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Rev. Fil. Unlv. Costa Rica, XXI (S3), 1 S-21, 1983 EL TEXTO Y LA SINRAZON Manuel Picado "El porvenir dirá si la teoría contiene más locura de lo que yo quisiera, o la locura más verdad de que otros estarían hoy dispuestos a creer". Sigmund Freud, Cinco Psicoanálisis. "No podemos ver sin peligro de enloquecer: las cosas nos revelan, sin revelar nada y por su simple estar ahí frente a nosotros, el vacío de los nombres, la falta de mesura del mundo, su mudez esencial". Octavio Paz, El mono qramático. Resumen: Recoge algunas consideraciones sobre lo que significa plantearse la locura como problema de estudio literario. El interés principal es discernir las formas de acercamiento al proble- ma con el fin de discutir sus alcances. En un sentido amplio, el ensayo responde a intereses epistemológicos. Se pretende lograr un punto de arranque para discutir problemas como los siguientes: ¿Cuál es el estatuto conceptual de la sinrazón? ¿Existe algún vinculo particular entre literatura y locura? ¿Cómo se conoce o reconoce la locura de los textos?, etc. Preámbulo El interés actual por la cuestión de la locura resulta, por una parte, contemporáneo de las transformaciones de lo literario y, por otra, de las mutaciones efectuadas en los saberes que supuesta- mente comprenden y explican el texto. Bajo la presión de movimientos e intereses muy diversos, la sinrazón y el discurso literario son convocados hoya una escena crítica en la cual juegan papel importante y a la cual, a su vez, contribuyen a transformar. Ambos se entroncan en la subversión cultural de nuestros días y participan en ella de manera activa. Nuevamente se advierten los lazos comunes de la locura y lo poético. Occidente parece haber encontrado en ambos un espacio privilegiado donde su imaginario vive lo que no puede experi- mentar más que en tanto cosa allá, de otro, en otro. La sinrazón y el texto literario resultan, entonces, escenarios donde se observa la censura y la exclusión (al igual que tantos otros: comunida- des lingüísticas al borde del silencio, alternativas eróticas culpabilizadas, minorías de todo tipo aterrorizadas en sus gethos ... ). El loco, el poeta: otras tantas formas de designar el doble exteriori- zado de esa parte de caos que nos amenaza y que vivimos negándonos a nosotros mismos. Planteadas, en principio, como objetos de reflexión, la literatura y la locura terminan seña- lando hoy lo transitorio y precario de todo estatuto conceptual. Ambas parecen comenzar justamente ah í donde el logos se rinde, se calla. Denunciadas las instituciones literarias, pues- tas en tela de juicio las instituciones psiquiátricas, el texto y la locura señalan energías opuestas a

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Rev. Fil. Unlv. Costa Rica, XXI (S3), 1S-21, 1983

EL TEXTO Y LA SINRAZON

Manuel Picado

"El porvenir dirá si la teoría contiene máslocura de lo que yo quisiera, o la locura más verdadde que otros estarían hoy dispuestos a creer".Sigmund Freud, Cinco Psicoanálisis.

"No podemos ver sin peligro de enloquecer:las cosas nos revelan, sin revelar nada y por susimple estar ahí frente a nosotros, el vacío de losnombres, la falta de mesura del mundo, su mudezesencial".Octavio Paz, El mono qramático.

Resumen: Recoge algunas consideracionessobre lo que significa plantearse la locura comoproblema de estudio literario. El interés principales discernir las formas de acercamiento al proble-ma con el fin de discutir sus alcances.

En un sentido amplio, el ensayo responde aintereses epistemológicos. Se pretende lograr unpunto de arranque para discutir problemas comolos siguientes: ¿Cuál es el estatuto conceptual de lasinrazón? ¿Existe algún vinculo particular entreliteratura y locura? ¿Cómo se conoce o reconocela locura de los textos?, etc.

Preámbulo

El interés actual por la cuestión de la locuraresulta, por una parte, contemporáneo de lastransformaciones de lo literario y, por otra, de lasmutaciones efectuadas en los saberes que supuesta-mente comprenden y explican el texto. Bajo lapresión de movimientos e intereses muy diversos,la sinrazón y el discurso literario son convocadoshoya una escena crítica en la cual juegan papelimportante y a la cual, a su vez, contribuyen atransformar. Ambos se entroncan en la subversión

cultural de nuestros días y participan en ella demanera activa.

