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En un día como el presente es costumbre consagrada cxtender-se en párrafos ditirámbi(los en loor de personajes, de episodios y dehechos, y de allí que abrigue el temor de que acaso sufran una

decepción quienes esperan que he de ajustarme a la regla estableci-da.

El momento, señores, es demasiado solemne para tales juegosde retÓrica. . Nos hallamos, a mi ver, en un punto crítico de nuestravida nacionaL. Hemos llegado al cruce de caminos en donde es preci-so que adoptcmos una dccisión definitiva y, cn mi concepto, tras-cendental, que habrá de influir grandementc en nuestra vida comonaciÓn; me refiero, señores, a la enseiianza entre nucstra juventudde hoy, que habrá de ejercer mañana los derechos y cumplir losdeberes de la ciudadanía, de un patriotismo generoso, amplio, que

a la vez que vele por nue~tros intercscs y tienda a realizar nucstrasaspiraciones, sea un patriotismo inteligentc y suficientemente sagaz

para hacemos vcr que el problema de mayor relieve para nuestraRepública, el más delicado y el más importante, cs de carácterinternacional, y que sÚlo podremos resolverlo satisfactoriamentemediante el desarrollo sistemático de relaciones cordiales y de unespíritu de simpatía con respecto a los dcmás pueblos, y en parti~cular con respecto al pueblo de los Estados Unidos de América.

TRES GRANDES PREJUICIOS SOCIALES

Existen, señores, tres prejuicios sociales que ejerccn presiÓnconstante en el pensamiento del ciudadano, lo coloran, lo do-minan y lo tuercen del sendero de lo racionaL. El primero es creerque su clase social, .su casta o sus hábitos sociales son mejores quelos de los demás; el segundo, que su cÓdigo de moral y su puntode vista religioso no tiene paralelo; y el tercero, el más nocivo,

consiste en imaginarse que su raza, su país y su nacionalidad son lomás alto, lo más perfecto, y que todo lo que en algún grado difierade ello debe mirarse con desconfianza y hostilidad.

El primer prejuicio engendra la intolerancia; el segundo, el fana-tismo; y el tercero, aquello iue mayores males ocasionan en unpueblo y más le incapacita para formar parte de la confraternidadhumana: el falso patriotismo, el falso patriotismo (!ue cs todointransigencia, todo ceguera y egoísmo y apasionamiento, y que encsta era de cooperacii:;n e interdependencia mundiales debe cxtir-parse a fin de impedir que su influcncia deletcrea envenene las

mentalidades infantiles que pueblan las aulas escolares.

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NUESTRA MISION EN EL MUNDO

Siempre he creído que el lema de nuestro escudo nacional im-plica un sentido más amplio que el que comunmente se le atribuye.Yo no concibo ~iue si nuestro país ha de constituir beneficio parael mundo, ese beneficio estribe únicamente en brindar su suelopara que a través de él un cauce de agua sirva de lazo de uniÓn

entre dos grandes mares.

y esto, como bien puede comprenderse, obra es de la educa-ción pública. Puede que haya diferencia de opiniÓn respecto a cómodeba procederse para llegar a este ideal, pero sea de ello lo quefucre, el problema existe; Stl hace más apremiante cada día y parasolucionarlo toca a nuestros educadores crear una visiÓn nueva enlas generaciones jóvenes; dilatar el radio de sus ideas y sentimientosnacionalistas, e inculcar en ellas el deseo de propender a que nues-tro país descuelle en lo mejor, no para la satisfacción de una vani-dad estrecha, ni de un orgullo absurdo, sino para cooperar más

eficazmente al bienestar colectivo de los pueblos del orbe.

Nuestra misiÓn es de mayor trascendencia. La posición queocupamos en el Nuevo Continente nos destina para ser un puntode donde iITadien rayos de luz civilzadora; brillen ejemplos de tole-rancia y de civismo; se adviertan modelos de virtudes políticas yadministrativas; y en donde, sobre todo, se explaye un patriotismoamplio, que traspase nuestras fronteras y haga de nosotros un fac-tor eficaz de progreso y de civilización en el concierto de las nacio-nes.

LO QUE ES EL PATRIOTISMO TRADICIONAL

No se me escapa que ello no es labor fácil ni menos aun laborde un día. El viejo patriotismo está demasiado fuertemente enclava-do en la naturaleza de los pueblos para que abandone el campovoluntariamente.

