EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el...

10
Número 288 Abril 2019 EN LAS CASAS DE MARÍA “La Madre dijo a los servidores: Haced lo que Él os diga… Jesús les dijo: Llenad las tinajas de agua”. (Jn 2,5.7) DOMUS MARIAE C/ Andrés Mellado, 84 – 5º. I, escalera B 28015 Madrid Cuaresma: tiempo de escucha. El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”, Jesús responde: “Escucha Israel”, tomando las primeras palabras de la principal plegaria de los judíos, el Shemá. La Cuaresma es un buen momento para examinarnos de ese primer mandamiento: ¿Realmente escuchamos al Señor? O simplemente nos limitamos a oírlo. Para nosotros, Casas de María, la pregunta es particularmente relevante, pues cada día acudimos a la Palabra de Dios, para escucharle y, muy en concreto, al Evangelio para escuchar al Verbo de Dios encarnado, a Jesús, que nos habla -precisamente porque se encarna- con su palabra y con sus obras. Qué importante es no quedarnos en la letra, en lo que nos dice, sino en lo que hace: sus silencios, sus gestos, sus actitudes, sus miradas, sus detalles de cariño, su entrega hasta la muerte y muerte de Cruz... Pero no podemos quedarnos en la escucha, en la contemplación, hemos de interiorizar lo que nos dice: “El Señor nuestro Dios es el único Señor”. De esta verdad de fe se deriva ineludiblemente el mandato subsiguiente: “Amarás al Señor nuestro Dios (el tuyo y el mío) con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. ¿Lo amamos así? Con todo el corazón y con toda el alma puede ser que lo procuremos; pero ¿con toda nuestra mente? Nuestra sociedad tecnológica y cientificista, en la que nos creemos dueños de la vida y de la muerte, en la que prescindimos de Dios, hasta el punto de que muchos viven como si Dios no existiera ni le necesitasen, amar a Dios con toda la mente, que Él sea nuestro único Señor, se hace muy difícil y, no obstante, es lo que nos diferencia de los no creyentes, lo que ha despertado a lo largo de los siglos, y muy en concreto en los dos últimos, la cristianofobia. Amar a Dios sobre todas las cosas nos da una cosmovisión que choca frontalmente con muchos planteamientos y usos de nuestros contemporáneos en nuestra civilización occidental, y choca muy en concreto en lo que se refiere al segundo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, porque, cuando retiramos a Dios de nuestras vidas, el primero que sufre es el hermano y en concreto el hermano desvalido, el que no tiene voz como el embrión o el feto en el seno materno; el niño que se convierte en pelota de ping pong en algunos matrimonios rotos; el inmigrante que huye de sus países en guerra, de la hambruna, de la injusticia…; las mujeres y hombres prostituidos por las redes de trata; el anciano, el enfermo, el deficiente que, desde los criterios crematísticos imperantes, solo aporta un mayor gasto o exige de nosotros un tiempo y una dedicación. Tiempo de Cuaresma, tiempo de escucha. ¿Qué nos está diciendo el Señor? María, maestra en el arte de escuchar y de encarnar al Verbo, nos ayudará. ó Jubileo Año Mariano Diócesis de Madrid. Retiro Mensual Dirigido por D. Juan Bautista Granada Marín Lunes, 29 de abril de 2019 - 18:30 h. Eucaristía – Rezo de Vísperas – Meditación. Templo Eucarístico San Martín. C/ Desengaño, 26. Capilla de la 3ª Pta. PEREGRINACIÓN AL CERRO DE LOS ÁNGELES – Lunes, 20 de MAYO Recuerda: www.domusmariae.es

Transcript of EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el...

Page 1: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

Número 288

Abril 2019

EN LAS CASAS

DE MARÍA

“La Madre dijo a los servidores: Haced lo que Él os diga…

Jesús les dijo: Llenad las tinajas de agua”. (Jn 2,5.7)

DOMUS MARIAE

C/ Andrés Mellado, 84 – 5º. I, escalera B

28015 Madrid

Cuaresma: tiempo de escucha.

El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”, Jesús responde: “Escucha Israel”, tomando las primeras palabras de la principal plegaria de los judíos, el Shemá.

La Cuaresma es un buen momento para examinarnos de ese primer mandamiento: ¿Realmente escuchamos al Señor? O simplemente nos limitamos a oírlo. Para nosotros, Casas de María, la pregunta es particularmente relevante, pues cada día acudimos a la Palabra de Dios, para escucharle y, muy en concreto, al Evangelio para escuchar al Verbo de Dios encarnado, a Jesús, que nos habla -precisamente porque se encarna- con su palabra y con sus obras. Qué importante es no quedarnos en la letra, en lo que nos dice, sino en lo que hace: sus silencios, sus gestos, sus actitudes, sus miradas, sus detalles de cariño, su entrega hasta la muerte y muerte de Cruz...

Pero no podemos quedarnos en la escucha, en la contemplación, hemos de interiorizar lo que nos dice: “El Señor nuestro Dios es el único Señor”. De esta verdad de fe se deriva ineludiblemente el mandato subsiguiente: “Amarás al Señor nuestro Dios (el tuyo y el mío) con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. ¿Lo amamos así?

Con todo el corazón y con toda el alma puede ser que lo procuremos; pero ¿con toda nuestra mente? Nuestra sociedad tecnológica y cientificista, en la que nos creemos dueños de la vida y de la muerte, en la que prescindimos de Dios, hasta el punto de que muchos viven como si Dios no existiera ni le necesitasen, amar a Dios con toda la mente, que Él sea nuestro único Señor, se hace muy difícil y, no obstante, es lo que nos diferencia de los no creyentes, lo que ha despertado a lo largo de los siglos, y muy en concreto en los dos últimos, la cristianofobia.

Amar a Dios sobre todas las cosas nos da una cosmovisión que choca frontalmente con muchos planteamientos y usos de nuestros contemporáneos en nuestra civilización occidental, y choca muy en concreto en lo que se refiere al segundo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, porque, cuando retiramos a Dios de nuestras vidas, el primero que sufre es el hermano y en concreto el hermano desvalido, el que no tiene voz como el embrión o el feto en el seno materno; el niño que se convierte en pelota de ping pong en algunos matrimonios rotos; el inmigrante que huye de sus países en guerra, de la hambruna, de la injusticia…; las mujeres y hombres prostituidos por las redes de trata; el anciano, el enfermo, el deficiente que, desde los criterios crematísticos imperantes, solo aporta un mayor gasto o exige de nosotros un tiempo y una dedicación.

Tiempo de Cuaresma, tiempo de escucha. ¿Qué nos está diciendo el Señor? María, maestra en el arte de escuchar y de encarnar al Verbo, nos ayudará.

ó

Jubileo Año Mariano Diócesis de Madrid.

Retiro Mensual Dirigido por D. Juan Bautista Granada Marín

Lunes, 29 de abril de 2019 - 18:30 h. Eucaristía – Rezo de Vísperas – Meditación.

Templo Eucarístico San Martín. C/ Desengaño, 26. Capilla de la 3ª Pta.

PEREGRINACIÓN AL CERRO DE LOS ÁNGELES – Lunes, 20 de MAYO

R e c u e r d a : w w w . d o m u s m a r i a e . e s

Page 2: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

2

Resumen Retiro Mensual de Marzo. D. Juan Briones Martínez

Este mes nuestro retiro mensual ha sido dirigido por D. Juan Briones, Párroco de Nuestra Señora de África, a quien ya

conocemos de otras ocasiones, que sustituía a nuestro Consiliario por encontrarse de Ejercicios Espirituales esa semana.

