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Encíclica Caritas in Veritate, de S.S. Benedicto XVI REFLEXIÓN EN TORNO A LA VISIÓN ANTROPOLÓGICA Y SOCIAL Pontificia Universidad Católica de Chile, 4 de septiembre de 2009) Fecha: Viernes 04 de Septiembre de 2009 Autor: Mons. Cristián Contreras Villarroel Hace unos días conocí un comentario, tan bien intencionado como errado a la vez, que opinaba de la reciente encíclica social de S.S. Benedicto XVI, Caritas in Veritate. Decía que el documento era un tanto ingenuo. La persona afirmaba que en lugar de proponer soluciones concretas para resolver los conflictos sociales, la argumentación se diluía en un mero y cándido llamado al amor como fuerza impulsora del hombre y de la humanidad. Bajo una mirada efectista y utilitarista de la realidad, esta opinión podría tener algo de sentido. Sin embargo, esa no es la visión de la Iglesia. Las palabras del Papa, y de la Doctrina Social, jamás han pretendido dar soluciones técnicas a los conflictos sociales y políticos, hoy globales. Una vez más, el Santo Padre, como sus predecesores, apunta a los fundamentos de las situaciones humanas concretas. Y en el caso particular de esta encíclica, el Papa se centra en el origen de todo problema, conflicto y desafío humanos: es decir, la misma persona humana, iluminada desde Jesucristo, icono y artesano de la caridad en la verdad. Por eso, sin comprender cabalmente la visión antropológica y de la sociedad que subyace a la reflexión pontificia, será difícil entender el alcance, la profundidad y la potencia de las palabras del Papa Benedicto XVI. Miremos, entonces, cómo esta encíclica concibe al hombre y a la sociedad. Visión Antropológica (Creaturalidad trascendente, Vocación al amor, Desarrollo humano integral, Libertad y corresponsabilidad). "Sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es" (CV 78). El planteamiento básico respecto del hombre es su creaturalidad trascendente. Es decir, por un lado, es una creatura y, por lo tanto, proviene de un Creador sin el cual no se entiende su existencia. Por otro lado, en cuanto creatura, no ha sido concebida con un fin inmanente, para nacer y desaparecer en el tiempo, sino más bien para existir en la eternidad. Así, esta creatura trascendente, que ha recibido la filiación divina en Jesucristo, encuentra su sentido más pleno en referencia a Dios, su creador y Padre, y buscando la realización de la vocación a la que ha sido llamado: el amor. "La caridad da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo" (CV 2). De este modo, el hombre está llamado a crecer progresivamente en esta doble conciencia de tener su origen en otro, que es Dios, y de tener su sentido en otro, el mismo Dios, que es amor. "La Caridad en la Verdad () es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor () es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y la paz. ()Tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre é (). Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano" (CV1). Como ser llamado al amor, a imagen de Jesucristo que asumió una condición humana, menos en el pecado, la persona humana no puede estar ajena a la realidad de los otros hombres, sus hermanos. Por eso, su realización más plena no es

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Encíclica Caritas in Veritate, de S.S. Benedicto XVI REFLEXIÓN EN TORNO A LA VISIÓN ANTROPOLÓGICA Y SOCIAL

Pontificia Universidad Católica de Chile, 4 de septiembre de 2009)

Fecha: Viernes 04 de Septiembre de 2009Autor: Mons. Cristián Contreras Villarroel

Hace unos días conocí un comentario, tan bien intencionado como errado a la vez, que opinaba de la reciente encíclica social de S.S. Benedicto XVI, Caritas in Veritate. Decía que el documento era un tanto ingenuo. La persona afirmaba que en lugar de proponer soluciones concretas para resolver los conflictos sociales, la argumentación se diluía en un mero y cándido llamado al amor como fuerza impulsora del hombre y de la humanidad.

Bajo una mirada efectista y utilitarista de la realidad, esta opinión podría tener algo de sentido. Sin embargo, esa no es la visión de la Iglesia. Las palabras del Papa, y de la Doctrina Social, jamás han pretendido dar soluciones técnicas a los conflictos sociales y políticos, hoy globales. Una vez más, el Santo Padre, como sus predecesores, apunta a los fundamentos de las situaciones humanas concretas. Y en el caso particular de esta encíclica, el Papa se centra en el origen de todo problema, conflicto y desafío humanos: es decir, la misma persona humana, iluminada desde Jesucristo, icono y artesano de la caridad en la verdad.

