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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Juan Carlos MERCADO. Espacios y encuentros fronterizos e... - Espacios y encuentros fronterizos en la América Colonial: el caso de la Florida de Menéndez de Avilés (1565) Juan Carlos Mercado THE CITY COLLEGE OF NEW YORK LAS TIERRAS DE LA Florida 1 (los actuales estados de Georgia, Florida, Alabama, Mississipi, Louisiana, parte de Texas y el sur de Carolina), descubiertas por Juan Ponce de León el 8 de abril de 1512, no fueron españolas de «hecho», pero sí de «derecho», hasta la llegada a ellas de Pedro Menéndez de Avilés en 1565. La Florida, conocida ya como parte de Tierra Firme, era considerada como el territorio septentrional del Virreinato de la Nueva España. Al respecto, conviene recordar que las instrucciones que en 1548 dejó Carlos I a su hijo Felipe II subrayarían la amenaza potencial de Francia sobre las Indias, urgiéndole por ello poner en marcha una política indiana aliancista con los monarcas portugueses para defender así derechos comunes. Por otro lado, Felipe II contaba con el texto de la famosa bula de Alejandro VI, cuyo título fue denunciado por otras potencias 2 Entonces, no es extraño que, con estos antecedentes, 1 El nombre de la Florida, llamada Cautio por sus nativos hasta la llegada de los españoles, se debe a su descubridor Ponce de León, que la divisó por vez primera el domingo de Ramos o día de Pascua Florida, y además dicha denominación debió parecerle sumamente adecuada, cuando él mismo definía esta tierra como «la más florida de cuantas antes había visto». Al parecer, el descubrimiento fue casual, Ponce de León buscaba las llamadas islas de Bimini, porque los indios de Borinquen (hoy Puerto Rico) le habían revelado que en ella se encontraba la fuente de la juventud, la misma que tan detalladamente describiría Juan de Mandeville en su Libro de las maravillas del mundo. J. M. Gómez-Tabanera, ed. Franceses en la Florida. Madrid: Historia 16, 1990210. En las negociaciones diplomáticas entre Francia y España, el proyecto de los enviados españoles de excluir totalmente a los franceses del tráfico de ultramar chocaba contra la inconmovible firmeza de los delegados de Emique II. Estos reconocían a Portugal y España el poder de prohibir la entrada a las naciones extranjeras en sus posesiones, de ninguna manera en tierras no ocupadas, aunque estuvieran dentro de las demarcaciones. Para mantener esta actitud inquebrantable alegaban la libertad de los mares. Contra esta declaración irrefutable se estrelló el fundamento alegado por sus adversarios de las concesiones de Alejando VI y el tratado de Tordesillas. Ante la inflexibilidad francesa, España prometió imponer por la fuerza la línea de demarcación e impedir dentro de aquellos límites todo comercio extranjero. El territorio de la Florida, aún no del todo explorado, por su proximidad con la Nueva España, ofrecía esperanzas de grandes tesoros. cfr. Félix Zubillaga, La Florida: la misión jesuítica y la colonización española. Roma: Instituto Historicum, 1941, 134-135. 431 -1 .. Centro Virtual Cervantes

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Espacios y encuentros fronterizos en la América Colonial: el caso de la Florida

de Menéndez de Avilés (1565) Juan Carlos Mercado

THE CITY COLLEGE OF NEW YORK

LAS TIERRAS DE LA Florida 1 (los actuales estados de Georgia, Florida, Alabama, Mississipi, Louisiana, parte de Texas y el sur de Carolina), descubiertas por Juan Ponce de León el 8 de abril de 1512, no fueron españolas de «hecho», pero sí de «derecho», hasta la llegada a ellas de Pedro Menéndez de Avilés en 1565.

La Florida, conocida ya como parte de Tierra Firme, era considerada como el territorio septentrional del Virreinato de la Nueva España. Al respecto, conviene recordar que las instrucciones que en 1548 dejó Carlos I a su hijo Felipe II subrayarían la amenaza potencial de Francia sobre las Indias, urgiéndole por ello poner en marcha una política indiana aliancista con los monarcas portugueses para defender así derechos comunes. Por otro lado, Felipe II contaba con el texto de la famosa bula de Alejandro VI, cuyo título fue denunciado por otras potencias2

• Entonces, no es extraño que, con estos antecedentes,

1 El nombre de la Florida, llamada Cautio por sus nativos hasta la llegada de los españoles, se debe a su descubridor Ponce de León, que la divisó por vez primera el domingo de Ramos o día de Pascua Florida, y además dicha denominación debió parecerle sumamente adecuada, cuando él mismo definía esta tierra como «la más florida de cuantas antes había visto». Al parecer, el descubrimiento fue casual, Ponce de León buscaba las llamadas islas de Bimini, porque los indios de Borinquen (hoy Puerto Rico) le habían revelado que en ella se encontraba la fuente de la juventud, la misma que tan detalladamente describiría Juan de Mandeville en su Libro de las maravillas del mundo. J. M. Gómez-Tabanera, ed. Franceses en la Florida. Madrid: Historia 16, 1990210.

