Epigénesis: Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión · 2013-05-20 · Andrea Márquez...

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Epigénesis: Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión 1 Endofenotipos: La encarnación del entorno Carlos A. Soria Médico psicoanalista, Especialista en Psiquiatría y en Farmacología Clínica Director del Instituto de Biociencias “Henri Laborit” Presidente de la Asociación Argentina de Psicofarmacología Epigénesis: Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión Simposio Gador Epifanías: Respuesta resiliente a las crisis epigenéticas Andrea Márquez López-Mato Docente de Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Barceló Directora del Instituto de Psiquiatría Biológica Integral (IPBI) Ex Secretaria Internacional de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP)

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Epigénesis:Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión

1

Endofenotipos: La encarnación del entorno

Carlos A. Soria

Médico psicoanalista, Especialista en Psiquiatría y en Farmacología Clínica

Director del Instituto de Biociencias “Henri Laborit”

Presidente de la Asociación Argentina de Psicofarmacología

Epigénesis: Vulnerabilidad a laansiedad y a la depresión

Simposio Gador

Epifanías: Respuesta resiliente a las crisis epigenéticas

Andrea Márquez López-Mato

Docente de Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad de Buenos Aires y

de la Universidad Barceló

Directora del Instituto de Psiquiatría Biológica Integral (IPBI)

Ex Secretaria Internacional de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP)

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Epigénesis:Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión

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Los prestigiosos autores que nos ofrecen este material científico fueron invitados a reflexionar sus respectivos

aportes integrándolos al concepto de Epigénesis, tal como E. Erikson intentó reflejarlo en sus postulados de lo

que él denominó “la fisiología del vivir”.

E. Erikson, trató de describir en las llamadas crisis epigenéticas, las reglas centrales de la interacción ininterrum-

pida que vincula todas las dimensiones de nuestra existencia, gobernadas por una relatividad y una causalidad

circulares en la que cada proceso depende de los otros. Cada uno de esos procesos tiene su propia señal de alarma:

dolor, ansiedad, depresión...

Estas señales advierten siempre anticipadamente sobre el peligro de la disfunción orgánica, sobre el deterioro de

la capacidad de adaptación y sobre el impacto social de los desequilibrios.

Dentro de ese marco de referencia se concreta este interesante y singular abordaje a la temática de la Vulnerabi-

lidad a los Trastornos de Ansiedad y a la Depresión.

Tradicionalmente, diferentes disciplinas estudian y evalúan las complicaciones de la relación individuo-

ambiente y se concentran alternativamente en el proceso biológico, en lo social o en lo psicológico.

Esas disciplinas tratan de definir muchas veces la autonomía aparente de cada uno de estos procesos.

Las intervenciones correctivas, a su vez, se deciden, generalmente, cuando alguna de estas dimensiones mani-

fiesta una exagerada preeminencia como consecuencia de la pérdida de la regulación mutua y del presunto equi-

librio general.

Existe hoy una tendencia a exagerar el valor de la estabilidad, a creer obsesivamente en el equilibrio, cuando

en realidad lo único estable es el cambio, y en consecuencia lo importante es lograr la adaptación eficaz ante ese

cambio.

Los autores nos permiten apreciar, entre otras cosas, que la predisposición genética no implica inevitabili-

dad, que para entender cómo los genes se traducen en la conducta necesitamos aportes de otras disciplinas; que

ser resiliente no sólo es saber resistir, es ser capaz de fortalecerse; que resiliencia es la capacidad de superar la

adversidad y construir sobre ella, y que los cambios adaptativos también pueden operarse de una manera circu-

lar.

Cada uno de nosotros, en su identidad, contiene la historia de su relación con el ambiente; siempre es posible

encontrar una huella de inmunidad o una cicatriz de las experiencias vitales...

Como individuos y como sociedad recibimos los beneficios y pagamos las consecuencias de la evolución y del

desarrollo de la naturaleza humana.

Deseamos que este nuevo aporte de Información Científica Gador resulte de interés y productividad al Cuerpo

Médico Argentino.

El presente trabajo está originado en el Simposio Gador:

“Epigénesis: Vulnerabilidad a la Ansiedad y a la Depresión”

que tuvo lugar durante el Congreso de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP) en 2004.

En esta conferencia hablaremos de endofenotipos y

de lo que podríamos denominar la encarnación del

entorno. Lo haremos desde una perspectiva evolu-

cionaria, partiendo del origen de los orígenes: los

comienzos de la vida. Hasta donde sabemos, la vida

se inició en el mar, hace unos 4.000 millones de años.

El mar primitivo era, por entonces, un conglome-

rado de materiales orgánicos que, por la energía del

rayo o la radiación solar se iban combinando en dis-

tintos elementos hasta que apareció una molécula, el

ADN, que tenía una cualidad que no presentaban las

anteriores, la de autoduplicarse, esto es, la de gene-

rar copias idénticas de sí misma. Podemos imaginar

a esta unidad primitiva en perfecto equilibrio consigo

misma y con el entorno, tomando lo que necesitaba y

excretando lo que le sobraba. Más tarde, en respuesta

adaptativa a las cambiantes condiciones del ambiente,

debió organizarse en formas cada vez más comple-

jas. Su interior ya no tuvo acceso directo al entorno,

debió crear un sistema de bomba y cañerías -el primer

esbozo de aparato cardiovascular- que trajera y lle-

vara los elementos esenciales. Pero antes de esto,

debió crear un sistema de “señales internas”, que

reconociera qué sobraba y qué faltaba para preservar

la homeostasis. Estas señales fueron el esbozo pri-

mario de un sistema nervioso. Allá, en la noche de

los tiempos, hace 4.000 mil millones de años, el sis-

tema nervioso tenía una función, preservar el equi-

librio interior, y esa función se conserva hasta hoy.

