Eutanasia Investigación Version 1 Preliminar

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Luis Angel Sánchez Colunga 7A QTA Tema: Eutanasia Taller de Investigación Documental Universidad de Guadalajara Alumno: Luis Angel Sánchez Colunga Carrera: Quimico Tecnico en Alimentos Grado y Grupo: 7A QTA 1

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Luis Angel Sánchez Colunga 7A QTA Tema: EutanasiaTaller de Investigación Documental

Universidad de Guadalajara

Alumno: Luis Angel Sánchez ColungaCarrera: Quimico Tecnico en AlimentosGrado y Grupo: 7A QTA

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Luis Angel Sánchez Colunga 7A QTA Tema: EutanasiaTaller de Investigación Documental

Tema: Eutanasia

Justificación: Se eligio este tema al ser de interes tanto social, politico y religioso, ademas de ser un procedimiento que debe interesar a la sociedad y del cual deben informarse. La eutanasia es un tema delicado ya que presenta varios factores a tomar en cuenta y que deben ser analizados para comprender la naturaleza de esta acción, ademas de ser necesario tomar en cuenta los distintos puntos de vista de los grupos de personas que conforman la sociedad.

Zona del estudio: La siguiente investigación contempla los factores y opiniones, asi como leyes de Jalisco, México.

Objetivos: El objetivo de esta investigación es conocer a fondo los distintos factores sociales, políticos y religiosos que se relacionan con la eutanasia, asi como conocer la opinión actual de la sociedad con respecto a ella. En esta investigación también se encontraran estadísticas llevadas a cabo por el investigador para su análisis, con lo que se pretende que el lector pueda desarrollar una idea propia acerca del tema.

Introducción a la investigación: Para fines prácticos se decidió que la siguiente investigación fuera segmentada en cinco secciones las cuales serian: Antecedentes, Sociedad, Medicina, Religión y Legislación. Los contenidos de las secciones se encontraran de la siguiente forma:

1.-Antecedentes: En esta sección se veran los antecedentes de la eutanasia a travez de la historia y los personajes importantes relacionados.

2.- Sociedad: En esta sección se encontrara la visión actual de la sociedad ante la eutanasia, la repercusión en una familia al hacer esta elección, el porque es tan difícil el tomar esta decisión, los prejuicios acerca de esta practica y bajo que circunstancias es común tomar esta decisión.

3.- Medicina: En esta sección se vera bajo que circunstancias puede un medico recomendar a los familiares del paciente realizar la muerte asistida, como puede afectar la ética del medico en esta decisión y la visión general de la medicina ante la eutanasia.

4.- Religión: En esta sección se expondrán las opiniones de distintas religiones acerca de la eutanasia, siendo las aquí tratadas las siguientes religiones: Catolicismo, Cristianismo, Budismo, Judaísmo, Taoismo y Wicca.

5.- Legislación: En esta seccion se expondran las leyes relacionadas con la eutanasia dentro de territorio mexicano, más específicamente en Jalisco.

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Antes de adentrarnos en los antecedentes de la eutanasia se tratara primero la definición de Eutanasia.

La Eutanasia es aquella conducta ó comportamiento que por acción ó inacción tiende al cese ó mitigación de los sufrimientos de personas, implicando necesariamente la producción directa de la muerte ó el aceleramiento de esta en personas próximas a su muerte y puede llevarse a cabo con ó sin su aprobación siempre y cuando este dentro del marco legal.

Etimológicamente el termino eutanasia significa buena muerte y fue usado por primera vez por el canciller ingles Francisco Bacón cuando estudiaba las enfermedades incurables en el siglo XVII. Ademas de la definición es necesario explicar que existen distintos tipos de eutanasia que mencionaremos en seguida:

Directa:

Se trata de adelantar la muerte del paciente. Se divide en activa y pasiva

Activa: Consiste en provocar directamente la muerte del paciente.

Pasiva: Consiste en detener el tratamiento por lo que se considera muerte por omisión.

Indirecta: Consiste en tratamientos que tienen como consecuencia la muerte, pero que buscan principalmente el evitar el dolor del paciente.

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Ahora entrando en los antecedentes nos encontramos con personajes importantes :

Tal vez uno de los personajes más polémicos que promovía la eutanasia fue Adolf Hitler.En la segunda guerra mundial se crearon los campos de concentración creados para la “purificación” de la raza, pero detrás de esos eventos podemos encontrar la practica de la eutanasia. Las cámaras de gas utilizadas en los campos de concentración originalmente fueron creaciones de profesores de psiquiatría, y su objetivo era eliminar a pacientes de hospitales psiquiátricos y observar como morían. Este proyecto nos lleva directamente al medico Alfred Hoche, quien defendió a los pacientes que pedían ayuda para morir. Proponía el ayudar a el paciente a morir como una solución compasiva para evitarle el sufrimiento. Pero esto no era lo único que tenia en mente Alfred Hoche, ya que exponía que al librarse de pacientes sin salvación se podía utilizar el dinero que se hubiera invertido en ellos, en las personas que realmente lo necesitaran. En su manía por eliminar a personas que no producían algún tipo de utilidad para el país empezaron a vaciar instituciones para niños discapacitados a partir de 1939.

