Entrevista a María José Navia

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1 POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS E n Santiago está nublado y hace un poco de frío. Hace días no ha llovido; el smog comienza a incomodar a los habitantes de la capital chilena. El metro se demora en pasar. Ya arriba del vagón, una mujer se molesta con uno de los bol- sos que hemos dejado en el suelo. No nos dice nada, pero al poco tiempo empieza a patearlo disimuladamente, tal vez inten- tando moverlo y que no interfiera con su “espacio”. Nos damos cuenta y la miramos con cara de no muy buenos amigos. La mujer se hace la desentendida y se aleja. En el metro nadie ríe; parece que todos fueran a un funeral. Una pareja joven se mira sin amor. Un anciano tose como mo- ribundo. Agradecemos que el trayecto sea corto. Pero en la calle, el panorama no es diferente. Un perro vago desparrama la basura en busca de comida, mientras un vecino, con un paraguas, lo espanta. Somos muchos los que no nos sentimos a gusto en Santiago. Somos muchos a los que nos gustaría vivir fuera de esta ciu- dad. Somos muchos los que, al caminar, odiamos estas calles. Aunque vamos atrasados, y aunque le explicamos el motivo de ese atraso, María José nos dice que nos despreocupemos. “Está lindo el Parque”, dice, sin embar- go, refiriéndose al lugar en el que nos en- contramos: el Parque de las Esculturas. “En Sant hice algunas referencias a este lugar. Siempre he creído que este lugar es uno de los mejores lugares de la ciudad”, nos dice. La miramos algo extrañados, mientras instalamos los equipos para co- menzar a grabar. Se da cuenta. “Santiago es una ciudad maravillosa. Estuve algún tiempo afuera, y realmente la echaba de menos. Ahora, estoy por volver a Estados Unidos y, aunque las ciudades allá son cómodas y muy modernas, echaba de me- nos venir acá”. No hay duda que María José ama a Santiago. No en vano, los personajes de su primera novela, Sant, miran la ciudad con otros ojos: alegres. Tanto como los de su propia autora. NAVIA, LA LECTORA - María José, ¿cómo empezaste a leer? - Siempre me llamaron la atención los libros. Mi abuela materna grababa libros 1

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Entrevista a la escritora chilena María José Navia (Santiago, 1982) en el sitio web Ojoseco.cl. Por Matías Claro Valenzuela y Francisco Gallegos Celis.

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POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS

E n Santiago está nublado y hace un poco de frío. Hace días no ha llovido; el smog comienza a incomodar a los

habitantes de la capital chilena. El metro se demora en pasar. Ya arriba del vagón, una mujer se molesta con uno de los bol-sos que hemos dejado en el suelo. No nos dice nada, pero al poco tiempo empieza a patearlo disimuladamente, tal vez inten-tando moverlo y que no interfiera con su “espacio”. Nos damos cuenta y la miramos con cara de no muy buenos amigos. La mujer se hace la desentendida y se aleja.

En el metro nadie ríe; parece que todos fueran a un funeral. Una pareja joven se mira sin amor. Un anciano tose como mo-ribundo. Agradecemos que el trayecto sea corto. Pero en la calle, el panorama no es diferente. Un perro vago desparrama la basura en busca de comida, mientras un vecino, con un paraguas, lo espanta.

Somos muchos los que no nos sentimos a gusto en Santiago. Somos muchos a los que nos gustaría vivir fuera de esta ciu-dad. Somos muchos los que, al caminar, odiamos estas calles.

Aunque vamos atrasados, y aunque le explicamos el motivo de ese atraso, María

José nos dice que nos despreocupemos. “Está lindo el Parque”, dice, sin embar-go, refiriéndose al lugar en el que nos en-contramos: el Parque de las Esculturas. “En Sant hice algunas referencias a este lugar. Siempre he creído que este lugar es uno de los mejores lugares de la ciudad”, nos dice. La miramos algo extrañados, mientras instalamos los equipos para co-menzar a grabar. Se da cuenta. “Santiago es una ciudad maravillosa. Estuve algún tiempo afuera, y realmente la echaba de menos. Ahora, estoy por volver a Estados Unidos y, aunque las ciudades allá son cómodas y muy modernas, echaba de me-nos venir acá”.

No hay duda que María José ama a Santiago. No en vano, los personajes de su primera novela, Sant, miran la ciudad con otros ojos: alegres. Tanto como los de su propia autora.

NAVIA, LA LECTORA

- María José, ¿cómo empezaste a leer?