Nuevamente se advierten los lazos comunesde la locura y lo poético. Occidente parece haberencontrado en ambos un espacio privilegiadodonde su imaginario vive lo que no puede experi-mentar más que en tanto cosa allá, de otro, enotro. La sinrazón y el texto literario resultan,entonces, escenarios donde se observa la censura yla exclusión (al igual que tantos otros: comunida-des lingüísticas al borde del silencio, alternativaseróticas culpabilizadas, minorías de todo tipoaterrorizadas en sus gethos ... ). El loco, el poeta:otras tantas formas de designar el doble exteriori-zado de esa parte de caos que nos amenaza y quevivimos negándonos a nosotros mismos.

Planteadas, en principio, como objetos dereflexión, la literatura y la locura terminan seña-lando hoy lo transitorio y precario de todoestatuto conceptual. Ambas parecen comenzarjustamente ah í donde el logos se rinde, se calla.

Denunciadas las instituciones literarias, pues-tas en tela de juicio las instituciones psiquiátricas,el texto y la locura señalan energías opuestas a

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todo intento de homogeneización. Ambas reivindi-can lo heterogéneo. Locura y literatura resultanformas y experiencias de una negatividad de la cualno nos protegen nuestros otros lenguajes. Por eso,no pueden menos que ofrecer una posibilidad deacceso a lo que Michel Foucault ha llamado laheterotopía:

"Las heterotopías inquietan, sin duda, porqueminan secretamente el lenguaje, porque impiden nombraresto y aquello, porque rompen los nombres comunes o losenmarañan, porque arruinan de antemano la sintaxis y nosolo la que construye las frases -aquella menos evidenteque hace mantener juntas (unas al lado o frente de otras)a las palabras y a las cosas. Por ello, las utopías permitenlas fábulas y los discursos: se encuentran en el filo rectodel lenguaje, en la dimensión fundamental de la fábula.Las heterotop ías (como las que con tanta frecuencia seencuentran en Borges) secan el propósito, detienen laspalabras en sí mismas, desafían, desde su raíz, todaposibilidad de gramática; desatan los mitos y envuelven enesterilidad el lirismo de las frases" (1).

El asedio de que hoy son objeto la locura yel texto conduce, por otra parte, a una especie derelativización general. Incorporadas al "lado deacá", pensadas sin la barra protectora de la normay la exclusión, literatura y locura muestran sucarácter de fuerzas siempre contrarias a todanivelación: amenazas por excelencia para el tabú yla prohibición. De esta manera, el texto y la locura(ila sinrazón del textol ) pueden erigirse enterrenos fecundos donde también se instala lapugna ideológica en busca de otras formas desocialidad y de subjetividad.

En su acepción más seria, todo reflexionarsobre lo ideológico es un pensamiento orientadohacia la transformación. Ahora bien, si se acepta conDavid Cooper (2) que la locura es una expresióndesesperada de la necesidad radical de cambiar,debe concluirse que el intento por pensar la locuraes una forma exacerbada del debate ideológico.Más allá de las nociones de literatura de protesta yde tantos otros sucedáneos del mercado intelec-tual, lo mismo podría hacerse extensivo para eldiscurso literario: agente de un trabajo y de unsaber que apenas alcanzamos hoya vislumbrar.

Por su parte, las líneas siguientes recogenalgunas consideraciones sobre lo que significaplantearse la locura como problema de estudioliterario. Por ahora, no se aspira a formularhipótesis cuanto a exponer y discutir puntosgenerales que orienten un abordaje del texto desdela óptica de la sinrazón.

Si bien estas páginas surgieron de la lecturade Don Quijote, la reflexión permanecerá en unplano general. Por otro lado, nuestras consideracio-nes se vieron notablemente estimuladas por lasideas de Shoshana Felman (3), destacada represen-tante de lo que en crítica literaria se conoce comoEscuela de Yale.

