Estrés físico y fisiológico en las poblaciones de los ...
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Universidad de Chile Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Mención Antropología Física
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pprreehhiissppáánniiccaass ddee SSaann PPeeddrroo ddee AAttaaccaammaa
Memoria para optar al Título de Antropóloga Física
Nombre : Rocío López Barrales
Prof. Guía : Eugenio Aspillaga Fontaine
Co-tutor : Hermann M. Niemeyer
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Índice
1. Introducción 4
2. Antecedentes arqueológicos 7
2.1. San Pedro de Atacama. Contexto geográfico 7
2.2. San Pedro de Atacama bajo la esfera de influencia
Tiwanaku: Período Medio (400 – 950 d.C.) 8
2.3. Desarrollos Regionales: Período Intermedio Tardío
(1.000 – 1.400 d.C.) 11
2.4. Salud y calidad de vida en San Pedro de Atacama 15
3. Marco teórico 17
3.1. Modelos de estrés en bioarqueología 17
3.2. Principales indicadores de estrés utilizados 19
3.3. Estrés biomecánico y uso del cuerpo: osteofitosis
vertebral 20
3.4. Estrés fisiológico: cortisol 23
4. Problema de investigación 26
5. Objetivos 26
5.1. Objetivo general 26
5.2. Objetivos específicos 27
6. Material y Métodos 28
6.1. Muestra 28
6.2. Métodos 32
6.2.1. Osteofitosis vertebral 32
6.2.2. Cortisol 33
3
6.2.3. Posibles sesgos en el análisis de cortisol 35
7. Resultados 37
7.1. Osteofitosis vertebral 37
7.2. Cortisol 44
8. Discusión 50
8.1. Osteofitosis vertebral 50
8.2. Cortisol 56
9. Conclusiones 61
10. Bibliografía 65
4
1. Introducción
El estrés es un concepto muy utilizado en estudios de poblaciones actuales y
pasadas. Está generalmente asociado a patologías, aunque el fenómeno es
más complejo ya que corresponde a un mecanismo natural de adaptación
frente a condiciones ambientales empobrecidas y depende del ambiente, del
sistema cultural y de la resistencia del individuo (Larsen, 1999).
En la reconstrucción de los perfiles de salud de las poblaciones del pasado, el
estrés es un concepto clave, por cuanto permite acercarse a los procesos
adaptativos que estas poblaciones tuvieron frente a condiciones ambientales y
culturales particulares. Por ello es un tema central en los estudios de calidad y
estilo de vida (Goodman y Martin, 2002).
El ser humano se conforma por una compleja interacción entre biología, cultura
y ambiente, la que se expresa de distintas formas en el cuerpo humano (Larsen
2006). Por ello, una de las tareas más importantes de la bioarqueología es
identificar e interpretar esta compleja interacción a partir de restos humanos y
con ello llegar a inferencias bioculturales (Larsen, 2006).
Una parte importante de la información se pierde producto de procesos
tafonómicos, recuperándose la mayoría de las veces solo los restos
esqueletales y dentales del registro arqueológico. Aún así, el esqueleto
humano contiene una gran cantidad de información en cuanto a la salud y
bienestar, dieta, historia, estilo de vida (actividad), ancestría y rasgos biológicos
claves como sexo y edad (Larsen 2002).
Dentro de los principales objetivos de la bioarqueología está la reconstrucción
de la calidad y estilo de vida de las poblaciones del pasado (Pearson y
Buikstra, 2006; Larsen, 2006), siendo centrales la interacción entre biología y
comportamiento y el papel del ambiente en la salud y estilo de vida (Larsen
2002).
La calidad de vida es estudiada a partir de factores especialmente relacionados
con la salud y la enfermedad y sus consecuencias, tales como nutrición e
infección, e indicadores de crecimiento y desarrollo, entre otros (Larsen, 2006),
con un énfasis en la utilización simultánea de múltiples indicadores en el
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material bioarqueológico (Lewis y Roberts, 1997; Larsen, 1999). El estilo de
vida, por su parte, está directamente relacionado con las actividades físicas de
los individuos y es estudiado bajo una aproximación holística, donde los
patrones de comportamiento son reconstruidos e interpretados tomando en
cuenta tanto los restos esqueletales como el contexto arqueológico (Pearson y
Buikstra, 2006; Larsen, 2006).
En el norte de Chile, las investigaciones en torno a estos temas son
abundantes, debido a la gran preservación de restos arqueológicos y
bioantropológicos.
San Pedro de Atacama es uno de los sectores donde más se ha concentrado la
investigación arqueológica, desde los trabajos del padre Gustavo Le Paige
entre 1950 y 1970. La existencia de gran cantidad de sitios arqueológicos ha
generado un cúmulo de información que ha permitido reconstruir gran parte de
su prehistoria y generar una cronología en la que se distinguen distintas fases
de su desarrollo cultural (Tarragó 1968; Berenguer et al., 1986).
En la historia de la investigación de la zona, los estudios de carácter
bioantropológico han jugado un papel importante, siendo uno de los temas
mayormente estudiados el de la calidad y estilo de vida. Estos estudios han
sugerido cambios en la calidad de vida de las poblaciones a lo largo de su
prehistoria agroalfarera con particular énfasis en los períodos Medio e
Intermedio Tardío (Costa et al., 1998; Neves y Costa 1998, 1999; Costa et al.
2004; Torres-Rouff, 2008, 2011; Da Gloria et al., 2011; Hubbe et al., 2012). Dos
de estos estudios han abordado el tema del estilo de vida en relación a las
actividades cotidianas de las poblaciones (específicamente riesgos asociados a
dichas actividades) a partir de la incidencia de fracturas post craneales (Costa
et al, 1999; Neves y Costa, 1999).
En esta tesis se abordó simultáneamente indicadores de calidad (nivel de
cortisol en cabello) y de estilo de vida (intensidad de osteofitosis vertebral) en
grupos que vivieron en los oasis atacameños en los periodos Medio e
Intermedio Tardío. Estos estudios complementan los llevados a cabo por otros
investigadores con dos marcadores que no han sido evaluados previamente en
el área.
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2. Antecedentes arqueológicos
2.1. San Pedro de Atacama. Contexto geográfico.
San Pedro de Atacama corresponde a un conjunto de pequeños oasis
localizados al norte del Salar de Atacama, específicamente en la confluencia de
los ríos San Pedro y Vilama, en la II Región del Norte de Chile a una altitud de
2.500 m.s.n.m. (Figura 1).
Pese a que se ubica en el desierto de Atacama, se trata de un lugar privilegiado
para la agricultura, donde la irrigación provista por los ríos San Pedro y Vilama
permitieron el cultivo de especies del complejo fitogeográfico subtropical
(Schiappacasse et al., 1989). De igual manera, sectores aledaños de mayor
altura y con mayor disponibilidad de forraje permitieron el cultivo de otras
especies como maíz así como el pastoreo de camélidos (Schiappacasse et al.,
1989).
Estas condiciones permitieron que los oasis de San Pedro de Atacama tuvieran
un desarrollo y tradición cultural continua de larga data, desde los primeros
asentamientos estables alrededor de 500 a.C. hasta la conquista española
durante el siglo XVI, con una identidad particular que adquirió diversos rasgos
derivados de las relaciones que mantuvo con otras regiones de los Andes
Centro Sur (Le Paige, 1965; Núñez, 1992).
7
Figura 1. Ubicación geográfica de San Pedro de Atacama (tomado de Hubbe et al.,
2012).
2.2. San Pedro de Atacama bajo la esfera de influencia Tiwanaku: período
Medio (400 – 950 d.C.).
Las características distintivas del período Medio en San Pedro de Atacama no
podrían haberse desarrollado sin los cambios previos que se produjeron
especialmente durante el período Formativo (1200 a.C – 400 d.C.), en el que
grupos cazadores pastoriles arcaicos de gran movilidad y que articulaban
amplios territorios, fueron transformándose en poblaciones sedentarias con un
patrón de asentamiento aldeano, circunscritas en el espacio, con énfasis en la
horticultura y recolección. En este proceso, y debido a la especialización
económica local y la abundancia de sus recursos silvestres San Pedro de
Atacama se convertiría a finales del Formativo (fase local Séquitor) en un
atractivo centro económico, social y cultural (Agüero y Uribe, 2011). Junto a
esto, el potencial de sus tierras para el cultivo de maíz (Llagostera y Costa,
1999) y el desarrollo de una red de interacción e intercambio a escala
suprarregional (Pimentel, 2008) generaron los pilares de lo que sería el período
Medio.
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El período Medio (400 – 950 d.C.) se ha definido como aquel en el cual gran
parte de los Andes Centro Sur estuvo bajo la influencia política y cultural de
Tiwanaku (Berenguer y Dauelsberg, 1989). Durante este lapso de tiempo, el
estado altiplánico llegó a zonas tan lejanas como la región atacameña y otros
sectores del actual territorio nacional.
Este proceso expansivo se mantuvo con el establecimiento de colonias y redes
de tráfico interregional por medio de caravanas de llamas manejadas por el
Estado, como estrategia para obtener diversos recursos (Berenguer, 1998).
La presencia de esta entidad política se ha interpretado a partir de la presencia
de su arte diagnóstico y de las estrechas similitudes estilísticas e iconográficas
entre éste y ciertos materiales encontrados en el área de los Andes Centro Sur
(Berenguer y Dauelsberg, 1989).
La distribución de estos materiales señala que el sur de Perú, el oeste de
Bolivia y el norte de Chile estuvieron bajo su zona de influencia (Berenguer,
1998). En regiones como los valles de la vertiente occidental de los Andes y
San Pedro de Atacama los materiales con iconografía y estilo Tiwanaku
incluyen textiles, cerámica, objetos del complejo inhalatorio y tocados o gorros
(Uribe y Agüero, 2004).
Los primeros contactos de San Pedro de Atacama con Tiwanaku se dieron
hacia finales de la fase local Séquitor (100 – 400 d.C.), cuando aparecen los
primeros objetos con su iconografía, aunque en baja frecuencia (Berenguer y
Dauelsberg, 1989; Núñez, 2007).
La conexión con Tiwanaku se sustentaría en las redes de intercambio
suprarregional en las que San Pedro participaría activamente, lo que permitió el
intercambio de alimentos, artesanías, materias primas y objetos de estatus
social y religioso entre las dos regiones (Núñez, 2007).
Esta relación estaría manejada por las élites de ambos lugares mediante una
estrategia de clientelaje por la cual el altiplano obtendría bienes suntuarios o
materias primas y los señores locales recibirían regalos que les permitían ser
vinculados con símbolos de poder y mantener su posición frente al resto de la
población local (Berenguer, 1998; Uribe et al., 2004).
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Si bien los primeros contactos se observan en la fase Séquitor, es en la fase
Quitor (400 – 700 d.C.) cuando se establece de manera más clara esta
relación, encontrándose una amplia distribución de elementos Tiwanaku en los
oasis (Berenguer y Dauelsberg, 1989).
Durante este período, a la par de la influencia altiplánica, el desarrollo cultural
atacameño experimentó un gran auge tanto cultural como económico, y varios
tipos de objetos alcanzan su máxima expresión en manufactura y decoración,
como por ejemplo, el perfeccionamiento alcanzado con la cerámica negra
pulida (Berenguer y Dauelsberg, 1989, Núñez, 2007).
Por otro lado, la presencia de objetos de San Pedro de Atacama en otros
lugares como la región tarapaqueña, noroeste argentino y costa del Pacífico, y
también de objetos de esas regiones en los oasis, hacen pensar que durante
esta época San Pedro de Atacama amplió sus redes de intercambio
económico, manteniendo un contacto frecuente e importante con regiones
aledañas para obtener recursos ausentes en su medio circundante (Berenguer
y Dauelsberg, 1989; Núñez, 2007).
Durante esta fase se producen cambios en el ajuar funerario como, por
ejemplo, la disminución de la frecuencia de pipas hasta su desaparición y el
aumento de objetos del complejo inhalatorio, elementos importantes por cuanto
muestran un vuelco cultural en la práctica del consumo de sustancias
psicotrópicas que se relaciona estrechamente con tradiciones altiplánicas
(Berenguer y Dauelsberg, 1989).
El gran desarrollo de este tipo de elementos y de la dimensión mágico-religiosa
apunta a una gran importancia de los chamanes en la sociedad. Si bien
probablemente ya eran parte del sistema social sanpedrino (presencia de pipas
durante el periodo Formativo), con el contacto e influencia Tiwanaku adquieren
mayor poder y prestigio (Llagostera, 1988). Esto indicaría además una mayor
jerarquización dentro de la sociedad atacameña.