Por eso, sin comprender cabalmente la visión antropológica y de la sociedad que subyace a la reflexión pontificia, será difícil entender el alcance, la profundidad y la potencia de las palabras del Papa Benedicto XVI. Miremos, entonces, cómo esta encíclica concibe al hombre y a la sociedad.

Visión Antropológica (Creaturalidad trascendente, Vocación al amor, Desarrollo humano integral, Libertad y corresponsabilidad).

"Sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es" (CV 78).

El planteamiento básico respecto del hombre es su creaturalidad trascendente. Es decir, por un lado, es una creatura y, por lo tanto, proviene de un Creador sin el cual no se entiende su existencia. Por otro lado, en cuanto creatura, no ha sido concebida con un fin inmanente, para nacer y desaparecer en el tiempo, sino más bien para existir en la eternidad.

Así, esta creatura trascendente, que ha recibido la filiación divina en Jesucristo, encuentra su sentido más pleno en referencia a Dios, su creador y Padre, y buscando la realización de la vocación a la que ha sido llamado: el amor. "La caridad da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo" (CV 2). De este modo, el hombre está llamado a crecer progresivamente en esta doble conciencia de tener su origen en otro, que es Dios, y de tener su sentido en otro, el mismo Dios, que es amor.

"La Caridad en la Verdad () es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor () es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y la paz. ()Tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre é (). Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano" (CV1).

Como ser llamado al amor, a imagen de Jesucristo que asumió una condición humana, menos en el pecado, la persona humana no puede estar ajena a la realidad de los otros hombres, sus hermanos. Por eso, su realización más plena no es

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en soledad, sino en la donación personal a la comunidad. Varones y mujeres hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Un Dios que, como dijo el Papa Juan Pablo II, "en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor" (Homilía en Puebla, México, 28 de enero de 1979).

"Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad" (CV5).

Desde un punto de vista social, el hombre descubre que su vocación al amor se concreta en la medida que tiende a un desarrollo humano integral, de toda su persona y de todas las personas, lo que le exige la corresponsabilidad por el resto de la familia humana. Es decir, el hombre hallará su verdad más propia en el plan del creador que lo invita a realizarse en el amor, de manera concreta, en medio de la sociedad.

¿Qué entendemos por este "desarrollo humano integral" como vocación para el hombre Ya en la encíclica Populorum Progressio, el Papa Paulo VI planteaba el desarrollo humano como el tránsito de condiciones menos humanas de vida a condiciones más humanas. No obstante, es evidente que el progreso material no se condice necesariamente con una evolución integral. Al contrario, a veces el crecimiento de la riqueza trae nuevas fuentes de esclavitud que, lejos de desarrollar al hombre, lo reducen a condiciones más deplorables y menos dignas de su condición de Hijo de Dios.

Benedicto XVI lo plantea claramente: "El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo, no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que vence al mal con el bien y abre la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad" (CV 9).

Estas relaciones recíprocas, inherentes a la condición humana, remiten a la dimensión social de la encíclica. Asumir la libertad y responsabilidad del hombre para con los demás, sus hermanos, es asumir la verdad sobre sí mismo revelada en Jesucristo, y es la verdad que nos llama a asumir el Papa. Por eso lo de "la Caridad en la Verdad".

"Decir que el desarrollo es vocación equivale a reconocer, por un lado, que éste nace de una llamada trascendente y, por otro, que es incapaz de darse su significado último por sí mismo" (CV 16).

Un pretendido desarrollo humano que no tenga en cuenta una concepción integral del ser humano, de su origen en Dios, de su destino de eternidad, es una ruta de deshumanización por la que transita la comunidad global en la actualidad. Por el contrario, vivir en su verdad más propia, conduce al hombre por caminos de liberación de las estructuras de pecado, acercándolo a la plenitud de su existencia terrena. Y esa plenitud es imposible que se facilite de modo independiente o sin referencia a Dios y de los demás seres humanos. Esto por dos razones.

En primer lugar, porque la humanidad descubre en su naturaleza, su esencia social y, por ende, necesitada de comunión con sus pares. Por otra parte, la persona humana también descubre que su vida no tiene sentido si su único horizonte tiene su ocaso en la existencia terrenal. Esto, que desde antiguo descubrió por la razón, también Dios lo reveló pedagógicamente durante siglos, hasta llevarlo a su revelación completa en Jesucristo. El propio Hijo de Dios hecho hombre, sintetizó esta experiencia humana en su vida y en el principal de sus mandatos: amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestros hermanos como a nosotros mismos.