En alguna medida, nuestro ensayo respondea un interés epistemológico en sentido amplio. Conlo expuesto aquí se pretende lograr un punto dearranque para discutir problemas del orden siguien-te: ¿Qué es locura? ¿Cuál es su estatuto concep-tual, en caso de que tenga alguno? ¿De qué formase vincula al logos? ¿Qué dicen de la sinrazón lossaberes racionales que pretenden explicarla?~Quédice la locura sobre esos saberes? ¿Existe algúnvínculo particular entre literatura y locura? éCó-mo se (re)conoce la sinrazón de un texto? ¿Cómoleerla y escribirla? ...

1. La sinrazón y la crítica

"El que no tenga nombre y el que no pue-da tenerlo nunca es lo que me impulsa a hablar deella".Octavop Paz, El mono gramático.

En la teoría moderna priva el consenso deque lo literario mantiene relaciones constitutivascon la palabra. Sin que por ello sea reductible alobjeto formal de las lingü ísticas, el texto seconcibe ante todo como una maquinaria verbal.Por eso, a fin de distinguir las formas de acerca-miento al problema de la sinrazón y la literatura,es indispensable mantener como telón de fondo unasunto mayor: ¿qué nexo puede haber entrelenguaje y locura?

En otras palabras, la manera como seentiendan los víndulos de la palabra y la sinrazónbrinda un criterio para caracterizar y discernir demodo satisfactorio los tipos de planteamiento delproblema de la locura en los textos literarios.

Así vistas las cosas, postularemos que lacuestión de los nexos entre literatura y locurareviste dos formas de planteamiento y desarolloclaramente diferenciadas.

A. En esta perspectiva, el énfasis recaesobre aquello que la obra (nos) dice a propósito dela locura: ¿Qué se informa sobre ella en el nivel delenunciado? ¿Qué significa locura de acuerdo conlo que se predica de ella en el texto? En otraspalabras, écómo se satura el significante locura?

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(o quizá mejor, ¿cómo lo saturamos a la hora deleer? )

En primer término, aquí se incluirían losllamados análisis temáticos. Sin embargo, tal comose apuntará luego, la locura difícilmente puede serun tema en el sentido corriente: aquello de lo cualhabla el texto, un contenido más o menos separa-ble de él.

Este tipo de enfoque es obviamente reduc-cionista. En él, la locura pierde su radical einquietante extrañeza para ser asim ilada a lodemasiado conocido: habría un tema de la locuraasí como existe un tema de la naturaleza, delamor, de lo social, etc. (un punto entre muchosmás de un protocolo de enseñanza).

En su forma más consistente, esta dirnen-sión de análisis caería dentro de la competencia deun estudio semántico altamente formalizable. Lalocura brindaría, en esta perspectiva, un planoisótopo de lectura (4), una magnitud textual queasegura la coherencia del significado.

Independientemente de las diferencias, enesta dimensión general de estudio la locura es unefecto de significado más o menos mediato a lapercepción. En la lectura temática se ofrece a unnivel casi directo de experiencia al punto de poderse objeto de definiciones ostensivas (5) (pensamosen ciertas clases de lo que se llama comentario detextos, por ejemplo). En el análisis semántico, eltema es el resultado de proyectar sobre el textocategorías formales construidas por el analista;siempre, por supuesto, con el grave riesgo de quese termine formalizando lo que siempre había sidode sentido común.

Por otra parte, en esta primera dimensión elanálisis es una operación puramente metalingü ística.Esto conduce a ignorar el problema recubriéndolo:¿Hablar sobre la locura no delata una posiciónjerarquizada y jerarquizante?

B. En la segunda perspectiva de estudio,interesa lo que la locura hace, su valor actuante. Elobjetivo del análisis sería aquí el de responder ainterrogantes como las siguientes: ¿Cómo (nos)trabaja la locura en el texto? ¿Cuál es su fuerza?¿Qué sentidos desencadena? ¿cómo repercute enlos diversos planos textuales, en su producción yen su consumo?

En esta dimensión de estudio, el análisis seorienta hacia el poder de la palabra en el campo defuerzas de la enunciación y en su retórica: ¿Cómointerviene la sinrazón en el acto de lenguaje?

Al referirse a los vínculos entre el lenguaje y

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la locura, Shoshana Felman afirma lo siguiente:

"( ... ) dans la langue, la question de la folie est celle quimanque; cette question mérne qui ne peut jamais-comme telle- étre posée; une question dont le langagen'est pas capable; qui tout en étant inarticulable est unequestion qui -dans tout texte- ne cesse pourtant d'écrireet de s'écrire comme inter-dite " (6).

