Ensayo Guillermo Blanco Como Hablamos Mal Los Chilenos

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4 c COMO HABLAMOS t’

G U I L L E R M O B L A N C O

la pregunta no parece ser si hablamos bien o mal, sino c6mo. Entrevistas, clases magistrales, articulos de prensa, suelen plan-

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tear el asunto en tkminos de pof e. ‘‘{Por que cree usted que 10s chilenos hablamos mal nuestro idioma?” Respecto al hecho

0 mismo no se entra en discusi6n. Que hablamos mal tiene el valor de un axioma. Y la curiosidad -entre acomplejada y mor- 0

bosa- se refocila en determinar a quC se debe este fen6meno. P ’ rimer error.

Segundo, suponer que nuestro “hablar mal” adquiere ciertas modalidades tampoco muy abiertas a debate. Una de ellas es que tenemos un vocabulario extremadamente pobre. Otra, que nos comemos muchas letras a1 pronunciar las palabras. Y la m L re- ciente, que usamos un lenguaje repleto de garabatos (el pais pa- rece haberse visto poblado sorpresivamente por dos etnias, una nueva y una que hasta hace poco se crey6 extinguida: ones y onas). Mucho m6s atr6s -acaso por razones culturales- viene la vieja critica acadkmica: decimos desapercibido cuando tratamos de decir inadverrido; o reemplazamos el legitim0 sobre la base de por un arbitrario en base a; y por hltimo, para no caer en el masoquismo enumerando m6s ejemplos que nada tienen de

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ejemplar, incluso instituciones que se supondria culturales invitan “a1 acto a realizarse” tal o cual dia en tal o cual sitio.

Es innegable nuestra gula por las eses finales u otras letras in- cautas. Las devoramos. Lo de la pobreza de vocabulario quizi exija una distinci6n: somos m h pobres de habh que de lengru. No es que no sepamos lo que significa una serie de palabras que solemos sustituir por comodines. La cuestibn, el apararito, el cos0 ese, y por cierto la huevada y el hueveo pueden adquirir prlcticamente cualquier significado segtin el momento y el contexto. En cuanto a las incorreciones acadkmicas, es obvio que la ignorancia campea en ellas con mayor libertad que antes. Hay quienes, incluso, no saben c6mo se llama lo que hacen. Un ejemplo: seguro o “garaje auromotriz” (si usamos la 16gica, aun prescindiendo de la gramkica, auromotriz es la -nunca el ni lo- que se mueve por si sola: iy alguien ha visto un seguro o un garaje movihdose pof sf solos?).

iC6mo abordar el tema, entonces?

Quizi un consejo titi1 seria perderle el miedo. En seguida, no “dar por hecho” que hablamos tan, tan mal. Ver si es cierto. Ver c6mo. Ver por quC. Ver si importa y en qui sentido. Un articulo no basta para responder a todas las preguntas, per0 acaso sirva para insinuar algunas vias por las cuales empezar a perseguir respuestas.

La gramafagia, esa tendencia “chilena” a engullir letras, no es fenbmeno exclusivo nuestro. En castellano en general no se pronuncia la h, y en algunos casos tampoco la u. En c a t a h (otro de 10s cuatro idiomas espaiioles) enmudecen ciertas letras en las terminaciones: roser suena rod, y la combinaci6n ny da fi. En franc& la gramafagia se ha oficializado hasta el extremo: casi no hay s ni t finales que sobrevivan: est s610 suena e; y una especie de rCcord viene a ser eaux, donde se escriben tres vocales y una consonante, para pronunciar hicamente una cuarta vocal: 0.

Quizl 10s chilenos, como antes 10s andaluces y a su manera 10s extremeiios, no estemos pmmmddo mal, sin0 s610 distinto, y puede convenir desalarmamos. Basta imaginar el papelbn que haria uno de nosotros si pronunciara en serio todas las letras de todas las palabras dentro de un grupo de compatriotas. SiGtico seria el diagn6stico mis bondadoso.

