Ensayo histórico de las revoluciones de México, desde 1808 hasta 1830. Tomo primero

335

description

Lorenzo de Zavala

Transcript of Ensayo histórico de las revoluciones de México, desde 1808 hasta 1830. Tomo primero

  • ENSAYO HISTRICO

    ^JHTTT^Z-TJOIOXTSB aot DE

    TO^ w%lsw

    DFJDK 8 0 8 HASTA 1 8 3 0 , \ -^___

    Wm tv SWM h 'Qfima, g

    TOMO PR [MURO. c.

    MXICO. IMPRENTA A CARGO D MANUEL N. DE .A VEGA.

    calle de Tihurcio nm. 21. a

    1845.

    mmim NACIONAL MEXICO

  • PRLOGO DEL AUTOR. i l U t C i i i i

    f i MMUNQUE yo no tenia nimo de hacer ninguna publicacin de los apuntes histricos que habia hecho sobre las revoluciones de Mxico, hasta no dar luz una obra completa, en la que rectificase varios errores en que han incurrido los que hasta ahora han escrito acerca de los importantes acontecimientos polticos de aquel pais, posteriores al ao de 1809, es tanta la ignorancia en que general-mente estn en Europa, aun las personas mas instruidas, y son de consiguiente tan equivocados sus clculos sobre los sucesos de aquella repblica, que me ha pareoido sumamente til, y aun ur-gente, la publicacin de este ENSAYO HISTRICO, cuya leetu. ra har conocer los hombres y las cosas.

    Ningn escritor se ha ocupado profundamente de esta materia; pues aunque tenemos muy preciosas reflecsiones, discursos elegan-tes, y aun escelentes teoras de los Sres. Blanco Whitte, De-Pradt, de los autores de los Ocios en Londres, de la obra del Sr. Badillo, y otras pocas, no hay en los autores de estas producciones ni el co-nocimiento que se requiere de las personas y de los sucesos, ni la coherencia en las relaciones, ni quiz en algunos la imparcialidad, tan necesaria para dar los escritos el crdito suficiente para for-mar un juicio recto.

  • 4 PRLOGO

    Un tomo de ]a historia de Mxico publicado en Londres por D . Pablo Mendivil, es uno de los libros mas tiles que se ban escrito sobre la guerra de la revolucin de la Nueva-Espaa, porque ha sa-bido el autor aprovecharse de los documentos histricos que publi-c D. Carlos Bustamante en su Cuadro histrico, y ha purgado aquel frrago de una infinidad de hechos falsos, absurdos y ridculos, de que est lleno el tal Cuadro histrico. Las autoridades de Mxi-co han cometido el error de permitir Bustamante entrar en los archivos, franquendole los documentos interesantes del antiguo vi-reinato y otras oficinas pblicas, y este hombre sin crtica, sin lu-ces, sin buena fe, ha escrito un tejido de cuento?, de consejas, de hechos notoriamente falsos, mutilando documentos, tergiversando siempre la verdad, y dando un testimonio vergonzoso para el pas, de la falta de candor y probidad en un escritor pblico do sus ana-les. Qu se puede pensar de un hombre que dice seriamente en sus escritos, que Jos diablos se aparecan Moctezuma; que los in-dios tenan sus brujos y hechiceros que hacian pacto con el demo-nio; que S. Juan Neponiuceno se le apareci para decirle una mi-sa. y otros absurbos semejantes?

    Hay otra histeria de las revoluciones de Mxico, escrita por D. Mariano Torrente por orden de D. Fernando Vit de Espaa. Claro es que un escritor que dicta bajo tal influencia, no puede es-cribir con mucha imparcialidad. De una pluma dedicada justifi-car la conquista y Ja reconquista, y probar derechos de origen di-vino dominar aqu y all, no debe esperarse filosofa, ni racioci-nios fundados sobre lo ^ue ya en el mundo cWilixwlo eonaidea, como indisputable, como principio reconocido; saber, el inters de la, comunidad y los derechos del -pueblo. Torrente, consecuente sus doctrinas, llama los independientes rebeldes, ingratos, infames, y les da todos os eptetos que en el diccionario de la legitimidad cuadran los que defienden lo que Dios y la naturaleza les ha dado.

  • DEL AUTOR. 5

    De consiguiente, Alejandro VI pudo conceder por una bula facul-tad D. Fernando el Catlico para ocupar un continente, conquis-tarlo, y convertir los infieles la fe romana fuerza de caona-zos. Los que se resistan estas armas eran unos escomulgados, y los que despus han hecho la independencia de aquellas regiones unos rebeldes. Todo esto est en su lugar. La historia de Tor-rente, sin embargo, est escrita con orden, alguna elegancia, y los hechos de armas estn en la mayor parte desnudos de aquellas ec-sageraciones que hacan tan fastidiosas las gacetas de los gobiernos de aquella poca.

    Parece que el discurso preliminar de su obra fu escrito para pre-parar la clebre espedicion que tuvo un csito tan desgraciado bajo las rdenes del general Barradas en las orillas del Panuco. Cau-sa compasin lo que dice en la pgina 101 del tomo primero: "Los promovedores de los desrdenes de Amrica, los despechados que no tienen mas partido que a muerte, una feroz democracia, los nicos inecsorables enemigos del trono espaol y del imperio de la razn, pueden marcarse con el dedo; tan limitado es su nmero! Todo el resto de los americanos, aun aquellos que mas decision han mostrado por la independencia, y que han hecho los mayores sacrificios para conseguirla; aquellos mismos (y son los mas) que de-jndose seducir de vanas teoras, crean de buena fe que iban dar un impulso majestuoso la carrera de su prosperidad, todos han llegado convencerse por una triste experiencia y funesto desenga-o, que su emancipacin no puede consolidarse; que sus nuevos sis-temas han de ser un perpetuo semillero de disensiones, y que debe abrir abismos sobre abismos en que se sepulten alternativamente los partidos, los intereses y la paz: que estando todos los revolucio-narios prontos mandar y tardos en obedecer; que creyndose ca-da uno de los corifeos superior los dems; que no teniendo nin-guno de ellos bastante nombradla y prestigio para hacerse respetar;

  • 6 PRLOGO

    que no siendo posible estinguir en ellos aquella aversion que cons-tantemente han tenido de ser mandados por sus mismos compae-ros, causa de la familiaridad y llaneza con que se han tratado du-rante la infancia, en los colegios, en las armas, en el juego, y aun en el libre ejercicio de otras pasiones vergonzosas, jamas podrn sostener gnero alguno de gobierno formado por ellos; el pais es-tar perpetuamente sujeto oscilaciones polticas; sern intermi-nables sus discordias; no habr mas ley que la que dicte el partido dominante, y el pais ir caminando de dia en dia pasos agiganta-dos hacia su tota! desolacin. Barradas se present en nombre de D. Fernando Vil , y todos los descontentos, sin esceptuar uno solo, corrieron ias armas, y fu uestru'iuo e\ representante Q\ rey de Espaa.

    En el discurso'de mi pequea obra se encontrarn las causas de las actuales disensiones de la Amrica; disensiones que dispertando cada dia nuevas ambiciones y nuevos intereses, hacen cada vez mas amante el pueblo de la independencia, y mas prctico en el uso de la libertad. Hay facciones y partidos que se disputan alternativa* mente el poder; las pasiones se desplegan con todo su furor; la im-prenta es el rgano de las calumnias, de las injurias, de las imputa. ciones mas negras con que las partes beligerantes se insultan mutua, mente. Todo esto es cierto. Pero qu nacin al hacerse libre estubo eesenta de estas faltas, de estos desastres, de estos crmenes? Mas qu pueblo preferiria cl silencio sepulcral de Espaa y Portu-gal, las esperanzas que ofrecen estas nuevas repblicas, llenas de "vida, de vigor y energa.'! Ageitas naeAows ^gT^giT-n ^ gifco humano seres pensadores y almas elevadas, en vez de que la Penn-sula espaola, si por desgracia de sus habitantes contina bajo el yugo frreo de la actual familia reinante, ofrecer siempre al mun-do civilizado el espectculo de la ignonfliniosa esclavitud y de la su-persticin mas dgradante, mientras la Europa progresa en la car.

  • DEL AUTOK- 7

    rera de la libertad. Qu es el pueblo espaol en el lia, delante de los pueVios civilizados1! Un pais de anatema y de maldicin; un pais on que no es permitido pensar, ni mucho menos decir lo que se siente; un pais en que los estrangeros no pueden internarse sin te-mer ser perseguidos por vrnn policia oscura y suspicaz, 6 tal vez in-sultados por un pueblo supersticioso escitado por los frailes.

    Y"o no hago una disertacin, ni menos una stira. Pero al hablar de los autores que han tratado de la Amrica Mexicana, no es fuera de propsito hacer ver el espritu que ha dirigido la pluma de los que se ocuparon solo por el amor de la verdad, y de los que se di-rigieron a servir una causa, un amo. A. la. \niu\eta. clase^estove,. ee el autor de los Apuntes sobre los principales sucesos que han influi-do en el actual estado de la Amrica del Sur; atribuida al Sr. Badillo, diputado de las cortes de Espaa. Aunque se puede decir de este opsculo lo que decia Cervantes de su Galatea, que nada concluia, potqac en realidad no haya sido el fin del autor desempear su ti-tulo; hay sin embargo observaciones muy juiciosas, y notas histri-cas del mayor inters. En medio de Ja timidez con que declara sus deseos y opiniones acerca de la independencia de aquellos pa-ses, se descubre siempre un liberal espaol, un rutinero constitucional; esto es, un hombre que hubiera deseado que todes los bienes que recibieran las Americas viniesen de manos de sus cortes.

    Si puedo con el tiempo regresar m patria y reunir los docu-mentos que tengo acumulados, espero publicar en forma de memo-rias una obra mas estensa de los importantes sucesos de aquella re-pblica. Por ahora me ocupar del segundo tomo, que terminar con el ao de 1830.

    Paris, 8 de mayo de 1831.

    LORENZO DE ZAVALA.

  • BIBLieTECft HftClOSM. MEXICO

  • A^. 1, emprender publicar este Ensayo histrico de las ltimas revo-luciones de Mxico, me propongo mas bien dar conocer ej carcter, costumbres y diferentes situaciones de aquel pueblo, que hacer narracio-nes cansadas en las que, como dice muy bien M. Sismondi, solo se en-cuentra una repeticin de los mismos actos de crueldad, de maldades y de bajeza que fatigan el espritu, causan fastidio los lectores y degra-dan eu cierta maneta *l bomVrtc j\i ge ot^p^ Vwgo vift-mpo wf> leratiet los horrores y estragos de los partidos y facciones. "La historia de los pueblos, dice el misino escritor, no comienza sino con el principio de vida,con el espritu que anima las naciones," Como el tiempo ante-rjor ios sucesos de 1808 es un periodo de silencio, de sueo y de mo-notona, escepcion de algunos destello* que asomaban de cuando en cuando respirando la libertad, la historia interesante de Mxico no co-mienza verdaderamente sino en aquel afo memorable. Mas es conve-niente que los lectores, para entrar con conocimiento en la lectura de es-te Enrayo histrico, estn instruidos de las costumbres de ios habitante' y de su estado anterior la referida poca.

