EN LA MUERTE€¦ · importancia para la vida de nuestro país. Afirmando los pies en el pasado...

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l.· .. · u N 1 v E R s 1 D A D toria. -Es algo terrible. Y un pueblo tan simpáti ca, tan lleno de fe, sufriendo tanto, desangrándose. -Pero todo eso será para bien. La sangre tiene también su misión. Esa es la biología de la His- Hemos llegado casi al final de nuestra charla; pero no he querido despedirme del maestro Ocho- terena, sin antes preguntarle: -¿Cómo van los trabajos del Instituto de Biología en la región del Mezquital? Ya vi el volumen que contiene las monografías que prepararon. . -Eso es todo 10 que hicimos. Nuestro·personal cuenta ahora, además de Hoffmann, con Ra- fael Martín del Campo, Eduardo Caballero, Amelia Sámano, Libaría Martínez, Leonida Vázquez y otros jóvenes estudiantes. He tratado de seleccionar un grupo de personas que se dediquen más tar- de a verdaderas investigaciones. Ya siento la más grande preocupación por separarme de todos esos tra- bajos y dedicarme de lleno a mis estudios, en mi casa. --Que venga pronto su "Histología". -Tengo mucho ánimo para seguir trabajando. -y 10 mejor es que tiene alegría aún. Tal. fue, al amparo de la gran sombra de Ramón y Cajal, mientras el medio día impaciente iba resbalando sobre los vidrios y las formas que el sabio sigue enriqueciendo, nuestra conversación inol- vidable. EN LA MUERTE DE MARIANO SILVA Y ACEYES La reciente desaparición del distinguido hombre de letras y profesor universitario Mariano Silva y Aceves, causó una pena profunda y sincera en el ambiente intelectual de México. UNIVERSI- DAD, en homenaje a su memoria, reproduce es- tas palabras del profesor Jiménez Rueda, pronun- ciadas en representación de nuestra casa de es- tudios en el acto del sepelio. Por JULIO JIMENEZ RUEDA E N nombre de la Yniversidad cumplo con el triste deber- de· despedir a uno de los profesores más distinguidos de la Facultad de Filosofía y Estudios Superiores, al Director de su Instituto .de Investigaciones Lingüísticas, al amigo genero- so y noble que siempre supo brindar su ingenio con desprendimiento de gran señor, que estuvo siempre pronto a ofrecer su ayuda en consejo, es- tímulo a quien lo había menester, colega, discí- pulo, amigo. Grandes ingenios de todos los tiempos han pues- to la amistad sobre todas las virtudes humanas. Ócerón y Montaigne; Bacon y Cervantes; Goethe y nuestro Juan Ruiz de Alarcón reputaban este natural impulso del hombre que lo lleva a compar- tir con sus semejantes dolores y alegrías, como uno de los frutos más sazonados de la vida, como uno de los dones más propicios de los dioses. Ma- riano Silva y Aceves, doctor en letras humanas, catador del buen vino donde quiera que se le brindaba gustarlo supo ser, antes que todo y sobre 27

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toria.

-Es algo terrible. Y un pueblo tan simpáti ca, tan lleno de fe, sufriendo tanto, desangrándose.-Pero todo eso será para bien. La sangre tiene también su misión. Esa es la biología de la His-

Hemos llegado casi al final de nuestra charla; pero no he querido despedirme del maestro Ocho­terena, sin antes preguntarle:

-¿Cómo van los trabajos del Instituto de Biología en la región del Mezquital? Ya vi el volumenque contiene las monografías que prepararon.

.-Eso es todo 10 que hicimos. Nuestro· personal cuenta ahora, además de Hoffmann, con Ra­fael Martín del Campo, Eduardo Caballero, Amelia Sámano, Libaría Martínez, Leonida Vázquez yotros jóvenes estudiantes. He tratado de seleccionar un grupo de personas que se dediquen más tar­de a verdaderas investigaciones. Ya siento la más grande preocupación por separarme de todos esos tra­bajos y dedicarme de lleno a mis estudios, en mi casa.

--Que venga pronto su "Histología".-Tengo mucho ánimo para seguir trabajando.-y 10 mejor es que tiene alegría aún.Tal. fue, al amparo de la gran sombra de Ramón y Cajal, mientras el medio día impaciente iba

resbalando sobre los vidrios y las formas que el sabio sigue enriqueciendo, nuestra conversación inol­vidable.

EN LA MUERTEDE MARIANO SILVA Y ACEYES

La reciente desaparición del distinguido hombrede letras y profesor universitario Mariano Silvay Aceves, causó una pena profunda y sincera enel ambiente intelectual de México. UNIVERSI­DAD, en homenaje a su memoria, reproduce es­tas palabras del profesor Jiménez Rueda, pronun­ciadas en representación de nuestra casa de es­tudios en el acto del sepelio.

Por JULIO JIMENEZ RUEDA

EN nombre de la Yniversidad cumplo con eltriste deber- de· despedir a uno de los profesoresmás distinguidos de la Facultad de Filosofía yEstudios Superiores, al Director de su Instituto

.de Investigaciones Lingüísticas, al amigo genero­so y noble que siempre supo brindar su ingeniocon desprendimiento de gran señor, que estuvosiempre pronto a ofrecer su ayuda en consejo, es­tímulo a quien lo había menester, colega, discí­pulo, amigo.