En las negociaciones diplomáticas entre Francia y España, el proyecto de los enviados españoles de excluir totalmente a los franceses del tráfico de ultramar chocaba contra la inconmovible firmeza de los delegados de Emique II. Estos reconocían a Portugal y España el poder de prohibir la entrada a las naciones extranjeras en sus posesiones, de ninguna manera en tierras no ocupadas, aunque estuvieran dentro de las demarcaciones. Para mantener esta actitud inquebrantable alegaban la libertad de los mares. Contra esta declaración irrefutable se estrelló el fundamento alegado por sus adversarios de las concesiones de Alejando VI y el tratado de Tordesillas. Ante la inflexibilidad francesa, España prometió imponer por la fuerza la línea de demarcación e impedir dentro de aquellos límites todo comercio extranjero. El territorio de la Florida, aún no del todo explorado, por su proximidad con la Nueva España, ofrecía esperanzas de grandes tesoros. cfr. Félix Zubillaga, La Florida: la misión jesuítica y la colonización española. Roma: Instituto Historicum, 1941, 134-135.

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el monarca español viera en las expediciones francesas al Canadá y Terranova actos tan incalificables como los continuamente llevados a cabo, en el mar de las Antillas, por los piratas y corsarios, a los cuales se perseguía implacablemente.

Los primeros extranjeros que se establecieron en la Florida en 1562 fueron de origen francés, a partir de esta fecha fueron llegando nuevas expediciones francesas, integradas mayormente por adherentes de la Reforma. Las guerras de religión que azotaban Europa propiciaron la tentativa; el rey de Francia no tuvo inconvenientes en conceder patentes de corso a quienes bajo su bandera quisieran enfrentarse a las naves españolas en el Atlántico y el mar Caribe. Algunos de estos franceses fueron apresados por españoles, quienes comunicaron a la corona acerca de los asentamientos. Esto, unido a las creencias protestantes de los colonos franceses, indujo a Felipe II a montar una expedición contra ellos, al frente de la cual iría Pedro Menéndez de Avilés, con el título de Adelantado de la Florida.

Pedro Menéndez ganó fama, entre otras cosas, por la captura del Fort Caroline (después rebautizado San Mateo3

) y la posterior ejecución del comandante francés Jean Ribault y sus hombres, en 1565. Estos hechos le aseguraron a España, temporalmente, el control de la franja oriental norteamericana. Menéndez fundó entonces dos ciudades, San Agustín 4 y Santa Elena5

, una de las cuales, San Agustín, sería la más antigua de origen europeo en lo que es hoy los Estados Unidos6

. Desde estos dos enclaves, partirían las expediciones que explorarían toda la costa y establecerían fortalezas para defender el continente de los ataques de los piratas y establecer relaciones con los nativos. De este modo se podría llevar a cabo la penetración hacia el interior, y así tomar contacto con las posiciones españolas de Zacatecas.

Las Cartas Las cartas, dirigidas por Menéndez al Rey, tratan, entre otras cosas, de la precitada

expedición a la Florida y el asalto a los fuertes franceses, con la matanza de la mayoría de los componentes de las guarniciones por él ordenada.

Felipe II, como hijo del Emperador Carlos 1 y heredero de la mayor potencia política de su tiempo, llegó a ser el paladín del catolicismo y su ideología se convierte en estilo de vida para la mayor parte de sus súbditos. Independientemente de la posición social, fortuna o cuna de éstos, las guerras de religión y la empresa indiana, darán ocasión a los más audaces para hacerse con una fortuna, una posición y un título, con el requisito de absoluta fidelidad al rey. En este marco se mueven unas personalidades, entre las cuales

3 San Mateo, en honor del apóstol evangelista que goza de particular devoción en Oviedo, capit~l del Principado de Asturias, patria de Pedro Menéndez.

Menéndez de Avilés desembarcó el 28 de agosto de 1565, día de San Agustín, de allí el nom~e de este enclave. San Agustín está ubicada cerca de la ciudad de Jacksonville.

6 Santa Elena, en la actual isla de Parris, en Carolina del Sur. Menéndez fracasó al tratar de establecer poblados en otras localidades; tampoco pudo crear

colonias permanentes más allá de los montes Apalaches. Lyon, E. «La visita de 1576 y la transformación del gobierno en la Florida española», en La influencia de España en el Caribe, la Florida y la Luisiana, 1500-1800. Ed. Antonio Acosta y Juan Marchena. Madrid: Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1983, 197.

