enemigos ciencia - ru.ameyalli.dgdc.unam.mx

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Dirección General de Divulgación de la Ciencia UNAM • Número Actualmente resulta un lugar común se- ñalar a la ciencia como la fuerza princi- pal que ha transformado al mundo y a la sociedad occidentales, sobre todo a par- tir del siglo XVIII y hasta nuestros días. En- tre los siglos II y XVI la influencia principal la ejerció la iglesia católica, apostólica y romana, con su autoridad absoluta en asuntos tanto religiosos como políticos y sociales. El resquebrajamiento de esta autoridad, debido a la aparición de la reforma y de la iglesia protestante, co- incide con el renacimiento y en cierta forma lo permite y patrocina, hasta des- embarcar en la revolución científica dos siglos más tarde. Según Butterfield: Como esta revolución ha sido la que echó abajo la autoridad de que go- zaban en la ciencia no sólo la edad media, sino también el mundo an- tiguo acabó no solamente eclip- sando la filosofía escolástica, sino también destruyendo la física de Aristóteles, cobra un brillo que deja en la sombra todo lo acaecido des- de el nacimiento de la cristiandad y reduciendo al renacimiento y a la reforma a la categoría de meros epi- sodios, simples desplazamientos de orden interior dentro del sistema del cristianismo medieval. Es natural que una fuerza tan poderosa y tan influyente como la ciencia tenga no sólo amigos, sino también enemigos. A los amigos de la ciencia me referiré en otra ocasión, pues en ésta deseo revisar brevemente algunos de los aspectos más generales de sus enemigos. Cuando el ímpetu del pensamiento científico empezó a sentirse en la estruc- tura de la sociedad, las fuerzas que hasta entonces habían conservado la hegemo- nía y el poder opusieron toda su resisten- cia (que no era poca) a la intrusa. Surgieron entonces los conflictos entre la ciencia y el sistema feudal de organiza- ción social, entre la ciencia y la religión. Aunque todavía quedan polvos de aque- llos lodos, esos no son los enemi- gos de la ciencia que me interesa mencionar ahora, sino los contem- poráneos, los que son peculiares al final del siglo XX y principio del XXI. Creo que los enemigos actuales de la ciencia son de dos tipos, los de «fuera» y los de «dentro». Los enemigos de «fuera» son los que pa- trocinan, apoyan o simplemente simpatizan con el movimiento anticientífico y que tanto profesio- nal como intelectualmente nunca han formado parte del gremio de la ciencia. En cambio, los enemigos de «dentro» son (o pretender ser) cientí- ficos profesionales que proponen o aceptan una imagen falsa, descasta- da o incompleta de la ciencia. Voy a referirme con un poco más de deta- lle a cada uno de estos dos grupos. ciencia Los enemigos de la 1 Quien no entiende a la ciencia y su forma de trabajar puede desvirtuarla. sorprendentemente, algunos de estos «enemigos» se encuentran dentro del sistema científico.

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Dirección General de Divulgación de la Ciencia� UNAM • Número ��

Actualmente resulta un lugar común se-ñalar a la ciencia como la fuerza princi-pal que ha transformado al mundo y a lasociedad occidentales, sobre todo a par-tir del siglo XVIII y hasta nuestros días. En-tre los siglos II y XVI la influencia principalla ejerció la iglesia católica, apostólica yromana, con su autoridad absoluta enasuntos tanto religiosos como políticos ysociales. El resquebrajamiento de estaautoridad, debido a la aparición de lareforma y de la iglesia protestante, co-incide con el renacimiento y en ciertaforma lo permite y patrocina, hasta des-embarcar en la revolución científica dossiglos más tarde. Según Butterfield:

Como esta revolución ha sido la queechó abajo la autoridad de que go-zaban en la ciencia no sólo la edadmedia, sino también el mundo an-tiguo acabó no solamente eclip-sando la filosofía escolástica, sinotambién destruyendo la física deAristóteles, cobra un brillo que dejaen la sombra todo lo acaecido des-de el nacimiento de la cristiandad yreduciendo al renacimiento y a lareforma a la categoría de meros epi-sodios, simples desplazamientos deorden interior dentro del sistema delcristianismo medieval.

Es natural que una fuerza tan poderosay tan influyente como la ciencia tenga nosólo amigos, sino también enemigos. Alos amigos de la ciencia me referiré enotra ocasión, pues en ésta deseo revisarbrevemente algunos de los aspectos másgenerales de sus enemigos.

Cuando el ímpetu del pensamientocientífico empezó a sentirse en la estruc-tura de la sociedad, las fuerzas que hastaentonces habían conservado la hegemo-nía y el poder opusieron toda su resisten-cia (que no era poca) a la intrusa.Surgieron entonces los conflictos entre laciencia y el sistema feudal de organiza-ción social, entre la ciencia y la religión.Aunque todavía quedan polvos de aque-llos lodos, esos no son los enemi-gos de la ciencia que me interesamencionar ahora, sino los contem-poráneos, los que son peculiares alfinal del siglo XX y principio del XXI.

