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ganan donde se las batallas

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Revista del Ministerio En Contacto, del pastor Charles Stanley.

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sVenga a Él >>¿Cuál es el deseo de su corazón?

Sólo Dios conoce la profundidad del amor que le tenemos. Del rey David, Él dijo: “[Es un] varón conforme a mi corazón” (Hch 13.22). Pero sabemos que David fue un guerrero. Mintió, hizo asesinar a un hombre y, por lo menos en una ocasión, cometió adulterio. ¿Cómo pudo Dios amar a un hombre así? Pero, más aun: ¿cómo pudo Dios permitir que este hombre gobernara la nación de Israel? La respuesta se resume con una sola palabra: gracia, no una gracia común y corriente, sino la gracia de Dios, la que no podemos ganar por méritos personales.

A pesar de sus fracasos, David le tuvo un amor apasionado a Dios. No podía evitar amar a Aquél que le había dado la vida y ofrecido el perdón por su peca-do. Aunque fallaba muchas veces, el deseo de su corazón era amar y obedecer a Dios. Fue este amor lo que llevó al rey David a la grandeza, y lo que le permitía acudir a su Padre celestial cuando no lo mere-cía en absoluto.

Si queremos tener comunión con Dios, como la tuvo David, tenemos primero que llegar a reconocer nuestra completa impo-tencia delante del Señor. A David le resultaba imposible ser “bueno” sin la misericordia y el amor del Señor. Lo mismo vale para nosotros. No podemos vivir la vida cristiana al margen de la gracia de Dios.

La Semana Santa es el tiempo en que nos enfrentamos cara a cara con la realidad de la cruz, donde quedó demostrado el amor apasionado de Dios por la humanidad. Fue en ella que Jesús murió por nuestros pecados, borrando así, al hacerlo, toda nuestra culpa y vergüenza.

Jesús dijo: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn 6.37). El amor y la pasión de Dios han sido puestos en usted por toda la eternidad. No importa quién sea usted o lo que haya sido, su amor llega hasta usted. Si le acepta como su Salvador, reconociendo que su muerte expiatoria pagó por completo su deuda de pecado, será salvo. El amor apasionado de Dios llenará su corazón, y usted recibirá el mayor regalo de esperanza que este mundo ha conocido.

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“La Semana Santa es un tiempo en el que

nos enfrentamos cara a cara con la

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Dr. Charles F. StanleyP r e S i D e n t e y F u n D a D o r

C. Phillip BowenD i r e C t o r e j e C u t i v o D e

C o m u n i C a C i o n e S

Brian r. Connor D i r e C t o r G e n e r a L D e

C o m u n i C a C i Ó n G L o B a L

albert e. anayaD i r e C t o r D e m e D i o S

martha alvarez restrepoe D i t o r a

nora t. HernándezC o o r D i n a D o r a D e m e r C a D e o

víctor m. rodríguez marianela Da Silva

D i S e ñ a D o r e S G r á F i C o S

Steve r. LindseyG e r e n t e G e n e r a L D e m at e r i a L e S

y D i S t r i B u C i Ó n

O F I C I N AEE. UU.

P.O. Box 48900Atlanta, Georgia 30362

1-800-303-0033770-936-6281

La misión de La revista en ContaCto

es estimular a todo creyente a cultivar una relación más estrecha

con el Señor Jesucristo y apoyar la labor de la iglesia local.

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Esta publicación de

es para la Gloria de Dios

®

PRESS ASSOCIATIONEVANGELICAL

revista en Contacto©, abril de 2009. tomo iX, no.7. reservados todos los derechos. impresa en los estados unidos de américa. La revista en Contacto no se hace responsable de la publicación ni distri-bución de ediciones internacionales, ya sea en inglés o traducidas, a no ser que la edición haya sido autorizada por el personal administrativo de la revista in touch, pu blicada en los ee.uu.a menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son tomadas de la versión reina valera de 1960, Sociedades Bíblicas unidas.

art ículos a b r i l 2 0 0 9

s e c c i o n e spoderoso en espírituAlta traiciónp o r A d A m C o L w e L L

Tal como lo aprendió el rey David, una de las cosas más difíciles de reparar, es un corazón destrozado por la traición.

poderosa en espírituMis más sinceras disculpasp o r K A y H A r m S

Algunas veces, decir “lo siento” no logra su objetivo.

por feLo que busca Jesúsp o r m A r y e . d e m u t H

Es fácil confundir nuestros deseos con los de Dios. He aquí algunas de las trampas.

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ProDuCiDo Por in touCH FounDation, una orGaniZaCiÓn De aPoyo a miniSterioS en ContaCto®

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donde se gananlas batallas

por CHArLeS f. StAnLey

Durante sus últimos días en la tierra, Jesús pidió a sus discípulos

que hicieran algo sencillo: orar.

encuentrocon Jesús

Estos devocionales le ayudarán a reflexionar sobre el sacrificio del

Calvario y la esperanza de laresurrección de Cristo.

una patriameJorp o r dA n S C H A e f f e r

Aunque nuestros corazones son eternos, la vida es corta en comparación a todas nuestras metas no alcanzadas.

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Descubra cuál es su mayor recurso

ganan

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Descubra cuál es su mayor recurso

}gananp o r C h a r l e s F . s t a n l e y

P edro no entendía lo que estaba a punto de suceder, aunque debió haber tenido el discernimiento necesario para saberlo. Ni Jacobo, ni Juan, ni ninguno de los otros discípulos lo tuvieron. Aunque habían estado con Jesús durante tres años, todavía no tenían una idea clara del plan eterno de Dios, y esta falla se convertiría en su vergüenza.

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las que sabíamos que algo estaba a punto de cambiar. Podíamos sentirlo. Puede que hayamos sido prevenidos con anticipación; es posible incluso que alguien nos haya dicho con antelación qué iba a suceder, pero no estuvimos dispuestos a aceptar ninguna otra posibilidad. Nos negamos a escuchar, porque estábamos enfrascados en nuestras necesidades, y en nuestros deseos, sueños y pasiones. En vez de hacer caso a la adver-tencia y prepararnos para lo que iba a venir, decidimos ignorar el mensaje. Fuimos negli-gentes. Entonces, sólo después de que nos golpeó la adversidad, nos dimos cuenta de que habíamos perdido una oportunidad de confiar en Dios.

Tras el arresto y la crucifixión del Salvador, los discípulos hicieron probable-mente lo que la mayoría habríamos hecho: pensaron en los detalles que condujeron a esa noche, y en el hecho que cambió para siempre sus vidas. ¿Fue que no vieron algo, una señal de por qué las cosas habían sali-do tan diferentes a lo que ellos esperaban? ¿Pudieron haber hecho algo para evitar el arresto de Jesús? ¿No habían sido leales con Él? ¿Les esperaba a ellos el mismo destino?

Ciertamente, la principal victoria del cris-tiano fue ganada en la cruz. Fue allí donde Dios sacrificó a su Hijo por los pecados de

{Entre los discípulos surgió una disputa sobre quién sería el mayor entre ellos. Jesús intervino, diciendo: “El mayor entre voso-tros [sea] como el más joven, y el que dirige, como el que sirve” (Lc 22.26). Más tarde, les reveló una sorprendente verdad: todos ellos le abandonarían esa misma noche. Pero Pedro negó categóricamente esa posibilidad, diciendo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mt 26.33). Nadie parecía estar consciente del vertiginoso desarrollo de lo que estaba teniendo lugar. A medida que avanzaba la tarde, los discípulos escuchaban al Señor mientras éste les decía que sería traicionado, pero su mensaje no les llegó al corazón.

No podían concebir que sucediera tal cosa, no a un hombre que había cambiado la vida de tantos, y que literalmente había hecho milagros ante sus ojos. Con la muer-te y el dolor acercándose rápidamente, los discípulos se durmieron, sin haber apren-dido la lección más importante para ganar cualquier batalla. ¿Cuál lección? Que hay que velar y orar.

¿Somos negligentes en cuanto a nuestra fe?

La mayoría de nosotros nos hemos encontrado, alguna vez, en situaciones en

c uando se sentaron a comer con el Señor la noche de su arresto, tenían sus corazones y sus mentes llenos de preocupaciones, entre la mayoría de las cuales no estaba la inminencia de la muerte del Salvador. Desde temprano ese día, estaban absorbidos totalmente por los detalles de la cena de la Pascua (Lc 22.10-13), de modo que, cuando Jesús llegó al aposento alto, ninguno se ofreció a lavar sus pies. Por tanto, el Señor tomó una toalla y comenzó a lavar los pies de los hombres que estaban con Él (Jn 13.5).

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la humanidad. Jesús tenía que morir, para que pudiéramos tener vida eterna. No ha existido ninguna victoria más grande que ésta; pero en las horas previas que llevaron a este momento se logró una victoria muy importante. Tuvo lugar esa misma noche en el huerto de Getsemaní. Fue aquí donde Jesús se rindió completamente a la voluntad de su Padre. Si Él no hubiera hecho esto, la cruz jamás habría podido ser levantada. Usted y yo nos habríamos perdido eternamente.

Hay también otra verdad muy reveladora acerca de lo que sucedió en el huerto horas antes del arresto de Jesús. Los discípulos tuvieron la gran oportunidad de demostrar su fidelidad, sin embargo, no pasaron la prueba, no una sino tres veces. ¿Podemos aprender algo de su fracaso? Pues así es.

Al término de la cena pascual, Jesús llevó a sus discípulos del aposento alto a un lugar de aislamiento y oración. Les pidió que se mantuvieran alertas y vigilantes, pero no hicieron ni una cosa ni la otra. Jesús escogió a tres hombres —Pedro, Jacobo y Juan— con los cuales tenía una relación particularmente estrecha, para que fueran a un lugar de ínti-ma oración, que estaba aun más cerca del corazón de Dios. Estaba literalmente a pocos pasos de distancia de donde Él había hecho su oración de entrega personal.

Jesús no era solamente Dios; era también humano. En Getsemaní, su condición huma-na se hizo más evidente. Estaba angustiado, sufriendo y sintiéndose muy solo, aunque

sus amigos estaban con Él. Jesús tenía que rendirse al plan de Dios, o no hacer la volun-tad del Padre. No había forma de evitar la importancia de ese momento.

Dijo a sus discípulos: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmien-do, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, dicien-do: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño” (Mt 26.38-43).

Lo que sucedió después, es más de lo que quisiéramos imaginar. Jesús regresó por ter-cera vez, sólo para encontrarlos dormidos nuevamente. Mateo escribió: “Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, dicien-do las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descan-sad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado” (vv. 44, 45). Estaba a punto de hacerse realidad todo lo que Jesús les había dicho que sucedería. Una vez que la iniquidad de Satanás se pusiera en acción, no habría más tiempo para “velar y orar”.

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El secreto de la sabiduríaLa oración no sólo limpia el corazón y fortalece la mente; también da como resultado una vida con propósito y contentamiento verdaderos. Entre los mensajes que usted encontrará en esta serie, están: “La prioridad de la ora-ción”, “Cómo resolver problemas por medio de la oración”, y otros más.

Mensajes acerca de la oración CD | MAOCD $38.00

Permita que laoración sea su primera respuestaLlegará un momento en el que Dios nos llamará a orar, y entonces deberemos obrar de acuerdo con lo que hemos aprendido de Él. Pero si no hemos pasado tiempo con el Señor, no sabremos cómo permanecer firmes en nuestra fe. También nos faltarán el dis-cernimiento y la sabiduría clave para tomar buenas decisiones. Cuando vengamos al lugar de la oración, el lugar donde Jesús llevó a esos hombres aquella noche, debemos estar completamente concentrados en su santidad, tanto así que el estar en su presencia infinita nos haga ponernos de rodillas. Jesús se humilló a sí mismo delante del Padre, y aquellos hombres tuvieron la oportunidad de ser testigos de cómo oró Él, aunque no lo hicieron.

Cuando enfrentemos desafíos demasiado grandes para nosotros, nuestra primera res-puesta debe ser acudir a Dios en oración. La victoria en todas las batallas, se obtienen sólo en un lugar: en el lugar de la oración.