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se halla Pedro Menéndez de Avilés. La acción de Pedro Menéndez, que en numerosas ocasiones parece voluntariamente omitida en ciertos textos, no es un episodio de una guerra colonialista, sino más bien todo un acto y algo más de las guerras de religión de que será teatro Europa en la primera mitad del siglo XVI, ahora trasladado a ultramar. Esto explica, parcialmente, que el dramático episodio de la Florida, al salirse del marco estricto de la colonización hispana, apenas haya sido tratado por los americanistas de modo más profundo7

. Estas cartas de relación tienden más a lo documental que a lo textual; es decir, se

escriben no con la intención de pasar a la dimensión del libro, sino para informar con la mayor precisión y celeridad de los movimientos de la hueste conquistadora. La carta como modelo de comunicación era el medio más idóneo para transmitir noticias a los gobernantes y ampliar conocimientos, cuestión ésta esencial sobre los nuevos y extraños territorios ultramarinos8

. Como fórmula de comunicación escrita, la carta poseía una larga tradición clásica, medieval y humanista. Que la epistolografia era un género popular lo muestra muy bien la gran cantidad de manuales al estilo de los ars dictandi o ars dictaminis medievales publicados en España en los años finales del siglo XV y todo el XVI, hasta el extremo de que los modelos más trillados en romance se imprimían en pliegos de cordel, para facilitar su divulgación entre el público lector9

.

La importancia de cada carta, en el caso de Menéndez, depende de la calidad de su contenido; es decir, de la información historiográfica y etnográfica que aporta; además, conviene insistir en la forma autobiográfica de las cartas, donde el yo, la individualidad, surge con fuerza y las peripecias del escribiente son el eje de la organización textual del contenido. Por esto, y a pesar de que se proponen el discurso informativo-administrativo, no dejan de traslucir una intención que va más allá del mero documento y roza la apología. Por otro lado, debemos recordar que estas cartas son tanto los informes de una empresa política, religiosa y comercial como el testimonio de la imaginería y las obsesiones del sujeto a cargo de tal empresa.

Al quebrantarse la tregua de cinco años firmada con Francia en 1556, a través del Tratado de Vaucelles, los establecimientos castellanos en las Antillas volvieron a ser presa fácil para los corsarios, situación prolongada incluso tras haber firmado España y Francia en 1559 el Tratado de Cateau-Cambrésis (entre Felipe 11yEnrique11 que ponía fin a las guerras de Italia) y en el que se reconocía implícitamente el derecho de España sobre las Indias. Este tratado no impidió, sin embargo, que los hugonotes franceses 10

,

7 José Manuel Gómez-Tabanera, «Al margen de un centenario: leyenda negra y razón de Estaqp en la Florida hispana», en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, núm. 83, 1974, 711.

Walter Mignolo, «Cartas, crónicas, y ,relaciones del descubrimiento y la conquista», en Histo9ia de la literatura hispanoamericana. Epoca colonial. Madrid; Cátedra, 1982, 59.

Simón Valcárcel Martínez, Las crónicas de Indias como expresión y configuración de la mentqijdad renacentista. Granada: Diputación Provincial de Granada, 1997, 403.

Como es sabido, a mediados del siglo XVI, el calvinismo adquirió un importante auge en la Francia de los Valois, con excepción de las provincias del norte y de Bretaña, más tradicionalistas y menos receptivas a las novedades. Sin embargo, la predicación calvinista se afianzó en las ciudades, entre la gente medianamente ilustrada, y desde éstas llegó sin dificultades a los señoríos rurales y al campo. Las regiones galas de la vertiente atlántica, que suministraba numerosos marinos para la pesca de altura en Terranova o para expediciones de rescate o tráfico en el Golfo de Guinea y Brasil, acusaron el impacto. Normandía y Dieppe eran totalmente

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dirigidos por el Almirante Coligny, decidieran establecerse en la Florida. A tal fin, en 1562, partió Jean Ribault con una flota que arribó y se instaló en Charlesfort (Santa Elena). Dos años después, la presencia francesa se afianzaría con otra expedición al mando de René de Laudonniere; uniendo sus fuerzas a las de Ribault, fundarían ambos F ort Caroline 11

, plaza que en un futuro podría convertirse en base de operaciones contra los españoles. De aquí la acelerada reacción de la corona y que Felipe II requiriera la presencia de Pedro Menéndez, y su inmediato nombramiento como «Adelantado y Gobernador de la Florida». Menéndez era uno de los más importantes oficiales navales del imperio y se desempeñaba como capitán general de la flota de Nueva España, con base en Veracruz, y de la de Tierra Firme, con base en Cartagena12

El espíritu de la expedición de Menéndez era básicamente diferente al de las anteriores, aunque en la línea de la encabezada por Tristán de Luna13

. Se trataba de instalarse en forma pacífica y en convivencia con los nativos. Allí había un único enemigo para España: los franceses; se los expulsaría y después se atraería a los primeros. A través del relato de Menéndez se observa que su forma de obrar se debió no solamente a las órdenes que tenía de Felipe II, sino también a sus propias ideas, convencido del

calvinistas; gran parte de Ruan, Caen y Saint-Ló, que mantenía un asiduo comercio con los puertos británicos y flamencos, y Vitré, en el que se hacían negocios con las Indias, fueron focos activos para la propagación de las nuevas ideas evangélicas. Por otro lado, las regiones del sudoeste contaban cada vez con menos población católica. Gómez-Tabanera, «Al margen de un centenario», 716. 11

Así llamado en honor de Carlos IX de Francia; cerca de la desembocadura del St. Johns Rivelf~ebautizado San Mateo luego de la expulsión de los franceses.

