En el balcón de Tomás Alcoverro N - elsiglodeuropa.es · encuentro es el libro memora-ble que...

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48 6–12 de junio de 2011. nº 929 MUNDANAL RUIDO Por Ignacio Rupérez La sorpresa de mi penúltimo encuentro con Alcoverro es el libro memorable que acaba de publicar, ‘La historia desde mi balcón’ (Destino), y que permite leer con más calma, extensión y profundidad esos trabajos que prácticamente cada día inserta ‘La Vanguardia’ tos delicados. Cualquier tema pue- de tratarse con Tomás Alcoverro. La sorpresa que para la ocasión ha aportado en este penúltimo encuentro es el libro memora- ble que acaba de publicar, La historia desde mi balcón (Des- tino), y que permite leer con mas calma, extensión y pro- fundidad esos trabajos que prácticamente cada día in- serta su periódico, aparte otros documentos inéditos, como el muy destacado Imagen de Oriente Medio en nuestras letras contem- poráneas, toda una guía literaria minuciosa y precisa. El capítulo que figura en ese mismo libro sobre las grandes ciudades portuarias del Me- diterráneo, destinado al catálogo de la exposición patrocinada por el Ins- tituto Europeo del Mediterráneo el año pasado, tiene una gran calidad aca- démica, la de un escritor que se mue- ve con toda soltura desde Algeciras a Estambul. Con la misma soltura y la misma hu- manidad, ambas manifiestas, las de Tomás Alcoverro por supuesto, ha li- brado textos que uno ha podido acom- pañar con otros en un libro sobre la guerra en Irak, o en otro catálogo pa- ra la magnífica exposición sobre la ar- quitectura en Bagdad que se presen- tó en Barcelona, Madrid y otras ciu- dades, todo un acontecimiento cultu- ral que se logró realizar gracias a los trabajos de la Embajada de España en Irak y del Colegio de Arquitectos de Cataluña. Lo que es muy importante, al leer a Tomás Alvoverro, algo que en realidad supone leerle de nuevo, es la posibilidad de volver en agradable ca- maradería a lugares hoy ya relativa- mente lejanos que alguna vez se re- corrieron a su lado, con frecuencia en circunstancias más agradables y festi- vas de las que en estos días por des- gracia predominan; en Damasco o Aleppo por ejemplo, o en Sanaa, pa- rajes primordiales que hoy tienden a hacerse imaginarios, en los que más vale espaciar visitas, donde ni siquie- ra resulta fácil recibir la autorización para entrar. Más de uno daría mucho por deambular repetidamente con To- más Alcoverro por el bazar de Da- masco y la mezquita de los Omeyas, por la Plaza de la Perla en Bahrein y un dilatado etcétera. Quedan para mejor ocasión. Pero no las de moverse por la Plaza Tahrir en El Cairo o las ruinas de Cartago en Túnez, o en la fortaleza de Mazalqui- vir de Argelia; y si se trata de los alre- dedores de la Plaza de Tahrir también la ocasión de husmear en los libros de L’Orientaliste, recalar en el Café Ri- che, en el Gropius y en el Estoril, re- cordando de paso pero con gran sen- timiento las tardes pasadas con el Prin- cipe Hassan o con el Premio Nóbel Naguib Mahfuz, el Egipto inmortal. Esperamos la nueva cita. Tomás Alco- verro escribe sobre sí mismo pero tam- bién sobre quienes le acompañaron en itinerarios y ciudades que han mar- cado vidas, la suya más que la del res- to, con férrea voluntad de permane- cer en Beirut y plena capacidad para la lanzadera, de un tiempo a otro, de una vida a otra, de sus tiempos y sus vidas particulares igualmente, para tra- tar con cariño y erudición ciudades y compañías, con la esperanza de que los árabes sigan la senda que comen- zaría a abrirse en Túnez y Egipto. Siem- pre me conmovió cómo honró en Ale- jandría la memoria de Terenci Moix. Después de El Decano, Espejismos de Oriente, Atrapados en la discordia y este penúltimo libro en que nos sor- prende al asomarse por el balcón de su casa en Beirut, a un paso de la Uni- versidad Americana, buscaremos ma- ñana mismo su crónica habitual, pe- ro también su próximo libro. N unca se sabe cuando reapa- recerá Tomás Al- coverro, tampo- co las sorpresas que traerá con- sigo. No importa gran cosa por- que en La Vanguardia se le lee ca- da día, siempre con provecho y con especial intensidad desde que a finales de diciembre del año pa- sado comenzaran a agitarse bas- tantes países árabes. Hace pocos meses apareció por Tegucigalpa, ha- ce unos años por La Habana y mu- chas veces por Jerusalén, Tel Aviv, Ga- za, El Cairo y Bagdad. Amigo y resi- dente en Beirut, su casa en el barrio de Hamrah es la de todos sus amigos. Abandona Beirut con o sin motivo apa- rente, por el placer de viajar, la obli- gación profesional o porque la otra re- sidencia, ocasional, que siempre fue la suya, era asimismo el lugar más ade- cuado para informar con garantías de seguridad sobre el penúltimo inci- dente. Precisamente se le ha oído que- jarse por verse a su edad obligado a trabajar más que nunca, ya que ese Oriente Medio por lo general con al- tas temperaturas políticas y ambienta- les está casi tan caliente como en sus peores épocas estuvo. Pero sus lecto- res no se quejan sino que más bien con egoísmo celebran que en la zona siga Tomás Alcoverro escribiendo so- bre la crisis que no cesa, en realidad escribiendo sobre sí mismo. En Madrid esta vez apenas se ha de- jado ver, muy apurado porque antes de volver a Beirut debía coger el au- tobús para visitar en Brihuega, Gua- dalajara, al entrañable Manu Legui- neche. Sí ha dado tiempo para reme- morar conjuntamente las batallas lo- calizadas en Brihuega y que se libra- ron en la Guerra de Sucesión y en la Guerra Civil, los encuentros anterio- res y los amigos como Manu Legui- neche que se encuentran en momen- En el balcón de Tomás Alcoverro

