El (sucio) reality show de la política turca

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I LLUSTRATION BY TK JUL•10 92

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La enrededada batalla por el poder en Turquía entre los generales y un sistema anacrónico y los islamistas, con el añadido de los problemas del pueblo kurdo y el genocidio armenio.

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ELREALITY

DE LA POLITICA

TURCASHOW

(SUCIO)

Hundidos en un lodazal de conspiraciones, los políticos del gobierno y la

oposición turca enfrentan un referendo que decidirá el futuro de las reformas

propuestas para instaurar un régimen más democrático. Sin embargo, existe la

posibilidad de que el esfuerzo por acabar con el poder de la vieja mafia militar,

no tenga más objetivo que reemplazarla por otra, de corte religioso-empresarial.

Texto y fotos por Témoris Grecko

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¿Quién le tendió la trampa a Deniz Baykal, el jefe del principal partido de oposición en Turquía? Él acusa al gobierno. Pero al-gunos observadores especulan que pudo haber sido un montaje de sus propios com-pañeros, ansiosos de deshacerse de un lí-der ineficaz que se había eternizado en el cargo desde 1988.

Una cámara espía retrató el encuentro sexual de este hombre casado con una an-tigua secretaria a la que convirtió en di-putada. El propio marido de la mujer, se indica en la introducción del video, habría acordado esta cita con Baykal. La sociedad turca, en su mayoría musulmana y conser-vadora, reaccionó con tal disgusto que Ba-ykal tuvo que renunciar de inmediato.

El video, sin embargo, daría risa en al-gunos países occidentales, como Italia o Francia, donde los pecados sexuales tie-nen que ser más gordos para llamar la atención: es de muy mala calidad, no hay acción, Baykal ni siquiera aparece des-nudo y, más que escandalizarse, la intelli-gentsia turca se ha deleitado en burlarse del gusto del político de 71 años en cues-tión de ropa interior y mujeres.

Además, sólo se trata de la entrega más reciente del magno reality show de la tran-sición política turca —que inició con la vic-toria electoral del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (pjd) en 2002— y no de la más grave. Mucho más impactan-te es el caso Ergenekon, por el que decenas de altos militares, periodistas y hombres de negocios están bajo arresto por un su-puesto complot en el que, según la fiscalía, se planeó derribar aviones, hacer estallar bombas y asesinar a personalidades con el fin de crear un ambiente de caos que les permitiera dar un golpe de Estado.

Son dos extremos del mismo conflic-to, que van de lo particular a lo general.

Y entre ambos han pasado muchas cosas: guerrilleros kurdos que se entregan co-mo moneda de paz; jueces que ilegalizan partidos minoritarios; turcos que piden perdón por el innombrable genocidio con-tra los armenios en 1915; la intervención policiaca de 15 millones de conversacio-nes telefónicas y correos electrónicos; im-puestos inverosímiles contra medios de comunicación opositores...

Si éste fuera en efecto un reality show, los guionistas de este género podrían re-cibirlo con fuertes críticas, por saturar la historia con eventos fuera de lo común… o con admiración porque, aun así, la au-diencia sigue la trama y la debate con pasión.

Los conspirados de Er-genekon (el nombre viene de un lugar mítico en las montañas de Altai, en Asia Central) formarían parte del “derin devlet”, el “Esta-do profundo” que ha ope-rado en las sombras desde la fundación de la repúbli-ca de Turquía en 1923, para mantener el sistema y beneficiarse de él. Su objetivo era —y tal vez sigue siendo— derrocar al go-bierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, del pjd, e interrumpir el proce-so de cambios políticos de fondo que está llevando a cabo. Baykal era uno de los obs-táculos en el camino de Erdogan. Por muy píos que sean los musulmanes en el poder, han demostrado su inclinación a respon-der con golpes bajos a los trucos igualmen-te sucios de sus opositores.

En un referéndum sobre una serie de modificaciones constitucionales ya apro-badas por el pjd en el parlamento, el pue-blo turco podrá consolidar o descarrilar el proyecto de reformas: este 18 de julio, día

de la votación (aunque un partido oposi-tor trata de retrasarla al 12 de septiembre), podremos ver —o no— el fin de la Turquía militarista creada hace 87 años por el gran héroe nacional, Mustafá Kemal “Ataturk”, y su reemplazo por un régimen que, al me-nos en el papel, será más balanceado, de-mocrático y coherente con los principios de la Unión Europea (ue), a la que el país quiere integrarse.

