Ensayo de Diseño 1

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Mi presencia en este contexto me exige casi a diario reflexionar sobre mi origen como diseñador y ciudadano, así como la situación general de la profesión o el mundo, y en últimas esa ‘confluencia cultural’ que podría estar sucediendo en mí. Si se debe a que por definición el Diseñador Industrial es un intelectual significa que: o quedó bien sembrada esa semilla de la inquietud o que es mi único recurso para intentar comprender mi situación personal y darme ánimos. El error metodológico en las escuelas de diseño industrial en Colombia es tal, que se les dice escuelas. Como si fueran de Weimar, Umea, o se conociera al aún vivo Tomás Maldonado quien desde Ulm hace ya seis décadas institucionalizó gran parte de la teoría y la forma de enseñarla en las universidades que se consideren formadoras en diseño en Europa y en el mundo. Los referentes que tiene un estudiante de diseño industrial colombiano son tan escasos como su identidad: si se habla de historia o de hitos en el diseño la respuesta no va más lejos de Philippe Stark, Karim Rashid y muy raramente de Ettore Sottsass o Ron Arad, siendo el primero de los cuatro el que se cita como “mi favorito”, a pesar de no haber tenido más suceso que su exprimidor inútil convertido en ícono de diseño o sus relojes para Fossil. Porque así como desconocemos nuestra cultura material y nuestra historia, como creemos que todo es culpa del presidente de turno o del anterior a pesar de haberlo dejado subir por usar mal la democracia, los productos del diseño colombiano eternamente buscan rescatar la artesanía, quieren salvar al mundo a punta de reciclaje, y carecen completamente de identidad nacional que redundo, no existe. En uno de sus detrimentos, la geometría descriptiva que institucionalizó Napoleón con la invención del lápiz fue sacada como asignatura del plan de estudios de Diseño Industrial de la

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Mi presencia en este contexto me exige casi a diario reflexionar sobre mi origen

como diseñador y ciudadano, así como la situación general de la profesión o el

mundo, y en últimas esa ‘confluencia cultural’ que podría estar sucediendo en mí.

Si se debe a que por definición el Diseñador Industrial es un intelectual significa

que: o quedó bien sembrada esa semilla de la inquietud o que es mi único recurso

para intentar comprender mi situación personal y darme ánimos.

El error metodológico en las escuelas de diseño industrial en Colombia es tal, que se

les dice escuelas. Como si fueran de Weimar, Umea, o se conociera al aún vivo

Tomás Maldonado quien desde Ulm hace ya seis décadas institucionalizó gran parte

de la teoría y la forma de enseñarla en las universidades que se consideren

formadoras en diseño en Europa y en el mundo.

Los referentes que tiene un estudiante de diseño industrial colombiano son tan

escasos como su identidad: si se habla de historia o de hitos en el diseño la respuesta

no va más lejos de Philippe Stark, Karim Rashid y muy raramente de Ettore Sottsass o

Ron Arad, siendo el primero de los cuatro el que se cita como “mi favorito”, a pesar de

no haber tenido más suceso que su exprimidor inútil convertido en ícono de diseño o

sus relojes para Fossil. Porque así como desconocemos nuestra cultura material y

nuestra historia, como creemos que todo es culpa del presidente de turno o del

anterior a pesar de haberlo dejado subir por usar mal la democracia, los productos del

diseño colombiano eternamente buscan rescatar la artesanía, quieren salvar al mundo

a punta de reciclaje, y carecen completamente de identidad nacional que redundo, no

existe.

