EL TECHO DE MUSAS (1632)

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EL TECHO DE MUSAS (1632) Antoine, Jean-Paul & Jean Rodière En 1628, el arzobispo Claude de Rebé decide acondicionar esta estancia en el torreón Gilles Aycelin. Al escultor Georges Subreville le confía la creación de las cornisas, pero a finales de ese año, se declara la peste y las actividades comerciales y artísticas de la ciudad disminuyen hasta agosto de 1632. Por esas fechas, el arzobispo acude a los hermanos Rodière, pintores doradores, para terminar la decoración de la estancia. El contrato del encargo, extendido el 9 de noviembre describe detalladamente los materiales a emplear, así como la iconografía. El blasón del arzobispo, pintado en el techo tres veces, recuerda la identidad del comanditario. Mientras la sala de audiencias posee un techo « a la francesa » formado por vigas sobre tablones, el arzobispo encarga para esta estancia un techo de compartimentos, una reinterpretación barroca del techo de artesón « a la italiana » del Renacimiento. Claude de Rebé espera un decorado de gran riqueza, digno de la corte del rey de Francia. Como complemento al techo, manda realizar una chimenea, tableros para las paredes, hoy. En los marcos de las ventanas todavía subsisten decorados pintados, parras de frutas y figuras mitológicas. Los techos barrocos, ya sean profanos o religiosos, suelen estar adornados con figuras celestes: al levantar la mirada, el visitante distingue el cielo por el que los personajes sagrados o mitológicos desfilan como en un teatro. Con las nueve musas, el arzobispo no escoge un tema salido de la historia santa, sino de la mitología, tema que estaba muy de moda desde el Renacimiento. El origen de las musas remonta a la Antigüedad. Homero evoca en sus cantos a las hijas de Zeus y Mnemosina, la diosa de la memoria. Platón hace de ellas las mediadoras entre el dios y el poeta. Este mito antiguo es reintroducido en las artes en el Renacimiento. El techo ofrece una reinterpretación clásica de este tema antiguo. Los vestidos sedosos, al igual que ciertos instrumentos, son característicos del siglo XVII francés. En esa época, las musas evocadas para inspirar a los artistas en sus alabanzas a los poderosos, forman una parte integrante del ritual de la corte. EL CONTEXTO DEL ENCARGO UN DECORADO COMPLETO LA ICONOGRAFIA DEL TECHO LOS ARTISTAS Hasta el redescubrimiento del contrato, en 1893, los historiadores de arte habían atribuido el decorado a un maestro italiano. De hecho, Antoine Rodière (c. 1590-1643), al igual que numerosos pintores de su generación, vive y trabaja en Roma, donde en 1627 conoce a Simon Vouet. El artista narbonense es el autor de varios cuadros consulares y de retablos, de los cuales, dos al menos aún se conservan. Para la realización del techo, sus dos hermanos Jean-Paul y Jean, también pintores y doradores, le son adjuntos.

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EL TECHO DE MUSAS (1632)Antoine, Jean-Paul & Jean Rodière

En 1628, el arzobispo Claude de Rebé decide acondicionar esta estancia en el torreón Gilles Aycelin. Al escultor Georges Subreville le confía la creación de las cornisas, pero a fi nales de ese año, se declara la peste y las actividades comerciales y artísticas de la ciudad disminuyen hasta agosto de 1632.

Por esas fechas, el arzobispo acude a los hermanos Rodière, pintores doradores, para terminar la decoración de la estancia. El contrato del encargo, extendido el 9 de noviembre describe detalladamente los materiales a emplear, así como la iconografía. El blasón del arzobispo, pintado en el techo tres veces, recuerda la identidad del comanditario.

Mientras la sala de audiencias posee un techo « a la francesa » formado por vigas sobre tablones, el arzobispo encarga para esta estancia un techo de compartimentos, una reinterpretación barroca del techo de artesón « a la italiana » del Renacimiento.

