escatología cristiana y pintura universal

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JAVIER LEDESMA SAÚCO

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Escatología cristianaJAVIER LEDESMA SAÚCOPA

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La presente edición, tanto de textos como de imágenes,es responsabilidad exclusiva y absoluta de sus autores.

Colabora con la edición:DIPUTACIÓN DE CIUDAD REAL

Edición digital realizada porImprenta Provincial, Ciudad Real

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ESCATOLOGÍA CRISTIANA Y PINTURA UNIVERSAL

“El sueño de Dios es que el hombre viva”

PREÁMBULOReflexionar sobre el sentido de la vida para comprender el sentido de la muerte.

PRIMERA PARTE. CREACIÓN, CAÍDA Y REDENCIÓN

a/ EL PARAÍSO

b/ ADÁN Y EVA Y EL PECADO ORIGINAL El pecado original en el relato Yahvista Efectos y progresión del pecado: - Pecado de Adán y pecaminosidad universal - El pecado en el horizonte de la salvación

c/ LA CAÍDA DE LOS ÁNGELES

d/ LA REDENCIÓN Y SALVACIÓN DE CRISTO La presencia de Jesús y su obra salvadora en el Tiempo (La Eucaristía)

e/ EFECTOS DE LA GRACIA ALCANZADA POR CRISTO e. 1) LA SANTIDAD: La Virgen María y los Santos. e. 2) EL MARTIRIO: Los Mártires

SEGUNDA PARTE. ESCATOLOGÍA CRISTIANA

a/ LA MUERTE La muerte, tránsito hacia la Luz eterna

b/ EL JUICIO FINAL

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c/ EL PURGATORIO

d/ EL INFIERNO Y EL ANTICRISTO

e/ LA RESURRECCIÓN DE CRISTO Y SU SEGUNDA VENIDA La venida de Cristo visible al fin del mundo

f/ EL CIELO Y LA GLORIA El cielo como plenitud de intimidad con Dios

g/ LOS CIELOS NUEVOS Y LA NUEVA TIERRA El futuro del Universo El destino del Universo: “El sueño de Dios es que el hombre viva” Oración de San Agustín a Dios Nueva creación y el Paraíso encontrado

BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA Y SIGLAS

ÍNDICE GENERAL

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149ESCATOLOGÍA CRISTIANA

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO O PARUSÍA

La resurrección de los muertos está íntimamente asociada a la Parusía de Cristo: “El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un Arcángel y por la trom-peta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar” (1 Tes 4, 16).

Esperando este día, el cuerpo y el alma del creyente participan ya de la dignidad de ser “en Cristo”; donde se basa la exigencia del respeto hacia el propio cuerpo, y también ha-cia el ajeno, particu-larmente cuando sufre: <El cuerpo es…para el Señor y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?... No os pertenecéis… Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuer-po> (1 Cor 6, 13 – 15) (CIC Num 1004).

BARTHOLOMEUS SPRANGEREl Juicio Final (Detalle)

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150 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

CARL HEINRICH BLOCH

Cristo Consolador (1870). Detalle

Chapel as Frederiksberg Palace. Copenhagen, Dina-

marca

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151ESCATOLOGÍA CRISTIANA

LA VENIDA DE CRISTO VISIBLE AL FIN DEL MUNDO

Como la fe nos atestigua de dos venidas de Cristo, una realizada por la En-carnación, que no entendieron los judíos, y otra futura que nosotros esperamos, así también dos son los juicios anunciados en las Sagradas Escrituras: uno secreto y otro público.

El secreto tiene lugar ahora y es del que habla S. Pedro cuando dice: “Ha llegado el tiempo de que comience el juicio por la casa de Dios” (1 Pe 4, 17).

Consiste este juicio secreto en el sufrimiento de las penalidades de esta vida, que para todo hombre pueden ser instrumento de purificación o invitación a la conversión, o, si no hace caso de esta amonestación secreta del Señor, será causa de endurecimiento y condenación.

Juicio público es aquel en que el Señor vendrá con majestad a juzgar a los vivos y a los muertos, de modo que todos reconozcan que él es quien premiará a los buenos y castigará a los malos.

Jesucristo es Señor y Salvador nuestro, ya pendiente de la cruz, ya reinante en el cielo. Pen-diente de la cruz, pagó el precio de nuestro res-cate; ahora que está sen-tado en el cielo, reúne lo que ha comprado. Y una

CARL HEINRICH BLOCHCristo consolador (1870)

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ALESSANDRO DEL´ORBETTO

Resurrección de Cristo (1634)

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153ESCATOLOGÍA CRISTIANA

vez que los congregue a todos a través de las edades, vendrá, no inadvertido como antes, sino manifiestamente…

Vendrá, pues, cuando llegue su hora y juzgará en la misma forma en que fue juzgado. Cuando lleno de majestad le vieron subir los Apóstoles al cielo, escu-charon también de los labios de un ángel que había de volver otra vez: ”Galileos, les dijo, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este Jesús, que acaba de subir al cielo volverá tal como le habéis visto marcharse” (Hch 1, 11).

Esta venida será manifiesta a vivos y muertos, a buenos y malos; en figura de hombre han de verlo unos a aquel en quien creyeron, y los otros al que despre-ciaron. (San Agustín).

Hay otras parusías de Dios en la historia que son signos de su gracia y be-nevolencia, como el aparecer de santos y místicos, de reformadores cristianos en el campo social y eclesiástico, la irrupción de los carismas de santos fundadores de órdenes y congregaciones, los Concilios… Cristo llama constantemente a la puerta y se acerca con visitas pascuales de cruz y resurrección que nos juzgan y nos salvan y que nos preparan para el encuentro definitivo, por el que suspiran la Humanidad y el Cosmos (Rom 8, 21).

Una certeza irrevocable nos asegura sin embargo: lo que pasa es el pasar ambiguo en el que el bien y el mal andan siempre juntos. Todo lo que ha pasado tiene un carácter de eternidad que nunca podrá ser eliminado.

f/ EL CIELO Y LA GLORIA

Los tres estados de la Iglesia. “Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos viven, unos como peregrinos en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando “claramente a Dios mismo, Uno y Trino, tal cual es”. (CIC Num 954)

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154 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

TIZIANOLa Gloria (1553 – 54).

Museo del Prado

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155ESCATOLOGÍA CRISTIANA

“Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven “tal cual es” (1 Jn 3, 2), cara a cara (1 Cor 13, 12)”.

“Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama “el cielo”. El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y defini-tivo de dicha y fe-licidad.”

“Vivir en el cielo es “estar con Cristo”. Los elegi-dos viven “en Él”, aún mas, tienen allí, o mejor, encuen-tran allí su verda-dera identidad, su propio nombre (Ap 2, 17)”. (CIC Nums 1023 – 1025).

ICONO ORTODOXOAnástasis (Cristo Resu-citado)

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156 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

MARTEEN DE VOSJuicio Final (1570)

Museo del Louvre. París

EL CIELO COMO PLENITUD DE INTIMIDAD CON DIOS(REFLEXIONES DE SAN JUAN PABLO II)

Vamos a tratar de comprender el sentido bíblico del “cielo”, para poder en-tender mejor la realidad a la que remite esa expresión.

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1) En el lenguaje bíblico el “cielo”, cuando va unido a la “tierra”, indica una parte del universo. A propósito de la Creación, la Escritura dice: “En un principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gen 1, 1). En sentido metafóri-co, el cielo se entiende como morada de Dios, que en eso se distingue de los hombres. Dios, desde lo alto del cielo, ve y juzga (Sal 113, 4 – 9) y baja cuando se le invoca (Sal 18, 7. 10; 144, 5). Sin embargo, la metáfora bíblica da a entender que Dios ni se identifica con el cielo ni puede ser encerrado en el cielo (1 Re 8, 27); y eso es verdad, a pesar de que en algu-

DOMENICO ALFANIDios Padre rodeado de ángeles (1507)

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nos pasajes del primer Libro de los Macabeos “el cielo” es simplemente un nombre de Dios (1 Mac 3, 18 – 19; 58).A la representación del cielo como morada trascendente del Dios vivo se añade la de lugar al que también los creyentes pueden, por gracia, subir, como muestran en el Antiguo Testamento las historias de Henóc (Gen 5, 24) y Elías (2 Re 2, 11; 1 Mac 2, 58). Así el cielo resulta figura de la vida de Dios. En este sentido, Jesús habla de “recompensa en los cielos” (Mt 5, 12) y exhorta a “amontonar tesoros en el cielo” (Mt 6, 20; 19, 21).

2) El Nuevo Testamento profundiza la idea del cielo también en relación con el misterio de Cristo. Para indicar que el sacrificio del Redentor asume valor perfecto y definitivo, la Carta a los Hebreos afirma que Je-sús “penetró los cielos” (Hb 4, 14) y “no penetró en un santuario he-cho por mano del hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo” (Hb 9, 24). Luego, los creyentes, en cuanto amados de modo especial por el Padre, son resucitados con Cristo y hechos ciu-dadanos del cielo. Vale la pena escuchar lo que a este respecto nos dice el apóstol Pablo en un texto de gran intensidad: “Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros pecados, nos vivificó juntamente con Cristo —por gra-cia habéis sido salvados— y con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la so-breabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Ef 2, 4 – 7). Las criaturas experimentan la paternidad de Dios, rico en misericordia, a través del amor del Hijo de Dios, crucificado y resucitado, el cual, como Señor, está sentado en los cielos a la derecha del Padre.

3) Así pues, la participación en la completa intimidad con el Padre, después del recorrido de nuestra vida terrena, pasa por la inserción en el misterio pascual de Cristo. San Pablo subraya con una imagen especial muy inten-sa este caminar nuestro hacia Cristo en los cielos al final de los tiempos:

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“Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebata-dos en nubes, junto con ellos (los muertos resucitados), al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras” (1 Tes 4, 17 – 18).En el contexto de la Revelación sabemos que “cielo” o la “bienaventuran-za” en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la Santísima Trinidad.Este encuentro con el Padre se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo. Es preciso mantener siempre cierta sobrie-dad al describir estas realidades últimas, ya que su representación resulta siempre inadecuada. Hoy el lenguaje personalista logra reflejar de una forma menos impropia la situación de felicidad y paz en que nos situará la comunión definitiva con Dios.