La psicología nos enseña, en efecto, que el patriotismo, talcomo se le entiende generalmente, es un sentimiento complejo quecomprende instintos primitivos y convicciones intelectuales. Asíconcebido, el patriotismo encarna el amor al hogar, a la familia y alos amigos; la preferencia iITeflexiva por nuestros conciudadanos encontra de los extranjeros; el orgullo por los éxitos de nuestra co-

munidad; la creencia de que nuestro país representa una gran tradi-ción y se inspira en ideales insuperables: y un sentimiento casi

religioso que nos predispone a la adoración y al sacrificio y nosinduce a confundir nuestra vida individual con la vida de la naciÓn.

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Es evidente que un patriotismo así entendido es peijudicialporque carece de universalidad. El bien que persigue es el bien deuna sola naciÓn exclusivamente, no el bien de la humanidad. Losdeseos y las aspiraciones que tal patriotismo puede inspirar cn uncubano, pongamos por caso, no pueden ser los mismos que losdeseos y las aspiraciones que puede inspirar en un chileno, en unargentino, en un norteamericano o en un panamei1o. Y de allí que

quien dice un mundo de patriotas de este género, dice un mundode rivalidades, de luchas y de odios; y quicn propendc a que supaís sea presa de tal. patriotismo, propendc a que sea tambiénfanáticamente indiferente hacia las miserias de los otros pueblos ycarente del espíritu de amplia cquidad.

Es natural, es conveniente, que profesemos mayor amor a nues-tro propio país que a otros países, y el sentido internacionalista notiene por qué hacemos caer en el extremo igualmente impropio depreferir sistemáticamente los extranjeros a los del propio terrui1o,pcro esta diferencia de afecto y de actitud debe temperarse por el

amor a la justicia y los fines que perseguimos deben universalizarse,a fin de propender siempre a la realizaciÓn del bien comNn de la

humanidad.

EL MUNDO ES UNA SOLA UNIDAD

Tal cosa es un ideal inaccesible, dirán algunos. Ello es un sueñoirrealizable, asegurarán otros. Y sin embargo, nada más práctico;nada más ventajoso; nada que tienda a asegurar más la felicidad yel bienestar de un pueblo, como el que ese pueblo se interese porel bienestar y la felicidad de todos los demás.

¿Quién negará, en efecto, que una calamidad que se produce encualquier parte del mundo afecta a las demás partes? ¿Quién igno-ra que el desorden, la guerra, las inundaciones, y el hambre, endonde quiera que ocurran desarrollan influencias que tienen lejanasrepercusiones? ¿Quién podría sostener que el atraso de una na-ciÓn, el grado de ignorancia o analfabetismo que en ella impere, noconstituyen amenaza para otros pueblos? ¿Quién no ha observado

que ninguna nación en la historia, ha podido mantener por largotiempo un grado de civilización y de cultura superiores al términomedio de civilizaciÚn y cultura ,¡ue prevalecen en los pueblos lJuela circundan?

Estos son hechos que prueban que el mundo, tanto en lo físicocomo en lo mental, forma una sola unidad, y que el aislamiento, elrecelo, y el odio producidos por el patriotismo estrecho y por el

nacionalismo intransigente, constituyen veneno mortal que tarde o

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tem prano da al traste con los pueblos al parecer más prÓsperos ymejor organizados.

NECESITAMOS UNA ME:NTALIDADINTERNACIONAL

En nuestro caso particular, la necesidad de este patriotismoamplio es mayor que en otros pueblos. La conformación física denuestro territorio; esa faja delgada de tierra que se extiende en elmapa, lo único que une las dos grandes masas de territorio delcontinente, proclamando está que somos un vínculo natural de loque pudiera llamarse la cultura del Norte y la cultura del Sur; yque si hay un ideal elevado a que debemos aspirar, ello consiste enhacer de nuestro país un centro en donde estas dos culturas diver-sas se compenetren y puedan apreciase en sus justos valores.

Creo, senores, que por estos motivos y sobre todo, por loslazos muy especiales que nos unen a los Estados Unidos, y laexistencia del Canal lnteroceánico en nuestro territorio, el proble-ma capital que estamos obligados a resolver es de carácter interna-cional, y de allí la necesidad absoluta en que estamos de adiestrar-nos para su satisfactoria soluciÓn.

Puede asegurarse que escasamente hay cuestión o problema na-

cional alguno que al ser examinado en sus diversas fases y raigam-bres, no tenga por fondo, en último análisis, este magno problema,que para mí es el más grave de cuantos confronta nuestra repúbli-ca; el más vital y el que requiere mayor y más inteligente atención.

