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Entrevista con Maria y Teresa Martin Frank Martin : Javier S «Voto a Dios que los canales holandeses  son húmedos en los amaneceres de otoño». aRTURO PéREZ- REVERTE, El sol de Breda Es ya más de mediodía pero un frío intenso aún se siente en la cara esta mañana de primeros de diciembre en la que mi tren se detiene en la localidad de Naarden, muy cerca de Amsterdam. El viento es tan afilado como los contornos de las centenarias fortificaciones que todavía conserva esta pequeña ciudad holandesa, pero no siento la necesidad de encoger el cuello dentro de mi abrigo al descender por las escaleras y salir al exterior de la estación, probablemente gracias a la calidez de las dos sonrisas que me reciben. En la afectuosa intensidad de la mirada de Teresa Martin (a quien acompaña su marido, Jan) es realmente fácil reconocer la de su padre, el gran compositor suizo Frank Martin. Me sonríe, cómplice, porque recuerda lo casual de nuestro primer encuentro hace un par de meses en Madrid y también por esa sensación de cercanía que a veces se da entre personas que apenas acaban de encontrarse por primera vez. «Parece como si nos conociéramos de toda la vida, ¿verdad?» Su tono de voz suena aún más agradable por ese ligero e inconfundible acento holandés en su, por lo demás, excelente castellano. «Teresa: —le respondo— si no fuera por lo cursi que suena te diría que eso es lo que sienten los que se conocen por los designios del destino».

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Entrevista con Maria y Teresa Martin

Frank Martin : Javier S

«Voto a Dios que los canales holandeses son húmedos en los amaneceres de otoño».aRTURo PéREz-REVERTE, El sol de Breda

Es ya más de mediodía pero un frío intenso aún se sienteen la cara esta mañana de primeros de diciembre en laque mi tren se detiene en la localidad de Naarden, muycerca de Amsterdam. El viento es tan afilado como loscontornos de las centenarias fortificaciones que todavíaconserva esta pequeña ciudad holandesa, pero no sientola necesidad de encoger el cuello dentro de mi abrigo aldescender por las escaleras y salir al exterior de laestación, probablemente gracias a la calidez de las dossonrisas que me reciben. En la afectuosa intensidad de lamirada de Teresa Martin (a quien acompaña su marido,Jan) es realmente fácil reconocer la de su padre, el grancompositor suizo Frank Martin. Me sonríe, cómplice,porque recuerda lo casual de nuestro primer encuentrohace un par de meses en Madrid y también por esasensación de cercanía que a veces se da entre personasque apenas acaban de encontrarse por primera vez.«Parece como si nos conociéramos de toda la vida,¿verdad?» Su tono de voz suena aún más agradable porese ligero e inconfundible acento holandés en su, por lodemás, excelente castellano. «Teresa: —le respondo— sino fuera por lo cursi que suena te diría que eso es lo quesienten los que se conocen por los designios del destino».

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Teresa M

artin en el estreno

de Fantaisie sur de

s rythmes flam

enco

de Frank Martin (1974)

Fachad

a de la casa familiar, actual sed

e de la Fundación Frank Martin

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su madre, y donde desarrollaremos laentrevista. El trayecto desde la estaciónestá repleto de bosques de pinos y brezos, un entorno muy del gusto delcompositor quien, según me va narrandoTeresa, era un declarado amante de lanaturaleza cuyo principal pasatiempoconsistía en caminar por la montaña ytrabajar en su jardín. La casa, de ladrillorojo, es como de cuento y se conservacasi idéntica a como era hace cuarentaaños. El jardín, sin embargo, tiene unaspecto algo más agreste del que teníacuando Frank Martin lo cuidaba, por loque el otoño holandés otorga al conjuntoun aire dickensiano muy inspirador y nostálgico.

Ferry Jongbloed, secretario de la Funda-ción, nos recibe cordialmente. «You arethe guitarist, aren’t you?» —pregunta alestrechar mi mano—. Mientras Teresa yél intercambian algunas palabras aprove-cho para curiosear discretamente en elinterior de la casa: hay una guitarra enel salón recostada sobre uno de los sillo-nes con aspecto de no haber sido tocadapor muy largo tiempo.

Gracias a los excelentes artículos de Jande Kloe, yo ya sabía que una de las hijasde Frank Martin bailaba flamenco y queincluso había participado en el estrenode una de las últimas obras de su padre(la Fantaisie sur des rythmes flamencopara piano y danza ad libitum, de 1973)pero no podía imaginar la categoría queTeresa Martin tiene, no únicamente bai-lando sino también como coreógrafa yautora, dentro del panorama de la danzaflamenca contemporánea. Algún tiempodespués de que Bruno Argenta (el rubiobailaor que he citado en el párrafo ante-rior) nos pusiera en contacto, tuve laoportunidad de asistir al estreno en Pam-plona de su extraordinario espectáculo¡Voy! —con el mismo Argenta como codirector—, cuya excelencia técnica,musical y su emocionante interpretaciónnos dejó boquiabiertos a todos los asistentes.