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Sin embargo este programa fue demasiado lejos llegando a matar a individuos que podían ser productivos para el país, entre los que se pueden encontrar niños que tenían ligeras malformaciones que no afectaban su calidad de vida, niños con problemas de aprendizaje, y niños con enuresis.La eutanasia se empezo a considerar como una propuesta que podria ahorrar grandes cantidades de dinero al pais. El primer caso de la aplicación de esta propuesta aceptada involucró el Bebé Knauer. El padre del niño pidió del propio Adolph Hitler que a su hijo se le permitiera la muerte porque él era ciego, con atraso mental y sin un brazo y una pierna. Hitler derivó el caso a su médico personal, Karl Brandt, y en 1938 la demanda se concedió.El hospital a Eglfing-Haar, que en ese entonces estaba bajo la dirección de Hermann Pfannmuller, M.D., dejó sin alimentos a muchos de los niños inválidos a su cuidado hasta que ellos murieran de supuestas causas naturales.

Otras instituciones siguieron el ejemplo, algunos privaron a los niños de calor, en lugar de la comida.

A los médicos que no estaban de acuerdo con lo que les ordenaban se les decía que ellos no los estaban matando sino simplemente deteniendo el tratamiento y permitiendo que la naturaleza hiciera lo suyo.

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LA EUTANASIA ENLOS PAÍSES BAJOS

Los primeros casos de eutanasia en los Países Bajos en los años setenta eran supuestamente voluntarios. Hoy, no hay ningún límite en la categoría de pacientes para eutanasia.Los bebés recién nacidos, inválidos, tienen un riesgo muy alto.Los Infantes prematuros, o aquellos con espina bífida son a menudo candidatos para la muerte por inanición o deshidratación.Les niegan a menudo vida que ahorra tratamiento médico, sólo debido a sus invalideces y la presunción que ellos tendrán "sin oportunidades".A algunos se dan inyecciones letales.Un riesgo similar existe para el enfermo mental. Una familia encontró a su familiar, paciente de Alzheimer comatoso después de una semana en un geriátrico. Había sido deshidratado deliberadamente. La familia lo llevó inmediatamente a un hospital en donde le administraron fluidos intravenosos. Hoy, después de meses vive todavía.Ni siquiera las personas completamente saludables pero deprimidas están seguras. Los médicos a favor de la eutanasia siempre parecen listos para recomendar o conceder una demanda para la muerte, aún cuando el paciente es el que decide.

¿Cómo podemos nosotros creer que todas éstas son muertes voluntarias?

Un recién nacido no puede ofrecer consentimiento a algo, mucho menos a su propia matanza.

La ley debe proteger al enfermo mental cuyo consentimiento se atenúa por su enfermedad, y para quien la tentación de aceptar la eutanasia puede ser un síntoma más de su enfermedad.

Antes de las 1973, la eutanasia era ilegal en los Países Bajos.

Por ese año, se arrestó a un médico por matar a la madre, enferma terminal, con morfina. La corte le dio una pena en suspenso de una semana en cárcel y la probation de un año.

Esto estableció un precedente, y las cortes dictaron un conjunto de pautas que permitían a los médicos ayudar a un paciente a cometer suicidio, como requerir ciertas consultas, insistiendo que el paciente debe estar padeciendo una enfermedad terminal, y que él debe pedirlo.

En 1984, la Sociedad Real de Medicina emitió "las reglas de conducta cuidadosa" para la eutanasia. Éstos requirieron al médico informar al paciente su condición, consultar a sus parientes más cercanos (a menos que él lo objetara), consultar a otro médico por lo menos, guardar archivos escritos, y, en el caso de un niño, obtener el consentimiento de los padres o tutores.

En 1985 una corte dejó caer el requisito de la "enfermedad terminal" en un caso que involucra a una muchacha joven con esclerosis en placas. Mientras

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su enfermedad era incurable, no había ninguna razón por qué ella no pudiera vivir indefinidamente. (En un caso más reciente una mujer que era absolutamente saludable pero sufría de depresión severa había solicitado eutanasia en su demanda.)

Se había puesto rutinario a "eutanizar" a los bebés nacidos en los finales de 1980, con impedimentos. , como espina bífida.

Tres enfermeras en Amsterdam mataron a varios pacientes comatosos sin consentimiento.

Ellas fueron declaradas culpables, pero no de homicidio, sino por no consultar a un médico.

En 1990, médicos en los Países Bajos estaban envueltos en 11.800 muertes, o 9% de todas las muertes en el país. De éstos, la mitad se etiquetó "eutanasia involuntaria activa", es decir, el paciente se mató sin su consentimiento. En 1995, el Parlamento legisló estas decisiones judiciales.

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Bibliografia de la sección Antecedentes de la Eutanasia:

1. Sherwin B. Nuland, Como nos llega la muerte – Reflexiones sobre la etapa final de la vida. Editorial Norma SA, 1995, Santa Fe de Bogotá, Colombia.Wertham. Hayes Publishing 6304 Hamilton Ave., Cincinnati, Ohio 45224. Comité selecto en Ética Médicas.2. Informe. London:HMSO, 1994. (Casa de Señor papel 21-I)3. Twycross R (1993) A Doctor's Dilemma. JCMF 39:1, 153:1-34. Ventafridda V (1994) Euthanasia: More Palliative Care is Needed (letter) BMJ 309:4725. Brandt K (1948) Nuremberg Trials International Code of Medical Ethics adopted by 3rd World Medical Assembly,London, England, October 1949.6. ... Wertham, The German Euthanasia Program, Hayes Publishing Co., Cincinnati, 1977, p. 47.7. Medische Beslissingen Roknd Het Levenseinde: Rapport van de Commissie Onderzoek Medische Praktijk inzake Euthanasie (Medical Decisions About the End of Life: Report of the Committee to Investigate the Medical Practice Concerning Euthanasia) The Hague, 1991.8. Alocución del Papa Pío XII al Congreso de la Unión Internacional de Ligas de Mujeres Católicas, Roma, Italia, 11 de septiembre de 1947.9. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.10. Declaración sobre la eutanasia, 5 de mayo de 1980. Sección III, "El cristiano ante el sufrimiento y el uso de los analgésicos".11. "A New Ethic for Medicine and Society." Official Journal of the California Medical Association 113 (1970): 67-68.