Creo que los enemigos actualesde la ciencia son de dos tipos, losde «fuera» y los de «dentro». Losenemigos de «fuera» son los que pa-trocinan, apoyan o simplementesimpatizan con el movimientoanticientífico y que tanto profesio-nal como intelectualmente nuncahan formado parte del gremio de laciencia. En cambio, los enemigos de«dentro» son (o pretender ser) cientí-ficos profesionales que proponen oaceptan una imagen falsa, descasta-da o incompleta de la ciencia. Voy areferirme con un poco más de deta-lle a cada uno de estos dos grupos.

ciencia Los enemigos de la

1

Quien no entiende a la ciencia y su formade trabajar puede desvirtuarla.sorprendentemente, algunos de estos«enemigos» se encuentran dentro delsistema científico.

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Los integrantes del movimiento anti-científico contemporáneo forman un con-junto heterogéneo de enemigos. Unabuena parte de ellos son personas bienintencionadas pero mal informadas; al-gunas se han dejado convencer por la ca-ricatura del científico «diabólico» quedesea conquistar al mundo (tan explo-tada en la televisión y otros mediosigualmente infantiles) y acusan a laciencia de haber desarrollado la bom-ba atómica, de ser responsable de la

contaminación y destruc-ción del medio ambiente,así como del desenfreno ydeshumanización de lavida actual. Otros más ob-jetan el carácter materia-lista y determinista de lafilosofía científica y la acu-san de rechazar los valo-res tradicionales de unaética trascendental. Fi-nalmente, quedan quienesaceptan que la ciencia tie-ne algunos aspectos positi-vos, pero que ha corridomás aprisa que la capacidaddel hombre para controlar-la y se declaran partidariosde una moratoria, de uncompás de espera en elavance científico para dar-le tiempo a la humanidada adaptarse mejor a lasnuevas formas de vida quepropicia.

Aunque no hay ene-migo pequeño, pocos

de los enemigos de «fuera» de la cien-cia representan un verdadero peligro parasu crecimiento saludable e influencia be-néfica permanente en la transformaciónde nuestras vidas. En cambio, los enemi-gos de la ciencia que funcionan desde«dentro» de ella son extremadamente pe-ligrosos y requieren identificación tempra-na, vigilancia continua y oposiciónpermanente. Se trata de los seudocien-tíficos y funcionarios que, disfrazados deamigos y protectores de la ciencia, ha-blan siempre en favor de la ciencia «apli-

cada» y en contra de la ciencia «pura»;de los que únicamente conciben a laciencia como madre de la tecnología, delos que sólo ven a la ciencia como fuen-te de soluciones prácticas para los «pro-blemas nacionales». Estos «amigos» dela ciencia quisieran verla convertida enun instrumento puramente utilitarista, enuna actividad sujeta a análisis de costo-beneficio económico, en una caja negradonde por un lado se introduce un pro-blema y por el otro sale una solución,con resultados intermedios programadosy calendarizados. Los aspectos más im-portantes y valiosos de la ciencia para elhombre, como son la liberación de pre-juicios oscurantistas a través del conoci-miento de la naturaleza y de sí mismo,permitiéndole una vida más natural y másde acuerdo con su verdadero sitio en elorden de las cosas, así como proporcio-narle la aventura intelectual más estimu-lante para niños y adultos que existe eneste mundo, son ignorados por estos ene-migos de la ciencia. Por eso es que loscientíficos debemos cuidar celosamentela virtud y pureza de nuestra disciplinay evitar que se transforme en lo que susenemigos de «dentro» quieren que sea:una prostituta.

Ruy Pérez Tamayo es patólogo, profesoremérito y jefe del Departamento deMedicina Experimental de la Facultad deMedicina de la UNAM. Es también unode los científicos mexicanos que más sehan preocupado por reflexionar y educaracerca de la naturaleza e importancia dela ciencia.

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por Sergio de Régules

La revista para divulgadores Secreciones delIndigest acaba de añadir a su lista de seccio-nes fijas una muy útil, que es pariente cercanade la gustadísima «Citas citables» de conoci-da publicación de nombre similar. Se titula «Te-mas temables» y contiene sugerencias de temaspara ponencias en congresos.

Como se sabe, «Citas citables» está hechapara el ciudadano que, sin tiempo para leer(ni interés), gusta de todos modos de aderezarsu discurso con frases ajenas porque su mamále dijo que daba postín. «Citas citables» le aho-rra el esfuerzo de leer todos esos mamotretosinsufribles donde las anheladas citas se en-cuentran como pepitas de oro en veta escasa.¡Qué comodidad!

