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Presupuesto y Gasto Público 55/2009: 77-101 Secretaría General de Presupuestos y Gastos © 2009, Instituto de Estudios Fiscales El sistema de financiación de las Comunidades Autónomas aprobado en 2001: un diagnóstico de sus principales problemas JOSÉ MANUEL TRÁNCHEZ MARTÍN Instituto de Estudios Fiscales y Universidad Nacional de Educación a Distancia ANA HERRERO ALCALDE Universidad Nacional de Educación a Distancia MIGUEL ÁNGEL GARCÍA DÍAZ Director Gabinete Económico Confederación Sindical CCOO y Universidad Rey Juan Carlos Recibido: Mayo 2009 Aceptado: Mayo 2009 Resumen En este trabajo se ofrece un diagnóstico del funcionamiento actual del sistema de financiación para las Comunidades Autónomas de régimen común (Acuerdo de 2001), destacando los principales problemas existentes y presentando las principales cuestiones que convendría tener presentes ante una eventual reforma del sistema. Para la realización de dicho diagnóstico se toma como referencia el análisis del funcionamiento de los principios sobre los que la Cons- titución y la LOFCA sustentan el sistema de financiación autonómica: autonomía, suficiencia y solidaridad. Respec- to a cada uno de estos principios, entendidos como columna vertebral del sistema, se realizan unas reflexiones gene- rales sobre su funcionamiento, se exponen los principales problemas detectados para su efectivo cumplimiento y se sugieren algunas posibilidades de reforma, destinadas a logra una mayor eficacia en la consecución de dichos princi- pios inspiradores, que debe redundar, asimismo, en un mejor funcionamiento y mayor estabilidad del sistema. Palabras clave: financiación autonómica, autonomía, suficiencia, solidaridad. Clasificación JEL: H77, R50, E62. Abstract This paper offers a current diagnosis of the financing system of the Autonomous Communities in Spain (2001 Agreement), pointing up their main problems and some alternatives to reform it. In this task, we take as reference the working of the he principles of autonomy, sufficiency and solidarity, established as base of the system by the Spanish Constitution. With regard to these principles, we present some general ideas, identify the basic problems in their functioning and propose some reforms, in order to obtain an effective performance of these principles that will add stability to the system. Key words: financing system of the Autonomous Communities, autonomy, sufficiency, solidarity. JEL Classification: H77, R50, E62.

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Presupuesto y Gasto Público 55/2009: 77-101 Secretaría General de Presupuestos y Gastos

© 2009, Instituto de Estudios Fiscales

El sistema de financiación de las Comunidades Autónomas aprobado en 2001: un diagnóstico de sus principales problemas

JOSÉ MANUEL TRÁNCHEZ MARTÍN

Instituto de Estudios Fiscales y Universidad Nacional de Educación a Distancia

ANA HERRERO ALCALDE

Universidad Nacional de Educación a Distancia

MIGUEL ÁNGEL GARCÍA DÍAZ

Director Gabinete Económico Confederación Sindical CCOO y Universidad Rey Juan Carlos

Recibido: Mayo 2009

Aceptado: Mayo 2009

Resumen

En este trabajo se ofrece un diagnóstico del funcionamiento actual del sistema de financiación para las Comunidades Autónomas de régimen común (Acuerdo de 2001), destacando los principales problemas existentes y presentando las principales cuestiones que convendría tener presentes ante una eventual reforma del sistema. Para la realización de dicho diagnóstico se toma como referencia el análisis del funcionamiento de los principios sobre los que la Cons­titución y la LOFCA sustentan el sistema de financiación autonómica: autonomía, suficiencia y solidaridad. Respec­to a cada uno de estos principios, entendidos como columna vertebral del sistema, se realizan unas reflexiones gene­rales sobre su funcionamiento, se exponen los principales problemas detectados para su efectivo cumplimiento y se sugieren algunas posibilidades de reforma, destinadas a logra una mayor eficacia en la consecución de dichos princi­pios inspiradores, que debe redundar, asimismo, en un mejor funcionamiento y mayor estabilidad del sistema.

Palabras clave: financiación autonómica, autonomía, suficiencia, solidaridad.

Clasificación JEL: H77, R50, E62.

Abstract

This paper offers a current diagnosis of the financing system of the Autonomous Communities in Spain (2001 Agreement), pointing up their main problems and some alternatives to reform it. In this task, we take as reference the working of the he principles of autonomy, sufficiency and solidarity, established as base of the system by the Spanish Constitution. With regard to these principles, we present some general ideas, identify the basic problems in their functioning and propose some reforms, in order to obtain an effective performance of these principles that will add stability to the system.

Key words: financing system of the Autonomous Communities, autonomy, sufficiency, solidarity.

JEL Classification: H77, R50, E62.

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1. Introducción

El objetivo de este trabajo es ofrecer un diagnóstico acerca del funcionamiento del sis­tema de financiación autonómica aprobado en el año 2001 para las Comunidades Autónomas de régimen común, así como hacer un breve repaso de las principales cuestiones que conven­dría tener presentes ante una eventual reforma del sistema.

El documento no pretende hacer una explicación exhaustiva del funcionamiento del modelo sino destacar los elementos que merecen una mayor atención, bien por tener proble­mas de diseño, bien por haber presentado un funcionamiento inesperado. En este sentido re­sulta de interés destacar algunas referencias que necesariamente complementan el trabajo como los artículos de (Monasterio, 2002) (García Díaz, 2002) (Ruiz-Huerta y Herrero, 2005) (López Laborda, 2006) (De la Fuente y Gundín, 2007) y (Ruiz-Huerta y Herrero, 2008), que constituyen estudios excelentes para comprender el funcionamiento del sistema y la descrip­ción de sus principales elementos. Asimismo también podemos citar otros trabajos que desde una perspectiva crítica, al igual que éste, se han acercado a analizar el funcionamiento del sistema con objeto de presentar propuestas de reforma (Espasa, 2006) (Álvarez y Cantarero, 2006), (Pou y Borraz, 2006) (De la Fuente y Gundín, 2008).

Por lo que respecta al contexto del análisis, el documento se centra en el análisis de las Comunidades de régimen común, excluyendo, por tanto, a los territorios Forales. Esto impli­ca que los indicadores presentados y las situaciones relativas observadas para los territorios analizados se verían sustancialmente modificados si se incorporasen los datos de financia­ción de las Comunidades Forales. Aunque en este trabajo no se realizan este tipo de compa­raciones, queremos, no obstante, destacar la utilidad que tendría realizar un análisis territo­rial integral, en particular cuando se trata de analizar el grado de equidad y de solidaridad que proporciona el sistema.

Por otra parte, nuestro estudio se va a circunscribir a los instrumentos financieros que, en el acuerdo del Consejo de Política Fiscal y Financiera de 2001, se aprobaron para la finan­ciación de las políticas transferidas. Sin embargo, no se puede obviar que existen muchas otras fuentes de recursos con una indudable incidencia en la financiación de los gobiernos re­gionales, tales como los Fondos Europeos para el Desarrollo y los Fondos de Compensación Interterritorial que sin embargo no son objeto de análisis en este trabajo.

La estructura del trabajo es la siguiente: En el apartado 2, se realiza una primera re­flexión general sobre la repercusión que tiene el modelo de Estado sobre la articulación del sistema de financiación de los gobiernos subcentrales. A continuación, en los aparta­dos 3, 4 y 5, el trabajo se dedica a analizar el funcionamiento de los principios sobre los que la Constitución y la LOFCA sustentan el sistema de financiación autonómica: auto­nomía, suficiencia y solidaridad. La elección de estos principios como elementos verte­bradores del estudio obedece a razones de ordenación y simplicidad explicativa, aunque somos conscientes que las continuas interrelaciones entre dichos principios obligan a una valoración integral de su funcionamiento y a una búsqueda de soluciones desde una pers­pectiva global.

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2. La financiación autonómica y el modelo de Estado

En un sector público con distintos niveles de gobierno, el sistema de financiación de los gobiernos subcentrales está fuertemente condicionado por el modelo de Estado establecido por la normativa constitucional, así como por la interpretación que de ésta se haga en cada momento.

La existencia de diferencias en el reparto de los instrumentos de ingresos y de las políti­cas de gasto entre distintos niveles de gobierno puede generar «desequilibrios financieros verticales», entendidos como la existencia de diferentes tasas de cobertura de sus competen­cias de gasto (necesidades de gasto) con los recursos tributarios atribuidos (capacidad fiscal). Además, la existencia de esas mismas diferencias entre gobiernos de un mismo nivel (por ej.: distintos territorios) puede generar «desequilibrios horizontales». La corrección de ambos ti­pos de desequilibrios se realiza de forma diversa según la caracterización unitaria, descentra­lizada, federal o confederal del Estado.

