El último palacio de Galiana

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    EL LTIMO PALACIO DE GALIANA

    Julio Contreras Mesa

    Descargado de:www.leyendasdetoledo.com

    Diciembre 2003

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    "El s que tuviera estas profundidades y

    mazmorras por jardines floridos

    y por Palacios de Galiana".

    CERVANTES (II Parte de el Quijote, captulo LV)

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    Agradecido a quienes ayudan a que este libro se conozca

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    Preludio

    Aunque los ms sabios sugieren evitar la investigacin de materias controvertidas o

    con una carga de emotividad acusada, nos impresion tanto y tanto nos fascina

    todava el ltimo palacio de Galiana que, sin atender a sugerencias ni complejos,

    decidimos intentar la concordia de los escasos textos que prxima o remotamente

    tratan de este monumento de Toledo y de sus ilustres moradores. Todo comenz un

    lejano 15 de marzo, una dichosa tarde que bien pudiera haber languidecido sin ms

    complicaciones, como tantas otras tardes en la beatfica contemplacin de la ciudad

    desde la terraza del Parador. Porque la amiga que nos hablaba entonces de tan

    singular palacio no tena otra pretensin que el hacer pasar otro rato agradable a

    nuestros amigos japoneses, y sin embargo yo, tan despistado como de costumbre,

    me empecinaba en no querer interpretar como simple pasarratos cultural su

    comentario sobre el Toledo islmico con princesita enamorada y palacios

    fabulosos... que, segn nos informaba nuestra amiga, precisamente estaban all

    abajo en la vega, como esperando que los fusemos a visitar.

    Perdido el norte vespertino, los acontecimientos nos empujaron a un rumbo

    favorable desde el momento en que obtuvimos autorizacin para visitar el

    monumento. Una llamada telefnica nos consegua bajar cuando quisiramos al

    palacio restaurado por el matrimonio Alejandro Fernndez Araoz - Carmen Maran,

    mientras que yo segua encantado con las explicaciones precedentes, como si

    aquella historia romntica y fascinante me la estuviesen contando tan slo a m, el

    ms loco de aquel grupo de "chalados" cada cual con su tema favorito. El mo

    comenz a convertirse aquella tarde en el de la leyenda fabulosa de Galiana, que

    luego devendra en cordura e historia cierta. El virus de la fiebre por lo antiguo y lo

    medieval atac al ms incauto, y lo que sigui es fcil de suponer. Aunque la amiga

    que nos llev al palacio no fue la mayor culpable. Ella se limit tan slo a consentir,

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    deliciosamente cmplice, mi terrible interrogatorio a la adorable mujer que nos

    mostr el recinto. La bendita "nigromante" bien pudo ser la buena de Luisa, aunque

    nada le reprocho sino que le estar eternamente agradecido. Nos estaba

    aguardando a la entrada del palacio y, al rato, ya nos preceda ms que ligera porlas histricas dependencias cautivndonos con sus explicaciones.

    Despus, fuese por el encanto cierto de aquellas piedras legendarias,

    impregnadas de cuantos aconteceres han tenido que soportar, fuera por la

    atmsfera sobrecogedora, hipnotizadora hasta el embeleso, que emanan las

    estancias... Sin saber cmo ni cundo, me comenz aquella morbosa sensacin de

    lego apasionado hacia una nueva religin de ruinas y fantasmas. Sobre todo a partir

    de recorrer un misterioso pasadizo subterrneo, que an ahora me parece increble

    que siga all, despus de tantas restauraciones y de tantsimos siglos. Cuando se le

    ocurri a Luisa mostrarnos aquel apasionado cauce de las idas y venidas de todo un

    Carlomagno en ciernes, tuve el fortsimo convencimiento de haber vuelto a la

    encrucijada decisiva de una historia que ya era tiempo de retomar y de hacer todo lo

    posible por culminarla en nuestro siglo sin ms dilaciones. El joven Carlos de

    Francia, hijo del rey Pipino, antes de convertirse en emperador del Sacro Imperio

    Romano-Germnico, haba sido un muchacho impetuoso y aventurero, al que los

    juglares denominaron el Maynet y del que contaron sorprendentes hazaas en

    tierras de moros, en la Toledo dependiente del Emirato de Crdoba, cuando lleg al

    Andalus, inmigrado de Siria y como nico superviviente de los Omeyas, el nieto del

    califa Hisham, ltimo de esa dinasta de Damasco. El prncipe inmigrado traa

    pretensiones de refundar en la Pennsula Ibrica el califato perdido por sus mayores

    ante los abbasidas, provocando una verdadera guerra civil. Cuentan los juglares que

    el bravo Maynet gan su espada Durandart en un mtico combate frente al

    mismsimo prncipe fugitivo, al que llaman Ab Ramant, Bramant, o Bramante con

    la e paraggica al gusto juglaresco, aunque en la Historia de Espaa se le conoce

    como Abd al-Rahmn, Abdarrahmn , o sencillamente Abderramn, el primero de

    los emires independientes de Damasco con tal nombre. Result que el prncipe

    francs sabra batallar con tal fortuna por una doncella en pleito, a la que su padre

    obligaba a ennoviarse con el Omeya, que termin llevndosela en la grupa de su

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    caballo al cabalgar de vuelta hacia Burdeos. Raptada por amor? Al decir de las

    fminas espaolas de aquel grupo de turistas, la que eligi primero fue ella, la

    famosa princesa Galiana, y luego le enamor a l, slo que la leyenda no iba a

    hacer de menos a un hombre tan machista como Carlomagno, y que por eso los juglares disimularon contando que ella le hechiz, encantando un pozo que an

    existe en su palacio junto al ro, para que se llenase o se vaciar segn las fases de

    la luna, a fin de volver loco de amor al que se aventurase por un secreto pasadizo y

    lograse sorprenderla mientras se baaba en la alberca del castillo... Juglares!

    Dichos baos del amor todava eran pcaramente cantados por las toledanas

    de la primera mitad del siglo XX, con gran disgusto de los censores de la dicesis

    primada. La historia concluye que, pese a que todo aquello lo haba urdido Galiana

    por retener engatusado junto a ella en las riberas del Tajo al bravo Mainete, que la

    librara del acoso del feroz "Bramante", al final el joven enamorado recuper la

    cordura, se la llev a Burdeos y luego lleg a ser el histrico Carlomagno, mientras

    que ella tuvo que contentarse con ser la primera concubina de tan famoso

    emperador. Concluan nuestras amigas entre risas que, para dejar de ser siempre

    las tontas de todos los romances, algn da tendran que volver a escribirlos las

    mujeres del tercer milenio, slo que "por supuesto mucho mejor escritos", porque los

    hombres seguamos siendo "unos credos y unos moros medievales, salvo muy

    pocas excepciones". Fue entonces cuando yo intervine para disimular diciendo que

    "para moro cristiano Alfonso VI, que tambin vino a Toledo en su juventud, antes de

    ser emperador como Carlomagno... y que fue ms Barbazulque el rey francs, pues

    se carg a ms de siete mujeres".

    Con todo, entre bromas y veras, cuando salimos de la Huerta del Rey

    entusiasmados por nuestra visita, todava no andaba yo en el secreto de ser aquella

    la almuniam regis, la mismsima que eligiera el rey Alfonso VI como campo de

    guerra para su largo asedio reconquistador de la Toledo musulmana. Al da

    siguiente, en Madrid, al comentar la visita con mi amigo Fernando Guillamn, que es

    una especie de "enciclopedia viva con forma humana", pude saber de las mltiples

    historias y leyendas de Galiana en las que siempre aparece esta interesante mujer,

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    amante y amada de galantes caballeros, controvertidos emperadores, feroces

    guerreros o annimos juglares, por lo que no dud que tambin yo terminara

    enamorndome de ella. Como Quijano a Dulcinea, yo confes a mi Galiana del

    palacio encantado "criatura inmortal, adorable por sus gracias infinitas eincomparables atractivos, anglica y humansima a la par, luz de amor de aquel

    atardecer inolvidable junto al ro Tajo...". Lo que yo no poda suponer entonces era

    el alcance de mi chaladura, ni que curiosamente las sucesivas damas del castillo, en

    lugar de aadir su nombre a ste, pasan a enriquecer con sus historias la tradicin

    de la "Galiana" legendaria que las personifica a todas ellas, y que el vulgo ha llegado

    a denominar as por encontrarse el palacio junto a la antigua calzada romana que

    uniera Toledo con las Galias, la calzada Gallianao va Galiana que perdur como

    caada de la Mesta. Y no slo se equivoca el vulgo, que al cabo de los siglos hasta

    el docto Covarrubias sigue diciendo que "Galiana es nombre de Mora, (...) a la cual

    su padre edific unos palacios (...) a la orilla del Tajo, que hasta hoy da queda el

    nombre a las ruinas de ellos...". Aunque la paciencia y el tesn de los historiadores

    ya han rescatado nombres fidedignos: la Galiana Halia, la Galiana Zaida, la Galiana

    Raquel,... siguen siendo evocadas como una sola mujer, criatura ms bien potica e

    irreal, sntesis de todas ellas. A partir de la ltima restauracin, que propici Alejandro

    Fernndez de Araoz tras adquirir la histrica "Huerta del Rey", y que ha culminado su

    esposa Carmen Maran poniendo ilusionada toda el alma en su memoria, se han

    llegado a verificar como ciertas muchas de las historias que corran siglos atrs como

    leyendas sin fundamento, pese al encanto novelesco de los textos investigados.

    Contaron los meritados esposos con la pericia arquitectnica de todo un Fernando

    Chueca Goitia, entre otros ilustres colaboradores a su tesn restaurador, y de las ruinas

    se alz la hermosura arquitectnica del palacio como una bella durmiente viva pero

    olvidada. Hoy ya sabemos que es posible y necesaria la realidad que cronicones y

    romances pretendan comunicarnos, adems de lo que siglo tras siglo sugeran las

    romnticas ruinas, los vetustos muros, la tmida alberca y los rumorosos jardines.

    Ahora podemos escuchar sin prejuicios historicistas el silencio impresionante

    que en las alcobas milenarias son la ms elocuente confidencia del amor all vivido por

    "Galiana" y sus amantes. Y hasta temblar, siquiera fugazmente, con la sobrecogedora

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    evocacin del conjunto de edificios y jardines que deslumbraran al orbe desde la

    antigua vega toledana, cuando la poesa y el amor eran lenguaje obligado en las

    noches galantes del eterno caudal llamado entonces Wadi Tajo. Puede que el Tiempo,

    peregrino sin retorno, deje en verdad su rastro de llantos y de risas, y aun de susurrosperceptibles, para cuantos rastrean las huellas de su paso. Dice Ibn Zaydun...

    " No volvern las noches deliciosas

    ni la hermosura que alegr mis ojos,

    pero es la misma tierra y son los mismos

    los astros luminosos en la noche..."