    El descubrimiento de las Americas hecho por Cristbal Colon fi-nes del siglo XV, y la conquista de aquellas regiones verificada poco tiempo despus, es uno de aquellos acontecimientos que en gran parte

    TOM. i. 2

  • 10 INTRODUCCIN. han contribuido variar el curso poltico de las sociedades, Mi obje-to no es hablar del influjo que estos sucesos han ejercido sobre la Eu-ropa, sino de la marcha que han tomado los asuntos polticos en el an-tiguo imperio de los aztecas, no en el tiempo inmediatamente posterior la conquista, sobre lo cual ya han escrito varios sabios espaoles y es-trangeros. En sus escritos se podrn encontrar hechos repetidos que vendrn en confirmacin de los que forman el cuadro que voy presen-tar mis lectores, y que quiz ser uno de los documentos que espar-cirn mas luces sobre las importantes cuestiones polticas, que sin duda alguna se han de presentar sucesivamente en el curso de los tiempos ve-nideros. La heterogeneidad de los elementos que han compuesto en di-ferentes pocas las sociedades europeas, no es verdad que ha entrado en los clculos y combinaciones de sus legisladores y gefes para arreglar su marcha? La historia de la edad media, de este periodo de grandes vicios y de virtudes heroicas; de ignorancia, de energa y de trastorno uni-versa!; enseando los hombres de estado cuales han sido las partes ele-mentales que compusieran las naciones que gobernaban, les indicaba al mismo tiempo los diferentes orgenes en que se fundaban los derechos, las pretensiones de cada clase, de cada gerarqua, de cada familia. En la Amrica espaola, en donde no hubo el concurso de otros inva-sores, ni esa tumultuosa invasion do naciones sem-salvages, debemos suponer que el conquistador dio la ley sin condiciones, y us pacfica-mente del derecho de la fuerza, sin mas restricciones que aquellas que l mismo quiso sujetarse.

    Los historiadores de la conquista de Mxico han dado sus relacio-nes un aire de ecsageracion que ha sido el origen de muchas fbulas ri. dculas y de romances divertidos. Los mas juiciosos escritores no han podido preservarse de dar crdito algunos hechos enteramente falsos, y aun absurdos, lo que les ha inducido en errores de mucha consecuen-cia, y podemos asegurar que ninguna historia ha sido mas revestida de ilusiones, de hiprboles, de cuentos y episodios romnticos, que la de esos remotos paises, causando la distancia y aislamiento en que los man-tuvo la poltica del gobierno espaol, casi los mismos efectos que los que produjeron los tiempos heroicos. Cortes mismo en sus cartas Carlos V hace pinturas tan halageas, tan poticas y estraordinarias de lo que habia visto y conquistado con sus bravos compaeros, que era difcil no creerse trasportado un nuevo mundo, una tierra parecida y aun superior la imaginaria Atlntida, esos paises de oro, de in-

  • INTRODUCCIN. 11 eienso y de aromas de que hablan los escritores orientales. Palacios magnficos cubiertos de oro y plata: reyes y emperadores mas ricos que los mas poderosos potentados de Europa: templos comparables los de la antigua Grecia: rios que llevaban arenas de los mas preciosos meta-les, y esmeraldas y diamantes en vez de piedras: aves estraordinariasi cuadrpedos monstruosos: hombres de diferente conformacin por sus facciones, color, falta de barba y cabellos erizados: climas en que seres-pira una atmsfera de fuego, en que una perpetua primavera repre senta la mas aprocsimada imagen del paraso. Un culto compuesto de las mas ridiculas y horribles ceremonias: una religion cuyos dogmas forman una monstruosa mezcla de todo cuanto se babia conocido de mas estravagante: lodo esto, en parte verdadero, creciendo en las plumas de los escritores, venia producir en Europa impresiones indelebles. Pe-ro cuan diferentes eran estas mismas cosas vistas en aquellos pases!

    La conquista de los espaoles en Amrica redujo los indios tal estado de esclavitud, que cada hombre blanco se consideraba con el de-recho de servirse de los indgenas, sin que stos tuviesen ni valor para oponerse, ni aun la capacidad de esplicar algun derecho. Los que es-caparon los efectos de las primeras matanzas fueron distribuidos entre los conquistadores. No habia en su principio mas que seores y sier-vos. Las autoridades no gobernaban por leyes que no habia, sino en nombre del rey. Posteriormente se fueron dando esas ordenanzas que Hartaron leyes de Indias, que tenian por objeto modificar la tirana de los descendientes de los conquistadores, y de tos gefes que partan de Espaa gobernar aquellos paises; pero como estas leyes decretos rea. les solo los tenian los que deban ejecutarlos, en realidad no se hacia mas que la voluntad de los capitanes generales, vireyes gobernadores. Las distribuciones de los terrenos fueron en parte convertidas en enco-miendas, que tuvieron por ltimo resultado el pagar un tributo anual los tenederos de ellas, que eran como los boroug mongers de la Ingla-terra. Los reyes redujeron despus estos privilegiados recibir de la real tesorera la cantidad equivalente al producto anual de los tributos que cobraban de los indios que les tocaron en sus primeros repartimien-tos, quitando de este modo muchas vejaciones que se causaban en el modo de percibirlos; abuso que despus fu adoptado por los subdelega-dos y corregidores encargados de cobrar las contribuciones de los indios, los cuales estaban obligados entregarlas en esped; es decir, en teji-

  • \% INTRODUCCIN. dos ordinarios de algodn que trabajaban sus mugeres, en otras manu-facturas semejantes.

    Los indios tenan sus leyes especiales, sus jueces, sus procuradores y defensores que les nombraba el gobierno, porque eran legalraeote con-siderados como menores de edad. El estado de embrutecimiento en que se les mantuvo, los hacia en efecto inhbiles para representar ningn gnero de derechos, ni perfeccionar contratos de importancia en que se supusiese la necesidad de algunas ideas combinadas. Los que han in-tentado defender la poltica del gobierno espaol con respecto sus co-lonias, han alegado la ecsistencia de este Cdigo de Indias que aparece formado como un baluarte de proteccin en favor de los indgenas. Pero los que ecsaminan las cuestiones bajo uti puni do vista filosfico, solo han considerado esta institua como un sistema de esclavitud estableci-do sobre bases que parecan indestructibles, y de cuyos efectos se resen-tirn todava por algunos siglos aquellos gobiernos. Estas leyes en efecto no son otra cosa que un mtodo prescrito de dominacin sobre los indios. Suponen en los monarcas que las dieron derechos sobre los bienes y vidas de los conquistados, y de consiguiente todo acto que no era positivamente una opresin, so consideraba en ellas como una gra-cia, un beneficio det legislador. Leyes haba que determinaban el peso con que se les podia cargar, las distancias hasta donde podian ir, lo que se les habia de pag tr, &.C., &c. Para mantener este orden sistematiza-do de opresin, era necesario que ios oprimidos nunca pudiesen entrar, por decirlo as, en el mundo racional^ et* la esfera moral en que viven los dems hombres. En la mayor parte de las provincias nosabian, ni saWi aun, mas que su idioma, el cua\ es diferente de\ e ias otras por lo regular. La lengua (sin esceptuarla mexicana, de la que han hecho pomposos elogios algunos romancistas) es pobre, y carece de voces pa-ra espresar ideas abstractas. Las arengas supuestas por los historiado-res poetasen la boca de los Jicotencales, Magiscatzines y Coloclos no son mas verdaderas que las que Homero, Virgilio y Livio atribuye-ron los Agamenones, Turnos, Scvdas. Aquellos gefes indios eran tanto tal vez mas brbaros que estos hroes griegos romanos, y su idioma no podia prestarse las bellezas oratorias que suponen una lar-ga serie de siglos de civilizacin y gobiernos regulares.

    Es cierto que la Amrica espaola antes de la conquista estaba mas poblada que hoy, y que los indios bajo sus gobiernos nacionales comen-zaban desenvolver algunas ideas. Tenan nociones confusas sobre la

  • INTRODUCCIN. 13 inmortalidad del alma, habian hecho un corto nmero de observaciones, aunque sumamente imperfectas, sobro el curso de los astros, y rio desco-nocan del todo el arte de elaborar los metales. Pero estaban estos cono-cimientos en su cuna, y ya se sabe cuantos siglos son necesarios para que ios pueblos alcancen el grado de perfeccin que les haga merecer el t-tulo de civilizado?. LA conquista destruy enteramente este movimien-to que comenzaba ; dar vuelo al espritu de invencin entre aquellos indgenas. Un culto nuevo, as como un gobierno desconocido, fueron sustituaos \as sangrientossupwrsucicmes
  • 14 INTRODUCCIN. pitos y hacrselos aprender de memoria. No hay una sola version de Sos libros sagrados en ningn idioma del pais: no hay un libro elemen-tal que contenga los fundamentos de la fe. Pero /romo haban de ec.sis-tir estas obras para los indios, cuando sus mismos conquistadores no po-dinn leerlas? Lo que quiero con esto manifestar es, que la religion no se enseaba aquellos hombres, ni se les persuadia su origen divino con pruebas raciocinios; todo el fundamento de su fe era la palabra de sus misioneros, y las razones de su creencia, las bayonetas dess conquista-dores. La Inquisicin no podia conocer en las causas de los indios. Era tal el estado de degradacin de stos, y tan fuerte la idea que se te-nia de su incapacidad, que nunca pudieron persuadirse que un indio pudiese ser el inventor de alguna herega, ni aun el sectario obstinado de una doctrina cualquiera. Se vendi como una proteccin, como un privilegio en favor de los indgenas esta escepcion, debida al juicio que se tenia formado de su imbecilidad,

    Ademas del tributo que pagaban los indios al real erario, sus en-comenderos, se crearon otras contribuciones eclesisticas con el nombre de obvenciones. Estaban escoptuados del diezmo y de los derechos par-roquiales, porque sus esplotadores haban calculado muy bien, que un hombre que nada posee, ni tiene mas necesidades que las naturales, po-cos diezmos podia pagar. El clculo era muy esacto; porque en efec-to, los indios no poseian propiedades territoriales, ni ningn gnero do industria, hablando en lo general. Habitaban y habitan en chozas cu-biertas de paja de palmas, cuya estension es regularmente de quince diez y seis pies de longitud, sobre diez doce de latitud, en forma oval. Por de contado que all estn reunidos los hijos, los animales domsti-eos, y un altar en donde estn los santos penates. En medio hay un fo-gn que sirve para calentar el agua en que cuecen el maiz, su nico a-Kmento con pocas escepciones. No hay cinco entre ciento que tengan dos vestidos, que estn reducidos auna camisa larga de manta ordinaria y unos calzoncillos; sus mugeres hijas, vestidas con igual sencillez po-breza, no conocen esa inclinacin tan natural su secso de parecer bien delante de los dems. Con la misma proporcin referida anteriormente, no hay propietarios, y se contentan con recoger treinta y cinco cuaren-ta fanegas de maiz al ao, con lo que viven satisfechos. Cuando por algun trabajo jornal han ganado una pequea porcin de dinero, la destinan hacer alguna fiesta al santo de su devocin, y consumen su miserable peculio en cohetes, en misas, comilonas y bebidas embriagan-

  • INTRODUCCIN. 15 tes. El resto del ao lo pasan eu la ociosidad, durmiendo muchas ho-ras del dia en las tierras calientes, en divertimientos do su gusto en los deliciosos climas de las cordilleras. Dos entre ciento aprendan leer; pero hoy se ha mejorado mucho su situacin bajo este aspecto1 En varias provincias los curas tenan tal dominio y ejercan tal autori-dad sobre ios indios, que mandaban azotarlos pblicamente, cuando no pagaban las obvenciones su tiempo, cometan algun acto de desobe-diencia. Yo he visto azotar frecuentemente muchos indios casados y s u s mugeres en las puertas do los templos, por haber fallado la misa algun domingo fiesta, y este escndalo eslaba autorizado por la costumbre en mi provincia! Los azotados tenan obligacin despus de besar la mano de su verdugo.