Centró la reflexión del retiro en dos temas: El mensaje de Cuaresma del Papa y la fiesta de S. José, cuyas vísperas celebramos ese día. Respecto al mensaje de Cuaresma del Papa, comenzó confesándonos que de entrada no le había gustado mucho, pero después de leerlo más veces el Señor le concedió ir saboreándolo poco a poco. El Papa, en el mensaje para esta cuaresma, incorpora el matiz del hombre y del cosmos. Tomando el pasaje de la Carta a los Romanos: “La creación expectante está aguardando la manifestación de los hijos de Dios”. El misterio de la Pascua, que ya obra en nosotros en esta vida -celebramos la Eucaristía porque Cristo murió y resucitó- es un proceso dinámico que incluye la Historia y toda la creación. La creación entera participa en el destino del hombre. Ayer, sin Cristo, un destino de muerte; hoy, con Cristo, un destino feliz, de vida. El Papa expone tres puntos principales: 1.- La redención de la creación. La cuaresma nos llama a vivir un itinerario para ser conformes a Cristo. Esto nos habla: de unión con Él, tanto en su vida terrena como en su vida plena; de intimidad del discípulo con el Maestro, que se conocen mutuamente; de ser otro Cristo, ser igual a Cristo. Por eso, dice el Papa que este parecernos a Cristo y en nuestra vida reproducir a Cristo, es un itinerario difícil. Por lo que no necesitaríamos cuarenta días de conversión, sino que toda nuestra vida tiene que ser conversión. Si el hombre vive como hijo de Dios viviendo la ley inscrita en la naturaleza, participa en la redención de esa naturaleza. Vivir como persona redimida es vivir como persona que se sabe necesitada de la muerte y resurrección de Cristo, que sabe que de otro, del mismo Jesucristo, viene su salvación. 2.- Esta redención está amenazada por el pecado. Cuando no vivimos la redención tenemos sentimientos destructivos pensado que todo, incluso nosotros mismos, podemos usarlo como nos plazca. Pensemos qué comportamientos destructivos tengo ante mí, ante los otros o ante las demás criaturas. Es necesario que nos conozcamos para descubrir esos comportamientos y corregirlos con la ayuda del Señor. Cuando no nos portamos como personas redimidas, nos falta la templanza y nos dejamos llevar de deseos incontrolables que tienen como consecuencia abusar de los otros. Todo esto lo describe el capítulo segundo del libro de la Sabiduría. Aunque nosotros vivamos como personas redimidas, aun así el pecado se introduce y puede llevarnos a esa

actitud que conduce al hombre a considerarse como Dios, dueño de la creación. 3.- Vivir de la fuerza regeneradora de la conversión y el perdón. La cuaresma nos lleva a vivir una nueva creación, de forma que, al final de ese itinerario, podamos vivir como nuevas criaturas. Para ello es necesario el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la Gracia del Misterio Pascual. Vivir como hijos redimidos, no solamente para nosotros sino también para toda la creación. Nuestra persona repercute en todo aquello que ha sido creado, porque ha sido puesto para nuestro bien.

En cuanto a la fiesta de San José, comenzó haciendo referencia a la realidad de nuestra sociedad que echa en falta la figura paterna, en la sociedad y en las familias. Esta falta de la figura paterna, aunque la supere con creces, está hablando de la paternidad de Dios: se echa en falta la figura de Dios. Y centró la reflexión en tres puntos. • Los desposorios de José y María. Aun cuando faltaba la segunda parte de la celebración del matrimonio según el rito de los judíos: que el esposo llevara a su casa a la esposa, José y María ya eran matrimonio. Y José pasa por el momento de prueba de ver a María que ha concebido y él no sabe cómo. Cuántos momentos de prueba pasamos nosotros, momentos en que decimos: no sabemos. José resuelve aquel momento de prueba decidiendo no denunciar a María. El esposo en esos casos estaba obligado a denunciarla y ello tenía como consecuencia que la mujer moriría apedreada. Pero entonces el ángel le manifiesta que eso que le ha sucedido a María es obra de Dios y en ese momento descubre su paternidad virginal. María y José se unen para vivir esa voluntad del Señor. José confía en ese momento de prueba. Vamos a pedirle a San José que nosotros, en los momentos de prueba, confiemos. • ¿Qué es lo que se le pediría a José en esta familia singular? ¿Qué es lo que se le pide a un esposo? Una cosa que se le pide es la fidelidad perpetua y así, fiel, permanece José junto a María y a Jesús, en silencio, humildad y discreción, en los momentos buenos y en los difíciles. Como fiel custodio. • Nos recuerda el Papa Francisco que nosotros tenemos que aprender de José a ser custodios. Custodios de la creación. Custodios de los que están a nuestro alrededor, preocupándonos unos de otros, en especial de los que son frágiles; a protegernos llenos de confianza y de respeto, también los que rezamos

Page 3: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

3

juntos y vivimos juntos la fe. Qué bien está este grupo de Domus Mariae porque se preocuparan los unos de los otros con esa discreción de San José, con su fidelidad y su ternura. Custodios de nuestra persona,

vigilantes de nuestros propios sentimientos, de nuestro propio corazón, porque es del corazón de donde salen las intenciones buenas y malas. Que San José interceda por nosotros.

Ejercicios Espirituales. Resúmenes de las charlas Una año más el Señor nos concedió la gracia de disfrutar de los Ejercicios Espirituales anuales a un grupito de Domus Mariae, al que se unió una amiga de Guatemala que realiza en su país un voluntariado misionero y social en una pequeña aldea. Ofrecemos resumidas algunas ideas de las charlas para compartir con todos algo de lo que recibimos.

1ª charla. INTRODUCCIÓN

Al iniciar los Ejercicios Espirituales, que realmente son un

retiro, pues es imposible abarcar la riqueza de las cuatro

semanas que propone San Ignacio en sus Ejercicios, debemos

preguntarnos: ¿Qué querrá Dios de mí en estos días?

Para intentar descubrirlo nos pueden ayudar las LÍNEAS

maestras DE LOS EJERCICIOS de San Ignacio.

Buscar y hallar la voluntad de Dios. Discernimiento.

Personalizar la Gracia de Dios en cada uno, el “por mí” de

San Ignacio: ver lo que ha hecho por mí, todo lo que pasó

por mí.

Agradecimiento. Uno sólo cambia desde el agradecimiento,

cuando experimenta cómo Dios ha actuado conmigo.

Siempre más. No a la mediocridad. Deseo de ser atraído

totalmente por Dios.

Centralidad de Cristo, pobre y humilde. Poner nuestra vida

en Cristo.

Un primer paso sería preguntarnos: ¿Qué necesito? ¿Qué

partes de mi vida necesitan que entre el Evangelio? ¿Qué es

lo que más me atrae de Jesús? ¿Qué provoca en mí esa

hambre y sed de Cristo?

Los santos han sentido esa necesidad de Dios. San Agustín

decía: “He gustado de ti y ahora siento hambre de ti”. Santa

Teresa de Jesús: “Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios

basta”. Carlos de Foucauld: “Desde que entendí quién era

Dios para mí, supe que ya solo podía vivir para Él”.

Se trata de ser atraídos por Jesucristo, sabiendo que, antes

que nosotros le busquemos, Él ha salido a nuestro encuentro.

La conversión parte de Dios, es una acción de Dios.

Pensemos las razones que me han traído a estos Ejercicios,

las motivaciones. Preguntémonos cuál es mi estado de ánimo,

mis miedos. Qué me preocupa de mi situación familiar.

Dios merece entrar en mi vida. Podemos llevar mucho tiempo

en la Iglesia, incluso estar en un grupo de mayor compromiso

en la fe, y podemos estar sin convertirnos. Santa Teresa llegó

un momento en que comprendió que todo lo que había hecho

hasta entonces era insuficiente.

Pongamos ante el Señor las fatigas, ilusiones, desilusiones.

Revisemos la vida, personas situaciones... Se trata más que de

rememorar, que es volver a la memoria, de recordar, que pasa

por el corazón. Preguntarnos ¿qué quiere Dios de mí?

Cuando Adán ha pecado, Dios sale a su encuentro y le

pregunta: “¿dónde estás?” (Gn 3,9) Aunque creamos que

somos nosotros los que llevamos las riendas de nuestra vida,

vemos que es Dios quien siempre ha estado detrás.

“¿Qué buscas?” es también lo que Cristo pregunta a Judas

cuando viene a prenderle o a María Magdalena cuando está

llorando porque piensa que se han llevado el cuerpo de su

querido Maestro.

La búsqueda surge de la necesidad o del deseo. En estos días

debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que más deseo? ¿Qué

debo ser? ¿Qué debo hacer? ¿Quién me ha ayudado a ser lo

que soy? ¿Qué he hecho en mi vida? Los talentos que Dios

me ha dado ¿cómo los he empleado?

Son muchos los textos de la Escritura que nos hablan de

cómo Dios nos busca, nos conoce y nos guía (Is 43,1-7; Sal

139; Sal 27).

