El Secreto Del Mesias - James Becker

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Un grupo de guerrerosatraviesa un yermo montañoso. Soloellos saben lo que transportan, yharán el mayor de los sacrificiospara proteger su secreto.

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  • Annotation

    Ao 72: Un grupo de guerrerosatraviesa un yermo montaoso. Soloellos saben lo que transportan, yharn el mayor de los sacrificiospara proteger su secreto.

    Ao 2010: Angela Lewis seencarga de hacer el inventario delas pertenencias del fallecidoOliver Wendell-Carfax, asesinadoen su mansin de la campia

  • inglesa. En el proceso, encuentrauna serie de jarras de cermica y enuna de ellas se halla un antiguopergamino con datos sobre la vidade Jess de Nazaret. Es el primertestimonio de este tipo que ve la luzdesde el Antiguo Testamento.

    Angela y su exmarido, elinspector de polica Chris Bronson,emprenden la bsqueda de unareliquia de incalculable valor, peroel asesino de Wendell-Carfax lespisa los talones.

  • James Becker El secreto del Mesas Traduccin de Ester MendaPicazo

    Libros publicados de James

  • Becker 1. El primer apstol 2. La piedra de Moiss 3. El secreto del mesas Ttulo original: The MessiahSecret James Becker, 2010 Ilustracin de portada: Opalworks Diseo de coleccin: AlonsoEsteban y Dinamic Duo Derechos exclusivos de la

  • edicin en espaol: 2014, La Factora de Ideas.C/Pico Mulhacn, 24. Pol.Industrial El Alquitn. 28500.Arganda del Rey. Madrid.Telfono: 91870 45 85. www.lafactoriadeideas.es [email protected] ISBN: 978-84-9018-309-0 Para Sally, como siempre y portodo.

  • Agradecimientos Mi agradecimiento va a un do degran talento, Selina Walker yJessica Broughton, un par deeditoras implacables que cogieronel cuerpo de este libro y loimbuyeron de autntica vida. Yellas, por supuesto, son solo unaparte del experimentado, entregadoy talentoso equipo de la editorialque trabaj para asegurarse de quela novela fuera la mejor que

  • furamos capaces de hacer. Y, como siempre, gracias a LuigiBonomi, el mejor agente literarioque un autor puede tener, un buenamigo y una verdadera inspiracin.

  • Prlogo Ao 72 d. C., Ldumra Desde que abandonaran la ltimaaldea y comenzaran el tramo finalde su largo ascenso, la progresinde los nueve hombres haba sidolenta. Ahora las sencillas casas depiedra eran una distante y espectralmonocroma en la luz gris previa alamanecer. No haba camino, apenas un

  • sendero los conduca adonde sedirigan, pero saban exactamente laruta que tenan que seguir; una rutaque los llevara a lo alto de lasmontaas y terminara en un granvalle. Todos, a excepcin de uno,tambin saban que estabanrealizando el ltimo viaje de suvida. Solo un hombre del gruposaldra de ese valle o querrahacerlo. Ese viaje o, para serexactos, la razn de ese viaje, erala culminacin de todo por lo quehaban trabajado a lo largo de su

  • vida adulta. Iban bien armados, cada unollevaba una daga y una espada, ytodos excepto dos tenan tambin unarco y una aljaba colgados delhombro. Toda la zona, y en especialLdumra, era una conocida guaridade bandidos y ladrones. Susprincipales presas eran lascaravanas cargadas que viajabanpor lo que ms tarde se conoceracomo la Ruta de la Seda, pero notenan ningn escrpulo en atacar acualquier grupo de viajeros, sobre

  • todo si crean que esas personasllevaban objetos de valor. Y losnueve hombres estabanacompaando a un tesoro que cadamiembro de la escolta armadaprotegera con su vida. Solo cuandollegaran a su destino podranrelajarse, cuando el tesoro al finestuviera a salvo; a salvo,esperaban, para toda la eternidad. Dos de los hombres cabalgabandespacio en la cabecera del grupo,cada uno montado en un lanudocamello bactriano, un animal

  • sorprendentemente bien adaptado alduro terreno. Tras ellos, dos yaksiban amarrados a un pequeo yrobusto carro de madera ocupadopor un hombre fusta en mano. Otrosdos animales los seguan,amarrados con cortas cuerdas a laparte trasera del carro, y tambinseis burros, cada uno con un jinete ypesados fardos sobre sus ancas. En la superficie de carga delcarro haba una pesada caja demadera de unos dos metros cuarentade largo, metro veinte de ancho y

  • sesenta centmetros de alto. Estabaoculta a la vista, cubierta por pielesy otras prendas amontonadas, cestosde comida y cntaros de agua yvino. Los hombres esperabanaparentar ser un grupo de simplesviajeros que no transportaban nadade valor para as evitar despertar elinters de los bandidos. Su aspecto era muy corriente y,exceptuando a uno, todos parecan,y en efecto lo eran, nativos de lazona. Tenan una piel oscura y muyarrugada por toda una vida de

  • exposicin al sol y al aire libre agran altitud, ojos con formamongoloide y rostros anchos yplanos. Su pelo era negro y largo. El hombre ms joven era el quemarcaba la diferencia y montabauno de los burros en el centro delgrupo. Con tal vez veinte aos,menos de la mitad de la edad delms joven de sus compaeros, tenala piel clara y una tez casirubicunda. Sus ojos eran de unbrillante y sorprendente azul y supelo, oculto bajo una capucha,

  • marrn rojizo. A pesar de no ser sunombre de pila, era conocido porsus compaeros como Sonam, cuyatraduccin es el afortunado. El sendero desde la aldearecorra aproximadamente unkilmetro y medio y despuscruzaba un arroyo de montaa. Lapequea caravana se detuvo junto ala orilla y los viajerosaprovecharon la oportunidad parabeber y rellenar todos sus odres deagua. Sera el ltimo arroyo quecruzaran antes de que comenzara el

  • tramo ms escarpado del ascenso y,aunque el valle era fro y mantas denieve cubran las cumbres que losrodeaban, un adecuadoabastecimiento de agua eraesencial. Los dos hombres subidos a loscamellos no desmontaron; estabanalerta a cualquier seal de peligroque acechara tras las colinas ydentro de la maleza que bordeaba lacascada, pero no vieron nada. Enunos minutos todos los miembros dela caravana estaban en sus monturas

  • y reanudaron el viaje vadeando elarroyo y subiendo por la orillaopuesta. El camino se volva msaccidentado segn ascendan; elsendero, por llamarlo de algnmodo, apenas era lo suficientementeancho para el carro de madera y sumarcha qued reducida a poco msque un paso lento. Era media maana cuando vieronla primera seal de que habaalguien ms en la ladera. Elcamello que iba en cabeza traz una

  • curva del camino y, al avanzar unpoco ms, una indefinida figuravestida de gris se fundi con lasrocas que tenan a unos cincuentametros por delante. De inmediato, Jetsun, el jinete quelideraba la comitiva, fren a sucamello y alz la mano para detenerla caravana. Mir atrs paracomprobar que sus compaeroshaban visto la seal y, al mismotiempo, agarr su arco, sac unaflecha de la aljaba que llevaba a laespalda y la ajust; estaba listo

  • para disparar. Qu ocurre? pregunt elhombre a lomos del segundocamello al detenerse a su lado ypreparar su arco. Se llamaba Ketu yla lengua que hablaban todos era undialecto local que, con el tiempo,acabara conocindose comotibetano antiguo. Un hombre respondibruscamente Jetsun. En las rocas,a la izquierda. Los dos otearon la senda queserpenteaba frente a ellos por la

  • ladera de la montaa. Si esa figuraera un bandido, sus compaeros yl no haban elegido un lugarespecialmente bueno para unaemboscada. La caravana,exceptuando obviamente el carro,que no poda salir del camino, notena problemas para moverse haciala derecha y alejarse de la laderaplagada de rocas, dando as a losjinetes espacio para maniobrar ydisparar sus flechas. No es el lugar que yo habraelegido para perpetrar un ataque

  • murmur Ketu. Como en respuesta a sucomentario, una figura con una capagris apareci a cierta distancia delcamino, y tras l se pudo ver unpuado de cabras movindose deforma irregular por el accidentado yrocoso terreno en direccin a unapequea zona llana salpicada dehierba. Los dos suspiraron aliviados. Es ese el hombre al que hasvisto? Jetsun asinti.

  • Creo que s. Al menos, separece a l. Al cabo de unos minutos lacaravana reanud su lenta peroconstante marcha por el sendero yel terreno cada vez ms abrupto.Rocas y rboles cados bloqueabancon frecuencia su ruta y en variasocasiones tres o cuatro de ellostuvieron que desmontar paraarrastrar y apartar los obstculos ydejar espacio suficiente para que elcarro continuara su camino. Justo despus de que el sol

  • llegara a su punto ms alto en elcielo, Jetsun orden que lacaravana se detuviera sobre unapequea planicie que ofreca unabuena visibilidad en todas lasdirecciones. Desmontaron y seagruparon alrededor del carrodonde tenan guardados sussuministros. Masticaron pedazos depan cimo y tiras de carne seca queacompaaron con agua; no tocaranel vino hasta haber llegado a sudestino. En menos de quince minutos ya

  • haban retomado la marcha, yaproximadamente media horadespus, los bandidos los atacaron. Tomaron otra curva y vieron eltronco de un rbol que bloqueabapor completo el camino. En smismo no era motivo depreocupacin, ya haban tenido queapartar unos cuantos, pero cuandofrenaron sus monturas, el silenciode las montaas qued roto por elgrito de una repentina orden y poruna descarga de flechas procedentede las rocas a su izquierda.

  • La mayora erraron, pero dosalcanzaron a Jetsun directamente enel pecho y lo lanzaron hacia atrssobre su montura. Se resinti por eldoble impacto, pero no cay. A su lado, Ketu rpidamentecarg una flecha y dispar a uno delos asaltantes a los que ahorapodan ver con claridad. Un grupode aproximadamente una docena debandidos ataviados con capasgrises y marrones se encontrabaentre las rocas a la izquierda de lazona de la emboscada, todos

  • armados con arcos, flechas yjabalinas. Detrs de los dos hombres acamello desmont el resto delgrupo y avanz en tropel con gritosdesafiantes. Emplearon los cuerposde sus animales para cubrirse, sedescolgaron los arcos y dispararona los bandidos. La excepcin fue elhombre de ojos azules, al que unode sus compaeros rpidamentearrastr detrs del carro tirado porlos yaks. Sonam, agchate! chist el

  • hombre agarrando su arco ysacando una flecha de la aljaba. En segundos el aire volvi allenarse de flechas; los proyectilesmartilleaban contra las rocas y seincrustaban con un ruido sordo enlos laterales de madera del carro.El conductor, que no tena arco,salt del vehculo y se agach paraprotegerse mientras sus compaerosluchaban por sus vidas. Tres de los bandidos cayerongritando y tambalendose hacia lasrocas con los cuerpos atravesados

  • por las flechas certeras de losviajeros. El carretero de pronto grit dedolor cuando una saeta se hundi ensu muslo. Cay hacia atrs, conambas manos aferradas a la herida,y los otros dos hombres loarrastraron detrs del carrobuscando desesperadamente cobijode la lluvia de proyectiles queseguan silbando por la ladera. Uno de los burros cay muerto alinstante por el impacto de tresflechas casi simultneas y el

