Estudios críticos de la administración

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1. POSTMODERNIDAD Y TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA: UNA PRESENTACIÓN DE LOS CRITICAL MANAGEMENT STUDIES CARLOS JESÚS FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ Living in the heart ofthe beast. HENRYCOW(1975) La publicación, durante el año 2005, del volumen Critical Manage- ment Studies: A Reader ha despertado una notable atención entre los estudiosos de ciencias sociales británicos, al suponer la primera reco- pilación de textos procedentes de una de las escuelas más atractivas del pensamiento anglosajón actual: los Critical Management Studies o estudios críticos de la gestión empresarial, también conocidos por su acrónimo inglés, CMS. Este libro, editado por Chris Grey y Hugh Willmott (este último una de las figuras más importantes de dicha es- cuela, hasta el punto de ser el responsable del nombre de la misma), es útil como balance de una línea de investigación provocadora y extre- madamente interesante, cuya intención es la de cuestionar no sólo de- terminadas prácticas de gestión en las organizaciones actuales, sino la mismísima idea de gestión. Y esta labor se realiza desde un lugar total- mente inesperado: las escuelas de dirección de empresas, donde gran parte de los académicos adscritos a esta corriente desarrollan su activi- dad. Los Critical Management Studies representan, como su nombre indica, la versión crítica de los Management Studies, estudios de ges- tión empresarial 1 . Parece, a priori, un campo hostil a toda aproxima- ción que cuestione el marco general del mercado, dado que el objetivo es el de formar a futuros empresarios y cuadros directivos que deben competir en él. Estamos hablando, así, de estudios sobre gestión y ad- 1 Es necesario señalar la dificultad de traducir al castellano el término management (que también puede entenderse como gestión a secas o administración de empresas u otras organizaciones), lo que complica encontrar una traducción exacta de Critical Ma- nagement Studies. En este texto se optará por Estudios críticos de la gestión, aunque en muchas ocasiones se preferirá el inglés original. 1

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1. POSTMODERNIDAD Y TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA: UNA PRESENTACIÓN DE LOS CRITICAL MANAGEMENT STUDIES

CARLOS JESÚS F E R N Á N D E Z R O D R Í G U E Z

Living in the heart ofthe beast. HENRYCOW(1975)

La publicación, durante el año 2005, del volumen Critical Management Studies: A Reader ha despertado una notable atención entre los estudiosos de ciencias sociales británicos, al suponer la primera recopilación de textos procedentes de una de las escuelas más atractivas del pensamiento anglosajón actual: los Critical Management Studies o estudios críticos de la gestión empresarial, también conocidos por su acrónimo inglés, CMS. Este libro, editado por Chris Grey y Hugh Willmott (este último una de las figuras más importantes de dicha escuela, hasta el punto de ser el responsable del nombre de la misma), es útil como balance de una línea de investigación provocadora y extremadamente interesante, cuya intención es la de cuestionar no sólo determinadas prácticas de gestión en las organizaciones actuales, sino la mismísima idea de gestión. Y esta labor se realiza desde un lugar totalmente inesperado: las escuelas de dirección de empresas, donde gran parte de los académicos adscritos a esta corriente desarrollan su actividad.

Los Critical Management Studies representan, como su nombre indica, la versión crítica de los Management Studies, estudios de gestión empresarial1. Parece, a priori, un campo hostil a toda aproximación que cuestione el marco general del mercado, dado que el objetivo es el de formar a futuros empresarios y cuadros directivos que deben competir en él. Estamos hablando, así, de estudios sobre gestión y ad-

1 Es necesario señalar la dificultad de traducir al castellano el término management (que también puede entenderse como gestión a secas o administración de empresas u otras organizaciones), lo que complica encontrar una traducción exacta de Critical Management Studies. En este texto se optará por Estudios críticos de la gestión, aunque en muchas ocasiones se preferirá el inglés original.

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ministración de empresas impartidos en las facultades de empresariales, pero también en prestigiosas escuelas de negocios; especialmente en su modalidad de máster o M B A (Masterin Business Administraron), título actualmente exigido por las grandes corporaciones para poder acceder a puestos de dirección. Esta formación superior, que en el caso del M B A es directamente un postgrado, se ha impartido desde hace varias décadas con el fin de que los futuros directivos no sólo conozcan en profundidad los aspectos técnicos de su puesto de trabajo, sino que también aprendan un código ético que les permita desenvolverse en el mundo de los negocios. Ello supone que el cuadro no sólo tendrá conocimientos de contabilidad de costes, de cumplimentar impuestos o crear sociedades, sino que tendrá otras capacidades como la gestión de recursos humanos, estrategia empresarial, liderazgo y otras competencias y valores. La perspectiva es, por lo general, pro-empre-

Q'2r L s a r i a l y a favor de la economía de mercado. Sin embargo, en los Critical Management Studies ese código ético tradicional en el que el directivo es formado es puesto en cuestión. Los académicos adscritos bajo esta etiqueta enseñan en las escuelas de dirección de empresas asignaturas de gestión, pero desde un punto de vista totalmente alejado de los convencionalismos. De este modo, dirigen su atención a ciertos aspectos de la vida de las organizaciones empresariales que, en los discursos hegemónicos (normalmente importados de modas de gestión estadounidenses), permanecen ausentes. Así, el poder,Ja dojrijjiacióji, la subjetividad, el machismo, la manipulación o la violencia pasan al primer plano de las investigaciones. Y esa aproximación es, tal como se mencionó, profundamente crítica. De este modo, se rechazan los conceptos de excelencia, reingeniería o competencias, para hablar de feminismo, de represión del deseo y de resistencia a la dirección._Se_ critica duramente a los famosos gurús de la gestión como Tom Peters, Peter Drucker o Michael Champy para reivindicar el trabajo de Mi-chel Foucault, Jacques Derrida o incluso nada menos que Toni Negri, y esto lo hacen en un curso de formación de ejecutivos. Son antisiste-ma en el corazón del sistema: viven, como dice la canción del grupo de rock progresivo de Henry Cow, en el corazón de la bestia.

A priori, el hecho de ver cómo un académico imparte una clase sobre la teoría política de Slavoi Zizek o el legado filosófico de Gilíes lDe^ leuze en una escuela de dirección de empresas es un hecho poco co-

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mún y, como mínimo, sorprendente. Estamos acostumbrados a entender las instituciones que imparten estos cursos de postgrado como foros en los que se estimula el espíritu emprendedor y, sobre todo, la obtención de los mayores beneficios posibles para las empresas. No J obstante, es necesario indicar que, en las escuelas de negocios del Reino Unido, las perspectivas críticas existían e incluso llevaban ya largo tiempo asentadas (como se puede leer en el artículo ¿Neoliberalismo interrumpido? de Miguel Martínez Lucio, en este mismo volumen). Desde hace décadas, múltiples estudios sobre el mundo del trabajo y la organización, han proporcionado visiones muy diversas y han formado parte de la bibliografía básica de los cursos de administración de empresas. Así, han existido muchas formas de hacer crítica. Cabe preguntarse, entonces, qué es lo que identifica a esta escuela como diferente a otras. ¿Cómo se deben definir entonces sus límites? ¿Quiénes son sus autores? ¿En qué se diferencia de otras aproximaciones críticas? Aunque sobre esta cuestión se volverá con detalle en un capítulo posterior, sí se debe señalar que la diferencia con otros paradigmas es que, quizá, \osCritical Management Studies se posicionan frente aja gestión empresarial desde una perspectiva muy concrétaseme 1

podría£alificarse, a grandes rasgos, como postmoderna o postestruc-j turalista. El mundo de los estudios organizacionales británicos sufrió una auténtica convulsión en la década de los ochenta con la recepción de filósofos y sociólogos postestructuralistas franceses como Foucault o Baudrillard, lo que modificó radicalmente los temas de investigación. Ello coincidió con la crisis industrial británica y su transición hacia una economía de servicios e informacional de la mano de gobiernos conservadores o del Nuevo Laborismo. Desde entonces, un grupo cada vez mayor de autores ha prestado atención a los elementos discursivos y a las cuestiones relacionadas con el poder y la subjetividad. Esta perspectiva postmoderna ha coexistido, desde entonces, con otras importantes tendencias críticas representadas por escuelas como el Labour Process u otros grupos relacionados con las escuelas de Relaciones Industriales. Sin embargo, es importante resaltar que las aproximaciones postmodernas han ido ganando, poco a poco, un espacio cada vez mayor en los círculos académicos del Reino Unido, y tienen una influencia notable en investigadores de otros países europeos. En la actualidad, esta escuela organiza un congreso bianual con una enor-

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me asistencia de público, además de generar numerosas publicaciones y comunicaciones en congresos internacionales. Poco a poco, escuelas de negocios como las de Leicester o Essex se han convertido, de un modo totalmente paradójico, en espacios de resistencia a las teorías de gestión empresarial convencionales, financiando seminarios sobre formas de resistencia al capitalismo o sobre lo que la gestión puede aprender de la obra de Emmanuel Lévinas.

Sin embargo, pese a la creciente popularidad de los textos de esta línea de investigación en el Reino Unido y su creciente influencia en escuelas de dirección de empresas de lugares como Holanda o los países escandinavos, este paradigma es relativamente desconocido tanto en España como en Latinoamérica^ Es verdad que algunos de sus textos, como los clásicos Critical Management Studies (1992), de Mats Al-vesson y Hugh Willmott y Postmodernism and Organizations (1993), de John Hassard y Martin Parker, han sido citados por algunos de los autores hispanohablantes más importantes en el ámbito de las ciencias sociales. Además, algunos autores españoles y latinoamericanos colaboran con académicos británicos adscritos a esta escuela, publicando artículos en revistas de gran prestigio y escribiendo capítulos para l ibros colectivos. Sin embargo, en términos generales, esta teoría crítica postmoderna es todavía poco conocida, lo que se demuestra en la práctica inexistencia de traducciones de sus textos fundamentales. El objeto de este volumen es el de tratar de superar esta carencia, recopilando algunos de los trabajos esenciales y ofreciendo un análisis de las teorías expuestas desde diferentes ángulos. Se debe señalar que, no sólo para el sociólogo de las organizaciones o del trabajo, sino, para cualquier estudioso de las organizaciones, sean empresariales o no, estos textos suponen una línea de investigación nueva, atractiva, provocadora y diferente, que puede ser enriquecedora para ampliar nuestro conocimiento acerca de esas instituciones tan importantes en nuestras sociedades: las organizaciones.

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Como se había señalado con anterioridad, el objetivo de este libro era recopilar un conjunto de textos fundamentales que pudieran ser representativos de los Critical Management Studies, esto es, aproxima-

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ciones críticas a la organización que descansaran en un marco teórico postestructuralista. Sin embargo, se ha considerado oportuno que el lector tenga también acceso al rico debate que, en el Reino Unido, se ha producido sobre esta forma de aproximarse a la realidad social de la organización, por lo que se han incluido un conjunto de trabajos adicionales que permitan comprender, críticamente, este fenómeno. Por ello, está dividido en tres secciones fundamentales, que paso a describir a continuación:

I. A R T Í C U L O S E S E N C I A L E S D E L A E S C U E L A D E CRITICAL

MANAGEMENT STUDIES

Aquí se recopilan cuatro artículos esenciales que pueden adscribirse a la etiqueta de Estudios Críticos de Gestión, firmados por algunos de los máximos representantes de esta corriente de pensamiento. Todos ellos son trabajos publicados en revistas de enorme prestigio, y con los años se han convertido en verdaderos clásicos. Es interesante comprobar que los trabajos adscritos a los Critical Management Studies han aparecido en publicaciones no sólo relacionadas con los estudios empresariales, sino también con el campo de la sociología y con otras relacionadas con la teoría política o incluso el arte.

El primero de estos trabajos es <<r^der_y_siibietividad en el traba-jo: de la degradación a la dominación en las relaciones sociales», un artículo firmado por David Knights y Hugh Willmott en 1989 y que apareció publicado en Sociology en el año 1989. Knights y Willmott son las dos figuras fundamentales en esta corriente y dos de los intelectuales más respetados (y criticados) en los estudios organizaciona-les europeos. Ambos han trabajado juntos durante décadas, si bien su colaboración fue más activa en la década de los ochenta, donde coincidieron en la escuela de dirección de empresas de U M I S T , una de las universidades de Manchester. Ambos formaron parte, junto con otros autores de peso, de la llamada escuela del Labour Process Theory o teoría del proceso de trabajo, herederos y a la vez cuestionadores del legado de Harry Braverman y sus estudios sobre el proceso de trabajo. A finales de los ochenta, tanto Knights como Willmott empezaron a

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prestar especial atención a elementos del trabajo en las organizaciones que, en su opinión, no estaban siendo tratados adecuadamente por la teoría del proceso de trabajo. Asumiendo un marco teóricojme£om-binaba el postestructuralismo de Michel Foucault con otras influencias (el deconstructivismo de Derrida en el caso de Knights, la teoría crítica frankfurtiana en el caso de Willmott), los autores inician el giro postmoderno en los estudios organizacionales con sus contribuciones al libro colectivo Labour Process Theory y, sobre todo, con este clásico artículo. En el mismo, una verdadera declaración de intenciones respecto a lo que van a ser los futuros Critical Management Studies, los autores pretenden superar una deficiencia de la, a su juicio, aproximación sociológica: los vínculos entre poder y subjetividad y. sobre todo, la construcción de una teoría plenamente social de esta última, ausente en los análisis del trabajo tanto desde la perspectiva marxista como de la de Braverman. Tras situar su argumentación dentro de un debate teórico acerca del poder, la alternativa que proponen es la de adoptar un nuevo enfoque teórico en el análisis del proceso de trabajo, inspirado en el legado del filósofo Michel Foucault. Frente a Marx, que privilegia el fetichismo de la identidad y concibe al individuo como un simple portador de las contradicciones de clase del sistema capitalista, y Braverman y sus seguidores, que cometen un error parecido —los acusan de reduccionismo en su visión de la descualificación del trabajo y su intensificación—, el filósofo francés proporcionaría una visión alternativa en la que el poder se concibe como un espacio de relaciones, dentro del cual surge la subjetividad (como experiencia muy compleja), que a su vez se transforma y se reproduce mediante las prácticas sociales (dentro de las cuales se ejerce dicho poder).