Recordemos la anotación de San Ignacio: “No el mucho saber

harta y satisface el ánima, mas el sentir y gustar las cosas

internamente”. No queramos saberlo todo. Quedémonos con

una palabra, una espiga, una idea que nos diga algo y

saboreémosla.

Los Padres del Desierto ponían una imagen: La de unos

perros que corrían tras una liebre. Al verlos correr y ladrar

otros se unían a ellos, pero después de un tiempo se cansaban

y abandonaban la carrera, sin embargo los que han visto a la

liebre siguen corriendo mientras los otros desisten. Así, el

que nunca ha tenido una experiencia de Dios, acaba

abandonando en la carrera de la fe.

Hoy, como al ciego (Mt 10,5), Jesús nos pregunta: “¿Qué

quieres que haga por ti?” “¿Qué quieres que te conceda?” le

pregunta Dios a Salomón, y él pide un corazón que escuche.

Vamos a ponernos a tiro, a no poner resistencias, a no

blindarnos. Dejemos que el Señor nos hable al corazón,

cuidando el silencio, que nos permite examinar si Dios va

haciendo algo entre nosotros.

Podemos tener en cuenta algunos consejos que da San

Ignacio: “El que recibe los Ejercicios, mucho aprovecha

entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador

y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su

divina majestad, así de su persona, como de todo lo que tiene,

se sirva conforme a su santísima voluntad”.

Venimos a ordenar nuestra vida, aunque ya más o menos la

tengamos ordenada, pero ¿con qué criterios? El principio

rector de ese ordenamiento no puede ser otro que el amor de

Dios.

Cuando decimos oro puro es porque no tiene mezcla. Cuando

hablamos del amor de Dios tendríamos que referir a la

imagen del oro puro. Pero nosotros muchas veces mezclamos

a Dios con otras cosas que no son Dios. El desorden viene

cuando no pongo a Dios en el centro o cuando lo mezclo con

otras cosas.

Si nosotros tenemos la capacidad de buscar a Dios es porque

Él nos ha encontrado antes. Dejémonos encontrar por Dios.

Pararse. Parémonos, porque el stop salva muchas vidas.

Page 4: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

4

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? Es otra pregunta

que podríamos hacernos. Si Él nos ha llamado aquí es porque

quiere decirnos algo. Pero no basta con escuchar, hay que

cumplir y llevar a término. Venimos a tratar de asuntos

esenciales. Porque lo que está en juego es: nosotros, Dios y

cómo nos presentamos ante Él, cómo acogemos su salvación.

2ª charla. PRINCIPIO Y FUNDAMENTO

En esta primera meditación de los Ejercicios Espirituales San

Ignacio quiere que el ejercitante se encuentre con lo fundante

de su existencia. Por eso vamos a preguntarnos el por qué, el

para qué, el de dónde y el adónde de nuestras vidas, desde la

certeza de que hemos sido amados y pensados por Dios.

La cuestión del sentido de la vida es una cuestión

determinante de nuestras vidas porque es lo que va hacer de

nosotros personas felices, plenas o desgraciadas. Es lo que

acontece en tantas vidas, porque callamos que hoy el suicidio

es la primera causa de muerte entre los jóvenes. Y es porque

falta el sentido del porqué y el para qué viven. Vivir sin

encontrar el sentido de nuestra vida nos hace vivir

angustiados. Estas preguntas son las que mucha gente no se

hace en su vida.

San Ignacio nos dice que el fin de nuestra vida, para el que

hemos sido creados, es para amar a Dios. Hemos sido creados

por amor y estamos llamados a amar. Nuestro origen no está

en el azar caprichoso ni en la casualidad sino en la

providencia y el amor. Dios me acogió y me dio el ser, antes

de crearme ya pensaba en mí. Es muy importante saber esto y

tener un sentido en la vida.

El animal se mueve por el instinto, pero el hombre se mueve

por la libertad, por eso necesita un sentido, saber a dónde va.

Sin embargo, muchas personas viven sin hacerse nunca esta

pregunta. Solamente desde la libertad bien entendida se

puede dar respuesta a esta pregunta. A veces nuestro techo es

tan bajo que solo aspiramos a lo de siempre: un poco de

dinero, un poco de salud… No nos planteamos aquello que

Dios nos tiene preparado.

La madre de Nietzsche afirmaba que su hijo desde que dejó la

religión y a Dios había enloquecido. Muchas personas viven

así, enloquecidas.

Pidamos a Dios que nos abra a su acción desde el

agradecimiento. Tratemos de hacer una especie de

recapitulación de la vida: ¿Cómo has amado? ¿A quién has

amado? ¿Te has sentido amado? ¿Te has sentido amado por

el amor de Dios?

El Padre Arruepe decía que no hay nada más práctico que

enamorarse de Dios, porque determinará lo que nos haga

levantar cada mañana y lo que haremos en la vida. Como en

la vida el amor cambia nuestro ser o hacer.

Si nuestra vida está ordenada al amor de Dios todo estará

ordenado. Pidamos al Señor amar a Dios de verdad, por

encima de todo. No sé si nos creemos que esto nos hará

felices, si nos creemos que Dios nos ama. Porque Dios me

amó, existo.

La mirada de Jesús al joven rico puede ser un punto de

reflexión. ¿Cómo me mira Dios? Si el joven se marcha es

porque en su escala de valores no ha puesto lo primero el

amor de Dios, hay otros que restan importancia a este valor.

Decía Juan Pablo II que el hombre no puede vivir sin el amor

de Dios, porque entonces permanece para sí como un ser

incomprensible. Cuando somos amados por Dios, todo queda

transformado, todo está bien. Aquel joven se marcha triste

aunque tenía su vida ordenada: cumple los mandamientos.

Pero cuando se encuentra con Jesús aparece un nuevo

horizonte y se siente atraído, porque de alguna manera lo que

hasta entonces había vivido no le satisfacía. Sin embargo,

prefiere quedarse en su dinero y su mediocridad que apostar

por la radicalidad. Esto nos puede pasar a los que vivimos

una vida religiosa. Y también nos puede pasar que nos

quedemos en ese umbral como el joven rico.

Cuando tenemos como horizonte a Dios, todo lo de la vida se

vive de otra manera. Nuestra vida debería ser como un árbol

dado la vuelta, con las raíces hacia el cielo, enraizados en Dios.

Las cosas de esta vida están subordinadas al fin último por el

que están creadas. Y ese fin es Dios. Usar de las cosas en la

medida que me acercan a Dios y dejar las cosas en la medida

que me alejan de Él.

Pero el hombre de hoy no piensa en la vida eterna. El sentido

de la vida es amar a Dios. Y la muerte es algo por lo que hay

que pasar. Los santos aceptan la muerte y desean morir y su

ejemplo nos estimula.

Para San Ignacio, indiferencia no es pasotismo, es libertad.

Tener libertad frente a las cosas de la vida. ¿Sé distanciarme

de los sentimientos, de las cosas? Es saber distanciarse ver las

cosas con relatividad. Aquel joven no era indiferente, era

esclavo de sus riquezas. Es la teología del “qué más da”, del

hermano Rafael.

Todo lo humano acaba y nuestra existencia también. En todo

hay una experiencia de muerte porque todo es caduco. Es la

tentación del Tabor: qué bien se está aquí. Para qué bajar.

Solamente Dios responde al anhelo más hondo que hay en el

corazón de cada hombre: “De qué te sirve ganar el mundo si

pierdes tu alma”. Es la frase que se le clavó a Francisco de

Javier cuando se la lanza S. Ignacio. Hoy le pedimos al Señor

que Él responda al anhelo de nuestro corazón. Cristo es en

última instancia el principio y fundamento, porque es el que

responde plenamente al corazón del hombre. Es la Palabra que

existía desde el principio y a quien se ordenan todas las cosas.

(Citas para la reflexión: 1 Jn 4,7-16; Is 43,1-5; Is 40,27-31;

Gn 1,26-31; Sal 139, 1-18; Sal 8; Sal 104;Sab 11,21-12,2ss; 1

Jn 3,1-1;Hch 17,28; Rm 8,31-39; Sal 22)

3ª charla. LA EXPERIENCIA DEL PECADO

San Ignacio en sus Ejercicios pasa de la meditación del

“Principio y fundamento” a examinar si nuestra vida está

ordenada a ese principio y fundamento, y así surge la

experiencia del pecado.

Para afrontar esta meditación pide “Confusión y vergüenza,

crecido e intenso dolor y lágrimas por mis pecados”.