12. "La Mayoría de los pacientes de Kevorkian no eran enfermos terminales," Diario Las Américas (Miami), 10 de septiembre de 1996.Véase en nuestro

13. "KANT Y EL DERECHO A LA VIDA" Pg. 83 Cali 1993.

14. 1. Alocución del Papa Pío XII al Congreso de la Unión Internacional de Ligas de Mujeres Católicas, Roma, Italia, 11 de septiembre de 1947.

14 2. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Declaración sobre la eutanasia, 5 de mayo de 1980. Sección III, "El cristiano ante el sufrimiento y el uso de los analgésicos".

15. SUAREZ, Aldana Camilo: LA EUTANASIA DENTRO DEL CODIGO PENAL COLOMBIANO: Tesis de grado Universidad Autónoma de Colombia. 1991 Se puede ver como el autor luego de una relativamente profunda investigación, se acerca a una definición que coincide con la presentada aquí en algunos de sus puntos.

16. JUAN PABLO II : Encíclica : "EL EVANGELIO DE LA VIDA" Pg. 144. Ed Paulinas

Op. Cit. Pg. 145

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17. VIDAL. Marciano citando la Utopía de Tomás Moro. en su texto : BIOETICA Segunda edic. Ed. Tecnos Pg. 69

18. Código Penal Argentino, Art. 83.

19. Karl Gunning. Chairman of the World Federation of Doctors Who Respect Human Life.

20. Corán, 4: 29).

21. Hadith, Bukharidel (Corán, 4: 36)

22. (Corán, 1:1)

23. (Corán, 2: 30)

24. (Corán, 4: 93)

25. (Corán, 17: 33)

26. Angelo Papacini citando a Hume en "Kant y el Derecho a la Vida", Pag, 83, Cali, Colombia, 1993.

27. Clarín Digital. Internet. (diferentes ediciones)

28. Brian Clowes, Ph.D., Facts of Life (Front Royal, Virginia, EE.UU., 1997), 336-348. Este magnífico libro es una fuente de información completa (en inglés) sobre todos los temas que tienen que ver con la defensa de la vida y la familia.

29. Obispos de Irlanda. Carta pastoral titulada "Human Life is Sacred", 1o de marzo de 1975. Reimpresa el 22 de mayo de 1975 en la edición inglesa del L'Osservatore Romano, órgano informativo del Vaticano.

30. Obispos del Canadá, "To Live and Die in a Compassionate Community," 26 de octubre de 1994. Este artículo es traducción del original en inglés del mismo autor, "Can Hospice Care Be an Alternative to Euthanasia?", en Facts of Life (Front Royal, Virginia, EE.UU.: Human Life International, 1997), 124-125, disponible en las oficinas de Vida Humana Internacional o en las de Human Life International

31. Fenigsen, Richard, M.D., Ph.D. "Dutch Euthanasia Revisited." Issues in Law & Medicine 13 (1997): 301. See also "Infants' Euthanasia Sets Off New Dutch Debate." American Medical News 1 Jan 1996; and Fenigsen. "Physician-Assisted Death in the Netherlands: Impact on Long-Term Care." Issues in Law & Medicine 11 (1995): 283, 294-295.

32. Dr.Paul Marx, O.S.B., "Eutanasia: los que asesinan en nombre de la piedad", folleto de Vida Humana Internacional.

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Reportaje (entrevista al Padre Paul Marx, O.S.B.),"Todo empezó con la contracepción", (mayo de 1991): 10.

Marx, "Eutanasia: los que asesinan..."

33. Pat Buchanan,"' Dr. Death' and the 'Suicide Machine'", National Right to Life News (25 de junio de 1990).

34. Código de Ética Médica de la Provincia de Buenos Aires.

35. Medicina Legal. Bonnet y col.

36. Medicina Legal y Toxicología. J. A. Gisbert Calabuig.

37.Wertham, The German Euthanasia Program, Hayes Publishing Co., Cincinnati, 1977, pag.

38. N.Y. Times, 10/8/33, pág., 1, col. 2

39. P J Rey. Written 3 March 1996. Posted 4 Oct 1996

40. Ibid., Wertham.Hayes Publishing 6304 Hamilton Ave.,Cincinnati, Ohio 45224

41. Medische Beslissingen Roknd Het Levenseinde: Rapport van de Commissie Onderzoek Medische Praktijk inzake Euthanasie (Medical Decisions About the End of Life: Report of the Committee to Investigate the Medical Practice Concerning Euthanasia) The Hague, 1991

42. Código de Etica Médica De la Confederación Médica de la Reública Argentina

Autor:

Dr. Sergio M. Fernández

Dr. Eloy H. López

Dra. Cecilia Pasquali

Dr. Marcelo Rondolino

Dr. Jorge A. Terragno

Titular: Profesor Dr. Miguel A. Maldonado

Coordinador: Dr. Raúl A. Magariños

Curso Superior de Medicina Legal

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Colegio Médico de la Provincia de Buenos Aires

Distrito IV

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La dignidad y autonomía de las personas, así como la vulnerabilidad en que se encuentran algunos sectores de la población a causa de la pobreza y la desigualdad social, nuevamente fueron motivo de discusión de expertos que hablaron sobre las posibilidades y los riesgos de la práctica de la eutanasia en México.

