Ensayo Sobre La Verdad Que Se Juega en Platón y Eurípides

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¿Qué tipo de enfrentamiento cabe entre la verdad tal y como es sostenida por Platón frente a la verdad que se juega en la tragedia? La figura de la divinidad ha sido puesta, según la concepción de los poetas que Platón señala, al mismo nivel que la figura de los hombres. Para los poetas como Eurípides, los dioses tienen una naturaleza muy similar a la de los hombres, constituyendo a su carácter vicios tales como los celos, la lujuria, la envidia, la cólera, y, sobretodo, la injusticia. De este modo, los dioses para los poetas serían una proyección directa de los hombres, teniendo características antropomorfas tanto física como anímicamente. Platón se encargará en el libro II de la República de mostrar, en primera instancia, la visión errada que se tiene con respecto a la justicia y el comportamiento de los dioses que los poetas exponen en los mitos mayores y menores; asimismo, sugerirá en el libro II y III de la República reconfigurar el método pedagógico de enseñanza de los mitos a los niños, mostrando primero los más bellos, virtuosos y verdaderos, en donde los dioses no combatan contra sí mismos o posean los peores vicios, y así, posteriormente, al penetrar en sus almas la verdad, poder enseñarles a los niños los mitos falsos que la mayoría de los poetas se han encargado de inculcar. En el presente ensayo, se indagará acerca de la verdad que pretende indicar Eurípides acerca de la divinidad y sus características, en contraposición con la verdad que plasma Platón acerca de las divinidades y el uso del mito como una forma de enseñarla. En Las Bacantes de Eurípides, Dionisio es un dios que posee características contradictorias en su naturaleza. Siendo una característica esencial en un dios el ser bueno por sí mismo y no obrar con mal, es decir, con perjuicios, Dionisio obra mal y perjudicando a los hombres. Platón dice en 379 c del

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Ensayo comparativo entre "La República" I, II y X de Platón y "Las Bacantes" de Eurípides.

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¿Qué tipo de enfrentamiento cabe entre la verdad tal y como es sostenida por Platón frente a la verdad que se juega en la tragedia?

La figura de la divinidad ha sido puesta, según la concepción de los poetas que Platón señala, al mismo nivel que la figura de los hombres. Para los poetas como Eurípides, los dioses tienen una naturaleza muy similar a la de los hombres, constituyendo a su carácter vicios tales como los celos, la lujuria, la envidia, la cólera, y, sobretodo, la injusticia. De este modo, los dioses para los poetas serían una proyección directa de los hombres, teniendo características antropomorfas tanto física como anímicamente. Platón se encargará en el libro II de la República de mostrar, en primera instancia, la visión errada que se tiene con respecto a la justicia y el comportamiento de los dioses que los poetas exponen en los mitos mayores y menores; asimismo, sugerirá en el libro II y III de la República reconfigurar el método pedagógico de enseñanza de los mitos a los niños, mostrando primero los más bellos, virtuosos y verdaderos, en donde los dioses no combatan contra sí mismos o posean los peores vicios, y así, posteriormente, al penetrar en sus almas la verdad, poder enseñarles a los niños los mitos falsos que la mayoría de los poetas se han encargado de inculcar. En el presente ensayo, se indagará acerca de la verdad que pretende indicar Eurípides acerca de la divinidad y sus características, en contraposición con la verdad que plasma Platón acerca de las divinidades y el uso del mito como una forma de enseñarla.

En Las Bacantes de Eurípides, Dionisio es un dios que posee características contradictorias en su naturaleza. Siendo una característica esencial en un dios el ser bueno por sí mismo y no obrar con mal, es decir, con perjuicios, Dionisio obra mal y perjudicando a los hombres. Platón dice en 379 c del libro II de la República que el Dios es bueno por sí mismo y “dado que el Dios es bueno, no podría ser causa de todo, como dice la mayoría de la gente; sería sólo causante unas pocas cosas que acontecen a los hombres (es decir, las cosas buenas)”1. Por este motivo, los dioses no pueden obrar mal, sólo obrar bien, así como tampoco pueden ser los causantes del mal entre los hombres, sino que el mal tiene otra causa (que es propia de los hombres). Es así como el Dionisio que describe Eurípides como verdadero provoca males, y el que describe Platón como verdadero no tendría que provocar males, por ser un dios.