En uno de sus detrimentos, la geometría descriptiva que institucionalizó Napoleón con

la invención del lápiz fue sacada como asignatura del plan de estudios de Diseño

Industrial de la Nacional para integrarse supongo (porque ya no lo sé) al área de

Comunicación o al Laboratorio. La buena noticia de eso es que quienes nos matamos

tratando de no sudar con una plancha no sufriremos más por usar el precioso tiempo

que exige un dibujo hecho a mano para administrarlo en mejores cosas, como en

discutir un proyecto por redes sociales; es muy probable que la mayoría de quienes se

graduaron conmigo hayan olvidado completamente lo aprendido (si es que se pudo)

con la geometría descriptiva o con la comunicación; es al fin y al cabo una de muchas

competencias, y la holística que exige la actividad del diseño tiene sus tolerancias.

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Pero lo preocupante no es, como pudiera estar pensando algún docente, que se pidan

o no las dichosas planchas y no es el centro de mi discusión. Lo importante es que a

la hora de aplicarle normas ICONTEC, ISO, DIN, achurados, cotas, centros de línea o

planos de simetría, el egresado de diseño industrial sea capaz de comprender un

plano técnico, una vista, discutirlo sobre una mesa o dibujarlo en papel o en la

pantalla, e incluso -a modo de sacerdote- vociferando con libro de norma en mano;

pero eso no ocurre. O sólo ocurre cuando se lo exige el ámbito laboral, el cual en

Colombia también tiene toda la informalidad que nos condiciona el ejercicio

profesional o nuestra formación como tal. Pero siempre será así: un día fue la

descriptiva que no nos dejaba pasar de tercer semestre por estar mal enseñada o por

ralentizar el proceso formativo que fomentaba la deserción en una universidad en la

que se quedan 50 por fuera por cada cupo asignado. Varios años atrás esa suerte la

corrió la fotografía, aunque con lo bajo que está el precio de una cámara profesional

respecto al que tenían las que ayer le dieron trabajo a expertos con cuatro semestres

de diseño, pensar en el Instante decisivo dejó de ser una preocupación esencial de

tiempo-espacio para tristeza de Cartier-Bresson que ojalá esté descansando en paz.

Y todo viene a que se necesita una base para explicarme como dije en un principio,

como ciudadano y profesional. Mi principal motivación para viajar a Italia fue el temor

de caer en el oscuro mundo de la actividad laboral del diseño en Colombia, que como

disciplina emergente en una república sin revolución industrial (ni estaciones, ni

estabilidad política o social ni conocimiento de su propia historia) no tiene mucho

reconocimiento y busca abrirse paso en la industria. Industria que tampoco tiene la

magnitud ni la seriedad que con aperturas económicas y TLC’s está condenada a

seguir redefiniendo nuestra visión ante la artesanía y el provecho que le saquemos a

esos indios patirrajados que usamos para ofendernos entre nosotros y nos dan caché

con una de sus mochilas de cliché universitario. Los automóviles se ensamblan y

poquísimas de sus partes se hacen en Colombia; la inyectora más potente

probablemente sea de Sillas Rimax; las máquinas de la industria de calzado son

españolas, alemanas e italianas y las suelas se importan o se copian de esos países

(así surgió en gran medida la carrera de la Universidad Nacional, “adaptando” para no

ofender) y con la propagación de la industria china no hay nada que hacer; el campo

de acción del diseñador industrial en Colombia está limitado al oscuro mundo de su

industria siempre relegada, atrasada y adaptada de fuera.

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Ese oscuro mundo, el del salario y medio por más de 5 años trabajando en Illustrator

o AutoCAD, gestado en el infame mundo del P. O. P. y la artesanía hecha línea de

producción -o al menos que así lo veo yo- me espantó y me tienen acá. Gracias en

parte a mis méritos, que no son extraordinarios, pero que me abrieron paso en el

Politecnico di Milano.