TINTORETTO (1518 – 1594)TrinidadVenecia

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HENDRICK VAN BALEN

La Santísima Trinidad (1620)

Amberes, Bélgica

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El CIC sintetiza la enseñanza eclesial sobre esta verdad afirmando que ”por su muerte y resurrección, Jesucristo nos ha “abierto” el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, que asocia a su glorificación celestial a quienes han creído en él y han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamen-te incorporados a Él” (CIC Num 1026).

4) Con todo, esta situación final se puede anticipar de alguna manera hoy, tanto en la vida sacramental, cuyo centro es la Eucaristía, como en el don de sí mismo mediante la caridad fraterna. Si sabemos gozar ordenada-mente de los bienes que el Señor nos regala cada día, experimentaremos ya la alegría y la paz de que un día gozaremos plenamente. Sabemos que

CARL HEINRICH BLOCHLa Ultima Cena. 1876 (Detalle)

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EL GRECOEl sueño de Felipe II

(1579)Monasterio del Escorial.

Madrid

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en esta fase terrena todo tiene límite; sin embargo, el pensamiento de las realidades últimas nos ayuda a vivir bien las realidades penúltimas. Somos conscientes de que mientras caminamos en este mundo estamos llamados a buscar “las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Col 3, 1), para estar con él en el cumplimiento escatoló-gico, cuando en el Espíritu, Él reconcilie totalmente con el Padre “lo que hay en la tierra y en los cielos” (Col 1, 20).

ANÓNIMOJuicio Final (S. XIV)Parroquia de S. Nicolás, Burgos

“A causa de su Trascendencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que cuando Él mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la capacidad para ello. Esta contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia la visión beatífica: <¡Cuál no será tu gloria y tu dicha!: Ser admitido a ver a Dios, tener el honor de participar en las alegrías de la salvación y de la luz eterna en compañía de Cristo, el Señor tu Dios…, gozar en el Reino de los cielos en compañía de los justos y buenos y de los amigos de Dios, de las ale-

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grías de la inmortalidad alcanzada> “(S. Cipriano de Cartago.- Epístola 58) (CIC Num 1028).“En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la crea-ción entera. Ya reinan con Cristo; con Él <ellos reinarán por todos los siglos>” (Ap 22, 5)”. (CIC Num 1029).

g/ LOS CIELOS NUEVOS Y LA TIERRA NUEVA

PEDRO ORRENTESan Juan Evangelista en

Patmos (1620)Museo del Prado. Madrid

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“Queridos hermanos, no debéis olvidar una cosa: que un día es ante Dios como mil años, y mil años como un día (Sal 90, 4). El Señor no retarda el cumplimiento de la promesa, como creen algunos que le acusan de tardanza, sino que usa de paciencia con vosotros, pues no quiere que nadie perezca, sino que todos alcancen el arrepentimiento. El día del Señor vendrá como un ladrón: los cielos se desintegrarán entonces con gran estrépito, los ele-mentos del mundo quedarán hechos ceniza y la tierra con todo cuanto hay en ella desaparecerá.

Si todo ha de desaparecer de ésta manera, no hace falta decir que debéis llevar una vida santa y religiosa mientras esperáis y aceleráis la venida del día de Dios, cuando los cielos incendiados se desintegrarán y los elementos quedarán hechos ceniza. Pero, según su promesa, nosotros esperamos UNOS CIELOS NUEVOS Y UNA TIERRA NUEVA en los que reinará la justicia.

Por lo cual, queridos hermanos, en espera de todas estas cosas; esforzaos por encontraros sin mancha, sin culpa y en paz en presencia del Señor. Tened en cuenta que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación “ (2 Pe 3, 8 – 15).

LA ETERNA BIENAVENTURANZA

La vida eterna consiste en la visión de Dios. Cristo Jesús lo declara: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, tu enviado.

Sí, la vida eterna consiste en ver a Dios y comprenderle; entender y penetrar lo que se ha creído y que éramos incapaces de comprender.

El entendimiento comprenderá lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el cora-zón del hombre pudo jamás anhelar. He aquí lo que se dirá al fin del mundo a los escogidos: Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que os tengo preparado desde el principio del mundo.

Veremos, pues, a Dios, y nuestra felicidad será tan grande que el mundo en-tero es nada en su comparación… (San Agustín)

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EL FUTURO DEL UNIVERSOYO SOY EL ALFA Y LA OMEGA, EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO

“La compenetración de la ciudad terrestre con la ciudad celeste sólo es perceptible por la fe: más aún, es el misterio permanente de la historia humana, que, hasta el día de la plena revelación de la gloria de los hijos de Dios, seguirá perturbada por el pecado.

La Iglesia, persiguiendo la finalidad salvífica que es propia de ella, no sólo comunica al hombre la participación en la vida divina, sino que también difunde, de alguna manera, sobre el mundo entero la luz que irradia esta vida divina, principalmente sanando y elevando la dignidad de la persona humana, afianzando la cohesión de la sociedad y procurando a la actividad cotidiana del hombre un sentido más profundo, al impregnarla de una signi-ficación más elevada. Así la Iglesia, por cada uno de sus miembros y por toda su comunidad, cree poder contribuir ampliamente a humanizar cada vez más la familia humana y toda su historia.

Tanto si ayuda al mundo como si recibe ayuda de él, la Iglesia no tiene más que una única finalidad: que venga el reino de Dios y que se establezca

BARTHOLOMEUS SPRANGER

(1546 – 1611)El Juicio Final

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la salvación de todo el género humano. Por otra parte, todo el bien que el pueblo de Dios, durante su peregrinación terrena, puede procurar a la fami-lia humana procede del hecho de que la Iglesia es el sacramento universal de la salvación, manifestando y actualizando, al mismo tiempo, el misterio del amor de Dios hacia el hombre.

Pues el Verbo de Dios, por quién todo fue hecho, se encarnó, a fin de salvar, siendo él mismo hombre perfecto a todos los hombres y para hacer que todas la cosas tuviesen a él por cabeza. El Señor es el término de la historia humana, el punto hacia el cual convergen los deseos de la historia y de la civilización, el centro del género humano, el gozo de to-dos los corazones y la plena satisfacción de todos sus deseos. Él es aquel a quien el Padre resucitó de entre los muertos, ensalzó e hizo sentar a su derecha, constituyéndolo juez de los vivos y de los muertos. Vivificados y congregados en su Espíritu, peregrinamos hacia la consumación de la historia humana, que corresponde plenamente a su designio de amor: Hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la tierra.

El mismo Señor ha dicho: Mira, llego en seguida y traigo conmigo mi sa-lario; yo daré a cada uno según sus obras. Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin”. (Gaudium et Spes Nums. 40. 45)

No obstante, también encontramos en la Sagrada Escritura el repetido aviso de una situación difícil que ocurrirá antes de la Segunda Venida de Cris-to, mediante la cual se pondrá a prueba la fe de muchos creyentes (Lc 18, 8; Mt 24,12). Esto hace referencia a “una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad”. (CIC n. 675)

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HANS BALDUNG GRIEN

Juan en Patmos (1511)Museo Metropolitano de

Arte. Nueva York

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¿QUÉ ENSEÑA EL NUEVO TESTAMENTO SOBRE EL FIN Y LA CONSUMACIÓN DEL UNIVERSO?

Entre los exegetas hoy se mantiene comúnmente, como criterio válido, el que las expectativas del N.T. no coinciden exactamente con las categorías de pen-samiento vetero-testamentarias, ni con los modelos apocalípticos presentes en la época, ya en la formulación davídico-mesiánica, ya en la cosmológico-apocalíptica. El Nuevo Testamento ve en la venida de Cristo y en su resurrección el aconteci-miento escatológico decisivo de tal forma que todo cuanto todavía acontezca de-

ANNIBALE CARRACCILa Coronación de la Virgen (1596)Museo Metropolitano de Arte. Nueva York

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pende de él. Esta comprensión, centrada en el acontecimiento Jesucristo distingue la escatología cristiana esencialmente de los modelos y representaciones acerca del fin del mundo, elaborados por el Judaísmo o en las filosofías y religiones extrabí-blicas. Se basa en el fondo en la reivindicación de Jesús que puso en su persona y en su actuación una significación salvífica decisiva y modificadora de la historia. Esta comprensión, así lo vieron sus seguidores, fue confirmada por la resurrección del Cristo y por la irrupción del Espíritu Santo en el mundo el día de Pentecostés.

En verdad, Jesús se atiene a la idea bíblica de un plan de Dios y, con ella, a la consumación de la creación y de la obra salvífica. Los acentúa de forma más profunda cuando, con su venida y actuación, ve realizada de forma definitiva la plenitud en un futuro relativamente próximo aunque no determinable exactamen-te en el tiempo.

El hilo conductor de la predicación escatológica de Jesús (con el telón de fondo de las expectativas de liberación del Judaísmo) invade y colorea todos los escritos del Nuevo Testamento.

Con la venida, actuación y destino de Jesús (resurrección, exaltación-entro-nización) aconteció el gran y decisivo viraje de la historia de la humanidad. Las promesas de la antigua alianza llegaron a su cumplimiento. El mundo nuevo sin muerte, demonio y pecado, ya está presente por la fe y los sacramentos, aunque permanezca escondido. Según la concepción bíblica el destino del cosmos depende del destino del hombre. Por eso el Cosmos se interna en este proceso escato-lógico (Rom 8, Ef, Col, Ap, 2 Pe). La posición que se asuma ante Jesús decide el destino de la humanidad y el de cada uno en particular.

El viraje escatológico de la historia del hombre y del mundo ocurrido en Jesucristo, tiende todavía hacia una plenitud y hacia su completa consumación. Esto sólo pueden realizarlo Dios y Cristo, cuando Jesús aparezca en poder como Juez Universal. Entonces se creará un mundo nuevo en el que las imperfecciones, el mal y el bien pasajero en cuanto potencia de mal que caracterizan el viejo orden serán exorcizados y volverá a ser posible una comunión íntima e indestructible con Dios y una participación en su vida divina.