- Siempre me llamaron la atención los libros. Mi abuela materna grababa libros

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para ciegos, para adultos y para niños. Los cuentos para niños me los pasaba a mí también, entonces yo siempre hacía el ejercicio de ir escuchando la voz de mi abuela en la radio y pasando las páginas.

- ¿Qué importancia tienen para ti los libros?

- Yo creo que influyó mucho esa idea de “libros oídos”, eso de pensar el libro no so-lamente como algo que uno lee y escucha en su propia cabeza, sino como de que al-guien te lee una historia y la importancia que pueda tener, por eso, la sonoridad y las palabras. Mi abuela no era tanto de re-galarme libros; me regalaba mucho sus audio-books cuando era chica. Me acuerdo que cuando cumplí quince me regaló Cum-bres Borrascosas (Emily Brontë), que no lo leí en ese minuto y después lo leí cuando era más grande. Ahí lo encontré increíble.

- ¿Cuáles son tus escritores favo-ritos?

- Yo creo que uno busca a un escritor que te haga sentido, que sus historias te hagan sentido. A mí me gusta mucho la mezcla que hace (Rodrigo) Fresán, de historias que pueden ser terribles, pero agregando elementos de la cultura pop y de no tomar las cosas muy en serio. Me gusta de Fresán que, si bien no cuenta historias “bilz y pap”, las sabe matizar de tal manera que para mí me suenan más reales. Tengo otro autor favorito, pero es favorito por un solo libro -Fresán me gus-ta toda su obra-, que de hecho lo conocí el año pasado. Es Jonathan Safran Foer, que, a mí gusto, escribió la mejor novela sobre el 11 de septiembre de Nueva York, que se llama Extremely loud and incredi-bly close que acá la tradujeron como Tan lejos, tan cerca. Me encantó, porque in-cluía fotos, cambios de tipografía, mucho juego formal que me encantó. Otras cosas que ha escrito no me han enganchado tan-to, pero ese libro es clave. Entonces me

gustó esa experiencia de tratar de des-orientar al lector, de respetar la inteligen-cia del lector. Si un lector puede hacer las conexiones, da lo mismo, se pueden hacer esos juegos, y yo le rescato mucho eso a Safran Foer, que desarrolla en general eso en sus novelas, pero que ahí es donde mejor lo hace.

- ¿Qué autores chilenos te gustan?

- (Alejandro) Zambra me encanta. Encuentro que es un monstruo de la fic-ción breve. Me encantaría verlo desarrollar una novela un poco más larga, pero creo que en ese micro-formato lo hace increíble y no hay nadie como él. Me parece perfec-to que se haya agarrado de ese nicho. Aho-ra me estoy leyendo Memory Motel de la María José Viera-Gallo y me está gus-tando harto. Me gusta lo que hace Andrea Jeftanovich, me gustan algunas cosas de las que ha escrito Mike Wilson, escrito-res así. Me gustaba harto Adolfo Couve en su minuto, que también escribe súper breve. También en su minuto, más adoles-cente, rayé con María Luisa Bombal. A (José) Donoso le admiro lo desafiante que es, que sus libros sean desafíos y sus juegos con el lenguaje. Y a Roberto Bola-ño, que creo que no me ha influido, sí lo encuentro un grande. Creo que Zambra va a ser un grande también.

“M e gusta mu-cho la mezcla que hace

(Rodrigo) Fresán, de histo-rias que pueden ser terri-bles, pero agregando ele-mentos de la cultura pop y de no tomar las cosas muy en serio”.

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NAVIA, LA ESCRITORA

- ¿Cuándo empezaste a escribir?

- Siempre. Al principio, como juego, si tenía que hacerle un regalo a mi abuelo cuando era chica y no tenía plata. Hay gen-te que le podrá hacer un vaso, un dibujo; yo le escribía un cuento. Pero cuando creo que me la empecé a tomar más en serio, fue cuando me metí a un taller literario cuando tenía quince, a un taller con Car-los Franz, que era en la casa de José Donoso. Yo aprendí mucho de Carlos Franz; no escribo para nada como Car-los Franz, pero aprendí eso de que un cuento se salvaba si tenía una frase para subrayar. Si bien no comparto eso en un cien por ciento, porque una novela no se salva porque uno subraye un párrafo, sí creo que hay que estar atento y tratar de lograr ese párrafo, tratar de lograr esa ora-ción para que alguien la subraye. Entonces esa tensión me sirvió mucho, y la aprendí de él.

- ¿Qué libros de otros autores te hubiera gustado escribir?