Pero como el mundo está en crisis, así Colombia sienta que es protagonista en él y no

exista por fuera porque desde el 98 no va al mundial, en Italia el diseño también está

atravesando uno de sus más complejos momentos debido a que por 20 años La Bota

se dedicó a ser la vergüenza del G8 en crecimiento económico: del glamour de los

noventas, de la alta costura, de Milán y sus desfiles o de su diseño, hoy no quedan

sino los peruanos que vinieron a construir barrios enteros y limpiar pisos, y sobreviven

como ciudadanos rezagados (junto a muy mal vistos albanos, rumanos, pakistaníes y

africanos) con el itañol que hayan logrado desarrollar y con el que han criado a sus

hijos que tampoco se ven en las universidades ni integrados a una sociedad que los

aísla como si con eso lograra salir del barranco en el que tienen su economía por

factores mucho más importantes como la corrupción. En Italia también hay pobreza,

indigencia, o el rebusque del que Colombia se cree su mejor exponente; pero está

tristemente ligado a la nacionalidad de los mencionados inmigrantes y las realidades

sociales de las que escapan o tuvieron que traer acá, o a Francia o a donde sea. Y

digo esto claro, porque la primera sorpresa del colombiano que no ha viajado es ver

que el consabido ‘rebusque’ no es Made in Colombia y que la indigencia existe más

allá de Chapinero que es de donde parecen no haber salido muchos de sus

exponentes en el extranjero (sí, tristemente la mayoría de Bogotá, conmigo incluido),

delimitados como siempre por los dos o tres barrios que conocían antes de salir del

país.

Las crisis económicas globales en antesala al fin del calendario Maya, que se pasa de

un país a otro como una papa caliente, han hecho que en la mesa se negocien

asuntos importantes para la economía global y por supuesto el diseño no lo es. Ni

siquiera la arquitectura que en nuestro país lucha por ser vigente y tener el título de ‘la

gestora del diseño industrial en Colombia’ como si fueran un padre que le reclama a

su hijo la ruptura del condón (pobrecitos esos docentes mal habidos que desde la

universidad fomentan en sus estudiantes de arquitectura que el diseñador está para

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hacer las jaboneras de los grandes hoteles que diseñarán los arquitectos en el país

del turismo sin subsuelo).

En una crisis el lujo desaparece, con la austeridad sólo importan los alimentos y la

forma en que se puedan adquirir o consumir; más allá del discurso del diseño como

arte o como disciplina de creación de bienes y servicios, es claro que si no existe la

necesidad de crear algo nuevo o no existen fondos para hacerlo, o usuarios que

empeñen hasta sus percentiles por ello, el diseño se hace a un lado y entra en

recesión; la misma que afectó médicos y odontólogos con la Ley 100 hace diez años

así la salud sea un derecho, y los puso a ganar menos que un taxista que se usa

como ejemplo en una sociedad que huye de reconocer que todo trabajo es

importante, y toda profesión lo es.

Dentro del Politecnico están colgados los nombres de los principales egresados o

protagonistas que han contribuido con la creación de la Facoltà del Design en 1990, y

parecen lápidas con forma de pendón de las que sólo sobreviven Giorgio Armani y

Maldonado, que hablan de un país que aún no se ha dado cuenta a nivel masivo del

grave atraso en el que se quedó: sus glorias son medianamente recientes, pero no

perduraron. Las universidades italianas figuran dentro de las 200 mejores, porque las

primeras 100 son predominantemente estadounidenses y británicas: los fármacos,

materiales y tecnologías de vanguardia como el láser y hasta los videojuegos han

nacido como producto de la investigación y el desarrollo en esos contextos. Y sin

embargo es el Polipropileno ese vestigio de la química que dejaron perder con Giulio

Natta o Enrico Fermi, aunque por su situación geográfica y dichos antecedentes

gocen de participación en el Gran Colisionador de Hadrones.