Knights y Willmott, tras una sugerente discusión sobre el poder en la que citan a sociólogos como Stephen Lukes, repasan la forma de analizar la subjetividad por parte de Marx, Braverman y algunos de los seguidores de este último, criticando especialmente el que se la conciba como algo que se puede desarrollar o no, poseer o no; esto es, la de comprenderla como algo opcional, un voluntarismo frente al determi-nismo de las estructuras sociales de clase. Estudios posteriores como los de Burawoy o Cockburn han ido, en opinión de los autores británicos, mucho más lejos en su explicación de la subjetividad en el trabajo, al señalar que ésta se construye en el lugar de trabajo a partir de prácti-

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cas y relaciones, y no tanto por esos determinismos de clase u otras instancias de socialización. No obstante, a su juicio tampoco han ofrecido una explicación satisfactoria que sí ofrece la obra de Foucault, en la que además se superan algunos vicios de teorizaciones anteriores: el dualismo, el monismo y el esencialismo. El filósofo francés se centra en los procesos de sometimiento que desencadena el poder mediante diversas tecnologías, las cuales son capaces de sujetar a los individuos, disciplinándolos y constriñéndolos a sus propias identidades. El ser humano es libre, pero los regímenes modernos de poder, que no niegan esa libertad, la conducen sin embargo por determinados caminos. Tampoco el poder se reduce a una cualidad, ni está en manos de una clase dominante, del estado o de un jefe político: está alojado en todas las relaciones sociales de un grupo humano, adoptando una forma capilar que atraviesa toda la sociedad. No obstante, Knights y Willmott consideran que la teoría de Foucault, pese a hacer hincapié en mecanismos disciplinarios y dispersión del poder, contiene un potencial emancipador al entender que, ante todo, el individuo es libre, lo que abre espacios para la resistencia. Los autores dudan de que el poder queseejerce sobre los individuos derive directamente de las fuerzas de producción capitalista, la lucha de clases o las estructuras ideológicas: la constitución propia de prácticas de reforzamiento de la identidad puede influir sobre la reproducción de las desigualdades. Indican la necesidad de cambiar el enfoque en el estudio del proceso de trabajo: proponen prestar mayor atención a la identidad y a los procesos de constitución de la misma, dado que los regímenes modernos de poder inciden sobre la subjetividad replegando a los individuos a la misma a través de la implicación de ésta en prácticas sociales, reforzando el control y la capacidad de los individuos de subvertir el orden existente.

Como se puede leer, el texto, con una gran carga polémica, inicia el giro postmoderno en los estudios sociales de la organización. Ya se había prestado atención a la obra de Foucault (véase Burrell, 1988), pero este es sin duda el trabajo que provoca la escisión con los teóricos del proceso de trabajo. A partir de este momento, el análisis organiza-cional de Knights y Willmott y sus seguidores cambia de enfoque: se pasa a prestar más atención al control y la resistencia dentro de las corporaciones y menos a la descualificación en la fábrica (lo que además coincide con la transición en el Reino Unido, durante el thatcherismo,

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de una economía industrial con fuerte poder sindical a una economía de servicios neoliberal en la que el discurso de gestión se hace hegemó-nico). Esto se observa claramente en el caso del estudio de la organización empresarial, donde se comienzan a analizar, a partir de entonces, mecanismos de poder como las culturas corporativas, que son promovidas por la dirección pero cuyas normas son interiorizadas en los individuos, con el resultado de una manipulación de las subjetividades.

«La organización del placer» está firmado por Gibson Burrell y forma parte del libro colectivo Critical Management Studies (editado por Hugh Willmott y el académico sueco Mats Alvesson en 1992, y que le dio el nombre a esta corriente de pensamiento). Burrell es un académico difícil de clasificar: sociólogo de formación, a finales de los años setenta alcanzó cierta relevancia por su trabajo con Gareth Morgan sobre paradigmas organizacionales (1979); en los ochenta, se convirtió en el introductor de Habermas y Foucault en los estudios organizacionales (1988, 1994) para, en los noventa, experimentar con nuevas formas de escritura (véase Burrell, 1997) y convertirse, en este principio de siglo, en el arquitecto del departamento de filosofía y gestión de la escuela de negocios de Leicester, uno de los focos más activos del pensamiento radical postmoderno británico. En «La organización del placer», Burrell señala la necesidad de abordar un aspecto que, en el estudio de las organizaciones, ha sido poco explorado desde una perspectiva crítica: el estudio del placer y, especialmente, la tensión existente entre placer y organización burocrática. Burrell comienza su trabajo con una idea muy sugerente: frente al corazón y las emociones que dan vida a los cuerpos, ignorados por lo general, se sitúa la organización burocrática, jerárquica y piramidal. Los autores postmodernos han situado conceptos como la alegría o el juego en el centro de sus análisis culturales; Burrell se centra en cómo el placer y el cuerpo son el objeto de controversia entre tres grandes visiones, interrogándose sobre cual de ellas será hegemónica en el orden industrial de los noventa. A lo largo de su trabajo, Burrell desmenuza los principales elementos de las distintas caras del placer. A su juicio, en el orden actual, parece ser hegemónica una conceptualización de este como recurso, como canalización de una importante reserva de energía susceptible de ser admi- nistrada por las organizaciones, con el fin de estimular la creatividad y el entusiasmo requeridos por la nueva y más competitiva eco-

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nomía. Tomando argumentos de corte psicoanalítico, el autor británico se interroga sobre la desexualización de las organizaciones, a la que ha conducido la tensión entre sexualidad y administración burocrática (aunque esa deserotización nunca se haya conseguido totalmente) y que ha expulsado el placer a la esfera del ocio, donde progresivamente se va mercantilizando y transformándose en mercancía. Se utiliza para vender y también para controlar, siendo canalizado por los directivos para incrementar la productividad, gastando energía y adrenalina.

Pero el objetivo de Burrell es mostrar que el placer no es sólo algo de lo que la teoría de la organización puede apropiarse para incrementar la productividad. Existen otras dos caras. Una de ellas es la del escapismo, por la que se alcanza una cierta serenidad jubilosa que permite un acceso al éxtasis, en forma de una pasividad satisfecha. Tras citar a autores tan diversos como Levin o Coleridge, Burrell sigue a Max Weber en su análisis del éxtasis como objeto teórico. Un ejemplo de éxtasis profundo sería el del amor erótico, sublime y que permite escapar a las reglas de la administración del mundo; pero que, al mismo tiempo, ejerce una coerción, pues el deseo termina por crear un vínculo social y en ese vínculo puede predominar la expresión de uno sobre la del otro. No obstante, este escapismo puede permitir salidas individuales, pero no puede transformar el mundo. Burrell pasa entonces a analizar su tercera cara, la más peligrosa para el sistema, pues no supone únicamente un retraimiento de la energía entregada a las organizaciones, sino que implica cambio y transformación. Se trata de la re-erotización de la vida social, experimentada en el carnaval y siempre más cercana a una idea de sensualidad que de sexualidad, pretende reintroducir las emociones en las organizaciones humanas; pero no del modo en que pretenden los psicólogos organizacionales, sino a través de la experimentación con formas de organización social colectivas y cooperativas, viviendo la vida a través del principio del placer en lugar de a través de un principio de realidad impuesto por élites que deciden el momento de obtener la gratificación, postergándola de forma continuada. La entrega al amor en las organizaciones, que exige la re-erotización de la vida social, debe eso sí luchar contra el falogocentrismo, a través de una reconstrucción del lenguaje amoroso que permita devolver estas cuestiones al programa de la teoría crítica. Según Burrell, el desarrollo de una teoría contra-organizativa

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tiene sentido en la postmodernidad, donde el debate entre principio de realidad y principio del placer cobra de nuevo fuerza y donde se debe luchar para reivindicar lo que las organizaciones, actualmente, reprimen. Provocador, atractivo y definitivamente postmoderno, Burrell retoma la tradición frankfurtiana para reivindicar el cuerpo y los placeres frente a la máquina organizativa del capitalismo.

El trabajo más extenso lo firma de nuevo Hugh Willmott: se trata de «La fuerza es la ignorancia, la esclavitud es la libertad: la gestión de k^ultura en las organizaciones modernas», publicado en el Journal of Management Studies en 1993. En este texto, el autor dirige su atención al fenómeno de las culturas corporativas, utilizadas durante la década de los noventa por las corporaciones empresariales como instrumento para obtener ventajas competitivas. Según Willmott, se había hablado mucho de esta cuestión pero pocas veces desde una perspectiva crítica: propone tomársela en serio, sin darla credibilidad pero entendiéndola como un poder que posee una importancia moral y organizativa: es una modjuiej>e^dón, pero con claros efectos sobre las organizaciones. El objetivo del autor es suplir esa deficiencia, evaluando tanto la teoría existente al respecto como algunas de sus aplicaciones prácticas. Esta teoría de gestión tiene sentido en un contexto histórico en el que se cuestiona la supremacía angloamericana ante la expansión de las empresas japonesas y el toyotismo, a la vez que se celebra una cultura basada en el individualismo y el consumismo. Surge con fuerza para compensar las fallas del modelo fordista, justificando la transición hacia un modelo de acumulación flexible en el que es preciso fomentar el individualismo a partir de la construcción de nuevas identidades (ganadores, héroes). La tesis de Willmott es que, en nombre de una nueva autonomía para el trabajador, se amplía la esfera de control de la gestión, al colonizar el ámbito privado del empleado a través de una apelación a los sentimientos. Algo que se puede hacer en la nueva organización económica de la postmodernidad: la fragmentación e inseguridad económica permiten la imposición de soluciones autoritarias dentro de las empresas. Se persigue así el compromiso del empleado con una cierta estructura de pensamiento dentro de la organización (la asunción de un conjunto de valores compartidos) que, a partir de un determinado punto, puede presentar una tendencia al totalitarismo: losj3roj*ramas culturales corporativos, la gestión de recursos humanos y la gestión de

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calidad total son las herramientas que se utilizan para fortalecer el et-hos organizacional, incitando a los empleados a asumir como suyos los fines de la empresa y excluyendo a aquellos que no obedecen. No obstante, existe un fuerte debate al respecto, que Willmott expone en detalle, con grupos de académicos que aceptan los supuestos básicos, otros que los ignoran y otros que se sitúan en una posición crítica.

Willmott se sitúa sin duda entre los últimos. Para mostrar esta tendencia, y de una manera muy original, el británico analiza con detenimiento el discurso que defiende el fortalecimiento de la cultura corporativa, tal como defienden los conocidos gurús Peters y Waterman (1982), pero comparándolo, de forma polémica, con la famosa novela de Orwell 1984. Para el autor, se busca acrecentar el control del dominio afectivo y simbólico de forma sistematizada y legitimada, y se realiza a través de un programa sistémico fundamentado en unas técnicas (los distintos programas de recursos humanos y calidad) que pretenden modelar la subjetividad de los empleados. Se hace uso de los valores culturales que apelan a la libertad para, de forma paradójica, emplearlos como una tecnología de control cultural que actúa como un poderoso instrumento de dominación. La seguridad de esos valores seduce; a la vez, se observan síntomas de resistencia.

Como se puede observar, Willmott permanece fiel al paradigma teórico foucaultiano que ya describiera en «Poder y subjetividad en el trabajo», regresando asimismo a Weber para enriquecer su marco teórico. Para el autor, una de las características fundamentales de estos discursos de gestión, y que coinciden plenamente con el argumento de la famosa novela de Orwell, es un cierto tipo de argumento paradójico en el que se afirman, a la vez que se niegan, las condiciones de autonomía del trabajador. Así, este doblepensar, término orwelliano que expresa una ambigüedad en las definiciones de las cosas resuelta a partir de la imposición de un significado uniforme, se extiende a la organización. Esa imposición de significados modela las subjetividades y elimina la reflexión crítica: tras su discurso liberador se esconde una racionalidad instrumental extendida al ámbito afectivo, Por lo tanto, de lo que se trata es de imponer deseos y que ciertos objetivos se cumplan, tal como hacen los regímenes totalitarios, y que si fracasan en conseguir la adhesión de los empleados, los llevan al menos a posiciones cínicas. Para superar este importante desafío, Willmott reivindica unas

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organizaciones en las que sea posible, fundamentalmente, la democracia, permitiendo espacios de reflexión crítica y la expresión de diferentes puntos de vista, sabiendo que esto tiene por supuesto unos costes (no sólo las dificultades y ambivalencias del debate democrático, sino también la casi segura imposibilidad de mantener los niveles de productividad), pero que a la vez puede favorecer la consolidación de un proyecto emancipatorio postmoderno.

«Abyección y organización: hombres, violencia y dirección de empresas» está firmado por otro académico inclasificable, el también británico Stephen Linstead. Fue publicado en la revista Human Relations en el año 1997. Linstead, licenciado en literatura, músico de folk-rock en los setenta y docente en la mayoría de las escuelas de dirección de empresas tanto británicas como allende los mares (ha sido profesor en Australia y Hong Kong), ha sido el primer catedrático de Critical Management Studies pese a que él mismo duda de su adscripción a dicha escuela. No obstante, su trabajo, crítico y decididamente postmoderno lo hace obligatorio en cualquier colección de artículos sobre el tema, aunque su obra rara vez aparezca en trabajos de otros académicos críticos (no se le incluye en trabajos como los de Grey y Willmott (2005) ojones y Munro (2005)). Su artículo, no obstante, tuvo una importante mención de calidad (citation ofexcellence), y es ciertamente un texto magnífico.

Linstead hace una reflexión sobre la violencia y sobre cómo un contexto familiar en el que la misma está presente puede influir en el desarrollo profesional de un directivo. Para ello, decide adoptar la teoría psicoanalítica utilizando la teoría de las relaciones objetuales, recurriendo a un marco teórico inspirado en los trabajos de Donald Winnicott y Julia Kristeva. Pero Linstead no desea centrarse en el estudio de conductas psicopatológicas individuales, sino plantear una reflexión sobre los procesos que operan en las relaciones cotidianas dentro de las organizaciones, apostando por investigar ciertos factores sociales y psicológicos. Además, pretende señalar la fragilidad de unas subjetividades en construcción a las que no se ha prestado suficiente atención, especialmente en lo relativo a sus experiencias al margen de la propia organización.

Linstead comienza su argumentación (que, en su opinión, aparece continuamente en la vida de las organizaciones, sea de forma aleatoria o institucionalizada) con la historia de Alian, un directivo que ha sido

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un niño maltratado que utiliza para definir uno de los temas esenciales del artículo: la abyección, representada en el padre maltratador de Alian. A través del psicoanálisis, el autor trata de definir lo abyecto, esa parte rechazada y menospreciada por el individuo narcisista que, al volver continuamente a él, lo lleva a reacciones impredecibles. Esto es el resultado de un desarrollo problemático del ego o del superego, los cuales, debido a los problemas del niño en relación con las figuras del padre y de la madre, se convierten en mudables y llevan a conflictos de personalidad importantes y que, en muchas ocasiones, provocan conductas impredecibles. Linstead realiza un diagnóstico de la conducta del padre de Alian a través del análisis de películas, de anécdotas de la vida familiar de este, de una novela de Alan Duff y el drama de la (lindad de los Muchachos de Bindoori, para tratar de comprender el efecto que una personalidad problemática termina por tener en su conducta laboral, en la que el alcohol acaba también jugando un importante papel. Alian trata de luchar contra el terrible legado de su padre, intentando ser un buen directivo.

Para el académico británico, la violencia está presente en las organizaciones, y estas tienen sus propias estructuras de abyección. Lo importante de su argumento es que, si las organizaciones maltratan a sus trabajadores, es de esperar que muchas de sus víctimas reaccionen convirtiéndose en maltratadores a su vez; si obligan a adoptar conductas defensivas, no podrán esperar ninguna motivación o compromiso. De este modo, a través del psicoanálisis y la incidencia en un aspecto muy poco analizado como es él maltrato en la esfera doméstica y su efecto en los niños, el autor es capaz de ofrecer una explicación sobre cómo las culturas corporativas en las organizaciones pueden inducir al maltrato psicológico de los empleados.

