España S. XX

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Época: Alfonso XIII Inicio: Año 1902 Fin: Año 1931 Siguientes: España a comienzos del reinado La crisis de la monarquía constitucional La dictadura de Primo de Rivera Bibliografía sobre el reinado de Alfonso XIII (C) Genoveva García Queipo de Llano El período que cubre el reinado de Alfonso XIII coincide, aproximadamente, con el primer tercio del siglo XX y en él se produjeron cambios importantísimos en la política y en la sociedad españolas. Resulta, por tanto, falsa la consideración que en otras épocas ha sido habitual en la historiografía de que en este período no hubo auténticos cambios sino que no fue otra cosa que la prolongación del mundo inerte de la Restauración. Por el contrario, la misma modificación del marco institucional, así como el proceso de crecimiento económico y el desarrollo del sindicalismo prueban el dinamismo de la etapa. La abundante historiografía que desde hace tiempo existe sobre el período está ya lejana de dos concepciones que fueron habituales en otro momento. Una de ellas consistía en considerar todo el reinado como un proceso irremediable que lleva hacia la proclamación de la República y, en un segundo momento, hasta el estallido de la guerra civil. La segunda partía de considerar que en España se dio a lo largo de todo el primer tercio del siglo XX una situación de profunda inestabilidad social que pudo producir en cualquier momento una revolución. La interpretación que más corresponde a la realidad es, sin embargo, que en España se vivió durante el primer tercio de siglo un proceso de modernización en todos los terrenos. Como en tantos otros casos, el proceso podía haber concluido en la estabilidad aunque no fue éste, finalmente, el caso. Pero España tampoco estaba condenada a un proceso revolucionario inevitable. Su caso -como tantos otros- fue el de una modernización fallida.

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  • poca: Alfonso XIIIInicio: Ao 1902Fin: Ao 1931Siguientes:Espaa a comienzos del reinadoLa crisis de la monarqua constitucionalLa dictadura de Primo de RiveraBibliografa sobre el reinado de Alfonso XIII

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano

    El perodo que cubre el reinado de Alfonso XIII coincide, aproximadamente, con el primer tercio del sigloXX y en l se produjeron cambios importantsimos en la poltica y en la sociedad espaolas. Resulta, portanto, falsa la consideracin que en otras pocas ha sido habitual en la historiografa de que en esteperodo no hubo autnticos cambios sino que no fue otra cosa que la prolongacin del mundo inerte dela Restauracin. Por el contrario, la misma modificacin del marco institucional, as como el proceso decrecimiento econmico y el desarrollo del sindicalismo prueban el dinamismo de la etapa. La abundante historiografa que desde hace tiempo existe sobre el perodo est ya lejana de dosconcepciones que fueron habituales en otro momento. Una de ellas consista en considerar todo elreinado como un proceso irremediable que lleva hacia la proclamacin de la Repblica y, en un segundomomento, hasta el estallido de la guerra civil. La segunda parta de considerar que en Espaa se dio alo largo de todo el primer tercio del siglo XX una situacin de profunda inestabilidad social que pudoproducir en cualquier momento una revolucin. La interpretacin que ms corresponde a la realidad es, sin embargo, que en Espaa se vivi durante elprimer tercio de siglo un proceso de modernizacin en todos los terrenos. Como en tantos otros casos,el proceso poda haber concluido en la estabilidad aunque no fue ste, finalmente, el caso. Pero Espaatampoco estaba condenada a un proceso revolucionario inevitable. Su caso -como tantos otros- fue el deuna modernizacin fallida.

  • Antecedente: El reinado de Alfonso XIII Siguientes: El primer regeneracionismo en el poder Regeneracionismo y movimientos regionalistas Viejo y nuevo republicanismo El gobierno de Maura El gobierno de Canalejas La movilizacin de los catlicos Transformacin econmica y social El movimiento obrero: socialistas y anarquistas Espaa y la Primera Guerra Mundial Gobiernos de Dato y Romanones

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano Con el cambio de siglo Espaa se convirti casi exclusivamente en una potencia europea cuyo marco intelectual y poltico se deba vincular con el liberalismo, pero cuya realidad social tena mucho ms que ver en no pocos aspectos con el mundo balcnico o el hispanoamericano. El contraste entre esas dos realidades contribuye a explicar el reinado de Alfonso XIII y sus propsitos de regeneracin de Espaa. A comienzos del siglo XX Espaa, aunque desde el punto de vista geogrfico era una nacin europea, por sus caractersticas peculiares en ocasiones pareca no serlo. Los dieciocho millones y medio de espaoles todava padecan una elevada mortalidad, hasta el punto de que uno de cada cuatro nacidos no llegaba a vivir un par de aos. Slo un tercio de los espaoles resida en ncleos de poblacin de ms de 10.000 habitantes. A diferencia de lo sucedido en Europa, el control de los nacimientos fue tardo y slo se produjo en una porcin mnima de la geografa nacional. Otra de las divergencias entre el resto de Europa y Espaa resida en que sta continuaba siendo un pas fundamentalmente agrario en el que entre el 65 y 70% de la poblacin activa trabajaba en el sector agrcola o ganadero, mientras que la poblacin activa empleada en la industria representaba menos de un 16% del total y aproximadamente la mitad de ella se ocupaba en sectores de necesidad tan perentoria o tan escasa complejidad como las confecciones o la construccin. En cuanto al sector terciario o de servicios una parte muy importante de l estaba integrada por el servicio domstico, lo que era indicativo de una sociedad retrasada. El campo espaol estaba atenazado desde haca mucho tiempo por enfermedades estructurales como eran no slo el latifundismo y el minifundismo, sino tambin el retraso tcnico que le hacan estar estancado en los cultivos tradicionales como el trigo, el olivo y la vid. A comienzos del siglo XX, aproximadamente un 6% de la propiedad de la tierra segua en manos de la nobleza, con desigualdades regionales notables. De todos modos, en lo esencial el latifundismo era ya burgus e inclua una explotacin racional. Las fincas grandes (superiores a 250 ha.) suponan un 28% del territorio nacional, pero en la mitad sur del pas este porcentaje se elevaba mucho ms. Nada semejante a este latifundismo exista en otros pases de Europa occidental. Es cierto tambin que los rendimientos por hectrea en nuestro pas eran cinco o seis veces inferiores a los de Inglaterra o Alemania. El latifundio no resume la situacin de la agricultura espaola sino que sta tena muchas otras muestras de arcasmo que, adems, eran muy variadas a lo largo de su geografa. La agricultura pobre de Castilla experiment pocos cambios a pesar de que la

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  • propiedad estaba relativamente bien repartida. En Galicia se aceler el rescate de las rentas conocidas con el nombre de foros y se inici la exportacin de vacuno. En todo el Cantbrico el dinero a Amrica produjo una modernizacin econmica, aunque modesta. Sin duda los mayores cambios en la agricultura tuvieron lugar en el litoral mediterrneo, en especial en el levantino y de cara a la exportacin de productos como la naranja. En trminos generales puede decirse que, a comienzos de siglo, Espaa segua siendo un pas agrcola y minero. Con anterioridad a 1900 comenz el proceso de capitalizacin que llevara al auge posterior del Pas Vasco, pero en la poca del cambio de siglo la zona industrial por excelencia en Espaa era Catalua y su produccin ms importante la textil. En relacin con el resto de Espaa exista una notable diferencia, indicio de modernidad, pero tambin la industria catalana padeca unas muy notables debilidades que eran expresivas del propio retraso espaol. Tanto las materias primas, sobre todo el algodn, como las patentes procedan del exterior, por lo que la industria textil catalana no resultaba competitiva a nivel internacional y necesariamente haba de apoyarse en un arancel alto. Las empresas eran fundamentalmente familiares y en exceso conservadoras desde el punto de vista de la gestin. Si la estructura econmica espaola resultaba retrasada respecto a las europeas tambin lo era la sociedad. A comienzos de siglo el crecimiento de la poblacin espaola era ms lento que el europeo, debido al alto ndice de mortalidad (en Espaa era del 29% frente a un 18% en Europa occidental). En el nivel de analfabetismo radicaba una de las diferencias ms marcadas: en 1900, en torno a un 63% de la poblacin espaola no saba leer ni escribir, mientras que en Francia el porcentaje era tan slo del 24%. Haba provincias espaolas como, por ejemplo, Jan o Granada, en las que el nmero de analfabetos llegaba al 80%. En cuanto a la estructura social resulta difcil precisar cuntos y quines formaban cada clase pero, en general, puede afirmarse que existan grandes desigualdades, mucho mayores que en Francia, por ejemplo. La clase alta estaba formada por la nobleza, latifundistas, grandes labradores y miembros de la burguesa industrial o negocios y miembros de la elite poltica. Sin embargo, no puede decirse que se tratara de una sociedad feudalizada, sin movilidad social y parecida al mundo del Antiguo Rgimen. Gran parte de la clase dirigente, por ejemplo, estaba formada por burgueses nobilizados conectados con la poltica y el mundo de los negocios. Integraban las clases medias los miembros de las profesiones liberales, burcratas y los medianos propietarios del campo y la ciudad. La clase baja, formada por pequeos agricultores, jornaleros, obreros industriales y de servicios, representaba el 75% de la poblacin activa y sufra unas psimas condiciones de trabajo, aunque la situacin del jornalero andaluz era con mucho la ms dura de todas frente a la industria textil y la minera vasca. En la industria la jornada de trabajo era de 11 horas en verano y 9 en invierno con un salario de algo menos de tres pesetas diarias. Pero todava eran peores las condiciones del jornalero andaluz con un salario de un tercio o la mitad del de los obreros de la industria y slo tenan trabajo entre el 60 y el 80% de los das del ao. Por ello, no es de extraar que surgieran movimientos revolucionarios que tenan como propsito fundamental la transformacin social subversiva o reformista. El movimiento obrero en Espaa tena una indudable tradicin histrica pero su principal inconveniente para ejercer una influencia efectiva fue siempre su divisin en dos tendencias, una socialista y otra anarquista. A comienzos del siglo XX el socialismo era una no muy nutrida organizacin que avanzaba lentamente en su crecimiento y practicaba una doctrina de rgida hostilidad a los polticos burgueses. Sus afiliados eran obreros especializados, en especial tipgrafos como Pablo Iglesias, el fundador del PSOE. El