A este respecto, conviene destacar que España ha pasado, en los últimos treinta años, de un modelo fuertemente centralizado, en el que no existían los niveles intermedios de gobierno, a otro en el que el Gobierno Central ha ido perdiendo protagonismo en el suministro y la financia­ción de los servicios públicos. La Constitución de 1978 no opta por un sistema federal, pero atri­buye importantes competencias a las Comunidades Autónomas, dando paso a un modelo descen­tralizado en el que se reconoce la autonomía de los gobiernos subcentrales y, por lo tanto, la diversidad, al tiempo que se atribuye una enorme importancia a la corrección de las desigualda­des entre territorios en los niveles de renta per cápita y en el acceso a los servicios públicos.

En este contexto, las Comunidades Autónomas han pasado a ser la Administración Pú­blica que gestiona un mayor gasto público (un 35,9% del total y un 13,9% del PIB en 2007), seguidas de la Seguridad Social (28,7% y 11,1% respectivamente), el Estado (22% y 8,5%) y las Corporaciones Locales (13,4% y 5,1%), tal y como se señala en la Tabla 1.

Tabla 1

Gasto total de las Administraciones Públicas de España. Empleos no financieros por Administraciones

(Ejercicio 2007)

Millones de euros % PIB % total ,

Estado 8.961,57 8,53 22,0 Seguridad Social 11.682,61 11,12 28,7 Comunidades Autónomas 14.613,77 13,91 35,9 Corporaciones Locales 5.452,58 5,19 13,4

Total Administraciones Públicas 40.710,55 38,76 100,0

Fuente: IGAE. Avance de la actuación presupuestaria de las Administraciones Públicas (2007).

Sin embargo, la existencia de algunas dudas sobre el modelo de Estado ha podido tras­ladarse al diseño del sistema de financiación de las Comunidades Autónomas, distorsionan­

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do su construcción. En este sentido, sería imprescindible alcanzar un consenso previo acerca de la interpretación que se hace de la estructura territorial del Estado establecida por la Cons­titución porque, como ya se ha mencionado con anterioridad, ésta marcará los límites del sis­tema de financiación, así como la arquitectura básica de los instrumentos de compensación de los desequilibrios financieros verticales y horizontales. La ausencia de una interpretación común acerca del modelo de Estado y de los principios sobre los que éste se asienta contribu­ye a explicar la inestabilidad de los sucesivos sistemas de financiación aprobados en los últi­mos 25 años.

3. Cuestiones clave relacionadas con el funcionamiento del principio de suficiencia

El principio de suficiencia establece que todas las Comunidades Autónomas deben dis­poner de los ingresos necesarios (suficientes) para financiar los servicios transferidos por la Administración Central.

No obstante, conviene destacar que se trata de un principio altamente relativo y en di­cha medida problemático, pues puede no existir unanimidad sobre lo que se considera «gasto suficiente» y porque existen dificultades para obtener una medida objetiva de dichas necesi­dades de gasto, lo que deja un importante margen de actuación a la decisión política. Su valo­ración en el ámbito de la financiación autonómica requiere la búsqueda de un consenso polí­tico acerca de cuál es el grado de cobertura deseado de las demandas de los ciudadanos y de los esfuerzos exigidos para conseguir los ingresos necesarios para cubrir ese gasto.

Las siguientes líneas se dedican a analizar cómo se articula en el sistema de financia­ción dicho principio, distinguiendo sus elementos más importantes, así como los principales problemas derivados de su funcionamiento.

3.1. Estimación de las necesidades de gasto globales del sistema

En términos coloquiales, esta cuestión se podría calificar como «poner un precio inicial a las políticas autonómicas» o, dicho de otra manera, «determinar cuál es el volumen de re­cursos suficiente para financiarlas». Esta estimación se podría obtener por procedimientos muy distintos: la realización de un cálculo exhaustivo de necesidades para calcular el coste de producir los servicios públicos; la agregación de los valores que se negocien a nivel políti­co entre el Gobierno Central y cada una de las Administraciones Regionales; la asignación de un volumen de gasto equivalente a un porcentaje determinado del PIB estatal, la suma de toda la actividad presupuestaria subcentral, etc.

El sistema de financiación de las CCAA de régimen común en 2001 ha resuelto esta cuestión cuantificando las necesidades de gasto del conjunto de Comunidades a partir del va­lor estándar asignado a las políticas transferidas, cuyo nivel se quiere garantizar a todos los ciudadanos del Estado con independencia del lugar de residencia. Tomando como año base el ejercicio 1999, este volumen global de necesidades se estima sumando las cantidades ne­

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cesarias para financiar tres bloques competenciales de servicios transferidos distintos (com­petencias comunes + educación, sanidad y servicios sociales) y su cálculo se aproxima más a la agregación de recursos gastados en aquellos bienes y servicios que a una determinación pormenorizada de necesidades.

De este modo, la valoración de dichas necesidades globales tiene en su origen el criterio del «coste efectivo» de las competencias transferidas y en su estimación se han incluido adi­cionalmente las sucesivas correcciones introducidas en cada uno de los anteriores procesos de negociación. Esta forma de cálculo e ha encontrado con algunos problemas fundamenta­les (Herrero et al., 2006):

Se consolida, sin razón técnica aparente, el criterio de valoración según el «coste efectivo» de las competencias transferidas. Se asume, en buena medida, que la pres­tación de los servicios por parte de la Administración General del Estado antes de los traspasos era homogénea en cantidad y calidad en todos los territorios y, por lo tanto, mantenerla contribuye a garantizar una distribución equitativa de los recursos públi­cos. Se perpetúan las correcciones introducidas en los procesos de negociación de los an­teriores sistemas, en cada uno de los cuales se ha venido aplicando la regla de statu quo que consolidaba la valoración de necesidades ya existentes y su evolución diná­mica (conforme a las tasas de crecimiento de los distintos recursos que las integran —siempre superiores al crecimiento del PIB—). También en cada negociación se han ido incorporando fondos y recursos adicionales aportados por la Administración Central, necesarios para cerrar los procesos de negociación. Estos fondos adicionales no parece que guardaran una relación directa con la evolución de las necesidades de gasto o con la aparición de nuevas demandas sociales dirigidas a los servicios gestio­nados por los gobiernos autonómicos. No se resuelve de forma adecuada el problema de cómo deben evolucionar las nece­sidades autonómicas totales en el tiempo.

3.2. Estimación de las necesidades de gasto de cada Comunidad Autónoma

Una vez fijado el valor absoluto de las políticas autonómicas incluidas en el modelo de financiación, es preciso establecer una fórmula adecuada de distribución territorial de las ne­cesidades de gasto que todas las Comunidades Autónomas consideren justa. Para ello es con­veniente utilizar variables que estén relacionadas con la aplicación de las políticas y que se aproximen de algún modo a las necesidades de gasto que tienen las CCAA (indicadores de necesidades de gasto y sus ponderaciones).

El análisis comparado nos muestra que existen diversos métodos para articular estos criterios de distribución (métodos de cálculo de las «necesidades de gasto relativas» de los gobiernos subcentrales) (Castells y Solé, 2000). Las fórmulas van desde la utilización de los indicadores más sencillos, basados exclusivamente en la población (ej.: Canadá), hasta la ob­tención de índices más sofisticados, que tratan de aproximarse a las diferencias interterrito­riales en la intensidad de la demanda y en los costes de suministro de los servicios públicos

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(ej.: Australia). Con carácter general, se puede señalar que las fórmulas más simples, como aquellas basadas en la población, una vez aceptadas, resultan más sencillas de aplicar y son más transparentes, aunque presentan problemas para aproximar verdaderamente el gasto en el que incurren los gobiernos subcentrales en la prestación de los servicios. Por el contrario, las fórmulas basadas en indicadores de necesidades más complejos pueden acercarse más a una «verdadera» estimación de las necesidades de gasto pero tendrán dificultades en su dise­ño, elaboración y ejecución.

La tarea de realizar una medición pormenorizada de las necesidades de gasto relativas se presenta como una misión difícil por la complejidad que implica, la falta de información existente y el largo tiempo que llevaría una correcta medición y aceptación de dichos indica­dores. Sin embargo su desarrollo puede aportar indudables ventajas para el mejor conoci­miento de las diferencias interterritoriales en la prestación de los servicios.

En el sistema actual para estimar las necesidades de gasto relativas se utiliza una fórmu­la de reparto en la que la principal variable de distribución es la población, pero ésta se ve ajustada por otras (dispersión, insularidad, población protegida, etc.) que intentan incorporar algunos elementos que pueden incrementar el coste de suministro de los servicios. Además los variables y ponderaciones utilizadas en esta fórmula son diferentes en cada uno de los bloques competenciales de gasto distinguidos.

