Estudios de Fiscalidad
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Instituto de Estudios Económicos de Galicia
Banco Pastor FundaciónPedro Barrié de la Maza
64
José Ramón Ruiz GarcíaCatedrático de Derecho Financiero y TributarioFacultad de Derecho Uiversidade da Coruña
ESTUDIOS DE FISCALIDAD
La tributación de los dividendosprocedentes de participaciones enentidades extranjeras
Las ideas que se exponen en este documento son únicamente las de sus autores y no repre-sentan en modo alguno las del IEEG PBM ni las de sus patrocinadores. La finalidad de estedocumento es tan sólo la de poner a disposición de otros economistas y del público en gene-ral de forma anticipada los resultados de las investigaciones que el IEEG PBM realiza.
El Instituto de Estudios Económicos de Galicia Pedro Barrié de la Maza (IEEG PBM) esuna entidad privada, no lucrativa e independiente patrocinada por el Banco Pastor y laFundación Pedro Barrié de la Maza, cuyo fin es el avance de la ciencia económica en
Galicia, la mejora del conocimiento de su realidad socioeconómica y el desarrollo de sucapital humano en esta disciplina.
Instituto de Estudios Económicos de Galicia Pedro Barrié de la MazaCantón Grande, 9
15003 A CoruñaEspaña
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Instituto de Estudios Económicosde Galicia Pedro Barrié de la Maza
LA TRIBUTACIÓN DE LOS DIVIDENDOS PROCEDENTES
DE PARTICIPACIONES EN ENTIDADES EXTRANJERAS
(Estudio de la exención prevista en el artículo 20 bis de la Ley
del Impuesto sobre Sociedades a la luz de la Ley 6/2000, de 13
de diciembre)
Por
José Ramón Ruiz García
Catedrático de Derecho Financiero y Tributario
Facultad de Derecho de La Coruña
La Coruña, Abril 2002
2
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN.-
I. JUSTIFICACIÓN GENÉRICA.-
II. LA ELECCIÓN DEL MÉTODO.-
III.- ALCANCE DE LA EXENCIÓN. EL SOMETIMIENTO DE LOS DIVIDENDOS
A LA RETENCIÓN A CUENTA.-
IV. LA EXENCIÓN DEL ARTÍCULO 20 BIS Y LA TRIBUTACIÓN DE LOS
DIVIDENDOS EN EL PAÍS DE LA FUENTE.-
V. REQUISITOS PARA DISFRUTAR DE LA EXENCIÓN.
A. Porcentaje y periodo de participación.
1. Porcentaje de participación.
2. Participación directa o indirecta.
3. Participación en el capital o en los fondos propios.
4. Periodo de permanencia.
B. Gravamen por un impuesto de naturaleza idéntica o análoga.
1. Impuesto de naturaleza idéntica o análoga.
2. Concepto de entidad gravada.
3. La presunción de residencia en país con convenio.
4. La exclusión de las entidades residentes en paraísos fiscales.
C. Realización de actividades empresariales en el extranjero.
1. Concepto de actividad empresarial. Remisión a las normas sobre transparencia fiscal
internacional.
2. Porcentaje de rentas activas.
3. Concepto y función de ingresos del ejercicio.
4. Reglas especiales de localización de determinadas actividades.
5. Sociedad participada extranjera que realice actividades financieras y crediticias.
3
6. Rentas consistentes en dividendos de otras entidades no residentes.
VI. LAS RENTAS OBTENIDAS EN LA TRANSMISIÓN DE LA
PARTICIPACIÓN.-
VII. OTRAS CUESTIONES.
1. NATURALEZA DE LA ENTIDAD PERCEPTORA.-
2. LA CUESTION DE LOS GASTOS DEDUCIBLES.-
VIII. SUPUESTOS DE NO APLICACIÓN DE LA EXENCIÓN. ESPECIAL
CONSIDERACIÓN DE LA CLÁUSULA ANTIABUSO.-
IX. LA EXENCIÓN POR DIVIDENDOS Y LA DEPRECIACIÓN DE LA
PARTICIPACIÓN.-
X. ANÁLISIS COMPARATIVO DE LA EXENCIÓN DEL ARTÍCULO 20 BIS Y EL
RÉGIMEN DE LAS ENTIDADES DE TENENCIA DE VALORES EXTRANJEROS.-
4
INTRODUCCIÓN.-
Constituye el objeto de este trabajo analizar el régimen tributario en el Derecho
interno español de los dividendos obtenidos por sociedades españolas procedentes de
sociedades participadas residentes en el extranjero. Por lo general, las normas reguladoras
de la deducción por dividendos intersocietarios, siguiendo en este punto la solución
comúnmente aceptada en derecho comparado, exigían que tales dividendos o
participaciones en beneficios hubieran sido repartidos por entidades residentes en
territorio español; la deducción sólo se aplicaba a los llamados dividendos nacionales o
de fuente interna (domestic dividends), quedando excluidos los dividendos procedentes
del extranjero (foreign, cross-border dividends). La deducción por los dividendos
procedentes del extranjero solo estaba prevista por los convenios para evitar la doble
imposición; pero esta regulación se veía sometida a dos importantes limitaciones. De una
parte, España tiene una red de convenios limitada, al menos si se la compara con otros
países industrializados de nuestro entorno. De otra, solo un número limitado de
convenios abordaba específicamente esta cuestión y lo hacían con técnicas heterogéneas
que en no pocas ocasiones venían condicionadas por las peculiaridades del otro Estado
contratante.
A los efectos que aquí interesan, los convenios de doble imposición suscritos por
España que contemplan algún beneficio tributario para los dividendos intersocietarios
procedentes del extranjero pueden agruparse en tres bloques. En un primer grupo
pueden incluirse aquellos convenios que extienden a los dividendos procedentes del otro
Estado contratante la deducción prevista por el derecho interno para los dividendos
nacionales; suelen citarse aquí los convenios con Canadá, Rumanía, Suiza, Bélgica y
Suecia. En el segundo grupo pueden mencionarse los convenios que autorizan a las
sociedades residentes en España que perciban dividendos distribuidos por sociedades
residentes en el otro Estado contratante a practicar una deducción por el Impuesto sobre
Sociedades subyacente pagado por la sociedad extranjera (underlying tax credit, indirekte
5
Steueranrechnung), siempre y cuando la participación detentada por la sociedad española
en la extranjera supere el porcentaje cuantitativo y el periodo temporal que se haya
fijado en el respectivo convenio. Finalmente, en el tercer bloque puede incluirse el
convenio con Brasil que declara exentos los dividendos obtenidos por un residente en
España que sean gravados en Brasil.
Para cubrir esta laguna, el legislador interno español introdujo a comienzos de la
década de los noventa el método de imputación del impuesto sobre sociedades
subyacente pagado por la sociedad extranjera; dicha introducción se produjo en el marco
de la transposición al derecho interno de la directiva comunitaria sobre las relaciones
entre sociedades matrices y filiales. Los hitos más destacados de este proceso están
constituidos por la Ley 29/1991, de 16 de diciembre, sobre adecuación de determinados
conceptos impositivos a las directivas y reglamentos de las Comunidades Europeas y la
Ley 42/1994, de 30 de diciembre, de acompañamiento a los Presupuestos generales del
Estado para 1995. En la actualidad, este método aparece recogido en el artículo 30 de la
Ley del Impuesto sobre Sociedades.
Pero la tributación en nuestro derecho interno de los dividendos procedentes del
extranjero ha experimentado importantes transformaciones en los últimos años. Así, el
Decreto-Ley 8/1996, de 7 de junio, de medidas fiscales urgentes sobre corrección de la
doble imposición interna intersocietaria y sobre incentivos a la internacionalización de
las empresas, introdujo en la Ley del Impuesto sobre Sociedades un nuevo artículo, el 30
bis, que permitía practicar una deducción en la cuota del citado impuesto en función del
importe de los dividendos percibidos procedentes del extranjero; aunque el beneficio
tributario se articulaba como una deducción de la cuota, sin embargo producía los efectos
de una exención impropia.
Con posterioridad el Decreto-Ley 3/2000, de 23 de junio, y la Ley 6/2000, de 13 de
diciembre, por la que se aprueban medidas fiscales urgentes de estímulo al ahorro familiar
y a la pequeña y mediana empresa, han introducido un nuevo artículo en el citado
6
Impuesto sobre Sociedades, el 20 bis, que declara exentos del citado impuesto los
dividendos y participaciones en beneficios de entidades no residentes en territorio
español que cumplan una serie de requisitos; la exención se extiende, además, a las rentas
que se obtengan como consecuencia de la transmisión de la participación en tales
entidades. La introducción del artículo 20 bis ha supuesto la derogación del artículo 30
bis con efectos para los periodos impositivos iniciados a partir de la entrada en vigor del
Decreto-Ley 3/2000, de 23 de junio.
En este trabajo nos hemos centrado en el estudio del artículo 20 bis tal y como ha
sido redactado por el Decreto-Ley 3/2000 y la Ley 6/2000. Al tratarse de un precepto
sumamente prolijo y detallado, hemos optado por analizar los aspectos que prima facie
parecen más interesantes o polémicos. Como se puede fácilmente suponer, se trata de
una materia poco estudiada en nuestra literatura científica y sobre la que existe un
número muy limitado de resoluciones administrativas; ello ha obligado a introducir, en
mayor medida de lo deseable, opiniones personales del autor que deben ser acogidas con
las debidas cautelas.
Como ya hemos indicado, el artículo 20 bis establece una exención en España para los
dividendos obtenidos por sociedades españolas que sean distribuidos por sociedades
residentes en el extranjero. Un análisis exhaustivo de la tributación de los dividendos
procedentes del extranjero exigiría también que se analizara la tributación de esos
dividendos en el país de residencia de la sociedad que los distribuye; pero esa tributación
en el país de la fuente puede experimentar profundas variaciones en función de lo que
establezca en cada caso el convenio y la legislación interna del país en cuestión, por lo
que su estudio hubiera alargado excesivamente los límites de este trabajo. Hemos
renunciado, en consecuencia, a un estudio pormenorizado de este punto, sin perjuicio de
que en su momento se efectúen las precisiones oportunas.
De las diferentes formas jurídicas que puede adoptar la realización de inversiones en el
extranjero -exportación directa de bienes o prestación de servicios, constitución de
7
sucursales o establecimientos permanentes, creación de sociedades o adquisición de
participaciones en sociedades ya existentes y constitución de grupos empresariales
multinacionales- el artículo 20 bis aborda la tercera de las fórmulas citadas; su regulación
debe ser por ello complementada con la dispuesta por el 20 ter para las rentas obtenidas
en el extranjero a través de un establecimiento permanente. Es sabido, por lo demás, que
las formas citadas de realización de inversiones en el extranjero constituyen momentos o
fases del proceso de internacionalización de la empresa; la opción por una u otra
dependerá en gran medida de consideraciones extratributarias.1
En la doctrina española se sostiene con frecuencia, incluso en algunas ocasiones de
manera implícita, que el artículo 20 bis forma parte del bloque normativo que transpone
al ordenamiento interno la Directiva 90/435, de 23 de julio de 1990, relativa al régimen
fiscal común aplicable a las sociedades matrices y filiales de Estados miembros
diferentes2. En apoyo de esta opinión pueden aducirse varios argumentos. Ante todo, la
aplicación del artículo 20 bis permite alcanzar los efectos perseguidos por la citada
Directiva; a ello debe añadirse que el método adoptado por el artículo 20 bis constituye,
precisamente, uno de los previstos por el artículo 4 de la expresada Directiva y viene de
esta manera a completar la transposición inicial representada ahora por el artículo 30 de
la ley. Las consecuencias de esta forma de entender el contenido del artículo 20 bis son
evidentes; de manera especial, la exención prevista en dicho precepto no podría quedar
condicionada a la concurrencia de requisitos no previstos o no amparados por la
Directiva.
Pero la relación del artículo 20 bis con la citada Directiva es más compleja de lo que una
primera lectura podría sugerir. Por ello, los autores que se alinean con la opinión citada
se ven obligados a reconocer que dicho precepto en parte transpone la Directiva y en
parte es una norma interna que abarca supuestos más allá de los previstos por la
1 Para un análisis más detallado de las formas citadas así como de sus ventajas e inconvenientes, cfr.JACOBS, O., Internationale Unternehmensbesteuerung, pp. 45 ss.; KLUGE, V. Das deutscheinternationale Steuerrecht, pp. 64 ss.2 Cfr. RAMALLO, J., La Directiva 90/435/CE relativa al régimen fiscal común aplicable a las sociedadesmatrices y filiales. La experiencia española, passim.
8
Directiva, haciéndose eco de las dudas sobre si el mencionado artículo es o no un
precepto que transponga al derecho interno la expresada Directiva3.
Otros autores sostienen posiciones aún más matizadas; con referencia al artículo 30 bis
se ha puesto en duda que la finalidad del legislador fuera la de llevar a cabo una “segunda
transposición (universal)” de la Directiva, pese a que el ámbito de aplicación de este
precepto se solape con la norma comunitaria; parecería más bien que la deducción del 30
bis fue concebida como un régimen especial dirigido a un determinado tipo de sociedades
y con el que se pretenden conseguir efectos distintos a los derivados del artículo 30; pero
aunque el artículo 30 bis no constituyera en sentido estricto una transposición de la
Directiva Matriz-Filial, no debe olvidarse que esta norma comunitaria impone a los
Estados miembros la obligación suplementaria de no legislar en el futuro en sentido
contrario a lo establecido en ella; la tesis expuesta lleva a los citados autores a concluir,
por ejemplo, que la doctrina establecida por el Tribunal de Justicia de las Comunidades
Europeas en el caso Denkavit debería ser aplicada en el ámbito del artículo 30 bis4.
En mi opinión, del análisis del ordenamiento interno español, y de manera destacada de
la Ley 29/1991, de 16 de diciembre, titulada precisamente de adecuación de determinados
conceptos impositivos a las Directivas y Reglamentos de las Comunidades Europeas, se
desprende con toda claridad que la transposición al derecho interno de la Directiva
Matriz-Filial es realizada en este punto por el artículo 30 de la Ley del Impuesto sobre
Sociedades; por el contrario, los artículos 30 bis en un primer momento y 20 bis
posteriormente han sido introducidos al margen del proceso de transposición de la citada
Directiva; ni la identidad de los métodos adoptados por el artículo 20 bis de la ley y el 4
de la Directiva, ni la coincidencia parcial de supuestos contemplados por ambas normas,
deben inducir a confusión; el artículo 20 bis puede ser aplicable en algunos casos a
supuestos contemplados por la Directiva, pero tanto puede extender su aplicación a
supuestos no previstos por la Directiva como excluir de su ámbito a situaciones prevista
3 Vid. RAMALLO, J., Op. cit. pp. 16 y 27.4 MARTIN JIMENEZ, A.; CALDERON CARRERO, J.M., El periodo de tenencia de la participaciónen las distribuciones de dividendos entre sociedades matrices y filiales: a propósito de las recientesmodificaciones a los artículos 30 y 46.1.f) LIS y la sentencia Denkavit, pp. 29, 31 y 36.
9
por la citada norma comunitaria. Es claro, por lo demás, que la citada Directiva no ha
pretendido imponer un régimen unitario en todos los Estados miembros; nada impide,
por lo tanto, que una vez efectuada la transposición de la mencionada Directiva al
ordenamiento interno, puedan los diversos Estados miembros establecer los regímenes
especiales que consideren oportunos.
El estudio de la relación entre el artículo 20 bis y el régimen previsto para las sociedades
matrices y filiales está en gran medida enturbiado por la ambigüedad e indefinición actual
del concepto de sociedad matriz. La Directiva 90/435 partía de una concepción que
podríamos denominar clásica y exigía una participación del 25 por ciento; pero esa
concepción ha experimentado significativas transformaciones que han venido en parte
condicionadas por la reducción del porcentaje de participación exigido. Puede en
concreto discutirse si un porcentaje de participación del 5 por cien o ligeramente
superior es por sí solo suficiente para calificar a una sociedad como matriz. En una
realidad económica caracterizada por la concentración empresarial aparecen fórmulas de
vinculación entre sociedades, tales como la constitución de núcleos estables de
accionistas o el intercambio de participaciones, que no pueden identificarse con las
funciones que tradicionalmente se atribuían a las sociedades matrices. Es significativo, a
este respecto, que tanto el artículo 30 como el 20 bis, a excepción del apartado 3.b) de
este último, así como los preceptos equivalentes aprobados por otros Estados, omitan
cuidadosamente toda mención a las sociedades matrices o filiales y en su lugar empleen
términos tales como sociedad participada o subsidiaria. La regulación del artículo 20 bis
parece especialmente pensada para la toma de participaciones que no alcanzan la
intensidad propia de las sociedades matrices; todo ello sin perjuicio, naturalmente, de
que en su seno puedan integrarse también las sociedades matrices tradicionales.
10
I. JUSTIFICACIÓN GENÉRICA.-
Como ya se ha indicado supra, el ordenamiento tributario español, siguiendo en este
punto el criterio mayoritario en Derecho comparado, únicamente permitía que las
sociedades residentes en España practicaran la deducción por dividendos si tales
dividendos habían sido satisfechos por otra entidad residente también en España; en
consecuencia, los dividendos abonados por sociedades residentes en el extranjero no
habilitaban para practicar la deducción. La citada restricción se justificaba por varias
razones. Es cierto que la doble imposición de dividendos se produce no sólo cuando la
sociedad distribuidora y la perceptora de los dividendos residen en España, sino también
cuando la perceptora de los dividendos reside en España y la que los abona o reparte
reside en el extranjero; ocurre, sin embargo, que en el primer caso ambas sociedades están
sometidas al Impuesto sobre Sociedades español, por lo que la doble imposición deberá
ser eliminada o atenuada por el Estado español; por el contrario, en el segundo caso la
sociedad perceptora estará sometida al Impuesto sobre Sociedades español, en tanto que
la distribuidora de los dividendos habrá tributado por el Impuesto de Sociedades de su
país de residencia; en este supuesto surgirá la duda de si la doble imposición deberá ser
eliminada por el país de residencia de la perceptora, España, o por el país de residencia
de la distribuidora. La opción por alguna de las soluciones descritas no depende de
criterios apriorísticos o dogmáticos, sino que suele venir condicionada por otras razones,
v.gr. según que se pretenda fomentar las inversiones en el exterior o atraer capitales
extranjeros.
Existe sin embargo una tendencia a eliminar o atenuar la doble imposición en el país de
residencia de la perceptora de los dividendos. En todo caso, esta solución implica que
este país renuncia a una parte de los ingresos fiscales que de otro modo le
corresponderían, y esta renuncia se fundamenta en la conveniencia de eliminar una doble
imposición que no ha sido provocada únicamente por él. Por ello, la eliminación de la
doble imposición por el país de residencia del socio o accionista perceptor de los
dividendos suele venir acompañada de alguna medida complementaria; o bien se establece
11
algún mecanismo de compensación entre ambos Estados, de tal manera que el país de
residencia de la sociedad distribuidora de los dividendos abona cierta cantidad al país de
residencia del socio o accionista para compensar por la menor recaudación; o bien se
exige como requisito la reciprocidad, de tal modo que el país de residencia del perceptor
de los dividendos sólo aplica esa medida si el país de residencia de la sociedad
distribuidora aplica una medida semejante para los dividendos procedentes del primer
país.
En este sentido conviene recordar que la eliminación de la doble imposición interna
supone una importante reducción de los ingresos tributarios del Estado; la extensión de
estas medidas para abarcar también a los dividendos procedentes del extranjero puede
incrementar considerablemente el volumen de ingresos tributarios dejados de percibir por
el Estado. Puede por ello suceder que la necesidad de aplicar el mismo régimen a los
dividendos de fuente interna y a los procedentes del extranjero obligue a replantear la
cuestión del método arbitrado para la eliminación de la doble imposición.
La eliminación de la doble imposición para los dividendos procedentes del extranjero
plantea también dificultades técnicas de no poca complejidad; para aplicar estas medidas
es preciso acreditar, según veremos en su momento, que la sociedad distribuidora del
dividendo está efectivamente gravada en su país por un impuesto equivalente al
Impuesto sobre Sociedades español, lo que en algunas ocasiones sólo podrá lograrse en
estrecha colaboración con la Administración tributaria de aquel país.
Existe no obstante una destacada corriente de opinión que propugna incluir a los
dividendos procedentes del extranjero en las medidas encaminadas a eliminar la doble
imposición; puede afirmarse, sin temor a exagerar, que la eventual aplicación a dichos
dividendos de tales medidas se sitúa en la actualidad en el centro de la polémica sobre las
ventajas e inconvenientes de los diferentes métodos; de alguna forma se admite que los
sistemas tradicionales (sistema clásico, imputación total o parcial, etc.) estaban pensados
para operar en el marco de una economía cerrada con un número limitado de intercambios
12
internacionales; el notable incremento de las inversiones en el extranjero, reflejo a su vez
de la globalización económica, obliga a replantear el sentido y función de los métodos
para evitar la doble imposición de los dividendos.
Para justificar desde una perspectiva jurídica la aplicación a los dividendos extranjeros de
los métodos para evitar la doble imposición se han invocado los principios de igualdad y
de capacidad económica; el perceptor de dividendos extranjeros manifiesta la misma
capacidad económica que el perceptor de dividendos nacionales, por lo que ambos deben
recibir el mismo trato. La circunstancia de que los primeros sean distribuidos por
sociedades residentes en el extranjero, en tanto que los segundos son distribuidos por
sociedades residentes en el mismo país, no podría ser considerado como un fundamento
objetivo y razonable susceptible de justificar el trato desigual.
Pero el principal argumento esgrimido contra la exclusión de los dividendos procedentes
del extranjero del método para evitar la doble imposición consiste en su falta de
idoneidad para hacer efectivos los principios de la Unión Europea (Europatauglichkeit) y
en su incompatibilidad con el Derecho comunitario. La discriminación entre los
dividendos nacionales y los extranjeros coloca en situación desventajosa la inversión en
acciones extranjeras, incluso las de sociedades residentes en otros Estados de la Unión
Europea, y tiende a fragmentar el mercado de capitales en la Unión, dificultando de esta
manera la integración económica. En concreto, se sostiene que la expresada
discriminación podría suponer una vulneración de la libre circulación de capitales y de la
libertad de establecimiento. Es claro, sin embargo, que esta forma de razonar adolece de
dos importantes limitaciones. En primer lugar, el argumento es aplicable únicamente a los
dividendos procedentes de otros países de la Unión Europea, quedando en consecuencia
excluidos los dividendos procedentes de terceros países no integrados en la citada Unión.
En segundo lugar, el indicado razonamiento sólo exige que no se establezcan
discriminaciones entre los dividendos nacionales y los procedentes de otros países de la
Unión Europea, pero nada dice acerca del método más adecuado para eliminar la doble
imposición.
13
II. LA ELECCIÓN DEL MÉTODO.-
Las razones expuestas aconsejarían, en buena lógica, que la doble imposición de los
dividendos procedentes del extranjero fuera eliminada mediante un método unitario
aplicable en todos los países de la Unión Europea. Es obvio, sin embargo, que una
solución de esta naturaleza sólo puede ser alcanzada a (muy) largo plazo. A corto y
medio plazo deben ser los Estados miembros los que establezcan unilateralmente las
medidas adecuadas. Surge entonces la necesidad de determinar el método más adecuado
para alcanzar dicha finalidad.
Aunque pueda parecer paradójico, la cuestión no se plantea en los países que aplican el
sistema clásico y por lo tanto no eliminan ni atenúan la doble imposición de los
dividendos internos; en este caso no hay diferencia de trato entre los dividendos internos
y los extranjeros y, en consecuencia, no sería necesario adoptar medida alguna; es sabido,
sin embargo, que este sistema mantiene la doble imposición de los dividendos y puede
ser visto como un obstáculo a la formación de capital, por lo que debe ser descartado
como posible solución. Ello no impide que se pueda adoptar como eventual solución
alguna variante del sistema clásico, tal como el Halbeinkünfteverfahren alemán, que
supone una atenuación de la doble imposición.
Por su parte, el sistema de imputación del Impuesto sobre Sociedades subyacente se
caracteriza por sus dificultades técnicas, lo que complica notablemente su aplicación si
no se cuenta con la colaboración del Estado de la fuente; además, con este sistema los
incentivos fiscales concedidos por el país de la fuente se pierden en beneficio del país de
la residencia.
A su vez, el sistema de exención ofrece como principales ventajas la simplicidad de su
aplicación y sus efectos favorables para el inversor; este sistema permite aprovechar los
14
beneficios fiscales concedidos por el país de la fuente, en este caso el país de residencia
de la entidad participada extranjera; el método de exención presupone, sin embargo, que
existe una presión fiscal por el Impuesto sobre Sociedades similar en ambos países; si
por el contrario la sociedad participada satisface un Impuesto sobre Sociedades muy
inferior al vigente en el país de residencia del accionista podría suceder que se dispensara
mejor trato a los dividendos extranjeros que a los nacionales.5
Las ventajas e inconvenientes de los diferentes sistemas abren un amplio abanico de
posibilidades. Algunos autores han propuesto que se introduzca el método de exención
para los dividendos procedentes del extranjero en tanto que a los dividendos nacionales
se les aplicaría el método de imputación; esta es, precisamente, la solución que ha
adoptado el legislador español; esta propuesta parte de considerar que la mayor parte de
los ordenamientos utilizan el método de imputación para evitar o atenuar la doble
imposición de los dividendos nacionales; según esta concepción, los principios
comunitarios, especialmente la libre circulación de capitales y la libertad de
establecimiento, únicamente exigen que se eliminen las discriminaciones entre los
dividendos extranjeros y los nacionales, pero no llegan al extremo de requerir que se
extienda a los dividendos extranjeros el método que se aplique a los nacionales; de esta
manera se evitarían las citadas discriminaciones al tiempo que se podrían compaginar las
relativas ventajas de ambos métodos.