Pero volvamos a Naarden. La sede de laFundación Frank Martin está situada en lacasa donde se crió Teresa y donde toda lafamilia vivió desde 1956. Será allí dondenos encontraremos con Maria Martin,

Mientras se ríen alegre e indulgentemen -te con mi bobería me viene a la memoriaun tablao flamenco, unos meses antes,en el que un bailaor más rubio que un sol(si se me permite la expresión folclórica,dadas las circunstancias) taconeaba conun duende y una energía inusual paraalguien de su fisionomía. «¿Así que eressuizo y bailas flamenco así de bien? ¡Hayque ver cómo ha cambiado el mundo conla globalización!» —le espetó cordial-mente aquel día con toda naturalidad miquerido maestro Jesús Burguera—.«Bueno, también yo soy español y llevomucho tiempo estudiando la música deun gran compositor suizo» —dije yo—.«¿No será Frank Martin?» —preguntó elhelvético abriendo sorprendido de paren par sus ojos azules— «...porque es elpadre de una de mis mejores amigas ycompañeras». Levanté los ojos de mi cerveza, muy despacio, sin pestañearpara, con la boca entreabierta y alargan -do la última vocal, preguntarle: «¿Cómohas dicho...?».

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los musicólogos a veces presentancomo si fueran verdades absolutascuestiones que no pueden pasarde ser meras hipótesis, pero ellosmuchas veces no lo expresan deuna forma tan clara. Como dijerecientemente en una entrevistatelevisiva es increíble que casinunca haya podido leer programasde concierto o notas de discos conmúsica de mi marido que noincluyan errores o imprecisiones.1

Más adelante me gustaría hacerle algunaspreguntas en relación a este asunto, peroantes querría que nuestros lectoresconozcan algo más sobre los orígenesfamiliares de Frank Martin y sobre suvida. ¿Es cierto que, como he leído, suabuelo, Charles Martin, era un empresariode Manchester? ¿Habría que pronunciar el

Son muchas las entrevistas que usted haofrecido, Sra. Martin. También, la obrade Frank Martin ha sido ampliamenteestudiada. Sin embargo en el caso parti-cular de las Quatre pièces brèves (QPB)para guitarra —que es la obra que obvia-mente más interesa a los guitarristas—sigue habiendo gran confusión a la horade decidir qué fuentes son prioritarias y,por tanto, qué texto debemos tocar losintérpretes. ¿La búsqueda de la verdaden este campo es una utopía?

MaRIa MaRTIN: Ciertamente, creo quees muy difícil alcanzarla. En cambio,

«Sorry for all this Dutch», se disculpaFerry tras apenas medio minuto decharla demostrando una exquisita cortesía a la que no estamos muy acos-tumbrados en más bajas latitudes.En ese instante, con un paso firme ysemblante animoso, entra en la estanciaMaria Martin. Aunque es una mujer casicentenaria, su porte, el aplomo con elque habla y su manera de moverse estánmuy lejos de lo que podría haber espe-rado de una persona de su edad. Sucarácter, independencia y capacidad detrabajo hicieron que tras su viudedadjugara un papel fundamental para laFundación. Aún hoy sigue participandomuy activamente en las numerosastareas que se atienden desde Naarden.Sus ojos brillan cuando habla de suesposo y las pupilas se dilatan cuandoescucha mis preguntas sobre la vida yobra de Frank Martin. Me otorga su per-miso para fotografiarla y, con divertidacoquetería, posa sonriente mientrascomenzamos la conversación.

1Maria Martin se refiere a la entrevista conteni -da en un soberbio documental, producido porla Fundación Frank Martin en agosto de 2011,que puede consultarse en línea en la siguientedirección: <https://www.youtube.com/watch?v= Tlc97Iiriec> [consultada en julio de 2015].

Maria M

artin

—Los musicólogos

a veces presentan comosi fueran verdadesabsolutas cuestionesque no pueden pasarde ser meras hipótesis

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bida inicialmente para un uso doméstico,¿no es cierto?

TM: Sí. Varias de sus obras lasescribió para este tipo de reunio-nes familiares, como los TroisChants de Noël, que me parecenunas canciones bellísimas. Mihermana, que tenía una bonitavoz de soprano, las cantaba conmis padres (Maria a la flauta yFrank al piano). En la Navidadteníamos un precioso ritual fami-liar que incluía tocar músicajuntos (muchas veces músicaescrita por mi padre); en él parti-cipábamos los hijos y también mimadre tocando la flauta.Recuerdo haber cantado con mihermano alguna canción muybonita.

MM: Y después de ese momento demúsica, de tocar juntos con losinstrumentos, nos poníamos alre-

dedor del piano y cantábamosacompañados por Frank cancio-nes relacionadas con la Navidad.