Así, los italianos están preocupados al verse en esa situación -en círculos académicos

muy cerrados- de no poder sostener el discurso del lujo del cual depende su actividad

creativa, han perdido capacidad tecnológica e independencia proyectual de vecinos

como Alemania. Así como Lamborghini y Ducati son parte del grupo Volkswagen, aun

cuando existan clientes de Salvatore Ferragamo, Prada o Gucci, la economía de un

país no podrá depender jamás de pocos y exclusivos clientes que “compran diseño” o

ese tipo de diseño. En cualquier economía productiva rentable se busca hacer

decenas, cientos o miles de piezas que funcionen y no cuesten, y por eso el dueño de

IKEA es uno de los diez hombres más ricos del mundo porque, inventando muebles

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para armar que no tienen nada de malo en diseño, están en toda Europa y hacen ver

ridícula una silla Vitra o Kartell de 1200€ por su precio, no por su valor; pero en Italia

tristemente, y aún en crisis, ignorando grandes autores como Bruno Munari, está

arraigada la idea de hacer una pieza que tenga una calidad inigualable, ojalá hecha

artesanalmente y con cuanta ornamentación sea posible para que cueste lo de una

decena o una centena, y de esta manera obtener los réditos basados en el valor

italiano, que ese “Made in Italy” justifique su incapacidad de reconocerse como un

país arribista con un idioma que sólo se habla en él, sin querer decir claro que España

sea lo máximo porque logró a punta de sífilis contagiar su lengua por Centro y

Suramérica (para qué Latinoamérica si nadie sabe latín y ya se murieron los curas

que daban la misa con eso); es por eso que un Fiat, el carro popular italiano, está muy

lejos de ser un Volkswagen, el carro popular europeo; porque así se muevan en Golf o

en un Fiat Panda de 1980 (que fue cuando realmente lograron hacer un excelente

vehículo popular), su mayor orgullo es un Ferrari Fiorano apreciado sólo en el exterior,

omnipresente en Mónaco y conducido por gente ordinaria y levantada en Italia; sí,

aman ser lo que desprecian, o desprecian ser lo que no han evitado por convertir en

su estereotipo porque si no es en Nápoles, todos están comiendo pizza hecha por

egipcios y chinos que no les gusta pero “es lo que hay”.

Yo confieso que siempre me atrajo Italia, desde niño, pero no es el destino al que

llegan o se catapultan los más grandes diseñadores industriales, o es en el que

raramente se gestan. Sin embargo no está de más reconocer que hay una

desmotivación económica: ir a una universidad de Estados Unidos o Inglaterra es

costoso hasta para sus ciudadanos; Japón o Alemania son todo un reto lingüístico, los

“países nórdicos” tienen un nivel de vida demasiado alto, Francia tiene todas las

barreras burocráticas posibles dada la invasión de inmigrantes africanos que le

reclaman las graves crisis sociales que heredaron por la dizque Revolución Francesa,

España está llena de colombianos que no quisieron aprender otro idioma y encima

tiene una crisis muy aguda y no, podré estar loco o perder imparcialidad pero no me

veo en China educándome como diseñador (ojo, educándome). No todo está perdido,

sin embargo. Ya empecé por irme a una edad corta en relación a quienes llegan acá

después de trabajar como han podido en ese oscuro mundo laboral del diseño

colombiano, comprometidos con préstamos-créditos-beca con los que recorren toda

Europa de a poquitos en planes de turismo barato mientras pueden porque están

obligados a regresar y responder por ese dinero y a una edad en la que aparecen

necesidades sociales como tener una familia y demostrar que se fue joven y bello y

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que así ya no se fuera, se sigue siendo “exitoso”. No los envidio. No conozco Europa

a pesar de vivir en ella, pero tengo preocupaciones mucho más profundas que tener a

la Torre Eiffel de fondo en una foto de Facebook, o sufrir un vuelo de RyanAir y sus

vomitivas políticas que manchan la visión de Howard Hughes de popularizar el viaje

en avión (y que terminan costando lo mismo porque la tacañería de pagar a cuenta

gotas obliga a hacer parte de un servicio en el que nadie responde y sumando los

buses, los tropiezos, las multas, los retrasos, y demás, terminan costando lo mismo

que un vuelo en aerolínea decente).