II . E L D E B A T E S O B R E L O S CRITICAL MANAGEMENT STUDIES

E N E L C O N T E X T O B R I T Á N I C O

La segunda parte del volumen se centra en el debate teórico generado en el Reino Unido en el seno de las propias escuelas de dirección de empresas. Una de las respuestas más articuladas al trabajo de los teóri-

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eos organizacionales postmodernos ha sido la de los británicos Paul Thompson y Stephen Ackroyd, «¿Reina la calma en el frente de trabajo? Una crítica de las recientes tendencias en la sociología del trabajo en el Reino Unido», publicado en Sociology en 1995. Thompson y Ackroyd son considerados, actualmente, como dos de las figuras esenciales de la teoría del proceso de trabajo; particularmente el primero, que se ha consolidado como el crítico más relevante de las nuevas aproximaciones postmodernas (véase Thompson, 1993; Thompson y Smith, 2001). Lo que plantean en su crítica, dirigida específicamente a los que ellos denominan como autores foucaultianos, es que los trabajadores han desaparecido de la teoría crítica como focos de resistencia: la atención parece dirigirse exclusivamente a las estrategias de la dirección de empresas, o a cuestiones como la sexualidad. Thompson y Ackroyd quieren devolver al trabajador desobediente un lugar de privilegio en los estudios sobre el trabajo.

Para ello, realizan en primer lugar una revisión de la teoría sobre ese trabajador desobediente, desde el análisis de las prácticas bautizadas por Taylor como soldiering (conductas evasivas del trabajador para frenar el aumento de su productividad) hasta el sabotaje y la resistencia ante el aumento del control sobre el trabajo por parte de la patronal. En general, estos estudios empíricos eran detallados, pero contaban con un débil aparato conceptual. No obstante, el problema ahora es que se ha dejado de prestar atención a la rebeldía del trabajador como un elemento esencial en el proceso de trabajo, para situar al directivo como el verdadero agente del cambio y la innovación. En este cambio, señalan los autores, ha influido el contexto político y social que, durante los ochenta, ha asistido a la desregulación de la economía y al ataque contra las organizaciones sindicales. Esto ha influido en la pérdida, por parte de los trabajadores, de su capacidad de acción política sobre las relaciones laborales. No obstante, según Thompson y Ackroyd, este cambio del contexto no ha significado el fin de la resistencia en el centro de trabajo: el declive sindical no implica la desaparición de la desobediencia, sino quizá una modificación en la gestión del conflicto.

Una de las principales críticas que realizan es que, al erradicar al trabajador disidente de los estudios organizacionales, parece afirmarse el éxito de los proyectos totalizadores de la cultura corporativa (a

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través de las políticas de gestión de recursos humanos o de control de calidad) impulsada por la dirección de las empresas, tanto a un nivel sociotécnico como meramente técnico. Sin embargo, en su opinión, la implantación de culturas corporativas fuertes ha sido hasta el momento muy fragmentaria y el éxito de las políticas de recursos humanos en el control de los trabajadores ha sido limitado. Critican por ello que, en general, el cuestionamiento de las prácticas directivas ha predominado hasta el momento sobre el análisis de los efectos reales de estas prácticas.

Pero la marginalización de la conducta disidente en los estudios organizacionales no sólo se ha debido a estos factores, sino también a un cambio de paradigma teórico. Thompson y Ackroyd culpan al enfoque postestructuralista del escamoteo de la resistencia de los trabajadores en los análisis organizacionales. Tras repasar los conceptos de panóptico, biopoder y los discursos de saber y poder tan caros a los seguidores de Foucault, los autores denuncian que ese marco de poder y resistencia es incapaz de ofrecer una explicación real de la resistencia. En el paradigma foucaultiano, da demasiada importancia al poder, que parece monopolizado por la dirección y frente al que el trabajador parece no tener escapatoria, transformándose en una criatura dócil y obediente; al mismo tiempo su rechazo a los dualismos genera confusión y opacidad en las situaciones. Rechazan también el énfasis de los postestructuralistas en las cuestiones de la identidad y la subjetividad, pues a su juicio se está dando más importancia a las problemáticas ontológicas de los sujetos que a su propia situación como empleados. Por ello, reivindican el uso de conceptos como control y resistencia alejados de las connotaciones disciplinarias de la obra de Foucault. Además, reclaman el lugar fundamental que el trabajador debe ocupar en el análisis del trabajo y las organizaciones, frente al excesivo énfasis realizado por los radicales postmodernos en los discursos y los textos.

«La paradoja de la teoría contemporánea sobre el proceso de trabajo: el redescubrimiento del trabajador y la desaparición del colectivismo» está firmado por Miguel Martínez Lucio y Paul Stewart, dos catedráticos de relaciones industriales. El artículo se publicó en 1997 en la clásica revista Capital and Class y responde críticamente a las cuestiones planteadas anteriormente por Thompson y Ackroyd, argumentan-

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do que el retorno al empleado propuesto por estos agrava más que alivia el problema del trabajador ausente. Los autores comienzan señalando que, en un momento en el que la desigualdad y la explotación en el centro de trabajo han vuelto a incrementarse, los análisis críticos han dejado de lado la economía política para centrarse en las relaciones de subjetividad, despolitizando el análisis del proceso de trabajo. Este es el caso de los críticos foucaultianos que denuncian Thompson y Ackroyd. No obstante, Martínez Lucio y Stewart señalan que, pese a coincidir en el diagnóstico de estos de que no estamos en absoluto en un escenario de final de conflicto en el lugar de trabajo, en esa reivindicación del trabajador ausente se olvida por completo su carácter colectivo.

Para los autores el trabajo, siguiendo a Marx, no es nunca un proceso individual, a pesar de las experiencias en sentido contrario que pueda tener el trabajador. Sin embargo, este olvido de lo colectivo no responde únicamente a que este planteamiento haya dejado de tener interés por una cuestión de modas: es que además las teorías actuales del trabajo y su proceso son incapaces de percibir la praxis y las políticas de ese trabajador colectivo. Por ejemplo, en un momento en que la subjetividad de los trabajadores podría ser analizada a partir de la comprensión estructural del proceso de las relaciones capitalistas de producción, se rechaza curiosamente cualquier noción de estructura. El concepto de colectivismo ha sido rechazado u olvidado al considerarse un modelo agotado ante los grandes cambios estructurales que ha traído la postmodernidad, además de ponerse en cuestión la existencia de una conciencia e intereses previos en los ámbitos económico y productivo. Sin embargo, Martínez Lucio y Stewart critican el excesivo énfasis que se ha realizado en las investigaciones en la individualización, donde el contexto de la «desorganización» capitalista actual parece tener un efecto negativo en los trabajadores, pero no en las estructuras de capital y gestión.

Respecto a Thompson y Ackroyd, reconocen la importancia de su crítica a los llamados foucaultianos (que sobrevalorarían la importancia de la gestión directiva, subestimando la autonomía del individuo), pero señalan una importantísima falla de la misma: la utilización de la llamada conducta disidente, antes que la propia resistencia, lo que parece indicar que esta es fruto de una condición ontológica del empleado: el conflicto existirá así en clave de autonomía individual. De este

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modo, señalan que, pese a que Thompson y Ackroyd critican acertadamente la ívilu ;u ion loucaultiana de la gestión, aceptan a la vez que el colectivismo ha sido destruido tras décadas de autoritarismo político y económico. En ese sentido, la contribución de otros autores (Ba-con y Storey) que señalan que, más que individualización, lo que se ha producido es una rearticulación del colectivismo, se presenta como una explicación más satisfactoria (pese a lo estereotipado de su análisis). No obstante, Martínez Lucio y Stewart indican que la naturaleza de la relación laboral y la compleja política colectivista suponen, para los directivos de empresa, un problema mayor de lo que muchos ob servadores admiten, y proponen un nuevo enfoque en las investigaciones en forma de un nuevo programa. Este debería plantearse el estudio de las contradicciones surgidas en la construcción de intereses colectivos dirigidos por los directivos de empresa y las respuestas colectivas dadas a esas contradicciones; mecanismos colectivos y dinámicas entre los trabajadores del centro de trabajo; el diálogo sobre la experiencia y los efectos de las nuevas prácticas de gestión y las limitaciones de los sistemas tradicionales de regulación; y las cuestiones de género y etnia, junto a una reflexión general sobre las relaciones de producción y consumo. El colectivismo del empleado, concluyen, debe buscarse en las relaciones sociales del proceso de trabajo capitalista. Como se puede leer, este artículo representaría la resriuestajriar-xista tanto a los teóricos del proceso de trabajo como a losjwstjestruc-turalistas, señalando cuestiones de gran interés.

Finalmente, esta sección la cierra «Capitalismo, subjetividad y ética: el debate sobre el análisis del proceso de trabajo», firmado por Martin Parker, uno de los autores más respetados de los Critical Management Studies, y publicado en Organization Studies en el año 1999. El campo en el que Parker se ha especializado, y por el que se ha hecho célebre entre los seguidores de la escuela postestructuralista, es el de la ética: y es esta el tema central de su artículo. La ética, para Parker, puede ser el posible aglutinador de las diferentes corrientes críticas en la teoría de las organizaciones británica.

El autor británico realiza, en primer lugar, un repaso del debate entre postestructuralistas y teóricos del proceso de trabajo de afiliación marxista en la década de los noventa, señalando que, entre ambos, existen diferencias, pero también algunas posibles coincidencias.

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Parker busca puntos en común, criticando una pureza epistemológica que, al final, nos desvía de nuestro compromiso ético. Por ello, en su texto se dedica a analizar en primer lugar cuatro artículos de los principales autores de una y otra escuela (firmados por Thompson y Ackroyd, Thompson y Smith y, por el otro bando, Knights y Willmott por separado) para realizar tres preguntas importantes: las limitaciones teóricas del proceso de trabajo, la cuestión de si utilizar o no los dualismos modernistas y, finalmente, las posiciones políticas y éticas de ambas escuelas.

Parker realiza una síntesis muy interesante de las distintas posturas: Smith y Thompson comienzan reconociendo el fracaso de los teóricos del proceso de trabajo en cambiar la política laboral británica, contribuyendo únicamente a generar un debate académico en el que un grupo, los foucaultianos, se han dedicado a defender un subjetivismo extremo y la prioridad de la agentividad sobre la estructura, y negando a la vez a los individuos la capacidad de ejercer libremente su capacidad de acción. Para estos autores, las críticas al dualismo son estériles, dado que las estructuras capitalistas de producción sí tienen un efecto sobre las subjetividades. Repasa asimismo el trabajo de Thompson y Ackroyd, ya incluido en este volumen como continuación de argumentos contrarios a los sostenidos por los postestructuralistas. Las críticas, resume, se orientan al olvido del proceso de trabajo, a reconocer la importancia de los dualismos y a la incapacidad de articular una política de la organización. Como contrapunto, se centra en las respuestas a estos comentarios por parte de Knights y Willmott. En primer lugar, Knights, definitivamente muy postmoderno, no concede ninguna credibilidad a esas críticas, y se hace su propia autocrítica, pues considera que apenas se ha hecho algo hasta ahora: no se ha de-construido lo suficiente (y la deconstrucción es una poderosa arma política), no se han eliminado los dualismos, y sólo observa que la arrogancia de sus detractores simplemente intenta proteger su identidad como académicos. No le preocupa dejar de lado el proceso de trabajo, y considera que se ha producido una crisis en el concepto de representación que es la que ha llevado a la crisis de la política de la izquierda. Willmott, menos corrosivo, defiende una revitalización de un marxismo reformado que deje espacio a la subjetividad, olvidada en su análisis, y que no dependa de dualismos. Critica a Thompson y Ackroyd,

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pues considera que poder y resistencia se interpenetran y es imprescindible buscar un proyecto postdualista. Critica además el dejar de lado el proyecto dialéctico y pregona la búsqueda de políticas de identidad que reconozcan la indeterminación de la existencia humana.

Parker, frente a estas posiciones, considera imprescindible definir los mínimos de una teoría del proceso de trabajo. En la práctica, parece difícil. Pero frente a las acusaciones de herejía de unos y otros, es imprescindible buscar lugares comunes que no impliquen estrategias de exclusión injustificadas. Pasa entonces a analizar la cuestión de los dualismos con el fin de comprender las diferencias entre las posiciones. Tras definir estructuralismo, antiestructuralismo y postdualismo (postestructuralismo), incide en que Knights y Willmott no son realmente antiestructuralistas, sino postdualistas en el sentido en que agencia y estructura, teoría y práctica están indisolublemente unidas. Critica por ello a Thompson y los otros por situar incorrectamente a Knights y Willmott en el anti-estructuralismo, pero al mismo tiempo señala que tanto Willmott como Knights desean pasar por encima del dualismo utilizando un lenguaje dualista. Unos acusan a los otros de relativistas; la respuesta de los otros es denunciar el dualismo, el ma-chismo y el humanismo. Pero al final, ambos hacen descansar sus argumentos en fundamentos de carácter ético. Y para Parker, el punto de partida más productivo debería ser ese: un reconocimiento de la ausencia de fundamentos para la ética que nos conduzca a ser más sensibles a la misma pero, a la vez, reconocer que a veces los dualismos pueden ser útües. La permanente oscilación entre poner en duda el «es» con el fin de clarificar el «debería ser» es, para Parker, el camino para superar el punto muerto en el que están actualmente el debate entre ambas posiciones: demanda así un giro ético.

m. V A L O R A C I Ó N S O B R E E L F E N Ó M E N O D E L O S CRITICAL

MANAGEMENT STUDIES

El libro concluye con tres capítulos en los que se valoran ciertos elementos del fenómeno de los Critical Management Studies. El primero, «¿Neoliberalismo y neoconservadurismo interrumpido? El porqué de

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la existencia de una tradición crítica en las escuelas de dirección de empresas británicas», es una contribución original de Miguel Martínez Lucio. En ella el autor británico se interroga sobre las razones por las que, en el Reino Unido, se ha desarrollado un enfoque teórico radical e izquierdista en las escuelas de negocios. Para ello presta atención a factores históricos, políticos, organizacionales y «fortuitos», dejando detalles de gran interés para la comprensión de este curioso fenómeno. Martínez Lucio destaca hechos como la tradición crítica de los estudios organizacionales británicos o la dependencia de las escuelas de negocios de las universidades; la crisis en los años ochenta de las ciencias sociales en el Reino Unido con el trasvase de jóvenes profesores de las facultades de sociología o teoría política a las plantillas de las numerosas escuelas de negocios creadas por el thatcherismo; el efecto irónico de las evaluaciones departamentales siguiendo criterios de calidad, que ha facilitado la consolidación de una investigación académica y crítica; o una nueva mirada sociológica que presta atención a los importantes cambios en la sociedad británica.

Pero Martínez Lucio no sólo describe los factores que han contribuido a la creación de este escenario, sino que también hace una valoración de los retos a los que se enfrenta. Así, el autor señala la creciente «americanización» como un riesgo para estos espacios, que pueden volver a cerrarse; también indica que estas tradiciones críticas todavía representan a una minoría de académicos de las escuelas de dirección de empresas; la dificultad de captar la atención ante la saturación del espacio simbólico; o, sobre todo, el fracaso del diálogo entre las diferentes escuelas críticas. Este breve e interesante trabajo proporciona muchas pistas sobre las razones que permiten la constitución de una academia crítica y los desafíos que aparecen en su horizonte.