- Va sonar súper raro porque mis refe-rencias han sido bien actuales, pero me habría encantado escribir Mrs. Dallo-way, de la Virginia Woolf. La encuentro una novela tremenda, me habría encanta-do escribir City y me habría encantado es-cribir La velocidad de las cosas de Rodri-go Fresán.

- ¿Cómo nace tu novela Sant?

Partió por etapas. Yo empecé a escribir-

la antes de irme a Nueva York, la semana antes y alcancé a escribir, no sé, diez pági-nas, y ahí quedó, y quedó por dos años. Y después me fui y cuando volví pensé que quería escribir una novela independiente de ese fragmento. Quería escribir una no-vela sobre la amistad, que suena como muy tarjeta Village, pero pensaba que la amistad es una relación humana súper im-portante para todo; los amigos son súper importantes. Entonces dije “quiero escri-bir una novela donde hayan relaciones de amistad y que tengan un lugar central”. No es que sea lo primordial, porque, de hecho, también hay historias de amor en Sant. Y aparte quería escribir sobre Santiago, por-que a mí me gusta mucho Santiago. Como que uno está obligado a odiar a Santiago, como que todo el mundo lo tiene que en-contrar feo. Le tiene que encontrar que el smog, que no tiene ningún atractivo, que las micros, que lo que sea, pero a mí me gusta harto. Y me parecía que, en general, en la literatura chilena y en el cine chileno también, se mostraba una versión más os-cura, más sórdida, más terrible de la ciu-dad, que no quiere decir que no exista, porque obviamente existe, pero yo creo que también tiene este otro lado más pop, y más feliz y más livianito incluso, y quería mostrar ese Santiago.

- ¿Qué estás escribiendo ahora?

- Estoy escribiendo una novela, que se transformó en una mole; se va a demorar. Se llama Lost and found: objetos perdi-dos, que es sobre hartas cosas, sobre las ficciones y lo monstruoso. Una de las his-torias de esa novela es sobre Ma-ry Shelley cuando está escribiendo Fran-kenstein, entonces me ha tocado investigar como loca. Y también está la idea de que en Estados Unidos se dice “lost and found” al lugar donde están los objetos perdidos, y en español se dice “objetos perdidos”. Es una distinción: acá están perdidos, allá los encontraron. Y está la reflexión de que, en cierto sentido, es

“D ije ‘quiero es-cribir una no-vela donde

hayan relaciones de amis-tad y que tengan un lugar central’”.

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súper difícil perderse ahora, pero al mismo tiempo es súper fácil perderse en niveles más profundos, de desconexión. Entonces quería escribir sobre eso y se está demo-rando, me está costando. Y también estoy escribiendo una novela, una saga, mi pro-pio Harry Potter, una de ese estilo, de fan-tasía. Es entretenido porque me aliviana escribir esta otra novela que se me está haciendo súper densa. Es mucho más seria que Sant, que es un poco más livianita porque quería mostrar otras cosas.

- ¿Cuál crees que es tu aporte al panorama literario actual?

- Creo que tengo algo distinto que decir. Creo que me falta aprender un montón y que no soy la última chupada del mate, ni

mucho menos, pero dentro del concierto de la literatura chilena, por lo menos, creo que tengo una voz un poquito distinta. La tengo que trabajar para que sea un aporte, pero creo que hay un chispacito ahí que quiero seguir explorando y ver qué pasa. Quién sabe, tal vez nunca publique nada más, pero por ahora me interesa poder dar esa mirada porque, por lo menos, entre los lectores que me han escrito, con los que he hablado, creo que se agradece también esa mirada un poco más, no es complaciente, pero sí un poco más alegre, más feliz con su ciudad. Una ciudad con pura gente apestada que odia las calles, no me parece un buen camino.

- ¿Por qué es importante para ti escribir?

- Uno tiene distintas maneras de expre-sarse, y hay gente que cantará, o hay gente que dibujará o gritará. Tienes distintas sa-lidas y mi salida, mi manera de expresar-me, de procesar las cosas que me pasan, es escribiendo. Y lo sigo creyendo: uno tiene que dedicarse a lo que más le gusta, y a mí lo que más me gusta es leer, escribir, reco-mendar libros y hablar de libros. Enton-ces, eso tenía que hacer, y yo creo que has-ta el minuto ha sido probado que tenía un poco de razón.

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“C reo que tengo algo distinto que decir. Creo

que me falta aprender un montón, pero dentro del concierto de la literatura chilena, por lo menos, creo que tengo una voz un poquito distinta”.

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