«Temas temables» hace lo mismo por el afa-noso divulgador que, sin tiempo para pensar(ni interés), gusta de todos modos de ir a con-gresos, sobre todo si paga la institución dondetrabaja. «Temas temables», empero, va más le-jos que «Citas citables», pues propone tam-bién abstracts completos sobre los que eltaimado divulgador puede elaborar. O bien,mediante el pago de una lana, se puede soli

citar a Secreciones del Indigest el guión y hastala presentación en Power Point. He aquí algu-nos ejemplos.Efecto de la muerte en la productividad del di-vulgadorSagan, Gould, Haldane. Éstos son nombres queasociamos naturalmente con la productividaddivulgativa. Sin embargo, estos personajes handejado de producir divulgación de calidad. ¿Porqué? Una posible respuesta, que el autor explo-ra en esta ponencia, es que están muertos. Enesta ponencia el autor demuestra heurística-mente que morir afecta gravemente la producti-vidad de un divulgador, resultado que quizápueda extenderse sin muchas modificaciones aotras actividades.El problema de la divulgación en un país dondela gente cree estupidecesAmigos, romanos, compatriotas, prestadme oí-dos. ¿Por qué no goza la divulgación de apoyoen mi tierra, el país de ****? Yo os lo diré. Por-que sus habitantes, ¡pobres necios!, todavíacreen en las tonterías oscurantistas del pasado.Por lo tanto, compadecéos de mí, cuyas subli-mes margaritas divulgativas son pasto de loscerdos abyectos. ¡Ay, ay, ay! (Snif...)Quién es quién en la divulgación, o Vacas sa-gradas y bueyes profanos¿Qué es divulgación?, dices mientras clavas enmi pupila tu pupila azul. ¿Qué es divulgación?¿Y tú me lo preguntas? Divulgación somos tú yyo. Los demás son unos farsantes y unos incom-petentes.

Hasta aquí una pequeña dosis de «Temastemables». Sepan los posibles usuarios que larevista no se hace responsable de lo que pue-da acontecer al divulgador que a su sombra secobije.

��������������Temas temables

Dicen por allí que no hay nada peor quetrabajar donde se tengan parientes, por-que se hace uno de enemi-gos gratuitos. Puedo decirque en mi caso la experien-cia había sido siempre posi-tiva, y no puedo negar que elque me confundan con mihermana Ana María SánchezMora haya sido divertido yhasta ventajoso para mí. Mehan pedido autógrafos por cosas queno he escrito y he recibido felicita-ciones que no me correspondían; in-cluso, cuando he tratado de aclararlas cosas, he pasado por una perso-na excesivamente modesta. No faltaquien compare insistentemente lafoto que aparece en la portadade sus libros con mi propia per-sona, pero pocos pueden decirque no somos la misma, porquees sabido que en las fotos, losautores aparecen bien peinadosy con pose intelectual y no se vensudorosos y desaliñados comocuando dan conferencias y se pre-sentan después de un cansadoviaje frente a un auditorio atestado y bajolas altas temperaturas que provocan los re-flectores y el proyector de acetatos.

Sin embargo, de un tiempo para acá medesagrada que me mencionen el parentesco.

Todo empezó cuando me invitaron (in-sistentemente) a dar una conferencia enVillahermosa, Tabasco.

El asunto comenzó a inquietarme cuan-do noté que la amabilísima persona quefue a recogerme al aeropuerto portaba uncartel con el nombre de mi hermana. ¿Leharé ver el error?, fue mi primer dilema...¿Y si lo ofendo al hacerle ver que me con-fundió? ¿Y si les echo a perder el evento

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que tienen programado con otra perso-na? ¡¿Y si no me invitaron a mí?!, penséasustada.

Finalmente opté por aclararlo. La per-sona amable me miró extrañada, pero en-seguida cambió su expresión dudosa poruna franca sonrisa. Cuando añadió «peroclaro que la invitamos a usted». Me que-

dé tranquila.

La siguiente duda me asaltócuando me instalaron en un cómo-do hotel aunque en un cuarto parafumadores, aunque yo, a diferen-cia de mi hermana, no fumo. Aun

así, opté por pensar que se trataba de unacasualidad y no di más importancia alasunto. Pero cuando en lugar de tener quehablar (como se me había dicho por telé-fono) frente a unas 30 personas, me lleva-ron a un enorme y atestado planetario,comencé a asustarme.

Nunca supe si el calor o la interrup-ción de la siesta tropical me hicieron ba-tir mi propio récord de poner al auditorioen brazos de Morfeo antes de mis regla-mentarios 45 minutos, pero muy prontonoté caras aburridas en las casi 500 per-sonas allí presentes, lo que me hizo pen-sar que quizá no estaban oyendo la

conferencia que esperaban. Sin embargo,tampoco me preocupé demasiado, por-que los divulgadores conferencistas,como yo me clasifico para evitar el feotérmino de divulgador oral, solemos es-tar sujetos a la eventualidad de que noscambien al público en el último momen-to. Es bastante común que, si nos han in-vitado a hablar frente a especialistas enevolución acerca de las polémicas

saltacionistas, no lleguen tales es-pecialistas sino niños de tercerode primaria y, por pena de dejar-los plantados, acabemos hablán-

doles como podamos dedinosaurios. En el casocontrario, cuando nos haninvitado originalmente a darla conferencia a niños deprimaria, somos nosotroslos que damos pena.

Lo que antes les relataba sobrela experiencia tabasqueña hubie-ra pasado simplemente a formarparte de mi anecdotario de di-vulgadora, pero pronto dejé dereírme con el posible equívocoal asaltarme una espantosa duda.

Al día siguiente de mi regreso de Villaher-mosa, buscando ciertos documentos en-tre unos papeles viejos, me encontré conunas partituras de Michael Haydn, herma-no del famoso y reconocido compositorJoseph Haydn. Al hojearlas recordé a unantiguo maestro de música con quien to-cábamos en una pequeña orquesta, quienantes de ensayar alguna obra de este au-tor solía decir: ¡toquemos ahora una pie-za de Haydn «el malo»!