    El ltimo palacio de Galiana sigue en mi corazn, no slo en las riberas del ro

    de Toledo. A l dirijo mi pensamiento porque creo en el lado hermoso de esta vida.

    l pone en evidencia esperanzada que la inmortal belleza no es privilegio del

    pasado, pues nos ha dejado su perfume hecho presencia en un poema de piedra y

    alma, de sueo y realidad que an queda y brilla renovado bajo el mismo sol, junto

    al mismo ro y en el mismo lugar, siglo tras siglo, milenio tras milenio. Junto al

    estanque de las "Galianas" que se miraron y seguirn mirndose en el espejo de sus

    aguas, me propuse arrancar a ese lugar imposible sus terribles verdades y sus ms

    hermosas mentiras para poder morir feliz. Mis amigas me miraban aquella tarde

    sonrindome burlonas, y un tanto descredas, pero despus una de ellas me

    animara con una valiossima documentacin y sobre todo con su fiel amistad, que

    me ha venido acompaando en mi deambular investigador por media Espaa y

    medio Imperio Romano, remontando el trazado de las viejas calzadas o atravesando

    el Mare Nostrumbuscando y encontrando la verdad histrica que no desmiente las

    leyendas. Hoy Luisa, desde el Cielo, dir condescendiente y sonriendo: "Pero qu

    chico ms loco!". Pero, al anochecer de aquella extraa tarde, cuando la luz de seda

    estaba a punto de rasgarse a nuestro alrededor y pareca flotar llevando al ro

    jirones del castillo, cuando ya los jardines se desperezaban como nios

    somnolientos, pidiendo que nos fusemos, porque daba la hora en la que los

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    espectros del palacio se aparecen fulgientes y anidan en sus frondas, entonces, fue

    cuando sucedi que, al volverme para echar mi ltima mirada hacia el palacio,

    sorprend lo que a primera vista me pareci ser la silueta de una joven vestida de

    novia o de novicia cruzando por los altos ajimeces. Luisa se santigu al advertirtambin su ingrvida presencia aunque inmediatamente, como si no diese mayor

    importancia a lo que pudo tratarse de un reflejo de luna, comenz a desearnos

    bueno el viaje de vuelta. Alguien que no delatar se puso a temblar, y yo supe

    despus que no fue a causa de la suave brisa de la noche.

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    EL LTIMO PALACIO

    DE GALIANA

    PRIMERA CONCORDIA DE LOS TEXTOS

    DISCORDANTES ACERCA DE ESTE

    MONUMENTO DE TOLEDO

    Y DE SUS MS ILUSTRES MORADORES

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    BREVSIMA INTRODUCCIN

    El esplendor milenario de Toledo tiene su paradigma en el palacio

    fortificado que se alza en las afueras de la ciudad, ro arriba, en la llamada huerta

    del rey. Vinculada a las mltiples historias y leyendas de este monumento, aparece

    siempre una bellsima mujer recluida en l como amante y amada de reyes,

    emperadores, o guerreros que no dudan en pelear a muerte por sus favores

    esquivos. Y sucede adems que, tales damas misteriosas, en lugar de perpetuar sunombre, pasan a la tradicin como las "Galianas", por encontrarse su palacio en los

    idlicos parajes contiguos a la va Galiana, una calzada romana llamada as porque

    llegaba hasta las Galias.

    Al cabo de los siglos, confundidas morada y moradoras, el docto Covarrubias1

    llega a decir que "Galliana es nombre de Mora, y dizen los Arabes, que vale tanto

    como preciosa, amable, estimada. En Toledo huvo una Princesa Mora, hija deGadalfe; a la qual su padre edific unos palacios ricos y de gran recreacin en

    Toledo a la orilla del Tajo, que hasta hoy da queda el nombre a las ruinas dellos...".

    As, aunque con paciencia y tesn los investigadores consiguen ir rescatando

    nombres y pormenores de cada una de las moradoras del palacio, ninguna consigue

    reemplazar en la memoria colectiva a la Galiana de toda la vida, criatura potica e

    inmortal sntesis de las diversas gracias que correspondieron a aquellas numerosas

    mujeres, blancas como la leche y rubias como la miel al gusto juglaresco. Algunasbien es verdad que no fueron en vida tan blancas ni tan rubias, pero lo que s es

    cierto es que todas ellas son personalidades bien histricas, y que a partir de la

    restauracin arquitectnica2 de este palacio se han llegado a verificar muchas de las

    leyendas seculares y se han podido identificar personajes y sucesos sin la menor

    sombra de duda.

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    "Pido al curioso lector un poco de gusto por las

    aventuras, para atravesar conmigo esta selva salvaje e

    intrincada de documentos difciles, en busca del terreno

    despejado donde hallemos luz".

    R. MENNDEZ PIDAL

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    PRIMERA PARTE

    LOS PALACIOS PREISLMICOS

    1. Los primitivos palacios

    Hasta finales del siglo III a. de J.C. los pueblos prerromanos de la Meseta no

    se veran afectados en su tradicional independencia. Anbal penetra en el corazn

    de la Pennsula con su caballera y sus elefantes, deshaciendo en el -219 la

    Confederacin3 surgida en torno a Toledo, por aquel entonces poco ms que un

    castro estratgicamente situado. Un poco ms adelante, en el -193, los romanos

    juzgan de capital importancia la toma de la incipiente ciudad e inician su

    romanizacin, nada pacfica como nos consta por Plinio4 y otros autores. En tiempos

    de Tiberio Sempronio Graco (-180 a -179) se establecen unos generosos pactos

    entre romanos y toletanis, pero bajo promesa de stos de no volver a levantar

    murallas en el permetro urbano.

    Tales acontecimientos ponen de manifiesto el protagonismo toledano en

    aquel entonces, y la posibilidad de que la ciudad se pudiera desbordar fuera del

    recinto amurallado con mayor fluidez que en los siglos del Bajo Imperio. No es

    aventurado suponer la existencia de mansiones campestres junto al Tajo bastantes

    siglos antes de la construccin del palacio de Zaida. Cerca del emplazamiento de

    ste, tenemos pruebas5 de que se alzaron quintas romanas, cosa lgica si se tiene

    en cuenta que los romanos mimaron Toledo, construyendo calzadas de acceso,

    puentes, acueductos6, baslicas, un majestuoso circo, y las susodichas mansiones

    adornadas con artsticos mosaicos y estatuas, que tambin decoraban infinidad de

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    termas pblicas y privadas. De los palacios no qued ni rastro aparente hasta que

    en el siglo XX comenzaran excavaciones con el necesario rigor que anteriormente

    no tuvieron. En su "Historia de la Arquitectura Occidental", Fernando Chueca Gotilla,

    nos explica: "La romanizacin corre pareja con el cumplimiento de programasconstructivos cada vez ms amplios y complejos. Primero se trataba de cubrir las

    necesidades militares, construir campamentos, calzadas, puentes, defensas, y ms

    tarde obras civiles, urbanas, religiosas, unas de representacin, otras de utilidad y

    diversin. Todos los programas del mundo romano se cumplieron en Espaa, pero

    no cabe duda que en nuestro pas sus principales empresas son las de utilidad

    pblica. Tambin puede ser que sus puentes, acueductos, murallas, etc., tanto por

    su solidez como por su utilidad, sean lo que ms ha prevalecido, mientras que los

    templos, termas, palacios y viviendas, ms frgiles y menos necesarios, han sido

    vctima de la mudanza de los tiempos". Aunque siempre resulta difcil cifrar la

    poblacin de entonces, es de suponer que si el circo de Toledo tendra un aforo

    proporcionado al nmero de posibles espectadores, por el tamao de sus ruinas, la

    ciudad no tendra menos de 25.000 habitantes. Adems de cuantitativamente, la

    urbe creci modificando su indigenismo inicial e integrndose en la romanidad.

    Las clases sociales no estaban excesivamente cerradas, y, al igual que los

    esclavos alcanzaban la libertad pasado un tiempo y podan ascender ellos o sus

    descendientes a los ms altos estratos sociales, la ciudad pas de su condicin de

    estipendiaria a la de libre, de libre pas a ser inmune, y, tras la inmunidad,

    alcanzara la condicin de las "civitas liberae foederate" del Imperio, pudiendo as

    incluso acuar moneda romana propia. Su situacin estratgica, conducta pacfica y

    alto grado de romanizacin, la hicieron merecer las ventajas del ius latiio derecho

    latino que complementara Caracalla, hasta el pleno derecho romano, en el ao 212,

    y por sus calzadas pudo recibir prontamente los productos inesenciales y costosos

    de Roma, as como enviar a la Metrpoli los que le eran propios o le llegaban de su

    cercano o lejano entorno. Surez Fernndez, en su "Historia de Espaa Antigua y

    Media", destaca como principal aportacin de Roma a la Pennsula desde el punto

    de vista econmico, la creacin de su primera infraestructura. Aunque tambin

    afirma que, en la mayor parte de los casos, los ingenieros militares del Imperio

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    aprovecharon gran parte del antiguo trazado de las rutas prerromanas,

    pavimentndolo para integrarlo en su red viaria7.

    Una de estas calzadas llegaba a Toledo desde el importante nudo de EmeritaAugusta (Mrida), enlace con el llamado "Camino de la plata" o Via Equinea y la

    calzada procedente de Olisipo (Lisboa). Otra de estas vas romanas comunicaba

    Toledo con Consabura(Consuegra), tambin nudo importante del "Camino del cobre

    y del cinabrio" hacia la Btica, as como de la calzada que daba alcance a la Via

    Heracleaen Saetabis(Jtiva). Finalmente, tambin parta de Toledo la Via Galliana,

    llamada as porque alcanzaba las Galias, tras atravesar Titultia, Alternia, Complutum

    (Alcal de Henares), Arriaca, Caesada, Segontia, Ocilis (Medinaceli), Arcobrica

    (Arcos del Jaln), Bilbilis(Calatayud), Nertobriga, Caesar Augusta(Zaragoza), Iacca

    (Jaca) y el Summus Portus(Somport) en los Pyrenaeus.

    Salpicaban el arranque de esta ltima calzada, la Va Galiana, desde el

    puente por antonomasia ("al qantara", es decir "el puente", sin ms, lo llamaron los

    rabes), diversas villas o casas de campo preferentemente asomadas al Tajo. En las

    modernas excavaciones se nos muestran vestigios de su plenitud hispanorromana:

    pavimentos de mosaico, lucernas8, cermica, monedas... A la vez palacios y

    granjas, con patios porticados y suntuosas estancias rodeadas de amplsimas

    dependencias agrarias, mezclaban los refinamientos urbanos con el utilitarismo de

    una explotacin rural. A partir del siglo II, por falta de guerras que aportaran nuevos

    esclavos y por la manumisin de los antiguos, se establecieron en las villas

    campesinos libres o "coloni", adscritos a ellas con un tipo de esclavitud algo ms

    humanitaria, que se ocupaban de la produccin de cereales, aceite y vino, aunque

    tambin, en menor escala, de lino, esparto, higos y bellotas. La mayor parte se

    destinaba a Roma, con lo que, al abrir brecha los germanos en la frontera del Rhin,

    y, ms concretamente, a partir de los aos 260 al 277, en los que hay constancia de

    incursiones brbaras en Hispania, las exportaciones se vieron aminoradas por los

    gastos y peligros del trfico interprovincial, y la produccin decay a los mnimos

    necesarios para el consumo local.