Dice la Escritura que “si alguno dice que no tiene pecado es

un mentiroso”.

La pregunta es si estamos ordenados a Dios, dentro de su

plan o ajenos a él. Si nuestra familia, el mundo… está

ordenado a Dios.

Seríamos injustos si no viéramos el bien en nosotros y en

nuestro mundo. Es verdad que el mal se hace oír más, pero si

en el mundo hubiera más mal que bien no subsistiría. Quizá

la personas que cometen crímenes fueron buenas personas,

pero llegó un momento en que cogieron un camino

equivocado y, a partir de ahí, todo lo demás; porque el

pecado no para, pide cada día un poco más, por lo que puede

llegar a situaciones difíciles de imaginar.

Page 5: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

5

Dios quiere que todos los hombres se salven. Dios ha

mandado a su Hijo único para que el mundo sea salvado por

Él.

¿Estamos dentro del plan de Dios? Cada día hay más gente

que se aleja de Dios. Incluso existe una persecución contra la

Iglesia, porque la Iglesia es el último bastión de moralidad.

Detrás de ello está el mal, el demonio. Estamos generando

una sociedad de paganos donde Dios va a estar totalmente

ausente. Lo que tiene consecuencias tremendas en la forma

de concebir la vida, la política, etc.

Los cristianos tenemos que luchar con las armas del espíritu

para que el Reino de Dios sea conocido. Pues en nuestra

sociedad el pecado ha tomado carta de ciudadanía. Y nosotros

tenemos que luchar contra ello. Sin embargo, muchas veces,

con nuestro silencio, estamos contribuyendo a que tomen esa

carta de ciudadanía grandes pecados: Aborto, destrucción de

la familia, ruptura de matrimonios, padres que se separan por

“el bien” de los hijos, pero en realidad están poniendo por

encima los supuestos derechos de los padres sobre los de los

hijos… El hambre del mundo. Ya Pío XII decía que el mundo

necesitaba ser rehecho desde sus cimientos.

Pidamos claridad para que nosotros no perdamos la

conciencia de pecado, cuando el pecado se ha relegado como

algo oscuro, del pasado. Pero es una bendición hablar de

culpa y de conciencia. La conciencia es como una voz de

alarma, como lo es en el cuerpo el dolor frente a la

enfermedad. El sentimiento de culpa es un avisador que nos

permite tomar precauciones.

El dolor de los pecados es necesidad del sacramento pero

¿sentimos ese dolor?, ¿arrepentimiento por haber ofendido a

Dios? Cuánto nos falta reconocer y llorar nuestros pecados. Y

también los de nuestro mundo, nuestra sociedad.

San Ignacio le pregunta a Javier ¿qué has hecho?, ¿qué

haces?, ¿qué estás dispuesto a hacer por Cristo? Son tres

preguntas que nos debemos hacer también nosotros.

Pongamos también ante nosotros todas nuestras idolatrías,

nuestros pecados, esos pecados recurrentes, dominantes.

Veamos si hemos destruido la obra de Dios en nosotros, esa

obra de arte que ha hecho Dios. Veamos la película de

nuestra vida, la que sólo nosotros conocemos. De todas

maneras hay que pasar página, no volver a los pecados ya

perdonados, confiar en la misericordia de Dios y perdonarnos

a nosotros mismos.

“Tanto amó Dios al Mundo que entregó a su propio Hijo para

que el mundo se salve por Él”. Descubrir el pecado a la luz

de Dios, contemplando la Cruz de Cristo que se entrega por

mí. Comprender la gravedad del pecado ante Dios, que el

pecado es la negación de Dios.

El pecado es hacer cosas objetivamente malas; es también no

hacer el bien: indiferencia y omisión, no hacer el bien que

podemos hacer; y es hacer mal el bien: hacer cosas bien de

manera incorrecta: con soberbia, porque lo hago parar

sentirme bien; con egoísmo, porque lo hago buscando mi

bien; sin cariño o refunfuñando, sin alegría.

El pecado provoca una ruptura con Dios. En el fondo es

querer ser como Dios, emanciparse de Dios, verle como una

amenaza. Entonces el hombre vive en orfandad, porque ha

decidido vivir sin Padre. Es no reconocerle a Dios el derecho

de decidir lo que debo hacer, sino que hago lo que yo quiero.

El pecado es ruptura con Dios y también con el hermano.

Cuando se rompe con Dios, el primero que lo sufre es el

hermano. Cuando desaparece Dios de mi vida, también

desaparece el hombre, cuando desaparece el Padre,

desaparece la fraternidad. El pecado lleva una ruptura con la

naturaleza, que se queja. Cuando lo que prima es el dinero, la

naturaleza se queja. Y es ruptura con Cristo, que ha muerto

en la cruz por amor a mí, por mi pecado.

El pecado también produce una ruptura escatológica. Hoy ya

no se habla del infierno, cuando en la Biblia aparece más de

150 veces. Si el Señor habla tantas veces de ello es una

insensatez no tenerlo como posibilidad real. El Señor puede

perdonar todo menos el pecado contra el Espíritu Santo que

es no dejar que Dios sea Dios en nuestra vida, no dejar que

entre en ella y la transforme.

El pecado es una tragedia. El Señor dice: si tu mano te hace

caer, córtatela. No quitemos al pecado la importancia que tiene.

Pero no nos quedemos en el pecado, el “tanto amó Dios al

mundo…” de San Juan, o el “amor sin límites” del que habla

San Pablo, porque el Señor quiere quitarnos el pecado.

El pecado repercute en toda la Iglesia. Es como una muerte

por asfixia, que apenas nos damos cuenta de que nos

morimos.

Pidamos al Señor que nos dé la gracia de ver la gravedad del

pecado. Pero también la grandeza de nuestra libertad.

Podemos decirle a Dios en nuestra pequeñez, que no

queremos nada con Él. Podemos renunciar a su oferta de

Gracia.

En la Biblia se habla de muchos pecados, por ejemplo los de

David: de omisión cuando descuida el Arca, de adulterio con

Betsabé, el asesinato de Urías, frente a su honestidad. Pero

Dios le envía al profeta Natán para hacerle ver su pecado. Y

como David es hombre que respeta a Dios, puede reconocer

su pecado y arrepentirse.

Dice el Papa S. Juan Pablo II que fuera de la misericordia de

Dios no hay posibilidad de esperanza para el hombre.

Nosotros también experimentamos esa desazón que

experimenta Pablo cuando reconoce que “aquello que quiero

hacer no lo hago y aquello que no quiero hacer lo hago”

(Cap. 7 de Rm). El pecado está en mí. Pero “un corazón

humillado Tú no lo desprecias”. No desanimarnos por

nuestros pecados, dar gracias al Señor por su misericordia,

cuya prueba más evidente es la Cruz de Cristo, que no quiere

condenarnos sino salvarnos.

Hagamos memoria de nuestra vida a la luz de la Cruz de Cristo

para ver el sin sentido de nuestro pecado, pero inmediatamente

después abrámonos a la misericordia de Dios.

Cuando San Agustín habla de lo que surge dentro de su

corazón, recuerda que en una ocasión en que robó peras lo

que le complacía no eran las peras, sino el robarlas y hacerlo

con otros.

Darle gracias a Dios por cómo ha obrado con nosotros.

Porque Él nos ama en nuestras pobreza. Dios nos

reconstruye. Y nos salva su misericordia cuando éramos

pecadores. Estábamos en el barro y necesitamos ese abrazo

que nos hiciera recomenzar.

Sólo nos salva su misericordia y sería una pena que nosotros,

que quizá no seamos grandes pecadores, no tuviéramos esa

experiencia salvífica por parte de Dios que nos ha rescatado.

Nos hemos acostumbrado a su amor y quizá nuestro pecado

lo consideramos sin demasiada importancia.

Cristo nos ama a nosotros que somos sus enemigos. Dios

puede perdonarlo todo. Dios siempre tiene misericordia.

Page 6: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

6

Cristo perdona al buen ladrón que reconoce a Jesucristo como

Rey, le asegura: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Esto

nos tiene que dar mucha confianza, también hacia aquellos

que están más alejados, el Señor les dará también un

momento de lucidez para que reconozcan su realeza, como su

Dios. Dios no es un Padre enfurecido, como no lo es el padre

del hijo pródigo. No hay palabras, hay abrazo, hay fiesta

dignidad recobrada.