Estas ideas resultan muy aclaradoras para elsegundo plano de acercamiento a la cuestión de lalocura en los textos literarios. En efecto, eneste plano de análisis la locura no es algo del ordende lo dicho. No es del orden del lenguaje y, por lotanto, se resiste a una simple operación metal in-güística. Ella hace circuito en el paradigma de laspreposiciones (¡de las proposiciones? ); la sinrazónhace difícil el sintagma: hablar (éde, desde, con,¡p, ... ? ) la locura.

En el segundo tipo de estudio, la locura esfuerza operante en el acto lingü ístico. Este recibe

.su impacto, recoge sus marcas y arroja el residuode unos ilusorios efectos de significado. En estadimensión, locura es lo que boicotea la isotop íadel discurso y lo que puede señalar que en eldiscurso literario no hay isotopía posible (exceptola de un precario efecto de sentido que nunca esinocente).

Por otra parte, lo anterior lleva a afirmarque la cuestión de la locura no es tampoco unsimple tema para la crítica literaria. Si nos ateneomos al deslinde efectuado por Roland Barthes (7),la crítica tiene como preocupación esencial la dedotar al texto de un cierto inteligible (o, quizámejor, imponérselo). Ahora bien, la locura nopodría ser así no más objeto de la crítica literariaya que ella es justamente lo que escapa a lainteligibilidad, al logos. La locura es más bienaquello que amenaza al logos cuando le señala loslímites de su competencia.

Desde tal perspectiva, la sinrazón sería másbien una forma de poner en jaque a las críticas, elantídoto con el cual toda crítica se falsea a símisma, se autocritica. La locura muestra, entonces,repercusiones imprevistas y estimulantes para elconocimiento. Ella se convierte, vista así, enocasión donde los discursos críticos se prueban,donde se agotan sus formas y se abre la necesidadde otras relaciones con los textos (y no solamenteliterarios).

Pensada (i! ) de este modo, la locura es lasana dosis de insensatez que pone de rel ieve que eldiscurso crítico (y de cualquier tipo) no es ni más

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ni menos que eso: un espacio y un tiempo depalabras; un lugar a donde no se regresa, una fechaque ya no vuelve: ámbito donde (se) ejecuta uncuerpo que habla.

De lo anterior puede deducirse que la locurano es una clave de interpretación, una forma debrindar unidad a un comentario que reposa seguroen la hipótesis de un significado cuya epifanía seespera al final. Esto, por otra parte, implica que unestudio orientado dentro de la segunda perspectivano puede ser una interpretación que se procurauna clave hermenéutica más o menos novedosa.

¿Cómo habla la locura? A esta pregunta no sepuede responder más que de forma contradictoria.Locura y lenguaje son concomitantes y excluyen-teso (Después del descubrimiento freudiano deltrabajo del sueño esto no es un simple paralogis-mo).

Por de pronto, tenemos ya una certidum-bre, aunque sea negativa: la locura no está ah ídonde se habla de ella.

2. El Boomerang.

"Y así podrás deleltarte escuchando a las sirenas".HOrnero, Odisea (XIII-).

Cualquier alcance sobre los vínculos de lapalabra y la sinrazón afecta el análisis del textoconcreto y la idea que nos hagamos de él. Noobstante, las cosas no terminan ah í. Obviamente, loque se piense acerca de los nexos de la locura y ellenguaje también debe incidir sobre el discurso quepretende conocer en otro el problema de lasinrazón.

En otros términos, el problema de la locurano solo es interrogante que se lanza sobre un texto.También es pregunta que el texto devuelve anuestro propio discurso. Interrogar a la literatura apropósito de la sinrazón es arriesgarse a unaencuesta en que las preguntas funcionan con efectode boomerang.

Se sabe después de Foucault -y ese no esuno de sus méritos menores- que el abordaje de lalocura trae consigo una serie de problemas, o másbien dilemas, de elocución. Dada la particularrelación en que se hallan la locura y el lenguaje,todo estudio que pretenda abordar un discursodesde la óptica de la sinrazón debe afrontarpreviamente dos interrogantes estrechamente vin-culadas:

¿Cómo habla la locura?