Las dos flotas salían de un puerto único, Sevilla, y por una ruta fija: Mar de las Yeguas, llamado así porque en su travesía se mareaban las yeguas que se transportaban a Indias, hasta Canarias, luego el de las Damas, denominado así porque se decía que hasta las mujeres podían gobernar las naves, dado lo tranquilo de la navegación, hasta la isla Dominica o Guadalupe. Desde aquí a Veracruz o a Cartagena y Porto be lo, según se tratase de la flota de Nueva España o de Tierra Firme. Teóricamente salían en unas fechas determinadas, abril y agosto, según fueran a México o a Tierra Firme, lo que facilitaba su aprehensión por piratas y corsarios, pero raramente se cumplía el calendario. Los piratas podían acechar las flotas durante meses y enterarse al cabo de este tiempo que aquel año no salían, lo que les obligaba a repetir la guardia al año siguiente, quizá con el mismo resultado. Después de repartir las mercancías en Veracruz y en los puertos del Caribe, los mercantes iban a La Habana, donde les esperaban los barcos de guerra escolta. Cuando toda la negociación terminaba y se había embarcado la plata, se efectuaba el viaje de regreso a Europa, procurando salir de Cuba antes del 1 O de agosto, con objeto de evitar los grandes huracanes. Desde Cuba los galeones iban al canal de Bahamas, donde navegaban hacia el noroeste para recibir los vientos a las Azores. Desde aquí alcanzaban fácilmente España. La fecha y ruta de regreso de Bahamas eran secretas, se llevaban en un sobre sellado, y frecuentemente no la sabían ni las autoridades peninsulares, dada la variación que tenían. Lo común es que no se tuviera noticia alguna del arribo de las flotas hasta que no llegaban a las islas Azores. Manuel Lucena Salmoral, Pirafrff bucaneros, filibusteros y corsarios en América. Madrid: Editorial Mapfre, 1992, 68-69.

En 1559 el virrey de la Nueva España, Luis de Velasco, organizó una nueva expedición a la Florida. Nombró al frente de la misma al hijo del gobernador de Yucatán, Tristán de Luna y Arellano, quien había sido lugarteniente de Francisco Vázquez Coronado en su expedición a Cibola. Integraron esta empresa 1.500 soldados y también frailes y sacerdotes. A los pocos días, un huracán destrozó la flota expedicionaria; a pesar de un largo período de carencias, Tristán de Luna y los suyos lograron explorar parte del litoral atlántico. Sin embargo, la situación se complicó, por lo que la empresa se abandonó y Tristán de Luna y 300 sobrevivientes se reembarcaron para México en 1561. Charles Hudson, The Juan Pardo Expeditions. Washington: Smithsonian Institute Press, 1990, 12-13.

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servicio que hacía a la Iglesia de Roma al eliminar de estas tierras el protestantismo. Esta acción se convirtió en el capítulo más controvertido de cuantas intervenciones tuvo Pedro Menéndez de Avilés; no ha habido interpretaciones imparciales, ni siquiera desapasiona-das de esta actuación. Menéndez fue protagonista de la intransigencia religiosa del siglo XVI y ejecutor de las órdenes de un rey que, «legitimizado» por el derecho internacional y por la autoridad de la Iglesia, había manifestado reiteradamente que llegaría hasta la últimas consecuencias en su empeño de afirmar su autoridad en sus territorios.

Luego de la toma de fuerte Carolina, se encontraron patentes y otra documentación que confirmaban los planes franceses de colonización de América del Norte. Menéndez y ciertamente Felipe 11 estaban convencidos de que los franceses vieron a «Nueva Francia» como una extensión de su política nacional14

. Así, había que evitar por todos los medios la implantación de otras potencias en la Florida, máxime si, como en este caso, se encontraban en lugares estratégicos que comprometían seriamente el libre desarrollo del tráfico y del comercio españoles. Evidentemente, quien dominase el litoral suroeste de la Florida, podría prácticamente controlar la ruta de los galeones de Nueva España. Sin embargo, tanto en un caso como en el otro, debemos insistir, tal como lo señala Michel de Certeau, en el hecho de que todavía en el siglo XVI, la moral y la religión tienen la misma fuente: la referencia al Dios único organiza conjuntamente una revelación histórica y un orden del cosmos; la sociedad se perfecciona en los términos de una creencia integradora; es decir, la religión envuelve y justifica la conducta del hombre. Precisamente, Menéndez actúa dentro de estos parámetros15

.