Vamos a pedirle al Señor que nos haga ver la maldad de

nuestro pecado, pero juntamente con ello la infinita

misericordia de Dios.

(Citas para la reflexión: 1 Cor 6,9-11; Gal 5,15-25)

4ª Charla. LA MISERICORDIA ES EL CORAZÓN DEL

EVANGELIO

Esta meditación, dentro de la primera semana dedicada a la

misericordia, corazón del Evangelio, va inevitablemente ligada a

la anterior en la que intentamos reconocer el pecado estructural,

el pecado original, nuestro pecado personal a la luz de Cristo.

Unidos a Él contemplemos ahora la misericordia de Dios.

Pide San Ignacio para esta meditación: “Conocimiento

interno de tanto perdón recibido para que enteramente

reconociéndolo pueda en todo amar y perdonar”.

Ese perdón no es pasar por alto la culpa cometida, es

regenerar el corazón del hombre. Lo pone de nuevo a latir

con el corazón de Dios. Que el Señor nos haga ver que por

mucho que hayamos ofendido a Dios -que no creo que haya

sido así en nuestra vida concreta, pues somos personas que,

por la misericordia de Dios, estamos cerca de Él y queremos

hacer su voluntad- nunca debemos dudar que es Misericordia.

“El Señor es misericordioso, lento a la cólera rico en piedad y

leal” (Ex 34, 6-7). El Señor siempre da el primer paso,

cuando Pedro ha negado al Maestro el Señor le sale a su

encuentro: “Pedro ¿me amas?”. La misericordia de Dios

siempre da el primer paso, precede, acompaña, toma la

iniciativa para que el pecador vuelva al corazón de Cristo.

Podríamos decir que la misericordia viene a deshacer el nudo

que el pecado ha podido crear. Lo más originario de nuestra

vida y de nuestra historia no es el pecado. Lo más basilar de

nuestra vida es que Dios me ama. Soy como ese hijo

abrazado, con el abrazo no humillante sino todo lo contrario,

acogedor y cálido que restituye la dignidad de hijo.

Todos hemos tenido esta experiencia cuando, por medio del

sacramento de la misericordia, de la confesión, de la

penitencia, acudimos a Él. No es un sacramento humillante.

Descubrir el valor del sacramento de la reconciliación sería

algo a considerar también en esta meditación. Habitualmente

la confesión forma parte de nuestra vida, la tenemos

integrada, nos confesamos cada equis tiempo.

Es preciso descubrir el valor de este sacramento. San Juan

Pablo II se confesaba todas las semanas. Santa Teresa de

Jesús también lo hacía. Todos los grandes santos han tenido

una cierta familiaridad con el sacramento del perdón. Tú

revisa ¿Cuánto tiempo llevas sin confesarte?

Hoy se comulga mucho y confiesa poco. Hemos perdido la

conciencia de pecado. Si analizas el día a día, verás que hay

muchas infidelidades en tu vida. Normalmente no son un

pecado terriblemente grave, pero sí son infidelidades a la

voluntad de Dios o a los demás. Cada uno reflexione cómo

vive el sacramento del perdón. Vosotros que sois personas de

fe, personas que tenéis un compromiso en la Iglesia, ¿cómo

lo vivís? Porque podemos dejar un poco abandonado este

sacramento.

Santa Teresa utilizaba la imagen del cristal. Cuando uno ve

un cristal desde lejos parece que está limpio, pero cuando uno

se acerca, ese cristal ya no se ve tan limpio, se van viendo las

motas. ¿Qué nos permite ver eso? El acercarnos al Señor, el

no mirar nuestra vida globalmente. Cuando nos acercarnos

vemos que hay cosas que no están bien: el genio, el juicio, la

mentira, la pereza, la falta de generosidad, de esfuerzo…

Caer en la cuenta que, cuando Dios perdona, perdona y

olvida. Los hechos pasados no cuentan para Dios, Él destruye

el pecado. ¡Cuánto nos cuesta creerlo!

El demonio puede hacer recurrente el pecado para hacernos

dudar de la misericordia de Dios. Pero vemos cómo Dios

puede reconstruirlo todo por pura misericordia. Frente a esa

misericordia nosotros, a veces, adoptamos la postura del hijo

mayor: “Este hijo que ha dilapidado tu fortuna…, que ha sido

un mal hijo y yo que he estado aquí a tu lado”. En el fondo

eran los dos iguales, uno se había ido pero el otro estaba

desconectado del padre, pues no hay una herida mayor que

provoque la rotura del corazón de un padre que sus hijos no

puedan entenderse. Los dos eran malos hijos. Todavía no nos

mueve un amor misericordioso, sino un amor interesado. Y

¿qué hace el padre?, le reprocha: “pero ¿por qué te pones así

hijo mío? Si este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido…

Tendrías que alegrarte”. No es la parábola del hijo pródigo,

sino del padre misericordioso. El padre es el protagonista. Los

hijos, eran unos malos hijos. Pues volvamos aquí a la

misericordia, que es lo que nos constituye.

Cuantas veces el juicio se antepone en nosotros a la

misericordia. Pedirle al Señor que nos haga capaces a la

misericordia. “Porque es eterna tu misericordia”, leemos en el

salmo 163. “Sed misericordiosos como vuestro Padre es

misericordioso” (Lc 6, 36), “Yo no me complazco en la

muerte del pecador, sino en que se convierta y viva” (Ez

33,11), “Dios se complace en tener misericordia” (Mq 7, 18).

El Señor es el Dios de la oveja perdida que se alegra y se

goza con esa oveja que retorna al rebaño, al redil.

Los poetas dicen las cosas de una manera bellísima: “El

corazón de Dios tembló ante la posibilidad de perder para

siempre y verse privado eternamente de la oveja perdida”. Si

entendiéramos esto entenderíamos lo que significa pecar. El

drama de lo que es pecar y al mismo tiempo la grandeza de la

misericordia de nuestro Dios.

San Pablo dice: “Así pues, como elegidos de Dios, santos y

amados, revestíos de compasión entrañable, bondad,

humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos

mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra

otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo”

(Col 3, 12-13). En Lucas 7 aparece la conversión de la

Magdalena. Aquella mujer de la cual se dice que el Señor

arrojó siete demonios. Imaginaos, era una pecadora

importante y, sin embargo, la misericordia que Dios tiene con

ella hace que esa mujer quede totalmente transformada. Sería

de las mujeres que acompañarán fielmente al Señor hasta su

muerte y hasta su resurrección. El Señor, con esa mujer, se

salta todas las barreras posibles. Era una mujer. Las mujeres

estaban vistas como estaban vistas en aquella sociedad, una

mujer pecadora, que se le podría aplicar la ley y ser

apedreada; sin embargo, el Señor se acerca y la perdona. El

Señor le reclama a Simón el fariseo: cuando entré en tu casa

Page 7: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

7

no me lavaste los pies, no me acogiste como ha hecho esta

mujer que no ha parado de tener detalles conmigo. Que el

Señor elija a esta mujer que iba a ser la encargada de dar la

noticia mayor que los tiempos han visto, es un gesto

extraordinario de misericordia que tiene con ella. Y el Señor

no hace sino devolver el amor que esta mujer tiene con

Jesucristo, que la ha sacado del pozo y la ha vuelto a la vida.

Cuando te encuentras con una persona que ha llevado una

vida tortuosa y de repente se encuentra con el amor

misericordioso de Dios, esa persona no sólo está salvada sino

que tiene capacidad para salvar. Simón juzga a esa mujer y

juzga al Maestro. Cuando esa mujer queda perdonada, Jesús

le dice algo que no podemos olvidar: “mujer, vete y en

adelante no peques más”. La misericordia no es una carta en

blanco sin más. Comporta el arrepentimiento, el cambio de

vida. También se lo dice al paralítico de Betsaida: “no sea

que te vaya a ocurrir algo peor”, “vete y no peques más”.

El Papa elogió un libro del Cardenal Casper sobre la

misericordia y en una entrevista que tuvo con un Jesuita,

Antonio Espadaro, afirmaba: “Veo con claridad que la Iglesia

tiene la necesidad de curar heridas y de dar calor y

proximidad al corazón de los fieles. A un herido no se le

pregunta si tiene alto el colesterol o el azúcar, tienes que

curarle las heridas. El primer anuncio que tiene que hacer la

Iglesia es el de que Jesús te ha salvado”.