En vez de quedarse sentado, haga el esfuer-zo de postrarse delante del Señor; extiéndase sobre el piso y permanezca tranquilo en su presencia. Puede que algunas personas no puedan hacer esto físicamente, pero sí pue-den postrarse delante de Él en su corazón. Piense en la fortaleza interior que habría logrado Pedro esa noche, de haber hecho lo que Jesús le pidió: velar y orar. O considere el discernimiento y el poder que hubiera tenido por seguir el ejemplo de Cristo. Juan y Jacobo se habrían, sin duda, unido a Pedro, y los demás habrían hecho también lo mismo. Habrían logrado el coraje que tanto necesita-ban. Pero, cuando el enemigo atacó, salieron

corriendo por el temor de perder sus vidas.En la oración hay un poder ilimitado. Ésta

es una de las razones por las que Jesús pidió a sus seguidores que oraran con Él esa noche. Las personas, muchas veces, quieren conocer la voluntad de Dios para sus vidas. Gastan dinero comprando libros y probando méto-dos diferentes para aprender algo nuevo que dé significado a sus vidas. Pero la verdad es que, lo que están buscando, está justamente frente a sus ojos. Todo lo importante se con-

sigue mediante la oración. Gracias a la oración, Jesús se sintió segu-

ro del plan de Dios para Él. ¿No le gustaría saber qué plan tiene Dios para su vida? Cristo ganó la batalla en un lugar de oración. Ése es, también, el lugar en el que usted puede ganar sus batallas. Él nunca se dio prisa por saber qué opinaban los demás. Él quería saber únicamente lo que Dios Padre pensaba. Cuando se levantó del suelo esa noche en el huerto, tenía la dirección, la esperanza y las fuerzas que necesitaba para soportar el Calvario por amor a nosotros. Jesús sabía que podía confiar en el Padre, porque había pasado tiempo con Él.

¿Qué problema tan grande hay en su vida, que usted no es capaz de manejar? Para Dios, nada es demasiado grande. ¿Quisiera usted “velar y orar” con Él, para conocer su volun-tad y su plan perfectos?

Jesús nunca se dio prisa por saber qué opinaban los demás. Él quería saber únicamente lo que Dios Padre pensaba.

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cTodo lo que adquirimos fuera de la voluntad de Dios termina convirtiéndose en cenizas.>>Principio de vida #16

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vid

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¿Cuál es su respuesta, si Dios no le responde un deseo ardiente? Para algunas per-sonas, un anhelo no realizado es lo peor que les puede suceder; eso hace que toda su vida les parezca frustrante e incompleta. Por tanto, se empeñan en hacer reali-dad su sueño, aun contradiciendo la voluntad de Dios o no tomándola en cuenta, y terminan realmente frustrados, aunque logren lo que pensaban que necesitaban.

Esto me hace recordar a los israelitas en tiempos de Moisés, que insistieron en comer carne y lo lograron: “Y Él [Dios] les dio lo que pidieron; mas envió mor-

tandad sobre ellos” (Sal 106.15). El autor G. K. Chesterton dijo: “Hay dos

maneras de tener lo suficiente. Una es acumular más y más, y la otra es deseando tener menos”. Aunque uno esté siempre acumulando cosas, relaciones y éxitos, siempre habrá espacio para querer tener aun más. El ciclo se vuelve inter-minable. Pero si usted elige la segunda opción de Chesterton, desear tener menos, aumenta la

probabilidad de tener una vida satisfecha. Entonces, ¿cómo podemos desear tener menos? Yendo al deseo que está presente en cada corazón humano: conocer a Dios.

Es posible que usted no entienda que este deseo innato es el deseo de cono-cer al Señor; pudiera ser, simplemente, que usted esté insatisfecho con su vida. Quizás ha logrado todo lo que siempre quiso, pero aún tiene períodos de anhe-los, tristeza y vacío. El origen de tal descontento y frustración, es el hambre incontenible que tiene de aquello que usted no puede ver y que no conoce por completo: a Dios. Hace siglos, Agustín de Hipona le dijo al Creador: “Nos hiciste para ti, y nuestro corazón no hallará descanso hasta que descanse en ti”.

Desde luego, nunca podremos conocer y entender plenamente a Dios; siempre habrá algo más que descubrir acerca de Él. Pero Dios ha prometido revelarnos más de sus caminos si tenemos comunión con Él (Os 2.19, 20). Esto podremos lograrlo hablando con el Señor y escuchando su respuesta cuando examinamos la Biblia.

Y curiosamente, cuando nuestro deseo es conocer más a Dios, el Señor satisfa-ce los otros deseos que nos ha dado (Sal 37.4). Aprenderemos, una vez más, que así como todo lo que adquirimos fuera de su voluntad termina convirtiéndose en cenizas, Él también anhela llenarnos con “delicias para siempre” (Sal 16.11).

“ Cuando nuestro deseo es conocer más a dios, el Señor satisface los otros deseos que nos ha dado ”.

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UHace unos meses, estaba leyendo un artículo acerca de cosas de lujo que se podían comprar, y una captó mi atención. Por un precio muy alto, uno podía ser congelado criogénicamente. Eso me recordó el artí-culo titulado “Hombre introduce demanda para que le permitan conge-lar su cabeza antes de morir”, que había leído en la prensa local hacía varios años. Thomas Donaldson, un matemático con un tumor cere-bral estaba demandando al estado de California, con la esperanza de que le congelaran científicamente la cabeza antes de morir. Pensando que la medicina podría a la larga ofrecer una cura y también conectar la cabeza a un cuerpo sano, buscaba el permiso para utilizar esta técni-ca sin precedentes.

La suspensión criogénica implica un controversial procedimiento en el que la totalidad o parte del cuerpo de una persona se mantiene a menos 320 grados Farenheit. Pero el problema era que Donaldson quería que le preservaran la cabeza antes de que su cerebro murie-ra. Acceder a esta solicitud, por supuesto, significaba un suicidio de su parte, y un asesinato por la parte de los médicos. Pero, decía Donaldson, “me estoy muriendo y quiero ser suspendido criogénica-mente para poder ser revivido después y seguir viviendo”.

Salomón escribió en Eclesiastés 3.11 que Dios ha puesto eternidad en nuestros corazones. En lo más profundo de nosotros existe el deseo de vivir para siempre. Incluso quien tiene ideas suicidas elegiría vivir para siempre si su vida fuera diferente. El mundo está llena de historias de hombres que hicieron lo imposible por vivir para siempre. Pero los que tenían fe recurrieron al Padre celestial en busca de la inmortalidad.

El libro de Hebreos nos recuerda que los santos del Antiguo Testamento esperaban con fe la seguridad de vida eterna, dada por Dios, después de su muerte. Aguardaban la promesa de la resurrección, al mismo tiempo que experimentaban el mismo sentimiento de ser

Los santos del Antiguo Testamento esperaban con fe la

seguridad de vida eterna, dada por Dios, después de su

muerte. Lo que estaban buscando, era en realidad “una

patria mejor... una celestial”.

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forasteros y exiliados en la tierra. Lo que más anhelaban sus almas no lo encontrarían en esta vida; eso lo sabían intuitivamente.

Lo que estaban buscando, en realidad, es lo que el autor de Hebreos llamó “una patria mejor” (He 11.14-16). Pero eso no sería, por sí sola, una buena noticia. Tener un anhelo profundo por una patria mejor sería una buena noticia sólo con una condición, la cual revela el autor en la segunda parte del versí-culo: “Por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha prepa-rado una ciudad” (cursivas añadidas). Lo que ellos esperaban, era lo que Dios tenía toda la intención de darles.

Job dice en el Antiguo Testamento: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí” (Job 19.25-27).

La resurrección era una esperanza ansiada en el Antiguo Testamento, pero en el Nuevo Testamento es una esperanza encarnada en Jesús. El Redentor de Job es nuestro Redentor, y también el primer Hombre resu-citado de los muertos para la primicia de vida que es la humanidad glorificada.

Enfatizamos al mundo que Jesús vino a morir y a “dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20.28). Pero el propósito de su vida no fue proporcionar una muerte, Él vino para dar vida, ¡vida eterna! Los propósitos de nuestro Señor iban más allá de simplemente ofrecer el perdón por los pecados; lo que tenía en mente era la vida eterna, para la cual habíamos sido preparados: para la vida eterna que Él disfrutaba con su Padre.

Ésta fue la vida que perdimos en el Edén, la vida que estábamos destinados a vivir. Era una vida sin corrupción, sin fin, sin dolor, tristezas o sufrimientos. Era una vida con Dios, ¡para siempre! En la Pascua de Resurrección centramos la atención en la crucifixión, porque es por ella que recibimos

vida eterna. Pero no debemos olvidar levan-tar nuestra mirada más allá del presente, y vislumbrar el propósito eterno para el cual murió Cristo.

Cuando Jesús anduvo en la tierra, no pensó sólo en la muerte segura y sacrificial que finalmente tendría. Hebreos nos recuerda que Él sufrió la cruz “por el gozo puesto delante de él” (12.2). La muerte y el pecado tienen una vigencia limitada, pero la vida eterna con Dios no.

Sin embargo, incluso el cielo no sería más

que la promesa de unas vacaciones gloriosas, si no fuera por la seguridad de la eternidad. Ninguna vida, no importa lo maravillosa que puede ser, es capaz de satisfacer nuestros anhelos más profundos. Ansiamos vivir para siempre en nuestra vida actual, pero será sólo en la eternidad donde nuestra nuestras almas se saciarán verdaderamente, porque la eterni-dad dejará tiempo para todo.

Nos atareamos demasiado y nos exigi-mos tanto, porque la vida humana es breve. Muchas veces, sin darnos cuenta, tratamos de meter la eternidad en 70 u 80 años. Y nos maravillamos de la tranquilidad de nuestro Señor, quien se dio a sí mismo sólo tres años para llevar a cabo la gran tarea de la reden-ción. Él nunca se sintió apremiado o urgido, porque nunca quitó sus ojos de lo eterno.

Fuimos creados para la eternidad, hechos a imagen de Dios, que es un ser eterno. Un millón de años no son tiempo suficiente para experimentar la vida que Dios ha dispuesto para usted. ¿Qué se siente no tener tiempo aquí en la tierra? ¿Qué ambiciones ha tenido

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que dejar de lado? ¿Qué oportunidades le fueron negadas? ¿Con qué limitaciones luchó? ¿Qué injusticia obstaculizó su progreso? La respuesta a estas preguntas no deben ser la ira, la amargura, la decepción o la tristeza. La respuesta es la eternidad. Una vida acortada por el pecado no fue jamás el tiempo que Dios pensó darnos para lograr todo el potencial que Él creó en nosotros.

Gran parte del estrés de la vida moderna se encuentra en la necesidad de elegir cómo y dónde pasaremos nuestro tiempo. Se nos ha enseñado que el bien más precioso es el oro, pero eso está lejos de ser la verdad. Si usted poseyera todo el oro del mundo, pero luego su médico le dice que tiene una enfermedad ter-minal, ¿cuánto querría celebrar su riqueza? El tiempo es lo más precioso que tenemos.

El pecado no sólo nos robó la eternidad; también ha destruido nuestra capacidad de disfrutar de los años humanos en este mundo. Y vemos los efectos del pecado más gráficamente a través del tiempo: nuestros cuerpos se debilitan, nuestra visión se oscu-rece, nuestra salud se deteriora y nuestras oportunidades se evaporan, hasta que al final podemos incluso recibir de buena gana el fin de nuestros días en esta tierra.

Pero, a causa de Cristo y de su muerte y resurrección, podemos cansarnos de la vida humana al igual que una mariposa se cansa de su sofocante capullo. Nuestro cuerpo anhela ser puesto en libertad para la vida para la cual fuimos creados. Pablo dice: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial” (2 Co 5.1, 2).

Cuando María y Marta lloraban la muerte de Lázaro, Jesús trató de ayudar a Marta a

salir de su limitada perspectiva en cuanto a la vida. Simplemente le dijo que su hermano resucitaría. Marta asintió amablemente: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” (Jn 11.24). Ella sabía que Dios algún día resucitaría a Lázaro. Jesús le dijo entonces: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eterna-mente. ¿Crees esto? (vv. 25, 26). Es de dudar que Marta hubiera entendido en ese momen-to lo que Él quiso decir, aunque afirmó que sí. Pero unos minutos después, Jesús levantó a Lázaro de los muertos. Fue entonces, pienso yo, que Marta lo entendió.