El juego sigue arriba de la mesa y las pa-tadas por debajo: es igualmente posible que, antes o después del referéndum, las fichas de Erdogan empiecen a perder te-rreno o que alguien derribe todo de un ma-

notazo. El ejército ha interrumpido ya, con golpes de Estado, intentos parecidos en cuatro ocasiones (1960, 1971, 1980 y 1997). También existe la posibilidad de que, co-mo denuncian algunos opositores, el es-fuerzo por romper el poder de la mafia del “Estado profundo” no tenga más objetivo que reemplazarla por otra, de corte reli-gioso-empresarial. Como es común en los reality shows, los guionistas saben cómo empieza todo, pero no cómo acaba.

Región invisibleEl reformismo de Erdogan no tendría nin-gún futuro si su gobierno careciera de po-pularidad; pero es alta en casi todo el país. Una manera de constatarlo es viajar al rin-

cón más lejano, problemático y pe-ligroso de Turquía: el Kurdistán.

Esta última palabra aún está prohibida. Unos jóvenes kurdos con los que hablé se sobresaltaron al escucharme decirla. Su alarma creció cuando les dije que, en Occi-dente, es la forma normal de refe-

Los conspirados de Ergenekon serían parte del “Estado

profundo”, que ha operado en las sombras desde la fun-

dación de la república turca. Su objetivo era —y tal vez

sigue siendo— derrocar al primer ministro Erdogan.

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rirse a lo que aquí se denomina oficialmente “Turquía Oriental”, y sólo se tranquilizaron un poco cuando les aclaré que decimos Kur-distán turco, para diferenciarlo del Kurdis-tán iraquí, del iraní y del sirio.

Se trata del territorio de un pueblo mu-sulmán no árabe (el kurdo, que no pudo formar una nación) controlado por otras naciones. Quince millones de kurdos viven dentro de las fronteras de Turquía y cons-tituyen el 18 por ciento de la población del país. Hasta que Erdogan llegó al poder, su existencia era negada.

El viejo imperio de los sultanes turcos otomanos se alineó del lado de Alemania y Austria en la primera guerra mundial. Co-mo consecuencia de su derrota, los aliados lo despojaron de muchos de sus territorios y decidieron que Estambul se convirtiera en un puerto bajo control internacional.

El oficial Mustafá Kemal, apodado “Ata-turk” (padre de los turcos) y considerado héroe porque derrotó a británicos, austra-lianos y neozelandeses en la batalla de los Dardanelos, reunió un ejército, declaró una nueva capital en Ankara (en el centro del país y menos expuesta al asedio enemigo que la marítima Estambul) y logró comba-tir con éxito a varias fuerzas invasoras. En 1923 fundó la república turca, de la que fue presidente hasta su muerte, en 1938.

Ataturk se propuso modernizar el país y forjarlo a la manera europea, por lo que trató de reducir la influencia del Islam en la población. La ideología oficial era férrea-mente nacionalista y basada en la idea de que Turquía, una nación de muchos pue-blos, algunos de los cuales habitaban ahí desde antes de que llegaran los turcos en el siglo xi, era monoétnica. Así, los kurdos fueron considerados “turcos de las monta-ñas” y se les prohibió cualquier expresión cultural propia, como hablar en su idioma o darle a los niños nombres kurdos.

En 1984, Abdulá Ocalan formó el Parti-do de los Trabajadores del Kurdistán (ptk), una organización guerrillera de filiación marxista que comenzó una lucha de in-dependencia, por la que hasta el momen-to han muerto más de 40 mil personas. La respuesta del régimen fue de represión ge-neralizada, con bombardeos contra aldeas sospechosas de simpatizar con el ptk.

El resentimiento contra los turcos es pro-fundo, al igual que la militarización de la so-ciedad kurda. Cuando llegué a Diyarbakir,

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su ciudad principal, en septiembre de 2009, era el fin del rama-dán, el mes del ayuno musulmán. En el último día hay una gran fiesta y los niños reciben dinero para comprar juguetes, de acuer-do con la tradición. Fue estremecedor descubrir que los chicos no tenían carritos de bomberos, cochecitos de carreras o juegos de construcción. Ni siquiera las niñas me enseñaban muñecas: todos, ellos y ellas, habían comprado armas de plástico. Corrían por las calles con imitaciones de AK-47, Uzis, M-16, bazucas, pis-tolas Luger, revólveres. Locos por la cámara, posaban para mí co-locando los cañones en las sienes de sus amigos.