  • camello de Jetsun bram de dolorcuando una lanza roz su costado.Dos de los viajeros cayeron alsuelo. Uno, con el cuelloatravesado por una flecha cuyo filoresplandeca rojo bajo la dbil luzdel sol; el otro, perforado por dossaetas. Entonces se oy otro grito y, porun instante, la descarga de flechasdisminuy mientras los bandidoscontemplaban la escena que tenanante ellos. Los dos hombres montados en los

  • camellos seguan sobre las bestias,pero de cada uno de ellos brotabanpuados de flechas con las puntashincadas en sus pechos yestmagos. Aun as, ningunopareca afectado por ello y seguanapuntando sus arcos y disparandoflechas sin molestia aparente. La imagen no result nadasorprendente para los viajeros,pero claramente estaba inquietandoa los bandidos que considerabanque ambos deberan estar muertoso, al menos, malheridos. Los

  • apuntaron gritndose los unos a losotros con incredulidad, pero alinstante dejaron de atacar y, sinms, salieron huyendo ydesaparecieron entre el montn derocas que cubra la ladera situadatras ellos. Durante unos segundos ninguno delos que estaban en el sendero semovi. Se quedaron mirando elterreno, asegurndose de que susatacantes se haban marchado deverdad y que no estabanreagrupndose para lanzar otro

  • embate. Detrs del carro, Sonam y sucompaero se levantaron concautela y miraron a su alrededorantes de girarse para ayudar en todolo posible al carretero herido. Jetsun prorrumpi unas rdenestajantes. Dos de sus hombresdesenvainaron sus espadas ycorrieron al otro lado del sendero,desde donde se haba lanzado elataque y se poda or un levegimoteo proveniente de uno de losbandidos heridos. Al momento, el

  • quejido se elev a un grito, hastaque se oy el sonido de un golpe yel ruido ces por completo.Segundos despus, los hombres deJetsun reaparecieron; uno de ellosiba limpiando la hoja de su arma. Al mismo tiempo, otros dos semovieron para comprobar el estadode sus compaeros cados, aunquede inmediato qued claro queestaban muertos. Rpidamente, seles despoj de sus armas ycinturones y los llevaron al otrolado del sendero. No haba tiempo

  • para enterrarlos, pero Jetsun ordenque los dos cadveres fuerantendidos y cubiertos de rocas paraintentar protegerlos de buitres yotros carroeros. Y solo entonces, cuando estuvoseguro de que el ataque habaterminado, Jetsun hizo a su camelloarrodillarse sobre el pedregosocamino y desmont. Tras l, Ketuhizo lo mismo. Ha funcionado, amigo mo dijo acercndose al otro hombrecon torpes movimientos.

  • Ha funcionado respondiJetsun y, con dificultad, se sac porla cabeza la capa, cuya partedelantera estaba clavada a su pechopor las flechas. Bajo ella, y fijadascon unas anchas tiras de cuerosobre sus hombros, llevaba dosgruesas planchas de madera que lecubran el pecho y la espalda, unarudimentaria forma de armadura. Jetsun coloc la madera sobre elsuelo y sac las flechas una a unaantes de volver a ponerse las tablasy la capa.

  • Se gir para mirar la herida de sucamello, pero era poco ms que unarozadura. La lanza haba alcanzadoal animal de forma oblicua y eso lehaba dejado un corte pocoprofundo en la piel. Un burro estabamuerto, atravesado por tres flechas,y otros dos tenan heridas sinimportancia. Jetsun se acerc al carro tiradopor los yaks y mir a los treshombres que iban en l, uno heridoy los otros dos atendindolo. Sonam se levant cuando se

  • acerc y Jetsun se inclin ante l. No ests herido, mi seor? pregunt ponindose derecho otravez. Sonam asinti. No, pero Akar est sangrandomucho por el muslo. Creo que laflecha le ha atravesado variosvasos sanguneos. Jetsun asinti, agarr al hombrems joven por los hombros y seagach para mirar al herido. Akar alz la mirada cuando Jetsunse arrodill a su lado. Estaba

  • temblando por la conmocin, y lasangre le brotaba de ambos ladosdel muslo; la flecha le habaatravesado la pierna y an seguaah. Jetsun mir el rostro de pnicodel hombre al que conoca hacadcadas y sacudi la cabeza. Sabaque esa herida poda hacer peligrarsu vida simplemente por la prdidade sangre, pero eso no era todo. Seconoca que los bandidos untaban lapunta de sus flechas con veneno oexcremento y, aun en el caso de que

  • la herida no fuera letal por s sola,exista una gran probabilidad deque se infectara en los siguientesdas y matara a la vctima mslentamente, aunque con igualeficacia. Akar mir a Jetsun y su carareflej que era consciente de larealidad de la situacin. Asintilentamente, levant la mano derechay le agarr el brazo. Que sea rpido, amigo mo dijo. Se recost sobre el pedregososuelo y cerr los ojos.

  • Jetsun asinti a su vez y sac unapequea daga de la vaina quellevaba en el cinturn. Rpidamentela hundi en el pecho de Akar,directa al corazn. El hombretendido en el suelo se estremeci yal instante se qued quieto; susrasgos fueron relajndose a medidaque el dolor lo abandonaba porltima vez. Aproximadamente media horadespus, la pequea caravana,ahora con tres hombres menos,

  • reanud el viaje. Durante el restodel trayecto ni vieron ni se toparoncon nadie ms y finalmente, justotras la puesta de sol, llegaron a sudestino en lo alto del valle. Jetsun orden que se encendieranlas antorchas y envi a dos de sushombres al interior para registrar laestructura a fondo y asegurarse deque nadie ms se haba refugiadoall aunque, a esa altitud, era pocoprobable. Al cabo de unos minutossalieron para informar de que ellugar estaba exactamente igual que

  • el ao anterior, cuando lo habanvisto por primera vez y habanpasado casi seis mesespreparndolo, labor que adems deresultar fsicamente agotadora,haba requerido de considerableingenio. Jetsun asinti satisfecho. Ordenque desengancharan a los yaks delcarro y que los soltaran junto con elresto de los burros; no volveran anecesitar a esos animales. Pero losdos camellos estaban bienamarrados en una zona cercana y

  • llana donde unos pequeos arbustosles daran sustento. Sacaron todas las pieles y demsmercanca del carro, dejando aldescubierto la pesada caja demadera; la levantaron entre todos yla llevaron a la entrada, donde ladejaron en el suelo. Despusencendieron ms antorchas paratener suficiente luz con la que darcomienzo a su tarea. Tenan vigasde madera apiladas contra la paredde enfrente y tardaron casi una horaen retirarlas todas y dejar a la vista

  • la cmara interior. Antes de que todos entraran,Jetsun pas y la inspeccion. Lapequea sala era casi cuadrada y,por razones evidentes, careca deventanas o de cualquier otraabertura. En un extremo haba algoparecido a un altar, una estructurarectangular hecha de grandes trozosde piedra maciza. Los huecos quequedaban entre uno y otro se habanrellenado con una especie deargamasa y la parte superior estabacubierta por varias losas de piedra.

  • Levantaron de nuevo la caja, lametieron en la cmara y lacolocaron junto a la estructura depiedra. Jetsun dio otra orden y sushombres comenzaron a quitar laslosas y a apoyarlas contra la pared.A medida que trabajaban se podair viendo que la estructura estabacompletamente vaca, que no erams que una cavidad rectangularformada por rocas talladas. Cuandohubieron quitado la ltima losa,Jetsun mir dentro, desliz losdedos por las caras internas y

  • asinti satisfecho. Construir esa cavidad de piedrahaba sido una de las tareas quehaban llevado a cabo el aoanterior y, dada la fragilidad de sutesoro, su nica preocupacin habasido la posibilidad de que se crearahumedad en el interior. Sinembargo, no detect nada en lasfras piedras que formaban lacavidad que sera el ltimo lugar dedescanso de la caja de madera y supreciado contenido. Introducir la caja en la estructura

  • de piedra no sera fcil dados sutamao y su peso, pero tenan elproblema previsto y a Jetsun se lehaba ocurrido una solucinsencilla y efectiva. Uno de sus hombres coloc trescortas tiras de madera en la base dela estructura de piedra para crearuna plataforma sobre la que pudieradescansar la caja. Despus, los seisjuntos la levantaron hasta la alturade sus caderas y la posaron en laestructura de piedra de modo quequedara sobre la abertura. Pasaron

  • unas gruesas cuerdas por debajo, selas engancharon alrededor de loshombros y, cuando Jetsun dio laorden, volvieron a levantar la cajaayudndose de las cuerdas. Condificultad, se movieron y colocaronla caja hasta que qued exactamentealineada sobre el hueco. Despus labajaron con cuidado paraintroducirla en la estructura. Una vez qued apoyada en elfondo, tiraron de las cuerdas quehaban quedado debajo y, concuidado, volvieron a colocar cada

  • losa, sellando as de nuevo lacavidad. Satisfecho de que estuvieraadecuadamente cerrada, Jetsunagarr un martillo y un cincel y, enmitad de la losa central, tall dossmbolos que en el dialecto tibetanoequivalan a las letras YA.Todos tocaron la talla una vez ytodos, excepto uno, salieronlentamente de la cmara; esehombre tena una ltima labor querealizar. Despus, cerraron lapuerta por ltima vez.

  • Era demasiado tarde paraconsumar su tarea esa noche, asque comieron algo de lasprovisiones y bebieron un poco devino antes de envolverse en suspieles y dormir lo mejor quepudieron sobre el fro y pedregososuelo. A la maana siguiente selevantaron para concluir el trabajo.Ocultar la entrada a la cmarainterior les llev un par de horas,pero cuando terminaron, el

  • resultado fue asombroso.Desconociendo qu se ocultaba ahdentro, nadie sabra siquiera queexista. Jetsun inspeccion el resultado ydio muestras de su satisfaccin. Lo hemos hecho bien les dijoa los hombres que lo habanseguido en su ltima misin. Esla hora. Salieron y lo siguieron por lo altodel valle hasta el borde de unacantilado donde un profundobarranco henda la roca.

  • Al acercarse al borde, Sonam seapart ligeramente con gesto dedesazn. Es necesario, Jetsun? pregunt. Todos nos habis sidoleales a m y a nuestro maestro.Semejante lealtad no deberaquedar recompensada de este modo. El hombre ms mayor sacudi lacabeza. No lo desvelaramos porvoluntad propia, mi seor, pero nosabemos qu depara el futuro, y estees el nico modo de asegurarnos de

  • que el secreto quedar protegido. Sonam sacudi la cabeza. No puedo presenciar esto murmur. Me marchar ahora. Dio un paso al frente y agarr aJetsun por los hombros antes dedarse la vuelta y, sin mirar atrs,dirigirse hacia donde los doscamellos pastaban tranquilamente. Tras l oy el primer grito dedolor cuando Jetsun dio comienzoal sacrificio voluntario de susleales y fieles compaeros.

