El Trastorno Pasivo

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EL TRASTORNO PASIVO-AGRESIVO Las personas que padecen este trastorno hacen un arte de la oposición. Se quejan, contrarían, postergan, se 'olvidan', desprecian a los que tratan de ayudar y después se sienten defraudados porque la vida no les ofrece algo mejor. Interior y exteriormente sienten la vida como algo tenebroso y desagradable, pero no se dan cuenta de que son ellos los que ponen obstáculos a todo lo que pueda resultar gratificante. CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO El DSM-III-R describe el trastorno pasivo-agresivo de la personalidad como: Un patrón general de resistencia pasiva a las demandas de rendimiento adecuado tanto en lo social como en lo laboral, que comienza a manifestarse a principios de la edad adulta y se presenta en una variedad de contextos, tal como lo indicaría la presencia de por lo menos CINCO de los síntomas siguientes: Dilata las cosas que debe hacer, de modo que no cumple con los plazos. Se vuelve hosco, tozudo o porfiador cuando se le pide que haga algo que no le agrada. Cuando se le encarga algo que no quiere hacer, da la impresión de que trabaja con desgana o lo hace mal. Protesta, sin motivo, aduciendo que los demás le plantean exigencias irrazonables. Elude cumplir con sus obligaciones aduciendo que 'se olvida'. Cree que está haciendo las cosas mucho mejor de lo que los demás piensan. Se ofende cuando los demás le aportan sugerencias útiles para ser más productivo. Pone obstáculos a la labor de los demás, para lo cual deja de hacer la parte que le corresponde en algo. Critica o desprecia sin motivo a las figuras de autoridad. LA TRAMPA PASIVO-AGRESIVO

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EL TRASTORNO PASIVO-AGRESIVO

Las personas que padecen este trastorno hacen un arte de la oposición.

Se quejan, contrarían, postergan, se 'olvidan', desprecian a los que tratan de ayudar y después se sienten defraudados porque la vida no les ofrece algo mejor. Interior y exteriormente sienten la vida como algo tenebroso y desagradable, pero no se dan cuenta de que son ellos los que ponen obstáculos a todo lo que pueda resultar gratificante.

CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO

El DSM-III-R describe el trastorno pasivo-agresivo de la personalidad como:

Un patrón general de resistencia pasiva a las demandas de rendimiento adecuado tanto en lo social como en lo laboral, que comienza a manifestarse a principios de la edad adulta y se presenta en una variedad de contextos, tal como lo indicaría la presencia de por lo menos CINCO de los síntomas siguientes:

Dilata las cosas que debe hacer, de modo que no cumple con los plazos.

Se vuelve hosco, tozudo o porfiador cuando se le pide que haga algo que no le agrada.

Cuando se le encarga algo que no quiere hacer, da la impresión de que trabaja con desgana o lo hace mal.

Protesta, sin motivo, aduciendo que los demás le plantean exigencias irrazonables.

Elude cumplir con sus obligaciones aduciendo que 'se olvida'.

Cree que está haciendo las cosas mucho mejor de lo que los demás piensan.

Se ofende cuando los demás le aportan sugerencias útiles para ser más productivo.

Pone obstáculos a la labor de los demás, para lo cual deja de hacer la parte que le corresponde en algo.

Critica o desprecia sin motivo a las figuras de autoridad.

LA TRAMPA PASIVO-AGRESIVO

El pasivo-agresivo nunca reconoce que tiene la culpa de que las cosas le salgan mal ni de que hace algo para que usted se enoje.

Si algo no sale como debe, es culpa de usted o del jefe.

Jamás se muestra desafiante; su manera de actuar es tan pasiva, tan indirecta, que así elude la responsabilidad.

'Sabes lo ocupado que ando. No puedo acordarme de todo. Por eso me olvidé de que no te gustaban las anchoas. Tendrías que habérmelo recordado'.

Para estas personas, acceder a los deseos de otro equivale a someterse. Y la sumisión, para su identidad tierna y frágil, es sinónimo de humillación.

Se trata de personas que llevan dentro un profundo enojo, y al mismo tiempo se sienten muy desprotegidas.

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El enojo se debe a ofensas que en la infancia les hicieron sus padres, de quienes no debían recibir todo el amor y la protección.

Ya de adultos, siguen siendo dependientes de las personas importantes de su vida, incluidas entre ellas sus padres, cónyuges o jefes.

Pero también les asusta sentirse débiles y les hace revivir viejas heridas. No son capaces de entablar una relación íntima sin sentirse enojados y resentidos, pero tampoco pueden vivir sin esas otras personas.

¿Qué hacen con toda esa hostilidad interior? Tienen miedo de ser agresivos para con los otros, de quienes tanto dependen.