Convocados por la Comisión Nacional de Bioética (CNB)para que, "en un clima de tolerancia y pluralidad, y en el marco del Estado laico", expusieran sus puntos de vista sobre el tema, Arnoldo Kraus, miembro del Colegio de Bioética, se pronunció en favor de la legalización de esta práctica médica para casos específicos y con el objetivo de preservar la dignidad de las personas.

En tanto, Fernando Cano Valle, director del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), advirtió sobre las desigualdades que persisten en el país, el analfabetismo y la falta de acceso a los servicios de salud en que todavía se encuentran los municipios más pobres. Estas condiciones limitan la autonomía y poder de decisión de los individuos, afirmó.

Asimismo, aseguró que en México se practica la eutanasia de manera clandestina, y en parte por el amplio margen de resolución de las enfermedades en el ámbito privado.

La conferencia ¿Es posible avanzar hacia una muerte digna? La situación en México contra la situación en Holanda, coordinada por Guillermo Soberón, presidente del Consejo de la CNB, tuvo como invitado especial al doctor Hans van Delden, profesor de ética médica de la Escuela de Medicina de la Universidad de Utrecht, Holanda, quien expuso la experiencia de su país en esta materia, justo a cinco años de la legalización de la eutanasia y la muerte asistida, las cuales dijo, en realidad se practican desde 1973

La eutanasia es entendida como la terminación de la vida de un enfermo, a petición expresa del mismo y con la participación activa del médico que administra la droga letal; mientras, la muerte asistida ocurre cuando el paciente, sólo en compañía de algún familiar o amigo, se aplica o ingiere la sustancia que terminará con su vida. La legalización de estas prácticas, en ningún caso ha significado un aumento en el número de personas que expresa su deseo de dejar de vivir, aseguró Van Delden.

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En su conferencia magistral, el especialista hizo un recuento desde que, en 1973, la doctora Geertruida Postma decidió administrar a su madre, gravemente enferma, una sobredosis de morfina para ayudarla a fallecer, hasta que el parlamento holandés aprobó las condiciones bajo las cuales se permite legalmente la eutanasia o muerte asistida.

Desde 2002, los holandeses que padecen alguna enfermedad grave y en fase terminal pueden acceder al procedimiento, siempre que lo realice un médico, que exista el requerimiento del interesado dicho en forma voluntaria. La ley establece que el profesional de la medicina deberá determinar que la persona padece un sufrimiento insoportable, sin posibilidad de alivio.

El médico también debe consultar el caso con un colega independiente, a fin de garantizar la objetividad de su análisis y, finalmente, una vez que ha tomado la decisión de ayudar a morir a su paciente, tiene que utilizar los fármacos apropiados.

Para asegurar que la eutanasia se realiza en los términos marcados por la ley, existe un comité que evalúa los procedimientos, comentó Van Delden. Refirió los resultados de tres investigaciones, de las que se desprende que la práctica, que en los hechos se realiza a partir de la mitad de la década de los 80, se ha mantenido en el mismo nivel. En 1990 se reportaron 8 mil requerimientos, en 1995 fueron 9 mil y una cantidad similar en 2001, aseguró.

Estas cifras incluyen los casos (con fármacos específicos) de muerte asistida, las sobredosis de tratamientos para acelerar la muerte y la suspensión de las terapias, que es otra modalidad para provocar el deceso del paciente.

De todos ellos, la eutanasia representó 30 por ciento, es decir, alrededor de 3 mil 500 casos, expuso Van Delden, aunque las investigaciones también reportaron la existencia de mil sucesos en los que no hubo petición expresa del paciente.

Resaltó que de los procedimientos realizados, 77 por ciento fue en pacientes con cáncer terminal, y tres de cada cuatro fueron practicados por los médicos generales. Sin embargo, el experto reconoció que en Holanda existe acceso generalizado a los servicios de salud, y desde que se aprobó la eutanasia también se fortalecieron los cuidados paliativos a los enfermos terminales.

En la conferencia efectuada en la sede de El Colegio Nacional, Arnoldo Kraus afirmó que la eutanasia da al paciente la posibilidad de mantenerse como persona hasta el último de sus días. Retomó algunas de las cifras comentadas por Van Delden, en particular las que se refieren a que a pesar de la legalización del procedimiento, las solicitudes de los enfermos no aumentaron, como tampoco ocurrió en Oregon, Estados Unidos, donde también está permitido legalmente.

Subrayó que la eutanasia nunca debe ser sugerida, y cada caso debe resolverse en forma individual. No se trata de aprobarla o rechazarla en

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general, sino de dar a los pacientes, siempre que sea posible, la oportunidad de discutirlo con su médico y, al final, decidir la forma en que quiere morir.

Resaltó que los avances y descubrimientos para mejorar la calidad de vida no deben conducir al encarnizamiento terapéutico, en el que se pierde de vista la autonomía del paciente.

Por su parte, Cano Valle, también ex secretario ejecutivo de la CNB, alertó sobre los riesgos de aprobar la eutanasia en México, donde 40 millones de personas viven en condiciones de pobreza, 10 millones son analfabetas y persisten la desigualdad y la falta de acceso a los servicios de salud, factores que están directamente relacionados con los diversos grados de autonomía de los individuos, señaló.