Por otra parte, Dionisio se manifiesta ante los tebanos colérico, queriendo vengar a su madre Sémele que fue asesinada por Zeus por culpa de los celos de Hera. Aquí ya se denotan características viciosas en los dioses que son propias de los hombres, tales como la lujuria y adulterio de Zeus, los celos de Hera y la cólera y afán de venganza de Dionisio –hecho que no debería ser, puesto que los dioses son virtuosos-. La cólera y venganza de

1 Platón. La República. Libro II, 379 c, pág. 139.

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Dionisio se disfrazan, en Las Bacantes, como actitudes prudentes, puesto que tienen su razón de ser en cuanto a la actitud que adoptaron los hombres al ser persuadidos por Hera de que Sémele no fue amante de Zeus y quedó preñada por él de Dionisio, sino que quedó preñada de un mortal que se hacía pasar por Zeus. Por ello, la cólera de Dionisio es justificada como correcta y prudente en el sentido de que los hombres fueron persuadidos por una falsedad –proveniente de Hera, hecho que es contradictorio, pues los dioses no dicen falsedades- y obraron mal al no creer en Sémele, lo que hizo que no creyeran en Dionisio como su hijo ni tampoco en su naturaleza divina. Es por esto que los tebanos dudan de Dionisio como un dios y no le rinden culto, otra razón más que justifica la cólera de Dionisio. En primer lugar, Eurípides toma por verdad que los dioses puedan predicar falsedades por celos, cólera, envidia u otro atributo vicioso. Para Platón esto es ciertamente una aporía. La falsedad es una mentira y, puesto que los dioses procuran siempre la verdad por ser ellos excelentes, entonces “no hay motivo alguno para que Dios mienta”2. Por lo que es una injuria el hecho de que Hera haya divulgado tal falsedad en los hombres y, además, producido tales males, puesto que, como ya se dijo, los dioses no son causantes de los males.

Dionisio también baja con los tebanos para probar la piedad de éstos, pues al parecer, en Las Bacantes, el sólo hecho de ser pío y rendirle culto a los dioses ya determina que se es justo. En Las Bacantes se denota la concepción del dios como lo más excelente y perfecto por naturaleza, y los hombres, siendo imperfectos y buscando la excelencia, han de rendirle culto para acercarse a su perfección. De este modo, quedan justificados los males que los hombres puedan hacer contra otros hombres, ya que, si procuran una vida piadosa y veneran a sus dioses, los dioses los eximirán de culpas y serán ellos justos, aunque cometan los peores crímenes. Las injusticias que cometan los hombres al estar en el camino de la piedad serán en pro de la excelencia de sus dioses, por ello es que los hombres son, bajo esta concepción, virtuosos. Así, en Las Bacantes, el hecho de que Ágave matara a su hijo Penteo por este último dudar de la divinidad de Dionisio e ir a espiar a las Bacantes para así poder arremeter contra ellas por creer sus ritos sacrílegos, a pesar de ser un mal y algo perjudicial, queda justificado como virtuoso por ser apegado a la voluntad de Dionisio, cuya naturaleza es excelente y buena, aunque el dios haga y desee injurias. Para Eurípides, el hecho de que los hombres puedan expiar sus culpas e injusticias mediante sacrificios hacia sus dioses para poder ser justos, implica verdad. No obstante, para Platón esto es una falsedad. Platón pone en palabras de Glaucón la opinión que la mayoría y los poetas toman por verdadera con respecto al tema de que se puede ser justo solamente por el hecho de rendir culto a los dioses. Se persuade “no sólo a individuos sino a Estados de que, por medio de ofrendas y juegos de placeres, se producen tanto

2 Ibid. 382 d. pág. 145.

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absoluciones como purificaciones de crímenes”3. Es decir, con el simple hecho de darle ofrendas y procurarles sacrificios a los dioses, éstos podrán ser convencidos por los hombres para que no los castiguen y los tomen por justos. Esto implica que los hombres pueden obrar injustamente y, aún así, obtendrán ganancias, ya que, al implorarles a los dioses que no los castiguen, ellos los expiaran las culpas de sus delitos. Pero no sólo implica eso, sino también el hecho de que los dioses están al servicio de los hombres, cosa que es totalmente falsa, pues los dioses son más perfectos y están por encima de los hombres, siendo que estos últimos son los que han de estar a su servicio.

