenocheamifríaycruelbienamada,mearrodilloanteella, apoyada la cara sobre la fríapiedraenquedescansansuspies,yladirijoplegarias.

El espectáculo es inexpresable cuando la luna—que ahora está llena—sale transparentándose entre los árboles. La pradera se inunda de reflejosargentados,yladiosapareceirradiarlaluzdulcísima.

Una vez, al volver a mi cuarto, a través de una de las avenidas queconducen a la casa, vi de repente una forma femenina, tan blanca como lapiedra,iluminadaporlaluna.Tansólolaseparabademílaverdemuralla.Meparecióquemibellamujerdemármolteníalástimademíymeseguíaviva;peromesobrecogióunaagoníasinnombre,micorazónamenazabaromperseydejódelatir.

Sí;verdaderamentesoyundilettantequenosabesalirdelsegundoverso.Peroenlugardequedarclavado,huitandeprisacomopude.

¡Vayaunaaventura!Unjudío,vendedordefotografías,mehapuestoenlasmanoselretratodemiideal.¡LaVenusdelEspejo,delTiziano!¡Quémujer!¡Hedeescribirunapoesía!Tomolahojayescriboaldorso:

LaVenusdelaspieles.

«Tienesfrío,¡oh,tú,quehacesnacerlasllamas!

Envuélveteentupellizadedéspota,queanadieconvienemejorqueati,diosacrueldeamorydebelleza.»

Pocos instantes después adopté unos versos de Goethe, que había leídohacíapocoenlosparalipómenossobreFausto:

ALAMOR

Llevadosalasfalsas;

susflechassonlasgarras,

sucoronaocultasastas;

es,sindisputa,

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comotodoslosdiosesgriegos

undemoniodisfrazado.

Coloqué el retrato ante mí sobre la mesa, descansando en un libro y lecontemplé.

La fría coquetería con que la gran señora envuelve sus encantos en unaoscurapieldecebellina;elvigoryladurezaquereinanensucarademármol,mellenabanalavezdeencantoyhorror.

Tomélaplumayescribí:

«Amar, ser amado, ¡qué fortuna! ¡Y conqué resplandor brilla esta dichacomparadaconlacruelfelicidaddeadoraraunamujerquehacedenosotrosunjuguete,deserelesa!»

Me desayuné bajo la bóveda verde y me puse a leer el libro de Judit,envidiando el furor deHolofernes elGentil, la realmujer que le decapitó yhastasuhermosamuerte.

«Dioslecastigóponiéndoleenmanosdeunamujer.»

Mechocaestafrase.

¡Cuánpocogalanteslosjudíos!SuDiospudoelegirmejorexpresiónparaelbellosexo.

«Dios le castigó poniéndole en manos de una mujer», me repetía entretanto.¿Quépodríahaceryoparaquemecastigase?

¡AlabuenadeDios!Heaquíquevienenuestravieja.Cadadíaquepasalareducemás.Arriba,entreelenredijodelosverdestallos,otravezflotaeltrajeblanco.¿EsVenusolaviuda?

Esta vez debe ser la viuda, porque la señora Tartakuska hace unareverencia y me busca en su nombre para que le preste libros. Corro a mihabitaciónytomounpardevolúmenes.

YaestardecuandorecuerdoqueelretratodeVenusvaentreunodeellos.Ladamablancaseenterarádemisexpansiones.

¿Quéseráloquediga?

Laoigoreír.

¿Demí,acaso?

¡Plenilunio!Elastroapareceyasobrelacimadelosabetosquebordeanelparque;unvaporargentadoenvuelvelaterraza,losgruposdeárboles,todoelpaisaje,hastaperdersedevistaenladistanciacomounaondapalpitante.

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No puedo resistir; todo estome atrae yme llama tan extrañamente, quevuelvoavestirmeyrecorroeljardín.

Medirijohacialapradera,lasuya,demidiosa,labienamada.

Lanocheesfresca.Meestremezco.Elaireestácargadodearomadefloresymaderas.Embalsama.

¡Qué calma! ¡Quémúsica alrededor! Un ruiseñor se queja. Las estrellaspalpitandulcementeconunbrilloazulpálido.Lapraderapareceunespejo,lacapaheladadeunestanque.

AugustayradianteselevantalaimagendeVenus.

¿Peroquéesesto?

De lasespaldasmarmóreasde ladiosadesciendehastasuspiesunagrancapaoscuradepieles.Quedoestupefactoalpiedeella;denuevoseapoderademíuntemorindescriptibleaestamujer,eintentoemprenderlafuga.

Apresuroelpaso.Observoentoncesquemeheequivocadodeavenida,yalvolver lateralmente por una senda, me encuentro cara a cara con Venus; lahermosamujer de piedra, ¡no!; la verdadera diosa de amor, cuya sangre escaliente,cuyopulsolate,erguidaantemíenunbancodepiedra.Sí,sindudaya me ama, como aquella otra estatua que se animó para su autor. Ya laprimera sorpresa ha desaparecido.Lablanca cabellera de la diosa parece depiedratodavía;sublancovestidobrillacomolaluna—anoserunefectodelaseda—y caede sus espaldas la piel sombría.Pero sus labios son rojos, susmejillasestáncoloreadas,caendesusojosdosrayosverdes,diabólicos,sobremí,yríe.

Surisaesextraña;nadie,¡ay!,podríadescribirla;mequitalarespiración,huyodenuevo,acadainstantemeveoobligadoadetenermepararespirar,ysurisaburlonamepersiguesiempreatravésdelossombríossenderos,enlapraderaalumbrada,enlafrondaoscura,dondesólopenetranalgunosrayosdeluna. He perdido el camino,me extravío cada vezmás, y gruesas gotas desudorformanperlasenmifrente.

Meparo,porúltimo,ymeentregoauncortomonólogo.

Siempreunoesconsigomismoomuyamableomuygrosero.

Soyunasno,medigo.

Estapalabraejerceunagraninfluencia,poseecasiunaacciónmágicaquemehacevolverenmí.

Enunguiñardeojosmetranquilizo.

Vuelvoarepetirmealegre:¡asno!

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Entoncestodoapareceparamíclaroydistinto:aquíestálafuente,allílosmatorrales,másallálacasa,enqueentrolentamente.

Denuevo,burlona todavía,bajoelverdora travésdelcualbrilla la luna,comosobreelmurobordadodeplata, la formablanca, lahermosamujerdepiedraaquienadoroytemo,antelaquehuyo.

Endoszancadasmehepuestoenlacasa.Respiroyreflexiono:

¿Quéesloquesoy,enrealidad,ahora?¿Unpequeñodilettanteoungranasno?

Lamañanaessofocante,elaire llenodeexcitantesaromas.Mesientodenuevo bajo mi dosel de madreselvas, y leo en la Odisea la historia de laencantadora que transformó a su adorador en bestia. ¡Deliciosa imagen delamorantiguo!

Undulceestremecimientopasaenlasramasyenlosramos; lashojasdemilibroselevantanyseescuchaunfrú–frúenlaterraza.

Esunvestidodemujer.

He aquí aVenus sin las pieles; no, esta vez es la viuda, y sin embargo,Venustambién.¡Oh,quémujer!

¡Cuán bien le sienta su blanco y ligero peinador, cómo levanta sus ojoshaciamí,quépoéticasypreciosasparecensersusnoblesformas!Noesaltanibaja;sucabezaesmástentadora,máspicante—enelgustodeltiempodelasmarquesas francesas— que estrictamente bella, pero de todos modosarrebatadora.¡Quédulzura,quépreciosatravesuraseleeentodaella,hastaensupequeñaboca!Supielestanfina,queesfácildistinguirlasvenasazules,inclusoatravésdelamuselinaquecubresusbrazosysugarganta.¡Cómocaesucabellerarojaenricosbucles,nirubiosnidorados,jugandolosrizossobresu nuca, diabólicos, pero adorables! Sus ojos me lanzan verdes destellos;porque son verdes sus ojos, de dulce potencia indescriptible, verdes comopiedraspreciosas,comolosprofundoslagosdelasmontañas.

Ella nota la confusión que me hace tan descortés—sentado y cubiertocomopermanezco—ysonríemaliciosamente.

Porfinmelevantoylasaludo.Seaproximayseechaareírcomounniño.

Yobalbuceo,comosólopuedebalbucearunpequeñodilettanteounasnogrande.

Asífuecomonosconocimos.

Ladiosamepreguntaminombreydeclinaelsuyo.

SellamaWandadeDunaiew.

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EsverdaderamentemiVenus.

—Pero,señora,¿cómoseosocurrióaquello?

—Graciasalaestampadevuestrolibro.

—Nomeacordabaya…

—Aquellascosasextrañasdelreverso…

—¿Extrañas,porqué?

Memiró.

—Siempremehagustadoconocer loextravagante,por capricho,yustedmepareceunodelosmayoresextravagantesdelmundo.

—Enesecaso,señoramía…

Nuevamente se apoderó de mí la fatal idiótica tartamudez, y un ruborexcusable en un adolescente de dieciséis años, pero no en quien tiene diezañosmás.

—Estanochetuvoustedmiedodemí.

—Esverdad,noloniego.Pero¿noquiereustedsentarse?

Sesentó,saboreandomiagonía,porqueyoteníamásmiedoahoraenplenodía.Sulabiosuperiorbosquejabaunasonrisaprovocativayburlona.

—Ustedveelamor,yantetodo,lamujer—comenzóadecir—comoalgohostil, algo contra lo que uno se defiende inútilmente, pero cuyo poder sesientecomoundulcetormento,comounacrueldadpenetrante.

—¿Noesusteddelamismaopinión?

—No —respondió viva y categóricamente, sacudiendo la cabeza demaneraquesusbuclesseagitaroncomollamas—.Elgocesindolor,laserenasensualidadgriegaeselidealqueprocurorealizarenmivida,ynocreoenelamor que predican al espíritu el Cristianismo, los modernos, las almascaballerescas. Sí, miradme una vez más; soy más que un hereje, soy unapagana. «¿Crees tú que la diosa del amor haya resplandecido nunca comocuandoquisoresplandecerparasuAnquisesenelbosquesagradodelmonteIda?» Estos versos de la elegía romana de Goethe me chocaron siempremucho.En la naturaleza sólo se encuentra el amor de los tiempos heroicos,«cuandolosdiosesylasdiosasseamaban».Entonces«elapetitoseguíaalamirada,elgocealapetito».Todolodemásesamanerado,afectado,falseado.EnelCristianismo, lacruz,elemblemade lacruz,paramíespantable, tienealgodeextraño,deenemigodelanaturalezaysusinocentesimpulsiones.Laluchadelalmacontraelmundosensualeselevangeliodelmundomoderno.Noquierosaberdeello.

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—Sí, señora; su puesto de usted está en el Olimpo—repliqué—. Peronosotros,losmodernos,nopodemossoportarlaantiguapureza,porlomenos,enamor.Laideadeposeerconjuntamenteconotrosaunamujer,asíseaunaAstasia, nos indigna. Somos celosos como nuestro Dios. Así es como elnombrede laadmirableFriné sehaconvertidoparanosotrosenuna injuria.Nosotrosbuscamosunapobreypálida jovencita, a loHolbein,que sólo seaparanosotros,ynounaVenusantigua,pormuyhermosaquepuedaser,quehoyameaAnquises,mañanaaParis,alsiguienteaAdonis;ysilanaturalezatriunfa en nosotros, si nos entregamos en un acceso de pasión a semejantemujer,sualegríadevivirnosparecesatanismo,crueldad,yvemosennuestradeliciaunpecadoquedebemosexpiar.

—Asíescomosueñanustedeslamujermoderna,mujercitashistéricasqueensucaminodesonámbulashaciaunhombreidealsoñadonolleganaestimaral hombre mejor, y que, en medio de sus lágrimas y sus luchas, faltandiariamente a sus deberes cristianos, hoy engañadas y engañadorasmañana,siemprebuscadasyeligiendoysiemprefracasadasenlaeleccióndesuamor.Esasmujeresnisonnuncadichosasnidanlafelicidad,acusandoalafatalidadsiempre, en tanto que yo, para estar tranquila, quiero amar y vivir comoHelenayAspasiavivieron.Lanaturalezanohahechodurableslasrelacionesdelhombreylamujer.

—Señoramía…

—Déjemeconcluir.Sóloeselegoísmodelhombre,quequiereenterraralamujer como un tesoro. Toda tentativa para asegurar el amor, medianteceremoniassantas,juramentosypactosdurablesenelcambioconstantedelaexistencia humana, constituye un desastre. ¿Me negará usted que nuestromundocristianohaentradoenlaputrefacción?

—Pero…

—Ustedquerrádecirqueelindividuoqueselevantecontralaorganizaciónsocial será expulsado,marcadoconunhierro candente, lapidado.Muybien.Yo me burlo de ello, mis máximas son paganas, quiero seguir mi vida.Renuncio a vuestro hipócrita respeto, ymarcho adelante para ser feliz. Losinventoresdelmatrimoniocristianotuvieronrazóndesdeestepuntodevista,lomismo que cuando inventaron la inmortalidad. Sin embargo, no por ellopiensovivireternamente,ycuando,conmiúltimosuspiro,todohayaacabadoacáabajoparaWandaDunaiew,¿quéventajasacarédequemiespíritucanteenuncorodeángelesodequemiscenizastomenunanuevaexistencia?Deunouotromodo,yonorenacerétalcomosoy,demodoquehederenunciaraaquellaconsideración. ¿Perteneceraunhombreaquiennoamo, sólopor larazóndequeleaméalgunavez?No,norenunciaré;amoaquienmeplaceylehago dichoso. ¿Acaso es repugnante esto?No; por lomenos esmuchomás

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hermosoquesimeregocijaradeltormentocruelqueprovocanmisencantos,ymedesviara,virtuosa,deldesgraciadoqueseconsumepormí.Soyjoven,ricaybella,yvivosóloparaelgoceyelplacer.

En tanto que ella hablaba, bollándola los ojosmaliciosamente, yo habíacogidosusmanossinsaberquéhacerdeellas,ycomounverdaderodilettante,prontoacabé,dejándolaslibres.

—Meencantavuestralealtad—dije—ysólo…

Denuevomalditodilettantismoahogabamispalabras.

—¿Quéquiereusteddecir?

—¿Quéquiero?Sí,quería…,disculpadme,señora,siosheinterrumpido.

—¿Cómoeso?

Hubo una larga pausa, durante la cual ella discurrió un monólogo que,traducidoamiidioma,seresumíaenestapalabra:«¡asno!»

—Simepermiteusted,señora—continuéalfin—,¿cómohallegadoustedaesasideas?

—Muysencillamente.Mipadreeraunhombremuysensato.Desdelacunamehevistorodeadadeesculturasantiguas.AlosdiezañosleíayoGilBlas;alosdoce,LaPucelle.Comootros,durantesuinfancia,hablandelPulgarcito,deBarbaAzul,de laCenicienta,yonombrabaaVenusyApolo,HérculesyLaocoonte,comoamigosmíos.Mimaridoeraunanaturalezapurayanimada;la incurable enfermedad que pesó sobre él poco después de nuestromatrimonio,jamáspudovelarsufrenteunasolavezdeunamaneraduradera.Lavísperadesumuertemetomóaúnensulecho,ydurantelosmuchosmesesenqueseextinguiósobreunsillónderuedas,medecíaamenudo,bromeando:«¿Tienes ya un adorador?» Yo enrojecía de vergüenza. «No me engañes»,añadió una vez. «Eso es repugnante; pero busca un buen mozo, o mejor,muchos.Eresunabuenamujer;pero,comounaniña,necesitasjuguetes.»Noseránecesariodecirleaustedque,mientrasélvivió,nohuboadorador;peroasíhizodemíloquesoy:unagriega.

—Unadiosa—interrumpí.

Sonrió.

—¿Cuál,porventura?—Venus.

Meamenazóconeldedoyfrunciólascejas.

—LaVenusdelaspieles.Aguardad,tengounapellizaenormeconlaquepuedotaparosenteramenteyenlaqueoscogerécomoenunared.

—¿Creeusted—repliqué conviveza, al ocurrírseme loque toméporun

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buenpensamiento,siendo,enrealidad,trivialyabsurdo—;creeustedquesusideaspuedanrealizarseennuestraépocayqueVenusseatrevaimpunementeapasearsubellezaysupurezasinvelosenferrocarrilesytelégrafos?

—No; velada, ciertamente, no; pero entre pieles —exclamó riendo—.¿Quiereustedverlasmías?

—¿Yluego?

—¿Cómoluego?

—Hombreshermosos,purosyfelices,comolofueronlosgriegos,nosonposibleshoysinoteniendoesclavosquehaganparaelloslapocopoéticatareadelavidadiariayque,antetodo,trabajenparaellos.

—Sin duda alguna —replicó con malicia—; pero ante todo, una diosaolímpicacomoyonecesitaunejércitodeesclavos.¡Cuidado!

—¿Dequé?

Yomismome asusté del atrevimiento con que lo dije; pero no ella, queentreabrióunpocoloslabios,dejandoverlablancadentadura,ydijoconuntonoligero,comounacosasinimportancia:

—¿Queréissermiesclavo?

—Enamor—repliquéyoconsolemnesinceridad—nohayyuxtaposición,ysisemedejaoptarentremandarosermandado,meparecemuyirritanteserelesclavodeunabellamujer.¿Dóndeencontraríayolamujerque,sinejercersu influencia mediante mezquinas querellas, dominase absoluta, perotranquilamente,guardandoconcienciadesímisma?

—Sinembargo,noseríadifícil.

—Ustedcree…

—Yo… por ejemplo —dijo riendo y echándose hacia atrás—, tengodisposicionesdedéspota…tambiénposeolapellizaindispensable…Pero¿deveras?¿Tuvisteissinceramenteestanochemiedodemí?

—Sinceramente.

—¿Yahora?

—Ahora,sinceramente,sigoteniéndole.

Día por día, estamos juntos Venus y yo; completamente juntos:desayunamos en "mi bosquecillo y tomamos el té en su gabinete, dándomeocasióndedesplegarmispequeños, pequeñísimos talentos. ¿Conquéobjetomeinstruíyoentodoslosramosdelosconocimientoshumanos,meensayéentodaslasartes,noposeyendounaencantadoramujercita?

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Pero ésta no tiene nada de pequeña y me impone de una maneraprodigiosa.Hoyhedibujadosu retratoyhecomprendidoseriayclaramentecuan poco está hecho nuestro peinadomoderno para su cabeza de camafeo.Tienepocoderomano,peromuchodegriegoenlasfacciones.

Tan prontome complazco en pintarla de Psiquis, tan pronto de Astarté,dando siempre a sus ojos una expresión exaltada o semilánguida devoluptuosidadextinguida;peroellaquieredetodasverasunretrato.

Ahoraquieroponerlaunaspieles.

¡Ay!¿Paraqué,sinoparaella,puedehacerseunapellizareal?

Estabaayertardeconellaleyéndolelaselegíasromanas.Prontoabandonéel libro y me puse a hacer algunas reflexiones. Parecían agradarla; hastaparecíaestarpendientedemislabios,ysusenopalpitaba.

¿Mehabréequivocado?

Lalluviaheríamelancólicalosvidrios,yenelhogarelfuegorecordabaelinvierno, trayéndome a lamemoria hasta tal puntomi patria que, olvidandoporunmomentotodorespeto,besélamanodelahermosa,sinqueellahicieraoposición.

Entonces me senté a sus pies y me puse a leerle un poemita que habíaescritoparaella:

LAVENUSDELASPIELES

Posaelpiesobretuesclavo,

mitológicamujer,diabólicamenteencantadora;

tiendetucuerpodemármol

entrelosmirtosyagaves.

Estavezestoysegurodequepasédelaprimeraestrofa;peroporlanocheme pidió el manuscrito y me he quedado sin copia, de suerte que sólomeacuerdodelprincipio.

Tengo una curiosa sensación. Me parece que no estoy enamorado deWanda. Por lomenos en nuestra primera entrevista no experimenté ningunapasiónalversusojosabrasadores.Pero tambiénexperimentoquesubellezaextraordinaria,verdaderamentedivina,metiendemagníficasemboscadas.Noesestounaatraccióndelcorazón,quenazcaenmí;es sujeción física, lenta,pero,porlomismo,completa.

Yosufrocadadíamásyellanohaceotracosaquereír.

Hoymehadichoderepente,sinningúnmotivo:—Meinteresausted.La

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mayoría de los hombres son vulgares, sin entusiasmo, sin poesía; usted, encambio, posee cierta profundidad y exaltación, y, sobre todo, una gravedadquemesientabien.Quizáletomeaustedafección.

Pasadaunanubedeverano,vamosavisitar juntoslapraderaylaestatuadeVenus.Latierraexhalavaporesanuestroalrededor,lasnubessubenenelcielocomoelhumodeunsacrificio,flotanenelairelosrestosdelarcoiris,los árboles gotean aún; pero los pájaros saltan de rama en rama gorjeandocomoregocijadosdealgúngranacontecimiento,ytodoestállenodearomadefrescor.No podemos avanzar por la pradera, porque está llena de humedad,aunquepareceresplandecientedesolcomounestanque,sobrecuyoespejoselevanta la diosa de amor. Alrededor de su cabeza danza un enjambre demoscardonesque,entrelosrayosdelsol,parecenformarlaunaaureola.

Wanda se regocija de ello, y como los bancos del paseo están todavíahúmedos,seapoyaenmibrazoparadescansar.Unadulcelaxitudseextiendeportodosuser,susojosestánentornados,sualientorozamimejilla.

Latomodelamano,ysinsabersileagrada,lepregunto:

—¿Podríaustedamarme?

—¿Por qué no?—replica descansando unmomento sobremí sumiradatranquila.

Un instantedespuésmearrodilloanteellayoprimomi rostroarrebatadosobrelamuselinaperfumadadesutraje.

—Pero,Severino,estoesinconveniente.

Contodo,meapoderodesumenudopieypegoenélmislabios.

—¡Cada vez peor! —exclama desprendiéndose y huyendoprecipitadamente a casa, mientras su deliciosa zapatilla queda entre mismanos.¿Seráunpresagio?

Entodoeldíameheatrevidoaacercarmeaella;aloscurecer,sentadoenmi bosquecillo, vi de improviso su graciosa cabeza roja a través de lastrepadorasdesubalcón.

—¿Cómonovieneusted?—medecíaimpaciente.

Subí la escalinata. Al llegar arriba perdí nuevamente valor y llamé contimidez.Ellanodijonada,peroabrióyaparecióenelumbral.

—¿Ymizapatilla?

—Está…tengo…quiero—balbuceé.

—Vayaustedabuscarla;despuéstomaremoseltéycharlaremos.

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Cuandovolví,estabapreparadoelté.Puselazapatillasolemnementesobrelamesaymequedéenunrincón,comounniñoqueaguardaelcastigo.

Notéquesufrenteestabaalgoarrugadayquesubocateníaunaexpresiónentreseveraeimperiosaquemeencantaba.

Unavezmásseechóareír.

—Demodo…¿queestáustedverdaderamenteenamorado…demí?

—Sí,ysufroloqueustednopuedesospechar.

—¿Sufreusted?—yvolvióareírse.

Yoestabasublevado,confuso,aniquilado,peroinútilmente.

—¿Quéeseso?—prosiguió—.Yosoybuenaconusted, todacorazón—mediolamanoymeexaminóamistosamente.

—¿Quiereustedsermimujer?

Wandamemiró,¡conquéojos!Meparecióasombradayunpocoburlona.

—¿Dedóndesacaustedtantaaudacia?

—¿Audacia?

—Sí,audaciasinigual,audaciadetomarmujer,yparticularmenteamí—luegolevantóenelaire lazapatilla—.¿Tanprontosehafamiliarizadoustedcon esto? Pero, bromas a un lado, ¿verdaderamente quiere usted casarseconmigo?

—Sí.

—Entonces,Severino,esunahistoriasincera.Creoserlequeridaausted,comousted loesparamí,y, loqueesmejoraún,nos interesamoselunoalotro.Nohayahoraningúnpeligrodequenoshastiemos;peroyasabeustedqueyosoyunamujerfrívolaque,porlomismo,tomaelmatrimoniomuyenserio,yquesiasumedeberes,quieretambiénpoderloscumplir.Perotemoqueseausteddesgraciado.

—Yoleruegoqueseaustedlealparamí.

—Lehehabladoaustedlealmente.Nocreopoderamaraunhombremásde…—inclinólacabezaconairedescorazonado,yreflexionó.

—Unaño.

—¿Enqueestáustedpensando?…Unmesquizá.

—¿Niamí?

—¿Austed?Quizádosmeses…

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—¿Dosmeses?

—Dosmeses,muylargos.

—Señora,esunafrasedignadelaantigüedad.

—Yaveustedcómonopuedesoportarlaverdad.

Wandacruzó lahabitación,volvióaapoyarseen lachimeneaymemiró,recostandosubrazosobreelmármol.

—¿Quéquiereustedquehaga?

—Loqueustedquiera—respondíconresignación—;loqueledégusto,

—¡Quéinconsecuente!—exclamó—.Primeromepideustedpormujeryluegoseofreceustedamícomounjuguete.

—Wanda,osquiero.

—Volvemos al punto de partida. Ustedme ama yme quiere pormujer;peroyonoquiero contraer ningúnnuevomatrimonio, porquedudoquemissentimientosylosvuestrospuedanserduraderos,

—¡Peroyoquierocorrerelriesgoconusted!