Un confesionario no puede ser una sala de torturas –decía el

Papa- sino un lugar donde se nos anima a levantarnos de

nuestras caídas. “Del Señor viene la misericordia, la

redención copiosa” (Salmo 119). La misericordia del Señor

es señal de su omnipotencia, de su poder. Dios nos abraza en

su misericordia.

El Papa Benedicto XVI afirmaba que “no se es cristiano por

una decisión ética, por una gran idea, sino por un encuentro,

por un acontecimiento, por un horizonte nuevo en la vida y

una nueva orientación decisiva”. Ese es el encuentro con la

misericordia de Dios.

Dios no se asusta de nuestra pobreza, de nuestra pequeñez.

Nuestra pequeñez permite el obrar de Dios en nosotros.

Tenemos que aceptar que no somos nada, que no valemos

nada, que, cuando muramos, no se va a acordar nadie. Que el

mundo hubiera sido el mismo sin que nosotros hubiéramos

existido. Qué error considerarse el centro del mundo.

Precisamente de lo que el Señor no puede prescindir es de tu

pobreza, de tu pequeñez, de tu nada. Pues preséntasela a Él.

Diríamos que ese aceptar la pequeñez, la pobreza, es un lugar

teológico en el cual Dios actúa en nuestra vida.

Dice el Papa Francisco que la Iglesia debe ser capaz de

acompañar las fragilidades y equivocaciones de los hombres.

Una Iglesia de puertas abiertas para acoger, un hospital de

campaña para curar las heridas. “Una Iglesia que se viste el

ropaje del buen samaritano, que se pone en las encrucijadas,

allí donde los hombres se juegan la vida”.

El Papa, también nos habla del descarte, cuántos descartados

por heridas personales: las adicciones, las drogas, el alcohol,

las casas de apuestas… Es terrible cómo se permiten estas

cosas desde el Estado, desde las instituciones públicas.

Es preciso acompañar estas situaciones de malos hábitos, de

dependencias, de inseguridades, de carencias. La Iglesia no

puede estar condenando, tiene que estar cerca, incluso cerca

de aquellos que no sienten el más mínimo arrepentimiento y

no están dispuestos a cambiar. En el fondo ahí se produce una

ruptura impresionante.

Es importante no juzgar a nadie, porque, en definitiva, “hay

más alegría en el cielo por un pecador que se arrepienta que

por noventa y nueva que no necesitan convertirse”. Y ver

cómo una persona es capaz de salir del barro, volver a

rehacer su vida, sobre todo cuando viene de Dios.

Hay una experiencia, El Cenáculo, para rehabilitar a

drogadictos que, desde la fe, desde el rosario, desde la

adoración del Santísimo, son rescatados, son recuperados y

salen de ese mundo. Nadie es irrecuperable para Dios.

Pierdes la Gracia y puedes recuperarla tantas veces como te

abras a la misericordia de Dios.

Esta es la misericordia que nosotros tenemos que tener, pues

en el juicio final se nos va a pedir si nosotros hemos actuado

con misericordia con respecto a nuestros hermanos: “Señor,

cuándo te vi con hambre y con sed… Cada vez que lo

hicisteis con uno de estos pequeños conmigo lo hicisteis”.

Tener entrañas de misericordia. En su cántico, Zacarías dice:

“Por la entrañable misericordia de nuestro Dios”. Fijémonos

en esa palabra “entrañable”. Que nuestra misericordia sea así,

“entrañable”, cálida, que acoge. “Bienaventurados los

misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”. Es la

misericordia que tiene el Señor de hacerse niño en Belén, que

viene a esta humanidad mortalmente herida a rescatarla

haciéndose uno de nosotros: “porque es eterna su

misericordia”.

Cuando a Santa Teresa le manda su director espiritual hacer

el Libro de la Vida, comienza así: “Cantaré eternamente las

misericordias del Señor”. La vida de cada uno de nosotros

sería distinta si no partiéramos de esto: la misericordia del

Señor, que no encuentra límites.

Cuantas veces podemos correr la tentación de Pedro cuando las

cosas no salen como desearíamos: “Señor que venga fuego

sobre este pueblo”, “Señor quita la cizaña”. Y el Señor dice:

no, no, tienen que crecer juntos trigo y cizaña. El Señor tiene

que mitigar esos deseos vengativos. Si el Señor es Dios y

permite lo que permite, nosotros no somos quienes para

enmendar la plana al Señor. Tenemos que ser misericordiosos.

Pidamos al Señor que seamos misericordiosos, que nos vean

misericordiosos.

¡Cómo atrae una Iglesia que acoge! Y como rechaza y genera

sus dudas una Iglesia cerrada, una Iglesia estufa que sólo da

calor a los poquitos de dentro y cierra las puertas a aquéllos

que no lo están. Pues no hagamos esto, tengamos

misericordia con aquellos que tienen más necesidad de ella.

“Aunque una madre se olvide de sus hijos, yo nunca me

olvidaré ti”. Contemplemos esa misericordia de Dios para esta

humanidad muchas veces rota y que quiere alejarse de Dios. Y

volvamos a María, la de los ojos misericordiosos, la madre de

la misericordia. María viene a deshacer el nudo que hizo Adán,

el nudo que hizo Eva. Es la perfecta redimida. María es refugio

de pecadores donde uno se puede refugiar. Pedimos que Ella

sea siempre para nosotros misericordia de Dios.

(Citas para la reflexión: Ex 34, 6-7; Sal 119; Salmo 163; Ez

33, 4; Os 11, 9; Mq 7, 18; Lc 6, 36; Lc 7; Col 3, 12-13)

5ª Charla. ENCONTRARSE CON CRISTO E IDENTIFICARSE

CON CRISTO

Después de reconocer el pecado y la misericordia de Dios,

San Ignacio lleva al ejercitante a encontrarse con Cristo y nos

Page 8: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

8

pide que nos identifiquemos con Cristo y que meditemos

sobre la figura de Cristo Rey. Un Reino que no es de este

mundo “¿Eres tú rey?”, Le pregunta Pilato. Con toda seriedad

el Señor le responde: “Tú lo has dicho, para esto he venido,

para dar testimonio de la verdad y todo el que escucha la

verdad oirá mi voz”. Pidamos, pues, la gracia para no ser

sordos a la llamada de este Rey sino “prestos” a cumplir su

santísima voluntad.

Es una meditación eclesial y profundamente evangélica,

“Convertíos porque el Reino está cerca” son las primeras

palabras que el Señor pronuncia. Un Reino que es sinónimo

de gozo, que se asemeja a un banquete de bodas. Un Reino

que debemos descubrir, que es como la perla preciosa y el

tesoro escondido que, cuando uno lo descubre, es algo que

puede hacer cambiar la vida. Veremos los signos del Reino:

los ciegos ven, los cojos andan y bienaventurado el que no se

escandalice de mí. Las parábolas de la mostaza, de la semilla.

Es un tema de esta meditación, tema que aparece en la

Escritura. Un Reino que requiere nuestra colaboración y es

una Gracia que hay que pedir al Señor, para que nos revele

cuál es nuestro papel en ese Reinado que el viene a traer.

Cristo resucitado envía a sus apóstoles y les dice: “Se me ha

dado poder en el cielo y en la tierra, id a hacer discípulos

bautizándoles en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu

Santo y sabed que yo estoy con vosotros hasta el fin del

mundo”. El Señor ha querido incorporar a personas desde el

primer momento a este Reino: “Convertíos y creed en el

Evangelio”, “echad las redes” y “seguidme”. Los llamó

porque Él quiso para que se fueran con Él y “les envió a

predicar con el poder de expulsar demonios”.

¿Por qué surge la llamada del Señor a los apóstoles?

Esencialmente surge porque el Señor siente compasión al ver

que “extenuados estaban como ovejas sin pastor”.

Diríamos que es desde la compasión cuando el Señor ve la

necesidad de enviar a unos hombres a la misión y les da

consignas concretas: “no llevéis ni alforjas ni sandalias ni

bastón”, llevad la pobreza de vuestras vidas y eso será

suficiente, lo demás se os dará por añadidura.

Muchas veces podemos pensar en la Iglesia que la

Evangelización es cuestión de medios. No es así. El Señor no

se basa en nuestras fuerzas ni en nuestras capacidades.