Claude de Rebé espera un decorado de gran riqueza, digno de la corte del rey de Francia. Como complemento al techo, manda realizar una chimenea, tableros para las paredes, hoy. En los marcos de las ventanas todavía subsisten decorados pintados, parras de frutas y fi guras mitológicas.

Los techos barrocos, ya sean profanos o religiosos, suelen estar adornados con fi guras celestes: al levantar la mirada, el visitante distingue el cielo por el que los personajes sagrados o mitológicos desfi lan como en un teatro.

Con las nueve musas, el arzobispo no escoge un tema salido de la historia santa, sino de la mitología, tema que estaba muy de moda desde el Renacimiento. El origen de las musas remonta a la Antigüedad. Homero evoca en sus cantos a las hijas de Zeus y Mnemosina, la diosa de la memoria. Platón hace de ellas las mediadoras entre el dios y el poeta.

Este mito antiguo es reintroducido en las artes en el Renacimiento. El techo ofrece una reinterpretación clásica de este tema antiguo. Los vestidos sedosos, al igual que ciertos instrumentos, son característicos del siglo XVII francés. En esa época, las musas evocadas para inspirar a los artistas en sus alabanzas a los poderosos, forman una parte integrante del ritual de la corte.

EL CONTEXTO DEL ENCARGO

UN DECORADOCOMPLETO

LA ICONOGRAFIADEL TECHO

LOS ARTISTAS

Hasta el redescubrimiento del contrato, en 1893, los historiadores de arte habían atribuido el decorado a un maestro italiano. De hecho, Antoine Rodière (c. 1590-1643), al igual que numerosos pintores de su generación, vive y trabaja en Roma, donde en 1627 conoce a Simon Vouet. El artista narbonense es el autor de varios cuadros consulares y de retablos, de los cuales, dos al menos aún se conservan. Para la realización del techo, sus dos hermanos Jean-Paul y Jean, también pintores y doradores, le son adjuntos.

subsisten decorados pintados, parras de frutas y fi guras mitológicas.

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Polimnia la que canta numerosos himnos

es la musa de la retórica. Vestida de rojo, medita sobre lo que va a decir y sostiene el rollo sobre el que escribe, mientras que un amor le ofrece el caduceo de la elocuencia. Otros angelotes llevan les armas del comanditario.

Calíope que posee una bella voz

es la musa de la elocuencia. Con un vestido dorado, sostiene un caduceo que ha tomado prestado de Mercurio, el dios de la elocuencia.

Melpómene la cantante

es la musa de la tragedia. En una mano sostiene una máscara de teatro, y en la otra una espada que recuerda los confl ictos

humanos representados.

Euterpe la divertida

es la musa de la música. Porta trompa y partitura. Un putto le

ofrece un laúd.

Terpsícore la bailarina del encanto

es la musa de la danza y del canto. Toca la lira, acompañada

de laúdes y de viola.

Clío que es célebre es la musa de la historia. Sostiene en la mano las trompetas de la fama. Según una tradición, a ella se le atribuye la invención de la guitarra. El banderín lleva las

armas de Claude de Rebé.

Erató la amablees la musa de la poesía. Muestra con el dedo el alfabeto, que le

permite escribir.

Talía la fl orecientees la musa de la comedia y de la poesía pastoral. Sostiene una máscara y un ramo. Un amor le lleva la maza de Heracles, que el teatro adora para celebrar las hazañas. Otro le ofrece las

armas del arzobispo.

Alrededor de las musas, los ángeles adornan la composición portando fl ores y cintas. Algunos más graciosos, especialmente por los lados del

techo, divierten al anfi trión del sitio.

Urania cuyo nombre signifi ca la celestees la musa de la astronomía. Con un vestido azul noche, dispone de los instrumentos necesarios para el estudio de las esferas celestes: anteojo,

globos, compás y brújula.

al centro