  • Inglaterra

  • 1 En la actualidad Dos de la maana. Oscuridadtotal. Oliver Wendell-Carfax estabacompletamente despierto. Un ruidoextrao haba resonado por la casay, aunque Carfax Hall era vieja ychirriaba por todas partes, en esemomento no poda identificar elsonido. A lo mejor se haba soltadoel pestillo de una ventana, o tal vez

  • no haba cerrado bien alguna de laspuertas y una corriente la habamovido. Se qued completamente quieto ymirando al techo con los ojos bienabiertos en la antigua cama decuatro postes en la que habadormido desde que era adolescente;haca tiempo que la cama habaperdido el dosel. Entonces lo oy de nuevo. Unaespecie de traqueteo que, comosospech al instante, no poda estarprovocado por una ventana o una

  • puerta. Haba alguien en la casamoviendo cosas, buscando algo. Wendell-Carfax llevaba toda lavida viviendo solo. Nunca se habacasado y atrs haban quedadoaquellos das en los que se podapermitir servicio residente. Yahaban entrado ladrones en dosocasiones, ambas veces chavales dela aldea buscando algo que poderllevarse y vender para pagarsecigarrillos, alcohol o droga. Y cadauna de esas veces se haba ocupadodel problema l solo porque saba

  • que si llamaba a la polica tardaranal menos una hora en llegar yentonces ya no podran hacermucho. Se levant de la cama, cubri sudelgado cuerpo con un batn yagarr el bastn apoyado en la sillaque tena al lado. Intentando hacerel mnimo ruido posible, recorri elpasillo hasta la escalera central.Ah se detuvo y mir hacia el pisobajo. Alguien haba encendido laluz del gran saln. No solo tena ladrones, sino

  • adems ladrones descarados. Sujetando el extremo de su bastnpara poder usarlo como porra si eranecesario, baj las escaleras hastael vestbulo y, despacio, caminhacia la puerta del saln que estabaparcialmente abierta. Se asom y a punto estuvo deexpresar en voz alta su desagrado.Alguien a quien solo alcanzaba aver de espaldas estaba sentado ensu butaca favorita, junto a lachimenea vaca, fumndose uncigarrillo y echando la ceniza en la

  • alfombra. Wendell-Carfax se puso derecho,agarr mejor el bastn y abri lapuerta. Pero cuando lo alz con laintencin de bajarlo con fuerzasobre la cabeza del intruso, sequed paralizado. Una inquietantepistola automtica negra estabaapuntndole. Sintese dijo el extrao conuna voz que fue poco ms que unsibilante susurro. Le indic queocupara la butaca que tena delante. Era de complexin robusta, de

  • entre cuarenta y cincuenta aos, ytena un aire de seguridad tanamenazante e intenso que dabamiedo. Su piel era morena, su pelonegro y sus ojos tan oscuros quecasi parecan no tener pupilas. Perofue el atuendo, y no el rostro delhombre, lo que ms llam laatencin de Wendell-Carfax. Eres... comenz a decir. Silencio contest el hombreen voz baja, aunque la autoridadque transmitieron sus palabrasqued ms que clara. Usted tiene

  • algo que quiero y he venido a porello. Qu es? pregunt Wendell-Carfax. Y quin diablos eres? El extrao se levant y se acercadonde estaba. El anciano levant su bastn congesto amenazante, pero el intrusoignor su lamentable arma y con lafluida energa y la despreocupadamalevolencia de una serpienteatacando, lo golpe en el estmagocon el can de la pistola. Sin aliento, Wendell-Carfax se

  • dobl hacia delante justo cuandorecibi un segundo golpe en lanuca. Recuper la consciencialentamente. Le dolan el estmago yla nuca, pero sobre todo lasmuecas y los brazos; era unapunzante sensacin, como un tirn.Cuando alz la mirada, vio larazn. Su agresor lo haba arrastradohasta el vestbulo, haba pasado unacuerda por la barandilla de la

  • escalera, haba atado el extremoalrededor de sus muecas y despuslo haba levantado y haba fijado lacuerda a otra barandilla. Estabasuspendido con los dedos de lospies apenas tocando el suelo ycompletamente indefenso. Pero eseno era su mayor problema. Delante tena al intruso sentado enuna de las butacas que, obviamente,haba sacado del saln. Su rostro sevea sosegado y relajado. Quin eres? volvi apreguntar Wendell-Carfax con la

  • voz transformada por el dolor y elmiedo. El extrao se agach y recogidel suelo un azote de cuero. Era unmango con varias correas pegadas al y al final de cada una se vea eldestello del acero. Camin hasta lafigura suspendida, se coloc detrsy atiz la espalda del anciano conel ltigo. El dolor fue espantoso, repentinoy sobrecogedor, una cinta roja deagona que recorri el ancho de ladesprotegida espalda de Wendell-

  • Carfax. Solt un alarido, su cuerpose arque hacia delante y al instantenot una repentina humedad; habaperdido el control de su vejiga. El intruso lo azot de nuevo,lanzando una segunda sacudida dedolor que atraves el delgadocuerpo del anciano. Despusretrocedi, tom asiento y esperhasta que Wendell-Carfax dej degritar. Yo har las preguntas dijoentonces con voz suave ycontrolada. El azote lo animar a

  • decir la verdad, como viene siendodesde el inicio de los tiempos. Wendell-Carfax asinti. Quiero el pergamino continu el hombre. Ya sabe acul me refiero. No lo tengo respondijadeando el anciano. No juegue conmigo. S que estaqu en alguna parte. No lo entiendes... No, es usted el que no loentiende contest el intrusoalzando la voz ligeramente. Me

  • har con ese pergamino est dondeest. Con premura dio dos pasosal frente y de nuevo sacudi elazote de cuero. Wendell-Carfax grit de dolor ysolloz de agona. El hombre volvi a colocarsefrente a l. Puedo pasarme toda la nochehaciendo esto. El ltigo lo harpedazos a menos que me diga loque quiero saber. Dnde est elpergamino? No lo tengo susurr

  • Wendell-Carfax. No est. Qu quiere decir? Se hizo aicos. Tena dos milaos de antigedad. Mi padre nosupo cmo cuidarlo. Se decolor yhace aos que ya no existe. Se haperdido para siempre. El inexpresivo rostro del intrusomud por primera vez. Fue como sihubiera pasado una nube pordelante de sus ojos y quedarareemplazada por una especie defuria fra. Viejo estpido. Estpido! Es

  • que no saban lo que tenan en susmanos? Volvi a situarse tras l y agit elazote una y otra vez, haciendo queel fino pijama del anciano se tierade un intenso rojo cuando la piel desu espalda se abri. El ataque ces tan de repentecomo haba empezado y dej aWendell-Carfax aturdido y apenasconsciente, sangrando por decenasde heridas y con la espaldaencendida de dolor por la pielrasgada y la carne desgarrada. Al

  • instante, el anciano se resinti denuevo, cuando una mano agarr elpoco pelo que le quedaba y lelevant la cabeza. Pero hicieron una copia? pregunt el extrao. Su padredebi de hacer una copia delpergamino! S. La voz de Wendell-Carfax son entrecortada y dbil;tena los ojos prcticamentecerrados. S, s que la hizo. Dnde est? La boca del anciano se movi,

  • pero ningn sonido sali de ella. Dnde est? Dgalo otra vez.El extrao se le acerc y gir lacabeza de modo que su oreja quedprcticamente tocando los labiosdel anciano. Wendell-Carfax abri los ojosparpadeando y en ese instante supolo que deba hacer. Est... comenz a decir conunas palabras apenas audibles y,cuando el intruso se acerc ms, lemordi la oreja con toda la fuerzaque pudo reunir. La sangre estall

  • en su boca mientras senta cmo susdientes atravesaban la fina carne. El intruso grit de puro dolor.Solt el ltigo de cuero y se echatrs involuntariamente, y cuando lapiel de su rgano se rasg an mscon el movimiento, el doloraument. Levant los brazos haciala cara de Wendell-Carfaxintentando desesperadamenteapartar la mandbula del anciano,pero no poda alcanzarla, no podaagarrarla. Aun as, tena que soltarse.

  • Le dio un puetazo a Wendell-Carfax en el estmago, aunqueresult flojo y mal dirigido y notuvo ningn efecto aparente. Asque arremeti de nuevo, una y otravez, hasta que por fin logrpropinarle un fuerte golpe en elplexo solar. Wendell-Carfax grit de dolor ylos msculos de su mandbulasoltando al intruso. Cabrn! grit el extrao.Agarr el ltigo y lo sacudiviolentamente contra el cuerpo de

  • Wendell-Carfax, azotndolo sinpiedad. Mientras aterrizaron los primerosgolpes, el rostro del ancianocambi. Una especie de espasmo,un rictus de intenso dolor loatraves y una repentina agonaabsorbente explot en el centro desu pecho. Y en ese instante, en elltimo momento de su vida, OliverWendell-Carfax supo que habaalcanzado una especie de victoria,supo que haba vencido al violentopsicpata enfrentndose a l.

  • Contuvo el aliento, gru dedolor una vez y su cabeza cayhacia a un lado. Al final quedcolgando inmvil con los ojosabiertos y una mueca en la cara quefue suavizndose lentamente. Maldiciendo en voz baja, elintruso se qued quieto con lamirada clavada en el cuerpo delanciano por el que haba viajadotantos kilmetros. Despus seencogi de hombros y sacudi unavez ms el azote contra el pecho delhombre; fue un ltimo acto de

  • violencia sin motivo antes de plegarel ltigo y guardrselo en elbolsillo. Necesitaba centrarse. Tres horas despus, desisti de subsqueda. Fuera donde fuera quehubieran ocultado la copia delpergamino, no poda encontrarla, yya se acercaba el alba. Tena quesalir de la casa antes de quealguien, un jardinero o unacocinera, aparecieran. Su nica esperanza era que lacopia no se descubriera jams. Si

  • sala a la luz, tendra querecuperarla a toda costa, inclusoaunque eso significara matar a losque se interpusieran en su camino.

  • 2 Este no es mi campo, Roger dijo Angela Lewis, claramenteirritada. T trabajas con objetos decermica. Soy conservadora, no tasadora.Mi trabajo es recomponer laspiezas rotas. Necesitas unespecialista, alguien que puedaidentificar y tasar las reliquias.Alguien como Jane o Catherine.

  • Roger Halliwell se recost en susilla giratoria y mir a susubordinada, sentada al otro ladode su desordenado escritorio. No puedo disponer de ningunode los dos respondi. Ambosestn trabajando en proyectosimportantes para m aqu en elmuseo. Levant el brazo y lomovi como si estuvierarefirindose a todas lasinstalaciones del museo Britnicoen lugar de solo la pequea seccinque ocupaba. Su competencia

  • abarcaba solo las secciones dealfarera y cermica y estaba almando de una plantilla bastantereducida. Quieres decir que estnocupndose de cosas msimportantes que lo que hago yo? espet Angela. Eso lo has dicho t, Angela, noyo. Halliwell se inclin haciadelante y apoy las manos sobre lamesa. Mira, no tena intencin depedrtelo. Se supona que Jane serala experta en cermicas de este

  • equipo, pero el viernes por la tardesurgi otra cosa y he tenido queasignarle otro trabajo. Ahora mismoaqu no hay nadie ms conexperiencia suficiente para hacerlo. Le sonri. S que no es tu especialidad,pero est claro que sabes losuficiente sobre cermica comopara identificar las piezas quetienen autntico valor. Lo nico quequiero que hagas es que formesparte del equipo que vamos aenviar a la mansin y separes lo

  • bueno de la morralla. Nonecesitamos que nos des tasacionesexactas. Eso ya se podr hacerluego, cuando quienquiera quetermine al cargo de esto decida quhacer. As que quieres que haga unaespecie de seleccin de objetos decermica? Exacto. Te supondr unasemana, no ms. Tmatelo comounas vacaciones en el campo. Y hayalgo ms que podra interesarte,sobre todo despus de todo el

  • tiempo que te pasaste investigandoen Jerusaln y Megido. La casatiene una leyenda. Qu leyenda? Al parecer, el padre delpropietario fallecido deca saberdnde estaba escondido un valiosotesoro y le contaba a cualquiera quelo escuchara que se trataba deltesoro ms importante de todos lostiempos. Y qu es, exactamente? No tengo ni idea. Pero bueno,el caso es que pas mucho tiempo