Otras propuestas entrañan mayor complejidad y distinguen según el país de procedencia
de los dividendos. Para los dividendos procedentes de países de la Unión Europea se
propone aplicar el método de exención porque se entiende que este método sirve mejor a
los fines de la citada Unión; la introducción de este método requeriría que se hayan
armonizado los aspectos fundamentales del Impuesto sobre Sociedades. Respecto de los
dividendos procedentes de países no integrados en la Unión Europea se propone aplicar
el método de imputación; para fundamentar esta propuesta se alega, de una parte, que tal
5 Sobre las ventajas e inconvenientes de los sistemas de exención e imputación, con especial referencia alantiguo artículo 30 bis, vid. DE JUAN PEÑALOSA, J.L. y RAVENTOS, S., El nuevo método deexención para los dividendos de fuente extranjera, pp. 59 ss.
15
método es el utilizado por los países más importantes no integrados en la Unión (de
manera especial, Estados unidos, Canadá, Japón, Australia), y de otra que el indicado
método es el más idóneo para combatir la evasión fiscal mediante el empleo de paraísos
fiscales.
El Decreto-ley 8/1996, de 7 de junio, y la Ley 10/1996, de 18 de diciembre, mediante la
incorporación del artículo 30 bis a la Ley 43/1995, del Impuesto sobre Sociedades,
optaron por un método de imputación sustancialmente idéntico al previsto por el
artículo 28 de la Ley últimamente citada para los dividendos de fuente interna; el importe
de la deducción se calculaba en función del importe de los dividendos percibidos y
operaba con independencia del importe efectivo del Impuesto sobre Sociedades
satisfecho por la entidad distribuidora; de esta manera se conseguía una notable
simplificación al determinar la cantidad a deducir, pero tenía el inconveniente de que la
cantidad así deducida es independiente del impuesto que ha recaído sobre los beneficios
con cargo a los cuales se reparten los dividendos; aunque formalmente instrumentalizada
como una deducción de la cuota, sin embargo producía efectos económicos idénticos al
método de exención; por ello fue calificada como técnica híbrida entre el método de
exención y el de imputación6 o como una exención impropia7.
Con posterioridad, el Decreto-ley 3/2000, de 23 de junio, y la Ley 6/2000, de 13 de
diciembre, derogan el artículo 30 bis de la Ley del Impuesto sobre Sociedades y, en su
lugar, incorporan el artículo 20 bis por el que se introduce el método de exención que
podríamos calificar de propia para los dividendos de fuente extranjera. Ni el Decreto-ley
3/2000, ni la Ley 6/2000, han indicado en sus Exposiciones de motivos las razones por
las que se ha procedido a este cambio de método. La solución adoptada por el legislador
español parece inspirada en el sistema de la “participation exemption” aplicada por la
legislación interna holandesa8 y en el “internationales Schachtelprivileg” aplicado con
6 CALDERON CARRERO, J.M., Estudio de las nuevas medidas para la eliminación de la dobleimposición intersocietaria internacional y el tratamiento de las sociedades holding españolas, p. 3207 MARTIN JIMENEZ, A., El régimen de las entidades de tenencia de valores extranjeros, p. 1012.8 VAN DER GELD, J., y KLEEMANS, N., The Dutch participation exemption in a europeanperspective, pp. 72 ss.
16
frecuencia en los Convenios de Doble Imposición firmados por Alemania (vid. artículo
23.1 del Convenio Hispano-Alemán para los dividendos pagados a una sociedad de
capitales residente de Alemania por una sociedad de capitales residente de España si la
primera posee por lo menos el 25 por 100 del capital de la segunda)9. En el
ordenamiento interno español puede citarse como precedente el régimen establecido por
los artículos 129 y ss. de la Ley 43/1995, del Impuesto sobre Sociedades, en su versión
originaria, para las entidades de tenencia de valores extranjeros.
Conviene destacar, no obstante, las diferencias existentes según que la exención de los
dividendos procedentes del extranjero sea concedida en el marco de un convenio para
evitar la doble imposición o lo sea por la legislación interna; en el primer caso, el carácter
bilateral del convenio resolverá las dudas sobre el nivel de tributación soportado en su
país por la sociedad participada que distribuye el dividendo; en el segundo, por el
contrario, y ante la disparidad de situaciones que pueden producirse, será preciso
establecer cláusulas específicas tendentes a garantizar que los dividendos exentos hayan
sido distribuidos por sociedades gravadas en su país de residencia por un impuesto
equivalente al que recae sobre los beneficios sociales en el país que otorga la exención.10
A diferencia de la versión originaria del artículo 130 de la Ley, a cuyo tenor los
dividendos o participaciones en beneficios procedentes de entidades no residentes en
territorio español percibidos por sociedades holding “no se integrarán en la base
imponible”, el artículo 20 bis dispone que los dividendos que cumplan los requisitos allí
establecidos “estarán exentos”. En ocasiones ambos conceptos, exención y no
integración en la base imponible, se utilizan como sinónimos; con frecuencia se definen
los métodos de imputación y de exención para eliminar la doble imposición según el
elemento del tributo sobre el que operan; mientras el método de imputación o deducción
actúa sobre la deuda, por el contrario el método de exención afecta a la base imponible;
en la medida, sin embargo, en que la exención puede incidir sobre el hecho imponible
9 Vid. VOGEL, K., Doppelbesteuerungsabkommen, Art. 23, Anm. 99.10 Con relación al derecho belga, vid. VANISTENDAEL, F., Looking back: a decade of parent subsidiarydirective-the case of Belgium, en especial el epígrafe 3.1.1. “Predominance of anti-avoidance rules in thearea of underlying corporate income tax, pp. 158 ss.
17
existen razones para pensar que exención y no integración en la base no son
necesariamente conceptos coincidentes. Es sabido, asimismo, que el legislador español
suele utilizar los términos no integración en la base imponible para describir los
supuestos en que se produce un mero diferimiento de la obligación tributaria. La técnica
adoptada por el legislador en este punto, al aclarar que se establece una exención, puede
ser relevante para enfocar algunas cuestiones que plantea el artículo 20 bis tales como,
por ejemplo, la admisibilidad de gastos deducibles o el tratamiento de las pérdidas
patrimoniales derivadas de la transmisión de la participación. Conviene resaltar que el
artículo 20 bis no está inserto ni en el título II de la Ley, relativo al hecho imponible,
donde tendría su anclaje natural, ni en el título III, sobre el sujeto pasivo, donde aparecen
enumeradas las exenciones, ni en el capítulo XV del título VIII, en el que se incorpora el
régimen de las entidades parcialmente exentas, sino en el título IV relativo a la base
imponible. La ubicación sistemática adoptada por la Ley tal vez pueda explicarse porque
la exención establecida por el artículo 20 bis, de naturaleza objetiva, tiene difícil encaje en
el sistema de exenciones subjetivas y mixtas establecido por los artículos 9 y 133 y
siguientes de la Ley.
La transformación de la naturaleza del beneficio tributario, abandonando el sistema de
deducción en la cuota para convertirse en una exención, produce algunos efectos
indirectos. Respecto de las instituciones de inversión colectiva, el artículo 71 de la Ley
del Impuesto sobre Sociedades en su versión originaria disponía que las citadas entidades
“no tendrán derecho a deducción alguna de la cuota”, lo que les impedía aplicar la
deducción del artículo 30 bis; el expresado cambio de naturaleza ha obligado a dar nueva
redacción al citado artículo 71 precisando ahora que las mencionadas entidades “no
tendrán derecho a deducción alguna de la cuota ni a la exención de rentas en la base
imponible para evitar la doble imposición internacional”. A su vez, el Convenio de doble
imposición con la Federación Rusa condiciona la aplicación del tipo reducido en el
impuesto sobre los dividendos establecido en el país de la fuente, entre otros factores, a
que dichos dividendos estén exentos de imposición en el otro Estado contratante;
durante el periodo de vigencia del artículo 30 bis podía discutirse si la deducción regulada
18
por dicho artículo podía ser calificada como exención de dividendos y, en consecuencia,
permitía solicitar la citada reducción del tipo en el impuesto ruso sobre los dividendos
aplicado en la fuente; para resolver esta cuestión fue preciso incorporar una disposición
específica en el Protocolo del citado convenio estableciendo que “En el caso de España,
se entenderá que los dividendos están exentos de imposición cuando en virtud de la
legislación española aplicable en ese momento, o de cualquier otra disposición que
pudiera adoptarse en el futuro estableciendo un régimen similar, pueda aplicarse la
deducción por el importe total del impuesto español correspondiente a dichos
dividendos”; la incorporación del artículo 20 bis produce el efecto de despejar las dudas
anteriores.
III. ALCANCE DE LA EXENCIÓN. EL SOMETIMIENTO DE LOS DIVIDENDOS
A LA RETENCIÓN A CUENTA.-
El establecimiento del método de exención por el artículo 20 bis obliga a precisar cual sea
el alcance exacto de la exención allí prevista. En concreto, se trata de determinar si los
dividendos contemplados por dicho precepto deben soportar la retención a cuenta a que
se refiere el artículo 58.2 del Reglamento del Impuesto sobre Sociedades, a cuyo tenor,
“No se considerará que una persona o entidad satisface o abona una renta cuando se
limite a efectuar una simple mediación de pago, entendiéndose por tal el abono de una
cantidad por cuenta y orden de un tercero, excepto que se trate de entidades depositarias
de valores extranjeros propiedad de residentes en territorio español o que tengan a su
cargo la gestión de cobro de las rentas de dichos valores. Las citadas entidades
depositarias deberán practicar la retención correspondiente siempre que tales rentas no
hayan soportado retención previa en España”. Se trata de la llamada retención de entrada
prevista por la legislación de algunos Estados miembros respecto de los rendimientos de
fuente externa cobrados por un intermediario nacional por cuenta de la sociedad residente
titular de la participación11.
11 Vid. MAISTO, G. Il regime tributario dei dividendi nei rapporti tra “societá madri” e “societá figlie”,pp. 75 ss.
19
La Administración tributaria ha sostenido que “las entidades depositarias de valores
extranjeros propiedad de residentes en territorio español o que tengan a su cargo la
gestión de cobro de las rentas derivadas de dichos valores están obligadas a retener sobre
los dividendos procedentes de tales valores y, a tal efecto, la base de retención está
constituida por el importe íntegro del dividendo percibido en origen”12. En su caso, será
aplicable la excepción a la obligación de retener prevista por el artículo 57 h) del citado
Reglamento para los beneficios percibidos por una sociedad matriz residente en España
de sus sociedades filiales residentes en otros Estados miembros de la Unión Europea, en
relación con la retención prevista en el apartado 2 del artículo 58 de este Reglamento,
cuando concurran los requisitos establecidos en la letra g) del apartado 1 del artículo 13
de la Ley del Impuesto sobre la Renta de no Residentes.
Existen, sin embargo, fundadas razones para postular que los dividendos exentos según
el artículo 20 bis deberían quedar también excluidos de la retención prevista por el
artículo 58.2 del Reglamento. Cabe invocar, entre otras, la necesidad de no establecer
discriminaciones entre los dividendos de fuente interna y los procedentes del extranjero;
para los primeros, el artículo 146.4.d) de la Ley del Impuesto de Sociedades,
reproducido luego por el 57.p) del Reglamento, dispone que no se practicará retención en
los dividendos o participaciones en beneficios a que se refiere el apartado 2 del artículo
28 de la Ley; la ausencia de una norma semejante para los dividendos del 20 bis
determina la aparición de una disparidad de trato fundada únicamente en la fuente,
interna en un caso extranjera en el otro, de los dividendos; ninguna razón ha sido alegada
para justificar esa desigualdad; podría argumentarse que la exención del artículo 20 bis
está condicionada al cumplimiento de ciertos requisitos no siempre fáciles de comprobar,
lo que obligaría a establecer algún tipo de cautelas para asegurar que únicamente quedaran
exceptuados de la retención los dividendos que cumplieran los requisitos establecidos
por el precepto últimamente citado; pero esta es una característica que concurre también
12 Contestación de la Dirección General de Tributos de 19 de abril de 2001, nº de consulta 780/2001,publicada en Revista de Contabilidad y Tributación, núms. 221-222, agosto-septiembre 2001, pp.110 ss.relativa a un supuesto de dividendos procedentes de valores extranjeros que han soportado una retenciónprevia en el país de origen.
20
en los dividendos regulados por el artículo 28.2; por ello el artículo 57.p) del Reglamento
condiciona la excepción de la retención allí prevista a que la entidad perceptora
comunique a la entidad obligada a retener y justifique el cumplimiento de los citados
requisitos.
Para justificar la ausencia de retención puede aducirse también la relativa incongruencia
que supone practicar una retención a cuenta sobre unos rendimientos declarados exentos
del impuesto; es cierto que la exención de una renta no implica necesaria e
inexorablemente su no sometimiento a retención, pero es un dato que obliga a cuestionar
el sentido de la retención e ingreso a cuenta. La exención de una renta puede no limitarse
a la mera no integración de dicha renta en la base imponible del sujeto pasivo que la ha
percibido, sino que puede abarcar en los términos del artículo 4.1 de la Directiva 90/435
la abstención de gravar tales rentas; así entendida, la exención comprendería también la
ausencia de retención a cuenta, como parece desprenderse del artículo 6 de la citada
Directiva. Es significativo, en este sentido, que la Ley y el Reglamento del Impuesto,
pese a no establecer una correlación entre exención y no retención, sin embargo
exceptúan de la obligación de retener a determinadas entidades o rentas declaradas
exentas o no incluibles en la base; cfr. el artículo 57 del Reglamento apartados h), m), n),
ñ), o) y p).
IV. LA EXENCIÓN DEL ARTÍCULO 20 BIS Y LA TRIBUTACIÓN DE LOS
DIVIDENDOS EN EL PAÍS DE LA FUENTE.-
La obtención de dividendos de fuente extranjera está sometida a tributación en dos
momentos. En primer lugar, tales dividendos son gravados por el país de residencia de la
sociedad distribuidora con ocasión de su abono a los socios o accionistas. En segundo
lugar, los citados dividendos son gravados por el país de residencia del perceptor, ya sea
persona física o jurídica. La exención del artículo 20 bis afecta únicamente al gravamen
expresado en segundo lugar pero no incide, en principio, sobre el gravamen aplicado en el
21
país de la fuente. La carga tributaria que soportan dichos dividendos viene determinada
en tales casos exclusivamente por el impuesto aplicado por el Estado de la fuente.
Conviene recordar a este respecto que la exención del artículo 20 bis es incompatible con
la deducción para evitar la doble imposición internacional regulada en el artículo 29 de la
Ley del Impuesto sobre Sociedades.
La tributación que soportan los dividendos en la fuente puede experimentar profundas
variaciones según los distintos países. Es preciso distinguir a este respecto según que los
dividendos sean distribuidos por sociedades residentes en países con los que España
tiene un Convenio de doble imposición o que tales dividendos sean abonados por
sociedades residentes en países con los que no existe convenio. Si no existe convenio, la
tributación de los dividendos se regirá por la legislación interna del país en cuestión; por
regla general, los dividendos tributan en este caso a un tipo superior al que suele
aplicarse cuando existe convenio; algunos países, sin embargo, han establecido en su
normativa interna un régimen especial consistente en suprimir el impuesto aplicado en la
fuente sobre los dividendos distribuidos (domestic withholding tax); puede citarse como
ejemplo la ley danesa de 18 de diciembre de 1998; con esta normativa se pretende,
especialmente para los inversores residentes en países no europeos (tales como Canadá,
Japón, Australia y Estados Unidos), hacer especialmente atractiva la constitución de
sociedades holding en Dinamarca a través de la cual se repatrían los beneficios obtenidos
en Europa; la aplicación de este régimen está condicionado al cumplimiento de ciertos
requisitos sobre porcentaje y periodo de participación. Con independencia de estos
regímenes especiales, debe recordarse que si los dividendos proceden de un país de la
Unión Europea y cumplen los requisitos establecidos en su legislación interna que
traspone la Directiva matriz-filial tales dividendos estarán exentos de tributar en la
fuente; se trata en estos casos de una exención equivalente a la reconocida por el artículo
13.1.g) de la Ley 41/1998, de 9 de diciembre, del Impuesto sobre la Renta de no
residentes.
22
Cuando los dividendos proceden de países con los que existe convenio, el artículo 10.2
del respectivo convenio suele limitar el tipo del impuesto aplicado en la fuente sobre
tales dividendos. La mayor parte de los convenios suscritos por España fijan un tipo
máximo del 15 por 100 del importe bruto de los dividendos. Si los dividendos son
percibidos por sociedades residentes en España que cumplan determinados requisitos
(posesión de un determinado porcentaje de participación en la sociedad extranjera
durante un cierto periodo de tiempo) los convenios suelen fijar un tipo de gravamen
máximo del 10 por 100; es preciso subrayar que la definición de los requisitos para
disfrutar del tipo reducido en el país de la fuente es por lo general más estricta que la
fijación de los requisitos equivalentes en el artículo 20 bis; en consecuencia, el disfrute de
la exención del artículo últimamente citado no implica que necesariamente y en todo caso
se pueda aplicar el tipo reducido sobre el impuesto en la fuente previsto por el convenio.
Algunos convenios (Luxemburgo, Países Bajos, Rusia, Cuba) establecen un tipo máximo
del 5 por 100. Merece citarse, asimismo, el convenio con Irlanda que, en determinados
supuestos, declara exentos los dividendos pagados por una sociedad residente de Irlanda
cuyo beneficiario efectivo sea un residente de España.
La relación existente entre la exención del artículo 20 bis y el impuesto sobre los
dividendos aplicado en el país de la fuente obliga a plantear algunas cuestiones. Puede
suscitarse, en este sentido, la posible incidencia de la exención del artículo 20 bis en los
futuros convenios que se negocien por España; en concreto, si la existencia del artículo
20 bis estimulará a los países con los que España negocie el convenio a elevar o disminuir
el tipo reducido del impuesto en la fuente previsto en el artículo 10.2 del Modelo de
Convenio. Con carácter general se reconoce que los países en vías de desarrollo aceptan
más fácilmente una reducción del impuesto que aplican en la fuente sobre los dividendos
si el país de residencia del socio o accionista, España en este caso, establece una exención
sobre los dividendos. La situación puede ser distinta si el convenio se negocia con un
país desarrollado; en este caso, el reconocimiento de la exención sobre los dividendos por
medio de una norma interna y unilateral priva a España de una importante baza
negociadora; puede incluso ocurrir que el otro Estado pretenda explotar a su favor la
23
exención del artículo 20 bis mediante la fijación de tipos elevados para el impuesto a
aplicar en la fuente; tal vez para eliminar estos inconvenientes, en la versión originaria del
artículo 30 bis según el Decreto-Ley 8/1996 y la Ley 10/1996 se condicionaba la
aplicación de la deducción a que la entidad participada fuera residente en un país con el
que España tuviera suscrito un convenio para evitar la doble imposición; si el convenio
se firmaba con posterioridad a la entrada en vigor de la ley, la deducción del artículo 30
bis solamente se aplicaba si así se preveía en dicho convenio.
Cabe también plantear si la aplicación conjunta de una norma convencional, el artículo
10.2 del respectivo convenio para gravar los dividendos en el país de la fuente, y de una
norma interna y unilateral, el artículo 20 bis que los declara exentos en España del
impuesto que recae sobre la sociedad perceptora, produce algún tipo de distorsión.
Algunos autores entienden que la incorporación unilateral de preceptos más favorables
para el sujeto pasivo, por comparación con las estipulaciones del convenio, no debe
considerarse necesariamente como una modificación del convenio ni suponen en todo
caso una colisión con los preceptos del convenio; al legislador nacional se le reconoce
siempre la facultad de tratar a sus sujetos pasivos de una manera más favorable de la que
resulta del tenor literal del convenio.
Es necesario subrayar, no obstante, que los convenios establecen un sistema definido de
tributación de los dividendos que gira en torno a los dos momentos o fases ya descritos:
por una parte, el artículo 10.2 regula la tributación de los dividendos en el país de la
fuente; por otra, el artículo 24, relativo a la eliminación de la doble imposición, suele
incorporar alguna disposición sobre la tributación de los dividendos en el país de
residencia de la sociedad perceptora; lo que nos interesa destacar en este momento es que
la regulación de ambos preceptos no puede ser considerada de forma aislada e
independiente, sino recíprocamente condicionada; ambos preceptos forman un bloque
normativo que no puede ser arbitrariamente escindido. La fijación de un tipo reducido
para el impuesto aplicado en la fuente depende de las circunstancias específicas que
concurran en cada convenio, y de manera destacada de las características del tráfico
24
económico que exista entre ambos países. Cuando el estado de residencia de la sociedad
perceptora de los dividendos dicta una norma interna que altera la tributación en este
país de tales dividendos, puede ocurrir que dicha norma afecte sustancialmente al tráfico
económico entre ambos países y, en consecuencia, modifica las circunstancias bajo las
que se fijó el tipo del impuesto aplicado en la fuente.
V.- REQUISITOS PARA DISFRUTAR DE LA EXENCIÓN.-
A.- PORCENTAJE Y PERIODO DE PARTICIPACIÓN.-
1.- Porcentaje de participación.-
El apartado 1.a) establece como requisito: “Que el porcentaje de participación, directa
o indirecta, en el capital o en los fondos propios de la entidad no residente sea, al menos,
del 5 por 100”.
De este requisito interesa destacar varios puntos.
El porcentaje de participación se fija en el 5 por 100 y es, por lo tanto, sensiblemente
inferior al establecido en los convenios de doble imposición. La elección del 5 por 100
como porcentaje mínimo de participación se sitúa en la dirección trazada por el Informe
Ruding que había recomendado “a substantial reduction in the participation threshold
prescribed in the parent/subsidiary Directive (Phase l).”13 Como fundamento de la
exigencia de una participación mínima suele citarse la conveniencia de dispensar un trato
favorable solamente a las participaciones empresariales y excluir del mismo a las
inversiones de cartera.
En algunas ocasiones, y de manera especial cuando la sociedad participada extranjera
tenga una cifra de capital muy elevada, puede ser difícil alcanzar este porcentaje de
13 Report of the Committee of independent experts on company taxation, p. 203.
25
participación. Sería por ello conveniente que la exención del artículo 20 bis resultara
aplicable no sólo cuando se rebase el citado porcentaje, sino también cuando el valor de
adquisición de la participación excediera de una determinada cantidad. Esta ha sido la
solución adoptada para las entidades de tenencia de valores extranjeros por el artículo
130 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades según la redacción dada, precisamente, por
la Ley 6/2000, a cuyo tenor: “A los efectos de aplicar la exención, el requisito de
participación mínima a que se refiere la letra a) del apartado 1 del artículo 20 bis se
considerará cumplido cuando el valor de adquisición de la participación sea superior a 6
millones de euros (998.316.000)”. En esta misma dirección apunta el artículo 10.2 del
Convenio con la Federación Rusa para evitar la doble imposición que condiciona la
cuantía del tipo reducido aplicado en la fuente sobre los dividendos, entre otros
requisitos, a que el beneficiario efectivo sea una sociedad que haya invertido, al menos
100.000 (cien mil) ECU, o el importe equivalente en cualquier otra moneda, en el capital
de la sociedad que paga los dividendos.
No faltan tampoco los autores que propugnan la exención total de los dividendos
intersocietarios, lo que implica la supresión del requisito de la participación mínima.14
Las soluciones propugnadas dependen de la opinión que se sostenga sobre el sentido y la
finalidad de la exención del artículo 20 bis. Si se considera que la citada exención se
inscribe en el marco de las relaciones matriz-filial, será preciso concluir que debe existir
en todo caso alguna participación mínima, porque de lo contrario la sociedad tenedora de
la participación no podría ostentar la condición de sociedad matriz15. A la misma
conclusión puede llegarse si se entiende que el citado artículo pretende diferenciar entre
las inversiones empresariales y las de naturaleza exclusivamente financiera. Si por el
contrario se entiende que el régimen inicialmente previsto para las sociedades matrices y
14 RÄDLER, A. Vorstellungen des EG-Sachverstándigenausschusses zur Unternehmensbesteuerung(Ruding-Ausschuss), en HERZIG (Hrsg.), Harmonisierung der Körperschafsteuersysteme in den EU-Staaten, Köln, Verlag Dr. Otto Schmidt, 1994, p. 14.15 Cfr. RAMALLO, J., La Directiva 90/435/CE relativa al régimen fiscal común aplicable a lassociedades matrices y filiales. La experiencia española, p. 26.
26
filiales debe ser extendido a todos los dividendos intersocietarios, parece lógico postular
la desaparición del requisito de participación mínima16
Cuando la participación es detentada por una sociedad integrada en un grupo de
sociedades regulado por los artículos 78 y ss. de la Ley 43/1995, conviene tener en
cuenta la posibilidad ya ofrecida por el artículo 92.1 de la citada ley en su redacción
originaria: “La cuota íntegra del grupo de sociedades se minorará en el importe de las
deducciones y bonificaciones previstas en los capítulos II, III y IV del título VI de la
presente Ley. Los requisitos establecidos para disfrutar de las mencionadas deducciones
y bonificaciones se referirán al grupo de sociedades”. A su vez, el artículo 2º de la Ley
24/2001, de 27 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social para
el año 2002 da nueva redacción al citado artículo 92 de la Ley del Impuesto sobre
Sociedades añadiendo que los requisitos establecidos para aplicar el régimen de exención
establecido en el artículo 20 bis se referirán al ahora llamado grupo fiscal.
Ello significa que para saber si se alcanza el porcentaje del 5 por 100 habrá que sumar
la totalidad de las participaciones poseídas por las distintas sociedades del grupo; no se
exige, por lo tanto, que el porcentaje del 5 por 100 sea poseído íntegramente por una sola
sociedad. Esto permite que la eventual toma de participaciones por parte de una
sociedad integrada en un grupo pueda ser utilizada para completar participaciones ya
poseídas por otras sociedades del grupo para alcanzar así el porcentaje del 5 por 100.
Del precepto comentado se desprende que cuando el porcentaje de participación es
inferior al 5 por 100 no se practica deducción alguna. Pero esta situación puede suponer
una vulneración del Derecho comunitario. Conviene recordar que el artículo 28.1 de la
Ley del Impuesto sobre Sociedades permite practicar la deducción, si bien por un
importe inferior, cuando los dividendos proceden de entidades residentes en España
aunque no se alcance el expresado porcentaje; por el contrario, si los dividendos han sido
16 En estos términos se expresan RÄDLER, A. y BLUMENBERG, J. Harmonization of corporateincome tax systems within the European Community, publicado como Annex 10A al Report of theCommittee of Independent Experts on Company Taxation (Informe Ruding), p. 443
27
repartidos por entidades no residentes en territorio español únicamente cabe aplicar la
exención si se posee el citado porcentaje de participación.