Luis Enrique Alonso contribuye a este volumen con el trabajo original «Las lógicas de acción. Por un estudio sociohistórico de la vida organizacional». En este texto, el autor realiza en primer lugar una reflexión crítica sobre dos situaciones problemáticas en la teoría de las organizaciones: por un lado, el abuso que se ha realizado de modelos excesivamente formalizados y, en cuya versión más extrema desaparecen los actores sociales y la historia; por otro, las versiones de divulgación y propaganda dirigidas a los directivos en forma de mística del management, y que persiguen el adoctrinamiento ideológico de los

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mismos. La crítica de Alonso se dirige a esa tendencia, tan generalizada, a acudir a paradigmas teóricos que proporcionen todas las respuestas, mientras que lo social concreto y lo histórico desaparecen del análisis organizacional. Por ello, reivindica un conjunto de teorías sociales del comportamiento organizativo que han tratado de estudiarlo como el resultado de situaciones de conflicto y cooperación entre los actores sociales implicados: esto es, la sociología de las lógicas de acción.

El concepto de lógicas de acción no se refiere tanto a una aproximación postestructuralista similar a la de los Critical Management Studies, sino a una explicación que se centra en las razones prácticas de los agentes construidas a partir de conflictos y consensos, dentro de marcos objetivos que determinan la acción (y que son modificados por las propias acciones de los sujetos). Hace posible un estudio histórico en que los actores construyan lógicas diferentes e inestables, desplegadas en proyectos estratégicos asociados a diferentes racionalidades. Por tanto, el actor difícilmente puede ser separado de la lógica de su acción, de sus circunstancias organizacionales e incluso de su habitus, con lo que es utópico pensar en un actor abstracto dotado de una racionalidad ideal. Por ello, reivindica la adopción de un enfoque sociológico que, en lugar de atender a modelizaciones, se centre en el análisis de los procesos sociales concretos, bajo un prisma sociohistórico y prestando atención al elemento situacional presente en la lógica del actor. Así, el control, la resistencia, el conflicto y sus consecuencias llevan a la adopción de distintas estrategias por parte de los actores, lo que entra en conflicto radical con visiones cerradas de la organización.

Finalmente, Alonso presta atención a la cultura organizativa, que no sólo es un conjunto de símbolos, normas y valores en un espacio cerrado, sino un lugar en el que discurren lógicas de acción y que actúa como legitimadora de procesos productivos. El nuevo espíritu del capitalismo la ha glorificado, pero el imaginario organizacional es por encima de todo de una construcción sociohistórica, por lo que las culturas confrontadas con la realidad de los procesos concretos terminan por fracasar. Las organizaciones, sus actores y sus prácticas sólo pueden ser comprendidos como concretos (social, cultural e históricamente), nunca como modelos indeterminados o abstractos.

Finalmente, el último capítulo (y suerte de epílogo) «Estudios críticos de la gestión: una visión general» trata de poner en conocimiento

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del lector información adicional sobre esta aproximación crítica a la gestión empresarial, que no deja de ser una más de las que existen en las escuelas de negocios británicas (si bien es claramente una de las más consolidadas e institucionalizadas). Los objetivos fundamentales de este texto son los de poner en conocimiento del lector no iniciado un estado de la cuestión. Por ello, se presta atención a la génesis de la escuela de Critical Management Studies, el desarrollo de sus líneas de investigación y los retos a los que se enfrenta en el futuro. Se incluye asimismo una valoración de la perspectiva teórica analizada, prestando atención tanto a sus puntos fuertes como a sus limitaciones. También se incluye una pequeña reflexión relativa a la situación de estos estudios críticos en España —particularmente, acerca de su recepción actualmente y sobre las posibilidades de desarrollo de una línea similar en el panorama español—, y una valoración sobre las posibles tendencias que puede seguir esta línea de investigación en el futuro.

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En resumen, esta compilación de trabajos puede descubrir al lector en lengua castellana una línea de investigación poco conocida sobre el trabajo y las organizaciones, pero enormemente sugerente y actual. Esperemos que con este volumen se haga una pequeña aportación al conocimiento de estos aspectos centrales en nuestra sociedad.

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POSTMODERNIDAD Y TEORIA CRÍTICA DE LA EMPRESA

B I B L I O G R A F Í A

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P R I M E R A P A R T E

TEXTOS BÁSICOS DE CRITICAL MANAGEMENT STUDIES

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Luis ENRIQUE ALONSO

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CARLOS JESÚS F E R N Á N D E Z R O D R Í G U E Z

Esstinkt, derKapitalismusstinkt [...] F L O H D E C O L O G N E ( 1 9 7 1 )

I. I N T R O D U C C I Ó N

Desde finales de la década de los ochenta, una línea de investigación que comenzó siendo marginal en el Reino Unido se ha ido consolidando, poco a poco, en el panorama intelectual europeo. Se trata de los llamados Critical Management Studies o estudios críticos de la gestión, una nueva vía de aproximación al análisis de la realidad organizacional en los estudios empresariales. Los académicos adscritos a esta corriente desempeñan su actividad docente e investigadora en el entorno de las facultades empresariales y las llamadas business sehools o escuelas de negocios, lugares en los que, de forma habitual, la crítica ha permanecido ausente.

De hecho, en el imaginario colectivo la escuela de negocios es un lugar en el que miembros de consejos de administración, altos directi-vos y ejecutivos agresivos con trajes caros transmiten sus conocimientos sobre cómo conseguir que una empresa sea rentable, y no un nido de sindicalistas revolucionarios. La función de estas instituciones educativas, surgidas en Estados Unidos a principios del siglo XX, ha sido la de formar directivos: esto es, profesionales capaces de gestionar y administrar todo tipo de empresas, con independencia del sector. Por lo general, el desempeño de estas labores ha exigido un enfoque en el que los valores se han situado en torno a posiciones ideológicas cercanas a la defensa del libre mercado y la libre actividad empresarial. En ello ha influido, especialmente en el caso de las escuelas de negocios norteamericanas (cuyo modelo siguieron las escuelas europeas, aunque también con diferencias significativas), el hecho de ser ellas mismas empresas privadas que necesitan atraer alumnos dispuestos a pa-

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gar miles de dólares por estos cursos —además de, por supuesto, la estrecha relación entre los estudios empresariales que imparten y el mercado—. Los futuros ejecutivos desean acceder a instituciones con prestigio internacional: la realización de un postgrado en una de las escuelas de negocios puede ser la llave que les permita acceder a puestos de dirección en grandes corporaciones, rentabilizando así la elevada inversión económica que deben realizar.

Sorprendentemente, mientras la ambición de la mayoría de estas escuelas de negocios ha sido la de diseñar programas de estudios atractivos para los aspirantes a directivos —de forma que los participantes en sus cursos tengan, tras realizarlos, la posibilidad de desempeñar su actividad en importantes corporaciones internacionales—, en algunas de estas instituciones un determinado grupo de académicos se dedica, hoy en día, a mostrar a esos mismos futuros gestores los problemas de la administración de empresas desde un punto de vista izquierdista y radical. En lugar del énfasis, tan habitual en estos círculos, en una formación más práctica que teórica («no queremos ratas de biblioteca, sino gente con capacidad de tomar decisiones»), estos profesores persiguen que sus alumnos tengan interés en la filosofía. En lugar de citar a los conocidos como gurús de gestión 1 y explicar la importancia del trabajo en equipo, de fortalecer la cultura de la empresa o de comprender la importancia de la gestión del cambio, estos académicos se acogen a un marco teorético amplio en el que, basándose en supuestos teóricos postestructuralistas y neomarxistas, realizan una crítica a todos esos conceptos, orientando su mirada a cuestiones como la sexualidad reprimida en las organizaciones, el control psicológico de los empleados o ejemplos de resistencia frente a las

^nuevas políticas de recursos humanos. Esta paradoja en la que, en el corazón del sistema de transmisión

de los valores ideológicos capitalistas —como definen estas institucio-

1 Entendemos por gurú del management a un hombre o mujer que ha conseguido un nivel notorio de conocimientos en el campo de la gestión empresarial y que puede ser un académico, un consultor u otro profesional. Trabajos que han analizado la importancia de estos gurús y sus discursos desde perspectivas muy diversas son los de Huczinsky (1993), Micklethwait y Woolridge (1998), Collins (2000), Jackson (2003) o Gantman (2005).

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nes Boltanski y Chiapello (2002)- haya un espacio para una teoría crítica y una alternativa ideológica izquierdista, merece cierta atención. Miguel Martínez Lucio, en ¿Neoliberalismo y neoconservadurismo interrumpido?, en esta misma obra, realiza una interesante reflexión sobre las causas que han originado esta curiosa situación. En este capítulo, lo que se pretende es plantear una introducción a la cuestión, detallando el origen de los Critical Management Studies en el contexto británico y cómo ha evolucionado dicha línea de investigación. Para ello, se utilizará como base el material recogido durante un conjunto de entrevistas que, durante el período 2004-2006, se realizaron a un grupo de académicos británicos y de otros lugares de Europa2, y en material bibliográfico. Tras realizar una valoración del desarrollo de esta línea de investigación, de los desafíos a los que se enfrenta y de las ventajas e inconvenientes que plantea, pasaré a analizar su recepción en España y las posibilidades de expansión que este tipo de estudios críticos pueden tener en el contexto español de los estudios empresariales.

II. UNA PRIMERA APROXIMACIÓN A LOS CRITICAL MANAGEMENT STUDIES

No parece que entre los académicos británicos exista un acuerdo claro respecto a qué son los Critical Management Studies. Son estudios críticos de la organización, sí, pero ese tipo de análisis lo realizan numerosos investigadores que no se consideran parte de este paradigma. Un ejemplo de estas diferencias de enfoque es el caso de la crítica a las modas de gestión. La crítica a la literatura managerial, esto es, los análisis que cuestionan la validez de las ideas planteadas por los llamados gurús de la gestión, se ha hecho desde muchas perspectivas que no necesariamente coinciden con los supuestos de este grupo (por ejemplo, los trabajos de Guest (1992), Huczinsky (1993) o Collins (2000), que des-montan~ los argumentos discursivos de las modas de gestión sin

2 E l nombre de estos académicos figura en la sección de los agradecimientos.

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pertenecer estrictamente a esta escuela). Otro ejemplo es el análisis de las culturas corporativas, que también se ha realizado en el terreno sociológico con trabajos clásicos como los de Nikolas Rose (1999) y Paul du Gay (1996), y que no cabe incluirlo tampoco, pese a su perspectiva postmoderna, incluso foucaultiana en algún caso (como es el caso del libro de Rose). Por otra parte, existe una riquísima tradición en la sociología que se ha ocupado de cuestiones muy similares, fundamentalmente de la organización del trabajo, y que tampoco puede situarse dentro del contexto de esta línea de trabajo. Así, esta perspectiva teórica es una más dentro de una variedad de visiones críticas sobre el mundo de la empresa, y donde no siempre es fácil separar claramente unas de otras.

Durante las entrevistas con los académicos de las escuelas de negocios, las respuestas fueron muy variadas: algunos señalaron que Critical Management Studies los hacían todos aquellos que se sentían alejados del pensamiento hegemónico neoliberal en materias de gestión (opinión compartida por Martínez Lucio en este mismo volumen); otros lo acotaban a aquellos autores que, siendo críticos, introducían en su teoría elementos procedentes de la filosofía postmoderna o al menos rechazaban las posiciones marxistas ortodoxas; otros los circunscribían al entorno de un grupo de profesores de organización de empresas interesados en Foucault y la teoría crítica, como David Knights y Hugh Willmott; incluso había alguna opinión que afirmaba que sólo Knights, Willmott y el sueco Mats Alvesson (uno de los primeros académicos de una escuela de negocios en asumir el programa de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt) podrían considerarse como los únicos verdaderos autores de esta corriente.

No obstante, estas delimitaciones son mucho más difusas de lo que parecen. De este modo, existen distintos grados de adscripción a la escuela, en muy diversas formas. Por ejemplo, sin lugar a dudas Knights y Willmott han sido las figuras esenciales de la escuela, pero sorprendentemente, Knights no colaboró en el trabajo colectivo que terminó por bautizar a esta línea de trabajo {CriticalManagement Studies, editado en el año 1992 por Mats Alvesson y Hugh Willmott) y sólo participó en un capítulo firmado por varios autores en la continuación publicada en 2003 (véase Alvesson y Willmott, 2003). Stephen Linstead apenas ha colaborado, a lo largo de su larga trayectoria académica, con estos tres autores citados, y sin embargo ha sido el primer catedrático

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en el Reino Unido cuya cátedra tiene el nombre de Critical Management Studies. Gibson Burrell es quizá el gran introductor del postes-tructuralismo en la teoría organizacional en el Reino Unido, pero sus colaboraciones con el resto de autores aquí citados es, relativamente, escasa. Existen numerosos académicos como Robert Chia, Gideon Kunda o Graham Sewell que son claramente postmodernos y críticos, pero cuya relación con Knights y Willmott es también algo más distante. Algunos autores han tratado de reflexionar sobre estas cuestiones y dos de ellos, Valérie Fournier y Chris Grey (2000), señalaron hace unos años en un artículo para Human Relations que podríamos estar hablando de una auténtica sub-disciplina, caracterizada por el pluralismo teorético y fronteras difíciles de delimitar. En la actualidad, podría hablarse, como indican Fournier y Grey (¿bid., 26-27) de un espacio fragmentado en el que incluso el grado de crítica es muy variable.

Como se puede observar, existe una notable ambigüedad en las respuestas. Tras una reflexión sobre las mismas y sobre el material bibliográfico disponible, es posible que quizá los Critical Management Studies puedan ser delimitados a partir de una serie de características comunes, concretamente cuatro, que se expondrán como posibles fronteras de esta «sub-disciplina», si bien va a ser muy difícil que en su seno se pueda englobar a todos los autores.

/EP4irimef4ugai^tenemos el espacio en el que esta crítica académica seTtéWFc^rjciTésíci es, el ámbito de las escuelas de negocios o business schools. Aunque existan importantes aportaciones al estudio de la cultura de empresa en los departamentos de sociología o psicología organizacional de las universidades, el entorno en el que los académicos de este grupo realizan su labor es el de las escuelas o facultades empresariales, esto es, los lugares en los que se forman los futuros gestores, ejecutivos y directivos de las organizaciones empresariales. Dada la creciente competitividad a nivel curricular en el mercado de trabajo, cada vez más se exige formación de postgrado si se desea acceder a un puesto de dirección: en esos cursos es donde la transmisión de unos determinados valores se hace crítica, más que en las propias licenciaturas en empresariales o en otras carreras (sociología, psicología). Por otra parte, los académicos que imparten clases y realizan labor investigadora en estas instituciones tienden a constituir redes en su propio campo: de este modo, la organización de congresos, las publicaciones

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periódicas a las que enviar artículos o las distintas convocatorias de investigación a las que presentarse son completamente distintas en un investigador de estudios empresariales que en un sociólogo, incluso aunque en el caso británico las fronteras sean más difusas entre las disciplinas. Existen también académicos críticos en escuelas de negocios de otros países, sobre todo en el norte de Europa (sobre todo en el ámbito nórdico y en Holanda), en Australia y Nueva Zelanda, y en menor medida en Estados Unidos.