Plan de Gobierno Pedro Menéndez tenía una visión amplia para sus territorios de la Florida. Planeaba

dominar la parte este y después extender su alcance hacia el oeste, en dirección a Nueva España, y luego hacia el Pacífico. El primer área de contacto de Menéndez fue desde el sur de Newfoundland hasta los cayos de la Florida y luego alrededor de la península hasta lo que es hoy Apalachicola, en el Golfo de México. En 1573 un contrato real extendía su área a Pánuco, el actual Tampico, en México, lo cual ampliaba los dominios del Adelantado hacia el oeste hasta Nueva España. Menéndez proyectaba establecer una ruta continental desde Santa Elena, en la costa del Atlántico, cruzando el Mississipi a México, apoyada por una serie de colonias y misiones fortificadas. Esperaba hacer una conexión más directa entre Europa y las minas de plata de Guanajuato y Zacatecas. El interés de Menéndez en la bahía de Santa María, hoy día Chesapeake, Maryland, estaba conectado con su creencia, equivocada, en su proximidad al supuesto pasaje noroeste al Pacífico y la ruta a las especias de Malaca y las riquezas de Oriente16 . También esperaba utilizar los canales internos de la península de la Florida, desde el sistema del río Saint John por el

:: Eugene Lyon, ed. Pedro Menéndez de Avilés. New York: Garland, 1995, 6. En los siglos XVII y XVIII, esta unidad se resquebraja y después se derrumba. Las Iglesias

se dividen; se forma una ética autónoma que tiene por marco de referencia el orden social o la conciencia. Michel de Certeau, La escritura de la historia. México: Universidad Iberoamericana, 198\J65.

cfr. Cartas XX, XXIII y XXIV.

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lago Okeechobee hacia el golfo de México, para transportar mercancías entre España y Veracruz. Debemos señalar que, además de la incorrecta información geográfica sobre América del Norte, Menéndez tenía dos preocupaciones que distorsionaban su punto de vista en este aspecto: 1) su interés en proteger las minas de plata de Zacatecas, vitales para la economía española, y 2) sus deseos de descubrir un pasaje marítimo a través de América del Norte para acceder con facilidad a Asia. Al respecto, la estrategia final, en Pedro Menéndez, se vuelve primordial en su sistema de interpretación; ésta ya no consiste en buscar la verdad sobre el pasaje marítimo al Pacífico, sino en encontrar confirmacio-nes para una verdad conocida de antemano o tomar sus deseos por realidades; todas las señales revelan el pasaje a Oriente. Toda vez que Menéndez tenía conexiones políticas y comerciales con la ciudad de Méjico y, a su vez, era portador de licencias de navegación para el comercio con Veracruz, el señalado pasaje a Oriente le interesaba sobremanera 17

.

Por otro lado, son notables también los conceptos estratégicos expuestos en sus cartas para el establecimiento de puntos de apoyo en lugares apropiados, con el objeto de defender y dominar la costa oriental de lo que es hoy los Estados Unidos, el estrecho de la Florida y el Golfo de México, e impedir así la piratería extranjera en la región. Efectivamente, la Florida se encontraba en la periferia nor-oriental de los dominios americanos de España, y muy pronto quedó patente su carácter fronterizo, estratégico y defensivo.

Los Indios de la Florida Hay que destacar que la integración de la Florida en el imperio español expuso a su

población nativa a serias implicaciones en el plano internacional. Hubo una lucha inicial entre Francia y España por el control de la costa oriental de Norteamérica entre 1562 y 1565, y esta rivalidad tuvo profundas repercusiones entre los nativos. Dichas repercusio-nes no se manifestaron solamente en el plano estratégico-militar que las potencias europeas diseñaron para el control del espacio fronterizo o territorial de la Florida, sino también en la usurpación de la alimentación a que se vio sometida la población nativa.

Para continuar sus planes de conquista y colonización, Menéndez tuvo que negociar con los diferente grupos nativos de la Florida, los Ais, Calusa, Timucua, Apalaches, Guale y otros18

. Menéndez empleó a los sobrevivientes del rescate de un naufragio que habían vivido entre los nativos como intérpretes para así obtener acceso a sus caciques con quienes negoció acuerdos19

• En esos tratados los nativos «acorda

17 Eugene Lyon, «Pedro Menéndez's Plan for Settling La Florida», in First Encounters, ed. Jeralq~ilanich and Susan Milbrath. Gainesville: University of Florida Press, 1991, 151.

Los Ais ocupaban el sur de cabo Cañaveral; los Cal usa alrededor del lago Okeechobee; los Timucua el norte del actual estado de la Florida y el sur de Georgia; la región de los Apalaches se extendía del río Aucilla al río Ocklockone y los Guale en la costa de Georgia. cfr. Jerald T. Milanich, Florida lndians and the lnvasion.from Europe. University Press ofFlorida, 1995. Los Calusa y Timucua ofrecen un especial interés por ser ellos los primeros con los que entraron en contacto con los españoles al llegar a estas tierras que constituyen hoy el estado de la Florida. Entre los Timucua se estableció, en tiempos de Pedro Menéndez de Avilés, la primera misión y antes de termi~ el siglo, en 1594 existía ya un diccionario en esa lengua.