Debe tenerse en cuenta que la sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades
Europeas de 6 de junio de 2000, recaída en el asunto C-35/98, ha establecido que “El
artículo 1, apartado 1, de la Directiva 88/361/CEE del Consejo, de 24 de junio de 1988,
para la aplicación del artículo 67 del Tratado, se opone a una disposición legislativa de
un Estado miembro que, como la que se discute en el litigio principal, supedita la
concesión de una exención del Impuesto sobre la Renta que grava los dividendos
abonados a los accionistas que sean personas físicas al requisito de que dichos
dividendos sean repartidos por sociedades domiciliadas en dicho Estado miembro”.
Aunque la citada sentencia se refiere a los dividendos percibidos por personas físicas,
cabe entender que la doctrina allí fijada es también aplicable a los dividendos percibidos
por personas jurídicas. La aplicación de dicha sentencia al caso que ahora nos ocupa
permite extraer una conclusión: cuando la participación en el capital de la entidad no
residente es inferior al 5 por 100 la sociedad titular de la participación podría efectuar
una deducción equivalente a la prevista en el artículo 28.1 de la Ley del Impuesto sobre
Sociedades.
Interesa asimismo resaltar que, a diferencia de lo establecido en otros lugares (cfr.
artículos 129.1, para las entidades de tenencia de valores extranjeros; 75.1 sobre la
transparencia fiscal y 121.2 sobre la transparencia fiscal internacional), la ley no exige en
este punto que se disponga de una organización de medios materiales y personales para
gestionar la participación. Existe, por lo tanto, una amplia libertad para configurar la
dirección y la gestión de la participación como se crea más conveniente. Tampoco se
requiere que la posesión de la participación forme parte de la actividad empresarial
realizada habitualmente por la sociedad tenedora de la participación o de alguna manera
esté relacionada con ella.
28
El párrafo segundo de la letra a) establece que la entidad española deberá “poseer” la
participación durante el periodo allí establecido. Puede por ello entenderse que la ley no
exige el pleno dominio sobre la citada participación, bastando en consecuencia la
posesión a título de usufructuaria. A propósito de la deducción por doble imposición de
dividendos regulada por el artículo 28 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades, la
Resolución de la Dirección General de Tributos de 20 de marzo de 2001 se ha planteado
si la deducción es aplicable en caso de que los dividendos se perciban por el
contribuyente en calidad de usufructuario de la participación: “En este sentido, ha de
tenerse en cuenta que la finalidad de la norma citada se centra en la eliminación de
supuestos de hecho en que los mecanismos tributarios generan situaciones de doble
imposición. En el presente caso, aun cuando la cualidad de socio reside en el nudo
propietario, es el usufructuario quien ostenta el derecho a la percepción de los
dividendos acordados durante la vigencia del usufructo (artículo 67 del Texto Refundido
de la Ley de Sociedades Anónimas, aprobado por Real Decreto Legislativo 1564/1989,
de 22 de diciembre), de modo tal que podría atribuírsele la condición de “socio
económico” de la entidad que generó el beneficio a distribuir. No tendría, entonces,
sentido, que el desmembramiento del dominio en el título que genera el derecho a la
percepción de un dividendo conduzca a que éste soporte una doble tributación, primero
en sede de la empresa que generó los beneficios de los que aquel procede y,
posteriormente, al negar tanto al nudo propietario (no integra en su base imponible
dividendo alguno) como al usufructuario el derecho a la deducción por doble imposición
interna.” Concluye afirmando que el usufructuario puede aplicar la correspondiente
deducción, siempre que se cumplan los restantes requisitos17. La solución adoptada
respecto de la deducción del artículo 28 puede ser también aplicada a la exención prevista
por el artículo 20 bis.
2.- Participación directa o indirecta.-
17 Publicada en Revista de Información Fiscal, nº 47, septiembre-octubre 2001, pp. 156 ss.
29
La ley permite que la participación sea directa o indirecta. Para calcular la
participación indirecta habrá que acudir a las reglas del artículo 83 de la Ley del
Impuesto sobre Sociedades sobre determinación del dominio indirecto. Esta regla será
aplicable si la participación se detenta a través de una filial o participada que no forme
grupo de sociedades con la entidad que pretende acreditar la participación indirecta; si
por el contrario la participación se detenta a través de una sociedad integrada en el grupo
de sociedades de la sociedad que posee la participación indirecta sería aplicable la ya
citada norma del artículo 92 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades.
La admisión de la participación indirecta aumenta el campo de aplicación de la
exención, pero puede producir también algunos efectos distorsionadores, sobre todo
cuando concurran la participación directa y la indirecta. Puede ser por ello conveniente
efectuar una reordenación de las participaciones al objeto de alcanzar el mencionado
porcentaje del 5 por 100.
3.- Participación en el capital o en los fondos propios.-
La participación del 5 por 100 va referida al capital o a los fondos propios de la
entidad no residente. No se toman en cuenta, por lo tanto, ni la participación en
resultados ni la participación en derechos de voto. La contestación de la Dirección
General de Tributos de 2 de junio de 1997, recaída en la consulta nº 1104/1997, ha
abordado algunos aspectos polémicos; aunque la citada consulta se formuló a propósito
de la exención prevista en el artículo 4, octavo, dos, de la Ley 19/1991, de 6 de junio, del
Impuesto sobre el Patrimonio, las cuestiones allí suscitadas pueden plantearse también a
propósito de la exención que nos ocupa. Algunos aspectos discutibles pueden ser:
a) Las acciones sin derecho a voto se integran en el capital social respecto del cual se
establece el porcentaje de participación y, por lo tanto, deben computarse como las
acciones ordinarias a efectos del cálculo del citado porcentaje. En apoyo de esta
30
conclusión pueden aducirse varios datos. En primer lugar, conviene resaltar que el
artículo 20 bis 1.a) solo toma en cuenta la participación en el capital o en los fondos
propios, por lo que carecen de relevancia otras posibles magnitudes, tales como la
participación en los resultados o el porcentaje de derechos de voto en la sociedad
participada (cfr. arts. 121.1.a) y 20 quater 1 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades).
En segundo lugar, la fijación de un porcentaje de participación reducido, el 5 por 100,
revela que la ley quiere fomentar no solo la toma de control en la sociedad extranjera,
sino también la realización de determinadas inversiones financieras que no persiguen
controlar, en sentido estricto, a la entidad participada.
b) En el supuesto de que la sociedad no residente participada tenga acciones propias
en autocartera, cabe entender que se reduce la masa patrimonial y consiguientemente se
modifica la participación que se posea sobre tal entidad; puede por ello concluirse que
tales acciones no se deberán tomar en cuenta a efectos de determinar el porcentaje de
participación.
4.- Periodo de permanencia.-
El apartado 1.a) establece, además, que “La participación correspondiente se deberá
poseer de manera ininterrumpida durante el año anterior al día en que sea exigible el
beneficio que se distribuye o, en su defecto, se deberá mantener posteriormente durante
el tiempo necesario para completar dicho plazo. Para el cómputo del plazo se tendrá
también en cuenta el periodo en que la participación haya sido poseída
ininterrumpidamente por otras entidades que reúnan las circunstancias a que se refiere el
artículo 42 del Código de Comercio para formar parte del mismo grupo de sociedades”.
El Decreto-ley 3/2000 y la Ley 6/2000 han introducido en este punto una regulación más
flexible que la del artículo 30 bis, eliminando de esta manera las diferencias con el artículo
30.
31
Cuando la participación haya sido adquirida en virtud de una fusión por absorción, la
propia naturaleza de esta operación determina que la sociedad absorbente compute a
estos efectos el periodo de tiempo durante el cual la participación haya sido poseída por
la sociedad absorbida.
B.- GRAVAMEN POR UN IMPUESTO DE NATURALEZA IDÉNTICA O
ANÁLOGA.-
1.- Impuesto de naturaleza idéntica o análoga.-
El apartado 1.b) establece como requisito “que la entidad participada haya estado
gravada por un impuesto extranjero de naturaleza idéntica o análoga a este Impuesto en
el ejercicio en que se hayan obtenido los beneficios que se reparten o en los que se
participa”.
La justificación de este requisito, que incorpora la llamada cláusula de sujeción a
gravamen (subject-to-tax clause), es evidente; si la sociedad participada extranjera no está
sujeta a gravamen no existe, en puridad, doble imposición económica sobre los
dividendos y, en consecuencia, no habría lugar al establecimiento de medidas para evitar
la doble imposición; la exigencia de algún tipo de sujeción de la sociedad participada se
revela como un requisito ineludible para aplicar el método de exención18.
La configuración del requisito varía, sin embargo, según la naturaleza del método
adoptado para evitar la doble imposición. Cuando se aplica el sistema de imputación
indirecta (artículo 30 de la ley), la cuantía de la deducción en la cuota viene directamente
determinada por el importe del Impuesto sobre Sociedades subyacente pagado por la
sociedad participada extranjera. Por el contrario, el método de exención opera con
independencia de la concreta cuantía de la deuda tributaria satisfecha por la sociedad
18 VAN DER GELD, J. y KLEEMANS, N., The Dutch participation exemption in a Europeanperspective, pp. 74-75.
32
participada; en consecuencia, la mayor parte de los países que adoptan el método de
exención incorporan normas exigiendo un nivel mínimo de tributación de la sociedad
participada en su país como condición para que la sociedad perceptora de los dividendos
pueda aplicar la exención19. Se trata, en definitiva, de evitar que los dividendos
percibidos de las sociedades participadas extranjeras soporten una carga tributaria
inferior a la que recae sobre los dividendos obtenidos de las sociedades participadas
residentes en España.
Conviene subrayar, sin embargo, que en algunas ocasiones el requisito ahora analizado,
ante las dificultades que plantea su aplicación, está desapareciendo como regla general y
sólo se mantiene para supuestos concretos; suele citarse a este respecto la ley danesa de
18 de diciembre de 1998 que en el marco del sistema de exención ha suprimido la cláusula
“subject to tax”, de tal forma que los dividendos percibidos por una sociedad holding
danesa quedan exentos con independencia de la tributación subyacente de la subsidiaria
extranjera; no obstante, la exención no se aplica a los dividendos recibidos de sociedades
financieras extranjeras acogidas a regímenes de baja tributación20.
El ordenamiento español ofrece algunos datos para postular la desaparición del requisito
ahora estudiado. Interesa destacar, en este sentido, que el artículo 28 de la ley, al regular
la deducción para evitar la doble imposición de dividendos y plusvalías de fuente interna,
y a diferencia de lo establecido por los artículos 24.1 de la Ley 61/1978 y 174.3 del
Reglamento de 15 de octubre de 1982, no exige como condición indispensable que la
entidad pagadora de los dividendos no gozase de exención en el Impuesto sobre
Sociedades y hubiera tributado efectivamente en España por el citado impuesto; con la
indicada desaparición se aclara que la distribución de reservas dotadas con cargo a
beneficios que no hayan tributado por el Impuesto sobre Sociedades permiten aplicar la
citada deducción21 ; conviene matizar que la desaparición del indicado requisito no es
19 LODIN, S.O., The imputation systems and cross-border dividends - the need for new solutions, p.23720 WITTENDORFF, J., New Legislation Makes Denmark an Attractive Holding Company Location, p.194.21 AA.VV., Comentarios al Impuesto sobre Sociedades, Madrid, 1998, Editorial Civitas, CuatrecasasAbogados, t. 1, p. 1036.
33
total según se desprende de la Disposición adicional segunda de la citada Ley del
Impuesto sobre Sociedades. Puede por ello apuntarse que el mantenimiento del aludido
requisito únicamente para los dividendos de fuente extranjera supone una discriminación
con respecto a los dividendos de fuente interna.
El mantenimiento del requisito obliga, en todo caso, a definir con precisión su ámbito de
aplicación; una concepción excesivamente restrictiva, que requiera la identidad o
similitud entre ambos impuestos, impediría la aplicación de la exención y podría originar
una sobreimposición y en su caso una doble imposición; por el contrario, una
concepción excesivamente laxa, que permitiera disfrutar de la exención aunque el
impuesto satisfecho por la entidad participada fuera muy inferior al español,
transformaría la naturaleza del beneficio tributario ahora analizado, que dejaría de ser una
medida para evitar la doble imposición y se convertiría en un incentivo a la inversión en
el exterior.
La regulación del artículo 20 bis se aparta en algunos puntos de la anterior. El artículo
30 bis 3.b) exigía que la entidad participada estuviera sujeta y no exenta a un “gravamen
de características comparables” al Impuesto sobre Sociedades español. La introducción
del concepto “gravamen de características comparables” supuso una cierta distorsión
terminológica, porque el legislador español utiliza habitualmente el concepto gravamen o
impuesto de naturaleza idéntica o análoga (cfr. arts. 29.1.a), L.I.S. a propósito de la
deducción por doble imposición internacional; 130.1.b) sobre las entidades de tenencia
de valores extranjeros; 121.1.b) para la transparencia fiscal internacional).22 El nuevo
artículo 20 bis ha procedido en este punto a una unificación terminológica, lo que en
principio debería simplificar la aplicación de la deducción.
22 RODRIGUEZ-PONGA, E., Fiscalidad de las inversiones españolas en el extranjero, p. 233, trasseñalar que la palabra “comparable” entendida en su sentido literal es un tanto enigmática porque pordefinición cualquier impuesto de un país puede ser comparado con el de otro país, proponía unainterpretación lógica del texto que equiparara el impuesto comparable al impuesto de naturaleza idéntica oanáloga.
34
Pero la indicada unificación terminológica no debe inducir a confusión; a pesar de que los
artículos 29.1.a) y 20 bis 1. b) emplean prácticamente los mismos términos, gravamen o
impuesto de naturaleza idéntica o análoga al Impuesto sobre Sociedades, es evidente que
esos términos tienen un alcance distinto; el artículo 29.1.a) abarca el impuesto que recae
en la fuente sobre los dividendos distribuidos y que es pagado o soportado por el
perceptor de tales dividendos; por el contrario, el artículo 20 bis se refiere al impuesto
que grava la renta o los beneficios de la sociedad participada extranjera distribuidora de
los citados dividendos.
Es discutible si la modificación introducida por el artículo 20 bis tiene algún alcance
práctico. Con una interpretación literal, podría sostenerse que la fórmula empleada en el
artículo 30 bis, “gravamen de características comparables”, es más amplia que la
adoptada por el 20 bis, “impuesto de naturaleza idéntica o análoga”. De una parte, el
término “gravamen” es indudablemente más amplio que los términos “impuesto” o
“tributo”; no es irrelevante que el Decreto-Ley 8/1996 se refiriera a un “impuesto” de
características comparables y que la Ley 10/1996 abandonara el término “impuesto” y
en su lugar introdujera el de “gravamen”. De otra, lo comparable es, por definición, más
extenso que lo idéntico o lo análogo.
Sin embargo, y según expondremos posteriormente, la Administración tributaria ha
mantenido una interpretación restrictiva de lo que deba entenderse por gravamen
comparable, por lo cual, en la práctica, el alcance de la modificación operada por el
artículo 20 bis en este punto sería más limitado de lo que una primera lectura podría
sugerir.
En todo caso, la expresión “gravada por un impuesto de naturaleza idéntica o
análoga” es muy genérica e imprecisa, lo que puede introducir importantes dosis de
inseguridad en la aplicación de la deducción, aumentando de esta manera el margen de
decisión de la Administración tributaria y, en última instancia, de los Tribunales. De
añadidura, tributos que pueden parecer idénticos o análogos si sólo se atiende a la
35
regulación legal, pueden dar lugar a efectos prácticos muy distintos según el grado de
escrupulosidad o laxitud con que sean aplicados por las respectivas administraciones23
La variedad de supuestos que pueden plantearse dificulta el establecimiento de
criterios apriorísticos dotados de cierta concreción para determinar si el impuesto
extranjero es “de naturaleza idéntica o análoga” al impuesto español, por lo que su
análisis pormenorizado solo puede hacerse caso por caso. La cuestión se ha complicado
notablemente en los últimos tiempos porque incluso los países tradicionalmente
considerados como de tributación elevada han establecido medidas o regímenes
favorecedoras de determinadas rentas o entidades. Como ya destacó el Informe Ruding,
de una forma u otra, todos los estados miembros pueden ser considerados como países
de baja tributación porque todos ellos poseen sus propios incentivos fiscales24. La
entidad de estos incentivos puede llegar a desnaturalizar el impuesto sobre beneficios de
determinadas entidades. A ello debe añadirse que el impuesto adoptado en todo caso
como término de comparación, el Impuesto sobre Sociedades español, no es una realidad
inmutable sino que está sujeta a frecuentes transformaciones que pueden ser relevantes
para efectuar la necesaria comparación; basta pensar, a este respecto, en la importancia
de la incorporación en su momento del régimen de las entidades de tenencia de valores
extranjeros o de la deducción del antiguo artículo 30 bis; antes de estas modificaciones,
podía ser discutible si un impuesto extranjero que estableciera unos regímenes como los
previstos en los artículos 30 bis y 129 al 132 de la ley española podía ser calificado
como un impuesto de naturaleza idéntica o análoga al español; la respuesta a esta
cuestión está necesariamente condicionada por la introducción de las citadas
modificaciones.
Con carácter general, la doctrina entiende que para calificar a un impuesto como de
naturaleza idéntica o análoga se debe efectuar una valoración o apreciación global,
prestando especial atención al objeto y a la base imponible del impuesto. Carece de
relevancia ,a estos efectos, no solo la denominación del impuesto, sino también la técnica
23 CHOWN, J., Monetary Union and Tax Harmonization, p. 103.24 Report of the Committee of independent Experts on Company Taxation, p. 132.
36
de liquidación adoptada (v.gr., mediante declaración-liquidación o por retención), así
como la circunstancia de que el impuesto en cuestión haya sido establecido y gestionado
por el Estado o por alguna de sus subdivisiones territoriales (p. ej., regiones o
municipios).25
Respecto del tipo de gravamen, suele argumentarse que la naturaleza idéntica o
análoga de dos impuestos no exige que ambos tengan el mismo tipo de gravamen, por lo
que la existencia de un tipo inferior al vigente en España no debería excluir, al menos en
principio, la aplicación de la exención.
Consciente de las dificultades que plantea la interpretación del concepto “impuesto
de naturaleza idéntica o análoga”, el artículo 20 bis ha introducido algunos criterios
orientadores: “A estos efectos, se tendrán en cuenta aquellos tributos extranjeros que
hayan tenido por finalidad la imposición de la renta obtenida por la entidad participada,
siquiera sea parcialmente, con independencia de que el objeto del tributo lo constituya la
propia renta, los ingresos o cualquier otro elemento indiciario de aquella”. El precepto
transcrito incurre en algunos defectos técnicos que complican su interpretación; en
especial, merecen destacarse dos puntos:
En primer lugar, parece que los términos “impuesto” y “tributos” no son empleados
aquí en su sentido técnico o jurídico, conforme los acuña el artículo 26 de la Ley General
Tributaria, sino con un significado usual o vulgar. El uso del término “tributos” solo
puede explicarse por la conveniencia de evitar eventuales problemas de calificación que
pudieran plantearse. Por lo demás, es difícil imaginar que la entidad participada haya
estado gravada por una figura tributaria idéntica o análoga al Impuesto sobre sociedades
español y que no revista la naturaleza de impuesto.
25 Para una exposición más detallada, vid. CALDERON CARRERO, J.M. La cuestión de la“comparabilidad de impuestos” a los efectos de la aplicación de las deducciones por doble imposicióninternacional, pp. 89 ss.; LOPEZ RODRIGUEZ, Alcance del término “impuesto comparable” utilizadoen los artículos 29 bis y 30 bis de la Ley 43/1995, del Impuesto sobre Sociedades, Carta Tributaria,Monografías, nº 322, 1999.
37
En segundo lugar, el precepto transcrito ha utilizado los términos “finalidad” y
“objeto del Tributo” impropiamente, lo que podría originar confusiones. En rigor, la
imposición de la renta obtenida no es la finalidad del impuesto sino, más precisamente,
su objeto (cfr. art. 2 de la Ley 40/1998, del Impuesto sobre la Renta de las Personas
Físicas); a su vez, la cuantía de la propia renta o de los ingresos no serán sino las
magnitudes constitutivas de la base imponible del impuesto.
En todo caso, parece claro que el precepto se refiere a los impuestos extranjeros que
gravan la renta obtenida por la entidad participada. Así parece desprenderse no solo del
tenor literal y de la finalidad del precepto comentado, sino también de su interpretación
sistemática; debe recordarse aquí que el artículo 30.1 de la Ley del Impuesto sobre
Sociedades, con el que los artículos 30 bis y 20 bis guardan una estrecha relación, se
refiere al impuesto que recaiga sobre los beneficios con cargo a los cuales se abonan los
dividendos. Por lo tanto, el precepto comentado permite tener en cuenta los tributos
extranjeros cuyo objeto esté constituido por los ingresos únicamente si tales ingresos
operan como elemento indiciario de la renta, cuando el impuesto en cuestión pese a
definir la base imponible en función de los ingresos íntegros o rendimiento bruto puede
ser calificado como impuesto sobre la renta; quedarán en consecuencia excluidos los
tributos extranjeros que recaigan sobre los ingresos considerados como magnitud
autónoma, al margen de toda relación con la renta (por ejemplo, el Impuesto sobre el
Valor Añadido).
El sentido y la finalidad del requisito ahora comentado parece exigir no sólo que la
entidad participada extranjera esté gravada por un impuesto sobre los beneficios o la
renta social, sino también que ese impuesto sea aplicado, precisamente, por el país de
residencia de la entidad participada; así lo entienden expresamente algunos26 . Pero el
artículo 20 bis 1. b) sólo exige que la entidad participada haya estado gravada por un
“impuesto extranjero”, de donde se deduce que el expresado requisito puede entenderse
cumplido tanto cuando la entidad participada ha sido gravada por un impuesto
26 VAN DER GELD, J., KLEEMANS, N., The Dutch participation exemption in a Europeanperspective, pp. 74 y 75
38
establecido por el país de su residencia, como cuando lo ha sido por un impuesto
establecido y aplicado por un tercer país. La precisión puede ser importante si la entidad
participada residente en un país extranjero, A, obtiene la totalidad o parte de sus rentas
en un tercer país, B. En este caso, el impuesto en la fuente aplicado por B podría ser
considerado, en principio y si reúne los restantes requisitos, como el impuesto extranjero
de naturaleza idéntica o análoga al Impuesto sobre Sociedades español.
En contra de la opinión aquí defendida no puede argumentarse que, en el ejemplo
expuesto, la entidad participada extranjera distribuidora de los dividendos únicamente
será gravada en B por alguna suerte de obligación real de contribuir o de impuesto sobre
no residentes. A mi juicio, la obligación real o el impuesto sobre no residentes aplicado
por B puede ser considerado, en principio, como un impuesto de naturaleza idéntica o
análoga al Impuesto sobre Sociedades español; con anterioridad a la Ley 41/1998, la
obligación real no era sino una forma de tributación por el Impuesto sobre Sociedades
unitariamente considerado; la circunstancia de que la citada Ley 41/1998 estableciera un
Impuesto sobre la Renta de no Residentes, formalmente diferenciado del Impuesto sobre
Sociedades, no debería impedir considerar al impuesto en la fuente que aplique el Estado
B, y que guarde una semejanza estructural con el Impuesto español sobre la Renta de no
Residentes, como un Impuesto de naturaleza idéntica o análoga al Impuesto sobre
Sociedades.
La tesis aquí defendida puede apoyarse también en la interpretación que del concepto
impuesto extranjero de naturaleza idéntica o análoga se contiene en el segundo párrafo
del apartado b) ya transcrito supra; la posibilidad establecida por dicho precepto de
tomar en cuenta los tributos extranjeros que hayan gravado la renta obtenida por la
entidad participada sólo parcialmente, y cuyo objeto estuviera constituido por los
ingresos, parece apuntar derechamente a que el término de comparación con el Impuesto
sobre Sociedades español pueda estar constituido por los impuestos en la fuente
establecidos por terceros países que adopten la modalidad de obligación real de
39
contribuir y que hayan recaído sobre la renta obtenida en aquel país por la entidad
participada.
2.-Concepto de entidad gravada.-
El artículo 30 bis 3.b) exigía que la entidad participada estuviera “sujeta y no exenta”
a un gravamen comparable al Impuesto sobre sociedades español. La determinación de lo
que deba entenderse por sujeto y no exento planteaba no pocas dificultades. Si el
término exenta era interpretado en su sentido literal y técnico, bastaría que la entidad
participada disfrutara de un beneficio tributario que no fuera una exención en sentido
técnico para poder aplicar la deducción, lo que aumentaba considerablemente el ámbito
de aplicación del citado artículo 30 bis. Si, por el contrario, el término exenta era
interpretado en un sentido usual o vulgar, era preciso determinar cuales eran los
beneficios tributarios que se asimilaban a la exención; de esta manera no solo se restringía
notablemente el ámbito de aplicación de la deducción, sino que se aumentaba el margen
de discrecionalidad de la Administración tributaria.
El artículo 20 bis se aparta de la fórmula empleada por el 30 bis y en su lugar exige
que la entidad participada “haya estado gravada” por un impuesto idéntico o análogo al
Impuesto sobre Sociedades español. De nuevo se emplea un concepto, el de entidad
“gravada” por un impuesto idéntico o análogo al español, que carece de un significado
técnico preciso, lo que dificulta notablemente su interpretación. A mi juicio, la diversa
redacción no impide que, en lo sustancial, continúen planteándose los mismos problemas
que suscitaba la regulación anterior. Se trata, en concreto, de determinar cuales son los
beneficios tributarios cuyo disfrute no impide calificar a una entidad como gravada por el
correspondiente impuesto y, por exclusión, cuales son los beneficios cuyo disfrute es
incompatible con la calificación como entidad gravada. La cuestión suscita notables
dificultades debido no solo a la heterogeneidad de las posibles técnicas desgravatorias
(deducciones de base y cuota, tipos reducidos especiales, diferimientos temporales, etc.),
40
sino también a la pluralidad de aspectos del impuesto que pueden verse afectados por el
beneficio tributario (determinadas rentas, actividades, inversiones, etc.).