“Ellos repiten lo que ven en sus casas”, me explicó Mustafá Dur-maz, un estudiante kurdo que favorece la amistad entre los pue-blos. “Sus padres tienen armas y los niños las quieren también”.

Sabotaje judicialAziz Bey, un kurdo de 60 años de la ciudad de Urfa, fue guerrillero del ptk y pasó una década preso por ello, sometido a torturas. Aunque al salir de la cárcel abando-nó la lucha armada, se afilió al nuevo Partido de la Sociedad De-mocrática (psd, fundado en 2005), una organización que participa en las elecciones turcas y que en 2007 logró colocar 21 militantes entre los 550 diputados del parlamento del país, planteando ga-nar derechos para los kurdos y conseguir autonomía para la re-gión. Para Bey, eso sería tan solo un paso hacia la independencia: “Tenemos derecho a un Estado propio”, afirma.

En principio, su actitud es de rechazo a todo lo que tenga que ver con Turquía. Al mirar las noticias en el televisor con él, sin em-bargo, descubrí algunas fisuras en su determinación: vimos cómo arrestaban a varios generales por el caso Ergenekon, y Aziz, al ce-lebrarlo, comentó: “Querían sabotear a Erdogan, pero el primer ministro fue más inteligente”. ¿Tenía simpatías por el líder de los turcos? Bey me miró un poco molesto antes de conceder: “Él está haciendo cosas buenas, nos ha tendido la mano, aunque los mili-tares y los nacionalistas lo odien por eso. Es un valiente.”

El primer ministro inició una apertura hacia los kurdos. Co-mo nunca ha sido una prioridad para las inversiones públicas, el Kurdistán es la región más pobre del país, pero ahora el gobier-no impulsa grandes proyectos de infraestructura ahí. Además, se levantó la prohibición sobre el idioma; los padres pueden lla-mar a sus hijos como quieran; e incluso se abrió un canal de te-levisión en esa lengua.

La estrategia de Erdogan es lograr que la mayoría de los kur-dos se sienta cómoda en Turquía y desoiga los llamados de los

separatistas. Para ello, inició un proceso de diálogo con el psd, que eventualmente debería conducir a la desmovilización de los guerrilleros del ptk. Esta última organización hizo algunos ges-tos de amistad, uno de los cuales tuvo gran impacto mediático: ocho combatientes bajaron de las montañas y se entregaron a las autoridades a principios de octubre de 2009.

No obstante, el ptk siguió con sus operaciones militares. Tras cada ataque en el que mueren soldados turcos, la televisión pre-senta a las madres de los caídos y la gente enfurece. Tal vez más agraviante para los nacionalistas fueron las concurridas manifes-

taciones populares con las que los kurdos recibieron a los guerri-lleros que se rendían. Era demasiado para el ala dura.

Uno de los objetivos de las reformas que impulsa Erdogan es romper la fuerte influencia que el “Estado profundo” tiene en el poder judicial. Mientras no sean aprobadas, esto no cambiará: el 11 de diciembre de 2009, tres meses después de que conocí a Aziz Bey, un juez decretó la disolución del partido al que pertenece, el psd, bajo la acusación de que sirve como brazo electoral de un “grupo terrorista”, el ptk, y prohibió la participación en política por cinco años de 37 dirigentes, incluidos sus diputados.

Esto representa un importante obstáculo a la política guberna-mental de apertura y parece un sabotaje orquestado por el “Esta-do profundo”. “La única manera de resolver la cuestión kurda sin amenazar la fraternidad y la unidad nacional es por la vía demo-crática”, dice el periodista y ex diplomático Akin Ozçer.

El pan turcoEstambul está en el otro extremo del país, tanto geográficamente como en términos de desarrollo económico y libertad social.

Es casi sorprendente averiguar que aquí empezó el despegue del pjd: el hoy primer ministro Erdogan fue electo alcalde de Es-tambul en 1994, pero un juez lo destituyó en 1997, lo condenó a cuatro meses de prisión y le prohibió ocupar cargos públicos du-rante cinco años, todo por haber leído un poema islamista en un mitin. Una vez libre, fundó el pjd en 2001, con un éxito tan rotundo que ganó las elecciones del año siguiente y obtuvo las dos terceras partes de los escaños del parlamento. Esto le permitió formar el primer gobierno de un solo partido (sin tener que coaligarse con otros grupos) en 19 años, aunque tuvo que esperar hasta 2003 pa-ra convertirse en primer ministro, porque seguía pesando sobre él la sentencia del juez. En los comicios de 2007, el pjd aumentó su votación y Erdogan ganó un segundo mandato.