    El resultado es que los colonos libres se iran convirtiendo, por su menor

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    importancia, en siervos de los propietarios romanos y visigodos (sern los "siervos

    de la gleba" medievales). Tambin a causa de las protoinvasiones germnicas, las

    afueras se hacen inseguras, se levantan de nuevo las murallas, y, a extramuros de

    Toledo, los palacios se abandonan, llegando a desaparecer de la superficiecubiertos de maleza, o de sucesivas capas de cultivo. De los que permanecern

    evolucionando al correr de los siglos, unos sern fortificados y adaptados al gusto de

    los sucesivos invasores, otros quedarn reducidos a simples casas de labor9, y, el

    resto, darn lugar a caseros o aldeas (Olas, Args, Cobisa,...10) cerca de Toledo.

    Bajo Diocleciano, y desde el ao 293, decir Hispania era referirse a la unidad

    administrativa que englobaba la Pennsula, las Baleares, y el Norte de Africa

    prximo al Estrecho. El culto imperial extenda su influencia litrgica y patritica

    sobre una provincia, en la que el cristianismo estaba mal asentado y las religiones

    prerromanas pervivan en mltiples prcticas culturales y supersticiosas. El poeta

    hispanorromano Aurelio Prudencio Clemente, ensalza en su "Peristephanon" a los

    mrtires que dieron el ciento por uno de su sangre a la semilla sembrada en ellos

    por los Siete varones apostlicos (Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio,

    Cecilio y Hesiquio), consagrados en Roma para evangelizar Hispania. En Toledo

    naci Leocadia, y en el 304 muri, virgen y mrtir, bajo el rigor del ltimo "faran"

    imperial Diocleciano, "Dominus et Deus" a la usanza oriental que tuvo su

    continuador en el csar Galerio, tambin dispuesto a hostigar y dispersar el clan

    filocristiano del joven Constantino. Pero el Imperio ya no tiene cura, "los ricos se

    hicieron cada vez ms ricos, y los pobres cada vez ms pobres. As no puede

    resultar sorprendente la facilidad con que los germanos llegaron a asumir el poder;

    las masas de poblacin estaban acostumbradas, desde mucho tiempo antes, a

    permanecer indiferentes respecto a la calidad de las personas que ejercan la

    autoridad"11. En vano se consolida la divisin Hispana en siete provincias (Btica,

    Lusitania, Galaecia, Tarraconense, Cartaginense, Tingitania y Balerica), y se

    intentan diversas reformas burocrticas. Eurico, el ao 476, vista la decadencia

    general de Occidente, deja de reconocer la dependencia de sus estados y decide,

    sin ms, que el rgimen romano pase a ser sustituido por el germnico.

    Despus de las avalanchas de suevos, vndalos y alanos, es inimaginable

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    otra "invasin" por cuenta de los visigodos, y ni siquiera un proceso de conquista

    similar al llevado por las legiones sobre las tribus prerromanas. Sencillamente los

    hispanos pasaron de la dependencia de Roma a la de Tolosa, puesto que el poder

    militar y cuanto llevaba anejo ya era ms que ejercido por los visigodos federadoscon Roma. Y en cuanto al poder civil, seguira estando en manos de funcionarios

    hispanos. Los tiempos eran suficientemente rudos para que muy pocos apreciaran

    excesivamente el cambio de rgimen. Toledo, todo lo ms, llegara a denominar

    "villae gothorum" a las villas romanas que salpicaban la Va Galiana, y a travs de

    esta arteria fueron llegando, cada vez en mayor nmero, los nuevos dueos, las

    nuevas familias germnicas.

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    2. Las "villae gothorum"

    Cuando los visigodos llegaron a Toledo apenas si notaran diferencias con

    respecto a otras importantes ciudades del Imperio. Las mismas calzadas que les

    llevaron a la ciudad, los slidos puentes, parecan ms acercarles a Roma que a un

    lugar provincial de la remota Hispania. Los campos circundantes tambin les

    recordaran Italia: canales y acequias sobre cuidadas huertas, cigueas (ciconiae),norias y acueductos, como perfecto entramado hidrulico que ellos se limitaran a

    conservar, pues slo alcanzara desarrollo y perfeccin posterior durante el largo y

    fecundo perodo hispanorabe.

    La decadencia generalizada de las antiguas urbes del Alto Imperio haba

    generado una nueva forma de agrupamiento humano a partir de las "villae", a base

    de unidades rurales autosuficientes y ajenas a la competitividad comercial, que losgodos encontrarn y asimilarn a su llegada, consolidndolas mediante la legislacin

    de aspectos tan concretos como la distribucin de las aguas para el riego, o la

    proteccin de determinados cultivos de inters patrio. El gran legislador Recesvinto

    senta verdadera predileccin por una de estas villas, la de Gerticos, en lo que hoy

    es la provincia de Salamanca donde por cierto le lleg pacficamente la muerte. Slo

    en contadas ciudades no se produjo la generalizada decadencia urbana, y an as

    se desarrollaron numerosas villas en su entorno como es el caso de la propia Huerta

    del Rey mezcla de palacio campestre y explotacin agraria desde aquella lejana

    centuria.

    Posiblemente seguira plantada de "fruges aridas et humidas" como en los

    siglos anteriores, especialmente de olivos y vias. San Isidoro describe las faenas

    agrcolas12 en los mismos trminos que Columela en el siglo II, nueva confirmacin

    del continuismo visigodo respecto a los tiempos romanos. Todo lo ms se

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    18

    produciran innovaciones como el cultivo de las espinacas y alcachofas tradas a

    nuestros campos por los invasores godos. Estos no se contentaron con ocupar las

    mejores tierras, sino que duplicaron en su provecho la "tercia" que por derecho se

    les haba asignado

    13

    con gran escndalo de los hispanorromanos. Los "senioresgothorum" o "maioris loci personae" se valieron de siervos y colonos para explotar

    las tierras confiscadas, mientras que los antiguos propietarios que lograban

    permanecer libres (los "minores" o "humiliores") practicaban el tradicional

    colectivismo agrario hispano de origen prerromano14: La tierra cultivable se divida

    en lotes pero la comunidad se encargaba de dirigir su cultivo y aun de reglamentar

    las diversas faenas. Aunque esta modalidad colectiva deriv no tardando hacia el

    minifundismo individualista que an tiene tantos adeptos. Cada copropietario tras

    detentar su propia casa y su propia huerta, convirti en propiedad privada el lote

    comunal que le haba sido asignado para el cultivo de propiedad colectiva15.

    Por su proximidad a la ciudad regia de los godos y tambin por su

    abundancia de agua del Tajo, la Huerta Real ms que un conjunto de

    minipropiedades seguramente sera bocado apetecible para los poderosos,

    posiblemente de la propia familia real de donde le viene el sobrenombre de "Real o

    del Rey" con el que de siempre se la ha conocido, siendo como queda apuntado una

    mezcla de explotacin agrcola y de lugar de esparcimiento y de recreo para las

    princesitas rubias y blancas de la historia y las leyendas. Aqu se recreaba

    ciertamente Brunequilda, hija del rey Atanagildo, cuando se tuvo que ir hacia las

    Galias para convertirse en reina de la Austrasia de Sigeberto que la obtena por

    esposa sin violencias previas. Atanagildo, que decidi la capitalidad de Toledo, no

    dejaba de vincularse mediante su poltica matrimonial con los reinos germnicos

    transpirenaicos que acechaban a Tolosa.

    Recordemos que no haca tanto de aquel ao 407, en el que Roma se las

    haba con el godo Alarico y tena desguarnecidas las fronteras, que los pueblos

    brbaros16 se apresuraron a atravesar aprovechando los puentes naturales de hielo

    que presentaba el Rhin a la altura de Maguncia, y que ni el encomiable ejrcito

    britnico del autodenominado Constantino III consigui ya evitar que se adentraran

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    hacia el Sur entre devastaciones y pillajes sin cuento. Visto queda tambin que los

    feroces nmadas comenzaron a instalarse federndose con Roma a cambio de la

    citada "tercia" de las tierras provinciales. As los visigodos persiguen hasta Hispania

    a suevos, vndalos y alanos, destruyendo a los ltimos, empujando a los vndalossilingos hacia el Norte de Africa, y arrinconando a los suevos y a los diezmados

    vndalos asdingos en el Noroeste peninsular. Desde el tiempo de Teodorico II,

    numerosos hispanorromanos emigran a Galicia y junto con los brbaros all

    confinados establecen un reino modlico, al decir de Salviano en su "De

    gubernatione Dei", obra de propaganda catlica frente al arrianismo imperante en

    toda tierra de godos.

    Tras la conquista de Roma por Odoacro en el 476, el caudillo Eurico se

    autoproclama en Tolosa rey independiente de los territorios federados de Hispania y

    el Sur de las Galias, aunque se siga sometiendo muy tericamente al emperador

    oriental, incentivando a partir de la nueva situacin el incesante trasvase de familias

    germnicas a travs de la Via Gallianaque llega hasta Zaragoza, Toledo y Mrida,

    segn lo demuestran las necrpolis visigodas que aparecen a todo lo largo de dicho

    cauce vial de la poca romana. Es tambin probada la presin de los francos, que

    derrotan a los visigodos en Vogladum(Vouill) en el 507 sentenciando la seguridad

    del llamado Reino Godo de Tolosa. Teodorico el ostrogodo fue quien facilit los

    subsiguientes asentamientos mayoritariamente en Hispania quedando la Septimania

    cada vez ms como territorio de frontera. Este Teodorico actuaba como regente de

    su nieto visigodo Amalarico desde Rvena, gobernando el "Reino de Tolosa" a

    travs de Liberio, prefecto de Arls. Muerto el ostrogodo, Amalarico recupera el

    tesoro real visigodo que legitima su entronizacin el ao 526. Su sucesor, Teudis, al

    trasladar la capital desde Narbona a Barcelona convierte a Hispania en solar

    preponderante del reino, ahora ms visigodo que nunca puesto que su

    administracin pasa de manos de los funcionarios galorromanos a las de los

    hispanovisigodos. Consecuentemente con dicha hispanizacin la capitalidad del

    reino se adentra cada vez ms en la Pennsula, de Barcelona a Sevilla, de sta a

    Mrida, y finalmente a Toledo, quiz encontrando aqu una apropiada equidistancia

    con los lmites territoriales aunque tambin por alejarse estratgicamente de los

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    ncleos hispanorromanos de la Btica y de la Tarraconense. Adems Toledo

    concilia as la capitalidad religiosa, ganada a finales del siglo IV y que tan rentable

    les iba a ser a los nuevos monarcas, con la capitalidad poltica que perdur hasta la

    llegada de los musulmanes. Las villas de las afueras, si quedaron en pie tras lasprimeras incursiones brbaras, seran rpidamente restauradas sin perder su

    antigua apariencia tan al gusto de los visigodos.