  • en alguna parte de Oriente Mediobuscndolo y excavando endistintos lugares. Muy a su pesar, Angela sinti uncosquilleo de inters. Y lo encontr? No, est claro que no. Halliwell volvi a echarse haciadelante. Pero en la casa podranhaber quedado algunas pistas,pistas que Chris y t podraisseguir... si te interesa, claro... Angela suspir. Mira, Roger, no soy una

  • colegiala a la que puedas mandar ala caza de un tesoro. Ir a CarfaxHall y les echar un vistazo a esascermicas, pero es todo lo que har.Si quieres que alguien pierda eltiempo detrs de un tesoroenterrado, ms vale que busques enotro sitio. Se detuvo, irritada porla mirada de alivio de Halliwell.Dnde nos alojaremos? No muy lejos de la mansin hayun hostal con unas ocho o nuevehabitaciones. Hemos reservado seispara toda esta semana, con opcin

  • de ampliar la reserva hasta lasemana que viene tambin, por si latasacin lleva ms tiempo de loesperado. El museo te pagar lacomida y el alojamiento, claro, ytambin las dietas pordesplazamiento. No pienso compartir habitacincon nadie del equipo. No esperaba que lo hicieras.Solo sois seis, as que tendris unahabitacin cada uno. Con reticencia, Angela cedi antelo inevitable. Al fin y al cabo, solo

  • era una semana y la casa podaresultar interesante. Cundo me marcho? Halliwell mir el reloj colgadosobre la puerta de su despacho. Cuanto antes, mejor. Es ms,ahora mismo sera un buenmomento. Desliz una hoja depapel sobre el escritorio. Aqutienes la direccin del hostal dondete alojars y la de la mansin. Tesugiero que vayas primero a la casapara ponerte al tanto de cmo sehan organizado las cosas. Richard

  • Mayhew est al mando del equipo,pero todos vais a trabajar demanera individual, por supuesto. Yrecuerda, si acabas encontrando unmapa del tesoro, quiero saberlo.

  • 3 Jesse McLeod casi siemprellegaba pronto al trabajo,normalmente alrededor de las seisde la maana, y lo haca por dosbuenas razones. La primera era que as podamarcharse pronto e ir a la playa consu tabla de surf, siempre que hicierasol. Si no, o si tena mucho quehacer, se suba a su Harley y sediriga a su tico ubicado al sur de

  • Carmel, en la costa californiana,donde pasaba el resto del datrabajando con uno de losordenadores y supervisando adistancia la red de la empresamediante su acceso deadministrador. Por supuesto, lo depoder salir antes del trabajo solofuncionaba si nadie haba roto nadani fastidiado el sistema, lo cual eralo habitual ltimamente, porque sehaban deshecho del Vista, que solofuncionaba cuando quera, y habanvuelto al XP que, aunque ya

  • resultaba algo cutre, sola ser msfiable. An segua estudiando elWindows 7. La segunda razn era que llegar altrabajo dos horas antes quecualquier otro le permita llevar acabo sus habitualescomprobaciones del sistemaoperativo, del software, de losdispositivos de seguridad y de lasdistintas bases de datos (en otraspalabras, que poda ocuparse de susquehaceres bsicos de la gestininterna de red) sin que ninguno de

  • los empleados negados para lainformtica interfiriera o le hicieralas tpicas preguntas tontas. McLeod llevaba diez aos, desdeel da en que se haba formado laempresa, siendo el director de red,diseador de la base de datos y detodo lo que tuviera que ver con elsistema informtico deNotJustGenetics Inc.,coloquialmente conocida comoNoJoGen. Y haba obtenido unbuen beneficio de ello, aunque notanto como el tipo al que se le haba

  • ocurrido la idea de la investigacingentica y la manipulacin de genespara intentar curar o, al menosayudar a combatir, ciertasenfermedades. No obstante, habasido bastante. Tena un sueldo deseis cifras, poda vestirprcticamente como le apeteciera yaparecer cuando quisiera siempreque la red y el software estuvieranen buenas condiciones. Y, adems,tena otras bonificaciones. Marc el cdigo para abrir lapuerta de su despacho, solt el

  • casco sobre la mesa situada en laesquina y se quit la cazadora decuero. Ya haca calor fuera, pero nola llevaba por el fro, sino paraprotegerse por si se daba un leazocon la moto. Debajo llevaba unacamiseta desteida con el logo delCalTech, el Instituto de Tecnologade California (a diferencia de lamayora de la gente que vacilabaponindose esa clase de prendas, ls que haba estudiado all), y unosvaqueros negros ajustados queresaltaban su altura y su

  • constitucin esbelta. Los llevabasujetos con un cinturn de cuero conhebilla de plata pura que tena laforma de un puo haciendo unapeineta. En muchos sentidos, erauna indicacin muy precisa de suactitud ante la vida. Encendi el monitor. Como lamayora de las operacionescomerciales que dependan de lainformtica, prcticamente todasltimamente, el sistema deNoJoGen estaba en funcionamientotodos los das y a todas horas. Solo

  • los monitores de pantalla plana seapagaban cuando se cerraban lasoficinas. Se sent en la silla giratoria,hundi los dedos en susdespeinados rizos negros, abri elprograma maestro de diagnstico ylo activ. l mismo haba diseadoel software. Era un programa degestin que ejecutaba una serie dediagnsticos comerciales, uno trasotro, y mostraba los resultados alfinal, normalmente sin tardar msde diez minutos. Eso le daba tiempo

  • suficiente para encender su cafeteray prepararse el primer caf del da;para McLeod, un suministro debuen caf era casi tan importantecomo un buen programa dediagnstico. Solo cuando los resultados delanlisis del sistema aparecan en lapantalla, todos en color verde, ytena en la mesa su primera taza decaf de Java, les echaba un vistazoa las bsquedas que el ordenadorhaba ejecutado durante la noche.No eran bsquedas normales de

  • internet. Las rutinas de bsqueda derea amplia que McLeod habainstalado accedan tambin a basesde datos privadas, muchas de ellasdirigidas por agenciasgubernamentales y organizacionescomerciales; bases de datos cuyosgestores crean bien protegidascontra hackers. Pero Jesse McLeod no erasimplemente un antiguo hacker. Pormuy poco se haba librado de unacondena a la edad de quince aos,cuando haba traspasado tres

  • cortafuegos distintos y numerosossistemas de deteccin de intrusospara entrar en una red delPentgono. All se haba asignadoun nombre de usuario y unacontrasea de administrador y habautilizado la red como una puerta deacceso para colarse directamente enotra de la avenida Pensilvaniagestionada por la Casa Blanca. Elhecho de que no lo procesaran fueprobablemente por la vergenza deque un chaval de su edad hubierasido ms listo que los mejores

  • consultores de seguridad y expertosinformticos del ejrcito y elgobierno norteamericano. Con el fin de poder subsanar laslagunas en el sistema, le habanordenado que les mostrara a esosexpertos cmo exactamente habalogrado acceder y que comprobaratodos los puntos de acceso delPentgono y de la Casa Blanca,bajo estricta supervisin, para versi tambin poda sortearlos. Lologr, y adems dos veces,provocando que durante las tres

  • semanas siguientes cuatroadministradores civiles y tresoficiales militares perdieran susempleos. En los diez aos que habanpasado desde entonces el FBI habavigilado muy de cerca a JesseMcLeod, pero la amenaza de crcello haba atemorizado y despus deese episodio se haba convertido enlo que se conoce como un hacker desombrero blanco. Eso significabaque segua rastreando internet yexplorando los sitios que

  • encontraba, pero si lograba entraren un sistema se lo comunicaba aladministrador de la red y le sugeraformas de subsanar esos fallos delos que l se haba servido paraacceder. Nunca copiaba datos nihaca ningn dao dentro de lasredes que crackeaba e incluso, enmuchas ocasiones, las propiasempresas le haban pagadohonorarios de consultora por susesfuerzos. Al menos eso era lo que el FBIcrea. Pero al igual que con muchas

  • otras cosas, el FBI se equivocaba.Jesse McLeod era incapaz pornaturaleza de obedecer la ley y esaera una de las razones por las queNoJoGen le pagaba un sueldo tanalto. La empresa necesitaba accesoa una clase de datos que no era dedominio pblico (una descripcinmenos hipcrita de esta actividadsera espionaje industrial) yconfiaba en que se colara encualquier sistema que contuvieraalgo interesante y lo extrajera. Pero ltimamente tena mucho

  • ms cuidado y actuaba de un modoms reservado. Haba creadodecenas de identidades falsas enChina y Pakistn y en los nuevosestados que haban surgido tras ladisolucin de la Unin Sovitica,lugares donde saba que a lasautoridades norteamericanas lesresultara difcil, o casi imposible,rastrearlo, y utilizaba esasidentidades como el origen aparentede sus sondeos (lo que se conocecomo un servidor zombi). Inclusohaba creado una cuenta que

  • simulaba alojarse en Corea delNorte, un pas que no ofrecaacceso a internet a su poblacin,solo para ver qu haran los chicosdel FBI al respecto. Ni se habanfijado. Y as cada noche, mientrasdorma plcidamente en su ticocon el sonido de las olas rompiendocontra la orilla, sus irrastreablesservidores barran la redexplorando sistemas y buscandocualquier referencia al asunto queel fundador y socio mayoritario de

  • NoJoGen, John Johnson Donovan,conocido simplemente como J. J., lehubiera pedido que localizara. Sus servidores nunca dejabanpruebas de su intrusin ysimplemente copiaban todos losdatos que podan encontrar enrelacin con la secuencia debsqueda que McLeod hubieracargado en sus programas. Una vezcompletada su misin, cadaservidor acceda automticamente auna de las distintas cuentas decorreo y copiaba los resultados en

  • e-mails. Pero estos mensajes jamsse enviaban porque todos loscorreos dejan un rastro electrnicopor internet. En lugar de eso, sequedaban en los servidores comoborradores, y entonces McLeodpoda acceder a cada cuenta decorreo, copiar el contenido de losborradores y despus eliminarlossin dejar ningn rastro. Todo el proceso estabaautomatizado y McLeod solo seimplicaba personalmente si elsoftware que haba diseado no

  • lograba abrir una brecha en lasdefensas de una red en particular.En ese caso pona en marcha sudestreza para hackear y se pasabaunas cuantas horas intentandoencontrar el modo de entrar en esesistema. Pero normalmente selimitaba a comprobar los resultadoscuando aparecan en el monitor, adescartar lo que obviamente novala y a enviar el resto al despachode Donovan, en la ltima planta deledificio. Ya que era lunes y las oficinas

  • llevaban cerradas desde el sbadopor la maana, haba decenas deresultados que analizar. Como decostumbre, la mayora careca deinters o relevancia, pero cuandoMcLeod vio el decimonovenoresultado de la bsqueda, se echatrs en su silla y silb. La hostia! murmur para s. Comprob la fuente de los datos,pero no result ser ningunasorpresa. Inmediatamente habavisto que la informacin se habapublicado en la primera pgina de

  • un pequeo peridico local y que laque su servidor haba localizadoestaba en la versin online delperidico en un servidor totalmentedesprotegido. Ley el artculo en su totalidad yun breve prrafo capt su atencin.Se qued pensandoaproximadamente un minuto ydespus clic un par de veces paraacceder a un buscador de internet.Introdujo un simple trmino y mirlos resultados que le dieron elnombre de la web que le interesaba.