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48 6–12 de junio de 2011. nº 929

MUNDANAL RUIDO

Por Ignacio Rupérez

La sorpresa demi penúltimoencuentro conAlcoverro es ellibromemorableque acaba depublicar, ‘Lahistoria desdemi balcón’(Destino), yque permiteleer con máscalma,extensión yprofundidadesos trabajosqueprácticamentecada díainserta ‘LaVanguardia’

tos delicados. Cualquier tema pue-de tratarse con Tomás Alcoverro.La sorpresa que para la ocasiónha aportado en este penúltimoencuentro es el libro memora-ble que acaba de publicar, Lahistoria desde mi balcón (Des-tino), y que permite leer conmas calma, extensión y pro-fundidad esos trabajos queprácticamente cada día in-serta su periódico, aparteotros documentos inéditos,como el muy destacadoImagen de Oriente Medioen nuestras letras contem-

poráneas, toda una guía literariaminuciosa y precisa. El capítulo quefigura en ese mismo libro sobre lasgrandes ciudades portuarias del Me-diterráneo, destinado al catálogo dela exposición patrocinada por el Ins-tituto Europeo del Mediterráneo el añopasado, tiene una gran calidad aca-démica, la de un escritor que se mue-ve con toda soltura desde Algeciras aEstambul.

Con la misma soltura y la misma hu-manidad, ambas manifiestas, las deTomás Alcoverro por supuesto, ha li-brado textos que uno ha podido acom-pañar con otros en un libro sobre laguerra en Irak, o en otro catálogo pa-ra la magnífica exposición sobre la ar-quitectura en Bagdad que se presen-tó en Barcelona, Madrid y otras ciu-dades, todo un acontecimiento cultu-ral que se logró realizar gracias a lostrabajos de la Embajada de España enIrak y del Colegio de Arquitectos deCataluña. Lo que es muy importante,al leer a Tomás Alvoverro, algo que enrealidad supone leerle de nuevo, es laposibilidad de volver en agradable ca-maradería a lugares hoy ya relativa-mente lejanos que alguna vez se re-corrieron a su lado, con frecuencia encircunstancias más agradables y festi-vas de las que en estos días por des-