Entonces recurren a una conducta de oposición, que expresa sus sentimientos agresivos de una manera disimulada, pasiva.

De ahí el nombre de pasivo-agresivo que se le ha dado al trastorno.

Atrapados entre el amor y el odio, poco consuelo, felicidad o placer encuentran estos seres perturbados. Al igual que los paranoides, exteriorizan su sufrimiento en vez de analizarlo introspectivamente.

Lo que les sucede es siempre culpa de los demás, no de ellos.

Entonces, cuando pasivamente consiguen que sus jefes o cónyuges reaccionen con furia y los castigan, experimentan la sensación de injusticia que han llevado sobre sus espaldas durante toda la vida.

Arruinan su vida de pareja y su vida laboral. En un estudio a largo plazo que se realizó en un grupo de hombres, de todos los trastornos, el pasivo-agresivo resultó ser el que más se traducía en una movilidad descendente en el plano del trabajo.

LOS RIESGOS, LA PREDISPOSICIÓN Y LA INCIDENCIA

Al trastorno pasivo-agresivo se lo asocia con el alcoholismo, la drogodependencia, la depresión, la ansiedad, el suicidio y las enfermedades psicosomáticas.

El temperamento llamado del 'niño difícil', identificado por los doctores Thomas y Chess (que se verá con más detalle) puede predisponer a un niño o niña a contraer el trastorno pasivo-agresivo al llegar a la edad adulta, sobre todo si los padres son inflexibles, insensibles o están demasiado preocupados por sus propias cosas como para percibir las necesidades de la criatura.

El niño difícil, entre otras características, tiene un malhumor frecuente, no desea que le cambien sus rutinas y no se adapta bien a los horarios de comida y de sueño.

El trastorno de desafío y oposición, cuyo nombre expresa lo que viven los padres y maestros de estos niños o adolescentes, puede predisponer a contraer, al llegar a la madurez, el trastorno pasivo-agresivo de la personalidad.

Muchísimos individuos se comportan de una manera pasivo-agresiva en alguna ocasión, usando maniobras dilatorias, 'olvidándose' de hacer las cosas.

Entre ellos, los de personalidad cómoda, concienzuda, así como también quienes padecen el trastorno obsesivo-compulsivo.

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Sin embargo, son muchos menos los que sufren el trastorno pasivo-agresivo, aunque la cifra exacta y la incidencia por sexos se desconocen.

CÓMO TRATAR AL PASIVO-AGRESIVO

Es muy difícil hacerles entender a estas personas lo que les hacen a los demás y lo que se hacen a sí mismos.

Tenga presente que, en lo más profundo de su ser, la mayor parte de los pasivo-agresivos se sienten muy solos y no se arriesgarían a perderlo a usted si las cosas llegaran al extremo.

Trastorno de la personalidad pasiva – agresiva

Los individuos que sufren este tipo de trastorno de la personalidad suelen resistirse a las demandas de desempeño adecuado, tanto en el trabajo como en su vida social.

A pesar que tienen la capacidad de comportarse de manera más efectiva, sabotean sus logros por medio de la dilatación, la ineficacia intencional, la obstinación y el olvido.

Como su nombre lo sugiere, las personalidades pasivas – agresivas se resienten por las demandas que se les hacen, pero en lugar de expresar estos sentimientos de manera directa, reflejan su enojo por medio de la resistencia pasiva y el impedimento del logro de los objetivos.

Por ejemplo, si un supervisor le pide a una persona pasiva – agresiva (empleado), que le haga un informe complejo para el día siguiente en la mañana, es más probable que extravíe algunos de los datos que se necesitan, en lugar de decir a su supervisor en forma directa que su petición no es razonable.

El comportamiento de un individuo pasivo – agresivo se puede comparar con una situación que suele encontrarse en la crianza de los hijos. El niño lleva a los padres hasta el límite del control y después retrocede a tiempo para evitar el regaño.

Al igual que el niño, el individuo pasivo – agresivo es en extremo sensible a los límites de los demás y llega hasta éstos pero no los traspasa.

Los mecanismos de afrontamiento pasivos – agresivos por lo general no son una forma efectiva de vivir, pero los individuos de este tipo, parecen no darse cuenta de que su propio comportamiento contribuye a hacer las situaciones más difíciles.

Rasgos clínicos del trastorno de la personalidad pasiva – agresiva

Una persona que tiene varias de esta características se puede considerar que padece un trastorno de la personalidad pasiva – agresiva.

Demora la realización de las tareas rutinarias que necesita llevar a cabo, en especial aquéllas que alguien más solicita.

Se enoja, irrita o discute cuando alguien le pide que haga algo que no quiere realizar.