  • Abri uno de los programas dehackeo que l mismo habadiseado y empez a sondear elservidor en busca de un acceso. Ahhaba algo que, sin duda, debaconsultar. En menos de quince minutos seencontr frente a una lista dearchivos policiales numerados.Despus cambi los parmetros ygener una lista alfabtica de losnombres de los demandantes y lasvctimas. La mayora de losarchivos eran pequeos y los

  • incidentes bastante comunes:atracos, robos de coches,allanamientos de morada y cosasas. Pero entonces vio algo gordo.Haba muchas declaraciones,informes de los oficialesencargados del caso, anlisisforenses y un buen nmero defotografas de la escena del crimen,todas perfectamente etiquetadas ycatalogadas. Oje los documentos del forensehasta que encontr el relacionadocon el prrafo del peridico e hizo

  • una copia en su disco duro.Despus consult todo lo demsque haba encontrado y envi elartculo original del peridico alordenador de Donovan junto con elresto de las cosas. Supona quecuando su jefe lo viera, lo llamara. Sin embargo, tena en mente a undestinatario totalmente distinto parael informe forense que habacopiado de la base de datos de lapolica.

  • 4 Dos horas despus, Angela habasalido de la M25, donde el trficose mova para variar, y avanzabapor la A10, la antigua Carretera deLondres. Su navegador habaprotestado cuando efectu elcambio, pero dos razones la habanhecho decidirse a tomar lapintoresca ruta. Primero, queradarse el capricho de almorzar en unpub rural en alguna parte y no haba

  • establecimientos as por la M11. Ysegundo, quera poder parar enalgn sitio y llamar a su exmarido,Chris Bronson, para explicarle porqu estara fuera de la ciudad elresto de la semana. Lo haballamado al mvil desde su piso enEaling antes de salir, pero le habasaltado el buzn de voz y,conociendo a Chris como loconoca, saba que podra contactarcon l a la hora del almuerzo. Al aproximarse a la aldea deWendens Ambo vio un viejo pub y

  • estacion su Mini en uno de lospocos sitios que quedaban libres enel aparcamiento delantero. Pidi una ensalada csar y unabotella de Perrier y se llev labebida a una mesa situada junto a laventana que daba a la carreteraprincipal. Mientras esperaba a quele sirvieran la comida, sac elmvil y, en esa ocasin, Bronsonrespondi casi de inmediato. Hola, Angela. Dnde ests? Cmo sabes que no estoy enmi despacho trabajando como una

  • esclava con alguna pieza decermica rota? dijo algo molestaconsigo misma por sentirse tan bienal or su voz. Soy detective, no lo olvides,aunque la verdad es que te hellamado al despacho. Bueno, dime,dnde ests? Creo que en Suffolk. Alz lamirada y, asintiendo, dio las graciasal camarero que le haba servido unenorme cuenco de ensalada. Suffolk? Bronson se quedsorprendido.

  • S. He parado a almorzar en unpub cerca de una aldea llamadaWendens Ambo y me dirijo a unacasa de campo en algn lugar cercade Stoke by Clare. Son unosnombres maravillosos, no teparece? Vas a una fiesta en una casa decampo? Por desgracia, no. Me hanenviado a trabajar aqu. Un ancianoaristcrata de segunda llamadoOliver Wendell-Carfax fueasesinado en su casa cerca de aqu

  • hace unas dos semanas... Conozco el caso lainterrumpi Bronson con tono depreocupacin. Vi uno de losinformes. Alguien lo colg de laescalera y lo golpe, aunque segnla autopsia muri de un ataque alcorazn. Creo que la polica localno tiene nada hasta el momento, nisospechosos claros ni ningn mvilaparente, aunque alguien habaregistrado la casa. Es un asuntoturbio. Qu tiene que ver contigo? El museo se ha involucrado, no

  • por quin era Wendell-Carfax nipor cmo muri, sino por lo quehaca. Era prcticamente el ltimode una larga lista de fervientescoleccionistas de antigedades yreliquias. Al parecer, su casa decampo est llena de esas cosas. Y,segn Roger Halliwell, adems erael tpico capullo cascarrabias. Enlos ltimos diez aos se habaalejado de todos los miembros desu familia y de casi todo el mundoque lo conoca. Cuando muri, losbufetes de abogados que tena

  • contratados abrieron su certificadode ltimas voluntades y sutestamento y se quedaronimpactados. Bufetes de abogados? pregunt Bronson. En plural? Angela suspir. S. Durante el ltimo ao,Wendell-Carfax visit a cuatroabogados distintos en Suffolk yconsign sus ltimas voluntades ysu testamento a cada uno de ellos. Distintos testamentos, supongo. Todos completamente distintos,

  • y cada uno excluyendo a uno ovarios miembros de la familia. Elproblema era que cada vez que hizoun testamento nuevo, no se molesten hablarle al abogado sobre losanteriores, aunque s que se asegurde que se les comunicara a losbeneficiarios del nuevo testamento. Pero no a la gente que habadesheredado? Por supuesto que no. No habratenido gracia, no? Por eso encuanto lo encontraron muerto, depronto aparecieron varios

  • familiares esperando heredar unosdoscientos acres de excelenteterreno en Suffolk y una casa decampo llena de antigedades. Pero entonces quin es elbeneficiario? pregunt Bronsonatnito. De la tierra y la casa, no tengoni idea, pero en su testamento final,o al menos el ltimo que haaparecido hasta ahora, el viejo legtodo el contenido de la casa almuseo Britnico. As que vas all a tasar el

  • legado? S. Angela pinch laensalada y comi. La polica deSuffolk por fin ha permitido queentre en la casa el personal delmuseo. Hasta ahora la entrada haestado prohibida por tratarse de laescena de un crimen. Entonces estars fuera toda lasemana? le pregunt Bronson. Con suerte no ms de eso.Hasta que no llegue all no sabrcunto hay que hacer. Se detuvo ycruz los dedos por debajo de la

  • mesa. Esperaba que la siguientepregunta no la hiciera parecer muydesesperada. Vamos a alojarnosen un hostal del pueblo. Si teapetece pasarte por all algunatarde...

  • 5 Como corresponda al fundador yprincipal accionista deNotJustGenetics Inc., el despachode J. J. Donovan se encontraba enel piso superior del edificio y, dehecho, ocupaba la mayor parte de laplanta. Dos de las paredes eran casienteramente de cristal y ofrecanunas vistas espectaculares deMonterrey y del ocano, aunqueltimamente, rara vez Donovan se

  • molestaba en mirar en esadireccin. Incluso haba hecho quele acercaran el escritorio a una delas paredes ms interiores ycolocaran en su lugar un par desofs y varios sillones junto a losventanales. Su mesa era una amplia superficiede arce sostenida por una estructuray unas patas de acero inoxidable,mientras que su silla era unacombinacin futurista de cromo,acero y cuero. Frente al escritorio,aproximadamente media pared

  • estaba completamente cubierta porpantallas de vdeo. Ocho plasmasmostraban una seleccin de noticiasnacionales e internacionales. En elcentro de la mesa, una pantalla mspequea emita exactamente lasmismas noticias, pero era tctil, asque Donovan solo tena que posarel dedo sobre cualquiera de loscanales para activarle el sonido. Tambin en el escritorio habatres telfonos y dos pantallas deordenador, una con el logo y elestado de la red de NoJoGen que

  • mostraba, adems, el progreso decualquiera de los programas dedesarrollo conducidos por loscientficos de la compaa. La otraera la tpica pantalla de PCconectada a un router de bandaancha que le permita navegar porla red. Ya que ese equipo era unrea obvia de vulnerabilidad,estaba separado de la redcorporativa, que estaba protegidapor un cortafuegos fsico y losprogramas cortafuegos, antivirus yantiintrusin ms poderosos que se

  • podan comprar. Jesse McLeodhaba dicho que ni siquiera l podaentrar en el sistema y que si l nopoda, haba aadido sin modestia,nadie ms podra. La nica nota incongruente en eldespacho de alta tecnologa deDonovan era una gran vitrinacolocada junto a la puerta quecontena una coleccin de librosantiguos. Libros muy antiguos. O,para ser exactos del todo,facsmiles de libros antiqusimos. Yen una caja fuerte empotrada en la

  • misma pared que incorporabasofisticados controles termostticosy dispositivos para regular lahumedad, se encontraba su posesinms preciada. Era poco ms que untrozo de papiro al que hababautizado extraoficialmente CdiceHircania basndose en el niconombre que haba encontrado en eltexto. En absoluto contraste con eltrabajo que desempeaba sucompaa, que se podra decir queiba ms all de la vanguardia de la

  • ciencia gentica, Donovan llevabamucho tiempo fascinado porantiguos manuscritos y cdices.Gracias al xito de su negocio,haba tenido fondos para satisfacersu pasin y haba compradoreliquias en subastas y acomerciantes especializados.Incluso haba aprendido un poco dehebreo y de arameo, aunque solacontratar a especialistas paratraducir las obras que adquira. Haca aproximadamente dos aosle haba impactado una nica frase

  • que haba ledo en la traduccin deuna parte del Cdice Hircania y fueese descubrimiento lo que habamotivado las investigaciones nopertenecientes al campo mdico quele encargaba a Jess McLeod. Aquella maana, Donovan llegpronto al edificio y llev a cabo surutina habitual. Aparc su Porsche911 en la plaza que tena asignadaen el aparcamiento subterrneo ysubi las escaleras hasta sudespacho. Nunca utilizaba elascensor porque haca muy poco

  • ejercicio durante el da y nunca lehaba encontrado sentido a sudarintilmente en una mquina degimnasio. Esperaba que subir seistramos de escaleras sin parar cadada le proporcionara un breve peroregular entrenamientocardiovascular. Y cualquiera que lo vieraprobablemente dira que s quefuncionaba. Donovan era alto,rondaba el metro noventa, ydelgado, con el pelo negro tupido ymuy corto; no al rape, pero casi.

  • Unos ojos marrones oscuros, casinegros, y una nariz grande y rectadominaban su rostro, y siempreluca una barba incipiente inclusoaunque estuviera recin afeitado.Cuando sonrea, lo cual haca confrecuencia, porque J. J. Donovanera un hombre con muchas razonespara ser feliz, mostraba dos hilerasde brillantes dientes blancos a losque a veces se refera como susonrisa de cuarenta de los grandes,porque eso era exactamente lo quele haba costado.

  • Dej su maletn sobre la mesa yencendi los dos monitores. En elPC conectado a internet seleccionuna emisora de msica clsica yderiv el sonido al altavozincorporado del porttil. Despusconect el enchufe de los monitoresinstalados en la pared y vio la CNNunos instantes. Finalmente mir suordenador y comprob el sistemade mensajera interna. El mensaje de Jess McLeod fue eltercero que ley. Lo hizo dos vecesy despus cogi el telfono interno.

  • 6 El Mini iba dando botes por elcamino que se curvaba hacia laderecha detrs de una baja colina.Al enderezar el coche, Angela pudover la mansin por primera vez. Porlo que Roger Halliwell le habacontado, saba que databa de finalesdel siglo XIX y que era unaestructura neogtica construidasobre los restos de un edificiomucho ms antiguo.

  • A lo lejos, y rodeada por esepaisaje, la casa pareca apacible yacogedora. Levantada sobre unaligera elevacin y con vistas a unpequeo lago ornamental de colorverde, algo bilioso bajo la luz demedia tarde, presentaba chapitelessobre las esquinas, adems de unaprofusin de ventanas abovedadas,y estaba construida con lo quepareca el mismo tipo de piedragris de las columnas situadas alfinal del camino. Qu bonita murmur Angela.