De igual forma, la embriaguez de Ágave y las demás Bacantes, que es en sí misma un mal por ser un exceso (un vicio), es, en la obra de Eurípides, un proceso necesario y sacro para permitir que Dionisio las posea y esté, por lo tanto, la excelencia y perfección de la divinidad dentro de ellas. Es por eso que su embriaguez queda justificada como virtuosa y fundamental para poder rendirle culto a Dionisio y seguir su voluntad, la cual está invadida por la cólera y busca venganza, así como también pretende hacer temer a los tebanos, para que, con su temor, puedan honrar su figura. En cuanto al temor que el dios implanta en los hombres para hacer crecer su fervor hacia él, Platón lo rebate abiertamente. En el libro III de la República, Platón comienza a vislumbrar un poco la naturaleza de los guardianes, los cuales deben ser valientes, fogosos, moderados y amantes del conocimiento; para poder ser valientes, los guardianes han de recibir desde niños una educación en la que no haya temor de por medio. Sin embargo, la mayoría de los mitos (y en lo que describe Eurípides en las Bacantes), se les ha de tener temor a los dioses para poder venerarlos, aparte de que los dioses poseen características o títulos terroríficos. Esto, en vez de hacer que el alma de los guardianes se moldee de tal forma que sea valiente, hará, por lo contrario, que éstos “se tornen más templados y suaves de lo necesario”4. Este carácter en los guardianes, en vez de producir efectos productivos, producirá efectos negativos, ya que se harán más blandos y tendientes a lamentarse, hecho que no les servirá para las guerras o para defender a la República de los invasores o de las mimas confrontaciones interiores.

Platón dice en el libro III de La República que el discurso al que se ha de recurrir en los mitos debe ser más enfocado a la narración y no a la imitación. El exceso de imitación en los mitos crea un campo muy grande de posibilidad en el que los hombres puedan simular casi cualquier cosa, inclusive las aptitudes propias de los dioses, hecho que es imposible. Es por ello que muchos de los mitos plasman a un héroe arquetípico que es aparentemente superior a un dios. Así, por ejemplo, en Las Bacantes de Eurípides, Penteo, en apariencia, pretende estar al mismo nivel de Dionisio o hasta ser superior a él,

3 Ibid. 365 a. pág. 115.4 Platón. La República. Libro III, 387 c, pág. 150.

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imitando propiedades divinas, cosa que es falsa y una total blasfemia. A pesar de que en la narración, Dionisio castigará a Penteo por su impiedad y confrontación directa contra el dios, el hecho de que Eurípides lo describa ya implica una falsedad y, por lo tanto, una mala educación de la piedad y respeto hacia los dioses. Por ello es que, como dice Platón en 398 a del libro III de La República: “emplearemos un poeta y narrador de mitos más austero y menos agradable, pero que nos sea más provechoso, que imite el modo de hablar del hombre de bien”5. De este modo, dentro de Las Bacantes, los coros acompañados con flautas, los sonidos tales como el bullicio o bramidos de Dionisio, el ruido de los panderos y los gritos de las Bacantes, entre otros, son imitaciones de sonidos innecesarios que obstaculizan o desvían de lo esencial a la narración; por ello es que hay que quitarlos y centrarse en la narración. Platón busca suprimir la imitación dentro de la narración de los mitos, y poner más bien busca una descripción certera y simple de características verdaderas que estén en pro de la virtud, puesto que los mitos tendrían que servir como modelo pedagógico moral que enseñe la excelencia de los dioses.

Asimismo, la narración de los mitos ha de ser armoniosa y con ritmo perfecto, puesto que “tanto el lenguaje correcto como el equilibrio armonioso, la gracia y el ritmo perfecto son consecuencia de la simplicidad del alma […] de la disposición verdaderamente buena y bella del carácter y del ánimo”6. En este sentido, Platón pretende que se plasme dentro de la narración de los mitos aquello que sea armonioso y de buen carácter, no aquello malicioso, discordante e indecente, pues eso no es armónico. Esta armonía de la que se hace referencia y que se halla en la simplicidad del alma tiene que ver con cómo el alma, en su forma “más pura”, al estar siguiendo al séquito de los dioses a través del Topus Uranus, miró las esencias o eidós y pudo conocerlas; pero, al caer al mundo terrenal, olvidó en su trayecto todo lo que ahí miró y, por esto, el recuerdo en Platón implica aprendizaje, ya que se evoca lo que alguna vez se conoció de las eidós. Así, el ritmo perfecto evoca la reminiscencia del alma al estar en contacto con las esencias y, con ello, su armonía, su conmoverse (moverse con) de su recuerdo de las esencias. El ritmo sirve pues para utilizar el aparato mnemotécnico del hombre, pero éste ha de recordar lo verdadero que alguna vez su alma vio, y no características falsas como vicios y otras malas cualidades que los poetas como Eurípides les adjudican a los dioses.