¿Cómo hablar (de... ) la locura?En principio, la primera pregunta pareciera

referirse al texto objeto de análisis, mientras que lasegunda apunta hacia el discurso explicativo. Noobstante, ambas interrogaciones pueden volcarsesobre el discurso que supuestamente indaga. Enefecto, si partimos de que la locura no es un simplecontenido, sino una fuerza actuante en el actolingü ístico es válido que también preguntemos a lapropia palabra: ¿Cómo (nos) habla en ella lalocura? ¿Cómo saber la dosis de locura que semarca en esta palabra? ¿Acaso este discursotambién no está loco?

Dicho en otra forma, la locura obliga acuestionar la posición del sujeto en relación consaber, con su discurso intelectual en último térmi-no,

La sinrazón no es un tema que caiga por supropio peso, un objeto que se busca en un textoplanteado como cosa ah í para un sujeto inalterable,soberano. Enfocar un texto (no importa el tipo)desde la óptica de la locura es arriesgarse a que esetexto nos enfoque la propia locura (la de nuestrodiscurso).

En síntesis, la sinrazón no es solamente algoque buscar e identificar en otro texto. Es fuerzaoperante en cualquier discurso-incluido aquel quese propone hablar de ella, escucharla en el textoajeno.

La cuestión de la locura no es problema delotro texto únicamente; a su vez, también esproblema en mi otro texto. Quizá sea este uno delos temas donde la noción de teoría heredada delgriego theoomoi muestre mejor la insuficiencia deuna de nuestras dicotom ías fundadoras. 'La sinra-zón exige una forma de teoría que no alude a lacontemplación, sino más bien a la participación.Aquí, teoría no puede ser el polo simétrico ycomplementario de práctica: sanenno es necesaria-mente diferente de hacer.

La locura no puede, entonces, más queincidir en el discurso que la explica. Al comentarla,él también la expone. La locura se porta en eldiscurso mismo que la busca y se manifiesta en élde modos diversos y no necesariamente previsibles.

A diferencia de la primera perspectiva deestudio, en la segunda la relación con el texto noconsiste en proyectar sobre él una cierta norma.Por el contrario, en esta perspectiva es más bien eltexto y su locura los que terminan proyectándosesobre nuestra normatividad.

Las líneas anteriores llevan a la cuestión de la

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resonancia autobiográfica que pueda tener un temade estudio como el que se aborda en estas páginas.En efecto, de alguna manera estudiar el problemade la locura no es otra cosa que una experienciaradical de la ( ipropia! ) alteridad que constituye alsujeto. Por otra parte, esto puede tornarse tantomás problemático, y enriquecedor al mismo tiem-po, si se ironizan las instancias normativas y seintenta esquivar la relación narcisista con el conoci-miento y la palabra.

A la luz (i! ) de la locura, la autobiografíano es de suyo el cuento gratifican te que un sujetose regala a sí mismo a propósito de otro, la escenadel imaginario feliz. Por lo demás, algunas formasde lo que se llama Ciencias del Hombre ya nos hanfamiliarizado con el problema del impacto quesobre el investigador puede ejercer su trabajo. Enotra escala, la experiencia de Levi-Strauss en TristesTrópicos es altamente ilustradora del fenómeno.

Planteadas las cosas de este modo, el tema dela locura conduce a una difícil posición de habla.Podría decirse incluso que este tema es aqueldonde el lugar de palabra se vuelve necesariamentecomprometedor y problemático.

Quizá el loco no sea tanto el que no sabe loque dice, cuanto el que no sabe a partir de qué o dequién lo dice. lTodos lo sabemos?

3. Palabras de cabo roto

"( ... ) dire le dehors du langage a I'intérieur dulangage". Shoshana Felman, La fo/ie et /0 choseIi ué ral re.

Lo expuesto anteriormente significa quepara el análisis textual la óptica de la locura no esuna cómoda posición ganada de antemano. Por elcontrario, lograr y mantener ese ángulo es tareaconstante a lo largo del estudio. La posición dehabla en el abordaje de la locura no es solo unproblema previo o de planteamiento inicial; escuestión que se afronta durante la práctica discur-siva que es todo estudio literario.