Entre estos sobrevivientes hay que mencionar al mulato Luis que vivía con la tribu de los

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ron» reconocer a Felipe II como su soberano, mantener la paz y pagar tributos a la corona. Su conversión al cristianismo, una de las metas primarias del Adelantado, era un proceso muy lento, dentro de un ambiente de hostilidad. Debemos recordar al respecto, que la toma de posesión se legitimaba a través de la lectura del «Requerimiento», documento en español a través del cual se informaba a los nativos de sus derechos y obligaciones como vasallos del rey de España20

. Una extraña combinación de ritos, cinismo, ficción legal e idealismo perverso, el «Requerimiento» contiene en su esencia el convencimiento de que no había barreras lingüísticas entre españoles y nativos21

.

En general, en el enfrentamiento de dos grupos de fuerzas disímiles, la realidad es configurada y apropiada por el marco conceptual del triunfador. El discurso es un instrumento de poder que define al «otro» como tal, como diferente, como el que no es (uno): es el pueblo africano «sin historia», del que habla Eric Wolf, el salvaje, noble o feroz, de los europeos, el bárbaro de los romanos o los chinos22

.

La frontera móvil, imprecisa, que los separa, además de ser un producto político-militar, y económico, es un objeto cultural que integra una macroconfiguración: galvaniza las diferencias entre dos grupos heterogéneos y las convierte en una sistema de oposiciones. La misma historia de la palabra frontera revela en sus vaivenes semánticos su capacidad diacrítica con respecto al «otro». Esta capacidad se manifiesta en el momento histórico mismo en que la eliminación de la heterogeneidad es inminente23

.

Calusa. Su conocimiento de la lengua Ais, fue crucial en la denuncia de un atentado contra la vida de Menéndez. Asimismo, su participación en las negociaciones con el cacique Carlos para la liberación de cinco españoles, cinco mestizas y una mujer negra. Cuando el grupo regresó a San Agustín, Menéndez recompensó a Luis y a Juanillo, otro africano cautivo liberado del cacique Saturiba, con el cargo de intérpretes. Jane Landers, Black Society in Spanish Florida. Urbana: Univ%sity ofillinois Press, 1999, 15.

El documento, que es muy largo, en tono enfático y amonestador, explica a los indios el origen de la autoridad del Papa y de cómo éste le hizo donación al rey de España de las nuevas tierras descubiertas por Colón. Les ruega y requiere que apresten su pacífica obediencia a la Iglesia, al Papa y a ellos, comprometiéndoles, en cambio todos los beneficios de su buena voluntad. Y por si esto no llegara a ocurrir como lo solicita, acaba el documento con ásperas amenazas de guerra y esclavitud, que fatalmente era lo que seguía a la lectura, cuando ella llegaba a realizarse. Alberto M. Salas, Las armas de la conquista de América. Buenos Aires: Editorial Plus Ultra, 1986, 256-257. 21 Los trabajos de Patricia Seed, Ceremonies of Possession in Europe 's Conquest of the New World. Cambridge: Cambridge University Press, 1995; Stephen Greenblatt, Marvelous Possessions. Chicago: The University of Chicago Press, 1991; y Anthony Pagden, European Encounters with the New World. New Haven: Y ale University Press, 1993 y Lords ofthe World, ldeologies of Empire in Spain, Britain and France. New Haven: Y ale University Press, 1995, son ilum~dores al respecto.

Eric R. Wolf, Europe an the People Without History, Berkeley: University ofCalifomia Press2}982, 4.

La palabra tiene una historia agresiva. Para los romanos, por ejemplo, la frontera llegó a ser, no solo una franja fisica, sino y primordialmente el borde de su ecúmene. Mientras los dos modos de vida que separaba fueron percibidos como comparables e independientes, la franja careció de nombre y de movimiento. Sólo cuando el imperio comenzó a expandirse, se hizo necesario un término que, al designarla, incluyera en su significación (a) su capacidad de separar y simultáneamente generar dos opuestos y, (b) su función agresiva, conquistadora. La frontera fue justamente el frente de un imperio que avanzaba sobre otro. Es por eso que el término solo surgió cuando existió la necesidad política de él. Es el latín tardío el que deriva defrons o frontis (frente o fachada), el nuevo sustantivo fronteria o frontaria. Como para ese entonces el imperio debía

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Frecuentemente, los términos de esos acuerdos cambiaban drásticamente: presión por el suministro de comida, abuso de las mujeres, trabajo forzado, fueron algunas de las causas que incrementaron la tensión hacia los españoles. La agresividad de los nativos comenzaba en cuanto se percataban de que sus visitantes, espléndidos al llegar, se convertían pronto en saqueadores. A esto hay que agregar, el convencimiento de que la imposición del cristianismo no sólo amenazaba su propia cosmovisión religiosa sino también su completa estructura cultural. Unido a ello, está el hecho de que los españoles interferían en la selección y deposición de los jefes indígenas. También hay que señalar la falta de jerarquía y disciplina en la cadena de comandos de los jefes nativos, lo que con tal disperso liderazgo militar hacía casi imposible eliminar la voluntad de resistencia24

.