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  • anarquismo, por el contrario, ascenda y descenda sbitamente en el nmero de afiliados y en realidad no existan uno sino varios tipos de anarquismos. En las zonas de latifundio del sur de Espaa el anarquismo tuvo el apoyo de los jornaleros y fue una doctrina ms de rebelin que de revolucin. Las grandes desigualdades sociales existentes en Espaa eran un testimonio de retraso pero tambin lo era la existencia de ese anarquismo. Al mismo tiempo, sin embargo, el anarquismo inspir un sindicalismo hegemnico en la regin ms industrializada de Espaa, como era Catalua. Exista, en fin, un anarquismo que practic el terrorismo urbano. En cuanto al sistema poltico, Espaa era desde luego una monarqua liberal aunque no exactamente democrtica. Segn la vigente Constitucin de 1876 el Rey comparta el poder legislativo con las Cortes y en el Senado tenan representacin, al margen del sufragio popular, sectores de la sociedad que haban tenido una gran influencia en el Antiguo Rgimen, como la nobleza y la Iglesia. Los liberales, a fines del siglo XIX, haban introducido una serie de reformas que eran ms avanzadas que en otros pases europeos como, por ejemplo, el sufragio universal masculino, que exista en Espaa desde 1890 y permita la existencia en Espaa de un electorado ms amplio que en Inglaterra. La generacin de intelectuales de los aos noventa criticaron muy duramente la realidad poltica espaola. Una de sus figuras, Joaqun Costa, la describi como de oligarqua y caciquismo. El principal rasgo del rgimen espaol fue la perduracin de una serie de caractersticas que parecan vincularle al mundo del Antiguo Rgimen en el que la influencia de unas pocas personas era consagrada por la propia estructura estamental. Ahora ya no era as en trminos de estricta legalidad pero el sistema caciquil se sobreimpona a la legislacin. En efecto, era el cacique quien daba nombre al sistema poltico y esta persona, por las razones que fueron, principalmente la riqueza o la influencia poltica, ejerca el monopolio de la vida pblica local. Si esto poda hacer se era debido en parte a que exista un absoluta desmovilizacin ideolgica de electorado que permita al cacique sustituir los programas polticos que, en realidad no interesaban a nadie y ejercer un tipo de actividad ms primitiva como era el clientelismo, es decir, el reparto de favores. En realidad, el caciquismo vena a resultar algo as como un modo de hace compatible una Espaa rural con unas instituciones modernas. De hecho el clientelismo haba existido siempre, pero lo caracterstico de la Espaa de la poca es que impregnaba toda la vida poltica, incluso a nivel nacional. A la hora de las elecciones los polticos tenan que negociar con los caciques para lograr que stos aceptaran el candidato oficial, de modo que a nivel nacional tambin exista la desmovilizacin ideolgica y el clientelismo. Haba dos partidos polticos que se turnaban en el poder, conservadores y liberales. En la realidad, apenas se distinguan por la procedencia social de sus miembros y en sus programas se diferenciaban muy poco. Existan dos grandes fuerzas que estaban al margen y que podran haber logrado la movilizacin poltica de la que carecan los partidos del turno: el catolicismo y la repblica. La misin de los partidos del turno consista en neutralizar a esa oposicin, como lograron durante mucho tiempo, hasta los mismos aos treinta. Toda esta realidad del caciquismo revesta una extremada importancia incluso en la cspide del Estado. En efecto, como las elecciones no eran veraces y siempre las ganaba el partido que estaba en el poder, tena muchsima importancia la concesin por el Rey del decreto de disolucin de las Cortes y era el propio monarca el que deba considerar si la situacin poltica estaba agotada y llamar a formar gobierno al otro partido. Con posterioridad al desastre del 98 las crticas al sistema se hicieron especialmente duras, al mismo tiempo que se perciban esas grandes diferencias existentes entre Espaa y el resto de Europa que hacan evidente un deseo de modernizacin. En

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  • realidad, la poltica exterior espaola apenas cambi despus de la prdida de Cuba y se puede decir que las nicas novedades que introdujo el 98 se redujeron a la aparicin de un cierto hispanoamericanismo de tipo cultural y a considerar Marruecos como tema crucial para la poltica exterior. En cuanto a la economa, la incorporacin de capitales de ms all del Atlntico tuvo un efecto inequvocamente positivo. En cambio, el impacto en el terreno cultural fue mayor y ms profundo, al producirse una generalizada crtica en contra de la vida espaola finisecular en sus ms diversos aspectos. Los autores de la misma fueron intelectuales regeneracionistas disconformes con el mundo de la Restauracin. Su ideario constituye una curiosa mezcla de una actitud pesimista y un arbitrismo semejante al que en el siglo XVIII produjo la derrota exterior. El pesimismo se traduca con frecuencia en un lenguaje inmoderado y una actitud dramtica. Sin duda fue en Joaqun Costa donde ese tono desaforado alcanz sus ms altas cotas pero, por otro lado, fue tambin el primero en realizar profundas investigaciones acerca de las prcticas jurdicas colectivistas en cuanto a la explotacin de la tierra y, por otro lado, inici un nuevo gnero de propuestas al recomendar una poltica de aprovechamiento hidrulico que posteriormente tendra una influencia muy considerable. En lneas generales, los regeneracionistas no erraban al plantear una situacin que sin duda era denunciable e incluso al sealar algunas de sus posibles soluciones. Sin embargo, su talante soli ser desmesurado y poco constructivo. Resulta perceptible una cierta ambigedad del regeneracionismo desde el punto de vista estrictamente poltico. Joaqun Costa criticaba la falta de realismo del sistema liberal y se identificaba con la tradicin krausista, como discpulo que era de Giner de los Ros, pero al mismo tiempo para producir la regeneracin del pas vea como instrumento imprescindible la irrupcin de una personalidad fuerte que actuara como cirujano de hierro. Costa fracas en cuanto a una actuacin poltica concreta. Pretenda apelar a lo que l denominaba como masas neutras del pas, pero la realidad es que o stas no existan o estaban demasiado vinculadas a la vida de los partidos polticos del turno. Sin embargo, con l tuvo su comienzo un ambiente que durara largo tiempo. La regeneracin fue un motivo crucial de la vida poltica y social durante el reinado de Alfonso XIII y sin ella resulta imposible realizar una interpretacin de dicho reinado. Consista en una voluntad de transformacin de las estructuras polticas en sentido modernizador y liberal, aunque con la ambigedad de que en ocasiones se propusieran medios no liberales. Por tanto, el regeneracionismo trascendi al pensamiento de quienes lo crearon y por procedimientos indirectos lleg a tener un decisivo protagonismo en la vida espaola durante el siglo XX. El inicio de la poca regeneracionista coincide casi perfectamente con el advenimiento al trono, en mayo de 1902, a la edad de diecisis aos, de Alfonso XIII. Fue siempre un personaje atrayente que saba ganarse a los polticos no slo nacionales sino extranjeros por su simpata e inteligencia, muchas veces superior a la de sus colaboradores. Como aspecto negativo se le suele acusar de una cierta superficialidad y de un gusto por la poltica entendida en su sentido menos noble. Pero sin duda fue indiscutible su buena voluntad, nacida de una conciencia de la gravedad de la situacin espaola en el momento de su subida al trono, que se aprecia en el diario que escribi durante sus primeros meses de reinado. Educado desde su nacimiento para tan importante cargo, a lo largo de todo su reinado su mentalidad fue la de un Rey constitucional, con todas las limitaciones de la mentalidad de su poca que no excluan un eventual recurso a una situacin dictatorial temporal. La Constitucin de 1876 atribua el poder legislativo a las Cortes con el Rey y ste,

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  • adems, nombraba todos los altos cargos pudiendo incluso elegir y separar a sus ministros. La inexperiencia del joven monarca le llev inicialmente a hacer amplio uso de esas facultades interviniendo activamente en la poltica, sobre todo hasta 1907. A partir de esta fecha, en las crisis polticas consult a los jefes de partido y tendi a aceptar las sugerencias de los presidentes del Consejo de Ministros, permitiendo con ello que el texto constitucional adoptase en la prctica un sentido ms liberal. Su poder todava era muy superior al de cualquier otro monarca constitucional europeo de pocas posteriores (aunque no a los del momento, pues los poderes del rey italiano eran mayores). Por lo tanto, tambin eran mayores las dificultades de su gestin que las de un Rey en una democracia. El ejercicio de sus prerrogativas constitucionales en muchas ocasiones no le trajo sino grandes crticas, tanto de la derecha como de la izquierda. Sin duda pudo equivocarse en muchas ocasiones. Sin embargo, los problemas de Espaa durante el reinado de Alfonso XIII derivaban mucho ms de las tensiones y contradicciones de todo proceso de modernizacin que de la supuesta anticonstitucionalidad sistemtica del Rey como aseguraron los republicanos en el ao 1930. El monarca estuvo rodeado durante su actuacin poltica por un medio aristocrtico y militar frecuentemente reaccionario. Sin embargo, tambin formaban el entorno del Rey miembros de la alta burguesa junto a un sector de la nobleza no precisamente conservador como, por ejemplo, los nobles palatinos antimauristas. Por otro lado, la influencia del sector conservador catlico durante el reinado de Alfonso XIII fue muy inferior a la que tuvo en tiempos de la Regencia de su madre Mara Cristina por su procedencia austriaca y su sensibilidad religiosa. En cuanto a los contactos del Rey con la oficialidad militar hay que recordar el papel fundamental que el Ejrcito haba tenido en al advenimiento de la Restauracin. Los militares se consideraban con derecho a ser consultados en una serie de temas relacionados con su profesin, llegando a exigir una participacin en la poltica cuando se agravaban las tensiones con la poltica civil. El monarca nunca defendi la primaca poltica del ejrcito, aunque se identificara con l en tanto que sus componentes eran liberales y nacionalistas en el sentido tradicional. Alfonso XIII fue uno de los escasos soberanos europeos que no experiment la influencia determinante de ningn consejero y su concepcin del inters nacional le mantuvo siempre por encima de los partidos. Como seala Carlos Seco Serrano, esa actitud poltica del monarca no satisfizo por completo a los polticos que le rodearon y fue un argumento que stos a menudo usaron contra su persona. Cuando un partido poltico obtena el poder lo atribua a mritos propios, pero cuando lo perda sola acusar al Rey. No obstante, a pesar de los aciertos y desaciertos en su etapa de reinado, la monarqua espaola se mantuvo ms firme que otras de Europa meridional, como la portuguesa, que caera en el ao 1910 o la italiana que sucumbira, en la prctica, en 1922 al quedar por completo sometida a Mussolini, cosa que al monarca espaol no le sucedi con Primo de Rivera. poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1902 Fin: Ao 1907 Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