Todo lo descrito para la fase Quitor se intensificó durante la fase Coyo (700 –
950 d.C.), en la que la influencia Tiwanaku se hace aún más fuerte. La
diferencia de roles y de estatus, con individuos que se distinguen del resto de la
10
población dan cuenta de la creciente complejidad social que San Pedro de
Atacama experimenta (Berenguer y Dauelsberg, 1989).
Hacia finales de esta fase y comienzos de la siguiente se observa una pérdida
gradual de la relación con esta entidad, producto del desmoronamiento de la
red de tráfico a larga distancia que sostenía el sistema establecido por
Tiwanaku (Núñez, 2007).
2.3. Desarrollos Regionales: Período Intermedio Tardío (1.000 – 1.400 d.C.).
Con la disolución de la esfera de interacción de Tiwanaku en el área de los
Andes Centro Sur entre 900 y 1100 d.C. se da inicio al período Intermedio
Tardío o de Desarrollos Regionales, que se prolonga hasta la llegada del
Tawantisuyo (Schiappacasse et al., 1989).
El Norte Grande, en general, está vinculado con los eventos acaecidos en los
Andes Nucleares, donde la pérdida gradual de la influencia del área
circumlacustre junto a momentos de restricciones ambientales da lugar al
surgimiento de sociedades de tipo estatal con gobiernos centralizados o
señoríos (Schiappacasse et al., 1989).
Junto con estos procesos se produce la consolidación de los desarrollos
locales, generándose nuevas relaciones con el altiplano (Uribe, 2002), sin la
influencia de grandes entidades culturales y bajo un patrón de
ecocomplementariedad basado en el tráfico caravanero, establecimiento de
colonias, ferias y un patrón de asentamiento núcleo-periferia (Schiappacasse et
al., 1989).
Durante este período, en toda la región atacameña se utilizó una misma
industria alfarera y textil, desde la cuenca del río Loa hasta el Salar de
Atacama, conformando así un territorio compartido en términos culturales,
aunque distinguiéndose particularidades locales (Uribe, 2002) asociadas a dos
tradiciones, la del Desierto y la Altiplánica (Schiappacasse et al., 1989).
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En el Salar de Atacama, el período Intermedio Tardío tradicionalmente se ha
considerado que comprende las fases culturales locales Yaye (950 – 1200
d.C.) y Solor (1200 – 1470 d.C.), aunque Uribe (2002), Uribe y Agüero (2004) y
Uribe et al. (2004), a partir de contextos mortuorios y habitacionales,
establecen dos momentos para el período Intermedio Tardío algo diferentes de
lo que tradicionalmente se ha considerado.
En el primero e inicial, las fases Yaye y Solor se reúnen en un solo momento
sincrónico y de carácter transicional, caracterizado por el cese de las relaciones
con Tiwanaku; un segundo momento está relacionado con lo que acontece en
la cuenca del Loa, asignado a una fase Turi, donde se observa la aparición de
nuevas conexiones con el altiplano meridional.
Dentro de los elementos culturales que en general caracterizan este período en
la zona, se encuentra el cambio en el patrón de asentamiento, evidenciado en
la arquitectura y en la ocupación de nuevos espacios, pero también se
mantienen rasgos de períodos anteriores. En algunos sectores se conservan
rasgos de carácter local como son los asentamientos de tipo aglutinado con
plantas circulares y donde coexisten recintos con distintas funciones
(habitacionales y depósitos) y espacios fúnebres, como por ejemplo en
Campos de Solor (Schiappacasse et al., 1989; Uribe et al., 2004). Y
paralelamente se producen cambios en el patrón de asentamiento con el
surgimiento de pucarás, un patrón arquitectónico de tipo defensivo conformado
por recintos fortificados, como en Vilama y Quitor, que además de indicar una
revalorización de las quebradas da cuenta de la aparición de conflictos
económicos y sociales al interior de la población local, probablemente
relacionados con el acceso al agua (Uribe et al., 2004).
También aparecen sitios de carácter sacro relacionados con la tradición
altiplánica del Loa Superior como es el caso de Zápar. La aparición de este tipo
de sitios sería reflejo no solo de la exploración y ampliación del territorio, sino
también de la introducción de nuevos elementos de características altiplánicas
(Uribe et al., 2004).
La cerámica también presenta cambios de tipo estilístico, funcional y técnico,
observándose un énfasis práctico más que ritual (Uribe et al., 2004). Si bien
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tradicionalmente se consideró la cerámica roja violácea como un elemento
diagnóstico del período (Schiappacasse et al., 1989), las últimas
investigaciones han sugerido algo distinto. Durante todo el período Intermedio
Tardío habrían existido diversos estilos, donde la predominancia de la cerámica
roja violácea y el componente altiplánico marcarían momentos diferentes
(Uribe, 2002).
Otras características que dan forma al Período Intermedio Tardío en los oasis
atacameños son cambios en el patrón funerario, donde se aprecian distintas
formas de depositación del cuerpo (Schiappacasse et al., 1989) con la
incorporación de una nueva práctica: el enterramiento en urnas (Uribe et al.,
2004).
También las ofrendas funerarias muestran un carácter diferencial, ya que si
bien el tipo de ofrendas es el mismo en los distintos períodos de la prehistoria
de San Pedro de Atacama, para el período Intermedio Tardío se ha planteado
un empobrecimiento de las ofrendas funerarias tanto en calidad como en
cantidad (Costa y Llagostera, 1988; Schiappacasse et al., 1989). Sin embargo,
esto ha sido cuestionado por otros investigadores, especialmente desde la
textilería en la que se aprecia que el estado de conservación y los saqueos han
influido de gran manera en los materiales excavados y por consiguiente en esta
idea de empobrecimiento (Uribe et al., 2004).
Uno de los elementos del ajuar funerario que caracterizaron en gran medida el
período anterior fue el conjunto de materiales asociados al complejo
alucinógeno relacionado con Tiwanaku. Durante el Período Intermedio Tardío,
el complejo alucinógeno desaparece gradualmente, manteniéndose solo en
algunos cementerios como Yaye y Catarpe (Uribe et al., 2004), pero con un
estilo distinto al de Tiwanaku. Esto mismo sucede con otros artefactos
relacionados con el área circum-Titicaca, lo que indica la pérdida de la
influencia de esta zona.
Esta pérdida de relaciones dio lugar a otras, específicamente con el área del
Altiplano Meridional y el Noroeste Argentino (NOA), lo cual se ve reflejado en la
presencia de cerámica Yura-Uruquilla (Potosí), Hedionda (Lípez) y Yavi-Chicha
13
(NOA) desde el segundo momento propuesto para este período por Uribe et al.
(2002; 2004).
Otras materialidades, como la lítica y la arqueofauna sugieren que las
poblaciones de este período basaron su subsistencia en las mismas
actividades que las caracterizaron en períodos anteriores; sin embargo, se
observan diferencias entre distintos asentamientos que darían cuenta de cierto
énfasis local en algunas actividades, por ejemplo la molienda en asentamientos
de quebradas como Zápar y Catarpe (Carrasco, 2003; Uribe et al., 2004).
Todas estas características darían cuenta de un período que comienza con una
situación complicada para los oasis atacameños por la pérdida de los vínculos
con Tiwanaku y con ello la gran integración regional alcanzada en el Período
Medio, además de una crisis ambiental por la que estaría pasando toda la
región (Uribe, 2002). Ante esta situación, las poblaciones se ven sometidas a
cambios que se reflejan en su materialidad y en su forma de asentarse en los
lugares, desplazándose hacia tierras más altas, con otros tipos de
asentamientos, con producciones cerámicas y textiles con rasgos comunes en
toda la región atacameña y con nuevas relaciones culturales y económicas a
larga distancia. Es a esta realidad, con una consolidación de las tradiciones
locales, a la que se enfrenta el Inca a su llegada.
2.4. Salud y calidad de vida en San Pedro de Atacama
Gracias a la excelente conservación de restos órganicos en el área, se han
podido encontrar extensos cementerios que albergan restos humanos de gran
parte de la prehistoria agroalfarera de San Pedro de Atacama. Esto ha
permitido que se desarrolle una línea de investigación bioarqueológica en el
área que ha generado información importante en torno a la vida de las
poblaciones pasadas.
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Dentro de este marco se encuentran una serie de estudios centrados
especialmente en la influencia que Tiwanaku pudo tener en la salud y calidad
de vida biológica de las poblaciones prehispánicas locales.
Estos estudios han sugerido que durante el momento de mayor influencia de
Tiwanaku, la población de San Pedro de Atacama se vio beneficiada
especialmente en aspectos nutricionales. Una mayor estatura y dimorfismo
sexual y una disminución en la ocurrencia de caries, desgaste dental y pérdida
dental respecto al período anterior darían cuenta de esta mejora nutricional,
relacionada a una mayor ingesta de proteína animal (Costa et al., 2004).
Sin embargo, no toda la población se habría visto beneficiada: solo una parte
de los grupos locales tuvo un mayor acceso a fuentes proteicas, especialmente
los individuos masculinos con un mayor estatus social y asociados a Tiwanaku
(Hubbe et al., 2012). Estas diferencias sociales, mostradas por los indicadores
mencionados y el ajuar funerario, también pueden evidenciarse en los patrones
de traumas craneales. Los individuos de mayor estatus y relacionados con
Tiwanaku presentan mayor frecuencia de lesiones. Esto hablaría de tensiones
al interior de la sociedad atacameña, conflictos interpersonales del tipo cara a
cara (Lessa y Mendoça de Souza, 2004; Torres-Rouff, 2011).
Los traumas craneales vistas en distintos períodos muestran que la región
tenía un grado de violencia mayor solo en momentos de cambio social y estrés
de recursos (Torres-Rouff y Costa, 2006). Los mayores niveles se dan a finales
del período Tiwanaku y durante el período Intermedio Tardío (Lessa y Mendoça
de Souza, 2004; Torres-Rouff y Costa, 2006). Esto se relacionaría con
momentos de estrés ambiental (sequías) y de tensión social interpretados
desde la evidencia arqueológica (construcción de pucarás y la pobreza del
material cultural encontrado en las tumbas de este período). Las tasas de
lesiones disminuyen a finales del período Intermedio Tardío y se mantienen
durante todo el período Tardío (Torres-Rouff y Costa, 2006).
Un análisis de enfermedades infecciosas no específicas, utilizando la periostitis
y osteomielitis como indicadores de estrés biológico, sugiere que la mejor
situación de salud se observa a fines del período de mayor influencia altiplánica
y no en la cúspide de la misma (Da Gloria et al., 2011). Durante el período
15
Intermedio Tardío se observaría un marcado aumento de estos indicadores lo
que sería explicado por situaciones de tipo ambiental, pues gran parte de los
Andes se vio afectada por una extensa sequía durante el este período.
En relación al uso del cuerpo e indicadores de estrés biomecánico, un estudio
de traumas post craneales indica que no habría cambios significativos entre los
distintos períodos analizados, lo que sugeriría que los riesgos asociados a las
actividades físicas cotidianas no variaron mayormente durante la prehistoria
agroalfarera de San Pedro de Atacama (Costa et al., 1998).
Como es posible observar, el grueso de este tipo de estudios está centrado en
factores de dieta y salud. Se hace necesario desarrollar mayores estudios y
más específicos en torno a las actividades desarrolladas por las poblaciones.
Así mismo, la gran preservación de otros tejidos humanos es una fuente de
variada información que podría ayudar a complementar lo que se ha discutido
hasta el momento.
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3. Marco teórico
3.1. Modelos de estrés en bioarqueología
El estrés es un concepto central dentro de la reconstrucción e interpretación de
la adaptación y comportamiento humano así como de la calidad de vida y salud
de las poblaciones (Goodman et al., 1988; Armelagos y Goodman, 1991; Huss-
Ashmore et al., 1992; Larsen, 1999). Corresponde a una alteración fisiológica
causada por condiciones ambientales empobrecidas (Larsen, 1999) y puede
tener consecuencias negativas no solo en el individuo sino también al nivel
poblacional (Armelagos y Goodman, 1989; Larsen, 2002).
A pesar de que los restos humanos arqueológicos se ven sometidos a
procesos en los que se pierde información es posible aplicar un modelo para
inferir el estrés y su impacto en poblaciones pasadas ya que cuando el estrés
es severo y crónico puede llegar a afectar las funciones del sistema dental y
esqueletal, provocando una reacción que dejará una huella observable
(Armelagos y Goodman, 1991; Goodman y Martin, 2002).