TM: Era realmente precioso. Ahorame parece increíble que en esasveladas, siendo tan pequeños,cantáramos a menudo canciones acuatro voces.

Así que, frecuentemente, el maestroescribía música para conmemorar la Navi-dad. Frank Martin era un hombre muyreligioso, ¿verdad? Basta con echar un vis-tazo a su amplia producción de músicasacra para darse cuenta.

TM: Sí que lo era, pero de una for -ma muy, muy abierta y muy libre;casi en términos filosóficos, siquieres, y para nada dogmáticos.

MM: En realidad él no solo escri-bía estas obras para la Navidadsino para cualquier ocasión pro-

picia. Hay un caso muy especialque aconteció en torno al otoñode 1947 en nuestra casa de Áms-terdam. Nos reunimos a cenarcon algunos amigos: el tenorHugues Cuénod, el guitarristaHerman Leeb y el gran pianistaDinu Lipatti y su esposa, la tam-bién pianista MadeleineCantacuzene. Todos ellos habíanpasado la guerra en Ginebrahuyendo de los nazis; allí sehabían conocido y hecho amistadcon mi marido. En esta ocasiónCuénod iba a ofrecer un con-cierto al día siguiente enÁmsterdam acompañado porLeeb en la primera parte y porMadeleine en la segunda, y antetal situación dije «¡Qué pena!Tantos músicos maravillosos yno tenemos nada para tocar jun-tos.» Frank respondió: «Bueno,bueno, a ver si puedo haceralgo...». Durante la noche escogió

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Navidad

en familia en casa de los Martin, 1

953 (los niño

s son Teresa y Jan Frank)

apellido Martin por tanto a la inglesa y noa la francesa, como es habitual?

TERESa MaRTIN: No. La familia esoriginaria de Suiza. Por lo que yosé, este abuelo era un hombremuy creativo y genial.

MM: Sí, sí. Charles Martin, eseabuelo, trabajó en Manchester enla primera mitad del siglo XIX (fueallí para trabajar), pero la familiaestá muy arraigada en Ginebra. Élcreó una empresa de tejidos con laque se hizo rico. Así pudo cumplirsu objetivo, que no era otro queregresar a Ginebra con su familia.Con el capital que aportó, contri-buyó mucho a la creación de laorquesta de Ginebra, entre otrascosas relacionadas con la música.

El apellido Martin es, por tanto, suizo y de origen francés.

TM: Y siempre lo hemos pronun-ciado a la francesa.

Muy bien, así queda bien claro. No hepodido dejar de fijarme en la guitarra quetienen en aquel sillón...

TM: Si, Jan Frank, mi hermano,tocaba la guitarra de niño. Se ledaba bastante bien.

¿Aprendió solo o tuvo un maestro?

MM: Tenía un maestro al que que-ría mucho. Como te ha dicho mihija, me parecía que tocaba muy

bien y tenía facilidad, pero esemaestro tuvo que marcharse y elnuevo profesor que vino a susti-tuirle le dijo que le habíanenseñado todo mal y que tenía queempezar de cero.

¡Vaya! Esto ha sido durante muchotiempo, desgraciadamente, un clásico enla enseñanza de la guitarra, con los consi-guientes traumas.

TM: De verdad, mi hermano quedótan dolido por la bofetada moral asu querido profesor que, siendotan niño, se desanimó y no tocónunca más. Si no, quién sabe... talvez hubiese habido un Martin gui-tarrista.

El ambiente de la casa es cálido y acoge-dor. El piano, la guitarra, el amplioespacio con vistas al jardín... se puedeuno imaginar lo agradable que sería escri-bir música aquí rodeado de la familia. Dehecho hay una parte de la música decámara de Frank Martin que fue conce-

—En Navidad teníamosun precioso ritualfamiliar que incluíatocar música juntos(muchas veces músicaescrita por mi padre)

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Frank y Maria M

artin, 194

5 [ Fotog

rafía: D

inu Lipatti ]

2Más tarde pudimos comprobar que se trata deun popular texto del poeta medieval Charlesd’Orléans en el que se remeda de forma subli-mada el habla de los niños. (Dato tomado de lasnotas del CD Frank Martin. Werke mit Gitarre.Véase la reseña de este disco en el apartadocorrespondiente de este mismo número deRoseta).

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¿Era un hombre tímido, discreto?

TM: Más que tímido mi padre erauna persona muy centrada y tran-quila y, en su vida cotidiana, niextrovertido ni efusivo en abso-luto. Pero tenía un gran sentidodel humor que siempre compartíacon nosotros... Javier, cuidadoporque lo mismo sale mi dedo enlas fotos.

No haría falta borrarlo. El dedo de la hijade Frank Martin también es un documentovalioso (risas). Conociendo su música yestos detalles de su vida, nuevos para mí,cada vez me va pareciendo una personamás interesante.