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171ESCATOLOGÍA CRISTIANA

FRANCESCO BASANOLa Resurrección de Cris-to (1584) El Santísimo Redentor. Venecia

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172 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

Esta transformación cósmica viene de fuera, pone término al viejo mundo mediante una intervención divina y da comienzo a un nuevo acto creador de Dios. Eso no ocurrirá al final de una lenta evolución de orden bioló-gico, antropológico, intelectual y ético, aunque se inserte en un proceso histórico dirigido por Dios hacia la meta por él establecida.

La línea de la historia de la salvación, conforme a las afirmaciones del Nuevo Testamento, no discurre rectilínea y sin ningún tipo de perturbación en su ascen-sión, sino cíclicamente. Al final, antes de la intervención divina, se verificará, se-gún el Nuevo Testamento, un tiempo de depravación religiosa y moral. Debemos sin embargo observar que el N. T. no reflexiona sobre la relación entre el fin y la consumación del mundo y la evolución humana.

El tiempo entre la primera venida de Cristo con la Pascua y Pentecostés (lo que se llama entronización de Cristo en el señorío universal) y su Parusía es un tiempo escatológico. Esto quiere decir que es un tiempo final, de decisión, que precede al Juicio Universal anticipándolo ya dentro de la historia.(especialmente en los evangelios de Juan y Lucas). La decisión a favor de Cristo (y de su Iglesia) condiciona la decisión del Juez universal al término de todo. En ese sentido el tiempo presente se caracteriza como tiempo de crisis y de decisión en el que apa-rece cada vez más clara la contradicción y la separación entre los seguidores y los negadores de Cristo. El sentido de la historia entre la venida de Cristo como hombre y su regreso como Juez y Consumador consiste exactamente en la posibilidad de decisión a favor o en contra de Cristo.

El tiempo y el modo de la consumación no pueden ser determinados por los hombres. Esto se concluye de la reserva de Jesús y de todo el Nuevo Testamento al describir tal acontecimiento. Las representaciones de la primera Carta a los Tesalo-nicenses, así como la del discurso escatológico de Jesús (Marcos 13 y paralelos) y la del Apocalipsis están condicionadas por el tiempo y poseen un carácter figurativo.

El comportamiento de los cristianos en esa perspectiva escatológica queda marcado por una conciencia del carácter de decisión que posee el tiempo presente, por una orientación constante hacia Cristo como el Señor presente y Consumador

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JOOS VAN CLEVE (1485 – 1541)Juicio FinalMuseo Metropolitano de Arte. Nueva York

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venidero, por la libertad frente al <mundo> en el sentido de <desmundaniza-ción>, por un servicio al bien de la humanidad y del prójimo (teniendo el mandato del amor como criterio fundamental), por la confesión a favor de Cristo y por una vida inspirada en Cristo, por la vigilancia, por la fidelidad a la fe, por la esperan-za, por la alegre certeza de la consumación feliz. Para los que aman a Dios todo colabora para su bien (Rom 8, 28), o como lo expresan los Sinópticos: vigilancia y prontitud permanente.

De todo ello se deduce que al cristiano se le impone vivir en tensión en-tre el aquí y el allá, entre la hora presente y la última hora, entre lo pasaje-ro y la llamada al servicio y al amor, entre la necesidad y la indiferencia, en-tre el caos del mundo y la providencia divina, entre la afirmación del mundo y el amor a Dios. Cuanto más tome el mundo en sus propias manos, y trate de agotar sus posibilidades de futuro, tanto menos encaja el cristiano en este mun-do con sus esperanzas escatológicas y tanto más puede llegar a ser considerado un traidor y hasta un loco. Y sin embargo son precisamente los grandes siste-mas e ideologías de progreso los que, a través de la manipulación del hombre por el hombre, destruyen el futuro y coartan al hombre en su mundo cerrado y demasiado estrechamente humano. Un futuro pura y exclusivamente huma-no no es para la Biblia el verdadero futuro del hombre, pues mundo y hombre transcienden infinitamente al hombre. Jesucristo crucificado y resucitado no constituye únicamente el principio sino también ya la primicia y la certeza de la actitud escatológica cristiana en la fe, en el servicio y en el amor.

SAN AGUSTÍN interpreta <los cielos nuevos y la tierra nueva> como una transformación del Universo material, que él piensa se va a realizar mediante un incendio cósmico. A semejanza de la resurrección de Cristo, los cuerpos, una vez hechos inmortales, tendrán ciertas dotes propias de los seres espirituales:

“Una vez juzgados, los que no están inscritos en el libro de la vida, y arrojados al fuego eterno (y pienso que la naturaleza y el lugar de ese fuego no los conocerá ningún hombre, a menos que se lo revele el Espíri-tu de Dios), pasará la figura de este mundo por la conflagración del fuego

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mundano, como el diluvio se debió a la inundación de las aguas del mundo. La conflagración de los elementos corruptibles hará desaparecer, como he dicho, las cualidades propias de nuestros cuerpos corruptibles. La sustancia, en cambio, gozará de las cualidades conformes con los cuerpos inmortales en virtud de ese maravilloso trueque; es decir, que el mundo renovado es-tará en armonía con los cuerpos de los hombres igualmente renovados” (S. Agustín.- La Ciudad de Dios, XX, 16)

FRA ANGÉLICO (1395 – 1455)Tríptico del Juicio Final

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LA TRANSFIGURACIÓN DE LA MATERIA

Hemos reflexionado sobre la importancia antropológica del dogma de la resurrección de la carne: el ser humano completo tiene necesidad de su cuerpo., pero ¿qué cualidades tendrán los cuerpos resucitados?. Quiero finalizar tra-tando de responder a la pregunta sobre el destino del Universo: ¿Al final de los tiempos el cosmos será destruido o, por el contrario, participará de la gloria de los resucitados en Cristo?

NUESTRA RESURRECCIÓN

Después de haber presentado la Resurrección de Cristo como clave de nuestra resurrección, examinamos ahora con más detalle esta última cuestión.

Ya hemos visto que San Pablo en la Primera Carta a los Tesalonicenses la si-túa en el momento mismo en que Cristo volverá en la gloria (4, 16 -17). Y a la pregunta: “¿Quién resucitará de la muerte?”, Pablo responde a los Corintios de este modo: “Pues del mismo modo que por Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo” (1 Co 15, 22). Todos, prescindiendo de toda distinción entre buenos y malos, resucitarán de la muerte, aunque no tengan la misma suerte final, como se ve en las palabras de Jesús transmitidas en el Evangelio de Juan (5, 29): los buenos resucitarán en una resurrección de vida y los malos en una resu-rrección de condenación.

Diciendo que “todos” resucitarán se incluyen tanto los que en el momento del juicio estarán muertos como los que morirán entonces.

Por ello a la pregunta acerca de si quienes estén vivos cuando vuelva Cristo también morirán, respondemos con San Jerónimo que todos tendrán que morir, sin excepción. Esta opinión, admitida por la Iglesia, es compartida también por San Agustín en su obra De civitate Dei (Lib XII; Cap 20). Y San Ambrosio trata de dar una explicación de este hecho, en el comentario a la Carta a los Tesalonicenses, donde escribe que, en el mismo rapto, tendrá lugar primero la muerte “como un sopor, de modo que el alma salida del cuerpo regrese a él en un instante. Al ser

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elevados, morirán, para que, acercándose a Dios, reciban la vida por la presencia de Dios. Con Dios, en efecto, no pueden estar muertos”.

Podríamos decir, por tanto, que la opinión admitida por la Iglesia, compar-tida por sus doctores fundamentales —Jerónimo, Agustín, Ambrosio—, es que quienes estén vivos cuando regrese Cristo morirán también, en el momento de su retorno, y al punto resucitarán.

HENDRICK VAN DEN BROERResurrección de Cristo (1572 – 85)Capilla Sixtina. Roma

Todavía nos queda otra pregunta: todo hombre ¿resucitará con el mis-mo cuerpo que tuvo durante la vida, si bien corrompido por la muerte y re-ducido a polvo?

No cabe duda de que éste es el pensamiento de san Pablo, que escribe: “Es necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorruptibilidad” (1 Co 15, 53). También Job lo afirma: “En mi carne veré a mi Dios. Sí, seré yo mismo quien lo veré, mis ojos lo verán, que no un extraño” (Job 19, 26 -27).

Por otra parte, sabemos que el cuerpo de Cristo desapareció del sepulcro y fue transfigurado; los apóstoles reconocieron a Cristo ante todo por su rostro y,

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después, también por las señales de la lanza y de los clavos: lo que vieron fue, sin dudarlo, el mismo cuerpo de Cristo.

Los teólogos discuten si el cuerpo que resucitará será el mismo cuerpo ma-terial, es decir, con los mismos átomos y con las mismas células; pero esta opinión es insostenible porque sabemos que nuestro cuerpo en siete años cambia toda su materia. Por ello algunos hablan, no de una identidad material sino de una identidad formal. Pero tampoco podemos decir que no resucitará nada de nuestro cuerpo actual porque, como afirma el papa Benedicto XVI, el culto a las reliquias no se basa sólo en la conciencia de que el cuerpo de los santos ha sido templo del Espíritu Santo, sino que se fundamenta en base a la Resurrección de Cristo.

Por eso decimos que es nuestro mismo cuerpo el que resucitará y será transfigurado, aunque no es posible hablar de identidad material: también porque aquella materia, transfigurada y divinizada escapa a nuestra investigación y comprensión humana.