Cuántas veces pensamos que nosotros somos los que

llevamos a cabo la obra, y así nos va. Cuántas veces tenemos

rivalidades entre parroquias, movimientos, grupos eclesiales.

Competimos para ver quién lleva más gente, quien lo hace

mejor… En el fondo es establecer un reinado que está en

nuestras manos, en nuestras dotes de persuasión. El medio

que el Señor ha cogido es nuestra pobreza. “No temas yo te

haré pescador de hombres” y a la hora de las vocaciones,

tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se ve que

lo único que el Señor desea del que llama es que tenga una

disponibilidad, una pureza de corazón, que le siga con amor y

lo demás lo hace Él.

Sería bueno que en esta meditación nos cuestionásemos cómo

me siento yo en mi alma y por qué me ha llamado el Señor si

valgo tan poco, si no soy nada. Cuando el Señor llama a

Abraham le dice: “sal de tu tierra, deja tu parentela y vete a

una tierra que yo te voy a dar”. Abraham es pobre, anciano…

el Señor lo único que le pide es que no haya resistencias. Lo

mismo con Moisés. En el caso de Jeremías, ante sus temores,

le dice: “Yo estoy contigo” y más adelante dirá: “Me

sedujiste y me dejé seducir”. Me echaste un pulso y pudiste

conmigo, me venciste.

Esta experiencia, que Dios ha elegido lo necio no lo brillante,

nos lleva a la revisión como Iglesia. De cómo nosotros nos

identificamos con la misión. Por eso todo lo que suene en

nosotros a rivalidad indicará lo poco que entendemos. Si no

nos alegramos con las cosas buenas que le ocurre a un

hermano, a una comunidad, a un grupo es que no estamos

entendiendo nada.

Pidamos al Señor que nos sintamos pequeños y al mismo

tiempo sintamos el privilegio de haber sido llamados a formar

parte de su Reino y de su misión y que sepamos que, en la

medida que seamos fieles, vamos a ser fecundos, porque los

ritmos de Dios y los criterios de Dios no van necesariamente

ligados a los nuestros.

Cuando San Agustín ve la vida de San Antonio Abad, o

cuando Santa Teresa ve la vida de San Agustín o Edith Stein,

la de Santa Teresa de Jesús, quedan tan impresionados que

quieren ser cómo aquellos cuya vida les ha impactado.

Podíamos preguntarnos: Sí, el Señor ha venido a traernos un

Reino, pero ese Reino ¿dónde está? ¿es una quimera? Santa

Teresa hablaba ya de tiempos recios para la fe, en un siglo

tremendamente religioso, pero habla de las dificultades que

encuentra para que ese Reino se instaurara.

Las resistencias no vienen de fuera, sino de dentro, de los

cristianos.

San Pablo da gracias a Cristo que se fio de él y le confió el

ministerio (1 Tim 1,12). Pablo entiende su ministerio desde la

perspectiva de su encuentro con Cristo resucitado y su pasado

de perseguidor. Que nosotros sintamos la alegría de haber

sido llamados en nuestra pobreza. Que no nos sintamos

derrotados antes de comenzar la batalla. Sino que tengamos

los mismos sentimientos de Cristo. Preguntémonos qué nos

empuja, si estamos apasionados por el Reino de Dios y qué

obstáculos y miedos tengo.

Después de esto, S. Ignacio en sus Ejercicios pone las

meditaciones sobre la Anunciación, la Encarnación y el

Nacimiento de Jesús, que es el modo habitual de entrar en el

misterio de Cristo. Santa Teresa dice que Jesús entra por la

puerta de la humanidad. Y San Ignacio aconseja “demandar

conocimiento interno para que más le ame y le sirva”. San

Pablo recuerda que Jesús se sometió a la condición de

hombre y a la muerte, una muerte de cruz (Flp 2).

Dios se ha hecho hombre para que nosotros nos hagamos

hijos de Dios, dice San Ireneo de Lyon. El Hijo de Dios entra

en la Historia y en el tiempo a través de la entraña de María.

Es precisamente en el pesebre, en esa cuna de Belén, donde

se revela la gloria de Dios. Entremos en el momento de la

Anunciación, cuando el ángel visita a María y pidamos ese

conocimiento interno de que por nosotros el Señor se hace

hombre, desciende a lo profundo de la carne. Todo empieza

desde Dios. En aquel momento resuenan los cantos de alegría

de los profetas.

Dios no improvisa las cosas, prepara con paciencia la obra

maestra. A María el ángel la llama la llena de gracia, ese es

su nombre. María se turba ante esas palabras. Y no es malo

turbarse, lo malo sería que la Palabra nos dejara indiferentes

o inertes. Una Palabra que se recibe en el interior. Vosotras,

que estáis tan familiarizadas con la Palabra de Dios, que

encontráis en ella vuestro alimento y espiritualidad, sabéis

que la Palabra no nos deja indiferentes y si nos dejase sería

Page 9: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

9

una palabra muerta. Y la Palabra no puede ser acallada sino

que transforma nuestro corazón, que nos inquieta, nos

denuncia, nos anima. Que la Palabra no se convierta en una

especie de adorno, sino que cobre vida en nuestras familias,

que ilumine nuestra vida.

María en ese momento guarda silencio. Hay silencios que son

elocuentes, más que muchas palabras. El silencio de María es

un silencio expectante, reflexivo. María no tiene miedo. Lo

único que dice al ángel es ¿cómo será eso? También Zacarías

pregunta, pero desde el escepticismo. María lo hace desde la

fe. Y responde “Hágase en mí”. Es un deseo ilusionado: ojalá

se haga en mí. Empuja con ese hágase que se cumpla la

voluntad de Dios en su vida. Y con esa alegría propia del

momento, se pone en camino. Porque Dios le da un signo: tu

prima Isabel esta encinta. María va a ver el signo que Dios le

da, no porque dudara sino para ratificar lo que recibe. Cuando

María va al encuentro de Isabel esta le dice: “¿Quién soy yo

para que me visite la madre de mi Señor?” De alguna manera

Isabel le revela a María que Jesús es el Señor.

Otro momento de la infancia de Jesús es la presentación en el

Templo, la purificación de María, el encuentro con Simeón y

Ana, esas personas cuya fidelidad les lleva a reconocer al

Señor. Juan Pablo II llama a este momento la segunda

anunciación, ésta de dolor, no de gozo como la primera: “Y a

ti, mujer, una espada de dolor te traspasará el alma”. Esas

palabras le acompañarían toda su vida y alcanzarían todo su

sentido en la Cruz, cuando recoge a su Hijo muerto en sus

brazos.

Esa Palabra que turbó a María, esa Palabra que guardaba en

su corazón, esa Palabra que le hacía preguntarse, que le hacía

alegrarse… Preguntémonos qué suscita esa Palabra en

nuestra vida.

Nos situamos en Caná donde, de una manera un poco

desconcertante, María ve una necesidad, quiere que su Hijo le

eche una mano y le dice: “Mujer, ¿qué hay entre tú y yo?” O

en aquella otra ocasión, cuando Jesús está predicando y dice:

“¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Los que escuchan la

Palabra de Dios y la ponen en práctica”. Ha habido un salto. El

Señor no se debe a María, sino que se debe totalmente a la

misión. Es ahora el Hijo el que tiene que educar a la Madre

para que permita que Él dé su vida. El hágase que María le dio

al ángel va a encontrar una ratificación en el que se haga no

lo que Ella quiere, sino lo que Dios quiere: “Haced lo que Él os

diga”. El protagonismo es de Cristo. Esas son las últimas

palabras de María en el Evangelio y por tanto el testamento

que nos deja a los cristianos.

Decía San Ignacio de Antioquía que la Palabra de Dios se

encarnó cuando encontró un poco de silencio. María encarna

ese silencio. En Palestina el nacimiento era un

acontecimiento festivo, no solo para toda la familia, sino para

todo el pueblo. Pero en el nacimiento de Jesús no fue así, fue

parco en todo, incluso en la expresión del relato de Lucas,

que en unas sencillas frases nos narra el mayor

acontecimiento de todos los tiempos. Dios irrumpe de la

manera más desconcertante y humilde. Así empieza a

marcarnos el camino que quiere para los suyos. Dios, dese el

principio al final, opta por los pequeños.