—Entoncessetratadesabersiyomismaquierocorrereseriesgoconusted—dijoconlamayortranquilidad—.Yopuedoimaginarmepertenecerportodalavidaaunhombre,perohadeserunnombrecompleto,quesemeimponga,que me subyugue por la fuerza de su carácter, ¿comprende usted?; y estehombre—bienlo tengosabido—apenasseenamoredeveras,seharádébil,blando,ridículo;sepondráenmanosdelamujer,derodillasanteella,cuandoyo no puedo amar de una manera duradera a un hombre que se ponga derodillas.Apesardetodo,meesustedtangrato,queharéelensayoconusted.

Yocaíasuspies.

—¡Dios mío! Ya está usted de rodillas, principia usted bien—y añadiócuandomehubelevantado—:Ledoyaustedunañoparaconquistarme,oparaconvencermedequepodemosentendernosyvivirjuntos.Siloconsigueusted,seré su mujer; una mujer, Severino, que cumplirá sus deberes estricta yconcienzudamente.Duranteesteañoviviremoscomocasados.

La sangre se me subió a la cabeza. Las mejillas de ella se abrasarontambién.

—Viviremos juntos —añadió—. Participaremos de nuestras costumbrespara ver si nos convienen.Yo le concedo a usted todos los derechos de unesposo,deunadorador,deunamigo.¿Estáustedsatisfecho?

—Debodeestarlo.

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—Nodebeustednada.

—Peroloquiero.

—Muybien.Asíescomohablanloshombres.Tomeustedmimano.

Hacediezdíasquenopasounahorasinella,salvolasnoches.Ardeenmísiempreeldeseodecontemplarsusojos,detenersusmanosentrelasmías,deoírsuspalabras,deacompañarlaconstantemente.

Miamormepareceungolfo,unabismosinfondoenquemehundocadavezmás,ydelquenopodrésalirya.

Hoy nos hemos tendido a media noche ante la estatua de Venus, en lapradera.Yocogíflores,quepusesobresusrodillas,yellatejióguirnaldas,conquecoronamosanuestradiosa.

Derepente,Wandamepareciótanturbada,quealmomentolasllamasdemipasión invadieron todomiser. Incapazdedominarmepormás tiempo, larodeé con los brazos yme suspendí a sus labios. Ellame oprimió sobre supechopalpitante.

—¿Lamolestoausted?

—Nuncamemolestaloqueesnatural;perotemoqueustedsufra.

—¡Ay…!Sufrohorriblemente.

—¡Pobre amigo!—me apartó el cabello desordenado sobre la frente—.Peroesperoqueserápornada.

—No—contesté—.Miamoresunaespeciededemencia.Elpensamientode perderla a usted o de que realmente quede usted perdida para mí, meatormentadíaynoche.

—¿Peroesquemeposeeusteddealgúnmodo?—dijoWandamirándomeconaquellosojos lánguidos,húmedos,devoradosdepasión,queyaotravezmehabían fascinado.Después se levantó y colocó una corona de anémonasazulessobrelablancacabezadeVenus.Sinquererlo,casi,larodeélacinturaconelbrazo.

—Nopuedovivirsinti,hermosamía;créeme,créeme;estaveznoesunafrase, una fantasía; siento en lo más hondo de mi corazón que mi vida valigadaalatuya.Morirésiteseparasdemí.

—¿Quéfaltahaceeso,puestoqueteamo?—mecogiólacara,yañadió—:¡Pobreloco!

—Peronoquieressermíasincondiciones,en tantoqueyo tepertenezcoincondicionalmente.

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—Eso no está bien, Severino—replicó ella casi consternada—, ¿Nomeconoce usted aún? ¿No quiere usted aprender a conocerme? Yo soy buenacuando me tratan sincera y razonablemente; pero si alguien se entregademasiadoamí,mehagoarrogante.

—¡Séalo usted, sea arrogante, sea déspota! —grité completamenteexaltado—,¡peroseaustedmíayparasiempre!—mesentéasuspiesyabracésusrodillas.

—Vamosaacabarmal,amigomío—replicóseveramente,sinexcitarse.

—¡Asínoacabaránunca!—exclaméyo,locodeamor—.¡Sólolamuertepuedesepararnos!Sinoquieressermía,todamíaparasiempre,quierosertuesclavo,servirte,soportarlotododeti;peronomerechaces.

—Cálmese,levántese,ybésemeenlafrente.Micorazónesdeusted,peronosonesoslosmediosdeconquistarmeyconservarme.

—Harétodo,todoloqueustedquiera,perosinperderla;esaideame…

—Levántese.Obedecí.

—Verdaderamenteesustedunhombreextraño.¿Quiereustedposeermeaeseprecio?

—Sí,acualquierprecio.

—¿Yquévalortendríamiposesiónparausted—aquíreflexionó,susojostomaronunaexpresión inquieta,desconfiada—siyono leamaseausted, siquisieseperteneceraotro?

Quedéaturdido.Lacontemplé.Suactituderafirmeysegura,susojosmemirabanfríos.

—Yaveoqueesepensamientoledaaustedmiedo.

Repentinamente,unasonrisabenévolailuminósufaz.

—Sí, me causa horror figurarme que una mujer a quien amo, que harespondido ami amor, se entregue a otro sin piedad ninguna paramí. ¿Mequedaría alguna alternativa?Si amaba locamente a esamujer, ¿la volveré laespaldadignamenteymienergíamellevaráalatumba,omemeteréunabalaenlacabeza?Yotengodosidealesdemujer.¿Encontraréunamujerque,fielybenévola, comparta mi suerte brillante y generosa, cuando ahora quien lacompartesólolohacedeunamanerablandaotímida?Entoncesprefierocaerentre las manos de una mujer sin virtud, inconstante y despiadada. En suinmenso egoísmo, esamujer es todavía un ideal. Si es que no puedo gozarplena y enteramente la dicha del amor, necesito apurar la copa de lossufrimientosydelastorturas,sermaltratadoyengañadoporlamujeramada,cuantomáscruelmente,mejor.¡Esunverdaderogoce!

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—¿Estáustedsoñando?

—Amo a usted de talmodo, con todami alma—añadí—, con todomicorazón,quelaproximidaddeusted,laatmósferasuyamesonindispensablessihedevivir.Elijaustedentremisideales.Hagausteddemíloquequiera:unmaridoounesclavo.

—Muybien—dijoWanda,frunciendosuscejasenérgicasysutiles—.Hadesermuydivertidodominardetalmaneraalhombrequenosinteresayama.Pero¡quéimprudenciadejarmeescoger!Elijo,pues.Quieroqueseaustedmiesclavo,mijuguete.

—¡Hágalo!—exclamémedio espantado,medio encolerizado—.Si sobrelaarmoníadelasideaspuedefundamentarseunaunión,laspasionesprocedende los grandes contrastes. Nosotros somos dos contrastes que se yerguenhostilmente uno contra el otro, y si tengo que compartir ese amor, me esodioso,mecausamiedo.Dadoeseestadodecosas,nopuedosersinomartilloyyunque.Seréyunque.Nopuedoserdichososinverelobjetoamado.Podríaamaraunamujer,massólosiéndomecruel.

—Pero,Severino—replicóWandacasienfadada—,¿mecreeustedcapazdemaltrataraunhombrequemeamacomoustedyalquetambiényoamo?

—¿Porquéno,siprecisamenteporesoosadorotanto?Sólosepuedeamarloqueestáporencimadenosotros;unamujerquenosabrumaporsubelleza,porsutemperamento,sualma,sufuerzadevoluntad,quesemuestradespóticaparanosotros.

—¿Demodoqueloquehuyenlosdemásesloquebuscausted?

—¡Perfectamente!Esaesmioriginalidad.

—Lapasióndeustednotienenadadeoriginalnideextraño.¿Aquiénnole gusta una hermosa piel?Y todo aquel a quien gusta sabe cuan próximosparientessonelamoryeldolor.

—Peroesqueenmítodoesollegaalapogeo.

—Loquequieredecirquelarazónpuedepocoenustedyqueustedesunanaturalezallenademolicieydesensualidad.

—Los mártires, según usted, serían hombres de una naturaleza llena demolicieydesensualidad.

—¿Losmártires?

—Y,sinembargo,eranhombresvacíosdesensualidad,quesacabanplacerdel sufrimientoyquebuscabanespantosas torturas, incluso lamuerte, comootros buscan la alegría. Yo, señora, soy uno de esos hombres vacíos desensualidad.

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—Tengaustedcuidadodenoser,porlomismo,unmártirdelamor.

Esunatibianochedeestíoperfumada.Wandayyoestamossentadosenunbalcón,bajoeldobletechodelafrondadelastrepadorasydelasestrellasdelcielo.Enelfondodelparquesedejaoírlalenta,lamentablellamadaamorosadelgato,mientrasque, sentadoa lasplantasdemidiosa,yo lehablódemijuventud.

—¿Demaneraqueyateníaustedesasoriginalidades?

—Hesidoasídesdequetengomemoria.Hastaenlacuna,segúndecíamimadre, fui extraño. Rehusé el seno de una lozana nodriza, y tuvieron quealimentarmeconlechedecabra.Depequeñitoexperimentabaporlasmujeresun terror inexplicable… precisamente por el impaciente interés que meinspiraban. La bóveda gris, la semioscuridad de una iglesia alarmaban mialma, y una agonía solemne se apoderaba de mi ser ante los altaresresplandecientes de las santas imágenes. En revancha, me deslizabafurtivamente,comoparagozardeunplacerprohibido,alladodeunaVenusdeyesoqueseencontrabaenlabibliotecademipadre,yanteellamearrodillaba,dirigiéndolelasoracionesquemehabíanenseñado:elPadreNuestro,elAveMaría,elCredo.Unavezmelevantédelacamaparaverla;laluzdelalunamealumbrabayenvolvíaa ladiosaenunafríaclaridadpálida.Mearrodilléanteellayabracésuspieshelados,comohabíavistohaceralasaldeanasalospies del Crucificado. Un deseo ardiente e invencible se apoderó de mí.Poniéndomedepuntillas,estrechésuhermosocuerpofrío,besésuslabios,ymefiguréqueladiosa,conunbrazolevantado,meamenazaba.Meenviaronmuyprontoalaescuela,ynotardéenentrarenuncolegiodondemeentreguéapasionadamente a la cultura de la antigüedad clásica.Me familiaricé antescon los dioses griegos que con Jesús; conParis, concedí lamanzana fatal aVenus,viarderTroyayseguíaUlisesensucarreravagabunda.Lasimágenesdetodolohermososeimprimíanfácilmenteenmialma,yaunaedadenquelosdemásmuchachos se conducíangroseramente, yodemostrabahorror portodolobajo,feoyvulgar.Elamordelamujerpareceparticularmentebajoyfeoaljoven,silamujerselemuestradesdeelprincipioentodasutrivialidad.Evité,porconsiguiente,todocontactoconelbellosexoymeidealicéhastalademencia.Mimadreteníaunaencantadoracamarera,joven,bonita,deformasopulentas. Tenía yo entonces trece años. Una mañana estaba estudiando aTácito,extasiándomeantelasvirtudesdelosantiguosgermanos.Lamuchachalimpiaba cerca demí.De repente se detuvo, se inclinó haciamí, escoba enmano,ydos frescosy soberbios labios rozaron losmíos.Elbesodeaquellagatitahizotemblarmicorazón,peromiGermaníamesirviódeescudocontralaseductora,yabandonélahabitación.Wandaseechóareír.

—Es usted, en efecto, un hombre raro; habría que ir muy lejos paraencontrarotrocomousted.

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—Otraescenadeestaépocamehaquedadoenlamemoriadeunamanerainolvidable.Unatíalejanamía,lacondesaSobol,vinoacasademispadres.Era una bella y majestuosa mujer, de risa seductora; pero yo la detestaba,porqueteníaenlafamilialafamadeunaMesalina,ymetratabaconlamayorinsolenciaymaldad.Sucedióqueundíamispadressefueronalacapital.Mitía resolvióaprovecharsedesuausenciaparaejecutar lasentenciaquehabíadecretado contra mí. Inopinadamente entró, vestida con su kazabaika yseguidadelacocinera,suhijaylagatitaqueyohabíadesdeñado.Sindecirmenadamecogieron, y apesardemiviolenta resistencia,meatarondepiesymanos;despuésdelocual,consurisaperversa,mitíaselevantólasmangasysepusoapegarmeconunavara,tanfuerte,quemisangrecorrióy,apesardemivalor,grité endemandadegracia.Entonceshizoquemedesataran,perotuve que arrodillarme ante ella para darle las gracias por la corrección, ybesarlelamano.Ahoraveráustedellocodesprovistodesensaciones.Bajolavaradelabellaylascivamujer,quesemerepresentaba,consuchaquetilladepieles, comounadiosa, colérica, la sensaciónde lamujer sedespertóenmíporvezprimera,ydesdeentoncesmitíamepareciólamujermásatractivadela tierra. Mi austeridad catoniana, mi misoginismo, cedían el puesto a unsentimientoestéticoelevadoasumásaltogrado.Misensualidadformabaenmi imaginaciónunaculturaartística,yyo jurabanoprodigarmisemocionescon un ser vulgar, sino reservarlas para una mujer ideal, o, quizá, para lamismadiosadelamor.EntrémuyjovenenlaUniversidad,queseencontrabaenlaciudadprincipal,donderesidíamitía.Pocotardóenquemihabitaciónsemejase la de Fausto: estantes repletos de libros, comprados por un precioirrisorioaunmercaderdelaCervanica,esferas,atlas,retortas,mapascelestes,esqueletos de animales, calaveras, bustos de hombres célebres.Detrás de lagran estufa verde, hubiera podido destacarse la silueta de Mefistófeles. Loestudié todo, sin orden, sin sistema: química, alquimia, historia, astronomía,filosofía,jurisprudencia,anatomía,literatura.LeíaHomero,Virgilio,Schiller,Goethe,Shakespeare,Cervantes,Voltaire,Moliere,elCorán,elCosmosylasMemorias de Casanova. Cada día me hacía más confuso, más fantástico yultrasensualista.Ysiempreconunahermosamujeridealenlacabeza,quedecuando en cuando se me aparecía como una visión recostada entre rosas,rodeada de amorcillos, entre mis encuadernaciones en pergamino y misosamentas,yaalamaneraolímpica,conelrostroresplandecientedeblancurade laVenus de yeso, ya con las lujuriantes trenzas oscuras, los ojos azules,rientesylakazabaikadeterciopelorojoguarnecidadearmiño,demitía.Unamañana que la diosa se me apareció en la plena y riente seducción de susencantos entre los celajes de mi imaginación, me fui a casa de la condesaSobol, queme recibió amistosa y hasta cordial, dándome, como un gaje debienvenida,unbesoquetrastornómissentidos.Tenía,sinembargo,cercadecuarenta años; pero, como la mayoría de las mujeres robustas, todavía era

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deseable. Llevaba siempre una chaqueta guarnecida de pieles. Esta vez elvestidoeraverdeguarnecidodemarta;peronolequedabanadadelrigorquetantomeentusiasmaba.Porelcontrario,estuvotanpococruelque,sinmuchasceremonias,meconcedióelpermisode…adorarla.Ellasediocuentaprontode mi tontería ultrasensualista, y la complació hacerme feliz. Yo estabaencantadocomoundiosjoven.

¡Qué placer paramí cuando, arrodillado ante ella,me atreví a besar lasmismasmanosquemehabíancastigado!¡Oh!,¡quémanostanmaravillosas!Tan bien hechas, tan finas, tan regordetas y blancas, con hoyuelos tanbonitos…Medivertíaconellas,lashundíaylassacabadeentrelaoscurapiel,lasteníasobremicorazón,ynomecansabadeverlas.

Wanda consideró involuntariamente sus manos; yo lo noté y no pudemenosdereír.

—Ya ve usted hasta qué punto predominaba en mí el ultrasensualismo,cuandoestabaenamoradodeloscrueleslatigazosquerecibídemitía,comoloestuvedosañosdespuésdeunajovenactrizaquienhacíalacorte.Delmismomodo me apasioné por una señora muy respetable que jugaba a la virtudinsuperable,yquemeengañófinalmenteconun judíorico.Veausted,pues,que seré engañado, vendido, por cualquiera mujer que finja principiosausteros, idealistas. Por eso es por lo que aborrezco las virtudes poéticas,sentimentales.Demeustedunamujerfrancaquemediga:soyunaPompadour,unaLucreciaBorgia,ylaadoraré.

Wandaselevantóyabriólaventana.

—Tieneustedunasingularmaneradeexcitarlaimaginaciónylosnerviosdecualquiera,haciéndolelatirelpulsocadavezmás.Rodeaustedelviciodeunaaureola,cuando leconvienehacerle respetable.Su idealdeustedesunacortesana descaradamente genial. En mi opinión, es usted un corruptor demujeres,hastalamédula.

A media noche llaman a mi ventana, me levanto, abro, y me echo atemblar.AntemíestálaVenusdelaspieles,casilomismoquesemeapareciólavezprimera.

—Metieneustedagitadaconsushistorias;estoydandovueltasenlacamasinpoderdormir—dijo—.Vengaustedahacermecompañía.

—Enseguida.

Cuando entré,Wanda estaba ante la chimenea, donde ardía un pequeñofuego.

—El otoño se anuncia. Las noches son frías. Quizá le disguste a usted,peronopuedoquitarmelapielantesquelahabitaciónsehayacalentado.

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—¡Disgustarme!¡Ah,picara!Biensabeusted…

Rodeémibrazoasualrededor,ylaabracé.

—Yalosé;pero¿dedóndehasacadoustedesapasiónporlaspieles?

—Esinnataenmí,yyadeniñodimuestrasdeestapredilección.Además,lapielejerceunaacciónexcitantesobre todas lasnaturalezasnerviosas,casiengeneral, como todas las leyes físicas.Esuna atracción física, tan extrañacomo excitante. En estos últimos tiempos, la ciencia ha descubierto ciertoparentescoentre laelectricidadyel calor,y laacciónquecadaunadeestasfuerzasejercesobreelorganismohumanoseaproximaaladelaotra.Lazonatórridaengendrahombresapasionados;unaatmósferacaldeada,laexaltación.Lo mismo ocurre con la electricidad. La compañía de los gatos produceefectosbeneficiosos,queparecenverdaderossortilegios,para lasnaturalezasexcitables. No me choca que esos encantadores animales, lindas bateríasvivientes de electricidad, fueran favoritos de Mahoma, de Richelieu,Crébillon,Rousseau,Wieland,etc.

—Yunamujerquellevaunapiel—interrumpióWanda—,¿noesotracosaparaustedqueungatogrande,unabateríaeléctrica?

—Sinduda,yasíescomomeexplicoelsimbolismoqueatribuyelapielalpoder y a la belleza. Por esto, desde las primeras edades del mundo lasadoptaron los reyes, y así también una tiránica nobleza tuvo la pretensión,mediante las leyessuntuarias,dereservárselascomounprivilegioexclusivo,mientras a suvez losgrandespintores lasdestinabana lasbellezasgrandes.Rafael y elTiziano no encontraron fondomejor que una piel oscura: aquél,paralasdivinasformasdelaFornarina;éste,paraelcuerporosadodesubienamada.

—Ledoyaustedgraciasporestadisertaciónerótica—contestóWanda—,peronomelohadichoustedtodo;ustedañadeaúnotrosentidoparticularalaspieles.

—Ya lehedichoaustedy lahe repetidoqueeldolorposeeparamíunencantoraro,yquenadaenciendemásmipasiónquelatiranía,lacrueldady,sobretodo,lainfidelidaddeunamujerhermosa.Estamujer,esteextrañoidealdeaborrecibleestética,meloimaginocomoelalmadeNerónenelcuerpodeFriné.

—Comprendo;esodaalamujeralgodeimperioso,deimponente.

—Noesesotodo—continué—.Yasabeustedqueyosoyultrasensualista,que enmí toda concepción procede, ante todo, de la imaginación y que senutredequimeras.Desdeque,hacialosdiezañosdemivida,pusieronenmismanos la vida de los mártires, me he desarrollado y sobreexcitado en este

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sentido.Recuerdoqueleíaconunhorrorqueconstituíaparamíunverdaderoembeleso, de qué manera languidecían en la prisión, les extendían en lasparrillas,lesatravesabandesaetas,leshervíanenpez,lesechabanalasfieras,les crucificaban, sufriéndolo todo ellos con una especie de alegría. Sufrir,soportarcruelestorturas,meparecíaentoncesunaformadeplacer,sobretodosi estas torturas se infligían por la intermediación de una mujer guapa; demanera que paramí, siempre y en todo tiempo, toda poesía y toda infamiaestánconcentradasenlamujer.Ylaherendidoculto.Veíaenlasensualidadalgosagrado,quizáloúnico;enlamujerysubelleza,algodivino;enella,elproblemamás importante de la existencia. La propagación de la especie es,ante todo, suvocación.Veía en lamujer lapersonificaciónde lanaturaleza,Isis;yenelhombre,susacerdote,suesclavo.Yveíaalamujercruelconél,como la naturaleza, que aleja de sí lo que ha servido ya y ya no necesita;mientras para el hombre son verdaderas delicias los malos tratamientos, lamisma muerte dada por una mujer. Envidiaba al rey Gunther, a quien lafamosaBrunequildaató lanochedesusbodas;alpobre trovadoraquiensugaya dama hacía coser en una piel de lobo, para perseguirle como a fiera;envidiaba al caballero Etiard, a quien la audaz amazona Scharka hizoprisioneroporastuciaenunbosquecercadePraga,arrastrándoleauntorreónyatándolealaruedaalcabo.

—¡Espantoso!—exclamóWanda—.Ya quisiera yo que cayera usted enmanosdeunadeesasmujeressalvajes,yque,vestidoconunapielde lobo,fueraentregadoalosdientesdelajauríaoqueleataranenlarueda.Yaveríaustedcómodesaparecíalapoesía.

—¿Ustedlocreeasí?Yo,no.

—Ustednoestáensubuenjuicio.

—Quizá.Pero,escúchemeusted.Desdeentoncesleíconverdaderaavidezhistorias en que se pintan las más espantosas crueldades, y miraba conatractivo especial las estampas y grabados que las ilustraban: tiranossanguinarios que se sentaron en un trono; inquisidores que sometieron atormentoalosherejes,degollándolosyquemándolosvivos;depravadas,bellasydespóticasmujeres,comoLibusa,LucreciaBorgia,InésdeHungría,lareinaMargot, Isabeau, la sultana Roxelana, las zarinas rusas del siglo pasado…,todasvestidasdepielesoconropasguarnecidasdearmiño.

—Desuertequeunapieldespiertasiempreenustedextrañasvisiones—interrumpióWanda,envolviéndose,llenadecoquetería,ensusoberbiomantodepiel,detalmodo,quelapellizadecebellinadesombríosreflejosdibujabamaravillosamente su busto y sus brazos—. Y ahora, ¿cómo se encuentrausted?¿Estáustedyamedioatacado?

Y sus ojos verdes, penetrantes, se posaron sobre mí con una extraña y

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dulcecomplacencia,mientrasque,transportadodepasión,yocaíaprosternadoanteellaconlosbrazostendidos.

—Sí,ustedhavuelto adespertar enmímis fantasías favoritas, dormidashacíatantotiempo.

—¿Cuáles?

Yposólamanoenminuca.

Bajo el calor de aquel contacto, bajo la mirada que me escrutaba conternuraatravésdelospárpadosentornados,seapoderódemíunaembriaguezdulce.

—Serelesclavodeunamujerhermosa;talesloqueamo,loqueadoro.

—¡Yporlomismoosmaltrataella!—interrumpióWanda,riendo.

—Meataymeflagela,ymeofendeconelpie,mientrasperteneceaotro.

—Ycuando,enloquecidoporloscelos,seladisputaustedalrivaldichoso,¿llevalaarroganciahastavenderleaesemismorival,dándoleelpreciodesubarbarie?¿Porquéno?¿Noleagradaaustedesecuadrofinal?

MiréaWandaaterrado.

—Vaustedmásalládemisensueños.

—Sí;nosotras,las,mujeres,somosingeniosas;tengaustedcuidadoconsuideal,porquepuedeocurrirlequeletratepeorqueustedseimagine.

—¡Temo haberle encontrado ya! —exclamé, hundiendo mi cabezaabrasadaentresussenos.

—¡Noseguramenteenmí!

Ydesprendiéndosedelaspieles,río,saltandopor lahabitación.Reíaaúncuandoyobajabalaescalera,ysumidoenmisreflexiones,vestidoamedias,escuchabaaúnarribasurisaloca,maliciosa.

—¿Podría encarnar ante usted su ideal?—me preguntóWanda con airetravieso,cuando,alamañanasiguiente,nosencontramosenelparque.

Alprincipioquedéparado,solicitadoporlossentimientosmáscontrarios.Entretanto,ellasesentóenunbancodepiedra,jugandoconunaflor.

—¿Podría?

Meechéasusplantasylecogílasmanos.

—Se lo ruego a usted otra vez. Sea usted mi mujer, mi fiel y honradamujer. ¿No puede serlo usted, por ser mi ideal, absolutamente sin reserva,segúnseausted?

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—Yasabeustedquedentrodeunañomimanoserádeustedsiustedeselhombre que busco—respondió ella con seriedad—; pero, de todos modos,espero queme quede usted agradecido si realizo su sueño. ¿Qué es lo queprefiereusted?