    As hemos llegado de nuevo al punto en que Brunequilda es ofrecida en

    matrimonio por Atanagildo a Sigeberto de Austrasia, con tan cuantiosa dote que

    despert la curiosidad de los magnates francos que se congregaron para recibirla,

    quedando as prendados de su belleza y de sus dulces y refinados modales.

    Venancio Honorio Fortunato la equipar en sus poemas a las deidades mitolgicas,

    despertando los celos de stas. Los versos del poeta17 provocadores de la envidia

    olmpica son los que describen a Brunequilda el da de su llegada a Reims como

    "Nueva Venus radiante cuyo rostro/ ofusca los destellos de las joyas/ que se

    adornan y alegran en su frente"18. El feliz esposo morira prontamente asesinado, y

    ella padecera una vida de lo ms borrascosa pereciendo ya anciana de manera

    atroz al ser atada viva a un caballo salvaje que la arrastr por un campo de guijarros

    hasta despedazarla. Por si no le fuera suficiente seguridad para su reino el contentar

    a Austrasia, Atanagildo concede a Chilperico de Neustria la hermana mayor de

    Brunequilda, llamada Gelesvinta que tampoco tuvo un final afortunado. Si la primera

    gracia haba sido tan brillante para su padre, esta segunda era la alegra de su

    corazn, y Atanagildo manda detener la comitiva que se la lleva de Toledo para

    siempre hacia las Galias, como si se arrepintiera o le viniera un mal presagio. Slo

    una hora pudo detener a los perplejos embajadores de Neustria, que le miraron

    sollozar abrazado a su hija preferida en los jardines del palacio extramuros donde la

    vio crecer, mientras ella a su vez lanzaba su ltimo adis a su amada ciudad natal.

    Al ao de la boda celebrada en Run, otra diosa con celos, esta mortal y llamada

    Frenegunda que era la concubina favorita del rudo Chilperico, logr afixiar a

    Gelesvinta mientras la pobre dorma quiz soando con las felices riberas del

    ameno Tajo. Venancio Fortunato cita a las dos princesas en sus versos:

    "Dos torres gemelas

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    a cual ms hermosa

    con las que Toledo

    ornara las Galias".19

    Menndez Pidal, ms que torres, las llama apenado en su monumental

    Historia de Espaa "cumbres de desventura". Al igual que lo sera la tercera gracia

    del palacio de Galiana, la simpar Ingundis que haca brotar las flores a su paso, hija

    de Brunequilda y Sigeberto, educada en la fe catlica de los francos.

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    3. La alberca de Galiana

    Refiere Don Francisco de Pisa20 que reciben el nombre de Palacios de

    Galiana tanto el alczar real o pretorio dentro de los muros de la ciudad, como la

    "casa de placer que tena el rey dentro de su huerta, y se vea desde donde al

    presente es el monasterio de Santa Fee". Y explica que este monasterio, tras ser

    priorato de la orden de Calatrava, los Reyes Catlicos lo dieron a las comendadorasde Santiago, monjas que "habiendo primero estado en otras partes entre tanto que

    esta casa de la Santa Fee se labraba y acomodaba para la clausura y recogimiento

    de las religiosas, al fin se pasaron a sta en el ao de 1505". As mismo tal

    monasterio real de Santa Fe junto con otro que antiguamente era llamado San

    Pedro de las Dueas, formaban parte de lo que haba sido el palacio de Galiana

    intramuros que hoy ha quedado cubierto por el Museo de Santa Cruz, y que,

    despus de haber sido objeto de tantas reformas, reconstrucciones yrehabilitaciones ya es imposible atribuirle ttulo alguno de palacio heredero de aquel

    histrico que se cita salvo en sus cimientos romanos y restos de sus muros

    romanovisigodos, as como del oratorio islmico-mudjar que antes haba sido el

    baptisterio de la primitiva catedral toledana segn unos o capilla palatina de Santa

    Mara del Alficn segn otros, y que termin siendo una capilla de San Jernimo.

    Muy reducido nos parece hoy en da para ser el baptisterio donde se sita la

    escena de la inmersin de Ingundis en las aguas bautismales, y nos parece incapaz

    de contener a todos aquellos cortesanos del rey Leovigildo que actuaron de testigos.

    Ms fiable nos parece la leyenda que localiza la inmersin de Ingundis en la alberca

    de Galiana, correspondiente al palacio extramuros. Este es el nico palacio de

    Galiana que hoy nos queda, porque el de dentro de la ciudad es ya irreconocible tras

    su desmembramiento al correr de los siglos bajo la casa real, la orden de Calatrava,

    los franciscanos, las concepcionistas, el hospital de Pedro de Mendoza, los

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    carmelitas, la desamortizacin y el abandono secular, amn de tanto labrar y

    acomodar para cada nuevo destino. Si traemos aqu el testimonio del Doctor Pisa es

    porque a partir de l llegamos a sospechar que el ltimo palacio de los llamados de

    Galiana era y es justamente la "casa de placer que el rey tena en su huerta" y quetodava se alcanza a ver desde el emplazamiento urbano citado, que ahora se

    corresponde con el lateral Este del museo de Santa Cruz. Gracias a que no fue

    rehabilitado para destino distinto del que dio origen a su edificacin, este palacio ha

    podido ser restaurado fielmente en el siglo XX incluso respetando la misteriosa

    alberca que tantas leyendas evoca y tanta historia ha visto reflejarse en sus

    tranquilas aguas.

    El caso es que historia o leyenda, en aquel siglo VI, result que para

    atemperar el cumplimiento de la Lex Visigothorum que prohiba a los arrianos

    contraer matrimonio con gente catlica, Gosvinda, esposa de Leovigildo y viuda de

    Atanagildo, se haba comprometido a convertir a su nieta Ingundis a la fe de sus

    mayores. La princesa, que apenas contaba doce o trece aos, tena bien arraigada

    su religin pero Gosvinda crey que sera suficiente amedrentarla como a una nia.

    Nada ms llegar a Toledo la hizo meterse en la alberca del palacio de Galiana para

    ensayar la frmula del bautismo arriano, que era por inmersin en las aguas al estilo

    arcaizante del bautismo en el ro Jordn. Como Ingundis se neg a recitar con ella la

    frmula hertica, Gosvinda mand preparar la solemne ceremonia del bautismo en

    presencia de la corte, forzando la situacin porque pensaba que as conseguira su

    propsito. Cuando estaba todo dispuesto y los obispos y nobles del reino rodeaban

    la piscina bautismal, fuese en la alberca del palacio o en el reducido baptisterio,

    esperando a la joven nefita sin sospechar lo que ocurra, apareci Gosvinda

    arrastrando por las trenzas a su nieta y, tras desnudarla violentamente ante los

    magnates, la sumergi en las aguas bautismales recitando ella misma a grandes

    voces el canon litrgico bautismal que proclamaba la desigualdad del Padre y el Hijo

    y el Espritu Santo, porque la terca nia se negaba una vez ms a pronunciarlo.

    Leovigildo all presente, miraba tambalearse la tradicin jurdica visigoda cuyo pilar

    fundamental era la paz familiar, y cuya trasgresin supona la exclusin automtica

    de la "sippe", base de la organizacin poltica que agrupaba a todos los parientes

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    agnaticios del jefe de familia. No es de extraar que, ante tamao debilitamiento de

    su propia "sippe", el "Cdigo de Leovigildo" o "Codex Revisus Visigothorum"

    cambiara de base los principios del Derecho robusteciendo el papel del Estado

    frente al de la familia.

    Por tales razones familiares de Estado, y considerando que la residencia de

    Hermenegildo e Ingundis en el palacio extramuros quedaba demasiado cerca del

    palacio intramuros de Galiana, donde moraba Gosvinda, Leovigildo decidi separar

    bastante ms a abuela-suegra y nieta-nuera, confiando a su hijo primognito el

    gobierno de la Btica y pudiendo tener as garantizada la sacrosanta paz domstica.

    Al igual que siglos despus sucedi con Zaida, Ingundis pas de los palacios

    toledanos a los de Sevilla, donde Hermenegildo precedi a su hermano menor

    Recaredo tambin en lo de hacerse catlico. La conversin de este ltimo ofrece

    dudas sobre si fue por razones ms polticas que religiosas, lo que no ocurre en el

    caso de Hermenegildo que fue decidido partidario del catolicismo desde su gobierno

    sevillano. El que la Btica fuese zona fronteriza con los invasores bizantinos del

    Sureste peninsular demuestran la enorme confianza que tena el rey en su

    primognito, lo que hace an ms penoso el hecho de la rebelin del mismo al poco

    tiempo, alentado por los catlicos hispalenses que encabezaba San Leandro.

    Leovigildo, al parecer, intent el dilogo llegando a convocar el Snodo de Toledo del

    ao 580 donde se acord que Ingundis no necesitara volver a ser bautizada como

    pretenda Gosvinda, pues bastara la frmula sustitutoria de la imposicin de manos

    episcopal, pero los esposos se negaron tambin a esto, para no tener que "glorificar

    al Padre por el Hijo y en el Espritu Santo" que era lo hertico que pretendan los

    arrianos, pero adems cometieron la desobediencia de no deponer su rebelin,

    alindose deplorablemente con los bizantinos para usurpar la Btica a Leovigildo en

    lugar de esperar a sucederle hereditariamente. Mientras ste funda Victoriaco

    durante 581, Hermenegildo se apoya en Bizancio para instaurar su propio reino

    acuando monedas de cuo bizantino, hasta que Leovigildo le derrota en Sevilla el

    ao 583. Una moneda conmemorativa, con la inscripcin "CUM DEO OPTINVIT

    SPALI", quiere sealar que Dios estuvo a favor del rey legtimo.

    Los jvenes prncipes escaparon tras la derrota sevillana. Refugiados en

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    Crdoba, Recaredo les informa que Leovigildo les ha perdonado y slo desea

    abrazarles y conocer a su nieto, el recin nacido Atanagildo. Hermenegildo

    desconfa y deja a Ingundis y al pequeo bajo la proteccin de los bizantinos,

    postrndose en solitario ante su padre que lo levanta y le besa limitndose adespojarle de los atributos de realeza que an llevaba. De inmediato enviaron a por

    madre e hijo, pero los bizantinos se negaron a restituirlos porque aquella

    reconciliacin les perjudicaba. Leovigildo les pag treinta mil sueldos de rescate,

    pero lejos de ponerles en libertad los envan a Constantinopla causando la muerte

    de Ingundis durante tan larga travesa, lo cual provoca una guerra total a los

    bizantinos. Childerberto, hermano de Ingundis que ya haba pedido explicaciones de

    lo ocurrido en Sevilla, tras recibir la noticia declara as mismo la guerra al Emperador

    invadiendo el territorio bizantino de Italia.