gracia predominan; en Damasco oAleppo por ejemplo, o en Sanaa, pa-rajes primordiales que hoy tienden ahacerse imaginarios, en los que másvale espaciar visitas, donde ni siquie-ra resulta fácil recibir la autorizaciónpara entrar. Más de uno daría muchopor deambular repetidamente con To-más Alcoverro por el bazar de Da-masco y la mezquita de los Omeyas,por la Plaza de la Perla en Bahrein yun dilatado etcétera.

Quedan para mejor ocasión. Perono las de moverse por la Plaza Tahriren El Cairo o las ruinas de Cartago enTúnez, o en la fortaleza de Mazalqui-vir de Argelia; y si se trata de los alre-dedores de la Plaza de Tahrir tambiénla ocasión de husmear en los libros deL’Orientaliste, recalar en el Café Ri-che, en el Gropius y en el Estoril, re-cordando de paso pero con gran sen-timiento las tardes pasadas con el Prin-cipe Hassan o con el Premio NóbelNaguib Mahfuz, el Egipto inmortal.Esperamos la nueva cita. Tomás Alco-verro escribe sobre sí mismo pero tam-bién sobre quienes le acompañaronen itinerarios y ciudades que han mar-cado vidas, la suya más que la del res-to, con férrea voluntad de permane-cer en Beirut y plena capacidad parala lanzadera, de un tiempo a otro, deuna vida a otra, de sus tiempos y susvidas particulares igualmente, para tra-tar con cariño y erudición ciudades ycompañías, con la esperanza de quelos árabes sigan la senda que comen-zaría a abrirse en Túnez y Egipto. Siem-pre me conmovió cómo honró en Ale-jandría la memoria de Terenci Moix.Después de El Decano, Espejismos deOriente, Atrapados en la discordia yeste penúltimo libro en que nos sor-prende al asomarse por el balcón desu casa en Beirut, a un paso de la Uni-versidad Americana, buscaremos ma-ñana mismo su crónica habitual, pe-ro también su próximo libro. �

N unca se sabecuando reapa-recerá Tomás Al-coverro, tampo-

co las sorpresas que traerá con-sigo. No importa gran cosa por-que en La Vanguardia se le lee ca-da día, siempre con provecho ycon especial intensidad desde quea finales de diciembre del año pa-sado comenzaran a agitarse bas-tantes países árabes. Hace pocosmeses apareció por Tegucigalpa, ha-ce unos años por La Habana y mu-chas veces por Jerusalén, Tel Aviv, Ga-za, El Cairo y Bagdad. Amigo y resi-dente en Beirut, su casa en el barriode Hamrah es la de todos sus amigos.Abandona Beirut con o sin motivo apa-rente, por el placer de viajar, la obli-gación profesional o porque la otra re-sidencia, ocasional, que siempre fuela suya, era asimismo el lugar más ade-cuado para informar con garantías deseguridad sobre el penúltimo inci-dente. Precisamente se le ha oído que-jarse por verse a su edad obligado atrabajar más que nunca, ya que eseOriente Medio por lo general con al-tas temperaturas políticas y ambienta-les está casi tan caliente como en suspeores épocas estuvo. Pero sus lecto-res no se quejan sino que más biencon egoísmo celebran que en la zonasiga Tomás Alcoverro escribiendo so-bre la crisis que no cesa, en realidadescribiendo sobre sí mismo.

En Madrid esta vez apenas se ha de-jado ver, muy apurado porque antesde volver a Beirut debía coger el au-tobús para visitar en Brihuega, Gua-dalajara, al entrañable Manu Legui-neche. Sí ha dado tiempo para reme-morar conjuntamente las batallas lo-calizadas en Brihuega y que se libra-ron en la Guerra de Sucesión y en laGuerra Civil, los encuentros anterio-res y los amigos como Manu Legui-neche que se encuentran en momen-

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