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  • La inestabilidad poltica entre los aos 1902 y 1907 ha acuado la expresin crisis orientales por alusin al palacio de Oriente, como si de l hubiera surgido la iniciativa de la sustitucin de unos gobiernos por otros. En efecto, se atribuy a Alfonso XIII un papel de primera magnitud en el desarrollo de las crisis. Sin negar la intervencin del monarca, hay que recordar tambin que los partidos polticos estaban divididos y en trance de reorganizacin y eso contribuy a las continuas crisis de gobierno. La mecnica de la Restauracin sigui fiel al turno pacfico de partidos. Las crisis polticas obedecieron a las que se producan en las propias jefaturas de los partidos. Los motivos de desunin en el seno de los partidos polticos hay que ponerlos en relacin en esta ocasin con cuestiones como el impacto de la crisis del 98, los problemas econmicos derivados de ella, la cuestin militar y la clerical. En el momento en que subi al trono Alfonso XIII Espaa estaba pasando por su primera experiencia poltica regeneracionista presidida por el conservador Francisco Silvela. Culto y brillante, Silvela haba tratado en 1899 de introducir un cambio en los modos de gobierno incluyendo una reforma en sentido descentralizador, la introduccin de la primera legislacin obrera auspiciada por Eduardo Dato y la reforma de la Hacienda, obra de Fernndez Villaverde. Ya en el ao 1902, a pesar de haber conseguido incorporar a su gobierno a una porcin del partido liberal, acaudillada por Gamazo y por Maura, haba vuelto a un escepticismo depresivo que siempre caracteriz a su talante poltico. A la altura de 1903 la descomposicin del gobierno se hizo patente y con l la retirada del poder de Silvela, quien dimiti tambin de la presidencia del partido conservador unos meses despus. Sigui un largo perodo de discrepancia entre los conservadores planteado por el problema de la jefatura del partido, que se debatira en los dos aos siguientes sin un claro resultado. Las dos posturas predominantes fueron las del ministro de Hacienda, Fernndez Villaverde y la de Antonio Maura. Con modestas reformas fiscales logr el primero enderezar la situacin de la Hacienda pblica en los seis meses que dur su mandato, pero desde fines del ao 1903 Maura, en su llamado gobierno corto, desempe el poder con un partido conservador apreciablemente unido. Durante el ao que dur su mandato Maura se enfrent en repetidas ocasiones a la opinin pblica, o, al menos, con la porcin de esa opinin que no militaba en su partido. El principal motivo de enfrentamiento con sus adversarios polticos se produjo por el tema religioso con motivo del nombramiento del arzobispo de Valencia, Nozaleda, al que se oponan todos los sectores de la izquierda. A partir de ese momento el gobierno se centr principalmente en las cuestiones de carcter poltico como, por ejemplo, la Ley de Reforma de la Administracin Local, que siempre fue esencial para Antonio Maura y que nunca lograra ver aprobada en las Cortes. El carcter poco propicio a la componenda del poltico conservador y las discrepancias con respecto a un rey todava muy joven, sobre todo al principio de su gobierno, contribuyen a explicar que finalmente tampoco lograra estabilizar su presencia en el poder que dur tan slo hasta diciembre de 1904. Se sucedieron una serie de gobiernos inestables y de muy corta duracin. En dos aos hubo cuatro presidentes pero la llegada al poder de los liberales no mejor la situacin en el sentido de hacerla ms estable, sino que incluso la empeor. El partido liberal, muerto Sagasta en 1903, tena como problemas esenciales la definicin de un programa poltico y la tendencia al habitual fraccionamiento caracterstico de los liberales desde el principio mismo de la Restauracin. En este momento, adems, la necesidad de introducir nuevos temas polticos en el programa del partido tuvo como consecuencia una multiplicacin de la tendencia dispersiva. De hecho as sucedi con respecto a la cuestin clerical. En la prctica no hubo un verdadero anticlericalismo entre los liberales, como el que se dio en otras latitudes, principalmente en Francia, pero las

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  • rectificaciones que intentaron introducirse en el Concordato vigente para disminuir la presencia de las rdenes religiosas, aunque no revistieran verdadera trascendencia, constituyeron un motivo para provocar el enfrentamiento por razones personalistas. En cambio, como veremos, los liberales no supieron estar a la vanguardia de la reforma social, con la excepcin, ms adelante, de Canalejas, y fueron, adems, muy dbiles a la hora de enfrentarse a los atentados a la pureza liberal de las instituciones. Fracasado el intento de lograr una jefatura del partido liberal que fuera aceptada de manera unnime por todos los grupsculos entre los que se descompona el liberalismo, se opt por la direccin del mismo ejercida de forma rotativa por cada uno de sus dirigentes de mayor edad. El primero de ellos fue Montero Ros, que haba jugado un papel poltico importante durante la etapa revolucionaria y en la reconversin liberal del rgimen de la Restauracin, pero que ya estaba en la fase final de su vida y representaba mucho ms el pasado que el futuro. Adems, se encontr con el recrudecimiento de un problema persistente durante toda la etapa de la Restauracin y destinado a agravarse en el perodo de su crisis. El Ejrcito espaol, muy mal pertrechado y con el tremendo peso de una oficialidad por completo excesiva, producto de las guerras coloniales, se encontraba adems en el punto de mira de los sectores ms crticos de la sociedad por sus derrotas en la guerra contra los Estados Unidos. Adems, el Ejrcito mostr una preocupacin singular por el catalanismo y sta le llev a incidentes como los de 1905 en Barcelona: un grupo de oficiales asalt la redaccin del semanario catalanista Cu-Cut amparndose en las supuestas ofensas de sus redactores contra la Patria. Entonces los liberales, lejos de convertirse en defensores de la libertad de expresin por medio de la prensa, acabaron por atribuir a los militares las competencias para juzgar los delitos contra la Patria a travs de la llamada Ley de Jurisdicciones. Quien logr su aprobacin en las Cortes fue ya Moret, que de esta manera demostr una radical inconsecuencia de principios. Contra ella todos los sectores del catalanismo y los republicanos formaron la Solidaridad Catalana que en las elecciones generales de 1907 consigui que el papel del Ministerio de la Gobernacin quedara reducido a la nada y que, por vez primera, una regin espaola entera se independizara desde el punto de vista electoral. Pero si Moret haba aceptado sustituir a Montero Ros y aprobar esa ley, no tard en tener problemas muy semejantes. Enunci un programa de reformas audaces, pero no consigui unir al partido liberal en torno a ellas. Al problema militar, como elemento de divisin de los liberales, se sum ahora el del clericalismo convertido en una cuestin de enorme trascendencia al enfrentar a los conservadores, partidarios del mantenimiento de la situacin existente y a los liberales, dispuestos a modificarla aunque siempre de modo leve. Los meses siguientes presenciaron una rapidsima sucesin de gobiernos sin que ello supusiera la definicin de un programa coherente. Al final del primer lustro del reinado de Alfonso XIII su rasgo ms caracterstico pareca la divisin de los partidos, que favoreci la inestabilidad gubernamental multiplicndola hasta el extremo de que en dos aos haban pasado por la Presidencia del Consejo cuatro personas y facilitando con ello la intervencin del monarca en la vida poltica diaria. Este segundo rasgo era consecuencia del primero, ms que al revs como pretendieron muchos de los polticos de la poca o de momentos posteriores como, por ejemplo, los aos finales de la Monarqua. poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1902 Fin: Ao 1907

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  • Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano En el comienzo del reinado de Alfonso XIII se puede apreciar la aparicin de ese talante regeneracionista que pretenda la conversin en realidad de unas instituciones caracterizadas por adulterar de manera sistemtica la representacin poltica. Los esfuerzos de Francisco Silvela, como luego los posteriores de Antonio Maura y Jos Canalejas, pretendieron dar respuesta a la necesidad de que el rgimen se convirtiera en autntico desde el ejercicio del poder. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el fenmeno regeneracionista fue ms amplio que el intentado desde las alturas del poder y que, por lo tanto, supuso tambin el desarrollo de movimientos polticos que pretendieron llevar a cabo una operacin radicalmente contraria -es decir, movilizar a la opinin pblica para a travs de ella llegar al ejercicio del poder. Los grupos polticos ms importantes surgidos como consecuencia de esta voluntad regeneracionista desde la base fueron los de carcter regionalista o nacionalista y republicano. Los nacionalismos suponen, en efecto, un elemento de transformacin de la vida poltica que nace, desde luego, de la realidad de unas culturas regionales mantenidas en hibernacin durante todo el siglo XVIII y la mayor parte del XIX. Al mismo tiempo no cabe la menor duda de que la emergencia de los nacionalismos se produce coincidiendo con una situacin peculiar de modernizacin de la sociedad espaola, aun sin ser producto de la misma de forma exclusiva. De los movimientos regionalistas durante el reinado de Alfonso XIII, sin duda, el que alcanz mayor relevancia poltica fue el cataln. En efecto, el resto de esos grupos no consigui llegar a desempear de momento un papel de trascendencia en la vida poltica, factor esencial para tener impacto en la evolucin espaola. Todos estos movimientos, sin embargo, coincidieron en suponer el despertar de unas culturas de carcter regional que hasta el momento se haban difuminado de manera considerable, pero que ya haban tenido un previo florecimiento literario. Otro rasgo que se dio en todos los nacionalismos fue la existencia de un factor dinmico en las sociedades en las que surgieron, de tal manera que la sensacin de cambio -la resistencia a l o el deseo de acelerarlo- jug siempre un papel decisivo en ellos. Como todos los nacionalismos, tambin los aparecidos en este momento tuvieron un contenido a veces muy radical que se expres con el lenguaje supuestamente cientfico de la poca de tal modo que algunas de sus declaraciones pudieron parecer racistas. Tambin como otros movimientos de parecidas caractersticas se produjo, al mismo tiempo, la aparicin de toda una simbologa que poda tener fundamento en las races culturales propias, pero que tambin resultaba en parte producto de la invencin. Todo cuanto se ha indicado explica la pluralidad de caminos a travs de los cuales se lleg al nacionalismo. En el caso cataln fueron la lucha por el proteccionismo, el renacimiento cultural, el federalismo y el tradicionalismo polticos quienes se convirtieron en elementos desencadenantes de la lucha por la peculiaridad propia. El primer catalanismo fue de procedencia federal y, por lo tanto, izquierdista pero ya al final del siglo XIX fue sustituido por el de procedencia derechista y de races a menudo tradicionalistas. A finales de siglo los catalanistas controlaban algunas de las principales asociaciones econmicas y culturales barcelonesas y disponan de una docena de peridicos. Sin embargo, no haban iniciado una senda propiamente poltica. Cuando el catalanismo alcanz la mayora de edad poltica fue durante el gobierno de Silvela como obra de una nueva generacin de catalanistas. El mismo fracaso de su