Sin embargo, adicionalmente a la fórmula de reparto territorial acordada (variables y ponderaciones), se introdujeron otros elementos en la negociación que han condicionado el resultado final de la estimación de necesidades. Por un lado, se acordó la «garantía de statu quo», que implicaba que ninguna Comunidad podría obtener en la nueva estimación unas ne­cesidades de gasto inferiores a los recursos percibidos en el sistema anterior. Por otro lado, se acordaron diversas «reglas de modulación» que pretendían evitar mejoras demasiado peque­ñas o excesivamente grandes para territorios concretos.

La incorporación de estas reglas adicionales rompe sin embargo con el paso previo que intentaba encontrar una fórmula de reparto basada en variables y ponderaciones que aproxi­maran —con mayor o menor exactitud— las necesidades de gasto de los gobiernos subcen­trales. Su utilización supone un distanciamiento de la argumentación técnica en la estimación de necesidades e introduce cierta falta de transparencia en los resultados finales.

En este sentido creemos que resulta necesario hacer una reflexión acerca de los efectos generados por las reglas de modulación y sobre la posibilidad de evitarlos o aminorarlos en un eventual proceso de reforma. Para que cualquier futuro acuerdo goce de estabilidad, más que la propia discusión sobre las variables de reparto o su ponderación, lo que parece rele­vante es el cumplimiento y respeto de la fórmula de distribución aprobada. Sería deseable que si dicha fórmula se aprueba por consenso o acuerdo de todas las Comunidades, éstas res­peten la distribución de recursos que generen, sin tratar de alterar los resultados a través de reglas específicas introducidas ad hoc.

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3.3. Determinación de la capacidad fiscal de las CCAA

El sistema de financiación autonómica atribuye a los gobiernos regionales una serie de ingresos tributarios cuya cuantía y evolución deberían responder, en la medida de lo posible, al tamaño y crecimiento futuro de los gastos subcentrales.

En el sistema aprobado en 2001, como es sabido, estos ingresos son: los tributos cedi­dos, en los cuales se ha traspasado a las CCAA la totalidad del rendimiento y amplias com­petencias normativas y de gestión (Impuesto de Sucesiones y Donaciones, Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados, Tributos sobre el Juego, Impuesto de Patrimonio, Impuesto Especial sobre Determinados Medios de Transporte e Impuesto sobre Ventas Minoristas de Determinados Hidrocarburos); un tributo compartido, el IRPF, que tiene cedido a las CCAA el 33% del rendimiento y algunas competencias nor­mativas y de gestión; y las denominadas participaciones territorializadas en algunos im­puestos indirectos, que implican una cesión del rendimiento a las CCAA (35% del IVA, 40% de los Impuestos Especiales sobre la producción y 100% del Impuesto sobre la Electricidad) pero sin cesión de las competencias normativas y de gestión.

Los rendimientos de todos estos ingresos medidos con un criterio normativo —es decir, cuando no se deban a variaciones autonómicas de la normativa tributaria o a mejoras en la gestión administrativa— serían la expresión de la capacidad fiscal regional. Por lo tanto, una mayor capacidad fiscal estaría normalmente vinculada a un aumento de las bases tributarias autonómicas 1 (Herrero et al., 2006).

La capacidad fiscal de las CCAA, junto con las transferencias de nivelación recibidas cuando aquélla no permite cubrir las necesidades de gasto (actualmente el Fondo de Sufi­ciencia), conforman el concepto de «financiación total garantizada» (FTG), que debe ser en­tendida como la suma de los recursos atribuidos a las CCAA para hacer frente a sus necesi­dades de gasto (Herrero y Martínez-Vázquez, 2007). Este concepto hace referencia exclusivamente a la financiación recibida por las CCAA en materia de suficiencia, es decir, para garantizar el valor estándar en la prestación de bienes y servicios públicos transferidos. No se debe confundir con la financiación recibida para el desarrollo, es decir, aquella desti­nada a conseguir atenuar las diferencias en renta per cápita entre las diferentes CCAA.

Puesto que las transferencias a recibir del gobierno central deberían tener una relación inversa con la capacidad fiscal, es importante disponer de una correcta valoración de ésta. El indicador de capacidad fiscal empleado debe constituir una aproximación realista a la capa­cidad para generar recursos tributarios de las bases imponibles propias de los gobiernos auto­nómicos. Sin embargo, el sistema de financiación actual calcula la capacidad fiscal a partir de la recaudación normativa o potencial de las Comunidades Autónomas, obtenida aplican­do a la recaudación real del año base —el año de traspaso del tributo en cuestión— la tasa de variación de los Ingresos Tributarios del Estado (ITE), lo que la aleja de dicha aproximación realista.

Este sistema de cálculo de la recaudación normativa ha dado lugar a una infraestima­ción sistemática de los rendimientos tributarios autonómicos. En la actualidad, todos los in­gresos tributarios asignados con criterio normativo, excepto el IRPF, están sustancialmente por debajo de las recaudaciones reales. En concreto, tal como se pone de manifiesto en la

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Tabla 2, la recaudación real de los tributos cedidos en 2006 superaba en un 108,3% a la re­caudación normativa y, a nivel global, los recursos aportados por el sistema, medidos en tér­minos reales, superaban en un 13,5% a la Financiación Total Garantizada según el criterio normativo.

Tabla 2

Diferencias entre recaudación real y criterio normativo utilizado en el sistema

Tributos cedidos tradicionales

IRPF Venta

minorista hidrocarburos

Total

2006

millones euros

% sobre criterio

normativo

millones euros

millones euros

millones euros

% sobre FTG (criterio

normativo)

Andalucía 2.178,49 131,4 –7,98 0,00 2.170,51 11,5 Aragón 357,10 84,1 –0,99 0,00 356,12 10,7 Asturias 146,18 48,0 –2,12 17,54 161,59 5,9 Baleares 601,07 252,3 –4,10 0,00 596,97 32,4 Canarias 317,93 65,0 –5,22 0,00 312,70 7,0 Cantabria 204,96 145,3 –1,13 0,00 203,83 12,9 Castilla y León 475,19 74,4 –6,99 0,00 468,21 7,0 Castilla-La Mancha 582,61 178,9 –1,50 57,01 638,12 13,5 Cataluña 2.765,86 109,6 –21,46 152,43 2.896,83 18,1 Extremadura 132,98 79,0 –8,34 0,00 124,64 4,1 Galicia 415,31 68,6 –9,81 32,62 438,12 6,1 La Rioja 98,44 121,0 –2,05 0,00 96,39 11,2 Madrid 2.276,21 87,5 –22,65 67,23 2.320,79 18,0 Murcia 586,98 266,9 –4,29 0,00 582,68 20,7 Valencia 1.685,42 118,6 –22,61 60,75 1.723,56 17,5

Total CCAA 12.824,71 108,3 –121,24 387,58 13.091,06 13,5

Fuente: Elaboración propia a partir de información de la DG de Coordinación Financiera con las Comunidades Au­tónomas.

Como explicaciones a este desfase se puede señalar, fundamentalmente, el mayor dina­mismo que ha tenido en los últimos años la recaudación real de los tributos cedidos frente a la de los ingresos tributarios del Estado (ITE) —a los que evoluciona la recaudación normati­va—, aunque este elemento quizás no sea permanente y obedezca a razones coyunturales de ciclo económico 2. También podría explicarse por el diverso ejercicio de la capacidad norma­tiva realizado por cada CCAA sobre determinados tributos En todo caso, resulta necesario considerar esas diferencias existentes entre recaudación real y normativa en los tributos cedi­dos, que han permitido a las CCAA mejorar la prestación de servicios y que, sin embargo, no han dado lugar a reducciones relativas de las transferencias distribuidas por el Gobierno Cen­tral (García Díaz, 2008).

Por otro lado, la medición de la capacidad fiscal utilizando la recaudación real también presenta algunos problemas. En primer lugar dicho concepto incorpora los efectos recauda­torios de posibles modificaciones de la normativa tributaria. Adicionalmente, su empleo

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como indicador de capacidad fiscal desincentivaría a las CCAA a realizar un mayor esfuerzo fiscal destinado a incrementar su recaudación, dado que, todo lo que dejasen de recaudar por los tributos cedidos y compartidos, les vendría compensado con mayores transferencias de nivelación.

En todo caso, parece conveniente buscar una fórmula para calcular la recaudación nor­mativa o potencial que signifique una verdadera aproximación a las capacidades tributarias de las bases imponibles autonómicas. En un escenario ideal, una posibilidad sería calcular la recaudación potencial aplicando un tipo impositivo estándar —generalmente el tipo medio nacional— a la base imponible regional. Al intentar realizar este cálculo encontramos otra de las carencias del sistema: este tipo de información, que poseen las CCAA, no está siempre disponible, o no es lo suficientemente homogénea y para poder resolver este problema sería imprescindible acceder a dicha información. La solución alternativa, consistente en la utili­zación de algunas macromagnitudes (el PIB, el VAB, el consumo regional, etc.) como varia­bles proxy de la base imponible, resulta conflictiva, por lo que este déficit de información se convierte en una carencia importante de cara al diseño de un sistema alternativo.