En un principio, muchos temieron que el pjd convertiría a Tur-quía en un país islámico radical, pero resultó ser una organización más pragmática. Isik Ozel, una politóloga de la Universidad de Bos-tanci (de Estambul) experta en política de Turquía y México, com-para al pjd con la organización que gobierna este último país desde

Quince millones de kurdos viven en Turquía y constitu-

yen el 18 por ciento de su población. Hasta que Erdogan

llegó al poder, su existencia era negada y tenían prohibi-

da cualquier expresión cultural propia.

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2000, el Partido Acción Nacional (pan): “Se trata de partidos de corte religioso pero con vocación de negocios, que represen-tan a élites empresariales periféricas [la de Anatolia central, en el caso del pjd, y la de Monterrey, en el del pan] que com-piten por el poder político con élites em-presariales tradicionales [la de Estambul y la de Ciudad de México, respectivamen-te]. Se sienten incómodos con el laicismo y son socialmente conservadores, pero sus

prioridades tienen que ver con el libre mer-cado, la apertura comercial y los negocios con grandes bloques regionales: así como México se integró en una asociación co-mercial con Estados Unidos y Canadá, Tur-quía aspira a ingresar en la ue.”

Aunque el sistema de partido único se acabó en Turquía en 1950, la organización de Deniz Baykal (el político del escándalo sexual), el Partido Republicano del Pueblo (prp), puede ser comparado con el mexi-cano Partido Revolucionario Institucional (pri) en la medida en que “ambos represen-tan viejos sistemas nacionalistas semi au-toritarios”, dice Ozel. Por lo menos hasta el fin del liderazgo de Baykal, el prp actuó como el brazo político de la vieja guardia kemalista del Ejército que, tras la muerte de “Ataturk”, se erigió como defensora del régimen laico que él instauró, así como de los privilegios de los políticos y empresa-rios ligados a su líder histórico.

Teoría de la conspiraciónEn la víspera del día de navidad de 2009, dos oficiales de las fuerzas especiales tur-cas fueron arrestados bajo el cargo de tra-tar de asesinar a Bulent Arinc, viceprimer ministro turco y musulmán devoto.

El Ejército aseguró que estos dos ofi-ciales estaban espiando a uno de sus pro-pios colegas, después de haber recibido el tip de que le estaba pasando información confidencial al político, pero los fiscales no se dejaron impresionar. En los siguien-tes días, por primera vez en la historia del

país, los investigadores peinaron el cuartel general de las fuerzas especiales en Anka-ra en busca de evidencias de más conspira-ciones. Esta unidad es conocida por haber orquestado provocaciones clandestinas, como los ataques de los que fue acusada la comunidad de origen griego, lo cual llevó a su expulsión en masa en 1955.

De acuerdo con el gobierno, el inten-to de asesinato de Arinc sería parte de la conspiración Ergenekon. Desde julio del

año pasado, 160 supuestos participantes en la misma, incluidos 29 generales, están sujetos a juicio. Según documentos filtra-dos a la prensa, el objetivo era crear una situación de caos y desgobierno que justifi-cara un golpe militar contra Erdogan.

Los presuntos planes son verdadera-mente maquiavélicos: desde dinamitar un submarino fondeado en un museo marí-timo de Estambul y colocar bombas en la céntrica plaza Taksim de esa ciudad, has-ta derribar un avión caza turco y acusar a Grecia del ataque, para provocar una cri-sis de seguridad nacional. Además, se ha-brían cometido ya varios asesinatos, como

el del periodista turco de origen armenio Hrant Dink en 2007 (quien había sido pre-viamente amenazado por un general). Los diarios de un comandante naval retirado revelaron que otros altos oficiales planea-ron al menos dos golpes de Estado.

El 19 de enero, un coronel se suicidó lue-go de que algunos medios mencionaron su posible participación en las ejecucio-nes extrajudiciales de algunos kurdos, cu-yos cadáveres fueron descubiertos en fosas

clandestinas. La cúpula del ejér-cito acusa a la prensa de causar la muerte de su compañero, mientras que otros militares denuncian que todo el asunto de Ergenekon es un complot de los islamistas para des-prestigiar a los soldados.

Una encuesta de enero pasado sugiere que un 60 por ciento de los

turcos cree que la conspiración existe. En mis dos visitas más recientes, en el otoño de 2009 y la primavera pasada, percibí en medios intelectuales el temor de que más temprano que tarde habría un golpe de es-tado. “Mientras más les aprieten el pescue-zo a los militares, mayor será el peligro”, dice Hurrem Sonmez, una abogada y ac-tivista de derechos humanos.