    Al hablar del influjo eclesistico en el pais, y de la situacin moral de esta, clase privilegiada, es imposible, deyw de chocar con Uuereses sostenidos por la supersticin y creados por el despotismo, El princi-pio de soberana nacional, reconocido posteriormente en aquellos paises, hubiera debido desarraigar preocupaciones destructoras de la libertad, y hacer desaparecer pretensiones la obediencia pasiva, si bastasen pol-s solas las declaraciones, aun las mas solemne^, de doctrinas abstractas. Lia uetza r\e hbitos creados por tres centurias, s&r vni obstculo toda-va para que en medio siglo las luces y la filosofa hayan de triunfar de ese coloso, despus de una lucha terrible y obstinada. Las personas de los obispos en aquel los paises eran sin hiprbole tan reverenciadas como la del gran Lama entre los trtaros. A su salida la calle se arrodilla-ban los indios, y bajaban las cabezas para recibir su bendicin. Los frailes eran en los pueblos y aldeas distantes de las capitales los maes-tros de la doctrina y los seores del comn: en las ciudades grandes Jos directores de las conciencias de los propietarios y de las seoras. Los conventos de los dominicos y carmelitas posean y poseen riquezas de mucha consideracin, en bienes raices rsticos y urbanos. Los conven-tos de religiosas en Mxico, especialmente la Concepcin, la Encarna, cion y Santa Teresa, tienen en propiedad al menos tres cuartas partes de los edificios particulares de la capital, y en proporcin sucede lo mismo en las otras provincias. De manera que se puede asegurar sin ecsagera-cion, que los bienes que poseen los eclesisticos y religiosos de ambos secsos ascienden al producto anual de tres millones de renta. Pngan-se ea el peso de la, balanza con lespecto su influencia estoa ^aloies, y

  • 16 INTRODUCCIN. so podr calcular aprocsimadamente cual ser en una poblacin pobre, en quti las propiedades estn muy mal distribuidas.

    Aboca, entro en otra materia delicada, que puede considerarse corno uno de Jos elementos de discordia tn aquellos pases, y que ofrecer grandes embarazos sus legisladores, en proporcin de que vayan aban-donando cuestiones pueriles y frivolas, y se ocupen mas profundamente de los verdaderos intereses de su patria. Hablo de la distribucin de tierras hecha por los espaoles, y del modo como estn repartidas en el da.

    El o-obierno espaol no podia dejar de hacer concesiones de tierras aquellas personas que mas haban contribuido la conquista de aquel rico v bello territorio. Naturalmente los conquistadores escogieron los terrenos mejor situados y mas frtiles en e! orden con que cada uno se croia tenia el derecho de obtener esta clase de recompensas. Las ricas y cuantiosas posesiones de los condes del Valle, de Santiago, San Miguel de Aguayo, mariscal de Castilla, duque de Monteleone y olios, ocupan un territorio inmenso y cultivable, Las otras fincas rsticas que rodean los pueblos y ciudades, que pertenecen los conventos y es-tablecimientos piadosos, han trado su origen de concesiones reales, o-tras do legados testamentarios, donaciones inter vivos, y algunas pocas provienen do contratos de compra y venta. La tercera clase de gran-des propietarios es la de las familias descendientes de ricos espaoles, que compraron desde tietnpos remotos tierras al gobierno los indios cuando tenan un precio sumamente bajo, y fueron agregando sucesiva-mente hasta formar las haciendas que hoy valen desde medio milln de pesos hasta dos KUUOS, como las de los Reglas, Vtvaacos. Vicarios, marques de! Jaral, Fagoagas, Alcaraces y otros. La cuarta clase es la de los pequeos propietarios, que tienen fincas rsticas cuyo valor no escede do seis hasta quince mil pesos, adquiridos por compra heren-cia, otro ttulo semejante. H aqu como estn distribuidas ia mayor parte de las tierras do la Repblica Mexicana, especialmente las que ro-dean las ciudades las grandes poblaciones. Todas estas posesiones estn en manos de los espaoles sus descendientes, y sor) cultivadas por los indios, que sirven de jornaleros. De sieto millones de habitan-tes que ocuparn ahora aquel inmenso territorio, cuatro al menos son de indios gentes de color, entre los cuales novp.nta centesimos estn reducidos al estado que he dicho anteriormente. De consiguiente no eesiste en aquel pais aquella gradacin de fortunas que forma una escala

  • INTRODUCCIN. 17 regular da comodidads en la vida social, principio y fundamento de a ecsistencia du las naciones civilizadas. Es una imagen de la Europa feudal, sin e! espritu do independencia, y el enrgico valor de aquellos tiempos.

    Durante los tres cientos aos del gobierno colonial, estas clases, reduci-das i suosistir de eu trabajo diario, no tenan ningunas nociones de un estado mejor de vida, al menus, ni siquiera sospechaban el poder ser llamados entrar en goces de otra especie que la ecsistencia triite y miserable en c\uo permanecan. Sus deseos, car. otea cartearan, oro^ac-cionados sus ideas, y stas, como se ha dicho, ocupaban una esfera tan corta, que so puede decir con esactitud que solamente conocan lo fsico de la vida. Aquellas acciones que los ponan en contacto con los blan-cos, como la asistencia los templos, y nn que otro, muy raro, concur-so algun acto pblico, eran puramente mecnicas, y era un fenmeno or de ta boca de, eAcv? stiffs degradados \5 lawocVmo, Ift-acVios Viag-res han dicho, que los indgenas de Amrica son reservados y silencio-sos, equivocando lo que es solo efecto de su ignorancia, con un estudio 6 cuidado en no hablar, Pero si por uno de los caprichos desconocidos de la naturaleza, sobresala un genio, un carcter notable, en el momento hablaba sus compaeros con e! lenguaje de la desesperacin, y eeshor-Vndo\o3 sacudir su esclavitud, era sacrificado por ios opresores. Tu-pac-Amaro en el Per, y Quisteil en Yucatan, pueden citarse entre otros.

    11 La igualdad la desigualdad entro Jos diversos rdenes de ciuda-

    danos, en un?, nacin nueva y semi-salvnge, dice un ilustre escritor, de-pende esencialmente de la distribucin de propiedades territoriales:, or-que una nacin no civilizada no tiens comercio, ni capitales acumula, dos, ni manufacturas y artes; no puede pues poseer otras riquezas que las que produce a tierra- Ella es la nica que alimenta Jos hom-bres en un pais sin comercio y sin riquezas acumuladas, y los hombres obedecen constantemente ai que puede su arbitrio darles retirarles los medios de vivir y de gozw. U t a awVft, twcv\YWSK> wAtrt, adquiere algunas veces sn revolucin y sin conquista un grado de ci-vilizacin imperfecta, en 'a que las tierras son cultivadas sin que el co-mercio y las artes hayan hecho todava ningunos progresos: entonces es probable que las tierras que pertenecen esta nacin, fuese en su or-gen repartidas entre los ciudadanos en porciones poco mas menos i. gwdes, *V memos qvm

  • 18 INTRODUCCIN. permiso de apropiarse una estension de tierrra sumamente despropor-cionada las fuerzas dla familia qup debia cultivarla. Las haciendas podian ser mas menos grandes; pero nunca eran tanto como provin-cias, y la desigualdad que en este caso ecsistia errtre los particulares, no seria tal que pusiese los unos en dependencia necesaria de los otros. Los ciudadanos, desiguales nicamente en goces, no olvidaran que eran iguales de origen, y todos serian libres. Tal es la historia de la anti-gua Grecia, y de la antigua Italia; y h aqu de donde provino que desde los mas remotos tiempos se viesen en estas comarcas solamente gobiernos libres. En nuestros dias la distribucin de las fortunas en las colonias de la Amrica Septentrional, conserva alguna analoga con el primer establecimiento de las naciones agrcolas. Los colonos dan, es verdad, sua haciendas una estension mas considerable que la que les damos en Europa; pero siempre son proporcionadas las fuerzas dess familias. Por consiguiente ecsiste entre ellos una especie de balanza territorial, como la llamaba Harrington en su obra del Oceana; balanza que contribuye mantener la libertad en los Estados-Unido? del Norte. Por lo dems, aun sin esta balanza pudiera haberse establecido aquella libertad; pues que los americanos tienen capitales acumulados, tienen comercio vasto y artes, encontrando los pobres como los ricos en su pais medios abundantes de subsistir con independencia."

    Estas doctrinas, de cuya esactitud no puede disputarse, prestan mate-ria reflecsiones muy profundas, despus de los datos que he asentado en orden al estado de las riquezas territoriales de la Repblica Mexica-na. Mas de tres millones de individuos, llamados repentinamente go-zar de los derechos mas amplios de ciudadana, desde el estado de la mas oprobiosa esclavitud, sin ninguna propiedad inmueble, sin conoci-miento en ningn arte ni oficio, sin comercio ni industria alguna, qu papel vienen hacer en esta sociedad, en que apareciendo repentinamen-te pueden considerarse como la generacin de Deucalion y Pirra? C-mo hemos de juzgarlos tan desprendidos del deseo de mejorar su suerte, que teniendo en sus manos usar de sus derechos polticos en las asam-bleas y magistraturas electivas, no se aprovechen de su posicin? Mas claro: qu debern hacer las familias conquistadas, sobre las que se han ejercido vejaciones de todos gneros por tres siglos, al verse incorpora-das por las constituciones del pais la gran familia nacional? Los ines-pertos directores de aquellas sociedades, cmo han podido olvidar cer-rar los ojos sobre lo que ha pasado en todas las naciones? Cules han

  • INTRODUCCIN. 19 sido los movimientos constantes de ios radicales en Inglaterra, de los li-berales en la Europa continental, y mas que todo en la Francia, que ciment su revolucin de 89 sobre la distribucin de las propiedades feudales? El vuelo que ha tomado ltimamente el proyecto de bill de Reforma en Inglaterra, se cree por ventura que sea para tener unos cuantos diputados electores de mas?

    Todo gobierno tiene su principio de ecsistencia, que una vez descom-puesto desnaturalizado, debe ser sustituido por otro anlogo los cambios ocurridos en el pais. El sistema colonial establecido por el gobierno espaol estaba fundado: 1. sobre el terror que produce el pron-to castigo de las mas pequeas acciones que pudiesen inducir desobe-diencia; es decir, sobre la mas ciega obediencia pasiva, sin permitirse el ecsmen de lo que se mandaba ni pov quien. 2. Sobre la ignorancia en que se debia mantener aquellos habitantes, los que no podian apren-der mas que lo que el gobierno queria, y,hasta el punto que le era con-veniente. 3. Sobre la educacin religiosa, y principalmente sobre la mas indigna supersticin. 4. Sobre una incomunicacin judaica con to-dos las estrangeros. 5." Sobre el monopolio del comercio, de las propie-dades territoriales y de los empleos. 6. Sobre un nmero de tropas arre-gladas que ejecutaban en el momento las rdenes de los mandarines, y que mas bien eran gendarmas de polica, que soldados del ejrcito para defender el pais.

    Despues de haber los mexicanos conseguido su independencia, ha des-aparecido el terror que inspiraban las autoridades espaolas, conserva-do por el hbito heredado de padres hijos, y se han sustituido las mas amplias declaraciones de libertad^ de igualdad. La ignorancia, sin haber podido desaparecer, ha dado lugar una charlatanera poltica, que se apodera de los negocios pblicos, y conduce el estado al caos y la confusion. Sin dejar de ecsistir la supersticin popular, se han intro-ducido una porcin de libros que corrompen las costumbres sin lustrar el entendimiento. Ya no hay monopolio de comercio, de empleos ni de propiedades territoriales, y este artculo necesita una larga espli-cacion.

