Enciclopedia Oliveros

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Por primera vez los artistas de la Colonia de Oliveros se muestran en un museo. Una retrospectiva de los últimos quince años del taller de arte de la Colonia, con la curaduría de Fabiana Imola; Claudia del Río y Max Cachimba.

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A todos los artistas que hicieron posible esta colección.

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Las prácticas artísticas y las prácticas clínicas se traman entre sí en procesos complejos e inanticipables hechos de convergencias y pa-ralelismos, mutuas potenciaciones y aperturas, reenvíos y traducciones.

Pensando más allá de instrumentalizaciones como la del “arteterapia” –donde ciertas acti-vidades pseudoartísticas intentan presentar-se como medios para lograr un fin clínico- es posible reconocer entrecruzamientos no jerar-quizados entre el universo estético y el mun-do de la clínica mediante la lógica común de la invención en singularidad. La clínica, entendida como el conjunto de intervenciones orientadas a acompañar el desarrollo de la autonomía sub-jetiva será el resultado de invenciones, siempre singulares. El arte, entendido como el conjunto de intervenciones orientadas a la producción de experiencias perceptivas/sensibles inéditas será también el resultado de invenciones, siem-pre singulares.

El clínico se interesa por esa capacidad del artis-ta para producir configuraciones sensibles. Las decisiones implicadas (¿policromatismo o mo-nocromía?, ¿figuración o abstracción?, ¿pers-pectiva única o múltiple?, ¿gran escala o mi-niaturización?, ¿interiorización o expansividad?,

Ars ClínicaFranco Ingrassia*

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etc) y los procedimientos requeridos. Lee allí capacidades crecientes de deconstrucción y reconstrucción de las imágenes que forman parte de un mundo subjetivo. Detecta allí ele-mentos plausibles de ser resingularizados en tanto operadores para la construcción de for-mas de vida.

Asimismo, el desarrollo de la experiencia clí-nica, en su reapertura del campo de las po-sibilidades existenciales, puede obrar como condición de posibilidad para que alguien –si reconoce allí su deseo- pueda ligarse al campo y a las prácticas del arte, pensándose como artista.

La producción de subjetividad, la capacidad de interrumpir circuitos de repetición que muchas veces cobran estatuto de destino en la vida de las personas, implica con frecuencia el desarrollo de nuevas formas de ver, imagi-nar y representar el mundo, procesos que en el arte adquieren toda su centralidad. Por su parte, la producción estética implica con fre-cuencia, de uno u otro modo, una dimensión relacional, sociosubjetiva, sea en la escena de la producción o en la de la recepción de la obra. Dimensión relacional que en la clínica adquiere toda su centralidad.

Y al tratarse de experiencias sostenidas en di-námicas de invención singular, la vinculación entre arte y clínica pasa, más que por presu-posiciones generalizantes, por la posibilidad de establecer diálogos y lecturas compartidas. Hay una lectura posible de la producción es-tética en términos de los recursos subjetivos implicados en su despliegue. Hay una lectura posible de la producción de subjetividad en términos de las nuevas posibilidades estéticas que habilita. No necesitan ser lecturas coinci-dentes u homogéneas. Alcanza con que re-sulten mutuamente fecundas.

*Franco Ingrassia. (Rosario, 1976). Realizó una Maestría en Investigación Participativa en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Ha dictado seminarios como docente invitado en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) y en la Universidad Autónoma de Querétaro (México). Sostiene una práctica clínica en la Colonia de Oliveros y en su consultorio. Integra el Laboratorio de Análisis Institucional de Rosario. Ha publicado diversos artículos en revistas como El Rodaballo y Campo Grupal (Argentina), Mute (Inglaterra), El viejo topo (España) y Derive Approdi (Italia). Coordinó y publicó Estéticas de la dispersión, Beatriz Viterbo, Rosario, 2013 y La socialidad. Hekht, Buenos Aires, 2013.

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Despertando deseo

Fabiana Imola*

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Comencé a trabajar en el Taller de Arte de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros en 1999 y de inmediato esta experiencia provocó un entu-siasmo muy profundo en mí. Fue un proceso transformador tanto a nivel humano, como artístico y profesional.

El punto de partida del trabajo se dio cuan-do tomé contacto con los artistas que venían participando del espacio y algunas de sus pro-ducciones individuales que ya mostraban im-prontas más que interesantes.