La imitación para Platón ha de abolirse precisamente porque capta las apariencias y no la realidad, lo cual hace que la imitación esté alejada de la verdad. Como dice Platón en 600 e del libro X de La República: “todos los poetas, comenzando por Homero, son imitadores de imágenes de la excelencia y de las otras cosas que crean, sin tener nunca acceso a la cerdad”7.En Las Bacantes, Eurípides le otorga a Dionisio ciertas características que se tiene 5 Ibid. 398 b. pág. 169.6 Ibid. 400 e. pág. 175.7 Platón. La República. Libro X, 600 e, pág. 466.

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entendido, por opinión de la mayoría, que poseen los dioses. Dionisio, como ya se dijo, padece cólera y deseos de vengarse; Eurípides, en este sentido, está imitando vicios que son propios del hombre y les está dando categoría de verdad plasmándolos en la divinidad y al hacerlos pasar por “imágenes de la excelencia”, cuando en sí mismas dichas imágenes son falsas y contradictorias. El imitador, según Platón, “no tendrá conocimiento ni opinión recta de las cosas que imita, en cuanto a su bondad o maldad”8. Esto quiere decir que, en el caso de Eurípides en Las Bacantes, como realmente no posee un conocimiento el contenido de su narración, Dionisio, que tendría que ser bueno en sí mismo, por eso obra mal y perjudica a los hombres. Así, Platón reafirma el hecho de que la poesía debe dejar de ser imitativa, pues la imitación sólo imita las apariencias y no la verdad.

Continuando con la imitación de las falsas cualidades, Eurípides le adjudica a Dionisio la capacidad de alterar su forma. Dionisio baja con los tebanos en forma de un mortal muy hermoso, engañándolos y haciéndoles creer que no se trata de un dios. El objetivo de Dionisio con esto es probar la piedad y el fervor de los hombres hacia su figura, así como el poder castigar a quienes no les rendía culto o dudaban de él, como pasó con Penteo, Cadmo, Ágave y sus hermanas. Sin embargo, el hecho de que Dionisio se transforme en un mortal ya implica cierta degradación de su condición perfecta, debido a que los mortales son imperfectos, es decir, se estaría transformando en algo peor a sí mismo. Platón dice en 381 c del libro II de La República: “es imposible que un dios esté dispuesto a alterarse; creo, por el contrario, que cada uno de los dioses, por ser el más bello y mejor posible, ha de permanecer siempre simplemente, en su propia forma”9. Esto quiere decir que la alteración del dios es algo que no podría suscitarse por el hecho de que el dios ya es lo más perfecto y supremo, o sea, no tendría que convertirse en algo más porque implicaría que se convirtiera en algo peor y más inferior.

Se puede concluir que la confrontación entre las verdades que buscan expresar Eurípides y Platón respectivamente, tienen de intermediaria a la imitación. Por un lado, Eurípides utiliza la imitación para simular el aparente comportamiento de la divinidad y trazar un modelo arquetípico en el que el hombre ha de temer y predicar fervor a ella, estando entre sus cualidades vicios que pertenecen a la naturaleza del hombre. Mientras que, por otro lado, Platón busca abolir la imitación en los mitos, pues ésta consiste en imitar las apariencias falsas de las copias o imágenes verdaderas de las esencias. Platón propone que en los mitos ha de haber una narración apegada a las copias verdaderas de las esencias, tanto en su estructura rítmica como en su contenido. Esto hará que el alma pueda alcanzar por sí misma la verdad que desde un principio llevaba contenida en su interior por el conocimiento que alguna vez obtuvo del Topus Uranus, y no se deje llevar

8 Ibid. 602 a. pág. 468.9 Platón. La República. Libro II, 381 c, pág. 142.

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por las pasiones y los vicios que ellas produzcan a partir de la narración imitativa y falsa de los poetas.