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    EDITORIAL ANAGRAMABARELONA

    Michel Houellebecq

    El mapay el territorio

    Traduccin de Jaime Zulaika

    www.elboomeran.com

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    Ttulo de la edicin original:La carte et le territoireFlammarionPars, 2010

    Ouvrage publi avec le concours du Ministre franaischarg de la culture-Centre national du Livre

    Publicado con la ayuda del Ministerio francs deCultura-Centro Nacional del Libro

    Diseo de la coleccin:Julio Vivas y Estudio AIlustracin: foto Yasushi Okano / Flickr / Getty Images

    Primera edicin: septiembre 2011

    De la traduccin, Jaime Zulaika, 2011

    Michel Houellebecq y Flammarion, 2010 EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2011

    Pedr de la Creu, 5808034 Barcelona

    ISBN: 978-84-339-7568-3Depsito Legal: B. 23621-2011

    Printed in Spain

    Liberdplex, S. L. U., ctra. BV 2249, km 7,4 - Polgono Torrentfondo08791 Sant Lloren dHortons

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    El mundo est harto de m y yo estoy harto de l.

    CharlesdOrlans

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    Jeff Koons acababa de levantarse de su asiento con losbrazos hacia delante en un impulso de entusiasmo. Sentadoenfrente de l, en un canap de cuero blanco parcialmen-te recubierto de seda, un poco encogido sobre s mismo,Damien Hirst pareca a punto de emitir una objecin; te-

    na la cara colorada, sombra. Los dos vestan traje negroel de Koons, de rayas finas, camisa blanca y corbata ne-gra. Entre los dos hombres, en una mesa baja, descansa-ba un cesto de frutas confitadas al que ni uno ni otroprestaba la menor atencin; Hirst beba una BudweiserLight.

    Detrs de ellos, un ventanal daba a un paisaje de edifi-

    cios altos que formaban una maraa babilnica de polgonosgigantescos que se extenda hasta los confines del horizon-te; la noche era luminosa, el aire absolutamente difano. Sepodra decir que estaban en Qatar o en Dubai; la decora-cin de la habitacin se inspiraba en realidad en una foto-grafa publicitaria, sacada de una publicacin de lujo ale-mana, del Hotel Emiratesde Abu Dabi.

    La frente de Jeff Koons reluca ligeramente; Jed lasombre con un cepillo y retrocedi tres pasos. Era evi-

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    dente que haba un problema con Koons. Hirst era, en elfondo, ms fcil de captar: podas verlo brutal, cnico, alestilo de me cago en vosotros desde las alturas de mi

    pasta; tambin podas verlo como el artista rebelde(perosiempre rico) que trabaja en una obra angustiada sobrela muerte; haba, por ltimo, en su rostro algo sanguneoy pesado, tpicamente ingls, que le asemejaba a un hin-cha comn del Arsenal. Tena, en suma, distintas caras,pero podan combinarse en el retrato coherente, repre-sentable, de un artista britnico tpico de su generacin.

    Koons, por el contrario, pareca poseer cierta doblez, co-mo una contradiccin entre la marrullera corriente delagente comercial y la exaltacin del asceta. Haca ya tressemanas que Jed retocaba la expresin de Koons al le-vantarse de su asiento con los brazos hacia delante en unimpulso de entusiasmo como si intentara convencer aHirst; era tan difcil como pintar a un porngrafo mor-

    mn.Haba fotografas de Koons solo o acompaado deRoman Abramovich, Madonna, Barack Obama, Bono,Warren Buffett, Bill Gates... Ninguna consegua expresarnada de su personalidad, traspasar esa apariencia de ven-dedor de descapotables Chevrolet que l haba decididomostrar al mundo, era exasperante, haca ya mucho tiem-

    po, por otra parte, que los fotgrafos exasperaban a Jed,sobre todo losgrandes fotgrafoscon su pretensin de reve-lar con sus negativos la verdadde sus modelos; no revela-ban absolutamente nada, se limitaban a colocarse delantede ti y activar el motor de la cmara para tomar centenaresde instantneas a la buena ventura, lanzando risitas, y mstarde escogan las menos malas de la serie, as procedan,

    sin excepcin, todos aquellos presuntos grandes fotgrafos,Jed conoca a algunos personalmente y slo le inspiraban

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    desprecio, los consideraba a todos igual de creativos que unfotomatn.

    En la cocina, a unos pasos de l, el calentador de aguaemita una sucesin de chasquidos secos. Se qued quieto,paralizado. Era ya el 15 de diciembre.