  • Haba tres coches aparcados en lazona de grava ovalada delante de lacasa, as que supuso que los demsmiembros del equipo del museoBritnico haban llegado ya. Loscoches se encontraban a ciertadistancia de la casa, lo cual lasorprendi al principio, perocuando par junto a uno de ellos yapag el motor, entendi el porqu. Recorriendo la fachada de lapropiedad haba una vallaprovisional, una hilera de postes deacero clavados en la zona de grava

  • del camino unidos por alambreplastificado, y tras ella, hababastantes escombros. Adems,cuando alz la mirada hacia la casavio que, efectivamente, seencontraba en muy mal estado, congrandes huecos en la mampostera,de donde haban ido cayendofragmentos a lo largo de los aos.Varios de los vidrios de lasventanas estaban rotos y la pinturaque quedaba estaba muydesconchada. Dej la bolsa de viaje en el

  • maletero del coche, aunque se llevel maletn del porttil, y fue hasta lapuerta principal de la casa, queestaba abierta de par en par. Entr en un gran vestbulocuadrado, panelado en madera,lleno de cajas de cartn y bales.En un lado haba una armadura que,para los inexpertos ojos de Angela,pareca autnticamente medieval, yen el otro lado una talla de maderaa tamao natural de un oso erguidocon una pata alzada, la otraextendida a la altura de la cintura, y

  • con una bandeja entre las garrasque, posiblemente, sera unreceptculo para cartas o llaves.Evitando los cristalinos ojos deloso, mir a su alrededor. En elextremo ms alejado del vestbulo,detrs del oso y de la armadura, unaenorme escalera de piedra ascendahasta el primer piso de la casa. Aambos lados del vestbulo habaunas grandes puertas doblesabiertas. Angela opt por la puerta de laderecha y entr directamente en la

  • cueva de las reliquias de Aladino.La sala recorra toda la longitud deesa parte de la casa y tal vez, en unprincipio, se haba utilizado comosaln de recepcin. Haba dosventanas altas al fondo y otras seispor todo el muro derecho que dabana la fachada del edificio y alaparcamiento de grava. El largomuro situado frente a ellas quedabadominado por una chimenea enormeen la que se poda quemar un rbolentero, algo que segn pensabaAngela, podra ser necesario

  • durante el invierno para que nohelara dentro de esa sala. A amboslados de la chimenea, yextendindose en las dosdirecciones, haba unas librerasempotradas cuyos estantesformaban hileras de librosencuadernados en piel. Solocatalogarlos le supondra a alguienuna semana de trabajo como poco.Pero no fueron ni las elegantesproporciones de la sala, ni loslibros, ni la discreta decoracin, nisiquiera la chimenea, lo que capt

  • su atencin. Fue el suelo. Casi toda la superficie del parqurayado estaba cubierta de cajas,bolsas y arcones, una nadasistemtica coleccin decontenedores entremezclados conalguna que otra escultura de bronceo mrmol y otros objetosirreconocibles cubiertos porsbanas blancas o lminas deplstico. Santo Dios! murmurAngela para s. Si todas lashabitaciones son as harn falta

  • meses, y no semanas, paraorganizarlo todo. Vaya, aqu ests, Angela. Lavoz de Richard Mayhew reson trasella afirmando lo obvio. Un hombrerubicundo y, con todos los respetos,grande, especializado en objetos deplata y oro, que pareca incapaz dehablar si no era prcticamente agritos. Richard le dijoestrechndole la mano antes desealar la catica masa decontenedores que haba por la

  • habitacin. Estn todas lasestancias tan llenas como esta? Mayhew neg con la cabeza. No, en absoluto. Esta es lahabitacin ms grande de la casa yparece como si alguien, losalbaceas, se supone, hubiesendecidido dejar el mobiliario dondeestaba y traer casi todo lo demsaqu y a la habitacin al otro ladodel vestbulo. Yo habra preferidoir habitacin por habitacin, peroas son las cosas. No hay msremedio y ya est hecho.

  • Mir a su alrededor. Empezaremos con esto maanaa primera hora. Los dems estncomprobando el resto de la casa,asegurndose de que sabemos qums hay que tasar. La buena noticiapara ti es que hay una cocina muygrande y que casi toda la cermicay la porcelana que hemosencontrado hasta el momento yaest all. No creo que te llevemucho tiempo revisar las piezas.Mientras tanto, deja que te presentea los otros chicos y que te haga una

  • visita guiada. Es una casa vieja yfascinante con rasgos muyinteresantes. Salieron al vestbulo y fueronhasta los pies de la escalera. Qu leches ha pasado aqu?pregunt Angela detenindose enseco cuando vio que faltaba elpasamano desde la mitad de laescalera hasta arriba. Mayhew tosi y se ruboriznotablemente. Ah es donde el anciano... eh...muri. Al parecer, lo encontraron

  • colgando de ese fragmento depasamano. Un asunto espantoso. Angela vio una gran manchamarrn sobre las losas junto a suspies y mir a otro lado; estaba claroque haba habido mucha sangre.Decidi que era hora de cambiar detema. Roger me ha contado queWendell-Carfax hizo variostestamentos. Mayhew sonri y se relaj unpoco. Viejo cabrn manipulador. Era

  • el ltimo de su linaje. Ni se cas nituvo hijos, solo unos cuantosprimos que ahora estn muyocupados pelendose unos conotros por su parte de la herencia. Subi hasta un ancho pasillo en laprimera planta, a cuyos lados seabran espaciosas habitaciones. Como seguro habrsimaginado, Oliver era todo unpersonaje, probablemente hastaestaba un poco loco. Pero su padre,Bartholomew Wendell-Carfax, sque estaba ms loco que una cabra.

  • Ese al fondo del pasillo es l. Donde terminaba el corredorhaba una pequea zona de estarcon altas ventanas que ofrecan unasvistas de los jardines de la casa.Entre las dos ventanas haba unretrato, casi a tamao natural, quemostraba a un hombre moreno demediana edad ataviado con lo quepareca un traje de pao. Estabasentado en un silln y desviabaligeramente la mirada hacia uncrepitante fuego. En el rincn de lachimenea se poda ver un escudo de

  • armas tallado en la pared. No tiene pinta de loco dijoAngela detenindose frente alretrato y mirndolo. Es ms,parece bastante atractivo, de unmodo afable y campechano. Merecuerda a algn personaje que sepodra encontrar en una novela deP. G. Wodehouse. Tal vez respondi Mayhew, pero era rarsimo. Mand que lehicieran varios retratos y, aunqueandaba muy mal de fondos, encargotros cuatro a un artista local nada

  • reconocido llamado EdwardMontgomery y, al parecer, pagmucho dinero por ellos. A lo mejor no saba lo malaque era su situacin econmica sugiri Angela. Oh, s que lo saba, pero eso nofue lo raro, sino los temas queeligi. Segn la gua turstica quehemos encontrado en una de lascajas del saln, dos de los retratoseran como este, convencionales.Pero en uno de los otros dos,Bartholomew estaba retratado como

  • un hombre joven, vestido como unjefe sioux con tocado de plumas ytodo, y como un miembro de larealeza india en el otro. El artistatuvo que trabajar basndose enfotografas que Bartholomew leproporcion de cuando tenaveinticinco aos. A eso me refieroal decir que estaba como una chota.De qu le serva que lo retratarande joven cuando, en realidad, yatena ms de setenta aos? Y porqu llevaba esos trajes tansingulares?

  • Bueno, esas cosas estaban demoda a principios del siglo XX dijo Angela. Muchas figuras dela alta sociedad hacan que losretrataran con atuendos exticos. Ydnde estn ahora los cuadros?Por aqu? Los retratos ms realistas estnen la casa, pero los otros dos, no.Bartholomew logr venderlos pocodespus de que los pintaran. Bueno, tal vez fue un ejerciciode lucro despus de todo. Pero porqu tena tan pocos fondos?

  • Mayhew se situ al lado deAngela y los dos miraron hacia losacres de apacibles jardines tan encontraste, pens ella, con el caos dela casa. Segn la gua turstica que, porcierto, es una lectura muyinteresante, los padres deBartholomew disfrutaban de unaposicin acomodada. Eranpropietarios de enormes terrenos enla Anglia Oriental y tenan cientosde arrendatarios, adems deinversiones en bolsa y ese tipo de

  • cosas. Despus, la fortuna de lafamilia merm considerablementedebido a las razones de siempre: laprimera guerra mundial y ladepresin del 29. Pero tambin a lallamada Locura de Bartholomew,que es otra de las razones de todoel destrozo que has visto. Enalgunas zonas de la casa haypaneles arrancados e incluso unoscuantos agujeros en algunasparedes. Mayhew se detuvo, claramenteesperando a que Angela hiciera la

  • obvia pregunta. Ella enarc lascejas, pero no dijo nada. l suspir. El caso es que despus de queterminara la Gran Guerra,Bartholomew hizo un viaje porEuropa y Oriente Medio. En aquellapoca an estaba de moda que unjoven adinerado concluyera sueducacin de ese modo, y porsuerte para nosotros, lo hizo,porque muchas de las reliquias queOliver ha legado al museo lascompr su padre en ese gran viaje.Segn tengo entendido, lleg hasta

  • Siria y hasta lo que por entoncesera Persia, y en todas partesdemostr ser un compradorcompulsivo. Debi de gastarsemiles o, incluso, decenas de milesde libras, y en aquel momento milesde libras eran una cantidadimportante de dinero. Y la Locura de Bartholomew? Una de las cosas que trajo desu gran viaje de compras porEuropa fue una caja de maderallena de una mezcla deantigedades de El Cairo. Al

  • parecer era un lote. Lo nico quequera eran un par de jarronesornamentados que todava no hemosencontrado, por cierto, as queprobablemente los vendiera, pero alfinal acab teniendo que adquirir ellote completo y a un preciodesorbitado, por supuesto. El casoes que cuando trajo todo aqu, saclos jarrones que quera y guard lacaja con el resto de los objetos enel desvn. Unos aos despus, volvi abajarla y, por primera vez, le ech

  • un buen vistazo a lo que habacomprado. La mayora eran birrias,tal y como se haba imaginado, peroen el fondo de la caja encontr uncntaro de loza. l pensaba que eraprobable que datara del siglo I d.C., pero la gua no dice ni qu clasede cntaro era ni cmo lleg a esaconclusin. Lo que llam suatencin no fue la antigedad delobjeto, sino el hecho de que eltapn estuviera metido en el cuellodel cntaro y sellado con cera. Mayhew se gir y ech a andar

  • por el pasillo. Angela lo sigui,pasando por encima de las tablasque faltaban en el suelo. As que, como te puedesimaginar, Bartholomew agarr undestornillador y se li con elcntaro. Rompi el precinto yarranc el tapn esperandoencontrar algo de valor dentro. Y lo encontr? Segn la gua, al principiopens que estaba vaco, perodespus vio dentro un trozo depergamino. Rompi el cntaro y lo

  • sac, convencido de que tena queser un texto antiguo de valorinestimable. Pero no lo era? No. Estaba escrito en unalengua que no reconoca, aunque noes que eso significara mucho,porque la nica lengua queBartholomew hablaba o lea era elingls. As que hizo que se lotradujeran, pero como leaterrorizaba que alguien msdescubriera lo que significaba eltexto, copi cada lnea lo mejor que

  • pudo y se las envi de maneraindividual a varios lingistasdistintos. Angela se detuvo, ahora sentamucha curiosidad. Toc a Mayhewen el hombro para que se diera lavuelta. Richard, no me dejes con elsuspense. Qu era? Arameo?Hebreo? Y qu deca? Mayhew sacudi la cabeza. El texto era una formaprimitiva de escritura persa. Persa? Ah, por la Ruta de la

  • Seda supongo. Ya haba muchointercambio entre Oriente Medio ylos otros pueblos del este durante elsiglo I d. C. Pero por qu estaba enun cntaro sellado? Nadie lo sabe. En cuanto a loque deca, cuando Bartholomewrecibi los distintos fragmentostraducidos e intent reunirlos,descubri que formaba parte de untexto mucho ms grande quedescriba un viaje por una parte delmundo annima a la que llamabanel valle de las flores, que

  • supuestamente estaba en algn lugarde Persia o del actual Irn. Por la lengua que emple elautor? S. Pero lo que tambin llamla atencin de Bartholomew fue unafrase. Algo a lo que el autor serefiri como el tesoro del mundo. Claro dijo Angela. RogerHalliwell me cont que haba unaleyenda vinculada a esta familiasobre un tesoro perdido, as quesupongo que se trata de esto. Mayhew se ri.