Destacó que en el país se realizan de forma clandestina algunos procedimientos de eutanasia, no sólo por la prohibición de ley, sino a causa de la cultura popular, el estigma social y el amplio margen de resolución de conflictos en el ámbito privado. Además, resaltó, "por más que vivamos en un Estado laico, no podemos soslayar que la sociedad tiene diferentes creencias y cosmovisiones".

Sin embargo, reconoció la necesidad del diálogo y la discusión sobre el derecho de las personas a morir con dignidad. Antes de pensar en la legalización de la eutanasia, abundó, es urgente paliar ciertas necesidades y subsanar algunas fragilidades. Entre otras, la ampliación de los cuidados paliatiavos a los enfermos terminales y la cobertura universal de los servicios médicos.

En la actualidad está permitida en la capital mexicana la denominada eutanasia pasiva, basada en la suspensión de los tratamientos a un enfermo terminal.

El promotor de la reforma legal, Israel Betanzos, miembro de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, señaló que el marco legal vigente no es adecuado.

“La ley actual no basta, ya que al retirarles el medicamento a los enfermos terminales, lo único que se provoca es que sufran más”.

Betanzos anunció que en los próximos días realizará una consulta pública para conocer si los habitantes de la Ciudad de México están o no de acuerdo con la despenalización de la eutanasia activa.

La iniciativa ha causado polémica al interior del gobierno del Distrito Federal, ya que el alcalde, Marcelo Ebrard, se pronunció a favor de la medida, mientras que el secretario de Salud, Armando Ahued, la rechazó.

Polémica propuesta

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En enero de 2008 entró en vigor en el Distrito Federal la Ley de Voluntad Anticipada, la cual permite a los pacientes en etapa terminal expresar su deseo de que no los mantengan vivos de manera artificial si sufren dolor.

En este momento no considero adecuada la eutanasia. Con la 'voluntad anticipada' estamos trabajando bien y dando respuesta a los enfermos terminales

Armando Ahued, secretario de Salud de la Ciudad de México

Los que se oponen a la eutanasia sostienen que esta normativa ha funcionado exitosamente.

“En este momento no considero adecuada la eutanasia. Con la 'voluntad anticipada' estamos trabajando bien y dando respuesta a los enfermos terminales”, dijo el secretario de Salud de la capital.

Esta semana el periódico Milenio publicó los resultados de una encuesta en la que el 51% de los capitalinos se manifestó a favor de la eutanasia, mientras que un 43% la rechazó.

En los últimos años se han aprobado en la capital Mexicana controvertidas reformas entre las que figuran la despenalización del aborto y la creación de las llamadas sociedades de convivencia que permiten a los homosexuales tener acceso a algunos de los derechos de las parejas heterosexuales en material conyugal.

La Arquidiócesis de México declaró en el editorial de su semanario “Desde la fe” que los legisladores capitalinos han aprobado “leyes absurdas que han estado implementando en detrimento del desarrollo de la sociedad”.

Comentario: A partir de la información anterior se puede observar que dentro de la sociedad mexicana ha aumentado la aceptación de la eutanasia como practica medica, sin embargo aun algunas religiones, principalmente las judeocristianas siguen resistiendose a aceptar la eutanasia como una opcion para librar del dolor a enfermos terminales. Aunque hay resistencia por parte de algunas religiónes, cabe aclarar que no todos los participantes de esas religiones estan en contra de la eutanasia. Algunas encuestas han demostrado que la gran mayoria de los mexicanos estan a favor de la eutanasia independientemente de su religión.

Bibliografia:

Periodico La Jornada, jueves 8 de febrero de 2007 → Sociedad y Justicia → Arriesgado, aprobar la eutanasia en un país de pobres, como MéxicoAutor: ANGELES CRUZ MARTINEZ

BBC Mundo, MexicoAutor: Cecilia Barria

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Comentario:

La sociedad no solo debe tomar en cuenta si se aplica la eutanasia, si no también el porque se esta haciendo a un paciente. Podemos ver que en la sociedad actual también puede darse ciertas situaciones que pueden ser mal vistas dependiendo de la ética y moral de cada persona. No es tan extraño hoy día ver pacientes que son desconectados por que no son útiles para los familiares, ó simplemente ya no pueden hacer el gasto para mantenerlos con vida. Un factor importante que también debe tomarse en cuenta es el cuidador de la persona en cuestión, puesto que pueden descuidar la salud propia por dar los cuidados necesarios a estos pacientes.

Tablas de argumentos en contra de la eutanasia:

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Tabla de argumentos a favor de la eutanasia:

Bibliografia:

Referencias

1. Gracia Diego. Dilemas éticos en los confines de la vida: suicidio asistido y eutanasia activa y pasiva. Editorial Códice Ltda.: Santa Fe de Bogotá, Colombia. 1998.

2. Emanuel, Ezekiel J. The history of euthanasia debates in the United States and Britain. Ann Intern Med 1994; 121: 793-802.

3. Tugendhat, Ernst. El problema de la eutanasia desde la perspectiva filosófica. En: Tugendhat E. Problemas. Editorial Gedisa: Barcelona. 2000.