La contestación de la Dirección General de Tributos de 1 de julio de 1999 27, aunque
emitida a propósito de la transparencia fiscal internacional, ofrece algún criterio
susceptible de aplicación general. De la citada contestación puede deducirse que una
entidad participada extranjera se considera gravada por un impuesto idéntico o análogo al
español si esa sociedad disfruta en su país de un beneficio tributario similar a los
establecidos en el ordenamiento español; para juzgar sobre esta similitud no debe
atenderse a la configuración formal de ambos beneficios, sino a su contenido y efectos o,
como reconoce expresamente la citada resolución, a que el beneficio reconocido por la
legislación extranjera sea equivalente, en la práctica, a los establecidos por la ley
española; en el caso concreto allí debatido, se considera que la exención que reconoce la
legislación holandesa por los dividendos que una sociedad allí residente perciba de sus
participadas es equivalente, en la práctica, al régimen establecido por el artículo 28.2 de
la Ley del Impuesto sobre Sociedades español; carece de relevancia, a estos efectos, que
el beneficio tributario considerado se articule en la legislación holandesa como una
exención, en tanto que en la legislación española adopta la forma de una deducción de la
cuota.
La Administración tributaria ha mantenido una interpretación restrictiva de este
requisito. Merece citarse la contestación de la Dirección General de Tributos de 27 de
julio de 199928; se consultaba si podía aplicarse la deducción del artículo 30 bis de la LIS
por los dividendos percibidos de una sociedad francesa de nueva creación, participada al
100 por 100, sujeta al impuesto sobre sociedades francés, pero que goza de vacaciones
fiscales en los primeros años de actividad (por lo que los dividendos son repartidos en
años en que la tributación de la sociedad francesa está bonificada).
27 Revista de Contabilidad y Tributación nº 201, dic. de 1999, pp. 95 ss.28 Gaceta Fiscal nº 185, marzo de 2000, p. 91.
41
La Dirección General de Tributos entiende que “Al respecto, hay que destacar que la
apreciación del requisito de sometimiento a un gravamen de características comparables
no implica la comparación de modelos genéricos de imposición sobre el beneficio
empresarial, ni la mera comparación de tipos efectivos de gravamen por este concepto.
“Se trata más bien, de comparar en cada caso, en atención al estatuto jurídico y a la
naturaleza de la actividad que desarrolla la entidad participada en el extranjero, el grado
de imposición efectiva que soporta en su país de residencia y el que hipotéticamente
soportaría en España, de manera que ambos no difieran de manera sensible y por causas
que resultarían extrañas a la estructura básica de nuestro Impuesto sobre Sociedades.
“De acuerdo con lo anterior, en aquellos periodos en los que la entidad participada
disfrute de “vacaciones fiscales” se entiende que la misma no está sujeta a un gravamen
de características comparables al Impuesto sobre Sociedades y, en consecuencia, a los
dividendos percibidos por la entidad consultante no les será de aplicación el régimen
fiscal establecido en el artículo 30 bis de la LIS”.
Contra la transcrita contestación pueden formularse diversas críticas que
afectan a tres puntos.
En primer lugar, en la contestación se expresa que la entidad participada disfruta de
“vacaciones fiscales”, pero no se especifica en que consisten tales vacaciones (v. gr.
exención total o parcial, tipos reducidos, bonificaciones en la cuota, etc.), lo que dificulta
su comprensión y análisis.
En segundo lugar, la Administración tributaria ha puesto el acento en la interpretación
de lo que deba entenderse por “un gravamen de características comparables”, lo que
obliga a comparar el impuesto francés que recae sobre la sociedad participada con el
impuesto español sobre sociedades. Pero este enfoque no parece adecuado; no resulta
convincente, en efecto, sostener que el impuesto francés sobre las sociedades no es
comparable al impuesto español; no es necesario insistir aquí en que la generalización de
42
la tesis mantenida en dicha contestación haría sumamente difícil encontrar un impuesto
extranjero “comparable” al impuesto español sobre sociedades.
A mi juicio, la cuestión principal suscitada en la consulta obligaba a la Administración
a determinar si el beneficio tributario de que disfruta la entidad participada, las citadas
“vacaciones fiscales”, supone que dicha entidad pueda ser considerada “sujeta y no
exenta” al impuesto que la grava. Pero en tal caso, y con las ya expresadas reservas sobre
el significado y alcance de las citadas vacaciones fiscales, parece lógico concluir que el
citado beneficio tributario no priva a la entidad participada de su condición de sujeta y
no exenta. Tal vez haya sido el deseo de evitar la citada conclusión lo que explique el, en
mi opinión, defectuoso planteamiento de la cuestión debatida.
En tercer lugar, para apreciar la concurrencia del requisito de sometimiento a un
gravamen de características comparables, la Administración procede a comparar el grado
de imposición efectiva que soporta la entidad participada en su país de residencia y el
que hipotéticamente soportaría en España, de manera que ambos no difieran de manera
sensible. La interpretación mantenida por la Administración en este punto parece
directamente inspirada por la formulación que del requisito de la baja tributación,
aplicable a la transparencia fiscal internacional, se recoge en el artículo 121.1.b) de la Ley
del Impuesto sobre Sociedades.
Pero la interpretación administrativa es criticable. Debe subrayarse que cuando el
legislador ha querido establecer un criterio cuantitativo de comparación lo ha dispuesto
así expresamente, como sucede en la transparencia fiscal internacional; pero en tales
casos la propia ley fija un determinado porcentaje (por ejemplo, el 75 por 100 en el
citado artículo 121.1.b)).
Es claro, sin embargo, que la ley del impuesto, tanto al regular la deducción del
artículo 30 bis como al incorporar la exención del artículo 20 bis, se ha apartado
expresamente de la formulación empleada en el citado artículo 121.1.b) a propósito de la
43
transparencia fiscal internacional, y ha optado por incorporar una regulación
sustancialmente análoga a la que recogía el artículo 130 a propósito de las entidades de
tenencia de valores extranjeros. Entiendo por ello que la interpretación plasmada en la
citada contestación no se adecúa al texto de la norma legal. A mayor abundamiento,
conviene subrayar que cuando el artículo 20 bis quiere remitirse al régimen de
transparencia fiscal internacional lo hace así expresamente, tal y como sucede en el
epígrafe 1.c) según veremos posteriormente. Con arreglo a los artículos 30 bis y 20 bis la
Administración debería limitarse, de una parte, a constatar si el impuesto que recae sobre
la entidad participada es comparable o idéntico y análogo al impuesto sobre sociedades
español y, de otra, a comprobar si el beneficio tributario aplicable determina que la
entidad participada pase a estar exenta o deje de estar gravada, respectivamente.
Lo anteriormente expuesto no significa que la tesis adoptada por la Administración
tributaria en la citada contestación carezca de fundamento técnico. Ante las dificultades
que puede suscitar la interpretación ahora analizado, y para reducir el amplio margen de
discrecionalidad que así se otorga a la Administración, podría ser discutible de lege
ferenda utilizar un criterio cuantitativo para formular este requisito, en términos
semejantes a los empleados por el artículo 121.1.b) de la Ley del Impuesto sobre
Sociedades a propósito de la transparencia fiscal internacional. Es sabido, asimismo, que
las propuestas para establecer la exención total de los dividendos intersocietarios suelen
ir acompañadas de la correlativa exigencia de establecer una tributación mínima de las
sociedades29 . Pero es obvio que una decisión de este tipo solo le compete al legislador y
no puede ser introducida subrepticiamente por la vía de la interpretación administrativa.
Pese a que el artículo 20 bis no constituye, en puridad, transposición del régimen
comunitario sobre matrices y filiales, sin embargo para interpretar su apartado 1.b)
puede ser útil tomar en consideración la doctrina establecida a propósito del artículo 2.c)
de la Directiva del Consejo de 23 de julio de 1990 relativa al régimen fiscal común
aplicable a las sociedades matrices y filiales de Estados miembros diferentes
29 RÄDLER, A., Vorstellungen des EG-Sachverständigenausschusses zur Unternehmensbesteuerung(Ruding-Ausschuss), p. 12.
44
(90/435/CEE). De los trabajos preparatorios de dicha Directiva se deduce que la finalidad
del citado precepto era excluir de su ámbito de aplicación a determinadas categorías de
sociedades sujetas a regímenes especiales que en la práctica implicaban su exención del
Impuesto sobre Sociedades; en concreto, se mencionaban como sociedades afectadas las
holding de Luxemburgo, así como determinadas sociedades de inversión reguladas por la
legislación de Holanda y Alemania. Basta la mención de estos ejemplos para poner de
manifiesto que lo relevante no es el trato que se dispense a determinadas categorías de
rentas percibidas por la sociedad participada, sino el régimen tributario de la sociedad en
sí misma considerada.30
En apoyo de la interpretación aquí propugnada puede aducirse también la cláusula
aclaratoria introducida en el apartado 1.b) que permite tener en cuenta, a estos efectos,
los tributos extranjeros que hayan tenido por finalidad la imposición de la renta obtenida
por la entidad participada, “siquiera sea parcialmente”. Parece claro que la exención del
artículo 20 bis es compatible con el disfrute por la entidad participada de exenciones
parciales de carácter objetivo o que afecten a determinadas categorías de rentas;
únicamente deberían quedar excluidas las sociedades participadas extranjeras que
disfruten de beneficios tributarios que equivalgan, en la práctica, a exenciones subjetivas
totales o que afecten a la mayor parte de las rentas obtenidas por tales sociedades.31
Puede cuestionarse si cumple este requisito la entidad participada extranjera a la que
le sea de aplicación en su país de residencia algún régimen similar al establecido por los
artículos 78 y siguientes de la Ley del Impuesto de Sociedades para los grupos de
sociedades y ocupe dentro del mismo la posición de sociedad dependiente. Las dudas
pueden surgir porque el artículo 79 de la citada ley otorga la consideración de sujeto
pasivo al grupo de sociedades y otorga la representación del grupo y declara sujeta al
cumplimiento de las obligaciones tributarias materiales y formales a la sociedad
dominante; a su vez, el apartado 3 del artículo últimamente citado matiza que las
30 FARMER, P., LYAL, R., EC Tax Law, p. 265.31 Para una exposición más detallada, vid. CALDERON, J.M., La cuestión de la “comparabilidad deimpuestos” a los efectos de la aplicación de las deducciones por doble imposición internacional, p. 114.
45
sociedades dependientes estarán sujetas a las obligaciones tributarias que se derivan del
régimen individual de tributación, excepción hecha del pago de la deuda tributaria.
En mi opinión, la aplicación de un régimen de estas características no debe ser obstáculo
para entender que las sociedades dependientes están gravadas por el impuesto que
recaiga sobre la renta de las sociedades. El otorgamiento de la condición de sujeto pasivo
al grupo de sociedades, lo que excluye la atribución a las sociedades dependientes
individualmente consideradas, no impide que las sociedades integrantes del grupo
respondan solidariamente del pago de la deuda tributaria (artículo 80). Conviene,
asimismo, destacar que la base imponible del grupo de sociedades se determina sumando
las bases imponibles correspondientes a todas y cada una de las sociedades integrantes
del grupo (artículo 85.1.a, de la ley); por lo tanto, aunque las sociedades dependientes no
ostenten formalmente la condición de sujetos pasivos del impuesto, es lo cierto que la
renta obtenida por esas sociedades resulta gravada por el correspondiente impuesto al
estar incluida en la base imponible del grupo, lo que permite considerar a las citadas
sociedades dependientes como entidades gravadas por el impuesto de que se trate.
Ni el artículo 30 bis al exigir que la entidad participada estuviera “sujeta y no exenta”,
ni el 20 bis al requerir que dicha entidad haya estado “gravada”, exigen que la citada
entidad extranjera haya pagado efectivamente el correspondiente impuesto. Cuando el
legislador ha querido establecer este requisito lo ha dispuesto así de manera indubitada,
ya sea de forma expresa, como ocurre en el artículo 29.1.a), o de forma implícita, como
sucede en el artículo 30.1, ambos de la Ley del Impuesto sobre Sociedades. La expresión
“gravada por un impuesto”, del artículo 20 bis 1.b), debe ser interpretada como sujeta o
sometida a un impuesto, pero no llega al extremo de exigir el pago efectivo de la
correspondiente deuda tributaria.
La no exigencia de este requisito por los artículos 30 bis y 20 bis para los dividendos
procedentes del extranjero es coherente con la regulación establecida por el artículo 28
para los dividendos de fuente interna. Con la normativa anterior, el artículo 174.3 del
46
Reglamento del Impuesto sobre Sociedades de 1982 establecía como condición
indispensable para aplicar la deducción que las entidades distribuidoras del dividendo
hubieran tributado efectivamente en España por el Impuesto sobre Sociedades; en la
actualidad, sin embargo, el artículo 28 de la Ley no exige la concurrencia de dicho
requisito.
Con carácter general, la no exigencia de este requisito suele fundamentarse en
consideraciones pragmáticas. Carece, en efecto, de sentido condicionar el régimen de los
dividendos en el impuesto del perceptor a las vicisitudes que pueda experimentar la
tributación efectiva de la entidad participada. En el caso de dividendos de fuente
extranjera, deben tenerse en cuenta, asimismo, las posibles dificultades para obtener en el
correspondiente país la documentación acreditativa del pago efectivo del impuesto por la
entidad participada.
La norma comentada especifica que la entidad participada ha debido estar gravada por un
impuesto extranjero de naturaleza idéntica o análoga al impuesto español “en el ejercicio
en que se hayan obtenido los beneficios que se reparten o en los que se participa”. Por
comparación con otras posibles soluciones empleadas en derecho comparado, que
atienden por ejemplo al ejercicio económico en que se produce el reparto de los
dividendos, el criterio adoptado por el legislador español ofrece algunas ventajas; en
particular, se potencia la constitución de reservas por la sociedad participada y se
posibilita que la citada sociedad adopte una política de continuidad en el reparto de
dividendos mediante su distribución con cargo a reservas en los ejercicios en que se
hayan obtenido pérdidas.
3.- La presunción de residencia en un país con convenio.-
Para facilitar la aplicación de este beneficio tributario, la ley señala que “Se presumirá
cumplido este requisito, salvo prueba en contrario, cuando la entidad participada sea
residente en un país con el que España tenga suscrito un convenio para evitar la doble
47
imposición internacional, que le sea de aplicación y que contenga cláusula de intercambio
de información”. En virtud de este precepto, bastará que la sociedad española perceptora
de los dividendos haga constar en su declaración-liquidación por el Impuesto sobre
Sociedades el país de residencia de la entidad participada. La prueba en contrario
prevista por dicha norma, es decir, la prueba de que la entidad participada, pese a residir
en un país con el que España tenga suscrito un convenio de doble imposición con
cláusula de intercambio de información, no ha estado gravada por un impuesto de
naturaleza idéntica o análoga al Impuesto sobre Sociedades español, incumbe a la
Administración tributaria.
La práctica de dicha prueba plantea algunas dificultades. El objeto de la prueba son
hechos o, como ocurre en este caso, normas jurídicas de derecho extranjero: La
Administración tributaria deberá, por lo tanto, aportar el texto de las normas jurídicas
vigentes en el país de residencia de la entidad participada y que regulen el
correspondiente impuesto. Una vez aportados los textos de dichas normas, habrá que
resolver dos cuestiones: a) si el impuesto extranjero es de naturaleza idéntica o análoga al
español; y b) si la entidad participada está gravada por dicho impuesto. Pero estas no
son, en puridad, cuestiones de hecho sino de derecho o técnicas; su resolución no es, por
tanto, objeto de una actividad probatoria, sino de argumentación técnica o jurídica. En
consecuencia, es perfectamente factible que, a la vista de los textos normativos
extranjeros aportados por la Administración, la sociedad española pueda argumentar en
derecho que la entidad participada ha estado gravada por un impuesto de naturaleza
idéntica o análoga al español, sin necesidad de aportar medios de prueba que contradigan
los aportados por la Administración. Todo ello sin perjuicio, naturalmente, de que la
sociedad perceptora de los dividendos pueda presentar todos aquellos medios o
elementos de prueba (resoluciones administrativas o de los tribunales, informes de
determinados organismos, etc.) en defensa de su derecho.
La existencia de un convenio de doble imposición no impide, según hemos visto, que
la Administración pueda probar que la entidad participada no ha estado gravada por un
48
impuesto de naturaleza idéntica o análoga al español. Pero el margen de la
Administración en este caso es reducido. Algunos convenios para evitar la doble
imposición, siguiendo en este punto el modelo de la OCDE, delimitan su ámbito de
aplicación mediante una definición genérica de lo que deba entenderse por impuestos
sobre la renta y una enumeración de los concretos impuestos a los que resulta aplicable
el convenio. Ya hemos indicado que la descripción que ofrece el artículo 20 bis 1.b) de lo
que deba entenderse por impuesto extranjero de naturaleza idéntica o análoga está
directamente inspirada en la definición del artículo 2 del modelo de convenio de la OCDE
de lo que deba considerarse como impuesto sobre la renta. En estos casos, cuando el
impuesto extranjero controvertido es un impuesto mencionado expresamente en el
convenio como impuesto sobre la renta, podría sostenerse que al aplicar la exención del
artículo 20 bis la Administración no puede negarle la consideración de impuesto de
naturaleza idéntica o análoga al español; el único aspecto que podría ser objeto de debate
se referiría a la situación de la entidad participada como gravada por ese impuesto o, por
emplear la terminología del artículo 30 bis, como sujeta y no exenta al mismo.
En contra de esta opinión podría objetarse que tanto la definición de lo que sea un
impuesto sobre la renta, como la enumeración de los concretos impuestos de cada país
afectados, se realiza en el convenio a los solos efectos de la aplicación del mismo y, por
lo tanto, no vincula a la Administración al aplicar la normativa estatal interna distinta del
convenio, como sería en este caso el artículo 20 bis de la Ley del Impuesto sobre
Sociedades. No es necesario resaltar aquí, sin embargo, que la conexión objetiva existente
entre ambos bloques normativos, los convenios para evitar la doble imposición, de una
parte, y las normas internas sobre exención de los dividendos procedentes del extranjero,
de otra, justifican que la Administración tenga en cuenta el contenido de las primeras al
interpretar y aplicar las segundas.
Cuando la entidad participada resida en un país con el que no exista convenio para
evitar la doble imposición, será la entidad española perceptora de los dividendos la que
deberá acreditar el cumplimiento del requisito. Así se desprende no solo de una
49
interpretación a contrario sensu de este precepto, sino también de la regla general,
implícita en el artículo 114 de la Ley General Tributaria, según la cual la prueba de los
hechos que constituyen el presupuesto de un beneficio tributario incumbe a quién
pretende disfrutar de dicho beneficio. Es preciso recordar, sin embargo, que a diferencia
de lo dispuesto por el artículo 132.1 para las entidades de tenencia de valores
extranjeros, el artículo 20 bis no establece una carga subjetiva de la prueba a cargo del
sujeto pasivo, sino una mera carga objetiva que deja subsistente el deber de
comprobación de la Administración tributaria.
En todo caso, la apreciación de la concurrencia de este requisito debe ser efectuada
con la debida flexibilidad; conviene subrayar que dicho requisito no va referido a la
entidad española perceptora de los dividendos, sino a la entidad participada residente en
el extranjero, lo que puede limitar notablemente el elenco de medios de prueba a
disposición de la sociedad española. Parece, asimismo, correcto entender que la
acreditación del cumplimiento del requisito no deberá ser efectuada, necesariamente, en la
declaración-liquidación, bastando que lo sea en la eventual y posterior comprobación.
4.- La exclusión de las entidades residentes en paraísos fiscales.-
La regulación del apartado 1.b) se completa con un párrafo en el que se dispone que
“En ningún caso se aplicará lo dispuesto en este artículo cuando la entidad participada
sea residente en un país o territorio calificado reglamentariamente como paraíso fiscal”.
La yuxtaposición de ambos requisitos, sujeción a un impuesto de naturaleza idéntica o
análoga y no residencia en un paraíso fiscal, puede suscitar algunas críticas; no será
frecuente, en efecto, que los países o territorios calificados como paraísos fiscales
apliquen impuestos idénticos o análogos al de sociedades español, por lo que, en rigor,
bastaría exigir que la entidad participada estuviera sujeta al impuesto idéntico o análogo,
lo que convertiría en innecesario el requisito de no residir en un paraíso fiscal. Sin
embargo, la formulación conjunta de ambos requisitos no carece de algún significado; del
tenor literal del apartado 1.b) del artículo 20 bis puede deducirse que es posible que una
50
entidad esté sujeta y no exenta a un gravamen idéntico o análogo al español y,
simultáneamente, resida en un país o territorio calificado como paraíso fiscal, lo que
constituye un dato más en favor de una interpretación amplia y flexible del concepto de
impuesto de naturaleza idéntica o análoga.
Algunos autores criticaron el precepto equivalente del anterior artículo 30 bis porque
existen piases calificados como paraísos fiscales que poseen un Impuesto sobre
Sociedades cualitativa y cuantitativamente equiparable al Impuesto sobre sociedades
español32. La crítica es acertada en la medida en que el legislador español, con mayor o
menor intensidad, ha vinculado los requisitos de gravamen por un impuesto equiparable
al español y no residencia en un paraíso fiscal. Entiendo, sin embargo, que las razones
por las que los dividendos distribuidos por sociedades residentes en paraísos fiscales
quedan excluidos de la exención del artículo 20 bis no se limitan a que tales países por lo
común no aplicarán un impuesto de naturaleza idéntica o análoga al español. Baste
pensar que la aplicación del citado artículo 20 bis puede requerir un elevado grado de
colaboración con el Estado de residencia de la participada para constatar, entre otros
extremos, el cumplimiento de los requisitos de la exención; pero esta colaboración
tropezará con algunas dificultades cuando el Estado en cuestión constituya un paraíso
fiscal. En otro orden de consideraciones, es plausible que los Estados que introducen
beneficios tributarios como la exención del 20 bis, que pueden ser países con una elevada
presión fiscal y un alto grado de control sobre los sujetos pasivos, establezcan medidas
discriminatorias contra los paraísos fiscales en general. Hubiera sido por ello preferible
que el legislador desligara ambos requisitos, gravamen por un impuesto equiparable al
español y no residencia en un paraíso fiscal, y estableciera éste último como un requisito
autónomo.
C- REALIZACIÓN DE ACTIVIDADES EMPRESARIALES EN EL
EXTRANJERO.
32 DE JUAN, J.L.; RAVENTOS, S., El nuevo método de exención para los dividendos de fuenteextranjera, p. 61; CALDERON, J.M., La cuestion de la “comparabilidad de impuestos” a los efectos dela aplicación de las deducciones por doble imposición internacional, p. 111.
51
1.- Concepto de actividad empresarial. Remisión a las normas sobre transparencia
fiscal internacional.-
El apartado 1.c) exige “Que los beneficios que se reparten o en los que se participa
procedan de la realización de actividades empresariales en el extranjero”. Este requisito
aparecía ya en el artículo 30 bis de la Ley del Impuesto sobre Sociedades que a su vez lo
había tomado de la práctica convencional y de la legislación interna de algunos Estados.
Con él se persigue que la sociedad participada no residente realice directamente una
actividad empresarial y no sea utilizada como un mero conducto para transferir a la
sociedad española beneficios derivados de actividades económicas realizadas en el
extranjero.
La redacción del citado requisito se inspira en la distinción entre rentas activas y
pasivas; se entiende que la exención de los dividendos únicamente puede ser reconocida
si la sociedad participada residente en el extranjero obtiene rentas activas. Las
dificultades surgen al concretar cuales sean esas rentas activas. Se trata de una cuestión
sumamente compleja cuyo análisis pormenorizado requeriría una obra monográfica; aquí
nos limitaremos a exponer los aspectos más destacados de este requisito.
El artículo 30 bis se remitía en este punto al artículo 130.1.c) de la misma ley, relativo
a las entidades de tenencia de valores extranjeros. Con arreglo a este último precepto, se
entendía que los dividendos se derivaban de la realización de actividades empresariales en
el extranjero cuando los ingresos obtenidos por la entidad participada procedían, al
menos en el 90 por 100, de la realización de actividades empresariales en el sentido del
artículo 40 de la Ley 18/1991, de 6 de junio, del Impuesto sobre la Renta de las Personas
físicas; también se incluían los ingresos derivados de la transmisión de elementos
patrimoniales afectos a la realización de actividades empresariales así como los
dividendos y rentas derivadas de la transmisión de la participación de entidades no
residentes que cumplieran determinados requisitos.
52
La técnica adoptada por el legislador consistía en definir las rentas consideradas
como activas, entendiendo que las demás rentas obtenidas por la sociedad participada
debían ser calificadas como pasivas. Esta forma de proceder suele ser criticada por dos
razones. En primer lugar, porque la definición de rentas activas dada por el legislador en
un momento dado puede ser insuficiente para calificar determinadas actividades que
puedan surgir en el futuro. En segundo lugar, porque la definición de rentas activas puede
ser incompleta, lo que arroja sobre el particular la carga de demostrar la naturaleza activa
de una determinada renta no contemplada expresamente. El alcance de estas críticas
quedaba, sin embargo, notablemente relativizado dada la amplitud de la definición de las
actividades empresariales en el Impuesto sobre la Renta que constituía, según hemos
visto, el criterio delimitador.
El artículo 20 bis se aparta en este punto de la técnica que seguía el artículo 30 bis y
define las rentas activas por relación a la transparencia fiscal internacional. Según la regla
general de este apartado “Sólo se considerará cumplido este requisito cuando al menos el
85 por 100 de los ingresos del ejercicio correspondan a: a’) Rentas que se hayan
obtenido en el extranjero y que no estén comprendidas entre aquellas clases de renta a
que se refiere el apartado 2 del artículo 121 como susceptibles de ser incluidas en la base
imponible por aplicación del régimen de transparencia fiscal internacional”. A su vez, el
apartado b,) incluye a los dividendos o participaciones en beneficios de otras entidades
no residentes respecto de las que se cumplan ciertos requisitos. La solución adoptada
por este precepto cuenta con algún antecedente en derecho comparado y se sirve para la
calificación de las rentas de los preceptos de la transparencia fiscal internacional,
asumiendo los conceptos y principios que inspiran dicho régimen. La remisión a la
transparencia fiscal internacional parece inspirada en el deseo de clarificar y simplificar la
aplicación de la exención, evitando las dificultades que suscitaba la regulación anterior.