Nuestra complejidad creció. A las señales nerviosas,

les sumamos las endocrinas y las inmunológicas, tres

sistemas al servicio de la adaptación. Las estrategias

exitosas se conservan, surge la memoria. El orga-

nismo en su totalidad aprende a procesar y almacenar

información. Lo hace en los genes, lentamente, por

medio de un sistema digital bidireccional, lo hace en

el cerebro, rápidamente, como una máquina analógica

tridimensional. La suma de las partes es un macrosis-

tema, diseñado para ser modificado por la experien-

cia. Somos un adaptador evolutivo que se ajusta a

los requerimientos de la sucesión cambiante de entor-

nos en que discurre nuestra existencia. Y, si bien el

ajuste interior es esencial para nuestra supervivencia,

la totalidad se regula desde afuera.

En los genes hay programas a ejecutar pero su acti-

vación y desactivación -su expresividad- se realiza

desde el entorno, por ello el ambiente o, técnicamente

enunciado, el ambioma tiene tanta importancia como

el genoma.

“La realidad no solamente nos rodea, también está dentro de nosotros mismos”

Endofenotipos:La encarnación del entorno

Carlos A. Soria

Médico psicoanalista, Especialista en Psiquiatría y en Farmacología Clínica

Director del Instituto de Biociencias “Henri Laborit”

Presidente de la Asociación Argentina de Psicofarmacología

La suma de las partes es un

macrosistema, diseñado para ser

modificado por la experiencia. Somos un

adaptador evolutivo que se ajusta a los

requerimientos de la sucesión cambiante

de entornos en que discurre nuestra

existencia.

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Epigénesis:Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión

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En años recientes nuestra atención se ha centrado

sobre esta díada genoma-ambioma, en sus relaciones

e influencias mutuas y, más recientemente, sobre

los nexos entre ambos, los endofenotipos, o sea, los

puntos donde podemos ver la encarnación del entorno.

Los endofenotipos intermedios reflejan los procesos

fisiológicos o biológicos subyacentes a la enfermedad,

permiten conocer y cuantificar los “aspectos internos”

del proceso de enfermar y explicar también, cómo

los genes se expresan y cómo el entorno modula su

expresión. Tres grandes revoluciones han dinamizado

la actividad científica del siglo XX: la teoría cuán-

tica, la biología molecular y la informática. La teoría

cuántica impulsada, desde 1925, por Erwin Schödrin-

ger y Werner Heisenberg, nos ha permitido conocer

la esencia de la materia y lo que es más, predecirla

y controlarla. Utilizando estos principios, en 1953,

James Watson y Francis Crick, pudieron describir el

ángulo preciso de enlace entre los átomos de la molé-

cula de ADN y su disposición helicoidal, dando naci-

miento a la biología molecular. La informática, en

los ochenta, disparó nuestra capacidad de procesar

información. La polinización cruzada entre las tres

disciplinas dio lugar al Proyecto Genoma Humano:

hoy sabemos que disponemos entre 20.000 y 25.000

genes. Conocemos con exactitud cuántos genes par-

ticipan en la formación de cada órgano, el cerebro,

por ejemplo, convoca la actividad de 3.195 genes,

lo que representa el 70% de los genes funcionales.

Aprendimos, también, que el 97% del genoma está

compuesto de aburridos mandos bioquímicos inter-

medios y que sólo el 3% presenta una actividad fun-

cional relevante. Comprendimos, además, que los

genes no son islas, que forman parte de una confe-

deración llamada cuerpo y que hay, incluso, genes

“sociales” cuya tarea es integrar las distintas funcio-

nes del organismo. Vamos a ilustrarlo con un ejemplo:

el colesterol forma parte de un sistema bioquímico y

genético que integra a toda la economía corporal. Y es

muy antiguo, la utilización de esteroides es anterior

a la división de hongos, plantas y animales. Uno de

sus derivados es el cortisol, cuya producción depende

del cromosoma 10, hay allí un gen -el CYP17- que

determina la actividad de una enzima que cataliza la

conversión de colesterol en cortisol, estradiol y tes-

tosterona. El cortisol participa en todos los sistemas

del organismo, integra la actividad del cuerpo y la

mente y puede modificar la configuración anatómica

del cerebro. Su sola presencia alcanza para refutar el

dualismo cartesiano, cuerpo y mente son una unidad

indivisible.