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Parece trabajar con mayor lentitud en forma deliberada o no hace un buen trabajo cuando se trata de tareas que no quiere realizar.

Protesta, sin justificación alguna, porque otras hacen peticiones irracionales.

Evita las obligaciones al aducir que se le olvidan.

No cumple con su parte del trabajo y así obstaculiza los esfuerzos de los demás.

Critica o desprecia a las personas que ocupan posiciones de poder en un grado irracional.

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos10/trasto/trasto.shtml#tras#ixzz3jqmPf8ea

ean Paul Sartre decía: “si me rotulas, me derrotas”. Las clasificaciones diagnósticas son muy útiles para la comunicación entre profesionales y para poder armar un plan de tratamiento, pero en lo cotidiano, es muy poco constructivo estigmatizar rotulando y encasillar. Patologizar a la persona de este modo es volverla a violentar por invisibilizar que -también como decía Sarte- “somos lo que hacemos con aquello que hicieron de nosotros”.

Preguntas:

1) Cuáles son las actitudes de los padres que fomentan niños pasivo-agresivos?

2) ¿Qué datos nos da la actitud pasiva-agresiva de un adolescente? ¿qué conflictos puede estar pasando?3) ¿Cómo reconocer una conducta pasiva agresiva en el ámbito afectivo, en una pareja?

4) ¿El pasivo-agresivo "elige" a las víctimas de su conducta?

Jean Paul Sartre decía: “si me rotulas, me derrotas”. Las clasificaciones diagnósticas son muy útiles para la comunicación entre profesionales y para poder armar un plan de tratamiento, pero en lo cotidiano, es muy poco constructivo estigmatizar rotulando y encasillar. Patologizar a la persona de este modo es volverla a violentar por invisibilizar que -también como decía Sarte- “somos lo que hacemos con aquello que hicieron de nosotros”. Un punto de llegada, tiene un punto de partida, una historia en la que hubo distintas formas y grados de desamor, descuidos, maltratos, diversas situaciones disfuncionales, las más de las veces, traumáticas. Por lo tanto, teniendo en cuenta estas ideas es desde donde vamos a abordar el tema del Trastorno Pasivo-Agresivo de la Personalidad denominado también Trastorno Negativista.

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Se trata de un trastorno que no cuenta en la actualidad con total consenso, si bien el mismo comienza a sistematizarse desde mediados del siglo pasado, a lo largo de estos últimos 60 años ha habido reiterados cambios respecto de los criterios para configurar dicho diagnóstico. Transcribimos las definiciones vigentes:

Criterios para el Trastorno Pasivo-Agresivo de la Personalidad según DSM-IV-R:

A. Patrón permanente de actitudes de oposición y respuestas pasivas ante las demandas que exigen un rendimiento adecuado, que se inicia a principios de la edad adulta y se refleja en una gran variedad de contextos, y que se caracteriza por cuatro (o más) de los siguientes síntomas:

1. resistencia pasiva a rendir en la rutina social y en las tareas laborales

2. quejas de incomprensión y de ser despreciado por los demás

3. hostilidad y facilidad para discutir

4. crítica y desprecio irracionales por la autoridad

5. muestras de envidia y resentimiento hacia los compañeros aparentemente más afortunados que él

6. quejas abiertas o exageradas por su mala suerte

7. alternancia de amenazas hostiles y arrepentimiento

Criterios para el Trastorno Pasivo-Agresivo de la Personalidad según CIE-10 de la OMS:

A. Pautas para el diagnóstico de un trastorno de la personalidad:

Se requiere la presencia de una alteración de la personalidad no directamente atribuible a una lesión o enfermedad cerebral importante, o a otros trastornos psiquiátricos, que reúna las siguientes pautas:

Actitudes y comportamiento marcadamente faltos de armonía, que afectan por lo general a varios aspectos de la personalidad, por ejemplo, a la afectividad, a la excitabilidad, al control de los impulsos, a las formas de percibir y de pensar y al estilo de relacionarse con los demás.

La forma de comportamiento anormal es duradera, de larga evolución y no se limita a episodios concretos de enfermedad mental.

La forma de comportamiento anormal es generalizada y claramente desadaptativa para un conjunto amplio de situaciones individuales y sociales.

Las manifestaciones anteriores aparecen siempre durante la infancia o la adolescencia y persisten en la madurez.

El trastorno conlleva un considerable malestar personal, aunque éste puede también aparecer sólo en etapas avanzadas de su evolución.

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El trastorno se acompaña, por lo general aunque no siempre, de un deterioro significativo del rendimiento profesional y social.

B. El paciente debe cumplir, por lo menos, cinco de los siguientes requisitos:

Aplazar las decisiones y posponer la realización de tareas de rutina necesarias, especialmente las que otras personas le hayan solicitado.