—Creoquetodoloqueflotaenmiimaginaciónseencuentraenusted.

—Ustedseengaña.

—Creo que se complace usted teniendo a un hombre entre susmanos ytorturándole.

—¡No, no!—gritó con viveza. Después reflexionó—. No me entiendo;pero debo hacerle a usted una confesión. Ha destruido usted mi sueño; misangrearde,ycomienzoanoexperimentarotroplacer,deliciassemejantesalentusiasmo con que usted habla de una Pompadour, de una Catalina II, detodaslasmujeresegoístas,frívolasycrueles.Todoesomeexcita,entraenmialmaymeimpulsaasersemejanteaellasque,apesardesucrueldad,fueronadoradas servilmente mientras vivieron, y realizan aún milagros desde latumba.Enunapalabra,hagausteddemíunadéspotadepiespequeños,unaPompadourparaandarporcasa.

—Sí es así—contesté yo—, déjese usted llevar por los impulsos de sunaturaleza, pero nunca amedias. Si no puede usted ser unamujer buena yhonrada,seaustedundemonio.

Yoestabadeshecho,excitado;laproximidaddelahermosadeterminabaenmíunaespeciede fiebre;nosé loquedije,pero recuerdoquebesésupieyque, levantándole, lecoloquésobreminuca.Peroella leretiróalpuntoyselevantócasienfadada.

—Simeamausted,Severino,nohableustedasí—suvozsehizoincisivaeimperiosa—.¿Meoyeusted?¡Nuncamás!Alapostre,podríaocurrir…Seechóareírysesentódenuevo.

—Hablo con toda seriedad. Adoro a usted de tal manera, que quierosoportarlotododeusted,contaldepasarmividaasulado.

—Severino,seloadviertoaustedotravez.

—¡Inútilmente!Hagausteddemíloquequiera,perosinalejarme.

—Severino, soy una mujer joven y sin sentido. Es peligroso para ustedentregarsetanenteramente;alfinyalcabo,seconvertiráustedenmijuguete.¿Quiénleaseguraaustedquenoabusaríadesudemencia?

—Vuestranobleconducta.

—Elpoderengríe.

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—Hágalousted,pisotéemeusted.

Wandamerodeóelcuelloconsusbrazos,memiróenlosojosysacudiólacabeza.

—Tengomiedodenopoderlohacer;pero loensayarépor ti,bienmío,aquienamocomonuncaaméaninguno.

De repente, ha cogido hoy su chal y su sombrero y he tenido queacompañarla al bazar. Allí hizo que la enseñaran látigos, látigos largos demangocorto,propiosparaperros.

—Estosseránbuenos—dijoelvendedor.

—No,sondemasiadopequeños—contestóWanda,mirándomedereojo—.Losquieromayores.

—¿Paraalgúndogo,quizá?

—Sí,comolosqueusabanenRusiaparalosesclavosrebeldes.

Eligió,alcabo,uno;teníaunaireinquietantequemesorprendió.

—Ahoraadiós,Severino.Tengoquehacerotrascomprasynonecesitoqueustedmeacompañe.

Medespedíydiunpaseo.AlvolverviaWandasalirdeunapeletería.Mellamó.

—Reflexióneloustedbien—comenzóadecirmedebuenhumor—.Nuncale heocultado a ustedque su seriedady su aire soñadorme cautivaran.Meencanta ver un hombre sincero entregarse enteramente a mí, extasiarsefrancamenteamispies;pero¿duraráesteencanto?Lamujeramaalhombre,peroalesclavolepisaylemaltrata.

—Recházameentoncesconelpie,si tehascansadodemí.Quieroser tuesclavo.

—Voy viendo que hay instintos peligrosos dormidos en mí —añadióWanda al cabo de un rato— y que los despiertas, no ciertamente en tuprovecho. ¿Qué dirías tú, tan hábil en pintar las sensaciones del goce, lacrueldadconelorgullo, si ensayara todoesoen ti, comoDionisio,quehizoabrasar al inventor del bueyde bronce en sumismo invento para ver si suslamentos, susquejidosdemuerte, separecíandeveras almugidodel buey?¿NopodríaseryounDionisiohembra?

—Seaasí,ymisueñoquedarárealizado.Tepertenezcoenbienyenmal;elige tú misma. La fatalidad me empuja, está en mi corazón, ¡diabólicaomnipotente!

«Amadomío:Noteveréhoynimañana,sinohastapasadomañana,yya

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comomiesclavo.Tudueña,

Wanda.»

Laspalabras«comomiesclavo»estabansubrayadas.Leíunavezmáselbillete, recibí de buen humor la nueva mañana, y disponiendo que meensillaranunasno,unverdaderoburrosabio,mefuialamontañaaahogarmidolor, a engañar mis ardientes deseos en la grandiosa naturaleza de losCárpatos.

Heme aquí de vuelta, fatigado, hambriento,muñéndome de sed, y sobretodo,deamor.Mevistoaescapeyllamopocodespuésasupuerta.

—¡Adelante!

Entro. Ella está enmedio de la habitación, cruzados los brazos sobre elpecho, las cejas fruncidas, vestida con un traje de seda de un blancodesvanecedor,comoeldía,yconunakazabaikadesedaescarlata,guarnecidade rico y soberbio armiño. Sobre sus cabellos empolvados, como de nieve,descansaunadiademadediamantes.

—¡Wanda!—avancéhaciaellaenademándeabrazarla.Ellaretrocedeunpaso,midiéndomeconlavistadearribaaabajo.

—¡Esclavo!

—¡Midueña!—mearrodilléybesélaorladesuvestido.

—Estábien.

—¡Cuánbellaeres!

—¿Te gusto? —se aproximó al espejo y se contempló con altanerasatisfacción.

—¡Voyavolvermeloco!

Hizoungestodedesdénymecontemplóburlonaatravésdesuspárpadosentornados.—Dameellátigo.Miréamialrededor.

—¡No, continúa de rodillas! —fue a la chimenea, tomó el látigo, ymirándomemientras reía, le hizo silbar en el aire.Después se levantómuydespaciolasmangasdelakazabaika.Yomurmuraba:

—¡Admirablemujer!

—¡Cállate,esclavo!—sumiradaadquirióunairesombrío,hastasalvaje,ymedescargóunlatigazo.Casiinstantáneamentepasóconmuchadelicadezasubrazoalrededordemicuelloyseinclinócompasivahaciamí.

—¿Tehehechodaño?—mepreguntóentreconfusayllenadeangustia.

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—No—contesté—,ysi lehicieras, losdoloresseríanunplacerparamí.Castígameotravez,sigustas.

—Perosinomecausaningúnplacer…

Laextrañaembriaguezseapoderódemí.

—¡Castígame—repliqué—,castígame,sinpiedad!

Wandablandióellátigoymeflagelódosveces.

—¿Esbastante?

—No.

—¿Deveras,no?

—Flagélame,teloruego;esunplacerparamí.

—Sí,porquesabesquenovadeveras,quemicorazónnoquierehacertemal.Estejuegobárbaromerepugna;siyofueraenrealidadlamujerqueazotaasusesclavos,teespantarías.

—No,Wanda,teamomásqueamímismo;meheentregadoatienvidayenmuerteypuedeshacerseriamentecontramíloquetesugieratuorgullo.

—¡Severino!

—Pisotéame—ymetendíanteella,caraalsuelo.

—¡Aborrezcolascomedias!—exclamóWandaimpaciente.

—Maltrátame, pues. —Hubo una pausa inquietante—. Severino, ¡te lodigo por última vez! Si me amas, sé cruel para mí—imploré con los ojoslevantadoshaciaella.

—¿Siteamo?¡Estamosbuenos!Retrocedió,mirándomeconairesombrío.Sé,pues,miesclavo,yaprendeloqueeshaberseentregadoaunamujer.Enelactomediounpuntapié.

—¿Quétal,esclavo?Despuésblandióellátigo.

—¡Levántate!

Quiselevantarme.

—¡Asíno!¡Derodillas!

Obedecíycomenzóadarmelatigazos.

Los golpes llovían, vigorosos, sobre mi espalda y brazos, cortando miscarnes,enquedejabanunasensacióndequemadura;peroel sufrimientometransportaba porque provenía de ella, de la adorada, de aquella por quienestabadispuestoentodomomentoaentregarmivida.

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Porfinsedetuvo.

—Principiaagustarmeestejuego,peroyaesbastantehoy;sóloquetengola diabólica curiosidad de saber hasta dónde llega tu resistencia, lavoluptuosidadcrueldesentirtetemblarbajomilátigo,devercómotedoblas,ydeoír,porfin,tusgemidos,tusayesygritosdedolor,hastaquepidasgraciay yo continúe hiriéndote aún sin piedad hasta que caigas sin conocimiento.Hasdespertadoenmíinstintospeligrosos.Ahora,levántate.

Meapoderédesumanoparallevármelaaloslabios.

—¡Quéaudacia!—ymealejóconelpie—.¡Fuerademivista,esclavo!

Después de una noche de fiebre pasada en sueños confusos, desperté.Amanecía. ¿Qué hay de cierto en lo que flota en mis recuerdos? ¿Lo heexperimentadoo lohe soñado?Esciertoquemehan flagelado;cuento,unopor uno, los golpes; puedo contar las huellas amoratadas y ardientes quesurcanmicuerpo. ¡Esellaquienme flageló!Sí, lo séya todo.Mi sueñohatomado cuerpo. ¿Qué diré ahora? La realidad, ¿me ha desengañado de misueño?No. Sólome encuentro algo fatigado; pero su crueldadme llena dealegría. ¡Oh, cómo la amo, cómo la adoro! ¡Ah! ¡Todo eso no expresa enmaneraalgunaloquesientoporella,hastaquépuntoaellameheentregado!¡Quédelicia,estarenesclavitud!

Mellamadesdeelbalcón.Suboapresuradamentelaescalera.Ellaestáenlamesetaymetiendeamistosalamano.

—Estoyavergonzada—dicemientraslaabrazo,abatiendolacabezasobremihombro.

—¿Porqué?

—Olvideustedlaodiosaescenadeayer—diceconvoztemblorosa—.Mepresté a su loca manía. Seamos ahora razonables y felices; amémonos, ydentrodeunañoserésumujer.

—Midueña,querráusteddecir,yyosuesclavo.

—Nadadeesclavitud,decrueldadnidelátigo—interrumpióWanda—.Noleconcedoaustedmásque lachaquetadepieles.Vengaustedyayúdemeaponérmela.

Elrelojitodebroncesobreelcualduermeunamorcillojuntoasuflecha,dalamedianoche.

Melevantoparasalir.

Wandanodicenada,peromeabrazaymeatraedenuevoalsofá,dondesigue abrazándome, en un lenguaje mudo, profundamente comprensible yconvincente, que sin duda decíamás que lo que yo osaba comprender. Tan

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lánguidoabandono se reflejaba en toda lapersonadeWanda, tal voluptuosaternurasalíadesusojosentornados,de laondarojadesucabellerabrillantebajo la blancura de los polvos, de la seda blanca y roja que crujía a sualrededoracadaunodesusmovimientos,delarmiñodelakazabaikaenqueseenvolvíanegligente.

—Teloruego—balbuceabayo—.Perovasasermala.

—Hazdemíloquequieras—murmurabaella—.Tepertenezcodeveras.

—Pasaahorasobremí,teloruego,sinoquierestrastornarme.

—¿Noteloheprohibido?Eresincorregible.

—¡Ay!Estoyterriblementeenamorado—caíderodillasyhundímirostroardienteensupecho.

—Creo,enverdad—repusoWandareflexionando—,quetodatudemenciaesunasensualidadinsaciable.Nuestramonstruosidadhacebrotarennosotroseste estado morboso. Si fueras menos virtuoso, te hubieras hecho másrazonable.

—Hazme,pues,inteligente—murmuréyo.Mismanossehundíanentresupeloyentresubrillantepielque,comounclarodeluna,inundabatodosmissentidosysubíaydescendíasobresusenopalpitante.

Laabracé;no,ellameabrazóamí,con tal frenesí, con tanpocapiedad,queparecíaquerermecomerabesos.Yoestabacomodelirante;parecíahaberperdidolarazónynoteníaalientos.Quisedesprenderme.

—¿Quétepasa?

—Sufroatrozmente.

—¿Sufres?—yseechóareíracarcajadas.

—¡Túpuedes reír!—gemíyo—.Luegonodudas.Otra, vez fue sincera.Tomómicabezaentrésusmanos,yconunesfuerzoviolentomeatrajohaciasuseno.

—¡Wanda!—balbuceé.

—¡Muybien!¿Demaneraquetegustasufrir?—volvióareír—.¡Espera,queprontoteharérazonable!

—¡No!Noquieropedirnada.Siquierespertenecermeporsiempreosólopor un delicioso momento, yo quiero gozar mi felicidad. Sé ahora mía;prefieroperderteanoposeertejamás.

—Ahoraeresrazonable—dijo,oprimiéndomeconsuslabiosasesinos.

Yo desgarré de una vez pieles y encajes; su garganta desnuda palpitó

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contralamía.

Perdíelconocimiento.

Cuando volví enmí, la sangre destilaba demimano. Pregunté aWandaflemáticamente:

—¿Mehasarañado?

—No;creoquetehemordido.

Es curioso observar cómo varían las relaciones de la vida cuando seinterponeunextraño.

Hemos pasado juntos días encantadores, visitando la montaña, el lago,leyendo,terminandoyosuretrato.¡Cuántonoshemosamadoyquésonrienteestabasuencantadorrostro!

Peroahorasobrevieneunaamiga,unamujerdivorciada,dealgunamayoredad,másexperimentadaymenosescrupulosaqueWanda,yyasuinfluenciasedejasentirenladirecciónqueleimprime.

Wandafruncelascejasymedapruebasdeciertaimpaciencia.

¿Nomeamaya?

Estasujeción,insoportabledurahacequincedías.Laamigaviveconellaynuncanosvemossolos.Uncírculodeseñoresrodeaaambasdamas.Conmigravedad,conmihumorsombrío,desempeñounmalpapeldeamante.Wandametratacomoaunextraño.

Hoy se ha quedado atrás conmigo, en paseo. Veo que lo ha hecho depropósitoyagusto.¿Peroquéesloquemedice?

—Miamiganocomprendequepuedaquererleausted,puesnolepareceustedguaponiinteresante.Además,siempremeestáhablandodelabrillanteyfrívolaexistenciadelaciudad,delaspretensionesquepuedohacervelar,delos aristocráticos adoradores que cautivaría. Pero hay una cosa que impidetodoeso,yesqueleamoaún.

Pierdoporunmomentolarespiración.Luegodije:

—¡Wanda!Diosestestigodequenoquieroservirdeobstáculoasudicha.Nosecuideusteddemí.

Mequitoelsombreroyladejomarcharadelante.

Ellamecontemplaasombrada,peronorespondeunapalabra.

Alavueltameencuentroporcasualidadconella.Ellamecogelamanoahurtadillas y me lanza una mirada tan cálida, tan llena de promesas defelicidad, que olvido todos los sufrimientos del día. Se cicatrizan todas las

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llagas.

—Miamigasequejadeti—medicehoyWanda.

—Haadvertido,sinduda,miantipatía.

—¿Por qué te es antipática, loco?—me diceWanda cogiéndome de lasorejas.

—Porqueeshipócrita.Yonoestimomásquea lasmujeresvirtuosasyalasquevanalplacerfrancamente.

—Lomismomepasaamí;peroyavestú,niño;lamujernopuedeserasímás que raras veces. No puede ser ni tan puramente sensual ni tanindependientedegenio comoel hombre.Su amor es siempreuna sensaciónexterior y una atracción del espíritu; un estado mixto. Su corazón deseaencadenaralhombredeunamaneradurable,siendoasíqueellaestásometidaa variación.De aquí procede, y casi siempre contra su voluntad, la falta dearmonía,lamentira,latraición,queperviertensucarácter.

—Verdad es; el carácter transcendental que la mujer quiere imprimir alamor,laconducealatraición.

—Peroesqueelmundoloquiereasí.Miraaesamujer;tieneenLembergasumaridoyasuamante,yaquíhaencontradounnuevoadorador.Atodoslesengañaytodoslaestiman,aunqueelmundoladesprecie.

—Porloqueamímetoca,deberíadejarteseguirese juego;perote tratacomounamercancía.

—¿Por qué?—interrumpió vivamente la hermosa—. Esa mujer tiene elinstinto,elpropósitodeaprovecharsusencantos,ynoespocoentregarsesinamor, sin placer.Así conserva su sangre fría al par que su belleza, y puedeobtenertodaslasventajas.

—¡Wanda!¿Erestúquiendiceeso?

—¿Porquéno?Fíjatebienenloquevoyadecirte.Nuncaestéssegurodela mujer a quien ames, porque la naturaleza de la mujer oculta másadversidadesqueteparece.Lasmujeresnosonnitanbuenascomodicensusapologistas,nitanmalascomolaspintansusdetractores.Lanaturalezadelamujereslavolubilidad.Lamejorcaemomentáneamenteenelfango,lapeorsealzacuandomenossepiensahastalasnubes,hastalasaccionesmásnobles,yavergüenzaaquien ladesprecia.Ningunaes tanbuenani tanmalaquenosea capaz a cada instante de los pensamientos, sensaciones y accionesmásdiabólicas o divinos, más infames o delicados. A despecho de todos losprogresosdelacivilización,lamujerestáhoytanatrasadacomosisalierademanosde lanaturaleza; tieneel temperamentode lafieraque,despuésde laimpulsión que la domina, se muestra pérfida o fiel, cruel o generosa. Una

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educaciónausteraycelosaes loúnicoqueen todo tiempo formaelcaráctermoral. Por esta razón, aun siendo malévolo y egoísta, el hombre aceptasiemprelosprincipios,mientrasquelamujersiguesiempresusimpulsos.Noloolvidesnunca:noconfíesjamásenlamujeramada.

La amiga ha salido. Por fin pasamos una noche juntos. Wanda es tanbuena,tancordial,tangraciosa,queparecehabermereservadoparaestanochetodoelamordequemevieneprivando.

¡Quédeliciasuspendermedesuslabios,morirentresusbrazos,hundirmimirada ebria en la suya, mientras, desfallecida de placer, enteramenteentregadaamí,descansasobremipecho!

Nopuedocreerniconcebirqueseamía,todamía.

—Desdeesepuntodevistatienerazóntambién—principióadecirWanda,sinmenearse,sinabrirlosojos,comosidurmiera.

—¿Quién?

Calló.

—¿Tuamiga?

Wandainclinólacabeza.

—Sí, tiene razón.Noeresunhombre, eresun soñador seductor, y comoesclavo,inestimable;peroparamaridonosepuedepensarenti.Measusté.

—¿Quétienes?¿Tiemblas?

—Tiemblodepensarconquéfacilidadpuedoperderte.

—Pero¿eresporesoahoramenosfeliz?¿Terobaalgodetualegríaqueyohayapertenecidoantesaotroyqueotromeposeadespuésdeti?¿Serámenortuplacerporqueotrohayasidofelizcomotú?

—¡Wanda!

—¿Ves?Esoseríaunremedio;Túnoquieresperdermenunca;túmeeresgrato, y me dices con mucha moralidad que quisieras vivir siempre juntoconmigo,cuandoatuladoyo…

—¡Quéideas!Principioasentirunaespeciedeaversiónhaciati.

—¿Meamasmenosporeso?

—¡Alcontrario!

Wandaselevantósobreelbrazoizquierdo.

—Yocreo—dijo—queparasubyugarporcompletoaunhombre,hayqueserleinfielantetodo.¿Quémujerhonradaestanadoradacomounahetaira?

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—Esverdad; la infidelidadde laamadaposeeunencantodoloroso,es lamásaltavoluptuosidad.

—¿Paratitambién?

—Tambiénparamí.

—¿Ysitedieraeseplacer?—añadióirónicamente.

—Sufriríamucho,peroteadoraríamás;perositeatrevierasalgunavezaengañarme, debes tener la grandeza diabólica de decirme: yo te amarésiempre,peroquierohacerdichosoaquienmeplazca.

Wandamoviólacabeza.

—Elengañomerepugna,soyleal;pero¡quiénnosucumbebajoelpesodela verdad! Si te dijera que constituye mi ideal la pura vida sensual, elpaganismo,¿tendríasfuerzaparasoportarlo?

—Seguramente.Quierosoportarlotododeti;loquenoquieroesperderte.¡Cuándeverassientoquetepertenezco!

—¡Pero…Severino!

—Asíes,enefecto,yprecisamenteporello…

—¿Podrías?—sonriómaliciosa—.¿Loheadivinado?

—¡Sertuesclavo!¡Tupropiedadabsoluta,sinvoluntad,conlacualhagaslo que quieras, sin reprochártelo! Mientras que tú saboreas ampliamente lavida;mientrassumergidaenunlujosuntuosogustasenelpuroplacerelamordelOlimpo,yopodríaservirte,calzarteydescalzarte.

—Noestámaleso,porquetansólocomoesclavopodríassoportarqueyoamaseaotro.Además,lalibertaddeplaceres,alamaneradelmundoantiguo,nopuedeconcebirsesinesclavitud. ¡Hadeserunasensacióncasidivinaverante sí hombres arrodillados, temblando! Quiero tener esclavos. ¿Oyes,Severino?

—¿Acasonolosoyyo?

—Escúchame—dijoWanda exaltada, estrechándome lamano—.Quierosertuyamientrasteame.

—¿Unmes?

—Quizádos.

—¿Yluego?

—Luegoserásmiesclavo.

—¿Ytú?

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—¿Yo? ¿Qué más quieres? Yo soy una diosa que, a veces, desciendeligera, muy ligera, casi furtivamente, de su Olimpo hacia ti. ¿Pero quédignifica todo esto?—dijoWanda, apoyando su cabeza entre susmanos, lamiradaperdidaenelvacío,anteunsueñodoradoquenoserealizaríajamás.Se había extendido por su ser unamelancolía latente, inquietante.Nunca lahabíavistoasí.

—¿Yporquénohaderealizarse?

—Porquelaesclavitudnoexisteentrenosotros.

—Vamos,pues,dondelahaya;aOriente,aTurquía.

—¿Deverasquieres,Severino?

Susojosardían.

—Sinceramente quiero ser tu esclavo; quiero que tu poder sobremí estéconsagradoporlaley,quemividaestéentretusmanos,quenadameprotejaomedefiendacontrati.¡Quéplacercuandosepaquedependodetucapricho,detugesto,detusgustos!¡Quédelicia,sierestangraciosaquepermitasalgunavezalesclavobesarloslabiosdequedependesudecretodevidaodemuerte!

Mearrojéasuspiesyapoyémifrenteardientesobresusrodillas.

—Tienes fiebre, Severino—dijoWanda excitada—. ¿Me amas de veras,conunamor infinito?—meestrechósobresupechoyme llenódebesos—.¿Loquieres?—añadióvacilante.

—Aquí, anteDios y sobremi honor, seré tu esclavo, te lo juro, cuandoquieras,cuandomandes—exclamécasifuerademí.

—¿Ysitecojolapalabra?

—Hazlo.

—Esunencantosinigualsaberqueunhombrequemeadora,quemeamacontodasualma,sedacompletamenteamíparadependerdemivoluntad,demi capricho; para ser mi esclavo, mientras yo…—yme miró con un airesingular—. Si voy haciéndome demasiado frívola, tuya será la culpa.Hastacreoquetienesyamiedodemí;peroyotengotujuramento.

—Lecumpliré.

—Déjame esta noche. Ahora pongo aDios por testigo de que no ha dequedarensueño.Túeresmiesclavo,yyoserélaVenusdelaspieles.

Creíaconocerycomprenderafondoaestamujer,yahoraveoquetendréque comenzar mi estudio. ¡Con qué repugnancia no acogía antes misquimeras,yconquécelonopersiguehoysurealización!

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Estáenposesióndeuncontrato,segúnelcualmecomprometo,mediantepalabradehonoryjuramento,asersuesclavoentantoqueleplazca.Conelbrazoalrededordemicuello,mehaleídoestedocumentoinaudito,increíble.Acadacláusula,servíadepuntounbeso.

—Peroelcontratosóloestipuladeberesparamí—lehedichoimpaciente.

—Es natural—respondió con toda seriedad—. Tú eresmi amante y yoestoyligadaatiporestosdeberes.Tendrásqueconsiderarmisfavorescomounagracia:notienesmásderechoniotraventajaenestepapel.Mipodersobretinohadetenerlímites.Piensaquenovasasermásqueunperro,unacosainerte, juguetequepuedorompercuandomedivierta.Túeresnadayyosoytodo.¿Comprendes?

Seechóareír,meabrazóysentíquemeinvadíaunestremecimiento.

—¿Mepermitirásotrasestipulaciones?

—¿Estipulaciones?—frunciólascejas—.¡Ah,ya!Esquetienesmiedooquetearrepientes;peroyaes tarde: tengotu juramento, tupalabradehonor.Sinembargo,teescucho.

—Laprimera cláusula que quisiera poner en el contrato es que nunca tesepararás completamentedemí,quenuncameabandonarás a labarbariedecualquieradetusadoradores.

—PeroSeverino—dijoWanda,convoztrémulaylágrimasenlosojos—,¿puedes creer que me porte así con el hombre que me ama tanto, que seentregacompletamenteenmismanos…?—sedetuvo.

