El Valor de La Decencia

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Ética y moral en la política

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El valor de la Decencia

Cayetano Acuña Vigil

En la actualidad se está tomando el término decente como slogan político.

Me pregunto: ¿Se puede adecentar la política? Siempre tenemos

sospecha cuando se habla de política, y peor aun cuando de moral

en la política se trata. Cuando se emplea el término decencia en

política es extraño a ese contexto.

Uno de los valores que identifica más a una persona es su decencia, la

cual necesita educación, compostura, buena presencia y respeto por los

demás, y además guarda relación respecto a la forma de vestir; incluso

utilizamos el término coloquial vístete ó pórtate como gente decente, y

yo hoy me pregunto ¿se sabe a qué nos referimos?

La Decencia es el valor que nos recuerda la importancia de vivir y

comportarse dignamente en todo lugar, el punto aquí es qué significa para nosotros comportarse

dignamente en todo lugar.

Decencia es un valor y como tal es un principio rector de la vida. Nuestros valores dan contenido a

nuestra existencia. En la medida que carecemos de ellos y en que no los vivimos nuestra propia

existencia se torna vacía. Esto sólo nos sustenta que vivir de valores traducido en virtudes sí da

contenido a la existencia, da sentido a la vida, y orienta el quehacer de una persona con un propósito

gratificante. Permite enriquecer la motivación y por consecuencia consolidar la esperanza que

alguien puede tener en lograr un mundo mejor para él, los suyos y todos los demás.

Comportarse decentemente significa realizar a través de actos concretos una conducta que refleje la

riqueza como persona y el respeto a la riqueza de los otros. Significa saber valorar a los otros como

alguien como yo y considerarlos en toda su riqueza humana. Ser decente significa ser una persona

cabal, que es congruente, que tiene una unidad de vida - que dice lo que piensa, que actúa conforme

a lo que dice - y que se comporta ante el mundo como tal, considerando en las relaciones humanas

los respetos a que deben ser sujetos los otros que conviven con uno.

Por ejemplo, cuando no se es puntual ni por simulación, ni por apariencias, sino por una auténtica

convicción de respeto ante un interlocutor, se está siendo realmente decente. Cuando uno no se

apropia de lo que al otro le corresponde, llámese salario, reconocimiento, derechos de autor,

iniciativas, pagos, etc., se es una persona decente. Cuando al otro se le respeta en su totalidad como

ser digno sin clasificarle ni por su corporeidad ni por su apariencia ni por su condición ni por su

rango, se es una persona decente. Cuando no se buscan ni se solicitan derechos especiales, tratos

preferenciales, prebendas, se es una persona decente; una persona educada.

Dinero, cultura y educación, en este momento lamentablemente no van aparejados. Es común ver

personas que tienen buena apariencia, pero que son capaces de maltratar a los otros, aunque viajen

en un automóvil último modelo, o personas que no eviten insultar a los demás, o que no les importe

injuriar, o actuar dolosamente, al cabo como dicen algunos, pecado no es robar, sino que se den

cuenta.

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Lo decente pues, no sólo no quita lo educado, sino es lo único que puede ser sosteniblemente

educado. Lo decente es tratar a los demás con la cortesía debida, a presentarnos ante los demás con

la prestancia obligada, ¿y debida a qué u obligada a qué? a la dignidad que tienen los que reciben y

a la que tienen los que dan. La respuesta de Alejandro al mendigo ejemplifica lo que señalo: "tú

pides como quien eres, pero yo doy como quien soy".

Al final de cuentas, en el contexto de la política lo central no es si la persona es la decente, sino sí la

línea política a la que ha estado sirviendo es la decente y que es la puerta por la que han entrado

todas las indecencias que terminan por calificar a la persona.

Este es el punto que no se toca, y es el que define en última instancia la decencia en política.