SEBASTIANO DEL PIOMBO

Resurrección (1524)Fresco capilla San Pietro in

Montorio

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179ESCATOLOGÍA CRISTIANA

Por todo esto, creo que no se puede decir más a este respecto, sencillamen-te afirmar que nuestro mismo cuerpo resucitará: ésta es verdaderamente la fe de la Iglesia; después, si se trata de una identidad material, de una identidad formal o de otra cosa, lo dejamos en manos de la Teología. Lo que afirmamos es esto: así como el mismo cuerpo que Cristo tuvo en esta vida desapareció del se-pulcro, resucitó y fue transfigurado, lo mismo sucederá con nuestro cuerpo, aun-que algunas partes estén mutiladas, aunque haya habido transplantes de órganos. Todo esto es una materialidad que no afecta a la identidad de fondo entre nuestro cuerpo en esta tierra y nuestro cuerpo que participa de la resurrección de Cristo. Por otra parte, como observan los teólogos, es justo que todo hombre resucite con el mismo cuerpo con que sirvió a Dios o al demonio para recibir en ese cuerpo la corona del triunfo y el premio, o bien la pena eterna y el suplicio.

Y seguimos interrogándonos: ¿cómo serán los cuerpos resucitados?. Aunque anteriormente ya habíamos planteado ésta cuestión y fue respondida ade-cuadamente, pero con brevedad, ahora querría hacerlo desde el Catecismo Romano, editado por primera vez en 1566, y con sus respuestas más pormenorizadas.

Ésta es una cuestión difícil y tal vez, para resolver todos los problemas que plantea, la guía mejor y más segura sea la reflexión sobre los capítulos del Evan-gelio que hablan de la resurrección de Cristo.

Para ofrecer una síntesis segura de la más importante reflexión teológica aceptada a lo largo de los siglos por la Iglesia, hay que recurrir, como se acaba de decir, al Catecismo Romano (1566), que trata justamente de la identidad de los cuerpos resucitados, de su inmortalidad y de sus dotes (nn. 135 -137). Creo que es interesante transmitir al pueblo cristiano el resultado de una reflexión que ha ocupado a los más grandes teólogos a lo largo de dos mil años.

En primer lugar, respecto a la integridad del cuerpo el Catecismo Roma-no afirma: “Pero no solamente resucitará el cuerpo, sino que también se le ha de restituir todo lo que requiere la integridad de su naturaleza, y la hermosura y ornamento del hombre”. Los cuerpos resucitarán, serán transfigurados, con la eliminación de cualquier defecto. Y continúa diciendo: “Además de la afirmación

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LUCA SIGNORELLI (1445- 1523)

Los elegidos (Detalle del Juicio Final)

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sobre ésta resurrección corporal, también toda la Creación, se cuenta entre las principales obras de Dios. Por tanto, así también conviene afirmar que entera-mente ocurrirá lo mismo en la resurrección final con toda la Creación”.

A propósito de los mártires, que sufrieron la decapitación u otras mutilacio-nes, san Agustín escribe: “No estarán sin aquellos miembros que les quitaron en el martirio, porque esa falta no podría dejar de ser deshonrosa para el cuerpo”. Y añade una intuición extraordinaria que hace referencia a Cristo: “Pero quedarán en sus miembros las cicatrices gloriosas de la espada, más resplandecientes que el oro y las piedras preciosas, como la cicatrices de las llagas de Cristo” (De Civitate Dei Lib XXII.- Cap 21 - 22).

Y continúa en su reflexión: “Consideradas y tratadas a tono con nuestra capacidad estas cuestiones, nos queda como resumen que, en la resurrección de la carne, el tamaño de los cuerpos tendrá para siempre las proporciones que tenían la exigencia corporal de una juventud perfecta o perfeccionable, conservada la debida belleza en las proporciones de todos los miembros. Para conservar esas be-llas proporciones, si se hubiera quitado algo a alguna monstruosidad indecorosa nacida en cualquier parte, a fin de que se distribuya por todo el cuerpo, de suerte que no perezca y a la vez se mantenga en todo la debida proporción de las partes, no es absurdo admitir que se puede añadir algo de aquello a la talla del cuerpo; así, conservando la belleza se distribuye entre todas las partes lo que, si sobresaliese mucho en una, ciertamente sería un defecto.

Si alguno quiere defender que cada uno resucitará con la misma estatura del cuerpo en que murió, no se le ha de contradecir con tenacidad, siempre que se excluya toda deformidad, flaqueza, pesadez, corrupción y todo lo que puede desdecir de aquel Reino, en que los hijos de la resurrección y de la promesa han de ser iguales a los ángeles de Dios, si no en el cuerpo y en la edad, sí ciertamente en la felicidad”.

En conclusión, podemos resumir la doctrina afirmando que resucitaremos con nuestros cuerpos en su perfección física.

En segundo lugar analizamos ahora la otra cualidad fundamental de los cuerpos resucitados, que es su inmortalidad. Así como Cristo resucitado ya

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LUC OLIVIER MERSONSan Edmundo Mártir

(1874)

no muere más, tampoco morimos todos los que participamos de la resurrec-ción de Cristo. El Catecismo Romano sintetiza de forma admirable la tradición de la Iglesia al respecto (n. 136): “Aunque debe resucitar aquel mismo cuer-po que antes había muerto, todavía su condición será muy diferente. Porque dejando aparte otras distinciones en lo que señaladamente se diferenciarán de sí mismos todos los cuerpos de los resucitados, es que estando antes su-jetos a las leyes de la muerte, después de reducidos a la vida todos quedarán inmortales, sin haber en esto diferencia entre buenos y malos. Esta restitución maravillosa de la naturaleza nos la mereció la insigne victoria que Cristo Señor nuestro consiguió sobre la muerte, como nos lo anunciasen los testimonios de las santas Escrituras: “Eliminará la muerte para siempre” (Is 25, 8); que explicándolo el Apóstol dice: “El último enemigo que será destruido es la muerte” (1 Co 15,26). Y en San Juan leemos: “Ya no habrá más muerte” (Ap 21, 4). Como conclusión de este tema el Catecismo Romano observa: “Era, pues, muy conveniente al mérito de

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Cristo Señor nuestro, por quien fue destruido el imperio de la muerte, que que-dase vencido el pecado de Adán con superiores ventajas. Esto mismo también fue muy conforme a la justicia de Dios, que gozasen los buenos perpetuamente de la vida bienaventurada, y que los malos, pagando penas eternas, buscasen la muerte y no la encontrasen; deseasen morir, y huyera de ellos la muerte”.

Así pues, no habrá más muerte. Nuestros cuerpos, resucitados y transfi-gurados a imagen del cuerpo de Cristo, serán inmortales. Ésta será su cualidad fundamental.

Analizamos ahora las otras cualidades de los cuerpos resucitados, que la reflexión de la Iglesia ha deducido, no tanto haciendo razonamien-tos abstractos como meditando sobre los textos relativos a la resurrección y al cuerpo glorioso de Cristo. El Catecismo Romano, al presentar una síntesis de la doctrina tradicional sobre los dotes de los cuerpos resucitados (n.137) afir-ma: “Tendrán además de esto los cuerpos resucitados de los santos ciertas in-

LUC OLIVIER MERSONSan Edmundo Mártir (Detalle) (1874)

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EL GRECOMartirio de San Mauri-cio (1580 – 82. Deta-

lle)El Escorial

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signias y adornos ilustres, con los cuales estarán esclarecidos mucho más de lo que fueron antes. Los principales son cuatro, que se llaman DOTES, como observaron los Padres por la doctrina del Apóstol. El primero es LA IMPASIBI-LIDAD, esto es, una gracia y dote, la cual hará que no puedan padecer molestia ni sentir dolor ni quebranto alguno. Y así, no podrá dañarlos el rigor del frío, ni el ardor del fuego, ni el furor de las aguas: “Se siembra en corrupción”, dice el Apóstol, “y se levanta en incorrupción” (1 Cor 15, 42). Y el haber llamado los Escolásticos a este dote más bien impasibilidad que incorrupción fue para dar a en-tender lo que es propio del cuerpo glorioso, porque no tienen en común la impa-sibilidad con los condenados, cuyos cuerpos, aunque sean incorruptibles (es decir, no se descomponen, ni mueren), pero no son impasibles, esto es, padecen, y son atormentados de varios modos”.

Según la doctrina de los teólogos escolásticos, pues, los cuerpos resucitados en Cristo son “incorruptibles” e “impasibles”, es decir, no padecen nada, mientras que los cuerpos de los condenados son “incorruptibles”, es decir, no mueren, pero pueden padecer.

La segunda cualidad de los cuerpos resucitados, descrita por el Catecismo Romano se refiere de esta manera: “Viene después LA CLARIDAD (ESPLEN-DOR), con la cual brillarán como el sol los cuerpos de los santos, pues así lo testifica nuestro Salvador, diciendo por san Mateo (13, 43): “Resplandecerán los justos como el sol en el Reino de mi Padre”. Y para que ninguno tuviese duda en esto lo declaró con el ejemplo de su transfiguración A esta dote llama el Apóstol unas veces gloria y otras claridad. “Reformará”, dice,“el cuerpo de nuestra humil-dad asemejándole al cuerpo de su claridad” (Flp 3,21)

“Es esta claridad cierto resplandor que rebosa el cuerpo de la felicidad del alma; de suerte que es como una comunicación de aquella felicidad de que el alma goza, así como el alma se hace bienaventurada por derivarse en ella parte de la felicidad de Dios. Así pues, la gloria externa del cuerpo será emanación de la gloria del alma; la gloria divina se reverbera en el alma, la gloria del alma se reverbera sobre el cuerpo”

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A los dotes de la “impasibilidad” y de la “claridad” hay que añadir una tercera cualidad de los cuerpos resucitados, que es LA AGILIDAD, es decir, el don por el que “se librará el cuerpo de la carga que le oprime ahora, y se podrá mover con tanta ligereza hacia donde quiera el alma, que no se pueda dar cosa más veloz que ese mo-vimiento”. Esto significa que nos desplazaremos con la velocidad del pensamiento.

Y finalmente, la última propiedad de los cuerpos resucitados es LA SUTI-LEZA, por la cual estará el cuerpo sujeto en todo al imperio del alma, y la servirá y estará pronto a su arbitrio. Así lo demuestran aquellas palabras del Apóstol: “Se siembra en cuerpo animal y se resucitará en cuerpo espiritual” (1 Co 15, 44 ss).