    Mientras, tras la desgraciada prdida de su esposa Ingundis y retenido en

    Bizancio su hijo Atanagildo, el rebelde arrepentido se refugia en la religin para

    aplacar su terrible dolor cayendo en ese trance mstico que es fcil confundir con el

    umbral de la locura. Aunque al principio slo fue puesto al cuidado de esclavos que

    le servan, el rey lo pone de inmediato en severa vigilancia pues se teme lo peor. En

    la Pascua del ao 585, un obispo tiene la desgraciada ocurrencia de visitar al

    prncipe para tratar de confortarle. Segn San Gregorio de Tours, como el tal obispo

    result ser arriano y Hermenegildo era ya tan firmemente catlico como lo haba sido

    su amadsima esposa, en un determinado momento de desesperacin el prncipe le

    rechaz con tal vehemencia que alcanz a hacerse reo de muerte segn las leyes

    visigodas de su propio padre. En stas, perpetuadas a travs del "Fuero Juzgo"

    medieval, el castigo de "hombre libre que llaga a otro hombre libre" llegaba hasta la

    pena capital segn fuese el "animus", el resultado de las lesiones y la jerarqua de la

    vctima, y se estableca a continuacin: "quien lo dejare de ejecutar por amor o por

    ruego, pierda su dignidad pues razn es que haya dao de sus cosas quien no quiso

    hacer derecho por su grado a aqul que recibiera tuerto". En realidad, el destino de

    Hermenegildo ya estaba fuera de las potestades de este mundo y el verdugo

    Sisberto, que a su vez fue mandado ejecutar bajo Recaredo para contentar a los

    catlicos francos, nos refiere que el prncipe acept santamente la muerte. Gregorio

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    de Tours recoge una piadosa tradicin segn la cual, tras la desgraciada muerte de

    su hijo primognito, Leovigildo se acerc al credo catlico bastante ms que lo hara

    aos ms tarde el converso Recaredo, su otro hijo.

    Un gran pesar sobrecoge a las realezas de Hispania y de las Galias, que

    haba intentado establecer lazos de vida donde el destino slo los quiso de muerte y

    desolacin. Otra hija de Brunequilda, Clodosinda, haba sido enviada como princesa

    prometida en sustitucin de Ingundis, cuando ya Hermenegildo estaba en el trance

    mstico que no le abandonara hasta su martirio, y la infeliz fue entonces destinada a

    Recaredo, que no por ello accedi a repudiar a sus concubinas. Al poco de

    acordado el trato matrimonial resulta extraamente muerta dicha hermana de

    Ingundis, y finalmente la nueva Galiana ser una espaola, hija de nobles toledanos

    y de nombre Baddo, con la que Recaredo contrae matrimonio y con la cual firmar el

    histrico protocolo de conversin al catolicismo. Leovigildo que haba enviado ya a

    Austrasia diez mil sueldos en compensacin por la perdida Ingundis, gira una nueva

    compensacin por Clodosinda, y aunque al parecer tambin solicita de Neustria que

    enven a Toledo a la princesa Rigundis, hija de Chilperico y prima de las dos

    fallecidas, lo cierto es que ver malogrado antes de morir su ltimo proyecto de

    alianza matrimonial. Ser la reina Baddo quien acompaar a Recaredo en el

    solemne anatema contra Arrio y en el reconocimiento como doctrina verdadera la de

    los concilios de Nicea, Constantinopla, Efeso y Calcedonia. Aquellos brbaros

    nuestros nos convirtieron as al catolicismo.

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    4. Eplogo oriental para la "Urbs regia"

    Muerta Ingundis el ao 584, Hermenegildo en el 585, y dando por perdido a

    su nieto Atanagildo, Leovigildo se haba extenuado guerreando contra los suevos en

    Galicia y los francos en la Septimania muriendo sin causa aparente en la primavera

    del ao 586. San Isidoro dice que "Recaredo, con tranquilidad, hereda el cetro de su

    reino" que en los ltimos aos haba ayudado a consolidar militar ydiplomticamente. Tras derrotar en territorio de las Galias al intransigente Gontrn,

    hermano de aquella Rigundis que Leovigildo an soara como reina junto a su

    heredero, y anexionados en vida del viejo monarca los territorios suevos, se inicia

    una era de paz con francos y bizantinos que permite el florecimiento de la cultura

    toledana y la unificacin religiosa bajo la fe catlica. Es de suponer que dicho

    florecimiento diera notables frutos pese a que no nos queden sino muy escasos

    vestigios de los mismos. Las edificaciones quedan entremezcladas con lasprecedentes hispanorromanas y subsiguientes hispanomusulmanas, an no han

    aparecido pinturas visigodas y slo podemos imaginarlas a travs de su pervivencia

    en las miniaturas mozrabes. Tras el III Concilio tampoco dejaron muchos vestigios

    las llamadas artes menores, porque tras su conversin los visigodos dejaron de

    enterrar bienes funerarios a la usanza germnica, y lo poco encontrado se confunde

    con lo que procede de la imperial Bizancio. En cuanto a la escultura, se da una

    notable continuidad con las iconografas paleocristianas que tambin aparecen an

    durante el siglo VIII en los palacios omeyas de Siria y de Jordania, sin que sepamos

    a ciencia cierta si esto ltimo slo tiene que ver con la influencia de su entorno

    natural de Asia Menor, o si tambin se lleg a producir algn tipo de difusin de los

    modelos toledanos tras el saqueo de la capital de Hispania en beneficio de Damasco

    a raz de la victoriosa invasin que tuvo lugar en nombre de los entonces califas

    abuelos de nuestro Abderramn I.

    Es pena, que para hacernos una idea aproximada de la arquitectura toledana

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    de aquellos siglos nos tengamos que conformar con los escasos fragmentos que

    aparecen en los muros de la ciudad, en sus contados frisos y capiteles, y en sus

    daadas celosas o impostas, que podemos reconocer como de entonces si las

    llegamos a comparar con las que encontraremos en edificaciones distantes cientos omiles de kilmetros de Toledo. El soplo creador en cualquier caso ya es netamente

    oriental, las bvedas y los arcos, los clpeos con figuras circundados por un anillo

    con decoraciones vegetales, que aparecen en las enjutas de las arqueras en el

    interior de la asturiana Santa Mara del Naranco, del siglo IX, son de la misma traza

    que los que encontramos en los palacios del siglo anterior en el desierto de

    Jordania, tanto en el Qusayr Amracomo en el Qasr el Kharaneh. Los artistas de la

    Espaa de entonces, tienen como sus precedentes de Siria mayores influencias

    bizantinas que romanas, procedentes de Rvena o de Constantinopla.

    Recorriendo lo que fueran palacios de los califas de Damasco, tanto el

    "Qusayr Amra" del desierto, como el urbano qasr (palacio) del Ybel el-Qala'a o

    ciudadela de la propia Ammn, no es difcil evocar lo que seran en su tiempo los

    palacios de Galiana21. El primero de estos dos citados es denominado en rabe

    qusayr, una especie de palacete de recreo, que contaba con agua abundante y

    baos, construido para descanso y esparcimiento del califa omeya Walid I, cuando

    peregrinaba desde Damasco a La Meca. A falta de ro Tajo, tena un generoso pozo

    y una noria como las desaparecidas de la Huerta del Rey, o las que an subsisten

    en las huertas de Murcia. De la de Jordania, correspondiente al citado palacio hoy

    rodeado del ms rido desierto, quedan tan slo unos escasos restos y es muy

    dudoso que pueda ya volver a subir agua. Del bello qusayrtampoco queda mucho,

    apenas se destacan en los ocres arenosos los muros y las bvedas de color de

    arcilla puesta a cocer al sol, aunque las paredes y techos del interior conservan su

    primitiva decoracin de pinturas al fresco, muy deterioradas desde el mismo siglo

    que fueron llevadas a cabo, debido a que los nuevos califas abbases expulsaron a

    los omeyas y prohibieron toda representacin de figuras humanas. Estas pinturas, al

    igual que las que hemos podido ver tambin muy perjudicadas por los iconoclastas

    en el interior de construcciones religiosas y civiles de la Capadocia, por ser del

    mismo estilo tardorromano nos dan una idea bastante exacta del aspecto que

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    pudieron presentar en la poca visigoda las que decoraron el ltimo palacio de

    Galiana, y que los omeyas de Occidente respetaran hasta bien avanzado el dominio

    musulmn en Toledo. En cuanto al palacio del "Ybel al Qala" de Ammn, baste

    decir que la ciudadela estaba construida en tres terrazas como las que an sepueden apreciar descendiendo la cuesta toledana de Zocodover hasta la puerta de

    Alcntara, sobre las cuales se alzaba el palacio de Galiana intramuros. Para mayor

    poder de evocacin toledana, los restos del "qasr" tienen la forma de cruz griega del

    Museo de Santa Cruz y, como ste, tienen al lado toda una seccin lapidaria

    arqueolgica. Tanto en el interior, como en el exterior encontramos esculpidos

    medio relieves que al instante nos pusimos a comparar con los recientemente

    descubiertos en el exterior de la iglesia mozrabe toledana de Santa Justa y que se

    repite en otros vestigios decorativos de la ciudad del Tajo, restos del naufragio

    bajoimperial que los artesanos recopiaban con nostalgia del esplendor de Roma

    durante aquel tiempo de godos.