4. Declaration on Euthanasia. Sacred Congregation for the Doctrine of the Faith. Rome, May 5, 1980. http://www.vatican.va/

5. Task Force on Life and the Law. When Death is Sought. Assisted Suicide and Euthanasia. Chapter 5. The Ethical Debate. http://www.health.state.ny.us/nysdoh/consumer/patient/chapter

6. BBC Religion and Ethics. Euthanasia. http://www.bbc.co.uk/religion/ethics/euthanasia/

7. Grupo de Estudios de Ética Clínica de la Sociedad Médica de Santiago. Sobre la proporcionalidad de los actos médicos y el uso de métodos extraordinarios de tratamiento. Rev Méd Chile 2004; 132: 95-107.

Ponencia en el Panel: Eutanasia ¿un hecho inevitable? XXVI Congreso Chileno de Medicina Interna. Viña del Mar, Chile. 26-29 de octubre, 2004. Dr. Alejandro Goic G. Departamento de Bioética y Humanidades Médicas, Facultad de Medicina, Universidad de Chile.

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Punto de vista del Catolicismo:

¿Qué es la eutanasia?Es el primer articulo de una serie que nos permiten analizar con profundidad el tema de la eutanasia. En este se analiza la definición así como los tipos de eutanasia Definición

La etimología: eu thánatos: bien muerte, buena muerte, morir bien. Sin embargo, tiene un significado más específico que es procurar la muerte sin dolor a aquellos que sufren. Este significado es muy amplio y aquí entrarían desde el asesinato al niño que nace disminuido hasta la colaboración en el suicidio de alguien que sufre, desde la eliminación del anciano hasta la abstención del tratamiento para no alargar una agonía sin esperanza. Cada uno de estos casos recibiría un juicio ético distinto.

Hoy entendemos técnicamente por eutanasia el llamado “homicidio por compasión”, es decir, causar la muerte de otro por “piedad” ante su sufrimiento o atender a sus deseos de morir por la causa que fuere.

Esta definición es bastante clara, pero cuando uno escucha debates o lee nuestros periódicos ve que hay una confusión de ideas bastante grande. El problema del recto uso del término es muy importante pues a veces se consideran eutanasia cosas que no tienen nada que ver con ella o se meten bajo este nombre casos de simple suicidio. Otros hablan de “muerte dulce” o “muerte digna” para ocultar la tremenda realidad del hecho central de la eutanasia: un ser humano da muerte a otro consciente y libremente, independientemente de las razones que lo motiven a hacerlo.

Podemos enunciar, pues, esta definición: “eutanasia” es causar la muerte a otro con o sin su consentimiento para evitarle dolores físicos o padecimientos de otro tipo considerados insoportables. Por tanto, la eutanasia representa siempre una forma de homicidio pues implica que un hombre da muerte a otro ya sea por un acto positivo o por la omisión de la atención y cuidados debidos.

¿Qué elementos comporta esta definición?

La muerte es un objetivo buscado, está en la intención de quien practica la eutanasia. Por tanto, no es eutanasia la aplicación de un tratamiento necesario

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para aliviar el dolor aunque acorte la expectativa de vida del paciente como efecto secundario no querido (ver los casos de “doble efecto” en el libro: El Amor es más fuerte, Miguel Carmena Laredo, Ed. Diana, México, D.F. 1996, p.191), ni puede llamarse eutanasia a la muerte que es fruto de una imprudencia o accidente.

Puede producirse por acción (administrar sustancias tóxicas mortales) o por omisión (negar la asistencia médica debida).

Se busca la muerte de otro, no la propia. El suicidio, sea por acción u omisión no es propiamente una forma de eutanasia.

Los motivos también tienen un valor muy importante en la definición.

Puede realizarse porque la pide el que quiere morir. La ayuda o cooperación al suicidio sí se considera una forma de eutanasia.

Puede realizarse para evitar sufrimientos que pueden ser presentes o futuros, pero previsibles, o porque se considere que la calidad de vida de la víctima no alcanzará o no mantendrá un mínimo aceptable. El elemento subjetivo de estar eliminando el dolor o las deficiencias ajenas es un factor necesario para considerar lo que es eutanasia. Si no, estaríamos ante otras formas de homicidio.

¿Cuántas clases de eutanasia hay?

Voluntaria: solicitada por el que quiere morir

Involuntaria: cuando no la solicita

Perinatal: cuando se aplica a recién nacidos deformes o deficientes

Agónica: cuando se aplica a enfermos terminales

Psíquica: cuando se aplica a afectados de lesiones cerebrales irreversibles

Social: cuando se aplica a ancianos u otro tipo de personas tenidos por socialmente improductivos o gravosos.

Auto-eutanasia: esto no es eutanasia según la definición que dimos, sino suicidio.

Activa: la muerte se produce por acción positiva

Pasiva: la muerte se produce por omisión

Directa: busca directamente la muerte

Indirecta: busca mitigar el dolor aun sabiendo que ese tratamiento puede acortar la vida del paciente. Esto tampoco es eutanasia.

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¿Qué es la distanasia?

Su etimología es Dis thánatos: mal y muerte. Es lo contrario de la eutanasia y consiste en retrasar el advenimiento de la muerte todo lo posible, por todos los medios, proporcionados o no, aunque no haya esperanza de curación y aunque eso signifique unos grandes sufrimientos añadidos para el enfermo. También se llama “ensañamiento terapéutico” y “encarnizamiento terapeútico”.

El marco cultural en el que surge el problema

La secularización del pensamiento y de la vida.

El recto secularismo lo inventó Jesucristo: “dad al césar lo que es del césar y dad a Dios lo que es de Dios”. Es una justa valoración de la autonomía relativa y del valor de las realidades temporales. Pero el nuevo secularismo se ha convertido en un exclusivo interés por las realidades mundanas y en un rechazo de toda dependencia de Dios y de la ley moral por parte del hombre. Este tipo de secularismo se hace incapaz para dar sentido al dolor y a la muerte.