Pero yo como no hago ni lo uno ni lo otro, y sueño con lo que ni soy, les deseo a

todos un buen regreso a su país para que se queden sin conocer también las

exuberantes locaciones de Suramérica que se menosprecia y se desconoce por más

ciudades y hostales y fotos y aventuras rápidas e incultas ocurridas en el Viejo

Continente… es que ni se quitan el dichoso sombrero en el vuelo. Por demás yo tengo

la posibilidad de regresar, de quedarme, de hablar sin sonrojarme, de no evitar el

saludo de nadie; volver a Colombia no es un castigo como ellos, los amantes de su

país que salieron de él para ser sus embajadores, ven el hecho de retornar sin haber

triunfado ni figurar protagónicamente en el ámbito profesional, y encima debiendo

hasta la risa. Todo en esta vida cuesta, pero cuando se tiene un crédito-beca que da

1,200€ mensuales y permite hacer y deshacer y por consiguiente administrarse mal,

los devuelve a su visión de cabeza pobre y de mendicante discurso porque

pobrecitos, les “tocó devolverse para pagar”.

La reflexión por supuesto es la de transmitir un mensaje de esperanza: deseo

impulsar que el emprendimiento personal permita a otros diseñadores industriales que

puedan trazarse un camino claro en el horizonte. En primera persona, utilitarista, ojalá

algún día filantrópico.

Me interesa fomentar la desconfianza que me producen esos estudiantes que alguna

vez fueron mis compañeros de clase, de echarle la culpa al profesor como en un

colegio mientras  desaprovechaban las oportunidades, bibliotecas y bases de datos

que ofrece una universidad como la Nacional de Colombia (en mi caso sede Bogotá).

Desconfío de los seguidores de la ley del menor esfuerzo, o de los que buscan

afanosamente la satisfacción del profesor en busca de una nota como si en la hoja de

vida sirviera poner “mejor promedio del semestre”  que no es otra cosa que un alivio

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económico mientras se estudia allí, pero que no representa necesariamente al mejor

profesional y que no garantiza el empleo después de haberse graduado. Pasar un

examen de admisión puede ser, igual que la geometría descriptiva, una de muchas

competencias. Invito a dudar de ese estudiante sabelotodo que no sale con nada, de

ese que se preocupa por cobrar más que por imprimir o tener listo el trabajo, de ese

que aparece como parte del grupo sin hacer nada y pasa los semestres gratis con

complicidad de los que no lo quisieron sacar del equipo… del que convierte en

personal un problema profesional.

Dudo también de la metodología, de la academia, y de las relaciones personales de

los docentes que a veces llegan a regir los destinos de la “escuela” de Diseño

Industrial en la Universidad. Y no lo digo como una simple provocación que no

pretende ser calumniosa, sino porque es necesario ahora y más que nunca el retomar

caminos metodológicos que resultan desgastados por la falta de inquietud y diálogo.

Dudo del profesor que busca transmitir sus carencias o que tiene ese trabajo porque

no pudo encontrar otro: porque el mejor profesor no es el que hace perder por fallas ni

baja la nota porque el proyecto no le gustó, es ese que con vocación hace que un

lunes a las 7 de la mañana nadie se pierda su clase, cumpla horarios y que aún

después de años es recordado por el otrora estudiante que gracias a él se intereso en

saber.

Los colombianos crecimos creyendo que somos pobres y todavía muchos conservan

esa venda, ignorando que la pobreza está en la cabeza; aún con tantos problemas

pedagógicos y de constante detrimento de la educación, quienes la logramos recibir

somos competitivos en el mundo. La falta de identidad colectiva como país nos da una

pequeña oportunidad: la ventaja de poder cultivar con libertad una identidad propia

que, de ser masiva, sacaría al país de su más grande problema que es en últimas su

mentalidad: la que permite que se gesten revoluciones inútiles o marchas que no

mejoran el pensum y se ahogan con una lluviecita, la que elige congresistas que se

quedaron sin gasolina o no asisten a las plenarias, alcaldes que siendo candidatos

estaban dispuestos a sobornar, la misma que permite que el colombiano promedio

sea un individualista envidioso y esté pensando primero en la disculpa que en el

permiso. Porque terminamos descubriendo tarde o temprano (y gracias al documental

de “Por qué los colombianos somos pobres” con el cual corroboré muchas de mis

teorías) que en Colombia importan más las cosas que las personas. Más el automóvil