    El comercio se ha abierto todos los estrangeros, y los especulado-res han sacado grandes utilidades, como debia esperarse. Efectos con-ducidos por segunda, tercera y cuarta mano, pasando de la Europa sep-tentrional los comerciantes de Cdiz, y de stos Veracruz y Mxico, deban necesariamente llegar mucho mas caros, especialmente no te-

  • 2 0 INTRODUCCIN. niendo concurrencia en loa mercado?. Se ha mejorado mucho en esta parte la suerte del pais, y se ven muchas menos gentes desnudas que en otro tiempo. Pero muy pocos son los estrangeros que despus de ha-ber hecho grandes ganancias permanezcan en si pais; y se enlacen con familias mexicanas. Parece que se miran en l como en tiendas de campaa, para levantarlas luego que hayan concluido sus asuntos. En este punto debe esperarse mucha mejora con el tiempo. En cuan-to al monopolio de los empleos, solo ecsiste entre las faceiones que pelean entre s para obtenerlos; pero todos son mexicanos. Las propie-dades territoriales son uno de los grandes objetos que ocuparn la aten-cin de aquellos gobiernos. Sobre esto ya he hablado cuanto baste dar conocer la delicada posicin de los directores de aquellos pueblos, y no me he propuesto hacer un tratado de insurrecciones. Me reservo dar mayor estension estas ideas en mis memorias que deber publicar dentro de poco tiempo, y que tengo entre manos.

    Uno de los mayores males quo afligirn por algun tiempo aquellos pueblos, es el de las tropas permanentes; as por los gastos intiles que causan, como porque obrando por masas organizadas bajo la direccin de gefes ambiciosos, los gobiernos civiles no pueden oponerles resisten-cia, y son de consiguiente sus instrumentos sus vctimas. Diez do-ce coroneles de cuerpos regimentados, y cuatro cinco generales, for-mando un sistema combinado, oprimen el pais, y sin alterar las fr-mula republicanas, todo marcha bajo sus inspiraciones. Los negocian-tes estrangeros, que no pueden tener otro nteres que sus ganancias, que dependen del estado de tranquilidad de esclavitud, favorecen cuanto depende de ellos este sistema, se unen con los espaoles que desean lo mismo, y es muy comn el ver muchos liberales de Europa en Mxico, alistados en las filas de los opresores. Esto esplica el misterio porque algunos peridicos, aun de los del partido de la libertad en Europa, ha-cen apologas de los gobiernos militares de Amrica. Recibiendo las comunicaciones y noticias de los comisionistas de ultramar, y hablan-do stos liempre en el sentido de sus ganancias intereses, es claro que el partido militar debe ser considerado el mas til sus especulaciones.

    Pero no se deben nunca perder de vista los principios que he asenta-do sobre los hechos notorios que tambin he referido. El mayor y mas peligroso error de los que dirigen los negocios pblicos, es el no contar con las generaciones que nos vienen sucediendo, ni con sus adelantos y pretensiones, y en ninguna parte este error es susceptible de mas fcil

  • INTRODUCCIN. 2 1 desengao que en los nuevos estados de Amrica. Desde el ao de 1808 hasta 1830, es decir, en el espacio de una generacin, es tal el cambio de ideas, de opiniones, de partidos y de intereses que ha sobre-venido, cuanto basta trastornar una forma de gobierno respetada y re-conocida, y hacer pasar siete millones de habitantes desde el despotismo y la arbitrariedad hasta las teoras mas liberales. Solo las costumbres y hbitos que se trasmiten en todos lo* movimientos, acciones y conti-nuos ejemplos no han podido variarse, porque cmo pueden las doctri-nas abstractas hacer cambiar repentinamente el curso de la vida? De consiguiente tenemos en contradiccin con los sistemas tericos de los gobiernos establecidos, esos agentes poderosos de la vida humana, y no podrn negar los fundadores de las formas republicanas, que solo han vestido con el ropage de las declaraciones de derechos y principios al hombre antiguo, al mismo cuerpo conjunto de preocupaciones, la masa organizada y conformada por las instituciones anteriores. Q,u han hecho para substituir usos y costumbres anlogas al nuevo orden de cosas?

    Hay pues un choque continuo entre las doctrina que se profesan, las instituciones que se adoptan, los principios que se establecen; y entre los abusos que se santifican, las costumbres que dominan, derechos semi-feudales que se respetan: entre la soberana nacional, igualdad de dere-chos polticos, libertad de imprenta, gobierno popular; y entre interven-cin de la fuerza armada, fueros privilegiados, intolerancia religiosa, y propietarios de inmensos territorios. Pnganse siquiera en armona los principios conservadores de un orden social cualquiera. S se adop-ta por convencimiento, por raciocinio, por un juicio formado despus de profundo ecsmen un sistema federal, que es lo que me parece mas con-forme aquellos paises, no por eso se debe copiar testualmente el de los vecinos del Norte, ni mucho menos artculos literales de la constitu-cin espaola. El colmo del absurdo y la ausencia de todo buen senti-do es la sancin de los fueros y privilegios en un gobierno popular. Establzcase, si se quiere se cree as til al bien del pais, una aristo-cracia eclesistica, militar y eivil; imtense, si se puede, las repblicas de Genova Venecia; entonces, que haya fueros y ciases privilegiadas; que haya leyes para cada gerarqua, para cada corporacin para cada persona, si as se juzgare conveniente. Pero una constitucin formada sobre las bases de libertad mas amplias, sobre el modelo de la de los a-tnericanos del Norte; conservando una religion del estado sin tolerancia

  • 2 2 INTRODUCCIN. de otra; tropas privilegiadas y gefes militares en los mandos civiles; conventos de religiosos de ambos secsos instituidos conforme los c-nones de la Iglesia romana; tres millones de ciudadanos sin ninguna propiedad, ni modo de subsistir conocido; medio milln con derechos po-lticos para votar en las elecciones sin saber leer ni escribir; tribunales militares juzgando sobre ciertas causas privilegiadas; por ltimo, todos los estmulos de una libertad ilimitada y la ausencia de todas las garan-tas sociales, no pueden dejar de producir una guerra perpetua entre partes tan heterogneas, y tan opuestos intereses. Hgase desaparecer ese conjunto de anomalas que se repelen mutuamente. Concluir es-te discurso presentando los lectores el estado de las rentas, gastos y recursos de Nueva-Espaa, omitiendo detalles minuciosos que no for-man el objeto de mi obra.

  • RENTAS Y GASTOS DEL

    EiafcT 1 S 0 9 9 SUS MINAS, AGRICULTURA, FBRICAS Y COMERCIO.

    Ramos de sus rentas. Producto liq. enps.fs. Derechos de ensayo 72,506 Derechos de oro y pasta. 24,908 Derechos de plata pasta 2,086,565 Derechos de vajilla 25,716 Acuacin de oro y plata 1,628,259 Tributos 1,159,951 Alcabalas _ 2,644,618 Pulque 750,462 Plvora 370,829 Loteras 109,002 Novenos 192,333 Oficios vendibles y renunciables. 27,106 Papel sellado 64,900 Medias anatas 37,338

    Suma 9,194,493

  • 2 4 RENTAS Y GASTOS

    Suma anterior 9,194,493 Oficios de chanciHera... . 1,035 Juego de gallos 33,322 Pulperas 22,883 Nieve 31,814 Salinas y derechos de sal 132 982 Estanco lquido de lastre en Veracruz 29 Panadera y bayuc en id 11989 Fortificacin , g QO3 Donativo , ] 480 dem para la guerra 646,459 Caldos 36,181 Tinte y vainillas 45 740 Almojarifazgos 275,894 Aprovechamientos 57,967 Rentas menores sin egreso de administracin.... 76,151 Alcances de cuentas 24,989 Bulas de Santa Cruzada 271,828 Diezmos eclesisticos 30,320 Subsidio eclesistico 4,686 Medias anatas y mesadas id 50,540 Vacantes mayores y menores 112,733 Azoguesde Castilla 474,722 Azogues de Alemania ". 42,583 Fletes de azogues . . . . . 2,757 Naipes 148,861 Tabaco , 3,927,822 Del 4 por 100 del sueldo de empleados 25,632

    Total 15,693,895 De este lquido debe rebajarse.. . . Por sueldos y gastos de administra-

    cin , 596,260 y 1,244,199 Por los donativos que hubo este ao

    y que no debe figurar como renta. 647,939

    Renta neta 14,449,696

  • DEL VIREINATO BE MEXICO EN S 0 9 . 2 5

    INVERSION DE FONDOS E N DICHO AO 1809. Gastos de fortificacin. 800,000 Sueldos de armada, tropa veterana, arsenal de San

    Blas, almacenes de plvora y otras cargas, 3,000,000 Sueldos de oidores y dems empleados de justicia, y

    misiones para convertir indios 250,000 Pensiones varios individuos . 200,000 Gastos de hospitales, reparos de sus fbricas, & c . . . . 400,800 Rditos de cantidades impuestas 1,496,000

    Total 6,146,800

    Suman los gastos 6,146,800 Suman las rentas 14,449,696

    Quedaron libres en pesos fuertes 8,302,896 Esta fu pues la renta lquida de Mxico en el citado ao de 1809.

    Igual, con poca diferencia, fu desde fines del siglo pasado, si bien la mitad se invertia en los situados ultramarinos, de modo que escasamen-te entraban de cuatro cinco millones en las arcas reales de la Penn-sula. No seria as en el dia, en que algunos de dichos establecimientos espaoles que necesitaban del socorro anual, han sido constituidos bajo un pi que no solo pueden sostenerse por s, sino dar aun lucidos so-brantes, y los dems han mudado de dominio.

    Para juzgar qu regiones del eino de Nueva-Espaa son las mas metalferas, insertar continuacin el valor de los derechos reales so-bre la plata que se pagaron razn de 10 | por 100 en 1795, en cuyo ao acu la casa de moneda 24 millones y medio de pesos.

    S. Luis Potos 96,000-Zacatecas 69,000 Guanajuato . . . , 67,000 Rosario 45,000 Bolaos 41,000 Mxico 36,000 ^marcos (*). Guadalajara 19,000 Durango < 33,000 Zimapan 10,000 Sombrerete , 7,000 Chihuahua 7,000 J

    (*) Se cuentan 500 reales de minas esparcidos por este rico pais, y con ellos mas de 3,000 -minas de trabajo.

    TOM. . 4

  • 2 6 RENTAS Y GASTOS

    Todas las minas de la? posesiones espaolas consuman anualmente 30,000 quintales de azogue, que al precio de 50 pesos, en que se podia regular un ao con otro, importaban un milln y medio.

    Cuando la acuacin era de 15 millones anuales, ganaba el rey un 6 por 100 sobre ella, y cuando pasaba de 18, casi un 7: esta diferencia se debia al arreglo y manejo de dicha casa, en la que ocurran los mismos gastos para 20 24 millones que para 15. Trescientos cincuenta cuatrocientos empleados con diez molinos para estirar la plata, veinte y un bancos para el tiro de hilera, cincuenta y dos cortes y veinte volan-tes, pueden acuar diariamente de 12 15,000 marcos, y hasta 30 mi-llones de pesos al ao, sin aumento de mquinas ni de gente.

    F U E R Z A MILITAR ANTES DE LA REVOLUCIN. Plazas.