Sin embargo, Lázaro resucitó sólo a la vida humana temporal, para que Jesús pudiera demostrar su poder sobre la muerte. Lázaro moriría de nuevo, y un día necesitará ser resucitado a la vida eterna.

Fue la resurrección del Señor lo que ilustró cómo será la vida después del capullo de las limitaciones humanas. Jesús fue plenamente humano, pero de una manera que nadie lo había sido antes. Sólo en Él habita un cuerpo humano eterno que ha sido glorificado, y que no tiene limitaciones, un cuerpo en el cual el tiempo no tiene ningún efecto. Jesús no vino sólo para dar vida eterna; Él era, en realidad, la vida eterna, y fue Él de quien provino la vida eterna para la humanidad. Gracias a que Jesús tuvo vida eterna para dar, Él puede dar-nos esa vida a nosotros. Nuestra vida seguirá siendo eterna como la suya, porque Él se ha unido a nosotros para siempre.

Éste es el comienzo de la promesa de la Pascua de Resurrección; es el vislumbre de la vida eterna en la Patria Mejor. El haber reci-bido el regalo de la salvación eterna significa que usted jamás dejará de existir. Su capullo terminará para siempre, y ése será el comien-zo del resto de su vida. Para siempre.

EEl cielo no sería más que la promesa de unas vacaciones gloriosas, si no fuera por la seguridad de la eternidad.

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poderosoenespíritu

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La traición. Del amigo al amigo. Del esposo a la esposa.

Del hijo a su padre.Quizás no hay nada en la experiencia huma-

na que sea más traumático o doloroso, que el perderle la confianza a alguien que uno ama. Si usted ha sido víctima de una traición, o tal vez ha sido el autor de tal acción, sabe muy bien el dolor y la angustia que eso provoca. También sabe lo difícil que resulta volver a confiar, incluso en Dios, después de lo sucedido.

Sin embargo, hay una manera de superar esto, por lo que enseña la Biblia sobre la vida de una de los personajes más laureados y al mismo tiempo más trágicos: David, quien experimentó el ser traicionado, y que también traicionó a otros. Su falsedad al cometer adul-terio con Betsabé, y luego maquinar la muerte

El rey David enfrento la traicion a traves

de un inesperado golpe de estado

por AdAm Colwell

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de su esposo Urías en el campo de batalla, dio como resulta-do una horrible profecía por parte de Natán. “Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa” (2 S 12.11). David vio las terribles consecuencias de su pecado a través de sus hijos mayores, primero en Amnón, quien violó a su hermana Tamar; y luego en Absalón, quien mató a Amnón en venganza. Los hermanos cometieron los delitos de fornicación y homicidio, así como lo había hecho el padre antes que ellos. Una historia triste, en verdad, pero aún no había sucedido lo peor.

Con la muerte de Amnón, Absalón no sólo vengó la violación de su hermano, sino que también aseguró para sí el derecho a ser el sucesor del trono de su padre. Después huyó a Gesur por tres años, pero el rey David “comenzó a sentir grandes deseos de ver a Absalón” (2 S 13.39 NVI). Joab, sobrino de David y comandante de su ejército, sabía esto, y finalmente planeó el regreso del proscrito príncipe a Jerusalén. Sin embargo, el padre y el hijo no se vieron sino después de dos años, ya que David, que se debatía entre la irritación y el amor, se negaba a ver a su hijo.

Finalmente, ante la insistencia de Absalón, y con la ayuda de Joab, David llamó a su hijo. Segundo de Samuel 14.33 describe la escena: “Absalón… vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey; y el rey besó a Absalón”. Pero fue una reconciliación a medias. Absalón fue plena-mente perdonado y restaurado, pero David no le exigió que mostrara verdadero arrepentimiento por su acción. Lo que hizo fue expresar su perdón y autorizar la integración de Absalón a la familia real. Sin embargo, por haber evadido el problema del arrepentimiento, David preparó el escenario para la nueva gran traición de su hijo, y para algunos de los días más sombríos de su propia vida.

El error de David fue no insistir en que Absalón se humi-llara verdaderamente. Debido a esa falta, el rey fue también responsable al haber dejado la puerta abierta a la influencia del orgullo en la vida de su hijo. Absalón, valiéndose de su atractivo físico y de la debilidad que había en el sistema legal de su padre, aprovechó la oportunidad y así “robó el corazón de los hombres de Israel” (2 S 14.25; 15.4-6 LBLA).

Después de cuatro años, Absalón había preparado al pueblo para un golpe de estado. Fue a Hebrón y se pro-clamó a sí mismo rey. ¿Cuál fue la reacción de David? “Entonces David dijo a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalén: Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar delante de Absalón; daos prisa a partir, no sea que apresurándose él nos alcance, y arroje el mal

David reconoce

que el Senor

estaá vigilante

y protegiendole.

Esto le da paz

a David, y le

permite orar

sin reservas por

su necesidad.

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sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada” (2 S 15.14).

David y sus oficiales escaparon a “los vados del desierto” (2 S 15.28) al otro lado del Jordán, en las cercanías de Gilgal. Se cree que David escribió allí el Salmo 3. Algunos comentaristas de la Biblia pien-san que lo escribió mientras pasaba por el monte de los Olivos, llorando y lamentán-dose, con las ropas rotas y el polvo sobre la cabeza1. Las palabras del salmo, de una cruda vulnerabilidad y de una ilusionada esperanza, nos proporcionan un modelo de cómo reaccionar cuando tratamos las heri-das de la traición.

“¡Oh Jehová, cuánto se han multiplica-do mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios” (vv. 1, 2).

Muchos consideraban insalvables la situa-ción de David, y aun el rey cita aquí a estos pesimistas, indicando la falta de confianza que tenían estas personas en el Señor. Pero lo que David está haciendo aquí es expresar, de una manera tajante, la realidad de su situación física en ese momento. Le estaba diciendo a Dios, muy literalmente, cómo estaba y lo malas que eran sus circunstan-cias. Sin embargo, esto sería el fin del pesi-mismo de David.

“Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respon-dió desde su monte santo” (vv. 3, 4).

David proclama ahora su confianza en Dios. Habla de quién es el Señor, y describe su posición espiritual como de total pro-tección. Además, se regocija en el hecho de que el Señor no sólo escuchó su clamor, sino que también le respondió. Después de esto, el rey concreta:

“Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba. No temeré a diez millares de gente, que pusieren sitio contra mí” (vv. 5, 6).

David hace aquí una declaración positiva y premeditada de su fe. Como resultado de su seguridad espiritual, es capaz de acostarse y descansar sin ningún temor. Aunque está alerta de quienes le rodean, puede dormir, reconociendo que el Señor está vigilante y protegiéndole. Esto le da paz a David, y le permite orar sin reservas por su necesidad.

“Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío; porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla; los dientes de los perversos que-brantaste. La salvación es de Jehová; sobre tu pueblo sea tu bendición” (vv. 7, 8).

Ésta es la oración de confianza de David. Pide acción concreta de parte de Dios, y afirma su poder para salvar. Por último, el rey proclama la salvación del Señor, y su capacidad de derramar bendiciones sobre aquellos que creen en Él.

Con sólo ocho versículos, David nos recuerda que aunque hayamos sido heridos, Dios nos dará descanso y sanará nuestro dolor, si confiamos en Él. Podemos lograrlo cuando: 1) reconocemos nuestra situación presente; 2) declaramos quién es Dios, y dónde nos encontramos en nuestra relación con Él; 3) hacemos algo específico para demostrar nuestra confianza, y 4) oramos por nuestra necesidad y proclamamos al mismo tiempo su poder para salvarnos.

La historia de la traición de David no tiene un final feliz. Aunque fue restau-rado como rey, fue a costa de la vida de Absalón (2 S 18). Es posible que la traición que usted experimento tampoco termine bien, ya que sus consecuencias pueden ser duras. Pero usted podrá enfrentar lo que sea, sabiendo que Dios estará con usted, oirá su necesidad y responderá de acuerdo con su voluntad. Así como su presencia, su protección y su compasión son constantes, su amor por usted es eterno y totalmente digno de su confianza.

1 Comentario de Adam Clarke, y Comentario de Matthew Henry sobre toda la Biblia, www.studylight.org

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EstáBAmOs En un PuntO muErtO. Yo había pedido dis-culpas, y mi esposo había hecho lo mismo, pero incluí mis observaciones con un comentario muy feo acerca de él, manifestándole que había sido demasiado sensible. Por su parte, él justificó su conducta como una reacción a mi actitud. Nos sentamos, uno frente al otro, sin sentirnos mejor que antes de empezar a ofrecernos disculpas. En realidad, no supimos cómo decir “lo siento”.

En más de veinte años de matrimonio, mi esposo y yo nos hemos dicho estas palabras cientos de veces. En realidad, por cada ocasión en la que yo lo he hecho, él ha pedido perdón unas cien veces, vaya que sí, no porque él tuvie-ra que hacerlo más que yo, sino porque es mejor que yo en esto. Cuando me siento arrepentida por alguna acción o palabra indebida, mi corazón formula la disculpa, mi mente le da forma y luego se me queda atorada en la garganta. Creo que el término teológico para describir este “hecho”, es orgullo.

¿Has tenido esta experiencia? Aunque no la hayas tenido, probablemente sabes lo difícil que es manejar el orgullo y al mismo tiempo rectificar. La mayo-ría de nosotros tenemos que pedir disculpas a menudo, ya sea por un error involuntario o por algún mal comportamiento intencional. Las disculpas son simplemente una parte necesaria de las relaciones, pero hay una diferencia entre una disculpa sincera y efectiva que abre el camino para la reconciliación, y la clase de disculpa que simplemente enturbia las aguas.

Recuerdo la primera vez que mi esposo cuestionó mi uso de la palabra “pero”, cuando ofrecía una disculpa. Eso me dejó atónita. Yo pensaba honesta-mente que estaba haciendo algo muy correcto al expresar mis disculpas. Él me dijo que cuando uno se disculpa, el añadir “pero…” anula, en realidad, todo lo dicho antes. ¿Quién sabía que había una manera correcta de pedir disculpas? Yo, ciertamente, no era esa persona. Todavía perpleja, me puse las manos en las caderas y cuestioné su afirmación. Mi esposo procedió, entonces, a darme la primera regla que yo había oído jamás sobre el asunto: “Cuando tú dices

por

Kay

Harm

spoderosoenespíritu

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‘discúlpame por no haberte llamado para decirte que iba a llegar tarde, pero tú debiste haber sabido donde me encontraba’, esto último anula la admisión de culpa. Tú no puedes usar la palabra ‘pero’ al mismo tiem-po que “discúlpame”.

No quería admitirlo, pero él tenía razón. Yo estaba reconociendo mi mal comporta-miento, y justificándolo al mismo tiempo, sin ninguna consideración por sus senti-mientos. El verdadero arrepentimiento le cuesta algo al ofensor, y le muestra conside-ración y respeto al ofendido.

A lo largo de los años, mi esposo y yo nos hemos puesto de acuerdo en algunas otras reglas, y cuando las cumplimos, nuestras disculpas son más efectivas. He descubierto que, con la práctica, “la garganta se me atora menos”. Ve si los consejos que siguen a con-tinuación te ayudan a rectificar. Habla con sinceridad. La disculpa falsa sólo aviva el fuego. Desestima los sentimientos de la otra persona, le resta importancia a la falta y evita el verdadero arrepentimiento. Debes demostrar pesar verdadero. No son sólo las palabras que dices, sino también el tono de la voz y el lenguaje corporal lo que comuni-

ca autenticidad; y la humildad es la clave en todas estas tres áreas. Por eso es una buena idea pedir la ayuda de Dios antes de intentar ofrecer disculpas. La lectura cuidadosa de Filipenses 2.1-8 me ayuda a poner mi orgu-llo bajo control. Me recuerda que Jesús se humilló a sí mismo hasta la muerte por mí. Sin duda, entonces, yo también puedo humi-llarme a mí misma lo suficiente como para pedir perdón con sinceridad.

acepta la responsabilidad. ¿Has tratado alguna vez de ofrecer disculpas, y al mismo tiempo buscar un escape para evitarlo? Yo lo he hecho. El verdadero arrepentimiento no busca escapes. Si realmente estoy arrepentida de mis acciones y preocupada por los senti-mientos de la otra persona, acepto la respon-sabilidad por la herida causada. Puedo decir, por ejemplo: “No te dije que iba a llegar tarde para cenar, y eso fue desconsiderado de mi parte”. No es necesario exagerar mi falta, ni llevar una carga por cosas que no hice, pero sí tengo que ser sincera y abierta en cuanto a mi comportamiento.