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    Un ao antes, aproximadamente en la misma fecha,su calentador haba emitido la misma sucesin de chas-quidos antes de pararse del todo. En unas horas, la tem-peratura en el taller haba descendido a tres grados cent-grados. Haba conseguido dormir un poco, adormecerse

    durante breves lapsos. Hacia las seis de la maana habautilizado los ltimos litros del depsito de agua calientepara un aseo escueto y luego se haba preparado un cafmientras aguardaba al empleado de Fontanera General:haban prometido enviarle a alguien a primera hora de lamaana.

    En su sitio web, Fontanera General se propona lle-

    var la fontanera al tercer milenio; podran empezar porcumplir sus compromisos, rezong Jed hacia las once,deambulando por el taller sin conseguir calentarse. Estabatrabajando en un retrato de su padre que titulara El ar-quitecto Jean-Pierre Martin abandonando la direccin de suempresa; inevitablemente, el descenso de la temperaturaiba a retrasar el secado de la ltima capa. Como todos los

    aos, haba aceptado cenar con su padre en Nochebuena,dos semanas ms tarde, y esperaba haberlo terminado an-

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    tes; si no llegaba un fontanero enseguida, su intencin severa frustrada. A decir verdad, la cosa no tena la menorimportancia, no pensaba regalarle el retrato a su padre, so-

    lamente quera enserselo; por qu, de pronto, le conce-da tanta importancia? Realmente tena los nervios depunta en aquel momento, trabajaba demasiado, haba em-pezado seis lienzos al mismo tiempo, no paraba desde ha-ca meses, no era razonable.

    Hacia las tres de la tarde decidi volver a llamar aFontanera General; comunicaba continuamente. Consi-

    gui contactar con ellos un poco despus de las cinco; laempleada del servicio de atencin al cliente aleg una so-brecarga excepcional de trabajo debido a la llegada de losgrandes fros, pero prometi que le enviara a alguien a lamaana siguiente sin falta. Jed colg y luego reserv unahabitacin en el Hotel Mercure del boulevard Auguste-Blanqui.

    Al da siguiente aguard otra vez todo el da la llegadade Fontanera General, pero tambin la de Simples Fonta-neros, con los que haba conseguido contactar en el nte-rin. Simples Fontanerosprometa el respeto a las tradicio-nes artesanales de la gran fontanera, pero tampoco semostraba capaz de cumplir sus compromisos.

    En el retrato que haba hecho de l, el padre de Jed, depie sobre una tarima en medio del grupo de unos cincuentaempleados que trabajaban en su empresa, levantaba su copacon una sonrisa dolorosa. La copa de despedida se tomabaen el open spacede su estudio de arquitecto, una sala grandede paredes blancas, de treinta metros por veinte, iluminadapor un ventanal, donde los puestos de diseo informtico

    alternaban con las mesas de caballete que sostenan las ma-quetas en tres dimensiones de los proyectos en marcha. El

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    grueso de la concurrencia se compona de jvenes con as-pecto de nerds: los diseadores 3D. De pie, junto a la tarima,tres arquitectos cuarentones rodeaban a su padre. Siguiendo

    una configuracin copiada de una tela menor de LorenzoLotto, cada uno de los tres evitaba la mirada de los otros dosy trataba de captar la mirada del padre; se comprenda al ins-tante que los tres albergaban la esperanza de sucederle al fren-te de la empresa. La mirada del padre, enfocada un poco porencima de los presentes, expresaba el deseo de reunir a suequipo a su alrededor por ltima vez y una confianza razona-

    ble en el futuro, pero sobre todo una tristeza absoluta. La tris-teza de abandonar la empresa que haba creado y la tristezade lo inevitable: se trataba claramente de un hombre acabado.

    A media tarde, Jed intent en vano, una decena de ve-ces, contactar con Ze Fontaneros, que utilizaba la emisoraSkyrock como msica de espera, mientras que SimplesFontaneros haba elegido Rires et Chansons.

    Hacia las cinco de la tarde lleg al Hotel Mercure.Anocheca sobre el boulevard Auguste-Blanqui; los sin te-cho haban encendido un fuego en la calle lateral.

    Los das siguientes transcurrieron ms o menos igual:marcaba nmeros de empresas de fontanera que le ponancasi al instante una msica de espera y aguardaba, en un fro

    cada vez ms glacial, junto al cuadro que no quera secarse.La maana del 24 de diciembre surgi una solucinen forma de un artesano croata que viva muy cerca, en laavenue Stephen-Pichon: Jed se haba fijado por casualidaden la placa al volver del Hotel Mercure. Estaba disponible,s, inmediatamente. Era un hombre de baja estatura, pelogris y tez plida, de rasgos armoniosos y finos, que luca un

    bigotito bastante Belle poque; en realidad, bigote aparte,se pareca un poco a Jed.