El Silencio de Dios

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El silencio de Dios por Gloria Q. de Morris C uántas veces en rueda de amigas se comenta con preocupación sobre las oraciones que no reciben respuesta. Casi siempre hay alguien dentro del grupo que exclama con convicción: «Dios siempre contesta la oración. A veces dice “sí”, otras veces “no” y otras “espera”». Sin embargo, resignarnos a decir sencillamente que fue un «no» o un «espera», me parece que es una forma algo superficial de tratar el problema del silencio de Dios, porque si bien es cierto que existen estas tres formas de respuesta, la Biblia enseña con toda claridad que hay momentos o circunstancias en las que Dios no oye o no contesta nuestras oraciones. Estas oraciones no contestadas no se deben a la incapacidad de Dios para oír o responder sino que son el resultado de ciertas barreras que hemos levantado en nuestro corazón. Por tanto, el problema de las oraciones no contestadas es, en casos así, un problema nuestro y no de Dios. Desde niña mi fe fue absoluta en un Dios amoroso y todopoderoso a tal punto que cuando necesitaba hablar con mi Padre celestial, a cualquier hora del día, iba y me arrodillaba al lado de mi cama, conversaba con Él y hacía mis peticiones. Luego, me levantaba y seguía jugando con mis amiguitas. Dios siempre contestaba todas mis oraciones. La comunión y mi fe aumentaban día a día. Pero crecí, llegó la etapa de la adolescencia y la juventud, con sus inquietudes e interrogantes, y un día me enfrenté al silencio de Dios. Supuse que en la Biblia habría una razón para explicarlo. «Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéramos la recibiremos de Él, porque guardamos Sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de Él» (1 Jn. 3:21,22). Dicho a la inversa, todo aquello que en nuestra conciencia nos condena habrá de perjudicar nuestra oración. Por tanto, debemos inmediatamente romper con ese pecado y confesarlo al Señor, en la seguridad de que se cumplirá la promesa de 1 Juan 1:9 y Él nos perdonará. Entonces, la comunión íntima con Dios vuelve a restablecerse. Otra razón para esa falta de respuesta es nuestra fe imperfecta porque descansa sobre una base falsa. No se trata de tener fe en la oración, sino en Dios. Tampoco tiene que ver con nuestra medida de fe. Cuando decimos, por ejemplo: «Mi fe es tan pequeña que no creo que Dios la pueda honrar» admitimos que estamos dependiendo de la cantidad de nuestra fe, en vez de descansar en el Dios fiel para la respuesta. En ocasiones nos pasa que la duda golpea a nuestra puerta. Sabemos que la duda cava el sepulcro de nuestra fe, y «sin fe es imposible agradar a Dios». Además recordamos lo que nos advierte Santiago: «El que duda … no piense … que recibirá cosa alguna del Señor» (1:6,7). Más

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El silencio de Diospor Gloria Q. de Morris