Protestar, de forma injustificada, porque otras personas le piden cosas no razonables.

Mostrarse malhumorado, irritable y discutidor, cuando se le pide algo que no desea hacer.

Criticar o despreciar sin razón a las personas que ocupan puestos jerárquicos.

Trabajar lentamente de modo deliberado o realizar mal las tareas que, en el fondo, no quieren llevar a cabo.

Obstruir los esfuerzos de los demás para hacer fracasar su parte en un trabajo común.

Soslayar las obligaciones diciendo que las ha olvidado.

Una vez realizada esta breve introducción procedemos a continuación a responder las preguntas:

1) Cuáles son las actitudes de los padres que fomentan niños pasivo-agresivos?

Generalmente se trata de padres que adolecen de un patrón estable de respuesta. Su criterio de autoridad y disciplina suele carecer de congruencia y coherencia. Son inconsistentes, por lo que estos hijos terminan internalizando esa ambivalencia parental. Son padres con un estilo arbitrario, caprichoso y contradictorio. Oscilan -sin criterio conciso- de la aprobación al rechazo. Brindan un patrón de respuesta desconcertante, lo que deja al niño sin saber lo que vendrá. Son padres que fomentan un clima familiar de pseudoafecto donde subyace una persistente hostilidad solapada. En gran parte de los casos uno pesquisa que estos padres súbitamente “destronan” a este hijo al que, en los primeros años le brindan amor, apoyo y contención y con el nacimiento de otro hijo lo apartan y dejan a un lado provocando en el chico sentimientos tempranos de rechazo. Este tipo de modalidad relacional es la que el niño interioriza, y en la edad adulta termina reproduciendo con sus semejantes esto mismo: las inconsistencias y vacilaciones de las actitudes y comportamientos de sus padres.

2) ¿Qué datos nos da la actitud pasiva-agresiva de un adolescente? ¿qué conflictos puede estar pasando?

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La adolescencia es un ciclo vital marcado por grandes cambios que puede presentar un amplio espectro de conductas. A muchas de las conductas “normales” en la adolescencia, las podemos hallar descriptas en distinto tipo de trastornos que tienen inicio en la adultez, por ello es conveniente ser muy cauteloso, no es adecuado rotular ni estigmatizar la conducta del joven ya que se encuentra atravesando un etapa vital caracterizada precisamente por la aparición de comportamientos que –fuera del contexto que demarca precisamente la edad- podrían pensarse como patológicos. Con el Trastorno Pasivo-Agresivo de la Personalidad puede haber pseudosolapamientos, es importante comprender que en una adolescencia normal es esperable que el chico se rebele, se oponga, se resista, critique, es precisamente la edad en la que explora su propio estilo de cuestionar y transgredir. En todo caso sugiero estar atentos al adolescente que no tenga estas conductas, que no manifieste rebeldía, que se encuentre sobreadaptado, ese es el adolescente que está presentando una conducta disfuncional para la edad.

3) ¿Cómo reconocer una conducta pasiva agresiva en el ámbito afectivo, en una pareja?

Hay muchas maneras de poder reconocerlas: el pasivo-agresivo vive instalado en el dilema de querer ser aprobado satisfaciendo demandas ajenas y temer -por ello- perder su libertad, sin saber discernir que todo vínculo significativo implica que a veces tenemos que ceder, lo cual no implica perder ni nuestra autonomía ni nuestra dignidad. Sencillamente no concibe que no toda demanda es arbitraria o abusiva, sino que forman parte de los intercambios en pareja. Está asentado en el “NI”: jamás manifiesta en forma clara y directa un no, o un si. No puede confrontar abierta y directamente. Es el maestro de sabotear, dilatar, obstruir, resistir, postergar. Es poco afecto a la colaboración y cooperación plenas. No sostiene conductas desinteresadas y generosas. Ofrece su presencia, persistentemente obstructiva. Desconcierta con sus cambios repentinos de humor. Nunca tiene responsabilidad ni implicancia en lo que sucede: es la víctima de lo que acontece. Es desmoralizador y desmotivador, y encuentra una satisfacción secreta generando esto.

4) ¿El pasivo-agresivo "elige" a las víctimas de su conducta?

No, el pasivo-agresivo padece su modo de funcionamiento sin elegir o deliberar “contra quien”. Cuenta con este rígido molde para afrontar las relaciones interpersonales: estar asentado en la irreductible ambivalencia de creer que si satisface una demanda ajena pierde sus derechos y su libertad, temiendo desobedecerlas por temor al rechazo. Esta forma de transitar la vida no tiene destinatario, se expresa sin propósito ni intención, con las personas significativas por lazos de afectividad o de autoridad.