En la medida, sin embargo, en que la delimitación de las rentas sujetas a la transparencia
fiscal internacional según el artículo 121.2 de la Ley no es una cuestión exenta de
53
dificultades, la remisión a dicho precepto supone “importar” por el artículo 20 bis las
dificultades interpretativas que suscita el artículo 121.2.
La remisión a las normas sobre transparencia fiscal internacional suscita diversas
cuestiones. Desde una perspectiva eminentemente teórica o conceptual cabe plantearse
si tiene algún sentido mantener el requisito de la realización por la sociedad participada
de actividades empresariales y a continuación definir tales actividades de forma negativa
por remisión a las citadas normas sobre transparencia fiscal internacional. Tal vez
hubiera sido más correcto establecer directamente que la obtención por la sociedad
participada de rentas sujetas a transparencia impediría la aplicación por la sociedad
española de la exención por dividendos, eliminando de esta manera la mención expresa a
la naturaleza empresarial de las actividades de la participada.
Puede ocurrir, sin embargo, que la subsistencia del requisito de la realización de
actividades empresariales, formulado en estos términos, sea útil para interpretar algunos
supuestos discutibles. Existen algunas rentas que, en sí mismas consideradas, son de
naturaleza pasiva; pero si tales rentas se derivan de actividades o elementos directamente
relacionados con las actividades empresariales de la sociedad, parece lógico suponer que
en una consideración unitaria o global de las actividades de la sociedad tales rentas
deberían perder su carácter pasivo y ser consideradas como adicionales o
complementarias de la actividad empresarial principal.
La cuestión puede suscitarse a propósito de los ingresos obtenidos por la sociedad
participada procedentes de algunas concesiones de préstamos o facilidades financieras y
de la constitución de depósitos o cuentas, de manera especial si tales ingresos derivan de
recursos financieros necesarios para la realización de las actividades empresariales. Tales
ingresos pueden subsumirse en el artículo 121.2.b) de la Ley del Impuesto sobre
Sociedades y, en consecuencia, integrar las rentas sometidas a transparencia fiscal
internacional. Pero dichos ingresos pueden constituir también ingresos financieros
directamente relacionados con las actividades empresariales de la sociedad, lo que podría
54
justificar su calificación a estos efectos como renta activa de la sociedad participada que
los obtiene.
Existen asimismo algunos supuestos en que pueden surgir colisiones entre la
regulación de la transparencia fiscal internacional y ciertos preceptos del artículo 20 bis.
La cuestión se planteará si la sociedad participada residente en el extranjero percibe
dividendos por su participación en otra sociedad o ganancias patrimoniales por la
transmisión de dicha participación. En principio, tales dividendos y ganancias
patrimoniales pueden subsumirse en los apartados b) y d) del artículo 121.2 de la Ley
del Impuesto sobre Sociedades y, en consecuencia, serán rentas sometidas a
transparencia, lo que impediría la aplicación de la exención prevista por el artículo 20 bis.
Pero esta conclusión puede ser evitada por dos vías distintas. De una parte, el propio
artículo 121.2 contiene una cláusula específica para este tipo de rentas que permite su
exclusión del régimen de transparencia si se cumplen ciertos requisitos; de otra, el
apartado b’) del artículo 20 bis 1.c) permite incluir entre los beneficios procedentes de
las actividades empresariales los dividendos o participaciones en beneficios de otras
entidades no residentes así como las ganancias patrimoniales derivadas de la transmisión
de la participación en dichas entidades no residentes cuando se cumplan determinados
requisitos.
Ambos preceptos permiten alcanzar idéntico resultado: calificar a los beneficios
obtenidos por la sociedad extranjera participada como procedentes de la realización de
actividades empresariales y, por lo tanto, permitir que la sociedad española aplique la
exención del artículo 20 bis. Ocurre, sin embargo, que su ámbito de aplicación no es
coincidente, por lo que será preciso determinar en cada caso cual de ellos puede ser
invocado. Las principales diferencias entre ambos preceptos son las siguientes:
En primer lugar, el artículo 121.2 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades no exige un
periodo mínimo de tenencia de la participación.
55
En segundo lugar, el artículo 20 bis 1.c) y b) requiere que la entidad participada por la
no residente sea también otra entidad no residente.
Por último, el artículo 121.2 exige que la entidad participada no residente “dirija y
gestione las participaciones mediante la correspondiente organización de medios
materiales y personales”; debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la Administración
tributaria interpreta este requisito con flexibilidad, lo que reduce notablemente su
significado.
La fórmula empleada por el artículo 20 bis permite dar una solución más satisfactoria
a algunos supuestos discutibles. En particular, bajo la vigencia del artículo 30 bis se ha
planteado si la deducción prevista en dicho precepto era aplicable a los dividendos y
participaciones en beneficios procedentes de las instituciones de inversión colectiva.
Algún comentarista entendió que la remisión a las actividades empresariales tal y como
este concepto era interpretado por la Ley 18/1991 excluía a aquellas entidades que, como
los fondos de inversión, obtienen rendimientos calificados como rendimientos del capital
mobiliario o incrementos de patrimonio. Creo, sin embargo, que esta interpretación no
puede prevalecer en la actualidad por varias razones.
En primer lugar, es discutible que las instituciones de inversión colectiva no realicen
una actividad empresarial. Basta la mera consulta a la normativa reguladora de estas
entidades para poner de manifiesto que su objeto no se limita a la tenencia y disfrute de
los valores mobiliarios y otros activos financieros, sino que comprende también su
adquisición, enajenación y administración en general; a mayor abundamiento, la
necesidad de conseguir “una adecuada composición de sus activos” para de esta manera
compensar los riesgos y los tipos de rendimiento (art. 2.2 de la Ley 46/1984) claramente
revela la existencia de una actividad empresarial consistente en la gestión de tales valores
y activos. En el caso concreto de los fondos de inversión podría alegarse que la actividad
empresarial consistente en la gestión de las participaciones no es realizada directamente
por el fondo sino por la sociedad gestora; pero este dato no debería impedir por sí solo
56
que las rentas obtenidas por los fondos sean calificadas como empresariales y en
consecuencia no sean consideradas como rentas pasivas.
Y en segundo lugar conviene recordar que el porcentaje de participación requerido por
el apartado 1.a) no se refiere solo al capital, como ocurría en el artículo 30 bis, sino que
abarca también a los fondos propios de la entidad no residente. Esta sustancial
modificación introducida por el artículo 20 bis no puede pasar inadvertida a la hora de
interpretar el alcance de la cláusula del apartado 1.c).
La tesis que niega la naturaleza empresarial de las actividades realizadas por las
instituciones de inversión colectiva parece inspirada por la normativa reguladora de la
exención en el impuesto sobre el patrimonio de las participaciones en entidades; en
efecto, el artículo 4. Ocho. Dos. a), de la ley del citado impuesto contrapone como si
fueran actividades excluyentes la gestión de un patrimonio mobiliario o inmobiliario y la
realización de actividades empresariales. No es necesario insistir en que la delimitación
de lo que sean, a estos efectos, actividades empresariales debe realizarse en función de lo
dispuesto por el apartado 1.c) del artículo 20 bis, por lo que carece de relevancia el
concepto que de actividad empresarial se ofrezca en otros textos legales.
Cuestión distinta será, naturalmente, que algunas de esas instituciones, en especial
determinadas sociedades de inversión mobiliaria, cumplan el requisito de haber sido
gravadas por un impuesto de naturaleza idéntica o análoga al Impuesto sobre Sociedades
español establecido por el anterior apartado 1.b); como ya hemos expuesto al analizar
dicho requisito, algunos piases han establecido un régimen especial para algunas de esas
sociedades, lo que puede implicar que esas sociedades no cumplan el citado requisito del
apartado 1.b).
Con la redacción del artículo 30 bis podía asimismo suscitarse si cumplía el requisito
ahora analizado una sociedad extranjera participada que realizara actividades
profesionales. La cuestión se planteaba porque tanto el artículo 30 bis como el 130
57
exigían que la sociedad extranjera realizara actividades empresariales, lo que podía inducir
a pensar que se excluían las actividades profesionales; sin embargo, al definir lo que debía
entenderse por actividades empresariales el artículo 130 se remitía al artículo 40 de la
Ley 18/1991, de 6 de junio, del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, que
definía los rendimientos íntegros de las actividades empresariales o profesionales, por lo
que podía sostenerse que el concepto de actividad empresarial debía ser interpretado en
un sentido amplio, comprensivo también de las actividades profesionales.
Los pronunciamientos de la Administración avalaban la interpretación amplia. A
propósito de la transparencia fiscal internacional, la Contestación de la Dirección
General de Tributos de 1 de julio de 199933, entendía que el requisito de que los ingresos
de la sociedad cuya participación se transmite procedan del ejercicio de actividades
empresariales “debe entenderse en el Impuesto sobre Sociedades como ingresos
procedentes del desarrollo de explotaciones económicas, esto es, aquellos que procedan
del trabajo personal y del capital conjuntamente, o de uno solo de estos factores, que
supongan por parte del sujeto pasivo la ordenación por cuenta propia de los medios de
producción y de recursos humanos o de uno de ambos con la finalidad de intervenir en la
producción o distribución de bienes o servicios, por lo que las sociedades de prestación
de servicios profesionales deben entenderse como explotaciones económicas a los efectos
de la aplicación del régimen de transparencia fiscal internacional”
La redacción del artículo 20 bis confirma que se cumple este requisito cuando la
sociedad participada extranjera tiene por objeto la prestación de servicios profesionales.
Es cierto que dicho precepto continúa exigiendo que la sociedad participada realice
actividades empresariales, pero este concepto se define ahora por remisión a la
transparencia fiscal internacional, que no incluye según hemos visto las rentas derivadas
de la prestación de servicios profesionales. A mayor abundamiento, las cláusulas
específicas del artículo 20 bis contemplan expresamente el supuesto de las actividades
33 Revista de Contabilidad y Tributación nº 201, dic. de 1999.
58
consistentes en la prestación de servicios, lo que revela con toda claridad la equiparación
de las actividades profesionales a las actividades empresariales.
2.- Porcentaje de rentas activas.-
La ley no exige que la totalidad de los beneficios obtenidos por la sociedad
participada procedan de la realización de actividades empresariales; en la práctica será
frecuente que la sociedad participada realice actividades mixtas que pueden dar lugar
tanto a rentas activas como a rentas pasivas; en tales casos es preciso fijar el porcentaje
en que deben encontrarse ambos tipos de rentas; el artículo 20 bis 1. c) aborda esta
cuestión al disponer que “Sólo se considerará cumplido este requisito cuando al menos
el 85 por 100 de los ingresos del ejercicio correspondan a: a’) Rentas que se hayan
obtenido en el extranjero y que no estén comprendidas entre aquellas clases de renta a
que se refiere el apartado 2 del artículo 121 como susceptibles de ser incluidas en la base
imponible por aplicación del régimen de transparencia fiscal internacional”.
El porcentaje fijado sirve únicamente para determinar si procede aplicar la exención
prevista en el artículo 20 bis. Una vez alcanzado ese porcentaje, la exención abarca a
todos los dividendos percibidos de la sociedad participada, con independencia de que los
beneficios con cargo a los cuales se distribuyen tales dividendos procedan de la
realización de actividades empresariales o de otro tipo de actividades. Por el contrario,
cuando no se alcanza dicho porcentaje no puede aplicarse la exención del artículo 20 bis;
se produce entonces lo que se ha denominado acción infecciosa (Infektionswirkung) de
las rentas pasivas sobre las activas.
El riesgo de no alcanzar el mencionado porcentaje podrá ser evitado en algunos casos
mediante las adecuadas operaciones de planificación de las actividades de la sociedad
participada extranjera; bastará en tales ocasiones con transferir los elementos
patrimoniales o la realización de actividades que originen rentas pasivas a otra sociedad
distinta.
59
3.- Concepto y función de ingresos del ejercicio.
El porcentaje del 85 por 100 se refiere a los “ingresos” del ejercicio de la sociedad
participada. Lo relevante, por lo tanto, no es la proporción en que se encuentren los
rendimientos empresariales y las rentas pasivas, sino la proporción en que se encuentran
los ingresos correspondientes a los rendimientos empresariales y los ingresos que
correspondan a las rentas pasivas. Esta circunstancia debe ser destacada porque no
siempre existirá una relación directa entre el importe de los ingresos y el de los
rendimientos. Puede ocurrir que la sociedad participada obtenga tanto rentas activas
como pasivas; si las rentas activas son de signo negativo y las rentas pasivas son
positivas los dividendos distribuidos por dicha sociedad procederán necesariamente de
las rentas pasivas; en este caso será posible aplicar la exención de los dividendos si el 85
por 100 de los ingresos de la sociedad participada corresponden a rentas no definidas
como pasivas. De esta manera se posibilita que los dividendos distribuidos por la
sociedad participada procedan en la realidad de rentas no empresariales.
Existe por lo tanto una contradicción entre la formulación general del requisito, “que
los beneficios que se reparten... procedan de la realización de actividades empresariales”,
y la forma como se especifica o concreta este requisito, “solo se entenderá cumplido este
requisito cuando al menos el 85 por 100 de los ingresos del ejercicio correspondan a
...rentas ...que no estén comprendidas entre aquellas clases de rentas a que se refiere el
apartado 2 del artículo 121”. Según la formulación general, el dato decisivo no sería el
beneficio obtenido por la sociedad sino la parte de dicho beneficio que se reparte; con
una interpretación literal sería posible planificar el cumplimiento de dicho requisito
destinando a reservas la parte del beneficio de la sociedad procedente de rentas pasivas.
Sin embargo, la fórmula empleada para definir dicho requisito atiende únicamente a los
ingresos del ejercicio, que se convierte de esta manera en el dato decisivo.
60
La ley utiliza a estos efectos un concepto, los “ingresos”, deliberadamente amplio y
que excede de los meros rendimientos íntegros de las actividades empresariales. La
aplicación de este concepto planteará dificultades en algunos supuestos polémicos;
puede suscitarse, por ejemplo, si se incluirán a estos efectos entre los ingresos de la
sociedad participada las cantidades que se le puedan imputar en virtud de algún régimen
equivalente a la transparencia fiscal española; parecidas dudas pueden expresarse
respecto de los aumentos de base por ajustes en caso de operaciones vinculadas.
Puede incluso sostenerse que los ingresos a que se refiere este precepto no tienen que
ser necesariamente los ingresos computables para la determinación de la base imponible,
sino que basta que se trate de ingresos a efectos contables; así parece desprenderse del
tenor literal de este precepto que se limita a exigir que tales ingresos “correspondan” a
determinadas rentas; basta por lo tanto que esos ingresos estén relacionados con las
rentas de que se trate, pero no se requiere que tales ingresos sean ingresos computables
para el cálculo de la renta.
4.- Reglas especiales de localización de determinadas actividades.-
El precepto comentado introduce diversas normas específicas que fijan los requisitos
para que las rentas derivadas de determinadas actividades se consideren obtenidas en el
extranjero.
La relación de actividades contempladas tiene carácter exhaustivo, por lo que los
criterios allí establecidos no son aplicables a las actividades no mencionadas
expresamente; en concreto, no se hace referencia a las actividades de fabricación o
producción; esta ausencia se justifica porque los intereses económicos de las sociedades
dedicadas a la fabricación o producción suelen radicar, precisamente, en el lugar en el que
tales sociedades están ubicadas, de tal manera que la constitución y la ubicación de estas
sociedades no suele justificarse por motivos tributarios sino por otras consideraciones;
en consecuencia, se podrá aplicar la exención de los dividendos aunque la sociedad
61
participada extranjera que realice actividades de fabricación venda los productos a
residentes en España.
Algunas de estas normas específicas pueden ser eludidas con relativa facilidad;
bastará interponer una sociedad no residente en territorio español entre la sociedad
extranjera participada que realiza las actividades empresariales contempladas y la
destinataria última de tales operaciones residente en España. Puede plantearse si sería
aplicable en estos supuestos la norma contra el fraude de ley contenida en el artículo 24
de la Ley General Tributaria.
Se puede cuestionar, asimismo, la conformidad de estas normas específicas con el
Tratado de Roma. En concreto, y respecto de las normas semejantes contenidas en la
anterior redacción del artículo 130 de la Ley del Impuesto de Sociedades, se ha sostenido
que cuando la entidad participada reside en otro Estado miembro de la Unión Europea
las restricciones impuestas por estas normas podrían ser incompatibles con la libertad de
circulación de mercancías y la libre prestación de servicios.
5.- Sociedad participada extranjera que realiza actividades financieras y crediticias.-
La realización por la sociedad participada extranjera de actividades crediticias y
financieras puede suscitar diversas cuestiones. Es preciso determinar, ante todo, la
norma aplicable en tales casos. La duda surge porque tales actividades aparecen
contempladas por dos preceptos. Por una parte, el apartado 1.c) incorpora una norma
específica según la cual “En particular, a estos efectos, se considerarán obtenidas en el
extranjero las rentas procedentes de las siguientes actividades: ... Crediticias y
financieras, cuando los préstamos y créditos sean otorgados a personas o entidades
residentes en el país o territorio en el que resida la entidad participada o en cualquier otro
país o territorio diferente del español, siempre que las operaciones se efectúen a través
de la organización de medios personales y materiales de que disponga la entidad
participada”. Por otra, el mismo apartado 1.c) se remite al artículo 121.2 para determinar
62
lo que deba considerarse como actividades empresariales; como es sabido, en el citado
artículo 121.2 aparecen dos apartados, el b) y el c), que pueden afectar a las rentas
obtenidas por la realización de actividades crediticias y financieras.
El resultado a que conducen ambos preceptos es distinto. La norma específica del
apartado 1.c), al fijar los criterios que permiten considerar obtenida en el extranjero la
renta procedente de las actividades crediticias y financieras, admite implícitamente que
las citadas actividades son actividades empresariales; por lo tanto, los beneficios
obtenidos por la sociedad participada extranjera que procedan de la realización de
actividades crediticias y financieras cumplirían en todo caso el requisito establecido por
el apartado 1.c). Por el contrario, si se aplican las normas del artículo 121.2 podrá ocurrir
que, en algunos casos, las rentas obtenidas por la sociedad participada extranjera que
realice actividades crediticias y financieras será renta sometida a transparencia fiscal
internacional y, en consecuencia, no cumplirá el requisito exigido por el apartado 1.c).
La contradicción entre la norma específica referida a las actividades crediticias y
financieras y la genérica remisión al artículo 121.2 puede explicarse por el concepto que
de las actividades empresariales ha adoptado el apartado 1.c) del artículo 20 bis. La
norma específica sobre actividades crediticias y financieras cobraba pleno sentido en el
marco del artículo 130 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades en su anterior redacción;
el precepto últimamente citado definía con carácter general las actividades empresariales
por remisión al artículo 40 de la Ley del Impuesto sobre la Renta de 1991, y establecía a
continuación una serie de normas específicas para delimitar los supuestos en los cuales
determinadas actividades empresariales, entre ellas las crediticias y financieras, debían
ser consideradas como realizadas en el extranjero. Por el contrario, el apartado 1.c) del
artículo 20 bis adopta un criterio distinto para definir las actividades empresariales, lo
que obligaba a replantear el sentido y alcance de las normas específicas sobre
determinadas actividades.
63
Es significativo a este respecto que el artículo 130.1.c).d,) de la Ley del Impuesto
sobre Sociedades en su anterior redacción calificaba expresamente a las operaciones
crediticias y financieras como actividades empresariales, si bien exigía que tales
actividades se efectuaran a través de la organización de medios personales y materiales
de que disponga la entidad participada. En la redacción del artículo 20 bis ha
desaparecido la calificación expresa de las actividades crediticias y financieras, así como
del comercio al por mayor o los servicios y las aseguradoras y reaseguradoras, como
actividades empresariales, pero se mantiene como requisito que las operaciones se
efectúen a través de la organización de medios personales y materiales de que disponga la
entidad participada. Pero el mantenimiento de este inciso sólo tiene sentido cuando se
trata de actividades empresariales. Dada la incompatibilidad existente entre las rentas
empresariales y las rentas sujetas a transparencia fiscal internacional, podría concluirse
que la realización por la entidad participada de actividades crediticias y financieras
mediante la organización de medios personales y materiales debería ser calificada como
realización de actividades empresariales a los efectos del apartado 1.c).
La redacción de la norma específica del apartado 1.c) del artículo 20 bis sobre las
actividades crediticias y financieras suscita además otras cuestiones. No se determina en
dicha norma cuales son las concretas operaciones que cabe englobar en el concepto de
actividades crediticias y financieras; parece claro que este concepto no puede quedar
reducido a la concesión de préstamos y créditos, único supuesto tomado en
consideración por la norma comentada. Para delimitar el concepto de actividades
crediticias y financieras se debe acudir a la normativa reguladora de tales entidades y
actividades, y de manera especial al artículo 52 de la Ley 26/1988, de 29 de julio, sobre
Disciplina e Intervención de las Entidades de Crédito, adicionado por la Ley 3/1994, de
14 de abril, que enumera las actividades propias de las entidades de crédito.
Del conjunto de actividades crediticias y financieras, la norma establece criterios de
realización espacial únicamente respecto de la concesión de préstamos y créditos. A
sensu contrario puede argumentarse que la regla establecida para los préstamos y
64
créditos no es aplicable a las restantes actividades crediticias y financieras. En
consecuencia, las rentas obtenidas por la sociedad participada extranjera procedentes de
la realización de actividades crediticias y financieras, distintas de la concesión de
préstamos y créditos, a favor de personas o entidades residentes en territorio español
podrían ser consideradas a estos efectos como obtenidas en el extranjero.
El tenor literal de la norma sobre actividades crediticias y financieras establece que las
rentas obtenidas por la sociedad participada extranjera procedentes de la concesión de
préstamos y créditos a personas o entidades residentes en territorio español nunca
pueden ser consideradas a estos efectos como rentas obtenidas en el extranjero. Así
entendido, el contenido del precepto puede entrar en contradicción con lo dispuesto por
el apartado 2.c) del artículo 121 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades; según esta
última norma, están sometidas a transparencia fiscal internacional las rentas obtenidas
por la sociedad extranjera procedentes de actividades crediticias y financieras realizadas
con personas o entidades residentes en territorio español; pero el párrafo 2 del apartado
2.c) del artículo 121 excluye de transparencia las rentas derivadas de tales actividades,
aunque sean realizadas con personas o entidades residentes en territorio español, si se
cumplen determinados requisitos. Puede ocurrir, por lo tanto, que unas mismas rentas
obtenidas por la sociedad participada extranjera, las derivadas de la concesión de
prestamos o créditos a personas o entidades residentes en territorio español, no puedan
considerarse sometidas a transparencia fiscal internacional si concurren las circunstancias
del párrafo 2 del apartado 2.c) del artículo 121, y sin embargo no se consideren obtenidas
en el extranjero por aplicación de la norma específica del apartado 1.c) del artículo 20 bis.
Como hemos indicado supra, las rentas derivadas de las actividades crediticias y
financieras deben ser consideradas como rentas procedentes de actividades empresariales
a los efectos del apartado 1.c) del artículo 20 bis. Sin embargo puede también alegarse
que cuando concurran las circunstancias establecidas en las letras b) y c) del apartado 2
del artículo 121 las rentas derivadas de las actividades crediticias y financieras serán
65
rentas sujetas a transparencia fiscal internacional. Se hace por ello necesario delimitar con
la mayor precisión posible el ámbito de aplicación de las normas últimamente citadas.
Respecto de la letra b) del apartado 2 del artículo 121, la cuestión se ha suscitado con
relación a la divisionaria d,), que excluye de transparencia las rentas positivas que
procedan de los activos financieros tenidos por entidades de crédito y aseguradoras
como consecuencia del ejercicio de sus actividades, sin perjuicio de lo establecido en la
letra c). La contestación de la Dirección General de Tributos de 10 de noviembre de 1995
entiende que “Estos activos serán los que las entidades de crédito tengan y gestionen
empresarialmente dentro de las actividades realizadas permitidas por la ley a estas
entidades. En concreto, por ejemplo, el artículo 52 de la Ley 26/88, de 29 de julio, de
disciplina e intervención de las entidades de crédito, contempla la posibilidad de que las
entidades de crédito puedan realizar, dentro de sus actividades, operaciones por cuenta
propia o de su clientela que tengan por objeto valores negociables, instrumentos de los
mercados monetarios o de cambios, instrumentos financieros a plazo, opciones y futuros
financieros y permutas financieras. La norma de la letra b), d), del apartado 2 no exige
requisitos adicionales respecto de los activos financieros tenidos por las entidades de
crédito distintos de los exigidos como consecuencia de la normativa reguladora sustantiva
de las actividades empresariales de las entidades de crédito.”
Con relación a la letra c) del apartado 2 se ha destacado su amplio campo de
aplicación, que abarca tanto los supuestos en que la entidad extranjera se financia
completamente por medio de préstamos de terceras entidades no vinculadas, como los
casos en que los fondos empleados por la participada extranjera para realizar las
actividades crediticias proceden de préstamos o aportaciones de otras sociedades
vinculadas y de manera especial de los excedentes financieros del grupo.