Ahora, (que idioma pronunciamos mal? El castellano, [no es cierto? Pero, (que h e en sus origenes el castellano? Lo mismo

c que el franc&, el portuguis, el italiano, el rumano, el gallego, el

portuguis, el catalln: un latin m?l hablado. Se deformaban las palabras s e g h el geaio de cada pueblo, y eso iba dando dialectos propios, algunos de 10s cuales ascendieron a idiomas con todas las de la ley .Tal vez no habria que alarmarse a1 ver que el castellano cambia. “‘Seiia es que caminamos, Sancho”. Seiia es de que esti vivo. Las lenguas muertas no cambian (y aun eso es verdad hasta por ahi: un papa tuvo que inventar la versi6n latina de bomba at6mica para una enciclica: pirobulus atomicus).

Es un hecho, sin embargo, que en m b de algtin sentido habla- mos mal. Y de varias maneras diferentes. Por ejemplo, tpor que nos da por meter vocablos extranjeros que no necesitamos? Control, que h e galicismo, hacia falta y estuvo bien incorpo- rarlo. Radar seria inglb, per0 nombraba un hecho nuevo para el cual no teniamos palabra; muy justo admitirlo. No parece el caso, por ejemplo, de shock, que incluso suena casi igual a su equivalente castellano: choque. t0 el choque es pa 10s rotos y el shock para la gente fina? <A nadie le choca decir shock teniendo choque a mano?

Una de las formas de hablar mal de 10s chilenos va por ahi. Por nuestra obsesi6n mimkica. Remedamos compulsivamente. Somos la copia feliz del edin que se nos ponga por delante.

Lo tradicional en la evolucibn de 10s idiomas es que operen so- bre ella dos influencias. Una es la del hablante culto, el que leia y escribia aun antes de la imprenta y el desarrollo de la alfabeti- zaci6n. Disponia, precisamente, del poder de lo escrito para gravitar en 10s cambios. Sus expresiones poseian permanencia en 10s textos. El otro factor es el pueblo, el hablante vulgar. El est6 much0 mls cerca de ese soplo misterioso que se llama genio del idioma. Si toma algo en prbtamo, lo remoldea a su pinta. Un ejemplo: el watchman, vigilante de las naves, pas6 a ser guachimh a1 adoptarlo nuestros trabajadores portuarios, iy hay que ver que suena a nuestro!

[QuC p a d , entonces?

Pas6 que hemos sufiido (nunca se aplic6 tan bien una palabra) cambios culturales artificiosos. Con la pCrdida de importancia relativa de la lectura, el hablante culto influye tambiCn relativa- mente menos en el desenvolvimiento de la lengua. Y en cuanto a1 pueblo, a1 depositario del genio del idioma, su influjo se redu- ce porque 10s medios de comunicacibn han aumentado casi monstruosamente otras influencias. Escuchamos mis a 10s do- bladores de la tele que a nuestros vecinos de barrio. Y 10s dobla- dores no pertenecen ni a1 sector de hablantes cultos ni a1 pueblo.

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e i C O M O H A B L A M O S M A L 1 0 s C H I L E N O S ? .

Son lo que en Espafia bautizaron como el medio pelo, el que no es pelo fino ni pel0 tosco.

Este tip0 de personaje es el que hoy m b influye en la evoluci6n del idioma. Carece por igual de cultura suficiente y del agudo, ca- si migico instinto de la lengua. Se fascina con palabras que sue- nen cultas, y que supuestamente lo harin aparecer refinado. Es el que ve un choque de autos en una esquina y habla de “colisi6n de vehiculos en la intersecci6n de dos arterias”. El que cuando se cor- ta la luz diagn6stica “una interrupci6n en el suministro de ener- gia elCctrica”. 0 el que no diri j a m i s “en el partido tal hay deba- te”, sin0 “al interior del partido tal...”

En pocas palabras, el sihtico.