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  • programa regeneracionista tuvo como consecuencia inmediata que los intereses econmicos y culturales, independientes hasta el momento, eligieran definitivamente la senda catalanista, pero, adems, que apareciera un liderazgo nuevo tanto en lo intelectual como en lo poltico. En abril de 1901 se fund la Lliga Regionalista, que en las elecciones de ese ao consigui cuatro escaos de diputado en Barcelona. Dos aos antes se haba fundado el diario La Veu de Catalunya, dirigido por Prat de la Riba, que sera el rgano del nuevo movimiento. Se caracteriz ste por una actitud integradora y posibilista de manera que pudo incorporar a sus filas a tradicionalistas y caciques conservadores y, al mismo tiempo, mantener una actitud posibilista en materia de rgimen. La gran ocasin para el catalanismo fue proporcionada por los incidentes del Cu-Cut, en 1905, que provoc una actitud de autodefensa en Catalua y de protesta contra la intromisin militar. A partir de este momento, con la creacin de Solidaridad Catalana, el sistema del turno entr en crisis en la regin y qued herido de muerte, como ya sabemos, con ocasin de la eleccin de 1907. En realidad, Catalua vivira a partir de este momento en un rgimen de opinin pblica del que careca el resto del pas. Aunque hubo otros grupos catalanistas situados ms a la izquierda, la realidad es que la Lliga predomin de manera clara y a la altura de la Primera Guerra Mundial se haba convertido incluso en hegemnica. Sus xitos se debieron principalmente a la existencia de un grupo excepcional de dirigentes en el que figuraban personas como Camb, quiz el poltico mejor dotado de la poca, y Prat de la Riba, el inspirador intelectual del catalanismo que, como tal, haba sido condenado en su momento a penas de crcel. La obra en que qued codificado el pensamiento del catalanismo fue, en efecto, La nacionalidad catalana de Prat de la Riba, publicada en 1906. Aunque fundamentada en determinados presupuestos romnticos y conservadores, lo cierto es que el catalanismo se convirti en la prctica en una fuerza poltica de centro, basada en la aceptacin de la democracia y de un catolicismo no confesional. La reivindicacin nacionalista catalana se contemplaba como un medio regional de solucionar unos problemas que a nivel estatal no podan tener arreglo. Sin embargo, el mensaje del catalanismo a la poltica espaola fue siempre de regeneracin no slo regional sino de la totalidad de la poltica del Estado. Para llevar a cabo sus propsitos, la Lliga contaba con una organizacin muy superior a la de cualquier otro grupo poltico nacional. No era un partido de masas sino de notables, pero tena tras de s realidades sociales efectivas. Como en Catalua, tambin en el Pas Vasco exista una peculiaridad cultural propia que en este caso se vea multiplicada por una autonoma econmica mantenida a travs de los conciertos. Tambin all la dinmica creada por la modernizacin econmica result un factor de primersima importancia para explicar el advenimiento del nacionalismo. Como es natural, este crecimiento econmico tenda a aumentar las divergencias con respecto al resto de Espaa, agrcola y estancada, y una parte de la sociedad vasca percibi la modernizacin econmica y social como un posible grave problema para la identidad propia. Como se apreciar, en estos puntos existe un claro paralelismo con los orgenes del catalanismo. Sin embargo, tambin son patentes las diferencias entre nacionalismo vasco y catalanismo. En el Pas Vasco el renacimiento cultural coincidi desde el punto de vista cronolgico con el desarrollo del nacionalismo poltico y, adems, ste tuvo un tono ms radical y menos posibilista que quiz se explique por la propia difuminacin de la peculiaridad nacional en tiempos muy recientes. Con toda probabilidad esto se deba a que indudablemente el euskera estaba mucho menos extendido que el cataln y a que, en buena medida, resultaba incapaz de asimilar a las masas de emigrantes castellanos que acudan al Pas Vasco atradas por el desarrollo econmico. Los nacionalistas

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  • vascos pertenecan fundamentalmente a la clase media baja urbana y al medio rural, frente a la identificacin burguesa del cataln, y estuvieron ms vinculados con el tradicionalismo cultural y religioso. En 1911 crearon un sindicato para atraerse a las clases trabajadoras, cosa que no ocurri en Catalua en los medios catalanistas predominantes. De esta manera puede decirse que el nacionalismo vasco tuvo un carcter ms popular que el cataln. En el Pas Vasco el nacionalismo tuvo un carcter profundamente catlico, mientras que en Catalua existieron por lo menos dos tradiciones al respecto: una catlica y conservadora y otra republicana y laica. Una posible diferencia adicional entre los dos nacionalismos consiste en que el nacionalismo vasco fue obra casi exclusiva de una sola persona, Sabino Arana Goiri. El elemento religioso jug en l un papel esencial, mientras que en lo poltico se declaraba republicano. En ocasiones haca manifestaciones de tono racista, que deben ser entendidas como un deseo de mantener la vida tradicional vasca empleando un lenguaje muy caracterstico de la poca, pero que tena entonces un sentido muy distinto del actual. A Arana le caracteriz un tono muy radical en su momento inicial, hasta el punto de que se refera a la actitud posibilista como el error catalanista e incluso alguno de sus seguidores no excluy el empleo de la violencia. Sin embargo, a la hora de su muerte en el ao 1903 haba iniciado ya el rumbo hacia una moderacin tctica. Lo cierto es, sin embargo, que sta no fue compartida por todos los dirigentes del partido, de tal modo que siempre hubo una cierta heterogeneidad interna. A pesar de ello, a mediados de la primera dcada de siglo se impuso una tendencia moderada, gracias a la cual los nacionalistas llegaron a obtener el nombramiento gubernativo de dos alcaldes de Bilbao. El desarrollo poltico-electoral del nacionalismo vasco fue tardo: aparte de que en Bilbao no tuvo representacin poltica importante sino en la primera posguerra mundial. La importancia del ala liberal y laica del nacionalismo vasco fue considerablemente inferior a la de sus paralelos catalanes. En cuanto al galleguismo y el valencianismo se puede decir que no tuvieron impacto poltico apreciable durante el primer tercio del siglo XX. Tanto en Galicia como en Valencia existan, aunque quiz en un grado muy inferior al de Catalua o el Pas Vasco, factores culturales que favorecan la creencia en una personalidad caracterstica. Pero ciertamente en ambas regiones falt un desarrollo econmico que tendiera a la vez a la diferenciacin con respecto al resto de Espaa. En realidad, se puede decir que en el terreno poltico ms que nada lo que sucedi fue que determinadas frmulas polticas se tieron de un cierto regionalismo, sin derivar hacia un nacionalismo y, menos an, radical. El galleguismo cultural apareci pronto pero el poltico, que conect con reivindicaciones agrarias y que sufri la influencia del ejemplo cataln, no lleg a plasmarse en una fuerza poltica antes de la primera guerra mundial, aunque todas las que actuaron en la regin se atribuyeran una significacin ms o menos vagamente regionalista. Como en Catalua, el galleguismo tuvo una pluralidad de orgenes ideolgicos y resulta curioso tambin que al comienzo de la segunda dcada de siglo hubiera una Solidaridad gallega, en realidad muy distinta de la catalana pues la guiaban intereses agrarios. La importancia poltica del galleguismo no se tradujo en la consulta de escaos parlamentarios. Algo parecido sucedi en Valencia, de modo que tanto la derecha como la izquierda republicana procuraron manifestar una peculiaridad regionalista ms o menos marcada. A comienzos del siglo XX se produjo la transicin desde el regionalismo cultural al poltico, pero este ltimo no lleg a perfilarse como una solucin autnoma, ni siquiera despus de las primeras asambleas de carcter regionalista. En este caso, como en el

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  • vasco, hubo tambin que esperar a la primera posguerra mundial para que el valencianismo empezara a tener una traduccin poltica efectiva. poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1902 Fin: Ao 1907 Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano Si es preciso vincular el regeneracionismo y los movimientos regionalistas se tiene que hablar tambin de un cierto regeneracionismo republicano, puesto que aunque este movimiento poltico existiera desde los comienzos de la Restauracin, para l tuvo el desastre del 98 un efecto galvanizador muy importante aunque tan slo temporal. Aunque el regeneracionismo ambiental supuso la incorporacin al republicanismo de los intelectuales, entre ellos Joaqun Costa y Benito Prez Galds, a principios del siglo XX, las esperanzas de que Espaa se convirtiera en Repblica con el paso del tiempo y, sobre todo, a partir de la Primera Guerra Mundial, ms bien tendieron a disminuir que a acrecentarse. El republicanismo, en efecto, fue perdiendo el apoyo de buena parte de las clases populares al mismo tiempo, mientras que el sistema poltico de la Restauracin, bastante ms slido de lo que poda parecer en su apariencia externa, mantena su capacidad de atraccin sobre los lderes de la causa republicana. A comienzos de siglo el republicanismo conservaba todava el apoyo de la mayor parte de las clases populares urbanas e incluso de los sindicatos. Sin embargo, estaba dividido en varias tendencias ideolgicas y afectado tambin por importantes divergencias estratgicas. Pero la conciencia de crisis finisecular tuvo como consecuencia una colaboracin poltica que permiti considerables xitos electorales en el comienzo del nuevo siglo, en especial en 1903. Pasado este momento de euforia el republicanismo mantuvo una considerable influencia en los medios intelectuales y represent un papel reformista en lo social y liberal en lo poltico oponindose, por ejemplo, a la intervencin de los militares en la vida poltica a travs de la Ley de Jurisdicciones. Sin embargo, la aparicin de los movimientos regionalistas tuvo para l un efecto negativo al enfrentarle con un nuevo problema respecto al cual se reprodujeron las divisiones anteriores. Los federalistas siguieron la senda del nacionalismo perifrico mientras que, en cambio, otros republicanos fueron incluso demaggicamente espaolistas. La frmula ms original del republicanismo fue la representada por el Partido Radical de Alejandro Lerroux, al que se puede considerar, adems, como un ejemplo singular de lo que es el republicanismo de comienzos de siglo. Bohemio y demagogo e incluso acusado con fundamento de inmoralidad administrativa, Lerroux se convirti sin embargo en movilizador de las clases populares barcelonesas entre las que tuvo un prestigio indudable, el mismo que entre las valencianas tena el escritor Vicente Blasco Ibez, lder de un movimiento poltico muy semejante. La plebe urbana de las grandes ciudades y una parte de la burguesa anticlerical alimentaron el republicanismo, que consigui estructurarse para la poltica en organizaciones relativamente modernas. En muchos sentidos antittica fue la posicin representada por el Partido Reformista, nacido en 1912 y que tuvo entre sus filas a algunos de los ms conocidos intelectuales espaoles de la nueva generacin, como Ortega y Gasset y Azaa. Su programa insista sobre todo en los contenidos y no en el cambio de rgimen; su semejanza mayor la

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  • encontramos en los programas del liberalismo radical de la Gran Bretaa de su tiempo. En realidad, en materia de rgimen el reformismo lo que hizo fue reproducir el posibilismo que caracteriz a Castelar hasta el momento de su muerte. Sin embargo, el principal inspirador del reformismo fue evolucionando con el transcurso del tiempo hasta convertirse en algo parecido a un apndice ms del partido liberal, con una zona de influencia clientelar localizada en Asturias. Aunque el republicanismo dio la sensacin a principios de siglo de poner en grave peligro a las instituciones polticas monrquicas, la verdad es que con el transcurso del tiempo, a lo largo de todo el reinado de Alfonso XIII, fue disminuyendo su peligrosidad respecto a las instituciones. Las nicas posibilidades de los republicanos estaban en los errores de la monarqua. En este sentido su evolucin fue muy distinta de los partidos nacionalistas cuyo impacto fue creciendo a medida que avanzamos en el siglo.