  • S. Y como Bartholomewestaba tan chiflado, eso le bastpara partir en una serie deexpediciones por Oriente Medioque... Por qu zonas de OrienteMedio? Irn, obviamente, por lo deltexto persa, pero con muchaprobabilidad Irak y a saber quotros territorios de esa zona. Todassus expediciones resultaroncompletamente infructuosas, porsupuesto, y as surgi el nombre de

  • la Locura de Bartholomew, porquese gast la mayor parte de la fortunade la familia buscando su supuestotesoro. Cuando estir la pata, dej asu hijo cuantiosas deudas, y Olivertuvo que vender muchas de lasantigedades y la mayor parte de latierra que haba heredado parasalvarse de la bancarrota. El par decientos de acres que rodean la casaes todo lo que queda de supatrimonio. Pero qu tiene eso que ver conlos daos que ha sufrido la casa?

  • Bartholomew le dijo a su hijoque haba diseado un esconditeseguro para el pergamino queencontr. Segn lo que Oliverescribi, porque fue l el queproporcion el texto para la gua, supadre haba prometido decirlednde estaba el escondite, ytambin darle una traduccincompleta del texto, pero nunca llega hacerlo porque murirepentinamente de un ataque alcorazn, aqu en la casa. Entonces Oliver hizo los

  • agujeros en la pared y arranc lospaneles? pregunt Angela. Lohizo porque estaba buscando esefragmento de pergamino? Exacto. Oliver pas los ltimosaos intentando descubrir dnde lohaba escondido su viejo. Y, por loque s, nunca lo encontr. Ahora estaban abajo, de nuevo enel vestbulo. Angela mir a sualrededor, hacia las losasmanchadas de sangre y el fragmentode pasamano que faltaba, y seestremeci. La casa resultaba triste

  • y solitaria, de eso no haba duda.Pero haba algo ms, un aire funestoque no le gustaba nada.

  • 7 De dnde ha salido esto? pregunt J. J. Donovan sealando lapantalla de su ordenador. Jesse McLeod apenas mir. Sabamuy bien en cul de los veintitantosresultados de bsqueda estara msinteresado su jefe. De la versin online de unperidico local. Entonces no estaba niencriptado ni protegido?

  • McLeod neg con la cabeza. Qu va. Es una hojainformativa del pueblo, ya sabe, delas que hablan de nacimientos,defunciones, bodas y ese tipo decosas. Estrictamente noticiaslocales. Una fuente de informacinabierta por completo; unaburrimiento mortal si no conoceslos nombres, e igualmente aburridoaunque los conozcas. Es unaprdida de tiempo y, en mi opinin,un uso psimo de espacio en la red.

  • Se detuvo un instante y volvi alanzar una sugerencia que ya lehaba hecho a Donovan en un par deocasiones. Mira, J. J., s qu palabrasclave me diste, pero es unabsqueda muy amplia y sigo sintener ni idea de qu ests buscando.Si pudieras decirme por qu es tanimportante, podra darte resultadosms precisos. Donovan sacudi la cabeza. Ahora mismo ni siquiera s sies importante. Es solo una idea que

  • tengo, una posibilidad de algo quepodra cambiarlo todo. Pero te diruna cosa: si no me equivoco con loque estoy buscando, podra ser eldescubrimiento ms importante dela historia de la ciencia. Despusde esto ya nada volvera a ser igual. McLeod segua pensativomientras bajaba en el ascensorhasta la sala de ordenadores de laprimera planta. Le pareca queDonovan estaba flipando y eso lepreocupaba mucho. La compaamarchaba as de bien porque

  • Donovan era un genio en temas demanipulacin gentica. Si se lehaba ido la pinza, estaba claro quehaba llegado el momento deempezar a buscar trabajo en otraparte, as que cuando volviera a sudespacho hara un sondeo por siacaso. Y tambin tena que hacer unallamada, porque J. J. Donovan noera la nica persona para la quetrabajaba, y su otro contacto estaramucho ms interesado en la historiaque tena que contarle.

  • 8 Cuando Mayhew finalmente lleva Angela a la cocina de Carfax Hallya era ltima hora de la tarde. Aligual que el resto de la casa, estabaconstruida y equipada a lo grande,aunque al estilo del siglo XIX. Unaenorme mesa rectangular de maderamaciza ocupaba el centro de laestancia y casi toda la superficiedel suelo estaba cubierta porobjetos de porcelana y cermica de

  • distintas clases. Tena un fogn victoriano, conrestos de madera o carbn visiblesen la parrilla, empotrado en lapared, y viejas sartenes de acero ycobre y utensilios colgando deganchos a ambos lados. En laencimera de la derecha del fogn, ydndole a todo un aspectoincongruente, haba un mugrientomicroondas blanco y, junto a este,una tetera elctrica, media docenade tazas modernas de colores, untarro de caf instantneo, una caja

  • de bolsitas de t y una bolsa deazcar abierta. Bajo la encimera, unviejo frigorfico emita un constantezumbido. Apiados en torno a una zonadespejada en un extremo de la mesaestaban los otro cuatro miembrosdel equipo de tasacin, conhumeantes tazas ante ellos. Angelalos haba ido conociendo a cadauno mientras Richard Mayhew yella haban dado una vuelta por lapropiedad, aunque ya los habavisto antes por el museo Britnico.

  • Angela y Mayhew se prepararonun caf; l se aadi un poco deleche de una botella de plstico delitro que sac de la vieja nevera, yse sent. Bueno, Angela, pues ya hasinspeccionado esta vieja mansindijo David Hughes, un hombredelgado, calvo y con gafas, expertoen mobiliario ingls. Qu teparece? Ella se encogi de hombros. Pues en primer lugar, meparece que es una pena. Si

  • Bartholomew hubiera invertidomenos tiempo y esfuerzoconstruyendo castillos en el aire ycoleccionando antigedades quedespus se limitaba a guardar, yhubiera invertido un poco ms dedinero en mantener y reparar sucasa, sera una magnficapropiedad. Creo que en cuanto sehayan calmado un poco las cosas,los herederos de Wendell-Carfaxtraern mquinas, echarn la casa ylas dependencias abajo y levantarnuna mansin moderna.

  • Pero puede que no les sea fcilobtener permisos de obra dijoMayhew. Esto se encuentra enzona protegida, por lo que tengoentendido. Has encontrado ya algunapieza de porcelana en condiciones?pregunt Hughes. Angela neg con la cabeza. Empezar maana a primerahora. Esto es todo? preguntsealando la mesa abarrotada. Bsicamente, s. Quedanalgunas cajas y bales en el desvn

  • que tenemos que ver, y solo hemosechado un vistazo rpido al stano,aunque no parece que haya muchoah abajo. Necesitas algo ms antes deempezar a trabajar, Angela? pregunt Mayhew. S. Puede que lo vayaguardando todo a medida que loestudie, as que podra alguienconseguirme un par de cajas, unapara lo vlido y otra para el resto?Ah, y cinta adhesiva y papel deburbujas para proteger la

  • porcelana. Hay varias cajas de madera enel desvn dijo Hughes, yhemos trado rollos de papelburbuja. Por la maana traer todolo que necesitas. Bueno... dijo RichardMayhew mirando el reloj, pueshemos terminado por hoy. El silencio haba cado sobreCarfax Hall. Unos diez minutos despus de queRichard Mayhew cerrara con llave

  • la puerta principal, un leve sonidochirriante se oy en el desvn,cuando una pila de cajas de cartnse apart lentamente y una caramugrienta y sudorosa se asom pordetrs. El hombre se par a escucharunos treinta segundos y dio un pasoadelante. Sus vaqueros y sucamiseta informales estabancubiertos de polvo y telaraas, ytena las extremidadesacalambradas por haber estado enla misma postura tres horas, desde

  • que se haba colado por la puertaprincipal y haba subido al desvn aesconderse. Baj por las escaleras hasta elprimer piso y entr en la enormesala de recepciones, a un lado delvestbulo. Fue hasta el ventanal mscercano y, con cuidado, se asompara asegurarse de que no quedabancoches en el aparcamiento de grava. Despus asinti, se sac unabolsa de nailon del bolsillo y laabri en el suelo cerca de la puerta.Se acerc a la caja que tena ms

  • cerca y, con movimientos rpidos,pero con cuidado y concentrado,empez a sacar el contenido. Lahabitacin era enorme y el nmerode cajas, inmenso. En quince minutos ya habaseleccionado unos cuantos objetosde plata de gran valor y los habametido en la bolsa. Diez minutosms tarde sali por una ventanabaja situada en la parte trasera de lacasa y, sin ninguna prisa, fue haciala valla que bordeaba un lado de lapropiedad junto a la que haba

  • dejado aparcado el coche a primerahora de la tarde. Con suerte podra repetir laoperacin tres o cuatro veces esanoche y hacer lo mismo al dasiguiente. Si elega bien los objetos,podra sacarse una buena suma dedinero con la venta. No sera tantocomo ese astuto viejo cabrn deOliver le haba prometido la ltimavez que hablaron, pero supondrauna gran ayuda para su situacineconmica. Sin embargo, las antigedades

  • que estaba robando eran solo unaparte del asunto. El premio gordo,eso a lo que de verdad queraecharle mano, eran unas cuantaspalabras escritas sobre un trozo depergamino hecho jirones. Nunca lohaba visto, y ni siquiera habaconocido a Bartholomew, que habamuerto varios aos antes de que lnaciera, pero Oliver siempre habaestado dndole vueltas al tema poraquellos das en los que l habasido un invitado bien recibido enCarfax Hall. Saba que

  • Bartholomew haba sidotremendamente discreto con lareliquia, pero tena que estar enalguna parte de la casa. Una vez hubiera escondido susnuevas pertenencias en el coche,empezara a buscar en todos loslugares que se le pudieran haberpasado a Oliver... y eran muchos. Lleg al coche, abri el maleteroy, con cuidado, meti dentro losobjetos. Baj el cap haciendo elmenor ruido posible, cerr conllave y volvi hacia la vieja casa.

  • Que te den, Oliver, rcanocabrn murmur al saltar otra vezpor encima de la valla. Era unanoche tranquila, con una clara luzde luna, y la casa y sus pertenenciaseran todas para l.