TM: Mi madre se consagró encuerpo y alma a él, por lo quepudo trabajar a gusto. Sólo teníaque pensar en la música porqueella ya estaba pendiente de todo.Esto fue muy importante para quepudiera desarrollar su trabajo ytodo su talento. Tuvo esa suerte,

mente se confunde un poco. ¿Hablaba tupadre el holandés, vuestra lenguamaterna?

TM: No, él no habló nunca el holan-dés. Solo lo practicaba (lo pocoque aprendió) con un pajarito queteníamos en casa. Éste se posabaen una varita de bambú que mipadre cogía en la mano para devol -verlo a su jaula después de cenary bromeaba con él cariñosamente.Durante las comidas todos empe-zábamos a hablar en francés pero,como con mi madre (y tambiénentre los hermanos y en la escue- la) siempre hablábamos en holan- dés, al final lo olvidábamos y elpobre se quedaba solo. Pero estono le importaba demasiado porquese quedaba abstraído pensando ensu música y ya no escuchabanada más. De pronto alguien sedaba cuenta y decía Attention!, ytodos cambiábamos de nuevo alfrancés... por un ratito sólo.

un texto medieval de los quetanto le gustaban (no recuerdoahora cuál)2 y se puso a trabajar.A las diez de la mañana los llamóa todos para que volvieran yensayaran la piececita que aca-baba de terminar. Así creó laobra Quant n’ont assez fait dodo.Fue muy bonito escucharlestocarlo al día siguiente en el recital. Cuénod volvió a cantarloen una ocasión muy emotivacon motivo de sus cincuentaaños sobre el escenario, conLeeb de nuevo a la guitarra (sino recuerdo mal) y Frank y yomisma al piano a cuatro manos.

(En el escritorio, junto al resto de piezaspara guitarra que con tanta amabilidadhan apartado del archivo para mi con-sulta, encuentro el manuscrito de estaobra. Es una pieza muy breve, de un parde minutos de duración y apenas cuatropáginas de partitura general).

Por lo que estoy viendo en el catálogo deUniversal Edition, la canción no estápublicada. Sería muy bonito que los lecto-res de Roseta pudieran acceder ennuestras páginas al facsímil de una obritatan encantadora que además incluye a laguitarra en su plantilla. No habría mejormanera de ilustrar el relato de aquelencuentro tan entrañable.

TM: Desde luego que sí.Vamos afotografiarlo.

(Comenzamos a hacerlo. Teresa meayuda sosteniendo las páginas entre susmanos mientras Maria aprovecha pararevisar una de las muchas cartas quereciben en la Fundación solicitandoinformación o asesoramiento. Mientrastrabajamos, Teresa y yo continuamos conla conversación.)

Estoy sintiendo que al cabo de unas horasescuchando tantos idiomas distintos la

Abundando en la cuestión «energética»,encuentro ciertas analogías entre FrankMartin y otros grandes compositores con-temporáneos como MarioCastelnuovo-Tedesco y Manuel de Falla:personas tranquilas, de carácter mode-rado y, sin embargo, autores de músicasmuy intensas y apasionadas, como la delmaestro gaditano.

TM: A mi padre le encantaba desdesiempre la música española. Yamucho más tarde, por mi vocaciónpor la danza, la conoció más afondo y se enamoró absoluta-mente del flamenco.

Dada la importancia que le daba al ritmoy la maravillosa imaginación armónica desu música es muy natural que le gustaraese género, del mismo modo que le gustóa Debussy, a quien tanto admiraba.

TM: Un eco que me queda muynítido de mi niñez es el agradableruido que hacía mi padre traba-jando en el jardín.

MM: En cualquier caso, a mí desdeel principio de nuestra relación mepareció un hombre fascinante. Yotenía veinticinco años y él estabaen una etapa de búsqueda, difícilpara él, ¿Qué camino escoger?Pero, una vez pasada esa encruci-jada, él siempre fue muyagradable y cercano. Cuando yaestábamos casados, cada día meenseñaba lo que había trabajado yhablábamos sobre ello. Era tanencantador que en alguna ocasiónincluso me invitaba a explorar conél algunas posibilidades armóni-cas que pudieran surgir.

pero es que lo merecía: era real-mente un hombre muy bueno.

(En este momento, tras fotografiar elmanuscrito, regresamos al salón y MariaMartin se reincorpora a la charla.)

MM: De verdad que lo era. Hastacuando estaba enfadado –lo cualno pasaba casi nunca– no perdíajamás el sentido del humor. Éldecía que si hubiera trabajadodurante las noches habría com-puesto dos veces más porque en latranquilidad de la noche eracuando tenía los momentos demayor inspiración. Sin embargorenunció a ello porque conside-raba que, si lo hubiese hecho, lafamilia no habría tenido un ritmonormal.

Y sin embargo su música es muy intensa,apasionada y está dotada de una rítmicamuy enérgica. ¿De algún modo se percibíaesta pasión e impulso en su vida coti-diana, en la familia?