3.4. Distribución de las transferencias de nivelación (Fondo de Suficiencia)

Con el actual sistema de financiación, cuando un territorio cuenta con una capacidad fiscal insuficiente (excesiva) para financiar el coste de las competencias asumidas, deberá percibir (pagar) una transferencia por la diferencia, con el objeto de que la prestación de los servicios públicos se haga en condiciones equitativas en todo el territorio nacional.

Desde una perspectiva teórica, las transferencias de nivelación pueden definirse como instrumentos destinados a garantizar que todos los gobiernos subcentrales tengan la posibili­dad de suministrar niveles similares de servicios públicos autonómicos, siempre que realicen un esfuerzo fiscal similar. En este sentido, las transferencias de nivelación pretenden reducir —o, en su caso, eliminar— las desigualdades interterritoriales en el nivel de servicios públi­cos, cuando éstas son consecuencia de diferencias en la capacidad fiscal. En este sentido, las transferencias de nivelación constituyen un instrumento adecuado para corregir los desequi­librios horizontales. Por lo tanto, se trata de impedir que las regiones con una menor capaci­dad se vean en la necesidad de prestar niveles inferiores de servicios públicos, o de exigir un mayor esfuerzo fiscal a sus ciudadanos que los territorios con mayor capacidad fiscal (Herre­ro y Martínez-Vázquez, 2007). Esta forma de entender este tipo de transferencias tiene una serie de implicaciones sobre las cuales conviene reflexionar:

Las subvenciones de nivelación deben ser incondicionadas, si se quiere respetar la autonomía de gestión de los servicios públicos por parte de los gobiernos subcentra­les. Para que un territorio pueda suministrar un nivel de servicios igual al estándar prefi­jado, debe realizar un esfuerzo fiscal igual al estándar; por tanto, se requiere determi­nar esos niveles estándar de prestación de los servicios públicos y de esfuerzo fiscal. La nivelación exige un trato igual a todas las regiones porque pretende corregir las desigualdades interterritoriales en el nivel de servicios públicos. Dado que se trata de

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servicios que utilizan todos los ciudadanos, carece de justificación la existencia de discriminaciones positivas a favor, por ejemplo, de los territorios con menores nive­les de desarrollo, a no ser que exista suficiente evidencia acerca de las mayores nece­sidades de gasto de estas regiones frente a las demás 3.

Dicho todo esto, conviene señalar que las transferencias de nivelación se utilizan para garantizar a todas las circunscripciones unos recursos suficientes para financiar los servicios públicos que son de su competencia (principio de suficiencia), lo que, en un contexto de re­giones económicamente heterogéneas implica una redistribución interterritorial de los recur­sos (principio de solidaridad).

La utilización de las transferencias de nivelación requiere la toma de una serie de deci­siones relacionadas con la fijación de un estándar de equidad, que permitirán valorar los re­sultados y evaluar el funcionamiento del sistema de nivelación:

a) ¿Hasta dónde nivelar? En primer lugar, es preciso fijar el estándar de equidad que se quiere alcanzar. A este respecto, una posibilidad es la nivelación absoluta: igualación o eliminación total de las diferencias interterritoriales, garantizando a todas las regiones la posibilidad de suministrar el mismo nivel de servicios (siste­ma australiano). Una segunda alternativa consiste en efectuar una nivelación par­cial o reducción, sin eliminación total, de las diferencias entre territorios, permi­tiendo, por tanto, que existan algunas regiones con un mayor margen de recursos debido a su mayor capacidad fiscal (sistemas canadiense y alemán) 4. Incluso una tercera opción podría ser no realizar ningún tipo de nivelación (sistema EEUU).

b) ¿Cómo nivelar? La reducción de las diferencias se puede hacer sólo desde abajo hacia arriba, es decir, asegurar el nivel estándar garantizado a todos los territorios, mientras que los territorios con mayor capacidad fiscal no ven reducidos sus recur­sos, como ocurre en Canadá; o en las dos direcciones, es decir, los territorios con menor capacidad fiscal ven incrementados sus recursos, mientras los que tienen una capacidad fiscal más alta ven minorados los suyos, tal y como se hace en el sis­tema español y el alemán.

Un correcto funcionamiento de los mecanismos de nivelación nos debería llevar a una si­tuación tal, que los territorios con menor relación entre capacidad fiscal y necesidades de gasto obtuvieran proporcionalmente más recursos del fondo de nivelación y viceversa. Por lo tanto, si el estándar de equidad a alcanzar fuese la igualación de todos los territorios (nivelación abso­luta), tras la distribución de la transferencia de nivelación, todos los territorios deberían dispo­ner de la misma financiación garantizada por unidad de necesidad, pero en ningún caso los te­rritorios favorecidos por la transferencia de nivelación deberían colocarse en una posición financiera más favorable a la de los territorios de capacidad fiscal previamente más alta. Si, por el contrario, se optase por permitir que existiesen diferencias entre los territorios, la subvención de nivelación debería mejorar la posición financiera relativa de los territorios más desfavoreci­dos (con una menor relación capacidad fiscal/necesidades de gasto); mientras, a la vez, podría permitir que algún territorio mantuviera una posición más favorable en función de su mayor capacidad fiscal, de manera que dispondría de más recursos para asumir las mismas necesida­des de gasto. En este caso, los mecanismos de nivelación no provocarían alteraciones en la or­denación alcanzada con la capacidad fiscal propia de los territorios.

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El sistema de financiación acordado en 2001 presenta algunas dudas respecto a la deter­minación de un criterio explícito de equidad que deba orientar el funcionamiento de la nive­lación. En principio, parece existir un criterio implícito de lo que se quiere conseguir, que consistiría en que todas las Comunidades puedan prestar un nivel similar de servicios públi­cos siempre que realicen un esfuerzo fiscal similar. Ello implica que, a pesar de que inicial­mente las CCAA cuenten con distintas relaciones entre necesidades de gasto y capacidad fis­cal, el funcionamiento del Fondo de Suficiencia (transferencias de nivelación) debe permitir, al menos en el momento inicial, efectuar una nivelación absoluta o eliminación total de la brecha entre las necesidades de gasto y la capacidad fiscal de cada Comunidad. Como conse­cuencia de esta forma de proceder, los resultados del sistema, tras aplicar los instrumentos de nivelación, deberían proporcionar a todas las Comunidades la misma financiación por uni­dad de necesidad (por habitante ajustado).

Sin embargo puede observarse, tal y como se pone de manifiesto en la Tabla 3, que los resultados distan mucho de igualar la posición financiera de todas las Comunidades y la fi­nanciación total garantizada por habitante ajustado es muy dispar entre territorios. Los resul­tados del sistema para 2006 reflejan 38,7 puntos de diferencia entre los niveles máximo y el mínimo de financiación; de manera que, mientras algunas CCAA cuentan con una financia­ción más de 18 puntos por encima de la media (Extremadura), otras no alcanzan el 80% de la misma (Baleares), lo que podría estar generando diferencias en la accesibilidad de los ciuda­danos a los servicios públicos. Entre los factores que explican esta disparidad, se puede des­tacar la introducción en el Acuerdo de 2001 de determinados ajustes (garantía del status quo y reglas de modulación), que incidieron en la distribución de recursos obtenida a partir de los indicadores de necesidades de gasto previamente acordados (variables y ponderaciones).

Esta situación resulta insatisfactoria desde distintas perspectivas:

a) Por una parte, se puede interpretar como una distorsión en la distribución de los re­cursos cuyos resultados se alejan notablemente de la nivelación absoluta que pare­ce desear el diseño del sistema y que, además, provoca alteraciones en la ordena­ción (Villalta, 2007).

b) Desde otro punto de vista, se considera que hay un estándar de equidad formulado en la LOFCA: la nivelación plena, de manera que debe quedar cubierta la diferen­cia entre la capacidad fiscal y las necesidades de gasto de cada Comunidad Autó­noma que, a su vez, son el resultado final de aplicar unas variables, unos fondos, unas reglas de modulación y una garantía del statu quo. Desde esta posición, la fi­nanciación por unidad de necesidad —desde una perspectiva estática— sería la misma en todas las Comunidades Autónomas, y no se podría afirmar la existencia de reordenación (sin referencia a una cuantificación determinada de las necesida­des de gasto sobre la que no existe consenso). El problema no sería, pues, de fija­ción del estándar de equidad (la nivelación total) ni de reordenación (que no podría llegar a establecerse), sino, más simplemente, de cuantificación defectuosa de las necesidades de gasto de las Comunidades Autónomas (López Laborda, 2007).