    Tropa veterana 7,083 Presidales y volantes del vireinato 595 Presidales y volantes de las provincias internas. 3,099 Milicias provinciales 18,884

    Total de la fuerza en tiempo de p a z . . . . 29,661

    Su manutencin costaba anualmente 1,800,009 ps. El fuerte de S. Carlos de Perote absorvia. . . . 200,000 Los gastos de fortificacin y otros imprevistos. 2,000,000

    T o t a l . . . . 4,000,000

    AGRICULTURA. Este ramo rendia una suma igual la de las minas, es decir, de 22

    24 millones. H aqu el estado de sus diezmos, que es el barmetro mejor de la

    riqueza territorial. Producto de la agri- Renta lquida

    Obispados. cultura en 1790. decimal. PS. FUERTES. PS. FUERTES.

    Mxico 8,500,000 850,000 P u e b l a . . . . 4,400,000 440,000 Valladolid 4,000,000 400,000 Oajaca 1,000,000 100,000 Guadalajara 3,400,000 340,000 Durango 1,200,000 120,000

    Seis obispados.. . . 22,500,000 2,250,000

  • DEL VIREINATO DE MEXICO EN 1 8 0 9 . 2 7

    FBRICAS. Las fbricas de lana y algodn mas considerables eran las de Puebla

    y las de Quertaro. En este ltimo punto se consuman anualmente en 20 obrages y 300 trapiches 46,000 arrobas de lana, de las que se tra-bajaban 6,000 piezas de pao 226,000 varas, 280 piezas de jerguetilla 39,000 varas, 200 piezas de bayeta 15,000 varas, 161 piezas de jer-gas 18,000 varas; el valor de cuyos artefactos ascendia 600,000 ps.

    El mismo Quertaro consumia 200,000 libras de algodn en teji-dos de mantas y rebozos.

    Las fbricas de algodn de la intendencia de Puebla comprendidas en esta ciudad, Cholula, Tlascala y Huejocingo, trabajaban en tiempo de paz por un milln y medio de pesos. Habia otras en varios puntos.

    COMERCIO. Las importaciones por Veracruz antes de la

    guerra, ascendan un ao con otro 19,000,000 Sus esportaciones, inclusive la plata 22,000,000

    Diferencia en favor de la esportacion 3,000.000

    Total del giro mercantil 41,000,000

    Los objetos de dicha esportacion eran en plata. 14,000,000 En productos de agricultura 8,000,000

    Total 22,000,000

    ESPECFIC ACIN DE OBJETOS DE ESPORTACION. Peso Valor en pe-

    en arroba. sos fuertes. Grana 24,500 1,715,000 Azcar 500,000 1,500,000 Vainilla 00,000 60,000 Ail . ..< 60,000 2,700,000 Zarzaparrilla 20,000 90,000 Pimienta de T a b a s c o . . , . i . . 24,000 40,000 Harinas 00,000 500,000 Curtidura 00,000 80,000 Varios renglones sueltos . . . . . 00,000 315,000

    Total 00,000 7,000,000

  • 2 8 RENTAS Y GASTOS DEL VIREINATO DE MXICO EN 1 8 0 9 .

    ESPECIFICACIN DE OBJETOS DE IMPORTACIN. Vino de 25 30,000 barriles 1.000,000 Papel. 125,000 resmas 375,000 Canela 100,000 libras 400,000 Aguardiente. . . . 32,000 barriles 1,000,000 Azafrn 17,000 libras 350,000 Hierro 50,000 quintales 600,000 Acero 6,000 quintales . . . . U0,000 Cera 26,000 arrobas 500,000 Cacao 20,000 fanegas 1,000,000 Ropas, quincalla y dems ramos de industria. 14,000,000

    Total 19,335,000

    De un estado publicado por el consulado de Veracruz, resulta, que la importacin de Espaa en 1802 fu como sigue:

    E n n a c i o n a l ' 1,539,219 >

    1 9 6 0 0 0 0 0 Enestrangero 8.060,781 i

    Esportacion en dicho ao 33.866,219

    Difeelcia en favor 14,266,219

    Comercio de la metrpoli 53,466,219

    Importacin de Amrica 1,607,792 Esportacion para Amrica , 4,581,148 Importacin general . . . . 21,207,792 Esportacion general 38,447,367

    Comercio total de Veracruz en dicho ao de 1802. 59,655,159

  • REVOLUCIONES

    DE

    CAPTULO PRIMERO.

    Principios de la revolucin en 1808.Causas que la motivaron.Don Jos Iturrigaray, virey.Su esposa.Carcter de ambos.Desrde-nes y corrupcin de aquella corte.Productos de la Nueva-Espaa. Minas.Productos agrcolas.Acumulacin de capitales.En -manos muertas,-Miseria de la poblacin indgena.Su clasifica-cin.Desigualdad de fortunas.Porqu es mas perjudicial en a. quelles pases que en Europa.Esclavitud del pueblo.Despotismo sacerdotal sostenidopor el gobierno Instruccin pblica.Obstcu-los que hacan impenetrables las luces en aquellos pases.Sistema de gobierno.Influencia de los vireyes en la administracin de jus-ticia. Vicios de sta.Causas criminales y civiles eternizadas, Influjo del clero.Porqu medios lo ejerca.Estado de Nueva-Espaa en 1808.Primeras noticias de la invasion de Napoleon en la Pennsula.Efectos que causaron.Por qu.Entusiasmo de a-quellos habitantes en favor de Fernando VIISuscriciones en fa-vor de la causa de la independencia de la Pennsula.

    La revolucin de Nueva-Espafia, hoy Estados-Unidos Mexicanos, principi en 1808, cuando por efecto de la invasion hecha en Espaa

  • 3 0 REVOLUCIONES

    por los ejrcitos de Napoleon, qued aquella nacin acfala y entrega-da los gobiernos populares que se establecieron en aquella poca, ba-jo la direccin de gefes que no tenan otra misin que las inspiraciones de un patriotismo ciego y tumultuoso. Las autoridades de las Ameri-cas no se creyeron bastante legtimas para continuar por s solas en los gobiernos que haban obtenido de un monarca que haba desaparecido, y habia sido sustituido por otra dinasta, cuyos nicos ttulos eran dos-cientos mil soldados aguerridos. La incertidutnbre de lo que sucedera en la Pennsula les obligaba ocurrir la verdadera fuente de toda sociedad, la voluntad del pueblo, representado entonces por los ayunta-mientos y otras autoridades, y h aqu como se abri la puerta la gran cuestin que se hft resuelto definitivamente con la independencia de a-quellos hermosos paisas.

    Gobernaba la Nueva Espaa D. Jos Iturrigaray, hombre que no habia hecho males positivos aquellos habitantes. Su carcter estrema-damente popular disimulaba sus srdidas ganancias, y el trfico vergon-zoso que se hacia bajo su proteccin, con lo que acumulaba inmensas rique-zas. Su esposa hacia descender la corte hasta sobre el teatro, subia el teatro la corte por la aficin que tenia esta clase de diversiones. La conducta de la de Madrid bajo Mara Luisa, era el ejemplo que se seguia; y las seoras mexicanas rodeaban entonces la esposa del virey, como las damas espaolas la clebre esposa de Carlos IV. Fiestas, bailes, tertulias, paseos, hacan la sociedad mexicana alegre y bulliciosa, y se sentaba el hipcrita inquisidor, el grave oidor, el venerable obispo, la fcil cortesana, el libertino y la madre de familia en un mismo salon, para divertir los vireyes y mendigar sus favores.

    La casa de moneda de Mxico acuaba anualmente de 22 27 mi-llones de pesos fuertes; las contribuciones producan hasta 13 millones, de los que se remitan la Pennsula como sobrantes seis, y veces siete. Todo el comercio del pais lo hacian los espaoles, escepcion de uno otro privilegio que concedia D. Manuel Godoy casas estran-geras, como la de Gordon y Murfi de Londres, y otras, para introducir efectos y conducir los caudales Espaa. Las minas prosperaban, hasta el grado de que la Valenciana y la de Rayas, que eran las mas ricas, bastaban para alimentar dos mil familias y enriquecer los pro-pietarios: las haciendas de ganado mayor y lanar eran posesiones de prncipes, pues tenian desde veinte hasta treinta mil cabezas: las de cul-tivo, aunque atrasada la agricultura, producan inmensas cantidades de

  • DE NUEVA-ESPAA. 3 1 trigo, maiz, cebada, frijoles y dems granos alimenticios. En la tierra caliente se cultivaba, como en el dia, la caa de azcar y el caf, y es-tos ramos preciosos formaban la riqueza de los propietarios, cuya mayor parte eran espaoles frailes. Son clebres las haciendas de los Yer-mos, de los dominicos, y otras semejantes, en los valles de Cuernavaca y Cuanta Amilpas. Se acumulaban capitales de mucha consideracin en estas manos, y se estableca la desigualdad de fortunas, y con ella la esclavitud y la aristocracia.

    En medio de estas riquezas, cuyo origen, aunque no del todo feudal, era debido privilegios, concesiones, rentas perpetuas vitalicias sobre la tesorera real, al monopolio, abusos de la supersticin y de la autoridad, y muy poco la industria de los poseedores, la masa de la poblacin estaba sumergida en la mas espantosa miseria. Tres quintos de la poblacin eran indgenas, que sin propiedad territorial, sin ningn gnero de industria, sin siquiera la esperanza de tenerla algun dia, po-blaban las haciendas, rancheras y minas de los grandes propietarios. Una parte considerable de estos miserables estaban y estn todava en pequeas aldeas que se llaman pueblos, mantenindose de la pesca en las lagunas, de la caza y del cultivo de tierras agenas, ganando su sub-sistencia de sus jornales. Muy pocos son los que se ocupan en un g-nero de industria mezquino, como cultivo de granas, fbrica de rebozos, de sombreros de paja, de canastas, y cosas de este gnero que apenas bastan para una miserable subsistencia. Las castas, que formarn una quinta parte de la poblacin, estn con muy pocas escepciones en el mismo caso, y los blancos pobres que no pertenecen las familias ricas de que he hablado, vivian del comercio de trasportes de unos otros puntos, de sus tiendas de licores que llaman vinateras, pequeos figo-nes, y de las rentas que algunas de estas familias perciban de sus bene-ficios eclesisticos. Ecsistia pues una desigualdad de fortunas tan gran-de, como entre personas que podian gastar ciento, y aun quinientos pe-sos diarios, y otras que no podian consumir dos reales. Debe notarse, que aunque ecsiste tambin esta desigualdad en Europa, especialmente en Inglaterra, siempre la desproporcin entre los ricos y los pobres es mucho menor en la segunda, lo que hace mas fcil la reparticin de las riquezas, y ademas, los consumos de los ricos en Europa, son de efectos proporcionados por la industria nacional, en vez de que en Mxico las ropas y todos los artculos de lujo venan y vienen de los paises estran-geros; resultando de aqu mayores dificultades para adquirir la subsis-

  • 3 2 REVOLUCIONES

    tencia y los medios de vivir con descanso. Esta observacin no debe perderse de vista.

    La dependencia del pueblo era una especie de esclavitud, consecuen-cia necesaria de este estado de cosas, de la ignorancia en que se le man-tenia, del terror que inspiraban las autoridades con sus tropas, su des. potismo y su orgullo, y mas que todo de la Inquisicin, sostenida por la fuerza militar y religiosa supersticin de clrigos y frailes fanticos, sin ningn gnero de instruccin. La enseanza primaria era muy ra-ra en las pequeas poblaciones, y las escuelas que se establecan en las grandes capitales, estaban dirigidas por los frailes y clrigos en sus propios principios intereses, por legos ignorantes que enseaban mal leer y escribir, y algunos principios de aritmtica para llevar la cuenta en los almacenes de comercio. El catecismo del padre Ripalda, en que estn consignadas las mcsimas de una ciega obediencia al papa y al rey, era toda la base de su religion. Las nios aprendan de me-moria estos elementos de esclavitud; y los padres, los sacerdotes y los maestros, los inculcaban constantemente.