El fin del sistema de que gobernó a nuestropaís por 70 años no ha logrado erradicarel nepotismo, al menos en la comunidadde divulgadores, como lo muestra estesimpático texto.

Carmen Sánchez Mora es bióloga ydoctora en enseñanza de la biología. Sededica a la divulgación y enseñanza dela ciencia desde hace 20, y es subdi-rectora de Estudios y Formación en Di-vulgación de la Ciencia de la DGDC.

Divulgación y nepotismoCarmen Sánchez Mora

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por Martín Bonfil Olivera

no divulgarás

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En su escrito «El herrero y el biólogo», Jorge Wagensberg muestra, conla claridad a que nos tiene acostumbrados, que la democratización dela cultura científica es una necesidad social. Señala también dos obje-tivos «alcanzables, y a lo mejor ya no aplazables» para la divulgacióncientífica: la comprensión pública de la ciencia y la generación deopinión pública sobre la misma.

Me gustaría añadir una tercera meta: la apreciación pública de laciencia.

Está más o menos claro qué es la comprensión pública. La aprecia-ción, por su parte, no necesariamente implica que el ciudadano gustede la ciencia o esté siempre de acuerdo con sus avances (aunque escierto que muchas veces esto es lo que, implícita o explícitamente,y a veces hasta inconscientemente, se busca con la divulgación,sobre todo la que hacen los investigadores científicos).

La apreciación de la ciencia sí requiere que el público, al me-nos, valore su indudable importancia en el mundo actual, y seaconsciente de que, apoyándola o cuestionándola, todo ciudada-no debiera ocuparse de asuntos relacionados con la ciencia ytener una opinión al respecto, fundamentada en una culturacientífica. Cuando se logra esto último, obtenemos la opinióncientífica que pide Wagensberg, y se puede decir que talciudadano es ahora (al menos en principio) responsable delrumbo que la ciencia toma en su sociedad: hay una respon-sabilidad social respecto a la ciencia. (Algo equivalente su-cede, claro, con la cultura y la responsabilidad políticas delos ciudadanos.)

Estas tres metas: apreciación, comprensión y lo que po-dríamos llamar responsabilidad pública sobre la ciencia for-man una triada que cubre todos los posibles motivos ofinalidades que pueda tener un divulgador científico. Almismo tiempo, nos ayudan a distinguir los niveles quepresentan nuestra labor y nuestros públicos.

En efecto: no es lo mismo comprender algo que apre-ciarlo; y no se puede tener una opinión responsable dealgo que no se comprende. Pero no todos los públicospueden acceder directamente, digamos, a tener una opi-nión científica. Pensemos en un público infantil: qui-zá, en una primera etapa, baste con lograr que lleguea apreciar la importancia de la ciencia, y se acerqueasí más a tener una comprensión de la misma. Conel tiempo, quizá llegue a ser un ciudadano científi-camente culto, consciente y participante. No todaslas tres metas son pertinentes para todos los distin-tos públicos en todo momento.

Al definir el rumbo y la estrategia a seguir paraquienes realizamos actividades de divulgacióncientífica (individuos e instituciones), estas tresmetas pueden quizá servir como útiles ejes orienta-dores. O al menos, como detonadores para unamayor discusión que aclare el panorama.

Tres metas para la divulgación

conozcámonos

Demócrito dijo que «prefería conoceruna sola causa que ser rey de Persia».Esa es también la idea común que une alvariopinto grupo que el 13 de enero de2003 llegó a la Sala Juárez del museoUniversum, con el deseo de algún día serdivulgadores y compartir ese gran privi-legio que es participar en la exploracióndel universo.

No iba a ser fácil: desde el primer díaGerardo Hernández echó por tierra nues-tras convicciones sobre lo que creíamosque era la ciencia. Refutó cuanto para-digma poseíamos y sembró en nosotrosel escepticismo indispensable para todoaquel que quiera navegar el mar del co-nocimiento.

El doctor Luis Estrada provocó en no-sotros un gozo constante, profundizan-do en los descubrimientos científicostanto del pasado como de esta épo-ca. Nos dejó convencidos de que elviaje mismo, y no sólo la gran con-quista, es lo que da plenitud a lavida humana.

La ambición de divulgar la cien-cia no es cosa nueva; con MaríaEmilia Beyer sobrevolamos eltiempo y vimos cómo y porqué lo hizo Galileo, los logrosde la Royal Institution, lasambiciones enciclopedistasde Diderot, las salas de té

de Emilie du Chatelet, y la difícil ta-rea de Alzate y Bartolache en el Méxicocolonial. Nuestras aspiraciones de divul-gar en algún momento recibieron lainfluencia de Carl Sagan, Stephen JayGould o Peter Atkins.

«No hay palabra inocente», dijoLourdes Berruecos. ¡Y nosotros que creía-mos que sabíamos escribir! Hubo quepensar dos veces el significado de cadapalabra, delante y detrás de qué se colo-caba ésta, con qué signo de puntuaciónla precedíamos, cual lo sucedería, y cuálera inútil; en qué forma haríamos que esta

principio y una

despedida¿

¡

Un

Gertrudis Uruchurtu

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Palabras pronunciadas en la clausura deloctavo Diplomado en Divulgación de laCiencia de la DGDC.