MM: Bueno, sobre su energía puedodecir que le encantaba la mon-taña, la naturaleza. Era muyalpinista (risas). También, cuandonecesitaba un momento para des-conectar de la composición,trabajaba en el jardín o hacía soli-tarios con las cartas.

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Teresa M

artin

—A mi padre

le encantaba desdesiempre la músicaespañola. Ya muchomás tarde, por mivocación por la danza, la conociómás a fondo y se enamoróabsolutamentedel flamenco

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3Han JONKERS: «Frank Martin: Quatre pièces brè-ves. Das älteste Manuskript von 1933 wird zumersten Mal auszugsweise veröffentlich», Gitarre& Laute, 2 (1998), pp. 19-22.

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tiempo de soledad en esta casa respi-rando el ambiente especial en que segestaron muchas de las maravillosas obrasde Frank Martin. Me puedo imaginar, porejemplo, la media sonrisa resignada denuestro compositor cuando el valiosojarrón chino que coronaba la mesilla caíaal suelo en respuesta a la temperamentalexhibición de taconeo de la joven Teresa.La entrevista ha discurrido por caminosmuy distintos de los que había previsto yel anecdotario es demasiado extenso parasus márgenes.

Pocos minutos antes de reanudar lacharla, ya vespertina, con Maria yTeresa, he aprovechado para hacer unamplio reportaje fotográfico y he char-lado con Ferry Jongbloed, el encargadodel fondo de la Fundación, sobre diver-sas cuestiones de documentación. Sepuede pedir para nuestra entrevistacualquiera de las fotos que ilustran elprecioso catálogo que me han regaladode la exposición L’univers d’un composi-teur. Todo son muestras de generosidady de eficacia en esta casa.

Sentados de nuevo, nos damos un capri-cho con el regaliz que ha traído Teresa y,mientras ambas hojean el último ejem-plar de Roseta que les traje comoobsequio, preparo la última batería depreguntas, las referidas a la música paraguitarra de Frank Martin. Sin embargo esMaria —siempre activa— quien primerome interroga.

MM: ¿Conoces estos estudios quehizo Jan de Kloe sobre las obrasde guitarra de mi marido?

(Me muestra los artículos publicados en IlFronimo en la década de los 90 —véase lareferencia correspondiente en la secciónde reseñas—). Claro que sí. Es un trabajopionero y muy completo. Tanto él comoHan Jonkers fueron muy amables y mefacilitaron numerosa información y mate-riales valiosísimos cuando comencé aestudiarlas. También gracias a estos tra-bajos sabemos de la existencia de losborradores de la obra que se conservanaquí. En particular, este primer manus-crito completo a lápiz de las QPB —de1933— fue, si no me equivoco, estudiadopor primera vez en un artículo de Jon-kers, quien tuvo la gentileza de

incluir ninguna emociónhumana».

Es imposible posicionarse más alejadoestéticamente. ¿Lo consideraba, no obs-tante, un buen alumno?

MM: (Tras un corto aunque signifi-cativo silencio). Realmente no leparecía nada especial. Tiene graciaver en esa misma carta la caligra-fía. A pesar de todo su cambiointerior parece todavía la de unniño bueno. La puedes ver si quie-res. Aquí mismo la tengo, ven y locomprobarás.

· · ·Cae ya la tarde en Naarden. Han pasadovarias horas y el tímido sol holandés yacasi no me deja leer los manuscritos conlos que, gracias a la confianza que tangenerosamente han depositado en míestas dos extraordinarias mujeres, hepasado una inolvidable sobremesa. Mien-tras madre e hija atendían varios asuntosen la ciudad, he podido disfrutar de un

MM: A Debussy lo conoció y admirómucho. Fue una gran influenciapara su música.

Ciertamente, la música de Frank Martinse nutre de muchas y muy diversasinfluencias: desde el rigor constructivo deBach al dodecafonismo, pasando por lasutileza armónica de los impresionistas.En cambio, buena parte del público de laguitarra considera aún a Frank Martincomo un autor difícil y de intrincado len-guaje. Esto es señal del conservadurismoy desinformación en la que aún seencuentra ese sector significativo delmundo guitarrístico.

MM: Se habla a menudo de lainfluencia del sistema de docesonidos en su música pero estafue relativa y muy escasa. Para susensibilidad musical, en elmomento que se pierde la tonali-dad y por tanto la tensión que tedirige emocionalmente hacia loslugares que la retórica tonalexplora, se pierde el verdaderocontacto con la música. Según suopinión si no había centro tonal –omodal– ya no había música por-que quedaba desprovista deemoción y humanidad. El públicoha de verse atrapado por esaexpresión viva. A mi marido no leimportaba si había mucho o pocopúblico. Le bastaba si uno solo deentre ese público se emocionabapor la idea que él había intentadoexpresar con su música.