La LOFCA en su artículo 15 prevé también otro instrumento susceptible de funcionar como mecanismo de nivelación: las denominadas «asignaciones de nivelación». Este instru­mento viene definido como transferencias de carácter condicionado cuyo objetivo es la provi­

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Tabla 3

Liquidación sistema de financiación autonómico 2006. Financiación total garantizada (FTG) de las competencias homogéneas en las Comunidades Autónomas

2006

Población (FTG por habitante)

Población ajustada (FTG por unidad de necesidad) (1)

Euros/habitante Índice Euros/habitante Índice

Andalucía Aragón Asturias Baleares Canarias Cantabria Castilla y León Castilla-La Mancha Cataluña Extremadura Galicia La Rioja Madrid Murcia Valencia

2.257,07 2.577,95 2.525,28 1.788,62 2.123,68 2.612,17 2.651,33 2.438,62 2.107,16 2.791,93 2.547,06 2.624,39 1.983,40 2.037,90 1.997,15

101,37 115,78 113,41 80,33 95,38

117,31 119,07 109,52 94,63

125,39 114,39 117,86 89,08 91,52 89,69

2.325,79 2.412,92 2.384,97 1.778,74 2.050,06 2.589,32 2.437,94 2.288,48 2.143,02 2.642,52 2.379,16 2.583,51 2.094,25 2.122,34 2.045,92

104,45 108,37 107,11 79,88 92,07

116,29 109,49 102,78 96,24

118,68 106,85 116,03 94,05 95,32 91,88

CCAA R. Común 2.226,64 100,00 2.226,64 100,00

Diferencia máxima Desviación

45,06 13,93

38,79 10,88

(1) Por habitante ajustado con los indicadores objetivos de distribución territorial de los recursos totales conside­rados para las competencias homogéneas. Fuente: Elaboración propia a partir datos de DG Coordinación Financiera con las CCAA (MEH).

sión de recursos a las CCAA que, con carácter coyuntural, no contasen con los ingresos ordina­rios suficientes para sufragar un nivel mínimo de aquellos servicios públicos considerados esenciales.

Sin embargo, las asignaciones de nivelación no se han llegado a dotar en ningún ejerci­cio económico tal como estaban concebidas en la LOFCA 5, entre otras razones, debido a al­gunos problemas de carácter técnico: existencia de dudas acerca de los servicios que debían integrar la categoría de fundamentales; problemas en la medición de los servicios públicos prestados utilizando distintos criterios (cantidad de servicios prestados, gasto realizado, out­put generado, eficacia del gasto, etc.); y solapamiento de los objetivos de las asignaciones con los propios del Fondo de Suficiencia.

Como conclusión parcial, parece necesario buscar una fórmula que subsane las defi­ciencias actuales en la dirección de tratar de «reequilibrar» el sistema. Si la negociación del nuevo modelo de financiación se hace, como en ocasiones anteriores, garantizando que nin­guna Comunidad pueda perder recursos sobre los recibidos en el último ejercicio, podría buscarse el equilibrio fijando un estándar de equidad a alcanzar en el medio/largo plazo, otorgando incrementos de financiación ajustados de tal manera que se dirijan a una conver­gencia de resultados en la financiación total garantizada por habitante ajustado.

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3.5. Suficiencia dinámica (¿Cómo deben evolucionar en el tiempo los recursos autonómicos y, en particular, las transferencias?)

Un correcto funcionamiento de los instrumentos de nivelación desde una perspectiva dinámica exige tener en cuenta la evolución de diferentes elementos: la cuantía global de las necesidades de gasto, para garantizar un adecuado equilibrio vertical; la distribución de las necesidades entre los distintos territorios; la capacidad fiscal de cada CCAA; y las transfe­rencias de nivelación.

Adicionalmente a todos los problemas señalados en secciones anteriores, las reivindi­caciones relativas a las dificultades financieras de las Comunidades Autónomas parecen proceder, entre otras causas, de la evolución de los desequilibrios verticales y horizontales, que no fue contemplada adecuadamente en el sistema de financiación aprobado en 2001. Las necesidades de gasto regionales —en particular, las vinculadas al crecimiento de la po­blación— y los recursos financieros autonómicos no tienen porqué evolucionar al mismo ritmo, lo que podría estar acrecentando, en algunos casos, los desequilibrios financieros preexistentes.

En lo que respecta a la evolución del desequilibrio vertical, conviene que la descentrali­zación del gasto y del ingreso se realice en ámbitos que muestren dinámicas similares. Dicho de otro modo, si los gobiernos regionales gestionan políticas que muestran una elastici­dad-renta muy elevada, es aconsejable que sus fuentes de financiación también tengan com­portamientos muy dinámicos. De otro modo, se generarían de manera periódica problemas financieros (Herrero, 2007).

Ahora bien, por lo que se refiere a la evolución de la transferencia estatal, lo más ade­cuado es que, para garantizar su «sostenibilidad» dentro del presupuesto del gobierno conce­dente, su cuantía esté vinculada a la tasa de crecimiento de los ingresos de éste.

Por lo que se refiere a los desequilibrios horizontales, la solución habitual a este tipo de problemas desde la perspectiva dinámica suele venir de la revisión anual de los indicadores de necesidades y de capacidad fiscal. Resulta imprescindible articular elementos eficientes de actualización periódica del sistema y mecanismos de supervisión y seguimiento del mis­mo para incorporar correctamente los efectos dinámicos de su funcionamiento (Herrero, 2007).

Por lo tanto, cada uno de los territorios beneficiarios de las transferencias de nivelación debería ver actualizada la cuantía de su subvención teniendo en cuenta la evolución de su ca­pacidad fiscal y de sus necesidades de gasto, para garantizar un adecuado equilibrio horizon­tal en el tiempo. De lo contrario, incluso en el caso de que se hubiese garantizado la suficien­cia a todas las circunscripciones en el año de partida del sistema, las asimetrías entre territorios en el crecimiento de capacidad fiscal y necesidades darían lugar, con el paso de los años, a diferencias en la accesibilidad de los servicios públicos.

Por lo que respecta al sistema español, la primera de las cuestiones queda resuelta ac­tualizando el Fondo de Suficiencia según la tasa de crecimiento de los Ingresos Tributarios del Estado (ITE) 6. Aunque ésta forma de revisión de las transferencias es coherente con el mantenimiento de la suficiencia de la Administración Central e impide que se generen ten­

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siones financieras en el presupuesto estatal, las continuas aportaciones de financiación adi­cional por parte del Estado cada vez que se ha reformado el sistema parecen indicar que la evolución de la transferencia no ha acompañado a la evolución de las necesidades de gasto autonómicas.

En cuanto a la actualización del Fondo de Suficiencia de cada Comunidad, no está pre­vista ninguna fórmula que trate de corregir la evolución asimétrica de los recursos y las nece­sidades de gasto autonómicas. En definitiva, el sistema asume que ambas magnitudes tienden a crecer al mismo ritmo y en todas las circunscripciones. Sin embargo, existen varios factores que desmienten este planteamiento. La evolución de algunos de los mecanismos de ingresos de las Comunidades Autónomas, en especial el tramo regionalizado de ingresos por IVA e Impuestos Específicos, depende de factores ajenos a la voluntad de gobierno de los gestores autonómicos, como por ejemplo la tasa de crecimiento económico. Por otra parte, el fuerte crecimiento demográfico de algunos territorios, frente al estancamiento —o retroceso, en al­gunos casos puntuales— de otros, ha dado lugar también a una tendencia divergente en los recursos necesarios para prestar los servicios públicos en las distintas Comunidades.

Así pues, parece necesario introducir en el sistema de nivelación vigente alguna fórmu­la que permita revisar y tener en cuenta evoluciones asimétricas de los recursos tributarios y de la demanda de servicios públicos. Lo más idóneo sería que se procediese a una revisión anual de estos indicadores, aunque razones de seguridad y estabilidad presupuestaria podrían desaconsejar modificaciones muy bruscas de las transferencias a percibir. En cualquier caso, si bien es conveniente perseguir un sistema de financiación estable o permanente, resulta di­fícil justificar la aprobación de un sistema de financiación «definitivo» que ignore la evolu­ción de los desequilibrios horizontales.

4. Cuestiones clave relacionadas con el funcionamiento del principio de autonomía

El principio de autonomía financiera establece que los gobiernos subcentrales deben disponer de capacidad para mejorar la cantidad y calidad de los servicios transferidos por el Gobierno central; para crear nuevos servicios que atiendan a las demandas emergentes de la sociedad; y para modificar el patrón distributivo de los programas de ingresos y gastos públi­cos.