,

palabra provocara cierto efecto o el con-trario... todo esto con la intención de, pormedio de la palabra, inducir y reforzarvalores, conductas, actitudes o creencias.

Más adelante, Rolando Ísita señaló laimportancia de dirigirse a los sentimien-tos de un público específico para lograr-lo. María Trigueros nos obligó a recrearideas y conceptos, molerlos y tamizarloshasta que pudieran ser digeridos y asi-milados por el público para quien se di-vulga.

A estas alturas ya contábamos con he-rramientas para intentar divulgar, perocon Gloria Valek hicimos conciencia delo inútil que resultaría nuestro trabajo sino lográbamos antes cautivar al audito-rio con una chispa de creatividad. Noimporta qué bien redactado esté nues-tro trabajo, qué bien explicados esténlos conceptos, ni qué magníficamen-te hayamos logrado la recreación, sino tienen la belleza, el ingenio o lasutileza que atrape a alguien paraleerlo con gusto. A Gloria le costótrabajo convencernos de que la creativi-dad no sólo es un talento con el que senace, sino que hay que trabajar para en-contrarla.

Y si quieres ser divulgador, deja queJuan Tonda te aterrice en la realidad dela industria editorial. Antes de conocerlono habíamos pensado que requeríamosde un cierto papel, de una cierta tinta,de una cierta tipografía y una cierta en-cuadernación. Que sin un buen diseñográfico nuestro trabajo se va a pique yque, por prosaico que nos resulte, tene-mos que pensar en quién lo publicite ylo distribuya.

La fuerza histriónica, el dinamismo yla personalidad del maestro, nos lleva-ron a sentir la presión de la mesa de re-dacción de un periódico. Tiempo parainvestigar limitado, tiempo para verificarlimitado; número de caracteres limitado.Javier Crúz demostró que es posible, bajo

este estrés, hacer periodismo de ciencia:mediante un razonamiento riguroso, in-formar para que el lector decida.

El rigor de Martín Bonfil nos mantuvotrabajando a un ritmo sin pausas. Nuestramente cada día era más crítica y más ana-lítica... ¿Lograríamos algún día escribircomo todos aquellos que han podido con-juntar belleza de lenguaje y claridad enla explicación con metáforas creativas?¿Lograríamos transitar del texto didácticoa la literatura?

Y si bien dicen que el movimiento sedemuestra andando, la divulgación sedemuestra escribiendo. Sergio de Régulesnos ha puesto a escribir. Una vez que es-cribiste, busca la palabra inútil y elimína-la; el término rebuscado y cámbialo; sigueel camino más corto para lograr la expli-cación, revisa cuántos adjetivos has em-pleado: ¿realmente son necesarios?Trabajar con Sergio fue una tortura a lavez que un deleite.

Y ahora, ¿qué? Una mezcla de senti-mientos por la disolución del grupo es-pléndido que formamos; porque nossentíamos parte de Universum, de la re-vista ¿Cómo ves? y de la DGDC; porqueañoraremos el magnífico equipo de maes-tros que hemos tenido. (Fíjense que aquíno he podido prescindir de los adjetivos.)

En manos de cada uno de nosotros estállegar a ser divulgadores de la ciencia. Losmedios para lograrlo se nos han dado enabundancia.

Muchas gracias.

,

Gertrudis Uruchurtu es química farmacéu-tica bióloga y fue maestra de química anivel secundaria y preparatoria por 30años, ahora jubilada. Cursó el octavo Di-plomado en Divulgación de la Ciencia dela DGDC y ha publicado varios artículosen ¿Cómo ves?Comentarios: guruchurtu@yahoo�comComentarios: guruchurtu@yahoo�comComentarios: guruchurtu@yahoo�comComentarios: guruchurtu@yahoo�comComentarios: guruchurtu@yahoo�com

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Todo lo que se pueda decir, puede serdicho claramente; donde uno no pueda

hablar, debe mantenerse en silencio.Ludwig Wittgenstein

La divulgación de la ciencia se ha con-vertido hoy en objeto fundamental de lasestrategias políticas para el desarrollo delos países en todo el mundo. Frecuente-mente, buen número de comités de lasNaciones Unidas, la Unión Europea y di-versas instituciones públicas y privadas dediferentes países han señalado que comu-nicar los conocimientos científicos alpúblico general de manera clara y com-prensible debe ser considerada una im-portante prioridad.

Nuestras sociedades contemporá-neas, fuertemente fundamentadas enlos avances tecnológicos, exigen con-sistentemente un sólido conocimientocientífico y tecnológico en aquellos quedesean ser considerados ciudadanos. Porello, no podemos considerar que la de-mocracia se haya alcanzado plenamen-te si no podemos garantizar que la gentetenga cierta comprensión de las estrategiascientíficas más importantes, así como unalto nivel de conocimiento de la experien-cia tecnológica.