Esta es la síntesis de una doctrina maravillosa que nos hace comprender también el valor del sufrimiento presente. Nuestro cuerpo que hoy se configura con Cristo crucificado, si nosotros sabemos vivir esta crucifixión y esta muerte

FEDERICO ZUCCARI (1543 – 1609)

Fresco de la Catedral de Sta. Maria del Fiore (De-

talle)

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unidos a él, nuestro cuerpo tendrá una admirable participación, mañana, en la gloria del Señor resucitado.

EL DESTINO DEL UNIVERSO:“EL SUEÑO DE DIOS ES QUE EL HOMBRE VIVA”

Aunque este tema merecería un tratamiento más amplio, debemos hacer unas breves reflexiones sobre la relación entre la resurrección final de nuestros cuerpos y su conexión con la restauración final de todo el cosmos, como obra del mismo Dios amor.

Partimos de que no está fundada la opinión de quien afirma que la figura de este mundo “pasa” en el sentido de que el universo será destruido. La Biblia nos ofrece elementos más que suficientes para pensar que la glorificación de los hijos de Dios se extenderá a todo el cosmos. Éste participará en la gloria de los hijos de Dios y, por consiguiente, será transfigurado.

Conocemos la Biblia lo suficiente como para comprender cómo el destino del hombre está siempre ligado al destino del cosmos: en el Génesis la creación del hombre se sitúa en la semana en la que Dios crea todo el universo. Ésta es presen-tada como el compendio y el culmen de la Creación de la que el hombre es, por así decir, la cúspide. Por eso la gran enseñanza del Génesis a éste respecto es que no se puede separar al hombre del destino del universo. Por otro lado, en el primer libro de la Biblia vemos también cómo la naturaleza misma participa, en cierto sentido, de la caída del hombre y de la mujer, por lo que también la tierra será hostil y más áspera al producir sus frutos, justamente debido al pecado del hombre. Se expresa claramente en esos primeros pasajes del Génesis una solidaridad entre el destino del hombre y el destino del cosmos.

La unidad de toda la creación de Dios, en cuyo centro está colocado el hom-bre, aparece con claridad en el Evangelio de san Juan, que expresa la dimensión cósmica del Verbo de Dios cuando en el prólogo dice que el Verbo es el instrumen-to “por medio del cual fueron creadas todas las cosas” (Jn 1, 3).

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También esta visión de la solidaridad del hombre y del cosmos en Cristo está presente sobre todo en san Pablo.

Algunos estudiosos muy ingeniosos han puesto de manifiesto que, si bien es verdad que san Pablo habla de un “Cristo místico” —es decir, del Cuerpo místico que comprende tanto a Cristo como cabeza, como a toda la humanidad creyen-te—, habla también de un “Cristo cósmico”, es decir, de un Cristo que está reves-tido de todo el universo.

Podemos ver los textos en los que san Pablo expresa la estrecha solida-ridad entre la redención del hombre y el rescate de todo el cosmos, textos gracias a los cuales es lícito hablar, no de una destrucción sino de una transfiguración del Universo.

BERNARD VAN ORLEYEl Juicio Final (1520)

(Detalle)Real Museo de Bellas Artes.

Amberes, Bélgica

En la Carta a los Efesios Pablo, al exponer el plan de la salvación divina, dice que el proyecto del Padre es “el designio de recapitular todas las cosas en Cristo:

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las del cielo y las de la tierra” (Ef 1,10). Y más adelante afirma: “Sometió todo bajo sus pies y le constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, la ple-nitud del que lo llena todo en todos” (Ef 1, 22- 23). El Padre puso a Cristo como cabeza de la Iglesia, pero al mismo tiempo lo constituyó Rey cósmico, el Rey que se realiza en todas las cosas. Pero el texto más impresionante, del que brota de un modo más completo la teología paulina relativa al Cristo cósmico, es el de la Carta a los Colosenses: “Él es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la Creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisible, tronos, dominaciones, principados, potestades: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia” (Col 1, 15 – 17). Esto significa que todo el universo tiene consistencia en Cristo resucitado.

Pero el texto subraya también la unidad del Cristo cósmico con el Cristo que está en la Iglesia, el Cristo místico: “Él es también la cabeza del cuerpo, de la Iglesia; él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y de los cielos” (Col 1, 18 – 20).

Este texto muestra claramente que Cristo ha redimido al hombre y con el hombre ha redimido todo el cosmos; coherentemente con esta visión, Pablo, en un famoso pasaje de la Carta a los Romanos, afirma que toda la Creación, que se había vuelto insidiosa porque había sido corrompida por el pecado de Adán, espera el rescate de los hijos de Dios: “Pues la ansiosa espera de la creación desea viva-mente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa liber-tad de los hijos de Dios” (Rom 8, 19 – 21). Este es un texto clarísimo, que revela con mucha fuerza la certeza de que toda la naturaleza participará de la gloria de los hijos de Dios.

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FRA ANGÉLICOÁngeles bailando

(1450) (Detalle del Juicio Final)

Museo de San Marcos. Flo-rencia, Italia

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Por otra parte, ésta no es solamente la fe de Pablo, sino que es la fe de la Igle-sia: lo reafirma con fuerza la Segunda Carta de Pedro, donde se anuncia una profunda transformación de todos los elementos, una especie de consumación general, por la que todas las cosas serán renovadas: “Nosotros esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia” (2 Pe 3, 13).

Pasa, pues, la figura de este mundo, pero este mundo no será destruido. Cuando, al final de la historia humana, venga Cristo resucitado, nosotros resuci-taremos y participaremos en su gloria; pero con nosotros todo el universo será transfigurado y glorificado.

Tal vez pensemos poco en ello, pero ésta es una verdad que tenemos que recuperar: Dios ha creado un universo magnífico, un mundo del que sólo co-nocemos una pequeña parte; y Dios no destruye su creación. Este mundo es verdaderamente, como decía Platón, la gran obra de arte de Dios: es el cosmos, es la belleza, y será finalmente glorificado, colmado de esplendor, divinizado.

Esta visión recupera y manifiesta verdaderamente el aspecto de bondad y de santidad de la materia. La materia es buena, como enseña el libro del Génesis: “Y vio Dios que todo era bueno… muy bueno” (Gn 1, 4. 10. 12. 18…).

FRA ANGÉLICOEl Juicio Final (1450) (Detalle) Museo de San Marcos. Flo-rencia, Italia

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Y porque la materia es buena y no es mala, es justo que al final de los tiempos tengamos un cuerpo que participe de la gloria de alma y un universo que participe de la gloria del cuerpo. Por todo ello no sólo esperamos la glorificación de nuestros cuerpos, sino que justamente esperamos “un cielo nuevo y una tierra nueva”.

LA RESTAURACIÓN DEL UNIVERSO EN LOS TEXTOS PATRÍSTICOS

En la Sagrada Escritura se anuncia una renovación misteriosa que transfor-mará a la humanidad y al mundo, “cielos nuevos y tierra nueva” (2 Pe 3, 13) en los

TINTORETTOEl Paraíso (1580) (De-

talle)Palacio Ducal. Venecia

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CORRADO GIAQUINTO Lamentación sobre Cris-to (1740)Museo Metropolitano de Arte. Nueva York

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194 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

cuales habite la justicia, dándose así cumplimiento al designio divino de “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef 1, 10).

Esto tendrá lugar al fin de los tiempos, cuando, después del juicio universal, los justos reinarán para siempre con Cristo renovados en cuerpo y alma. Enton-ces “no habrá ya muerte, ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado” (Ap 21, 4).

En la Revelación se pone de manifiesto que existe “una profunda comunidad de destino del mundo material y del hombre” y que “el universo visible también está destinado a ser transformado” (CIC 1047). Sin embargo, está fuera de nuestro alcance el analizar y predecir cómo se ha de realizar esta renovación: “Ignoramos el tiempo de la consumación de la tierra y de la humanidad y no sabemos de qué manera se transformará el universo. Ciertamente la figura de este mundo, defor-mada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra donde habite la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que surgen en los corazones de los hombres” (GS 39).

Estos importantes datos que se descubren en la Revelación, aunque envuel-tos en la oscuridad de la fe y en lo inescrutable del “misterio de iniquidad”, no podían menos de suscitar el interés de los Santos Padres y otros escritores ecle-siásticos de la antigüedad. La esperanza judía de un reino mesiánico entendido como político y temporal, así como la interpretación, demasiado ceñida a la letra, de algunos textos proféticos, y especialmente de los capítulos 20 y 21 del Apoca-lipsis propiciaron la aparición de las variadas teorías del “Milenarismo” (Quilias-mo), en las que se proponía que antes del juicio universal se daría la resurrección solamente de los justos, los cuales junto a Cristo gozarían sobre la tierra de una época de mil años de felicidad.

Estas expectativas, que carecen de una base sólida, se extendieron en algu-nos ámbitos de la Iglesia durante los primeros siglos, aunque nunca de un modo general, vinculadas frecuentemente al influjo de las herejías de los gnósticos y montanistas. La reacción contra el Milenarismo se impone a partir del siglo III

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gracias al influjo de Orígenes y al incremento de la exégesis alejandrina, por lo que acabó abandonándose la interpretación literal del “milenio” descrita en el úl-timo libro del Nuevo Testamento. A continuación leeremos algunos textos acerca de la esperanza de “los cielos nuevos y la tierra nueva”.

SAN AMBROSIO afirma que tanto la humanidad como el mundo material y las potencias que lo sostienen han de verse transformados al final de los tiempos: “Pues las virtudes de los cielos se conmoverán, y entonces <verán al Hijo del hom-bre venir sobre las nubes> (Lc 21, 26 – 27). Quizás de la misma manera que hay que esperar la venida del Señor para que tenga rea-lización perfecta en todo el universo, tanto en el huma-no como en el material, esa presencia suya que se lleva a cabo en cada uno cuando se recibe a Cristo con todo el corazón, así también todas las virtudes de los cielos, cuando realice su venida y su retorno el Señor Salva-dor —puesto que es Él el Se-ñor de las Virtudes (Sal 23, 10)—, obtendrán necesaria-mente un aumento de gracia y se tambalearán cuando la plenitud de la divinidad se comunique de una manera más propia” (AMBROSIO.- Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, 10, 39).