    En los colegios se enseaba la latinidad de la edad media, los cno-nes, y se enseaba la teologa escolstica y polmica, con la que los j-venes se llenaban las cabezas con las disputas eternas inintiligibles de la gracia, de la ciencia media, de las procesiones de la Trinidad, de la premocin fsica y dems sutilezas de escuela, tan intiles como pro-pias para hacer los hombres vanos, orgullosos y disputadores sobre lo que no entienden. Lo que se llamaba filosofa era un tejido de dispara-tes sobre la materia prima, formas silogsticas, y otras abstracciones sacadas de la filosofa aristotlica, mal comentada por los rabes. La teora de los astros se esplicaba de mala manera, para poner en horror el nico sistema verdadero, que es el de Coprnico, contra el cual se lanzaron los rayos de la Inquisicin y del Vaticano. Ninguna verdad til, ningn principio, ninguna mcsima capaz de inspirar sentimientos nobles generosos, se oia en aquellas escuelas del jesuitismo. Se ig-noraban los nombres de los maestros de la filosofa y de la verdad, y Santo Tomas, Escoto, Belarmino, la madre Agreda, y otros escritores tan estravagantes como stos, se ponian en manos de la juventud, que desconoca absolutamente los de Bacon de Verulamio, Newton, Galileo, Loke y Condillae. No se sabia que hubiese una ciencia llamada Eco. noma poltica: los nombres de Voltaire, Volney, Rousseau, d'Alem. bert, &c , eran pronunciados por los maestros como los de unos mons-

  • DE NEVA-ESPAA. 3 3 truos que haba eriviado la Providencia7para probar los justos. Las obras de estos y otros filsofos nunca entraban en las costas hispano-a-mericanas; los inquisidores tenan un celo superior la codicia de los negociantes, y como por otra parte los que hacan el comercio eran to-dos espaoles fanticos, ignorantes, y con otros medios de ganar, jamas se ocupaban en introducir ninguna obra estrangera que pudiese disper-tar los celos del clero ni la animadversion de las autoridades, cuyo prin-cipal nteres marchaba de consuno con el de la corte, para mantener en la abyeccin y en el embrutecimiento los habitantes del nuevo mundo, en donde gobernaban sin oposicin y se aprovechaban de sus inmensas riquezas.

    La autoridad suprema la ejerca el vrey de Nueva Espaa, que reu-na el mando de las armas al ejercicio del gobierno poltico y superin-tendencia de hacienda. El poder judicial, que pareca estar en alguna manera independiente, porque se ejerca por los jueces de primera ins-tancia, subdelegados j corregidores, estaba prueba de la firmeza y virtud de los magistrados, cuando el virey el capitn general toma-ban algun inters en los pleitos en los juicios; y siendo presidentes de las audiencias, en donde deban terminarse, era imposible obtener justi-cia contra la voluntad de un virey. Los procesos se eternizaban, y no era estrao ver durar una causa cuarenta, cincuenta cien afos sin ver su trmino. La clebre causa del asesinato de D. Leas de Galvez, a-caecido en Mrida de Yucatan en 1792, nunca lleg concluirse sino con la muerte de los presos en las crceles de Mxico; y una causa civil sobre la posesin de los volcanes de nieve en las cercanas de Mxico, lleva doscientos aos de estar pendiente ante los tribunales: son muchos los ejemplos de esta naturaleza que pueden citarse.

    El influjo del clero era sumamente poderoso, porque se estendia des-de la corte vireinal hasta la humilde choza del indio. Los obispos, por medio de los curas y de los frailes, ejercan una dominacin universal. La confesin y el pulpito, que elevaban esta clase sobre todas las dems, los hacan considerar como los depositarios de los grandes secretos do-msticos, los encargados de la doctrina, y los arbitros de la llave del cielo. Quin poda resistir estos ttulos de dominacin universal? Qu hombre se atrevera hablar como igual con el que saba sus mas secretas flaquezas, sus delitos, sus faltas, sus intrigas y sus inclina-ciones? El bello secso, que siempre ejerce un imperio poderoso en la sociedad, se humillaba ante el tribunal de estos dioses de la tierra, como

    To*r. i. 5

  • 3 4 REVOLUCIONES

    ellos se denominaban, que haban penetrado hasta los ltimos atrinche-ramientos de sus conciencias. Desde el pulpito, que se llamaba la c-tedra del Espritu Santo, hablaba al pueblo como maestro, el que sabia los pecados de sus ovejas; y h aqu un poder, una autotidad contra la cual nadie puede luchar. Pero el rey y sus vicegerentes disponan de estos resortes poderosos, y desde Espaa se nombraban para ocupar las sillas episcopales, las dicesis de estos pases, hombres encargados de dar cuenta de lo que observaban sus dos soberanos el papa y el mo-narca espaol; cadenas mas fuertes que las que han imaginado los poe-tas ligaban en el averno Prometeo y Ssifo.

    Intil es decir lo que era el gobierno colonial de los espaoles. Si al menos hubieran trasmitido las Americas las riquezas literarias de la metrpoli, y hubieran enseado sus hijos su antigua historia, lle-na de hechos famosos, y de recuerdos nobles! Si hubiesen cuidado de la educacin de una juventud que adquira con el clima la vivacidad de las regiones meridionales! Pero lejos de esto se ocupaban nicamente en acumular riquezas en la oscuridad de sus sucios almacenes: en acos-tumbrar sus descendientes la obediencia pasiva, y al doble yugo de la supersticin y del despotismo. Tal era el estado de las Americas del Sur, especialmente de la Nueva-Espaa, cuando la invasion de las tro-pas francesas en 1808. Los sucesos de Aranjuez entre Fernando VII y sus padres produjeron simpatas favor del primero en odio de D. Manuel Godoy; cuya privanza se pint con todos los coloridos que po-dan hacerla odiosa. Fernando VII era el dolo de los mexicanos. Pero estas afecciones estaban fundadas sobre ideas falsas y errneas, cada uno creia que su malpasar iba terminarse bajo la dominacin del joven monarca; se hacian votos al cielo por su prosperidad; se espera-ban tiles reformas: los que haban visto arrebatar sus capitales para la tesorera con el monstruoso sistema de consolidacin, entablado por los consejos de M. Ouvard al ministro Godoy, esperaban ver restituidos sus medios de subsistencia los antiguos poseedores: uno era el grito en favor del rey, que se habia considerado como la vctima de sus padres y del favorito.

    Las noticias de la salida de Fernando VII para Bayona, y de la per-fidia de Napoleon en aquella ciudad con este prncipe, escitaron hasta el entusiasmo el amor del pueblo por el nuevo rey, y crearon un odio mor-tal contra el conquistador de Europa. Todas las clases de la sociedad estaban unsonas en estos sentimientos: se abrieron suscriciones, y sejun-

  • DE NUEVA-ESPAA. 3 5 taron en pocos meses siete millones de pesos para aucsiliar los hermanos peninsulares que peleaban por la religion, por el rey, y por la indepen-dencia nacional. Ninguno pensaba en aquellos momentos en aprove-charse de esta coyuntura para sacudir el yugo colonial y proclamar la independencia: la causa espaola era una en ambos hemisferios. Mas estos fueron los primeros impulsos de un sentimiento muy natural: auc-siliar los hermanos oprimidos. Las reflecsiones vinieron poco des-pus; y h aqu el principio del curso diferente que tomaron las cosas.

    ' S*^******-*-

  • 3 6 REVOLUCIONES

    CAPITULO II.

    En vista de las ocurrencias de la Pennsula, trata el virey Iturriga-ray de apoyarse en la opinion popular.llegada de D. Juan Ja-bat y D. Manuel de Juregui, comisionados por la junta de Sevi-lla. Conducta del virey.El ayuntamiento y la audiencia son consultados.Efectos que produjo este primer paso.Resolucin del virey de reunir una junta imitacin de las de la Pennsula. Medios con que podia contar.Le falta energa.Conspiracin de D. Gabriel del Yermo.Prisin de lturrigaray.Es conducido Espaa.Efectos de esta revolucin en el pueblo mexicano.Re-flecsiones de ste.Principio de las discusiones polticas en aquel pais. Confirese el mando D. Pedro Garibay.La audiencia es la que manda en realidad.Presos de estado, Verdad, Azcrate y el padre Talamantes.Suerte de stos.La opinion se rectifica acer-ca de estos sucesos.Partido de los parianistas.Reconocimiento de la junta de Sevilla y de la junta central.Restablecimiento del orden.El arzobispo Lizana virey.Su carcter.Discusiones po-lticasComienzan penetrar las buenas doctrinas y introducir-se los buenos libros.D. Pablo Moreno.Su mrito.Los nuevos gobiernos espaoles hacen tiles reformas.Influencia de ellas en SSueva-Espaa.Promesas de los espaoles.Impresos de la Pe-nnsula.Efectos que causan.Empiezan leerse con gusto las o-bras de los buenos publicistas. La ignorancia, efecto de la opresin. Tardos progresos de la civilizacin.Obras de Jovellanos, Don Valentin Foronda y Cabarrus.

    El virey D. Jos lturrigaray no se atrevi continuar gobernando como si nada hubiese ocurrido en la Pennsula. Sabia que despus de la salida del rey, y de la ocupacin de los franceses de la capital, la Espaa estaba entregada la mas confusa anarqua. Las provincias,

  • DE NUEVA-ESPAA. 3 7 como se sabe, formaron sus juntas, y cada una quera dirigir la nacin: ninguna tenia mas derecho que otra para mandar, ni menos para go-bernar todas las Americas espaolas, que con el suceso ltimamente ocurrido estaban igualmente autorizadas para formar sus juntas provin-ciales. La de Sevilla envi sus mandatos Mxico, comisionando D. Juan Jabat y D. Manuel Juregui para que fuese reconocida, y el virey quiso antes de todo oir el voto del ayuntamiento y de la audiencia, que falta de otros representantes deban por lo pronto hablar en nom-bre del pueblo mexicano. Este paso del virey Iturrigaray produjo dos efectos: en la nacin, el primer rayo de luz para conocer su fuerza y sus derechos, y en los espaoles residentes en Mxico el temor de que esto sucediese. El virey estaba desde luego resuelto formar la junta imitacin de las de la Pennsula, y ponerse l mismo de presidente. Tenia el poder, los medios y recursos para hacerlo todo. La casa de moneda de Mxico tenia depositados en caja 30 millones de pesos: el ejrcito, aunque corto, estaba ciegamente obediente las rdenes del virey, j ademas tenia en su apoyo todas las simpatas de los hijos del pais, que conocieron desde luego las ventajas de aquellas medidas. Pe-ro le falt energa, y mas que todo actividad, para una empresa contra la que se habian declarado todos los peninsulares, que posean todos los capitales y los principales empleos en el pais. Formse desde luego una conspiracin, y la voz de D. Gabriel del Yermo, rico capitalista espaol, quinientos comerciantes acometieron por la noche el palacio del virey, y matando los centinelas, se apoderaron de la persona del pri-mer gefe de la Nueva-Espaa y de su joven esposa, trasladando al pri-mero Veracruz hasta el castillo de Ula, desde donde le embarcaron para la Pennsula en el mes de diciembre] en el navio S. Justo, que lle-vaba Ocho millones. Estall la conspiracin el 16 de setiembre de 1808, y los conjurados depositaron el mando en manos de la audiencia, compuesta de espaoles, y pusieron en prisin varios regidores, de quienes se creia haberse aconsejado el virey.