El Premio Kalinga a la Divulgación de laCiencia fue otorgado al profesor StefanoFantoni (Italia) durante ceremonia en lasoficinas de la UNESCO en París el 19 deoctubre de 2001. He aquí el texto deldiscurso del premiado. Traducción deLena García.

La ciencia en peligro de

Ideas

muerte:divulgar la ciencia en el tercer milenio

No sólo eso. Muchos recientes even-tos sensacionales, como los debates acer-ca de las aplicaciones de la modernabiotecnología o la contaminación elec-tromagnética, o aquellos sobre el medioambiente global o la enfermedad de

Creutzfeld-Jakob, hanmostrado la importan-cia de una literaturacientífica al alcancedel público general.Pero más que esto,han demostrado quehay una necesidad de

verdadera interacciónentre la comunidad cientí-

fica y los demás componentes de nues-tra sociedad, y que ésta debe ser de dosformas: bidireccional y basada en eldiálogo.

En el siglo XXI, divulgar la ciencia noes sólo una opción democrática y

filantrópica; es más bien una concreta ne-cesidad de nuestra sociedad.

De hecho, nuestra sociedad parece su-frir una especie de esquizofrenia en rela-ción con la ciencia. Por un lado, muchagente cree que la barrera dialéctica delfuturo se dará entre aquellos que cono-cen y aquellos que no, en vez de entrericos y pobres. Incluso, algunas veceshemos visto cómo se usa la cienciainapropiadamente para dar crédito a algoque no tiene que ver con ella. Así, la cien-cia es la verdad. Por el otro lado, tam-bién se da un difundido sentimiento deinquietud, si no de miedo, por el grandesarrollo que puede ofrecer. Así, la cien-cia es también peligro.

Más que deberse a un deficiente nivelen la divulgación científica cotidiana,creo que la paradoja planteada manifiestade hecho una peligrosa tendencia ennuestra sociedad, que puede incluso de-

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avanzada, pero transmitirsólo información. Estoequivale a decir que, yaque estamos perdiendopiernas, brazos y la per-cepción de nuestro cuer-po en general, tambiéndebemos perder la capa-cidad humana de obser-var, escuchar y preguntaracerca del mundo. Estaactitud, que nos lleva cadavez más a un modo de vidasencillo y confortable, enlo inevitable, me recuerdaa Dédalo, que obedeció alrey Minos y después sevolvió su víctima.

Todo esto nos dice quela divulgación científicano solamente es funda-mental para el desarrollode políticas relativas a laciencia todo el mundo ypara alcanzar una comple-ta democracia en nuestrassociedades, sino tambiénpara mantener viva a laciencia. Así, es deber delos científicos el com-partir de manera clara larelevancia de sus investi-gaciones con todo el pú-

blico, sea de forma directa o indirecta, através de los divulgadores de la ciencia.Y esto, también en nombre de la supervi-vencia de la ciencia.

Sin embargo, no es suficiente divulgarlos contenidos científicos, que eventual-mente señalan sólo los grandes descubri-mientos. Debemos divulgar también lacultura científica y sus metodologías. Te-nemos que romper los prejuicios que gi-ran alrededor de la ciencia, vista comoinfalible, inalcanzable y pura. La verda-dera fuerza de una cultura científica, yde la cultura en general, se sostiene ensu falta de pureza, en su ser constante-mente contaminada con ideas, modas ycríticas al no poner límite a la influenciade culturas, comportamientos, costum-bres y lenguajes que pueden ser muy di-

ferentes entre ellos. Todo esto favorece lacreatividad en la ciencia. No hay nada, oal menos, no debería de haber algo, me-nos ideologizado que la cultura científi-ca, y al mismo tiempo nada es másuniversal que ella. Queremos mostrar ala gente que la universalidad del conoci-miento surge no a partir de una supuestapureza, sino más bien por su manera demirar al mundo, por la libertad de su bús-queda dentro de un rígido racionalismoy, en la realidad, de la constante auto-crítica. Parafraseando a Bertolt Brecht,«¡Tu maestro no olvida que eres lo queeres porque dudaste de tus maestros!».

De esa manera, universalidad, crítica,conocimiento integral, relevancia de la in-vestigación básica, investigación inicial ala que aún no se le ve aplicación prácticainmediata, observación de las diferentesculturas, consideración de la historia yatención dirigida no sólo a los aspectostécnicos de los científicos sino también alos culturales. Éstos son los temas que undivulgador de la ciencia debe divulgar,junto con una exposición clara y al mis-mo tiempo correcta de los conceptos fun-damentales de la ciencia acerca de la cualescribe.

Esto es lo que mis colaboradores, tantocientíficos como divulgadores, intentanenseñar junto conmigo a nuestros estu-diantes de la Escuela de Comunicaciónde la Ciencia en Trieste. Y creo que estofue lo que la UNESCO tomó en considera-ción para premiarme con el prestigiadopremio Kalinga.

bilitar la libertad de acción de los inves-tigadores científicos y, en consecuencia,de la ciencia en sí. Parece que lo atracti-vo en la ciencia ya no es ser una granactividad intelectual, una búsqueda con-tinua del ser humano por representar ypronosticar la naturaleza, sino lo quepuede producir en términos de control,y por ello en términos de poder, de laespecie humana, sobre todo lo que la ro-dea y sobre sus semejantes.