Cuntas veces en rueda de amigas se comenta conpreocupacinsobrelasoracionesque norecibenrespuesta.Casisiemprehayalguien dentrodelgrupoqueexclamaconconviccin: Dios siempre contesta la oracin. A veces dice s, otrasvecesnoyotrasespera.Sinembargo, resignarnos a decir sencillamente que fue un no ounespera,meparecequeesunaformaalgo superfcialdetratarelproblemadelsilenciode Dios,porquesibienesciertoqueexistenestas tres formas de respuesta, la Biblia ensea con toda claridad que hay momentos o circunstancias en las que Dios no oye o no contesta nuestras oraciones. Estasoracionesnocontestadasnosedeben alaincapacidaddeDiosparaororesponder sinoquesonelresultadodeciertasbarrerasque hemos levantado en nuestro corazn.Por tanto, el problema de las oraciones no contestadas es, en casos as, un problema nuestro y no de Dios. DesdeniamifefueabsolutaenunDios amoroso y todopoderoso a tal punto que cuando necesitaba hablar con mi Padre celestial, a cualquier horadelda,ibaymearrodillabaalladodemi cama,conversabaconlyhacamispeticiones. Luego,melevantabayseguajugandoconmis amiguitas.Diossiemprecontestabatodasmis oraciones. La comunin y mi fe aumentaban da a da. Pero crec, lleg la etapa de la adolescencia y la juventud, con sus inquietudes e interrogantes, y un da me enfrent al silencio de Dios. Supuse que en la Biblia habra una razn para explicarlo. Amados,sinuestrocoraznnonosreprende, confanzatenemosenDios;ycualquieracosaque pidiramos la recibiremos de l, porque guardamos Susmandamientos,yhacemoslascosasqueson agradables delante de l (1 Jn. 3:21,22). Dicho a la inversa, todo aquello que en nuestra conciencia nos condena habr de perjudicar nuestra oracin. Por tanto, debemos inmediatamente romper con ese pecado y confesarlo al Seor, en la seguridad dequesecumplirlapromesade1Juan1:9y l nos perdonar. Entonces, la comunin ntima con Dios vuelve a restablecerse.Otraraznparaesafaltaderespuestaes nuestra fe imperfecta porque descansa sobre una basefalsa.Nosetratadetenerfeenlaoracin, sino en Dios. Tampoco tiene que ver con nuestra medida de fe. Cuando decimos, por ejemplo: Mi fe es tan pequea que no creo que Dios la pueda honrar admitimos que estamos dependiendo de la cantidad de nuestra fe, en vez de descansar en el Dios fel para la respuesta. Enocasionesnospasaqueladudagolpea anuestrapuerta.Sabemosqueladudacava elsepulcrodenuestrafe,ysinfeesimposible agradaraDios.Ademsrecordamosloquenos advierteSantiago:Elquedudanopiense querecibircosaalgunadelSeor(1:6,7).Ms anpareceresonarennuestrasconciencias lapreguntainquietantedelSeoraPedro Porqududaste?.Cuntasveceshabremos lloradoporhaberloofendidosiendoquel deseacumplirSupromesa:Ytodoloque pidieres al Padre en mi nombre, lo har, pero la duda impide que recibamos esa bendicin. Aun nosotras que somos creyentes estamos en peligro de ser arrastradas por esta sociedad tan materialista y sufrimos las consecuencias. Peds y no recibs porque peds mal, para gastar en vuestros deleites (4:3). Alorarporcosastemporalesdeberamos examinarconcuidadonuestramotivacin. Es esta peticinparalagloriadeDios, para mibienyelbiendeotros,oesmeramente para satisfacer mis propios deseos egostas? A travsdeSuPalabra,Diosnosvaquitando todo interrogante sobre sus silencios. Hayundetallemuyimportantequeno se suele tener en cuenta y es esencial. Cuando hetenidoqueaconsejaraalgunaesposaque se queja porque Dios no responde su oracin, siemprelerecuerdoestepasaje:Vosotros, maridos,vividconellassabiamente,dando honoralamujercomoacoherederasdela gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo (1 Ped. 3:7). Lgicamente esto se aplica de igual modo a las esposas. Cuando los esposos no se llevan bien, estn levantando barreras y barricadas que impedirn que Dios pueda contestar sus oraciones. Elesprituenquedebemosorar esunesprituperdonadorqueesten armonaconDiosylosdems.Yaque Diosnoshaperdonadotanto,nopodemos rehusarnosaperdonarseancualesfueran lascircunstancias,yesperarquenuestras oracionesseancontestadas.Unesprituno perdonadorquiebranuestracomunincon Dioseimpidequelabendicindivinafuya hacia nosotras.CadavezqueDiosnocontestauna oracinapesardenuestrainsistencia, debemospreguntarnos:Cualeslaleccin queDiosmequiereensearentodoesto?, porqueDiosnoobracaprichosamente.Y luego:SerqueDiosdeseaensearmeque l es soberano?. Recuerdocuandomihermanomenor alquemesentamuyunida,tuvoun accidente y estuvo varios meses en cama. Mi madre,lyyoorbamosfervientementepor surecuperacin,ynossentamossegurosde queDioslorestablecera;perounamaana elSeorselollevaSupresencia.Con mucho dolor tuvimos que aceptar que Dios es soberano. Al ser omnisciente, conoce el futuro y siempre da lo mejor a Sus hijos porque cuida de cada uno de ellos.Enmuchosdeloscasosdeoracionesno contestadas, como por ejemplo cuando tanto MoisscomoElasyJonspidieronaDios quelesquitaralavida,esfcilcomprender por qu Dios no les contest. Pero no es tan sencilloentendercmoDiossenegaraa contestar la oracin reiterada de un siervo tan especial como Pablo sobre un tema tan lgico como su salud fsica. Entonces, conviene recordar quelasbendicionesespiritualessobrepasanlas fsicas. No quiere decir esto que nuestra salud no sea importante ni que debamos descuidar nuestro cuerpo.PeromuchasvecesporqueelSeores soberano,determinamantenersilencioyno contestar nuestras oraciones por sanidad o alguna otra bendicin porque, de hacerlo, nos privara de una bendicin espiritual an mayor. Esto sucedi conPabloporqueDioshizoalgomuchomejor paralquequitarlesuaguijnenlacarne;lo us para perfeccionar su carcter y colmarlo de Su gracia divina. UnejemplodecmoDiospuededarnos algomejordeloqueesperamoseseldeAna. Mientras estuvimos como misioneros en Espaa, ellasepusoencontactoconmigo.Mellamaba portelfonocadavezquenecesitabapalabras de aliento o quera comentarme el proceso de su prueba y pedir oracin. Desde haca tiempo haba idogradualmenteperdiendolavistadeunojo ylequedabamuypocavisinenelotro. Tanto ella como su iglesia y quienes conocemos su caso orbamoscon fervorporsusanidad.Laprimera vezquemellamlloraba.Nopodaentenderel porqu de ese silencio de parte de Dios, por qu no contestaba tantas oraciones que haban llegado anteeltronodelagracia.EsqueDiosnola amaba? Estahermanaestabacasadaconunmdico reacio al evangelio. Desde que ella acept a Cristo, su relacin matrimonial comenz a enfriarse, pero y aqu llega ese pero que muchas veces marca la diferencia Ana me coment: Cuandoperdelojoizquierdo,despusde varias operaciones, el amor de mi marido renaci. Aunque yo al principio no aceptaba mi situacin porque no poda entender el silencio de Dios, mi esposomeanimaba,memostrabasuamorysu cario. Estoy perdiendo la vista del otro ojo, pero sigo orando por m misma y por mi esposo, para que se convierta.Le respond: Creoquetuenfermedadeselcaminoque Dios est utilizando para que tu esposo tenga un encuentro con Cristo. ElizabethElliottescribi:Cuandoestamos pasandoporunapruebafsicaeselmomentode ofrecerle a Dios nuestro cuerpo como una ofrenda en el altar. LaltimavezqueAnamellam,medijo: Sigoconelmismoproblemaynomequieren operar,perotengobuenasnoticias.Mimarido todas las maanas me lee el devocional y oramos juntos.SientoqueprontolaceptaraCristo. Dios ha contestado mi oracin. Confa en [Dios]; y El har (Sal. 37:5b). 1