El tema de la locura se inicia con un serioproblema de elocución y se mantiene en él. Estoobliga, entonces, a desarrollar estrategias no soloante el texto que se presume objeto de análisis,sino también ante el discurso propio. Así, abordarla cuestión de la locura exige particular cuidado ala palabra que supuestamente sabe, que explica yanaliza a otra. Y esta atención no es necesariamentecensura y control; es solo una forma de separarse

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del efecto -de locura entre tantos otros- que eldiscurso propio, como todos, no puede menos quevehicular.

Pareciera imperativo que a un sujeto quepretenda escribir la locura que lee en otro texto supropio discurso se le haga denso, opaco. Obvia-mente, esto conduce a ponerse en situación muypeculiar: ver con extrañeza la propia palabra,vivirla constantemente como rara, ajena incluso.

En otros términos, el problema de la sinra-zón obliga a un distanciamiento y a un desfase:hay que estar siempre más allá o más acá de lapalabra que se emite. La opacidad del discurso nossepara de nuestra propia palabra. Esta, paradóji-camente, ya no puede vivirse como propia. Quizáuno de los dones de la locura sea el de liberarnosde la propiedad privada -al menos en el campo dela palabra.

Con la estrategia antes dicha, se debilita laconfianza en nuestros propios efectos de sentido.Así se reduce el poder seductor que nos tiendetoda representación (incluida la propia). En sínte-sis, escribir sobre la locura exige que cuidemos elgrado de adhesión que otorgamos a la propiapalabra, que discutamos el grado en que nuestrapalabra no es propia.

Ahora bien, plantearse el discurso propiocomo opaco podría tener algunos inconvenientes.El más obvio sería el peligro de que ocultemos uolvidemos el texto objeto de preocupación; esdecir, que nuestra palabra impida pasar al otrolado y desplace el otro texto en favor de ella. Sinembargo, el discurso debe ser opaco solo en lajusta medida en que pueda resonar la locura deltexto que lee. Es aquí donde comienza un trabajode lenguaje cuyo fin es ofrecer un punto consisten-te donde percuta la sinrazón que el texto no dicesino que carga, acumula, porta, descarga. Laopacidad del propio discurso es solo caja deresonancia para el texto que se lee: escapar a lajusta medida es comenzar a mimetizar el texto,hacer literatura (¿locura?).

En la óptica que tratamos de perfilar, elestudio de la locura significa producir un interpre-tante (8): otros tantos signos donde reboten laslocuras del texto ajeno y del propio. Locura es unsignificante vacío que (se) (nos) pone a resonar enun tejido de lenguajes, encuentro de fuerzas nolingüísticas en la mediación misma de la lengua.

Un trabajo de ese tipo apunta paradójica-mente a un lugar imposible del texto que leemos yescribimos. Es una práctica de discurso que apunta

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a un lugar vedado a toda palabra. Leer la locura,afirma Shoshana Felman (9), significa leer desde loilegible.

Leer y escribir la locura es tejer una red pordonde escapen a su antojo los sentidos. Sinembargo, quizá así surjan las fuerzas que (nos) losproducen.

Estudiar la sinrazón equivale a correr unriesgo de lectura y, al mismo tiempo, asumir unjuego peligroso y difícil de escritura. El temaobliga a un esfuerzo constante por atrapar ysimultáneamente bordar aquello que (nos) quierendecir los textos (el propio incluido), un empeñosin tregua por evitar el punto donde el sentido sehace sólido. Por ahora, esta es la única forma deescuchar el impacto de eso que no es objeto nisujeto de la frase, sino fuerza del discurso, compo-nente ineludible del sujeto en el momento en queafirma (incluso cuando afirma que no está loco).La sinrazón no significa nada; hace significar.

Al referirse al libro de Michel Foucault sobrela locura (10), Shoshana Felman afirma lo siguien-te:

"La notion de folie est alors elle-méme una rnéta-phore du pathos: du reste impensé de la poseé deson excédent littérai re" (11).

Si ese es el estatuto conceptual de lasinrazón, su estudio no puede ser otra cosa que laescucha de un pathos que se inscribe y resuena enla máquina del texto, en su retórica.

4. ¿Quién Habla?

"En otro lugar las palabras y los gestos serán vacía-dos de su sentido por la repetición y la escansiónincansable: cansar al sentido, gastarlo. estenuarlopara liberar la seducción pura del signrttcante, nulodel térm ino vacío -esa es la fuerza de la magia ri-tual y del hechizo".[ean Baudrillar, De la Seducción.