Hasta aquí, nuestra atención ha estado puesta en las

enfermedades monogénicas, las causadas por la muta-

ción de un único gen. El paradigma de ellas es la

Enfermedad de Huntington, producida por una altera-

ción en el brazo corto del cromosoma cuatro. Se suele

decir que los enfermos “tienen el gen”, en realidad,

todos tenemos el gen, los enfermos tienen la muta-

ción. El gen normal promueve, a lo largo de la vida,

la monótona repetición de una secuencia de nucleóti-

cos: CAG, CAG, CAG (citosina-adenina-guanina). El

producto final de esta reiteración es la producción de

glutamina. Normalmente se generan en nosotros entre

29 y 35 repeticiones. En los enfermos de Huntington

el número es mayor. El gen defectuoso produce más

de 39 repeticiones y el depósito de glutamina provoca

demencia a los 75 años, con la aparición de los pri-

meros síntomas hacia los 66 años. Pero si tenemos 40

repeticiones aparecerán a los 59 años, con 41 repe-

ticiones a los 54 años, con 50 repeticiones a los 27

años. De nada sirve si el sujeto hace dieta sana, ejer-

cicio regular o intensa vida espiritual. Aquí, los genes

son el destino. No existe ningún oráculo ni horós-

copo con tal alta capacidad de predicción. Es la enfer-

medad monogénica por excelencia. En el extremo

opuesto encontramos las enfermedades poligénicas,

en las que la influencia genética es menor, parcial y

eventual, requiriendo la interacción con el ambioma

para su expresión. Casi todas las enfermedades menta-

les mayores son poligénicas. De allí lo imprescindible

del estudio de la interacción entre lo genéticamente

disposicional y su inhibición o activación ambiental.

En ese punto intermedio están los endofenotipos.

Nuestra indagación actual es saber cómo se encarna

la realidad en el sujeto. Cómo vamos de lo genotí-

pico a lo fenotípico. Nuestros sistemas nosográficos

se basan en exofenotipos, clusters de síntomas, agru-

paciones de manifestaciones exteriores, que muestran

entre sí grandes áreas de interfases, comorbilidad y

superposición. Los endofenotipos, comienzan a expli-

car estos fenómenos desde la interioridad. Existen

endofenotipos psicopatológicos y endofenotipos bio-

lógicos. Vamos a ilustrar con algunos ejemplos. La

prevalencia-vida para trastornos de ansiedad es del

24,9% y para depresión del 17,1%, pero la comorbi-

lidad entre ambas es del 90%.

Ambos tipos de trastornos tienen alta heredabilidad,

lo que sugiere disposición pero no determinación,

los genes no son todo, los factores del entorno influ-

yen también. Hemos acuñado el término neuroticismo

para describir una vulnerabilidad general a padecer

ansiedad o depresión bajo estrés. Los índices de neu-

roticismo se mantienen invariables en la adultez, o

sea que, una vez que se han encarnado persisten en el

tiempo. Sabemos que presentan heredabilidad, aso-

ciación familiar y co-segregación. Pero, por otro lado,

hemos aprendido también que existe transmisión no

genómica a través de conductas maternales y res-

puestas de la madre al estrés. Es decir, empezamos

a encontrar datos desde el genoma, y datos desde el

ambioma y, entre ambos, endofenotipos como puen-

tes de unión.

Hemos señalado que nuestras clasificaciones se basan

en clusters de síntomas en los que las áreas de super-

posición son la regla más que la excepción, particular-

mente entre trastornos de la personalidad, trastornos

afectivos y de ansiedad. Es en este terreno donde los

endofenotipos pueden tener una enorme utilidad para

explicar la comorbilidad desde la intimidad biológica,

cuadros aparentemente disímiles en la clínica tienen

un sustrato fisiopatológico similar y, por ende, un

mismo agente terapéutico se muestra eficaz en depre-

sión y ansiedad. Tomemos como ejemplo al tras-

torno obsesivo-compulsivo (TOC), la presencia de

episodios depresivos mayores se considera una parte

integral del curso evolutivo del TOC y no un evento

comórbido; aparece en el 80% de los casos imbri-

cada en la evolución natural del trastorno. Si practi-

camos estudios polisomnográficos veremos que los

parámetros del TOC son simétricos a los de la depre-

sión mayor. Los rasgos biológicos relacionados con

la fisiología del sueño pueden considerarse endofeno-

tipos de alta heredabilidad.

Del mismo modo, conocemos que las benzodiacepi-

nas de alta potencia, como el clonazepam y el alpra-

zolam, actúan a través del sistema gabaérgico; pero

hay evidencia de que también rozan las vías serotoni-

En años recientes nuestra atención se

ha centrado sobre esta díada genoma-

ambioma, en sus relaciones e influencias

mutuas y, más recientemente, sobre los

nexos entre ambos, los endofenotipos, o

sea, los puntos donde podemos ver la

encarnación del entorno.

Casi todas las enfermedades mentales

mayores son poligénicas.

Nuestra indagación actual es saber cómo

se encarna la realidad en el sujeto.

Es en este terreno donde los

endofenotipos pueden tener una enorme

utilidad para explicar la comorbilidad

desde la intimidad biológica, cuadros

aparentemente disímiles en la clínica

tienen un sustrato fisiopatológico similar

y, por ende, un mismo agente terapéutico

se muestra eficaz en depresión y

ansiedad.