El segundo elemento destacable es el marco teorético en el que se desarrollan las investigaciones y las reflexiones. Como señala en su capítulo Martínez Lucio, la tradición crítica en las escuelas de negocios británicas ha sido importante, y existen numerosos investigadores que se aproximan a la realidad de las organizaciones desde la izquierda ideológica sin reconocerse como miembros de este paradigma de investigación. Existe algo en común a muchas de estas tendencias, y es su visión crítica (en mayor o menor grado) y el hecho de que se sustenten en una cierta perspectiva multidisciplinar. Pero el rasgo fundamental es, sin duda, su vínculo con la filosofía postestructuralista y con el neomarxismo, estando especialmente interesados en el análisis del discurso. Salvo algún caso aislado en el que ha demandado una vuelta al marxismo (Rowlinson y Hassard, 1994), en términos generales los autores de Critical Management Studies mantienen una relación con Marx mediada a partir de revisiones teóricas: bien la Escuela de Frankfurt de Adorno, Horkheimer y Marcuse; bien el trabajo post-marxista o neomarxista de Ernesto Laclau, con la figura de Antonio Gramsci como principal referencia; o bien, en menor medida, la adaptación estructuralista de Althusser y sus seguidores.

No obstante, si hay algo que define a esta corriente teórica es el plantear un rechazo al positivismo y al cuantitativismo dominante en muchos de los estudios sobre organizaciones, apostando por un giro lingüístico que preste más atención a los elementos discursivos en las organizaciones y a las cuestiones culturales. La filosofía postestructuralista, como se ha comentado con anterioridad y se ha podido leer en los artículos presentados en este volumen, es por ello central: estos estudios críticos realizan una recepción, quizá tardía, de la llamada French Theory, y la adaptan a la teoría organizacional. Es posible afirmar que el legado teórico de Michel Foucault es la referencia central

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para los autores de Critical Management Studies, pese a que en sus andamiajes teóricos lo utilicen en muy diversos grados. Otros autores centrales son sin duda Derrida, Serres, Kristeva, Latour y, en los últimos tiempos, Deleuze y Guattari, Hardt y Negri, Agamben, los marxistas autónomos italianos, los estudios feministas y los post-coloniales. En general, hay una preocupación por las cuestiones relacionadas con la identidad y la subjetividad. Asimismo, hay un interés por los maestros de los postestructuralistas: Bataille, Saussure, Blanchot, Bajtin, etc.

En tercer lugar, están los temas de estudio e investigación, que difieren sustancialmente de los de otras escuelas. En este paradigma se analizan cuestiones como la dominación, el control y la exclusión dentro de las organizaciones; por supuesto, otras escuelas lo hacen también, pero quizá se diferencian de las otras aproximaciones en su hincapié en los aspectos discursivos. Se trata de un verdadero giro copernicano en la teoría crítica de la organización, -que sitúa á los Critical Management ütu-1 ^) -2-~ dies como un equivalente a unos estudios culturales de la Se enfatizan los elementos simbólicos presentes tanto en los discursos como, por supuesto, en las prácticas (pues siguen la idea foucaultiana de que, dentro de los discursos, están comprendidas las prácticas sociales), y para ello los autores abandonan disciplinas académicas concretas para situarse en una aproximación mmtidisciplinar. Se dirige la atención a aspectos poco analizados en la teoría organizacional como lasiuchasickn-titarias, el femmism.Q, la sexualidad aeLracjsmp. Quizá una de las principales críticas que ha recibido la escuela es que presta menos atención al trabajo y a los aspectos colectivos de este, y más a elementos relacionados con las organizaciones, la comunicación, la ideología y el poder (como, por otra parte, hacen los estudios culturales, véase Turner, 1992).

Jornalmente, tenemos la cuestión de las redes académicas dentro del propio campo. Ya se había señalado con antelación que los miembros de esta escuela crítica desarrollan su actividad dentro del campo de los estudios organizacionales, pero dentro de estos han generado sus propias redes. Tiene en la actualidad su propio congreso bianual, y ha establecido una serie de redes en otros congresos como E G O S

o S C O S , como veremos más tarde, y en determinadas revistas como Organization o Culture and Organization. Algunos departamentos de gestión del Reino Unido cuentan con una presencia hegemónica de miembros de esta escuela, como es el caso de los de las universidades

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de Essex o Leicester; otros lugares con una presencia histórica han sido Warwick, Keele o Manchester, y hoy en día lugares como Cardiff, Cambridge, York o incluso Saint Andrews cuentan con presencia de importantes figuras de esta línea de pensamiento. La red se extiende por Estados Unidos (particularmente Armsherst, en Massachusetts), Holanda, los países nórdicos, Australia y Nueva Zelanda, y poco a poco comienza a encontrar espacios en otros lugares.

De este modo, es posible considerar esta línea de investigación como una corriente intelectual relativamente joven, que desarrolla su actividad en los círculos de estudios de teoría organizacional y de la gestión, esto es, en el campo de la gestión y administración de empresas. No obstante, en lugar de adaptarse a los requerimientos ideológicos de las nuevas élites del neoliberalismo, partidarias de la desrregu-lación y la meritocracia —fundamentada en el desempeño profesional en los mercados—, proponen una visión crítica del nuevo mundo organizacional postfordista. Para ello, su labor de investigación se detiene en cuestiones organizativas marginadas por los gurús de la gestión, desde una perspectiva multidisciplinar cuyo marco teorético descansa sobre presupuestos básicamente postestructuralistas. Son estudios críticos de la gestión y estudios sociales de la organización, pero sobre todo son una forma de estudios culturales del mundo de la empresa y las instituciones. Como línea de investigación, ha crecido notablemente en los últimos quince años, y en la actualidad cuenta ya con redes académicas consolidadas y un número importante de publicaciones. Una vez que se ha apuntado esta posible definición, el siguiente paso es descubrir su origen histórico y su evolución.

III. ESTUDIOS CRÍTICOS D E LA GESTIÓN Y POSTMODERNIDAD:

UNA INTRODUCCIÓN A SU GÉNESIS Y EVOLUCIÓN

III.i. Origen de los Critical Management Studies

El origen de los Critical Management Studies es difícil de señalar. Sin duda, tal y como señalan en su magnífico artículo Fournier y Grey (2000), tiene mucho que ver con el cuestionamiento que, por parte de

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diversos autores, se ha realizado de la gestión en el modo de producción capitalista desde casi sus orígenes. En el siglo XX, el desarrollo del modo de producción en serie, la modernización de la administración de las empresas y el surgimiento de una nueva clase de gestores y ejecutivos profesionales ya llamaron la atención de trabajos clásicos en las ciencias sociales como los de Berle y Means (1968) o Burnham (1967). No ohs-tante, es quizá Alfred Chandler Jr. (1988) el que, en su gran (y polémica) monografía La mano visible, señala con mayor claridad las razones de la aparición de esta nueva jerarquía empresarial: la empresa familiar del siglo XIX, organizada en grupos de trabajo poco estructurados y marcados por las relaciones patriarcales, es incapaz de hacer frente a las nuevas necesidades de los mercados, que exigen un mayor tamaño y la necesidad de contar con una estructura burocrática de servicios administrativos, imprescindible para la más compleja gestión. Así, deben recurrir a la contratación de personal externo especializado en tareas de administración. Las empresas modernas pasan a contar con muchas unidades operacionales diferentes y a estar dirigidas por una jerarquía de ejecutivos asalariados (Chandler, 1988: 16); esto coincide con el desarrollo de la producción en serie fordista, que exige una nueva organización del trabajo, el taylorismo3, y solucionar los problemas organizativos que este plantea (Piore y Sabel, 1990:17). Pasa a ser imprescindible la formación de estos ejecutivos, surgiendo las primeras escuelas de negocios, que en Estados Unidos son por supuesto privadas.

La victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial coloca a Estados Unidos como una de las superpotencias mundiales y como líder absoluto del bloque capitalista. La necesidad de resolver la cuestión social que había dado lugar al surgimiento de los fascismos y al triunfo del socialismo soviético llevó al desarrollo de políticas económicas keynesianas, que permitían una redistribución de la renta y el desarrollo de un Estado del Bienestar dentro de un mercado intervenido.

3 No es necesario decir que los estudios sobre taylorismo u organización científica del trabajo han sido innumerables. Estos métodos de producción en serie en los que el cálculo de los movimientos y los tiempos, la separación de las tareas desde un diseño científico y la vigüancia en la cadena de montaje para controlar el output productivo ha sido analizado en detalle en obras como las de Durand (1979), Coriat (1982) o Braverman (1974).

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Es la hora de un capitalismo de Estado, amo de las inversiones en bienes de producción (Braudel, 1978: 329). El fordismo se consolida entonces como un sistema maduro, facilitando la universalización del consumo obrero (Harvey, 1989; Alonso, 1999). La ciudadanía adquiere derechos económicos dentro de un gran pacto social entre burguesía, clase obrera y Estado4. Se desarrolla un capitalismo gerencial en el que se intensifica la profesionalización de los cuadros directivos dentro del nuevo orden industrial de la postguerra. La americanización de las estructuras de los negocios, adoptada por todas las grandes empresas del mundo, contribuyó a una importante difusión del management norteamericano (García Ruiz, 1994:42; para el caso francés, Boltanski, 1982: 159-163). El modelo estadounidense de formación de directivos es trasladado, a través del Plan Marshall y del liderazgo económico norteamericano, a todo el mundo occidental, y lleva a la creación en Europa y Oceanía de escuelas de negocios (véase Sedlak y Williamson, 1983; García Ruiz, 1994).

La gestión o management se convierte, en esa época, en algo cada vez más complejo, con una progresiva matematización y el desarrollo de métodos cuantitativos en el estudio de la disciplina. Como señalan Grey y Willmott (2005: 6-9), esto fue fruto de la necesidad, expresada por parte de informes de importantes fundaciones como Ford o Car-negie, de impartir una. formación analítica, con fundamentos científicos y una epistemología y metodología positivistas, ajenas al «irracio-nalismo» de la lucha de clases marxista. A l mismo tiempo, buena parte de estos estudios se encontraban comprometidos con una ideología pro-empresarial con la que se pretendía hacer frente a la amenaza que representaba el comunismo soviético.

La sociología del momento, aunque dominada por el funcionalismo, mostró visiones críticas de gran interés relativas al nuevo mundo organizacional. Trabajos como los de Wright Mills (1978) o Whyte (1968) o el fascinante trabajo de Reinhard Bendix (1966) son esenciales para conocer las ideologías que operaban en el mundo del trabajo y las organizaciones de la postguerra hasta la década de los sesenta.

4 Sobre estas cuestiones, se recomienda la lectura del clásico de I^lrrendorfjl974j y de los trabajos de Alonso (1999,2001).

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Era el momento de la gestión científica del trabajo, de la planificación de la producción, y de un modelo de directivo que desarrollaba una carrera estable avanzando en una compleja estructura jerárquica. En ese capitalismo monopolista (Baran y Sweezy, 1976), la burocracia vivía una época dorada, en un período de exaltación del racionalismo positivista: la gran corporación se consolida como la institución clave de este período. Pero desde finales de los sesenta el sistema comienza a mostrar síntomas de crisis, con un aumento de la contestación obrera y estudiantil, y un notable descenso tanto de la productividad como de la rentabilidad del capital. El trabajo y las organizaciones durante la postguerra habían dado lugar a multitud de nuevos estudios: con la crisis, las perspectivas críticas sobre el trabajo automatizado fordista se multiplicaron.

En 1974, se produce un acontecimiento intelectual de gran importancia: la publicación de Trabajo y capital monopolista de Harry Braverman (1974) y la aparición de la teoría del proceso de trabajo, que supone una revolución teórica en los estudios sobre la organización del trabajo. Este libro clásico significa un giro en las ciencias del trabajo, con un nuevo enfoque que revitalizaba el marxismo y primaba el estudio del proceso concreto del mismo (en el que Braverman denunciaba un proceso de descualificación del mismo llevado a cabo por la gestión científica del trabajo, con el fin de que las clases capitalistas se asegurasen el control de la producción y su poder de clase), y con un mayor énfasis en el lugar de trabajo, la fábrica. Pese a contar con críticas desde casi el inicio, su éxito fue enorme durante la segunda mitad de los setenta. Sin embargo, en la década de los ochenta, este legado comienza a cuestionarse entre sus propios seguidores, a raíz de una serie de cambios en el contexto económico y social.

III.2. Los cambios en el contexto socioeconómico en la década de los ochenta

La crisis del sistema fordista es un acontecimiento fundamental para comprender los cambios producidos en las economías occidentales desde finales de los años sesenta. Los motivos fueron la caída de la productividad, la segmentación creciente de los mercados que dificul-

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ta la producción en serie, y la aparición de nuevos competidores en el escenario internacional: no sólo los llamados «Tigres asiáticos», sino sobre todo Japón, cuyos productos invaden los mercados estadounidenses (León, 1978; Piore y Sabel, 1990). La rigidez de la producción en serie no puede hacer frente a los nuevos sistemas de producción flexible de las empresas niponas, capaces de adaptar rápidamente su producción a los cambios del mercado gracias a un sistema basado en la precisión técnica y el compromiso de sus trabajadores con las culturas corporativas. El llamado capitalismo tardío sufre en los países occidentales una importante crisis de legitimación (Habermas, 1999), agravada desde 1973 con la crisis económica (en la que el súbito encarecimiento de los precios de la energía sacude brutalmente las economías occidentales, llevando a elevadas tasas de paro e inflación) y que lleva a un descontento con el orden keynesiano5. Desde la derecha y la izquierda se dan respuestas; terminan triunfando, con el cambio de década, claramente las propuestas conservadoras.

El ascenso de los neoconservadores es una reacción ante el declive industrial y la contestación social creciente en forma de demandas por parte de nuevos movimientos sociales. Las victorias electorales en el Reino Unido y Estados Unidos de Thatcher y Reagan suponen el desmantelamiento del pacto keynesiano hegemónico desde la postguerra, y que había permitido la estabilización de una norma de consumo obrero, una cultura de consenso y la estabilización de un capitalismo intervenido por un Estado del Bienestar que redistribuía el excedente, permitiendo una mayor igualdad social. El neoliberalismo de los ochenta desacredita ese modelo, al considerar que lleva al estancamiento económico. Para ello, las nuevas políticas económicas son monetarias, y buscan ante todo controlar la inflación a la vez que reestructuran el sector industrial, menos rentable ante la posibilidad de trasladar producción a países del Tercer Mundo. Las medidas adoptadas fueron la desrregulación de los mercados, el ataque a los sindicatos y el apoyo a la explosión de una cultura pro-empresarial, en

5 Sobre estas cuestiones, véase entre otros Lash y Urry (1987 1994) Harvev (1989), Piore y Sabel (1990), Offe (1985 y 1990).

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la que se ensalzan los valores de la competitividad, el dinero, el individualismo y el hedonismo.