En lo econÓmico, en lo industrial, en lo relativo a nuestrodesarrollo en general, vías de comunicación y transporte, y hastaen muchos aspectos de nuestra vida política y administrativa, ha-llaremos influencias, sutiles unas, manifiestas otras, que en algúngrado, en alguna forma, hacen depender casi todas las modalidadesde nuestra vida nacional de las relaciones internacionales 'lil envirtud de convenciones y tratados públicos mantenemos con el pue-blo americano. Y esto permite apreÓar la necesidad de reemplazar

el patriotismo estrecho e intolerante que algunos desearían ver flo-

recer cntre nosotros, con aquel otro patriotismo amplio de que hehablado y que es indudablemente el factor que mejor puede capaci-tamos para zanjar ventajosamente las cuestiones que surjan entrePanamá y los Estados Unidos.

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En ningún momento debe nuestro patriotismo tener por mira elencastilarnos, por decido aSÍ, dentro de una torre aislada, ni elcreer que somos los mejores, los más inteligentes y los más dignos,y que toda palabra, todo gesto y toda acciÓn de los demás pueblos,

y en espeCial de los Estados Unidos, deban ser mirados con descon-fianza y antagonismo, sino el desarrollar entre nosotros una menta-lidad internacional, una tolerancia, y un anhelo de ser mejor de loque somos, más inteligentes y más dignos, no por pura emulación,ni menos aún para superar de modo egoísta a los demás pueblos,sino para cooperar mejor con ellos en la obra de civilizaciÓn mun-diaL.

NUESTRAS RELACIONES CON LOSESTADOS UNIDOS

La naturaleza ùe nuestras relaciones con los Estados Unidos

puede apreciarse si nos figuramos lo que necesariamente tienen queser las relaciones entre dos individuos que quiéranlo o no, tienenque vivir bajo un mismo techo, tienen que tratarse diariamente y acada instante, y tienen que permanecer unidos a través de la vidapor lazos indisolubles.

d-Iay por ventura quien se imagine que la armonía y la felicidadreinarían bajo ese techo si estos dos individuos han de vivir presade recelos, de desconfianzas y de antagonismos del uno para con elotro?

¿Puede concebirse que si, por una parte, el uno debe subordinarsu fuerza y poderío a la razón y la equidad, el otro no debe, siquiere que se le trate de igual a igual, vivir vida de seriedad, de

trabajo, y de orden b,~io todo concepto?

¿N o es dable esperar que, aunque entre los dos existan difcren-cias de estatura, de fuerza o de fortuna, prevalecerían, no obstante,

la armonía, la concordia y la sana coopcración entrc ellos si amhospractican las grandes virtudes dc tolerancia, de espíritu de simpatía

y de amplitud de mente, de donde nacen la igualdad dignificada, elmutuo respeto y la estimaciÓn recíproca?

¿Qué aconseja, en tales circunstancias, la razón en el caso denuestras relaciones con los Estados Unidos de América? ¿Qué sugierenuestra propia conveniencia? ¿Qué nos dicta el sentido común?

La respuesta es una, clara y evidente: cultivar y mantener rela-ciones cordiales con esa gran nación, basando en todo instante esasrelaciones en una franca confianza y en una inteligente visión de larealidad de las cosas: en una palabra, en un patriotismo amplio,

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depurado de todo prejuicio absurdo y de todo sentimentalismo

infantil, que a la vez que nos impulse a vivir vida de prudencia yde rectitud política y administrativa, que obliguen el respeto y la

consideración de la nación americana, nos inculque la ecuanimidad

de criterio y la buena voluntad necesarias para apreciar esa naciÓn

en lo que vale, conocer mejor a sus grandes hombres y los episo-dios sublimes de su historia, valorar sus triunfos en el campo de laciencia, del arte y de la fiosofía, y alcanzar así más fácilmente la

amistad ilimitada y la ayuda moral y material de que necesitamospara asegurar nuestra felicidad como pueblo y para reafirmar cadadía más las bases de nuestra soberanía como república independien-te.

EL BUEN ENTENDIMIENTO INTERNACIONALNO ES OBRA DE LA DIPLOMACIA SINO

DE LA ESCUELA

y esta gran obra de buen entendimiento internacional, estaobra que no vacilo en calificar como la más importante de cuantaspudiéramos acometer, sólo puede llevarse a cabo eficazmente ennuestras aulas escolares.