    El gobierno de Maura (Espaa)

    poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1907 Fin: Ao 1909 Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano En enero de 1907 ascendi al poder el partido conservador con Antonio Maura a la cabeza como jefe indisputado despus de la muerte de Fernndez Villaverde y Romero Robledo. Maura era consciente de que el sistema poltico de la Restauracin careca de verdadero apoyo popular. La misin del partido conservador haba de ser, por tanto, llenar de vida las instituciones existentes apelando a lo que l denominaba, siguiendo la terminologa de Costa, la masa neutra que se mostraba indiferente a la participacin en la vida pblica. Era ste, sin duda, un propsito claramente liberal y aun en ello radicaba una diferencia de matiz con respecto a Silvela. Maura contaba con el apoyo unnime de su partido, a pesar de que le haba caracterizado desde el principio un tono exigente y disciplinado con respecto a l. As, en los treinta y tres meses de su gobierno slo hubo dos crisis ministeriales, en Hacienda y en Guerra, por motivos de salud. Su equipo tena un signo derechista dentro del conservadurismo y mantuvo buenas relaciones con el Rey porque Alfonso XIII ahora intervena menos en la vida poltica y sus relaciones con el Presidente fueron siempre de respeto. La labor realizada por Maura desde el poder no tiene parangn con nada de lo intentado o realizado hasta entonces por los polticos del rgimen: cuando en 1909 dej el gobierno se haban aprobado 264 disposiciones, de las que la mitad lo haban sido por las dos Cmaras y el resto slo por el Congreso. Del conjunto de su actuacin sobresalen las medidas de carcter econmico-social que tuvieron una inmediata repercusin en el terreno econmico, como la ley de proteccin a la industria nacional o la de fomento de industrias y comunicaciones martimas, que estimularon la siderurgia vasca. En cuanto a las medidas de carcter social, algunas tuvieron una trascendencia muy importante y otras no pasaron de buenas intenciones. Merece la pena citar la ley de Colonizacin interior, la creacin del Instituto Nacional de Previsin, la ley de emigracin, la de los tribunales industriales, la del descanso dominical, la de

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  • funcionarios, etc... Desde el Ministerio de Gobernacin La Cierva reorganiz la polica y persigui el bandolerismo. Dispuso Antonio Maura de un amplio programa poltico basado en el regeneracionismo caracterstico de la poca. La reforma de la ley electoral de 1907 introdujo novedades como el voto obligatorio, el nombramiento automtico del candidato que no tuviera contendiente, la determinacin de la validez de las actas con la intervencin del Tribunal Supremo, etc... Todas estas medidas tendan a hacer resplandecer la pureza electoral. Sin embargo, a pesar de su aprobacin no evit que el comportamiento ciudadano en esencia fuera el mismo. Maura intent sacar adelante una ley de Terrorismo, pero hubo de retirarla ante la oposicin de los liberales y las izquierdas. El mayor inters del poltico conservador se centraba en una ley de Administracin Local cuya reforma consideraba un asunto de trascendental importancia y un problema capital de la poltica. Su idea era que los abundantes medios de los que gozaba la Administracin central para intervenir en la vida local corrompan a sta y era la causa de que el sistema de la Restauracin fuera ficticio. Su reforma consista en ampliar considerablemente la autonoma municipal introduciendo frmulas de representacin corporativa, entonces bastante frecuentes, y la posibilidad de una cierta descentralizacin regionalista a travs de las mancomunidades provinciales. Como consecuencia de la aprobacin de la ley de Jurisdicciones de 1906 se form el movimiento Solidaritat Catalana, que en las elecciones del ao siguiente obtuvo un rotundo triunfo en esta regin, a pesar de los iniciales esfuerzos de Maura para evitarlo. El gran animador en las Cortes de Solidaritat fue Francesc Camb, con el que el poltico conservador tuvo coincidencias y discrepancias. Mientras que Maura quera revivir la Espaa oficial, Camb quera hacerla desaparecer ante la nueva que l representaba, lo que no impidi que se diera un acercamiento entre ambos que produjo las suspicacias de los izquierdistas catalanes, que vean con malos ojos el monopolio del catalanismo por Camb. Pronto la Solidaritat se desgarr por enfrentamientos internos y el proyecto de ley de Administracin se eterniz en las Cortes. Los liberales y las izquierdas teman que el proyecto tuviera como consecuencia el predominio nacional de los conservadores. El proyecto finalmente no fue aprobado pero es dudoso que, de haberlo sido, hubiera tenido el resultado que se le atribuy. Hasta junio de 1909 Antonio Maura apenas haba tenido que afrontar dificultades importantes en su gestin de gobierno, pero a partir de ese verano la situacin cambi rpidamente a causa de los acontecimientos de la Semana Trgica de Barcelona, que en buena medida determinaran el cambio de rumbo de la poltica espaola. En esta capital la situacin era explosiva desde haca bastante tiempo por el entrecruzamiento del problema catalanista con el social. Un incidente con los marroques cerca de Melilla oblig a enviar tropas desde la Pennsula y Maura, quiz pensando que la mejor forma de que los catalanes se sintieran unidos al resto del pas era que entraran en un conflicto blico en el Norte de frica, recurri a la tercera brigada, que estaba formada por reservistas catalanes casados. En general, la guerra de Marruecos fue siempre impopular entre las clases bajas pero ahora tambin lo fue en las clases altas y todos los partidos pidieron a Antonio Maura que se retractara de su decisin. Se produjeron penosas escenas y enfrentamientos muy duros en el embarque de las tropas para Marruecos. Como la protesta era general pronto se convirti en un movimiento urbano que tuvo al frente un comit de huelga integrado por los grupos polticos de izquierda. El 26 de julio estall la huelga general, que fue pacfica en un principio y aceptada por las clases medias. El gobernador civil, Ossorio, quiso evitar la entrega del poder a los militares y acab finalmente dimitiendo. El Ministro de la Gobernacin, La Cierva, declar que el movimiento tena carcter nacionalista y aisl Catalua. Pronto surgieron incidentes

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  • violentos cuando los huelguistas atacaron los tranvas y los jvenes radicales incendiaron edificios religiosos. Los sectores polticos ms moderados pasaron entonces de la aceptacin de la protesta al terror y, por otro lado, los participantes en los sucesos demostraron con su actuacin que protagonizaban una revolucin que no tena un objetivo preciso. No slo no hubo programas sino tampoco proclamas o panfletos que explicaran lo que pretendan los revoltosos. El movimiento se colaps en s mismo sin llegar a ser propiamente dominado por las armas. En una semana de disturbios hubo un centenar de muertos y se quemaron 63 edificios. La represin fue de gran dureza: hubo 17 condenas a muerte (slo se ejecutaron 5) y ms de un millar de personas fueron arrestadas. La figura ms conocida fue Francisco Ferrer Guardia, cuya ejecucin levant oleadas de indignacin no slo en Espaa sino tambin en toda Europa. Haba tenido en el pasado contactos con anarquistas pero en este caso, bien a su pesar, no lleg a dirigir en absoluto los incidentes. El gobierno Maura cometi graves errores al enfrentarse a los sucesos de Barcelona. No slo haba hecho mal recurriendo a los reservistas sino que haba dejado la ciudad baja de moral y con una escasa guarnicin. La ejecucin de Ferrer Guardia fue un error no slo jurdico sino poltico y le convirti en el nuevo mrtir de la Inquisicin. Despus de la dura represin, los liberales exigieron su cada del poder. La actitud del rey fue de apoyo a Maura, hasta que pudo apreciar la violencia de la oposicin liberal y en consecuencia acab por aceptar a Maura una dimisin que ste no haba presentado. El poltico conservador dimiti indignado y quiz agravios como ste fueron deteriorando poco a poco la imagen del monarca. La herencia de Maura fue recogida por Segismundo Moret en octubre del ao 1909, pero slo por unos meses, ya que el jefe liberal fue incapaz de enfrentarse a los acontecimientos y a la oposicin de la mayora de los polticos, incluidos los propios liberales. La crisis, por tanto, no tard en estallar

    El gobierno de Canalejas (Espaa)

    poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1909 Fin: Ao 1912 Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano En el mes de febrero de 1910, Jos Canalejas sustituy a Moret en la jefatura del gobierno. Era un regeneracionista a la manera de Maura: si ste quera atraerse a la masa neutra, Canalejas haba representado durante aos la propaganda popular desde el liberalismo monrquico. Posea dotes de mando y gracias a l por primera vez desde la Restauracin los liberales encontraron un verdadero jefe. Como prueba de las esperanzas que despert su nombramiento algunos intelectuales republicanos ingresaron en el partido liberal. Rpidamente supo imponerse en la jefatura de su partido e incluso los propios partidarios de Moret aceptaron su direccin aunque les pesara. En los crculos palatinos fue recibido con temor, recelosos por el tono izquierdista con que siempre se haba expresado. Por otro lado, si Maura no haba experimentado dificultades en su gestin hasta casi el final de su mandato, Canalejas tuvo frecuentes

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  • problemas relacionados sobre todo con el orden pblico. Pero supo hacerles frente con autoridad, lo que tranquiliz a las clases conservadoras. En ocasiones fueron simples conflictos laborales aunque a veces complicados por afectar a los servicios pblicos como, por ejemplo, la huelga de ferroviarios del verano del ao 1912, en la que Canalejas hubo de recurrir a su militarizacin. Otras veces fueron sbitas explosiones de violencia sin que tuvieran un propsito revolucionario concreto. La labor legislativa de Canalejas, comparada con la de Maura, resulta mucho ms discreta pero tambin muy efectiva. Present un proyecto para sustituir el Impuesto de Consumos por uno progresivo sobre las rentas urbanas, que caus las iras de los medios acomodados. Para pedir su aprobacin, Canalejas hubo de recurrir a la llamada a la disciplina y aun as 30 liberales votaron en contra. Otra medida popular fue la reforma de la ley de Reclutamiento, por la que en tiempo de guerra el enrolamiento sera obligatorio y en tiempo de paz, sin embargo, slo durara cinco meses si se proceda al pago de una suma de dinero. Hasta entonces exista la redencin en metlico, que permita eludir la obligacin de incorporarse a filas a los jvenes burgueses. Sin duda las dos grandes cuestiones del gobierno de Jos Canalejas fueron la de las mancomunidades provinciales y la religiosa. En diciembre de 1911 los catalanes le entregaron un proyecto de mancomunidades provinciales que supona ciertas concesiones al regionalismo. En mayo de 1912 el gobierno present un proyecto menos amplio que ste pero que motiv las iras de centralistas y anticanalejistas. Hubo de recurrir el Presidente a uno de sus mejores discursos para lograr su apoyo y as consigui que la medida fuera aprobada por el Congreso y estaba pendiente de su paso por el Senado cuando el jefe liberal fue asesinado. Con respecto a la cuestin religiosa, Canalejas consideraba que el atraso cultural del clero espaol se deba al concordato a travs del cual se financiaba la Iglesia y, en consecuencia, pensaba que lo mejor era la separacin entre la Iglesia y el Estado, a la que quera llegar a travs de negociaciones. Roma no lo acept y las relaciones prcticamente se interrumpieron. En diciembre de 1910 se aprob la Ley del Candado, que impeda durante dos aos el establecimiento de nuevas rdenes religiosas sin autorizacin previa. Pero esta ley no tuvo eficacia al aceptarse una enmienda segn la cual la ley perdera su vigencia si al trmino de esos dos aos no se hubiera aprobado una nueva ley de Asociaciones y, aunque dicha ley fue presentada al Congreso en mayo del ao siguiente, sin duda era un plazo demasiado corto para el parlamentarismo de la poca. La labor de gobierno de Canalejas concluy de manera trgica cuando fue asesinado el da 12 de noviembre de 1912 en la Puerta del Sol a manos de un anarquista que no pretenda acabar con l sino con el monarca. A pesar de lo corto de su obra, Canalejas fue una esperanza del que poda esperarse mucho ms y, desde luego, el nico gran gobernante del partido liberal durante todo el reinado de Alfonso XIII. Sus sucesores, el primero de los cuales fue el Conde de Romanones, estuvieron sin duda muy por debajo de su talla poltica.