Grandes ingenios de todos los tiempos han pues­to la amistad sobre todas las virtudes humanas.Ócerón y Montaigne; Bacon y Cervantes; Goethey nuestro Juan Ruiz de Alarcón reputaban estenatural impulso del hombre que lo lleva a compar­tir con sus semejantes dolores y alegrías, como unode los frutos más sazonados de la vida, comouno de los dones más propicios de los dioses. Ma­riano Silva y Aceves, doctor en letras humanas,catador del buen vino donde quiera que se lebrindaba gustarlo supo ser, antes que todo y sobre

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todo, tin excelente amigo, que abrió corazón e in­teligencia a todos los que se quisieron acoger a labuena disposición que siempre tuvo para el quellamaba a su puerta en solicitud de noticias o endemanda de consejo.

Cincuenta años peregrinó por el mundo, vivien­do en los libros y aprendiendo en el duro ejerci­cio de la vida que la sabiduría sin la bondad esvano ejercicio pedante y por ello también puedeencomiarse el empleo de la bondad como una desus virtudes características.

La bondad lleva a la comprensión, y la compren­sión a la piedad, y la piedad a la ironía. MarianoSilva supo sonreír sin malicia frente a los defec­tos de los hombres, a la deslealtad de las actitudes.El comentario oportuno, la frase leve, el humo­rismo sin acritud brotaban siempre de sus labios,en los momentos en que de otras bocas podría sur­gir el dicterio o el insulto. Sonrisa típica la deeste humanista que iluminaba su rostro a cada mo­mento, y hacía aun más pequeños sus ojos brillan­tes de malicia..

i Cómo era característica su figura pequeña yrecia por nuestro barrio de la Universidad! Conpaso menudo, frecuentemente apresurado recorríala distancia que va de la Escuela Preparatoria anuestra Facultad de Letras, bajo el brazo tres ocuatro volúmenes, distraída la mirada en la con­templación de un mundo distante, ocupacla la men­te en algún problema de lingüística romance, o de,filología indígena, o urdiendo tal vez la tela de unade las sabrosas narraciones que habían de quedarencerradas más tarde en las páginas deliciosas de"Arquilla de Marfil", "Cara de Virgen" o "Mu­ñecos de Cuerda".

En una generación de filósofos, de novelistas,. de ensayistas, Mariano Silva fué el humanista. Su

juventud de seminario había dejado en él la huellade sus estudios clásicos hondamente grabada.

Ausente de nuestras cátedras la lengua latina,quedaba él como representante de una tradiciónque paulatinamente se iba perdiendo. El sabía, sinembargo, cuán importante era para el joven elconocer, aunque fuera superficialmente, los secre­tos de una lengua que tanto arraigo tuvo en Mé­xico, y se empeñó en reavivar la tradición y loconsiguió en parte. Las sombras de Landivar yPesado y Pagaza, deben haber t'econocido en éla un digno y brillante continuador.

Pero el latinismo como dirección única de cul­tura no responde al espíritu de nuestros tiempos.A la gran tradición clásica hay que sumar la co-

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rriente de nuestra vida propia y en México esacorriente fluye del corazón mismo de nuestra es­tirpe indígena. De ahí la preocupación máxima deMariano Silva en los últimos años de su vida defomentar en todo y por todo el estudio de nuestraslenguas indígenas como medio de llegar a cono­cer el pasado de nuestra raza y entender su almaacercándose a ellos con la flor de su propio idiomaa todos los seres que en nuestro país vep colorearapenas una aurora que puede ser de incalculable.importancia para la vida de nuestro país.

Afirmando los pies en el pasado supo estai· Ma­riano Silva con tocIo lo que representara un afánde renovación en el presente. Sabía, como buengramático, la desleznable importancia que tiene eltiempo de un verbo que es transitorio y "efímeropaso de lo que fué a 10 que será. No vivió en elpasado ni fincó en el presente; saludó al porvenirjovialmente, con ese "gesto de optimismo que nolo abandonó nunca, ni en los momentos de mayordificultad para la realización de todas susempre­sas.

Fué humanista, pues, en el sentido en que 10entendieron los hombres del Renacimiento, doctoen el pasado,. seguro en el presente, certero aUg'llrdel porvenir. Humanista por la reciedumbre desus conocimientos en la lengua y en la literaturalatinas; por la forma en que asimiló a los clási­cos de nuestro idioma; por el jugo sabroso quesupo sacarle a la vida; por el don generoso desu alma; por el culto de la amistad, por la- ambi­ción que puso en todas sus cosas; por el sent.idohumano que descubrió en los libros y brindó ensus actos: por el certero impulso con que disparóla flecha en el gran deporte que es la existencia.

Al desaparecer cuando mejores frutos espera­ban nuestras letras de su alma, los amigos lo re­cuerdan, los dicípulos mirarán en él un ejemplode lo que debe ser la sabiduría puesta al serviciode un corazón generoso, la Universidad pierdeuno de sus legítimos maestros,' de los pocos queya quedan por desgracia en sus claustros y lasletras mexicanas uno de los prosistas modernosmás jugosos, de mejor estilo, de suave inspiración.

Se ha ido como se han marchado nllestl'os maes­tros; pobres, agobiados por una tarea superior alas pobres fuerzas de un hombre. nuevo galeoteatado a la galera, que es en nuestro tiempo lacátedra; agobiado por horrendos dolores físicos.Ha merecido el descanso. Hagamos el silencio so­bre su tumba y grabemos su nombre en nuestrocorazón.