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pagado a cuotas antes de los 30 años que el posgrado, porque además los créditos

estudiantiles tienen intereses venenosos, desestimulantes y exigen garantías

financieras que sólo quienes no los necesitan pueden cumplir.

Pero para poder hacerlo, para poder cambiar de mentalidad, es necesario vencer ese

gran enemigo del progreso que es el desconocimiento.

Si el diseñador industrial colombiano quiere ser un profesional de verdad, debe

empezar a formarse como un intelectual de verdad. Iconoclasta, culto, ávido lector y

buen escritor. No de literatura porque no le compete ni la ha estudiado, pero sí con el

interés de mejorar y reinventarse todos los días. Con la capacidad de pensar rápido

en soluciones útiles, y pensando en la productibilidad de lo que propone. Ese

profesional capaz de tener ideas que no necesitan grandes explicaciones por su

genialidad, y que no quiere ser el nuevo Starck ni aparecer en la revista Proyecto

Diseño a la que ojalá nunca se haya suscrito (aunque cada quién es libre de hacer lo

que quiera y retirarse en este caso redime el pecado). Ese que está enterado de

quienes y por qué se ganaron un premio Red Dot Design e incluso un Compasso

d’Oro, que indaga, está inquieto, está despierto, que no necesita de peinados

extravagantes ni ser parte de un mainstream para ser lo que es: un intelectual por

definición, un ser humano por excelencia.

http://lwaviator.wordpress.com/2012/01/19/vision-personal-del-diseno-industrial-impartido-en-la-universidad-nacional/

1900 Es fundada la Fábrica de Loza Faenza en Bogotá, cuenta con un lote de 4.000 varas cuadradas. Los productos compiten con sus similares extranjeros con un precio 50% menor.

1903 Llega a Bogotá el primer automóvil importado por Ernesto Duperly marca Cadillac.

1904 Se crea la Escuela profesional de Artes Decorativas Industriales bajo la dirección de Andrés de Santamaría, cuya formación europea le permitiría concebirla como un centro formativo de gran trascendencia para el desarrollo del país.

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1908 En el Capitolio Nacional funcionan talleres de carpintería, en donde eran reparados todo tipo de muebles de las oficinas públicas.

1912 El Instituto Salesiano, la Escuela de Artes y Oficios, los talleres del Ferrocarril de la Sabana y los de la fábrica Chaves y Equitativa, trabajan el hierro "admirablemente" producciendo camas de bronce, verjas para parques y motores de vapor.

1962 Se crea la división de Muebles de Carvajal S.A.

La actividad de diseño es dinámica en el campo de muebles: Camacho Roldán y Artecto, Modulíneas, Ervico, Fabrex, entre otras.

1963 Nace Grifos & Válvulas S.A.: Grival.

1964 Se crea Artesanías de Colombia. Los Cuerpos de Paz (estudiantes extranjeros recién graduados de diseño que vivían y trabajaban con artesanos) incentivaron la aplicación de figuras precolombinas.

1964 Se diseña la Línea 2.000 para oficinas de Camacho Roldán y Artecto. Primera línea modular en melamina fabricada en Colombia.

1965 *Escritorio de la Colección Camacho Roldán y Artecto, diseñado por Jaime Gutiérrez Lega. Artecto produciría la Línea 800 de muebles para oficina, también diseño de Lega, con gran éxito en ventas y que aún hoy es copiado y vendido por muchas pequeñas fábricas.