    Conocida la conversin de los arrianos bajo San Leandro, el papa Gregorio

    no deja de alegrarse con la buena nueva y de inmediato trata de centrar a Recaredo

    en la senda catlica abierta en los Concilios de Toledo. Al Paulo clsico 22 del

    derecho romano opusieron de siempre los toledanos el noster Paulus (San Pablo)

    que trajo a Hispania la semilla de la fe y que en sus epstolas configur el nuevo ius

    de la Iglesia que perfeccionaba el antiguo derecho pagano. De San Pablo y los

    Concilios de Toledo se nutren las races cannicas23 de nuestro derecho civil, que

    tanto entrelaza el secular con el eclesistico, y cuyos precedentes ya se encuentran

    en el famoso Melanthn, obispo toledano presente en el Concilio de Iliberris24, a

    comienzos del siglo IV, y en el I Concilio de Toledo25, que condena la doctrina del

    hereje Prisciliano al final de esa misma centuria. Con lo que Recaredo y el III

    Concilio hacen las aguas toledanas a su primer cauce conciliar anterior a los

    godos26, lo cual acrecent sobremanera la influencia de la jerarqua catlica e hizo

    que las sedes episcopales fueran codiciadas por la vieja nobleza germnica slo

    superficialmente conversa. La simona, crueldad y desmandada sexualidad de estos

    pastores de la Iglesia pas a ser constantemente tratada en los cnones conciliares,

    y la situacin del rebao, sobre todo de los esforzados esclavos27 de aquellos

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    obispos, mercenarios ms que pastores, y propietarios de las mejores villas se hizo

    penossima. La figura romana del "villicus"o esclavo de confianza que haca trabajar

    a los villanos, se hizo odiosa por su desmedida crueldad en ese tiempo de nobles-

    obispos, que slo atenuaban aquellos rigores a sus esclavos cristianos, dando lugara conversiones masivas en las villas prximas a Toledo. Desgraciadamente la

    historia no trata de stos, callados, trabajadores y obedientes, que son los

    personajes annimos de los palacios de Galiana. No hemos encontrado en los

    numerosos textos consultados ninguna referencia a ninguno de ellos, pero sabemos

    que fueron los que cavaron el vaciado de tierras para cimentar los muros, realizaron

    el acopio de piedras y argamasa, y bregaron en las tareas ms esforzadas de la

    construccin, dndose por contentos con quedar despus de culminadas las obras

    al servicio de los palacios o en los jardines y los campos colindantes. Todo lo ms

    aparecen inscripciones funerarias de sus villicio capataces, pero tambin vivieron

    trabajaron y sintieron aquellos muchos otros sin nombre conocido, cristianos

    sinceros o de conveniencia ms que justificable, que miraron crecer a Brunequilda y

    Gelesvinta y hasta lloraron al saber que se marchaban para nunca volver, que se

    compadecieron de la recin llegada Ingundis bajo la terrible Gosvinda, y que se

    enamoraron de Halia mucho antes que Carlomagno, y de Zaida a la vez que Alfonso

    VI, pero que no pudieron ni remotamente hacrselo saber a aquellas criaturas tan

    distantes como hermosas a sus ojos. Fueron tan slo vulgo sufriente y esforzado, de

    ese que, en todo tiempo, suea las grandes pasiones amorosas que otros

    afortunados van viviendo acaso sin tener conciencia de ello. Gente vulgar que cierto

    amanecer saciaron su esperanza al divisar los verdes estandartes musulmanes.

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    SEGUNDA PARTE

    TRES SIGLOS LEGENDARIOS

    1. Fbula de la prdida de Espaa

    Corra el ao 711. El posterior estruendo de la Historia impide hoy apreciar

    los amores abnegados y silenciosos de aquellos seres que apenas fueron sujetos

    pasivos de unos pocos e ineficaces cnones conciliares en contra de su inhumana

    explotacin, pero que tambin fueron sujetos activos de las tantsimas realizaciones

    artsticas y culturales de la "urbs regia" de los godos, antes y despus de la

    denominada "prdida de Espaa" por la invasin musulmana. Tras el III Concilio

    surge "un nuevo pueblo", en palabras de San Leandro, ms cristianamente

    igualitario y menos sometido a la cruel discriminacin de los poderosos germnicos,

    pueblo hispano que ser referencia constante para la monarqua cristiana medieval.

    Primero Alfonso II en Oviedo y despus Carlomagno en Aquisgrn, continuaron

    aquella sntesis toledana de catolicismo y germanismo que tanto elogiara en sus

    versos Venancio Fortunato, en contraste con los que dedica a las cortes nada

    edificantes de los francos: "Semilleros de crmenes y vicios,/ abismos de ambicin y

    de maldad", por lo que deducimos que no saba mucho de Toledo ya que tampoco

    hubo miel sobre hojuelas junto al Tajo, donde la intransigencia fue norma antes que

    la tolerancia, aunque con treguas peridicas en cuanto a lo religioso: Eurico haba

    perseguido saudo a los catlicos pero su nieto Amalarico les toler el II Concilio de

    Toledo, Leovigildo cas en segundas nupcias con una arriana fantica pero su

    primera esposa era la hermana de San Leandro, San Fulgencio y San Isidoro.

    Aunque esto ltimo ms parece el intento de adornar santamente el origen

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    del rebelde29 Hermenegildo, una vez que se le empieza a considera mrtir,

    casualmente tras la alianza de Gregorio Magno con el converso Recaredo,

    paradigma del prncipe catlico que reina "por la gracia de Dios", asociado al altar y

    cuya legitimidad emana de ste. Una especie de remoto Alfonso VI que continuar,en las Curias Regias reunidas en los Palacios de Galiana, las Curias Conciliares30

    de este hijo segundn de Leovigildo. La monarqua toledana se perpetuar a travs

    de los reyes de Asturias, y los de Len y Castilla hasta retornar a Toledo en 1085.

    Es la patria catlico-germnica que fund Recaredo, y en la que el "Codex Revisus"

    de Leovigildo sigue vigente a travs del "Fuero Juzgo" medieval. La otra patria

    espaola, la denominada precisamente Spania por los Cronicones medievales, era

    tierra de infieles a conquistar al Sur de la frontera. Toledo fue, durante los cuatro

    primeros siglos de la llamada Reconquista, la obsesin unificadora tras la prdida de

    Espaa a causa del Islam, la vuelta a la edad mtica de un solo rey sobre todos los

    creyentes que fue recuperada fugazmente por Alfonso VI. Aunque, haciendo honor a

    la verdad histrica, ni Espaa ni la monarqua toledana se perdieron realmente de la

    manera que vena contndonos la fbula que tanto repitieron los juglares: esa que

    echa la culpa a los pecados de un monarca adltero, violador de la hija del conde

    Don Julin, la famosa Florinda la "Cava". Espaa fue fatalmente perdindose con las

    oscuras muertes de espaoles a manos de espaoles, en tanta guerra civil

    intolerante, a lo largo y a lo ancho de su Historia, en la que nicamente son las

    breves historias de amor y los propsitos de concordia la esperanza de un pueblo

    laborioso y combativo que es el que evita finalmente su definitiva perdicin.

    Apenas los Concilios III y IV de Toledo logran un momentneo florecimiento

    hispano que las matanzas cainitas del siglo VII31 terminaran por agostar, dejando el

    terreno propicio a la pujanza de la nueva semilla espaola que sembrar el Islam.

    Fueron en vano los esfuerzos culturales de Sisebuto (612-621) y de San Isidoro (+

    636), ste grande entre los grandes educadores de la Europa medieval32, o del

    propio Chindasvinto arrepentido de sus antecedentes conspiradores33 y dispuesto a

    acabar con las discordias legndonos la base jurdica del "Liber Iudiciorum" y

    protegiendo la lnea isidoriana del poeta y obispo San Eugenio, creador de una

    digna Biblioteca toledana antecedente de las del tiempo hispanomusulmn.

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    Recesvinto, hijo y continuador del anciano rey, fue an capaz de salvaguardar por

    un tiempo la esperanza de una continuidad toledana, pero sus sucesores, si bien

    embellecieron la ciudad34, minaron su futuro de manera catastrfica. Los catlicos

    espaoles se fueron encerrando cada vez ms en s mismos, desafiando incluso aRoma35 y despreciando el estudio del latn y del griego lo que supuso el

    empobrecimiento de los logros anteriores. Decir filsofo lleg a ser sinnimo de

    nigromante o astrlogo, y los jvenes de la nobleza prefieren la comodidad de sus

    villas a la severidad de las aulas. Se da un retroceso general en lo econmico y un

    fenmeno paralelo a lo que en otros estados germnicos conducira a la

    feudalizacin: los reyes se preocupan ms de sus fincas que de su pueblo, los

    obispos se ocupan ms de censurar a los autores clsicos que de sacar provecho al

    estudio de sus obras, proponiendo a su grey el dilema de "Dios o musas", para que

    el pueblo puesto en esa disyuntiva eligiera quedarse con Dios. Pocos aos despus,

    a una gente tan inculta le importar bien poco que ese Dios se llame Allah, y

    aceptar por amo al invasor que, adems, en nada cambia el resto si no es para

    mejorarlo en beneficio de la mayora. Dicho as parece una opinin fuera de lugar,

    pero lo cierto es que las vas romanas y los puentes se haban deteriorado

    ostensiblemente y no se repararan hasta que llegaron los rabes. Los historiadores

    actuales dicen que es que a los godos les pesaba demasiado la herencia romana,

    que les derrumb su peso. De los de entonces mejor no hablar, slo escriban a

    favor del "legitimismo godo" frente a la "usurpacin islmica" y no nos son nada

    fiables. De ellos, por supuesto, es la fbula de la "prdida de Espaa". Bien est

    como fbula, pero no nos convence como historia verdadera.

    A Espaa la perdieron sus malos gobernantes y se la encontraron,

    demasiado fcilmente, los recin llegados mahometanos. Cuarenta aos antes, la

    "Ley militar" promulgada por Wamba el ao 673, aunque ya denota la extrema

    debilidad del estado visigodo, an consigue medios para rechazar las primeras

    avanzadillas del Islam. Pero el deterioro estatal contina, y la propia moneda en

    circulacin, perturbada constantemente por un comercio que haba que pagar

    generalmente en oro o en plata, es muestra suficiente de cmo estaba la hacienda

    de los godos: Los "tremisos", piezas de un tercio de sueldo, acuadas desde

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    Leovigildo en ley de 18 quilates, comenzaron a adulterarse con Egica y con Witiza

    ya fueron de oro bajo, quedando adems reducido su peso legal. Antes pues de la

    irrupcin musulmana se haca preciso acuar un nuevo Estado, una nueva moneda

    con oro de ley y formas de gobierno distintas de las precedentes. Rotos ydegradados los moldes romanos, la renovacin vendra ms que con la amalgama

    hispano-germnica con la gran sntesis arbigoespaola, que fue resultando tras

    siglos y siglos de convivencia con infinidad de matrimonios mixtos. Interesadamente,

    a punto estuvo de confundirnos a todos la crnica mozrabe, escrita en el ambiente

    de los hijos de Witiza, que culpaba a Roderico (el rey Don Rodrigo de los romances)

    de la prdida de Espaa, y diciendo que era un rey lujurioso y temerario, a la vez

    que no negaba que su predecesor fuese violento pero afirmando a continuacin que

    era muy generoso. Los modernos historiadores afirman que en tiempos de Witiza,

    sin sombra de duda, la orilla africana del Estrecho estaba ya entregada a los

    musulmanes, y que el ltimo conde de Ceuta llamado Urbano (y no Julin como

    quiere la fbula) tambin haba capitulado ya ante el gobernador de la Ifriqiya

    omeya, llamado Musa o Muza Ibn Nusayr.

    Recordamos que el "generoso" rey Witiza haba violentado a la esposa del

    duque Favila, madre de Don Pelayo el de Covadonga, con lo que an nos parece

    ms verosmil y clarificadora la afirmacin de Menndez Pidal: "Si un rey ofendi en

    cualquier modo a Urbano36 la cronologa nos dice que ste tuvo que ser Witiza".