Mi intención como tallerista es ayudarlos a explotar al máximo sus propios recursos, ge-nerando así un espacio de procesos más que de resultados. Hay movimientos subjetivos re-lacionados con el hacer artístico que me pare-cen muy importantes. El paso de la copia a una producción más personal; la transición en el uso de los materiales, que es nada más ni nada menos que un cambio de lenguaje; la apropia-ción de la obra son momentos fundamentales.

Esto último, el autorreconocimiento como ar-tista, como productor es fundante en este tipo

de espacios. Lo que intenté desde un primer momento fue insistir a los artistas para que firmaran sus producciones, que cuidaran los materiales, porque es así como se establece un primer vínculo con la obra. El hallazgo de la técnica, del lenguaje que permita una mayor expresión en la obra de cada uno en particular es proceso necesario. Por ejemplo, a Miryam le va muy bien la tiza pastel y no tanto el óleo pastel, porque le salen mejor los esfumados. Algunos son más de la pintura con pincel, otros de los lápices, Aníbal con birome. Esta elección de materialidades, de posibilidades expresivas en relación a sus modos y temas, la definición de estos temas y el compromiso y sostenimiento en el tiempo del deseo en re-lación a la producción funciona como terce-ridad, posibilita la relación entre el sujeto y la obra; el sujeto y los otros, el entorno.

En la psicosis hay un desprendimiento, una fragmentación del yo. Al poder hacer lazo con una técnica, con un universo discursivo, con un hacer cotidiano viene a funcionar como una terceridad que aúna de alguna manera eso que está desprendido. Por eso acota el

“Cuando ves que el paciente tiene la necesidad de pintar o dibujar y lo encontrás en la puerta del taller porque se acuerda del cuadro que está pintando y quiere terminarlo, y puede sostener este deseo en el tiempo, ahí es donde aparece el artista…”

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sufrimiento, hay algo que los está centran-do, haciendo lazo con otra cosa. Es entonces cuando la alucinación y el delirio ceden, el sufrimiento se modera… Por eso algunos pin-tan, van, vienen... Posibilitar estos movimien-tos fue un objetivo central en el marco de un taller que funciona dentro de un hospital de salud mental.

Recuerdo cuando me incorporé al área cultural. En el hospital venían dándose los

primeros pasos hacia una reforma desma-nicomializante. En ese contexto, los talle-res empezaron a tener peso. Es entonces cuando el área aparece como espacio de vanguardia, formación y puente para posi-bilitar al paciente un lazo con el afuera. En muchas oportunidades, trabajábamos con las producciones, tomándolas como dis-parador para presentaciones clínicas en las cuales equipos interdisciplinarios junto a los mismos artistas centrábamos el debate sobre determinados casos haciendo eje en la obra. Fueron experiencias maravillosas, surgidas del compromiso de los equipos a la hora de posibilitar nuevos abordajes y miradas sobre la salud mental.

Si pienso en los usuarios que pasaron por el taller a lo largo de los quince años que llevo coordinándolo, veo que son pocos aquellos que pudieron sostener una participación re-gular. Pero cuando esto sucede, cuando se da un trabajo sostenido en el tiempo, es cuan-do emerge con fuerza el artista. Cuando ves que el paciente tiene la necesidad de pintar o dibujar y lo encontrás en la puerta del taller porque se acuerda del cuadro que está pin-tando y quiere terminarlo, y puede sostener este deseo en el tiempo, te das cuenta de que ahí se construyó un lazo con la producción. Y es ahí cuando emerge el artista… Empieza a aparecer una valoración, se espera con gran ansiedad ese momento de encuentro consigo mismo y con el otro, se presentan situacio-nes muy hermosas, donde se comparte lo que se va haciendo con los otros, se puede ver el enganche que va dándose con la producción y todo eso va generando nuevos registros, nuevas formas de relación. Más allá del traba-jo en el taller, hay artistas que continúan con su producción por fuera, dibujando en su sala, interviniendo artísticamente los espacios, ge-nerando su obra, su discurso.

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A lo largo de estos quince años hubo, hay artistas cuya obra trascendió ampliamente no sólo el ámbito del taller sino del hospital mismo, llegado por ejemplo a galerías na-cionales e internacionales. Muchos han sido externados y siguen con su producción por fuera, donde también los hemos ido acom-pañando. En este sentido, como área cultural hemos dado otro paso enorme: acercamos los talleres a la comunidad, integrando en un mismo dispositivo a usuarios internos del hospital y habitantes de la comunidad de Oli-veros, generándose una experiencia de inter-cambio única.