La estrategia de discurso requerida por lalocura exige que la instancia emisora no sea unhablante concebido a la manera de un "propieta-rio" de palabra. Más bien, en alguna forma esediscurso debe escapar a la instancia que supuesta-mente lo domina para que ella resulte solo el focodonde se cruzan los lenguajes de la locura (¿lalocura de los lenguajes? ). El discurso (de / sobre)la locura es palabra de un sujeto 0, o sea de unhablante que no .se estanca en la densidad de las

infinitas cadenas significantes que en él convergeny resuenan; esto es palabra de un sujeto que no esdel orden del significado: sin el espesor y laconsistencia protectora de una identidad.

En resumen, la locura no es el objeto de undiscurso que trata de apoderarse de ella. Es suestudio mismo el que la despliega. No se parte deun punto cero para alcanzar un objetivo llamadosinrazón y que al final se mostraría como unaespecie de trofeo o de presa. Se trata, más bien, departir de la locura para llegar a un sujeto cero:escucha de lo indecible y -¿por qué no? - de lopor decirse.

En cierta forma, escribir sobre la locuratermina resultando una experiencia muy cercana,obviamente, a la forma en que se describe lasinrazón en algunos códigos de saber. Por otro lado-y quizá eso sea más grave- escribir sobre lalocura termina resultando algo muy cercano a laexperiencia literaria tal como la han vivido ypensado diversos momentos de la historia. Y nosolo momentos grandiosos de la práctica artística,sino también de la teoría. Opacidad del discursosobre la locura: al fin y al cabo, para [akobson, lapoesía trabaja poniendo de manifiesto el ladopalpable de los signos.

Así pensado, el tema pone al estudioso en lasituación del escritor tal como la practica yconceptual iza el texto de Roland Barthes:

"Es escritor aquel para quien el lenguaje crea un proble-ma, que siente su profundidad, no su instrumentalidad osu belleza (... ). Ahora, el escritor y el crítico se reúnen enla misma condición difícil frente al mismo objeto: ellenguaje" (12).

En otro registro, algo similar apunta OctavioPaz:

"El poeta no es el que nombra las cosas, sino el quedisuelve sus nombres, el que descubre que las cosas notienen nombre y que los nombres con que las llamamosno son suyos. La crítica del paraíso se llama lenguaje:abolición de los nombres propios; la crítica del lenguaje sellama poesía" (13).

De esta forma, un trabajo sobre la locuradesdobla (y corre el riesgo de copiar) el gestocervantino. Si algo subraya Don Quijote es justa-mente la ausencia de una palabra original. Laspalabras se persiguen, se copian unas a otras en uncírculo que tiende siempre a la clausura: ellenguaje. Sin embargo, germinan.

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Ese es el límite y, al mismo tiempo, lacondición de posibilidad de algo como la literatu-

ra. A lo mejor, otro tanto podríamos pensar de lalocura.

REFERENCIAS BIBLlOGRAFICAS

(1) Michel Foucault. Las palabras y las cosas.(Siglo xxi; México, 1979) p. 16.

(2) Cfr. David Coopero El lenguaje de la locura.Ariel: Barcelona, 1979.

(3) Cfr. La folie et la chose littéraire. Seuil: Paris,1978.

(4) El término se usa en el sentido estipulado porGreimas en Semántica Estructural.

(5) Cfr. Irving Copio Introducción a la lógica.(Eudeba: Bs. Aires, 1969) cap. iv.

(6) Cfr. Felman, Op. Cit., p. 54·55.

(7) Cfr. Crítica y Verdad. Siglo xxi: México, 1972.(8) El término se usa en el sentido de Peirce. Cfr.

Umberto Eco. Signo. Labor: Barcelona, 1976.(9) Felman,Op. Cit., p. 283.(10) Cfr. Foucault. Hlstoire de la folie á L' oge

classique. Gallimard: Paris, 1972.(11) Cfr. Felman, Op. Cit., p. 52.(12) Cfr. Barthes, Op. Cit., p. 47.(13) Octavio Paz. El mono gramático. (Seix Barral:

Barcelona, 1974), p. 96.