    Este rey haba asociado al trono a uno de sus hijos, llamado Agila, pero los nobles

    descontentos con la estirpe de Wamba y hartos de que se les escamotease su

    derecho a la eleccin de un nuevo rey exaltaron a Don Rodrigo, Roderico, dux de la

    Btica, hijo de Teodofredo a quien Egica mand sacar los ojos, y nieto del gran rey

    Chindasvinto. En estas circunstancias de casi guerra civil, desembarc en la costa

    gaditana Tarif Ibn Malluk, muy cerca de la ciudad romana de Baelo Claudia, en un

    lugar denominado Tarifa desde entonces. Le acompaaba una pequea tropa de

    reconocimiento que hubiera sido rechazada sin problemas por cualquier guarnicin

    medianamente prevenida, pero no se produjo ni siquiera una pequea escaramuza.

    A su regreso a Kairawn, pudo informar a Muza que la invasin en toda regla no

    encontrara resistencia y que, adems, contara con el apoyo incondicional de los

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    judos37, perseguidos por los godos. Fue entonces cuando Muza Ibn Nusayr obtuvo

    el consentimiento de Damasco para enviar a Tarik Ibn Ziyad con el grueso del

    ejrcito que derrot al de Don Rodrigo. Segn unos junto al "wadi Lacca" o

    Guadalete, segn otros junto a las lagunas de la Janda. El lugar poco importa.

    En aquella poca singular nadie parece acordarse como culpables de nada,

    ni en fbulas ni en cronicones, de los traidores viticianos. Toda la culpa cae sobre el

    rey Roderico. Y habra que pensar ya acerca de aquellos, viticianos todos, que

    cobraron en tierras y prebendas su traicin a la patria. Los argumentos que esgrime

    Ibn Qutiya, descendiente islamizado de Witiza, no tienen demasiada consistencia

    frente a las modernas investigaciones. Del siglo X procede su fabuloso relato segn

    el cual "haba en aquel tiempo en Toledo un palacio38, el cual de muchos aos atrs

    estaba cerrado con muchas y fuertes cerraduras, sin que ninguno de los reyes

    pasados se hubiera atrevido a abrirle, ni supiesen el secreto de l. Este palacio hizo

    abrir el rey don Rodrigo, pensando que habra grandes tesoros, ms entrando en l

    ninguna cosa hall sino un arca cerrada, y en ella, quebrantando la cerraduras, un

    lienzo pintado con muchas figuras de hombres, con los rostros y trajes de los

    rabes, sobre sus caballos y con espadas y ballestas y sus pendones en alto. Y en

    el propio lienzo una inscripcin en latn que deca que al tiempo que aquellas

    cerraduras fueran quebradas, abiertos palacio y arca, habran de entrar en Espaa y

    enseorearse de ella gentes semejantes a las all representadas. Lo cual, visto por

    el rey Rodrigo y sus acompaantes, les hizo caer en un gran temor de los rabes

    aun antes de haberlos visto en persona".

    En este cuento, al igual que en la crnica del ao 754, se atribuye a motivos

    fabulosos el derrumbamiento de la soberbia monarqua visigoda, minada desde

    dentro por los propios obligados a robustecerla, pero sin lugar a dudas la fbula ms

    difundida es la que nos presenta a Florinda la "Cava", hija de Don Julin de Ceuta,

    seducida a orillas del Tajo por el malvado rey Don Rodrigo. Este personaje, tan

    difamado durante siglos por ser el perdedor de la batalla que decidi el triunfo de los

    invasores (es costumbre nacional el echar al perdedor todas las culpas), es claro

    que no pudo ser quien sedujera a la hija del conde de Ceuta, o que, si realmente lo

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    hizo, no influy su pecado en el dominio musulmn que ya estaba muy avanzado en

    fechas del reinado de Witiza, cuando Don Rodrigo era tan slo dux de la Btica y no

    el rey de Espaa. Cuentan los ms ancianos de Toledo que la infeliz Florinda se

    encontraba en la capital del reino, con otras jvenes hijas de dignatarios visigodos yque, de entre ellas la arrebat el malvado monarca, sin ms ley que sus deseos

    lujuriosos. Y, si no miente ms que Ibn Qutiya el poeta Abn Josafat, as fue como

    se consum el punible ultraje:

    "El rey baj a sus jardines

    por admirar sus jazmines

    y en el estanque jugaban

    tres doncellas que baaban

    sus hermosuras sinfines.

    Finas tnicas velaban

    sus cuerpos y resaltaban

    al mojarse, en su adherencia,

    cierta sensual transparencia

    que ellas no consideraban.

    Reprimiendo su vehemencia

    y ocultando su presencia

    pudo el rey ver que una de ellas

    la ms bella entre las bellas,

    se desnud sin prudencia.

    El agua llova estrellas

    y se irisaba en centellas

    como un deslumbrante llanto.

    De pronto, un terrible espanto

    puso en fuga a dos doncellas.

    Como ser rey no es ser santo,

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    llegado el tormento a tanto

    vol el azor por su presa

    que, inmvil por la sorpresa,

    perdi all mismo su encanto.

    "No llores! Te har princesa..."

    El rey-satn embelesa

    de Florinda el casto odo.

    Pero una vez complacido

    se olvida de su promesa.

    Despechada del olvido

    la Cava juicio ha pedido

    y se celebra la audiencia.

    Ella alega: "Fue violencia!".

    Y l: "Fue placer consentido".

    Corrompiendo la evidencia

    o buscando la sentencia

    ms sabia, decide el foro

    que al rey de la Piel de Toro

    lo juzgue la Providencia.

    Y as, por robar tesoro

    de ms rareza que el oro,

    muri al poco el violador

    y su reino y su esplendor

    se abatieron frente al moro39."

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    2. La ciudad de Tarik

    Es costumbre antiqusima atribuir a los pecados individuales o colectivos gran

    parte de los males que venimos padeciendo los humanos, como si el buen Dios no

    tuviese otra ocupacin que enrevesar nuestro paso por este valle de lgrimas. El

    Doctor Pisa seala incluso el paralelismo que encuentra entre la profeca de los

    rabes que esperaban en el Oriente a que Don Rodrigo colmase la medida de lospecados hispanos, y la que amenazaba con blancos barbudos llegados tambin del

    Oriente a los amorales indios occidentales recin invadidos en su tiempo,

    justificando a los conquistadores por las acciones de los conquistados, "tan fesimas

    que sera cosa torpe decirlas". Las dos Espaas del ao 711, estaban

    personificadas de una parte en la estirpe de Wamba o partido del obispo Oppas

    hermano de Witiza y to de Agila, y de la otra en la estirpe de Chindasvinto o partido

    de Roderico, quien adems tena en su contra el verse continuamente obligado arestaar la aparente unidad nacional, y teniendo por tal causa el grueso de sus

    ejrcitos en el Norte mientras que por el Sur se le cerna Tarik Ibn Ziyat dispuesto a

    someter el reino hispnico bajo el imperio del lejano Califa de Damasco.

    Tarik avanz imparable hasta Toledo, donde Roderico haba sustituido al

    traidor Oppas por el obispo Sinderedo, pero nos cuenta Francisco de Pisa que ste

    "atemorizado con el estado tan peligroso en que estaua la repblica, dexando sus

    ouejas, como mercenario, y no como pastor partio para Italia". Efectivamente un

    Sinderedo obispo de Toledo suscribe los acuerdos de un concilio40 celebrado en

    Roma aos ms tarde, bajo Gregorio II, con lo que los toledanos, como ovejas sin

    pastor se contentaron con el recin llegado Tarik y le permitieron posesionarse de

    los palacios de Galiana. De Roderico el Breve no volvi a saberse, salvo en la

    ciudad portuguesa de Viseo donde una sepultura tena esta inscripcin: "Aqu yace

    Don Rodrigo, ltimo rey de los godos". En vano pretendieron desmentir la afirmacin

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    del epitafio los hijos de Witiza que continuaron una dinasta ttere del califato omeya,

    que les toleraba denominarse reyes godos y les reparti tres mil alqueras en pago a

    su traicin a Espaa. El autodenominado Agila II pretendi mantener su corte en

    Toledo y reinar como federado de Damasco al igual que los primeros reyes godos lohicieron con Roma desde Tolosa, pero Tarik se enamor de la Ciudad del Tajo y se

    qued en ella mandando a otra parte a los witicianos, que an tuvieron la

    desfachatez de continuar durante dcadas la farsa nombrando a Artobs o

    Ardobastro sucesor de Agila II.

    Para mayor confusin histrica, los sucesores de Don Pelayo, el hroe de

    Covadonga, con los restos de la nobleza goda, pretendieron a su vez ser los

    herederos del legitimismo rodriguista que por otra parte cuestionaban ellos mismos

    al hacerle culpable del final de la monarqua visigoda. Este Belay al Rum o Pelayo,

    "un hombre solo, no dudando ofrecerse a todo peligro, nos restituy y restaur la

    perdida Espaa", segn sostiene la historia oficial de una poca de la que ms vale

    no acordarse. La historia de verdad calla y avanza, ms que como un continuo

    inventario de guerras y de hroes, con la tozudez de los hechos, con los hijos que

    nacen y crecen y dan al traste con el fanatismo de sus progenitores, aun cuando sus

    nietos vuelvan a hacerse fanticos por ignorar absolutamente la verdad que vivifica y

    hace libres a las personas y a los pueblos. El legitimismo de la monarqua espaola

    se fundament en Don Pelayo y en las reliquias depositadas en la Cmara Santa de

    la catedral de Oviedo. Despus, la llamada "Reconquista" reforzara tal legitimidad

    magnificando los hechos de armas. Pero antes de eso, aquel ao 711, desaparecido

    Roderico el ltimo rey de Hispania, comienza una nueva era en la que Tarik, recin

    llegado de la Batalla del Guadalete a Ecija, decide dividir sus fuerzas enviando a su

    segundo Mugith hacia Crdoba y avanzando l con el grueso del ejrcito invasor

    para tomar posesin de la capital del Reino.

    Toledo le abri de corazn sus puertas, una vez que los toledanos se

    informaron que el Islam41 respetaba vidas, propiedades, iglesias y sinagogas. Slo

    un reducido nmero de magnates fue desplazado de sus funciones de gobierno. Se

    nombr nuevo obispo, y la vida continu sin grandes cambios. El descalabro sufrido

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    despus por un cuerpo de ejrcito musulmn en los desfiladeros astures, ya en el

    ao 722, no afecta a la invasin42 triunfante en toda la Pennsula y an ms all de

    los Pirineos. Al principio era Tarik quien dispona todo, avanzando por las calzadas

    romanas hasta Clunia, Amaya y Len antes de invernar en Toledo en espera de suseor Muza que vena a sus espaldas desde el Norte de Africa, dejndole hacer

    mientras, con absoluta confianza, aunque luego sintiera celos de l y precipitara la

    ruina de ambos tras ser llamado para rendir cuentas en Damasco ante el Califa.