Al hablar sobre todo esto, tomando distancia y repasando estos quince años de experien-cia de taller, son muchos los sentimientos que afloran, pero hay algo que siempre me emocionó particularmente y es la pulsión de vida que aparece en su hacer artístico. Esto da cuenta de las posibilidades que abre el arte. Es sin dudas una herramienta maravillosa que ayuda a sanar, a aliviar el sufrimiento. Pude ver en muchas oportunidades cómo el deseo emerge a partir de que el artista puede ver-se reconocido dentro de la producción y es entonces cuando, además, hace lazo con la técnica y con la obra. En ese sentido, el ta-ller funciona como un despertador de deseo, no sólo para los pacientes, también para mí. Me fui involucrando mucho con cada uno de

ellos y creo que nos atraviesa algo así como un amor universal. Me gusta pensarlo de esa forma y decidir continuar en esta experiencia, lo siento como un canalizador de energías para ambas partes.

Esta muestra constituye la primera exhibición en un museo de una selección de obras de artistas que han pasado por el taller en estos quince años de actividad. Así, se inaugura una etapa nueva. El cuadro enmarcado y colgado, una curaduría que ordena y potencia el dis-curso de cada uno de los artistas son cuestio-nes en los que el proceso cierra y empieza a cobrar otro sentido. Por primera vez las obras van a incorporarse a un circuito de arte inclu-sivo. Esto no sólo legitima el trabajo y la obra, sino también al sujeto como artista y autor reafirmando su pertenencia al entramado de la escena artística.

*Fabiana Imola es artista egresada de la Escuela de Bellas Artes de la U.N.R. Desde 1998 realiza muestras

individuales y participa de colectivas a nivel nacional e internacional. Fue becaria del Programa de Talleres

de Artes Visuales U.B.A./ Rojas - Kuitka (2003-2005). Desde 1999 coordina el Taller de Arte del Área Cultural

“Macedonio Fernández” de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros.

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Claudia del Río*

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Enciclopedia significa instrucción en un círculo. Es una palabra griega, del adjetivo “enkyklios” o sea “circular”, y del sustantivo “paideia”, significa “instrucción”. Hubo una época en que la enciclopedia co-rrespondía al depósito de todo cuanto se sa-bia. A medida que el mundo se fue especia-lizando no entraba en un tomo. Y hubo que hacer varios tomos. En las casas hubo o hay enciclopedias, las personas consultamos con ellas, los artistas consultamos con las obras de otras artistas. Es una acción familiar, siempre la hacemos. Me encontré que mucho de lo que pensaba alrededor de este asunto, tenia que ver con consultar, consultorio, o querer contarles que las obras de los locos no con-sultan con nadie más que con ellos mismos. Eso las hace particulares y espesas, pues ba-jan de estados emocionales, sensibles, físi-cos. Entonces, conforman un conocimiento sagrado. Estos artistas suben la información de cierto lugar. Nise da Silveira, la psiquiatra brasileña pionera del principio antimanicomial en Río de Janeiro, cuenta que el artista baja un

aparatito hacia su interior, que toma y sube a la superficie algo para materializarse.

Me gusta pensar a los artistas como casos clí-nicos. Las historias del arte son una enorme sucesión de casos clínicos. Para llegar al arte, cierta falla en relación al amor, o en relación a la naturaleza ha de haber sucedido, ha de haberse escrito. Quizás con la locura, o cierta clase de locura, pase algo parecido.

Como Jean Dubuffet, pienso que no todo lo que hace un loco tiene valores visuales, co-municativos, aunque sí políticos, en tanto son concentraciones de humanidad, recordato-rios de vulnerabilidad y conservan su poder respondiendo a la pregunta de qué estamos hechos.

Las obras de estos artistas que estamos pre-sentando, excepto algunos autores, en gene-ral, no forman parte del sistema económico de circulación y consumo de las artes visua-les. Si esto no ocurre es porque en Argentina falta mucho por trabajar en ese sentido, pero

“yo milito por los locos que escriben o por los que se vuelven locos y escriben” dijo una tarde, el escritor Damián Ríos.

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en el futuro la situación va a cambiar. Es un tema que nos compromete como sociedad. Estos artistas son absolutamente indepen-dientes en su trabajo, es potente pensar que el regalo podría ser la forma de la economía del loco.

Si nacemos particulares, en estado de corri-miento, disfuncionales, y nos organizamos en el sistema de la normalidad o nos organiza-mos en otro sistema, entonces el caso del arte sería una arquitectura por el cual es posible conservar cierta clase de corrimientos en un envase aceptado llamado arte. El arte es un buen paraguas para la fuga.