LUCAS VAN LEYDENEl Juicio Final (1526)Museo de Lakenhal. Leiden, Holanda

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SAN JERÓNIMO, en una carta dirigida al papa Dámaso que viene a ser un ensayo exegético sobre los serafines de que habla Isaías, manifiesta que es un mis-terio que no podemos descifrar el modo como ha de llevarse a cabo la renovación final del universo: “Con dos alas se cubrían la cara, con otras dos se cubrían los pies y con otras dos volaban (Is 6, 2 – 3)”. Cubrían la cara, no la suya, sino la de Dios. ¿Quién puede, en efecto, saber su principio, qué hubo en la eternidad antes de que creara este mundo, cuándo creó los tronos, dominaciones, potestades, ángeles y toda la corte celestial?. “Y con otras dos cubrían los pies”, no los suyos, sino los de Dios. Porque ¿quien puede saber lo que Él tiene reservado para el final? ¿Qué sucederá después de la consumación del mundo, una vez que el género humano haya sido juzgado? ¿Qué forma de vida seguirá, si habrá una tierra distinta, o si después

de la transición serán creados nuevos elementos, otro mun-do y otro sol? “Indicadnos cómo fueron los orígenes, indicadnos el porvenir, y yo diré que sois dioses” (Is 41, 22.23) dice Isaías, dando a entender que nadie puede con-tar lo que fue antes del mundo ni lo que será después del mun-do. “Y con otras dos volaban”. Sólo conocemos lo intermedio, lo que se nos descubre por la lectura de las Escrituras: cuándo fue hecho el mundo, cuándo plasmado el hombre, cuándo tuvo lugar el di-luvio, cuándo fue dada la ley, para que a partir de un solo hombre se llenaran todas las regiones de la tierra, y al final de los tiem-

ROGER VAN DER WEYDEN

(1400 – 1464)El Juicio Final (Detalle)Hospital Museo de Beaune.

Borgoña, Francia

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197ESCATOLOGÍA CRISTIANA

pos el Hijo de Dios tomara carne por nuestra salvación. Todo lo demás de que hemos hablado, estos dos serafines lo cubrieron con su cara y en sus pies. (San Jerónimo, Carta 18 a, 7)

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN A DIOS (Soliloquio 1,1)

¡Oh Dios, Creador de todas las cosas! Concédeme primero el don de saber pedir-te, después, el de hacerme digno de ser escuchado, y, finalmente, el de ser libre.Oh Dios, por quien tienden a ser todas las cosas, que por sí no hubieran podido

existir;Dios, que no permites que perezca lo que por sí mismo se destruye;

Dios, que creaste de la nada este mundo, cuya belleza todos admiran;Dios, que no haces el mal y que permites que exista para evitar un mal mayor;

Dios, que enseñas a los que se acogen a la verdad que el mal en sí no existe;Dios, por quien todo es perfecto, aunque tenga alguna malicia;

Dios, que no permites el desorden, porque estableces una armonía entre lo mejor y lo peor;

Dios, a quien ama todo lo que es capaz de amar, sabiéndolo o sin saberlo;Dios, en quien se mantienen todas las cosas y para quien la fealdad de las criatu-

ras no lo es tal, ni le perjudica la malicia, ni engaña el error;Dios, padre de la verdad, padre de la sabiduría, padre de la verdadera y suprema vida, padre de la felicidad, padre de lo bueno y lo bello, padre de la luz inteligi-

ble, padre de nuestro despertar y de nuestra iluminación, padre de la prenda con que somos amonestados para volver a ti; yo te invoco.

Te invoco, oh Dios-Verdad en ti, de ti y por ti son verdaderas las cosas que son verdaderas;

Dios de la Sabiduría: en ti, de ti y por ti son sabios todos los seres capaces de sabiduría;

Dios, verdadera y suprema Vida: por ti, de ti y en ti vive todo lo que tiene verda-dera y suprema vida;

Dios-Felicidad en ti, de ti y por ti es feliz todo el que goza de felicidad;Dios-Bondad y Belleza: en ti, de ti y por ti son buenas y bellas todas las cosas en

que resplandece la hermosura y la bondad universal.Dios, Luz inteligible: en ti, de ti y por ti son inteligibles todas las cosas que pue-

den ser conocidas por nuestro entendimiento;

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198 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

Dios, de quien procede la Ley que rige y ordena este mundo,Oh Dios, separarse de ti es caer, volver a ti es levantarse, permanecer en ti es

estar firme;¡Oh Dios, salirse de ti es morir, volver a ti es resucitar, habitar en ti es vivir!;Dios, a quien nadie pierde si no es engañado; a quien nadie encuentra si no es

purificado;Dios, a quien no se puede abandonar sin perecer, ni mirar sin amarlo, ni ver sin

poseerlo;Oh Dios, hacia quien nos mueve la fe, nos levanta la esperanza, y nos une la

caridad.

EL GRECOLa Santísima Trinidad

Santo Domingo el Antiguo. Toledo

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199ESCATOLOGÍA CRISTIANA

Oh Dios, por quien triunfamos del Enemigo: a ti te estoy invocando;Dios, de quien hemos recibido el no perecer totalmente;

Dios, que nos avisas para estar vigilantes;Dios, que nos haces distinguir el bien del mal;

Dios, por quien evitamos el mal y seguimos el bien;Dios, por quien no desfallecemos ante la adversidad;

Dios, por quien nosotros sabemos mandar rectamente y justamente obedecer;Dios, por quien aprendemos que son ajenas las cosas que en otro tiempo juzgá-bamos nuestras, y que son nuestras las cosas que otro tiempo creíamos ajenas;Dios, por quien no participamos con los malos en sus banquetes y seducciones;

Dios, por quien no nos empequeñecen las cosas pequeñas;Dios, por quien lo inferior que en nosotros hay está supeditado a lo superior;

Dios, por quien se verá incorporada la muerte en su victoria;Dios, que nos conviertes a ti;

Dios, que nos despojas de lo que no es y nos vistes de lo que es;Dios, que nos haces dignos de ser oídos;

Dios, que nos brindas tu protección;Dios, que nos encaminas a toda verdad:

Dios, que nos sugieres todo buen pensamiento; que no nos dejas ser insensatos ni permites que alguien nos lo haga;

Dios, que nos devuelves al buen camino;Dios, que nos conduces hasta la puerta;

Dios, que haces que se abra al que está llamando;Dios, que nos das el Pan de Vida;

Dios, por quien sentimos sed de beber de aquella agua que, una vez bebida, no volveremos a tener sed;

Dios, que habéis venido para dejar convicto al mundo de pecado, de justicia y de condena;

Dios, por quien nada pueden contra nosotros los que se obstinan en no creer;Dios, por quien rechazamos el error de los que defienden no tener las almas nin-

gún mérito ante ti;Dios, por quien no estamos sometidos a los flacos y pobres elementos;

Oh Dios, que nos purificas y nos preparas para los premios eternos; ven hasta mí, sé benévolo conmigo.

Todo lo que acabo de decir, eres tú, Dios único. Ven en mi auxilio, tú que eres la

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200 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

ANTONELLO DA MESSINA

(1430 – 1479)Cristo muerto apoyado

por un ángelMuseo del Prado. Madrid

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201ESCATOLOGÍA CRISTIANA

única sustancia verdadera y eterna, en que ningún desacuerdo existe, ni puede haber confusión, ni transición, ni indigencia, ni muerte.

Eres, concordia suma, suma evidencia, suma constancia, plenitud suma y suma vida.

En ti nada falta y nada sobra;Eres uno mismo el que engendra y el engendrado.

Oh Dios, a quien están sometidas todas las cosas capaces de sumisión; a quien toda alma buena obedece: según tus leyes hacen su votación los cielos, recorren

los astros, alumbra el sol de día e ilumina la luna de noche.Tú conservas, con aquella constancia invariable de que es posible en la materia sensible, el mundo todo en el cambio sucesivo del día y de la noche, en la su-

cesión de los meses, siguiendo las fases del crecimiento y del menguante de la luna, en el constante sucederse de las estaciones cada año: de la primavera, del verano, del otoño y del invierno; en la perfección del curso solar, con sus re-

RAFAEL SANZIODisputa del Sacramento (1509 – 1510)Vaticano

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202 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

corridos; y en el retorno de los astros a su origen, después de haber recorrido órbitas inmensas.

Oh Dios, que por tus leyes, permanentes en el tiempo, no permites que sea per-turbado el inestable movimiento de las cosas cambiantes, a la vez que, por los

frenos de los siglos, que las circundan, das a este cambio constante una semejan-za de real estabilidad, y que, mediante estas mismas leyes haces que sea libre el alma humana, y asignas, según normas inviolables y acomodadas a las circuns-

tancias, premios para los buenos y castigos para los malos.Dios, de quien nos vienen todos los dones y por quien son reprimidos todos los

males;Dios, sobre quien no hay nada, fuera del cual nada existe y sin quien lo que exis-

te es nada;Dios, bajo el cual está todo, en quien todo tiene sus consistencia, y que, con tu

presencia, ayudas al ser de todas las cosas;Tú hiciste al hombre a tu imagen y semejanza, según lo descubre quien se cono-

ce a sí mismo:

SALVADOR DALÍLa última cena (1955)

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203ESCATOLOGÍA CRISTIANA

ALBERTO DURERO (1471 – 1528)Adoración a la TrinidadMuseo Nacional. Viena, Austria

Escucha, escucha, escúchame, oh Dios mío, Padre mío, causa mía, esperanza mía, posesión mía, honor mío, mi casa, mi patria, mi salud, mi luz y mi vida;

Escucha, escucha, escúchame de esa manera tuya, de tan pocos conocida.Yo sólo te amo a ti, sólo te sigo a ti, solo te busco a ti, y sólo a ti estoy dispuesto

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204 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

a servir, porque eres el único que tiene derecho a mandar, y a ti solo deseo perte-necer.