El cumplimiento del principio de autonomía requiere la existencia de «espacios fiscales propios», a partir de los cuales los gobiernos subcentrales dispongan no sólo de los rendi­mientos de algunas figuras tributarias, sino además de competencias normativas y de gestión sobre los mismos (Herrero et al., 2006) 7. Por otra parte, para que la autonomía se haga efec­tiva, resulta esencial que los espacios fiscales atribuidos a los gobiernos subcentrales cuenten con una capacidad recaudatoria proporcional a las competencias de gasto asumidas, así como una elasticidad tal que permita ajustar la evolución de los ingresos al crecimiento de las de­mandas de los ciudadanos.

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La existencia de una autonomía financiera efectiva en los gobiernos subcentrales incre­menta su responsabilidad y aumenta la visibilidad de su actuación. Al contar con capacidad de decisión propia sobre el volumen y orientación de sus ingresos y gastos, dichos gobiernos se convierten ante los ciudadanos en los verdaderos responsables de las decisiones tomadas en esas políticas de ingresos y gastos, y deberán responder ante ellos en los distintos proce­sos electorales. Adicionalmente, esa capacidad de decidir que implica la autonomía financie­ra aumenta la transparencia y la visibilidad de la acción pública de dichos gobiernos pues permite a los ciudadanos identificar el origen de las distintas políticas.

Por lo que se refiere al cumplimiento del principio de autonomía en el ámbito de la fi­nanciación autonómica, cabe hacer las siguientes consideraciones:

El grado de dependencia financiera de las CCAA continúa siendo importante: el peso de las transferencias procedentes de la Administración Central en la financiación to­tal garantizada es todavía elevado. Empleando un concepto de transferencias estricto (Giménez, 2003) y, por lo tanto, excluyendo como tales a las participaciones territo­rializadas, la dependencia financiera media se sitúa en el 33,6% de los recursos auto­nómicos, con un máximo del 62,6% en Extremadura 8. Ahora bien, si además del Fondo de Suficiencia, se incluyen como transferencias las participaciones territoriali­zadas en el IVA y los Impuestos Especiales, entonces la dependencia media asciende hasta el 65,9%, y hasta en territorios con fuerte capacidad fiscal propia como Catalu­ña y Madrid alcanza niveles elevados: el 54,3% y 38,3% respectivamente (Tabla 4 y Gráfico 1).

A pesar de que, como se ha dicho, las CCAA no tienen capacidad de actuación sobre una parte importante de sus recursos financieros (para aumentarlos o reducirlos), hay que destacar que sólo se ha hecho un uso moderado de las competencias normativas que las CCAA tienen sobre los tributos cedidos y compartidos. Además, este ejerci­cio ha sido ciertamente desigual, pues aunque han existido algunos incrementos de presión fiscal en la imposición indirecta, en el caso de los impuestos directos el uso de estas potestades ha ido normalmente en la línea de reducir la presión fiscal ejerci­da sobre los ciudadanos, disminuyendo los tipos impositivos y/o mejorando los bene­ficios fiscales, lo que ha redundado en pérdidas de recaudación (Díaz de Sarralde, Tránchez y Torrejón, 2006).

Por otra parte, y como hemos señalado con anterioridad al hablar de la suficiencia, la medición de capacidad fiscal de las CCAA no se realiza de forma adecuada. La de­terminación de la recaudación normativa de los tributos cedidos se ha realizado me­diante un procedimiento que atribuía a las CCAA unos rendimientos muy inferiores a los que realmente obtenían a lo largo de los últimos años, salvo en el caso del IRPF. Esto implica además, que no tenemos una información adecuada sobre cuáles son las bases de determinadas figuras tributarias, lo que incide sin duda alguna en el volu­men de recursos que las Comunidades pueden utilizar para hacer efectivo el principio de autonomía. Asimismo, acaso exceptuando los Informes de la Inspección de los Servicios del MEH, existe poca información sobre los detalles de la gestión y recau­dación de los tributos cedidos a las CCAA, lo que añade dificultades a la estimación de una recaudación normativa de los mismos acorde a la realidad.

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Tabla 4

Dependencia financiera de las Comunidades Autónomas

2006 Dep. Fin (1) = FS/FTG (%) Dep. Fin (2) = (FS+IVA+IE)/FTG (%)

Andalucía 48,3 77,5 Aragón 33,4 65,7 Asturias 38,4 69,2 Baleares –12,5 58,5 Canarias 71,3 72,7 Cantabria 43,9 73,6 Castilla y León 44,9 74,3 Castilla-La Mancha 50,9 80,4 Cataluña 17,0 54,3 Extremadura 62,6 84,8 Galicia 49,6 76,9 La Rioja 44,6 72,0 Madrid –2,7 38,3 Murcia 40,8 75,6 C. Valenciana 27,3 64,3

Comunidades régimen común 33,6 65,9

Índice Dependencia Financiera Estricta (1) = Fondo de Suficiencia/Financiación Total Garantizada. Índice Dependencia Financiera Amplia (2) = Fondo de Sufic.+ Participaciones en IVA e IIEE/ Financiación Total Garantizada. Fuente: Elaboración propia a partir de información de la DG de Coordinación Financiera con las Comunidades Au­tónomas.

Gráfico 1 Dependencia financiera de las CCAA (2006)

Andalu

cía

Aragón

Galicia

C. Vale

ncian

a

Castill

a y León

Castill

a-La

Man

cha

Extrem

adur

a

Canar

ias

Cantab

ria

Mad

rid

Mur

cia

LaRioj

a

Cataluñ

a

Asturia

s

Balear

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Total

CCAA

-20%

Índ

ice

Dep

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enci

a Fi

nanc

iera

0%

20%

40%

60%

80%

100%

Depend. Financiera Estricta: Fondo Suficiencia/Financiación total garantizada

Depend. Financiera Amplia: Fondo Suficiencia + Participaciones en IVA e IIEE/Financiación total garantizada

Fuente: Elaboración propia a partir de información de la DG de Coordinación Financiera con las Comunidades Au­tónomas.

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La reducción de la dependencia financiera y la ampliación de los espacios fiscales auto­nómicos parece que pasa por ampliar las competencias normativas y de gestión y los porcen­tajes de cesión de recaudación sobre algunos de los tributos cedidos y compartidos 9. Dadas las dificultades para la cesión de competencias sobre tipos impositivos en la esfera de los im­puestos indirectos, debido a las exigencias de armonización europea, parece que el campo con mayor margen de actuación es en el de la imposición directa y, en concreto, el del IRPF. Sin embargo, una forma de eludir los problemas derivados de las exigencias de armonización en la imposición indirecta podría ser la implantación de recargos autonómicos sobre dicha tributación consensuados por las CCAA y con el límite marcado por la Unión Europea, en la línea de funcionamiento del sistema australiano de imposición indirecta, en el que los Esta­dos marcan, de forma concertada, el tipo impositivo aplicable a la compra-venta de bienes y servicios.

5. Cuestiones clave relacionadas con el funcionamiento del principio de solidaridad

El principio de solidaridad establece la necesidad de realizar redistribuciones interterri­toriales de recursos, con el objeto de reducir las diferencias existentes en los niveles de renta y de servicios públicos. El cumplimiento de este principio puede articularse a través de dos tipos de instrumentos:

Los fondos para el desarrollo, que son transferencias de capital cuyo objetivo es redu­cir las diferencias interterritoriales en los niveles de renta y desarrollo. Estos instrumentos forman parte de las funciones redistributivas de la Administración General del Estado y están excluidos del SFA entendido en sentido estricto (nivel de políticas autonómicas). Puesto que el objetivo de estas transferencias es reducir la brecha en las dotaciones regionales de capital de los territorios menos avanzados, suelen ser de carácter condicionado, destinándose priori­tariamente a la realización de inversiones de capital físico y humano. Con carácter general, suelen ejercer una discriminación positiva a favor de las regiones más atrasadas, tratando de impulsar la convergencia inyectando en sus territorios un volumen proporcionalmente mayor de recursos.

Las subvenciones de nivelación, de las que ya se ha discutido en páginas anteriores, son transferencias corrientes que pretenden reducir las diferencias en el acceso a los servi­cios públicos, derivadas bien de las diferencias en la capacidad fiscal regional o bien de las diferencias en el coste de provisión de los servicios. Puesto que los servicios públicos son utilizados por el conjunto de la población, las transferencias de nivelación deben colocar en las regiones un volumen de recursos que sea proporcional a la demanda de los mismos (y al coste de suministrarlos) e inversamente proporcional a su capacidad fiscal. Sin embar­go, no existe justificación para llevar a cabo discriminaciones positivas a favor de los terri­torios más pobres.

Una cuestión de interés es que las transferencias de nivelación constituyen un mecanis­mo destinado a garantizar la suficiencia de las CCAA, en el sentido ya explicado, pero simul­

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táneamente actúan también como un instrumento de solidaridad, pues implican redistribu­ción de recursos de unos territorios a otros, aunque formalmente estén articuladas como transferencias del gobierno central a las CCAA destinadas a financiar gastos corrientes de los servicios públicos.