1966 Guillermo Sicard Montejo organizó y dictó el primer curso universitario de diseño industrial en el país en la Universidad Nacional. Profesores: Jaime Gutiérrez Lega y Daniel Obregón.

La "mesa biomórfica" de Noguchi (1947) es un ejemplo del tipo de muebles de diseño moderno que reproducía la empresa colombiana Fabrex en Bogotá.

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1967 El diseñador suizo-americano Alfred B Girardi consutor de la ONU, con formación en la Bauhaus, dicta cursos de diseño industrial. Realizó una investigación sobre la artesanía colombiana recopilando valioso material en cientos de fotografías.

1968 Se traslada la colección de orfebrería prehispánica del Banco de la República a su nueva sede en el Parque Santander: Museo del Oro.

1968 Año muy dinámico en diseño con motivo del Congreso Eucarístico. Jaime Gutiérrez Lega es contratado para diseñar el Sistema Peregrino (para albergar turistas) y las primeras cabinas telefónicas para la Empresa de Teléfonos de Bogotá.

1980 El Centro Internacional del Mueble, el Museo de Arte Moderno de Medellín y la Universidad Pontificia Bolivariana organizan el Simposio y Muestra de Diseño que reúne la mayor cantidad de personalidades internacionales por primera vez en el país: Mario Bellini, George Nelson, Gae Aulente, Ilmari Tapiovara, Theo Crosby y Gui Bonsiepe entre otros.

1981-89 Las primeras generaciones graduadas de diseño industrial se enfrentan a la difícil aceptación en el mercado laboral optando por iniciar microempresas que producen accesorios, lámparas, etc.

Concepto y Forma, Dimensione, Ciclos, Timber, Ojalata, Contexto y Focus entre otros.

El cierre de las importaciones en el Gobierno Betancur favoreció la entrada exitosa de sus productos innovadores y se crean almacenes comercializadores como Objetos.

1981 Se crea en las afueras de Bogotá la empresa Muebles Bima, de Felipe Biermann (hijo de Werner Biermann), una de las primeras con departamento de diseño propio y que se convirtió en el principal y más grande almacén comercializador de accesorios y muebles de diseño.

1983 El Tiempo lanza la revista Habitar, dirigida por el arquitecto Fernando Correa Muñoz, futuro Decano de Diseño Industrial en la Tadeo.

1985 Colciencias contrata la elaboración de un Plan Nacional de Diseño.

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1986 El Museo de Arte Moderno de Medellín realiza una muestra Nacional de Diseño industrial y gráfico "La Estrella en la cultura material vista por los diseñadores colombianos". Se reseña en un catálogo quienes eran en el momento los gestores y productores de diseño en Colombia.

1987 El Museo de Arte Moderno de Bogotá exhibe una retrospectiva del trabajo de Jaime Gutiérrez Lega, pionero del diseño industrial en Colombia desde los años 50.

1987 Corferias y la Prodiseño organizan la primera feria bianual de Expodiseño en Bogotá, con el apoyo de la ACD.

Se reconoce un estilo "High Tech" criollo: tubo, alambre y lámina en colores rojo y negro.

1989 Durante la Feria Expodiseño, Prodiseño y la ACD lanzan el libro Diseño en Colombia que registra diseñadores destacados del momento.

1989 La lámpara Obelisko de Hallo Mark, diseño de los hermanos Márquez y Leopoldo Díaz, obtiene premio de Diseño Industrial en la feria de Expodiseño. Se destaca por el esfuerzo tecnológico, industrial y estético.

1989 El bus Halcón CM-580 para Colcar / Blue - Bird diseñador por Jorge Montaña y Mauricio Mejía de Diseño Dimensione con la colaboración de Fernando Ramírez, es producido y se convierte en hito por su complejidad y éxito en ventas y por ser el primero con baño y que utiliza fibra de vidrio.

http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/encuentro2007/02_auspicios_publicaciones/actas_diseno/articulos_pdf/A7017.pdf