—¡No,no!—exclamécubriendodebesossumano—;notemoquepuedasquerermedeshonrar.Perdonatanodiosopensamiento.

Wandaríodeliciosamente,juntósumejillaconlamíaypareciósoñar.

—Todavía has olvidado algo —añadió con malicia—. Lo másimportante…

—¿Algunacláusula?

—Sí;que tengoquemostrarme siempreante ti vestidadepieles.Pero teprometoquelasllevaré,porquemeinspiransentimientosdespóticosyquierosercruelcontigo.¿Comprendes?

—¿Tengo que firmar el contrato?—Todavía no; quiero poner al pie esacláusulatuyayañadirfechaylugar.

—EnConstantinopla.

—No.Lo he pensado bien. ¿De quéme serviría tener un esclavo dondetodos le tienen? Quiero ser la única que aquí en nuestromundo civilizado,

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prosaico, burgués, le posea, y un esclavo que nome han dado la ley nimiderecho,estoes,mipotenciabrutal,sinotansóloelpoderdemibelleza.Estoesatractivo.Detodosmodos,nosiremosaunpaísdondenonosconozcanydondepuedaspasarsinescrúpuloscomomicriado.QuizáaItalia,aRomaoaNápoles.

Estamossentadosensusofá.Ellavestidaconsuchaquetadearmiño,conelpelocaídosobrelaespalda,alamaneradeunacrindeleón,ypegadaamislabios,bebiéndomeelalma.Lacabezamedabavueltas,lasangrecomenzabaaentrarenebullición,micorazónlatíacontraelsuyo.

—Quiero estar enteramente en tus manos, Wanda —prorrumpí en untransportedeembriaguezquemehacíacasiincapazdepensarnidetomarunadecisiónconlibertad—,sinningunacondición,sinrestricciónalguna;quieroentregarmea tuclemenciaoa los signosde tuvoluntad—alhablar así,medejécaerasuspiesylocodepasión,alcélosojoshastaella.

—¡Cuánhermoso estás así!Tus ojosmedio extinguidosme encantan, tumiradaagonizanteseríaasombrosasi teflagelasenhastalamuerte.Tieneslamiradadeunmártir.

A veces tengo miedo de entregarme tan completamente, tanincondicionalmenteaunamujer.¿Ysiabusademipasión,desupoder?

Voyviendoahoraqueloqueocupamiimaginacióndesdelainfancia,mellenasiempredeundulcehorror.

¡Loca inquietud! Es un juego malicioso lo que está haciendo conmigo.Seguramente me ama, es buena, noble, incapaz de infidelidad; pero tododependedeella;ellapuede,siquiere…

¡Quéencantoenestaduda,enestetemor!

Ahora comprendo aManonLescaut y al pobre caballero que la adorabacomoqueridadeotro,inclusoenlapicota.

Elamornoconocevirtudnimérito;ama,perdonaylosufretodo,porquedebe;nuestro juicionadanossirveparaelamor;nipreferencias,nidefectosque descubrimos, provocan nuestra abnegación ni nos hacen retrocederasustados.

Esunadulce,melancólica,misteriosafuerzaquenosimpulsa;ydejandodepensar, de sentir y de querer, nos dejamos impulsar por ella, sin preguntardóndenoslleva.

Porprimeravezhemosvistohoyenpaseounprínciperusoque,graciasasuatléticapresencia,asuhermosafisonomía,al lujodesupersona,causabaunasensacióngeneral.Lasdamasprincipaleslemirabanconasombro,comounabestiaferoz;peroélmarchabaconairesombríoatravésdelasavenidas,

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sinfijarseennadie.Dosservidores leseguían:unnegroenteramentevestidode rojo y un tcherkés armado de pies a cabeza. De repente vio a Wanda,detuvo en ella su mirada escrutadora, volvió la cabeza cuando pasó, y sedetuvocontemplándola.

Ella le devoró con sus vivísimos ojos verdes, mostrándose dispuesta aaceptarlotododeél.

Lacoqueteríarefinadaconquelemirabameestrangulabaliteralmente.Alacercarnosacasa,selohiceobservar.Ellafrunciólafrente.

—¿Quéquieres?Elpríncipepodríagustarme;medesvaneceunpoco,yyosoylibreypuedohacerloquequiera.

—¿Luegonomeamasya?—balbuceéasustado.

—Sóloteamoati;peroquieroqueelpríncipemehagalacorte.

—¡Wanda!

—¿Noeresmiesclavo?—preguntóconlamayortranquilidad—.¿NosoyyoVenus,lacruelVenusdelaspielesdelNorte?

Mecallé,sintiéndomedestrozadoporsuspalabras,entantoquesumiradafríaentrabacomounpuñalenmicorazón.

—Vasairenseguidaainformartedelnombre,señasydemásnoticiasdelpríncipe.¿Oyes?

—Pero…

—¡Nadade objeciones! ¡Obedece!—exclamóWanda conuna dureza deque la hubiera creído incapaz—. No te presentes ante mí sin que puedasresponderatodasmispreguntas.

Al medio día siguiente pude llevar a Wanda las noticias. Me dejópermanecerenpieanteella,comouncriado,mientrasrecostadaenunabutacameescuchabariendo.Hizounaseñalconlacabezaypareciósatisfecha.

—¡Tráemeeltaburete!—ordenó.

Obedecí, y cuando hube instalado y arreglado sus pies, me puse a susrodillas.

—¿Cómo terminará esto?—pregunté con tristeza, después de una brevepausa.

Ellaríoperversamente.

—Perosinohacomenzadoaún.

—Tienestanpococorazóncomopensaba—repliqué,ofendido.

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—Severino—dijoconlamayorserenidad—,nohehechonadaaún,nilomáspequeño,yyamellamassincorazón.¿Quéseríasihiciesetuscaprichos,situvieseuncírculodeadoradoresamialrededor,si,parasertuideal,tediesedepuntapiésylatigazos?

—Esquetomasmiscaprichosmuyenserio.

—¿Muyenserio?Unavezqueprincipie,noseráparabromas;perosabescuántoaborrezcoesosjuegos,esascomedias.Túlohasqueridoasí.¿Fueésemi ideal o el tuyo? ¿Te he arrastrado yo o has sido tú el que exaltó miimaginación?Ahoraescuandovaaserserio.

—Wanda—ledijecariñosamente—,escúchametranquila.Nosamamosdeveras,somosfelices.¿Quieressacrificarnuestroporveniralcapricho?

—¡Nohayningúncapricho!

—¿Quées,entonces?—preguntéaterrado—.Eseinstintohaentradoenmí—dijo con la mayor tranquilidad, como reflexionando—. Quizá no hubieraalumbradonunca;peroledespertastetú,túledesarrollaste,alcanzaahoraunafuerzairresistiblequellenatodomiser,quemecausaungoceextremo,todoloquepuedodesear,y¿ahoraquierestúqueretroceda?¿Eresunhombre?

—¡MiqueridaWanda!

Ycomencéaabrazarla,aacariciarla.

—¡Déjame,noeresunhombre!

—¿Ytúquéeres?

—Muy terca, lo sabes.No soy fuerte en quimeras, ni débil en ejecucióncomo tú; cuando emprendo algo, lo termino, tanto mejor si encuentroresistencia.¡Déjame!

Merechazadesíysealeja.

—¡Wanda!

Melevantéyfijé,anteella,misojosenlossuyos.

—Yameconoces,yteloheadvertidounavez.Todavíapuedeselegir.Yonoteobligoaqueseasmiesclavo.

—¡Wanda!—repliqué,conmovido,saltándosemelas lágrimasde losojos—.¡Nosabestúcuántoteamo!

Ellamoviódesdeñosamenteloslabios.—Estásabusandoyhaciéndotemásodiosaqueeres;tucarácteresbueno,noble.

—¿Quésabestúdeeso?—interrumpió,impetuosa—.Nuncaaprenderásaconocerme.

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—¡Wanda!

—Decide.¿Quieressometertesinreservas?

—¿Ysidigoqueno?…

—Entonces…

Se adelanta hacia mí, fría y odiosa. Con los brazos cruzados sobre elpecho,consumalasonrisaenloslabios,mepareceladéspotademissueños.Sus faccioneshan tomadouna expresióndedureza, y sumiradano anuncianadabueno.

—Estábien—dice,porúltimo.

—Eresmala;quisierasdarmedelatigazos.

—¡Oh,no!Quierodejarteir.Ereslibre.Noteretengo.

—¡Wanda,yoqueteamotanto!…

—Sí,ustedquemeadora—añadiócondesdén—.Usted,uncobarde,unembustero,untraidorasupalabra.¡Déjemeustedalinstante!

—¡Wanda!

—¡Vilcriatura!

Lasangremellenóelcorazónyrompíallorar,cayendoasusplantas.

—¡Lágrimas aún!—y se echó a reír, ¡oh!, con aquella risa espantosa—.¡Váyaseusted,noquieroverlemás!

—¡Diosmío!—exclaméfuerademí—.Harétodoloquememandes:serétuesclavo,tujuguete;peronomealejesdeti…Voyalabismo;peronopuedovivirsinti.

Abracésusrodillasycubrídebesossusmanos.

—Sí,debesserunesclavo,sentirel látigo,porquenoeresunhombre—dijotranquila,sincólera,sinrapto,depropósito,paradañarmemás—.Ahorate conozco; conozco tu naturaleza de perro, que lame a quien le pega y lemaltratasiempre.Teconozcoya;perotútambiénaprenderásaconocerme.

Se puso a pasear mientras yo quedaba de rodillas, aniquilado, baja lacabeza,inundadoenlágrimas.

—Venconmigo—ordenóWanda,tendidaenelsofá.

Mesentéa su lado.Ellamemiróconaire sombrío;después,de repente,sus ojos se iluminaron; me atrajo, sonriente, a su pecho y me abrazó, conlágrimasenlamirada.

LocómicodemisituaciónesquesoycomoelosodelparqueLili.Puedo

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huirynoquiero,ytodolosoportocuandoellameamenazaconlalibertad.

¡Sivolvieseatomarellátigoenlasmanos!Laamabilidadconqueahorame trata es inquietante. Parece que soy un ratoncito, con el que juegacoquetamente una hermosa gata, dispuesta a devorarme a cada instante.Micorazónderatoncitoamenazaestallar.

¿Quéesloqueprepara?¿Quévaahacerconmigo?

Parecehaberolvidadoporcompletoelcontratodeesclavitud.¿Fueaquellouncaprichoqueabandonóalmomentoparaquenopudieseoponerleningunaresistencia,paraquemeabandonaraasusoberanafantasía?

¡Qué buena es todavía paramí! ¡Cuán afectuosa y enamorada! Estamospasandodíasdeliciosos.

Hoy me ha hecho leer la escena de Fausto yMefistófeles, cuando ésteaparececomounestudiantevagabundo.Sumiradasedetienesobremí,llenadesatisfacción.

—No comprendo—dice al acabar la lectura— cómo un hombre puedaexpresargrandesybellospensamientosdeunamanera tanmaravillosamenteclara, tan permanente, y a pesar de ello, ser un excéntrico, un Schlemihlultrasensualista.

—¿Estáscontenta?—ledijeoprimiendosumano.

Meacariciólafrenteamistosamente.

—Te amo, Severino—murmuró—, y creo que nunca podré amarmás anadie.¿Quieresqueseamosrazonables?

Sin responder, la tomé enmis brazos.Una profundamelancólica alegríainterior llenaba mi corazón; mis ojos se humedecieron y una lágrima cayósobremimano.

—¿Porquélloras?Eresunniño.

Paseandoencoche,hemosencontradoalprínciperuso,encochetambién.SelenotóquelesorprendíadeverasvermeamíalladodeWanda,yparecíaquererme atravesar con sus ojos grises eléctricos; pero ella —¡me hubieraechadoasusrodillasbesándoleslospies!—pareciónodarsecuenta,dejandoresbalar sumirada indiferente sobre él, como si fuera un árbol o un objetoinerte.Despuéssevolvióhaciamí,conunacarcajadaencantadora.

Al darle hoy las buenas noches, me ha parecido de repente distraída,aburrida,sinrazón.¿Quéestaráconjurando?

—Medisgustaquetevayas—dijocuandoyaestabaenelumbral.

—Sólodetidependereducireltiempodepruebaquemeatormenta—dije

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gimiendo.

—Parecequenonotasquetambiénparamíesuntormento.

—Entonces, ponle término —dije, rodeándola con los brazos—. Sé mimujer.

—Nunca,Severino—contestócondulzurallenadefirmeza.

—¿Quéhay, pues?—pregunté aterrorizadohasta lomásprofundodemialma.

—Noerestúelhombrequemeconviene.

La miré, retiré dulcemente mi brazo que aún reposaba sobre su talle, yabandonélahabitación.Novolvióallamarme.

Noche de insomnio. He tomado mil resoluciones y las he abandonadotodas. Por la mañana he escrito una carta de rompimiento. Al cerrarla metemblabalamano,sintiendocomounaquemazónenlosdedos.

Mispiernasparecíanquebrarsecuandosubí laescalinataparaentregar lacarta.

LapuertaseabrióyWandaasomólacabeza,dispuestapararizarseelpelo.

—Nomeherizadoaúnelpelo—dijoriendo—,¿Quéteocurre?

—Unacarta.

—¿Paramí?

Asentíconlacabeza.

—¡Ah!¿Quieresromperconmigo?—preguntóentonoburlón.

—¿Nodijisteayerquenoerayotuhombre?

—Ylorepito.

Meechéatemblar,tendílacarta,lavozmefaltó.

—Toma.

—Guárdala.Hasolvidado,porlovisto,quenosetrataaquídesabersieresonoelhombrequemeconvieneyquebastasparaesclavo.

—¡Midueña!—exclaméencantado.

—Sí,asídeberás llamarmeen losucesivo—dijoWandaconungestodedesdén indecible—.Arregla los asuntos en el términodeveinticuatrohoras,porquepasadomañanasalgoparaItaliaytellevaréconmigocomocriado.

—¡Wanda!

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—Quedanprohibidasesasfamiliaridades—medijo,acentuandolapalabradeunmodoincisivo—,comoasimismoqueentresenmihabitaciónsinquetellameyquemehablessinque te invite.Desdehoyno te llamarásSeverino,sinoGregorio.

Me estremecí de indignación —no puedo negarlo—, pero también deplacerydeunaemocióninsuperable.

—Pero,señora,ustedconocebienmisituación;yodependotodavíademipadre,ydudoquedispongaenmifavordeunacantidadtancrecidacomolaquesuponeelviaje.

—¿Quiere decir que no tienes dinero? —preguntó Wanda encantada—.¡Tantomejor!Asídependeráscompletamentedemí,comounesclavo.

—Peroustednoconsidera—intentéobjetar—quemeesimposible,comocaballero…

—Loqueyosé—interrumpióellaconimperio—esque,comocaballero,ustedsehacomprometido,bajojuramento,bajopalabradehonor,aseguirme,comoesclavo,dondeyoquiera,yaobedecermeentodo.¡Bastaya,Gregorio!

Mevolvíhacialapuerta.

—Todavíano.Hasdebesarmeanteslamano.

Me la tendióconciertoorgullosoabandono,yyo—¡asno,dilettante, vilesclavo!—lallevéconafectuosotransporteamislabios,secosporlafiebreylaexcitación.

Hizounaseñalconlacabeza.

Medespedía.

Ya era tarde cuando encendí la lámparay la chimenea, porque aún teníaalgunas cartas y papeles que arreglar. El viento de otoño, según costumbreaquí,comenzabaasoplarconviolencia.

Derepente,ellallamóconelpuñodellátigoenmiventana.

Abrí y la encontré vestida con su chaqueta de armiño, cubriéndose lacabezaconunatocadecosaco,altayredonda, tambiéndearmiño,comolasquegustaballevarlagranCatalina.

—¿Estásdispuesto,Gregorio?—preguntóconairesombrío.

—Todavíano,midueña.

—Meagradalapalabra.Llámamesiempreasí,¿entiendes?Mañana,alasnueve, dejamos estos lugares. Hasta la ciudad, serás mi acompañante, miamigo; una vez que hayamos subido al coche, mi siervo, mi criado. Ahora

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cierralaventanayabrelapuerta.

Luegoquehubecumplidosusórdenes,entróymepreguntó,fruncidaslascejas:

—¿Tegustoahora?

—¿Tú?

—¿Quiéntepermitellamarmeasí?—ymediounlatigazo.

—Estáustedmaravillosamentehermosa,midueña.

Wandaríoysesentóenmibutaca.

—Arrodíllateaquí,cercademí.

Obedecí.

—Bésamelamano.

Cogísumanecitafríaylabesé.

—Labocaahora.

Echémisbrazos,enuntransportedemipasión,alcuellodelacruelmujer,ycubrísurostro,subocaysubustodebesosardientes,queellamedevolvióconigualfuego,cerradaslaspupilas,comoensueños,hastamedianoche.

Alasnueveenpunto,segúnhabíaordenado,todoestabadispuestoparalapartida,ydejábamoslaaldeítadelosCárpatos,enquesehabíatramadoelmásinteresantedramademivida,cuyodesenlacenopodíapresumirsiquiera.

Todovabienahora.VoysentadoalladodeWanda,charlandoconelmayorafectoyespiritualidaddelmundo,comoamigos,deItalia,delanuevanoveladePisemskiydelamúsicadeWagner.

Ella lleva para el viaje una especie de amazona de paño negro y unachaquetacortadelamismatelaguarnecidadepieloscura,quedibujalafinuray esbeltez de sus formas. Además, una sombría pelliza de viaje. El pelo,recogidoennudoantiguo,descansabajounapequeña tocadepielnegra,deque pende un velillo negro. Está de muy buen humor; me va hartando debombones,meacaricia,mehaceydeshacelacorbata,instalasuspielessobremis rodillas, me estrecha furtivamente los dedos, y alguna vez, cuando elcocherosedistrae,mebesaconsus frescos labios,que tienenelperfumedeuna rosa abierta en otoño entre las hojas ya muertas, salpicada de losdiamantesdelaescarchaprimeriza.

Llegamosa lacapitaldeldistrito.Bajamosante laestación.Conunarisaencantadora, Wanda me echa su abrigo al brazo, y se dirige a tomar losbilletes.

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Alvolver,estácompletamentecambiada.

—Ten tu billete, Gregorio —dice con el tono de voz que las grandesseñorasreservanasuslacayos.

—¡Detercera!—exclaméconunterrorcómico.

—Esnatural;perosubeenseguidaqueyohayatomadomicoche.Acadaestaciónvendrásarecibirórdenes.Nofaltes.Dameelabrigo.

Luegoque,comounesclavosumiso,lahubeayudadoaponérselo,buscó,seguidademí,uncochedeprimera;subióapoyándoseenmishombros,ymehizoenvolverlalospiesenlapieldeoso,sobreelcalorífero.

Mehizounaseñaymedespidió.Subíamicochedetercera,llenodehumodetabaco,espesocomodicenqueestálaentradadelinfiernoconlabrumadelAqueronte,ymepuseameditarsobreelproblemadelaexistenciahumanayelmayordesusenigmas:lamujer.

Cada vez que el tren se detiene, corro a su vagón en espera de órdenes,sombreroenmano.Unasvecesquierecafé,otrasunvasodeagua,unacopa,aguatibiaparalavarselasmanos,mientrassedejahacerlacorteporunpardecaballerosquevanensudepartamento.Yomemuerodecelosymeapresuroacumplirlasórdenesdemidueña,sinperdereltren.Lanocheempiezaacaer.Nopuedocomernidormir.Respiroelolorenvenenadode lacebolla,de losaldeanospolacos,de losmercaderes judíos,de lossoldados,ycuandovoyatomar órdenes, la encuentro tendida en su confortable piel, sobre losalmohadonescubiertosdepielesdeanimales,comounadéspotaoriental.Losdoshombres,sentadoscomodiosesindios,tiesoscontralasparedes,apenasseatrevenarespirar.

Nos detenemos enViena un día para hacer ella unas compras, toda unaseriede lujososvestidos.Voyensucochecomocriado.De tiendaen tiendamarchodetrásdeWanda,adiezpasosdedistancia,sinquemehonreconunasola mirada amistosa, recibiendo paquetes y dejándome ir cargado, sinalientos,comounmulo.

Antes de marcharnos ha cogido toda mi ropa, la ha repartido entre loscriadosdelhotelymehahechoponerunalibrea,untrajealusodeCracovia,de colorines, azul claro con rojo, con una gorrita adornada con plumas depavo,quenomesientadeltodomal.Llevosusarmasenlosbotonesdeplatademitraje.Mepareceestarvendidooqueheentregadomialmaaldiablo.

MihermosodemoniomellevadesdeVienaaFlorencia.Ahora,envezdemasovianosydejudíosdepelograsiento,tengoporcompañeroscontadinidecabello rizado, un brillante sargento del primer regimiento de granaderositalianos y un pobre pintor alemán. El coche ya no huele a cebolla, sino a

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quesoysalchicha.

Denuevolanoche.Metiendoadescansar,porquetengolosbrazosy laspiernasrotos.Peroaunenestohaypoesía.Lasestrellasbrillanenelcielo,elsargento parece un Apolo de Belvedere y el pintor alemán canta unamaravillosaromanzadelatierra:

Dondequieraseespesanlastinieblas,

lasestrellasseencienden,unatrasotra;

¡quésoplodeardientedeseo

flotaatravésdelanoche!

Mialmaagitadasiguealatuya

enelOcéanodelossueños…

Yo pensé en la hermosa, que tranquila como una reina, reposa en susblandaspieles.

¡Florencia!Unamultitudque se agita gritando, cocheros y comisionistasimportunos,Wandatomauncocheydespidealosmozosqueseacercan.

—¿Paraquétengouncriado?Gregorio,tomaeltalónyveporelequipaje.

Seenvuelveensuabrigoysesientatranquilamenteenelcoche,mientrasyo voy trayendo los bagajes uno tras otro. Hubo unmomento que no puderesistir la cargade laúltimamaleta.Uncarabinerode aspecto inteligente seapiadódemíymetendióunamano.Ellaseechóareír.

—Debepesar,porquetienetodasmispieles.

Subíalpescante, limpiándomeelsudorquegoteabademifrente.Wandadio la dirección del hotel, y el cochero fustigó el caballo. Poco despuésllegábamosaunapuertavivamentealumbrada.

—¿Hayhabitaciones?—preguntóalconserje.

—Síseñora.

—Dosparamíyunaparamicriado.Todasconestufa.

—Haydoselegantes,conchimenea,ambasparausted—añadióunmozoquehabíaacudido—,yotra,sinfuego,paraelcriado.

—Enséñemelas.

Legustaron.

—Estábien,enciendaustedelfuego;elcriadodormirásinél.

Lamiré.

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—Sube el equipaje, Gregorio —ordenó sin fijarse en mi mirada—,mientrasmearregloypasoalcomedor.Tútambiénpuedescomeralgo.

EntantoqueWandapasaalahabitación,yosuboelbaúlyayudoalmozoaencenderelfuegoenlaalcoba,considerandoconsordaenvidialachimenea,el lecho, las alfombras. Después, fatigado y hambriento, subo la escalera ypidodecomer.Unsimpáticomozo,aquiencuestagrantrabajocomprendermialemán,me lleva al comedor yme sirve. Hacía treinta y seis horas que nocomíacaliente,cuandoderepenteentraella.

Melevanté.

—¿Cómo puede usted conducirme a un comedor donde encuentro a micriado?—reprochaalmozocondureza;yrojadecólera,seretira.

Yodoygraciasalcieloporpodercontinuarcomiendo,aunqueintranquilo.En seguida subo a mi habitación, donde encuentromi pobremaleta. Es uncuarto estrecho, sin chimenea, sin ventana, tan sólo con un pequeñorespiradero.Ardeenélunafétidalamparilladeaceite.Anoserporelfrío,mepareceríaestarenlosPlomosdeVenecia.Apesardetodo,meechoareír,peromedamiedomipropiarisa.

De repente se abre la puerta bruscamente, y el mozo, con gesto teatral,propiodeunitaliano,exclama:

—Bajeustedenseguidacercadelaseñora.

Tomo mi gorra, tropiezo en un escalón, llego a la puerta y llamo. —¡Adelante!

Entroypermanezcoenpieenlapuerta.

Wandasehainstaladoconfortablemente.Estásentada,vestidademuselinablanca y de encajes, sobre un diván de terciopelo rojo, los pies sobre unalmohadón igual, envuelta en la misma pelliza que llevaba cuando se meapareciócomoladiosadelamor.

La luz amarilla de los candelabros se refleja en el espejo, y las llamasrojizasdelachimeneajueganmajestuosassobreel terciopeloverde,sobrelasombríacebellinadelacapa,sobrelapielblancaylisa,sobrelacabelleradetonosdefuegodelahermosamujer,quevuelvehaciamísucarafríayclara,dejandocaerlamiradadesusojosverdes.

—Estoycontentadeti,Gregorio.

Meincliné.

—Acércate.

Obedecí.

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—Máscerca—bajólosojosacariciandolacebellina—.Venusdelaspielesrecibe a su esclavo.Veo que eresmás que nunca el excéntrico de siempre;siempre bajo el imperio de tus sueños, y sería la cosamás loca delmundollevar a cabo tu concepción.Confieso, no obstante, queme agrada, quemeimpone.Aquí reside tupurezaysóloéstaes loqueseestima.Llegoacreerqueencircunstanciasextraordinarias,enalgunagranépocadelaHistoria,loqueconstituye tupuntodébil seríauna fuerzaasombrosa.Bajo losprimerosemperadores,hubierassidounmártir;enlaReforma,unanabaptista;cuandola Revolución francesa, uno de aquellos girondinos exaltados que subían alcadalsocantandolaMarsellesa.Perocomosóloeresmiesclavo,mi…

Desprendiéndosedesuspieles,Wandameechalosbrazosalcuelloenunraptodeternura.