La Nueva Derecha integra valores conservadores en la esfera familiar y social con ideas liberales en economía. Fomenta un recorte drástico de los derechos laborales, y permite el ascenso del managerialismo, con el que se pretenden resolver todos los problemas de gestión derivados de la ineficiencia e ineficacia de la gestión burocrática. Los gobiernos occidentales, fueran del signo que fueran, recortaron desde los ochenta las políticas sociales para reducir la presión fiscal y permitir mayores tasas de inversión, lo que aumentó las desigualdades sociales en economías más liberalizadas. Pronto la inflación se controló, pero el paro aumentó drásticamente ante el duro ajuste industrial; para dar salida a este problema, se precarizaron las condiciones de una parte importante de la fuerza de trabajo (especialmente los grupos más débiles, como mujeres, jóvenes e inmigrantes). Se produce así una transición del Welfare State al llamado Work/are State^ tal como señala Jessop (2000). Junto a estos factores, el cambio cultural de la modernidad a la postmodernidad implica, además, una crisis de las grandes narrativas modernas (Lyotard, 1994). Esto supone que, en la esfera cultural, hay un auge de cuestiones más relacionadas con la identidad y el reconocimiento y menos con la igualdad social, lo que refleja perfectamente la transición de trabajador socializado a consumidor individualizado (estos fenómenos han sido estudiados por autores como Alonso, 1999 y 2001; Bauman, 2003a y 2003b; o Jameson, 1995).

Estos cambios políticos, legislativos y culturales son, así, el reflejo de un importante cambio en la organización del sistema económico y en transformaciones importantes en el sistema productivo. Se produce una regulación del capitalismo, a favor de una economía menos basada en bienes industriales y más en bienes de consumo (Aglietta, 1979). Se consolida una nueva economía informacional y de servicios, pronosticada a finales de los setenta por autores como Bell (1976) y Drucker (1969) y teorizada, durante su consolidación en los años noventa, por autores como Castells (1997). La fragmentación de los mercados lleva a la crisis de la producción en serie; la necesidad de adaptarse a las nuevas tendencias del mercado y el desarrollo de las nuevas tecnologías requieren flexibilidad en las organizaciones, y permiten el desarrollo de formas organizativas nuevas en red. El nuevo discurso

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empresarial elogia el nuevo trabajador del conocimiento, creativo, comprometido y emprendedor, que trabaja por proyectos y rechaza el burocratismo. Se hace hincapié en conceptos como la excelencia, la cultura corporativa y el cambio. Las transformaciones en el mundo del trabajo y las organizaciones son, por tanto, muy profundas. El sistema fordista deja paso a un régimen de acumulación flexible dominado, en ¡jh principio, por el toyotismo, sistema más flexible (véase Co-riat, 1993a y 1993b) y, posteriormente, por la llamada nueva economía de la información y el conocimiento (al menos según los discursos visantes). Se produce una transición al denominado capitalismo desorganizado (L23h y Urrv; 19«7; Harvey, 1989), en el que la industria tradicional sufre duras reconversiones que llevan a los sindicatos a sufrir importantes crisis. El sector servicios crece notablemente, y lleva a un interés, pó¡ gg Ékri mundo de la gestión, hacia aspectos más relacionados con las emociones que con el cálculo racional. Surgen ias culturas Corporativas y políticas de recursos humanos que individualizan la fuerza de trabajo.

Esta metamorfosis en el mundo del trabajo y las organizaciones suponen cambios importantes en el lugar de trabajo, apoyados por la legislación de lrJ§ &ibif¡ ••••<•* conservadores. Las políticas de recursos humanos fomentaron la individualización de las relaciones laborales, destruyendo las estrategias colectivas y ahondando en la crisis de los sindicatos (Blyton y Tuffibüll, 1993= Milliband et al. 1992). Ganó en importancia la denominada cultura corporativa, y se multiplican las escuelas de negocios y el culto al dinero6. Pero eso no es todo, pues no todo ei Mundo se convirtió en ejecutivo y se mantuvo un cierto grupo de críticos al sistema dominante. No obstante, el trabajo desapareció de la crítica social, y lo que predomino desde entonces fue una lucha por el reconocimiento de las identidades, reprimidas bajo el orden uniforma-dor del capitalismo burocrático (y, por supuesto, del llamado socialismo real). Esa nueva lucha supone que, desde las posiciones de crítica radical, lo que se plantea es que se reconozca la lucha feminista, la identidad sexual, el reconocimiento de las identidades reprimidas por

6 Recordemos que esta vía hacia el neoliberalismo tuvo por supuesto efectos no deseados por sus impulsores, como ya comentó Martínez Lucio en el capítulo anterior.

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el colonialismo, la sexualidad, etc., y se denuncie la uniformización impuesta por las instituciones del pacto keynesiano (en nombre de un discurso de hombre blanco masculino y heterosexual, reprimiendo otras identidades).

III.3. E l cuestionamiento de las tesis de Braverman y el surgimiento de unos nuevos estudios postmodernos

Ante estos cambios, se producirá una crisis en las ciencias sociales &fttfi ia nueva hegemonía neoliberal, que lleva a una redefinición del espacio desde el que se articula la respuesta de la izquierda al nuevo pensamiento conservador. La crisis de la sociología occidental ante el >h nnüiio de [a microeconomía es un reflejo de la crisis de la ciudadanía laboral. Los problemas, así, cambian, y pasan a ser otros. La concepción de Braverman sobre el trabajo, que influyó de forma notable en las relaciones industriales británicas durante los setenta, se vio contestada de muchas formas. Desde el principio, la crítica fundamental que se hizo fue la de presentar el proceso de descualificación desde un ptlñtO de vista objetivista, lo que eliminaba los factores subjetivos en la cuestión del control. Trabajos que reivindicaban la importancia de la subjetividad, como el de Edwards (1979), mostraban que, frente a estrategias d§ EQntrol por parte de la dirección, los trabajadores eran capaces de resistirse al control, participar y ser agentes activos de cambio; en el centro de trabajo había una lucha continua entre estrategias de control y de resistencia. Otros estudios como el de Burawoy (1989) mostraron cómo en el espacio de las relaciones sociales en el trabajo se creaban no sólo condiciones de resistencia y cooperación con la dirección, sino que se modelaba el consentimiento de los trabajadores: Otras críticas a Braverman se centran en su omisión del factor género (Burawoy, 1979; Cockburn, 1983). Además, los cambios en la economía y en la cultura llevan a un cuestionamiento teórico de la tesis de la descualificación: la nueva economía informacional requiere también un sector de la fuerza de trabajo con una formación muy elevada y con una autonomía responsable (Friedman, 1977). Al mismo tiempo, las nuevas políticas de recursos humanos y la crisis sindical quiebran, en el imaginario de los teóricos organizacionales, la noción de relación

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social en el trabajo, recuperando el interés por la cuestión de la subjetividad7.

Los Critical Management Studies pueden ser considerados, en cierto modo, como una escisión dentro de esta Labour Process Theory o Teoría del Proceso de Trabajo: surge durante los años ochenta y responde, en cierto sentido, a los importantes cambios socioeconómicos, pero también a la posibilidad de analizar estos cambios utilizando otras referencias teóricas. El panorama en los ochenta es muy distinto al de los primeros setenta: una clase obrera industrial mayoritariamen-te masculina que pierde efectivos a favor de los nuevos trabajadores del sector servicios con importante presencia femenina y de minorías étnicas; un fuerte declive sindical y la individualización de las relaciones laborales; frente a la descualificación de muchos trabajadores, otros muchos puestos de trabajo requieren una formación muy elevada y una gran autonomía de actuación. Los seguidores de Braverman, marxistas, buscan nuevas fuentes teóricas que sirvan para completar su análisis (como señala Parker, 2005). No se trata ahora de estudiar el trabajo en sí, sino comprender los símbolos, el marketing, los departamentos financieros, los desayunos de empresa, los mensajes de los consultores, las reestructuraciones de personal o las tensiones sexuales y raciales en la oficina. La mirada se desviará hacia la llamada French Theory, probablemente siguiendo la línea dibujada por los estudios culturales norteamericanos.

Sin duda, el énfasis en la noción de subjetividad es lo que marca la diferencia al principio. ¿Dónde se encuentra el sujeto en la sociología organizacional funcionalista, en el marxismo, en la teoría del proceso de trabajo? En la obra de Braverman esta cuestión no se exploraba, tampoco en Marx. Para ello, estos autores postmodernos buscan nuevos referentes teóricos, y lo encuentran en el trabajo de Michel Foucault y otros autores postestructuralistas y cercanos a la teoría crítica frankfurtiana. En primer lugar, y aunque no se le cite mucho, es necesario mencionar a Lyotard (1994), pues es el que pone claramente en cuestión el agotamiento de la metanarrativa marxista en la postmoder-

7 Sobre todas estas cuestiones, se recomienda la consulta de trabajos como los de Wood (1982), Knights y Willmott (1989) o Smith (1996).

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nidad. Pero para la mayoría de estos académicos, el gran libro de Foucault Vigilar y castigar, con su teoría del panóptico y la sociedad disciplinaria, es la referencia fundamental. Es una nueva forma de estudiar el control y la resistencia, y resultaba muy atractiva para describir las condiciones de la nueva cultura corporativa. Proporcionaba además un análisis no sólo de las técnicas disciplinarias y las instituciones carcelarias (como la propia fábrica), sino que ponía en primer plano la cuestión de los cuerpos y el control de los mismos (Foucault, 2005a). Asimismo, la cuestión de la subjetividad (como reacción a los objetivismos como el marxismo) y el papel que Foucault otorgó a los discursos son fundamentales para entender este giro lingüístico en el análisis de la gestión empresarial (véase Foucault, 1982 y 1999a). También la cuestión de la sexualidad se inspira en los trabajos de Foucault (2005b) sobre la materia. Al mismo tiempo, la teoría de la acción comunicativa de Habermas (2001), pese a sus enormes diferencias con la obra foucaultiana, comparte con ella el giro hacia los elementos comunicativos, relevantes en la nueva sociedad informacional (aunque se le critique su hipostatización de la racionalidad y el consenso). Otra influencia fundamental en la crítica al managerialismo es la de la Escuela de Frankfurt, con la que coinciden en su denuncia del predominio de una razón instrumental en el capitalismo que lleva a la alienación y rei-ficación del hombre bajo la nueva cultura del mercado e impide cualquier proyecto de emancipación (véase Adorno y Horkheimer, 2001; Horkheimer, 2002). La crítica de la ideología que esta escuela realiza es fundamental, y es uno de los significantes fundamentales para este paradigma: la imposición de significados a través de los discursos, y el establecimiento de consensos forzados a través de supuestas coincidencias entre intereses. Otras aproximaciones a la sociedad del consumo por parte de esta escuela se inspiran más en los conceptos de hiperrealidad y simulacro tan queridos al sociólogo francés Jean Bau-drillard (1998). El influyente postmarxismo de Ernesto Laclau, que revisa la herencia de Marx a través del concepto de hegemonía gramscia-no, supone un rechazo a un cierto marxismo ortodoxo y un interés por la cuestión del discurso y la ideología, tan queridos a los autores de Critical Management Studies (véase sobre todo Laclau y Mouffe, 1987); al mismo tiempo, la deconstrucción de Jacques Derrida (1975, 1978), con su crítica radical al lenguaje y su énfasis en la cuestión de la

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diferencia, tiene una gran influencia. Y finalmente, coincidiendo con argumentos muy postmodernos, hay sobre todo un ataque a la epistemología positivista, tomando como referente teórico la obra de Bruno Latour (1992,1993, 2001). La metodología va a estar fuertemente influida por los estudios culturales (Hall y du Gay, 1996), la semiología y la teoría literaria (Selden et ai, 2001), el análisis crítico del discurso (Fairclough, 2003) y la obra de Erving Goffman (1971). Además, hay una preocupación por la ética, particularmente ante el impacto de la obra de Bauman (1993); el debate sociológico sobre la postmodernidad de este y otros autores también está muy presente (por ejemplo Giddens, 1995; Castells, 1997, entre otros, algunos citados ya en este capítulo). Tampoco se debe olvidar la influencia de los economistas radicales norteamericanos de las décadas de los sesenta y setenta8.

La ruptura llega de forma manifiesta en 1989, y se aprecia particularmente en el volumen colectivo Labour Process Theory, editado por David Knights y Hugh Willmott, dos profesores de empresariales de la universidad de UMIST-Manchester y en el que se pretendía realizar una valoración del trabajo de Braverman quince años después de la publicación de su obra. Knights y Willmott habían analizado hasta entonces situaciones diversas en el lugar de trabajo, orientando su atención hacia aspectos menos estudiados por la teoría del proceso de trabajo, como eran el control y la manipulación de los trabajadores, las cuestiones de género y poder, la noción de sujeto, el rechazo al dualismo o las imágenes y símbolos del imaginario empresarial. Su petición de prestar atención a nuevas perspectivas teoréticas ausentes en el debate sobre el Proceso de Trabajo (que, en el mismo volumen, es apoyada también por Gibson Burrell (1989)) es la que lleva a la división entre los «modernos», cercanos algunos de ellos al marxismo o al Partido Laborista y con un interés por las aproximaciones empíricas basadas en datos, y los «postmodernos», más teóricos e interesados en analizar cuestiones más relacionadas con la cultura de empresa. Otros autores ajenos al Proceso de Trabajo habían seguido, por

8 El panorama intelectual que rodeaba a estos economistas radicales norteamericanos está muy bien reflejado en el estudio que, sobre un célebre artículo de Stephen Marglin, realiza Tinel (2004).

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esa época, líneas parecidas de investigación a las de los postmodernos9, abriendo un nuevo espacio teórico en los estudios organizacionales. Se constituye un nuevo análisis de las organizaciones, definitivamente postmoderno y que rompe no sólo con los estudios convencionales de administración de empresas, sino también con las tradiciones marxistas ortodoxas.

Los siguientes hitos fueron, sin duda, la publicación de varias obras esenciales, en un contexto en el que la transición del conservadurismo del thatcherismo al New Labour apenas trajo cambios significativos. El libro colectivo Critical Management Studies (1992), editado por Mats Alvesson y Hugh Willmott, no sólo sirve para bautizar la nueva escuela, sino que entre su material se encuentran estudios sobre temas como el marketing, el poder disciplinario de la cultura organizacional, el placer, la contabilidad o los sistemas de información de las empresas. Su éxito fue enorme. Ese mismo año se publican l i bros como los de David Collinson (1992), sobre la masculinidad en el trabajo como elemento esencial en el análisis del poder y la subjetividad, y Stanley Deetz (1992), acerca de la colonización cultural de las grandes corporaciones y el riesgo que esta conlleva para la democracia. Otras obras fundamentales de ese período y que sirven para consolidar la disciplina son los volúmenes colectivos Postmodemism and Organizations, editada por John Hassard y Martin Parker (1993), donde se hace la referencia más clara y explícita a la relación entre el nuevo marco teórico y las organizaciones (y donde se incluyen valoraciones a favor y en contra de las mismas) y Resistance and Power in Organizations (1994), editado por John Jermier, David Knights y

9 Es imposible realizar una revisión completa de la inmensa producción de escritos en los que se presta atención a organizaciones y análisis en los que exista alguna referencia a elementos discursivos o postmodernos antes del texto Labour Process Theory. Algunas de las obras más importantes serían las de Clegg y Dunkerley (1977), que analizan el poder en las organizaciones, y en Estados Unidos trabajos como los de Putnam y Pacanowsky (1983), donde el análisis del simbolismo organizacional y la crítica a los nuevos modelos de gestión son muy novedosos en ese momento. En el Reino Unido, la figura sería sin duda Burrell, que tras su famoso análisis sociológico de los principales paradigmas organizacionales (véase Morgan y Burrell, 1979), introduce los primeros análisis sobre la sexualidad en el trabajo y sobre la obra de Foucault (véase Burrell, 1984 y 1988).