Debemos recordar que, después detodo, la cultura científica es un acciden-te en la historia de la humanidad: pue-de morir si no nos preocupamos pormantenerla viva. Cuando celebramos elsobresaliente éxito de nuestra ciencia, de-sarrollada originalmente en las costas me-diterráneas, olvidamos generalmente quela ciencia ha experimentado tiempos mu-cho menos gloriosos. La famosa cienciahelenística, generada en la costa de AsiaMenor, en el mar Jónico, con Tales, mu-rió en Alejandría seis o siete siglos des-pués. Dejó sólo pocas y tímidas huellasde su enorme éxito, para iniciarse denuevo alrededor de los siglos XIV y XV,cuando la ciencia árabe-islámica carac-terizó la segunda era científica que el Me-diterráneo haya experimentado.

Así, la ciencia puede morir. Nuestraquerida ciencia, con sólo cuatro siglos deedad, puede morir, y esto puede sucederno de manera espectacular o catastrófi-ca, sino simplemente transformándose sinque nos demos cuenta. Y paradójicamen-te, está amenazada por su propio éxito.Se ve inevitablemente amarrada a los fun-damentales éxitos tecnológicos que hagenerado. Nuestra capacidad técnicacontemporánea ha crecido en detrimen-to de una comprensión profunda de losmecanismos que gobiernan la naturale-za. Hoy día, en muchas áreas somos ca-paces de hacer muchas más cosas quelas que realmente entendemos.

Varias personas, incluidos algunoscomunicadores de la ciencia, creen queel tiempo del conocimiento ha pasado.Según ellos, lo que debemos hacer es so-lamente transmitir información de la ma-nera más eficiente, precisa, técnica y

Stefano Fantoni trabaja en la EscuelaInternacional de Estudios Avanzados,Trieste, Italia.

por Hércules Delgadillo

La columna de Hércules

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Julia Tagüeña PargaDirectora General

Juan Tonda MazónSubdirector de Medios de Comunicación

Martín Bonfil OliveraEditor

Adriana Elisa EspinosaCoeditora

Ma. del Carmen MercadoDiseño original

Lourdes Arenas BañuelosNemesio Chávez ArredondoSergio de RégulesJuan Tonda MazónAline Guevara VillegasRedacción

Alejandra [email protected]ño y diagramación electrónica

El muégano divulgador, boletín mensual editadopor la subdirección de medios de comunicaciónde la Dirección General de Divulgación de laCiencia de la UNAM; 3er. piso de Universum, zonacultural de CU, Coyoacán. Tel: 5622-7292 y 93. E-mail:[email protected]

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EL MUÉGANO

DIVULGADOR

A menudo escucho por ahí (no sin cierta dificultad, pues ami edad la sordera es una compañera constante) que ha-cer divulgación para infantes es una labor de las más difí-ciles tanto por la responsabilidad que comporta cuanto porla serie de requisitos pediátricos a los que debe sujetarse.

A lo largo de mi vida profesional, he evitado cuanto meha sido posible llevar a cabo tan ingrata tarea. Sin embar-go, en alguna época y por razones de mera subsistencia,hube de colaborar con la revista Centellita, de modo quetengo la experiencia suficiente para compartir algunos con-sejos con mis jóvenes colegas. Helos aquí:

1) Los niños requieren 99 por ciento de ilustración y 1por ciento de texto; dicho texto sólo lo leen los adultos, demodo que diríjanse a ellos.

2) Por lo antes dicho, eviten los diminutivos, los califica-tivos insulsos y las comparaciones pueriles del estilo «loscuarcs son como increíbles pelotitas de colorcitos».

3) Si la mascota familiar pertenece a los cánidos o si lasmoscas aletean 64 mil 238 veces por segundo, es algo quea ningún niño le importa.

4) Una criatura jamás se lavará las manos antes de co-mer motivada por el dibujo de una bacteria horrible, ame-nazadora y con dientes picudos; lo único que se conseguirácon ello serán pesadillas y eneuresis. Saquen sus conclu-siones.

5) Jamás se despertará una vocación científica repartien-do paletas que digan E = mc2 en la envoltura; los niñossiempre tiran la basura en el suelo.

6) Si se ven obligados a hablarles de sexo a los niños, noempiecen por la sífilis ni por la anticoncepción; tampocoles mientan aludiendo al «amor que se tienen suspapacitos». Con los niños hay que ser francos y directos:seis horas diarias de televisión hacen maravillas.