En síntesis, la verdad de esta vocación al amor se da en un movimiento doble y coordinado: se ama a Dios en los hermanos, y a los hermanos en Dios, lo que manifiesta que la dimensión trascendente del hombre y su dimensión social están intrínsecamente unidas. Por eso, podremos conocer más acerca de la visión antropológica de la encíclica en la medida que observemos su aproximación a la sociedad.

Visión de la Sociedad(Familia humana, Comunión fraternal y Bien común)

"La sociedad cada vez más globalizada nos hace cada vez más cercanos, pero no más hermanos. La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad. Esta nace de una vocación trascendente de Dios Padre"

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(CV 19).

Si identificamos al hombre como creatura trascendente, otro rasgo propio es su ser social. Dios no nos creó solos, sino en comunidad. El hombre en modo natural tiende a la organización, al establecimiento de relaciones interpersonales que van creando asociaciones o sociedades, ya sean familiares, locales, nacionales o internacionales. Sin embargo, por sobre estas miradas geopolíticas, la Doctrina Social de la Iglesia sintetiza este cúmulo de relaciones sociales en lo que llama "la familia humana".

Esta familia humana, ya que está compuesta por hombres y mujeres llamados a vivir en la caridad, también posee la vocación comunitaria, y no sólo colectiva, de promover un desarrollo humano integral. Es más, ya que la sinergia de las relaciones puede mucho más que las acciones individuales, está gravada por una responsabilidad aún mayor que recae en la persona humana:

"() Las instituciones por sí sola no bastan, porque el desarrollo humano integral es ante todo vocación y, por tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades por parte de todos. Este desarrollo exige, además, una visión trascendente de la persona, necesita a Dios: sin él, o se niega el desarrollo, o se le deja únicamente en manos del hombre, que cede a la presunción de la auto-salvación y termina por promover un desarrollo deshumanizado"(CV 11).

Esta vocación de compromiso con la realidad a través de la caridad es tan remarcada por el Papa, que no duda en afirmar que la fuerza más poderosa al servicio de un desarrollo integral es un humanismo cristiano. En esta perspectiva, no sólo los individuos, sino la comunidad completa, la familia humana, ha de desplegar su quehacer cotidiano de manera solidaria y gozosa.

Este gozo y solidaridad encuentran su raíz en el amor en que, según el proyecto de Dios, deben vivir los pueblos. Si la sociedad y las sociedades se identifican como familia humana, sus miembros, por tanto, son hermanos y sus relaciones, mucho más que de simple vecindad, han de ser de comunión fraternal.

"El desarrollo de los pueblos depende sobre todo de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente el uno junto al otro" (CV 53).

La visión antropológica de la encíclica no concibe "decorativa" o "románticamente" al amor como el ideal de las relaciones sociales, sino como el camino verdadero para el desarrollo integral de los pueblos. Por eso la insistencia transversal en el documento acerca de la urgente necesidad de fortalecer las relaciones de fraternidad entre los hombres y las naciones del mundo.

En esta perspectiva, el modo de vivir la fraternidad, el norte práctico al cual se orienta la familia humana, es la caridad en la verdad cristalizada en el bien común. Esto implica un esfuerzo permanente de discernimiento acerca de cuál es el bien común según la circunstancia concreta de cada sociedad, como de los medios legítimos para alcanzarlo.

"Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a las necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la polis" (CV 7).

Concluyo con la exhortación clara del Papa Benedicto XVI al rol que debemos jugar los cristianos en medio de la familia humana, abiertos a nuestra trascendencia, firmes en nuestra identidad y confiados en su Providencia. Todos aspectos espirituales y, por lo tanto, fundamentales de la realidad propia del hombre y, en consecuencia, de las sociedades:

"El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo, sino un don. Por ello, también en los momentos más difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor" (CV 79).

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Conclusión

Me surge unirme al salmista orante, que alaba la majestad de Dios y la dignidad de la persona humana:Señor, dueño nuestro,

¡qué admirable es tu nombreen toda la tierra

()Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;

la luna y las estrellas que has creado,¿qué es el hombre para que te acuerdes de él;

el ser humano para darle poder

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,lo coronaste de gloria y majestad,

le diste el mando sobre las obras de tus manos,todo lo sometiste bajo sus pies;

Rebaños de ovejas y toros,y hasta las bestias del campo,

las aves del cielo, los peces del mar,que trazan sendas por las aguas.

Señor, dueño nuestro,¡qué admirable es tu nombreen toda la tierra (Salmo 8).