El modelo de estrés que se ha propuesto para el estudio de restos humanos
antiguos se basa en los trabajos de Goodman y colaboradores (Goodman et
al., 1984; Goodman et al., 1988; Armelagos y Goodman, 1991) quienes
plantean que en el estrés participan tres factores: el ambiente, el sistema
cultural y la resistencia del individuo (Larsen, 1999) (Figura 2).
El ambiente no solo proporciona los recursos para subsistir sino que es fuente
de una variedad de elementos disruptivos o estresores; el sistema cultural por
su parte funciona como amortiguador de éstos. Cuando el sistema cultural no
es capaz de amortiguar completamente los estresores se produce una
respuesta de estrés biológico en los individuos y esta respuesta puede influir
nuevamente en las restricciones ambientales y el sistema cultural.
El impacto del estrés en los individuos depende de la susceptibilidad genética,
la edad, el sexo y la experiencia con estresores previos (Armelagos y
Goodman, 1991) y podría llegar a tener consecuencias de tipo funcional tales
como una disminución de la capacidad de trabajo, del desarrollo cognitivo y de
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la fertilidad, lo que a nivel poblacional podría traer consecuencias en el
comportamiento y funcionamiento de la población (Larsen, 1999).
Esta perspectiva no solo involucra a la respuesta fisiológica, sino que por
extensión las respuestas biológicas en general y de comportamiento que
conllevan enfrentarse a situaciones ambientales restrictivas (Goodman y
Armelagos, 1991).
Figura 2. Modelo para interpretar el estrés en poblaciones arqueológicas (Goodman et
al., 1984; modificado por Larsen, 1999)
El sistema óseo y dental posee una variedad limitada de respuestas (en
términos generales, reabsorción y aposición ósea) por lo que no es posible
identificar factores de estrés específicos (Armelagos y Goodman, 1991). Por
otro lado, los individuos no se enfrentan a un único estresor; al contrario,
múltiples factores de estrés pueden estar interactuando y es el resultado de
esta interacción el que deja huellas en los restos óseos (Goodman y Martin,
2002). En consecuencia, la interpretación de estos procesos es normalmente
compleja (Armelagos y Goodman, 1991).
Sin embargo, tal como lo mencionan Goodman y Martin (2002), el interés
antropológico no está en identificar la etiología específica sino en interpretar
desde las lesiones esqueletales la duración y severidad de la alteración
fisiológica para así acercarse al estado de salud de los individuos.
18
Dentro de este modelo, es importante la mirada biocultural que se tiene del
proceso de ajuste que implica el estrés, donde el sistema esqueletal no debe
ser visto solamente como un elemento de la biología humana: los huesos, así
como el resto del cuerpo, son partícipes de una interacción entre factores
biológicos, ecológicos, socioculturales y político-económicos (Goodman y
Martin, 2002).
3.2. Principales indicadores de estrés
El estrés puede ser inferido a través de indicadores esqueletales, ya que los
tejidos óseo y dental son relativamente sensibles a circunstancias negativas o
situaciones de estrés, mostrando huellas reconocibles en su morfología y
estructura (Goodman et al., 1982; Larsen 2002). Las actividades habituales u
ocupacionales también pueden ejercer un estrés continuo y prolongado, lo que
a su vez puede provocar el desarrollo de alteraciones óseas y dentales
(Kennedy, 1989). Este tipo de alteraciones son utilizadas por los
bioarqueólogos para inferir el comportamiento habitual de las poblaciones
pasadas.
Los indicadores osteológicos y fisiológicos pueden reflejar condiciones
generales de estrés, tanto acumulativas como periódicas, y condiciones
específicas tales como enfermedades o tipos de enfermedades (Goodman et
al., 1982). Por ello, un enfoque que considere distintos indicadores permite
aproximarse mejor a la forma en que el individuo se enfrentó a ciertas
condiciones ambientales, nutricionales y sociales y así llegar a un mayor
entendimiento del estrés y de la adaptación en el pasado (Larsen, 1999),
mediante patrones de salud, nutrición, crecimiento y mortalidad.
Entre los indicadores más utilizados están los relacionados con la alteración del
crecimiento y desarrollo (hipoplasia del esmalte, tamaño dental, líneas de
Harris, estatura y tamaño del canal neural, entre otros), los nutricionales
(hiperostosis porótica y criba orbitaria), marcadores de dieta (caries y pérdida
dental), enfermedades infecciosas no específicas (periostitis, osteomielitis y
lesiones endocraneales) y los biomecánicos asociados al comportamiento
19
(traumas post craneales y osteoartritis) (Goodman et al., 1982; Lewis y
Roberts, 1997; Larsen, 1999; Goodman y Martin, 2002).
En la siguiente sección se describen los marcadores utilizados en el presente
estudio.
3.3. Estrés biomecánico y uso del cuerpo: osteofitosis vertebral
Las actividades habituales u ocupacionales pueden ejercer un estrés
biomecánico continuo y prolongado, lo que a su vez puede provocar el
desarrollo de alteraciones óseas y dentales (Kennedy, 1989). Este tipo de
alteraciones son utilizadas por los bioarqueólogos para inferir el
comportamiento habitual de las poblaciones pasadas.
Una de estas alteraciones es la osteoartritis o enfermedad degenerativa
articular. Es una de las condiciones patológicas más comunes tanto en las
poblaciones humanas contemporáneas como en los restos esqueletales de
poblaciones pasadas (Bridge, 1992; Jurmain y Kilgore, 1995; Weiss y Jurmain,
2007). Es de una patogénesis compleja relacionada principalmente con la
edad, desgaste biomecánico y estrés funcional (Goodman et al., 1984;
Goodman y Martin, 2002), aunque también otros factores influyen en su
aparición e intensidad, tales como el peso, sexo, constitución genética, y
período de iniciación y actividad física recurrente (Weiss y Jurmain, 2007).
Los criterios diagnósticos que se han utilizado para identificar este desorden de
las articulaciones sinoviales son cambios en los márgenes articulares
(labiamiento u osteofitos) y procesos erosivos en la superficie articular (Weiss y
Jurmain, 2007), aunque estos últimos no siempre se encuentran presentes
(Rothschild, 1997).
En la columna vertebral, la articulación entre los cuerpos vertebrales es de tipo
fibrocartilaginosa, por lo que conceptualmente los cambios degenerativos no
corresponderían a procesos osteoartríticos; sin embargo, se trataría de una
condición diferenciada pero relacionada a la osteoartritis, que ha sido
denominada osteofitosis vertebral (Jurmain y Kilgore, 1995).
20
La osteofitosis vertebral se evidencia en los márgenes de los cuerpos
vertebrales con el desarrollo de un labiamiento general o la aparición de
osteofitos aislados producto del proceso degenerativo del disco intervertebral,
llegando a la fusión entre vértebras adyacentes en los casos más severos
(Vernon-Roberts y Pirie, 1977; Kellgren y Lawrence, 1958; Bridge, 1994;
Knüsel, 1997; Jurmain y Kilgore, 1995; Van Der Merwe et al., 2006).
Klaseen et al. (2011) han descrito la patogénesis de la osteofitosis vertebral
secundaria a la degeneración del disco intervertebral. Esta se inicia con la
disminución de la altura del disco que se produce por la pérdida de agua y de
turgencia del cuerpo pulposo, lo que conlleva una pérdida de resistencia al
peso de carga y de elasticidad. Esto provoca la formación de proyecciones
óseas en los márgenes de las articulaciones cigoapofisiarias, que aumentan así
la superficie de distribución de la carga y con ello mantienen el potencial de
capacidad de carga. Sin embargo, esta adaptación no libera adecuadamente la
presión articular, provocando finalmente la protrusión ósea de los márgenes del
cuerpo vertebral.
Estudios en poblaciones modernas han podido comprobar la relación entre la
intensidad de la osteofitosis con actividades físicas intensas, lo que permite
plantear que el factor mecánico es importante en la patogénesis de esta
condición (O’Neill et al., 1999; Schmitt et al., 2004).
Al ser una de las alteraciones osteológicas que con mayor frecuencia se
observan en los restos esqueletales, la osteofitosis vertebral ha sido un foco
intenso de investigación desde la bioantropología. Diversos estudios han
abordado el rol de la carga mecánica repetitiva sobre la columna vertebral,
planteando que ciertas actividades específicas pueden tener un efecto
importante sobre el patrón e intensidad de la osteofitosis en la columna
(Bridges, 1992, 1994; Sofaer Derevenski, 2000). Esto permitiría identificar
patrones de actividad e inferir así el estrés asociado al modo de vida de las
poblaciones del pasado.
Sin embargo, algunas investigaciones de carácter biomédico y epidemiológico
han criticado el uso de la osteofitosis como indicador de estrés ocupacional ya
que se trataría de una condición en la cual participarían distintos factores,
21
enfatizando su alta correlación con la edad, la influencia de la propia posición
bípeda del ser humano y concluyendo que la columna vertebral no parece ser
una estructura ideal para estudiar marcadores de estrés ocupacional (Knusel,
1997; Weiss y Jurmain, 2007).
Por otro lado, algunas investigaciones en poblaciones modernas centradas en
la degeneración del disco intervertebral (donde una posible consecuencia es la
formación de osteofitos) han sugerido que los factores genéticos y hereditarios
juegan un rol importante (Kalichman, 2010). No obstante, la expresión de
osteofitos en el cuerpo de las vértebras lumbares no siempre se encuentra
relacionado con los cambios degenerativos del disco intervertebral (Oishi et al.,
2003), por lo que la influencia de factores genéticos puede no ser
preponderante.
Otras perspectivas consideran que aunque existe una influencia genética y
hormonal en el desarrollo de la osteofitosis vertebral, en última instancia el
principal propósito de la formación de osteofitos es reducir la tensión producida
por estrés mecánico sobre la estructura y por lo tanto tendría un carácter más
adaptativo que degenerativo. Esto ha podido ser comprobado con un estudio
biomecánico en vértebras torácicas y lumbares, en el que se concluye que la
función de los osteofitos está relacionada con resistencia al movimiento de
flexión más que al de compresión (Al-Rawahi et al., 2011), dándole una mayor
importancia a los factores mecánicos y por extensión conductuales.
En síntesis, estos estudios muestran una relación entre osteofitosis vertebral y
estrés mecánico, ya sea por compresión o flexión, en un sentido amplio sin
centrarse en actividades específicas.
En consecuencia, aunque quizás no se pueda llegar a conocer el tipo,
frecuencia e intensidad de las actividades específicas que originan la patología
(Jurmain, 1990), este tipo de estudios puede ser informativo en cuanto a la
intensidad del estrés aplicado a esta estructura anatómica producto de distintos
factores incluyendo el cultural, reflejado en las actividades físicas y/o
productivas – en su sentido más amplio – realizadas por un grupo humano en
particular.
22
3.4. Estrés fisiológico: Cortisol
Un indicador de estrés fisiológico utilizado en poblaciones contemporáneas y
que ha cobrado relevancia en estudios biomédicos es el cortisol, una hormona
secretada por la glándula suprarrenal en respuesta a distintos estímulos
estresores de carácter físico o psicológico.
El cortisol es el principal glucocorticoide (estimula la gluconeogénesis) del ser
humano, al ser responsable del 95% de toda la actividad glucocorticoide del
cuerpo. Además de su función metabólica también tiene efectos
antiinflamatorios (Guyton y Hall, 2007).
Su liberación es activada por el eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal. El
proceso comienza con la liberación de la hormona liberadora de corticotrofina
(CRH) desde el hipotálamo (el cual es activado por el estresor), la que estimula
la liberación de la hormona adrenocorticotrofina (ACTH) desde la hipófisis hacia
la sangre. Esta llega a receptores de la corteza adrenal (o suprarrenal),
estimulando la liberación de cortisol, que se distribuye por el organismo a
través del torrente sanguíneo (Guyton y Hall, 2007; Gow et al., 2010).
Tradicionalmente, el cortisol se ha analizado en sangre, saliva y orina, siendo el
análisis en cabello una técnica relativamente reciente con la cual es posible
observar los niveles sistémicos de la hormona a lo largo de un eje temporal
(Stalder y Kirschbaum, 2012; Russel et al., 2012).
La relación del nivel de cortisol con diferentes enfermedades o condiciones,
con el dopaje en deportistas, con el consumo de distintas sustancias y,
últimamente, con estrés crónico ha llevado a que un gran número de
investigaciones se centren en el estudio tanto en humanos (Miller et al., 2007;
Klein et al., 2004; Sauvé et al., 2007; Yamada et al., 2007; Van Uum et al.,
2008; Gow et al., 2010, Raúl et al., 2004; Cirimele et al., 2000) como en otros
primates (Davenport et al., 2006). Estos estudios han validado el nivel
sistémico de esta hormona como un biomarcador de estrés.