Su ideario musical no se corresponde conel de uno de sus alumnos, el que mayorcelebridad obtuvo: Karlheinz Stockhau-sen. ¿Qué opinión tenía Frank Martinsobre su música?

MM: El primer año que tomó cla-ses con mi marido su estilo eramuy correcto y académico, inge-nuo, como de niño bueno. En elverano se fue a los cursos deverano de Darmstadt y se fascinócon ese mundo. Cuando volvióparecía otra persona. Una fraseque le escribió a mi marido enuna carta que conservo resumemuy bien esto: «He comprendidoque la música no tiene que

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versiones no guitarrísticas. Desgraciada-mente, la textura musical está muchasveces innecesariamente simplificada res-pecto a la idea original.

MM: Hay que decir que, hasta queescuchó a Segovia, él no conocíapara nada la guitarra –muy alcontrario que todos los demás ins-trumentos, que dominabaperfectamente–. Puede ser que porello falten en los manuscritosideas de articulación y que dudarade si la obra estaba bien escritapara la guitarra.

Así lo declaró él mismo en una nota al piede la última página del famoso ManuscritoLeeb. Sin embargo, desde la perspectivaactual, está claro que intuyó realmentebien la evolución de la técnica guitarrís-tica. Prácticamente todo se puede tocaren esta primera versión, pero los guita-rristas de su tiempo no lo apreciaron así,por lo que parece que su planteamientooriginal se adelantó en décadas a la evo-lución de la técnica instrumental.

TM: ¿Y este manuscrito que tene-mos aquí debería ser igual al quele dio a Segovia?

Por cronología y por las coincidencias enel texto musical con el manuscrito depiano (fechado también en verano de1933), que he podido estudiar durante latarde, considero que sí... pero permítamepreguntarle, Maria, como músico, ¿quéopina sobre el hecho de que en las fuen-tes guitarrísticas de las QPB lasindicaciones de fraseo y articulación seanmucho menos abundantes que en las depiano y, sobre todo, que en la deorquesta?

MM: Bueno, creo que en la ediciónde guitarra de Universal (de 1959)sí hay más indicaciones que en losmanuscritos.

Es cierto (al contrario de lo que suele serhabitual en las ediciones de música paraguitarra, que más bien las suprimen), yademás incluye modificaciones interesan-tes que están presentes también en las

enviármelo. Junto a su artículo se repro-ducía parcialmente el manuscrito.3

MM: ¿Ah, sí? Esto no lo recuerdo.

Es una fuente muy interesante y aún pococonocida porque no se ha editado. Contoda probabilidad, contiene el mismotexto musical que el manuscrito perdidoque Andrés Segovia recibió de mano deFrank Martin ese mismo verano de 1933.

MM: Mi marido escuchó un con-cierto de Segovia en Ginebra quele encantó. La impresión que leprodujo le llevó a la idea de com-poner esta obra.

Esta es una historia bien conocida, asícomo la del descortés desinterés de Sego-via por la obra...

—El primer año

que Stockhausen tomóclases con mi maridosu estilo era muy

correcto y académico,ingenuo, como de niño bueno. En el verano se fue a los cursos de verano deDarmstadt y cuandovolvió parecía otrapersona. Le escribió a mi marido:

«He comprendido quela música no tieneque incluir ningunaemoción humana»

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a su disposición o no.4 De todosmodos, lo que puedo confirmar esque él siempre trabajaba al pianopara componer y probaba sobre éltodo lo que componía.

Entre el manuscrito de piano y la primeraversión de guitarra hay muchas similitu-des pero también muchas variantes detodo tipo, incluso rítmicas, como es elcaso de la voz superior al final de la pri-mera sección del Prèlude, que estásincopada en lugar de con los ataques enla parte fuerte del compás. ¿Qué leparece esto?

MM: Si escribió el ritmo de esta otramanera con el piano –sincopado–es porque le gustaba más así. Talvez pensaba que ese ritmo era difí-cil para Segovia. Pero esto no losabemos.

En cualquier caso, Martin, un verdaderoexperto y pedagogo del ritmo, procurabageneralmente en sus obras no frecuentarlos acentos previsibles y cuadrados. Sinembargo, en la versión redactada para

Leeb este pasaje sigue estando igual ysolo modificó el ritmo al escribir, muchosaños después, el manuscrito para la edición.

MM: Quizás creyó que para Leebtambién era demasiado difícil.

Quién sabe... Así pues, por ejemploscomo este, los guitarristas tampoco podemos dejar de considerar la edicióncomo una fuente importantísima al estudiar la obra.

MM: Además, en una segundaimpresión de la obra recuerdo quese incluyeron algunas de lasvariantes principales entre la edi-ción y el Manuscrito Leeb, que yacirculaba por todas partes, a modode ossia.