    La sorpresa fu el primer efecto de esta empresa atrevida. Un virey despojado por unos cuantos comerciantes, era un espectculo que se presentaba por primera vez en un pais en que los habitantes estaban acostumbrados respetar aquella autoridad como una divinidad. El e-jemplo no fu perdido para los mexicanos. Se penetraron de que el principio de la desgracia del seor Iturrigaray habia sido en odio de la independencia nacional, con el objeto de conservar las antiguas cade-

  • 3 8 REVOLUCIONES

    nas, de mantener la dominacin colonial, de no hacer partcipes los americanos en ninguna manera de la administracin; vieron que no sola-mente se pretenda mantener el dominio del rey, sino que cada espaol se consideraba como un propietario de aquellos paises y de sus habitantes. Los espaoles por su parte comenzaron ver los criollos con ceo y desconfianza: se hacia cada dia mas pesado su yugo y su comercio so-cial: el instinto de la independencia, ahogado por tantos caminos, comen-z manifestarse y abri ya una brecha. Se vieron ya presos como reos de estado: se entablaban discusiones polticas sobre lo que en Es-paa suceda; la imprenta entr por primera vez en el campo de la po-ltica. Se contestaron los derechos de la nueva dinasta, y las procla-mas de las juntas de Espaa despertaban cuestiones de soberana del pueblo, condenada por la Inquisicin como una herega.

    La audiencia gobernaba, aunque se confiri el mando en apariencia un antiguo general llamado D. Pedro Garibay. Todo parecia cal-mado despus de la prisin del ex-virey. Pero habia presos en las cr-celes: los licenciados Verdad y Azcrate, el Padre Talamantes y otros de menos nombre, fueron acusados como cmplices de la revolucin. El primero muri los poeos das en la prisin, y se aseguraba que su muerte habia sido obra de los amotinados, por medio de una ejecucin secreta: tal es al menos hasta si dia la opinion de los mexicanos. El segundo pudo escapar despus de muchos padecimientos; el tercero mu-ri en la fortaleza de S. Juan de Ula en un calabozo. En todas las provincias se hablaba de estos acontecimientos con variedad; pero poco poco se iba formando la opinion de que Iturrigaray habia sido una vctima de su amor los mexicanos, y los presos otros tantos mrtires dla libertad. Nada era mas natural; pero este sentimiento no era uni-forme, no estaba generalizado. Los comerciantes, los propietarios es-paoles, los eclesisticos de gerarqua, los empleados, ios que dependan del gobierno, tomaron el partido de los parianistas (nombre que se da-ba los ejecutores de la prisin del virey, porque en la plaza de Mxi-co hay un bazar que contiene muchos almacenes de comercio, y que se llama Parian). Se dividi la nacin entre adictos al partido caido y enemigos suyos: hubo ya antipatas y simpatas. El terror que caus el golpe de estado dado en setiembre, hacia comprimir el sentimiento de las segundas. No era permitido sostener en pblico lo que se pensaba y hablaba en secreto. Se esperaba la decision de los tribunales de Es-paa, que no ecsistian. D. Juan Lopez Cancelada, editor de la Gaceta

  • DE NUEVA-ESPAA. 3 9 del gobierno de Mxico se encarg de sostener el partido de los faria, nistas, y escriba contra el virey Iturrigaray como de un hombre am-bicioso que intent apoderarse de la Nueva-Espaa, y hacerse coronar monarca, aprovechndose de la triste situacin de la metrpoli. Supo-na que el padre Talamantes, de que he hablado, religioso carmelita na-tural de Guayaquil, habia formado los planes y estendido los proyectos de esta grande empresa, y que le sostenan varios abogados, entre los cuales cuenta los dos de que he hecho mencin. El csito de la cau-sa del ex-virey, absuelto en los tribunales de Espaa nueve aos despus, ha demostrado que Cancelada no escriba sino guiado por el espritu de partido, y que solo se propona acumular acusaciones sobre un hombre que ni pensaba en hacerse monarca, ni tenia, decir verdad, la capaci-dad, ni el espritu para entrar en semejantes empresas.

    La Nueva-Espaa continu su antigua marcha bajo el nuevo go-bierno, y el reconocimiento que se hizo luego de la junta de Sevilla, y despues de la central, consolidaron de nuevo el orden perturbado en 1808. Fu nombrado virey el arzobispo Lizana, mediados de 1809: hombre absolutamente incapaz de poder dirigir la mquina poltica en circunstancias delicadas, como las que luego se presentaron. Este pre-lado tenia las virtudes de su estado, y sobre todo un candor y simplici-dad que lo hacian el juguete de las intrigas de los cortesanos. Seme-jante gefe no podia convenir las miras del gobierno espaol, que nece-sitaba un hombre de energa y conocimientos para poder reorganizar una sociedad que estaba amenazada de una prcsima disolucin, cuyos sntomas ya comenzaban manifestarse. En Valladolid se intent ha-cer una revolucin en este ao por los seores Garcia Obeso, Miche-lena, Abarca y otros patriotas. Descubierta antes de estallar, sus auto-res fueron aprehendidos y conducidos fuera de aquella provincia. Las representaciones de los espaoles, que veian por todas partes el descon-tento y la tempestad que les amenazaba, en que pedian se depositase el vireinato en manos mas firmes, hicieron que principios de 1810 se sustituyese la audiencia al venerable prelado, mientras se escoga otro gefe que correspondiese los deseos de los monopolistas. Los impre-sos de Mxico no eran, como en otro tiempo, poesas fugitivas, anacren-ticas, elegas, versos erticos, disertaciones sobre teologa, elogios de algun libro asctico de un sermon, en fin, relaciones de milagros: se hablaba ya sobre los principios del derecho social, sobre la soberana del pueblo, sobre los lmites de la autoridad, sobre los deberes de los go-

  • 4 0 REVOLUCIONES

    bernantes, y otras cuestiones que interesaban los ciudadanos. Aun en las escuelas comenzaban introducirse las reformas: la filosofa mo-derna, la fsica esperimental, los principios luminosos de Newton, la l-gica de Condillac, las doctrinas de Loke, penetraron hasta los umbra-les de los claustros y de los colegios. No debo omitir aqu, en obsequio de un hombre inmortal en los anales de Yucatan, el nombre de D. Pa-blo Moreno, maestro de filosofa en Mrida de Yucatan, el primero que se atrevi introducir la duda sobre las doctrinas mas respetadas por el fanatismo, y que beneficio de sus esfuerzos nicos, pudo sobreponerse todos sus contemporneos, enseando los principios de una filosofa luminosa, y abriendo brecha en medio de tinieblas espesas, las verda-des tiles que han hecho despus prodigiosos progresos en toda la Nue-va-Espaa; qu fuerza de espritu y cunta constancia no era necesa-ria para elevarse tanta altura, rodeado de tantos obstculos! Su voz se hizo escuchar en medio de un desierto de ideas y de principios.

    Felizmente para las Americas, en la Pennsula espaola, los nuevos gobiernos se pusieron la cabeza de tiles reformas. Mientras que la Inquisicin de Mxico condenaba en 1810 la doctrina de la soberana del pueblo eomo una herega, las cortes espaolas consagraban este principio como la base del nuevo sistema social; los escritores entonces, apoyados por el congreso nacional, se burlaban de los esfuerzos de la Inquisicin, y ponian en ridculo los anatemas del Santo Oficio. Las promesas de los espaoles, hechas solemnemente los americanos, de llamarlos tomar parte en el gobierno, componer una parte integran-te de la nacin, representarla en las cortes, obtener iguales derechos, en suma, ser considerados como conciudadanos de sus antiguos opre-sores, dieron un vuelo estraordinario los espritus, y abrieron un vas-to campo una laudable ambicin. Pocos aos antes, encorvados bajo el despotismo militar y eclesistico, todas las miras de los americanos del Sur estaban reducidas obtener el favor de los gefes que los gober-naban, conseguir un empleo, mendigar una mirada favorable, evitar una persecucin por algun descuido una delacin. No co-nocian otra esfera de pensar, ni les ocurra siquiera que pudiese haber en el mundo otro modo de ecsistir, que el triste estadode envilecimiento en que se hallaban. Un virey, un capitn general, enviados para go-bernar, eran seres de una especie superior, que el pueblo veneraba sin osar siquiera pensar que fuesen capaces de tener ninguna responsabili-dad por sus operaciones: su orgullo, su fausto y su despotismo causaban

  • DE NUEVA-ESPAA. 41 tal terror, que pareca estinguido en los mexicanos todo sentimiento de los que hacen al hombre en todas circunstancias recordar su noble or-gen. Si fuese posible hacer desaparecer para siempre del gnero hu-mano las ideas de su grandeza y de su libertad, ciertamente que se hubiera verificado en las colonias espaolas, bajo tan horroroso sistema de opre-sin. Pero el amor de la libertad es tan natural la especie humana, que es imposible hacer desaparecer en el hombre las semillas de este principio de su ecsistencia social.

    Los impresos espaoles en que se hablaba los pueblos como sobe-ranos, los americanos como iguales, los habitantes como ciudadanos; las proclamas de las autoridades, que parecan mendigar de la multitud la fuerza y los medios de defensa contra un enemigo poderoso, y los su-fragios en favor de una legitimidad que no debia tener otro origen que la voluntad del pueblo, fueron creando en los mexicanos deseos que ja-mas haban conocido, despertando ambiciones ignoradas hasta entonces, y elevando el carcter, hasta entonces envilecido con la esclavitud, la altura de grandes sucesos. Se abri la puerta las obras clsicas de po-ltica y legislacin: las obras de Montesquieu, Filangieri, Vatel y otros se lean con gusto, y se despreciaban las censuras con que estaban prohibidos estos libros. Se generalizaban las doctrinas que han creado una nueva organizacin en las sociedades de medio siglo esta parte: el ejemplo de los Estados-Unidos del Norte de Amrica, comenzaba crear el deseo de imitar estos vecinos felices ilustrados; pero el pro-greso de la civilizacin es lento, especialmente en los paises que han es-tado sumergidos en la ignorancia. El pueblo no sabia leer; los que pa-saban por ilustrados ignoraban los idiomas estrangeros: cmo poder entender las obras clsicas que enseaban los hombres sus ttulos per-didos de grandeza y elevacin? Muy pocas estaban traducidas al espa-ol: muy pocos libros espaoles trataban las cuestiones interesantes del derecho poltico, del derecho natural, y desenvolvan las importantes ma-terias que conciernen al ciudadano. E l clebre Jovellanos escribi su Ley Agraria, su Informe la junta central; D. Valentin Foronda sus Cartas de economa poltica; Cabarrus su Tratado de la misma materia. Ya esto era mucho para hombres que no haban odo hablar mas que de teologa y de martirologios.

    ao-OOf @8S>MO-o-o^ '

    TOM. I . 6

  • 4 2 REVOLUCIONES

    CAPITULO III.