    La gran mezquita de la capital de Siria nos acogi ms como a propios que

    como a extraos. No en vano se edific y embelleci gracias al botn de la conquista

    hispana. Result que al hacerse musulmana la ciudad (en 636) el templo cristiano

    que haba en ella bajo la advocacin de San Juan Bautista, consagrado durante el

    siglo IV sobre un enorme templo de Jpiter, se dividi en dos mitades para hacer

    sitio al nuevo culto. Pero una vez consolidado el poder de la dinasta Omeya, el

    califa Walid I decidi (en 705) la demolicin de las construcciones damascenas de

    los tiempos de Roma y de Bizancio para levantar en sus solares la mayor mezquita

    de todos los tiempos. De todas partes comenz una gran afluencia de tributos y

    botines de guerra para tan magno propsito pero las obras devoraban stos y

    cuantos otros diversos ingresos se recabaron hasta su culminacin en el ao 715.

    En el curso de tamaa vorgine recaudadora fue cuando llamaron a rendir cuentas

    al gobernador Muza Ibn Nusayr. Tarik Ibn Ziyat le haba acopiado en Toledo un

    cuantioso botn para su traslado a Siria, en el que iban incluidas veinticuatro

    diademas de oro con inscripciones regias entre otras innumerables joyas y adornos

    de todo tipo en metales preciosos cubiertos de pedrera de incalculable valor,

    diversos objetos de oro y de plata, sedas, brocados, vestidos, muebles como una

    valiossima mesa de gata y, procedente del Tesoro Regio43, el mismsimo altar del

    Templo de Salomn que Tito haba llevado a Roma tras la destruccin de Jerusaln,

    y que Alarico I haba tomado para s durante el saco del ao 410. Abrumado por el

    destello de las riquezas del conjunto, Muza no lleg a darse cuenta que faltaba una

    pata de oro que haba pertenecido a la mesa del sagrado y preciadsimo altar del

    Templo, desmontada a propsito por Tarik por lo que pudiera acontecer.

    Cuentan que por entonces las cosas no iban demasiado bien entre el

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    desde el mismo momento que pierde su poder "porque Dios as lo ha querido, nada

    permanece sino Allah". Tal nocin absoluta del poder lleva en s el germen de su

    absoluta fragilidad frente a los sediciosos que si triunfan es porque tambin lo ha

    querido Dios, de aqu que los pronunciamientos militares que pretenden legitimarseteocrticamente por el solo hecho de alzarse triunfantes sean tpicamente

    musulmanes47. Para el cristiano, la confraternidad se basa en ser hermanos, como

    hijos de Dios, criaturas suyas en libertad, mientras que para el musulmn se es igual

    al prjimo por ser todos los creyentes esclavos de Allah, y esta radical igualdad

    impulsa al poderoso a ser extremadamente cauto y prudente al expresar mediante

    signos externos su jerarqua y su fortuna, ya que ambas pueden ser tan frgiles

    como ptalos de rosa azotados por el viento del desierto. Slo las mezquitas

    levantadas a la gloria de Allah pueden ser tan magnificentes por fuera como por

    dentro, y as es tan admirable la gran mezquita omeya de Damasco que impresiona

    al visitante desde los patios y alminares hasta el ltimo rincn de su interior, a

    diferencia de los palacios reales, escondidos las ms veces tras opacas e

    inexpresivas murallas como es el caso de la Alhambra o del mismo Palacio de

    Galiana. De ah que la ciudad musulmana sea una ciudad secreta, indiferenciada,

    sin rostro, misteriosa y recndita, hondamente religiosa, smbolo de la igualdad de

    los creyentes ante Dios48.

    Abd el Aziz Ibn Muza Ibn Nusayr, al partir su padre hacia Damasco, qued de

    Val en la Pennsula fijando preferentemente sus residencia habitual en la Btica,

    patria de su mujer, Egilona, que haba sido anteriormente esposa de Roderico el

    ltimo rey Godo. Esta misteriosa mujer, quiz parte del botn obtenido tras la gran

    derrota espaola, difcilmente no sera disputada entre los jefecillos musulmanes

    debido a su famosa belleza. Al final se la apropi Abd el Aziz, y tal privilegio convirti

    al hijo de Muza en blanco de las envidias de los dems guerreros sirios. Desposado

    en Sevilla con su cautiva de guerra, desde su corte sevillana comenz a actuar

    como un verdadero "rey de Espaa" lo cual le acarre la enemiga absoluta de sus

    correligionarios. As el Betis suplant al Tajo en la denominacin de "wad al kebir" o

    ro grande que baara la capital del valiato dependiente del gobernador de Ifriqiya

    con sede en Kairawn. El Toledo islamizado por Tarik Ibn Ziyad, cedera su primaca

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    a Sevilla, y ya no la recuperara sino compartindola con Crdoba, bajo el emir

    Yusuf al Fihri, el Galafre de la pica, fundador sobre cimientos romano-visigodos de

    los legendarios palacios de Galiana, para recreo de su hija Halia. Esta hija de

    Galafre, absolutamente desconocido en el plano histrico, es la princesa musulmanade las leyendas medievales, la bella nigromante del Toledo islmico, la misma que

    hechiz a Carlomagno y que se hizo raptar por l, conviviendo hasta que acab su

    hechizo amoroso en los palacios que la mand edificar a imagen de los toledanos,

    conocidos desde entonces como Palais Galliende Burdeos.

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    3. Carlomagno en los palacios de Al Fihri

    El movimiento confesional levantado por Mahoma alcanz tal fuerza

    expansiva que abarc desde la Pennsula Ibrica hasta la India, superando la

    extensin del Imperio Romano en la poca de su plenitud. Los historiadores

    justifican la rapidez de tal expansin por la debilidad de los estados que van aoponrsele como la Persia sasnida o Bizancio en guerra desde poco antes de la

    hgira mahometana, o como el propio estado visigodo fragmentado por luchas

    fratricidas. Lo cual tambin se podra aplicar al mismo imperio musulmn enfrentado

    en continuos antagonismos tribales desde su mismo nacimiento. En efecto, de nada

    sirvi que Abd el Aziz Ibn Muza fuese el creador de una perfecta administracin del

    valiato capaz de consolidar lo ya conquistado y permitir las triunfales penetraciones

    en las Galias, que sus continuadores no tardaron en acometer tanteando laconveniencia de establecer asentamientos en las regiones ms lluviosas de lo que

    su aclimatacin mediterrnea les tena acostumbrados. La viuda del ltimo rey godo,

    a la que tambin se le atribuye el sedentarismo y la molicie del nmada guerrero,

    templado por una vida pobre y dura, que tras conquistar las ciudades se envenena

    de su virus fatal hasta que otros nmadas vengan a usurparle el puesto, segn

    expresa Abn Jaldum49, fue sin duda factor importantsimo del nuevo gobierno, algo

    as como lo que supondra siglos ms tarde la Malinche para Hernn Corts tras la

    conquista de Mjico. La acuacin de monedas de oro an con inscripciones latinas

    y la firma del tratado de paz y cooperacin con Tudmir o Teodomiro50 , significan la

    voluntad de la pareja formada por Abd el Aziz Ibn Muza y Egilona en el sentido de

    formalizar un pronto entendimiento amistoso con los antiguos sbditos de Don

    Rodrigo. Pero esta actitud conciliadora de Ibn Muza, junto con el amor que

    profesaba a la bella rum, despert la oposicin de los fanticos que propagaron el

    rumor de que pretenda restaurar la monarqua cristiana51 y aquel idilio

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    ms bella de sus esclavas, llamada Holal, que sera madre del futuro emir Hixem I,

    y, poco despus, en julio de aquel mismo ao 756 Abdelramn entraba

    pacficamente en Crdoba cabalgando procedente de las tierras de Granada entre

    Al Fihri y Al Sumayl, a los que tom por consejeros del nuevo Estado independientede Damasco. Pero Yusuf al Fihri no licenci a sus mercenarios. Por el contrario, los

    agrup en Toledo, y desde all envi unas nuevas embajadas a los jeques

    musulmanes que le eran adictos en Al Andalus, y a los cristianos57 de Asturias y

    Cantabria, as como al flamante "rey de todos los francos"58, padre de los prncipes

    Carlos y Carlomn. El mayor de los dos, bravo muchacho (el Mainete pico ya

    citado), fue el que vino a Toledo deseoso de inclinar de su lado los favores paternos

    que Pipino prodigaba al pequeo Carlomn. No era por entonces Carlomagno el

    coloso de la barba florida que idealizaron los autores del ciclo carolingio desde la

    "Cancin de Roldn". Mal poda serlo cuando su gigantesca talla y la barba

    arabigobizantina ms parecen invencin de los poetas de siglos posteriores. Pero

    como su propio bigrafo Eginardo nos lo describe "de cuerpo amplio y robusto"y "de

    voz clara y paso resuelto y viril", mejor ser que nos lo imaginemos como mejor nos

    plazca cabalgando hacia Toledo junto al conde Morant, otro de los protagonistas de

    los cantares que harn de los palacios de Galiana el escenario de deliciosas y

    caballerescas aventuras.

    Nuestro "Carlos, Augusto, coronado por Dios grande y pacfico Emperador"59, haba venido al mundo en el ao 742 pero Berta su madre no se cas hasta el

    749, con lo que su hermano Carlomn nacido bajo todas las bendiciones

    sacramentales era preferido por el Rey y su catlica corte para perpetuar la dinasta

    pipnica frente a los derechos de primogenitura del joven guerrero. Menndez Pidal

    seala que en la versin espaola antigua, contenida en los textos del siglo XIII del

    Arzobispo toledano y de la Primera Crnica General, Carlos sale de su patria huido

    de su padre, por haberse rebelado contra las justicias paternas60 y, segn la

    "Historia Turpini" 61 mor algn tiempo en Toledo, donde lleg a aprender la lengua

    sarracena. En la "Primera parte de la descripcin general de Africa" 62, encontramos

    una narracin del momento histrico que nos ocupa bastante ms fiel en cuanto a

    hechos, tiempo y lugares que otros libros consultados63, el autor, Luis del Mrmol,

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    nos dice que "en este tiempo los pueblos de espaa eran muy fatigados de las

    armas de Abdarrahman, y para se favorescer contra el, Galafre rey de Toledo, hizo

    secretamente liga con algunos caudillos de los Alabares: los quales embiaron sus

    embaxadores al rey Fruyla y a Pepino rey de Francia, ofresciendoles que si losfavorescan contra Abdarrahman se haran sus vasallos. Siendo pues concluida esta

    liga, Pepino embio a Carlo su hijo con mucha