Después que haya reconocido mi falta no necesito añadir: “Es que estuve muy ocupa-da haciendo algunas cosas importantes”, o

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que te causé”, o “siento vergüenza por las palabras que te dije, y por el dolor que te causé”. Sólo que ellas sean sinceras.

pide perdón. Éste es, a menudo, el paso que, en realidad, arregla el asunto. Deja la deci-sión en manos de la otra persona, dándole la oportunidad de cancelar tu deuda y acre-ditarte un poco de buena voluntad. Le dice que tú valoras la relación lo suficiente como para buscar la renovación de su aprecio.

Cuando le digo a mi hijo que me perdo-ne por haber llegado tarde a buscarlo en la escuela, le hago saber que lo estimo, y que su perdón es importante para mí. Por el con-trario, si simplemente le digo que lo siento, pero no le doy la oportunidad de que me perdone, le estoy comunicando, en realidad, esto: “Olvídalo, aguanta esto y cálmate”.

Escucha y olvida. Justo cuando piensas que has ofrecido una disculpa maravillosa, te das cuenta de que el asunto aún no ha termina-do. Lamentablemente, al pedir perdón, tú le das a la persona ofendida el permiso para que se exprese. Es posible que tú tengas la bendición de recibir un simple: “De acuerdo; te perdono. Olvídalo”. Pero, puede ser que oigas algo como: “Está bien, pero la próxima vez… yo nunca te haría eso a ti… espero que hayas aprendido… puede que necesite un poco de tiempo para olvidar esto…”

Si tienes la actitud humilde de Cristo en 1 Pedro 2:21-24, puedes marcar el comienzo de la verdadera reconciliación. Jesús no res-pondió con gritos desde la cruz a quienes le lanzaban insultos. Ni tampoco llamó a una legión de ángeles para ponerlos en su sitio. Simplemente murió por ellos. La verdadera disculpa exige una muerte al yo personal.

Definitivamente, ofrecer disculpas es un arte. Pero la buena noticia es que la mayoría de nosotros tenemos muchas oportunidades para ponerla en práctica.

“tú hiciste lo mismo la semana pasada”, o “pensé que sabrías dónde me encontraba”. Excusas, excusas, excusas. Recuerda que los “peros” son un intento por negar nuestra responsabilidad.

reconoce los sentimientos de la otra persona. Filipenses 2.3, 4 nos dice que no debemos ver las cosas simplemente desde nuestra perspectiva, sino que debemos considerar primero los sentimientos de los demás. En aras de la reconciliación, tengo que poner mis emociones a un lado, y tomar en cuenta cualquier dolor que pueden haber provocado mis acciones.

Pero seamos realistas: a veces, cuando somos acusados simplemente no entende-mos por qué. Esas mismas acciones no nos habrían molestado a nosotros en lo más mínimo, o al menos eso creemos. Pero, independientemente de cómo hubiéramos respondido al mismo trato, podemos al menos valorar lo suficiente a la otra persona para reconocer sus sentimientos. Es posible que a mí no me importe que una amiga se olvide de mi cumpleaños, pero supongamos que yo paso por alto el suyo y, como resulta-do, pone en duda mi amor hacia ella. En tal situación, yo necesito considerar sus senti-mientos con un comentario como: “Veo que mi descuido te dolió al darte la impresión de que no me importas”.

Di: “Lo siento”. Quizás estas palabras se usan excesivamente, pero todavía tienen un lugar muy importante en una disculpa since-ra. El “lo siento” comunica que yo lamento el haber causado un dolor, ya sea porque herí los sentimientos de alguien, o porque le pisé un dedo a otro, o porque puse furiosa a una persona. Tú puedes, desde luego, expresar tus disculpas de otras maneras, diciendo, por ejemplo: “Me duele en el corazón haber herido tus sentimientos”, “lamento el dolor

La vErDaDEra DiscuLpa ExigE una muErtE aL yo pErsonaL.

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La vErDaDEra DiscuLpa ExigE una muErtE aL yo pErsonaL.

PROGRAMACIóN DE RADIO Y TVPARA ABRIL DE 2009

La programación está sujeta a modificaciones

R A D I O

T V

¿Haaceptado a Jesús?¿Ha aceptado usted a

Jesús como su Salvador personal? Entonces, haga esta oración:

“Señor, reconozco que soy un(a) pecador(a).

Creo que tu Hijo Jesucristo murió en la Cruz por mis pecados,

para salvarme. Me arrepiento de todos mis pecados y te pido que me hagas una persona nueva a partir de este momento. Te entrego hoy mi vida. Amén”

04/01/0904/02/0904/03/0904/06/0904/07/09

04/08/0904/09/0904/10/0904/13/0904/14/09

04/15/0904/16/0904/17/0904/20/0904/21/09

04/22/0904/23/0904/24/0904/27/0904/28/09

04/29/0904/30/09

04/05/0904/12/0904/19/0904/26/09

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S080330CS080330CSma197CS080914CS080914C

Sam084CSam084C

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MSLRCD: Mensajes sobre la resurrección (6 CDs)¿Por qué hablar de la sangre de jesucristo? i¿Por qué hablar de la sangre de jesucristo? iiel corazón de la cruz iiel mensaje de la cruz iel mensaje de la cruz ii MSLRCD: Mensajes sobre la resurrección (6 CDs)La perspectiva divina de la cruz iLa perspectiva divina de la cruz iiLa palabra de la cruzel mensaje inspirador de la resurrección iel mensaje inspirador de la resurrección iiMAOCD: Mensajes acerca de la oración (6 CDs)Cómo resolver problemas con oración iCómo resolver problemas con oración iiun modelo de oración poderosaCómo mantenerse joven y fructífero en la vida iCómo mantenerse joven y fructífero en la vida iiMAOCD: Mensajes acerca de la oración (6 CDs)una oración que transforma la vida iuna oración que transforma la vida iiel alto costo de no orar iiel plan maestro de Dios para las finanzas iel plan maestro de Dios para las finanzas iiMAOCD: Mensajes acerca de la oración (6 CDs)La prioridad de la oración iLa prioridad de la oración ii

el mensaje de la cruz el mensaje inspirador de la resurrecciónCómo mantenerse joven y fructífero en la vidael plan maestro de Dios para las finanzas

Por favor, comuníquese con nosotros si usted hizo esta oración y le enviaremos de regalo el material titulado “Vida nueva en Cristo” por el Dr. Charles Stanley.

1-800-303-0033www.encontacto.org w w w . e n c o n t a c t o . o r g | 21

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tasis en todo el cuerpo?¿Y qué de la familia de cinco personas

que volvió del campo misionero, sintién-dose “fracasada”?

El error está en ver a Jesús a nuestra imagen, en vez de verlo como en realidad es. De alguna manera hemos hecho que su evangelio sea una paradójica mezcla de salud, felicidad y éxito, junto con el men-saje de servir a los demás y morir a nuestro yo personal. Es verdad que la vida que Él nos ofrece, es una vida de gozo y paz, pero ¿son nuestra felicidad y nuestro éxito en la tierra lo que Él busca realmente?

Jesús busca su gloria, no simplementenuestra salud y felicidad.Después de que la vitalidad de su esposo se consumió, mi amiga Sheri estuvo luchando con la imagen que ella tenía de Dios. Pero

experto en moda y estilo me dice que todo lo que necesito es tener pensa-mientos felices, decir palabras de fe,

y así Dios me dará una vida perfecta. Otros me dicen que tengo el derecho, que me fue dado por Dios, de tener una vida libre de problemas, mucho dinero y salud.

Ese concepto acerca de Dios, donde Él es un supercomputador programable, listo y capaz de llevar a cabo cualquier tarea que requiramos, es herético, y la mayoría de nosotros lo sabe. Pero hay una creencia falsa a la cual sucumbimos con frecuencia, y es ésta: si uno obedece a Dios, el éxito está garantizado.

¿Qué sucede cuando la vida no coincide con esta creencia? ¿Qué de la esposa que recibe correos electrónicos diciendo que si tuviera un poco más de fe, Jesús curaría a su esposo del cáncer que ha hecho metás-

el

solucionesbíblicas

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en los dos insoportables meses que trans-currieron entre el diagnóstico de Steve y el momento en que se encontró con Jesús cara a cara, él rebosaba de alabanza y gratitud. Su deseo era que su Salvador recibiera toda la gloria en la lucha que estaba teniendo.

Durante la prueba, unas pocas personas bienintencionadas “animaron” a Sheri a ejer-citar más su fe, para que Dios pudiera sanar a Steve, como si ella no hubiera orado o llorado ya bastante. Sheri me dijo: “Dios me dio fe por el carácter de Él, no por si decidía responder mis oraciones de la forma que yo quería. Nuestro consuelo no es su mayor deseo. Lo que Él más quiere es su gloria. Y el Señor es el único que sabe cuáles son las circunstancias que producirán nuestra ver-dadera adoración a Él”.

Mi esposo Patrick y yo asistimos al fune-ral de Steve, y la gloria de Dios estuvo pre-sente allí de una manera poderosa. Steve no experimentó la curación aquí en la tierra, pero vivió una vida que apuntaba hacia el cielo en medio de las dificultades, para que otros pudieran ser testigos de la grandeza de Dios actuando en él. Steve vivió las pala-bras de Juan el Bautista acerca de Jesús: “Es necesario que él crezca, pero que yo men-güe” (Jn 3.30).

Jesús busca su reino, no nuestro plande éxito personal.Fue mi familia la que regresó del campo misionero antes de lo previsto, sintiéndose fracasada. Un tiempo después, una amiga me preguntó si quizás habíamos malenten-dido la voz de Dios antes de ir a Francia.

Le respondí: “La pregunta que haces es una con la cual estoy luchando. Pero des-pués de meditarlo, me doy cuenta de que hicimos lo que Dios nos pidió que hiciéra-mos. Su llamamiento no nos garantizaba el éxito; Él únicamente pedía obediencia. Y esto es lo que me tranquiliza. Al pensar en lo que vivimos, soportamos problemas tras problemas, demasiados para contarlos. Pero salimos adelante. Sí, heridos y agota-

dos por la lucha, pero aún amando a Jesús. Esto me recuerda a Santiago 1:2-4: ‘Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la pacien-cia su obra completa, para que seáis perfec-tos y cabales, sin que os falte cosa alguna’”.

¿Fue fácil seguir a Jesús al otro lado del mundo? No. ¿Cuestionamos a Dios? Algunas veces. ¿Nos sentimos derrotados por tener que volver a casa? Desde luego que sí ¿Por qué razón? Porque al regresar antes de tiempo con poco que mostrar en cuanto al trabajo que hicimos, no pare-cíamos haber tenido “éxito”. Es posible que nunca sepamos el porqué de nuestro “fracaso”, pero lo que sí sabemos es que Dios es soberano y perfectamente capaz de glorificarse a sí mismo, incluso por medio de nuestras frustraciones.

Una cosa está clara: la experiencia vivida por nuestra familia, y asimismo la lucha que tuvieron Sheri y Steve, me ha curado de la idea falsa de que cuando uno hace las cosas “bien”, tiene éxito. Los discípulos obedecieron fielmente llevando el evange-lio, tal como Jesús les ordenó, aunque al final la mayoría de ellos sufrió un brutal martirio. Como dice Hebreos en su lista de los fieles, “Y todos éstos… no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (11.39, 40).

Veo en mi mente cómo está cosechan-do Steve “aquello mejor” ahora mismo. A pesar de su enfermedad y de lo que parecían deseos no cumplidos, veo a Jesús diciéndole: “Bien, buen siervo y fiel” (Mt 25.21-23). En medio de mis propias luchas, mi oración es que mi vida llegue a merecer esas palabras cuando me encuentre finalmente con mi Salvador. Mientras tanto, sé qué es lo que Él esta buscando: librarnos de las limita-ciones de un modo de pensar concentrado en nosotros mismos, y así es como nuestro gozo será cumplido en Él.