El sihtico, con su fiagilidad de conocimientos y su desgarra- dora capacidad para deslumbrarse ante lo extranjero, lo nuevo, lo rebuscado, esti actuando como un cuerpo extraiio en el idioma. Es el tipico le6n sordo. Y un le6n con toda la fuerza que la tele- visi6n presta al animador, periodista, politico, empresario. Son 10s que hacen las declaraciones. Los que viajan por negocios al extran- jero y --sabiendo poco inglCs y apenas algo mis de castellano- toman en prCstamo bienes supduos. Sin culpa: no saben discri- minar. Oyen a un yanqui hablar de que el hombre de negocios de- be ser aggressive (de empuje, en el idioma de ellos) y llegan aqui predicindonos que seamos agresivos (insolentes, provocativos, violentos, ofensivos).

Nos falta que toda esa morralla de segunda mano pase por 10s co- ladores, o aduaneros de la lengua, que ponen armonia en la fun- ci6n del USO. Una tercera potencia ha desplazado, si: agresivamen- te, a las dos legitimas, que eran el pueblo y el hablante culto. Los petimetres seguirin diciendo auromomz, porque a ellos no les suena que el triz es femenino, como en actriz, emperatriz, mere- rriz, cosa que muy probablemente habria percibido por instinto un iletrado y por cultura un letrado. Para mal nuestro, son 10s se- miletrados 10s que hoy dominan, y en gran parte porque o mane- jan muchos sectores de 10s medios de comunicaci6n, o son obje- to del inter& de esos medios.

Los contrabandistas del lenguaje operan a plena luz del dia. Qut: con 10s reflectores apuntados a ellos. Y vienen y nos salen con idiotismos como llamarles Jistados a las listas (listados son 10s ti- gres, las cebras y algunos piyamas o camisas). 0 perpetran siuti-

querias como decir que alguien recepcionb tal cosa cuando la recibi6. 0 no se dan por satisfechos con que el que hace una

confidencia confia algo a alguien; segun ellos se lo confidencia Contra lo usual en 10s idiomas, que tienden a simplificar lo com- plejo, aqui se tira a complicar lo sencillo. En castellano se empez6 diciendo wesrra merced, se lo abrevi6 a vuesarced y se termin6 en usred. En mediopelb, sucede lo opuesto. Gracias a lo cual, hacer un go1 pas6 a convertir un tanto, 10s juegos son compromisos, y pasar la pelota se llama habiJitar. Propuesto para el Libro de 10s &cords, de Guinness: habilitacibn de &eo es un pase alto.

El medio pelo linguistic0 atraviesa por el idioma con la exquisita sensibilidad de un hipopbtamo recorriendo una plantaci6n de orquideas. Y, siendo un pais que juega al monito mayor, a116 sale el trope1 repitiendo las gracias.

AI lado del mediopelismo, las ofensas del garabateo vienen a resultar faltas menores. Hasta cierto punto. Y conviene detenerse un poco en el proceso, porque no es exdusivamente chileno. Quien ve una pelicula en inglCs suele escuchar m i s palabrotas que si circulara entre 10s peores hampones de Nueva York Tanto, que 10s subtitulos disimulan phdicamente algunos de ellos y omiten otros. Per0 el habla norteamericana esti llena de haters, sons of bitches, assholes y bastards, m b algunos que bordean de fient6n el barroquismo, como el casi intraducible mother-&king bastard.

En Chile, 10s on, ones, ona, onas, adas, eos (precedidos de huev o gtiev, s e g h el refinamiento del usuario) se van convirtiendo en signos de puntuaci6n mas que en palabras. Lo cual tiene dos efec- tos, entre otros. El positivo es que huevbn ya dej6 de ser insulto. Hace afios, si a uno se lo decian, debia responder virilmente, o con otro improperio o con un buen sopapo. Adoptar hoy esa posici6n -la del ofendido- implicaria una especie de guerra civil entre nosotros. Y no s610 10s varones. La... idiremos creatividad? ha llegado a producir el femenino de huevbn, lo que nos confirma que el tirmino se emplea en sentido figurado o sin sentido alguno. No en el anatbmico, desde luego (la idea no es sugerir que tal mujer sufie un sobredimensionamiento testicular).

Per0 tampoco est5 el inimo ya de ofensa. Hemos vaciado de contenido la palabra. Estamos empleando tan s610 su mbcara. Por una parte, eso implica que la “limpiamos” de groseria o prop6sito de injuria. Le quitamos toda fuem. (Y con qui nos quedamos? Con un sonido literalmente imphate que espolvo-

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bas?’’ podria expresarse con un simple: “Empezaron las pruebas”.