Webb y colaboradores (2009) midieron el nivel de cortisol en cabello de restos
humanos arqueológicos para evaluar su utilidad como marcador de estrés en
bioarqueología. Ellos concluyen que si bien puede existir una pérdida
23
diagenética de cortisol, se puede observar patrones de producción hormonal
que reflejan exposición a estrés durante el período representado por las
muestras de cabello. Esto tiene una gran utilidad en interpretaciones sobre el
estado de salud de poblaciones del pasado, en conjunto con otros enfoques
como, por ejemplo, estudios paleopatológicos.
El análisis del cabello para reconocer la presencia de distintas sustancias es
una técnica muy utilizada en la actualidad por las ciencias forenses para
determinar el uso de drogas o sustancias ilícitas (Cirimele et al., 2000),
particularmente aquellas consumidas de manera crónica (Van Uum et al.,
2008). Si bien no está claramente definido el mecanismo de la incorporación de
sustancias al cabello, el uso de esta matriz en análisis forenses se basa en la
hipótesis de multicompartimentalidad, la que establece distintas vías de ingreso
de la droga y/o sus metabolitos, tanto durante la formación de la fibra capilar
como después de su formación y de que emerge de la piel (Henderson, 1993).
Es probable que, al igual que las drogas y otras sustancias, el cortisol se
incorpore principalmente por medio de difusión pasiva desde los vasos
capilares al folículo en crecimiento durante la formación de la fibra capilar. Un
mecanismo adicional es el ingreso del cortisol por las secreciones de las
glándulas sebáceas y sudoríparas, luego de la formación del cabello (antes y
después que emerge de la piel); sin embargo, no existen estudios que
confirmen si el cortisol está presente en el sudor o el sebo (Figura 3).
24
Figura 3. Esquema de la incorporación interna y externa de sustancias al eje del
cabello (modificado de Gow et al., 2010)
25
4. Problema de Investigación
Tomando en cuenta los antecedentes presentados, planteamos la
determinación de dos bioindicadores (osteofitosis vertebral y nivel de cortisol)
que ilustren la calidad y estilo de vida de las poblaciones de San Pedro de
Atacama durante los períodos Medio e Intermedio Tardío. La pregunta
asociada es:
¿Cuál es el impacto de los cambios culturales asociados a los períodos
Medio e Intermedio Tardío en el estrés biomecánico y fisiológico de las
poblaciones de San Pedro de Atacama?
5. Objetivos
5.1. Objetivo principal
Los antecedentes entregados sugieren que existen cambios importantes en la
calidad de vida de los grupos atacameños entre los períodos Medio e
Intermedio Tardío. La utilización de nuevos indicadores aportaría al estudio de
cambios a nivel temporal de la calidad y estilo de vida de las poblaciones de
San Pedro de Atacama, y su relación con factores ambientales o culturales.
Por ello, el objetivo de esta investigación es:
Evaluar el estrés físico y fisiológico de las poblaciones de San Pedro de
Atacama durante los períodos Medio e Intermedio Tardío.
26
5.2. Objetivos específicos
Para poder cumplir el objetivo general se buscará:
a. Conocer la distribución e intensidad de la osteofitosis vertebral de
individuos provenientes de cementerios de los períodos Medio e
Intermedio Tardío para evaluar estrés mecánico y uso del cuerpo.
b. Cuantificar los niveles de cortisol de otras colecciones bioantropológicas
pertenecientes a los períodos Medio e Intermedio Tardío para evaluar su
respuesta fisiológica frente a situaciones de estrés.
c. Compara los resultados con datos previos sobre otros aspectos de la
calidad de vida local, para generar un cuadro más amplio acerca de la
compresión de aspectos bioculturales de la vida de grupos atacameños
durante y después del periodo de influencia Tiwanaku.
27
6. Materiales y métodos
6.1. Muestras
Se observó y registró la osteofitosis vertebral de 154 individuos procedentes de
cuatro sitios en San Pedro de Atacama: Toconao Oriente, Solcor 3, Coyo 3 y
Quitor 6. Los sitios se ubican cronológicamente en los períodos Medio e
Intermedio Tardío. Estos períodos se corresponden con el momento de mayor
influencia de Tiwanaku y posterior a dicha influencia, respectivamente (Tabla
1).
El sitio Solcor 3 fue además dividido en dos subgrupos para verificar si existían
diferencias de estatus social, siguiendo la metodología de Hubbe et al. (2012) y
sobre la base de los estudios llevados a cabo por Bravo y Llagostera (1986) en
un sector de este sitio, quienes sugieren la presencia de dos grupos. El grupo
“elite” se caracteriza por tener en su ajuar funerario objetos Tiwanaku y
cerámica negra pulida; el grupo “no elite” por una ausencia de elementos
Tiwanaku y tener cerámica más tosca (Hubbe et al., 2012).
Para efectos de este estudio y en consideración a la correlación entre
osteofitosis vertebral y edad, se seleccionaron los esqueletos de individuos en
los que la edad estimada superara los 20 años, debido a que hay una mayor
probabilidad de observar este fenómeno en adultos.
La estimación de sexo y edad de la muestra fue realizada por distintos
investigadores bajo los estándares compendiados y propuestos por Buikstra y
Ubelaker (1994). La estimación de sexo se basó en distintos indicadores del
cráneo y el coxal. Para la estimación de edad se utilizaron distintos métodos
entre ellos, suturas craneales, sínfisis púbica, superficie auricular del ilion y
centros de osificación secundarios. La edad fue estimada en 3 rangos, el
primero entre 20 y 34 años, el segundo entre 35 y 49 años y el tercero como
más de 50 años.
28
Tabla 1. Muestras óseas para el análisis de osteofitosis vertebral
Período Sitio F M Total Fechadosa C14 Fuente
Medio Solcor 3 - no élite 12 14 26 465 - 769 Llagostera et al., 1988
673 - 867 Hubbe et al., 2012
781 - 981 Hubbe et al., 2012
Solcor 3 – élite 20 15 35 433 - 774 Llagostera et al., 1988
607 - 865 Llagostera et al., 1988
689 - 986 Llagostera et al., 1988
775 - 1024 Llagostera et al., 1988
909 - 1175 Llagostera et al., 1988
(Total Solcor 3 32 29 61)
Medio (final) Coyo 3
22 24 46 897 - 1202 Costa y Llagostera, 1994
855 - 1216 Costa y Llagostera, 1994
1016 - 1207 Costa y Llagostera, 1994
Intermedio Tardío
Quitor 6
20 11 31 899 - 1211 Costa , 1988
889 - 1485 Costa , 1988
1228 - 1487 Costa , 1988
Toconao Oriente 8 8 16 1053 – 1063 Torres-Rouff et al., 2013b
1069 – 1073 Torres-Rouff et al., 2013b
1149 – 1281 Torres-Rouff et al., 2013b
1293 – 1408 Torres-Rouff et al., 2013b
Total 82 72 154
a Tabla de fechas de Solcor 3, Coyo 3 y Quitor 6 tomada de Hubbe et al., 2012 b Manuscrito en evaluación.
Para el análisis de cortisol, se analizaron 20 muestras de cabello humano
pertenecientes a restos bioantropológicos de cementerios de San Pedro de
Atacama adscritos a los mismos períodos mencionados anteriormente (Tabla
2). Para estas muestras no se pudo obtener información básica como el sexo y
la edad, debido a que los restos correspondían a individuos momificados
envueltos en diversas capas de textiles en forma de fardo, un patrón funerario
típico de la zona y de los períodos estudiados.
29
Tabla 2. Muestras de cabellos arqueológicos para el análisis de cortisol.
Períodoa Sitio Total
Medio Coyo Oriente 2
Quitor 6 1
Solcor 3 1
Quitor 2 1
Sequitor Alambrado 1
Intermedio
Tardío Catarpe 2 9
Quitor 1 3
Toconao Oriente 2
Total 20
a La adscripción a período se realizó para cada muestra a partir del ajuar funerario asociado
Además, se analizó una muestra de población actual, para determinar valores
normales de cortisol en personas vivas. La muestra fue de 20 personas sanas
no obesas (IMC<30), entre 23 y 55 años (Tabla 3). Se excluyeron aquellas
personas que hubieran recibido un tratamiento con corticoides en los últimos 6
meses, que tuvieran alguna enfermedad que afectara al eje hipotalámico-
hipofisiario-adrenal o que tuvieran algún tratamiento cosmético en el cabello.
30
Tabla 3. Muestras de cabellos actuales para el análisis de cortisol.
Información sociodemográfica y médica
Femenino
N = 8
Masculino
N = 11
Edad (promedio y rango) 25 (22 - 29) 28 (21 - 54)
IMC (promedio y desv. estándar) 21,7 ± 2,3 23,9 ± 3,5
Enfermedades crónicas (%) 0 0
Cirugías (%) 0 1 (9,09%)
Uso de medicamentos (%) 0 1 (9,09%)
Uso de anticonceptivos (%) 6 (75%) -
Consumo de tabaco (%)
No 6 (75%) 10 (90,9)
Social 2 (25%) 1 (9,09%)
Regular 0 0
Consumo de alcohol (%)
No 2 (25%) 0
Social 6 (75%) 11 (100%)
Regular 0 0
Tratamiento de cabello
sin tratamiento 5 (62,5%) 0
hace más de 6 meses 3 (37,5) 0
hace menos de 6 meses 0 0
31
6.2. Métodos
6.2.1. Osteofitosis vertebral
El registro de la osteofitosis en las muestras se realizó en todas las vértebras
que no presentaran pérdida de tejido óseo o cambios en la morfología producto
de efectos tafonómicos; si presentaban tales defectos, éstos no debían superar
1/3 del margen de los cuerpos.
Se evaluó y registró la osteofitosis en los márgenes de ambas caras de los
cuerpos vertebrales por separado. En el caso de las vértebras cervicales la
observación solo se realizó a partir de C3, dejando fuera del análisis el atlas y
el axis de todos los individuos. Esto dio un total de 44 observaciones por
individuo.
El modo de registro consistió en la observación del grado de desarrollo de
osteofitos en los márgenes vertebrales: el grado 0 corresponde a la ausencia
de osteofitos, el grado 1 (leve) al inicio de la formación de labiamiento, el grado
2 (moderado) a la presencia de un labiamiento bien definido y/o osteofitos
discretos, el grado 3 (acentuado) a la presencia de osteofitos de manera
generalizada en el margen de los cuerpos, los que se encuentran generalmente
evertidos, y grado 4 (severo) a la presencia de osteofitos muy largos,
articulados y/o anquilosados (Figura 4).
Figura 4. Estados sucesivos de desarrollo de osteofitos (tomado de Van Der Merwe et
al., 2006).
32
No se pudieron llevar a cabo análisis comparativos con poblaciones
prehistóricas de otros lugares para evaluar cómo los resultados de San Pedro
de Atacama se asemejan o diferencian de éstas, debido a diferencias
metodológicas entre los distintos trabajos.
A diferencia de gran parte de los estudios publicados, esta investigación utilizó
el grado medio de osteofitosis de cada segmento vertebral por individuo (es
decir, cada individuo aporta tres medidas). Otras investigaciones se han
centrado en el porcentaje de individuos o de vértebras de cada segmento
vertebral con la condición de osteofitosis (prevalencia) o con los estados más
severos de ella (severidad).
Este cambio metodológico elimina el riesgo de sobreestimación ya que en el
caso de considerar el número de individuos con osteofitos por lo menos en una
de las vértebras, una sola vértebra afectada podría sobreestimar la medición de
ese individuo; similares desviaciones podrían ocurrir en el caso de considerar el
número de vértebras afectadas por segmento desligándolas de los individuos.
Se llevó a cabo un análisis estadístico utilizando un Modelo Lineal
Generalizado (MLG) para evaluar si la expresión de la osteofitosis vertebral se
encuentra mediada por factores como la edad, el sexo o el período (o sitio) al
cual pertenecen los individuos. Estos análisis se realizaron con el programa
Statistica 7 (Statsoft, Inc.).
6.2.2. Cortisol
El nivel de cortisol se determinó mediante un análisis de inmunoensayo ELISA
con un “kit” para saliva, posterior a un pre-tratamiento de las muestras donde
(Figura 5):
- Se cortó el cabello lo más finamente posible y 10 mg de cada muestra fue
añadida en viales de acero de 1,8 ml. Posteriormente las muestras fueron
pulverizadas en un homogeneizador de tipo bead-beater durante 10
33
minutos utilizando un Mini-Beadbeater-96 (Biospec Inc., Bartlesville, OK,
USA).