Dame órdenes, te lo ruego; sí, mándame lo que quieras, pero sáname antes y abre mis oídos para que pueda oír tu voz;

Sana y abre mis ojos para que pueda ver las indicaciones de tu voluntad; aparta de mí la ignorancia, para que te conozca.

Dime adónde tengo que mirar para verte, y confío en que cumpliré fielmente todo lo que me mandes.

Recibe, Señor clementísimo, a este fugitivo que huyó de ti. Recíbeme, pues bas-tante he sufrido ya al servicio de tus enemigos, que están bajo tus pies; ya está

bien de ser juguete de la mentira.Y ahora que huyo de su tiranía, recíbeme como a un siervo tuyo, lo mismo que tus enemigos me recibieron como a un extraño, cuando andaba huyendo de ti.

Siento necesidad de volver a ti; ábreme la puerta, que estoy llamando; enséñame cómo se puede llegar hasta ti.

No tengo otra cosa que mi voluntad, ni poseo otra ciencia que la convicción de la necesidad de despreciar lo caduco y pasajero, para buscar lo seguro y eterno.Esto es lo que hago, Padre mío, porque sólo esto es lo que sé. Pero ignoro por

dónde se llega a ti. Inspíramelo tú; muéstramelo tú; ayúdame a recorrer el camino.Si te encuentran por la fe los que se refugian en ti, dame la fe; si por la virtud,

dame la virtud, si por la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mí la fe, afirma mi esperanza, acrecienta mi caridad.

¡Qué admirable y singular es tu bondad!Todo mi deseo está puesto en ti, y de ti espero conseguir los medios para secun-

dar esta mi voluntad.Si tú me abandonas, bien perdido estoy; pero tú no abandonas a nadie, porque eres el bien supremo, y nadie te ha buscado con recto corazón sin que te haya

encontrado.Pero sólo te han buscado con recta intención aquellos a quienes tú has concedido

ésta gracia.Haz, oh Padre, que yo te busque; presérvame del error, haz que al buscarte nada

me salga al encuentro en lugar de ti.Y puesto que no anhelo otra cosa que a ti, haz, te suplico, Padre, que te encuen-

tre.Si en mí hay algún otro inútil deseo, purifícame de él y hazme capaz de verte.

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205ESCATOLOGÍA CRISTIANA

EL SODOMA (1477 – 1549)Llanto por Cristo muerto

Por lo demás, en lo que se refiere a la salud de este mi cuerpo mortal, como yo no sé de qué utilidad puede ser para mí o para mis seres queridos, lo dejo a tu

voluntad. Padre sapientísimo y buenísimo. Me limitaré a rogarte por él según lo que en las distintas ocasiones me inspires. Sólo pido a tu excelentísima clemen-cia que me conviertas enteramente a ti y me quites todo obstáculo contrario a la gracia que me haga puro, generoso, justo, prudente, y que tenga un perfecto amor y comprensión de tu sabiduría, y sea digno de alcanzar una morada como

ciudadano de tu reino bienaventurado. Amén, amén.

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206 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

“Los padecimientos de ésta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación entera está en expectación, suspirando por ésa manifestación gloriosa de los hijos de Dios; porque las criaturas todas quedaron sometidas al desorden, no por que a ello tendiesen de suyo, sino por culpa del que las sometió. Y abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los hijos de Dios”

(ROMANOS 8, 16 – 21)

LORENZO PASINELLI (1629 – 1700)

Cristo resucitado visita a su madre

Iglesia de Certosa di San Girolamo. Bolonia, Italia

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207ESCATOLOGÍA CRISTIANA

“Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis,alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto;

a su pecho seréis alimentados y os saciaréis de sus consuelos,y apuraréis las delicias de sus pechos abundantes.

Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán;como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo

y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo se alegrará vuestro corazóny vuestros huesos florecerán como un prado”.

(ISAÍAS 66, 10 – 14 ss)

FRANCESCO BOTTICINILa Asunción de la Vir-gen (S. XV)Nacional Gallery. Londres

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208 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

SANTO TOMÁS DE AQUINO Y LA VIDA ETERNA

Mucho escribió el Santo Doctor acerca de la cuestión de la salvación y la vida eterna o perdurable, como la llama. Vamos a reproducir un texto magnífico sobre éste tema que se recoge en una de las Conferencias que el santo pronunció.

“Adecuadamente termina el Símbolo, resumen de nuestra fe, con aquellas palabras: <la vida perdurable. Amén>. Porque esta vida perdurable es el término de todos nuestros deseos.

La vida perdurable consiste primariamente en nuestra unión con Dios, ya que el mismo Dios en persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas: Yo soy tu escudo y tu paga abundante. Esta unión consiste en la visión perfecta: Al presente vemos a Dios como en un espejo y borrosamente. Entonces lo veremos cara a cara.

MIGUEL ÁNGEL

Bienaventurados con instrumentos musicales

(1537 – 41)Detalle de la Capilla SIxti-

na. Vaticano

MIGUEL ÁNGELBienaventurados

(1537 – 41) Detalle Capilla Sixtina.

Vaticano

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209ESCATOLOGÍA CRISTIANA

También consiste en la suprema alabanza, como dice el profeta: Allí habrá gozo y alegría, con acción de gracias al son de instrumentos.

Consiste asimismo en la perfecta satisfacción de nuestros deseos, ya que allí los bienaventurados tendrán más de lo que deseaban o esperaban. La razón de ello es porque en esta vida nadie puede satisfacer sus deseos, y ninguna cosa creada puede saciar nunca el deseo del hombre: sólo Dios puede saciarlo con creces, hasta el infinito; por esto el hombre no puede hallar su descanso más que en Dios, como dice san Agustín: “Nos has hecho para Ti, Señor, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que descanse en Ti”.

Los santos, en la patria celestial, poseerán a Dios de un modo perfecto, y por esto sus deseos quedarán saciados y tendrán más aún de lo que deseaban. Por esto dice el Señor: Entra en el gozo de tu Señor. Y san Agustín dice: <Todo el gozo no cabrá en todos, pero todos verán colmado su gozo. Me saciaré de tu semblante>; y también: <Él sacia de bienes tus anhelos.>.

Todo lo que hay de deleitable se encuentra allí superabundantemente. Si se desean los deleites, allí se encuentra el supremo y perfectísimo deleite, pues pro-cede de Dios, sumo bien: Alegría perpetua a tu derecha.

La vida perdurable consiste también en la amable compañía de todos los bienaventurados, compañía sumamente agradable, ya que cada cual verá a los de-más bienaventurados participar de sus mismos bienes. Todos, en efecto, amarán a los demás como a sí mismos, y por esto se alegrarán del bien de los demás como del suyo propio. Con lo cual, la alegría y el gozo de cada uno se verán aumentados con el gozo de todos. (Santo Tomás de Aquino -Conferencia sobre el Credo- Opus-cula theologica, Turín- 1954)

NUEVA CREACIÓN Y EL PARAÍSO ENCONTRADO

TEXTOS DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS

“Y dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas todas las cosas…

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210 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

Ya está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, le daré a beber gratis de la fuente del agua de la vida. El vencedor recibirá esta herencia, pues yo seré su Dios y él será mi hijo…

Me llevó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo enviada por Dios, resplandeciente de gloria…

Nada manchado entrará en ella, nadie que practique la maldad o la mentira; sólo los inscritos en el Libro de la Vida que tiene el Cordero…” (Ap 21)

En medio de la plaza de la ciudad, a uno y otro lado del río, había un árbol de vida que daba doce cosechas, una cada mes, cuyas hojas servían de medicina a las naciones (Ap 22, 2).

<Las hojas del árbol sirven para sanar a las naciones. Las hojas de vida son aquellos que están pendientes de Cristo y se mantienen unidos a él: patriarcas, profetas, apóstoles, evangelistas, mártires y confeso-res, los que en los momentos oportunos sirvieron sacerdotalmente al Evangelio, y los pastores de la Iglesia, toda alma justa, los que ahora curan a las almas y serán fuente de bienes para los santos> (ECUME-NIO.- Comentario sobre el Apocalipsis)

“¡Bienaventurados los que lavan sus vestidos para tener derecho al árbol de la vida y poder entrar en la Ciudad por sus puertas!” (Ap 22, 14)

<Bienaventurados… sus vestiduras>. Llama vestiduras a los cuerpos. Bienaventurados, pues, los que, mientras vivían, se han puri-ficado a sí mismos de toda mancha de pecado. Los que han vivido así, tienen la potestad de abrazarse al árbol de la vida y descansar en él. El Señor es el Árbol de la Vida. Y entrarán por las puertas de la ciu-dad. Porque a través de las puertas, esto es, a través de las doctrinas y enseñanzas de los apóstoles, se hacen partícipes de la vida y felicidad de los santos. (ECUMENIO.- Comentario sobre el Apocalipsis)

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211ESCATOLOGÍA CRISTIANA

ALONSO CANOInmaculada (1662)Capilla Mayor de la Cate-dral de Granada.

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212 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

“La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo”. (Concilio Va-ticano II.- L.G. 59).

De ahí que la Iglesia católica, en su enseñanza sobre la condición del hombre después de la muerte, excluya toda explicación que quite sentido a la Asunción de la Virgen María en lo que tiene de único, o sea, el hecho de que la glorificación corpórea de la Virgen es la anticipación de la glorificación reservada a todos los elegidos.

CONCLUSIÓN: Anunciemos con la vida al Vencedor de la muerte

Sabemos que la muerte es ciertamente el “último” enemigo del hombre (1 Cor, 15, 26). Siempre nos aguarda en el horizonte de la vida e introduce en ella una dimensión de incertidumbre y, al mismo tiempo, de gravedad. No es extraño que cuando no se puede ver en la muerte más que el final de nuestra existencia, su presencia resulte inquietante e incluso desesperante. De hecho nuestra sociedad tiende a ocultar, a convertir en tabú el hecho de la muerte.