    El gobierno espaol no vara de sistema;D. Francisco Javier Ven-gas es nombrado virey.Su carcter, sus talentos, ideas con que en-tr gobernar.En qu circunstancias lleg Mxico.Estado de la opinion y de las cosas en Nueva-Espaa.Propension de la cla-se que principiaba ilustrarse sacudir el yugo.Dificultades que esta empresa ofreca.Clase militar.Nobleza.Clero.La clase media de ste es la que presenta mejores disposiciones. Union de los abogados y los curas.Cuna del movimiento insurreccional en el pueblo de Dolores.Hidalgo, cura di este pueblo, se pone la cabe-za de la empresa.El coronel Allende y el capitn Abaslo se po-nen de acuerdo con l.El gobierno de Mxico adquiere indicios de la conspiracin.El corregidor de Qnertaro recibe rdenes de a-prehender al cura Hidalgo y sus cmplices.Lentitudes de aquel. Por qu.Avisos oportunos dados por la esposa del corregidor. Hidalgo y sus compaeros dan el grito de libertad.Entusiasmo general en NuevaEspaa.Guanajuato abre sus puertas Hidal-go.Ejrcito que ste mandaba.Sus armas.Confusion y desor-den.Don Juan Riao.Los espaoles son pasados cuchillo. Los indios toman parte activa en la revolucin.Hidalgo ocupa las ciudades de Acmbaro, Celaya y Valladolid.Firmeza del carc-ter espaol.Inquisicin.Pierde su prestigio.Don Torcuato Trujil o.Su ineptitud.CallejaApuros de Vengas.Escrito enftic > Hidalgo y Allende se aprocsiman Mxico.Desorden de su ejrcito. Las tropas del virey se dirigen su encuentro. Ignorancia del general que las mandaba.Derrota de los espaoles. Consternacin y esperanzas en Mxico.Hidalgo obra sin plan ni sistema.No saca partido ninguno de su victoria.Organiza el virey nuevos medios de defensa.Las tropas espaolas al mando de Calleja se dirigen Acleo.Batalla de Acleo.Completa derro-ta de Hidalgo.Conducta sanguinaria de Calleja. Vctima pol-tica.Resentimiento de los habitantes.Efectos que produce.Con-

  • DE NUEVA-ESPAA. 4 3 tradicciones del gobierno espaol.Diputados americanos en el con-greso de Espaa.Insurreccin de las Americas, del Sur y del Ecuador.Esfuerzos del Comercio de Cdiz para sostener la dominacin en las Americas.Utiles lecciones que reciben los a-mericanos de las discusiones polticas de Espaa. Las tropas derrotadas de Hidalgo se dirigen Guadalajara. Proteccin y aucsilios que hallan en todas partes.Conducta prudente y as-tuta de Calleja.Religion; sirve de instrumento. Virgen dlos Remedios patrona de los espaoles, y la de Guadalupe de los a-mericanos.Imprudencia y descuido de los sublevados. Batalla del puente de Caldern Completa derrota de Hidalgo y Allen-de.Nueva derrota.Son hechos prisioneros y fusilados.D. Ig-nacio Rayon.Nuevo cuerpo de tropas que forma.Accin bri-llante en Acatita.Nuevas esperanzas.

    Mientras que se desenvolvan con lentitud estas ideas, los mandarines espaoles hacian cuanto podian para oponer nuevos obstculos al curso de las luces: El nuevo gobierno de la Pennsula nombr virey de M-xico D. Francisco Javier de Vengas en 1810. Este nuevo gefe no tenia talentos polticos ni militares, y s las preocupaciones de la educa-cin que reciban los espaoles en la poca anterior los nuevos cam-bios que haban dado un curso diferente las cosas. La prdida de la batalla de Almonacid en agosto de 1809, en que fu derrotado por el general Sebastiani, pesar de la doble superioridad del nmero de las tropas del gefe espaol, motiv su nombramiento, deseando el gobierno espaol deshacerse de l. Llevaba la Nueva-Espaa las ideas de ter-ror, que era todo el secreto de la poltica del gabinete de Madrid. Aun-que habia visto crearse las autoridades bajo la influencia popular en Es-paa, y aunque su poder emanaba de este mismo origen, no creia sin duda que los americanos tuviesen los mismos derechos que los espao-les, y su conducta en Mxico manifest que muy poco habia que espe-rar de los espaoles y de sus promesas.

    Lleg Mxico pocos das antes de estallar la revolucin del cura Hidalgo en setiembre de 1810. Toda la Nueva-Espaa estaba en agi-tacin, y cada uno sentia la necesidad de un cambio de las cosas, aun-que no podia decirse que hubiese una opinion fija y uniforme acerca del modo de verificarlo. La desconfianza comenzaba paralizar el comercio, y de consiguiente disminuir los medios de especulacin.

  • 4 4 REVOLUCIONES

    Se atribuan las necesidades pblicas las frecuentes esportaciones de numerario para la Pennsula, sin ningn cambio valor equivalente. Los rutineros espaoles y el clero atribuan el mal las nuevas doctri-nas de los escritores y castigos del cielo. El descontento se hacia ca-da vez mas general, como sucede siempre la vspera de los grandes mo-vimientos. Muy pocos saban que habia una conspiracin secreta que trabajaba en dar el inmenso paso de romper las cadenas coloniales, que abrumaban despus de trescientos aos los americanos." En la capi-tal varias personas, especialmente entre los abogados y la clase media, formaban reuniones y buscaban el modo de elevar la nacin la cate-gora de independiente. Pero era tal el terror inspirado por los espao-les y su sistema, que no se atrevan los nuevos corifeos declarar entre s mismos. Q,u casa en Mxico poda considerarse fuera del alcance de la influencia de algun espaol de algun dependiente suyo? La dependencia domstica paralizaba la independencia nacional, y era pre-ciso buscar en otra clase igualmente independiente el caudillo de una empresa tan grande como arriesgada. La clase militar era escjava de sus gefes, todos espafolesv enteramente adictos al rgimen que conser-vaba sus fueros y su dominio. La nobleza (si tal puede llamarse quin-ce veinte condes marqueses) era sumamente ignorante, sin ningn sentimiento de grandeza, y la mas distinguida en abatirse delante de los vireyes y arzobispos. Contenta con sus rentas, sus ttulos, la conside-racin que le proporcionaban en la sociedad estas distinciones, y la ad-misin en la corte vireinal, era incapaz de un esfuerzo generoso en fa-vor de la libertad. De esta regla general, sin embargo, veremos en adelante algunas eseepciones.

    En la clase media del clero era donde habia la mejor disposicin, porque en ella habia algunos hombres, que salidos de los colegios con algunos rudimentos del latin y de la lengua francesa, podan leer las obras de Cicern y de Tcito, y mal entender una que otra obra france-sa que se escapaba de la vigilancia de los inquisidores. Yo me acuer-do haber encontrado en la biblioteca de mi colegio las obras del abate Raynal, que haban pasado casualmente ella por muerte de un inqui-sidor llamado Burnete Brunete, que dej su mala librera en herencia al Seminario de Mrida. l mismo quiz no sabia lo que dejaba, y ha-bia adquirido aquella obra recogindola de algun viagero como prohi-bida con penas graves por el Santo Oficio. Las listas de libros prohibi-dos serviaa para conocer el mrito de las obras, y pasaba ya en prover-

  • DE NUEVA-ESPAA. 45 bio, que las mejores facturas de autores clsicos se hallaban en los espur-gatorios de la Inquisicin. Los curas eran pues los que tenian mayor depsito de conocimientos, y los abogados que estaban en el mismo ca-so, se unieron luego con aquellos para comenzar una revolucin que cost tanta sangre y tantos sacrificios; pero que por ltimo ha libertado de Ja opresin sistematizada de un gabinete estpido muchos millones de habitantes y de generaciones.

    El pueblo de Dolores, en la provincia de Guanajuato, fu la cuna de este movimiento que hace poca en los anales del gnero humano. E l curadel pueblo D. Miguel Hidalgo y Costilla, concibi la vasta y atre-vida empresa de ponerse la cabeza de una revolucin, cuyas conse-cuencias l mismo no podia conocer. Habia invitado varias personas, y estaba de acuerdo con el coronel Allende, con el capitn Abaslo, y otros pocos hombres de importancia. Era imposible que pudiese ocul-tarse una trama de tanta trascendencia la vigilancia del gobierno; y el corregidor de Quertaro D.Jos Domnguez, tuvo rdenes de la au-diencia para proceder inmediatamente la aprehensin de los referidos y formarles causas. Dos cosas contribuyeron que no se ahogase en su nacimiento esta revolucin: la lentitud con que obr el corregidor Domnguez, que se puede muy bien atribuir su simpata por los patrio-tas y por su causa, y al aviso oportuno que por va estraordinaria dio la esposa del corregidor al cura Hidalgo y D. Miguel Allende. De manera, que mientras el corregidor de Quertaro estendia sus rdenes, practicaba diligencias y se dispona obrar, el cura y sus compaeros dieron el grito en la noche del l de setiembre de 1810.

    Toda la Nueva-Espaa se conmovi la voz del cura de un pueblo y de un coronel del regimiento de la Reina: un rayo de luz brill repen-tinamente en la vasta estension de un territorio inmenso. Hidalgo vol Guanajuato, ciudad de 80.000 habitantes entonces, y Guanajuato abri sus puertas al libertador de los mexicanos. Todo era confusion y desor-den: mas de cuarenta mil hombres armados de picas, de palos, de mazas, de coas, de machetes y otros instrumentos de minera y labranza, forma-ban el ejrcito del nuevo gefe. Todos los hijos del pais unieron sus votos y sus brazos los de este caudillo; pero los espaoles y su gefe, D. Juan Riao, se encerraron en sus casas y en la Albndiga, edificio fuerte para resistir por algunos dias, si hubiesen tenido prevenciones de defensa; mas la poblacin en masa corri destruir el edificio y aca-bar con los espaoles. Esta fu la seal de matanza que despus cu-

  • 4 6 REVOLUCIONES

    bri de sangre el suelo de la nacin mexicana. Los espaoles se de-fendieron como hombres que no tenan que esperar entre la victoria la muerte, y vendieron caras sus vidas, habiendo sido sacrificados todos por un pueblo ensangrentado. Mueran los gachupines fu entonces el grito general, y la reaccin fu una consecuencia muy natural. Los indios tomaron una parte tan activa en la revolucin, cuanta les permi-tan sus facultades morales y su incapacidad de discurrir, por el estado de degradacin en que estaban. Formaban el grueso del ejrcito de Hidalgo, y arrostraban con frente serena todos los riesgos, siendo tan in-diferentes la muerte como la vida. Acmbaro, Celaya y Vallado-lid fueron ocupados, luego por los insurgentes, y al gobierno de Mxi-co le tenian en una especie de estupor los rpidos progresos de los in-dependientes.

    Sin embargo, el carcter espaol se manifest entonces como siem-pre, constante, fuerte, obstinado. La Inquisicin lanz sus rayos con-tra Hidalgo y sus compaeros: contra los que pensaran como ellos; con-tra los que de cualquier modo los ayudasen, no delatasen los cm-plices. El Santo Oficio acab de perder todo su prestigio, pues se em-peaba en declarar como una herega el sentimiento mas profundamen-te arraigado en los hombres, que es el de su felicidad: tal conceban la independencia proclamada por el cura de Dolores. El virey por su parte armaba las tropas que podia, y puso la cabeza de stas D. Torcuato Trujillo, gefe inepto y corrompido; pero que tenia el grado de brigadier en los ejrcitos espaoles: Calleja habia salido por el rumbo de Quertaro con dos mil hombres. Se reunieron hasta diez mil hom-bres armados y equipados para oponerse al torrente que venia ya des-cendiendo las montaas al valle de Mxico, despus de haber ocupado el de Toluca y una inmensa estension de territorio. El virey Vengas estaba en los mayores apuros vista del peligro que le amenazaba, y escriba Trujillo las siguientes frases: "Trescientos aos de triunfos y conquistas de las armas espaolas en estas regiones, nos contemplan: la Europa tiene fijos sus ojos sobre nosotros: el mundo entero va juzgarnos: la Espaa, esa cara p