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M i é r c o l e s

Jesús es el personaje más importante y más controversial de toda la historia

humana. Su nombre despierta el odio más virulento en algunas personas, y una profunda devoción en otras.

Jesús dijo ser el Hijo de Dios, y por ello toda persona tiene que decidir qué hará con Él. Jesús no nos dejó la opción de ig-norarlo o de lavarnos las manos en cuanto al asunto. Hay sólo dos elecciones: creer en Él o rechazarle. El rechazo acarreará con-denación y la separación eterna de Dios (Jn 3.18), pero Jesús promete la vida eterna a quienes confíen en Él.

El creyente tendrá también que decidir que hará con Jesús después de ser salvo. La fe en Él no es sólo el camino a la vida eterna en el cielo; implica también nuestra manera de vivir. Si creemos en Jesús:

• Le seguiremos. Las ovejas de Cristo oyen su voz y se someten a su dirección.

• Le adoraremos. Al crecer en amor y fe hacia el Salvador, nuestra respuesta natural será adorarle y alabarle.

• Lo compartiremos con otros. De-searemos que todos conozcan este Dios maravilloso que rescató y transformó nuestras vidas.

• Aguardaremos su venida. Estar con Jesús cara a cara es nuestro mayor gozo y esperanza.

Esta vida es apenas un suspiro en com-paración con el tiempo que pasaremos con el Señor en la eternidad.

Si usted nunca ha tomado una decisión en cuanto a Jesús, ahora es el mejor mo-mento de hacerlo. Y si ya es su seguidor, busque hoy las maneras de demostrar su fe en Él. Esté preparado y alerta para aprove-char todas las oportunidades de obedecer-le, adorarle y compartir las buenas nuevas del evangelio con otros.

leer | Juan 10 .22-30

¿Qué hará ustedcon Jesús?1

Jesús les dijo a sus discípulos que moriría, y después se levantaría de la tumba. Por tanto,

su resurrección nos asegura que podemos

creer en todas las promesas de la Biblia.

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leer | 1 Samuel 30 .1 -6

Los salmos del rey David revelan que él enfrentó momentos de mucha tristeza,

pero pocas experiencias pueden compa-rarse con su infinita desesperación por las cenizas de su ciudad, Siclag. Pero la histo-ria de cómo llegó a tan profunda angustia comenzó en realidad mucho antes, desde el momento en que su fe se debilitó.

Después de huir por años de las amena-zas de muerte del rey Saul, David estaba desalentado y agobiado. Había creído en la promesa de que Dios lo convertiría en rey, pero ahora había comenzado a tambalearse en su confianza. Por tanto, hizo lo que muchos de nosotros hacemos: acudió al razonamiento humano. Bajo las circunstancias, su mejor opción pareció ser buscar refugio entre los filisteos, los enemigos de Israel (1 S 27.1). Ofuscado por su situación, David se apartó de la voluntad de Dios para ponerse a salvo de Saul. Su falta pudo haber sido momentá-nea; sin embargo, fue seria, ya que dejó de creer que Dios podía conducirlo confiada-mente por “el valle de sombra de muerte” (Sal 23.4).

Varios meses después, el futuro rey de Israel entró a su devastada ciudad y descu-brió que le habían quitado sus bienes, su familia y su pueblo, por lo que su banda de guerreros se preparó para descargar su frustración y su ira sobre él. Entonces, desde el fondo de este pozo de desespera-ción, un hombre humillado buscó a Dios, en quien encontró las fuerzas que necesi-taba, y renovó su fe (1 S 30.6).

Mucha veces, es fácil ceder a la ten-tación de tomar las cosas en nuestras propias manos. Pero si acudimos al Señor, una vez más, encontraremos la manera de salir del pozo y estar de nuevo dentro de su voluntad.

De abajo hacia arribaV i e r n e s

leer | 2 CróniCaS 7 .11-22

J u e v e sLa necesidad de un país 2

Si usted se enterará que una persona a la que ama tiene una enfermedad seria,

usted no susurraría un rápido: “Bendícela, Señor”, y olvidaría después el asunto. ¡No! Caería de rodillas, con el corazón adolo-rido, pidiéndole al Señor que la cure. De igual manera debemos responder nosotros ahora que la “salud” de nuestro país está en peligro: tenemos que orar con igual fervor por nuestra nación y por sus líderes, como lo haríamos por un amigo grave-mente enfermo.

El rey Salomón fue advertido del peligro que correría su nación si el pueblo dejaba de honrar a Dios. Dios dijo lo que Israel tenía que hacer en tal estado de caos. Primero, el pueblo debía reconocer con humildad su necesidad de la intervención del Señor. Segundo, debían clamar a Él con corazones abrumados por la situación del país. Y tercero, quienes buscaban la renovación de la bendición de Dios sobre Israel, debían experimentar un tiempo de confesión y arrepentimiento personales.

La palabra del Señor a Israel contiene principios que se aplican a nosotros en estos tiempos modernos. Aquellos “sobre [los cuales] mi nombre es invocado”, en otras palabras, el cuerpo de creyentes, tienen el deber de interceder por su país que sufre. Los cristianos que quieren que Dios oiga sus oraciones, perdone los pecados de la nación y sane su tierra, harían bien en seguir las instrucciones que Él dio a Salomón.

Nuestra nación necesita de sus oraciones. Si usted está consciente de alguna tendencia o decisión perjudicial, comience con una limpieza personal de su corazón: confiese y arrepiéntase de cualquier pecado conocido (1 Jn 1.9), y luego clame a nuestro Padre celestial para que Él nos dé una sociedad vibrante y temerosa de Dios.

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7Suponga que yo le pido a usted que

caracterice su relación con Dios. ¿Es Él un amigo con el que se encuentra de vez en cuando? ¿O es alguien que está incluido en todos los aspectos de su vida? Lo más probable es que la naturaleza de su vínculo esté en algún punto intermedio.

Cualquiera que sea el estado de su relación con el Señor, tenga la seguridad de que Él quiere que sea algo más íntima y más significativa. Dios desea tener una relación tan fuerte y profunda, que las pala-bras compañerismo y comunión no pueden describirla totalmente. Él nos creó para tener intimidad con nosotros.

Los seres humanos somos las únicas criaturas hechas a la imagen de Dios. Al igual que Él, somos capaces de pensar, razonar y tomar decisiones, aunque nada de esto lo hacemos de manera perfecta. Los atributos que separan a las personas del resto de la creación, las facultan para relacionarse con el Señor de una manera especial. Ni siquiera los ángeles, que fueron creados para la adoración, pueden comu-nicarse con el Padre celestial de la misma manera que hemos sido invitados nosotros.

Jesús llamó “amigos” a sus seguidores (Jn 15.15), y Pablo escribió que los creyentes son hijos de Dios (Gá 4.7). ¡No nos relacio-namos de manera distante e impersonal! Cuando pasamos tiempo con el Señor, cultivamos una intimidad con Él, como la de un hijo amado con su Padre.

Algunos creyentes tienen la idea equivocada de que la manera para tener contento a Dios, es hacer algo “cristia-no”, pero la manera de agradar a nuestro Padre celestial es siendo cristianos. Él quiere que vivamos de tal manera que otros lo vean a Él como nuestro Padre y nuestro mejor amigo.

leer | romanoS 8 .14-17

Intimidad con Dios6 L u n e s

leer | Salmo 31

Cómo encontrar fuerzas en el Señor

El mundo no ofrece muchas esperan-zas a los desesperados, pero Dios sí.

Ayer vimos que, después de estar en la situación más difícil, David “se fortaleció en Jehová” (1 S 30.6). Aunque la Biblia no dice específicamente qué cambió durante su momento de rendición total a Dios, creo que David experimentó un proceso espiritual de cinco pasos.

Primero: David se arrepintió. El arre-pentimiento es un cambio de mente que produce un cambio de conducta. Al enca-rar decisiones anteriores que no eran dig-nas de un hombre de Dios, David decidió cambiar de rumbo. Segundo: pensó en la fidelidad de Dios durante las dificultades del pasado, y en las abundantes bendicio-nes producto de la obediencia.

El tercer lugar reflexionó sobre el poder de Dios. Si bien, estaba emocional, física y espiritualmente acabado, David ya había tenido tiempos de agotamiento antes, y sabía que el poder de Dios era suficiente para él. Había tomado nota de sus experiencias con Dios, lo cual hizo que las recordara más fácilmente.

Cuarto: David recordó las promesas de Dios. Sus salmos muestran que él valoraba la certeza de su protección, paz y ayuda en tiempos de dificultad. Quinto: resolvió confiar en Dios, en vez de ceder a la desesperación que amenazaba con aplastarlo. La confianza de David en el Señor fue recompensada. En respuesta a su fe, Dios le dio la fortaleza que tanto necesitaba para salir adelante.

Si usted se rinde al Señor en los mo-mentos de desesperación, Él le dará lo que necesita, como lo hizo con David. Dios quiere fortalecer a sus hijos, para que puedan soportar la carga de las cir-cunstancias difíciles.

F i n d e s e m a n a

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Los incrédulos no pueden entender por qué la cruz es un símbolo del amor de

Dios. ¿Cómo pudo el amor llevar al Padre a sacrificar a su Hijo? Por eso, muchos deciden ignorar tal “desatino”. En su lugar, esperar entrar al cielo por su buen carácter y sus nobles acciones. Pero, se-gún la Biblia, esa creencia es, en realidad, poco sensata (Is 64.6). La popularidad de un “evangelio de buenas obras” revela que la iglesia necesita hablar con más firmeza al dar al mundo su mensaje de la verdad.

Tenemos que predicar la justicia divina junto con el amor divino. Dios ama cier-tamente al mundo, pero no puede ignorar el pecado de la humanidad (Jn 3.16). Él es justo, lo que significa que es perfecto. En su pura presencia no puede haber ninguna mancha de pecado. Una persona no puede llegar a las puertas del cielo arrastrando el bagaje de toda una vida de pecado, y exigir ser recibido. Dios no justifica el pecado, pero provee la manera de encargarse del mismo.

El Señor tiene un plan para hacer justo al pecador, que incluye tres hechos funda-mentales. Primero: todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Ro 3.23). Luego, el alma que pecare morirá (Ez 18.20; Ro 6.23). Por último, la deuda de la persona es pagada por un sacrificio perfecto ofrecido a su favor (Jn 1.29). Dios satisfizo su propia justicia al poner nuestro pecado sobre Jesús, y per-mitiendo que Él muriera en nuestro lugar.

Tratamos muchas veces de simplificar el carácter de Dios, pero la verdad es que todos sus atributos hacen de Él, el Padre perfecto. La cruz simboliza más que su amor: también representa su sabiduría al diseñar un plan para mantener su santi-dad y justicia perfecta.

leer | 1 CorintioS 1 .17-25

El mensajede la Cruz

leer | Salmo 25.12-14

Lo que Dios busca con la intimidad

La mayor parte de mi vida creí que el Padre celestial y yo teníamos una rela-

ción para mi provecho. Pero su propósito principal cuando creó la intimidad con los creyentes, fue revelarse a sí mismo.

Es una relación amorosa genuina, cada persona quiere saber más de la otra. Como creyentes, a veces somos culpables de interesarnos más en nosotros mismos, ol-vidando que Dios es el verdadero centro de atención. En vez de eso, vamos a la iglesia o hacemos nuestros devocionales buscando algo que nos inspire, motive o ayude.

Parte del problema está en que nos gustaría practicar nuestra fe de la manera más segura posible. Estudiar la Biblia, orar y asistir a la iglesia son relativamente fáciles, comparados con lanzarse por fe o sufrir persecución. Sin embargo, conocer a Dios íntimamente no es una búsqueda puramen-te intelectual. Una verdad acerca del Señor no es verdaderamente nuestra hasta que Él la hace parte de nuestra vida cotidiana.