Ortega y Gasset decía que si Dios se ha hecho hombre, ser

hombre es lo más grande que se puede ser. Por eso el

cristianismo es la religión del cuerpo, de la encarnación y por

eso apuesta por la dignidad del hombre. Un texto de S. Pablo,

que es una de las esencias del cristianismo, es su afirmación

de que ya no hay hombre ni mujer, esclavo ni libre, ni

prosélito ni pagano, porque todos somos uno en Cristo Jesús,

Señor nuestro. Ha venido a romper todas las barreras. Dios se

ha hecho hombre y dignifica la humanidad. Entrando en el

mundo se despoja de sí y se identifica, se hace solidario con

el hombre. Las Bienaventuranzas son expresión de lo que

anticipó Jesús con su nacimiento en Belén. Dios, que había

pronunciado muchas palabras por los profetas, pronuncia su

Palabra definitiva en el Hijo.

Dios no toma la apariencia, como decían algunas herejías de

los primeros siglos, sino que es hombre. Siendo el Eterno se

convierte en el Dios con nosotros. No podemos despojar al

Cristo de la fe del Jesús de la Historia. La resurrección y

todos los misterios de la vida de Jesús, tienen su contenido

histórico. No está al margen de la Historia, viene a

transformar desde dentro la Historia. Dios se hace hombre

para enseñarnos a vivir y para transformar este cuerpo

humilde según el modelo de su cuerpo glorioso. Por eso,

cualquier hombre tiene toda la dignidad en su cuerpo y es

templo del Espíritu. Eso se nos da en nuestra carne. San

Ignacio pide conocimiento interno, “que por mí tomaste

carne, para que más te ame y te siga”. El límite de la carne no

empequeñece al Señor.

El Señor nace en el seno de una familia. María vivió esa

emoción de sentir latir al Hijo en su vientre. Es la mujer que

acoge con calidez al Hijo de Dios. Ella es el corazón bien

dispuesto para su nacimiento.

Dice S. Juan Pablo II que por el misterio de la Encarnación

hemos sido llamados a una esperanza sin fin, introducidos en

el misterio de la eternidad. La condición humana ha quedado

perpetuamente vinculada a la divinidad.

En el prólogo del Evangelio de San Juan se expresa la

dramática capacidad del hombre de decir no a Dios: “Vino a

los suyos, pero los suyos no lo recibieron”. Ese Dios que

desciende, es el Dios que nace en Belén, el Dios del silencio,

que habita en una pequeña aldea.

Hablar del nacimiento de Jesús debería hacernos reflexionar

sobre nuestros nacimientos y sobre la actual grave crisis de

natalidad. Traer un hijo al mundo es tener fe, es confiar, es la

mejor obra de caridad que una familia puede hacer, afirmaba

el Cardenal Rouco. Se ve la vida como una especie de

amenaza, cuando es una gracia. Tener varios hijos es de

valientes.

Esta crisis de la natalidad es crisis de la familia. Cuando la

familia tiene que ser el fundamento de la sociedad está

agitada por muchos inconvenientes y dificultades. Cuántas

desviaciones graves. Además de sufrir una descalificación y

una agresión continuas. Si se destruye la familia, el futuro de

la sociedad es sombrío. La injerencia en el sistema educativo,

que es una agresión grave, una usurpación. El Estado que

apueste por eso se convierte en totalitario. La transformación

que está sufriendo la familia en poco tiempo, que surge

porque se ha dejado de ver la vida como un valor. Una

sociedad sin hijos es una sociedad sin esperanza. Cómo se

concibe la relación entre los esposos, que se casan con la idea

de no tener problemas. No existen frenos, como el que

supone el matrimonio cristiano, hecho ante Dios. Tiene

también repercusión en cómo se cuida a los ancianos. El

Vaticano II afirma que la familia es la escuela del más rico

humanismo. Una familia enferma desvertebra toda la

Page 10: EN LAS CASAS DE MARÍA - Domus Mariae · El viernes de la Tercera Semana de Cuaresma, en el Evangelio (Mc 12, 28-34), ante la pregunta de un letrado: ^¿Qué mandamiento es el primero

10

sociedad. Por eso, es urgente formar una familia cristiana

vertebrada en el amor, en el valor de la vida. El respeto a los

padres. La dignidad de los hijos que no son prolongación de

los padres, sino que tienen su propia autonomía y libertad,

que no ha de defraudar si no alcanza las expectativas que en

él ponen los padres, incluso cuando se marcha como el hijo

pródigo, que la casa de los padres siempre esté abierta. Los

hijos son de Dios, no de los padres. Confiar los hijos al Señor

y pedirle que, un día, todos podamos estar juntos en el Cielo

para toda la eternidad.

Cuantas situaciones se resuelven en la familia. Miremos a la

familia de Nazaret. José, que también pasó su noche oscura,

que también tuvo su anunciación. Es leal, prudente, se fía,

enlaza con la línea de los grandes creyentes de Israel.

Comparte todo con María, viven juntos desde una fe

inquebrantable en Dios. José nos da ejemplo de simplicidad

de vida, de mansedumbre, de estar un paso atrás. De él

también podríamos decir que conservaba todas estas cosas en

su corazón de buen padre, obediente hasta el final. A él se le

encomendaron los mejores tesoros: la Virgen y el Señor. Lo

tenemos como patrono de la buena muerte, porque nadie

murió mejor acompañado.

Y con él María, la virgen madre, la medianera de las gracias,

el título más preciado en la cristiandad, la Madre de Dios. La

madre es el sol de la casa, aporta calor, cariño, dulzura,

ilumina los ángulos oscuros de la vida cotidiana. Como el sol

en el atardecer, la madre se oculta para que iluminen la vida

de los hijos, otras luces.

Como decía D. Feliciano… La presencia de la Virgen en las Casas de María. Nos explicó D. Feliciano, en aquella charla del Retiro-convivencia de 1995 que la presencia de María en nosotros, tiene también fundamentos teológicos.

I.- El dogma de la resurrección de la carne. Si aplicamos a María este dogma, tenemos que aplicarle

lo que decimos o sabemos del cuerpo resucitado de Jesucristo. Y entonces podemos comprender

mejor la presencia de María en nosotros. Es el argumento de la analogía de la fe que llaman los

teólogos.

II.- La verdad teológica de la maternidad espiritual de María sobre cada uno de nosotros. Esta

verdad exige esa presencia de María, sobre todo pneumática espiritual. El cumplimiento de esta

misión de madre exige una presencia más efectiva que la afectiva cooperativa. Exige una presencia

más cercana y activa.

Hortensia Cosmen

Agenda:

PEREGRINACIÓN A LA CATEDRAL DE LA ALMUDENA. Lunes, 1 de abril de 2019. 19:00 h. Eucaristía. Nos reuniremos delante de la puerta de Bailén, entre las 18:30 h. y las 18:45 h. A las 19:00 h. nos unimos a la

Eucaristía que se celebra todos los días en el Altar de la Virgen, en la que concelebrará nuestro consiliario. Haremos

una monición de entrada para encuadrar el acto, cantará nuestro coro

RETIRO MENSUAL DE ABRIL: Lunes 29 de Abril. (5º lunes). Templo Eucarístico de San Martín. C/

Desengaño, 26. A las 18:30 h. Eucaristía en la Capilla de la 3ª Planta. Dirigido por D. Juan Bautista Granada.

LUNES 20 DE MAYO, Peregrinación al CERRO DE LOS ÁNGELES. Salida en Autocar del Paseo de Moret,

pasando por Ciudad de los Ángeles a recoger al grupo que parte de allí. Visita Guiada a las 18:00 h. Eucaristía a las

19:30 h. Es necesario apuntarse porque hay que entregar una lista de los visitantes.

Organizado por D. Juan Bautista Granada

Vía crucis Valle de los Caídos. Sábado, 6 de abril. Los que estén interesados ponerse en contacto con D. Juan Bautista

Medios para hacer efectivas las líneas de actuación: En la Reunión de Grupo: a. Evaluar en la reunión posterior al Retiro o a al Encuentro general, cómo ha sido la

asistencia de los miembros del Grupo a la actividad, ver cuáles son los motivos de la falta de asistencia, si se ha dado y las posibles soluciones, destacar si ha habido algo que ha hecho un bien especial o algo que se podía mejorar.

b. Dedicar cada mes un breve espacio de tiempo de una de las reuniones del Grupo para destacar lo que ha parecido más interesante de la Hoja mensual o de la Página Web.