El arte y la locura, ambos en tanto forma pri-vada son estuches de gran tentación. Ambos tienen formatos institucionales. Ambos se producen en retirada social, una locura se construye y un pintor se construye en retirada, por lo tanto diríamos que son construcciones de corrimientos.

Ahora, mientras el loco se retira de la ac-ción, y del mundo del trabajo y permanece en su propia biología y economía; al artista se le suman otros movimientos: el retiro y la

vuelta, porque si algo de retiro no se da en quien quiere hacer arte, el mismo no será más que un burócrata.

La locura es subversiva, en tanto viene a re-cordarnos nuestra vulnerabilidad, y el arte trae acarreada la inutilidad, ambas funciones medulares de ambos estuches. Uso la palabra corrimientos como un leve desajuste entre las normas y uno, corrimientos que son sociales, a veces biológicos, otras culturales. Estos co-rrimientos intercambian con el aparato políti-co. Por ello, también no es casual que entre un loco y un artista esté mediando un curador.Estos artistas que hoy presentamos están concentrados en los procesos de trabajo, tie-nen mucho tiempo. Estos artistas son artistas de tiempo completo, unidos a la noción de arte más romántica: ser un ser, para ser un ser del arte. No ocupados de pagar el gas, ni de cocinar, las obras son un regalo para el con-tacto y la comunicación.

Enciclopedia Oliveros reúne de modo apreta-do un vocabulario de formas y procedimien-tos, con el cual podríamos estudiar pintura. Pienso que podríamos estudiar con la historia del arte de esta Enciclopedia Oliveros. Son obras que consultan con el deseo.

Estudiar el lenguaje visual a través de estas obras que dan cuenta de representaciones posibles, tantas como nuestros ADN, pues ellas conforman un capítulo de escrituras del yo. Podríamos repasar los modos de pintar, del garrapateo escritura dibujo, al mode-lo naturaleza muerta, a las representaciones diversas del retrato exterior como de los re-tratos interiores, de la decoración de signos a las historietas fantásticas, o la arquitectura emocional, del uso de patrones de unidad en textos y símbolos usando el espacio como cartografía, a la mancha expresionista.

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Antonio Valdez, conocido como “El Húngaro” desarrolla su obra descargando en unidades o en otras ocasiones en grandes áreas de color, en la mejor tradición del tachismo y la cali-grafía. Mismo caso es el de “El Tucán”, cuyo pensamiento abstracto lo lleva en un golpe de pincel a una o muchas descargas eléctricas de color. Ambos parecen insertos en la perspec-tiva del protolenguaje.

Antonio Cabrera, bien conocido como “Ma-chaguay”, encarna la poética de la lentitud. Una leve aparición del humor y pocos ele-mentos, sintetizado con candor, dedica mu-cho tiempo a sus amplias obras. En manos de Michu, temas como la nena, el sol y el barquito, constantes en su iconografía, parecen nuevos.

Carlos Mansilla es un pintor. En su obra el co-lor se vuelve forma y la forma una narración con personajes en suspenso.

Cristina Zimmerman pertenece a la tradición de la representación de artefactos, objetos que buscan un nombre, pues vienen de cierta hibridez entre el nombre y la invención.

La obra de Fructuosa González busca el or-den a través de objetos quietos y familiares, parece que los tocamos cuando los miramos.La obra de Emanuel Landrein parece saber que los dioses, las máscaras nos sobreviven a nosotros los mortales. Con esa certeza los di-buja, en una geometría de grises que perdura.

Aníbal Brizuela es un caso destacable, por la enorme y sistemática obra. Además, su per-tenencia desde hace años al circuito del arte contemporáneo. A través del uso de su paleta birome, el espacio es organizado en una ar-quitectura potente, de módulos y plantillas. La información que selecciona Brizuela nos

atraviesa como argentinos. De las Malvinas a las monjas francesas Léonie Henriette Du-que y Alice Dumont, del Nuevo Testamento a la Pachamama. La información gotea entre científica y mística, incluyendo el universo farmacológico. Todo es una gran novela. En capítulos, con nombres propios que fijan y detienen el relato. Son monumentos. Hay bo-xeo. Hay historia política argentina. Hay cifras. Hay pedidos que podrían parecer de auxilio, pero son jaculatorias a las letras.

La obra de Nora Pignataro es un coup de foudre, flechazo de su mirar en figuras hipnóticas y sensuales, que parecen salirse de la tela.