    La movilizacin de los catlicos (Espaa)

    poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1902 Fin: Ao 1917 Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

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  • (C) Genoveva Garca Queipo de Llano El papel de la Iglesia en la sociedad espaola constituy una de las cuestiones ms relevantes en la discusin poltica desde comienzos de siglo. Pero en una poca regeneracionista, se puede decir que el regeneracionismo lleg tambin al catolicismo. Esto supuso, por un lado, una movilizacin y, por otro, una actuacin utilizando unos procedimientos de una mayor modernidad. De todos modos, polmicas que en otras latitudes haban desaparecido a fines del siglo XIX todava perduraban en Espaa en tal fecha. El mejor ejemplo puede ser la negativa a actuar en el marco de unas instituciones liberales. Imitando el ejemplo italiano, los catlicos espaoles organizaron unos Congresos durante la dcada final de siglo que acabaron extinguindose en el mismo ao en que Alfonso XIII ascendi al trono, porque provocaban el enfrentamiento con las instituciones de la Restauracin. Sin duda, ese persistente integrismo -no debe olvidarse que el trmino tuvo carta de naturaleza en Espaa- tuvo mucho que ver con la polmica entre clericalismo y anticlericalismo. Al final de la primera dcada del siglo el integrismo estaba ya en franco retroceso, al menos como organizacin pero, al mismo tiempo, no se haba hecho mucho desde el lado catlico para llegar a una movilizacin de este sector de la sociedad espaola. En varias capitales de provincia se organizaron grupos polticos catlicos que contribuyeron a la independencia del sufragio, pero desde la propia jerarqua se limit este gnero de movilizacin. Lo cierto es que, siendo los dos partidos turnantes ajenos a cualquier intento de persecucin religiosa, esa actuacin de las masas catlicas en la vida pblica careca de sentido y el general retraso de la sociedad espaola hizo el resto. Un buen ejemplo de esta falta de peligrosidad del sistema de la Restauracin para el mundo catlico (y de su carencia de modernidad) nos lo proporciona el hecho de que la figura ms destacada del mismo fuera el marqus de Comillas, uno de los patronos ms conocidos de la poca pero todo lo contrario a un organizador de masas, aparte de ser figura muy integrada en el mundo de la Restauracin. En materia social, por ejemplo, cuando ya en otros pases europeos estaban organizndose sindicatos obreros, Comillas permaneca encastillado en una accin paternalista y caritativa. Sin embargo, en los ltimos aos del siglo XIX y primeros del XX, aunque al margen del marqus de Comillas, empezaron a surgir organizaciones a las que cabe atribuir la condicin de presindicales. El jesuita P. Vicent organiz unos crculos obreros que, aunque en su momento inicial tuvieron un carcter mixto, finalmente se dirigieron tan slo a las clases humildes; adems de ser en su origen instituciones puramente caritativas pasaron a ser, si no reivindicativas, al menos de carcter cooperativo. En los crculos de este tipo se debe buscar el origen del sindicalismo agrario que se difundi sobre todo en la mitad norte de la Pennsula y tuvo all una perdurable influencia. Fue una medida adoptada por influencia inicial de Maura, pero traducida en norma en 1906 cuando ste no estaba ya en el poder, la que facilit la existencia de estas entidades que solan tener un componente interclasista o estaban nutridas ms que de jornaleros de pequeos propietarios. Los sindicatos agrcolas cumplan funciones de asesoramiento tcnico, cooperativa, ahorro y mutualidad social y su afiliacin a la altura del estallido de la Primera Guerra Mundial no estaba tan lejana de la de UGT o CNT. En cambio, en el medio industrial el desarrollo del sindicalismo catlico propiamente dicho fue mucho ms lento. Hubo algunos intentos desde comienzos de siglo, pero slo en 1907 en Barcelona otro jesuita, el P. Palau, inici propiamente esta tarea que tuvo poca continuidad. En torno a 1910 los dominicos iniciaron una tarea de difusin de un sindicalismo profesional en el que el componente reivindicativo era palpable. Sin embargo, la fecha coincidi con una general actitud de prevencin por parte de la

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  • jerarqua catlica en todo el mundo. En realidad, en Espaa result poco menos que inexistente el modernismo como doctrina teolgica, lo que resulta una prueba a la vez de ortodoxia y de aislamiento y ausencia de debate intelectual en materias religiosas. El repudio del modernismo de cualquier manera se traslad desde el mbito terico al prctico y poco antes de la guerra mundial, como haba sucedido en ocasiones anteriores, fueron cortadas algunas de las iniciativas ms innovadoras que haban tenido lugar hasta el momento en este terreno social. En cambio perdur y habra de ser muy significativa una asociacin nacida en estos aos y que iba a estar conectada con los aspectos modernos del catolicismo espaol, al menos en el terreno prctico. En 1908 tuvo su origen la que luego sera denominada Asociacin Catlica Nacional de Propagandistas. La figura ms importante relacionada con ella fue ngel Herrera, que estuvo presente en las ms importantes iniciativas del catolicismo espaol durante el primer tercio de siglo. Lo que caracteriz a la Asociacin fue, en efecto, mucho ms el activismo que la reflexin doctrinal. Antes de 1914 estaba ya en marcha, a ttulo de ejemplo, la Editorial Catlica, que cont con el diario El Debate, buque insignia de una prensa moderna. No fue la nica iniciativa aunque s la ms importante y consigui, en un perodo relativamente corto de tiempo, que casi en la totalidad de las capitales de provincia hubiera un diario catlico.

    Transformacin econmica y social (Espaa)

    poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1902 Fin: Ao 1917 Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano La dcada final del XIX supuso en Espaa, como en el conjunto de Europa, una etapa de crisis econmica. En nuestro caso se podra pensar que esta situacin estara agravada por el hecho del desastre del 98 pero, en realidad, ste tuvo unas consecuencias econmicas que pueden calificarse de netamente positivas en cuanto que produjo una importante repatriacin de capitales. La crisis econmica, sin embargo, produjo una inflexin que habra de ser de una enorme repercusin en la historia econmica espaola. Al entrar los productos nacionales en competencia con nuevos productores cuyos precios eran mucho ms bajos, se produjo una creciente tendencia hacia el establecimiento de barreras proteccionistas, favorecidas por la organizacin de cada rama de la produccin en organizaciones sectoriales. Ya en la dcada de los noventa los aranceles empezaron a subir, pero con la reforma de 1906 se convirtieron en los ms altos de toda Europa: la proteccin era normalmente del 50% y los derechos deban ser pagados en oro. Cuando en 1907 lleg al poder, Maura inici una poltica de corte muy nacionalista y de estmulo directo a la produccin a travs de la directa intervencin del Estado. As se configur toda una tendencia en la poltica econmica espaola que habra de alcanzar su momento culminante durante la dictadura del general Primo de Rivera. Sealados estos rasgos generales en la evolucin de la poltica econmica, la impresin predominante en un examen general de los distintos sectores productivos es la de que en todos ellos se produjo una modernizacin que puede parecer modesta, pero que en

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  • trminos comparativos resulta significativa. En la agricultura, por ejemplo, el ritmo de crecimiento se duplic, a pesar de lo cual era de tan slo un 1,5% anual. El incremento se debi principalmente a la introduccin de nuevas tcnicas. No slo se introdujo maquinaria importada sino que, adems, la produccin de abonos aument y en el ao del estallido del conflicto mundial era ya superior a la importada. Tambin se produjo una importante difusin del regado aunque mucho ms gracias a la iniciativa privada que a la de carcter pblico, inducida por uno de los aspectos de la mentalidad regeneracionista. Este fue el caso, a ttulo de ejemplo, de Valencia. El conjunto de estas innovaciones en la forma de cultivo produjo un cambio en la produccin. Desde comienzos de siglo Espaa se autoabasteci de trigo y hasta los aos treinta la superficie cultivada creci en aproximadamente un tercio. La vid tard en recuperarse de la crisis de la filoxera, pero el valor de la produccin se increment de forma considerable aunque lo hiciera menos la extensin del cultivo. El olivo no lleg a duplicar el nmero de hectreas dedicadas al cultivo durante las tres primeras dcadas del siglo pero sextuplic su produccin. Lo ms novedoso en lo que respecta a la agricultura espaola del comienzo de siglo reside en la difusin de cultivos de cara a la exportacin. A fines del XIX el incremento de la exportacin de la naranja valenciana se llevaba a cabo a un ritmo de incremento del 20% anual. Desde comienzos del XX hasta el final de la segunda dcada se pas de 3 a 10 millones de toneladas. En un tono menor la almendra tambin se convirti en un cultivo de exportacin conectado con la propiedad parcelada. Papel de parecida importancia a la exportacin cabe atribuir a la configuracin definitiva de un mercado nacional, gracias a lo cual se fue introduciendo una creciente especializacin. De estos aos data, en efecto, la especializacin ganadera de Asturias y de Galicia. En sta la industria conservera data tambin de estos momentos. El comienzo de siglo tambin resulta esencial para entender la configuracin definitiva del sistema bancario espaol hasta el momento actual. La repatriacin de los capitales procedentes de las colonias facilit la creacin en 1901 del Banco Hispanoamericano y, al ao siguiente, la conversin del Crdito Mobiliario en Banco Espaol de Crdito. El resto de los grandes bancos espaoles procedieron de la capitalizacin obtenida por la exportacin de mineral de hierro hacia Gran Bretaa y por eso remiten a nombres vascos (Bilbao, Urquijo, Vizcaya...). Desde un principio la banca espaola tuvo un carcter mixto, no slo comercial sino tambin industrial. Asimismo, en el terreno industrial los aos del comienzo de siglo presenciaron novedades muy importantes. Las primeras grandes empresas de produccin siderrgica datan de estos aos -Altos Hornos, 1902- lo que en la prctica supuso que una porcin considerable de la produccin de hierro quedara en Espaa y no fuera, por tanto, exportada hacia Gran Bretaa. Todava en 1914 la exportacin era la actividad mayoritaria, pero ya la ra de Bilbao se haba convertido en la zona siderrgica por excelencia en Espaa. El otro mundo industrial, Catalua, pas por una crisis como consecuencia de la prdida del mercado colonial, pero el arancel de 1906 le reserv en la prctica la totalidad del mercado interior, no slo del algodn sino tambin de la lana. Sin embargo, la industria catalana no tuvo tan slo esta faceta conservadora sino tambin otra mucho ms innovadora en la que pudo competir, con ventaja incluso, con el Pas Vasco. As sucedi en los sectores de la electricidad, el cemento o la industria qumica. Con la primera se produjo la sustitucin del vapor como fuente energtica por excelencia. Aunque Iberduero e Hidroelctrica Espaola fueran empresas vascas, durante la guerra mundial la industria textil catalana logr sustituir el vapor en su totalidad. La produccin de cemento y la qumica tuvieron su centro de gravedad en