El show debe continuarEl “Estado profundo” tiene instrumentos de presión que van más allá de la amenaza militar. La prohibición del pds podría ha-ber herido de muerte el esfuerzo de Er-dogan por ganarse a los kurdos y lograr la paz. Y pareció una nueva advertencia de que los jueces tratarían de ilegalizar otra vez el partido del primer ministro.

La oposición acusa a Erdogan de estar abusando del poder del Estado para com-batirla. Un ejemplo, dicen, es el gran ta-maño de la operación para investigar el complot Ergenekon, que ha incluido la intervención de 15 millones de conversa-ciones telefónicas y correos electrónicos. O la abrumadora multa fiscal por 2 mil 500 millones de dólares contra el grupo de ca-nales de televisión y prensa del empresario Aydin Dogan. Además del espionaje que exhibió la aventura sexual de Baykal.

La izquierda turca, carente de lideraz-gos fuertes y dividida frente a la alterna-tiva de apoyar las reformas de Erdogan u oponerse a él por su vocación religiosa, po-dría sentirse atraída por el sucesor de Ba-

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En los medios intelectuales, existe el temor de que

pronto habrá un golpe de estado. “Mientras más les

aprieten el pescuezo a los militares, mayor será el

peligro”, dice Hurrem Sonmez, una abogada y activista.

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ykal al frente del prp, el kurdo Kemal Kiliçdaroglu: “Ésta podría ser la oportunidad de crear la gran organización socialdemócrata que le ha hecho tanta falta a Turquía”, dice Ihsan Bal, del think-tank turco International Strategic Research Organization. “Pe-ro el país se distrae con juegos turbios de este tipo.”

Sin embargo, en medio de tanta suciedad se están produciendo avances efectivos en la vida política turca. El 24 de abril, por ejem-plo, el gobierno autorizó que un grupo de intelectuales realizara una ceremonia de luto y reconocimiento de la masacre de arme-nios que algunos llaman genocidio, ocurrida en 1915. Por menos que esto, periodistas como Hrant Dink fueron asesinados e incluso el Premio Nobel de Literatura turco, Orhan Pamuk, estuvo a pun-to de ir a la cárcel. Durante el acto, cuando vi llegar a la policía, te-mí que reprimiera a los participantes, como en otras épocas, pero esta vez los protegió del acoso de grupos nacionalistas.

Igualmente, el 1 de mayo se permitió la primera gran manifes-tación por el Día del Trabajo desde 1977, cuando una treintena de obreros murió en un ataque policiaco. Esta vez fue una inmensa fiesta rojinegra, difundida por los medios de comunicación.

Esta liberalización se inscribe en un proceso de reformas econó-micas y políticas que la ue exige para admitir a Turquía. También benefician al propio Erdogan y su partido. Los cambios constitu-cionales más ambiciosos que se han propuesto hasta ahora preten-den acabar con el poder extrainstitucional del “Estado Profundo”:

restringir las fórmulas de ilegalización de los partidos políticos que los jueces han empleado contra los kurdos y contra los mis-mos islamistas del pjd; poner a los militares bajo la jurisdicción de los tribunales civiles; y transformar el aparato judicial para que los tribunales Constitucional y Supremo dejen de funcionar co-mo una especie de Senado en la sombra que veta las decisiones del gobierno y del parlamento.

Con vistas al referéndum, Erdogan llega con una popularidad reforzada por su fuerte respuesta al asalto de comandos israelíes contra la Flotilla Gaza Libre, en el que perecieron nueve turcos. El primer ministro condenó a Israel y canceló proyectos de im-portancia para este país. Sin embargo, ese mismo día, 31 de ma-yo, un ataque de los guerrilleros kurdos dejó siete soldados turcos muertos, lo que dio munición a quienes acusan a Erdogan de ac-tuar con debilidad frente a los “terroristas”.

El show continúa y aún no podemos adivinar el final. ¿Una de-rrota de Erdogan en el referendo forzará el adelanto de las elec-ciones parlamentarias (planeadas para julio de 2011) y provocará la caída de los islamistas? ¿Una victoria, en cambio, consolidará su poder de tal forma que ponga en peligro el régimen laico? ¿O la salida de Deniz Baykal permitirá una renovación de su parti-do que, bajo el liderazgo de Kiliçdaroglu, genere una alternativa laica creíble que fortalezca la competencia democrática? Si los guionistas no lo saben, los protagonistas menos.