Carlos Guzmán es un pintor que prepara el fondo en colores próximos. Luego como re-visitando el paleolítico ensaya la búsqueda de un signo elemental y universal común. Algo apenas humano y tan humano.

El cosmos es un mundo mental, simple, fami-liar, accesible, de colores primarios, bello, así es la obra de Fabián Gómez.

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Marcelo Rainieri firma sus obras, es un pai-sajista y alucina con relaciones de color y forma. Con las obras de Rainieri despertamos dentro de un paisaje donde se reconoce el horizonte, el resto es invención.

Las obras de Rubén Zapata y Luciano Pa-quez, precisas en la ilustración están ligadas a la tradición del comic y del poster. Son tapas de libros que hasta el momento no existen o viñetas sueltas.

Rodrigo Canosa es un aficionado a la obser-vación de máquinas, llamadas coches. Dibu-jos preciosistas con detalles.

Las viñetas de Mónica Molina son de collage y pinturitas, adentro la explicación se vuelve poema. Vinculada desde hace mucho tiempo a la historieta, la gracia de su obra viene de lo inesperado en el relato, que no es lineal.

La prolífica obra de Enzo Núñez está vincula-da conceptualmente al retrato. En cada nuevo trabajo perfecciona esa fisionómica singular para describir amigos, objetos y animales fa-voritos. Su nombre escrito grande dentro de la obra es un elemento atractivo y de gran fuerza.

Miriam Peña trata el tema del amor y el retra-to. Pinta su cuerpo en todo lo que hace, con generosas curvas y tomando el espacio con audacia. Goza pintando y la obra lo siente.

Oliviero repite un signo humano, de frente y de perfil. Un signo geométrico de gran preg-nancia y no lo podemos olvidar. Un signo que busca la imposible perfección.

Eduardo Giovanini, trabaja en dos líneas. En una, desarrolla su obra en una suerte de taqui-grafía donde dibujo y escritura nos recuerdan

que son lo mismo. En la otra, acude a la sere-nidad del paisaje con apariciones de formas simples y planas.

Griselda Piano es una dibujante de arabesco. Sabe que la geometría tranquiliza, ordenando el plano, lo vegetal y animal.

Itatí Orellana dibuja desde movimientos cir-culares. El que pueden nuestras extremidades consiguiendo la emoción del paleolítico, aque-lla de la búsqueda de la divinidad humana.

Pablo Pinto condensa apretando el gesto, y hace aparecer figuras mediadas entre masco-tas y bibelots.

María Esther Ilary trabaja desde una geome-tría sensible aplicada al paisaje que incluye animales nunca nombrados. Sus arcoíris nos hacen experimentar la luz y el cielo como fe-nómenos mentales.

Norma Rey es una singular dibujante. Dibu-ja en la confianza de un diccionario, su re-pertorio es de total encantamiento logrando

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cierto preciosismo a través de sus líneas. Sus obras nos hacen pensar lo fantástico que es lo cercano.

La obra de María José Díaz trata de animales con pelo largo y de naturalezas muertas. La descripción naturalista del encanto del tacto, la guía.

La pintora Noemí Barrios, y sus cautivantes retratos donde algunas partes se exageran con una voluntad quieta aunque expresionis-ta, nos hace pensar que el clásico género del retrato felizmente sigue redescubriéndose.

Santos González es un pintor aficionado a la naturaleza, y a los pájaros quietos que se des-piertan en arboles, comparte ese gusto con Silvia, “La Colo”, quien sabe de pájaros, que la llevan a una minuciosa descripción de actos amorosos entre aves.

La obra de Miguel Ángel Ramos es de una ex-quisita restricción de medios. A las rectas en cantidad y en direcciones diversas y ordena-das, se le suma un cambio de material para, apretadamente decir curvas.

Como si esta enciclopedia modélica fuera suficiente para estudiar la creatividad, los dis-cursos y las emociones.

La “obra desinteresada” y la “obra como rega-lo y vínculo” son fundantes del espíritu de En-ciclopedia Oliveros. Resultado de una difícil selección entre más de 500 piezas, las cuales en una segunda etapa se conformarán en un archivo de consulta pública.

Un regalo, un festival, una fiesta íntima ahora abierta o lo que puede el orden, como un arte paranormal es la respuesta que ronda en es-tos cuatro pisos del Museo Macro Castagnino de Rosario, desde julio a setiembre de 2014.