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  • Catalua de forma casi exclusiva. De los cambios sociales acontecidos en estos aos de comienzo de siglo el ms importante es el que se refiere a la movilidad de la poblacin. En los tres primeros lustros del siglo el 10% de la poblacin espaola se desplaz. Lo hizo principalmente del campo hacia la ciudad, de modo que las dos grandes capitales recibieron aproximadamente medio milln de habitantes. Pero hubo tambin desplazamientos de ms amplio recorrido. Durante el mismo perodo Iberoamrica recibi un tercio de milln de habitantes. En el momento en que estall la guerra Argentina tena una colonia de medio milln de espaoles, principalmente gallegos. En el trnsito de un siglo a otro la mitad de los gallegos emigraron. Ese fue un testimonio de una sociedad tradicional que iniciaba su transformacin. poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1902 Fin: Ao 1917 Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano Pese a que se ha solido atribuir una gran conflictividad a la sociedad espaola a comienzos del siglo XX, la realidad es que sta resulta inferior a lo que es habitual admitir y ello no por la ausencia de diferencia entre los poderosos y los humildes sino por el carcter tradicional de la sociedad. El impacto del movimiento huelgustico fue reducido hasta la segunda dcada de siglo. Los conflictos con mucha frecuencia tenan un componente violento y solan concluir con la intervencin de una autoridad mediadora, casi siempre la militar, que no en vano era la responsable en ltima instancia del orden pblico. Luego, como veremos, se recurri a otros procedimientos para llegar al acuerdo. De cualquier modo las huelgas estuvieron siempre concentradas en tan slo unos cuantos puntos. En realidad, el movimiento obrero quedaba reducido a algunas ciudades o ncleos fabriles. La afiliacin sindical no debi superar el 30% nada ms que en Madrid y Barcelona y la media nacional se situ tan slo en el 5%, un porcentaje adems que inclua muchas sociedades de carcter republicano y no socialista o anarquista. Si en ocasiones se ha presentado una imagen de excesiva conflictividad en la sociedad espaola de la poca, una parte de las razones reside en el hecho de que se presenta a sta como carente de cualquier punto de contacto entre sus diversos sectores ideolgicos. Esta impresin, sin embargo, no se sostiene y menos an en lo que respecta a materias sociales. En efecto, el Instituto de Reformas Sociales fue creado en 1903 con unos antecedentes que se remontaban nada menos que a 1891, cuando por vez primera se constituy una Comisin con el mismo nombre destinada a recabar informacin sobre el particular. Desde 1903 el Instituto tuvo una organizacin administrativa, una inspeccin y una presencia plural en lo ideolgico que garantizaba su imparcialidad. All, en efecto, los vocales de representacin obrera -socialistas- se encontraban con catlicos y con liberales, monrquicos o republicanos. En la prctica muchas de las disposiciones que fueron aprobadas sobre materias sociales tuvieron un carcter consensuado. Algo parecido cabe decir del Instituto Nacional de Previsin. El rasgo ms caracterstico del movimiento obrero espaol es, tal como en muchas ocasiones se ha dicho, el predominio en l del anarquismo, pero esta afirmacin, que es

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  • vlida en trminos generales, lo es mucho menos a comienzos de siglo. Factores de ndole histrica, ms que el retraso de la sociedad espaola -como en otro tiempo se esgrimi- contribuyen a explicar ese predominio anarquista: la tradicin federal, la flexibilidad organizativa o el hecho de que se implant primero en Espaa. Pero existe tambin un factor que deriva del momento histrico. En todo el mundo mediterrneo result mucho ms habitual el predominio anarquista que el socialista en los aos que precedieron a la Primera Guerra Mundial. La peculiaridad espaola consistira, no tanto en la existencia de este predominio como en lo muy duradero que fue. En otras latitudes existi un anarcosindicalismo que deriv pronto hacia el puro y simple sindicalismo, mientras que en Espaa el ideal revolucionario dur mucho ms tiempo. En el cambio de siglo, el ideal anarquista se identificaba con la huelga general. Esta podra poner en peligro de colapso al Estado burgus. De cualquier manera ste era considerado como una especie de instrumento de contaminacin de los ideales revolucionarios, de tal modo que los anarquistas predicaban la accin directa que pusiera en relacin tan slo a patronos y obreros. Este era el lenguaje comn entre todos los anarquistas de la poca, pero la realidad era que exista en este mundo una pluralidad de manifestaciones muy grande e incluso contradictoria. Militaban en el anarquismo, por ejemplo, intelectuales que despreciaban a los sindicatos y que podan ser ms partidarios de la violencia que los obreros afiliados a organizaciones sindicales. Desde el final de siglo hasta 1904 hubo un perodo en que desapareci el atentado personal, que en los aos del fin de siglo haba sido protagonista principal de la vida barcelonesa, ms que nada por el propio desvo de los anarquistas hacia esta tctica. Sin embargo, reapareci a partir de esta fecha con nuevos bros encontrando ms apoyo entre estudiantes e intelectuales que en los medios obreros. Mateo Morral, que atent contra el Rey en 1905, puede ser un buen ejemplo de estos terroristas mientras que Ferrer lo fue de quienes les prestaban ayuda. Resulta toda una paradoja que fuera ejecutado en 1909 cuando no haba participado en los acontecimientos de la Semana Trgica y no, en cambio, por aquellos otros. Tras este momento de furia terrorista, las manifestaciones de este fenmeno fueron otras -la colocacin de bombas- hasta que ya en la segunda dcada del siglo y hasta la posguerra el atentado desapareci. Tampoco hubo continuidad en la protesta campesina andaluza, que alcanz momentos culminantes en 1903 y 1905, acompaada de un mesianismo entusiasta pero que result efmero. El jornalero andaluz se comport en buena medida como un rebelde primitivo, pues si por un lado cre organizaciones sindicales muy activas, con el transcurso del tiempo acab por sumirse en la pasividad. En cuanto al mundo urbano cabe decir que fue precisamente en el cambio de siglo cuando empez a tomar cuerpo el que constituira el principal organismo sindical anarquista con una ubicacin que pronto se convertira en tradicional. En efecto, todava en los primeros aos de siglo el anarcosindicalismo estuvo localizado en Madrid. Difundido el mito de la huelga general, de procedencia francesa, su primer ensayo tuvo lugar en Barcelona en el ao 1902. Estuvo lejos de ser una verdadera intentona revolucionaria pero result un antecedente simblico. En cambio, con la entrada en la segunda dcada del siglo el sindicalismo de significacin crata lleg a su perfil definitivo. Los antecedentes hay que situarlos en 1907 cuando, en paralelismo con la creacin de Solidaridad Catalana, fue organizado un sindicato con la denominacin Solidaridad Obrera que, si no dur, al menos se conserv en el ttulo del primer diario anarcosindicalista. Originariamente se trataba de un sindicato plural en el que militaban socialistas y republicanos, aparte de los anarquistas. Tras los acontecimientos de la Semana Trgica de Barcelona en la que participaron por igual republicanos radicales y anarquistas se produjo una refundacin del sindicato

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  • ahora con su nombre definitivo, Confederacin Nacional del Trabajo (1910). Si la denominacin era muy semejante a la del principal sindicato surgido en Francia, sin embargo no sigui las pautas marcadas por l puesto que, sin olvidar las reivindicaciones puntuales para modificar las condiciones de trabajo, siempre consider que en el momento final la sustitucin del rgimen burgus por otro nuevo tendra lugar mediante un acto violento. Esta vertiente revolucionaria se hizo patente de manera muy clara desde 1911. La prctica de la huelga revolucionaria llev a la CNT a la clandestinidad y a la desarticulacin, pero se haba recuperado ya en 1913 y dos aos despus reiniciaba un crecimiento que la convirti en protagonista de la vida social en la posguerra mundial. En afiliacin llevaba ya la CNT una notable ventaja al movimiento socialista, con la caracterstica complementaria de que dominaba en la zona industrial por excelencia de la Espaa de la poca. En cambio, el socialismo apenas si tena 4.000 afiliados a fines del siglo XIX. Su principal dirigente, Pablo Iglesias, un tipgrafo madrileo, adusto, poco flexible y muy entregado a la causa de la organizacin obrera, no fue un terico original pero se convirti en cambio en un ejemplo de dedicacin a la causa. Su interpretacin del marxismo era un tanto esquemtica en cuanto que se basaba en una radical contraposicin entre la burguesa, incluida la republicana, y el proletariado. Por otra parte, la estrategia del partido tena un contenido un tanto contradictorio en cuanto que presupona un resultado final revolucionario, pero tambin un camino de progresivas conquistas que en la prctica resultaba reformista. Pero el socialismo tena una fuerza tan modesta a comienzos de siglo que poda permitirse esta aparente contradiccin. Muy caracterstico del socialismo espaol fue un crecimiento muy lento pero constante. Sin embargo, la fuerza del anarquismo lo interrumpi en los aos iniciales de siglo. En torno a 1905 el socialismo decreca y la situacin no cambi hasta que cinco aos despus, cuando Pablo Iglesias se decidi a efectuar un cambio estratgico importante. La protesta por la guerra de Marruecos, combinada con la repercusin en la opinin obrera del gobierno de Maura y los sucesos de Barcelona, le indujeron a colaborar con los republicanos. En la eleccin de 1910 Iglesias fue elegido diputado por Madrid y as por vez primera el socialismo pudo tener una voz parlamentaria. En los cuatro aos siguientes, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, aument el nmero de concejales socialistas y, sobre todo, el nmero de militantes del sindicato socialista (Unin General de Trabajadores) se triplic aproximndose a los 150.000. Al mismo tiempo, en el seno del partido emergi una ala izquierdista, acontecimiento poco significativo por el momento, puesto que la disciplina caracteriz siempre al partido en el que tambin ingresaron algunos intelectuales (Julin Besteiro sera el mejor ejemplo). Hay que tener en cuenta que si existen todas estas pruebas del incremento del peso especfico del socialismo en la vida poltica espaola tambin las hay de sus evidentes limitaciones. La implantacin sindical y poltica del socialismo slo fue relevante en Asturias y Vizcaya, aparte de Madrid y slo en la capital el sindicato tena una nutrida afiliacin que trascenda los lmites de la significacin poltica. Sin embargo, en cierto sentido Bilbao result ms propiamente la protagonista principal del socialismo espaol en el sentido de que all tuvieron lugar las batallas sindicales ms duras. Indalecio Prieto, un periodista autodidacta y orador eficacsimo, fue su figura estelar. En cuanto a Asturias, la fortaleza del socialismo se debe atribuir a su sindicato minero que ya antes de la guerra mundial agrupaba a ms de la mitad de los trabajadores de esta rama. Slo en torno al ao 1910 se empez a producir un cierto crecimiento del socialismo en otras latitudes como, por ejemplo, en Alicante. Pero para concluir citando un nuevo caso demostrativo de la limitacin del socialismo espaol de la poca, baste con recordar que

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  • no exista a estas alturas una organizacin en ramas de industria, sino que los sindicatos aparecan organizados tan slo localmente. Difcilmente se poda producir un movimiento revolucionario en estas condiciones.