Nuestro Padre celestial quiere que sus hijos entiendan la manera cómo Él obra. La única manera de adquirir ese conoci-miento, es dejando que Dios se nos revele en nuestra vida personal. Eso significa que debemos estar dispuestos a experimentar dificultades y sufrimientos, así como la paz y la felicidad. Una persona puede leer que el Espíritu Santo es el Consolador del cre-yente, pero no conocerá esta verdad hasta que tenga necesidad de consuelo.

La vida cristiana no consiste en sentirse bien y sacar el máximo provecho de nues-tra conexión con Dios, sino en la relación íntima que el Señor desarrolla con cada uno de sus seguidores. De esa manera, Él puede revelar más de sí mismo, pues el creyente necesita tener ese conocimiento. ¡Qué gran privilegio!

M i é r c o l e sM a r t e s

7 8

w w w . e n c o n t a c t o . o r g | 27

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El Domingo de Resurrección es un día de promesas cumplidas, y de promesas

por cumplirse. Una de ellas, es que los creyentes, al igual que el Salvador, experi-mentarán la resurrección física (Jn 5.25). El triunfo de Cristo sobre la tumba hace posible nuestra victoria sobre la muerte.

Cuando el Señor regrese, los muertos en Cristo oirán su voz y saldrán de sus tumbas. Toda alma que haya sido liberada de su “cubierta” mortal al entrar al cielo, morará ahora en un cuerpo inmortal. Luego, los creyentes que estén todavía viviendo en sus “tabernáculos terrestres” serán transforma-dos (2 Co 5.1). Con estos vasos hechos a la medida, los hijos de Dios estarán perfecta-mente adecuados para reflejar su gloria.

Cuando predico sobre este tema, mucha gente me pregunta: “¿Cómo nos vere-mos?” Para responder esto, pensemos en el encuentro que tuvo Jesucristo con sus discípulos junto a la playa, después de la resurrección (Jn 21.1-14). Juan, que fue testigo de esto, dijo que los siete hombres no reconocieron a Jesús de inmediato. Sólo después de conversar con él durante unos minutos, se dieron cuenta de que era su Señor. Aunque parecía reconocible, tam-bién estaba sorprendentemente transfor-mado, estaba glorificado.

También los creyentes tendrán cuerpos glorificados y perfectos (1 Co 15.42, 43). No estaremos limitados por el tiempo, el espacio o la materia. Por tanto, nada podrá impedirnos servir a Dios con nuestras mejores capacidades.

Estudiar la resurrección física de los santos puede producir muchas preguntas. Pero sabemos con toda seguridad que no importa cómo seamos nosotros, o cómo sean el nuevo cielo y la nueva tierra, esta-remos satisfechos.

leer | 1 CorintioS 15 .50-57

Promesas del Domingo de Resurrección10 V i e r n e s

Algunas personas se burlaron de Jesús cuando estaba en la cruz, diciendo:

el Hijo de Dios debería poder salvarse a sí mismo. Esos hombres y mujeres pensaron que la muerte de Cristo era una eviden-cia de debilidad. Sin embargo, fue todo lo contrario. El poder del Señor era tan grande, que Jesús murió con todo el peca-do del mundo sobre sus hombros, y resu-citó tres días después. Además, cualquiera que crea en Él no tiene que pagar su pena de muerte, porque el inmenso poder de Dios hace libre a los cautivos.

Aprecio mucho la carta que recibí de un ex adicto referente al poder de Dios en su vida. Una noche, poco antes de que la droga lo dejara inconsciente, oyó a través de una ventana abierta una sola frase de un predicador radial: “No importa quién sea usted, Dios le ama y se preocupa por usted”. Semanas después, mientras bus-caba un programa en su radio, el hombre oyó una voz familiar. Intrigado, escuchó toda la transmisión de En Contacto. Lo que sucedió, en breve, fue que entendió el mensaje, recibió a Cristo, limpió su vida y se reconcilió con su familia.

El poder de la cruz transforma las vidas. Dios utilizó una frase en medio del ofuscamiento mental producido por la droga, para preparar el corazón de un hombre. Luego, una vez que el Señor captó su atención, ¡sacó a esa persona del profundo pozo de la desesperación!

Las fuerzas humanas son insuficientes para hacernos libres del pecado. La verdad es que todos necesitamos un Salvador. Jesucristo se humilló a sí mismo para morir en nuestro lugar, lo cual no fue una demos-tración de debilidad. Por el contrario, llevó a cabo el sacrificio más grande que podía, y lo hizo por usted y por mí (Jn 15.13).

leer | marCoS 15.26-32

El poder de la CruzJ u e v e s

9

28 | A b r i L 2 0 0 9 e n c o n t a c t o

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El nombre Jesús evoca sentimientos diferentes. Dependiendo del individuo,

puede significar una figura histórica, un buen maestro, un profeta o una palabra maldita. Pero, para muchos en todo el mundo, ese nombre es sinónimo de “Señor y Salvador”.

¿Qué tiene ese nombre? ¿Por qué algu-nos responden con alabanzas y adoración, mientras que otros lo hacen con blasfe-mias e irritación? La respuesta está en que Jesús no es simplemente una persona más. Él es un tema controversial. Nuestra respuesta a quién Él es, determinará no sólo nuestra manera de vivir, sino también nuestro destino eterno.

El nombre de Jesús representa todo lo que Él es y hace. La Biblia lo identifica como el Hijo de Dios, igual al Padre en carácter y atributos. Él es eterno, todo-poderoso, soberano y omnipresente. La Biblia también dice que es el Creador y el Sustentador de todas las cosas (Col 1.16).

Jesús vino a la tierra como el Dios-hom-bre, con el fin de salvar a la humanidad. Por haber vivido una vida perfecta, Cristo es la única persona de la historia calificada para pagar el castigo de todos. Él obtuvo nuestro perdón y nos ofrece el regalo de la salvación por la fe.

Un día, Cristo se sentará como el juez supremo y final de toda la humanidad. Quienes hayan aceptado el pago hecho por Él, vivirán con Jesús para siempre.

¿Ha resuelto usted aceptar el regalo de salvación de Jesucristo? Una vida transfor-mada ahora, y un reino eterno en el cielo, aguardan a todos los que le invocan como Salvador y Rey. Si usted nunca ha tomado la decisión de aceptar su regalo, hágalo ahora y regocíjese por el hecho de que Jesús regre-sará como Rey de reyes y Señor de señores.

leer | HebreoS 1 .1 -14

¡Qué nombretan maravilloso!

L u n e s13La historia del Domingo de Resurrección

es un mensaje de esperanza. Pero mu-chas personas sólo celebran esta fiesta con bombones de chocolate y con el juego de los huevos decorados, porque no conocen su propósito real. El evangelio es la precio-sa noticia que Jesús pidió a sus seguidores que divulgaran por todas las naciones (Mt 28.19). Él espera que cada uno de nosotros esté preparado para responder a quienes sientan curiosidad por la esperanza que hay en nosotros (1 P 3.15).

El cristianismo no tiene comparación. Otras religiones y doctrinas tienen la filosofía del “hacer” algo. En otras palabras, para alcanzar la vida terna, los seguidores tienen que seguir las instrucciones de los líderes, obedecer ciertas reglas y dar el dinero que se les pida. La vida cristiana también incluye las buenas obras, obedecer unos mandamientos y diezmar. Pero estas actividades son el resultado de servir a Cristo, no un método para ganar el cielo. En vez de poner nuestra esperanza en la ambición humana, reconocemos a Jesús como el único camino hacia Dios Padre.

El propósito fundamental de la venida de Jesús, fue morir por los pecados de la humanidad. De haberse Él quedado en la tumba, todo el mundo tendría que pagar su deuda. Pero Jesús venció la tumba, lo que significa que sus seguidores pueden hacer lo mismo. Quienes creen en Él, son librados del castigo de la muerte eterna e invitados a pasar la eternidad con Dios.

¿Qué está usted haciendo con el ma-ravilloso mensaje del amor de Dios? La comisión de “id, y haced discípulos” tiene que ser parte integral de la vida de todo creyente. Debemos dar a conocer a Jesús en el trabajo y entre los amigos. Es decir, debemos celebrar la Resurrección cada día.

leer | luCaS 24 .1 -9

La celebrar diaria de la Resurrección

F i n d e s e m a n a

w w w . e n c o n t a c t o . o r g | 29

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16Pablo deseaba con fervor que cada cre-

yente fuera espiritualmente maduro. Por saber que tal crecimiento impactaría al mundo, el apóstol pedía que nosotros, los creyentes, conociéramos la voluntad de Dios para luego:

• Vivir una vida santa (v. 10a). Pablo oraba para que nuestro carácter, conversa-ción y conducta fueran consecuentes con los del Señor. Puesto que los cristianos son sus representantes, sus vidas deben ser una extensión de la suya, con ojos que vean con compasión a los demás, con manos que ofrezcan perdón y amor, y con pies ocupados en servir. El carácter del creyen-te, aunque imperfecto, debe reflejar cada vez más la justicia del Señor.

• Hacer que nuestra vida cuente (v. 10b). A los ojos de Dios, no todo lo que hacemos es fructífero; muchas de nuestras actividades surgen del deseo de compla-cer a otros o a nosotros mismos. Pero lo único que importa es lo que hacemos en obediencia a nuestro Padre celestial. Jesús habló de la importancia de dar mucho fru-to, lo cual sólo es posible cuando estamos conectados con Él (Jn 15.5).

• Experimentar el poder de Dios (v. 11). Por medio de la presencia del Espíritu Santo, tenemos todo lo que necesitamos para hacer la voluntad del Padre celestial.

• Mantenernos dedicados y agradeci-dos (v. 12). Dios responde en su tiempo per-fecto. Debemos ser firmes en la oración, y agradecidos por todo lo que Él ya ha hecho.

Ya sea que al orar usemos estos ver-sículos en favor de nosotros o de otros, podemos saber que nuestras peticiones están en armonía con la voluntad del Señor. Primera de Juan 5:14, 15 nos recuerda que al orar de esta manera Dios responderá afirmativamente.

leer | ColoSenSeS 1 .10-14

Orar de acuerdo con la voluntad de Dios

M i é r c o l e s

El pasaje de hoy es una oración trascendental, escrita por Pablo en

su carta a los creyentes en Colosas. La excelencia de esta oración es que cada petición está en armonía con la voluntad de Dios.

La primera petición es que los colosen-ses conozcan la voluntad del Señor. Para poder agradar a nuestro Padre celestial, debemos conocer sus planes, y luego llevarlos a cabo. Esto incluye su propó-sito general para todos sus hijos —tales como amar a Dios y a nuestro prójimo (Lc 10.27)—, y también su plan específico para cada uno de nosotros (Ef 2.10).

La segunda petición de Pablo es que les dé sabiduría y entendimiento en cuanto a ese conocimiento. Él sabía que, para aplicar lo que aprendemos, necesi-tamos el discernimiento y la claridad que vienen sólo del Espíritu Santo (Jn 16.13). El resultado de estas dos peticiones será la capacidad de percibir las cosas desde el punto de vista de Dios. Veremos nues-tras decisiones y situaciones como son en realidad, no como aparentan ser.

Nosotros también podemos hacer estas peticiones por quienes no tienen su fe puesta en el Salvador. Nuestro Padre ofrece la salvación a todos los que crean en Cristo. Él no quiere que ninguno pe-rezca (2 P 3.9). Si el incrédulo conoce la voluntad de Dios, su mente estará abierta a su oferta de perdón, y aceptará el sacri-ficio que Jesucristo hizo a su favor.

Nuestro Padre celestial ha prometido que quienes oren de acuerdo con sus pro-pósitos, recibirán lo que pidan. Por tanto, es importante comenzar por descubrir sus planes. Trate de incluir oraciones de la Biblia, como la del pasaje de hoy, en sus conversaciones con el Señor.

leer | ColoSenSeS 1 .1 -9

Una oración que transforma la vida

M a r t e s14 15

30 | A b r i L 2 0 0 9 e n c o n t a c t o

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La Escritura nos da una descripción precisa del carácter del Padre celestial,

y de sus acciones y propósitos. Combina-dos, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento nos enseñan que el problema del hombre es el pecado, y que el único re-medio es la fe en el Hijo de Dios: Jesucristo. Por medio de la Biblia sabemos lo que su-cede en el momento de nuestra salvación: nuestra deuda por el pecado es considerada pagada, el poder del pecado sobre nosotros es destruido y el Espíritu Santo se convierte en nuestro acompañante.