*Claudia del Río es artista visual y enseña en la UNR. Interesada en formatos como el dibujo, la escritura, la pedagogía y los proyectos comunitarios. Su tesis de grado fue hecha a partir de un trabajo de campo en el Sanatorio Fracassi de Rosario, y se llamó “Pintura y Dibujo en las psicosis”. Trabajó durante muchos años en el taller de pintura del Instituto de Psiquiatría Viktor Tausk.

Desde el año 2002 es cofundadora del Club del Dibujo, en Argentina. Ha realizado muchas muestras lindas, sus obras pertenecen a colecciones públicas y privadas. En el año 2012 la Editorial Iván Rosado editó su primer libro de poemas, Litoral y Coca Cola. Actualmente se encuentra trabajando en un libro llamado Ministerio de Vida Abundante, donde además de poemas, habrá una edición de su Diario, así como de notas y ejercicios de clase.

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La colección

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Noemí Barrios · Acrílico s/ cartón. 20 x 30 cm.

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Aníbal Brizuela · Birome s/ papel. 20 x 30 cm.

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Aníbal Brizuela · Birome s/ papel. 35 x 50 cm.

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Antonio Cabrera (Machaguay) · Carbonilla y tiza pastel s/ cartulina 50 x 70 cm.

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Rodrigo Canosa · Birome, lápiz y fibrones s/ papel. 24 x 32 cm.

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Oliviero De Vincenti · Marcador s/ papel. 30 x 50 cm.

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María José Díaz · Óleo pastel s/ papel. 24 x 32 cm.

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Eduardo Giovanini · Lápiz y óleo pastel s/ papel. 24 x 32 cm.

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Eduardo Giovanini · Lápiz negro y ceritas s/papel. 24 x 32 cm.

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Fabián Gómez · Acrílico s/ papel. 50 x 70 cm.

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Fructuosa Gonzalez · Carbonilla y óleo pastel s/ papel. 24 x 32 cm.

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Santos González · Óleo s/ cartón. 30 x 50 cm.

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Carlos Guzmán · Tiza pastel s/ papel. 20 x 30 cm.

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María Ester Ilari · Carbonilla y tiza pastel s/ papel. 30 x 50 cm.

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Emanuel Landrein · Carbonilla y tiza pastel s/ papel. 50 x 70 cm.

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Juan Carlos Ludueña “Tucán” · Acrílico s/ tela. 30 x 40 cm.

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Carlos Mansilla · Acrílico s/ cartón. 50 x 70 cm.

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Michu · Lápices negro y de color s/ papel. 24 x 32 cm.

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Mónica Molina · Óleo pastel, fibras y revista s/ papel. 24 x 32 cm.

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Enzo Nuñez · Acrílico s/ papel. 50 x 70 cm.

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Itaty Orellana · Lápiz s/ papel. 24 x 32 cm.

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Luciano Paquez · Lápiz, fibrones y óleo pastel s/ papel. 24 x 32 cm.

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Mirian Peña · Carbonilla y óleo pastel s/ papel. 50 x 70 cm.

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Griselda Piano · Lápiz y óleo pastel s/ papel. 24 x 32 cm.

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Nora Pignataro · Óleo s/ cartón. 50 x 70 cm.

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Pablo Pinto · Carbonilla y tiza pastel s/ papel. 30 x 50 cm.

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Miguel Ángel Ramos · Lápiz y óleo pastel s/ papel. 30 x 50 cm.

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Marcelo Raynieri · Óleos pastel s/ papel. 50 x 70 cm.

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Norma Rey · Lápiz negro y de color s/ papel. 24 x 32 cm.

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Silvia Robles “La Colo” · Óleo pastel s/ papel. 50 x 70 cm.

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Antonio Valdez “Húngaro” · Acrílico s/ madera. 50 x 70 cm.

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Antonio Valdez “Húngaro” · Acrílico s/ tela. 20 x 30 cm.

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Ramón Zapata · Lápiz y óleo pastel s/ papel. 50 x 30 cm.

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Cristina Zimmerman · Óleo pastel s/papel. 24 x 32 cm.

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AutobiografíasLa producción de las autobiografías de los artistas fue realizada en el marco del espacio de taller de escritura de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros que coordina Hernán Camoletto desde el año 2007.

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Aníbal Brizuela

Nací en el Hospital Duran. Me quedó en la mente un negrito vestido de a cuadritos. De chico viví en Lanús. Me gustaba jugar al fobal. A veces recuerdo y a veces no. Había una casa de inquilinato, pero ellos le decían conventillo. Había una canchita del viejo gol.