Si algo hace decaer el him0 cuando se piensa en c6mo hablamos mal 10s chilenos es esta parte: la del vacio mental.

Estamos usando un idioma reblandecido, fofo. Induso en lo que toca a palabras e ideas trascendentales. Hoy dia, como esti de mo- da, cualquiera se llama dem6crata, aunque siga siendo defensor de algunas dictaduras (de izquierda a derecha: hay para todos 10s gus- tos; pasar y llevar). Si salen al mercado diecisCis productos para una misma cosa, cada marca redamari para si el ser “la mejor” (‘y no es precis0 demostrar nada, a nadie, en ninghn momento; nadie se in- dignari, tampoco, porque a1 menos quince de Csas tratan de meter- le el dedo en la boca). En discursos, perGdicos, noticiarios de te- levisibn, nos llenamos de “es por esto que”, de “por su parte el mi- nistro del ramo”, y a la primera provocaci6n las universidades se llaman “casas de estudios superiores”.

Perdemos la entereza de “al pan, pan; y al vino, vino”.

iCuesti6n de gustos? iOjali! Porque resulta que, nos guste o no, punanms am p$abras. Ya lo decia Unamuno. Y si llamamos desastre a un punto menos en el precio del cobre, si el cambio de una coma en la constitucibn equivale a demand&, si un choque grande es automiticamente tragedia, todo eso quiere decir que so- mos hablantes blandos de una lengua tambiin blanda.

La televisi6n, que tiene sus lados buenos, regulares y malos, tiene uno muy, muy malo (y no por culpa de dla, sin0 de dloa): tiende a convertirlo todo en un especticulo. Una noticia “sin mono”, generalmente no va. iQuiCn tiene mis probabilidades -y ganas- de ser entrevistado: el que quiere deck algo inteligente o el que se dispone a soltar una andanada llamativa? En muchas entrevistas se deja al entrevistado a media frase. El tiempo es oro, salvo para el fhtbol o la cr6nica roja. Siempre hay tiempo en la tele para que cuando el jugador equis tira al arco, el sabio de turno nos informe por audio que “Equis dispara un violento taponazo” que estin viendo nuestros ojos, o para que otro investigador le pregunte “$3mo se siente, seiiora?” a una madre a la que acaban de asesi- nar a su hijo.

a menos precio en este pequeiio mundo en que vivimos. La impun- tualidad representa apenas un sintoma. Decimos: “JuntCmonos a las seis”. “Ya, a las seis”, y hay que dar gracias si alguno de 10s pro- mitentes llega a las seis veinticinco o seis y media, con una sonrisa boba y una disculpa que ya ha dejado de ser disculpa, porque tam- b i h se nos reblandeci6: “Hora chilena”. Encima de todo, le echa- mos la culpa a1 pais.

En buenas cuentas, entre las muchas maneras de “hablar mal” de 10s chilenos, las peores son aquellas de las cuales no tenemos con- ciencia lhcida. Las que no consisten en pronunciar distinto de 10s espaiioles sino -hay que insistir sobre est- en no decir nada o casi nada cuando hablamos. Y en tratar de pensar con esa lengua enferma de polilla lo cual es un intento condenado por lo menos en parte a1 fracaso. Eso es, hasta cierto punto, lo que ha empobre- cido el debate ptiblico: nos vamos habituando a hablar sin decir, o a hablar entregando una proporci6n muy baja de contenido respec- to a la cantidad de palabras que empleamos.

Hablar poco y decir mucho es mCrito de gente sabia Hablar mucho y decir poco es ejercicio de cabezas hueras.

G U I L L E R M O B L A N C O , pcriudista. acad&micu, ensayista, cuentim y novelista. De sus numerosar ubras literarias han rectbdo preios tanto a nivel nacional cumu internaciunal: sal0 wn hombre

I& deR6quianyAdi6s a Rulbpdo. e m & n u ya un clasmi u’r la literatura cldena.

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