Una vez ocupada definitivamente la Florida, los nativos no fueron reducidos a la esclavitud, y tampoco se les sometió a la tutela de los encomendaderos españoles, como se hizo en otras partes de América25

. Sin duda, el sistema de encomienda se habría

coincidir con el mundo, esa fronteria no era sino un lugar transitorio, de avanzada. Por consiguiente, esa zona pasó a ser entendida como la punta de lanza de una cruzada de la luz contra la oscuridad. Eventualmente, una simplificación maniquea fue inevitable. Cuando se otorgó ciudadanía romana a todos los pueblos del imperio, no quedaron más que dos grandes identificaciones: o se era romano o se era bárbaro, según el lado de lafronteria en que se viviera. Un proceso similar al de los romanos ocurrió con la expansión de los cosacos cuando avanzaron entre los tártaros no cristianos y ukrainia significó en su origen justamente una «frontera» que avanzaba. O sea que para los romanos y los cosacos la frontera era una periferia en movimiento, que generaba un sistema de oposiciones (nosotros y ellos) y que obedecía a una voluntad de conquista. Cuando no existe esa lucha expansiva de una cultura que se considera superior, en cambio, tampoco existe la diferencia combativa con el «otro» y la zona de vigilancia y asalto que permite distinguirlo. Así por ejemplo el término frontera desapareció a la caída del imperio romano, cuando se fragmentó la ecúmene única. No hacía ya falta. Reapareció por primera vez en España, para designar las zonas cercanas de contacto con los moros. En el Mio Cid (fines del siglo XII, comienzos del XIII), el término figura en singular y en plural: al Cid lo vigilaban moros «de las fronteras» y unas gentes extrañas. La conjunción y une dos elementos cuya diferencia radica en que el primero de ellos es conocido del Cid y sus hombres, y el segundo no. Los dos términos opuestos (aquí cristianos y moros, en general «nosotros» y los «otros») dependen de su vinculación con un tercero (la frontera) para reconocerse en su diferencia. Los tres crean un sistema del que están excluidos los que seguramente son moros también: en cuanto «yentes extrañas», no se identifican espacialmente con ninguno de los dos lados de la separación. Fulmer Mood, «Notes on the History ofthe WordFrontiern, enAgriculturalHistory, Vol 22, 1948, 78; Ladis K.D. Kristoff, <<The Nature ofFrq~tiers and Boundaries», Annals (Association of American Geographers ), 49 ( 1959): 269-70.

Cada tribu era una unidad sociopolítica independiente; pero existían también confederaciones que integraban varias tribus, normalmente pertenecientes todas a una misma familia lingüística. La confederación era poco más que una amistad reconocida entre las tribus, o un predominio de una tribu sobre otras, y apenas si interfería la independencia política de cada una. La autonomía que tenía cada tribu se reflejaba también dentro de la tribu, pues cada pueblo formaba una unidad sociopolítica encabezada por su propio cacique, cuyo cargo parece que era hereditario, y cuyas funciones y prerrogativas podían ser asumiradas por una mujer, conociéndose varios casos de caciques-mujer o «cacicas». El cacique recibía tributo de su pueblo, y a su vez pagaba tributo al cacique principal de su tribu, o al de la tribu dominante. Sylvia-Lyn Hilton, «El impacto español en la Florida. Siglos XVI y XVII», en La influencia de España en el Caribe, la Flori1? y la Luisiana, 255.

Las Instrucciones reales sobre la ocupación de la Florida no son específicas en cuanto a la tenencia de la tierra y el servicio de los nativos. Además, Lucas Vázquez de Ayllón le había advertido a Pedro Menéndez que no se podían establecer encomiendas. cfr. Eugene Lyon. The Enterprise of Florida. Gainesville: The University Presses ofFlorida, 1971, 50.

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impuesto en la Florida si no hubiesen predominado por un lado, la intensidad y duración de la conquista, las limitaciones demográficas y sociopolíticas de la población nativa, y por otro, la ausencia de ricos recursos fáciles de explotar26