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Epigénesis:Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión

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nérgicas y esto les otorgaría su cualidad terapéutica

distintiva en el tratamiento de los trastornos de ansie-

dad. Sabemos que estos mejoran, también, con fár-

macos que modulan las vías serotoninérgicas y con

drogas duales que actúan sobre las vías serotoninérgi-

cas y noradrenérgicas. La respuesta al tratamiento del

trastorno de pánico con fármacos inhibidores selec-

tivos de la recaptación de serotonina es paralela a

la normalización de la disfunción noradrenérgica. Y

este es un endofenotipo que explica cómo una cas-

cada de eventos aparentemente disonantes se rige por

una melodía fundamental. La comorbilidad entre tras-

torno de ansiedad generalizada y depresión es del

80% y es explicable por el fenómeno de pleiotropía en

el cual un único gen es responsable de varios rasgos

fenotípicos. La bioarqueología, una disciplina deri-

vada de la genómica, reafirma nuestra pertenencia al

mundo animal y otorga validez a la extrapolación de

los datos obtenidos en estudios básicos. La superpo-

sición de códigos genéticos nos muestra la cercanía

en la evolución, aprendimos sobre los genes homólo-

gos, genes que tienen función semejante en especies

diferentes, en unos, por ejemplo, generan brazos y en

otros alas. Compartimos con la levadura, una forma

elemental, el 30% de nuestros genes, con la taenia

saginata el 40%, con el ratón el 75% y con nuestro

cercano pariente el chimpancé el 98,4% de los genes,

de allí que los estudios en monos resultan muy efica-

ces para conocer la respuesta y naturaleza humana.

Sapolsky ha estudiado cómo cambia la biología de

los monos según cambia su posición en el orden

social. Tendemos a considerar que los sujetos que

ocupan las posiciones más elevadas se caracterizan

por ser grandes, feroces y violentos. Sus investigacio-

nes demostraron lo contrario: los líderes mostraban

menos agresividad, mayor capacidad para la reconci-

liación y el reclutamiento de aliados y, en especial,

una lectura adecuada de la realidad con menores res-

puestas emocionales a los sucesos del entorno. Su

cerebro presentaba altos niveles de serotonina. Pero

estos niveles se invertían si se lo ubicaba en el escalón

inferior de otro orden social. Sus niveles de seroto-

nina cerebral dependían de su ubicación en un orden

jerárquico y lo que es más, de la percepción que tuvie-

ran de su ubicación. En la misma línea y en sujetos

humanos, se sitúa el Estudio de Whitehall, se evalua-

ron allí a 17.000 funcionarios públicos británicos, se

procuraba evaluar el riesgo de contraer enfermedades

cardiovasculares. Se comprobó que la presión arte-

rial diastólica era mayor entre los de menor categoría

y que ésta era una variable independiente del taba-

quismo, hipertensión arterial u obesidad, probán-

dose que había una proporcionalidad directa entre

la inferioridad en el orden jerárquico y el riesgo de

padecer enfermedad cardiaca. Dicho de otra manera:

el corazón estaba a merced del orden jerárquico. Los

que estaban arriba resultaban más sanos porque

tenían un mayor control de las variables del contexto.

Cuanto uno más pueda manipular su entorno mejor

se sentirá. Y aquí reencontramos las teorías de Labo-

rit sobre las patologías del control. Las hormonas del

estrés nos preparan para la huida o para la lucha, y en

el desarrollo de nuestro sistema nervioso la evolución

nos adicionó el lóbulo frontal y con ello el superyo.

Los seres humanos nos vemos en situaciones donde

no podemos ni huir ni luchar, quedamos en inhibi-

ción de la acción. Atrapados por demandas del con-

texto o por exigencias del superyo. Si uno puede huir

o luchar libera adrenalina, pero si queda en inhibi-

ción de la acción descarga noradrenalina, y ésta es

nueve veces más presora e inicia la cascada de feed-

back positivos que conducen a la patología psicoso-

mática ligada al estrés. Somos, entonces, un sistema,

pero un sistema abierto en permanente interrelación

con el entorno. La segunda ley de la termodinámica

establece que “todo sistema cerrado tiende del orden

al caos”. No podemos estar solos, la apertura y el

intercambio son cruciales para nuestra preservación,

nuestras células “beben orden del entorno”. Ahora

bien, hemos examinado los vínculos entre genoma y

ambioma y una pregunta se impone: ¿Quién gobierna

esta relación? ¿Quién está al mando? Podemos pensar

que son los genes, pero éstos se activan y desactivan

desde afuera. ¿El sistema hipotálamo-hipófiso-adre-

nal? No, porque es regulado por el cerebro. ¿El

cerebro mismo? Tampoco, porque él depende de los

sistemas de percepción, de la información que le llega

desde el afuera; nos queda el entorno, pero tampoco lo

podemos atribuir a él porque es totalmente aleatorio

y, a su vez, aunque conozcamos el entorno su influen-

cia depende de cómo el sujeto lo procese, depende

de la cognición. Y, además, cómo el sujeto lo pro-

cese depende no sólo de sus actitudes concientes sino

de todo aquello que vivenció en sus años infantiles.

Dicho de un modo muy sencillo: nadie está al mando.

Si los genes pueden afectar a la conducta y la con-

ducta puede afectar a los genes, entonces la causali-

dad es circular. Esta idea nos remite a las enseñanzas

de Erikson, quien hablaba de la “fisiología del vivir”,

y postulaba que el intrincado funcionamiento neuro-

biológico, psicológico y social está gobernado por

una relatividad que hace que cada proceso dependa de

los otros. El espiral de la vida es perpetua actividad.