La redacción del apartado 2.c) del artículo 121 obliga a delimitar el alcance de la
expresión “actividades crediticias, financieras (...) realizadas, directa o indirectamente,
con personas o entidades residentes en territorio español”. La contestación de la
66
Dirección General de Tributos de 10 de noviembre de 1996, ha establecido que “La
realización de actividades de forma indirecta entre la entidad no residente y las entidades
residentes vinculadas se dará en todos aquellos supuestos en que junto con las entidades
no residentes vinculadas concurren terceras entidades, que realizan directamente la
actividad que va a determinar gastos fiscalmente deducibles en la entidad residente, de tal
forma que las operaciones directas realizadas por estas terceras entidades con la entidad
residente tienen su causa en las relaciones que a su vez mantienen con la entidad no
residente vinculada. Se trata de una cuestión de hecho que exigirá en cada caso concreto el
examen de las relaciones y pactos existentes entre las entidades afectadas. No puede
entenderse, por tanto, de una manera general que se realizan actividades de forma
indirecta siempre que una entidad no residente realice cualquier tipo de operación con
otra entidad que desarrolla actividades que determinan gastos fiscalmente deducibles en
una entidad residente en territorio español vinculada a la primera. En particular, no
puede considerarse que se desarrolla de forma indirecta una actividad crediticia cuando
un Banco extranjero controlado por una entidad financiera residente en territorio español
preste fondos en el mercado interbancario organizado en su país de residencia y la
entidad prestataria a su vez preste fondos a la entidad residente que controla el Banco
extranjero, si no median otros pactos o circunstancias que determinen la existencia de una
relación entre las dos operaciones financieras.”
6.- Rentas consistentes en dividendos de otras entidades no residentes.-
El requisito establecido en el apartado 1.c), que los beneficios repartidos procedan de
la realización de actividades empresariales en el extranjero, queda satisfecho no solo
cuando el 85 por 100 de los ingresos del ejercicio corresponden a rentas obtenidas en el
extranjero y no comprendidas entre las clases de renta a que se refiere el apartado 2 del
artículo 121, sino también cuando el indicado porcentaje de los ingresos del ejercicio
corresponde a las rentas descritas en la letra b’): “Dividendos o participaciones en
beneficios de otras entidades no residentes respecto de las cuales el sujeto pasivo tenga
una participación indirecta que cumpla los requisitos de porcentaje y antigüedad
67
previstos en la letra a), cuando los referidos beneficios y entidades cumplan, a su vez,
los requisitos establecidos en las demás letras de este apartado. Asimismo, rentas
derivadas de la transmisión de la participación en dichas entidades no residentes, cuando
se cumplan los requisitos del apartado siguiente”.
El precepto contempla el supuesto en el cual la sociedad A residente en España
obtiene dividendos de B, que ostenta la condición de sociedad participada residente en el
extranjero, la cual a su vez obtiene dividendos de otra sociedad C residente también en el
extranjero.
En principio, los dividendos obtenidos por B son rentas pasivas sometidas al régimen
de transparencia fiscal internacional por aplicación del apartado 2.b) del artículo 121. Por
lo tanto, los expresados dividendos no podrían calificarse como beneficios procedentes
de la realización de actividades empresariales y no cumplirían el requisito del apartado
1.c) a tenor de lo especificado en la letra a,). Todo ello, naturalmente, sin perjuicio de la
posible aplicación de lo dispuesto por el artículo 121.2 respecto de las participaciones
empresariales si se cumplían las circunstancias allí previstas.
La norma contenida en la letra b,) establece una excepción a la regla general de la letra
a,) con la finalidad de conservar el carácter originario de la renta empresarial; se pretende
que los dividendos derivados de entidades que fundamentalmente realizan actividades
empresariales no pierdan su naturaleza de renta empresarial a lo largo de la cadena de
participaciones.
Conviene resaltar, ante todo, la amplitud con la que aparece definido el requisito
ahora analizado. A diferencia de la regulación vigente en otros países, la ley española no
exige que los dividendos percibidos por la sociedad participada extranjera procedan de
sociedades residentes en el mismo país; tampoco se requiere que exista algún tipo de
conexión entre el objeto social de la sociedad participada extranjera perceptora de esos
dividendos y el de la sociedad extranjera distribuidora de los mismos. A su vez, la
68
sociedad participada extranjera tanto puede tener como objeto exclusivo la tenencia de
participaciones en otras sociedades como simultanear dicha tenencia con la realización de
actividades empresariales.
La Ley 6/2000 ha introducido algunas modificaciones en este párrafo para aclarar las
dudas que podían suscitarse con la redacción ofrecida por el Decreto-Ley 3/2000. La
norma precisa ahora que deben concurrir dos requisitos. Por una parte, se exige que el
sujeto pasivo, es decir la sociedad residente en España, tenga una participación indirecta
en la otra sociedad no residente que cumpla los requisitos de porcentaje y antigüedad
previstos en la letra a); el Decreto-Ley solo se refería al porcentaje de participación de la
letra a), pero no mencionaba la antigüedad de esa participación.
Por otra parte, los beneficios obtenidos por esa otra entidad no residente y la entidad
en sí misma deben cumplir los requisitos establecidos en las demás letras de este
apartado, es decir en las letras b) y c); por lo tanto, se aclara que los referidos beneficios
deberán proceder de la realización de actividades empresariales en el extranjero y,
además, la otra entidad no residente que ha obtenido dichos beneficios debe estar gravada
por un impuesto extranjero de naturaleza idéntica o análoga al Impuesto sobre
Sociedades español.
Puede discutirse si la actividad empresarial debe ser directamente realizada por la
sociedad C, participada por B, o si basta que dicha actividad sea realizada por otra
sociedad que se encuentre en un eslabón posterior de la cadena de participaciones (p. ej.
una sociedad D participada a su vez por C). Puede traerse a colación la doctrina fijada
por la contestación de la Dirección General de Tributos, de 28 de diciembre de 1998, que
aunque referida a las entidades de tenencia de valores extranjeros puede ser también
aplicable al caso que nos ocupa, dada la identidad de normas aplicables en ambos casos.
“La cuestión que se plantea es la aplicación de los requisitos expuestos (art. 130.1 de la
Ley del Impuesto sobre Sociedades) cuando la entidad de tenencia de valores extranjeros
no participa directamente en el capital de la entidad que realiza las actividades
69
empresariales en el extranjero. En este caso, los beneficios empresariales obtenidos en el
extranjero son repartidos, en forma de dividendos, a otras entidades también participadas
por la entidad de tenencia de valores extranjeros; estos dividendos, a su vez, determinan
un beneficio en la entidad perceptora y es ésta la que reparte el dividendo
correspondiente a la entidad de tenencia de valores extranjeros.
“Por aplicación de lo previsto en el artículo 130.1.c)a,) de la Ley del Impuesto sobre
Sociedades, cuando en una cadena de entidades participadas no residentes los ingresos de
alguna de ellas procedan, al menos en el 90 por 100, de la realización de actividades
empresariales, los dividendos percibidos con cargo a los mismos, aunque sea por medio
de otra sociedad, se entienden procedentes igualmente de la realización de actividades
empresariales.
“La misma consideración de ingreso procedente de actividades empresariales tendría
la renta derivada de la transmisión de las participaciones en las citadas entidades no
residentes en las que al menos el 90 por 100 de sus ingresos procedan de la realización de
actividades empresariales.
“Por último, la aplicación de este criterio requiere que la entidad consultante tenga
una participación, directa o indirecta, sobre todas las entidades no residentes que
integran la cadena de entidades participadas, igual o superior al 5 por 100, siempre que,
además, todas esas entidades cumplan los demás requisitos establecidos en el citado
apartado 1 del artículo 130 de la Ley del Impuesto de Sociedades”.
Del tenor literal de la expresión “rentas derivadas de la transmisión de la participación
en dichas entidades no residentes” se desprende con claridad que el adquirente en dicha
transmisión puede ser la sociedad española perceptora de los dividendos que aplica la
exención. Así lo confirma la contestación de la Dirección General de Tributos de 27 de
noviembre de 1996; en el supuesto analizado en dicha resolución una sociedad residente
en España adquiere a su filial residente en Holanda las participaciones que dicha filial
poseía en otras sociedades residentes en el extranjero y cuyos ingresos procedían de la
realización de actividades empresariales; una vez efectuada la transmisión, la filial
holandesa distribuía a la sociedad española un dividendo por el importe del beneficio
70
realizado en la venta de las participaciones. La Administración entiende, a los efectos de
la aplicación del artículo 30 bis, que según el artículo 130.1.c) de la Ley del Impuesto
sobre Sociedades debe entenderse por rentas que deriven de la realización de actividades
empresariales en el extranjero las rentas derivadas de la transmisión de la participación de
entidades no residentes en territorio español que cumplan los requisitos previstos en el
apartado 1 del artículo 130 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades respecto de las que
la entidad residente en territorio español tenga una participación, directa e indirecta,
superior al 5 por 100; en consecuencia, cumpliéndose los requisitos previstos en el
apartado 3 del artículo 30 bis, la sociedad residente en España podía aplicar la deducción
prevista en el artículo últimamente citado.
La ley no precisa como deba calcularse el importe de las rentas derivadas de la
transmisión de la participación; la cuestión podrá alcanzar relevancia cuando la sociedad
participada extranjera obtenga simultáneamente rentas empresariales y rentas pasivas y
sea preciso determinar si el importe de los ingresos correspondientes a las primeras
alcanzan el ya citado porcentaje del 85 por 100. Puede ocurrir, en efecto, que la
transmisión de la participación se realice en varias operaciones distintas; en tal caso, es
posible que una operación de lugar a una ganancia patrimonial en tanto que otra
operación puede originar una pérdida patrimonial, lo que a su vez exige determinar si
cada operación debe computarse separadamente o si es preciso integrar y compensar
entre sí las ganancias con las pérdidas.
71
VI.- LAS RENTAS OBTENIDAS EN LA TRANSMISIÓN DE LA
PARTICIPACIÓN.-
El apartado 2 del artículo 20 bis completa la exención establecida por el apartado 1
para los dividendos procedentes de entidades no residentes con la correlativa exención de
las rentas obtenidas en la transmisión de la participación en dichas entidades. Dada la
amplitud del citado apartado estudiaremos por separado la regla general y las reglas
especiales allí contenidas.
La regla general aparece expresada en el párrafo primero del apartado 2: “Estará
exenta la renta obtenida en la transmisión de la participación en una entidad no residente
en territorio español, cuando se cumplan los requisitos establecidos en el apartado
anterior. El mismo régimen se aplicará a la renta obtenida en los supuestos de separación
del socio o disolución de la entidad”.
No parece necesario insistir en el fundamento de esta exención. Es cierto que, desde
una perspectiva jurídico-formal, la percepción de un dividendo y la transmisión de una
participación en el capital de una sociedad son actos distintos y dan lugar a rentas
también diferentes. Pero un análisis que atienda a la realidad económica subyacente, y en
el que prime la sustancia sobre la forma, no puede desconocer que la percepción de un
dividendo y la transmisión de la participación no son sino técnicas para materializar la
participación del socio en los beneficios de la sociedad. La equiparación de los
dividendos y de las rentas obtenidas en la transmisión de la participación no es, en
última instancia, sino una consecuencia del genérico principio de igualdad. Parece por ello
aconsejable extender a las rentas obtenidas en la transmisión de la participación el
beneficio tributario establecido para la obtención de los dividendos.34
34 Aunque la asimilación de los dividendos y las plusvalías obtenidas por la transmisión de laparticipación sólo se ha producido en nuestro ordenamiento con caracter general en fecha reciente, a partirdel Decreto-ley 8/1996 y la Ley 10/1996; sin embargo el problema de la doble imposición de losbeneficios sociales no distribuidos era ya sobradamente conocido por la doctrina; cfr. PALAO, C., Laimposición sobre las ganancias de capital y la justicia tributaria,, pp. 51 ss.
72
Conviene subrayar, por el contrario, las posibilidades que ofrece esta exención para
definir la política de destino o empleo de los beneficios que deba seguir la sociedad
participada. A la vista de las posibilidades que abren los apartados 1 y 2 del artículo 20
bis, la sociedad española titular de las participaciones puede adoptar una de estas dos
posturas: o bien influir para que la sociedad participada extranjera distribuya dividendos
y aplicar la exención prevista en el apartado1; o bien influir para que la sociedad
participada extranjera no distribuya dividendos, en cuyo caso la renta se materializará en
el momento de transmitir la participación y se aplicará la exención prevista en el
apartado 2.
La eficacia de la exención puede variar notablemente según cual sea el país de residencia
de la entidad participada cuyas participaciones son transmitidas. A estos efectos, es
preciso diferenciar tres supuestos distintos:
a) La entidad participada reside en un país con el que España no tiene convenio. La carga
tributaria que soportará la renta derivada de la transmisión de la participación dependerá
directamente de la legislación interna de aquel país. Es probable que dicho país grave
dicha renta en virtud de alguna norma equiparable al artículo 12.1.h) de la Ley 41/1998,
de 9 de diciembre, del Impuesto sobre la Renta de no Residentes; en tal caso el sujeto
pasivo podrá optar por aplicar en España la exención del artículo 20 bis o acogerse a la
deducción del artículo 29, pero ambas posibilidades se limitan a evitar la doble
imposición y dejan subsistente el impuesto pagado en el país de residencia de la
participada. La situación será por lo tanto más ventajosa cuando aquel país no grave
tales rentas o las grave a tipos reducidos.
b) La entidad participada residen en un país con el que existe un convenio que contiene
una cláusula específica sobre este tipo de rentas. Algunos convenios (Argentina,
Australia, Bélgica, Corea, China, Estados Unidos, Francia, India, Irlanda, Israel, México,
Noruega, Portugal) incluyen, en el artículo dedicado a las “ganancias de capital”, un
73
apartado específico en el que se dispone expresamente que las ganancias derivadas de la
enajenación de acciones o participaciones en una sociedad residente de un Estado
contratante pueden someterse a imposición en ese Estado si se cumplen determinados
requisitos sobre porcentaje de participación (10% ó 25%) y periodo de permanencia de
esa participación. Nuevamente aquí la carga tributaria de tales rentas dependerá de la
forma como sean gravadas en el país de residencia de la participada, si bien algunos de
los convenios citados limitan la cuantía del impuesto que puede ser aplicado en aquel
país por este concepto. El sujeto pasivo podrá en este supuesto aplicar las disposiciones
específicas del convenio para evitar la doble imposición o acogerse a la exención del
artículo 20 bis. En todo caso, dichas rentas soportarán la carga tributaria correspondiente
al país de residencia de la participada.
c)La entidad participada reside en un país con el que existe convenio que no contiene una
cláusula específica para las rentas derivadas de la transmisión de la participación
(Alemania, Austria, Bolivia, Brasil, Bulgaria, Cuba, Checoslovaquia, Dinamarca,
Ecuador, Finlandia, Hungría, Indonesia, Italia, Japón, Luxemburgo, Marruecos, Polonia,
Reino Unido, Rumanía, Suecia, Suiza, Tailandia, Túnez). En este caso suele aplicarse la
norma general y residual contenida en el apartado 4 del artículo 13 del Modelo de
Convenio según la cual las ganancias derivadas de la enajenación de bienes distintos de
los mencionados en los apartados anteriores (inmuebles, muebles afectos a un
establecimiento permanente o a una base fija, ciertos buques y aeronaves) sólo pueden
someterse a imposición en el Estado contratante en que reside el transmitente. Según el
número 30 de los Comentarios Oficiales al Modelo de Convenio, el artículo 13 no
contiene una disposición específica para las ganancias derivadas de la transmisión de la
participación en sociedades, por lo que tales ganancias sólo pueden ser gravadas en el
Estado de residencia del transmitente y, en consecuencia, se excluye la tributación por el
Estado de la fuente, en este caso el Estado de residencia de la participada35 . En rigor, en
este supuesto no existe doble imposición; el Estado de residencia de la participada no
grava esta renta porque se lo impide el convenio; a su vez, España tampoco la grava
35 VOGEL, K., Doppelbesteuerungsabkommen, Art. 13, nº 95.
74
porque la declara exenta. De todo ello se deduce que la exención del número 2 del artículo
20 bis no puede ser calificada en estos casos como una medida para evitar la doble
imposición, sino más bien como un beneficio tributario de apoyo y estímulo a la
internacionalización de las empresas españolas. Nuevamente aquí se produce el resultado
de que las rentas derivadas de la transmisión de la participación en entidades extranjeras
son mejor tratadas que las rentas derivadas de la transmisión de la participación en
entidades españolas.
El apartado 2 del artículo 30 bis, antecedente inmediato del actual apartado 2 del
artículo 20 bis, introducía un importante límite cuantitativo al tomar como magnitud
relevante el “incremento neto de los beneficios no distribuidos, correspondientes a la
participación transmitida, generados por la entidad participada durante el tiempo de
tenencia de la participación transmitida”. La restricción cuantitativa introducida por
dicho precepto, que coincidía en lo sustancial con la establecida para los dividendos y
plusvalías de fuente interna por el apartado 5 del artículo 28, se justificaba en la
conveniencia de limitar el importe del beneficio tributario a la parte de renta obtenida en
la transmisión de la participación que derivara del incremento neto de los beneficios no
distribuidos generados por la entidad participada; pero esta limitación obligaba a
cuantificar el importe del citado incremento neto de los beneficios no distribuidos, lo que
ocasionaba no pocas dificultades.
La doctrina había puesto de manifiesto la diferencia en la amplitud de la exención para
los supuestos de transmisión de la participación en entidades no residentes según
resultara de aplicación el apartado 2 del artículo 30 bis o el apartado 2 del artículo 130
relativo a las entidades de tenencia de valores extranjeros. El apartado 2 del artículo 30
bis solo se aplicaba, según hemos visto, a los incrementos de patrimonio puestos de
manifiesto con ocasión de la transmisión de la participación que se correspondieran con
reservas no distribuidas originadas en el periodo de tenencia de la participación; por lo
tanto, este precepto no se aplicaba si el incremento de patrimonio derivaba de la
existencia de un fondo de comercio en la entidad participada extranjera. Por el contrario,
75
el apartado 2 del artículo 130 se aplicaba a cualquier incremento de patrimonio. Esta
disparidad de tratamiento constituía una de las diferencias más significativas entre la
regulación del artículo 30 bis y la establecida para las entidades de tenencia de valores
extranjeros por el artículo 130.
El apartado 2 del artículo 20 bis ha suprimido el indicado límite cuantitativo y
extiende el ámbito de la exención a la totalidad de las rentas positivas que se hayan
obtenido en la transmisión de la participación, siguiendo de esta manera la solución
adoptada previamente por el antiguo apartado 2 del artículo 130. La exención
comprende, por lo tanto, no solo la parte de la renta obtenida en la transmisión que
corresponda al incremento neto de los beneficios no distribuidos generados por la
entidad participada durante el tiempo de tenencia de la participación, sino también la
parte de renta obtenida en la transmisión que corresponda a otras causas. Pero la
solución adoptada por el legislador puede ser objeto de crítica desde diversos puntos de
vista. De una parte, las razones que justifican la extensión a las rentas obtenidas en la
transmisión de la participación del método para eliminar la doble imposición previsto
para los dividendos exigen que se produzca una situación de doble imposición, es decir,
que las rentas derivadas de la transmisión de la participación correspondan a reservas
explícitas36; de lo contrario, se terminaría dispensando mejor trato a las rentas derivadas
de la transmisión de la participación que a los dividendos. De otra, el estudio
comparativo del apartado 5 del artículo 28 y del apartado 2 del artículo 20 bis pone de
manifiesto que en la actualidad las rentas derivadas de la transmisión de la participación
en entidades extranjeras pueden recibir mejor trato que las rentas derivadas de la
transmisión de la participación en entidades españolas.
El apartado 2 del artículo 20 bis, siguiendo en este punto la fórmula que empleaba con
anterioridad el apartado 2 del artículo 130, dispone que la exención comprende “la renta”
obtenida en la transmisión de la participación. El tenor literal del precepto últimamente
citado suscitaba la duda de si la no integración en la base comprendía solamente las
36 Vid., Bruhler Empfehlungen zur Reform der Unternehmensbesteuerung, Bericht der Kommission zurReform der Unternehmensbesteuerung, p. 52.
76
rentas positivas o si abarcaba también las rentas negativas o pérdidas. La cuestión se
plantea porque el método de exención supone que las rentas de fuente extranjera, con
independencia de que sean positivas o negativas, no se incluyen en la base imponible;
esto significa que las pérdidas producidas en el extranjero no se incluyen en la base
imponible37 y, en consecuencia, no son compensables con las demás rentas positivas. El
efecto descrito, es decir que las pérdidas producidas en el país de la fuente no sean
tomadas en consideración por el impuesto del país de la residencia, ha sido calificado
como el inconveniente decisivo de este método y el reverso del dogma de la exención38.
La tesis expuesta ha sido, no obstante, objeto de crítica desde diferentes puntos de vista.
Se ha destacado, en este sentido, que el método de exención persigue que sólo sea
gravado el último eslabón, en este caso el socio de la sociedad residente que aplica la
exención; pero este efecto no se consigue plenamente si no se permite que la sociedad
deduzca la pérdida. La no inclusión de las pérdidas en la base imponible significa,
además, que el impuesto que grava a la sociedad no toma en consideración en absoluto
pérdidas de valor realizadas, efecto que puede ser calificado como contrario al principio
de capacidad económica. Conviene destacar, por último, que no parece adecuado que la
posibilidad de deducir las pérdidas procedentes del extranjero se haga depender del
método, exención o imputación, elegido en cada caso. Por todo lo cual ha podido
afirmarse que la imposibilidad de deducir las pérdidas procedentes del extranjero podría
colisionar en algunos casos con la finalidad perseguida por el método de exención39.
.La cuestión fue abordada por la Resolución de la Dirección General de Tributos de 27
de diciembre de 1996, respecto de las entidades de tenencia de valores extranjeros pero
con argumentos que pueden ser aplicados al caso que nos ocupa, en los siguientes
términos: “La interpretación correcta de dicho apartado (se refiere al apartado 2 del
artículo 130) debe atender al espíritu y finalidad de la norma. En este sentido, el régimen
37 JACOBS, O. Internationale Unternehmensbesteuerung, p. 18.38 MÖSSNER, J.M., Die Methoden zur Vermeidung der Doppelbesteuerung. Vorzüge, Nachteile,aktuelle Probleme., pp. 149 ss.39 HERRMANN/HEUER/RAUPACH, Einkommensteuer- und Körperschaftsteuer. Sonderlieferung zurSteuerreform 1999/2000/2002, KStG parágrafo 8b, Anm. 14.
77
especial de las entidades de tenencia de valores extranjeros tiene como objeto eliminar la
doble imposición económica internacional por las rentas derivadas de las participaciones
tenidas sobre entidades no residentes que desarrollen actividades empresariales,
cualquiera que sea la forma en la que se manifieste la renta en aquella entidad de tenencia,
esto es, tanto si toma la forma de dividendo como de renta generada en la transmisión de
esa participación, de manera que solamente se alcanza dicha finalidad cuando esta última
renta sea positiva, por lo que, en caso de que en la transmisión de las participaciones se
obtenga una pérdida, la misma se integrará en la base imponible”.40
El Decreto-Ley 3/2000 se hizo eco de la tesis de la Dirección General de Tributos y
especificó que estaba exenta “la renta positiva” obtenida en la transmisión de la
participación. Con posterioridad, la Ley 6/2000 ha vuelto a la redacción del antiguo
artículo 130 y declara exenta, según hemos visto, a “la renta”, sin efectuar distinción
alguna sobre su signo positivo o negativo. La cuestión se plantea ahora en los mismos
términos en que se planteaba bajo la vigencia del antiguo artículo 130.2, por lo que debe
considerarse vigente la doctrina expresada en la citada Resolución de la Dirección General
de Tributos; en consecuencia, si la transmisión de la participación produce una pérdida
patrimonial, dicha renta negativa deberá seguir el régimen general y se incluirá en la base
imponible de la sociedad española que ha efectuado la transmisión.
El tenor literal del apartado 2 obliga a determinar el alcance del concepto “transmisión
de la participación”. Algunos convenios utilizan una fórmula más estricta y toman en
consideración únicamente las ganancias derivadas de la “enajenación de acciones”
(artículo 13.3 del convenio con México); otros convenios, por el contrario, utilizan unos
términos más amplios que comprenden las ganancias que un residente de un Estado
contratante obtenga directa o indirectamente de la “enajenación, intercambio u otra
disposición, de participaciones” (artículo 13.3 del convenio con Israel). El sentido y
finalidad de la norma justifican que el concepto “transmisión de la participación” sea
interpretado en un sentido amplio, que englobará no sólo la enajenación o venta sino
40 Vid. MARTIN JIMENEZ, A., Consideraciones sobre el régimen de las entidades de tenencia devalores extranjeros tras la aprobación del Reglamento del Impuesto sobre Sociedades, pp.706 ss.
78
también otros actos o negocios jurídicos susceptibles de producir idénticos efectos
económicos, tales como la permuta o la aportación a una sociedad41. En concreto,
pueden incluirse entre las transmisiones de participaciones contempladas por el artículo
20 bis.2 las aportaciones no dinerarias especiales previstas por el artículo 108 de la ley;
así lo ha reconocido la Administración al interpretar que la renuncia al régimen de
diferimiento previsto para este supuesto por el artículo 98 no impide aplicar la exención
del artículo 20 bis42. A su vez, el artículo 27 de la Ley 6/2000 ha añadido un nuevo
apartado 3 al artículo 110 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades por el que se declara
la incompatibilidad de la exención prevista por el artículo 20 bis para las rentas derivadas
de la transmisión de participaciones en entidades no residentes con el régimen de
diferimiento de rentas contenido en el capítulo VIII del título VIII de la citada ley que
regula el régimen especial de las fusiones, escisiones, aportaciones de activos y canjes de
valores; la incompatibilidad entre ambos regímenes viene a reconocer, aunque de forma
implícita, que las operaciones reguladas por el citado capítulo VIII del título VIII pueden
constituir la transmisión de la participación a que se refiere el número 2 del artículo 20
bis.
Las dudas sobre el alcance de los términos “transmisión de la participación” han surgido
a propósito de las rentas que se ponen de manifiesto como consecuencia de la realización
de determinadas operaciones societarias. La cuestión se ha planteado porque, a diferencia
del artículo 28 relativo a la deducción para evitar la doble imposición interna, que se
aplica no solo a la percepción de dividendos y participaciones en beneficios y a la
transmisión de la participación, sino también a otros supuestos expresamente
contemplados en su apartado 3; por el contrario, el artículo 30 bis se refería solamente a
la percepción de dividendos y participaciones en dividendos y a la transmisión de la
participación. Podía por ello suscitarse si la deducción prevista en el artículo 30 bis era
también aplicable, en su caso, a las rentas procedentes de las operaciones enunciadas en
41 Sobre la posibilidad de aplicar la exención del artículo 20 bis a las aportaciones no dinerarias a que serefieren los artículos 98 y 108 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades, vid. la Contestación de laDirección General de Tributos de 27 de febrero de 2001, nº de consulta V0006-01, Gaceta Fiscal nº 199,junio 2001, pp. 46 ss.42 Vid. la Contestación de la Dirección General de Tributos de 27 de febrero de 2001, nº de consultaV0006-01, publicada en Gaceta Fiscal nº 199, junio de 2001, pp. 46 ss.