    Espaa y la Primera Guerra Mundial (Espaa)

    poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1914 Fin: Ao 1918 Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano Aproximadamente a partir del ao 1913 se produjeron una serie de circunstancias que colocaron en una situacin crecientemente crtica a la monarqua constitucional, hasta el momento de su definitivo colapso en el ao 1923. Desde el punto de vista poltico, a partir de 1913 desaparecieron las posibilidades de regeneracin del sistema desde s mismo. Ni siquiera los partidos polticos del turno enunciaron a partir de este momento esos propsitos y su creciente fragmentacin contribuye a hacer que la vida poltica espaola fuera cada vez ms complicada con el transcurso del tiempo. El momento inicial de este proceso tuvo lugar en 1913-1914 cuando, tras la muerte de Canalejas, se produjo la paralela divisin del partido liberal y del conservador. Este hecho coincidi aproximadamente con el estallido de la guerra mundial, un acontecimiento de envergadura que produjo un cambio sustancial en la vida pblica espaola. A partir de este momento, los acontecimientos dominaron a los polticos en vez de suceder en sentido inverso. Espaa era una potencia europea que en este marco geogrfico desempeaba un papel de segundo rango. Careca de la potencia econmica y militar suficiente como para presentarse como un aliado deseable a cualquiera de las grandes potencias europeas. La vinculacin mediterrnea de nuestro pas y sus intereses en Marruecos ponan en contacto a la poltica exterior espaola con las de Inglaterra y Francia; por eso, las relaciones con estos dos pases fueron ms frecuentes y estrechas. Pero como se demostr en el tema de Marruecos, sus intereses no siempre coincidan con los espaoles. La diplomacia franco-britnica centr su objetivo ante el conflicto en evitar que Espaa entrara en el rea de influencia alemana. Por su parte, Alemania utiliz el acercamiento a Espaa para atemorizar o dividir a sus adversarios. Hay que partir de estas premisas para entender la actitud espaola ante la Primera Guerra Mundial. Cuando se produjo el conflicto nuestra postura hubo de ser necesariamente de neutralidad, fundamentalmente por pura impotencia. La guerra mundial supuso para Espaa un motivo ms de enfrentamiento entre derechas e izquierdas, pero los gobernantes espaoles supieron mantenerse en una efectiva neutralidad. Para las derechas, Alemania y sus aliados representaban el orden y la autoridad. En cambio, para las izquierdas, al lado de Francia e Inglaterra estaba "la causa del derecho, la libertad, la razn y el proceso contra la barbarie", como deca Alejandro Lerroux. Los polticos del turno se vieron afectados por la violencia de la polmica en el seno de la sociedad espaola. En el momento del estallido de la guerra, el jefe del Gobierno, Eduardo Dato, mostr una actitud de absoluta neutralidad e intent

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  • que las polmicas en la prensa y entre la opinin pblica no pusieran en peligro la actitud espaola. La neutralidad fue netamente positiva para Espaa porque su mantenimiento le permiti un crecimiento econmico importante. Si la poltica espaola se vio gravemente afectada por la guerra no fue menos importante el modo en que la sociedad nacional sufri el impacto del conflicto blico, hasta el punto de que ha llegado a afirmarse que ste tuvo una entidad y trascendencia capitales para el desarrollo del capitalismo espaol. Una verdadera riada de oro lleg a las arcas de los industriales y comerciantes espaoles. El comercio exterior creci a un buen ritmo: basta con decir que si en los aos de la preguerra nuestra balanza comercial tena un saldo negativo de entre 100 y 200 millones de pesetas, ahora de manera brusca pas a ser de unos 200 a 500 millones de saldo positivo. La razn era sencillamente que una serie de productos de exportacin haban experimentado una gran demanda en el mercado extranjero y otros que hasta ahora no haban tenido ms que un mercado nacional, debido a las circunstancias especiales de la guerra, resultaron rentables para otras naciones. Desde luego, el caso ms caracterstico fue el de la minera de hierro vasca, que vio multiplicarse por catorce su cifra de negocio, y el del carbn asturiano, que por sus difciles condiciones de explotacin se hallaba en clara desventaja frente a otros carbones europeos. A partir del inicio de la guerra la produccin de carbn en Espaa aument anualmente entre un 10 y un 20%, pasando el nmero de mineros en Asturias de 17.000 a 40.000 y los beneficios de la empresa Duro-Felguera se multiplicaron por ocho. Otra industria nacional afectada directamente por la guerra mundial fue la de los fletes. El aumento de la demanda mundial y las dificultades provocadas por el bloqueo submarino alemn tuvieron como consecuencia una inmejorable situacin para las navieras. Entre 1918 y 1920 se crearon 56 nuevas empresas de este tipo y los precios de los transportes martimos haban crecido tanto que los dividendos de algunas de esas empresas llegaron a ser del orden del 500%. Otros sectores crecieron quiz menos espectacularmente, pero su avance se mantuvo ms tiempo. En trminos generales puede afirmarse que toda la actividad econmica espaola se vio muy estimulada por la Primera Guerra Mundial. Adems, hubo dos hechos que, nacidos como consecuencia de la guerra, con el paso del tiempo se convirtieron en elementos vertebradores de la economa espaola incluso hasta el momento presente. En primer lugar, la guerra favoreci la nacionalizacin de la economa espaola en varios sentidos: as como antes del conflicto una parte importante de las empresas mineras y ferroviarias seguan en manos de capital extranjero, ahora el capitalismo espaol aprovech la ocasin para rescatar una Deuda Pblica exterior. Para la banca espaola y, en especial la vasca, la guerra mundial supuso el salto decisivo. A principios del siglo XX haban surgido algunos de los bancos ms importantes; ahora aparecieron otros, pero la novedad ms destacable consisti en el cambio del centro de gravedad de la banca espaola, su considerable progreso y su papel financiador de ahora en adelante de la industria nacional. As como a principios de siglo el capital de la banca catalana era tres veces superior al de la vasca, ahora cambi por completo la situacin debido en parte a que aqulla haba sido incapaz de superar su organizacin familiar o cuasifamiliar que la llevara a tener importantes dificultades en los aos de la posguerra. Los recursos propios de la banca espaola se triplicaron, los ajenos se multiplicaron por cuatro y la cartera de valores por cinco, con unos beneficios que en ocasiones sobrepasaron el 20%. Adems, la banca desempear un creciente papel en la industria a partir de este momento y desde luego esta vinculacin entre ambas es un hecho que todava perdura. Pero tambin la guerra mundial tuvo consecuencias menos positivas en lo relativo a los

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  • aspectos sociales. Aunque la produccin de las materias alimenticias no se contrajo, sin embargo en Espaa se produjo un sbito encarecimiento motivado porque parte de la produccin sali a los mercados extranjeros, donde se podan conseguir unos mayores beneficios. Se ha calculado que los productos de primera necesidad experimentaron un alza del 15% durante la guerra. Los salarios crecieron tambin debido en parte a la fuerza creciente de los sindicatos obreros y porque los patronos consideraron mucho ms rentable en aquel momento un alza de salarios que una suspensin de la produccin. Sin embargo, por lo que parece, los salarios fueron por detrs de los precios, al menos hasta el ao 1919, produciendo tensiones sociales que pesaran gravemente en el posterior desarrollo de los acontecimientos.

    Gobiernos de Dato y Romanones (Espaa)

    poca: Alfonso XIII Inicio: Ao 1913 Fin: Ao 1915 Antecedente: Espaa a comienzos del reinado

    (C) Genoveva Garca Queipo de Llano A finales de 1913 se produjo un cambio en la vida pblica espaola que tuvo la suficiente envergadura como para que, a partir de este momento, fueran otros sus protagonistas. Despus de la muerte de Canalejas no volvi a existir un liderazgo unido del partido liberal y, aunque los nuevos jefes del mismo -en especial, Romanones- fueron en realidad bastante mejores de la imagen tpica que de ellos ha quedado, la disgregacin se multiplic hasta el infinito. En el verano de 1913 el liberalismo apareca dividido en una tendencia encabezada por el citado y otra por Garca Prieto, pero diez aos despus haba siete u ocho. Pero a esta situacin se le uni, adems, la inutilizacin de Antonio Maura al frente del partido conservador. La herida de lo que ste interpret como desvo del monarca y conversin de los liberales en poco menos que revolucionarios result perdurable. Despus de haber mantenido una fuerte reticencia contra uno y otros en octubre de 1913, cuando la disgregacin de los liberales era ya patente, se neg a ocupar el poder y el Rey tuvo que recurrir al nombramiento de otra persona. En adelante Maura, con un reducido grupo de fieles, mantuvo una actitud negativa respecto a unirse al resto del partido conservador. Sus seguidores durante algunos aos animaron la vida pblica reclamando la participacin en ella de las masas neutras pero, en realidad, en su mayor parte sesgaron hacia una derecha clerical y autoritaria las tradicionales tesis conservadoras; otros, en cambio, evolucionaron en un sentido ms centrista. Maura, que siempre permaneci en el marco del liberalismo, se mantuvo como el poltico espaol ms respetado, al que se recurra en ocasiones crticas, pero a quien se impeda ejercer el poder en plenitud. Eduardo Dato se convirti en el sucesor de Antonio Maura en la jefatura del partido conservador. Hbil y dctil ante las circunstancias, fue uno de los introductores de la legislacin social en Espaa, pero sin embargo fue acusado por los mauristas de aplazar los problemas ms graves.