En efecto. Tengo esa segunda edición. Lomalo es que este es solo un ejemplo delos muchos que podríamos analizar y ade-más hay otras fuentes importantísimasque hay que considerar, como esta origi-nal de 1933 que tenemos aquí. Lasnumerosísimas discrepancias que existenentre las diferentes versiones nos plan-tean grandes dificultades; hay queexaminar muy atentamente estas versio-nes para tratar de establecer un textocoherente y auténtico. No basta en estaobra, a mi entender, con adoptar la ver-

sión finalmente publicada. Son demasia-dos condicionantes los que tuvo FrankMartin y demasiado complejo el recorridohistórico de la composición.

TM: ¡Madre mía, menudo laberinto!

Fijaos, colacionando únicamente estasdos versiones originales manuscritas (lapianística, que desconocía, y el originalde guitarra) con sus correspondientes edi-ciones impresas las variantes son tantasque haría falta dedicar no pocas jornadassolo para detallarlas. Incluir el resto defuentes autógrafas en esta colación (otrastantas, al menos, sin contar las deorquesta) convierte probablemente a lasQPB en la obra del repertorio guitarrísticoque más precisa de una edición crítica,aunque ofrecería una enorme resistenciaporque la trayectoria de la composiciónes tremendamente compleja.

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Es un caso similar al de sus colegasespañoles Joaquín Rodrigo, con suToccata, y Antonio José con su ahorafamosísima Sonata para guitarra. Perovolvamos a nuestros asuntos: dada lacoincidencia temporal de las dos versio-nes (verano de 1933) y considerandoque el piano era el instrumento quedominaba, ¿sería lógico pensar queFrank Martin pudo haber escrito la versión pianística simultánea o inclusoanteriormente a la de guitarra?

MM: En realidad en ese momentono estábamos casados aún, y des-pués nunca hablamos sobre estetema en particular. Ni siquiera sé,por ejemplo, si tenía una guitarra

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4Maria Martin llegó a Ginebra desde su natalHolanda para perfeccionar sus estudios de fran-cés y para estudiar música en septiembre de1933, algo después de la composición de lasQPB (dato tomado de MARTIN, Maria: Souvenirsde ma vie avec Frank Martin. Lausana: Editionsl’Age d’Homme, 1990, pp. 15-18).

TM: Yo creo que este trabajo seríamuy importante y bonito de hacer.Tenemos que hablar con la gentede Universal.

Estoy muy de acuerdo. Es una labor com-plicadísima pero la calidad de la obramerece ese esfuerzo. La primera versióny muchas de las ideas sobre planos sono-ros, articulación y timbres que aparecenen la versión para orquesta son sensacio-nales y merecen ser al menosconsideradas para obtener un texto queofrezca una lectura lo más completa posi-ble de la obra.

MM: Ernst Ansermet fue quien propuso escribir esa versión deorquesta a mi marido, pero a élnunca le pareció buena idea por-que la guitarra, inspiradora de laobra, es un instrumento muyíntimo.

Cierto. Pero la guitarra también es un ins-trumento de gran riqueza en colores ytimbres. Con todo el respeto por esta

Nota al pie de la última página del Manuscrito Leeb. Frank Martin escribe: «¿Puede ser imposiblede tocar? Si no es del todo imposible, puede usted proponerme cambios de detalle, si esnecesario. Atentamente y de nuevo con mis excusas por el interminable retraso. Frank Martin»

—No sé si tenía una

guitarra a su disposicióno no cuando escribiólas QPB. De todos modos, lo que puedoconfirmar es que élsiempre trabajaba

al piano para componery probaba sobre él todo

lo que componía

— —Ernst Ansermet fue

quien propuso escribir esaversión de orquesta a mimarido, pero a él nuncale pareció buena ideaporque la guitarra,

inspiradora de la obra, esun instrumento muy íntimo

Page 7: Entrevista con Maria y Teresa Martin Frank Martinñoladelaguitarra.com/images/pdf/08 Entrevista... · por tanto, qué texto debemos tocar los ... En ese instante, con un paso firme

Volvamos, si le parece bien, sobre laadaptación orquestal de las QPB —quetiene como título, al igual que la depiano, Guitare—. Sra. Martin, en su librode memorias5 he podido leer que existenvarias versiones.

MM: Sí. A Ansermet le faltaba unpoco de humildad en el sentido deque siempre quería intervenir ycambiar cosas de las obras quedirigía. Esto chocaba un poco conmi marido, que tenía las ideasmuy claras. El caso es que haytres finales distintos de la obra:uno de Ansermet y dos de mimarido. El manuscrito está edi-tado también por Universal.

En efecto, la tengo aquí. Yo creo que elfinal que han editado debe ser el deAnsermet porque la escritura de esaúltima página es totalmente diferente.

Habría que ver lo que escribió Frank Martin y la correspondencia entreambos para hacernos una idea más precisa de esto.