—Mi esclavo querido. Severino, ¡cuánto te amo, cuánto te adoro; quéelegante estás con tu traje deCracovia! Pero vas a helarte esta noche en tumiserablecuartosinchimenea.Yotedarémipiel,corazoncito,lamásgrande.

Larecogeconvivezadelsuelo,laechasobremisespaldasymeenvuelveenellaconelmayorcuidado.

—¡Oh,québien te sienta lapiel! ¡Cómohace resaltar tusnobles rasgos!Pronto dejarás de ser mi esclavo, llevarás un traje de terciopelo orlado decebellina,ysino,nomepondrénuncamáspieles.

Denuevocomenzóaacariciarme,aabrazarme,aatraermesincesarhaciaeldivánrojo.

—Meparecequetegustalapiel;dámela,dámelaenseguida;sino,pierdoelsentimientodemidignidad.

Ledilapelliza,yWandapasóelbrazoderechoenlamanga.

—AsíescomoTizianorepresentaasuheroína.Perobastadebromas.Notengas esa cara,me entristece; sólo eres provisionalmentemi criado para lagente;aúnnoeresmiesclavo,aúnnohas firmadoeldocumento;eres libre,puedes dejarme cuando quieras; desempeñas tu papel de manera magistral.Estoyencantada,peroyaesbastante.¿Noteparezcoabominable?Habla,telomando.

—¿Deboconfiártelo,Wanda?

—Sí,debes.

—Es que aunque abuses, estaré siempre enamorado de ti, te honraré, teadoraré cada vez más, siempre fanáticamente. Cuando me maltratas, comoantes,mequemaslasangreyembriagasmissentidos—laestrechésobremíyme colgué por un momento de sus labios húmedos—. ¡Oh, hermosa! —exclamécontemplándola,yenmientusiasmo,ladespojédelaspielesycubrí

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sunucadebesos.

—¿Meamas,pues, cuando soycruel?Anda, ¡vete! ¡Me incomodas! ¿Looyes?

Mediotalbofetadaquemehizoverlasestrellas.Laorejaenrojeció.

—Ayúdameaponerlapiel,esclavo.

Laayudélomejorquepude.

—¡Quétorpeza!—yapenaslatuvopuesta,volvióapegarmeenelrostro.Yomesentícambiardecolor.

—¿Tehehechodaño?—mepreguntóponiendodulcementelamanosobremí.

—No,no.

—Esquenoteatrevesaquejarte.Ven,dameunbeso.

La estreché conmisbrazos, pegados sus labios a losmíos.Descansandosobre mi pecho en su grande y pesada pelliza, experimenté una emociónextraña de sofocamiento, como si alguna bestia feroz, una osa, me hubieraabrazadoysintierasusgarraspenetrarenmiscarnes.Peroestavezlaosamedejómarchar.

Lleno el corazón de risueñas esperanzas, subí a mi miserable cuarto decriadoymearrojésobreeldurolecho.

Lavidaesverdaderamentecómica—pensé—.Nohaceuninstantequelamujermáshermosadelmundo,lamismaVenus,descansabasobremipecho,yahora tendré ocasión de estudiar el infierno de los chinos, que en vez deprecipitar a los condenados, como nosotros creemos, en las llamas, lossuponenlanzadosporlosdemonioshacialosmaresdehielo.Indudablemente,losfundadoresdeestareligióndurmieronenhabitacionescomoésta.

Estanochemehedespertadosobresaltado, lanzandoungritodeespanto.Soñabaquemehabíaextraviadoenunmardehieloyquenopodíasalirdeél.De repente vi un esquimal en un trineo arrastrado por perros. Se parecía almozoquemehabíaprocuradoaquellahabitación.

—¿Québuscausted,señor?EstamosenelPoloNorte.

Ydesapareció.

Luego pasóWanda patinando; su traje de seda crujía, y el armiño de suchaquetaydesutocaeranmásblancosquelanieve.Sedirigióhaciamíymeabrazó.Deprontosentíquelasangrebrotabademicuerpoenondasapretadasyardientes.

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—¿Quéhaces?—preguntéasustado.

Seechóareír,cuandoheaquíqueyanoconocíaWanda.Eraunaenormeosablancaquehundíasusgarrasenmicuerpo.

Gritédesesperadoyoíaaúnsurisadiabólicacuandomedesperté,yllenodeasombropaseémismiradasenlahabitación.

BiendemañanamepusealapuertadeWanda,ycuandoaparecióelmozocon el café, le tomé de susmanos para servírselo a mi hermosa dueña. Sehabíaarregladoyayestabasoberbia,frescaysonrosada.Mesonrióconafectoymerecordómitentativadealejarmedeella.

—Desayúnate pronto, Gregorio, porque vamos a buscar casa. No puedopermanecerenelhotelmásqueloindispensable.Estamosmuymalaquí,ysise me ocurre hablar alguna vez contigo, dirán: «La rusa tiene buenasrelacionesconsucriado;larazadelasCatalinasaúnnosehaextinguido.»

Mediahoradespuéssalimos,Wanda,consutrajedepaño,sutocarusa;yo,conmilibreacracovia.

Causamos sensación. Yomarchaba diez pasos detrás de ella,muy serio,pero temiendo a cada instante soltar la carcajada. En todas partes se veíancarteles con el letrero Camere ammobiliate.Wanda hacía que yo subiese averlas, y sólo se decidía a subir cuando yo le aseguraba que tenían buenaapariencia.Asíesque,amediodía,estabatanfatigadocomounperrodecaza.

Noencontramosnadaquenosconviniera.Wandaestabaalgocontrariada.Derepentemedijo:

—Severino, es deliciosa la seriedad con que desempeñas tu papel, y lasobligacionesquenoshemosimpuestomeexcitanpordemás.Nopuedomás;estásapetitoso,esprecisoquetedéunbeso.Entraremosencualquierparte.

—¡Pero,señora!

—¡Gregorio!

Subimosalprimerpisoqueencontramosymeabrazóenlaescalera,enuntransporteafectuoso.

—¡Ay,Severino,quéastutoeres!Comoesclavoeresmuchomáspeligrosoquecreía;estásirresistibleytemoprendarmeotravezdeti.

—¿Peronomeamasya?—preguntéemocionado.

Wanda movió negativamente la cabeza. Después me abrazó otra vez eimprimiósobrelosmíossuslabiosexquisitos.

Volvimosalhotel.Wandaalmorzóymehizoparticipardesucomida.

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Pero a mí no me sirvieron con tanta diligencia como a ella; así es queapenas había tomado dos pedazos de beefsteak, entró el criado, diciéndomeconsuaireteatral:

—Lellamalaseñora.

Medespedímelancólicamentedemialmuerzo,yfatigadoyhambrientofuiareunirmeconWanda,queyaestabaenlacalle.

—Nuncalecreíaustedtancruel,midueña—ledijeentonodereproche—,quedespuésdetantasfatigasnomedejaracomertranquilo.

Ellaseechóareírdetodasveras.

—Creí que habías acabado, pero no importa. El hombre, en general, hanacidoparasufrir,ytúparticularmente.Losmártiresnocomíanbeefsteaks.

Laseguíllenoderencor,conteniendomihambre.

—He renunciado a la idea de tomar cuarto amueblado; esmolesto estarencerrada en un piso y no poder hacer lo que se quiere; tanto más en lascircunstancias tan extrañas y fantásticas en que nos encontramos. Voy aalquilar toda una villa; pero aguarda y quédate asombrado. Te permito quevayasahartarteyquevisiteslaciudad.Novayasacasahastalanoche.Sitenecesito,tellamaré.

He visitado a Duomo, el palacio antiguo, la loggia Lanzi, y luego hecontempladolargotiempoelArno,dejandocaermismiradassobrelaantiguaymajestuosaFlorencia,consusredondascúpulasycampanariosdibujándoseen el cielo azul puro, sobre los puentes magníficos, los grandes arcos pordonde el hermoso río amarillento echa sus aguas rápidas, sobre las verdescolinas cubiertas de esbeltos cipreses y vastos monumentos, palacios yclaustros,querodeanlaciudad.

Es un nuevo mundo éste en que nos encontramos, voluptuoso, alegre,luminoso.Elpaisajenotienelaseriedadymelancolíadelnuestro.Nohayunrincón,hastaperderselavista,hastalasúltimasvillasblancasdiseminadasenlas verdes colinas, que el sol no dore con su brillante luz. También loshombressonmenosseriosquenosotros,menoscapaces—talvez—depensar,perotodolomirancomosifueranfelices.

DicenqueenelMediodíahayunagranmortalidad.Nohay,pues,rosasinespinas,nivoluptuosidadsintormento.

WandahadescubiertoenlaorillaizquierdadelArnounavillaencantadora,cercanaalosCascinos,ylahaalquiladoportodoelinvierno.Estárodeadadeun delicioso jardín, con bosquecillos encantadores, praderas y parterres decamelias.

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Es una villa de un solo piso, de estilo italiano, cuadrada. En la fachadadelanterahayunagaleríaabierta,unaespeciede«loggia»conestatuasdeyesode gusto antiguo, instaladas sobre pedestales o sobre los escalones quedescienden al jardín. Por esta galería se llega a un majestuoso baño demármol, con una escalera de caracol cercana que conduce a la alcoba de ladueña.

Wandaocupatodoelprimerpiso.

A mí me reserva en el piso bajo una habitación bastante bonita, conchimeneaytodo.

Mepongoarecorrereljardín,cuandodescubroenunacolinaunpequeñotemplocerrado.Miroporunarendijayveodentroaladiosadeamorenpiesobreunpedestal.

Undulceestremecimientomerecorre.Ellamediceriendo:

—¿Estásahí?Teesperaba.

Anochece.Unalindadoncellitamecomunicalaordendecomparecerantemidueña.Subolaescalerademármol,atraviesolaantecámara,elgransalónllenodesuntuosasriquezas,yllamoalapuertadelaalcoba.Ellujoqueveodondequierame inquieta, haciéndome llamar con timidez.Me pregunto quéactitud guardaré en la alcoba de la granCatalina, y cómo seme apareceríaahora con su verde pelliza, el cordón rojo sobre la garganta desnuda y susbuclecitosempolvados.

Vuelvoallamar.Wandaabre,impacienteyviolenta.

—¿Porquéhastardado?

—Estabadetrásdelapuerta;sindudanomeoístellamar—respondícontimidez.

Cierralapuerta,vienehaciamíymeconducealsofádedamascorojoenquereposaba.Todoesrojo,tododedamasco.Eledredónrepresentaunasunto—SansónyDalila—soberbiamentetrabajado.

Wandamerecibeenelmásfascinadordeshabillé.Sutrajedesedablancamodela ligera y artísticamente su cuerpo gracioso, dejando al descubierto lagarganta y los brazos, delicados y llenos de abandono, rodeados de lassombríaspielesdelagranpellizadeterciopeloverdeguarnecidadecebellina.Sucabelleradefuego,mediodeshechaysostenidapornudosdeperlasnegras,caehastasuscaderas.

—Venusdelaspieles—balbuceé,entantoquemeatraeasugarganta,casiahogándome a besos. Después quedo mudo y privado de pensamiento,sumergidoenunmardedeliciasnosoñadas.

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AlfinWandasedesprendeymemira,apoyadasobresubrazo.Caíasuspies;ellameatrajoasíycomenzóajugarconmipelo.

—¿Meamasaún?—medijoconlosojosembriagados.

—¡Túlopreguntas!

—¿Recuerdasaúntujuramento?—añadióconunaencantadorasonrisa—.Todo está ya arreglado, todo dispuesto. Vuelvo a preguntarte otra vez: ¿Deverasquieressermiesclavo?

—¿No lo soy ya? —repliqué asombrado—. No has firmado aún elcontrato.

—¡Elcontrato!¿Quécontrato?

—¿Loves?¡Yanoteacuerdas!Dejémoslo,pues.

—Pero, Wanda, bien sabes tú que yo no conozco mayor delicia queservirte,sertuesclavo,yquetodolodaríaporesavoluptuosidad,inclusomivida.

—¡Cuánhermosoestáscuandoteexaltas,cuandohablascontantofuego!¡Ah!Cadavezestoymásperdidaporti,yserédura,imperiosaycruelcontigo.Perotemonopoderserlo.

—Esonomeinquieta—dijeriendo—.¿Dóndeestáeldocumento?

—Aquí—dijoconfusa,ylesacódelpechoparadármelo—.Enélestátufelicidad; quedas completamente a mi disposición, porque, además, tengoredactado otro documento en que declaras tu intención de matarte. Puedomatarte,simeparece.

—Trae.

Mientrasyodesplegabaeldocumentoyleía,Wandatomótinteroypluma,sesentóluegoamilado,pasóelbrazoalrededordemicuelloymiróelpapelpordetrásdemí.

Eldocumentodecíaasí:

CONTRATO

ENTRELA

SEÑORAWANDADEDUNAIEW

YEL

SEÑORSEVERINODEKUSIEMSKI

«El señor Severino de Kusiemski quiere, desde el día de hoy, ser elprometidodelaseñoraWandadeDunaiew,renunciandoatodossusderechos

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deamanteyobligándose,bajopalabradehonorycaballero,asersuesclavo,entantoqueellanoleconcedalibertad.

ComoesclavodelaseñoraDunaiew,tomaráelnombredeGregorio,ysecomprometeasatisfacersinreservastodoslosdeseosdelasusodichaseñora,su dueña, obedeciendo todas sus órdenes, siéndole humildemente sumiso,considerandocualquiermercedquerecibacomounagraciaextraordinaria.

La señoraDunaiew,no sólo adquiere el derechodegolpear a su esclavopor las faltas que cometa, sino también el demaltratarle por caprichoo porpasatiempo, incluso hasta matarle, si le place. Queda, en suma, en supropiedadabsoluta.

Si laseñoraDunaiewconcedelibertadasuesclavo,elseñorSeverinodeKusiemskisecomprometeaolvidar todo loque,comoesclavo,hayapodidosufrir, y a no vengarse jamás, en ningunamanera por ningúnmedio y bajoningunaespeciedeconsideración,niaejercitaracciónalgunacontraaquélla.

Porsuparte, laseñoraDunaiewseobligaacomparecervestidadepielesconlamayorfrecuenciaantesuesclavo,inclusocuandosemuestrecruelparaconél.

Hechohoy…»

Elsegundodocumentosóloconteníaestaspalabras:

«Cansadodelasdecepcionesdeunañodeexistencia,pongofinlibrementeamividainútil.»

Un profundo horror me invadió al leerle. Todavía era tiempo, podíavolverme atrás; pero la demencia de la pasión, la vista de la hermosa que,ebriadealegría,seapoyaenmihombro,mearrastraban.

—Tienesquecopiaréste—dijoWanda,señalandoelsegundodocumento—, que debe ir escrito enteramente de tu puño y letra. El contrato no hacefalta.

Copiéaescapelaspalabrasenqueproclamabamisuicidio,ydielpapelaWanda.Loleyó,yriendo,lopusosobrelamesa.

—Ahora, ¿tendrás valor para firmar éste? —preguntó, sacudiendo lacabeza,conunasonrisafina.

Tomélapluma.

—Déjamefirmarantes—dijoWanda—.Tetiemblalamano.¿Temes?

Ellatomóelcontratoylapluma,yyolevantélosojos,enluchaconmigomismo,cuandomismiradascayeronsobrenumerosaspinturasdelasescuelasitaliana y holandesa, cuyo extraño carácter se relacionaba con el asunto del

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edredón,queteníaparamíunaspectoinquietante.Dalila,unabuenamozadecabellera de fuego, medio cubierta por un manto de pieles oscuras, estabatendida sobre un diván rojo, inclinándose riente hacia Sansón, derribado ymaniatado por los filisteos. Su burlona coquetería, su sonrisa, tiene unacrueldad verdaderamente infernal; sus ojos entornados se dirigen a los deSansón,quelanzanunaúltimamiradadeamorllenadeclemencia,porqueyaunode los enemigos se arrodilla sobre su pecho, dispuesto a cegarle con elhierroardiente.

—Demaneraqueestáscompletamenteperdido.¿Quétesucede?Dejatodoesoalosantiguos.¿Acasomeconocerásmenoscuandohayasfirmado?

Miréelpapel.ElnombredeWandaaparecíaenamplioscaracteres.Hundímimiradaenlasuya,deunencantoirresistible,despuéstomélaplumaypusemifirmaenelcontrato.

—Tiemblas—dijoWanda—.¿Tendréquellevartelamano?

Ycogiódulcementemimano,cuandoyaminombreaparecíaenelpapel.Wanda examinó una vez más los documentos y los guardó en una mesitapróxima.

—Ahoradametupasaporteyeldineroquetengas.

Saqué mi cartera y se la di. Ella la registró y la colocó luego sobre elpasaporte, en tanto que yo me arrodillaba ante ella y, lleno de una dulceembriaguez,dejabadescansarmicabezasobresuseno.

Pero de repente me rechazó con el pie, se levantó e hizo sonar lacampanilla. Instantáneamente entraron, provistas de cuerdas, tres negrasjóvenes,esbeltas,vestidasderojo.

Comprendí todo el horror de mi situación y quise levantarme; pero yaWanda se erguía como una dueña, volviendo hacia mí su frío y hermosorostro, sus cejas amenazadoras, sus desdeñosos ojos. Hizo una señal con lamano,yantesdequehubiesepodidodarmecuentadeloqueibaapasar,lasnegrasmederribaronyatarondepiesymanos,hastaelpuntodenopodermemoverapenas.

—Tráemeellátigo,Haydée—ordenóWandaconunaflemaimperturbable.

Lanegraselopresentóderodillasasuama.

—¡Quítameestapieltanpesada,memolesta!Lanegraobedeció.

—Traeaquellachaqueta.

Haydéevolviócon labazabaikadearmiño tendidaen la camayWanda,conungestodeinimitablegracia,ordenó:

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—¡Atadleaesacolumna!

Las negras me levantaron, pasaron una fuerte cuerda alrededor de micuerpoymeataron, enpie, aunade lasmacizascolumnasque sosteníanelampliotechoitaliano.

Despuésdesaparecieron,comosilashubieratragadolatierra.

Wandaseaproximóamí;sutrajedesedablancaflotabacomounrayodeluna;sucabelleraardíasobrelaspielesdelachaqueta.Conlamanoizquierdaapoyada en un costado, el látigo en la derecha, me dijo con un tonodespiadado:

—Todacomediahacesadoentrenosotros. ¡Ahoravadeveras, insensato,despreciable, entregado a mí como un juguete en tu ciega demencia; a mí,orgullosa y llena de caprichos! Has dejado de ser mi bien amado; eres miesclavo,ypuedodisponerdetuvidasimeplace.Asíaprenderásaconocerme.Empezarás por gustar el látigo de mi mano, por capricho, sin haberlomerecido,yasísabrásloqueteesperacuandocometasfalta.

Con una gracia salvaje se levantó la manga orlada de armiño y medescargóunlatigazosobrelosriñones.

Todomicuerposeestremeció;ellátigohabíaentradoenmicarnecomolahojadeuncuchillo.

—¡Ah! ¿Te gusta? —exclamaba ella—. Espera, espera, voy a hacerteaullarcomounperro—añadióamenazadora,volviendoagolpearme.

Los golpes llovían, duros y rápidos, con espantosa violencia, sobre mislomos,misbrazos,micuello.Yoapretabalosdientesparanochillar.Unadelasvecesel látigomecruzó lacaray la sangre saltó.Ella seechóa reír sindejardepegarme.

—Ahoracomprendoelplacerdeposeeraunhombrequeama.¿Meamasaún? ¡No! ¡Aguarda, que he de desgarrarte! A cada golpe, el placer queexperimento aumenta. ¡Todavía un pocomás! ¡Chilla, grita!No he de tenerpiedad.

Porfinsecansó.

Arrojóellátigo,seextendióenelsofáyllamó.

Lasnegrasentraron.

—¡Desatadle!

Alquitarmelacuerdacaíatierracomounamasainerte.Lasnegrasrieron,enseñandosusdientesblancos.

—¡Quitadlelacuerdadelospies!Alfinpudelevantarme.

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—Venamilado,Gregorio.

Me aproximé a la hermosa, que nuncame había parecido tan seductoracomoentonces,ensucrueldad,ensusarcasmo.

—Daunpasomás,arrodíllateybésamelospies.

Alargóelpieyyoapoyémislabiosenél,¡loco,pobreinsensato!

—Novasavermeentodounmes,Gregorio—añadiómuyseria—.Yentodo ese tiempo, que aliviará tu nueva posición, trabajarás en el jardín yaguardarásmisórdenes.Ahora,¡marcha,esclavo!

Hatranscurridounmesconmonótonaregularidad,eneldurotrabajo,enlamelancolía, invadido del ardiente deseo de ver a la que me causa tantossufrimientos.Soyayudantedeljardinero,yconélpodoárboles,cortotroncos,trasplanto flores, cavo y limpio las avenidas. Comparto con él su groseracomidaysudurolecho.Melevantoymeacuestoconlospájaros,y,devezencuando,séqueladueñasedivierte,queestárodeadadeadoradores,yunavezheescuchadosusalegrescarcajadaseneljardín.

Voy volviéndome estúpido. ¿He aceptado este oficio ha poco, o le heejercidoantes?Pasadomañanaterminaelmes.¿Quévaaserdemí?¿Omehabráolvidadoydeberédedicarmeacortartroncosyhacerramilleteshastaeltérminodemisdías?

ORDENESCRITA

«ElesclavoGregorio,conformealapresente,deberá

permaneceramidisposiciónpersonal.

WandadeDunaiew.»

A la mañana siguiente, palpitándome el corazón, levanto el cortinajeadamascadoypenetroenlaalcobademidiosa,medioaoscuras.

—¿Estásahí,Gregorio?—preguntaWanda,mientrasyo,arrodilladoantelachimenea,preparoelfuego,estremecidoalescucharlavozdemiamada.

—Sí,midueña.

—¿Quéhoraes?

—Handadoyalasnueve.

—Tráemeeldesayuno.

Me apresuro a prepararle. Luego vuelvo con él y me arrodillo ante sulecho.

—Aquíestáeldesayuno,midueña.

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Wandaentreabrelascortinas,yalprincipio,extrañamentedespeinada,nola reconozco. Las queridas facciones no tienen la belleza acostumbrada. Elrostrosehaendurecido,ypresentaunamarcadaexpresióndelaxitudyhastío.

¿Acasoesqueyonoreparéantesenella?

Detiene sobremí sus ojos verdes,más bien curiosos que amenazadores,hasta compadecidos, y, levantando las pieles sobre que descansa, cubre conellassusespaldasdesnudas.

Enestemomentoestátandeliciosa,tantentadora,quesientoquelasangreseagolpaenmicabezayenmicorazón,hastaelpuntodequeelserviciodecaféoscilaenmismanos.Ellalonotayseapoderadellátigo,colocadosobreunamesadenoche.

—¡Torpeesclavo!—dice,frunciendoelentrecejo.

Bajo los ojos y sostengo la bandeja lo mejor que puedo. Ella toma sudesayuno,bostezayestirasussoberbiosmiembrosentrelasricaspieles.

Hallamado.Entro.

—EstacartaalpríncipeCorsini.

Corro a la ciudad, entrego la carta al príncipe —guapo mozo de ojosardientes—y,devoradoporloscelos,conduzcolarespuesta.

—¿Qué tienes? —me dice espiándome maliciosamente—. Estáshorriblementepálido.

—Nada,midueña;esquevengocorriendo.

Elpríncipealmuerzaconellayyoestoycondenadoaservirlesa losdos,para los cuales no existo.Hayunmomento en quemis ojos se oscurecenydejocaerelBurdeossobreelmantelyaunsobreloscomensales.

—¡Torpe!—exclamaWanda,dándomeunbofetón.

Elpríncipeyellaseechanareír,ylasangremesubealrostro.

DespuésdealmorzarhaidoapasearalosCascinos,guiandosucochecitoarrastradoporuntroncodecaballosingleses.Yovoysentadodetrásyobservosuscoqueterías,sussonrisas,cuandoalgúncaballeroimportantelasaluda.

Albajardelcocheseapoyalevementesobremíysucontactomeproduceelefectodeunadescargaeléctrica.¡Estamujeresmaravillosamentebellaylaamocadavezmás!

Damas y caballeros se reúnen a cenar a las seis de la tarde.Yo sirvo lamesa,sinqueestavezhayaderramadoelvino.

Una bofetada vale más que diez amonestaciones, sobre todo cuando la

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aplicaunamanecitaregordetademujer.

Despuésdecenarha idoencocheal teatroPérgola.Albajar laescalera,vestidadesedanegra,consucuellodearmiñoyunadiademaderosasblancasen la cabeza, se me aparece verdaderamente deslumbradora. Abro laportezuelaylaayudoasubir.Anteelteatro,saltoalestribo,ellaseapoyaenmí,yyotiemblo.

Abrolapuertadelpalcoyaguardoenelvestíbulo.Larepresentaciónduracuatro horas, durante las cuales la acompaña un caballero. Yo aprieto losdientesdecólera.