- A las muestras pulverizadas se les añadió 1 ml de metanol y se incubaron
por 16 h a 50° C bajo agitación a 200 rpm aprox. en un agitador orbital
Finemixer SH2000 (FinePCR, Seúl, Corea), para la extracción de la
hormona.
- Se filtró y transfirió el sobrenadante, el que luego se evaporó a 40ºC bajo
corriente de nitrógeno.
- Al residuo se le agregó 100 μl de PBS (“phosphate buffer saline”) a pH 8.
- La solución se analizó usando un kit ELISA (Cortisol (saliva) ELISA, n° de
catálogo: 11-CORHU-E01-SLV. ALPCO Diagnostics, Salem, NH, USA).
Para leer la microplaca se utilizó un fotómetro Spectracount Microplate
Reader AS10001 (Packard Instrument Co., Warrenville, IL, USA) con un
filtro de 405 nm.
Una vez obtenidos los resultados, se realizaron análisis estadísticos
descriptivos, paramétricos y no paramétricos, para evaluar si existían
diferencias entre los niveles encontrados y las características demográficas y
culturales de las muestras. Estos análisis se realizaron con el programa
Sigmastat 11 (Systat Software, Inc.).
Figura 5. Tratamiento de las muestras. a) Corte del cabello, b) Microplaca con
muestras analizadas mediante inmunoensayo, c) Fotómetro que permite la lectura de
la placa.
34
6.2.3. Posibles sesgos en el análisis de cortisol
No se puede descartar la posibilidad de que exista una pérdida de cortisol en
las muestras antiguas debida a factores tafonómicos. La fibra capilar en
personas vivas puede estar sujeta a daños producto del sol, el agua, el clima,
la contaminación y el uso de cosméticos, entre otros factores (Tobin, 2005).
Las muestras antiguas sufren además procesos de degradación al estar
expuestas al suelo y al agua, lo que permite la interacción con algunos
elementos incluidos en estas matrices así como la intervención de
microorganismos como hongos y bacterias (Mansilla et al., 2011).
La base estructural del cortisol es un esqueleto tetracíclico hidrocarbonado
parcialmente hidroxilado, estructura en general estable a la descomposición
química, aunque no se puede descartar la posibilidad de que a largo plazo y
expuesto a los agentes adecuados puedan experimentar reacciones de
oxidación.
En el caso de cabello arqueológico, la evaluación de la degradación y la
pérdida de componentes se ha hecho a través de observaciones histológicas y
microscópicas, así como de análisis de la composición elemental del cabello,
los que han mostrado que el cabello puede interactuar con elementos de la
matriz en la que está depositado (Wilson et al., 2010; Mansilla et al., 2011). En
el caso del cortisol, al tratarse de una molécula más estable, la pérdida
probablemente se dé por la presencia de agentes biológicos (hongos,
bacterias, etc.) que provoquen daños mecánicos en la matriz del cabello con la
consiguiente liberación del cortisol al medio ambiente. Esto hace pensar que si
se conserva el cabello sin mayores defectos estructurales las cantidades de
cortisol que contiene la fibra capilar son las que secretó el individuo en vida.
Por otro lado, la forma en que las muestras son obtenidas puede incidir en las
cantidades de cortisol encontradas. La región de donde se obtuvieron las
muestras actuales –parte posterior de la cabeza– tiene la tasa de crecimiento
de cabello más uniforme en la cabeza (Pragst y Balikova, 2006; Stalder y
Kirschbaum, 2012). Por otro lado, obtener la misma sección de cabello en
relación al tamaño y la distancia al cuero cabelludo permite tener un control del
tiempo de exposición a la hormona y, por extensión, al estrés. Sin embargo,
35
como fue descrito en la sección de materiales y métodos, la obtención de
cabello de los restos momificados se realizó de acuerdo a su disponibilidad y
bajo el criterio de no intervenirlas fuertemente ya que se trataban en su
mayoría de momias enfardadas. Por esto, se cortó cabello de distintas partes
de la cabeza y no necesariamente cerca del cuero cabelludo. Más aún, algunas
muestras correspondieron solo al cabello que se asomaba de los textiles que
conformaban el fardo. Como consecuencia de estas condiciones de muestreo,
no se pudo tener un control con las muestras arqueológicas como el que se
tuvo en las muestras actuales.
36
7. Resultados
7.1. Osteofitosis vertebral
El grado medio de osteofitosis vertebral de los individuos de los distintos
cementerios analizados varió entre 0,18 y 1,37 en el segmento cervical, entre
0,27 y 1,15 en el torácico y entre 0,72 y 1,86 en el lumbar.
No se pudo construir un modelo lineal generalizado con las tres categorías de
edad porque la categoría 3, es decir mayores de 50 años, solo contaba con 6
individuos lo que impedía la construcción de un modelo robusto. Por esta razón
se descartó esta categoría.
Al construir posteriormente el modelo (sin la categoría 3 de edad) se observa
que para los tres segmentos vertebrales las variables edad y sitio afectan la
expresión de osteofitosis vertebral (Tabla 4).
37
Tabla 4. Resumen de las pruebas de significancia dentro del modelo lineal
generalizado para los segmentos vertebrales. Los valores de p menores a 0,05 se
destacan con *.
a. Cervical
SC Grados de libertad MC F P
Intercepto 17,52660 1 17,52660 51,29583 0,000000 * Sitio 6,27842 3 2,09281 6,12510 0,000642 * Sexo 0,05086 1 0,05086 0,14884 0,700303 Edad 6,57622 1 6,57622 19,24689 0,000024 * Sitio*Sexo 2,04480 3 0,68160 1,99487 0,118208 Sitio*Edad 4,31495 3 1,43832 4,20958 0,007133 * Error 42,36795 124 0,34168
b. Torácico
SC Grados de
libertad MC F P
Intercepto 21,64722 1 21,64722 75,39024 0,000000 * Sitio 4,31998 3 1,43999 5,01503 0,002576 * Sexo 0,48248 1 0,48248 1,68033 0,197287 Edad 6,07957 1 6,07957 21,17316 0,000010 * Sitio*Sexo 1,09886 3 0,36629 1,27566 0,285726 Sitio*Edad 2,65954 3 0,88651 3,08744 0,029714 * Error 35,60481 124 0,28714
c. Lumbar
SC Grados de
libertad MC F P
Intercepto 97,94920 1 97,94920 175,3356 0,000000 * Sitio 4,52215 3 1,50738 2,6983 0,048786 * Sexo 0,00086 1 0,00086 0,0015 0,968722 Edad 18,76666 1 18,76666 33,5936 0,000000 * Sitio*Sexo 2,70070 3 0,90023 1,6115 0,190206 Sitio*Edad 4,57273 3 1,52424 2,7285 0,046956 * Error 68.15387 122 0,55864
38
Se realizaron pruebas post hoc para identificar cuáles sitios se diferencian
significativamente entre sí, y para evaluar la interacción entre la edad y los
sitios.
Al comparar entre sitios se observaron diferencias significativas (p<0,01) en los
tres segmentos vertebrales. En las cervicales se observó que Coyo 3 presenta
mayor grado de osteofitosis que los demás sitios, siendo significativo en todos
los casos. En los segmentos torácico y lumbar Solcor 3 y Coyo 3 son más altos
que Quitor 6 y Toconao Oriente, pero la diferencia es significativa entre Solcor
3 y Quitor 6 y entre Coyo 3 y lo sitios Toconao Oriente y Quitor 6 (Figura 6 (a, b
y c); Tabla 5 (a, b y c)).
Coyo 3, un cementerio de finales del período Medio, presentó la mayor
intensidad de osteofitosis en las tres regiones vertebrales. Por su parte, los
grados menores se encontraron en los sitios Toconao Oriente (segmento
cervical) y Quitor 6 (segmentos torácico y lumbar), ambos del período
Intermedio Tardío. Entre estos dos últimos sitios no existieron diferencias
significativas en toda la columna.
39
6.a. Segmento cervical F(3, 124)=6,1251, p=0,00064
Solcor 3 Coyo 3 Quitor 6 Toconao Oriente
SITIO
0,0
0,5
1,0
1,5
2,0IN
TEN
SID
AD
OS
TEO
FITO
SIS
VE
RTE
BR
AL
6.b. Segmento torácico
F(3, 124)=5,0150, p=0,00258
Solcor 3 Coyo 3 Quitor 6 Toconao Oriente
SITIO
0,0
0,5
1,0
1,5
2,0
INTE
NS
IDA
DO
STE
OFI
TOS
IS V
ER
TEB
RA
L
40
6.c. Segmento lumbar
F(3, 122)=2,6983, p=0,04879
Solcor 3 Coyo 3 Quitor 6 Toconao Oriente
SITIO
0,0
0,5
1,0
1,5
2,0
2,5
INTE
NS
IDA
DO
STE
OFI
TOS
IS V
ER
TEB
RA
L
Figura 6.a, 6.b y 6.c. Intensidad de osteofitosis vertebral (promedio ponderado) entre
los distintos sitios en los tres segmentos vertebrales. Las barras verticales indican
intervalos de confianza de 0,95.
Tablas 5.a, 5.b y 5.c. Resultados del análisis a posteriori: Prueba de comparación de
medias en grupos no equilibrados (Unequal N HSD) (significación a p<0,01). Los
números entre paréntesis corresponden al grado de osteofitosis vertebral promedio de
cada sitio.
5.a. Segmento cervical Error entre EMC = 0,34; df = 124
Sitio Solcor 3 Coyo 3 Quitor 6 Toconao Or.
Solcor 3 (0,558) X
Coyo 3 (1,297) 0,000 X
Quitor 6 (0,256) 0,216 0,000 x
Toconao Or. (0,179) 0,349 0,000 0,987 X
41
5.b. Segmento torácico Error entre EMC = 0,29; df = 124
Sitio Solcor 3 Coyo 3 Quitor 6 Toconao Or.
Solcor 3 (0,7834) X
Coyo 3 (1,1025) 0,047 X
Quitor 6 (0,2461) 0,002 0,000 x
Toconao Or, (0,3295) 0,078 0,000 0,971 x
5.c. Segmento lumbar
Error entre EMC = 0.559; df = 122
Sitio Solcor 3 Coyo 3 Quitor 6 Toconao Or.
Solcor 3 (1,475) X
Coyo 3 (1,821) 0,156 X
Quitor 6 (0,693) 0,001 0,000 x
Toconao Or. (0,938) 0,176 0,005 0,789 x
Cuando se evaluó la interacción entre el sitio y la edad, fue posible observar
que las diferencias entre los distintos sitios se encuentran mediadas por el
rango etario de los individuos analizados en toda la columna vertebral (Figura 7
(a, b y c)). Las figuras muestran que en el rango etario 35 a 49 años las
diferencias encontradas entre los sitios son mayores, lo cual reafirma el
carácter degenerativo de la condición.
No se encontraron diferencias significativas en ninguno de los segmentos
vertebrales (prueba de Mann-Whitney; p > 0,05) cuando se llevó a cabo una
comparación entre los individuos de Solcor 3 con un estatus social alto
relacionado a la posesión de elementos de prestigio versus los no asociados a
estos elementos.
42
20 - 34 35 - 49
Solcor Coyo 3
Quitor 6Toconao Oriente
SITIO
0,0
0,5
1,0
1,5
2,0
2,5
INTE
NS
IDA
DO
STE
OFI
TOS
IS V
ER
TEB
RA
L
20 - 34 35 - 49
Solcor 3Coyo 3
Quitor 6Toconao Oriente
Sitio
0,0
0,5
1,0
1,5
2,0
INTE
NS
IDA
DO
STE
OFI
TOS
IS V
ER
TEB
RA
L
20 - 34 años 35 - 49 años
Solcor 3Coyo 3
Quitor 6Toconao Oriente
SITIO
0,0
0,5
1,0
1,5
2,0
2,5
3,0
INTE
NS
IDA
DO
STE
OFI
TOS
IS V
ER
TEB
RA
L
Figura 7 a, b y c. Gráficos de perfil que muestran interacciones entre edad y sitio (promedios ponderados) de cada segmento vertebral (a: cervical, b: torácico, c:
lumbar). Las barras verticales indican un intervalo de confianza de 0,95.