Empecé a escribir cuando llegué al pabellón. Ahí me dieron el Nuevo Testamento. Pági-na 2: Colombo. Página 3… Siempre escribo con biromes. Yo sé descifrar las formas pero tienen miedo. Me concentro en alguna for-ma y me viene a la mente un hermano, una tronera, una placa base, un arca, un cáliz, un ornamento de oro. Al concentrar la mente, al hacer fuerza mental, comienzo a ver y escri-bo. Cuando escribo, no siento nada. Me con-centro. Me quedo pensando en aquel libro. Cuando se me acaban las lapiceras, las tiro en el árbol para que protejan a los animales que comen de ahí.

Fabiana: caramelo de menta.Claudia: caramelo de dulce de leche.Cuando voy a la casa de Claudia, me quedo mirándola a ella, hablándole a ella y empiezo a sentir esa sensación...¿Qué encontraron en Francia? Una plaqueta de oro. ¿Dónde hay una puerta?¿Sabrán descifrar esto?

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Noemí Barrios

Nací en Oliveros el 24 de diciembre de 1967. Me gusta mucho dibujar porque el tiempo pasa tan rápido… Me gustan los óleos paste-les. Hago retratos y trabajo con imágenes de revistas.

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María José Díaz

Me dicen “La Cachorra”. Me llamo María José. Dibujo desde chica. Antes, me gustaba hacer dibujos difíciles como caballos, rosas o retra-tos de mi familia con óleos pasteles, tiza o tin-ta china. Me gusta dibujar animales. Me acuer-do de un conejito comiendo lechuga o de un pingüino en la nieve. Sigo con el óleo pastel y la tiza pero también me gusta la témpera porque puedo pasar de un color a otro más fácilmente. O mezclar colores; con el rojo y el amarillo podés hacer el naranja.

Cuando dibujo, descanso, me olvido de todo. Dibujar me alivia porque me concentro en eso, en lo que quiero hacer.

Me gusta que me conozcan a través de los dibujos que hago porque muestran mi lado tierno y mi amor por los animales.

Rodrigo Canosa

Nací en El Bolati, un barrio de Rosario. Soy de mayo del ’87. Me gusta la botánica, la geome-tría, el tae kwon-do y dibujar.

Me gusta usar óleos pasteles porque es un progreso. Dibujo los power rangers, mighty morphy, the movie y edificios. Me gustan el verde, el amarillo y el marrón pero a veces uso otros colores. Me gusta también trazar líneas paralelas y perpendiculares para hacer un di-bujo. Dibujar me divierte y a veces, cuando doy muchas vueltas, me aburre.

AutobiografíasAntonio Cabrera

Nací en Puerto Pilcomayo allá por el ’40. Me llamo Antonio, pero me dicen “Machaguay”, es una palabra guaraní que significa “picapalo” porque soy cabeza dura.

Arranqué en el taller de dibujo cuando em-pezó, hace mucho. Camellos, yacarés gigan-tes que le llaman dragón, burros, víboras, la sagrada familia: dos ángeles, una mujer; me gusta dibujar de todo. Me gusta usar el óleo pastel porque es más fácil para manejar.

El dibujo es un arte que atrae los colores. Yo uso verde, amarillo y rojo. Cada uno en su parte. Me gusta que mis dibujos estén colga-dos en un museo. Si a la gente le atraen se queda y si no, se va y listo.

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Eduardo Giovanini

Nací en Rosario en noviembre, hace mucho. Cuando dibujaba lo quería hacer bien. A veces me hablan y me sale mal. Me gusta trabajar despacito. La señorita Fabiana me enseñó a dibujar. Me daba pinceles, biromes, lápices. Me gusta dibujar paisajes. Me salen bien los aviones; los paisajes, puede ser. Me gusta el rojo para trabajar. Me dan ganas de hacer to-dos mis dibujos de nuevo para que salgan más lindos. Si tuviera plata, me compraría muchos lápices para trabajar mejor. Haría todos mis di-bujos de vuelta, despacito…

Fructuosa González

Nací en Buenos Aires hace mucho. Mi mamá se llamaba Nieves. Me gusta mucho el color blanco. Trabajé mucho tiempo en el taller de plástica. Me gusta dibujar comida. Pescados, gallinas. Me gusta el lápiz negro. El colorado y el marrón también. Me gusta mucho dibu-jar. No me gusta pintar porque son telas muy grandes. Me gusta más el dibujo chico.