Por eso nuestra fe nos ofrece una inestimable ayuda para afrontar con rea-lismo y esperanza nuestro destino mortal. La piedad cristiana no ha tenido nunca dificultad incluso en proponer la meditación de la muerte (“acuérdate que has de morir”) como medio de maduración en la libertad. “La realidad de la muerte exige que nos decidamos en cada momento. A la luz de la muerte el creyente descubre el sentido de la vida —nos recuerda como vimos en su momento el CIC—”. Saber entregar confiadamente la vida en manos de Dios es el acto supremo de la libertad humana.

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213ESCATOLOGÍA CRISTIANA

Pero el arte de morir presupone que se ha vivido ejercitándose en la sabi-duría cristiana de la esperanza. “Toda nuestra ciencia consiste en saber esperar” expresaba el joven místíco de nuestros dias (el Hermano Rafael): “el secreto de la vida cristiana consiste en saber esperar el encuentro con el Amor vencedor de la muerte. Eso es lo que nos permite vivir con verdadera libertad y fraternidad la vida y la muerte”.

EL GRECOLa Coronación de la Virgen (1604)Toledo

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214 ESCATOLOGÍA CRISTIANA

Para un cristiano, siempre es urgente no dejar languidecer la esperanza. Hemos de aprender continuamente esta “ciencia” fundamental de saber esperar. Muchos problemas de la vida colectiva y personal encontrarían respuestas para una sociedad que tantas veces se siente desmoralizada y desesperanzada.

Como hemos vimos en el apartado de los mártires, tenemos entre nosotros a los verdaderos expertos en la ciencia de la esperanza: son los santos. La vocación cristiana es vocación a la santidad. Y la santidad es la realización y el disfrute an-ticipado de los bienes futuros. Los santos son la transparencia de la vida eterna, su vida proyecta ya en este tiempo de nuestra vida en la historia la eternidad to-davía no alcanzada. Ellos nos ayudan a recordar que nuestra existencia cristiana es una existencia escatológica, abierta hacia lo alto. Quien ha hecho en verdad la experiencia de la vida nueva de Cristo Resucitado puede también hacer suyas —como los santos— las palabras del Apóstol: “estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son nada comparados con la gloria que se ha de manifestar en nosotros” (Rom 8, 18).

Como tantas veces la Iglesia católica concluyen sus documentos doctrinales poniendo como ejemplo de santidad a la Virgen María, que en nuestro caminar hacia la patria del cielo contamos con su presencia maternal. Ella, “la Madre de Jesús glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el dia del Señor (2 Pe 3,10), brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo” (LG 68). Por eso la invocamos siempre como “madre de la esperanza” y “causa de nuestra alegría”.

Por medio de María, hemos de pedir al Señor de la gloria que nuestra vida junto con nuestra palabra, dé siempre verdaderamente razón de nuestra esperan-za (1 Pe 3, 15).

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BIBLIOGRAFÍA

OBRAS CONSULTADAS EN CASTELLANO

1.- Mysterium Salutis. Volumen V.- El cristiano en el tiempo y la consumación escato-lógica.- Ed. Cristiandad.

2.- Catecismo de la Iglesia Católica.- Asociación de Editores del Catecismo.

3.- La Pascua de la Creación (Escatología). Juan Luis Ruiz de la Peña.- Ed. BAC.

4.- Escatología. Joseph Ratzinger. – Ed. Herder.

5.- El Don de Dios.- Antropología teológica especial. Juan Luis Ruiz de la Peña. Ed. Sal Terrae.

6.- Hablemos de la otra vida. Leonardo Boff.- Ed. Alcance

7.- Mirada sobre la Eternidad. Livio Fanzaga.- Ed. Desclée de Brouwer.

8.- Cristo y el Tiempo. Oscar Cullmann.- Ed. Cristiandad.

9.- El Más allá (en los Padres de la Iglesia). Guillermo Pons.- Ed. Ciudad Nueva

10.- La Resurrección y la Vida. Bernard Sesboué.- Ed. Mensajero.

11.- El Señor de la Vida (Lectura cristológica del Apocalipsis). Francisco Contreras Molina.- Ed. Sígueme.

12.- Padres Apostólicos y Apologistas Griegos. Daniel Ruiz Bueno (Ed).- Editorial BAC.

BIBLIOGRAFÍA Y SIGLAS

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216

13.- Gloria (Una estética teológica). Hans Urs Von Baltasar.- Ed. Encuentro (7 Volúmenes)

14.- La inmortalidad del alma o la resurrección de los cuerpos. Oscar Cullmann.- Ed. Studium

15.- Catarsis (Sobre el poder curativo de la naturaleza y del arte). Andrzej Szcze-klik.- Ed. Acantilado

16.- Los Ángeles en los Padres de la Iglesia. Guillermo Pons.- Ed. Ciudad Nueva 17- Comentario sobre el Apocalipsis. Ecumenio.- Ed. Ciudad Nueva.

18.- “Prescripciones” contra todas las herejías. Tertuliano.- Ed.- Ciudad Nueva.

19.- Teología del tiempo. José Granados. Ed. Sígueme

BIBLIOGRAFÍA Y SIGLAS

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SIGLAS UTILIZADAS

CIC: Catecismo de la Iglesia Católica.CONCILIO VATICANO II: (G.S. Constitución Gaudium et Spes) (L.G. Constitución Lumen Gentium).

BIBLIOGRAFÍA Y SIGLAS

DOCUMENTO J (Yahvista): En el estudio del Pentateúco (compuesto por los cinco primeros libros de la Biblia, también llamado Toráh o Ley), se entien-de por “teoría documental” al intento de explicar el estado actual del texto por la fusión de varios documentos con características propias. Serían los Documentos J, E, P, D, llamados sucesivamente, Yahvista, Elohista, Sacer-dotal y Deuteronomista, en base a la lengua alemana, a cuyos estudiosos de la Biblia se debe su investigación. El Documento o Fuente J (del ale-mán <jahveh>, de ahí J ), llamado “Yahvista” al utilizar preferentemente el nombre de Yahvé para designar a Dios, frente al nombre de Elohim (de uso exclusivo en el Documento E). Se le llamará la “fuente primera” en la for-mación del Pentateúco y prevalecerá desde la tradición oral mas primitiva incluso frente al nombre de Jehová que es un hibrido incorrecto nacido en la Edad Media.

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ÍNDICE GENERAL

PREÁMBULO: Reflexionar sobre el sentido de la vida para comprenderel sentido de la muerte ...................................................................................... 5 1. El inicio de la vida a la luz de la fe ..................................................... 6 2. Y ¿qué es la libertad humana? ............................................................. 9 3. Recapitular en Cristo todas las cosas ................................................. 11 4. Una profecía de Jesús ............................................................................ 13

PRIMERA PARTE: CREACIÓN, CAÍDA Y REDENCIÓN

a/ EL PARAÍSO .............................................................................................. 17

b/ ADÁN Y EVA Y EL PECADO ORIGINAL ........................................ 24 El Pecado Original: Una verdad esencial de la fe ................................. 28 El Pecado Original en el relato yahvista ................................................ 31 Efectos y progresión del pecado .............................................................. 36 a) Pecado de Adán y pecaminosidad universal ............................... 36 b) El Pecado en el horizonte de la salvación .................................. 39

c/ LA CAÍDA DE LOS ÁNGELES ............................................................. 44 Los ángeles: Creación, fidelidad y rebelión ........................................... 47 ¿Quiénes son los ángeles? ....................................................................... 50

d/ LA REDENCIÓN Y LA SALVACIÓN DE CRISTO .......................... 52 La muerte de Cristo es el sacrificio único y definitivo ........................ 58 La presencia de Jesús y su obra salvadora en el tiempo: La Eucaristía... 68

e/ EFECTOS DE LA GRACIA ALCANZADA POR CRISTO ............. 71 e. 1) La santidad. La Virgen María y los Santos................................... 73 El culto a la Virgen María ................................................................ 75 Efectos de la gracia: La Santidad ..................................................... 77 e. 2) El martirio y los mártires ................................................................ 78

ÍNDICE

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SEGUNDA PARTE: ESCATOLOGÍA CRISTIANA

a/ LA MUERTE ............................................................................................. 88 La muerte, tránsito hacia la Luz eterna ................................................. 88

b/ EL JUICIO FINAL .................................................................................... 94 Designio de Dios y proyecto del hombre ............................................... 96 Juicio Universal: El vaivén de las cosas humanas y los ocultos juicios de Dios ............................................................................................ 105 c/ EL PURGATORIO ................................................................................... 114 El purgatorio como proceso de plena maduración ante Dios ............. 119 El purgatorio, una reflexión teológica a partir de la Biblia ................ 121 d/ EL INFIERNO Y EL ANTICRISTO .................................................... 125 ¿Qué significa que Jesucristo descendió a los infiernos? ..................... 130 La figura del Anticristo ............................................................................ 140 El Anticristo está en la Historia: ¡Vigilad! ............................................ 143

e/ LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO Y SU SEGUNDA VENIDA ..................................................................... 144 ¿Cómo será el cuerpo resucitado? ........................................................... 145 La segunda venida de Cristo o Parusía .................................................. 149 La venida de Cristo visible al fin del mundo ......................................... 151

f/ EL CIELO Y LA GLORIA ...................................................................... 153 El cielo como plenitud de intimidad con Dios (Juan Pablo II) ........... 156

g/ LOS CIELOS NUEVOS Y LA TIERRA NUEVA ............................... 164 El futuro del Universo .............................................................................. 166 La Transfiguración de la materia ............................................................ 176 El destino del Universo ............................................................................ 187 Oración de San Agustín a Dios ............................................................... 197 Santo Tomás de Aquino y la Vida Eterna ............................................. 208 Nueva creación y el Paraíso encontrado ................................................ 209

ÍNDICE

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221

CONCLUSIÓN: Anunciamos con la vida al Vencedor de la muerte ........ 212

BIBLIOGRAFÍA Y SIGLAS .......................................................................... 215

ÍNDICE GENERAL ........................................................................................ 219

ÍNDICE

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