. El hecho de no estar muy avanzada la cultura urbana indígena, con la consiguiente debilidad de su concentración demográfica y organización política y el hecho de que la Florida no atrajo a grandes terratenientes españoles, significó que faltaban las bases para la utilización extensiva de la encomienda como sistema para dominar e «integrar» al nativo en la sociedad colonial hispanofloridana. En consecuencia, estos nativos apenas si tuvieron alguna experiencia del sistema de encomienda; en cambio, conocieron bien el sistema de las misiones, característico precisamente de los territorios fronterizos y visto como institución «integradora» de la América española. Sin embargo, como señala Silvia-Lyn Hilton, los nativos quedaban en una ~osición de inferioridad social al someterse a la tutela patemalista de los religiosos 7. Por lo tanto, la ausencia de la esclavitud y la encomienda no significaba que los nativos se vieran libres de ciertas obligaciones de tributo y trabajo, lo cual reflejaba también su subordinación social en la nueva jerarquía colonial española. Además de los trabajos forzados con los que se castigaban las rebeliones, se contaba con todos los nativos como productores de alimentos para los soldados y sus familias, y como mano de obra en general, dada la escasez de esclavos, trabajadores y agricultores españoles en la Florida. Se podría agregar que los españoles utilizaron tres métodos, además de la violencia, para lograr la cooperación de los nativos durante los primeros años de contacto: intervención directa en los asuntos políticos de las tribus, conversión religiosa y relaciones intermatrimoniales28

. Todo esto era, por supuesto, suplementado por la tecnología militar superior de los españoles. Los nativos habían pasado de ser libres y soberanos, con sus propias jerarquías sociales internas, a ser en su conjunto una población sometida, convertida en fuente de mano de obra, lo cual si exceptuamos a los esclavos, los colocaba en el escalón más bajo de la nueva sociedad colonial.29

Del viejo continente parten los hilos de una penetración ideológica y económica hacia el nuevo continente que se constituye así en periferia de Europa. Se inicia la incorporación de América a un sistema-mundo único. El resultado son esas «conmocio-nes y catástrofes en cadena» de que habla Braudel. La descripción no es exagerada: la frenética repartición de África por las potencias colonialistas es una ejemplo dramático

26 Amy Tumer Bushnell señala que cuando los caciques nativos decidieron formar alianza con los españoles asumieron «de hecho» el papel de defensores de la frontera, Situado y Sabana. Spain 's Support System of the Presidio and Miss ion Provinces of Florida. Anthropological Papers ofth~¿\merican Museum ofNatural History. Athens: University ofGeorgia Press, 1994.

Sylvia-Lyn Hilton, «Ocupación española de Florida: algunas repercusiones en la organización sociopolítica indígena, siglo XVI y XVII», en Conquista y colonización de la Florida, Madg~: Ediciones Itsmo, 1989, 804.

Un famoso ejemplo de la alianza política por matrimonio es el del propio Menéndez de Avilés y la hermana de Carlos, cacique de la tribu cal usa. La aceptación de la hermana de Carlos tuvo éxito en la formación de una alianza temporal con la tribu calusa. Kathleen Deagan, «Los misioneros y los matrimonios: el papel de las relaciones hispano-indias en la formación de una tradición cultural hispano-floridana», en La influencia de España en el Caribe, la Florida y la Luisiqr;a, 273.

Sylvia-Lyn Hilton, «El impacto español en la Florida. Siglos XVI y XVII», en La influencia de España en el Caribe, la Florida y la Luisiana, 1500-1800, 258.

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de las repercusiones del nuevo orden de cosas. Es el «progreso», «la modernidad» que se expande y afecta con especial intensidad a las estructuras existentes en las márgenes remotas: «En el margen se encuentran precisamente con la máxima frecuencia, los rasgos, los fenómenos o las tensiones más características», advierte Braudel30 . Y esto porque es justamente en esa región-límite, en la frontera, donde se enfrentan claramente dos mundos: el que se expande agresivamente y el «otro».

Si bien es cierto que en los últimos años ha habido un interés particular en Pedro Menéndez de Avilés de parte de estudiosos estadounidenses, no ha ocurrido lo mismo en España e Hispanoamérica. Pedro Menéndez es prácticamente desconocido en el mundo hispánico, a pesar de la enorme importancia que tuvo en el siglo XVI el control de la Florida y sus costas como área estratégica marítima. Menéndez de Avilés dedicó casi toda su vida a la Florida, pero tuvo también una importante actividad en otros frentes del imperio español; este accionar lo convirtió en elemento clave de la política del momento.

Aunque la Florida española sobrevivió su muerte y permaneció hasta el siglo XIX,31

el tipo de colonia que él había soñado nunca se materializó. No obstante, la ciudad de San Agustín es una marca imborrable del pasado hispano de los Estados Unidos.

3° Femand Braudel, La historia y las ciencias sociales, Madrid: Alianza Editorial, 1970, 174-175. 31

San Agustín y la Florida fueron españolas hasta 1783, cuando un acuerdo, la Paz de París, otorgó a los ingleses lo que no habían podido conseguir por las armas. España cedió la Florida a Gran Bretaña a cambio de la Habana, que había sido conquistada por este país, en la Guerra de los Siete Años de 1761, los ingleses habían tomado Manila y la Habana. En 1783, tras la Guerra de la Independencia americana, por la Paz de Versalles, en la que Inglaterra reconocía la Independencia de Estados Unidos, España recobró la Florida, que sera de Nuevo española hasta que en 1819 sea definitivamente cedida a los Estados Unidos.

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