En consecuencia, el cumplimiento del principio de solidaridad en el ámbito de la finan­ciación autonómica está en manos de los Fondos de Compensación Interterritorial y los Fon­dos procedentes de la UE (fondos de desarrollo) y del Fondo de Suficiencia (subvención de nivelación). Sin embargo, los problemas de diseño y de funcionamiento de dichos instrumen­tos permiten observar algunas dificultades para un correcto cumplimiento del principio de solidaridad.

Por un lado, la confusión conceptual que en muchas ocasiones lleva a identificarlos como herramientas similares ha provocado distorsiones en el funcionamiento de la solidari­dad, y ello ha llevado, en ocasiones, a justificar erróneamente la utilización de las transferen­cias de nivelación para reducir las diferencias de renta per cápita entre territorios. Como ya se ha destacado con anterioridad, los fondos de desarrollo y las transferencias de nivelación están destinados a objetivos distintos, con independencia de que ambos contribuyan a una mayor solidaridad entre los territorios.

Por otro lado, los problemas de diseño ya señalados respecto al Fondo de Suficiencia (falta de un estándar de equidad claro que impide determinar qué tipo de nivelación se quiere realizar, distorsiones provocadas por elementos adicionales como las reglas de modulación o la garantía de status quo, etc.) han provocado una intensa redistribución interterritorial (soli­daridad), generando resultados en cuanto a la financiación de las CCAA difícilmente expli­cables por criterios objetivos. Se observa (Tabla 5 y Gráfico 2) que algunos de los territorios con mayor capacidad fiscal disponen, tras la distribución de la transferencia de nivelación, de una financiación total de las competencias homogéneas inferior a la de Comunidades que partían en origen con una capacidad fiscal inferior (problema de reordenaciones en la finan­ciación) 10.

En definitiva, un adecuado funcionamiento del sistema de financiación, desde la pers­pectiva de la solidaridad, pasa por una separación clara de las funciones a alcanzar por el FCI y el Fondo de Suficiencia, por una transparente determinación de los objetivos que persiguen estos instrumentos y por un correcto diseño de los mismos, lo que facilitaría la evaluación de sus respectivos funcionamientos.

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Tabla 5

Comparación Capacidad Fiscal propia y Financiación total garantizada para competencias homogéneas

Capacidad Fiscal Propia FTG competencias homogéneas

2006 Euros por Euros por Índice Posición Índice Posición

habitante habitante

Madrid 2.171,77 140,8 1 1.983,40 89,08 14 Baleares 2.038,30 132,1 2 1.788,62 80,33 15 Cataluña 1.868,45 121,1 3 2.107,16 94,63 11 Aragón 1.752,04 113,6 4 2.577,95 115,78 5 Cantabria 1.577,75 102,3 5 2.612,17 117,31 4 La Rioja 1.573,74 102 6 2.624,38 117,86 3 Asturias 1.536,94 99,6 7 2.525,29 113,41 7 C. Valenciana 1.504,78 97,5 8 1.997,15 89,69 13 Castilla y León 1.460,10 94,7 9 2.651,33 119,07 2 Galicia 1.303,63 84,5 10 2.547,06 114,39 6 Murcia 1.250,01 81 11 2.037,90 91,52 12 Castilla-La Mancha 1.236,15 80,1 12 2.438,63 109,52 8 Andalucía 1.226,80 79,5 13 2.257,07 101,37 9 Extremadura 1.042,56 67,6 14 2.791,93 125,39 1 Canarias 648,11 42 15 2.123,68 95,38 10

CCAA Rég. Común 1.542,62 100 2.515,73 100

Fuente: Elaboración propia a partir de información de la DG de Coordinación Financiera con las Comunidades Au­tónomas.

Gráfico 2 Recursos financieros por habitante (Índices) antes y después del Fondo de Suficiencia

Andalu

cía

Aragón

Galicia

C. Vale

ncian

a

Castill

a y Le

ón

Castill

a-La

Man

cha

Extrem

adur

a

Canar

ias

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rid

La R

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s

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a

Med

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C AA

0

20

40

60

Índ

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80

100

120

140

160

Capacidad fiscal Financiación total garantizada (competencias homogéneas)

Fuente: Elaboración propia a partir de información de la DG de Coordinación Financiera con las CCAA.

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6. Otros puntos de interés

Junto a la reducción de la dependencia financiera, la ampliación del espacio fiscal auto­nómico y el nuevo diseño del mecanismo de nivelación, la reforma del sistema de financia­ción autonómica deberá tener en cuenta otros elementos que de forma indudable tienen un impacto financiero importante en el ámbito autonómico.

La progresiva desaparición de los Fondos estructurales europeos obligará a revisar la cuantía, el diseño y el funcionamiento de los Fondos de Compensación Interterritorial que, en la actualidad, tienen un peso específico muy pequeño dentro de las políticas de desarrollo regional, al menos desde el punto de vista cuantitativo.

Las inversiones del Estado en los distintos territorios constituyen una competencia de la Administración central que tienen un efecto notable sobre el bienestar de los ciudadanos. De­bido al importante grado de sustituibilidad de las inversiones públicas, parece importante que exista cierta coordinación de las políticas estatales y regionales de inversión. El gobierno central puede distribuir sus gastos de capital basándose fundamentalmente en criterios de efi­ciencia —en cuyo caso las inversiones se localizarían en los territorios con una productividad marginal superior— o en criterios de equidad —colocando más inversiones en los territorios relativamente más atrasados.

Los diferentes resultados financieros que proporciona el sistema de Concierto (Conve­nio) a las Comunidades Forales y, en particular, el cálculo del cupo (aportación) deberían ser objeto de revisión, de tal manera que la financiación que proporcionan a esos territorios se fuese aproximando, de forma paulatina, a la financiación de las CCAA de régimen común.

Una característica de la Administración Tributaria actual es su división entre niveles de gobierno en función de las figuras tributarias. Las Comunidades Autónomas recaudan y ges­tionan sus tributos propios y todos los cedidos tradicionales, excepto el Impuesto sobre el Pa­trimonio, a través de las correspondientes Consejerías de Hacienda, mientras la Agencia Estatal de la Administración Tributaria gestiona los tributos del Estado, los compartidos y los participados con las CCAA. La absoluta separación de funciones por tributos puede perjudi­car la eficacia en la gestión de los impuestos y, sobre todo, apunta deficiencias en los trabajos de inspección para luchar contra el fraude fiscal. La lógica apuntaría a buscar fórmulas que permitieran una gestión compartida de los impuestos, para beneficio de los ciudadanos y de las diferentes Administraciones.

7. Conclusiones

Tras el análisis y las reflexiones realizadas podemos destacar algunas conclusiones so­bre el funcionamiento actual del sistema de financiación autonómica y la posibilidad de in­troducir algunos elementos de reforma:

En primer lugar, hay que señalar que existe la necesidad de alcanzar un consenso previo acerca de la interpretación que se hace del modelo de estado autonómico establecido por la Constitución. Dicha interpretación no ha sido siempre homogénea en los últimos años y ello

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ha podido distorsionar el diseño del sistema de financiación. Una interpretación homogénea y aceptada por todos ayudaría a garantizar la estabilidad del sistema y a precisar el papel que deben tener los distintos instrumentos financieros que lo conforman.

El método seguido para la estimación de las necesidades de gasto globales o absolutas en el sistema actual ha perpetuado algunos problemas relevantes: sigue atribuyendo un peso tal vez excesivo al «coste efectivo», asumiendo que la prestación de los servicios previa a los traspasos era homogénea en todos los territorios; consolida los incrementos introducidos en los procesos de negociación de los anteriores sistemas, con la existencia de financiación adi­cional no relacionada directamente con la evolución de las necesidades de gasto o con la apa­rición de nuevas demandas sociales; y no resuelve de forma definitiva el problema de cómo deben evolucionar las necesidades autonómicas totales en el tiempo.

Respecto a la estimación de las necesidades de gasto relativas, más que la propia discu­sión sobre las variables de reparto elegidas o su ponderación, lo que parece importante es que las CCAA, una vez acordados y consensuados los criterios de distribución basados en varia­bles objetivas, cumplan y respeten dichos criterios, y no traten de alterar sus resultados intro­duciendo reglas de modulación no vinculadas directamente con la estimación de necesida­des, tal como se ha producido en el sistema actual. Respecto a un posible proceso de reforma, creemos que sería muy conveniente eliminar el uso de dichas reglas de modulación o, al me­nos, aminorar su incidencia y clarificar sus efectos.

Adicionalmente, consideramos que la tarea de realizar una medición exhaustiva de las necesidades de gasto relativas, aunque difícil por la complejidad que implica, aportaría un gran avance para el conocimiento de las diferencias interterritoriales en la prestación de los servicios y para una correcta articulación del sistema, por lo que debería tratar de realizarse aunque fuera como objetivo a largo plazo.