Dios nos ha hecho saber, por medio de su Palabra, quién es Él, qué está haciendo y cuál será el futuro de la humanidad. El propósito de la Escritura es llevarnos a te-ner una relación personal cada vez mayor con el Padre, y capacitarnos para dar un servicio fructífero como embajadores de Cristo (2 Co 5.20). En esta posición, somos llamados a seguir el ejemplo de Jesús de glorificar a Dios Padre (Mt 5.16); nuestro Salvador no se concentró en sí mismo, sino en el Padre celestial, cuyo propósito es alcanzar a todo el mundo con su gracia salvadora.

La voluntad del Padre contiene ciertas tareas que cada uno de sus hijos debe rea-lizar (Ef 2.10). Al meditar en los principios y ejemplos de la Biblia, podremos discernir su voluntad para nosotros. La obra de Je-sús fue hacer la voluntad de su Padre, y ése debe de ser también nuestro llamado.

¿Qué lugar tiene este Libro de los libros —la Biblia— en la fijación del rumbo de su vida? Aparte tiempo hoy y cada día para escuchar al Señor, participar de su sabiduría y saber lo que Él le está diciendo a usted personalmente. Cuando lo haga, orientará su mente hacia las prioridades y la mente del Señor.

leer | HeCHoS 17 .10-12

Siendo la Biblia toda la Palabra de Dios, algunos creyentes se preguntan por qué

razón desea aún el Señor hablarnos perso-nalmente. Por varias razones:

Primera: el Señor quiere comunicarse hoy, porque Él nos ama tanto como amaba a sus hijos en los tiempos bíblicos. Su deseo de tener compañerismo y conversar direc-tamente con nosotros es tan fuerte como en los días que hablaba con Abraham, Moisés y los apóstoles.

Segunda: Dios se sigue comunicando, porque tenemos necesidad de que Él guíe nuestras vidas de una manera clara y concreta. En la Biblia vemos cómo el Señor daba instrucciones específicas a sus siervos. Nosotros, muchas veces, no nos damos cuenta de que seguimos necesitando sus instrucciones.

Tercera: Dios habla, porque Él sabe que necesitamos de su seguridad y consuelo hoy, al igual que los santos de los tiempos de la Biblia. Todos tenemos experiencias de “Mar Rojo” cuando estamos de espal-das contra la pared y no sabemos hacia donde dirigirnos. Pero así como Él dividió las aguas para que Israel pasara, el Señor actuará poderosamente en nuestras vidas, si le escuchamos y obedecemos.

Por último, lo más importante es que Dios se sigue comunicando porque anhela que le conozcamos. Nuestra prioridad debe ser conocerle cada vez más.

Como sucede con las demás personas que conocemos en la vida, nuestra relación con Dios no puede ser “una calle en una sola dirección”. Tiene que haber un flujo continuo de comunicación con Él en ambos sentidos. Eso significa que no debemos ser nosotros los únicos que hablemos. Cono-ceremos más íntimamente a nuestro Padre celestial cuando aprendemos a escucharle.

leer | iSaíaS 30 .21

El Libro de los librosV i e r n e s17¿Por qué sigue

Dios hablando?16J u e v e s

w w w . e n c o n t a c t o . o r g | 31

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21La opinión que tenía Dios acerca del

corazón de David, es una de las ala-banzas más grandes que alguien ha reci-bido jamás del Señor. Pero este elogio no está reservado exclusivamente para el más amado rey de Israel; en realidad, nuestro Padre celestial quiere que todos sus hijos tengan un corazón que le ame a Él.

El Señor dio testimonio de que Da-vid era un hombre que quería hacer su voluntad por completo (Hch 13.22). Es decir, la principal característica de un corazón que ama a Dios, es la pasión por obedecerle. No todos los actos de la vida del rey fueron los que Dios hubiera deseado, pero el ideal de David era obe-decer a Dios. David sabía también qué hacer cuando pecaba. Su oración era que el Señor escudriñara toda iniquidad que hubiera en él, la quitara y lo ayudara a volver al buen camino, para ser la perso-na que el Padre celestial quería que fuera (Sal 139.23, 24).

La máxima prioridad para David era su relación con el Señor. Él no sólo se delei-taba en la Palabra de Dios, sino que mu-chas de sus conversaciones íntimas con el Padre fueron escritas para nosotros en el libro de los Salmos. Además, la Biblia muestra muchos ejemplos de cómo David confiaba en el Señor en todos los desafíos de su vida. Este humilde siervo reconocía que Dios era el único responsable de todo lo grande que él lograra como rey.

Llegar a ser una persona con un corazón “conforme al corazón de Dios”, es una meta preciosa. Pero ésta no debe ser la perfec-ción, sino tener una relación constante y cada vez mayor con el Señor. Al hacerlo, descubriremos que nuestros deseos e in-tereses armonizarán con los de Él, y que obedecerle será nuestra mayor alegría.

leer | HeCHoS 13 .16-22

Un corazón queama a Dios

Para entender cómo puede Dios estar hablándonos hoy, debemos primero

examinar las maneras como Él hablaba en el pasado. ¿Qué hacía tan clara su voz a los héroes de la fe?

Una de las principales maneras que tenía Dios para hablar con los personajes del Antiguo Testamento, era a través de la re-velación directa. Es decir, hablaba directa-mente a sus espíritus. Esto es precisamente lo que vemos, en sus conversaciones con Abraham (Gn 12.1-3).

También el Señor hablaba por medio de su Palabra, como los Diez Manda-mientos y la Ley de Moisés, lo que le permitía al pueblo conocer y obedecer su voluntad (Éx 20.1-26).

Igualmente, lo hacia por medio de las circunstancias. Pensemos, por ejemplo, en su interacción con Gedeón, quien estaba atemorizado y necesitaba, por tanto, de “una dosis extra de valor” (Jue 6.36-40). El Señor respondió misericordiosamente mediante una señal física de su presencia.

El Nuevo Testamento menciona otros métodos de comunicación divina. El mensaje del Señor venía a veces a través de ángeles o del Espíritu Santo (Mt 1.19-21; Hch 16.1-7). Hubo también ocasiones en las que Dios hablaba de forma audible, como sucedió en la dramática experiencia de salvación de Pablo en el camino de Damasco (Hch 9.1-19).

Mediante estos métodos, Dios le ase-guraba continuamente a su pueblo que Él se preocupaba por ellos y que estaba a su lado. Éste es un mensaje que necesitan también nuestras vidas hoy. Aunque es posible que el Señor no se comunique con nosotros de ciertas maneras, sabemos que Él siempre nos hablará por medio de su Palabra, si escuchamos obedientemente.

L u n e s

20leer | GéneSiS 12 .1 -7

La voz de Dios en el pasado

F i n d e s e m a n a

32 | A b r i L 2 0 0 9 e n c o n t a c t o

Page 33: EnContacto_APR09MAG

Nuestra cultura está obsesionada por la juventud. El mercado rebosa de pro-

ductos que prometen mejor salud, menos arrugas y un físico perfecto. Sin embargo, estas cosas tocarán sólo la superficie del problema de nuestro envejecimiento, ya que, a menos que intervenga la muerte, envejecer es inevitable. No obstante, estar feliz con la vejez es una elección.

Cada uno de nosotros tendrá que deci-dir si va a florecer o a secarse, a fortalecer-se o a debilitarse. Físicamente, no tenemos alternativa en el asunto, pero sí podemos mantenernos jóvenes en alma y espíritu, a pesar de nuestra edad cronológica.

Cuando la persona justa está firmemen-te plantada en el Señor, será fructífera en las cosas que durarán por la eternidad. Nunca dejaremos de dar fruto. Por el contrario, Dios quiere que mantengamos siempre una relación íntima con Él. De esa manera, podremos hacer el trabajo que el Señor nos ha encomendado (Jn 15.4).

La persona justa se desarrollará fuerte en el Señor, como un cedro del Líbano (Sal 92.12). Estos árboles pueden alcanzar una altura de 120 pies y una circunferencia de 40 pies. ¡Y qué árbol tan fuerte! Si cami-namos con Cristo en los días postreros de nuestra vida, podemos tener la confianza y la estabilidad que se originan sólo en una fe fuerte. Cada año será una oportunidad para confiar más en Dios y depender total-mente de su Palabra.

Mantenerse joven mientras se enveje-ce comienza en la mente. Nunca deje de escuchar al Señor, ni de aprender de su Palabra. Permita que pensamientos santos definan sus actitudes. Sea agradecido, ría siempre y regocíjese en su Señor. Y, sobre todo, siga creyendo en Él y amándole con todo su corazón.

leer | Salmo 92.12-15

Manténgase joven y productivo

M i é r c o l e s

Usted probablemente ha oído decir que la comida más importante del día es el

desayuno. Un concepto parecido se aplica a nuestro corazón y a nuestra mente. El combustible que les damos cada mañana afecta en gran medida el resto del día.

David comenzaba su día con Dios. En el Salmo 63, dice que buscaba al Señor desde muy temprano Se despertaba con hambre de su Creador, y después de lle-nar su anhelante alma con la plenitud de Dios, exclamaba alabanzas y acciones de gracias al Señor. Incluso, cuando llegaba la noche, mientras estaba en su cama, seguía pensando en su Padre celestial.

Imagine lo que es tener un día así, lleno de gozo y de gratitud a Dios, desde temprano hasta tarde por la noche. Esto es posible cuando apartamos el comienzo del día para pasarlo con el Señor, escu-chando cómo nos habla a través de su Palabra, a la vez que nosotros le abrimos nuestro corazón en oración.

Nuestra bendición será aun mayor si nos mantenemos consciente del Señor a largo del día, y al llegar la noche, contemplando lo que Él es, y la manera como actúa. Buscar al Señor no sólo llena nuestras almas vacías, sino que también acrecienta nuestra hambre de Él cada vez más.

¿Le resulta difícil a usted pasar tiempo con el Señor cada mañana? Los hábitos que duran toda una vida comienzan con pasos pequeños, no grandes, y con resoluciones abrumadoras. Comience hoy, apartando al menos quince minutos en la mañana, especialmente antes de llenarse de una lista larga de compromi-sos. Hágalo durante varios días, y vea si el Señor empieza a satisfacer su alma y a aumentar su hambre de Él.

leer | Salmo 63.1 -8

Busque temprano al Señor

M a r t e s

21 22

w w w . e n c o n t a c t o . o r g | 33

Page 34: EnContacto_APR09MAG

Cómo está estructu-rada la Biblia

V i e r n e s

A veces, la mejor manera para entender un concepto, es estudiar su antóni-

mo. Ayer aprendimos cómo mantenernos jóvenes a medida que envejecemos. Hoy veremos algunas de maneras de envejecer.

Jacob fue un hombre que se hizo viejo a sí mismo viendo sus circunstancias desde una perspectiva negativa. Nuestro pasaje de hoy revela que era un hombre insatis-fecho con su vida. Aunque hay muchas cualidades en Jacob que podemos admirar, ésta no es una de ellas.

Nuestro enfoque determinará nuestro nivel de satisfacción en la vida. Quienes se mantienen jóvenes de espíritu, siempre están buscando evidencias del Todopo-deroso en sus vidas, de las maneras como Él está actuando, proveyendo, amando y guiando. Sin esta perspectiva, el dolor y los problemas de la vida pueden ocupar el primer plano, lo cual puede conducir fácilmente al desánimo y a las quejas.

También podemos envejecernos lle-vando cargas que no tenemos que llevar. Jesucristo invita a los trabajados y cargados a venir a Él para encontrar descanso (Mt 11.28-30). El Señor quiere que llevemos su yugo y le permitamos tomar nuestra carga de problemas y preocupaciones. Nuestro Salvador tiene una solución para cada una de nuestras cargas, y quiere ayudarnos a pasarlas a Él.