La acción de nuestra Cancillería y los esfuerzos de nuestradiplomacia, por hábiles y persistentes que sean, resultarán siempre

estériles mientras no tengan una base favorable sobre que apoyarsey que radique en las ideas y en los sentimientos de las masas

populares.

Podemos celebrar tratados y podemos firmar convenios, pode-mos cruzarnos notas diplomáticas y mensajes de cortesía; pero nilos tratados, ni los convenios, ni las notas, ni los mensajes, surtirán

sus efectos, ni propenderán a crear la armonía necesaria entre elpueblo panameño y el pueblo americano, ni a asegurar la coopcra-ciÓn franca y decidida del uno para con el otro, si antes no existeun estado de ánimo cordial, una disposiciÓn de espíritu exenta deantagonismo, libre de recelos, inculcados en nuestra niñez desdek'u prana edad, y si no prevalece el firme propósito por parte de

ambos pueblos dc practicar la gran regla de oro de no desear paraotros lo que no deseamos para nosotros mismos y de mejorar cada

día más para servir cada día mejor.

No olvidemos que las ideas fundamentales que sirven de base almovimiento de unificaciÓn mundial y que son más dinámicas y más

profundas que las que sirven hoy de apoyo para las asociaciones oligas de naciones, tienen que comenzar a enseñarse desde los ban-cos de la escuela. La fuerza propulsara que engendra la gucrra o

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asegura la paz radica, en Último análisis, en el aula escolar. Quienquiera que enseña, la madre, el sacerdote o el educado.r, es elfactor que hace la historia de los pueblos. El gobernante, el estadis-ta y el soldado sólo desarrollan las potencialidades de coopcraciÓn

o de conflicto que el maestro ha creado.

LA FRANCA AMISTAD y EL SERVILISMO

Errados andan, señores, los que se imaginan quc esta actitudlcvantada, franca, sana, que este patriotismo amplio y esclarecido

puede ser reem plazado por el servilismo y por el renunciamiento anuestra dignidad como pucblo libre. La Historia está allí para cnse"ñarnos que jamás se da el caso de producirse buen entendimiento,mutuo respeto y estimaciÓn perdurable entre un pueblo grande yun pueblo chico, cuando este último comete el error fatal de pen-sar que se obtiene más de rodillas que de pies, con la miradafranca, clara, recta y la mano extendida, no en son de súplica sinoen gesto de amistad. La Ilstoria cstá allí con ejemplos vivos, desde

los tiempos remotos hasta nuestros días, desde las luchas titánicasdel Imperio Romano en Grecia y en el Oricnte, hasta las gigantes-cas convulsiones mundiales más recientes, para probar que las na-ciones fuertes siempre se han aprovechado del servilismo de lasdcbiles y han pagado ese servilismo con el desprecio, el despojo yla absorción.

HAY QUE AMPLIAR EL CRITERIO YDESARRAIGAR PREJUICIOS

Consagremos desde esta fecha memorable nuestras escuelas a lanoble y elevadísIma tarea de propender al estrechamiento de bue-

nas relaciones con los demás pueblos, y en especial con los EstadosUnidos de América.

Tengamos presente, cn nuestro carácter de cducadores, que nose trata de una labor de propaganda, pues que ésta no debe tcnercabida en la escuela, sino de una labor dc ampliaciÓn de criterio yde desarraigo de prejuicios y de antagonismos, que produzcan enlas nuevas generaciones un espíritu de cooperaciÓn sana y un pa-triotismo inteligente.

NO BASTA ENSEriAR A LEER, ESCRIBIR Y CONTAR

Error grave sería imaginamos que el problema educativo de

Panamá quedaría resuelto con sólo abrir escuelas en toda la Repú-blica y con enseñar en ellas a cada niño a leer, a escribir y a

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contar. Tal instrucción la ostentan hasta los elementos más perni-

ciosos en una comunidad. Con tales enseñanzas ponemos induda-

blemente nuestra juventud al abrigo del engailo y en guarda contrala desilusión, pero nuestros esfuerzos, por grandes que fueran, sihubieran de limitarse así, jamás lograrían hacer de nuestra Repúbli-ca un pueblo realmente unido y homogéneo; un pueblo consciente

con aspiraciones hacia un ideal humanitario elevado. El Estado, ha

dicho Aristóteles, es un mutuo entendimiento entre amigos, y pode-mos agregar que la amistad de los estados, los unos para con losotros, es lo único que puede asegurar la paz y la felicidad universal.