La evolución consume diversidad. En la Naturaleza

lo único es algo que abunda mucho. La evolución, y

el genoma, como parte de ella, es un escenario diná-

mico. La ecología, al igual que la genética, no trata

de estados en equilibrio, trata de cambios, cambios

y cambios. Como decía Heráclito, sólo el cambio es

permanente. Por medio de la Teoría Cuántica com-

prendimos el mundo subatómico, la materia en su

nivel más pequeño de expresión. En el mundo subató-

mico se dan sucesos mecano-cuánticos que se pueden

predecir por métodos probabilísticos. Para entender

cómo los genes se traducen en la conducta necesita-

mos aportes de otras disciplinas, la Teoría del Caos,

proveniente de la Física nos puede ayudar. Según

ella los sistemas caóticos están determinados pero,

aunque conozcamos todos los determinantes de un

sistema, no es posible determinar qué curso tomarán.

En un sistema sencillo, una acción influye en las con-

diciones iniciales de la siguiente, pequeños efectos se

convierten en causas mayores, los grandes cursos son

predecibles, los detalles no. Podremos comprender

los grandes trazos de la constitución de la perso-

nalidad, pero la individualidad no. Con esto quiero

decir que nunca encontraremos un gen de la violen-

cia, o un gen del altruismo o el gen de un rasgo parti-

cular, porque no hay ninguna posibilidad genética de

explicar conductas complejas, que son caóticamente

determinadas. Cada día, los genes, nuestra historia

individual y el entorno volverán a interactuar. En el

borde del caos y caóticamente determinados por fuer-

zas impredecibles trataremos de preservar el cosmos

altamente organizado y autorregulado de nuestra mis-

midad.

Del mismo modo, conocemos que las

benzodiacepinas de alta potencia, como

el clonazepam y el alprazolam, actúan

a través del sistema gabaérgico; pero

hay evidencia de que también rozan las

vías serotoninérgicas y esto les otorgaría

su cualidad terapéutica distintiva en el

tratamiento de los trastornos de ansiedad.

...nadie está al mando. Si los genes

pueden afectar a la conducta y la

conducta puede afectar a los genes,

entonces la causalidad es circular.

...el intrincado funcionamiento

neurobiológico, psicológico y social está

gobernado por una relatividad que hace

que cada proceso dependa de los otros.

...nunca encontraremos un gen de la

violencia, o un gen del altruismo o

el gen de un rasgo particular, porque

no hay ninguna posibilidad genética de

explicar conductas complejas, que son

caóticamente determinadas.

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Epigénesis:Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión

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Voy a hablar de epifanía. En realidad, la palabra epifa-

nía es un neologismo equivalente a apofanía. Apofanía

quiere decir revelación. También voy a tratar de lo que

E. Erikson denominaba crisis epigenéticas y vamos a

definir vulnerabilidad y resiliencia, y de cómo pode-

mos responder resilientemente a esas crisis. Erikson

las describió como crisis del desarrollo que nos per-

miten, precisamente, el crecimiento. El decía que

había que superar la primera crisis para poder ir hacia

el desarrollo de la segunda, y señalaba que en cada

una nos enfrentábamos con pares antagónicos de con-

ductas que debíamos superar mediante una síntesis

propia que iba determinando cambios constitutivos de

nuestra identidad. Ese proceso de maduración surge,

para Erikson, de pulsiones internas que tenemos cada

uno como ser humano, pero que son desencadenadas

por estímulos del entorno, es decir, son crisis de desa-

rrollo que nos permiten vivir con nosotros mismos,

con el otro y en sociedad.

La primera crisis es la del nacimiento, y dura hasta

el año y medio, es de confianza-desconfianza, y per-

mite que el sujeto tenga esperanza. Luego, hasta los

tres años el par antagónico es autonomía-vergüenza

y duda, y permite el desarrollo de la voluntad. Más

adelante, entre los tres y los cinco años, la oposición

será entre iniciativa y culpa que hacen que se tenga

finalidad. Hasta ese momento, todas esas crisis tienen

por finalidad el logro de una identidad, para que un

bebé se identifique con su persona. Con la crisis que

se caracteriza por el par velocidad-inferioridad, apa-

rece la aventura social, aparece la competencia, y

entonces ya hay un quiebre, porque comienza la iden-

tificación con el otro, que sigue durante un lapso que

va desde los trece hasta los veinte años, donde el par

es identidad-confusión, y se elige estar con otro, la

aventura social es fidelidad. Si continuamos con el

desarrollo epigenético eriksoniano se enfrentará el par

integridad-aislamiento del que se adquirirá la capa-

cidad de identificarse con el otro mediante el amor.

Y las últimas crisis, identifican con los otros, no con

el otro, sino con lo social. Entre los cuarenta y los

sesenta años será la productividad-estancamiento, se

produce, se hacen cosas. Y desde los sesenta años

hasta la muerte, la aventura social va a ser la sabidu-

ría, y el par antagónico va a ser la integridad-desespe-

ranza.