Segmento cervical F(3, 124) = 4,21, p = 0,007
Segmento torácico F (3, 124) = 3,087; p = 0,029
Segmento lumbar F (3, 122)= 2,728, p=0,046
a
b
c
43
7.2. Cortisol
El rango de la muestra de cabello de los períodos Medio e Intermedio Tardío de
San Pedro de Atacama fue de 161,3 ng/g (33,7 ng/g – 195,0 ng/g) con una
media de 81,9 ng/g. La muestra control por su parte mostró un rango de 103,4
ng/g (12,0 ng/g - 115,4 ng/g) y una media de 67,6 ng/g (Figura 8).
En la muestra actual no hubo diferencias significativas entre hombres y mujeres
(t = 0,189; p = 0,852). Lo mismo sucedió con respecto a la edad: los niveles de
cortisol no mostraron relación lineal con esa variable (r = 0,21; p = 0,39). Dado
que ni el sexo ni la edad influyeron sobre la acumulación de cortisol en la
muestra control, se agruparon los resultados para así compararlos con la
muestra arqueológica (a la que no se pudo determinar sexo ni edad).
En relación al sexo, algunos trabajos tampoco han encontrado diferencias
significativas entre hombres y mujeres (Raul et al., 2004; Thomson et al.,
2010), y en relación a la edad, Raul et al. (2004) y Detternborn et al. (2010) no
encontraron diferencias entre grupos. Sin embargo, un estudio realizado
recientemente por Detternborn et al. (2012) encontró que los hombres exhibían
niveles mayores de cortisol que las mujeres y también que la edad influía de
manera notoria en la acumulación hormonal, siendo los niños y los adultos
mayores los grupos que mostraron niveles más altos.
En el presente trabajo, la muestra control se compone en su mayoría de
personas entre 20 y 30 años, por lo que se encuentra sesgada en cuanto a
edad. Esto mismo sucede con los estudios que tampoco encontraron una
relación con la edad, donde el rango etario era acotado o el tamaño de la
muestra era pequeño (Stalder et al., 2012).
Ante esta variabilidad de resultados no parece claro si la edad y el sexo son
factores importantes en la liberación de cortisol. Por esta razón, estas variables
tampoco pueden ser excluidas y deben tenerse en cuenta (Stalder et al., 2012).
Sin embargo, en el caso del presente estudio, dada que las muestras
arqueológicas no tienen ni sexo ni edad asignados, para efectos de
comparación se debe agrupar la muestra control.
44
Al comparar las muestras arqueológicas de San Pedro de Atacama con la
muestra control actual no se observaron niveles significativamente diferentes
(t = -1,23; p = 0,223).
Muestras
1 2
Cor
tisol
(ng/
g)
0
25
50
75
100
125
150
175
200
225
Figura 8. Diagramas de caja que exhiben los niveles de cortisol para la muestra
control y la de San Pedro de Atacama. La línea continua representa la mediana y la
línea punteada el promedio. Los puntos corresponden a outliers.
Las Figuras 9 y 10 comparan los niveles de cortisol encontrados en la presente
investigación con aquellos informados de otros estudios. Los niveles de cortisol
más altos se encuentran principalmente en los individuos hospitalizados por
distintas situaciones cercanas a la muerte y en individuos afectados por el
síndrome de Cushing, que se caracteriza precisamente por la producción
anormal de cortisol, que supera a todas las demás condiciones.
Aunque las muestras de individuos con ciertos estados patológicos o con
situaciones de estrés (pacientes con dolor crónico bajo tratamiento, atletas,
mujeres embarazadas, entre otros) presentan niveles mayores que sus
Actual San Pedro de Atacama
45
respectivos grupos controles, ellos siguen siendo inferiores a los de pacientes
con patologías graves (paciente hospitalizados, infartados) o relacionadas con
la secreción anormal de cortisol (síndrome de Cushing) y, también, con las
muestras arqueológicas de Perú.
Es posible sugerir entonces que diversas condiciones de la vida actual o
biológica pueden aumentar los niveles de cortisol significativamente, aunque
siguen dentro de un rango más bajo que los de individuos con patologías
graves.
MUESTRAS DE DISTINTAS INVESTIGACIONES
Sujetos
sin d
olor c
rónico
seve
ro
Pacien
tes co
n dolo
r crón
ico se
vero
Pacien
tes ho
spita
lizado
s sin
infart
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tes co
n infa
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in sín
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Pacien
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n Sind
rome d
e Cus
hing
Actuale
s
San Ped
ro de
Atacam
a
NIV
EL
CO
RTI
SO
L (n
g/g)
0
150
300
450
600
750
900
2500
Figura 9. Comparación de los niveles de cortisol (mediana) de las muestras de San
Pedro de Atacama y muestras chilenas actuales con los resultados expuestos por
46
otras investigaciones. Las barras verticales indican el rango. La separación por color
indica cada investigación con la muestra objetivo y su control.
MUESTRAS DE DISTINTAS INVESTIGACIONES
Estu
diant
es u
niver
sitar
ios
Unive
rsita
rios y
am
igos d
el gr
upo
de in
vesti
gació
nNo
atle
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stras
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ueoló
gicas
de
Per
úAc
tuale
s
San
Pedr
o de
Ata
cam
a
Cor
tisol
(n
g/g)
0
50
100
150
200
250
300
350
400
Figura 10. Comparación de los niveles de cortisol promedio de las muestras de San
Pedro de Atacama y muestras chilenas actuales con los resultados expuestos por
otras investigaciones. Las barras verticales indican desviación estándar. La separación
por color indica cada investigación con la muestra objetivo y su control.
47
Todos estos antecedentes no solo confirman la validez del cortisol como
medida de estrés, sino también permiten sugerir que las personas en la
actualidad tienen un nivel de cortisol dentro de un rango más o menos acotado
y que las poblaciones prehistóricas tuvieron niveles de cortisol similares a los
de la actualidad.
Se compararon los niveles de cortisol entre los individuos pertenecientes al
período Medio (N= 6) y al período Intermedio Tardío (N= 14). Los resultados
muestran que no existen diferencias significativas (Mann-Whitney; p = 0,433)
(Figura 11), aunque el bajo número de réplicas y el valor extremo en la muestra
del período Medio hace poco confiable este resultado.
--- Mediana 25%-75% Rango no outlier Outliers Extremos
Medio Intermedio Tardío
Período
20
40
60
80
100
120
140
160
180
200
220
Cor
tisol
ng/g
Figura 11. Diagrama de caja que exhibe los niveles de cortisol de cada período
cultural de las muestras de San Pedro de Atacama
48
Del mismo modo, se buscaron elementos dentro del ajuar funerario que
pudiesen ser reflejo de rasgos o prácticas culturales distintivas, para luego
evaluar una eventual relación con la acumulación de cortisol. Dentro del ajuar
funerario, uno de los elementos distintivos es la presencia del complejo
alucinógeno. Solo tres individuos presentaban este tipo de material cultural por
lo que no fue posible realizar inferencias estadísticas; aún así, se observa que
los tres individuos exhiben niveles comparativamente bajos dentro del rango
presentado para las muestras arqueológicas (Figura 12).
Presencia del complejo alucinógeno
0 1 2 3
Cor
tisol
(ng/
g)
0
50
100
150
200
250
Figura 12. Gráfico que exhibe los niveles individuales de cortisol en función de la
presencia o ausencia del complejo alucinógeno.
Con Sin
49
8. Discusión
8.1. Osteofitosis vertebral
Como fue expuesto en los antecedentes, la osteofitosis vertebral es una
condición multifactorial, donde genes, edad y carga física influyen de manera
importante en su aparición y severidad, por lo que las diferencias encontradas
en San Pedro de Atacama podrían deberse a una o más de estas variables.
Los datos obtenidos permitieron verificar la relación entre grado de osteofitosis
y edad, mostrando así la importancia de su carácter degenerativo. El grupo
etario más joven (20 – 35 años) mostró una baja intensidad de osteofitosis
vertebral en cada sitio y segmento vertebral, lo que es totalmente esperable ya
que la aparición de esta condición se da generalmente en la adultez media.
Esto también podría estar indicando el carácter acumulativo de esta condición.
Los resultados muestran además que los sitios del período Intermedio Tardío
(Quitor 6 y Toconao Oriente) tienen un grado de osteofitosis vertebral menor
que los del período Medio (Solcor 3 y Coyo 3).
No es posible atribuir a una sola causa los resultados del presente trabajo. Por
lo mismo, se discutirán a continuación una serie de posibles factores que
podrían afectar la expresión de osteofitosis vertebral en las muestras
analizadas de San Pedro de Atacama.
Tal como fue expuesto en los antecedentes, algunos estudios han planteado
que la osteofitosis vertebral no solo se desarrolla como consecuencia de la
degeneración del disco intervertebral (donde el rol genético sería
preponderante) sino que también se trataría de un fenómeno adaptativo que
permite resistir movimientos de compresión y de flexión (Al-Rawahi et al., 2011)
y que estaría relacionado con la carga mecánica dada por el peso corporal y
actividades físicas (Bridge, 1994; O’Neill et al., 1999; Sofaer Deverenski, 2000;
Oishi et al., 2003; Al-Rawahi et al., 2011).
Los resultados presentados aquí sugerirían entonces que durante el período
Intermedio Tardío las poblaciones sufrieron un estrés físico menor con respecto
50
a las poblaciones que vivieron durante el período Medio, producto de un
cambio en el tipo o en la intensidad de las actividades físicas desarrolladas.
Las poblaciones atacameñas, desde su establecimiento como poblados
estables y hasta la llegada de los conquistadores españoles, se dedicaron a la
agricultura, el pastoreo y el intercambio mediante el caravaneo (Núñez, 2007).
No se han detectado cambios significativos en el tipo de actividades durante
todo el desarrollo agroalfarero, por lo que probablemente las diferencias en el
grado de osteofitosis vertebral se deban a cambios en la intensidad que se le
dio a estas actividades a través del tiempo. Los cambios de intensidad pueden
ser atribuidos a cambios en aspectos socioeconómicos que provocaran una
mayor o menor demanda de trabajo o a cambios tecnológicos que afecten la
energía invertida en cada una de estas actividades.
Como fue mencionado anteriormente, los datos de osteofitosis vertebral
muestran que los sitios del período Intermedio Tardío estudiados acusan un
menor estrés físico respecto al período anterior. Se pueden sugerir ciertos
cambios en aspectos sociales y tecnológicos que pudieron implicar un cambio
en la energía física invertida en tales actividades, por ejemplo, cambios en el
trabajo agrícola por la llegada de alguna nueva tecnología o manera de cultivo
(por ejemplo un uso más eficiente de las aguas), cambios en la forma de
transporte de carga que disminuyeron la carga de trabajo.
Sin embargo, no se puede ignorar la situación ambiental a la que estuvieron
sometidas las poblaciones durante una parte del período Intermedio Tardío.
Como fue mencionado anteriormente, las poblaciones andinas tuvieron que
hacer frente a una gran sequía por lo que el uso de nuevos espacios y la
complementación de todas las tecnologías productivas puede no haber influido
en la disminución del estrés sobre la columna vertebral pues la energía
invertida para hacer frente a los desequilibrios ambientales puede haber
contrarrestado algún efecto positivo.
Una actividad que se ha relacionado con la osteofitosis vertebral son las formas
de transporte de carga sobre la espalda (Sofaer Derevenski, 2000; Briones,
Núñez y Standen, 2005; Cases et al., 2008). La intensidad de osteofitosis vista
en San Pedro de Atacama podría entonces explicarse por cambios en los
51
métodos de carga y transporte entre el período Medio e Intermedio Tardío. El
hallazgo de capachos (especie de bolso conectado en ambos extremos a una
correa que se pone en la parte superior de la cabeza para poder transportar
objetos) es común en contextos arqueológicos del área, por ejemplo, en rutas
caravaneras prehispánicas (Briones, Núñez y Standen, 2005; Cases et al.,
2008). Los resultados presentados podrían estar relacionado al transporte de
carga sobre la cabeza o utilizando esta como soporte.
Un caso particular pareciese ocurrir en las vértebras cervicales. La intensidad
de la osteofitosis en Coyo 3 es la más alta respecto a todos los otros sitios.
Como fue mencionado anteriormente, este sitio se corresponde con el
momento en que empiezan a decaer las relaciones con Tiwanaku, lo que pudo
traer desajustes socioeconómicos y por lo tanto cambios en las actividades
desarrolladas por las poblaciones. Ahora, esta diferencia solo se observa en la
columna cervical, por lo que si hubo un cambio en actividades estaría
relacionado al uso o a la carga sobre este segmento vertebral. El que San
Pedro dejara de ser parte de una red de tráfico a larga distancia manejada por
Tiwanaku pudo provocar, especialmente en oasis más periféricos, un aumento
en los desplazamientos o una mayor demanda de trabajo.