MM: Tras fallecer mi marido seplantearon volver a tocar estaadaptación para orquesta pero nosabían muy bien qué final tocar.Una noche tuve un sueño increí-ble que no olvidaré nunca: mimarido aparecía como si tal cosaen la casa y yo le decía algo asícomo «¡qué bien que apareciste!, tetengo que preguntar qué hacemoscon esta obra». Él me respondíaque necesitaba la partitura paradecírmelo pero me daba miedobajar al sótano por si al volver yase había ido. Fue bastanteextraño; sabía que podía ser unsueño y a la vez era todo muy real.Me sentaba en la mesilla de nochea petición suya con lápices decolores para hacer la versiónfinal... pero no daba tiempo, se fueantes de concluir sin darme la res-

puesta. La partitura, en efecto,estuvo guardada en un arcón delsótano donde estaban las cosasque ya no le interesaban.

2013-2014 / Revista de la Sociedad Española de la Guitarra, n.º 8 / Ro·SETa 129

opinión de Frank Martin, su versiónorquestal podría servirnos de herramientapara conocer más sobre su imaginariosonoro y su mejor aplicación en nuestroinstrumento. Si fuera así, entonces losguitarristas tendrían que darle un poco lasgracias a Ansermet por su insistencia.

TM: Ansermet tenía una actitud unpoco demasiado paternal con mipadre. Él le respetaba mucho por-que cuando era un jovencito,Ansermet (que ya era un directorincreíble y prestigioso) le descu-brió y apoyó.

¿Era Frank Martin mucho más jovenque Ansermet?

MM: En realidad solo se llevabandiez años pero, más adelante, conel paso de los años, mi maridoparecía en realidad un hijo suyo.

¿Cómo se conocieron?

MM: Esta sí que es una historiadivertida: en una visita al campoalguien le regaló a mi marido unconejito para tener en su jardín,que se llevó metido en una cesta.Ya dentro del tren colocó la cestaencima de los asientos que teníaenfrente, donde no había nadiesentado. Pero en la siguiente esta-ción entró un hombre muy serio ydistinguido, de larga barba negraque se sentó justo en esos asien-tos. En ese preciso momento elanimalito comenzó a hacer pipísobre su cabeza. Ese señor no eraotro que Ansermet.

(Grandes y prolongadas risas) No puedocreerlo, ¿de verdad que sucedió así?

MM: Ansermet aún no era la granfigura que llegó a ser y, aunque mimarido lo había escuchado muchocon la orquesta, no lo reconoció.No se dijeron nada en esemomento. A los pocos días, enotro concierto se dio cuenta dequién era y el pobre sintió muchavergüenza. Al cabo de los años,cuando eran ya amigos, le contó laanécdota pero Ansermet no larecordaba... o eso dijo.

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Frank Martin y Ernst Ansermet (1956)

Es un relato precioso. Se dejan tantascuestiones abiertas en ese sueño como enla realidad. No se me ocurre un modomejor de concluir la entrevista. Muchasgracias por su amabilidad.

MM: Ha sido un placer. Mis saludosmás cordiales a todos los lectoresde Roseta.

· · ·Buscamos en la casa las versiones delcompositor del final de la adaptación paraorquesta de las QPB pero no están aquí.Quizás habrá que remitirse a UniversalEdition o, con más probabilidad de éxito,a la Fundación Paul Sacher de Basileapara encontrarlas y seguir aprendiendocosas de estas inabarcables piezas. Fasci-nado por la historia que la Sra. Martinvivió en sueños no puedo evitar pregun-tarme (con sana ironía naturalmente) sino existirá algún musicólogo (o mejordicho, psicomusicólogo) que se atreva ainterpretar un sueño como este y obteneralguna nueva perspectiva en la prelaciónde las fuentes.

5MARTIN, Maria: Souvenirs de ma vie avec FrankMartin, op. cit.

De regreso a Madrid, ya en el aeropuertode Ámsterdam, continúo admirado por lavitalidad de Maria Martin. Casi centenariaconserva una memoria estupenda y unaclaridad de mente envidiable; y es tam-bién envidiable y emocionante la pasiónque aún demuestra por su marido. Hablóen todo momento con gran entusiasmosobre él y abrió generosamente su vida ysu casa a un desconocido por el solohecho de interesarse por su música. Esesta su manera de mantenerle vivo en sumemoria y en su corazón.

Mi agradecimiento a Ferry Jongbloed, de laFrank Martin’s House por su simpatía y portodas las fotos que me ha hecho llegar y, muyespecialmente, a Maria y Teresa Martin porsu delicadeza, hospitalidad y por facilitarmetodo tipo de material (libros, partituras ymanuscritos) para completar la entrevista ypoder proseguir con mis trabajos en torno ala música de Frank Martin.

Javier S

—Una noche tuve unsueño increíble queno olvidaré nunca:mi marido aparecíacomo si tal cosa enla casa y yo le

decía algo así como«¡qué bien queapareciste!, te

tengo que preguntarqué hacemos con esta obra»