La etimología de la palabra crisis proviene del griego:

yo decido, yo juzgo. En el diccionario de la Real Aca-

demia de la Lengua Española dice que crisis es una

situación difícil o delicada que produce un cambio

importante, mientras que el Diccionario Etimológico

de Corominas la define como un momento decisivo

en un asunto de importancia. A mí me parece más

importante, más gráfico, recordar que en los idiogra-

mas chinos la palabra crisis está representada por dos

idiogramas juntos, el idiograma de peligro más el de

oportunidad. Quiere decir que cada crisis, si bien es

un peligro es una oportunidad para el desarrollo y

para el crecimiento. Sabemos que ante las crisis uno

puede responder con vulnerabilidad, que es respon-

Epifanías:Respuesta resiliente a las

crisis epigenéticas

Andrea Márquez López-Mato

Docente de Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad de Buenos Aires yde la Universidad Barceló

Directora del Instituto de Psiquiatría Biológica Integral (IPBI)

Ex Secretaria Internacional de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP)

der con distrés, es decir, con estrés que no se adapta.

O ser resiliente, que es responder a las crisis pero,

además, saliendo de ellas fortalecido.

Primero voy a tratar, brevemente, el concepto de

vulnerabilidad, después voy a hablar de resiliencia.

Cuando hablamos de vulnerabilidad, nos referimos al

estrés ante las crisis. Cannon definió al estrés como

una situación amenazante que induce una reacción de

lucha o huida a la cual los cognitivistas le han agre-

gado cuatro posibilidades de reacción ante una situa-

ción agresiva, temida o amenazante. Selye, a quien

debemos el vocablo estrés (que se ha castellanizado

a pesar de que él pidió que stress nunca fuera tradu-

cido a otros idiomas), introdujo la noción de síndrome

general de adaptación. Los cognitivistas introdujeron

una variante, la más importante, que es que, precisa-

mente, el síndrome no es general, porque no depende

del estresor, sino que la respuesta depende de cómo

administro mi evaluación cognitiva de ese estresor.

Bohus, cognitivista también, ha señalado que la res-

puesta al estrés, y ésta es, tal vez, la definición más

importante, depende de las características o relacio-

nes de los estresores, es decir, del afuera; de la posibi-

lidad de controlar o predecir la situación o evaluación

cognitiva; de las estrategias de afrontamiento, cogni-

tivo-ideológico; y de los sistemas biológicos de res-

puesta.

Estos son los sistemas que se ponen en juego ante las

situaciones de crisis cuando yo respondo con estrés.

Sabemos, entonces, que los factores ambientales que

pueden ser estresores, pero también pueden ser amor-

tiguadores, van a pasar, como dijimos recién, por una

evaluación cognitiva y simbólica que va a ser lím-

bica o simbólica y cortical o cognitiva. Después de

este paso se percibe el estrés y se activan los siste-

mas de aminoácidos rápidos. Si el estrés continúa en

intensidad, o en frecuencia, o mi percepción continúa

indicándome que el estrés es importante, entonces

se desencadenarán respuestas neuroquímicas de corto

plazo y, si el estímulo continúa, lo harán respuestas

neurohormonales de largo plazo. Y en cualquiera de

estas etapas se van a agregar respuestas conductua-

les, emocionales y cognitivas. Por supuesto, esto se

va a retroalimentar y hacer que mi bagaje para la eva-

luación cognitiva y simbólica de nuevos estresores o

amortiguadores varíe después de que me enfrenté a

cada uno de ellos.

En cualquier situación crítica, de estrés o depresión,

van a estar disminuidos los sistemas noradrenérgi-

cos, disminuidos los factores de crecimiento neura-

les con disminución de la neurogénesis. Por supuesto

estará aumentada, además, la neurotoxicidad gluta-

matérgica, y la hiperactividad del eje cortico-límbico-

hipotálamo-hipófiso-adrenal. Pero, lo que tenemos

que tener, además, en cuenta, es que el disbalance de

estos sistemas -que es tan íntimo en la hiperreactivi-

dad del eje adrenal- va a producir el disbalance en

todas las vías psiconeuroinmunoendócrinas, lo cual

quiere decir disbalance en el sistema biológico total.

El aumento de SRH, por vía del aumento de somatos-

tatina, va a hacer que disminuya toda la función de

la hormona tiroidea y de la hormona de crecimiento.

Todo ello, vía betaendorfinas va a hacer que toda la

vía gonadal sea hipofuncionante, con disminución de

la sexualidad y la reproducción. Y este mismo fenó-

meno adrenal va a hacer que se desencadene toda

la cascada de citoquinas inmunodepresoras que aca-

rreará inmunosupresión e inmunodepresión.

En consecuencia, debemos tener en cuenta que dis-

poner de un fenotipo vulnerable que nos lleve a res-

ponder a las crisis con distrés, puede obedecer a que

el individuo nació con predisposición genética o a

causa de eventos adversos tempranos, experiencias

infantiles patógenas que pudieron influenciar sobre la

manera en que se adquirió la modulación del sistema

...la respuesta al estrés, y ésta es, tal vez,

la definición más importante, depende de

las características o relaciones de los

estresores, es decir, del afuera; de la

posibilidad de controlar o predecir la

situación o evaluación cognitiva; de las

estrategias de afrontamiento, cognitivo-

ideológico; y de los sistemas biológicos

de respuesta.

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Epigénesis:Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión

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nervioso en los primeros tres años de vida, que son

los años de mielinización activa del sistema nervioso.

En otras palabras, ya sea por genética o por adquisi-

ción se puede tener un fenotipo vulnerable que va a

conducir a vivir en hiperalerta, con disminución de

la neurogénesis y aumento de la neurotoxicidad.