Otra explicación podría estar relacionada con actividades específicas de
algunos oasis. Algunas investigaciones arqueológicas han notado la presencia
de instrumentos relacionados a la minería especialmente en el oasis de Coyo
(Costa y Llagostera, 1994; Núñez, 1999; Salazar et al., 2011). Arriaza (1991)
analizó los restos de Coyo Oriente y sugiere que las condiciones osteoartríticas
observadas en distintas articulaciones del cuerpo podrían estar relacionadas al
trabajo en minería. Si bien las herramientas encontradas en Coyo 3 no
muestran señales de uso y son menos frecuentes (Costa y Llagostera, 1994)
los resultados bioarqueológicos de Arriaza y del presente trabajo sugieren que
los habitantes de este oasis se dedicaron en mayor medida a este tipo de
actividad lo que trajo como consecuencia el mayor desarrollo de condiciones
osteoartríticas.
Lamentablemente, existe una escasa contraparte de datos arqueológicos que
avalen o rechacen lo planteado; por lo mismo, es importante desarrollar
52
estudios arqueológicos en torno a este tema que busquen posibles cambios
que puedan incidir sobre la prevalencia de la osteofitosis vertebral.
Así mismo, el análisis de otras articulaciones de los mismos individuos
analizados en este estudio, podrían confirmar o rechazar lo planteado, ya que
el enfoque más informativo es el uso de todo el esqueleto para registrar los
patrones de osteoartritis y osteofitosis vertebral (Jurmain, 1999; Goodman y
Martin, 2002).
Las investigaciones arqueológicas han planteado al período Medio como un
momento cuando la influencia Tiwanaku estuvo acompañada de un apogeo
cultural local con una mayor riqueza material y participando de la mayor red
interregional que tuvo su historia (Berenguer y Dauelsberg, 1989). Distintos
estudios bioarqueológicos han mostrado que esta prosperidad tuvo
implicancias en la calidad de vida de las poblaciones atacameñas, planteando
mejoras durante el período Medio (Neves y Costa, 1998; Costa et al., 2004)
especialmente en el estado nutricional de los individuos, reflejado en su
estatura y salud oral.
Sin embargo, otros indicadores muestran un panorama distinto. El análisis de
fracturas post craneales, relacionadas al uso del cuerpo, no revelan diferencias
entre los distintos períodos del desarrollo atacameño (Costa et al., 1998) y el
análisis de infecciones no específicas señalan, por el contrario, un incremento
durante el período de influencia Tiwanaku (Da Gloria et al., 2011).
Estas investigaciones, por lo tanto, muestran que solo algunos de los aspectos
relacionados a la calidad y estilo de vida se beneficiaron con la influencia del
estado altiplánico y del momento próspero que vivían las poblaciones locales.
Los datos entregados sobre osteofitosis vertebral confirman esta idea, y
además de esto, muestran una discordancia con los estudios de traumas post
craneales. Estos últimos estarían indicando que las actividades cotidianas y los
riesgos asociados a ellos no cambiaron durante todo el desarrollo cultural; sin
embargo, la osteofitosis vertebral indica un mayor estrés físico durante el
período Medio, planteando así un uso más intenso del cuerpo en actividades
cotidianas, especialmente en los momentos finales de este período.
53
Investigaciones arqueológicas sugieren diferencias sociales entre los grupos
atacameños durante el período Medio, a partir de la distribución diferencial de
las ofrendas funerarias, tanto en cantidad como en calidad, entre y dentro de
los sitios. Estas diferencias tendrían relación con la asociación de los individuos
a Tiwanaku (Torres-Rouff, 2008).
Así mismo, estudios bioarqueológicos (Torres-Rouff 2008, 2011; Hubbe et al.
2012) muestran que los beneficios asociados a la influencia Tiwanaku tampoco
se distribuyeron de manera equitativa en toda la población. Hubbe y
colaboradores (2012) señalan que los individuos relacionados a Tiwanaku
presentan una mejor salud oral así como diferencias en la composición dietaria.
Por su parte, Torres-Rouff (2008, 2011) plantea que las diferencias sociales,
además de observarse en la riqueza de las ofrendas funerarias, también son
posibles de identificar en los patrones de lesiones traumáticas craneales ya que
observa una mayor violencia en individuos asociados a Tiwanaku, los que a su
vez presentan una mayor riqueza en sus ofrendas. Torres-Rouff (2008, 2011)
sugiere que se generaron ciertas tensiones sociales al no beneficiarse toda la
población atacameña con esta influencia.
Los datos de osteofitosis vertebral no muestran diferencias significativas entre
dos grupos relacionados con Tiwanaku con mayor o menor estatus social
(Solcor 3 élite y Solcor 3 no élite, respectivamente). Esto podría ser
interpretado como que las diferencias sociales presentes en este período no se
relacionaron a las actividades físicas realizadas por estos grupos. De este
modo se puede plantear que la influencia de Tiwanaku no influyó sobre la
diferenciación de roles en actividades cotidianas y, por extensión, productivas
dentro de los grupos atacameños, de modo que los individuos de estatus social
más alto estarían realizando las mismas actividades que el resto de los
individuos. Al parecer, Tiwanaku contribuyó a segmentar la población pero no a
cambiarle su estilo de vida, ya que toda la población realizaba actividades
similares.
Investigaciones en torno a la degeneración del disco intervertebral plantean
que el factor genético es importante en esta condición (Kalichman, 2010). Si se
entiende la aparición y severidad de los osteofitos vertebrales como una
54
característica de este proceso degenerativo, las diferencias encontradas en la
muestra de San Pedro de Atacama podrían ser explicadas por diferencias
biológicas en los grupos humanos que habitaron los oasis entre estos dos
períodos, por ejemplo por causa del aporte poblacional desde otras regiones
con las cuales mantenían contactos.
Como se ha planteado desde la arqueología, los habitantes de los oasis
mantuvieron relaciones de intercambio con distintos grupos humanos. El
desarrollo de estas poblaciones, así como las del resto de los Andes Centro
Sur no solo se basó en las actividades productivas agrícolas y pastoriles sino
también, y de manera importante, en las conexiones interregionales y en las
redes de intercambio (Hubbe et al., 2012). Estas conexiones no solo
permitieron el intercambio económico; los distintos grupos humanos partícipes
de estas redes pudieron compartir y adquirir ideas, creencias y tradiciones. De
esta misma forma, el intercambio permitió el encuentro físico entre los distintos
grupos. La llegada de nuevas poblaciones a un lugar permitió probablemente la
llegada de nuevas características genéticas y con ello diferencias en
susceptibilidad hacia ciertas enfermedades o condiciones, por ejemplo, una
mayor susceptibilidad al desarrollo de la degeneración del disco intervertebral.
Algunos estudios de afinidades biológicas plantean que las diferencias
morfológicas observadas en los distintas fases culturales de la prehistoria de
San Pedro de Atacama pueden ser consecuencia de migraciones desde otras
zonas (Cocilovo y Varela, 2002). Las relaciones más claras se darían con
poblaciones de Pisagua y del noroeste Argentino (Cocilovo, 1981; Cocilovo y
Rothhammer, 1990).
Con estos antecedentes no es posible descartar que las diferencias
encontradas se deban en parte a diferencias en la composición genética de
cada grupo.
55
8.2. Cortisol en el cabello
La cuantificación de cortisol en el cabello de restos bioarqueológicos ha sido
realizada con anterioridad por Webb y colaboradores (2010), quienes
determinaron acumulación de esta hormona en restos precolombinos de Perú.
La presente investigación reafirma la posibilidad de cuantificar los niveles de
cortisol en muestras antiguas y busca además examinar si algún factor de tipo
cultural puede estar relacionado con los niveles encontrados, complementando
así el conocimiento sobre la calidad de vida de las poblaciones prehispánicas
de San Pedro de Atacama.
Como se expuso en la sección de resultados, las muestras de San Pedro de
Atacama no mostraron niveles de cortisol muy diferentes a los de las muestras
control actuales, salvo dos individuos atacameños con niveles particularmente
altos (Coyo Oriente 3928: 195 ng/g y Quitor 1 3445: 152 ng/g), sugiriendo que
las poblaciones del pasado estudiadas y las actuales estuvieron expuestas a
niveles de estrés similares.
Por lo que es posible pensar que los niveles encontrados en San Pedro de
Atacama muestren que las poblaciones atacameñas no tuvieron una vida tan
estresante como se asume. Si bien las condiciones ambientales son restrictivas
por estar insertas en uno de los ecosistemas mas agrestes como lo es el
desierto de Atacama, estas al parecer no alteraron mayormente los niveles de
cortisol de estas poblaciones.
Esto podría deberse a la larga historia de ocupación humana en el área y por lo
tanto a una larga historia de adaptación. Las primeras evidencias de ocupación
remontan a épocas arcaicas (9.000 – 2.000 a.C), por grupos que articulaban
grandes territorios en un patrón altamente móvil. Los procesos de
sedentarización durante el Formativo (1.200 a.C – 400 d.C.), decantaron
exitosamente hacia finales de ese período con poblados estables en los que
habitaban grupos especializados en el pastoreo, horticultura, con una red de
intercambio bien establecida y con actividades complementarias de recolección
(Agüero y Uribe, 2011).
56
Los individuos analizados en el presente estudio vivieron durante los períodos
subsiguientes, Medio (400 – 950 d.C) e Intermedio Tardío (1.000 – 1.400 d.C),
vale decir, son descendientes de un grupo humano que durante miles de años
fue adaptándose paulatinamente a las condiciones que la zona le ofrecía. Por
ello y aunque muchos factores podrían estar afectando los resultados, los
niveles de cortisol encontrados podrían estar indicando que no eran grupos
estresados o por lo menos no más estresados que las poblaciones en la
actualidad.
Sin embargo, en este punto es importante considerar que la muestra control
utilizada, es decir, un grupo actual de personas sanas (sin enfermedades
crónicas ni graves), está inserta en un sistema social, económico y cultural
donde los niveles de estrés psicológico son altos. Como se revisó en los
antecedentes, el cortisol también aumenta su liberación ante estrés psicológico
por lo que cabe preguntarse si la comparación fue realizada entre dos grupos
estresados.
Otra posible explicación a estos resultados es que el cuerpo humano responda
de manera similar ante una gama de estímulos que, aunque nocivos, no
alcanzan a ser críticos (a diferencia de enfermedades graves, por ejemplo).
Aplicado al caso del cortisol este efecto se vería reflejado en niveles
semejantes de producción hormonal.
Esto puede ser sostenido por dos puntos. El primero es que la liberación de
cortisol es estimulada por una gama de estímulos capaces de generar una
alteración en el cuerpo humano; por tanto, se trata de un biomarcador de estrés
no específico que permite observar una especie de “marco general” de cómo
los individuos responden a condiciones generales de estrés.
El segundo es que los niveles de cortisol muestran un rango amplio en
personas sanas llegando a traslaparse con los de personas afectadas por
distintos factores psicosociales y biológicos (esfuerzo físico, embarazo,
desempleo, síndrome de estrés post-traumático) (Steudte et al., 2011; Kalra et
al., 2007; Detternborn et al., 2010; Skoluda et al., 2011; Kirschbaum et al.,
2009), pero que solo ante eventos disruptivos más graves (como enfermedades
que requieran cuidados y tratamientos hospitalarios y patologías relacionadas a
57
la liberación anormal de esta hormona) (Thomson et al., 2009; Van Uum et al.,
2008; Pereg et al., 2010) los niveles se elevan de manera notoria. Si bien los
resultados en bruto de estos distintos trabajos y de la presente investigación no
se pueden comparar entre sí por la naturaleza de los análisis (Russell et al.,
2012), sí es posible realizar una comparación general.
A diferencia de las muestras de los estudios actuales, las muestras
arqueológicas se refieren a individuos muertos. Sin embargo, se esperaría que
en el pasado la muerte ocurriera más bien de manera inesperada, por ejemplo
como producto de un accidente o de una enfermedad aguda dentro de un
rango temporal acotado. En estas condiciones los niveles de cortisol en
muestras arqueológicas no estarían reflejando los eventos relacionados con la
muerte. Aún así, un análisis de cortisol en personas fallecidas recientemente
con una causa de muerte conocida podría esclarecer mejor este punto.