Esmásdemedianochecuandosuenaporúltimavezlacampanilla.

—Lumbre—ordena.

Luego,mientrasenciendo,pideté.

Cuandovuelvoconelsamovaryaestádesnuda,poniéndoseeldeshabilléblancoconayudadeunanegra.

Haydéenotardaendesaparecer.

—Damelapellizadenoche—diceWandatendiendosusbellosmiembrosadormecidos.

Tomolapiel,quedescansaenunade lasbutacasy lasostengo,mientrasella,conciertodescuido,pasalosbrazosporlasmangas.

—Quítameloszapatosyponmelaszapatillas.

Mearrodilloytirodelzapatito,quesemeresiste.

—¡Quita,quita!Mehacesdaño.¡Ahoraverás!

Enunabrirycerrardeojosmedaunlatigazo.

—¡Anda,vete!

Unpuntapiéaún,ymevoyaacostar.

Hoy la he llevado a una recepción. En la antecámarame ordena que laquite el abrigo.Después entra con altiva sonrisa, segurade su triunfo, en lasalabrillantementealumbrada.Otravezveodesfilarhoratrashoramistristespensamientos.Detiempoentiempo,lamúsicallegahastamí,cuandolapuertaseabreuninstante.Doslacayosquierenentablarconversaciónconmigo,perolodejanenvistadequehablomuypocaspalabrasenitaliano.

Me duermo, finalmente, y sueño que hematado aWanda en un furiosoacceso de celos y que me han condenado a muerte. Me veo atado en elcadalso;elhachacae,lasientosobrelanuca,peroestoyvivo.

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Elverdugomegolpeaentonceslacara.

No,noeselverdugo;esWanda,queestáantemí,reclamandosuabrigo.Enunabrirycerrardeojosvuelvosobremíylaobedezco.

Estodavíaunplacerponerelabrigoaunahermosaysoberbiamujer;ver,sentirsucuello,susmiembrosmagníficoshundirseenlapielricaydelicada,levantarlosbuclescaídosdesucabellera;yesparaperderelsentidocuandosequita la pellizay el dulce calor y el perfume sutil de su cuerpopersistensobreelpelodoradodelacebellina.

¡Por fin un día sin convidados, sin teatro, sin sociedad! Respiroampliamente. Wanda está sentada leyendo en la galería, sin que parezcadispuestaaordenarmenada.Aloscurecerseretiraconlabrumaplateada.Lasirvo la cena. Cena sola. No tiene una mirada, una sílaba, ni siquiera unabofetadaparamí.

¡Ah!¡Cómoechodemenossergolpeadoporella!

Las lágrimas seme saltan al sentirmehumillado tan cruelmente, sin queunaveztengaelvalordetorturarme,demaltratarme.

Antesdeirsealacamamellama:

—Estanocheteacostaráscercademí.Anochetuveunsueñoespantosoymediomiedo.Tomaunodelosalmohadonesdelsofáyextiéndeloamispiessobrelapieldeoso.

Luegoapaga la lámparay subeal lecho, laúnica luzdeungloboopacoquependedeltechodelaalcoba.

—Notemuevas,nomedespiertes.

Así lo hago, pero sin poder dormir. Veo a la bella, soberbia como unadiosa,descansandosobrelaspieles,tendidasobreeltorso,losbrazosbajolanuca,inundadosporsucabellerarutilante.Escucholarítmicacadenciadesurespiración.Cadavezquesemueve,atiendoparaversimenecesita.

Peroellanotienenecesidaddemí.

No tengo para ella ningún otro deber que cumplir, ninguna otrasignificaciónqueunrevólverounalamparilla.

¿Quiéneselloco,ellaoyo?Todoesto,¿provienedeuncerebrodemujermala,fértilentraspasarmisfantasíasultrasensualesoquizáestamujeresunadeesasnaturalezasaloNerón,queencuentranunplacerdiabólicoenaplastarcomogusanoshombresquepiensanysienten,yqueposeen—comoellos—unavoluntad?

¡Quénohesufrido!

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Al arrodillarme hoy ante su lecho, llevándole el café,Wanda apoyó, derepente,sumanosobremishombros,yhundióprofundamentesusojosenlosmíos.

—¡Quéhermososojos tienesdesdequesufres!—medijocondulzura—.¿Eresdesgraciado?

Bajélacabezaycallé.

—Severino, ¿me quieres aún? —añadió en tono doloroso—. ¿Puedesquerermetodavía?

Ysurostroadquirióunairetandesgarrador,quelabandejasemecayó,ytazasyvasoscayeronalsuelo.

—¡Wanda, Wanda mía! —exclamé, abrazándola apasionadamente,cubriendodebesossuboca,sugarganta—.¡Ay,sí!Mimiseriaesqueteamocadavezmás,conmayorlocura,cuantomásmemaltratasytraicionas.¡Oh!¡Quisieramorirdedolor,deamorydecelos!

—Perosinoteheengañadoaún,Severino—replicóWanda,riendo.

—¡No, Wanda! ¡Por el amor de Dios! ¡No te burles de mí tandespiadadamente!¿Nofuiyoquienllevélacartaalpríncipe?

—Sinduda,invitándoleaalmorzar.

—DesdequeestamosenFlorencia,has…

—Tehesidosiemprefiel,telojuroporlomássagrado.Nohehechomásquesatisfacer tuscaprichosporamor tuyo.Peroquisiera tomarunadorador;todavía lacosanoestáhechamásqueamediasyyamedirigesel reprochefinaldequenosoybastantecruelparacontigo,¡mibelloyqueridoesclavo!PerohoyeresdenuevomiSeverino,misóloyúnicoamante.Mira:nodituropa; la encontrarás en aquellamaleta; vístete como en los bajos Cárpatos,donde tanto nos amábamos; olvida lo sucedido entremis brazos;mis besosdisiparántuspenas.

Y se puso a acariciarme como a un niño, abrazándome, mimándome.Luegomedijocondulcesonrisa:

—Vístete,teloruego,mientrasmearregloyo.¿Quieresquemepongalachaquetadepieles?Sí,sí,anda.

Cuandovolvílaencontréenmediodelahabitaciónconsutrajeblancodeseda, su kazabaika roja guarnecida de armiño, su cabello empolvado y unadiademadebrillantessobrelafrente.SeparecíadeunamanerainquietadoraaCatalina II; pero no pude reflexionar, porque, atrayéndome al sofá,me hizopasar dos horas deliciosas. Ya no era la dueña severa y caprichosa, sino laseñoraelegante,laamantetierna.Meenseñófotografías,librosqueacababan

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depublicarse,discurriendocontantoingenio,tantaclaridadygusto,quemásde una vez, encantado, llevé su mano a mis labios. Después me leyó doshistorias de Lermontov, y posando afectuosamente su mano sobre la mía,mientras sus facciones adorables expresaban un placer inefable, reflejadotambiénensudulcemirada,mepreguntó:

—Yahora,¿eresdichoso?

—Todavíano.

Entoncessetendiósobreeldiván,ylentamenteabriósukazabaika.

Peroyovolvívivamenteelarmiñosobresugargantadealabastro.

—¡Meenloqueces!—balbucí.

Yaestabayoensusbrazos;ya,comounaserpiente,meacariciabaconsulengua.Todavíamurmuróunavez:

—¿Eresdichoso?

—¡Porencimadetodo!

Seechóareír;peroeraunarisamalvadaysonoraquemeheló.

—¡Enotrotiempoqueríasserelesclavo,eljuguetedeunalindamujer,yahora te figuras ser un hombre libre, un hombre, un amante…! ¡Loco!Unamiradademisojosyotravezmiesclavo.¡Derodillas!

Medejécaerdelsofáasuspies,misojosfijosenlossuyos,llenosdeduda.

—Créeme—me dijo, considerándome, con los brazos cruzados sobre elpecho—.Meaburresynollegasadistraermedoshorasseguidas.Nomemiresasí.

Meempujóconelpie.

—Noeresloquedeseo;noeresunhombre,sinounacosa,unabestia.

Llamó;lasnegrasentraron.

—¡Atadlelasmanosalaespalda!

Quedé arrodillado, sin oponer resistencia, y me condujeron a la viñasituada en la extremidadmeridional del jardín. La tierra estaba plantada demaíz, y aquí y allí aparecían algunos árboles. A un lado se encontraba unarado.

Lasnegrasmeataronaunposteyseentretuvieronenpincharmeconsusagujasdeoro.Estonodurómucho.LlegóWandaconsutocadearmiñoenlacabeza,lasmanosmetidasenlosbolsillos.Hizoquemedesatarany,atadoslosbrazosalaespalda,conunyugoalcuello,tuvequetirardeunarado.

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Lasdiabólicasnegrasmecondujeronalcampo.Unaguiabaelarado,otratirabadelacuerdaylaterceramegolpeabaconellátigo,mientraslaVenusdelaspielesmirabaelcuadro.

Alamañanasiguiente,alservirladealmorzar,Wandamedijo:

—Traeuncubiertoyalmuerzahoyconmigo.

Ycuandoquisesentarmeanteella,añadió:

—No,cercademí;muycerquitademí.

Estádemuybuenhumor:medadecomeren sumismacuchara, con supropio tenedor, y juega y coquetea conmigo como una joven gata.Desgraciadamente,hemiradoaHaydée,quenossirve,algomásdelodebido.La pureza de líneas casi europea de sus facciones, su busto soberbio yescultural,queparecetalladoenmármolnegro,megustamucho.Ellalonotay descubre sus dientes con risa tonta. Apenas ha salido de la habitación,Wandaseestremecedecólera.

—¿Demodoqueteatrevesamiraraotramujerdelantedemí?¿Tegusta,acaso,más?¿Esmásdiabólica?

Me echo a temblar, nunca la he visto así: pálida hasta los labios yestremecida.Celosadesuesclava,Venusdelaspielesdescuelgabruscamenteellátigoymecruzalacaraconél.Luegollamaalasnegrasylasordenaquemeconduzcanatadoalacueva,quepareceunaverdaderaprisión.

La puerta se cierra, chirrían los cerrojos, la llave da la vuelta en lacerradura.Estoyencerrado,enterrado.

Allí quedé tendido no sé cuánto tiempo, atado como una bestia en elmatadero, sobre unmontón de paja húmeda, sin luz, sin agua, sin pan, sinreposo.Aellanolefaltaránadaymedejamorirdehambre,siyanoesdefrío.Estoytiritando.¿Seráfiebre?Creoquevoyaodiaraestamujer.

Unrayodeclaridadrojacomolasangreentraporunarendija.Es luz; lapuertavaaabrirse.

Wanda aparece en el umbral envuelta en su cebellina, alumbrándose conunaantorcha.

—¿Vivesaún?—pregunta.

—¿Vienesparamatarme?—respondoyoconvozmoribundayopaca.

Endossaltos,Wandallegahastamí,searrodillayrecuestamicabezaensupecho.

—¿Estásenfermo?¡Cómote relucen losojos!¿Meamas?Yoquieroquemeames.

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Sacaunpequeñopuñal.Yomeestremezcocuando lahojabrilla antemivista,temiendoquememate.Peroellaseechaareírycortalascuerdasquemesujetan.

Mehadejadocenarconellaestanoche;leleounaspáginasyseentretieneconmigo en multitud de cosas interesantes. Paréceme metamorfoseada,avergonzada de la barbarie que ha usado conmigo. Una dulce tranquilidadiluminasupersona,ycuandomecogelamanosusojostomanunaexpresiónsobrehumanadebondadydeamor,quenosarrancana losdos lágrimasconqueolvidamoslossufrimientosdelaexistenciaylosterroresdelamuerte.

Estamos leyendoManonLescaut. Ella comprende la intención, sin decirnada,perosonríedecuandoencuando.Porúltimo,mecierraellibro.

—¿Noquiereustedquesigaleyendo,señora?

—Porhoy,no.HoyvamosajugaralaManonLescaut.TengounacitaenlosCascinos,ytú,miqueridocaballero,meacompañarás.Síloharás,¿noeseso?

—¡Ustedloordena!

—Yo no ordeno, ruego —añadió con un encanto maravillosoindescriptible. Luego se levantó, apoyó su manecita en mi hombro, ymirándome—: ¡Oh, qué ojos tienes! —dijo—. Severino, te amo; no sabescuántoteamo.

—Sí—repliquéyoconamargura—,hastaelpuntodedarunacitaaotro.

—Hago eso para excitarte; necesito un adorador para no perderte; noquieroperdertejamás,¡jamás!,¿entiendes?,porqueteamoati,atisolo.

Ysecolgóapasionadademislabios.

—¡Quénopuedadartetodamialmaenunbeso…!,así…pero,vamos.

Se puso un vestido sencillo de seda negra y se cubrió la cabeza con unoscurobacbelik.Atravesóconrapidezlagaleríaymontóenuncoche.

—Gregoriomellevará—dijoalcochero,quequedósorprendido.

Subíalpescanteyfustiguéloscaballosconrabia.

EnellugardelosCascinosenquelaavenidaprincipalhacemásespesasufronda,Wandadescendió.Eradenoche.Algunasestrellassolitariasbrillabanatravésdelasnubesgrisesquevagabanporelcielo.CercadelArnoestabaunhombre envuelto en una capa oscura, con sombrero de alas anchas,contemplando las ondas amarillentas.Wanda se aproximó a él a través delboscajey le tocóenelhombro.Pudeobservarcómoél sevolvíahaciaella.Despuésdesaparecieronenlaespesura.

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Pasó sobremíunahorade tormento.Por fin, escuchéun rumorhacia elmatorral.Volvían.

Elhombrelaacompañóhastaelcarruaje.Laluzvivadeunodelosfarolescayó de lleno sobre un rostro joven, dulce y novelesco por encima de todaexpresión,aqueformabamarcounacabellerarubiayrizada.

Ella le tendió lamano, que él besó respetuosamente; luegome hizo unaseñalyelcochetomólainterminableavenidaabovedada,semejanteauntoldoverdepuestoalaorilladelrío.

Llaman a la puerta del jardín. Es una cara conocida: el hombre de losCascinos.

—¿Aquiénanuncio?—preguntéenfrancés.

Miinterlocutormoviólacabezaconairecortado.

—¿Nocomprendeustedalemán?—preguntócontimidez.

—¡Yalocreo!—repliquéenalemán—.Tengoelhonordepreguntarlesunombre.

—No le tengo, desgraciadamente—dijo confuso—.Digausted sólo a laseñoraqueestáaquíelpintoralemándelosCascinos.Pero,mírelausted.

Wanda se había asomado al balcón y hacía al extranjero señal de quepasara.

—Gregorio,acompañaalcaballero.

—Perdone,yosubiré.Muchasgracias.

Mientrassubíalospeldaños,yoquedéenpieabajoconsiderandoalpobrepintorconprofundacompasión.

LaVenusdelaspieleslehahechizado.Vaaretratarlaylevolveráloco.

¡Hermosodíadeinvierno!Elsolbrillacomoeloroenlapradera.Alpiedela galería se abren las camelias orgullosas en sus ricos botones.Wanda estásentadaenlaloggiaydibuja,mientrasasuladoelpintorlamiraextasiadoconlasmanoscruzadas,indiferenteatodo,hundiendosusmiradasenlasdeella.

Pero Wanda no le ve, ni tampoco que yo cavo en el parterre paracontemplarlaysentirsupresencia,quemecemialmacomounamúsica,comounapoesía.

Elpintorhasalido.Esunaempresaatrevida,peromearriesgo.Entroenlagalería,meacercoaWandaylepregunto:

—¿Estásenamoradadelpintor,midueña?

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Ellamemirasincólera,sacudelacabezayseechaareír.

—Medalástima,peronoleamo.Yonoamoanadie.Teheamadoatitanprofunda,tanapasionadamente,taníntimamentecomosabíaamar,peroyanoteamo;micorazónestáherido,muerto,yestomedesespera.

—¡Wanda!—exclaméyo,llenodedolor.

—Enbreve, tú tampocomeamarás—continuó—.Dimesi esemomentoestámuylejano,paraquetedélalibertad.

—Entonces seré todamividaesclavo tuyo,porque te adoroy te adorarésiempre—exclamé,presaotravezdelfanáticoamorquemeeratanfunesto.

Wandamemiróconplacer.

—Acuérdate bien de que te he amado por encima de toda expresión, dequehesidodespóticapara tiporhalagar tufantasía,quemicorazóntodavíaguarda para ti dulces sentimientos, una especie de íntima simpatía. Cuandoésta haya desaparecido, ¿quién sabe si te dejaré en libertad o si me haréentonces verdaderamente cruel, despiadada, salvaje contigo, o si seréindiferenteoamaréaotrosinquemecauseunaalegríadiabólicaatormentar,inclusohastalamuerte,alhombrequemeadoracomounadiosa?¡Acuérdatebiendeesto!

—Hacemuchoquehesoñado—repliqué,devoradoporlafiebre—quenopuedovivir sin ti.Moriré simedejas en libertad.Permíteme ser tu esclavo,mátame,peronomealejesdetupresencia.

—Bueno; sé mi esclavo, pero no olvides que no te amo ya y que, porconsiguiente,tuamornotienemásvalorparamíquelaadhesióndeunperroaquienseecha.

HoyhevisitadolaVenusdeMédicis.

Aúneratiempo.LasalitaochavadadelaTribunaestaballenadeunadulceclaridad crepuscular, semejante a la de un santuario, y permanecí con lasmanosjuntasenprofundameditaciónantelaimagendeladiosa.

Peronopermanecíenpielargotiempo.

Noseveíaanadie,ni siquieraun inglés,en lagalería.Caíde rodillas,yconlosojosentornadoscontempléelcuerpoesbelto,arrebatador,lagargantadilatada de la voluptuosa figura virginal, los rizos perfumados, que parecenocultaracadaladopequeñoscuernecillos.

Oigosonarlacampanilla.

Esmediodía.Estáaúnenlacama,dobladoslosbrazosbajolanuca.

—Voyabañarmeyquieroquetúmesirvas.Cierralapuerta.

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Obedecí.

—Ahora,mirasiabajoestátodotambiéncerrado.

Descendípor laescaleradecaracol,queponeencomunicación laalcobacon el cuarto de baño.Una vezme faltó el pie y tuve que apoyarme en labarandilla. Luego que hallé cerrada la puerta que da a la loggia y a losjardines,volví.Wanda,despeinada,cubiertaconsucapadeterciopeloverde,estaba, sentada en la cama. Hizo al verme un movimiento rápido, que mepermitiócomprenderqueestabadesnuda,ysinsaberporquémeturbécomouncondenadoamuertequesabequevaalcadalsoycomienzaatemblarantesuvista.

—VenGregorio;tómameenbrazos.

—¿Cómo,midueña?

—Quieroquemellevestú,¿oyes?

Lalevanté,sentándolasobremisbrazos,mientrasellamerodeabaelcuelloconlossuyos.Albajarlentamente,peldañotraspeldaño,rozándomesupelolamejilla,sintiendoquesupieseapoyabalevementesobremirodilla,pensabaacada instantenopodermás.El cuartodebañoocupabauna amplia rotonda,alumbrada por una luz filtrada en una roja cúpula de vidrio. Dos palmerasextendían sus anchas hojas, como un techo de verdor, sobre un lecho dealmohadonesdeterciopelorojo,desdedondeporalgunasgradascubiertasdetapicesturcos,sedescendíaalbañodemármolpuestoenelcentro.

—Arriba, sobre mi mesa de noche, hay un libro de cubierta verde;tráemelo,yellátigotambién—dijoWandatendiéndoseenlosalmohadones.

Subí y bajé de cuatro en cuatro las escaleras, y arrodillándome, depositéambos objetos en manos de mi dueña, que en seguida me hizo reunir sulujuriante cabellera eléctrica en un nudo con una cinta de terciopelo verde.Hecho esto, la preparé el baño torpemente, pues los pies y las manosrehusabanservirme;ycadavezquecontemplabaalahermosaextendidasobrelosalmohadonesdeterciopeloverde,contrastandodevezencuandoelbrillode una parte u otra de su soberbio cuerpo con las pieles sombrías, en unacontemplación involuntaria, atraído por una fuerza magnética, comprendíacómo la voluptuosidad y la concupiscencia residen solamente en elsemidesnudo,en loexcitante,y todavía locomprendímejorcuando,por fin,estuvo llenoelbañoyWanda,deunsologesto, rechazóelmantodepieles,quedandoantemícomoladiosadelaTribuna.

En estemomento, en su belleza sin velo, seme apareció tan divina, tancasta,que,comoeldíaanterioranteladiosa,caíderodillasanteella,yenunactodeadoraciónapretémislabiossobresuspies.

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Mi alma, presa hacía poco de lamás viva agitación, quedó tranquila derepente,yWandanotuvoyaningunacrueldadparamí.

Descendió lentamente al baño, y con una alegría tranquila, en que no semezclabaelmenor sufrimientoni lamenorenvidia,pudecontemplarlaamigustosumergirsey levantarseen laondacristalina, jugandoamorosamenteasualrededorlasondasquelevantabasucuerpo.

Nuestroartistanihilistatienerazón.Unamanzananaturalesmáshermosaqueunamanzanapintada,yunamujervivamásqueunaVenusdepiedra.

Alsalirdelbaño,deslizándoseensupiellasgotitasplateadasylarosadaluz, se apoderó de mí un éxtasis mudo. Sequé con el lienzo su admirablecuerpo, frotándole, y la tranquila beatitud persistió todavía en mí cuando,envueltaenlacapa,descansósobrelosalmohadones,apoyandounpiesobremícomountaburete.Laelásticapieldecebellinasepegabavoluptuosaasufresco cuerpodemármol, y el brazo izquierdo enque se apoyaba, comouncisnedormido,aparecíaenlasombríapieldelamanga,entantoquesumanoderechajugabaconellátigo,

Mis miradas cayeron por casualidad en un espejo colgado en la paredopuesta, y lancéungrito cuandovi reflejada la escena en sumarcodorado,comouncuadro;uncuadrotanmaravillosamentebello,tanfantástico,queunaprofunda tristeza invadiómi alma al pensar que sus líneas y sus colores sedesvaneceríancomounaniebla.

—¿Quétesucede?—preguntóWanda.

Laseñaléelespejo.

—¡Ah!¡Muyhermoso!¡Lástimaquenopuedaconservarselaescena!

—¿Ypor qué no?Ese artista, ¿no sería elmás valiente y famosode lospintores si te tomara de modelo y eternizara tus rasgos con su pincel? Elpensamiento de que tanta belleza extraordinaria—continué, contemplándolaconentusiasmo—,tansoberbiorostro,ojostanextrañosdereflejosverdosos,cabellera tan diabólica, tanto esplendor de cuerpo, queden perdidos para elmundo, es atroz y me causa todas las angustias de la muerte, delaniquilamiento,porquenotienes,comolosdemás,elderechodedesaparecerenteramente para siempre, sin dejar detrás de ti una huella de tu existencia.Tusrasgosdebenvivircuandohayasvueltoalpolvo;tubellezadebetriunfardelamuerte.

Wandaseechóareír.

—¡Qué lástima que la escuela italiana de hoy no posea unTiziano o unRafael! ¿Quién sabe si el amor podrá reemplazar al genio y si nuestroalemancito…?

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Yquedópensativa.

—¡Sí!Hadehacermiretrato—añadióderepente—,ycorredemicuentaquemezcleelamorasuscolores.

El joven pintor ha establecido su estudio en la villa de Wanda, caídoperfectamenteenelcepo.¡Hastahacomenzadounamadonadeojosverdesycabellodefuego!¡Sóloelidealismodeunalemánpuedehacerdelretratodeestamujervoluptuosa la imagende lavirginidad!Elpobremozoestáhechoun asno casi tan grande como yo. Desgraciadamente, nuestra Titania hadescubiertodemasiadoprontonuestrasorejas.

Ella se ríe de nosotros, ¡y de qué manera! Oigo su risa insolente ymelodiosa resonarenel estudio,bajo laventanaabierta, acuyopieescuchoceloso.

—¿Estáustedloco?¡Esoesinverosímil!¡Yodevirgen!—exclamó,riendodenuevo—.Aguardeustedunmomento;voyaenseñarleaustedotroretratomío,otroretratopintadopormí.Vaustedacopiarle.

Sucabezaaparecióenlaventana,comorodeadaderayosdesol.

—¡Gregorio!

Salíatodaprisa,ymedirigíalestudioporlagalería.

—¡Llévalealcuartodebaño!Yseretiróenseguida.

Nosdirigimosalarotonda,yabrí.

Pocodespués llegóWanda,vestidasólocon lapieldecebellinayconellátigo en la mano. Se tendió como la última vez en los almohadones deterciopelo.Yome tendíasuspies,yella, jugandoconel látigo,pusosupiesobremicuello.

—Mírame—dijo—contumiradafanática.Asíestábien.Vamos.

El pintor se había quedado espantosamente pálido;miraba la escena consus hermosos ojos azules soñadores. Sus labios se entreabrieron, peroquedáronsemudos.

—¿Quétal?—dijoWanda—.¿Tegustaelcuadro?

—Sí, voy a pintarle así —dijo el alemán; pero aquello no eraverdaderamentehablar;suvozeraungemidoelocuente,elllantodeunalmaenferma,agonizante.

El croquis al carbónestádispuesto; las cabezasy carnes,manchadas.Surostrodiabólico sepresentaya en líneas atrevidas;brilla lavida en susojosverdes.