Es decir, vivir con una discapacidad para enfrentar

los eventos vitales o traumas de la adultez, produ-

ciendo entonces cambios conductuales o emociona-

les, depresión, enfermedad psicosomática o trastorno

de personalidad. Nemeroff sintetizó esta explicación

psiconeuroinmunoendócrina de manera muy similar

a las llamadas Series Complementarias, propuestas a

principios del siglo XX, por ese genial neurofisiólogo

llamado Sigmund Freud.

Un fenotipo vulnerable va a hacer que ante una depre-

sión o un estrés se tenga esa hiperactividad adrenal,

un nivel de neuropéptidos aumentado, disminución

monoaminérgica, disminución del sistema inmune, y

lesiones de las vías gonadal y tiroidea. Veamos ahora

un estudio publicado por un grupo de investigadores

ingleses y neozelandeses en la revista Science el año

pasado. Ellos tomaron una población de 847 hombres,

a los que le practicaron una determinación genética

de los diferentes alelos del transportador de seroto-

nina (SERT). Los sujetos de la muestra podían tener

la variante dos alelos largos, la variante alelo largo-

alelo corto o la variante dos alelos cortos. Los inves-

tigadores eligieron Nueva Zelanda por ser el país más

multicultural del mundo. Se sometió a los sujetos de

la experiencia a escalas de eventos estresantes como

mudanzas, cambios de pareja, cambios de colegio,

etc. Entre los 21 y los 27 años todos fueron medidos

con estas escalas. En promedio todos tuvieron de

uno a cuatro eventos estresantes. La conclusión de

este trabajo es que un tercio de esta población -los

que tenían dos alelos largos- no sufrieron depresión

después de haber tenido los eventos estresantes. En

cambio, la mayoría, los dos tercios, ya fuera que

tuvieran los dos alelos cortos, o corto-largo, sufrie-

ron depresiones después de atravesar las situaciones

estresantes. Es decir, que estos dos tercios de la

población tenía un SERT menos funcional, lo cual,

además, indica que tendrían pobre respuesta terapéu-

tica a aquellas moléculas que actúan sobre el SERT,

y que responderían probablemente mejor a moléculas

de acción dual.

Pero vayamos a emociones más primarias, Weinber-

ger demostró este año (2004) que las personas que

nacen con algún alelo corto del transportador de sero-

tonina, tienen más predisposición de responder con

miedo ante el alerta. Téngase en cuenta que estamos

hablando de una emoción básica.

Entre las investigaciones que han estudiado los even-

tos adversos tempranos el mejor ejemplo quizás sea

el trabajo de Schultz. Según este autor hay evidencia

traumática temprana en ratones concebidos por un

método de fertilización in vitro. Estos individuos

tenían más dificultades para retener la información

espacial, probablemente los problemas de memoria se

deberían a que en los animales resultantes de la fecun-

dación en el laboratorio podrían modificarse ciertas

funciones del hipocampo, viéndose particularmente

afectadas sus conexiones con zonas corticales y alte-

rándose la respuesta emocional de miedo y la agre-

sividad. Estas alteraciones son muy dañinas, ya que

al no tener aversión, al no experimentar miedo, dis-

minuye la capacidad de supervivencia. Schultz con-

cluye que las diferencias observadas son debidas

a alteraciones de ciertas tareas cerebrales causadas

por el procedimiento artificial en la reproducción.

Obviamente que no pretendo extrapolar esto a seres

humanos. Una mujer que se somete a tratamientos

de fertilización para poder tener un bebé, suple con

creces, cuidando al bebé luego de su nacimiento,

las zonas corticales y amígdalocorticales que puedan

estar dañadas.

Ahora vamos a hablar de resiliencia, pero permítanme

antes presentarles un concepto propio. Los materiales

son vulnerables cuando se deforman, son resilientes

cuando retoman su forma original. El ejemplo es el

caucho o los elastomer. Pero los materiales también

pueden tener lo que se llaman propiedades de acritud,

quiere decir que en algunos casos pueden resultar,

luego de una deformación, más duros, menos plásti-

cos, elastómeros más desadaptativos. Propongo apli-

car este concepto a los trastornos de personalidad.

Las caracteropatías, en consecuencia, vendrían a ser

el análogo humano de la acritud de los materiales.

En la Física la resiliencia se define como la resisten-

cia que oponen los cuerpos, en especial los metales,

a la ruptura por choque o percusión. O la capacidad

de un material de resistir a choques imprevistos sin

quebrarse ¿Qué sería, entonces, resiliencia para las

ciencias sociales? La capacidad humana para hacer

frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir

de ellas fortalecido e incluso transformado. Por eso

es más que resistencia, es más que material. Resilien-

cia no sólo es resistir, es fortalecerse, es la capacidad

de superar la adversidad y construir sobre ella. Lo

mismo que analizó Erikson en sus crisis epigenéti-

cas. La resiliencia puede ser celular, por ejemplo el

balance de factores de crecimiento neuronales versus

factor de necrosis tumoral; puede ser tisular, tomando

por casos la hormona de crecimiento, la prolactina,

el TRH-CRH; puede ser personal, cuando se logra la

adaptación a la autonomía; o puede ser social, cuando

logramos apego, amparo y afrontamiento.