La presencia de altos niveles de cortisol en algunos individuos de San Pedro de
Atacama puede estar relacionada con enfermedades que pudieran estar
afectándolos. Por ejemplo, en estudios actuales se ha observado que personas
que sufren dolor crónico debido a distintas patologías presentan niveles de
cortisol significativamente más altos (Van Uum et al. 2008). En poblaciones de
San Pedro de atacama se han demostrado enfermedades infecciosas de la
cavidad oral (Hubbe et al., 2012; Neves et al., 2004) o procesos infecciosos no
específicos como periostitis y osteomielitis (Da Gloria et al., 2011), cuyos
agentes patógenos afectarían de manera negativa y persistente al cuerpo
produciendo una alteración generalizada o estrés.
Por último, grandes eventos de estrés relacionados con factores psicológicos y
psicosociales pueden hacer que el estrés percibido y el nivel de cortisol
aumenten en las personas (Karlén et al., 2011). Desajustes socioculturales y la
percepción que las personas tienen de éstos podrían provocar una mayor
acumulación de cortisol. Estudios actuales han mostrado que, por ejemplo, el
desempleo, el estrés postraumático por situaciones de guerra y aspectos
socioeconómicos tienen relación con la acumulación de esta hormona
(Detternborn et al., 2010; Steudte et al., 2011). Si bien no es posible distinguir
estos factores en las poblaciones del pasado, ellos no pueden ser ignorados.
58
Las personas que vivieron en los oasis de San Pedro de Atacama en tiempos
precolombinos no solo se enfrentaron a un ambiente en muchas ocasiones
agreste y hostil, sino también a procesos sociales que no siempre fueron
positivos para toda la población.
Diferencias sociales y de prestigio (Hubbe et al., 2012, Torres-Rouff, 2008,
2011), eventos históricos particulares como la influencia de algún estado de
mayor complejidad (tales son los casos de Tiwanaku y Tiwantisuyo) (Berenguer
y Dauelsberg, 1989) y violencia interpersonal y social (Torres Rouff, 2005,
2011; Lessa y Mendoça, 2004; Schiappacasse y Niemeyer, 1989), son algunos
de los factores que podrían haber afectado a las poblaciones sanpedrinas, pero
que por sí solos no muestran ser elementos que alteren de manera sustancial
la secreción de esta hormona.
Los niveles de cortisol no resultaron diferentes entre los distintos períodos
analizados. Tal como fue discutido anteriormente, esta similitud podría deberse
a la no-especificidad del indicador pero también a que las condiciones de vida
en ambos períodos no experimentaron mayores diferencias en cuanto a
generar estrés.
Los estudios bioarqueológicos desarrollados en el área muestran una mejor
nutrición durante el período Medio, pero solo en personas de mayor estatus
social (Hubbe et al., 2012). Otros indicadores de estrés no muestran diferencias
entre los períodos (Costa et al., 1998) e incluso sugieren lo contrario, como es
el caso de los resultados de osteofitosis vertebral. Esto solo muestra la
inherente complejidad en el estudio de la calidad de vida biológica en la
antigüedad.
A pesar de entregar resultados disímiles, lo cierto es que estos estudios
sugieren que los factores de estrés han variado entre un período y otro, sin
embargo, la respuesta hormonal no los está reflejando. Los resultados
presentados pueden apuntar a que la valoración de esos factores como
“estresantes” (por parte de la sociedad y del individuo) pueda estar mediando
sobre la respuesta del cuerpo humano. Un factor de estrés puede afectar en
gran medida a una sociedad en un momento determinado pero luego, en un
momento posterior puede no ser tan importante y por lo tanto no afectar de la
59
misma manera. Del mismo modo, nuevos estresores pueden causar la misma
respuesta biológica que condiciones estresoras previas, ya que pueden estar
siendo valoradas de la misma manera.
Al igual que en la comparación con la muestra actual, no se puede descartar
que la capacidad de respuesta del cuerpo sea acotada ante eventos de
intensidad por debajo de cierto umbral o no patológicos. También se debe
considerar el tamaño de la muestra, ya que para el período Medio solo fueron
analizados seis individuos.
Un elemento importante dentro de la arqueología de San Pedro de Atacama es
la presencia frecuente del complejo alucinógeno. Solo tres de las muestras
analizadas contenían en su ajuar algún elemento perteneciente a este
complejo. Si bien estas muestras mostraron niveles bajos dentro del rango
total, el número es muy pequeño como para realizar comparaciones confiables.
El estudio del ajuar funerario permitió determinar el período cultural al que
pertenecían los restos; sin embargo, las características de los mismos no
permitieron identificar otros rasgos culturales distintivos. Tampoco fue posible
realizar un análisis osteológico de los individuos cuyo cabello fue analizado, por
lo que otras variables culturales y biológicas como sexo, edad, indicadores de
estrés esqueletal, estatus social, etc. no pudieron ser evaluadas.
60
9. Conclusión
La calidad y el estilo de vida en el pasado han sido evaluados por medio de
diversos indicadores de estrés. Mediante ellos se ha visto cómo la biología
humana puede verse afectada por factores sociales y culturales y se ha podido
reconstruir parte de la vida de las poblaciones antiguas.
En San Pedro de Atacama se han analizado diversos indicadores dentales y
osteológicos para evaluar cambios en la calidad y el estilo de vida
especialmente durante los períodos Medio e Intermedio Tardío. El uso de
varios indicadores ha permitido acercarse aún más a la manera en que estas
poblaciones le hicieron frente a un ambiente y una realidad cultural particular.
El presente estudio analizó dos indicadores que no habían sido evaluados
anteriormente en San Pedro de Atacama, osteofitosis vertebral y cortisol en
cabello. El primero es un indicador tradicional relacionado con el estilo de vida
y el comportamiento, que puede dar luces sobre el uso que las poblaciones le
daban a su cuerpo en las actividades que realizaban de manera cotidiana. El
segundo es un marcador fisiológico de reciente uso pero poco utilizado como
indicador de estrés en bioarqueología y que puede convertirse en la manera
más directa de aproximarse a las condiciones fisiológicas en vida de los restos
humanos encontrados en contextos arqueológicos.
El estudio analizó muestras de dos períodos, Medio e Intermedio Tardío, sin
enfocarse en ningún evento en particular. Esto permite no sesgar los resultados
presentados y poder discutir distintos factores de índole tanto ambiental como
social, y de este último tanto local como foráneo.
Los resultados obtenidos muestran la utilidad de ambos indicadores para la
reconstrucción de la vida de los grupos prehispánicos que habitaron esta área.
En el caso del indicador de estrés biomecánico, es decir, el grado de expresión
de osteofitosis vertebral, se comprueba el carácter degenerativo de la condición
ya que la edad influye directamente en las diferencias observadas entre los
distintos sitios. Pero aún controlando el factor etario es posible observar
diferencias significativas entre los distintos sitios analizados.
61
Estas diferencias podrían ser explicadas por cambios en la intensidad de la
carga mecánica ejercida en la columna vertebral ya sea por distintos tipos de
actividades o por cambios en la intensidad de las actividades desarrolladas por
las poblaciones de San Pedro de Atacama, por ejemplo actividades
relacionadas con una carga axial sobre el cuerpo (uso de capacho o carga
sobre la cabeza, por ejemplo) o en las que la columna deba realizar
movimientos constantes de flexión.
Un caso particular sucede con el sitio Coyo 3 especialmente en su segmento
cervical. Sus niveles son altos respecto a todos los otros sitios. Lo que podría
relacionarse a dos aspectos de carácter cultural. Este sitio se ubicaría
cronológicamente en el momento en que se produce un desajuste social y
económico por la desarticulación de la hegemonía de Tiwanaku. Por otro lado,
el hallazgo de herramientas para el trabajo de minería en los sitios de Coyo,
podría estar indicando una especialización a actividades mineras.
Un enfoque que puede entregar mayor información es la investigación
sistemática de patrones de osteofitosis vertebral y osteoartritis en distintas
articulaciones, usando toda la muestra esqueletal (Jurmain, 1999; Goodman y
Martin, 2002). Por lo mismo y para llegar a conclusiones más robustas es
necesario realizar en el futuro un análisis de las articulaciones apendiculares de
las mismas muestras utilizadas en este estudio.
En el caso del estrés fisiológico, éste solo había sido evaluado por medio de
indicadores esqueletales y dentales en San Pedro de Atacama. El análisis
realizado en el presente estudio reafirma la posibilidad de cuantificar cortisol en
restos humanos antiguos y sugiere que los niveles encontrados probablemente
correspondan a las concentraciones fisiológicas a las que estuvieran expuestas
los individuos analizados cuando vivían, tal como ya lo había hecho Webb et al.
(2009) en momias de Perú.
Si bien las condiciones ambientales y sociales de vida de las poblaciones
precolombinas fueron muy distintas a las actuales, los niveles encontrados en
San Pedro de Atacama no difieren significativamente de la muestra actual
utilizada como control.
62
Además, la muestra precolombina posee un rango relativamente amplio, por lo
que es posible observar que algunos individuos tienen altos niveles de cortisol,
mientras otros tienen niveles relativamente bajos. Esto sugiere que dentro de
los grupos que habitaron San Pedro de Atacama existieron diferencias en las
condiciones de vida. Esta sugerencia no pudo ser evaluada pues no se contaba
con otros indicadores culturales que permitieran contrastar las observaciones.
Los niveles de cortisol encontrados podrían estar indicando que no eran grupos
estresados. Una larga historia de ocupación en la zona permitió que las
poblaciones se adaptaran a condiciones ambientales extremas, por lo que no
supondría un factor estresor, como por lo general se asume.
Estos resultados también podrían estar evidenciando que la respuesta
fisiológica del cuerpo humano se activa ante una amplia gama de estímulos y
una respuesta más severa solo se produce frente a factores nocivos que
atenten contra la supervivencia de los individuos. En ese sentido, los diversos
factores ambientales, culturales y psicosociales que afectaron a las
poblaciones precolombinas de San Pedro de Atacama pueden influir en los
niveles de cortisol pero al no tener control sobre estas variables en las
muestras analizadas no es posible evaluarlas para así descubrir por qué el
rango presente es tan amplio.
Al igual que en la osteofitosis vertebral, no se pueden descartar otros factores
que pueden afectar los niveles de cortisol, como por ejemplo efectos del
ambiente (cuando los individuos analizados vivían) y los tafonómicos que
actuaron en las fibras capilares y podrían haber generado una pérdida de la
hormona.
Sin embargo, el cortisol es una molécula relativamente estable por lo que es
difícil que reacciones de descomposición de la molécula puedan ocurrir y
menos cuando la matriz en la que está inserta (cabello) no ha sido mayormente
afectada. Sin embargo, no debe descartarse la posibilidad que agentes
biológicos y mecánicos puedan fragmentar el cabello y generar poros o
socavaciones que permitan el contacto directo de la hormona con el ambiente o
con agentes biológicos (hongos, bacterias, etc.) que puedan provocar su
transformación o su migración hacia el ambiente. Sería interesante evaluar el
63
estado de conservación de las muestras para observar posibles agentes
biológicos que puedan haber influido en una eventual pérdida de cortisol. Así
mismo, sería interesante evaluar de manera experimental si daños mecánicos
al cabello puede provocar una pérdida de cortisol de ellos y también si existe
una pérdida de esta hormona ante distintos agentes químico, físico y biológico
cuando se encuentra depositada en la tierra u otras matrices en las que los
restos humanos y arqueológicos están insertos.
Para ambos indicadores, un punto importante que no se puede obviar es el tipo
de información arqueológica que acompaña a las muestras. En el caso de
osteofitosis vertebral, la información general (pero no particular) de los restos y
de los sitios (o del sector del sitio) analizados era asequible por medio de
publicaciones en revistas científicas. Esto permitió tener el contexto cultural de
las muestras utilizadas, aunque asumiendo ciertos riesgos como es el de
considerar todo el sector desde donde provenían los restos humanos de los
sitios analizados como de un período determinado.
En el caso de las muestras utilizadas en la cuantificación de cortisol esto fue
más complicado ya que en primer lugar la selección de la muestra se basó en
la disponibilidad de cabello y la contextualización de las muestras se hizo
mediante los archivos del arqueólogo a cargo de las excavaciones. Esto generó
una muestra heterogénea en cuanto a sitios analizados y en cuanto a
información arqueológica disponible. Esto a su vez provocó la disminución del
tamaño muestral a solo aquellos individuos que tuvieran información suficiente
para determinar el período cultural al cual pertenecían, lo que a su vez
disminuyó la posibilidad de evaluar otros aspectos culturales por tener una
muestra tan reducida.
A pesar de estas limitaciones, en términos generales los indicadores
estudiados no solo muestran el potencial que pueden llegar a tener para
generar inferencias de tipo cultural, sino que también en complementar lo que
ya se ha planteado sobre esta temática en San Pedro de Atacama.
64
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