7) Nunca consulten a Piaget ni a Gessell, ni a ningúnotro pedagogo; lo que dicen jamás se aplica a niños decarne y hueso, sino a ratas de laboratorio.

por Opina Peralta

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por Opina Peralta

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Hay amigas, ahora sí estoy de lo más tris-te, fíjense que hace un tiempo mi maridoy yo fuimos invitados a la inauguraciónde la exposición de los 50 años del ADN

en Universum pero yo le dije que fuéra-mos al evento social de mi amiguitaChuchita Frustradilla, y aquí entre nos, es-tuvo de lo más aburrido y no sirvieron esosbocadillos que tanto me gustan, esos que

son de lo más elegante y que satisfacen has-ta el paladar más exigente, como el de mi

marido. Yo le insistí en ir con Chuchita y él medecía, en Universum podrás visitar a tus otras

comadres y de paso recordar cómo Watson y Crickdescubrieron la molécula más bella del mundo.Ahora me arrepiento mucho porque el otro día le-

yendo mi horóscopo en mi periódico favorito, no esque crea en esas cosas de la astrología pero a veces me

divierten sus supuestas predicciones, me encontré con unafotografía de Julia Tagüeña, actual directora de la DGDC, y

junto a ella ese guapo muchacho de la radio, Enrique Ganem.¡No lo podía creer, en la sección de sociales habían publica-do una serie de fotografías maravillosas de los asistentes a lainauguración de la exposición de los 50 años del ADN! Losdivulgadores aparecen muy elegantes y se ve que se divirtie-ron mucho, parecen todas unas luminarias de esas de la tele.

En una fotografía hasta salió una de mis amiguitas, estoy se-gura que es ella, porque la foto se la tomaron a la linda chicaque impartió la conferencia de la Historia del ADN, una chicamuy jovencita que se tiene un nombre bastante peculiar, Aratxi,y mi amiguita aparece en el fondo de la foto, la reconocí porsu pelo, está de perfil pero sé que es ella. Varios de losdivulgadores aparecen con sus copas de vino y, por sus carasde felicidad, supongo que ahí sí sirvieron los bocadillos quetanto me gustan y que recuerdo siempre sirven con eleganciaen Universum.

Así que la próxima vez que mi marido, tan culto que es,vea por ahí alguna inauguración, homenaje, presentaciónde libro o premiación de divulgación de la ciencia, estaréen primera fila, eso sí, vestida con el último grito de lamoda, por si me fotografían junto a las luminarias de la

divulgación.Se despide su amiga Opina. ¡Provechito!

Sorpresa

Periodística

Piscolabis

«La imaginación es más importante que el

conocimiento»

Albert Einstein

Así que, como ven, laórbita de los planetas eselíptica.

¿Qué esuna órbita?

¿Qué esun planeta? ¿Que es

elíptica?

H en gaussHumor involuntario

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La batalla cuesta arriba de Johannes Kepler

El orden interno de los átomos de un cristal puede in-fluir positivamente en su entorno, asegura Gondhi Ro-sas Ortiz, especialista en cristaloterapia por el CristalAwareness Institute.

Sin duda, la piedra más famosa por sus efectos tera-péuticos el es cuarzo, que son (sic) acumuladores de ener-gía solar.

Simon Lilly, autora del libro Cristales, explica: «Sonen esencia la cristalización de todos los elementos:agua, aire, fuego y tierra, ya que cada uno de ellos estápresente en el proceso de su formación a través de lossiglos.El principio curativoNo se sabe exactamente de qué manera favorecen loscristales los procesos curativos, pero es posible que supropia naturaleza aumente los niveles de armonía en suentorno inmediato.

«Hay que tener en cuenta las potencialidades de cadacristal, que en su estructura y muy particular frecuenciay vibración, tienen la capacidad ya sea de reparar, lim-piar o incrementar la energía en cada chakra del cuerpohumano.

«Pueden utilizarse para eliminar frecuencias nocivaspara la salud, como las ondas que emanan los cables dealta tensión, para mantener la limpieza de la energía en

las habitaciones y también para optimizar los beneficios delos alimentos», precisa Rosas Ortiz.

El cuarzo, por ejemplo, produce impulsos eléctricos, y sucampo energético tiene la habilidad de asociarse con la fre-cuencia del cuerpo humano, agrega.

El agua y el cuarzo, que vibran en similar frecuencia que elcuerpo humano, redundan en una armonía entre este cristal yel ser humano, ya que son la materia más ordenada del uni-verso, refiere Lilly.

«Puesto que la coherencia es una fuerza más poderosa queel caos, introducir orden en un estado desorganizado, comoponer un cristal en músculo dolorido, puede redoblar las po-sibilidades de recuperar la estabilidad perdida.

«Su resonancia simple y poderosa ayuda a restablecer elequilibrio y armonía», indica en su libro.Cristalizan su usoLa electricidad o impulsos eléctricos que generan, sobre todoel cuarzo, son recurso importante en la tecnología actual, yaque sonares, computadoras, relojes, aparatos eléctricos, ra-dios y más, utilizan este recurso de energía, que selecciona ysepara una determinada vibración para que pueda ser usadasin la interferencia de otras.

«Los poderes terapéuticos de los cristales se pueden canali-zar de forma que sirvan para equilibrar los sistemas corpora-les y las emociones, o para aliviar malestares, dolores decabeza, migrañas, problemas menstruales, insomnio, estrés yfalta de concentración», subraya Lilly.

«Se tansmutan en cristales al cabo de milenios, de ahí supoderosa energía», puntualiza Rosas Ortiz.

Cristales: la energía en equilibrio

¿Puede un periódico que cuenta con una sección deciencia publicar contenidos seudocientíficos? Algunos sí,como puede comprobarlo el lector en este botón demuestra.

Por David García Escamilla

Tomado de www.reforma.com (15 febrero 2003)