PRACTICAS ESCOLARES QUE DEBEN ABOLIRSE

El instinto gregario de pugnacidad y agresiÓn, que rechaza todamente moderna, debe sublimarse y recibir nueva orientación. Trans-currirá, sin duda, mucho tiempo antes de que imperen el género yel grado de civili;¿ación que hagan posible sustituir la humanidad enlugar del estado y el internacionalismo en lugar del nacionalismo;

pcro todo esfuerzo que se realice en este sentido es un paso dadoen el camino del más alto progreso.

Precisa ,¡ue reaccionemos en contra de las prácticas escolaresprevalentcs a este respecto en las más de nuestras repúblicas de

América. En las escuelas por lo general se inculca el más anquilosa-do patriotismo, yesos centros educativos que debieran ser siempre

faros de luz, trócanse en focos de abominable infección política.Crece allí la niñez imbuida de un egoísmo intenso, envenenada porlos prejuicios malsanos, con un horizonte mental estrecho, unaespecie de obsesión que la llena de orgullo superficial y de antago-nismo hacia todo lo que es extranjero.

LA ORIENTACION DE LOS ESTUDIOS

Importa liberar a nuestra juventud de esta obsesiÓn malsana

que sólo puede conducir al conflcto y al desastre, a la violencia ya la muerte. Y esta tarea sólo puede llevarse a cabo modificando el

espíritu general de la labor del maestro, y haciendo por ejemplo,

en la enseñanza de la Historia más hincapié sobre los hechos so-

ciales que sobre los hechos políticos nacionales; en la Etnología,

sustituyendo la verdad por la supersticiÓn y destruyendo el mito delas razas privilegiadas; en la Geografía, colocando en sus proporcio-nes justas los recursos y ventajas del país; cn Cívica, señalando sin

piedad los lunares y defectos de las leyes e instituciones; y, en fin,estimulando en todo instante en los niños una amplitud de criterioque les haga ser siempre justos y tolerantes para con los demás y elhábito de la crítica a sí mismos; de la crítica severa, valiente, de la

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crítica que rompe el silencio culpable y se adelanta a reconocernuestros propios yerros, en la seguridad de que ese reconocimiento

es el primer paso en el camino de la enmienda.

LA MAYOR ASPIRACION DE UN EST ADIST A

"Que los pies del ciudadano -dice Santayana, filÓsofo y educa-dor brilante, en cuya personalidad crúzanse la raza hispana y la

cultura anglosajona- permanezcan afirmados en su propio país,

peró que sus ojos recorran el panorama del mundo. La mayoraspiración que puede abrigar un estadista es dar a los sentimientos ya las modalidades de sus conciudadanos tal giro, ,¡ue a la vez quecontinúan las tradiciones más esenciales, encuentren cada día en lahumanidad menos cosas ajenas a su propia naturaleza. Subsistiránsiempre las diferencias de nacionalidad basadas en la raza y lascostumbres, pero todo lo que a ello han agregado artificialmente laignorancia y el fanatismo, debe abolirse gradualmente en bien delme;joramiento de las relaciones universales".

DEDIQUEMONOS A REALIZAR ESTA OBRADE ACERCAMIENTO INTERNACIONAL

Señores: Dediquemos desde hoy nuestros esfuerzos a la realiza-ciÓn de esta obra magna. Para iniciarla ninguna ocasiÚn mejor queeste día, y ningún lugar más apropiado que este recinto, corazÓnmismo de nuestro más elevado templo del saber, aquí donde domi-nan el recuerdo de los fundadores de la República y la mirada de

un Justo Arosemena, de un Gil Colunje, de un Manuel José Hurta-do, y de un José de ObaldÍa, quienes dieron en vida cuanto tuvie-ron de talento y de fortuna por la consolidaciÓn moral y material

de nuestra naciÓn, y quienes, sin duda, siguen aún con ávida aten-

ciÓn la trayectoria que describe nuestra vida de pueblo libre, en laesperanza de que nosotros, sus descendientes, habremos de trasmi-tir de mano en mano por la infinidad de los siglos, la antorcha deluz que ellos nos legaron, a fin de que nos ilum ine en el desempe-

ño de nuestras obligaciones para con nuestro país y en el cumpli-miento de nuestros deberes para con la humanidad, y que podamosdecir un día al despuntar la aurora iridiscente de confraternidaduniversal: el mundo es nuestra patria; hacer el bien, nuestra re-ligión.

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