79
el apartado 3 del artículo 28, tales como liquidación de sociedades, separación de socios,
adquisición de acciones o participaciones propias para su amortización y disolución sin
liquidación en las operaciones de fusión, escisión total o cesión global del activo y
pasivo. El apartado 2 del artículo 20 bis ha resuelto parcialmente la cuestión al disponer
que “El mismo régimen (previsto para las rentas obtenidas en la transmisión de la
participación) se aplicará a la renta obtenida en los supuestos de separación del socio o
disolución de la entidad”.
La justificación de la citada norma no ofrece, en principio, excesivas dificultades. De la
misma manera que se asimila la renta derivada de la transmisión de la participación a los
dividendos, parece también coherente dispensar a las rentas ocasionadas por la
disolución de la sociedad participada el mismo trato que se arbitra para las puestas de
manifiesto con motivo de la transmisión de la participación. Pero la solución adoptada
por el inciso transcrito ha sido objeto de críticas desde diversas perspectivas. Conviene
destacar, ante todo, que el artículo 4.1 de la Directiva del Consejo (90/435/CEE) de 23 de
julio de 1990, relativa al régimen fiscal común aplicable a las sociedades matrices y
filiales de Estados miembros diferentes, excluye de su ámbito de aplicación los beneficios
recibidos por una sociedad matriz de su sociedad filial por motivo de la liquidación de la
citada filial; para justificar esta exclusión se ha invocado que la Directiva persigue
incentivar la formación de grupos de sociedades europeos, en tanto que la inclusión de
las rentas derivadas de la liquidación de las filiales favorecería el desmembramiento de
tales grupos43. La disparidad de criterios entre la Directiva y el artículo 20 bis evidencia,
una vez más, que el régimen introducido por el citado precepto no puede ser calificado
como mera transposición de la Directiva.
El precepto transcrito deja abiertos también algunos interrogantes sobre la calificación
de estas rentas. Puede plantearse, en este orden de consideraciones, si la separación del
socio y la disolución de la sociedad deben asimilarse a la transmisión de la participación,
43 MAISTO, G. Il regime tributario dei dividendi nei rapporti tra “societá madri” e “societá figlie”, p.64.; CONTRINO, A. The new Italian tax regime of “inbound dividends” paid by subsidiaries resident innon-EU countries, p. 105.
80
como reconoce el apartado 2 del artículo 20 bis, o a la obtención de dividendos y
participaciones en beneficios, como se deduce con algunos matices del apartado 3 del
artículo 28. La calificación de la renta puede depender de la perspectiva que se adopte.
Para la sociedad participada, la distribución de los beneficios derivados de su liquidación
es una distribución de beneficios retenidos, por lo que debería aplicarse la misma regla
que se ha aplicado a las distribuciones de beneficios efectuadas durante la vida de la
sociedad. Por el contrario, si la sociedad que detenta la participación en el momento de la
liquidación adquirió las acciones durante la vida de la sociedad liquidada, puede
entenderse que la distribución efectuada con motivo de la liquidación es un pago por la
entrega de las acciones que ocasiona una posible ganancia de capital44.
Algunos convenios incorporan un apartado en el Protocolo por el que se especifica que,
con referencia al artículo 10.3 del convenio, en el que se define el concepto de dividendo,
se entenderá que el término “dividendo” comprende los beneficios derivados de la
liquidación de una sociedad (con diferentes matices, los convenios con Bélgica,
Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Israel). La calificación de los beneficios derivados
de la liquidación como dividendo producirá diversos efectos. De una parte, esas rentas
podrán ser gravadas en el país de la fuente conforme a las previsiones del artículo 10.2
del correspondiente convenio. De otra, una misma renta será calificada de forma distinta
según se le aplique el convenio o la norma interna representada en este caso por el
número 2 del artículo 20 bis.
Cuando se trata de dividendos y plusvalías de fuente interna, el artículo 28.3 de la ley
únicamente permite efectuar la deducción, en los supuestos de liquidación de sociedades
y separación de socios, respecto de las rentas computadas derivadas de dichas
operaciones, en la parte que corresponda a los beneficios no distribuidos y a la renta que
la entidad liquidada deba integrar en la base imponible de acuerdo con lo establecido en el
artículo 15.3 de la ley. Se elimina de esta manera la doble imposición originada porque
unas mismas rentas, las puestas de manifiesto con motivo de la liquidación de la
44 FARMER, P., LYAL, R., EC Tax Law, p. 273.
81
sociedad, tributan tanto en la sociedad liquidada, dando origen a la llamada plusvalía de
disolución (artículo 15.3), como en el socio de dicha sociedad (artículo 15.6). Por el
contrario, la exención del artículo 20 bis. 2 opera con independencia de que la plusvalía
de disolución de la sociedad participada, correspondiente a sus reservas tácitas, haya
tributado o no en su país de residencia, bastando según ya nos consta, que la citada
sociedad haya estado gravada por un impuesto de naturaleza idéntica o análoga al
Impuesto sobre Sociedades español. Debemos precisar aquí que el tratamiento
dispensado por el país de residencia de la participada a la plusvalía de disolución es
irrelevante para calificar al impuesto allí vigente como idéntico o análogo al impuesto
español; basta considerar las diferentes soluciones de que ha sido objeto la expresada
plusvalía en nuestro ordenamiento para concluir que su régimen jurídico-tributario no
puede constituir un elemento decisivo a la hora de comparar otro impuesto con el
español45 .
El apartado 2 condiciona la aplicación de la exención a que se cumplan los requisitos
establecidos en el apartado 1. De la interpretación conjunta de los apartado 2 y 1.a) se
deduce que no es necesario que se transmita un porcentaje de participación mínimo del 5
por 100; bastará en estos casos que el porcentaje antes de la transmisión sea como
mínimo del 5 por 100. Así parece confirmarlo el párrafo 2 del apartado 2 al disponer,
con una redacción ciertamente mejorable, que “El requisito previsto en la letra a) del
apartado anterior deberá cumplirse el día en que se produzca la transmisión”. Tampoco
se exige que con posterioridad a la transmisión se mantenga un determinado porcentaje
de participación; pero si como consecuencia de la transmisión el porcentaje de
participación es inferior al 5 por 100 se producirá un doble efecto: de una parte, no
podrá practicarse en lo sucesivo la deducción por dividendos; de otra, cuando se
transmita la participación restante, o una parte de la misma, no se podrá aplicar la
exención por transmisión de participación.
45 Sobre la evolución de la citada plusvalía en nuestro ordenamiento, vid. AA.VV. Comentarios alImpuesto sobre Sociedades, Cuatrecasas, t. 1, pp. 618 ss.
82
Cuando se transmite la participación en una entidad residente en territorio español, el
apartado 5 del artículo 28 exige que la entidad participada tribute al tipo general del
Impuesto sobre Sociedades o al tipo del 40 por 100. Por el contrario, cuando la
participación transmitida corresponde a una entidad no residente en territorio español
bastará que la entidad participada haya estado gravada por un impuesto de naturaleza
idéntica o análoga al Impuesto sobre Sociedades español, según resulta de la aplicación
conjunta de los apartados 2 y 1.b). La diferente configuración del requisito en cuestión
en ambos supuestos puede ocasionar que resulten mejor tratadas las transmisiones de
participaciones en sociedades no residentes en territorio español por comparación a la
transmisión de participaciones en sociedades residentes en España.
De la interpretación conjunta y sistemática de los apartados 2 y 1.b) se deduce que no es
preciso que la renta obtenida en la transmisión de la participación haya estado gravada en
el país de residencia de la participada; el apartado 2 no añade nuevos requisitos y se
limita a remitirse a los establecidos en el apartado 1; a su vez, el apartado 1.b) se refiere,
como es sabido, al impuesto extranjero que grave la renta de la entidad participada, pero
nada dice respecto de los eventuales impuestos que recaigan sobre la renta obtenida por
la transmisión de la participación.
Además de los requisitos comunes a la percepción de dividendos, el apartado 3 del
artículo 30 bis establecía uno específico para las rentas derivadas de la transmisión de la
participación: “Adicionalmente, en el caso de rentas derivadas de la transmisión de
valores, la persona o entidad adquirente, si es residente en territorio español, no deberá
estar vinculada con la entidad transmitente”. En idénticos términos se pronunciaba el
apartado 2.b) del artículo 130 para las entidades de tenencia de valores extranjeros.
Ambos preceptos fueron objeto de crítica. De una parte, se puso de manifiesto que el
ordenamiento español utiliza un concepto muy amplio de entidad vinculada, por lo que
la citada norma podía perjudicar operaciones realizadas por motivos económicos válidos.
De otra, se subrayó que la citada restricción podía ser fácilmente eludida mediante el
reparto de las reservas de la filial extranjera previamente a la venta de la participación, si
83
bien esta posibilidad estaba condicionada al grado de influencia de la sociedad española
sobre la extranjera. Las críticas citadas explican que el mencionado requisito haya
desaparecido del artículo 20 bis. En su lugar, se dispone ahora que “No se aplicará la
exención cuando el adquirente resida en un país o territorio calificado reglamentariamente
como paraíso fiscal”.
Junto a la regla general estudiada, el apartado 2 del artículo 20 bis establece varias
reglas especiales para supuestos concretos. La primera de ellas aparece en el subapartado
a):
“En los siguientes supuestos, la aplicación de la exención tendrá las especialidades
que se indican a continuación:
a) Cuando la entidad no residente posea, directa o indirectamente, participaciones en
entidades residentes en territorio español o activos situados en dicho territorio y la suma
del valor de mercado de unas y otros supere el 15 por 100 del valor de mercado de sus
activos totales.
En este supuesto, la exención se limitará a aquella parte de la renta obtenida que se
corresponda con el incremento neto de los beneficios no distribuidos generados por la
entidad participada durante el tiempo de tenencia de la participación”.
La aplicación de esta regla planteará algunas dificultades prácticas. Habrá que
conocer, en efecto, que la entidad no residente posee las participaciones y los activos de
referencia; la dificultad será mayor cuando las participaciones y los activos sean
poseídos indirectamente, a través de otra sociedad que podrá ser residente en un tercer
país. Será preciso determinar, además, el valor de mercado de dichos activos y
participaciones. Por último, la norma exige conocer el valor de mercado de los activos
totales de la entidad participada no residente, incluidos no solo los activos situados en el
país de residencia de la sociedad sino también los situados en terceros países.
Nada dice la ley sobre el momento en que deben concurrir tales requisitos. Podría
entenderse que tales requisitos deben haber concurrido durante todo el periodo de
84
tenencia de la participación, o durante una parte de ese periodo, o que basta que tales
requisitos se cumplan en el momento de efectuar la transmisión de la participación.
Del sentido y finalidad de la norma, así como de su conexión con la regla general, se
desprende que incumbe a la Administración tributaria la carga de la prueba de la
concurrencia de los requisitos enunciados. Por lo común, el sujeto pasivo habrá
acreditado, o estará en condiciones de acreditar en la eventual comprobación, que
concurren las circunstancias que justifican la aplicación de la exención reconocida por la
regla general. En la medida en que la regla especial aparece articulada como una excepción
a la regla general, y que dicha regla especial produce comparativamente unos efectos
perjudiciales para el sujeto pasivo, corresponderá a la Administración tributaria la
prueba de las circunstancias específicas que justifican la aplicación de dicha regla
especial.
Para determinar el importe de la renta que se considera exenta, la regla especial se
sirve del límite cuantitativo que utilizaba anteriormente el apartado 2 del artículo 30 bis
y que continúa utilizando el apartado 5 del artículo 28. Ello significa que son trasladables
aquí las cuestiones que suscita la interpretación de los preceptos citados. Las
dificultades surgen al interpretar el alcance de los términos “incremento neto de los
beneficios no distribuidos” y “tiempo de tenencia de la participación”.
La contestación de la Dirección General de Tributos de 1 de enero de 2000, a
propósito del apartado 5 del artículo 28, se ha expresado en los siguientes términos: “De
acuerdo con la finalidad del precepto, para determinar el incremento neto de los
beneficios no distribuidos durante el tiempo de tenencia de la participación, deberá
tenerse en cuenta que a los beneficios no distribuidos que figuren en el último balance
cerrado con anterioridad a la transmisión, minorados en los beneficios objeto de
distribución con posterioridad a esa fecha y antes de la transmisión, deberán agregarse
los beneficios correspondientes al ejercicio en curso en proporción a los días de tenencia
85
de la participación respecto de la total duración del mismo, salvo que de otro modo
puedan determinarse de forma exacta.”
La interpretación sostenida por la Dirección General de Tributos se acomoda al tenor
literal de la ley; el tiempo de tenencia de la participación no puede ser sino el tiempo que
transcurre entre la adquisición y la transmisión de la participación. Pero esta solución
plantea dificultades de dos clases.
Plantea, en primer lugar, dificultades de orden teórico porque en la fecha de
transmisión de la participación no existe, en rigor, un beneficio generado hasta esa fecha,
sino unas cuentas de ingresos y gastos; habrá que esperar al cierre del ejercicio para saber
si la liquidación de las cuentas de ingresos y gastos determina un beneficio y, en su caso,
el importe de dicho beneficio. Para salvar este obstáculo, la contestación de la Dirección
General de Tributos recurre a un método lineal, prorrateando el importe de los beneficios
en función de los días de tenencia de la participación, si bien deja abierta la posibilidad de
que de otro modo puedan determinarse de forma exacta.
Puede plantear, en segundo lugar, dificultades de orden práctico si en el momento de
efectuar la declaración y pretender aplicar la exención no se conoce el importe de tales
beneficios. La mencionada contestación de la Dirección General de Tributos señala a este
respecto que “En el caso de que al tiempo de presentar la declaración por el impuesto
sobre sociedades correspondiente al periodo impositivo en el que las rentas derivadas de
la transmisión se integran en la base imponible no pueda conocerse o estimarse el
importe de los beneficios del ejercicio en que se produce la transmisión, el sujeto pasivo
podrá optar por aplicar la deducción sobre las cuotas íntegras de los periodos
impositivos que concluyan en los siete años inmediatos y sucesivos o solicitar, en su
caso, rectificación de su declaración-liquidación, cuando tenga conocimiento de aquellos”.
Las referencias a la deducción de la cuota, propias del método empleado por el artículo
28.5, deben adaptarse al método de exención establecido por el artículo 20 bis.2.
86
La ley 6/2000, de 13 de diciembre, ha introducido la regla especial del apartado d), a
cuyo tenor, “Cuando la participación en la entidad no residente hubiera sido valorada
conforme a las reglas del régimen especial del capítulo VIII del título VIII de esta Ley y
la aplicación de dichas reglas, incluso en una transmisión anterior, hubiera determinado la
no integración de rentas en la base imponible de este impuesto, del Impuesto sobre la
Renta de las Personas Físicas o del Impuesto sobre la Renta de no Residentes, derivadas
de:
a,) La transmisión de la participación en una entidad residente en territorio español.
b,) La transmisión de la participación en una entidad no residente que no cumpla los
requisitos a que se refieren las letras b) y c) del apartado 1 anterior.
c,) La aportación no dineraria de otros elementos patrimoniales.
En este supuesto, la exención sólo se aplicará a la renta que corresponda a la diferencia
positiva entre el valor de transmisión de la participación en la entidad no residente y el
valor normal de mercado de la misma en el momento de su adquisición por la entidad
transmitente. El resto de la renta obtenida en la transmisión se integrará en la base
imponible del periodo.”
El precepto transcrito, no contemplado en la redacción original del artículo 20 bis por el
Real Decreto-Ley 3/2000, fue introducido durante la tramitación parlamentaria de aquel
como Proyecto de Ley en virtud de una enmienda de modificación presentada por el
Grupo Parlamentario Popular del Congreso justificada en los siguiente términos:
“Modificación de alcance técnico y finalidad aclaratoria, para garantizar, sin ningún
género de dudas, la tributación en España de las plusvalías derivadas de la venta de
participaciones en empresas españolas.
El precepto, en su redacción vigente, ya establece que la exención se limita a las
plusvalías de fuente extranjera, esto es, a las derivadas de participaciones en entidades no
residentes en España. No obstante, se pretende aclarar específicamente el tratamiento
que tendría la transmisión de una participación en una entidad no residente que ha sido
obtenida como consecuencia de un canje por participaciones en una entidad residente,
incluso en el caso de que hubiera venido seguida de una aportación a una entidad de
87
tenencia de valores extranjeros, operaciones ambas que se ampararían en el régimen de
diferimiento impositivo del Capítulo VIII del Título VIII de la Ley 43/1995. Pese a la
complejidad del mecanismo utilizado, la redacción vigente bastaría para excluir del
ámbito de la exención la plusvalía que tiene su origen en la participación de una entidad
española: obviamente, no se trata de una plusvalía de fuente extranjera, como exige el
precepto, ni se cumplen los requisitos establecidos en el artículo 20 bis en relación con el
principio de subrogación de los nuevos valores (extranjeros) en la situación tributaria de
los antiguos canjeados (españoles)”.46
El sentido y alcance de esta regla especial han sido precisados por la Contestación de la
Dirección General de Tributos de 21 de diciembre de 2000, Nº Consulta V0097-0047. En
el supuesto de que la participación en la entidad no residente hubiera sido adquirida
mediante una operación de canje de valores amparada en el régimen del capítulo VIII del
título VIII de la ley, siendo los valores canjeados participaciones en el capital de una
entidad residente en territorio español, la renta obtenida en la transmisión de la
participación en la entidad no residente no podría acogerse a la exención del artículo 20
bis 2 por no cumplir los requisitos establecidos en dicho precepto. Como ya se ha
indicado, el citado artículo exige que los requisitos previstos en las letras b) y c) del
apartado 1 “deberán ser cumplidos en todos y cada uno de los ejercicios de tenencia de la
participación”; la Administración entiende que, por la subrogación implícita en la
operación de canje, esos requisitos deben cumplirse igualmente en los ejercicios
anteriores a la operación de canje por la que la participación en la entidad no residente
sucede en los derechos y obligaciones de la participación canjeada en la entidad residente,
siendo que en tales ejercicios la entidad participada (residente en territorio español) ni
estaba sujeta a un impuesto extranjero ni realizaba actividades empresariales en el
extranjero.
En el supuesto ahora analizado, cuando la participación en la entidad no residente
hubiera sido valorada en el momento de su adquisición por canje conforme a las reglas del
46 ALONSO ALONSO, R., Novedades introducidas en la normativa del Impuesto sobre Sociedades porla Ley 6/2000, p. 8647 Publicada en Gaceta Fiscal nº 196, marzo 2001, pp. 80 ss.
88
capítulo VIII del título VIII de la ley, y aun cuando la aplicación de esas reglas de
valoración hubiera determinado la no integración en la base imponible del impuesto de las
rentas derivadas de la transmisión de la participación en una entidad residente en
territorio español, la regla especial ahora estudiada permite la aplicación de la exención
del artículo 20 bis 2 aunque sólo de manera parcial; por efecto de esta regla, la plusvalía
procedente de la participación en la entidad residente, que se encontraba diferida, pasa a
tributar en el momento de la venta de la participación extranjera.
A su vez, la Contestación de la Dirección General de Tributos de 13 de junio de 2001, Nº
Consulta V0044-01 establece que “Por otra parte, caso de que la participación en la
sociedad residente en Francia se hubiera adquirido a través de una operación de canje de
valores amparada en el régimen especial del capítulo VIII del título VIII de la LIS, que
hubiera determinado la no integración de rentas en la base imponible de la consultante, a
efectos de aplicar el régimen de exención establecido en el artículo 20 bis de la LIS sobre
la renta que se obtenga en la posterior transmisión de aquella participación, la exención
sólo se aplicará a la renta que corresponda a la diferencia positiva entre el valor de
transmisión de la participación en la sociedad no residente y el valor normal de mercado
de la misma en el momento de su adquisición por la consultante, esto es, en el momento
de realizarse el canje de valores, de manera que el resto de renta obtenida en esa
transmisión se integraría en la base imponible de la consultante en el periodo impositivo
en que se realice dicha transmisión”48
48 Publicada en Gaceta Fiscal, nº 202, octubre 2001, pp. 91 ss.
89
VII. OTRAS CUESTIONES.-
1. NATURALEZA DE LA ENTIDAD PERCEPTORA.-
Nada dice el artículo 20 bis sobre la naturaleza o forma jurídica de la entidad que percibe
los dividendos u obtiene la renta derivada de la transmisión de la participación. Por lo
tanto, esta exención podrá ser aplicada, en principio, por cualquiera de los posibles
sujetos pasivos del Impuesto sobre Sociedades descritos en el artículo 7 de la ley; todo
ello sin perjuicio, naturalmente, de que la normativa reguladora del régimen de tales
entidades pueda establecer restricciones o prohibiciones a la posesión de participaciones
en entidades no residentes. A diferencia de los convenios, que en el artículo destinado a
la eliminación de la doble imposición únicamente permiten que la deducción por
dividendos extranjeros sea aplicada por sociedades, de la interpretación conjunta de los
artículos 7 y 20 bis se deduce que la exención que nos ocupa puede ser aplicada por
entidades que no sean sociedades en sentido estricto.
Existen, no obstante, algunas excepciones a la regla general. Así, el artículo 71 de la
misma ley dispone que las Instituciones de Inversión Colectiva reguladas en la Ley
46/1984, con excepción de las sometidas al tipo general de gravamen, no tienen derecho a
la exención objeto de estudio. La razón de ser de esta norma especial aparece apuntada
en el propio texto legal; el artículo 26.5 de la ley somete a las instituciones de inversión
colectiva que cumplan los requisitos allí establecidos al tipo de gravamen del 1 por 100,
lo que produce efectos equivalentes a una exención; puede sin embargo cuestionarse si no
sería más adecuado permitir que las citadas instituciones de inversión colectiva
practicaran la exención analizada aunque estuvieran sometidas a un tipo de gravamen más
elevado.
A su vez, el número 3. del artículo 20 bis dispone que “No se aplicará la exención
prevista en este artículo: a) A las rentas de fuente extranjera obtenidas por sociedades
transparentes”. Dado que el artículo 75.1 de la ley utiliza un criterio cuantitativo para
definir las sociedades transparentes -”las sociedades en que más de la mitad de su activo
90
esté constituido por valores”- podría ocurrir que una sociedad pasara a ser transparente
como consecuencia, precisamente, de la adquisición de la participación en la entidad
extranjera; no parece, sin embargo, que esta posibilidad sea coherente con el sentido y
finalidad de la exención comentada; sería por ello conveniente aclarar que la exención no
podrá ser aplicada por las sociedades que estuvieran sometidas al régimen de
transparencia en el momento de adquisición de la participación en la entidad extranjera.
Conviene destacar, en todo caso, que el propio artículo 75.1 de la Ley establece que “No
se computarán como valores, a efectos de lo previsto en esta letra en relación con las
sociedades en que más de la mitad de su activo esté constituido por valores, los
siguientes: ... -Los que otorguen, al menos, el 5 por 100 de los derechos de voto y se
posean con la finalidad de dirigir y gestionar la participación siempre que, a estos
efectos, se disponga de la correspondiente organización de medios materiales y
personales, y la entidad participada no esté comprendida en la presente letra ni en alguna
de las dos siguientes”. Basta la mera lectura del precepto transcrito para constatar que la
participación aquí mencionada está sometida a unos requisitos, finalidad de dirigir y
gestionar la participación y organización de medios materiales y personales, que no se
exigen por el artículo 20 bis; en teoría será posible, por lo tanto, que una participación
adquirida para disfrutar de la exención prevista en el artículo 20 bis no pueda acogerse a
la norma especial del artículo 75.1 supra transcrito; es preciso reconocer, sin embargo,
que en la práctica el cumplimiento de los requisitos enunciados por el artículo 75.1 no
planteará excesivas dificultades.
Puede también discutirse si la exención del artículo 20 bis es aplicable por los
establecimientos permanentes situados en España. La cuestión se plantea porque los
establecimientos permanentes no son sujetos pasivos del Impuesto sobre Sociedades por
lo que, en principio, no podrían beneficiarse de la exención. El artículo 30 bis disponía
expresamente que la deducción allí prevista sólo era aplicable “en el caso de obligación
personal de contribuir”, lo que excluía su aplicación por los establecimientos
permanentes. En esta misma dirección, el artículo 18.4 de la Ley 41/1998, de 9 de
91
diciembre, del Impuesto sobre la Renta de No Residentes, dispone que en la cuota
íntegra del impuesto correspondiente a los establecimientos permanentes podrán
aplicarse “el importe de las bonificaciones y las deducciones a que se refieren los
artículos 28 y 31 al 37 de la Ley 43/1995, de 27 de diciembre, del Impuesto sobre
Sociedades”; es evidente, por lo tanto, que los establecimientos permanentes no podían
aplicar la deducción del artículo 30 bis.
La solución adoptada por el legislador español se ha visto sustancialmente afectada por
la Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 21 de septiembre
de 1999 (Asunto C-307/97, caso Saint-Gobain); en dicha sentencia se declara que “Los
artículos 52 del Tratado CE (actualmente artículo 43 CE, tras su modificación) y 58 del
Tratado CE (actualmente, artículo 48 CE) se oponen a que un establecimiento
permanente situado en Alemania y explotado por una sociedad de capital con domicilio
social en otro Estado miembro no se beneficie, en las mismas condiciones que las
sociedades de capital con domicilio social en Alemania, de las siguientes ventajas fiscales:
-La exención del impuesto sobre sociedades para los dividendos recibidos de sociedades
establecidas en países terceros (“internationales Schachtelprivileg” en el ámbito del
impuesto sobre sociedades), prevista en un convenio fiscal celebrado con un país tercero
para evitar la doble imposición;
-la imputación, al impuesto alemán sobre sociedades, del impuesto sobre sociedades
pagado en un Estado distinto de la República Federal de Alemania por los beneficios de
una filial establecida en aquel, prevista en la legislación nacional”.