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Wandaestáenpieantelatela,losbrazoscruzadossobre,elpecho.

—Comomuchasobrasdelaescuelaveneciana,estecuadroserá,alavez,un retratoyunasuntohistórico—explicaelpintor,otravezpálidocomo lamuerte.

—Y ¿con qué nombre le designaréis? —pregunta Wanda—. Pero ¿quétieneusted?¿Estáustedenfermo?

—Tengomiedo—contesta,devorandocon losojosa lahermosa—.Perohablemosdelcuadro.

—Sí,hablemosunpocodelcuadro.

—Merepresentoa ladiosa,descendidadelOlimpohaciaunmortal,que,tiritandoenesta tierramoderna,procuracalentarsucuerpoaugustobajounagrandeypesadapiel,ylospiesenelregazodesubienamado.Merepresentoelelegidodeunahermosadéspotaquefustigaasuesclavocuandosecansadeabrazarle,yquees tantomásamadacuantomás lepisotea.HeaquíporquéllamaríaalcuadroLaVenusdelaspieles.

Elartistapintalentamente,haciéndosesupasiónmásviva.Temoquealapostresenossuicide.Ellajuegaconélyleproponeunenigmaquenopuederesolver.Lasangrelearde,yellasedivierte.Mientraslesirvedemodelo,nohacemásquecomerbombonesylanzarlebolitasdepapel.

—Meencantaver austedde tanbuenhumor, señora—diceelpintor—.Perolacaradeustedpierdelaexpresiónquenecesitoparamicuadro.

—Aguardeusteduninstante;yalarecobraré.

Selevantaymedaunlatigazo.Elpintorlacontemplaconairecohibido,expresando su rostro un asombro ingenuo en que se mezcla el horror y lasorpresa.

Mientras Wanda me flagela, su rostro adquiere la expresión de crueldesdénquemeencantademanerataninquietante.

—¿Eséstalaexpresiónquesenecesita?

Llenodeconfusión,elpintorbajalavistaantelosfríosrayosdesumirada.

—Esaes—balbucea—,peromesientoahoraincapazdepintar.

—¿Cómo?—preguntaWandaburlona—.¿Podríayoayudarle?

—¡Sí!—gritaelalemáncomoundemente—.¡Flagélemeustedamí!

—Conmuchogusto—replicaalzandoloshombros—.Perosepaustedquecuandomesirvodellátigonoesenbroma.

—¡Péguemeustedhastalamuerte!

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—¿Medejaustedqueleate?

—Medejo—gime.

Wandanosdejauninstanteyvuelvealpuntoprovistadecuerdas.

—¿Demanera que se entrega usted a laVenus de las pieles, la hermosadéspota?—diceconaireburlón.

—Átemeusted—clamaelpintorsordamente.

Wanda leata lasmanosa laespalda, lepasaunacuerdabajo losbrazos,otraalrededordelcuerpoyleataalafallebadelbalcón.Luego,dejandocaersuspieles,cogeellátigoyseaproximaalalemán.

Laescena teníaparamíunencanto lúgubrequenopodréexpresar.Sentísaltársemeelcorazóncuando,riendo,dioelprimergolpeyellátigosilbóenelaire. Al oírlo el pintor tembló levemente. Luego con la boca entreabierta,brillandolosdientesentreloslabiospurpurinos,Wandadescargósobreélsusgolpes, hastaque los conmovedoresojos azulesparecieronpedir gracia.Eraindescriptible.

Ahoraestásolaella,sirviéndoledemodelo.

Wanda me ha puesto en la habitación contigua, detrás de una grancolgadura,desdedondepuedoversinvervisto.

¿Quélepasa?

¿Tienemiedo,oesunnuevosuplicioquepreparaparamí?Me tiemblanlaspiernas.

Estánhablando juntos.Elbaja tanto lavozquenopuedoescucharnada;ellalerespondedelmismomodo.¿Quésignificaesto?Evidentementeestándeacuerdo.

Sufrohorriblemente.Micorazónparecequevaaromperse.

Ahorasearrodillaanteella,laabrazayapoyasucabezaensupecho.Ella—¡lacruel!—ríe,yahoralosoigodecirenaltavoz:

—¡Todavíanecesitaustedellátigo!

—¡Mujer! ¡Diosa! ¡No tienes corazón! ¿No sabes tú lo que es amar,consumirse de pasión en la espera? ¡No puedes figurarte un instante lo quesufro!¿Notienespiedaddemí?

—Ninguna—replica,malvadaeinsolente—.Notengomásqueellátigo.

Y sacándole de entre las pieles, cruza la cara con él al pintor. Luego selevantayretrocededospasos.

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—¿Vaustedaquejarsemás?—preguntaconairedeindiferencia.

Elnoresponde,perosevuelvealcaballeteytomalapaletaylospinceles.

Estámaravillosamente bien.Es un retrato que reproduce sus facciones yque al mismo tiempo parece un ideal: tan ardientes, sobrenaturales y hastadiabólicossonloscolores.

Elartistahapintadosutormento,suadoración,suéxtasis.

Ahora me está pintando a mí, y todos los días pasamos juntos algunashoras.Hoysehavueltoderepentehaciamí,ymehadicho:

—¿Laamausted?

—Sí.

—Yolaamotambién.

Susojossellenarondelágrimas;permanecióalgunosinstantessilenciosoyluegovolvióapintar.

Elcuadroestáacabado.Ellahaqueridopagarle,generosacomounareina.

—¡Oh!¡Yamehapagadousted!—dicerehusandocondolorosasonrisa.

Antesdepartir,abremisteriosamentelacarteraymepermitemirardentro.Tengomiedo.HevistolacabezadeWanda,vivacomoenunespejo.

—Estoesparamíynopuedequitármelo.¡Bienmeloheganado!

—Verdaderamente, me da pena ese pobre pintor —me dice hoy—.Verdaderamente,esidiotasertanvirtuosacomosoy,¿noteparece?

Nomeatrevoaresponder.

—¡Ah! Olvidaba que hablaba a un esclavo. Quiero salir, distraerme yolvidar.¡Quéenganchen…enseguida!

Nuevo traje fantástico. Medias botas rusas de terciopelo azul violeta,guarnecidasdearmiño;trajedelamismatelalevantadoporestrechasbandasyescarapelas de piel; un abrigo corto ajustado, correspondiente al traje ytambiénricamenteorladoyforradodearmiño;unaaltatocadeestapielaloCatalinaII,sostenidaporunalfilerdebrillantes,yloscabellosincandescentescayendo sobre las espaldas. Así es como ha subido al coche, que guía ellamisma. Yo me senté detrás. Había que verla fustigar a los caballos. Ibanvolando.

Es indudablequehoycausará sensacióny será la leonade losCascinos.Los conocidos la saludan desde sus carruajes; en las avenidas se formangruposdepaseantesqueseparanahablardeella.Peroellanoadviertenadadeestoytansóloinclinalacabezacuandolasaludauncaballerograve.

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Deprontoapareceunjovenmontandounsoberbiocaballonegro,fogoso.AlveraWanda,moderaelpaso,sedetiene,ladejapasardelanteyellalemiraentoncestambién,laleonadelosleones.Susojosseencuentran,peroellanopuederesistirlafuerzamagnéticadelossuyosytienequevolverlacabeza.

Sofocado por esta mirada, entre sorprendida y encantada, con que haenvueltoaljoven,elcorazónmedesfallece.

Indudablementeesunhombrehermoso,másaún,unhombrecomonuncaviotro.PareceunBelvederedemármol; tiene losmismosmúsculos suaves,pero de acero; el mismo pelo encrespado; pero lo que le da una bellezacaracterísticaesquecarecedebigoteydebarba.Si tuviese las caderasmásanchas, se le tomaría por una mujer disfrazada. La boca es enteramentefemenina,conlabiosdeleónquedejanentreverlosdientes,dando,aveces,asurostrounaexpresióncruel.¡EsApolodesollandovivoalsátiroMarsyas!

Llevabotasdemontar,unchalecodecueroblancoestrechoyajustado,undolmándepañonegroguarnecidodeastracánydericaspasamanerías,comolasdelosoficialesitalianos.Unfezrojocubresucabeza.

Ahora comprendo el Eros masculino y admiro al Sócrates que fueravirtuosoconesteAlcibíades.

Nunca he visto a mi leona tan excitada. Sus mejillas ardían cuandodescendía del coche ante su villa; subió a escape las escaleras, y con unamiradaimperiosameordenóquelasiguiera.

Paseando agitada a lo largo de la habitación, comenzó a decirme en untonodeodioquemecausabamiedo:

—VasairatomarinformessobreeljovendelosCascinos,hoymismo,aescape.¡Quéhombre!¿Lehasvisto?¿Quédices?¡Habla!

—Esmuyguapo—respondísordamente.

—Tanguapoqueheperdido la respiración—añadióparándoseenmediodelahabitaciónyapoyándoseenelrespaldodeunasilla.

—Comprendo la impresión que te ha hecho —respondí, arrastrado denuevoenuntorbellinopormilocafantasía—;yomismoestabafuerademí,ypuedoimaginar…

—¡Qué es mi amante!—riendo— ¡Qué te da de latigazos y que es unplacerparatirecibirlosdesumano!Vete.

Loheconseguidoantesdelacaídadeldía.Amiregreso,Wandasehallaaún vestida, tendida en el sofá, la cabeza entre las manos, despeinada lacabellera,comolamelenadeunleón.

—¿Cómosellama?—mepreguntóconunacalmainquietante.

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—AlejoPapadopolis.

—¿Griegoentonces?Asentíconlacabeza.—Debedesermuyjoven.

—Pocomayorquetú.DicenquehaestudiadoenParísyquesesabequeesateo;quehacombatidoenCandíacontralosturcos,haciéndosenotarnopocoporsuodioderaza,sucrueldadysubravura.

—¡Demodoqueestodounvarón!—exclamóconlosojosdeslumbrantes.

—EnlaactualidadviveenFlorencia…yesenormementerico.

—Eso no te he preguntado yo —replicó con viveza acentuando laspalabras.

—Espeligroso—añadiótrasunapausa—.¿Notienesmiedodeél?Yo,sí.¿Notendrámujer?

—No.

—¿Querida?—Tampoco.

—¿Aquéteatrosva?

—Esta noche va al teatroNicolini, en que trabajan la simpáticaVirginiaMariniySalvini,elprimercantanteactualdeItalia,quizádetodaEuropa.

—Nodejesdetomarunpalco.¡Pronto,pronto!

—Pero,señora…

—¿Quieresprobarellátigo?

—Aguarda en la galería—me dice—,mientras coloco sus gemelos y elprogramaenladelanteradelpalcoylacolocoeltaburetealospies.Salgoalagaleríaymerecuestocontraelmuroparanocaerdecelosydecólera,omejor—porqueno es ésta la palabra propia—de agonía demuerte.La veo en sutraje de moaré azul, su gran manto de armiño pendiente de las espaldasdesnudas,frenteafrentedelpalcoqueocupaelgriego.Losveodevorarseconlos ojos. La Pamela de Goldoni, Salvini, la Marini, el público, el mundoentero,noexistenyaparaellos.Yyo,¿quéesloquesoyenesteinstante?

HoyhaidoalbailedelministrodeGrecia.¿Lebuscaacaso?

Sehavestidode sedaverdemar,quedibuja sus formasdivinas,dejandodescubierto el busto y los brazos. Su pelo, atado en un solo nudoincandescente,adornadoconunnenúfarblancosobresuverdetallo,caesobresu cuello en una onda única. Su expresión no guarda la menor huella deemociónquedejesospecharelestadodefiebreintensaqueagitasualma.Vatan tranquila, tan tranquila, que mi sangre se hiela y siento congelarse micorazónbajosumirada.Lenta,conunamajestadindolenteylánguida,subela

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escalerademármol,dejandoarrastrarlaopulenciadesumanto,ypenetraconabandonoenel salón,que la luzdecentenaresdebujías llenadeunaniebladorada.

Instantáneamentesepierdeamivista,yrecojodelsuelosuabrigo,que,sinnotarlo,semehacaídodelasmanos.

Besolaspielesymisojossellenandelágrimas.

Esél.

Vestido de seda negra adornada con costosa cebellina oscura, es elhermosodéspotaaltivoquejuegaconlavidayelalmadeloshombres.Llegaalvestíbulo,miraaltaneroasualrededor,yfijalargoratosusojossobremí,deunamanerainquietante.

Bajo su mirada de acero, me sobrecoge de nuevo la agonía mortal, lasospechadequeélpuedacautivarla,tomarla,subyugarla;yunsentimientodevergüenza,decelos,deenvidiadesupoderosavirilidad,meinvadeelalma.

¡Cuánbienmecercioroahoradequesoyunserdébilyconfuso!Lomásignominiosoesquedeberíaaborrecerle,ynopuedo.¿Cómoesposiblequeélmehayareconocidoalinstanteentreunamultituddelacayos?

Me llama, moviendo la cabeza con una distinción inimitable; y yo,obedeciéndole,meaproximoamipesar.

—Quítameelabrigo—mediceconlamayortranquilidad.

Larebeldíademialmahace temblar todomiser;peroobedezco,sumisocomounesclavo.

Espero impaciente toda la noche, delirante de fiebre. Extraños cuadrospasanantemivista.Losveohablarseenunaprimeramiradalarga;colgadadesubrazo,ebria, laveoatravesarel salón, lospárpadosentornados, recostadasobresupecho;ahoraleveoenelsantuariodelamor,nocomoesclavo,sinocomodueño,enel sofá,ellaasuspies. ¡Meveoyo tambiénsirviéndolesderodillas!Labandejatiemblaenmimanoyéltomaellátigo…

Ahoraloslacayosseponenahablardeél.

Comoeshermosocomounamujer,ylosabe,sevistecuatroocincovecesaldía,alamaneradeunaverdaderacortesana.

EnParís,dosvecessemostróenpúblicovestidodemujer,yloshombresle asediaron.Cierto cantante italiano, célebre por su talento y sus aventurasgalantes,forzósupuertayleamenazóconmatarseasuspiessinosatisfacíasupasión.

—¡Lo siento! —replicó el griego, riendo—; tendría mucho gusto en

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complacerleausted;peronopuedohacerotracosaqueejecutarsusentenciademuerte,porquesoyhombre.

Hacomenzadoladispersión;peroella,sinduda,nopiensaaúnensalir.

Elalbaasomayatraslaspersianas.

Oigo, por fin, el frú–frú de su traje de seda, envolviéndola en sus ondasverdosas.Vienehablandoconél.

Yo ya no existo para ella, y ni siquiera se toma el trabajo de darmeórdenes.

—El abrigo de la señora —dice él, que, naturalmente, no piensa enayudarla.

Mientraslepongolapelliza,ellapermaneceasulado.Luego,cuandoderodillas le calzo las botas de abrigo, poniendo levemente sumano sobre laespaldadelgriego,lepregunta:

—¿Quéosparecelaleona?

—Si el león que ella ha escogido vive con ella y le ataca otro—dijo elApolo—, tiéndase la leona y contemple la lucha; y si su compañero quedadebajo,nolesocorraenmodoalguno,déjelemorirensusangrebajolasgarrasdesurival,ysigaalvencedor,almásfuerte,porqueestoesnaturalezaenlahembra.

Laleonamelanzóentoncesunamiradarápidayextraña.

Me estremecí sin saber por qué, y la luz roja, matutina, nos inundó desangrealostres:aella,aélyamí.

No ha querido acostarse; tan sólo se ha quitado el traje de baile y hadeshechosupeinado.Meordenaqueenciendalachimeneaysequedajuntoaella,mirandoelfuegoconfijeza.

—¿Me necesitas,mi dueña?—pregunté, faltándome la voz en la últimapalabra.

Wandameneólacabeza.

Salgo de la habitación y me siento en los peldaños de la galería queconduceal jardín.DelAmosoplaun ligerovientoNorte,unafrescurafríayhúmeda;alolejos,lasverdescolinasseenvuelvenennubesrosadas;unvapordeoroflotasobrelaciudadylacúpuladelDuomo.

Algunasestrellasbrillanaúnenelcieloazulpálido.

Mequitoelabrigoyapoyomiabrasada frentesobreelmármol.Todo lopasadohastaaquímeparecíaunjuegodeniños;peroahoravienelarealidad

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espantosa.

Presientolacatástrofe,laveodelantedemí,puedocogerlaconlasmanos;peromefaltavalorparaafrontarla,misfuerzasseagotaron.Ysisoyhombredehonor,nopuedenasustarmelosdoloresfísicosnilossufrimientosmoralesquepuedancaersobremí,losmalostratosque,acaso,meamenazan.

Ahoraexperimentountemor:el temordeperderaestamujer,aquienheamadoconunaespeciedefanatismo.Estetemorestanpoderoso,meaplastadetalmodo,que,derepente,mepongoasollozarcomounniño.

Toda lamañana ha permanecido encerrada en la habitación, servida porunanegra.Cuandolaestrelladelatardeprincipiaaaparecerenelcieloazul,lahevistoatravesareljardín,yalseguirlaprudentementedelejos,lahevistopenetrareneltemplodeVenus.Medeslicéfurtivamentetrasella,ymiréporlahendiduradelapuerta.

Estabaantelaaugustaestatuadeladiosa,conlasmanosjuntas,comoenoración, y la luz sagradade la estrelladel amor la alumbraba con sus rayosazules.

Denoche,enellecho,mesofocanlaagoníadeperderla,ladesesperaciónque,deunlibertinocomoyo,haceunhéroe.Enciendolalamparillaquependeenelcorredorbajounaimagen,yconellaenlamano,velándolaconlaotra,llegohastasualcoba.

Laleona,vencida,alfin,porlafatiga,completamenteaniquilada,duermeextendida sobre la espalda; cerrados lo puños, respirando desigualmente.Parece angustiada por un sueño. Lentamente retiro la mano y dejo caer laclaridadroja,contodasucrudeza,sobresurostroadmirable.

¡Nosedespierta!

Depositosinruidolalámparasobreelsuelo,mearrodilloanteel lechoyreclinomicabezasobresubrazo,suaveytibio.

Se agita un instante, pero tampoco despierta. No sé cuánto tiempopermanecíasí,enmediodelanoche,petrificadodeatroztormento.

Porfin,enunviolentoestremecimiento,puedollorar.Mislágrimascorrensobresubrazo.Seestremecevariasvecesdepiesacabeza;sedespiertaalfin,ymira.

—¡Severino!—exclama,másasombradaquecolérica.

Nopuedoresponder.

—¡Severino! —vuelve a decir con dulzura—. ¿Qué tienes? ¿Estásenfermo?

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Su voz era tan compasiva, tan buena, tan afectuosa, que me arrancó elcorazóncomocontenazasenrojecidasalfuego,ycomencéasollozaralto.

—¡Severino! ¡Pobre desgraciado amigo! —su mano cayó tiernamentesobremipelo—.Sufro, sufropor ti, peronopuedo socorrerte; con lamejorvoluntaddelmundo,noconozcoremedioparati.

—¡Ay,Wanda!¿Yesesocomoesdebido?—gemíenmidolor.

—¿Elqué,Severino?¿Dequéhablas?

—¿Nome amas ya? ¿No tienes piedad demí? ¿Te ha subyugado ya elguapoextranjero?

—Nosémentir—respondiócondulzura,despuésdeunalevepausa—.Meha causado una impresión que no puedo comprender, bajo la cual sufro ytiemblo;unaimpresiónqueheencontradodescritaporlospoetas,quehevistoenelteatro,peroqueconsiderabacomounacreaciónfantástica.Élescomounleón,fuerte,hermoso,orgullosoytierno;nadabárbaro,comoloshombresdelNorte.Mucholosientoporti,Severino,peroesprecisoqueyoleposea;¿quéestoydiciendo?Quemeposeaélcuandoleplazca.

—Piensaentuhonor,Wanda,intactohastaahora,siesquesoyalgoparati.

—Yo pienso; he sido fuerte mientras he podido; pero ahora —ocultó,avergonzada,lacaraentrelaalmohada—quierosersumujer,simeacepta.

—¡Wanda! —exclamé asaltado de nuevo por la agonía mortal que mequitaba respiración y conocimiento—. ¡Quieres ser su mujer, quierespertenecerle!¡Oh,nomeechesdetupresencia!Élnoteama.

—¿Quiéntelohadicho?—exclamóencendida.

—No te ama, no —continué con pasión—. Quien te ama soy yo, tuesclavo,quequiereecharseatuspiesysostenerteensusbrazostodalavida.

—¿Quiéntehadichoquenomeama?—volvióadecirconafán.

—¡Sémía!—sollocé—.¡Sémía!¡Nopuedoexistir,nopuedovivirsinti!¡Tencompasióndemí,Wanda!

Me miró, y de repente su mirada tomó la fría expresión desalmada, lasonrisaperversaqueyameeranconocidas.

—¿Dicesquenomeama?—dijocondesdén—.Estábien,consuélate tútambién.

Yalmismotiempomevolviólaespaldadespreciativamente.

—¡Dios mío! ¿Luego no eres una mujer de carne y hueso? ¿Luego no

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tienes corazón como lo tengo yo?—exclamé,mientras un espasmo sacudíaconvulsivamentetodomiser.

—Bien sabes tú que soy unamujer de piedra, laVenus de las pieles, tuideal.Arrodíllateyadórame.

—¡Wanda!¡Piedad,piedad!

Ella reía. Recliné la cara sobre su almohada y dejé que las lágrimascalmaranmidolor.

Hubounlargosilencio.Alfin,Wandaseincorporó.

—¡Meestasaburriendo!

—¡Wanda!

—Tengosueño,déjamedormir.

—¡Piedad! ¡No me alejes de tu presencia; nadie te amará, nadie podráamartetantocomoyo!

—¡Déjamedormir!

Ydenuevomevolviólaespalda.

Deunsaltomeapoderédelpuñalcolgadoa sucabecera.Le saquéde lavainaylepusesobremipecho.

—Voyamatarmeanteti—murmurésordamente.

—Hazloquequieras—respondióWandaconperfectaindiferencia—,perodéjamedormir.

Luegovolvióabostezar.

—¡Quésueñotengo!

Duranteciertotiempopermanecípetrificado;luegoyotambiénreíyvolvíallorarotravez.Meguardéelpuñalymearrodillénuevamenteanteella.

—¡Wanda,escúchameuninstante!

—¡Quiero dormir! ¿Lo oyes?—exclamó encolerizada. Y saltando de sulechomediounpuntapié—.¿Olvidasquesoytudueña?

Comoyopermaneciera inmóvil,cogióel látigoymepegó.Melevantéymehiriódenuevoenlacara.

—¡Mujer,esclavo!

Amenazando al cielo con las manos salí resuelto de la habitación. Ellaarrojó el látigo y se puso a reír a carcajadas. Ahora pienso que mi actitudteatraldebíaserrealmentecómica.

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Decididoa separarmede lamujer sincorazónque tancruelmentemehamaltratadoyque,acambiodemiadoraciónesclava,detodoloquehesufridoporella,estáapuntodefaltarahoraalafejurada,hagounpaqueteconmispobresropasyluegoescribolacartasiguiente:

«Señora:Laheamadoaustedcomouninsensato;meheentregadoausted,peroustedhaprofanadomissentimientosmássagrados,desempeñandoparamí un papel descaradamente frívolo. Mientras sólo ha sido, usted cruel ydespiadada,lahepodidoamar,peroyano,apuntodesergrosera.Nosoyyoelesclavoquesedejapisotearporusted.Ustedmismamehadadolalibertad,yyoabandonoaunamujeralaqueahorasólopuedodarodioydesprecio.

SeverinodeKusiemski.»

Di la carta a una de las negras y partí tan de prisa como pude. Lleguédesalentadoalaestacióndelferrocarril,yallísentíunaviolentaheridaenelcorazón…;medetuve…;meechéallorar.¡Ah!¡Quéignominia!¡Quierohuirynopuedo!Mevuelvo. ¿Dónde? ¡Haciaella, aquienaborrezcoyamoa lavez!

Reflexionodenuevo.Nomeatrevoavolver.

¿Cómo abandonar Florencia? Otra vez recuerdo que carezcoabsolutamentededinero. Iréapie.Esmásdecorosomendigarquecomerelpandeunacortesana.

Peronopuedo.

Ellatienemipalabradehonor.Debovolver.Quizámedejeella.

Doyrápidamentealgunospasos.Despuésmedetengodenuevo.Ellatienemi palabra de honor,mi juramento de esclavo, que durará en tanto que ellaquiera,mientrasellanomedevuelvalalibertad.Tampocopuedomatarme.

Me encuentro en los Cascinos, a orilla del Arno, junto a sus aguasamarillentas que riegan con un murmullo sordo algunos sauces perdidos.Rememoro todos los incidentes de mi vida y la encuentro lamentable, noobstante algunas alegrías aisladas, infinitamente indiferentes y sin valor,sembrada con abundancia de sufrimiento, dolores, agonías, desilusiones,esperanzasfallidas,penas,remordimientos,duelos.

Pienso en mi madre, tan amada, a quien vi extinguirse de espantosaenfermedad;enmihermano,quellenodederechosalplaceryalafelicidad,murióenlaflordesuedadsinhaberpodidoaproximarasuslabioslacopadela vida; pienso en mi nodriza muerta, en los amigos que trabajaron yestudiaronconmigo,entodosaquienescubreconsusudariolaindiferenteyfría tierra. Pienso en el palomo que, amenudo, hastiado de su paloma,mehacíaunareverencia,retrocediendo…Todoestohavueltoyaalpolvo.