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Walter Nord y que se dedica en exclusiva, como su título indica, a investigar situaciones de resistencia y control dentro de las organizaciones: en ella se incluye una defensa del andamiaje teórico foucaultiano muy importante (véase Knights y Vurdubakis, 1994). En ese mismo año se produce el lanzamiento de la revista crítica Organization. En Estados Unidos Linda Smircich y Marta Calas publican Critical Pers-pectives on Organization and Management Theory (1995), en los que se reivindica como clásicos del género a autores norteamericanos como el economista de izquierdas Stephen Marglin. Desde mediados de los noventa, otros autores interesados en el postmodernismo y con gran influencia en las jóvenes generaciones de académicos (no sólo por su obra, sino por su compromiso) van a ser nombres como los de Pippa Cárter, Norman Jackson y Heather Hópfl, entre muchos otros. Un libro importante ha sido en estos últimos años el de Martin Parker (2002), en el que se critica el managerialismo y se llama a posicionarse contra él.

Lo más importante es que, poco a poco, el campo va creciendo. Tras los clásicos, han aparecido nuevas generaciones de académicos, muchos formados en las mismas escuelas de negocios en las que imparten clase estos autores. Desde entonces, esta escuela ha adquirido una cierta masa crítica de publicaciones y ha establecido unas redes que, aunque todavía marginales a nivel mundial, están relativamente establecidas en algunos lugares. Numerosos estudiantes se han ido uniendo al grupo, atraídos por su mezcla de frescura, novedad, erudición y radicalismo político (y, según algunos críticos, por oportunismo académico). La evolución posterior se ha centrado en la incorporación de un mayor pluralismo teórico si cabe, acogiendo las últimas novedades de los estudios culturales: así, en la actualidad, se van incorporando nuevas aproximaciones procedentes de las esferas del feminismo, el postcolonialismo, el psicoanálisis de los post-lacanianos, la queer theory o los autónomos italianos (véase en este sentido obras como la de Linstead, 2004, ojones y Munro, 2005). Su consolidación definitiva llega con la organización del primer congreso de Critical Management Studies, celebrado en Manchester con un éxito rotundo de público y que en 2007 celebra su quinta edición.

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III.4. La expansión de la nueva crítica del management

Los Critical Management Studies se han expandido también fuera de las fronteras británicas, si bien se debe reconocer que algunos de sus autores preceden incluso al giro postmoderno liderado por Knights y Willmott. Esto es evidente en el caso de Estados Unidos, donde han existido importantes críticos en el campo de la teoría organizacional, si bien las condiciones en las que han desarrollado su trabajo han sido, por lo general, más complicadas (pues la hegemonía de las perspectivas pro-empresariales es mucho más marcada). Autores como Linda Smircich, Marta Calas, David Boje o Stanley Deetz llevan publicando textos desde finales de los setenta en los que prestan especial atención al simbolismo organizacional, a las narrativas empresariales y al análisis del poder desde una perspectiva foucaultiana. Tampoco debemos olvidar la importantísima figura del británico Stewart Clegg que, también desde la década de los setenta, ha realizado influyentes análisis sobre las nuevas organizaciones postmodernas (véase especialmente 1990). Su magisterio le ha llevado a contar con numerosos discípulos en el área de Australia y Nueva Zelanda, además de colaborar con académicos de otras latitudes geográficas (Latinoamérica y Europa, en la que ha colaborado no sólo con profesores británicos, sino también con brasileños y portugueses).

En los ámbitos holandés y nórdico las características de esta línea de investigación son un poco diferentes. El caso nórdico es muy característico de su propia concepción cultural de estudios empresariales, que se imparten en escuelas de negocios públicas con larga tradición académica e importantes recursos, y en las que la sociología o la filosofía tienen una larga tradición en los programas docentes. El impacto del neoliberalismo en estos países ha sido menor que en el ámbito anglosajón. La formación multidisciplinar ha permitido que se desarrollen programas en los que la sociología y la filosofía de las organizaciones. Sin lugar a dudas, la autora más influyente entre los autores escandinavos ha sido la polaca nacionalizada sueca Barbara Czar-niawska, una de las principales responsables del giro lingüístico en la teoría organizacional: su trabajo sobre las narrativas y los discursos ha

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sido muy influyente10. En Holanda se produce un caso parecido, con escuelas de negocios públicas, aunque algunos de los principales representantes de los estudios críticos se encuentran también vinculados a las universidades británicas y al sector privado, pese a la profunda deriva filosófica de sus trabajos (por ejemplo, Hugo Letiche, Rene ten Bos o Ruud Kaulingfreks).

Las publicaciones han sido la principal vía para la difusión del trabajo de este grupo de académicos. En un principio, los autores que se fueron adscribiendo a estas corrientes críticas utilizaron las revistas tanto sociológicas y relacionadas con la psicología social (Sociology, Human Relations) como de estudios de gestión y organizacionales (Journal of Management Studies, Organizational Studies). El lanzamiento de Organization: The Critical Journal of Organization, Theory andSociety en 1994, dirigida por Gibson Burrell, Marta Calas y Linda Smircich, una revista crítica e independiente, con los años, ha llegado a alcanzar un notable índice de impacto. Pronto otras revistas como Culture and Organization o Támara han ido abriendo nuevos espacios. En la actualidad, el número de revistas ha crecido notablemente, y cada año aparecen publicaciones nuevas. Quisiera resaltar el éxito de una revista electrónica, Ephemera: Theory and Politics in Organization, dirigida por un colectivo editorial internacional y que se ha convertido en una referencia entre las publicaciones de corte radical.

Otro de los elementos esenciales en la extensión de esta escuela han sido los congresos. En las universidades británicas se ha estimulado siempre el intercambio de información y existen numerosas redes construidas a partir de la organización de congresos, donde académicos de distintas procedencias coinciden y dan a conocer su trabajo. En la actualidad, los Critical Management Studies han construido una importante red con un importante congreso internacional, participación destacada en otros congresos y la organización de pequeños semina-

1 0 Otros autores destacados han sido el excéntrico Pierre Guillet de Monthoux, francés residente en Estocolmo que ha tratado de romper las fronteras entre estudios de la gestión y campos como el arte y la estética, o los impulsores de la obra de Deleuze y Guattari en las escuelas de negocios europeas. Suecia, Dinamarca y Finlandia cuentan con una escuela en crecimiento, en la que ha surgido un cierto interés por la obra de los filósofos post-operaristas italianos (con nombres como Martin Fulgsang o Akse-li Virtanen).

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rios. Pero sin duda, la madurez de la sub-disciplina llegó con la primera Critical Management Studies Conference, organizada en Manchester en 1999. Este congreso es fruto de la decisión de buscar un foro propio en el que se hable exclusivamente de perspectivas críticas en las organizaciones, además de ganar una cierta independencia respecto a la British Academy of Management (más conservadora). En 2007 se celebra, de nuevo en Manchester, el que es ya el quinto congreso, con más de veinte grupos de trabajo y asistencia internacional. Por supuesto, no falta la polémica: para algunos jóvenes, estos estudios críticos han derivado en la creación de una estructura meramente académica, sin ningún compromiso político y que, en ocasiones, incluso permite en su seno aproximaciones no necesariamente críticas (Bóhm y Spoelstra, 2004). En general, siempre late la cuestión de qué se incluye y qué no dentro del concepto de crítica.

Hasta este congreso, los académicos adscritos a estas perspectivas siempre habían organizado grupos de trabajo en diferentes congresos. Los más importantes eran cuatro que se celebran en Europa: el congreso de la British Academy of Management (BAM ) , el coloquio de Europe-an Group for Organizational Studies (EGOS) que agrupaba a estudiosos de las organizaciones de toda Europa, la Standing Conference for Organizational Symbolism (seos), centrada exclusivamente en el análisis del simbolismo organizacional y, por supuesto, la Labour Process Theory Conference (LPT Conference). En la actualidad, sólo EGOS y SCOS mantienen una participación elevada por parte de los autores postestructu-ralistas (particularmente la segunda) europeos, australianos y neozelandeses y algunos norteamericanos. Por lo general, en el Coloquio de EGOS, que se celebra anualmente desde principios de los ochenta en ciudades europeas, se organizan algunos grupos de trabajo en torno a la filosofía, las narrativas y los discursos en las organizaciones. SCOS, que también lleva más de veinte ediciones y se organiza habitualmente en Europa, está prácticamente dominado por las perspectivas postmodernistas. En la actualidad, parece que las preferencias se orientan a organizar seminarios sobre determinadas cuestiones (revisiones críticas de autores como Lévinas o Foucault, o búsquedas de alternativas al capitalismo) u organizar otros congresos con estilos diferentes e innovadores, como la esteticista Art and Management Conference, centrada en la relación entre arte y gestión, y que ya va por su tercera edición.

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Un hito singular fue sin duda el congreso Capturing the Moving Mind: Organization and Management in the Age of Contemporary War, organizado en el ferrocarril Transiberiano y que reunió a un grupo de académicos, artistas y activistas en un viaje desde Moscú a Pekín, discutiendo cuestiones como la guerra global, la disolución de las fronteras, las conexiones de los movimientos antiglobalización o nuevas formas artísticas (véase Virtanen y Bóhm, 2005), en un evento ciertamente postmoderno.

En definitiva, lo que comenzó como una escisión del grupo de estudiosos del Proceso de Trabajo que seguían a Braverman se ha convertido, en apenas quince años, en una línea de investigación consolidada y con un número importante de seguidores. La nueva sociedad de la información y del conocimiento, marcada por los discursos triunfalistas del nuevo managerialismo, ha encontrado a sus escépticos y críticos desde posiciones inesperadas: las escuelas de negocios. Buena parte de su éxito se ha debido a factores importantes: un objeto de estudio como la gestión empresarial que goza de una popularidad máxima en tiempos de exaltación de la empresa como institución central; un espacio desde el que realizar la crítica que cuenta con perspectivas de crecimiento y grandes presupuestos para investigación, publicaciones y organización de congresos, como son las business schools; y un marco teórico, el postmoderno, que está absolutamente de moda. Además, ha conseguido ocupar un espacio, dentro de la teoría organizacional y el análisis de la gestión empresarial, similar al que los estudios culturales ocupan en la actualidad en el campo de las ciencias sociales: no hegemónico, desde luego, pero sí bien establecido, pese a sus problemáticas y fragilidades.

IV. CRITICAL MANAGEMENT STUDIES: U N P R I M E R P R O Y E C T O D E E V A L U A C I Ó N

Esta recepción del postmodernismo es muy peculiar si pensamos en la tradición filosófica británica y anglosajona, tradicionalmente fundamentada en el empirismo y, posteriormente, en el pragmatismo. No obstante, en Estados Unidos los estudios culturales ya habían ganado

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un espacio en las universidades norteamericanas, y tanto Derrida como Foucault fueron profesores allí: por otra parte, cierto radicalismo político libertario siempre fue mejor aceptado que críticas a la redistribución de la riqueza. Pero Estados Unidos y el Reino Unido son, por supuesto, escenarios muy diferentes, con diferentes contextos históricos y diferentes imaginarios sociales. Critical Management Studies significaba en el Reino Unido abandonar unas tradiciones investigadoras fundamentadas en el positivismo y los métodos cuantitativos para dar paso a unas influencias principalmente afrancesadas, y a un predominio de los análisis cualitativos. Esta nueva forma de aproximarse a la realidad organizacional ha sido por supuesto muy criticada desde muy diversos frentes, con argumentos como la falta de una base empírica mínima y el olvido del trabajo frente a los elementos discursivos. Al mismo tiempo, el alejamiento del marxismo más ortodoxo y la falta de interés por las instituciones sociales o los sindicatos tradicionales ante su rechazo de las políticas de representación han supuesto también la desafección por parte de algunos académicos izquierdistas. Y es que este grupo se orienta más hacia posiciones anarquistas y libertarias que al socialismo tradicional por el que el obrerismo inglés se ha decantado tradicionalmente. Es cierto que buena parte de estos autores proceden del norte de Inglaterra donde la hegemonía del Partido Laborista los llevó a rechazar su estructura burocrática y sus excesos machistas. Por otra parte, la incapacidad de los socialistas para frenar al Nuevo Laborismo de Blair y su apoyo incondicional a los movimientos antiglobalización, junto a su rechazo a la noción de representación en la política, han conducido a un rechazo al estado, al socialismo burocrático y a todo movimiento de carácter uniforma-dor que reprima las identidades, muy en la línea de la acción política propuesta por autores como Deleuze, Foucault o Hardt y Negri. Esta línea política se adapta bien a otros contextos. Así, tanto en Estados Unidos como en Australia ha existido una tradicional desconfianza hacia el estado, y este libertarismo se adapta bien a su imaginario social; mientras que en los países nórdicos y Holanda, sociedades de bienestar con un importante papel del estado, ser anarquista es la expresión última de radicalismo (no olvidemos que se trata de sociedades donde el consenso político y la acción redistribuidora del Estado han terminado por negar cualquier esperanza revolucionaria).

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Critical Management Studies ha sido considerada una escuela abierta, y pese a ello siempre ha estado rodeada de controversias. El debate con algunos autores fuera de su marco ha sido muy intenso, y ya se ha aludido a él en los textos que forman la segunda parte de este l ibro (véase también Grugulis, Willmott y Knights, 2001). A las opiniones expresadas en esos textos se puede añadir una serie de valoraciones adicionales, tanto en un sentido positivo como en un sentido negativo.

rv.i. Una refrescante aproximación radical al mundo de la organización

Los Critical Management Studies realizan, como línea de investigación, una serie de aportaciones esenciales al estudio de las organizaciones y de la gestión empresarial. En primer lugar, abre un espacio a los estudios cualitativos en materia de gestión. Es cierto que lo hace por su quiebra de confianza en el modelo positivista y racionalista de conocimiento: pero a la vez deja un espacio para nuevas formas de conocer la organización. Estos análisis tienen especial relevancia en un momento histórico en el que la comunicación ha cobrado un auge importantísimo: información, consumo y marketing impregnan todos los aspectos de las sociedades capitalistas modernas. Ante esa nueva situación, las investigaciones sobre el proceso de trabajo deben reforzarse con un estudio detallado de los elementos comunicativos y discursivos presentes en las organizaciones. El trabajo de campo etnográfico, pero sobre todo el análisis del discurso y de las imágenes, permiten una aproximación a ese campo de la discursividad, que no se ciñe a un espacio meramente subjetivo, sino a la materialidad social (Laclau y Mouffe, 1987: 125): los textos no pueden ser separados de lo social, especialmente en un capitalismo en el que lo cognitivo y lo informacional han adquirido un rol muy importante (aunque por supuesto, las fábricas existen). Llega así un giro lingüístico, perfectamente acorde con la gran importancia que toman ahora la comunicación y la información. Esta nueva aproximación cualitativa es además enriquecedora al permitir el análisis de fenómenos presentes en el mundo de la empresa que, por lo general, son obviados por las aproximaciones convencionales: por

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ejemplo, la cuestión de la cultura corporativa y las ideologías manage-riales, difíciles de analizar desde perspectivas no cualitativas. Ello permite conocer mejor fenómenos como el control o el poder, difíciles de aprehender desde una perspectiva cuantitativa. Por otra parte, ante el desarrollo de técnicas de gestión de los recursos humanos que estimulan la individualización de las relaciones laborales, es muy relevante el énfasis que se da a la subjetividad, en línea con el interés que dicha cuestión ha suscitado tanto en los trabajos de filosofía como en los de ciencias sociales más actuales. En una sociedad individualizada como la que describe Bauman (2001), es imprescindible prestar atención a la esfera subjetiva, que además nos permite comprender mejor procesos vivos dentro de las organizaciones.