La muerte sólo tiene sentido si al privar al hombre de los bienes terrenales, abre la esperanza hacia una vida más plena, cosa que no aporta el secularismo imperante. Por eso la muerte se ha convertido hoy en un tabú, en algo innombrable (comparar con el tabú sexual y el tema de la cigüeña). La eutanasia nace precisamente en estas sociedades.

El cientifismo racionalista y humanitarista.

Su tesis principal es que el conocimiento objetivo sólo es posible en el campo de la ciencia experimental (pero en esta tesis hay una contradicción porque esta afirmación no nace de la ciencia experimental, y por tanto, según esta teoría, no es un conocimiento objetivo). Esta concepción de la ciencia reduce los valores éticos al campo del mito y de la imaginación.

La descomposición de la medicina entre tecnología y humanización.

Los progresos médicos hacen cada vez más difíciles de definir las fronteras entre la vida y la muerte, entre el coma reversible y el irreversible. Las técnicas de reanimación actuales llevan a muchos pacientes a una recuperación prodigiosa y total, pero muchas veces, más que la vida, lo que prolongan es la agonía. El esfuerzo tecnológico en las salas de reanimación va acompañado a menudo del aislamiento y la soledad del enfermo; aislamiento de los familiares incluso en el momento de la muerte, soledad incluso respecto del cuerpo médico afanado en torno a las máquinas. Hace falta pasar de la simple asistencia técnica a la asistencia humana (que se prolonga cuando el paciente ya está en el proceso irreversible del camino final hacia la muerte porque el paciente siempre tiene derecho a recibir “asistencia humana”).

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Consecuencias

Muchos piensan que la vida humana no merece ser vivida más que en determinadas condiciones de plenitud, frente a la afirmación de que la vida humana es un bien superior y un derecho inalienable e indisponible (es decir, que no depende de la decisión propia ni de la de otros).

Hay una imprecisión muy frecuente en el uso de los términos.

Los argumentos en defensa de la eutanasia suelen ser

Hay un derecho a la muerte digna expresamente querida por el que padece sufrimientos atroces.

Cada uno puede disponer de su propia vida en el uso de su libertad y autonomía individual.

Suprimir la vida de los deficientes psíquicos profundos o de los enfermos en fase terminal es una forma de progreso pues son vidas que no pueden llamarse propiamente humanas.

Es una manifestación de solidaridad social pues se eliminan vidas sin sentido que constituyen una dura carga para los familiares y la propia sociedad.

Se da un valor absoluto a la libertad que puede decidir sobre cualquier cosa.

¿Cómo funcionan las campañas de defensa de la eutanasia?

Siempre se comienza presentando un caso límite, una situación terminal llamativa que excite la sensibilidad colectiva para justificar la eutanasia en este caso dramático y singular. Se admite un caso y así, tomándolo como modelo, se pueden “arreglar” otros. Se habla de “arreglar un problema”, no se usa jamás el término “matar a un ser humano”. Suele presentarse a un hombre del que se dice que se encuentra en vida vegetativa, pero esta afirmación no es real; su vida sigue siendo humana, siente, oye y vive como hombre, no es un vegetal.

Se llena la opinión pública de eufemismos que aprovechan muy bien la dificultad conceptual y terminológica para distraer el punto de atención sobre la realidad del asunto (que es matar a un hombre) y superficialmente se simplifican los juicios con términos como: “ayudar a morir”, “facilitar la culminación de la vida”, “liberación del enfermo”, etc.

Se presenta a los defensores de la vida como retrógados, intransigentes, contrarios a la libertad y al progreso. Así se distrae el debate y no se escuchan con serenidad y ecuanimidad las opiniones a favor de la dignidad del ser humano pues ya están inseminados los prejuicios en las mentes de la opinión pública.

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Como muchas confesiones religiosas actúan en el debate a favor de la vida (especialmente cristianos y judíos), se extiende la idea de que es un simple problema religioso, íntimo, de mera conciencia individual, que puede aceptarse en una sociedad pluralista.

Se hacen encuestas de opinión sobre la ciudadanía, los enfermos de SIDA, los de cáncer, los médicos, etc. Estas encuestas son poco fiables pues hay mucha imprecisión terminológica, muchos componentes emocionales que se ponen en juego, etc. Es famoso el caso de la encuesta realizada en Barcelona donde se decía que el 90% de los médicos de la ciudad estaban a favor de la eutanasia, pero viendo los cuestionarios, en verdad estaban en contra del “ensañamiento terapéutico”. En el fondo hay un hábil manejo de la terminología para “orientar” los resultados.

Algunas bases de la cultura de la vida son

La muerte no es un tema tabú, sino un hecho natural que forma parte de la vida humana como el nacer, el crecer, la condición sexuada o la inteligencia.

Nadie, ni jueces, ni legisladores, ni médicos, se puede atribuir el derecho a decidir que algunos seres humanos no tienen derechos o los tienen en menor grado que los demás.

La familia es respetada y querida como ámbito natural de solidaridad entre generaciones, en las que se acoge, se protege y se cuida a los miembros sanos y a los enfermos, a los jóvenes y a los ancianos, a los no deficientes y a los que sí lo son.

La organización hospitalaria no debe ser el lugar donde se abandona a los enfermos y ancianos. El hogar tiene que ser el lugar de acogida natural en la enfermedad y en la ancianidad, y en él debe vivirse la muerte con cariño y lucidez.