  • 9 Jesse McLeod mir al hombreque tena sentado frente a l. Killian le haba preocupadodesde el momento en que se habanconocido. No era el aspecto generalde ese hombre lo que le habaresultado intimidante, solo sus ojos:negros, sin vida, que parecansacarte el alma y desnudar tuspensamientos. Y adems tena unaespecie de energa contenida, como

  • un muelle muy tensado, que siemprepareca estar a punto de estallar enuna repentina, y probablementeextrema, violencia. Pero McLeod saba que tena algoque Killian quera, y eso le ofrecauna poderosa herramienta queemplear en sus negociaciones. Nopensaba que Killian fuera amostrarse reacio al modesto pagoque tena en mente porque lasconsecuencias de que no pagaraeran muy graves y saba que suinterlocutor sera consciente de eso.

  • La quiero ahora! bramKillian, refirindose a lainformacin que McLeod le habaconseguido. Puedo drsela aqu mismo enun lpiz de memoria sugiriMcLeod. La llevas encima? En elporttil? McLeod asinti. Aqu mismo confirm, dandouna palmadita a la bolsa de cueroque tena junto a la silla. Solonos queda por hablar del tema del

  • pago. El rostro de Killian seensombreci. Llevo dos aos pagndoteanticipos. Por qu crees que estainformacin te da derecho a msdinero? Creo que cuando lo vea,entender por qu es tan importante.McLeod estaba eligiendo suspalabras con gran cuidado. Estdirectamente relacionado con lainformacin anterior que le di, esodel tesoro del mundo, se

  • acuerda? El artculo ese sobre elviejo ingls que por fin habadescubierto dnde estaba escondidoel tesoro? Killian se qued mirando aMcLeod unos segundos y despusasinti, indicndole que continuara. He encontrado un artculo en unperidico local. Parece que alguiense ha cargado al viejo, lo azothasta que su corazn no pudo ms.Y eso significa que alguien debide leer el artculo y que, tal vez,est buscando lo mismo que usted.

  • Killian segua sin decir nada. Haba un detalle en el artculoque me pareci muy interesante, asque investigu un poco ms. Mecol en la base de datos de lapolica local y comprob losinformes forenses y un montn decosas ms. Me lo descargu todo ycreo que hay un par de datos quetendra que ver. De acuerdo dijo Killianlentamente. Dmelo y despushablaremos de cifras. McLeod asinti y sac de su

  • bolsa un pequeo porttil. Loencendi y unos minutos despusextrajo un fino lpiz de memoria delpuerto USB y lo dej encima de lamesa. Ya est? pregunt Killian. S. Ah est todo. Parece que elviejo no tuvo una muerte muyplcida. Los forenses encontraronmucha sangre en su boca; sangreque no era suya, quiero decir, ytrozos de carne. Los investigadorescreen que debi de morder a suatacante. Tienen muestras de sangre

  • y tejido y estn esperando a losresultados de ADN para tener unperfil del asesino. Pos la mirada unos segundossobre la venda que Killian tena enla cabeza y que se veaprofusamente acolchada sobre suoreja izquierda antes de volver acentrar la atencin en el porttil. Le has contado esto a alguienms? pregunt Killian conbrusquedad. McLeod neg con la cabeza. No, pero uno tiene que tomar

  • precauciones, no s si me entiende.As que hay ms copias de lo quetiene usted aqu, por si esainformacin se pierde o manipula,ya sabe. Se recost en la sillaintentando mostrarse relajado,como si tuviera el control de lasituacin. Bueno, qu le parecencincuenta de los grandes por lainformacin y todas las copias? A l le daba la impresin de queera una cifra ms que razonable. La sonrisa de Killian no lleg areflejarse en sus ojos.

  • Pues me parece que cincuentade los grandes es demasiado,McLeod. Tengo una solucin muchoms barata y permanente. Se sac del bolsillo una pequeapistola semiautomtica afeada porla forma bulbosa del silenciadorconectado al extremo del can. A McLeod se le salieron los ojosde las rbitas y, aterrorizado, seestir hacia atrs contra el respaldode la silla. Ey, to, no haga eso! exclam con un tono agudo de

  • pnico. Se lo entregar todo.Puede quedrselo gratis. Deberas haberte limitado a losordenadores espet Killian conesos ojos tan oscuros y su rostroinexpresivo. Ni en un milln deaos lograras acabar siendo unchantajista. Eres un aficionado, y nisiquiera uno bueno. Pero las otras copias de lainformacin... Si desaparezco, misamigos... Correr el riesgo, McLeod, y situs amigos vienen a por m, los

  • matar tambin. No es una cuestinde dinero, sino de seguridad, de nodejar cabos sueltos. Tengo queasegurarme de que no le contars anadie nada de esto. No lo har, lo prometo dijoMcLeod levantndose. S que no lo hars. El disparo fue poco ms que elsonido de una tos, pero el impactolanz hacia atrs el cuerpo deMcLeod. Su silla se volc y l cayal suelo con las extremidadesextendidas, abriendo y cerrando la

  • boca y parpadeando. Killian se levant y rode la mesahasta donde yaca su vctima. Lohaba alcanzado casi en el centrodel pecho, probablemente no haballegado al corazn, pero aun as erauna herida letal. Apuntando con esmero, disparde nuevo. La bala se instal en ellado izquierdo del pecho deMcLeod y le atraves el corazn.Su cuerpo se retorci una vez ydespus se qued quieto. Killian se guard la pistola en el

  • bolsillo de la chaqueta y casi sinpensarlo se toc la frente y el pechotres veces, haciendo la seal de lacruz. Se agach, vaci los bolsillosdel muerto, se dio la vuelta y cogiel porttil y la tarjeta de memoriade McLeod. Tena mucho que hacer y eltiempo corra.

  • 10 Conoce a este hombre? A Donovan lo recorri unescalofro, y no fue solo por el frodel depsito de cadveres. Tendidasobre la mesa frente a l haba unafigura cubierta por una sbana, solocon el rostro y la cabeza visibles. Para que conste en acta, seor,puede identificarlo, por favor? Se llama... Donovan sedetuvo y trag saliva. Se llamaba

  • Jess McLeod. Trabajaba para m.En NoJoGen. Y qu es eso, seor? Denuevo, para que conste en acta. NotJustGenetics Incorporated.Es mi empresa, aqu en Monterrey.Por qu me han llamado? No espariente mo. Solo trabaja...trabajaba... para m. Llevaba encima una tarjeta devisita con los datos de su empresa.Nos pareca que llamarle sera unprimer paso para intentaridentificarlo.

  • Donovan mir el rostro delhombre con el que haba trabajandodurante ms de una dcada. Cmo ha sido? le preguntal sargento. Dnde lo hanencontrado? Unos agentes que estaban depatrulla vieron su cuerpo tirado enun descampado en el centro deMonterrey. Parece que lo atracaronporque no encontramos su cartera. Llevaba una bolsa? Unmaletn de ordenador, quiero decir? El sargento neg con la cabeza.

  • No. Exceptuando un peine y unpauelo, lo nico que encontramosfue la tarjeta. Ni maletn, ni cartera,ni telfono, ni siquiera llaves. Pero Jesse viva cerca deCarmel y pasaba la mayor parte desu tiempo libre en la playa. Si salapor la noche, sola quedarse enCarmel porque no le gustaba muchoMonterrey. As que, qu estabahaciendo ah? Donovan se rascla cabeza. No era fcil de digerir. En eso no puedo ayudarlo,seor. Lo que parece es un atraco

  • que acab mal, y lo nico queencontramos poco habitual en todoesto es el arma utilizada. Elsargento seal el cadver. Estecuerpo tiene dos heridas de bala decalibre pequeo en el pecho. No losabremos con seguridad hasta queel forense realice la autopsia, peroparece que le dispararon dos balasdel calibre 25, o incluso del 22. Lamayora de los tipos chungos de poraqu utilizan el 38 o superiores. Un22 no es la eleccin habitual de unatracador. No es un arma seria.

  • A lo mejor es lo nico quepudo encontrar el criminal sugiri Donovan. A lo mejor. A veces una pistolade calibre pequeo apunta a uncrimen profesional, porque con unsilenciador el arma se vuelveapenas audible, aunque no parece elcaso. Por qu? Porque un profesionaldisparara a la cabeza y a este tipole dispararon en el pecho. Ha dicho que tampoco llevaba

  • llaves encima dijo Donovan.Podra hacerme un favor y enviar aalguien a Carmel para registrar suapartamento? Tena muchos equiposelectrnicos valiosos y algunospertenecan a mi empresa. Si elatracador se llev sus llaves, talvez tambin haya robado en su casa. Lo haremos hoy, seor, si nosda la direccin. Una ltimapregunta: conoce a sus parientescercanos? Creo que sus padres viven enUtah respondi Donovan

  • mientras anotaba la direccin delpiso de McLeod en Carmel, juntocon su nmero de mvil. Se lospas al sargento. Tengo quevolver a la oficina. Llmeme siaverigua algo. Donovan subi a su Porsche,arranc el motor y se qued ahsentado, mirando por el parabrisasla calle que tena delante. Cuntascosas haban pasado en tan pocotiempo. Dos semanas antes,McLeod haba acudido a l con el

  • primer retazo de informacintentadora. En una revista mensualpublicada en un condado inglsllamado Suffolk haba encontradoun artculo sobre alguien queintentaba reunir dinero parafinanciar una expedicin a OrienteMedio y buscar un tesoro perdido,una reliquia a la que se habareferido como el tesoro delmundo. Un anciano haba estadosiguiendo algunas pistas que supadre haba encontrado y, segn larevista, crea que haba descubierto

  • dnde comenzar la bsqueda. Esa nica expresin, el tesorodel mundo, haba impactado aDonovan porque ya la haba vistoantes en un contexto distinto y creasaber a qu se refera exactamente.Por eso haba recurrido a JesseMcLeod. Si haba alguien quepudiera dar con cualquier otrareferencia a ese hombre o a lo quebuscaba, ese era l. Y despus haba llegado elartculo del brutal asesinato delingls. Ahora McLeod tambin

  • estaba muerto; lo haban asesinadode un modo que no tena sentido. Yes que era obvio que lo habanasesinado. Donovan estaba seguro.No haba sido un atraco. Exista alguna conexin? Eso eralo otro que le inquietaba, porqueahora saba que no era la nicapersona que buscaba el tesoro. Depronto, lo que haba empezado casicomo una curiosidad acadmica sehaba convertido en una peligrosacarrera. Pero, a pesar de la muertede McLeod, Donovan estaba

  • decidido a ser el primero enencontrar el tesoro, costara lo quecostara, porque la posiblerecompensa era demasiado grandecomo para ignorarla. Se incorpor al denso trfico dela maana. La bsqueda habacomenzado.

  • 11 Era la hora del almuerzo cuandoDonovan lleg al despacho, y todoestaba muy tranquilo, lo cual levino bien. Haba ido directo alpuesto de McLeod, despus dedecirle a su secretaria que noquera que lo molestaran y, una vezall, abri su ordenador. Se recosten la silla, ligeramente sorprendido.No haba pensado que fuera a sacarninguna informacin til con el

  • escaneo del disco duro, pero locierto era que en el directorio razhaba encontrado una carpetatotalmente desprotegida llamadaSuffolk. Dentro haba informesforenses e informes dedeclaraciones redactados por lapolica de Suffolk durante suinvestigacin inicial del asesinatode Oliver Wendell-Carfax, unainformacin que McLeod habaobtenido haca poco, obviamente,pero que no haba compartido conl.

  • Lo copi todo en un lpiz dememoria y despus ley losinformes en la pantalla.