Pese a las acusaciones que ha recibido, esta escuela representa una línea de investigación plenamente consciente del contexto sociohistórico. Frente a la acusación de que en sus textos se niega la historia, estas investigaciones no la olvidan en absoluto: de hecho, los cambios sociales y organizacionales producidos en la transición al postfordis-mo se estudian en profundidad. De este modo, frente a los análisis del trabajo excesivamente focalizados en la institución de la fábrica, presta atención al rol creciente que, en la economía actual, juegan los llamados trabajadores del conocimiento y los trabajadores del sector servicios, e incluso trabajadores de sectores informales o incluso ilegales (Brewis y Linstead, 2000). Se insiste eso sí continuamente en que estamos en otra época, en otra etapa, que hemos dejado atrás la modernidad. Tampoco olvidan la importancia que el trabajo tiene sobre otras esferas de la existencia, concibiendo en sus últimas versiones el trabajo en el nuevo capitalismo como algo totalizador que asfixia al sujeto (por ejemplo, Virtanen y Bóhm, 2005). Más que elegir entre Marx y Foucault, la mayoría de los autores optan por integrar a ambos autores en una síntesis frágil pero con verdadero potencial crítico.

Los Estudios Críticos de la Gestión representan además una verdadera visión crítica de la realidad organizacional. Hay una denuncia de las injusticias del nuevo neoliberalismo y su globalización implacable, que no sólo destruye formas de vida y culturas, sino que quiebra las solidaridades en las sociedades occidentales; del control y la manipulación ideológica en las organizaciones; del machismo y el racismo; de la coacción. Conscientemente, sus autores defienden un concepto

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casi olvidado en los discursos políticos, pero siempre válido: la emancipación. Pero además estos académicos se han ido radicalizando. Son profundamente críticos con los consensos, con los sindicatos burocra-tizados y acomodados, con el mismísimo Estado del Bienestar que disciplina los cuerpos y reprime las identidades. Estas posiciones, indudablemente, son polémicas: pero desde luego hay que reconocer la importancia de un grupo de teóricos que dicen «No» al managerialis-mo y al capitalismo sin ambigüedades. De este modo, no sólo nos hallamos ante una discusión teórica, sino ante una cuestión de compromiso con la política. De hecho, hay algunas voces que demandan un reposicionamiento de esta teoría crítica, que debería estar más cercana a los nuevos movimientos sociales surgidos de los Foros Sociales, sean los europeos o el mundial (Bóhm, 2006). También hay que señalar que son unos estudios capaces de integrar con gran rapidez nuevas teorías, en un grado de efervescencia intelectual difícü de encontrar en otras disciplinas académicas (en buena parte debido también a su juventud, apenas quince años).

Finalmente, se trata de una escuela que, en este plano puramente intelectual al que se acaba de aludir, es capaz de deparar grandes placeres tanto al lector como al investigador social. El hecho de recuperar la gran tradición filosófica francesa o prestar atención a la obra de autores esenciales en nuestra época como Bauman, Baudrillard, Agamben o Virno hace que sus aportaciones siempre sean interesantes e inviten al debate. A ello ayuda también la perspectiva multidisciplinar en la que se apoyan generalmente, y que hace de estos trabajos algo no tan encorsetado como los trabajos de otras disciplinas con límites establecidos más estrictos. En cierto sentido, en los Critical Management Studies se puede experimentar, se puede investigar lo que se quiera, se puede arriesgar: en definitiva, se conserva la libertad de expresión, lo que no es poco en estos tiempos de hegemonía del tecnocratismo en la mayoría de las universidades y políticas educativas gubernamentales.

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IV.2. Hacia una crítica de la crítica

La crítica a los Critical Management Studies ha sido muy fuerte, particularmente por parte de los antiguos colegas de la Teoría del Proceso de Trabajo, lo que ha dado lugar a un animado debate intelectual. Las propuestas de Knights y Willmott han dado lugar a una serie de artículos de controversia. Tres de los más importantes han sido incluidos en este volumen, y desde entonces las temáticas no han variado demasiado 1 1. En los últimos años, el debate se ha ido desplazando a la cuestión del reáismo crítico: tanto los Critical Management Studies como la Labour Process Theory reivindican que su epistemología se basa en el realismo crítico (noción acuñada por Bhaskar, por ejemplo 1989), lo que ha llevado a una nueva sucesión de críticas y respuestas (Contu y Willmott, 2005; Reed, 2005a y 2005b).

Por supuesto, estos estudios críticos postmodernos presentan algunos defectos importantes que, en muchos casos, tienen que ver con sus propias contradicciones y paradojas. No se debe olvidar que se trata de un grupo de académicos que hacen la crítica desde un lugar extraño, incrustados en un espacio destinado a formar los futuros mandos de las grandes empresas. Se trata, en el fondo, de algo similar a predicar el pacifismo desde el cuartel, o el ateísmo desde el seminario. Esto lleva a que la actividad de estos académicos se vea marcada por esas contradicciones. No se trata sólo de ser capaces de ganar mucho dinero por criticar al capital, pues el sistema académico británico premia a los teóricos exitosos que atraen alumnos a sus universidades, o el hecho de participar en las estructuras tecnocráticas que denuncian. En el fondo, en la mayoría de los casos las posiciones son honestas, y lo

1 1 En esta sección no se abundará de nuevo en el debate existente dentro de la teoría del proceso de trabajo, pues ya se ha destinado una sección en este volumen en la que se recogen trabajos esenciales que resumen la controversia. Se recomienda además consultar la magnífica recopilación de Grugulis, Willmott y Knights (2001) en la que se incluyen algunos de los artículos más relevantes de la polémica. Entre los textos críticos con este paradigma que han alcanzado la categoría de clásicos destacan los de Thompson (1993), Thompson y Smith (1992 y 2001), y más recientemente y desde la propia escuela, Wray-Bliss (2005).

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que se pretende es utilizar cínicamente el sistema contra sí mismo. Las críticas deben ir más allá de esas contradicciones en las que, en el fondo, todos caen. Así, es quizá más relevante apuntar a una crítica ya señalada por autores británicos cercanos al grupo del miembro de Labour Process Theory Paul Thompson (1993, por ejemplo). Es la de la falta, en numerosas ocasiones, de un mínimo análisis de carácter empírico. El análisis del discurso es imprescindible en las organizaciones actuales, pero... ¿y qué hay de estudios puramente empíricos? Los hay excelentes, como el de Jo Brewis y Stephen Linstead sobre las trabajadoras del sexo (Brewis y Linstead, 2000), o los análisis de los servicios de atención al cliente (por ejemplo, el volumen colectivo editado por Sturdy, Grugulis y Willmott, 2001). Pero por lo general, entre las nuevas generaciones de autores hay un excesivo enfoque en análisis meramente teóricos, ensayísticos y experimentales. Ello lleva a que, en muchas ocasiones, más que de investigaciones se tenga que hablar de simples ensayos alejados de una actividad realmente científica: esto no tiene nada de malo, por supuesto, pero hay que dejar claro que los excesos en este sentido puedan llevar a problemas como alejar la disciplina de la realidad social, haciéndola perder su sentido político.

Otra crítica que puede hacerse, siguiendo con esta línea, es el tema de los excesos teoréticos y falta de empatia de académicos con el objeto de estudio, que lleva en ocasiones a una deriva filosófica injustificada. ¿Qué sentido tiene ser un erudito en la obra de Walter Benjamín para estudiar las organizaciones? Existen casos numerosos, particularmente en las nuevas generaciones, en las que el deseo de conocimiento lleva en ocasiones a olvidar cuáles son los verdaderos fines de la teoría organizacional: el marco teórico, cuyo sentido es el de enfocar un análisis, termina por dominar y convertirse en el análisis en sí. Ello lleva, en algunos casos, al egocentrismo y al aburguesamiento intelectual. ¿Qué sentido tiene, y esto no es únicamente un problema en estos estudios organizacionales, tener académicos eruditos y fríos hablando de emancipación cuando no existe ningún tipo de sensibilidad, empatia o cercanía con el sujeto a emancipar? ¿Qué se puede hacer cuando la comunicación entre académico y estudiante se rompe por una cuestión de falta de adecuación de contenidos a la realidad cultural real del alumno? La acción política se lleva a cabo cuando la teoría se puede transmitir: detrás del éxito de Marx o de Bakunin se escondían teorías

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bien fundamentadas y complejas, pero capaces de transmitirse con facilidad. Los filósofos postestructuralistas franceses son, en términos generales y por desgracia, calculadamente ambiguos e intencionadamente opacos, siendo más difícil la transmisión de sus propuestas. Por otra parte, y como señala Wray-Bliss (2005), existe un problema ético fruto de la relación establecida entre investigador e investigado, en la que el primero observa al segundo y lo problematiza mientras se inviste a sí mismo de autoridad. En otro sentido, creo que es profundamente negativo el desprecio que se hace a la labor de otros investigadores sociales por parte de algunos de los representantes más radicales, en una competencia por ser el más extremista que termina por restar apoyos a posibles frentes comunes.

Otros problemas de la disciplina proceden de su condición de estudios culturales, con los que comparten ciertas problemáticas: por ejemplo, la desaparición del trabajo como objeto de estudio, o de las instituciones. ¿Dónde está el trabajo como tal en muchos de estos estudios? Parece que al final el discurso, la comunicación, la cultura terminan por ocupar todo el espacio, y el trabajo, entendido como un proceso social tal y como lo entendía Braverman, es olvidado. Hay además un énfasis en los procesos de dominación y en el control disciplinario, pero apenas se menciona el término explotación, las clases sociales, la extracción de la plusvalía. Hay además una falta de atención a ciertos esfuerzos colectivos de resistencia, como por ejemplo la lucha sindical tradicional, rechazando a priori ciertos esfuerzos por llegar a acuerdos con la dirección. Sólo parecen atenderse los procesos que tienen que ver con reivindicaciones relacionadas con cuestiones como la identidad.

Finalmente, un posible apunte de interés es el de conceptualizar de qué tipo de crítica estamos hablando. Para ello, es imprescindible remitirnos a una distinción que, en su impresionante trabajo El nuevo espíritu del capitalismo, hacen los académicos franceses Luc Boltanski y Éve Chiapello (2002: 71 y ss.). Los autores franceses dicen en este l i bro, refiriéndose a las formas de crítica que se han realizado tradicionalmente al capitalismo, que cabe señalar una diferencia fundamental entre ellas. En primer lugar, ha existido la que denominan crítica artista, y que hundiría sus raíces en un modo de vida bohemio. Las razones por las que surge esta forma de crítica al capitalismo son, de acuerdo a

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los autores franceses, fundamentalmente dos: por una parte, el desencanto y la inautenticidad de la vida bajo la economía de mercado, en la que se pierde el sentido de lo bello y lo grandioso; y por otro, la opresión capitalista que impide la autonomía y la creatividad de los seres humanos bajo las leyes de hierro del mercado. Esta crítica, personificada en la figura del dandy (como Baudelaire) está presente en Marx y en los autores de la Escuela de Frankfurt, pero la crítica a la falta de autenticidad también lo está en Nietzsche o Heidegger (o Vattimo), y la cuestión de la autonomía y la creatividad, en los neomarxistas italianos. La otra crítica a la que aluden Boltanski y Chiapello está relacionada con el rechazo a la miseria y la desigualdad en el capitalismo, así como el egoísmo que termina por llevar a la destrucción de las solidaridades entre los grupos sociales y a grandes injusticias: es la llamada crítica social, base del socialismo y el marxismo, pero también de movimientos que critican el individualismo. La gran denuncia que esta crítica realiza es la de la explotación y la ruptura de las comunidades. Ambas críticas no siempre son compatibles, y a veces llevan a relaciones contradictorias y tensiones. En cierto sentido, Critical Management Studies es un ejemplo de esta complicada asociación y tensión entre ambas críticas. El interés por el postmodernismo ha estado basado en la necesidad de reforzar la crítica social desde la que estos autores procedían en un principio (la escuela de Braverman) con una crítica a los elementos culturales más relacionada con la llamada crítica artista, y que al final se ha convertido en la hegemónica. En la actualidad, los trabajos de este grupo responden más a una crítica artista que a una crítica social: al resaltar los temas culturales, ello les lleva a denunciar la manipulación ideológica (falta de autenticidad, de verdad) y el control disciplinario (falta de autonomía, represión de la identidad), más que la explotación o la ruptura de solidaridades como las existentes dentro del movimiento sindical.

No obstante, estas críticas deben en cierto sentido ser matizadas. Es verdad que los Critical Management Studies han caído en algunos excesos, pero quizá ello se haya debido fundamentalmente a las peculiaridades del contexto histórico en el que se han desarrollado: sociedades en las que se ha tratado de destruir lo social, las solidaridades, los esfuerzos colectivos, a favor del desarrollo del libre mercado y el consumo. La hegemonía del libre mercado es tal que las ideas de

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igualdad, de redistribución, han sido totalmente eliminadas del discurso público. La crisis de la sociología frente al ascenso de la microe-conomía ha eliminado al sujeto, para dejar paso al homo economicus. Cuando no existe ninguna vía de acción colectiva, sólo quedan la salida comunitaria en la que piensa el grupo en términos de diferencia, no de igualdad, y la individual: estos académicos postestructuralistas se han esforzado en dar apoyo a estas dos vías, que son las que han quedado abiertas. De este modo, buena parte de los problemas se derivan del propio contexto, de pensar lo social en un momento histórico en el que lo social está en trances de desaparición debido a políticas orientadas a ello.

V. E L C A S O E S P A Ñ O L : ¿ E N B U S C A D E L A C R Í T I C A MANAGERIAL

P E R D I D A ?

¿Existen Critical Management Studies en España? Quizá esta sea la primera pregunta que surge al leer el texto de Miguel Martínez Lucio ¿Neoliberalismo interrumpido? La cuestión es extraordinariamente compleja, y para responderla adecuadamente sería necesario realizar una verdadera investigación en profundidad, que implicara una revisión exhaustiva de la bibliografía disponible y entrevistas con buena parte de los estudiosos de las organizaciones. Merecería una monografía trabajada y detallada, sin duda alguna, que en este momento aun no ha sido desarrollada. No obstante, a lo largo de estas páginas me gustaría apuntar, al menos, una serie de reflexiones al respecto: simples apuntes que permitan al lector reconocer el contexto al que se enfrentaría una institucionalización de los Critical Management Studies en el ámbito español 1 2. A primera vista, parecería que no existen, como ta-

1 2 A lo largo de este trabajo se reflexionará sobre el caso español fundamentalmente, que hasta ahora ha sido poco investigado en profundidad salvo las referencias realizadas en el volumen editado por Fuentes Quintana (2002), del que se recomienda su lectura. El contexto latinoamericano requiriría una investigación en profundidad que todavía no ha podido llevarse a cabo, y en este capítulo sólo se hará alguna mención marginal al mismo.