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Luegomeechoareírymedeslizoenelagua;peroenelmismoinstante,meagarroaunosjuncosqueselevantanporencimadelasondasamarillas,yveo ante mí la mujer queme puso en tanmiserable condición. Flota en lasuperficiedelagua,alumbradaporelsol,comosifueratransparente,rodeadalacabezaylanucadellamasrojizas.Vuelvehaciamísurostroymesonríe.

Hevueltootravezasucasa,chorreando,rojodefiebreydevergüenza.Lanegra ha entregado la carta; de manera que estoy juzgado, perdido,completamenteenmanosdeunamujersincorazón,ofendida.

Ahoramematará.Yonoquieromatarme,y,sinembargo,tampocoquierovivirmucho.

Cuando entré en la villa, Wanda estaba en la galería, apoyada en labalaustrada,lacarailuminadaplenamenteporelsol,losojosentornados.

—¿Vivesaún?—mepreguntósinmoverse.

Yoquedémudo,lacabezainclinadasobreelpecho.

—Dame el puñal—continuó—.Para nada te sirve.No tienes valor paradejarlavida.

—No—respondí,temblandodefrío.

Meenvolvióenunamiradaaltaneradedesprecio.

—LehasperdidoenelArno.Estábien.Pero¿porquénotehasido?

Murmuréalgoqueniellaniyopudimosentender.

—¡Ah!¿Notienesdinero?¡Toma!—ysindecirmás,llenadedesdén,melanzóelportamonedasalacara.

Nolerecogí.

Ambosquedamoscallados.

—¿Noquieresirte,pues?

—Nopuedo.

WandahaidoencochealosCascinossinmí,ysinmíhavueltoalteatro.Harecibidovisitas.Lanegralahaservido.Nadiesefijaenmí.Voyrondandoporeljardíncomounanimalsindueño.

Tendidoenelcéspedhevistolosgorrionesdisputarsealgunosgranos.

Derepente,oigoelrocedeuntrajedemujer.

Wandaseacerca.Visteuntrajeoscurodesedadecuelloalto,yelgriegolaacompaña.Hablanmuyanimados,peronopuedocogerunasolapalabra.Depronto,elgriegogolpeaelsueloconelpiecontantaviolenciaquehacesaltar

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guijarrosyseponeasacudirsufustaenelaire.Wandaquedaespantada.

¿Tienemiedo?

¿Dóndeestánya?

Lahadejado;ellalellama,peroélnolaoyeonoquiereoírla.

Wandamuevetristementelacabezaysesientaenelbancomáspróximo,abstraídaensuspensamientos.Yo lacontemploconunaespeciedeperversaalegría.Porfin,melevantoymeacercoconairededesdén.

—Vengo a desear a usted buena suerte—digo, inclinándome—.Ya veoquehaencontradoustedsudueño,señora.

—¡Sí!¡Diosseaalabado!¡Bastadeesclavos!¡Unamo!Lamujernecesitaamo,yleadora.

—Desuertequetú,Wanda,¿amasaesebárbaro?

—Comonoheamadonuncaanadie.

—¡Wanda!—cogíelpuñal;pero las lágrimasme invadíanya losojos,yme sobrecogió un transporte de pasión, de dulce demencia—. ¡Bien, tómaleporesposo;élserátudueñoyyotuesclavomientrasviva!

—¿Quieressermiesclavo,apesardetodo?Seríagracioso;perotemoquenoquieraél.

—¿Él?

—Sí, está celoso de ti, ¡de ti!Ha exigido que te abandone, y cuando hasabidoqueeres…

—¡Le has dicho…! —repliqué, cortado—. Todo; le he contado todanuestrahistoria,tuscaprichosy,envezdeecharseareír,sehaencolerizado…

—¿Yteamenazó?

Wandamiróalsueloysecalló.

—¡Sí,sí!—dijeconamargodesdén—.Lehastenidomiedo.¡Wanda!—melancéasuspiesyabracésusrodillas—.Nodeseonadadeti;nada,sinosertuesclavo,tuperro…

—¿Sabesquemeaburres?—dijoellaconaireapático.

Diunsalto,indignado.

—Ya no eres cruel, sino grosera —dije, pronunciando las palabras contonoincisivoyduro.

—Ya lo decías en la carta —replicó, alzando los hombros con airearrogante—.Unhombredetalentojamásdeberepetirse.

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—¡Cómometratas!¿Quénombredasaeso?

—Podría castigarte a latigazos, pero prefiero responderte. No tienesderechoaquejarte. ¿Nohe sido siemprehonrada contigo? ¿No te lo advertívarias veces? ¿No te he amado cordialmente, apasionadamente, dándote aentenderdetodosmodosqueerapeligrosoentregarseamí,rebajarteantemí?¿Notedijequequeríaserdominada?¡Ytúquisistesermiesclavo,mijuguete!¡Yhabrásexperimentadoelmayorplaceralserlo,bajoellátigoybajoelpiede unamujer cruel y orgullosa! ¿Qué pretendes ahora? Losmalos instintosdormitabanenmíytúlosdespertaste.Siahoramecomplazcoentorturarte,enmaltratarte, tú eres el único responsable; ¡tú has hecho demí lo que soy, yahoraeresbastantecobarde,miserableeinhumanoparaquejarteantemí!

—¡Sí,soyculpable!Pero¿nohesufridobastante?Cesaestejuegocruel.

—Mucholoquiero—contestó,mirándomeconunairefalsoyextraño.

—¡Wanda!—exclaméconviolencia—.¡Noabuses,miraqueestavezsoyyahombre!

—¡Humodepaja,quealarmauninstanteyqueseapagatanprontocomoseencendió!Crees intimidarme,ymehacesreír.Sihubiesessidoelhombrequeme figuré al principio, unpensador, unhombre serio, te hubiera amadofielmenteyseríahoytumujer.Lamujerdeseaunhombrehaciaelcualpuedalevantarsumirada.Unhombrecomotú,queofrecelibrementesucuelloparaque lamujer ponga sobre él el pie, sólo puede servir de juguete agradable;peronotardaentirarlecuandosehastía.

—Intenta ahora arrojarme —dije desdeñosamente—. Mira que soy unjuguetepeligroso.

—No me provoques —contestó Wanda. Sus ojos y sus mejillas seencendieron.

—Si no puedo poseerte—repliqué poseído de cólera—, ningún otro teposeerá.

—¿Enquédramahasvistoeso?—exclamóconunairededesdénquemesofocó.Estabapálidadecólera—.Nomeprovoques—añadió—;miraquenosoycruel,peronoséhastadóndellegaríasinoponeslímite…

—¿Qué peor puedes hacer para mí que entregarte a ese hombre? —respondícadavezmásexasperado.

—Puedo hacerte su esclavo. ¿Acaso no estás enmi poder? ¿No hay uncontrato?Pero,francamente,seríaunplacerparatisitehicieraataryledijera:hazdeélloquequieras.

—¿Estásloca,mujer?

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—Estoy en toda mi razón. Te lo dije la última vez. Ya no me ofrecesningunaresistencia,ypuedoirmáslejosaún.Sientounaespeciedeodiohaciati, y veré con verdadera voluptuosidad cómo él te flagela hasta la muerte;aguarda,aguarda.

Apenasdueñodémí,lacogídelasmuñecasylaarrojéatierra,cayendoderodillasantemí.

—¡Severino!—exclamóconlacólerayelmiedopintadosenelrostro.

—¡Te he de matar si te haces su mujer! —mis palabras salían secas yardientes de mi boca—. Me perteneces y no te abandonaré, porque te heamadomucho—la cogí, trayéndola haciamí,mientras impensadamentemimanoderechaseapoderódelpuñalpendientedemicintura.

Wanda levantó hacia mí sus grandes ojos, de una tranquilidadinconcebible.

—Asímegustas—dijoconresignación—.Ahorameparecesunhombre,yenestemomentoteamoaún.

—¡Wanda!—laslágrimasmesaltarondelosojos,meinclinéhaciaellaycubrí de besos su rostro encantador, mientras ella, riendo con malicia,exclamó:

—¿Tienesyabastanteideal?¿Estáscontentodemí?

—¿Cómo?—balbuceé—.¿Eressincera?

—Losoycuandotedigoqueteheamadoati,atisolo,ytú,¡loco!,nohasnotadoquetodoerajuegoybroma,nilopenosoquemeeradarteunlatigazoen el instantemismoque deseaba abrazarte. Pero ya es bastante, ¿oyes?Hedesempeñadomi cruel papelmuchomejor que tú creías y ahora serás felizposeyendo tu mujercita, buena y tan poco bonita, ¿no es eso? Viviremosrazonablementey…

—¡Serásmimujer!—exclaméinundadodealegría.

—¡Sí!¡Túmujer,queridomío!—murmuróWanda,besándomelasmanos.

Yolalevantéhastamipecho.—YahasdejadodeserGregorio,miesclavo;vuelvesaserSeverino,mielegido.

—¿Yél?¿Noleamasya?

—¡Cómo puedes creer que pueda amar a un bárbaro! Tú estabas ciego;teníamiedoporti.

—¡Yyoqueheestadoapuntodematarme!

—¿Deveras?¡Ay!¡TiembloalpensarsihubierascaídoenelAmo!

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—Perotúmesalvaste—añadícondulzura—.Túflotabassobrelasaguassonriendoytusonrisamedevolvióalavida.

Experimento una sensación extraña cuando la estrecho ahora en misbrazos,mientraselladescansasobremipechoysedejaabrazarsonriendo.Meparece que salgo repentinamente de un acceso de fiebre o que, habiendonaufragado, llego, al fin, a la costa, después de haber luchado todo el díacontralasolasqueamenazabantragarmeacadainstante.

—Aborrezco esta Florencia donde has sido tan desgraciado —dijo ellacuando le deseaba buena noche—, y quiero marcharme mañana mismo.Tendrás labondaddeescribirmealgunascartas,yentre tanto,yo iréahacerunascompras.¿Quieres?

—Sí,miquerida,mibuenayhermosamujer.

Muydemañana,Wandavieneallamaramipuertaparapreguntarmecómohepasadolanoche.

Suamabilidadmetieneencantado.Nuncaimaginéquefueratanbuena.

Hace ya más de cuatro horas que salió, y hace tiempo que terminé suscartas.Mesientoenlagaleríaeinterrogolacallecercana.Tuvealgúnreceloenotro tiempo; pero ya, ¡gracias aDios!, nada de dudas ni temores.Y, contodo,mi corazón está oprimido, sin que pueda yo evitarlo. Tal vez son lossufrimientospasados,cuyorecuerdopesaaúnsobremialma.

Yaestáaquí,radiantedealegría.

—¿Hasalidotodoatugusto?—lepregunto,besándolelamano.

—Sí, corazón mío. Esta noche nos vamos. Ayúdame a arreglar losmaletines.

Por la tardemeruegaquevayayopormímismoadejar lascartasenelcorreo.Tomoelcocheyvuelvoalcabodeunahora.

—El ama ha preguntado por ti—me dice una negra riendo, al subir lasescaleras.

—¿Havenidoalguien?

—Nadie.

Ycomounagatanegra,escapaescalerasabajo.

Atravesélentamenteelsalenymedetuveantelapuertadesualcoba,

¿Porquémelateelcorazón,sisoydichoso?

Alabrirdespacitolapuertayretirarloscortinajes,Wandaestátendidaenelsofáyfingenodarsecuentademillegada,¡Quéhermosaensutrajedeseda

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grisplateada,querevelasusdivinasformasydescubresuadmirablegargantaysusbrazos!Unacintadeterciopelonegroatasupelo,Enlachimeneaardeelfuego; la lámpara lanzaa sualrededor su luz roja; toda lahabitaciónparecenadarensangre.

—¡Wanda!—exclaméalfin.

—¡Oh,Severino!—exclamóconalegría—.Teheaguardadoimpaciente,

Selevantóymeenlazóensusbrazos.Despuéssesentódenuevosobreelricoalmohadón,yquisoatraermehaciaella;peroyomedeslicéasuspiesyreclinémicabezasobresusrodillas.

—¿Sabes que hoy estoy muy enamorada de ti? —murmuró, mientrasapartandodosmechonesdepelodemifrentemebesabaenlosojos—,¡Cuánhermosos tus ojos! Siempre fue lo que más admiré de ti, pero ahora estoyverdaderamenteloca.¡Memuero!

Extendió sus adorablesmiembros yme envolvió en una dulcemirada atravésdelaspestañas.

—¡Pero estás frío!Me tienes en los brazos como un pedazo demadera.¡Aguarda, yo te encenderé!—y sepegóotra vez amis labios, acaricianteymaligna—.Veoqueyanotegusta,ytendréquesercruelcontigoalafuerza.Sin duda he sido hoy demasiado buena para ti. ¿Sabes, loco? Tendré queapelarallátigo…

—Peroniña…

—Sí,loquiero.

—¡Wanda!

—¡Anda! ¡Déjate atar! ¡Quiero verte enamorado! ¿Entiendes? Aquítenernoslascuerdas.Vamosaversisé.

Meatóprimero lospies, luego lasmanosa laespalda,y,porúltimo,meagarrotólosbrazoscomouncriminal.

—¿Quéeseso?¿Puedesaúnmoverte?

—No.

—Bueno.

Hizounlazoconunacuerdagruesa,melapasópor lacabeza,dejándoledeslizarhastalascaderas;luegotiróymeatóalacolumna.

Enestemomentosentíunextrañoestremecimiento.

—Experimentolasensaciónquedebeexperimentarunsentenciado.

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—¡Esquehoytevanaflagelardeveras!

—Entoncesteruegoquetepongaslachaquetadearmiño.

—Tecomplaceré.

Yquitándose lakazabaikasepusoaquellaprenda.Luego,con losbrazoscruzadossobreelpecho,secolocóantemíymemiróconlosojosentornados.

—¿Conoces la historia del toro de Dionisio, tirano de Siracusa? —mepreguntó.

—Larecuerdomalamente.¿Quéesello?

—UncortesanoinventóunnuevomododesuplicioparausodeltiranodeSiracusa. Consistía en un toro de bronce hueco, en cuya entraña debía serencerrado,elsentenciado.Unavezdentroéste,eltoroerasometidoalaacciónde un fuego violento. Apenas la máquina comenzaba a caldearse, eldesgraciado aullaba de dolor, y sus quejas semejaban elmugidodel animal.Dionisio sonrió agradecido al inventor, sólo que, para probar sudescubrimiento,loencerróaélmismoensutorodebronce.Estahistoriaestállenadeenseñanzas.Lomismotepasaati,quemehasenseñadoelegoísmo,elorgulloy lacrueldad,yque serás laprimeravíctimamía.Sientoahoraelplacerdetenerbajomidominioaunhombrequepiensa,sienteyquierecomoyo; un hombre más fuerte que yo, de cuerpo y espíritu, y de maltratarleparticularmenteporquemeama.¿Meamastúaún?

—¡Hastalalocura!

—¡Tantomejor!Asísóloexperimentarásplacerenloquevoyahacerdeti.

—¿Quétienes?¡Nocomprendo!Lacrueldadbrillaverdaderamentehoyentus ojos y estás tan extrañamente hermosa…, hasta tal punto eres laencarnacióndelaVenusdelaspieles…

Sin contestarme,Wanda pasó su brazo sobremi cuello yme besó en lanuca.Todoelfanatismodemipasiónseapoderódenuevodemí.

—¿Perodóndeestáellátigo?—grité.Wanda,sonriente,retrocedió.

—Demodo¿quéquieresdeveras?—exclamó,echandoatrásdesdeñosalacabeza.

—¡Sí!

ElrostrodeWandacambiócompletamentedeexpresión,yalteradocomoestabaporlacólera,hastameparecióodioso.

—¡Anda,flagélale!—dijoenvozalta.

Enelmismomomento,elrostrodelhermosogriegoaparecióatravésdel

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cortinaje de la cama.Quedó al principiomudo y cohibido. La situación eraespantosamentecómica,yyomismomehubieraechadoareíracarcajadas,sinohubiesesidoalaveztandesesperadamentetristeeignominiosaconmigo.

Esto eramás quemi sueño. Sentí frío en la espalda cuandomi rival seacercóhaciamí,consusbotasdemontar,sublancochaleco,sudolmánrico,ycuandomimiradacayósobresusmúsculosdeatleta.

—¿Erescruelhastaestepunto?—dijovolviéndosehaciaWanda.

—Tansóloporelplacer—respondióellaconairehuraño—.Lavidasólovaleporelplacer;quienlegoza,dejalavidaconpena;elquesufre,saludaalamuertecomoamiga.Peroquienpretendegozar,hade tomar lavidaenelsentidoantiguo,sinavergonzarsedecaerenladisipación,inclusoaexpensasdeotro;hadesersiempredespiadado;debeunciralosotrosasucarrooasuarado, como bestias de carga.A los hombres que, como éste, experimentanvoluptuosidad y placer en la esclavitud, felices en ella y compartiendo lasalegrías que causan, no les pidáis ir libremente a la muerte. Su amo debedecirse: si me tuvieran en su mano, como yo le tengo, harían lo mismoconmigoytendríaquepagarsuplacerconmisudor,conmisangre,acasoconmialma.Asíeraelmundoantiguo:placerycrueldad,libertadyesclavitudhansido juntos. Los que quieran vivir como dioses del Olimpo, deben teneresclavos que arrojar en los estanques, gladiadores que combatan en sussuntuososfestinesyquesólosehacenunpocodesangre.

Suspalabrasmedestrozaronelalmaporcompleto.Comprendía.

—¡Desatadme!—exclaméfurioso.

—¿Noeresmiesclavo,mipropiedad?¿Tendréqueenseñarteelcontrato?

—¡Desatadme!—volví a gritar desesperado, tirando con violencia de lacuerda.

—¿Podrádesatarse?—preguntóWandaalgriego—.Mehaamenazadoconlamuerte.

—Tranquilízate—dijoélexaminandolasligaduras.

—¡Pedirésocorro!

—Nadienosoyeynadieme impediráprofanarotravez tus sentimientosmássagrados,ydesempeñarcontigounpapelfrívolo—continuócitandocondesdénsatánicolasfrasesdemicarta—.¿Soyahoracruelydespiadada,obiengrosera?¿Meamasomedesprecias?Tenellátigo—yseloalargóalgriego,quevinoconrapidezhaciamí.

—Nolointentéis—exclamétemblandodecólera—.Nolotolerarédevos.

—¿Lodiceustedporquenollevopieles?—replicóelgriegosonriendocon

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airefrívolo.Ytomódesobrelacamalapellizadecebellina.

—¡Qué bueno eres!—dijoWanda, besándole y ayudándole a ponerse laprenda.

—¿Puedodarledeveras?—preguntó.

—¡Hazdeélloquequieras!—fuelacontestacióndeWanda.

—¡Bárbaro!—dije,rabioso.

El griego levantó sobre mí su fría mirada de tigre y probó el látigo,hinchándosele el bíceps de acero. Yo estaba agarrotado como Marsyas, ycondenado a ver cómoApolome desollaba vivo.Mimirada, errante por lahabitación,sedetuvoenelcorredorquerepresentabaaSansóncegadoporlosfilisteos,alospiesdeDalila.Estaimagensemepresentócomounsímbolo,laeterna alegoría de la pasión, de la voluptuosidad, del amor que siente elhombreporlamujer.Cadaunodenosotros,mepuseapensar,esunSansónalapostre,engañadoporsuamada,yalleveéstaunjustillodelienzoounacapadecebellina.

—Mirayacómoledomo—exclamóelgriego.

Mostrólosdientes,ysucaratomólaexpresiónsanguinariaquemeasustócuandoleviporprimeravez.

Y comenzó a descargar sobre mí el látigo, tan despiadada, tanespantosamente,queyosaltabaacadagolpecontodomicuerpo.Laslágrimascorríanpormismejillasy,entre tanto,Wanda, recostadaenelsofáentresuspieles,contemplabalaescenaconcruelcuriosidad,retorciéndosederisa.

Imposible es describir los sentimientos que experimenta un hombremaltratadoporunrivalfelizantelamujeraquienadora.Mesentíamorirdevergüenzaydesesperación.

Lomás ignominioso es que, enmi dolorosa situación, bajo el látigo deApolo y las risas de Venus cruel, experimenté al principio una especie deencanto fantástico, ultrasensual. Pero el látigo de Apolo disipó pronto eseencanto poético. Los golpes llovían sobremí; apreté los dientes, y el sueñovoluptuoso,lamujer,elamor,sedesvanecieronparamí.

Vi entonces con terrible precisión que, desde Holofernes y Agamenónhastaaquí,lapasiónciega,lavoluptuosidadhallevadosiemprealhombrealcepoqueletiendelamujer…,lamiseria,laesclavitud,lamuerte.

Mepareciósalirdeunsueño.

Enbrevemisangresaltóbajoel látigo.Yome retorcíacomoungusano,peroélhería siempre sinpiedadyella reía sinpiedad también, cerrando lasmaletas,envueltaensuabrigodeviaje.Yseguíariendocuandosubióalcoche

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enelpórtico.

Despuéscesótodoruido.

Escuché,reteniendolarespiración.

Elcochesealejó;seacabótodo.

Hubo un momento en que pensé vengarme, matarla. Pero recordé elcontrato.Teníaquecumplirmipalabraaregañadientes.

Elprimersentimientoqueexperimenté,despuésdeestacruelcatástrofedemi vida, fue un ardiente deseo de fatigarme, de viajar, de gustar lassuperfluidadesde la existencia.Quisehacermemilitar ymarchar aAsiao aArgelia;peromipadre,ancianoyenfermo,mellamaba.

Volví, pues, tranquilamente al hogar doméstico y le ayudé, durante dosaños, a soportar los cuidados y responsabilidades de su puesto. Entoncesaprendí lo que ignoraba hasta entonces, y ahora me parece tan confortantecomounvasodeaguaaunebrio.Aprendíatrabajaryacumplirmisdeberes.

Mipadremurióymeconvertíenpropietario,sincambiarporesto.Llevobotasdecampoyvivoconlamoderaciónquetendríasimipadrevivieseaúnymedieraestalección,mirándome.

Un día recibí una caja y una carta, en cuyo sobre reconocí la letra deWanda.

Extrañamenteemocionado,laleí:

«Caballero:

»Ahora que han pasadomás de tres años de la huida de Florencia en lamemorablenochequeustedrecordará,puedoescribirleparadecirle,unavezmás, cuánto le he amado. Pero usted hirió todos mis sentimientos con elextraño donativo que me hizo de su persona en su loca pasión. Tan luegocomo se hizo ustedmi esclavo, sentí que no podía ser usted yamimarido.Peromeparecíagraciosoconstituirmeen idealdeusted,yquizá—cosaquemedivertíamás—llegaracurarle.

»Yo encontré el hombre fuerte quenecesitaba, y he sido tan feliz con élcomosepuedeserenestacómicaboladebarro.

»Perocomocosahumana,mifelicidaddurópoco.Apenashaceunañomelemataronenduelo,yahoravivoenParíscomounaAspasia.

»¿Yusted?Suvidanohabrásidomuyalegredesdequeperdiólossueñosdeesclavitud,sinquehallaransatisfacciónlasdesdichadas inclinacionesquemequitarondesdeelprincipiotodaclaridaddepensamiento,todabondaddecorazón,todasinceridadmoral.

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»Esperoquemilátigolehabráhechobien.Lacurafuecruel,peroradical.Recuerdodelosdíaspasadosydeunamujerqueleamóaustedconpasión,seaesecuadroqueleenvío,obradelpobrealemán.

VENUSDELASPIELES.»

Nopodíahacerotracosaqueecharmeareír.Ycuandoestabasumergidoen mis pensamientos, se presentó ante mí, látigo en mano, la bella de lachaquetadearmiño.Denuevomeechéareírdelaquetantohabíaamado,desu famosa chaqueta de pieles, mi antiguo encanto, del látigo que habíaprobado,demispropiosdolores,ymedije:Sí,lacurafuecruel,peroradical.Loesencialesqueestoycurado.

—Muy bien. ¿Y cuál es lamoraleja de esta historia?—dije a Severino,colocandoelmanuscritosobrelamesa.

—¡Quéfuiunburro!—exclamósinvolversehaciamí—.¡Así lahubieragolpeado!

—Curiosomedio,quepuedeemplearsecontuspaisanas.

—¡Ah, sí! ¡Están muy acostumbradas! Pero piensa en su acción antenuestrashermosasdamas,nerviosasehistéricas.

—¿Ylamoraleja?

—La moraleja es que, tal como la naturaleza la ha creado y como elhombreenlaactualidadlatrata,lamujeresenemigadelhombre,pudiendosersu esclava o su déspota, pero jamás compañera. Sólo cuando el nacimientohaya igualadoa lamujerconelhombre,mediante laeducaciónyel trabajo;cuando,comoél,puedamantenersusderechos,podrásersucompañera.Enlaactualidad, o somos el yunque o el martillo. Yo fui un burro al hacermeesclavodeunamujer,¿comprendes?Esaeslamoraleja:elquesedejadardelatigazos, lo merece. Como has visto, yo he sido golpeado, pero sané. Lasnubesrosasdelultrasensualismosedesvanecieronynadiemeharáya tomarlasmonassagradasdeBenarésoelgallodePlatónporimagendeDios.