Estudiantes y Maestros

3
ESTUDIANTES Y MAESTROS (1928) José Carlos Mariátegui Los catedráticos inseguros de su solvencia intelectual, tienen un tema predilecto: el de la disciplina. Recuerdan el movimiento de reforma de 1919 como un motín. El movimiento no fue para ellos una protesta contra la vigencia de métodos arcaicos ni una denuncia del atraso científico e ideológico de la enseñanza universitaria, sino una violenta ruptura de la obediencia y acatamiento debidos por el alumnado a sus maestros. En todas las agitaciones estudiantiles sucesivas, estos catedráticos encuentran el rastro del espíritu de asonada y turbulencia de 1919. La Universidad, -según su muy subjetivo criterio-, no se puede reformar sin disciplina. Pero el concepto de disciplina es un concepto que entienden y definen a su modo. El verdadero maestro no se preocupa casi de la disciplina. Los estudiantes lo respetan y lo escuchan, sin que su autoridad necesite jamás acogerse al reglamento ni ejercerse desde lo alto de un estrado. En la biblioteca, en el claustro, en el patio de la universidad, rodeado familiarmente de sus alumnos, es siempre el maestro. Su autoridad es un hecho moral. Sólo los catedráticos mediocres, y en particular los que no tienen sine un título convencional o hereditario-, se inquietan tanto por la disciplina, suponiéndola una relación rigurosa y automática que establece inapelablemente la jerarquía material o escrita. No quiero hacer la defensa de la juventud universitaria - respecto de la cual, contra lo que pudiera creerse, me siento poco parcial y blando-; pero puedo aportar libremente a esa defensa mi testimonio, en lo que concierne a la cuestión de la disciplina, declarando que nunca he oído a los estudiantes

description

FRGC

Transcript of Estudiantes y Maestros

Page 1: Estudiantes y Maestros

ESTUDIANTES Y MAESTROS

(1928)

José Carlos Mariátegui

Los catedráticos inseguros de su solvencia intelectual, tienen un tema

predilecto: el de la disciplina. Recuerdan el movimiento de reforma de

1919 como un motín. El movimiento no fue para ellos una protesta

contra la vigencia de métodos arcaicos ni una denuncia del atraso

científico e ideológico de la enseñanza universitaria, sino una violenta

ruptura de la obediencia y acatamiento debidos por el alumnado a sus

maestros. En todas las agitaciones estudiantiles sucesivas, estos

catedráticos encuentran el rastro del espíritu de asonada y turbulencia

de 1919. La Universidad, -según su muy subjetivo criterio-, no se puede

reformar sin disciplina.

Pero el concepto de disciplina es un concepto que entienden y definen a

su modo. El verdadero maestro no se preocupa casi de la disciplina. Los

estudiantes lo respetan y lo escuchan, sin que su autoridad necesite

jamás acogerse al reglamento ni ejercerse desde lo alto de un estrado.

En la biblioteca, en el claustro, en el patio de la universidad, rodeado

familiarmente de sus alumnos, es siempre el maestro. Su autoridad es

un hecho moral.

Sólo los catedráticos mediocres, y en particular los que no tienen sine un

título convencional o hereditario-, se inquietan tanto por la disciplina,

suponiéndola una relación rigurosa y automática que establece

inapelablemente la jerarquía material o escrita.

No quiero hacer la defensa de la juventud universitaria -respecto de la

cual, contra lo que pudiera creerse, me siento poco parcial y blando-;

pero puedo aportar libremente a esa defensa mi testimonio, en lo que

concierne a la cuestión de la disciplina, declarando que nunca he oído a

los estudiantes juicios irrespetuosos sobre un profesor respetable de

veras. (Las excepciones. o discrepancias individuales no cuentan. Hablo

de un juicio más o menos colectivo. Me consta también que cuando

formularon en 1919 la lista de catedráticos repudiados, -a pesar de que

Page 2: Estudiantes y Maestros

el ambiente exaltado y tumultuario de las asambleas no era el más a

propósito para valoraciones mesuradas-, los estudiantes cuidaron de no

excederse en sus condenas. Las tachas tuvieron siempre el consenso

mínimo de un 90,% de los alumnados de la clase respectiva. En la

mayoría de los casos, fueron votadas por unanimidad y aclamación. Los

líderes de la Reforma se distinguían todos por una ponderación

escrupulosa. No se proponían purgar a la Universidad de los mediocres,

sino únicamente de los pésimos. La sanción que encontraron en el

gobierno y en el congreso todas las tachas de entonces, evidencia que

no eran contestables ni discutibles.

El tópico de la disciplina es, pues, un tópico barato y equivoco.

Y del mismo modo son las críticas que, fácil e interesadamente se

pronuncian sobre la influencia que tienen en la crisis universitaria otros

relajamientos o deficiencias del espíritu estudiantil.

Contra todo lo que capciosamente se insinúe sostenga, la crisis de

maestros ocupa jerárquicamente el primer plano. Sin maestros

auténticos, sin rumbos austeros, sin direcciones altas, la juventud no

puede andar bien encaminada. El estudiante de mentalidad y espíritu

cortos y mediocres, mira en el profesor su dechado o su figurín; con un

profesor desprovisto de desinterés y de idealismo, el estudiante no

puede aprender ni estimar una ni otra cosa. Antes bien, se acostumbra a

desdeñarlas prematuramente como superfluas, inútiles y embarazantes.

Un maestro –o mejor, un catedrático- en quien sus discípulos descubren

una magra corteza de cultura profesional, nada más, carece de

autoridad y de aptitud para inculcarles y enseñarles extensión no

hondura en el estudio. Su ejemplo, por el contrario, persuade al discípulo

negligente de la conveniencia de limitar sus esfuerzos, primero a la

adquisición rutinaria del grado y después a la posesión de un automóvil,

al allegamiento de una fortuna, y -si es posible de paso- a la conquista

de una cátedra -membrete de lujo, timbre de academia-. La vida y la

personalidad egoístas, burocráticas, apocadas, del profesor decorativo y

afortunado influyen inevitablemente en la ambición, el horizonte y el

programa del estudiante de tipo medio Profesores estériles tienen que

producir discípulos estériles.

Page 3: Estudiantes y Maestros

Sé bien que esto no inmuniza del todo a la juventud contra críticas ni

reproches. La universidad no es, obligada y exclusivamente, su único

ambiente moral y mental. Todas las inteligencias investigadoras, todos

los espíritus curiosos, pueden,-si lo quieren-, ser fecundos por el

pensamiento mundial, por la ciencia extranjera. Una de las

características fisonómicas de nuestra época es, justamente, la

circulación universal, veloz y fluida de las ideas. La inteligencia trabaja,

en esta época, sin limitaciones de frontera ni de distancia. No nos faltan,

en fin, maestros latinoamericanos a quienes podemos útilmente dirigir

nuestra atención. La juventud -sus propios movimientos lo comprueban y

declaran- no vive falta de estímulos intelectuales ni de auspicios

ideológicos. Nada la aísla de las grandes inquietudes humanas. ¿No han

sido extra-universitarias las mayores figuras de la cultura peruana? .

Los estudiantes, después de las honrosas jornadas de la reforma,

parecen haber recaído en el conformismo. Si alguna crítica merecen, no

es por cierto la que mascullan, regañones e incomodados, los profesores

que reclaman el establecimiento de una disciplina singular, fundada en

el gregarismo y la obediencia pasivas.