¿Qué está usted llevando encima, que está envejeciendo su cuerpo, su alma y su espíritu? Ponga en práctica las soluciones de Jesús; para un espíritu amargado e inflexible: el perdón; para la culpa: la con-fesión; para el remordimiento por pecados cometidos en el pasado: creer que Jesús le ha perdonado; y para la ansiedad: ponerla en manos de Dios, porque Él se preocupa por usted (1 P 5.7).

leer | GéneSiS 47 .7 -9

Maneras deenvejecer

J u e v e s

23[El diablo veterano Escrutopo al diablo novato Orugario]

“Los largos, tediosos y monótonos años de prosperidad o de adversidad en la mediana edad, son un tiempo excelente para hacer campaña. Es que a estas criaturas les resulta muy difícil perseverar. La rutina de la adversidad; el deterioro gradual de los amores y de las esperanzas de la juventud; la callada desesperación (apenas sentida como dolor) de vencer las crónicas tentacio-nes con las cuales los hemos derrotado siempre; la monotonía que creamos en sus vidas, y el ahogado resentimiento con el cual les enseñamos a responder a esto —todo ello ofrece oportunidades admirables para envejecer a un alma mediante el agotamiento.

“Si por otra parte, los años de la ma-durez demuestran ser prósperos, nuestra posición es aun más fuerte. La prosperi-dad une al hombre con el mundo. Siente que está ‘encontrando su lugar’ en él, aunque, en realidad, es el mundo quien está encontrando su lugar en el hombre. Su reputación en aumento; su círculo de conocidos cada vez mayor; su sensación de importancia; la creciente presión del trabajo absorbente y agradable, crean en el hombre la sensación de que la tierra es, en realidad, su hogar, que es precisa-mente lo que nosotros queremos. Nota-rás que los jóvenes están, por lo general, menos dispuestos a morir que los viejos y los de mediana edad”.

—“Cartas del diablo a su sobrino”

Sobre el Envejecimiento C . S . L e w i s

34 | A b r i L 2 0 0 9 e n c o n t a c t o

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Los “reality shows” se han vuelto po-pulares últimamente. En este tipo de

programas, el público es invitado a ver la vida cotidiana de otras personas. Aunque nuestras vidas no tengan tanto drama-tismo o glamour, tienen algo en común con ellas, las nuestras también tienen un público que las observan.

Jesús comparó la vida de los cristianos a una ciudad asentada sobre un monte, que no puede ocultarse (Mt 5.14). Cuando otras nos observan, tienen que ver el refle-jo de Cristo, lo que significa que debemos dejar que el Espíritu Santo se exprese a través de nosotros.

Primero, necesitamos comprender que el propósito de Dios para con nosotros es que seamos como Él. Segundo, debemos leer la Biblia cada día; así conoceremos mejor al Padre celestial y nuestras vidas serán un reflejo claro de Él. Tercero, debemos considerar cómo actuó Dios en el pasado. Ver su fidelidad fortalece nuestra fe y nos capacita para ayudar a otros que se encuentren en la misma situación.

El cuarto paso puede ser perturbador, pero es un consejo sabio. Esté prepara-do y dispuesto a sufrir. Dios utiliza los tiempos de dificultades para atraer a sus hijos. Por eso, si usted está enfrentando ahora circunstancias dolorosas, sepa que el Señor las ha permitido para el crecimiento suyo, la gloria de Él y el consuelo de otros. El reconocer eso le ayudará a rendir su voluntad y sus deseos al plan de Dios. Y, al hacerlo, Él hará que su vida se vuelva un hermoso mensaje.

Piense en su vida pública y en su vida privada. ¿Están ambas glorificando al Señor? Permita que la luz de Dios penetre cualquier “oscuridad” en sus pensamien-tos, palabras o hechos.

leer | mateo 15.13-16

Una ciudad sobreun monte

¿Se ha dado cuenta usted de que nuestra vida dice lo que somos?

Quizás usted considera que su rutina diaria consiste solamente en ir al trabajo, volver a casa, y realizar las tareas diarias. Si es así, puede preguntarse qué mensaje podría estar transmitiendo a las personas que le ven.

La verdad es que cada uno de nosotros comunica algo a los demás por medio de su carácter, acciones y palabras. La vida del cristiano debe ser una expresión de la gloria a Dios, al transmitir, a quienes nos observan, la vital importancia de la verdad divina. Dondequiera que estemos, la luz de Jesús debe resplandecer a través de noso-tros, para demostrar que Él está presente en un mundo de tinieblas. Recuerde que el poder del mensaje de nuestra vida está relacionado directamente con la intensi-dad de nuestra relación con Dios.

Esto no significa, por supuesto, que nuestras vidas tienen que ser perfectas y libres de problemas. Pero nuestras res-puestas y acciones deben demostrar que tenemos un Padre celestial confiable, fiel, perdonador y que está presente. Somos sus embajadores, representando al Salvador ante las personas que encontramos cada día. Nuestras vidas son oportunidades para que los demás vean al Señor en acción, cuando servimos a los demás o mostra-mos paz y confianza, aun en tiempos de dificultades.

Colegas de trabajo, parientes, vecinos y amigos son testigos de nuestra conducta y conversación diarias. Todo encuentro que tengamos, es una oportunidad para mos-trarle a Jesús a alguien. Pídale al Dios que fortalezca su fe y su caminar, para que quienes están a su alrededor no puedan evitar ser atraídos por la luz de Cristo.

V i e r n e s24leer | Juan 13 .34 , 35

Comunicamos con nuestra vida

F i n d e s e m a n a

w w w . e n c o n t a c t o . o r g | 35

Page 36: EnContacto_APR09MAG

29Desde el momento en que nacemos co-

mienza una cuenta regresiva de nues-tra vida. Cada tictac del reloj nos acerca un paso más a nuestra inevitable cita con Dios. Cada uno de nosotros estará de pie frente a Él antes de entrar a nuestro des-tino eterno.

Desgraciadamente, algunos estarán profundamente decepcionados por lo que habrán de recibir. El mismo Jesús advirtió: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre…? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt 7.22, 23).

El único camino para la salvación eterna es la fe en Jesús. En realidad, nuestro pe-cado nos ha separado del Padre celestial. Pero el Hijo de Dios ofrece la solución a este problema universal: Cristo tuvo una vida perfecta, y luego murió como un pecador en la cruz para pagar la deuda que cada uno de nosotros tenía (Ro 6.23). Después de tres días se levantó de la tum-ba, derrotando así la muerte y el mal. Al aceptar su sacrificio a nuestro favor, ya no tenemos que vivir apartados de Dios.

Para recibir este maravilloso regalo, de-bemos simplemente creer en Jesús y en lo que Él hizo. Como resultado, nos con-vertimos en nuevas criaturas (2 Co 5.17), y pasamos a tener una relación personal imperecedera con nuestro Padre celestial.

¿Sabe usted con seguridad dónde pa-sará la eternidad? Es posible que crea que tendrá después tiempo suficiente para pensar en este importante asunto, pero déjeme darle un buen consejo: no espere un minuto más para decidir esta cuestión, porque es posible que ese “después” nunca llegue. Arrepiéntase de su pecado hoy, y siga a Jesús.

leer | apoCalipSiS 20 .11-15

Nuestro citapredestinada

M a r t e s

Las amistades genuinas son un tesoro especial. Sin embargo, el Señor nos

creó para tener relaciones significativas; sin embargo, es difícil florecer si vivimos en el aislamiento. Hemos sido creados para compartir la vida con otras personas, y también para dar y recibir amor.

Las amistades superficiales no satisfacen esta necesidad. Lamentablemente, muchas personas jamás experimentan nada pro-fundo. Es por esto que muchas se sienten solas, aun estando acompañadas.

Lo que algunas personas no entienden, es que toda buena relación exige esfuerzo diligente. Cuando Dios trae a nuestra vida las personas adecuadas, debemos dedicar tiempo y esfuerzos para desarrollar una productiva y correcta relación.

David y Jonatán son un ejemplo de este tipo de amistad, si bien parecía poco probable que pudieran ser amigos, la Biblia nos dice que David era sólo un pastor de ovejas, mientras que Jonatán era un príncipe. Pero, para ellos, el estatus no importaba. Además de ser humildes, tenían un gran respeto mutuo por la fe del otro, y un decidido amor a Israel. Los dos se sentían comprometidos como herma-nos, y compartieron lo que tenían. Por ejemplo, Jonatán le dio a David su manto, una valiosa posesión del hijo del rey, para demostrarle su lealtad (v. 4), y arriesgó incluso su vida y su reputación para salvar a su amigo (1 S 20.27-32).

¿Tiene usted a una persona así, alguien con la cual puede compartir sus alegrías y sus tristezas, sus fortalezas y sus debilida-des? Por fortuna, Jesús es el mejor amigo que podemos tener. Pero Él también desea que desarrollemos relaciones estrechas con los demás. ¿Qué pudiera usted hacer hoy para desarrollar este tipo de amistad?

leer | 1 Samuel 18 .1 -4

Desarrollo de amistades duraderas

L u n e s

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A veces, los cristianos no entienden bien el regalo de la salvación. No se

les da, como piensan algunos, con el pro-pósito de que tener una vida feliz y “color de rosa”. En realidad, Jesús advirtió que debemos esperar tener problemas en esta vida (Jn 16.33).

Sin embargo, nuestro Padre celestial tiene muchas otras razones para querer redimirnos. Además de expresar su gran amor por nosotros, Él también quiere ser glorificado por medio de la vida de sus hijos. Esto sucede cuando sus seguidores se conforman cada vez más a la imagen de su Hijo (Ro 8.29), hacen discípulos en todas las naciones (Mt 28.19) y realizan las buenas obras para las cuales Él nos creó.

Efesios 2.10 afirma: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. El Padre celestial nos bendice a cada uno con capacidades y circunstancias que nos permiten hacer su obra; Él planeó todo esto, aun antes que naciéramos. Además, cuando somos salvos, nos da dones espiri-tuales que se adaptan perfectamente a su propósito para nuestras vidas.

El Señor quiere que descubramos nues-tros talentos y dones espirituales, para que podamos utilizarlos para su gloria. Ésta es la única manera de encontrar gozo y satis-facción verdaderos en este mundo.

¿Está usted sirviendo a Cristo de una forma que utiliza los dones que ha recibido? Si necesita orientación para descubrir sus fortalezas, puede tenerla respondiendo una prueba acerca de los dones espirituales. Averigüe esto en su iglesia, o consiga en la Internet una herramienta de evaluación.

leer | romanoS 12.6 -8

La tarea delcreyente

J u e v e s

Como creyentes en Jesucristo, tenemos la seguridad de nuestra salvación. No

tenemos que temerle a la eternidad, por-que sabemos que moraremos para siempre con el Señor en el cielo. ¡Qué bendición!

Pero la salvación implica más que sólo entrar al cielo. Tiene que ver también con el proceso de ser cada vez más como Jesucristo mientras vivamos en la tierra. Sin embargo, algún día se nos pedirá que demos cuenta de la manera como utiliza-mos las oportunidades, las capacidades y los recursos que tuvimos.

En su parábola de los talentos, Jesús habló de la importancia de invertir sabia-mente todo lo que nuestro Padre celestial nos ha concedido. Dios da a sus hijos diferentes tipos y cantidades de riquezas, dones, bendiciones y circunstancias. Lo que le importa al Señor es la manera como utilizamos eso, no cuánto tenemos. ¿Vivi-mos, acaso, egoístamente, utilizando para nuestro bien y nuestra protección todo lo que Él nos ha dado? ¿O tomamos con generosidad y alegría lo que tenemos, para usarlo en el servicio a los demás? Éstas son las preguntas que los cristianos tendremos que responder en el día del juicio.

Esta rendición de cuentas, por supuesto, no será la base para nuestra eternidad en el cielo (este asunto ya fue resuelto cuando creímos en Cristo), pero seremos recom-pensados por la manera cómo invertimos nuestras vidas.

Piense en las bendiciones que tiene. ¿Cómo utiliza todo aquello que el Padre celestial le ha dado, es decir, el tiempo, las capacidades y el dinero? Cada uno de nosotros deberá decidir cómo vamos a vivir. Nuestra responsabilidad es ser fieles al Dios vivo, haciendo todo lo que Él nos llame a hacer.

leer | 2 CorintioS 5 .1 -10

El juicio de loscreyentes

M i é r c o l e s

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w w w . e n c o n t a c t o . o r g | 37

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