Esclavos modernos. Las victimas de la globalizacion

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Resea de "Esclavos Modernos. Las vctimas de la globalizacin. Tendencias" de David Dusster

En el corazn de las tinieblas. El lado oscuro de la globalizacinSalvador Lpez Arnal El Viejo Topo

David Dusster, Esclavos modernos. Las vctimas de la globalizacin.Tendencias (Ediciones Urano), Barcelona, 2006, 206 pginas. Benjamn Forcano recordaba recientemente unas palabras de Pere Casaldliga, reciente Premio Internacional de la Generalitat catalana: Creo que el capitalismo es intrnsecamente malo, porque es el egosmo socialmente institucionalizado, la idolatra pblica del lucro, el reconocimiento oficial de la explotacin del hombre, la esclavitud de muchos al yugo del inters y la prosperidad de los pocos. Esclavos modernos es, entre otras cosas, una detallada e informada ilustracin -unas de las muchas posibles- de esta consideracin del admirado sacerdote cataln (apodado el Che por cierto). El ensayo de Dusster se abre con el artculo 4 de la declaracin universal de los Derechos humanos: Nadie ser sometido a esclavitud ni a servidumbre. La esclavitud y la trata de esclavos estn prohibidas en todas sus formas (represe: en todas sus formas). De hecho, la esclavitud parece una lacra social de un lejano pasado, pero, como el mismo autor seala (p. 17) fue abolida en Brasil en 1888 y en Estados Unidos en 1865. Antes, durante los tres siglos siguientes a la colonizacin europea de Amrica, segn clculos de AntiSlavery International, entre 12 y 28 millones de pobladores africanos fueron esclavizados y desembarcados en Amrica. Los 27.000 viajes de barcos negreros trasladaban a la ida los siervos encadenados (un 20% muri antes de llegar a puerto) y retornaban con materias primas, especias y recursos extrados de la tierra invadida. Abolida oficialmente en todos los continentes, pese a la persecucin legal perdura en nuestros das y como consecuencia de la globalizacin de la economa, de forma ms extendida y menos residual de lo que se pueda barruntar, agravada con nuevas formas de explotacin que horadan los derechos humanos ms bsicos (p. 25). Con un matiz muy importante, otro argumento emprico decisivo contra la actual forma de mundializacin del capitalismo (mundializacin que, por cierto, tal como ha sealado Eric Hobsbawn, cada da se parece ms al mundo que haba dibujado Marx en el Manifiesto Comunista): las formas extremas de abuso sexual, laboral, infantil, parecan hasta hace poco prcticas frecuentes en pases subdesarrollados, con regmenes dictatoriales, en territorios anclados en un pasado no superado, poco modernizados, con unas clases dominantes absolutamente retrgradas y un Imperio-metrpoli al acecho, etc, etc. En la actualidad, y sta en una las consideraciones centrales del trabajo de Dusster, los casos de explotacin y trata de personas afectan prcticamente a todos los pases del mundo (p. 25).

Algunos ejemplos de esta situacin: el 70% de las prostitutas que ejercen en Espaa son de origen extranjero y las redes mafiosas que las controlan (pura o hdridamente espaolas muchas de ellas) se han multiplicado en el ltimo lustro (la prostitucin en Espaa es un negocio alegal que mueve anualmente unos 300 millones de euros, p. 159); trabajadores inmigrantes sin papeles, pagando alquileres a todas luces abusivos, comparten pisos de apenas 70 metros cuadrados con 15 compaeros ms; Michael Shelby, fiscal de Texas, ha reconocido pblicamente que entran cada ao en Estados Unidos unas 16.000 personas de forma forzada; si usamos el concepto de esclavitud como sinnimo o cercano al de servidumbre, unas 27 millones de personas en el mundo son obligadas actualmente a realizar trabajos no remunerados (si se incluyen trabajos serviles con sueldos muy precarios, la cifra se eleva a 200 millones, y recordemos que 2.000 millones subsisten con menos de 2 dlares diarios); la trata de personas representa una actividad ilegal que mueve 7.000 millones de dlares anuales, tiene ramificaciones en un centenar de pases e incorpora entre 600.000 y 800.000 personas cada ao (p. 29); en Payatas, cerca de Manila, y esto es slo un ejemplo entre otros muchos posibles, miles de nios y mujeres rastrean diariamente en un gigantesco vertedero, en una montaa humeante de 220.000 metros cuadrados de residuos slidos; Daisy, una trabajadora en la maquila hondurea de El Progreso, se levanta a las 4h30 de la madrugada y se acuesta a las 22h, despus de haber trabajado entre su casa y la fbrica unas 14 horas, seis das por semana, con un sueldo semanal que oscila entre 34 y 59 euros; jaulas con mujeres prostituidas con engaos en Kamatiphura; zonas del mundo convertidas en prostbulos para hombres occidentales (el 73% de los casi 16 millones de turistas britnicos que visitaron Tailandia entre 1980 y 1986 eran hombres; p. 129); 300.000 nios entre 5 y 14 aos que trabajan en el cinturn de las alfombras del norte de India (p. 164). Y as siguiendo. Seala Dusster que vivimos en un mundo implacable, en una poca de lamentaciones pblicas por los errores del pasado, de excusas por vergenzas histricas: Alemania siente el horror de los crmenes nazis; Juan Pablo II pidi perdn por la condena de Galileo,.. pero la cuestin esencial es que nuestro examen de conciencia raramente se extiende a un anlisis de las actitudes del presente: Sembramos desigualdad y explotacin sin preocuparnos de que, tal vez, nuestros descendientes debern, algn da, deplorar pblicamente los procesos actuales (p. 24). O ms cnicamente, sabiendo que tambin ellos tendrn que hacerlo pero que continuarn obrando con los mismos parmetros, sin importarles, una vez mas, que la noria de la Historia gire aplastando y machacando. Crueldad para el presente, mirada compasiva hacia el pasado. Dusster finaliza su recomendable ensayo sealando lo que est en juego. Est en juego el modelo de sociedad en que creemos. Est en juego pasar a la historia como una civilizacin que enterr los ideales de la Ilustracin para consolidar su bienestar, una cultura que admiti la barbarie porque sta no afect a la mayora, un modelo de convivencia que, a imagen y semejanza de la antigua Grecia, reserv su democracia para los elegidos y conden la esclavitud a los dems (p. 189). Los dems que, sin duda y aunque no importe, pueden estar muy prximos.