Mis dibujos están en un cuaderno. Ahora pa-rece que van a estar colgados en un lugar grande. Espero que ningún sinvergüenza se los robe. Me gustaría que la gente que los vea entienda que están bien dibujados.

Mónica Molina

Nací en Rosario en verano, un 7 de diciembre de 1961. Caí al mediodía. Sé que era domingo porque una amiga me mostró un calendario de 1960 y vimos que había sido sábado…

Me gusta dibujar cosas infantiles. Me gusta ha-cer historietas como La abuela que se quedó en el tiempo. La abuela no tiene nombre pero la nieta se llama Susana (m’ hijita para la abue-la). A Susana le hacen gracia los dichos de la abuela porque tiene ideas de otra época.

Cuando dibujo, me acuerdo de mi mamá, ella siempre se refería a mí como m’ hija. Me gusta dibujar porque me hace reír. Dibujar me cam-bia el humor.

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AutobiografíasEnzo Nuñez

Nací el 30 de noviembre de 1953 en Rosario. Me gusta hacer retratos e imágenes que copio de otros autores. Me gustan Van Gogh, Mo-digliani y Kokoschka. También me gustan las imágenes de la naturaleza animal.

Lo que más me gusta es cómo pasa el tiempo cuando dibujo.

Nora Pignataro

Nací el 2 de septiembre de 1961. Soy de virgo. Soy tranquila, medio pachorrienta. Soy pro-fesora de nivel primario. Di clases en la zona norte de Rosario. Participo del taller de plás-tica desde hace mucho, diez o quince años… Dibujo y pinto. Me gustan las dos cosas. Me gusta mucho diagramar, hacer el dibujo que después puede terminar siendo una pintura. Mis temas son: la vida, el pasaje de las etapas de la vida. Me considero una dibujante con-temporánea porque soy muy onda ahora.

Copié mucho, eso me sirvió para evolucionar en mi propia obra. Cuando dibujo, me emo-ciono porque logro expresarme. El arte para mí es eso: expresar las emociones más íntimas e impactar al que mira. A quien vea mis dibu-jos les diría que eso que ven me valió arreba-tos de madurez.

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Miguel Ángel Ramos

Nací en Rosario. Dibujo al indio, la pantera rosa y un león. Me gusta usar los lápices, mejor si agarro lápices de colores. Me gustan los colo-res. Mis preferidos son el lila y el fucsia. Tam-bién me gustan los colores brillantes. Desde chico me gusta dibujar. A todos los chicos les gusta dibujar. Cuando dibujo es hermoso por-que es otra realidad. Sigo dibujando una vaca con colores. También me gusta mucho dibu-jar números y letras como la “u” de uva.

Norma Rey

Nací en Rosario en 1945 cerca del Parque In-dependencia. Me gusta dibujar con fibras por-que son más cómodas que las tizas. Dibujo en hojas de block. Me gusta mirar otros dibujos y después hago el mío. A la gente le gustan mis dibujos y a mí también. Una vez dibujé un caballo con las patas levantadas, está como parado. Se lo vendí a un chico.

Me gusta que mis dibujos estén en un museo. Yo nunca fui a un museo, no tengo idea de cómo es un museo. Me imagino muestras de dibujos y pinturas. Me imagino un lugar lumi-noso con paredes blancas. Mis dibujos le van a poner formas y colores a las paredes blancas.

Cristina Zimmerman

Mi apellido es alemán pero yo nací en Bue-nos Aires. Mi papá era alemán. Desde chica me gusta dibujar. También me gusta pintar remeras. Me gusta usar la pintura y los pince-litos. Me gusta porque primero dibujo, des-pués pinto, después espero que se seque y ya está. Cuando dibujo, no pienso en nada. Me gusta dibujar todo: carteras, cuadritos, ositos, muñecos. Una vez vendí unos trabajos y me compré una coca cola y sánguches. El arte sirve para festejar y para comprar cositas para comer.

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Curaduría:

Fabiana Imola

Curadures invitados:

Claudia del RíoMax Cachimba

Coordinación del taller de artede la Colonia Psiquiátrica de Oliveros:

Fabiana Imola

Colaboración:

Área Cultural Macedonio Fernández de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros- Hernán Camoletto- Fernado Ferraro- Mara Graciosi

Prensa:

Florencia Figueroa

Fotografía:

Giselle Marino

Maquetación y diseño:

Vitriolo · Diseño - Comunicación

Impresión:

Palo Alto Imprenta Digital

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