Se puede ser más resiliente con un tratamiento sos-

tenido con antidepresivos. O de un modo más eco-

nómico, pero más difícil de adquirir, teniendo amor

y amparo. Resiliencia, entonces, es la capacidad

humana para hacer frente a las adversidades de la

vida, superarlas, salir de ellas fortalecido e incluso

transformado, como ya dijimos. Otro significado de

la palabra resiliencia es volver de un salto o rebotar.

El lenguaje popular siempre ha simbolizado esa capa-

cidad con ciertas frases como: “Hacer de tripas, cora-

zón”, “No hay mal que por bien no venga”, “Sacar

fuerzas de la flaqueza”, o “Lo que no mata, fortalece”.

Pascal comparaba al hombre con un junco, un junco

pensante pero un junco al fin. Y se refiere a un junco,

no a algo débil, sino a algo con capacidad para volver

a ser lo que era.

...disponer de un fenotipo vulnerable que

nos lleve a responder a las crisis con

distrés, puede obedecer a que el individuo

nació con predisposición genética o a

causa de eventos adversos tempranos,

experiencias infantiles patógenas que

pudieron influenciar sobre la manera

en que se adquirió la modulación del

sistema nervioso en los primeros tres

años de vida, que son los años de

mielinización activa del sistema nervioso.

Las caracteropatías, en consecuencia,

vendrían a ser el análogo humano de la

acritud de los materiales.

¿Qué sería, entonces, resiliencia para las

ciencias sociales? La capacidad humana

para hacer frente a las adversidades de la

vida, superarlas y salir de ellas fortalecido

e incluso transformado.

Se puede ser más resiliente con un

tratamiento sostenido con antidepresivos.

O de un modo más económico, pero

más difícil de adquirir, teniendo amor

y amparo. Resiliencia, entonces, es la

capacidad humana para hacer frente a

las adversidades de la vida, superarlas,

salir de ellas fortalecido e incluso

transformado...

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Si usted desea obtener la versión completa de la exposición del Dr. Luis María Zieher “La conformación de los

endofenotipos determinantes de la conducta de ansiedad en el neurodesarrollo y su modulación farmacológica”,

publicada en la revista PSICOFARMACOLOGÍA, solicítela al APM de Gador que habitualmente lo visita, o bien

por Internet: www.gador.com.ar/psyline,

o por correo electrónico: [email protected]

Agradecemos a los editores de la Revista PSICOFARMACOLOGÍA

www.science.com.ar la gentileza de permitirnos reproducir el contenido.

Hace ya varios años, modificando un trabajo de Bra-

verman, presenté las características de la resiliencia,

bajo la forma de un acrónimo centrado en la letra A.

Decíamos, entonces, que era resiliente una persona

que era Autónoma, es decir, independiente, Auto-

rregulada, capaz de inhibir sus impulsos, capaz de

hacer Análisis resolutivos de los problemas. Para lo

cual habría que haber nacido o haberse criado en un

Ambiente familiar cálido pero demandante, amoroso

pero con límites, con Altas expectativas parentales,

con Afecto no competitivo del grupo de pares, con

Amparo social. Todo ello permite un Amplio reperto-

rio de oportunidades ante los cambios vitales.

En suma, los factores que afectan la resiliencia son

biológicos y genéticos, propios del ambiente social,

la percepción que el sujeto tenga de su ambiente, el

tipo de personalidad con que se enfrente la adversi-

dad y las conductas propias del entorno.

Recientemente, fui consultada por funcionarios del

Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

acerca del tema de la resiliencia en niños. En ese inter-

cambio me permití modificar, en forma de acrónimo,

la serie de pilares descritos por la Lic. Pilar Pacheco

Bowden que pueden fortalecer la resiliencia. Ellos

son: Instrospección, Independencia, Interrelación, Ini-

ciativa, Imagen personal de autoestima, Ideales mora-

les, Imaginación creativa e Ingenio humorístico.

Tener epifanías, o sea, ser resiliente a las crisis epi-

genéticas es adquirir autonomía, asertividad y adap-

tación ante los cambios y las crisis, manteniendo una

permanente interacción con el medio humano y el

ambiente. No perder nunca la capacidad de compren-

der y ser comprendido, poder aprender - esto es lo

cognitivo-, y aprehender -esto es lo intuitivo-. En

otras palabras, acceder intelectiva e intuitivamente a

lo que nos rodea, y también poder ir mucho más allá.

Para concluir, quiero compartir con ustedes estos

versos de Eduardo Galeano que definen, tal vez, cómo

cada uno de nosotros es, de acuerdo a su personali-

dad:

“Cada persona brilla con luz propia entre todas las

demás / No hay dos fuegos iguales / Hay fuegos

grandes, fuegos chicos, y fuegos de todos colores

/ Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del

viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de

chispas / Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran

ni queman/ pero otros arden con tantas ganas que no

se pueden mirar sin parpadear/ y quien se acerca, se

enciende”. En realidad, no es importante qué tipo de

fuego seamos, lo importante es que podamos variar

el calor, el color y las chispas de acuerdo con el estí-

mulo externo que nos permita crecer.

...la serie de pilares...que pueden

fortalecer la resiliencia. Ellos son:

Instrospección, Independencia,

Interrelación, Iniciativa, Imagen personal

de autoestima, Ideales morales,

Imaginación creativa e Ingenio

humorístico.

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