Resulta necesario clarificar el concepto de «capacidad fiscal», como idea clave en la ar­ticulación del sistema. El sistema de financiación actual ha venido calculando la capacidad fiscal a partir de la recaudación normativa de las Comunidades Autónomas y ello ha dado lugar a una infraestimación sistemática de los rendimientos tributarios autonómicos. El indi­cador de capacidad fiscal empleado debe aproximarse de forma realista a la capacidad para generar recursos tributarios de las bases imponibles propias de los gobiernos autonómicos.

En cuanto a la articulación de los posibles mecanismos de nivelación es necesario que el sistema determine con claridad el estándar de equidad que se quiere alcanzar con la nivela­ción, precisando hasta dónde se quiere nivelar (nivelación absoluta o nivelación parcial) y el sentido de la nivelación (si la reducción de las diferencias entre territorios se realiza sólo des­de abajo hacia arriba o en las dos direcciones). En el actual sistema de nivelación parece existir un criterio implícito de que, al menos en el momento inicial, se pretende efectuar una nivelación absoluta. Sin embargo el resultado final, tras aplicar las transferencias de nivela­ción, es que la financiación total garantizada por unidad de necesidad (habitante ajustado) es muy dispar entre territorios y ello no tiene una justificación diáfana desde el punto de vista económico. Ante esta disparidad en los resultados parece necesario buscar una fórmula que subsane las deficiencias actuales y contribuya a «reequilibrar» el sistema.

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Resulta necesario incorporar una atención más destacada a la evolución dinámica de los elementos del sistema. Las necesidades de gasto y los recursos financieros autonómicos no evolucionan necesariamente al mismo ritmo, lo que podría estar acrecentando los desequili­brios financieros preexistentes. Respecto a la evolución del desequilibrio vertical, convendría que la descentralización del gasto y del ingreso se realice en ámbitos que muestren dinámicas similares. Por lo que se refiere a los desequilibrios horizontales, la solución desde la perspec­tiva dinámica puede venir de la revisión periódica (anual) de los indicadores de necesidades y de capacidad fiscal, procurando que dicha revisión sea tenida en cuenta a la hora de esta­blecer anualmente los fondos de nivelación del sistema.

Desde la perspectiva del principio de autonomía se observa que el grado de dependen­cia financiera de las CCAA continúa siendo elevado y ello a pesar de anteriores procesos de ampliación de la cesión de tributos. La reducción de la dependencia financiera pasa por am­pliar las competencias normativas y de gestión, así como de los porcentajes de cesión de re­caudación sobre algunos de los tributos cedidos y compartidos. No obstante, el incremento de la autonomía debe hacerse con límites, entre los que destacan la salvaguarda de la unidad de mercado, el respeto a los procesos de armonización fiscal internacional y la eficacia de la lucha contra el fraude.

También respecto a la autonomía hay que señalar que, hasta el momento, el ejercicio que las CCAA han realizado de las competencias normativas que sí tienen sobre los tributos cedidos y compartidos ha sido en general limitado, ciertamente desigual y de baja visibili­dad. Esta limitada utilización se explica sobre todo por el grado y configuración de la cesión de las capacidades normativas, pero existen también otros elementos del sistema de financia­ción que desincentivan esa utilización.

En lo que respecta al funcionamiento del principio de solidaridad, resulta necesario de­terminar una separación nítida entre la transferencias para el desarrollo y las transferencias de nivelación (Fondo de Suficiencia), como instrumentos, con objetivos distintos, pero que contribuyen ambos al logro de la solidaridad, intentando evitar una utilización errónea de los mismos. Asimismo, respecto a las transferencias de nivelación, se requiere una clarificación de sus objetivos (estándar de equidad) y de los elementos que participan en su articulación (necesidades de gasto, capacidad de fiscal, reglas de modulación,...) intentando corregir las distorsiones en el cumplimiento de la solidaridad que se obtienen en el sistema actual.

Notas

1. En este contexto, conviene precisar la diferencia entre los conceptos de capacidad fiscal y esfuerzo fiscal. Dos regiones con un mismo nivel de actividad económica y de riqueza dispondrán de capacidades fiscales simila­res: su recaudación potencial, con la misma normativa tributaria, será parecida. Sin embargo, cuando una co­munidad dispone de unas bases imponibles superiores, su recaudación potencial será mayor que la de circuns­cripciones con bases más pequeñas y tendrá, por tanto, mayor capacidad fiscal. Por otra parte, cuando un territorio incrementa los tipos impositivos o las deducciones, o destina más recursos a la gestión de los im­puestos para controlar el cumplimiento tributario de sus ciudadanos, variará el esfuerzo fiscal que éstos sopor­tan. Por lo tanto, a nuestro juicio, no es correcto afirmar que, a igualdad de tipos impositivos, deducciones y eficiencia en la gestión tributaria, un territorio con un mayor nivel de renta y de riqueza regional (con mayores

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bases imponibles) hace un mayor esfuerzo fiscal que una región con bases imponibles más pequeñas. De ma­nera muy resumida, se podría afirmar que con similares niveles de gestión, una igual (diferente) normativa tri­butaria genera iguales (diferentes) esfuerzos fiscales, mientras que iguales (diferentes) niveles de actividad económica dan lugar a iguales (diferentes) capacidades fiscales.

2. De hecho esta tendencia parece quebrarse en la actualidad con la caída observada a partir de 2005 en la recau­dación del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales.

3. En este sentido, debe insistirse, una vez más, en la diferencia conceptual entre las transferencias de nivelación y las transferencias para el desarrollo. Mientras éstas últimas pretenden reducir las diferencias interterritoriales en los niveles de desarrollo, inyectando proporcionalmente más recursos en los territorios relativamente más atrasados (es decir, discriminando positivamente a las regiones más pobres), las primeras tratan de corregir los efectos que esas diferencias de desarrollo pueden generar en el suministro de los servicios públicos.

4. Una variación respecto a la nivelación parcial, desde un punto de vista cualitativo, sería optar por nivelar sólo los niveles de prestación de determinados servicios; por ejemplo, los que se acordasen como fundamentales.

5. A veces se han incorporado al Presupuesto del Estado partidas con la denominación de Asignaciones de Nive­lación, pero no se han distribuido con criterios de nivelación y, en ningún caso, con arreglo a la LOFCA.

6. Hasta 2001 el bloque de referencia para la actualización de la Participación en los Ingresos del Estado eran los Ingresos Tributarios Ajustados Estructuralmente (ITAE), que incorporaban, además de las categorías actuales, las cotizaciones a la Seguridad Social y el Impuesto de Sociedades. No existe una justificación muy clara acer­ca de la modificación de la regla de evolución, aunque en alguna ocasión se ha aludido a la menor estabilidad de los recursos percibidos por las dos categorías ahora excluidas.

7. Existe un amplio debate acerca de los recursos que consisten en participaciones territorializadas de las regio­nes en la recaudación de impuestos estatales —sin competencias normativas y/o de gestión— (Tax sharing). Por una parte, la incapacidad de los gobiernos regionales para alterar la presión fiscal ejercida en sus territorios podría colocar a las participaciones territorializadas en el ámbito de las transferencias intergubernamentales. Sin embargo, conviene destacar que la vinculación de la cuantía de éstas a la recaudación regional introduce un mayor automatismo en su distribución, y genera incentivos diversos a los de las transferencias en sentido estricto. En el caso de las participaciones territorializadas, los recursos regionales pasan a depender de la evo­lución de la economía regional, mientras que la cuantía de las subvenciones depende del nivel de actividad económica nacional. Además, las participaciones territorializadas se diferencian de las transferencias inter­gubernamentales en que contribuyen a un mejor cumplimiento del principio de correspondencia entre los terri­torios (o las poblaciones) que se benefician de los servicios públicos suministrados por un gobierno regional y los territorios (o las poblaciones) que contribuyen a su financiación.

8. En Canarias este cifra llega al 71,1%, pero la causa esencial es su régimen fiscal diferenciado, sin IVA y sin al­gunos de los Impuestos Específicos, si bien el gobierno de esta Comunidad dispone de fuentes alternativas de ingresos (IGIC) no tenidas en cuenta en el sistema de financiación.

9. Así, por ejemplo, el Estatuto de Cataluña hace referencia a la ampliación de las participaciones autonómicas en el IRPF (50%), el IVA (50%) y los Impuestos Especiales (58%)

10. Para algunos autores (López Laborda, 2007) los resultados observados no podrían explicarse como un proble­ma de reordenación, ya que ésta no podría llegar a establecerse, al no existir consenso sobre la cuantificación de las necesidades de gasto de las Comunidades Autónomas.

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