La doctrina española ha entendido que las deducciones de los artículos 30 y 30 bis eran
análogas y equiparables a las ventajas fiscales de que se discutía en esta sentencia, por lo
que el pronunciamiento del Tribunal era directa e inmediatamente aplicable a nuestro
ordenamiento; en consecuencia, el artículo 18.4 de la Ley 41/1998, supra transcrito, es
incompatible con el Tratado. Debía entenderse, por lo tanto, que los establecimientos
permanentes situados en España y explotados por una sociedad de capital con domicilio
92
social en otro Estado miembro podían aplicar las deducciones de los artículos 30 y 30
bis.49
La cuestión puede entenderse resuelta, aunque tal vez de forma no deliberada, con la
incorporación del artículo 20 bis. En la medida en que el artículo 17.1 de la citada Ley
41/1998 dispone que “La base imponible del establecimiento permanente se determinará
con arreglo a las disposiciones del régimen general del Impuesto sobre Sociedades”, y que
el artículo 20 bis forma parte de las normas reguladoras de la base imponible del régimen
general del citado impuesto, puede concluirse que los establecimientos permanentes
situados en España, incluidos los explotados por sociedades residentes en países no
integrados en la Unión Europea, pueden aplicar la exención del artículo 20 bis. Ocurre,
sin embargo, que la deducción prevista por el artículo 30 de la ley únicamente resulta
aplicable “en el caso de obligación personal de contribuir”. El resultado es a todas luces
insatisfactorio; los establecimientos permanentes situados en España pueden aplicar la
exención del artículo 20 bis, pero no pueden efectuar la deducción del artículo 30; sería
conveniente que el legislador eliminara a la mayor rapidez esta contradicción.
Ningún requisito se establece sobre la nacionalidad o residencia de los socios o
accionistas de la entidad residente en España titular de la participación; no existe, por lo
tanto, un precepto equivalente al último párrafo del artículo 13.1.g) de la Ley 41/1998
del Impuesto sobre la Renta de no Residentes, para los dividendos distribuidos por las
filiales españolas a sus matrices residentes en otros Estados de la Unión Europea, o al
incorporado por el artículo 24 de la Ley 29/1991 para el régimen matriz-filial en general.
Puede ocurrir, por lo tanto, que la entidad titular de la participación sea residente en
España pero esté controlada mayoritariamente por socios o accionistas no residentes en
España. La ausencia de una norma específica en tal sentido puede ser un argumento más
para sostener que la exención regulada por el artículo 20 bis rebasa el limitado marco de
las relaciones entre matrices y filiales.
49 La citada sentencia ha sido comentada por C. PALAO, No discriminación de establecimientospermanentes de empresas comunitarias, Revista de Contabilidad y Tributación, nº 207, junio 2000;MARTIN JIMENEZ, A., GARCIA PRATS, A., CALDERON CARRERO, J.M., Triangular cases, taxtreaties and EC law: the Saint Gobain decision of the ECJ, pp. 241 ss.
93
2. LA CUESTIÓN DE LOS GASTOS DEDUCIBLES.-
La introducción del método de exención por el artículo 20 bis obliga a plantear si tienen
la consideración de gastos deducibles los gastos referidos a la participación. Bajo la
vigencia del artículo 30 bis, la solución era pacíficamente admitida; aunque produjera
efectos equivalentes a la exención, dicho precepto establecía una deducción de la cuota;
ello significaba que el sujeto pasivo debía incluir en la base imponible no solo el importe
de los dividendos sino también el de los gastos necesarios para la obtención de tales
dividendos; a su vez, la base de la deducción estaba constituida por el importe íntegro de
los dividendos y, en consecuencia, los gastos necesarios para obtener los dividendos no
minoraban el importe de la deducción.
Por el contrario, el método de exención se caracteriza, entre otros extremos, porque las
rentas exentas, en este caso los dividendos, no se integran en la base imponible; de donde
se desprende, según han subrayado algunos autores, que en lógica consecuencia tampoco
se integrarán en la base los gastos necesarios para obtener dichas rentas; en caso
contrario, no solo se produciría un doble beneficio tributario para la entidad perceptora
de los dividendos, representado por la exención de las rentas positivas y la
deduccibilidad de los gastos necesarios para alcanzar esas rentas, sino que la
Administración tributaria experimentaría una merma significativa en su recaudación. Para
garantizar la no deducibilidad de los gastos vinculados a la participación, algunos
ordenamientos introducen presunciones según las cuales determinados gastos
objetivamente considerados, v. gr. los intereses de préstamos concertados en los seis
meses anteriores a la adquisición de la participación, no son deducibles salvo que la
entidad pruebe que el préstamo ha sido empleado para una finalidad distinta a la
adquisición de la participación que da lugar a la percepción de los dividendos exentos.50
50 VLAANDEREN, P., Why exempt foreign business profits?, p. 1096.
94
Existen, no obstante, razones para poner en duda que la no deduccibilidad de los gastos
referidos a las rentas exentas sea un corolario inevitable del método de exención.
Conviene destacar en este sentido que el artículo 4 de la Directiva matriz-filial, tras
establecer en su apartado 1 que el Estado de la matriz aplicará el método de exención o el
de imputación, dispone en su apartado 2 que “No obstante, todo Estado miembro
conservará la facultad de prever que los gastos que se refieren a la participación...no sean
deducibles del beneficio imponible de la sociedad matriz”; es evidente que una previsión
como la establecida en este apartado, que adquiere plenitud de sentido si va referida al
método de exención, viene a reconocer que la no deduccibilidad de los gastos referidos a
la participación no es una consecuencia lógica de la exención sino una mera opción de
política legislativa de los Estados. Si con la introducción del método de exención se
pretende fomentar la competitividad de las empresas, existen fundadas razones para
entender que la adopción del citado método vaya acompañada de la posibilidad de
deducir los gastos vinculados a la participación. Se explica así que algunos países con
método de exención permitan la deduccibilidad de los gastos vinculados a la adquisición
de la participación.51 En ocasiones se acude al expediente de reconocer no tanto una
exención total de los dividendos percibidos, sino una bonificación del 95 por ciento del
importe de tales dividendos, lo que permite la deduccibilidad de los gastos vinculados a
la participación.
En la categoría de los gastos referidos a la participación suele distinguirse entre los gastos
de gestión o administración, por una parte, y los intereses de los créditos concertados en
su caso para adquirir la participación, por otra. La deduccibilidad de los primeros no
planteará excesivas dificultades. Es cierto que, en puridad, sería preciso deslindar dentro
del total de gastos de gestión y administración en que incurre la entidad perceptora de los
dividendos, los que vienen ocasionados por la gestión y administración de la
participación de los restantes gastos de idéntica naturaleza. Sin embargo, como ya se ha
indicado previamente, el artículo 20 bis no exige que se disponga de la correspondiente
organización de medios materiales y personales para dirigir y gestionar la participación,
51 ARNOLD, B. J., Comments on the proposed adoption of a territorial tax system in the United States,p. 1094.
95
separada e independiente de los restantes órganos o unidades administrativas de la
entidad, por lo que tales actividades pueden ser realizadas por otros órganos o
departamentos de la entidad cuyos gastos tengan la consideración de deducibles.
Mayores dudas suele plantear la deduccibilidad de los gastos de financiación, en especial
de los intereses de los préstamos concertados para la adquisición de la participación. En
este supuesto puede entenderse que la prohibición de deducir los citados gastos
únicamente sería efectiva cuando la entidad perceptora de los dividendos aplicara la
exención; por lo tanto, la expresada prohibición no resultaría aplicable en los ejercicios en
que la entidad no percibiera dividendos o cuando el importe de los intereses satisfechos
exceda al de los dividendos percibidos, en cuyo caso la entidad podría deducir el citado
exceso. Bajo tales premisas, la prohibición de deducir los citados gastos podría ser
evitada por alguna de las siguientes vías:
a) Cuando la entidad perceptora de los dividendos realiza además otras actividades que
dan lugar a la obtención de rentas plenamente sujetas al impuesto, bastaría que la entidad
adquiera la participación con cargo a sus recursos propios y utilice la financiación ajena
para adquirir los elementos patrimoniales afectos a actividades que originan rentas
sujetas y no exentas.
b) Si el porcentaje y las demás características de la participación lo permiten, la entidad
española podrá influir en la política de reparto de beneficios de la sociedad participada;
desde esta perspectiva, interesa que la citada sociedad destine sus beneficios a reservas y
por lo tanto no reparta dividendos (ballooning concept) en los períodos en que los gastos
de financiación de la entidad titular de la participación sean elevados; por el contrario, la
entidad participada distribuirá mayor dividendo en los períodos en que los gastos de
financiación de la titular de la participación sean más reducidos o inexistentes.52
VIII.- SUPUESTOS EN QUE NO SE APLICA LA EXENCIÓN. ESPECIAL
CONSIDERACIÓN DE LA CLÁUSULA ANTIABUSO.-
52 Para un examen más detenido de estas y otras formas de evitar la citada prohibición de deducir gastos,vid. HERRMANN/HEUER/RAUPACH, Einkommensteuer- und Körperschaftsteuer. Kommentar,parágrafo 3 c, Anm. 104.
96
El apartado 3 del artículo 20 bis describe varios supuestos en los que no resulta
aplicable la exención regulada en dicho artículo. Merece destacarse la cláusula antiabuso
establecida en la letra b) a cuyo tenor: “3. No se aplicará la exención prevista en este
artículo: b) A las rentas de fuente extranjera procedentes de entidades que desarrollen su
actividad en el extranjero con la finalidad principal de disfrutar del régimen fiscal previsto
en este artículo. Se presumirá que concurre dicha circunstancia cuando la misma actividad
que desarrolla la filial en el extranjero, en relación con el mismo mercado, se hubiera
desarrollado con anterioridad en España por otra entidad, que haya cesado en la referida
actividad y que guarde con aquella alguna de las relaciones a que se refiere el artículo 42
del Código de Comercio, salvo que se pruebe la existencia de otro motivo económico
válido”.
La exposición de motivos de la ley ha justificado esta norma en la conveniencia de
evitar la deslocalización de actividades empresariales. Sin embargo, la fundamentación de
esta norma no resulta pacífica. No se cuestiona aquí la subjetividad tributaria de la
sociedad participada ni que realice actividades empresariales en el extranjero; a garantizar
el cumplimiento de estos requisitos están encaminadas en el marco del artículo 20 bis las
cláusulas específicas para determinadas actividades enunciadas en el apartado 1.c). La
norma ahora comentada reconoce que la entidad participada desarrolla su actividad en el
extranjero, pero niega la aplicación de la exención porque la finalidad principal de la
realización de tales actividades en el extranjero es el disfrute de la exención prevista por
el artículo 20 bis. Cuando la Administración pretenda la aplicación de esta norma, el
sujeto pasivo deberá acreditar, por lo tanto, no solo que la entidad participada realiza
efectivamente sus actividades empresariales en el extranjero, sino que la realización de
tales actividades en ese país responde a algún motivo económico o empresarial. Al
adoptar como presupuesto de hecho la existencia de dicha finalidad principal, la norma
se sitúa fuera del hipotético margen cubierto por la cláusula antifraude del artículo 24 de
la Ley General Tributaria, lo que obliga a introducir un precepto específico para
reaccionar contra estos supuestos. Es interesante destacar que la exposición de motivos
97
se refiere a esta y otras normas como “medidas antiabuso”, lo que supone un
reconocimiento implícito de las diferencias con las normas establecidas para reaccionar
contra los supuestos de fraude a la ley.
Cabe por ello plantearse si tiene sentido la incorporación de normas como la ahora
comentada. El principio de la autonomía de la voluntad significa que los particulares
pueden ordenar sus actividades económicas y sus relaciones jurídicas del modo que crean
más conveniente. De las varias posibilidades de actuación que ofrece el ordenamiento, el
sujeto pasivo puede elegir aquella que resulte más favorable desde la perspectiva
tributaria. El sujeto pasivo es libre para configurar sus relaciones jurídicas y adoptar las
formas de organización empresarial que considere más adecuadas; en la libertad de
organización empresarial debe incluirse la opción por realizar sus actividades en el país
que estime conveniente. La constitución de una sociedad en el extranjero, o la toma de
participaciones en sociedades extranjeras ya existentes, puede responder a los más
variados motivos económicos y empresariales, y por lo tanto no podrá presumirse por
regla general que tales operaciones han sido realizadas con una finalidad no querida por el
ordenamiento. En principio, la Administración tributaria debe respetar la decisión
adoptada por los particulares y, en consecuencia, deberá aplicar el régimen tributario
propio de las formas o actividades elegidas; solo en supuestos cualificados podrá
apartarse de esta norma general y aplicar una consecuencia jurídica distinta de la
inicialmente prevista para ese supuesto. Puede por ello preguntarse si tiene sentido que
el legislador haya introducido un beneficio tributario, como el establecido por el artículo
20 bis, encaminado a favorecer la internacionalización de las empresas españolas, y a
continuación excluya del disfrute de dicho beneficio a los sujetos pasivos que han
reordenado sus actividades para acogerse a dicho beneficio.
La norma analizada parte de una defectuosa comprensión de los motivos que pueden
inducir a adoptar la decisión empresarial de realizar determinadas actividades en el
extranjero. La doctrina distingue a este respecto entre los motivos económico-
empresariales y los meta-económicos; entre los primeros se mencionan no solo los
98
referidos al mercado y la producción, sino también los financieros tales como el disfrute
de ayudas financieras y de beneficios tributarios ya sea en el propio país o en el
extranjero53. No existe, por lo tanto, contraposición entre los motivos económicos o
empresariales y los tributarios; por el contrario, el posible disfrute de beneficios fiscales
no deja de ser un motivo de naturaleza empresarial.
La redacción de la norma plantea algunas dificultades. Debe entenderse que el
concepto “rentas de fuente extranjera” comprende no solo los dividendos y
participaciones en beneficios, sino también las ganancias derivadas de la transmisión de
la participación.
El precepto excluye de su ámbito de aplicación a las rentas procedentes de entidades que
desarrollen su actividad en el extranjero “con la finalidad principal de disfrutar del
régimen fiscal previsto en este artículo”; puede ocurrir, sin embargo, que el traslado de la
actividad productora de la renta al extranjero se haya producido para disfrutar de algún
beneficio tributario concedido por el país en que se desarrolla la actividad, en cuyo caso
no sería aplicable la exclusión ahora comentada.
La norma consta de una regla general y de una presunción para la aplicación de dicha
regla. En la regla general la ley se refiere a las “entidades que desarrollen su actividad en
el extranjero”, en tanto que la presunción alude a “la filial en el extranjero”. Cabe
plantearse si el término “filial” debe ser interpretado en un sentido amplio, equivalente a
toda sociedad participada residente en el extranjero que cumpla los requisitos
establecidos en el apartado 1 del artículo 20 bis, o si por el contrario dicho término debe
ser interpretado en un sentido más restrictivo exigiendo un porcentaje de participación
notablemente superior al establecido en el apartado 1.a). En apoyo de la interpretación
restrictiva pueden aportarse varios argumentos. Conviene destacar, en primer lugar, que
el artículo 20 bis no utiliza el término filial para referirse a la sociedad participada
extranjera, salvo en este pasaje, lo que podría inducir a pensar que no toda sociedad
53 KLUGE, V., Das deutsche internationale Steuerrecht, p. 64.
99
participada extranjera que cumpla los requisitos del apartado 1.a) puede ser calificada
como filial. En segundo lugar, la presunción exige que la denominada filial guarde con la
entidad que desarrollaba la actividad en España alguna de las relaciones a que se refiere el
artículo 42 del Código de Comercio, que exige una vinculación superior a la resultante del
apartado 1.a) del artículo 20 bis. No hay que olvidar, por último, que la ley tributaria
define expresamente la sociedad filial exigiendo porcentajes de participación de, al
menos, el 25 por 100 (cfr. artículo 13.1.g) de la Ley 41/1998, de 9 de diciembre, del
Impuesto sobre la Renta de no residentes). Pero si el término filial es interpretado en
sentido estricto resultaría que el ámbito de aplicación subjetiva de la presunción no
coincidiría con el de la regla general, lo que no parece que sea la finalidad de la ley.
La norma comentada incurre, asimismo, en algunas contradicciones. Según la regla
general, no se aplicará la exención si la entidad participada desarrolla su actividad en el
extranjero con “la finalidad principal” de disfrutar de dicha exención; no se requiere, por
lo tanto, que el disfrute de la exención sea el único motivo por el que se desarrollan esas
actividades en el extranjero. En consecuencia, la regla comentada puede ser aplicable
aunque existan motivos económicos para la realización de las actividades en el extranjero,
siempre que estos motivos económicos sean valorados como secundarios respecto de la
finalidad principal de disfrutar de la exención. Esta interpretación puede producir efectos
de signo contradictorio; de una parte, dificulta su aplicación por la Administración al
exigirle que acredite no solo que el disfrute de la exención es la finalidad de la realización
de las actividades en el extranjero, sino que esa es la finalidad principal; pero de otra
complica la posición jurídica del sujeto pasivo al exigirle la prueba no solo de la
concurrencia de algún motivo económico válido, sino también de que ese motivo ha
tenido mayor importancia que la intención de disfrutar de la exención. Es claro además
que esa interpretación no resulta satisfactoria; por lo común se admite que la
concurrencia de un motivo económico para realizar una determinada operación excluye
que tal operación haya sido realizada con la finalidad de eludir un tributo o disfrutar
indebidamente de un beneficio tributario. Así parece reconocerlo la propia norma
analizada cuando admite como prueba en contrario suficiente para enervar la presunción
100
“la existencia de otro motivo económico válido”. Bastará por lo tanto que se pruebe la
existencia de un motivo económico válido, cualquiera que sea su importancia, para que la
finalidad de disfrutar de la exención, aunque sea el motivo fundamental que ha inducido a
la realización de las actividades en el extranjero, no produzca los efectos previstos por la
norma.
De las normas generales sobre la comprobación tributaria (arts. 109 y 114 de la Ley
General Tributaria) y del sentido del precepto comentado se deduce que corresponde a la
Administración tributaria la carga de acreditar, en fase de comprobación, que concurren
las circunstancias de hecho que justifican en este caso la no aplicación de la exención, es
decir, que la actividad es desarrollada en el extranjero con la finalidad principal de
disfrutar de la exención. Es claro, sin embargo, que la concurrencia del citado
presupuesto de hecho por lo general sólo podrá ser aclarada con la colaboración del
sujeto pasivo.
Merece destacarse, por último, que la cláusula antiabuso del apartado 3.b) fue
introducida por el Decreto-Ley 3/2000, de 23 de junio. Cabe por ello plantearse cuales
son las razones específicas que justifican la inserción en el marco del artículo 20 bis de
una norma desconocida en la regulación del artículo 30 bis. Puede además suscitarse si la
citada norma antiabuso es aplicable a los sujetos pasivos que han disfrutado previamente
del beneficio tributario establecido por el artículo 30 bis o si, por el contrario, dicha
cláusula solo es de aplicación a los sujetos pasivos que no se hubieran acogido
anteriormente al citado artículo 30 bis y pretendan aplicar en lo sucesivo el artículo 20
bis.
101
IX.- LA EXENCIÓN POR DIVIDENDOS Y LA DEPRECIACIÓN DE LA
PARTICIPACIÓN.-
El apartado 4 del artículo 20 bis dispone que: “En cualquier caso, si se hubiera
aplicado la exención a los dividendos de fuente extranjera, no se podrá integrar en la base
imponible la depreciación de la participación, cualquiera que sea la forma y el periodo
impositivo en que se ponga de manifiesto, hasta el importe de dichos dividendos”.
La ley establece en este punto una incompatibilidad entre la aplicación de la exención
por dividendos y la integración en la base imponible de la depreciación de la
participación hasta el importe señalado. De su tenor literal parece desprenderse un
derecho de opción a favor del sujeto pasivo para acogerse a la medida que considere más
ventajosa, de tal forma que la sociedad titular de la participación podrá elegir entre
aplicar la exención o integrar en la base la depreciación de la participación.
Puede suscitarse si la depreciación de la participación a que se refiere este precepto
comprende solamente la derivada de la distribución del dividendo o si, por el contrario,
abarca también la originada por otros motivos, tales como por ejemplo las pérdidas
sufridas por la entidad participada. El artículo 30 bis y el Decreto-Ley 3/2000, siguiendo
en este punto la redacción del artículo 130.3 a propósito de las entidades de tenencia de
valores extranjeros, precisaban que no se integraba en la base imponible “la depreciación
de la participación derivada de la distribución de los beneficios”. La Resolución de la
Dirección General de Tributos de 27 de diciembre de 1996 precisó respecto del precepto
últimamente citado que “De dicho precepto se desprende que la restricción a la
deduccibilidad de la depreciación computada en la entidad de tenencia de valores
extranjeros solamente es aplicable en la medida en que la misma tenga como causa la
distribución de beneficios por parte de las entidades participadas extranjeras, por lo que
si la depreciación está motivada por pérdidas generadas en dichas entidades participadas,
102
la depreciación sería deducible en la medida en que cumpla los requisitos establecidos
con carácter general en el artículo 12 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades”.
La doctrina establecida en dicha Resolución es interesante porque contempla la
posibilidad de que la entidad participada residente en el extranjero obtenga pérdidas y
admite la repercusión de esas pérdidas sobre la sociedad española titular de la
participación. A falta de una norma expresa que permita a la sociedad matriz española
compensar directamente en su base las pérdidas obtenidas por la filial extranjera, la única
posibilidad de que la sociedad española tome en cuenta las pérdidas de la participada
extranjera consiste en dotar la correspondiente provisión por la depreciación de la
participación; la citada Resolución recalca que la depreciación deberá cumplir los
requisitos establecidos por el artículo 12 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades.
Es cierto que la Ley 6/2000 se refiere de forma genérica a la depreciación de la
participación, lo que podría inducir a pensar que comprende todos los posibles motivos
que pueden ocasionar dicha depreciación. Sin embargo, tanto la finalidad del precepto,
como su inserción sistemática y la conexión que en el mismo se establece entre la cuantía
de la depreciación de la participación y el importe de los dividendos inducen a pensar
que dicho precepto solo se refiere a la depreciación de la participación derivada de la
distribución de los beneficios.
103
X.- ANÁLISIS COMPARATIVO DE LA EXENCIÓN DEL ARTÍCULO 20 BIS Y
EL RÉGIMEN DE LAS ENTIDADES DE TENENCIA DE VALORES
EXTRANJEROS.-
El análisis del artículo 20 bis no puede concluir sin poner de manifiesto las relaciones
entre la exención prevista en dicho precepto y el régimen establecido para las entidades
de tenencia de valores extranjeros por los artículos 129 a 132 de la Ley del Impuesto
sobre Sociedades. Tras la aprobación de la citada ley, algunos autores sugirieron que
hubiera resultado preferible que el legislador, en vez de establecer un régimen especial
para estas entidades, hubiera introducido un régimen de exención para dividendos y
plusvalías aplicable a todos los sujetos por obligación personal de contribuir por el
Impuesto sobre Sociedades. La posterior introducción del artículo 30 bis por el Decreto
Ley 8/1996, de 7 de junio, supuso por ello una notable reducción del ámbito de
aplicación del régimen especial para entidades de tenencia de valores extranjeros.
El Decreto-Ley 3/2000 y la Ley 6/2000 han acometido una reordenación del régimen
jurídico y tributario de las citadas entidades encaminado a unificar el trato dispensado a
los dividendos de fuente extranjera y a las rentas derivadas de la transmisión de la
participación en las entidades participadas extranjeras, tanto si esos dividendos y rentas
se acogen al artículo 20 bis como si pretenden aplicar el régimen especial de los artículos
129 y siguientes. En este sentido, el artículo 130 de la ley se limita a permitir que las
entidades de tenencia de valores extranjeros puedan aplicar la exención prevista en el
artículo 20 bis a los dividendos de entidades no residentes así como a las rentas derivadas
de la transmisión de la participación que puedan obtener, remitiéndose expresamente al
citado artículo 20 bis para regular las condiciones y requisitos de la exención.
Pese a la citada unificación, subsisten algunas diferencias importantes entre la
regulación de la exención del artículo 20 bis y el régimen de las entidades de tenencia de
valores extranjeros. La aplicación de éste último conlleva algunos inconvenientes.
104
Conforme al artículo 129.1, el régimen de las entidades de tenencia de valores extranjeros
solo puede ser aplicado a las entidades cuyo objeto social incluya tales actividades y que
cuenten con la correspondiente organización de medios materiales y personales; los
valores y participaciones representativos de la participación en el capital de tales
entidades deben ser nominativos. A su vez, el apartado 1 del artículo 132 dispone que el
cumplimiento de los supuestos de hecho que justifican la aplicación de dicho régimen
deberá ser probado por el sujeto pasivo a requerimiento de la Administración tributaria;
la ley establece así una carga subjetiva de la prueba que opera como excepción a las reglas
generales sobre prueba de los hechos y deber de comprobación de los artículos 109 y
114 y siguientes de la Ley General Tributaria, de tal manera que la ausencia de prueba
por el sujeto pasivo libera a la Administración tributaria de realizar las correspondientes
comprobaciones. Además, las mencionadas entidades están sometidas a determinados
deberes de comunicación de datos, tanto respecto de la Administración tributaria como
respecto de sus socios (cfr. artículos 129.2 y 131.3 de la ley).
Por comparación con el artículo 20 bis, el régimen de las entidades de tenencia de
valores extranjeros puede ofrecer, sin embargo, algunas ventajas. Merece destacarse que,
según el párrafo segundo del artículo 130, el requisito de participación mínima a que se
refiere la letra a) del apartado 1 del artículo 20 bis se considerará cumplido en este caso
cuando el valor de adquisición de la participación sea superior a 6 millones de euros
(998.316.000 pesetas). Esta posibilidad deberá tomarse en cuenta si el capital de la
sociedad extranjera en la que pretende adquirirse la participación es muy elevado, lo que
puede dificultar que se alcance el porcentaje del 5 por 100. Conviene subrayar,
asimismo, que el régimen de estas entidades incorpora normas especiales reguladoras de
la distribución de beneficios a los socios y de transmisión de participaciones en tales
entidades.
105
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