Las iniciativas sociales de atención a los enfermos deben crear en torno a ellos un clima humano, respetuoso de la persona humana y una preparación técnica suficiente de modo que la persona pueda afrontar la muerte dignamente y sintiéndose persona (ej. de Gran Bretaña).

La medicina debe orientarse también a la atención de las personas, no sólo a un esfuerzo tecnológico para alargar la vida.

Los principios éticos que entran en juego en el juicio sobre la eutanasia

En primer lugar hace falta clarificar conceptos.

En segundo lugar hay que recordar los tres principios fundamentales de la ética de la vida: el derecho fundamental e inalienable de toda persona a la vida, la primacía de la persona sobre la sociedad y el deber de la autoridad de respetar la vida inocente.

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Jamás es lícito matar a un paciente, ni siquiera para no verle sufrir o no hacerle sufrir, aunque él lo pida expresamente. Nadie tiene la facultad de decidir o provocar la muerte de una persona.

No es nunca lícita ninguna acción que por su naturaleza provoca directa o intencionalmente la muerte del paciente.

No es lícito omitir una prestación debida a un paciente sin la cual va irremisiblemente a la muerte, por ejemplo, los cuidados vitales debidos a todo paciente (alimentación por tubo y remedios terapéuticos normales) aunque sufra un mal incurable o esté en fase terminal o incluso en coma irreversible.

Es ilícito rehusar o renunciar a cuidados y tratamientos posibles y disponibles, cuando se sabe que resultan eficaces, aunque sea sólo parcialmente. En concreto, no se ha de omitir el tratamiento a enfermos en coma si existe alguna posibilidad de recuperación, aunque se puede interrumpir cuando se haya constatado su total ineficacia. En todo caso siempre se han de mantener las medidas de sostenimiento.

No existe la obligación de someter al paciente terminal a nuevas operaciones quirúrgicas, cuando no se tiene la fundada esperanza de hacerle más llevadera su vida.

Es lícito suministrar narcóticos o analgésicos que alivien el dolor, aunque atenúen la consciencia y provoquen de modo secundario un acortamiento de la vida del paciente. Siempre que el fin de la acción sea calmar el dolor y no provocar directamente un acortamiento sustancial de la vida. En estos casos, la moralidad del acto depende de la intención con que se haga y de que exista de verdad una debida proporción entre lo que se logra (disminución del dolor) y el efecto negativo para la salud (ver los casos de “doble efecto” en: El Amor es más fuerte, Miguel Carmena Laredo, Ed. Diana, México, D.F. 1996, p.191).

Es lícito dejar de aplicar tratamientos desproporcionados a un paciente en coma irreversible cuando haya perdido toda actividad cerebral. Pero no lo es cuando el cerebro del paciente conserva ciertas funciones vitales, si esa omisión provocase la muerte inmediata.

Las personas minusválidas o con malformaciones tienen los mismos derechos que las demás personas en lo que se refiere a la recepción de tratamientos terapéuticos. Esto se aplica a la fase prenatal y postnatal.

El estado no puede atribuirse el derecho de legalizar la eutanasia pues la vida del inocente es un bien que supera el poder de disponer de ella tanto por parte del individuo como del estado (nadie se da a sí mismo la vida).

La eutanasia es un crimen contra la vida humana y contra la ley divina, del que se hacen responsables todos los que intervienen en la decisión y ejecución del acto homicida.

Juicio ético sobre la eutanasia

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Rechazo a la eutanasia propiamente dicha. Nada ni nadie puede autorizar el dar muerte a un ser humano inocente sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie, además, puede solicitar ese gesto homicida para sí mismo o para otro del que sea responsable, ni puede consentir en él explícita o implícitamente. Se trata, en efecto, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la humanidad.

El fundamento de la ética es el respeto de la verdad del hombre, el respeto de la persona tal como ella es. Otro fundamento verdadero no se le puede dar a la ética (el fundamento último del valor moral no es la vida, sino la dignidad del ser humano -como se ve en el martirio-). La ética guía al hombre desde el “ser” hasta el “deber ser”. Los otros criterios están constituidos por la utilidad de alguien en detrimento de algún otro; por el poder de unos sobre otros, por la eficacia de este poder cada vez más amplio para algunos, cada vez más opresor para otros. La verdad del hombre es que él no se da la vida a sí mismo, ni se la da el estado, la recibe como un don.

Uso proporcionado de los medios terapéuticos.La muerte, con los sufrimientos que suelen acompañarla y precederla sigue angustiando al hombre. Es muy importante proteger hoy, en el momento de la muerte, la dignidad de la persona humana y la concepción cristiana de la vida contra un tecnicismo que amenaza volverse abusivo. Algunos hoy hablan de “derecho a la muerte” no como el derecho a darse o hacerse dar muerte, sino a morir con entera tranquilidad, con dignidad humana y cristiana.

Hay unos criterios nuevos que mejoran la distinción entre medios ordinarios y extraordinarios. Ya no se habla de “medios ordinarios” y “medios extraordinarios”. La razón es que muchos medios que antes eran extraordinarios ahora ya no lo son y se hacía difícil distinguir. Además, la reanimación y los nuevos medios de terapia intensiva han permitido salvar muchas vidas. Por eso se ha buscado otro criterio de referencia que se basa no ya en el “medio terapéutico”, sino en el “resultado terapéutico”. Así, hoy se prefiere hablar de “medios proporcionados” y “medios desproporcionados” de acuerdo a los resultados. Esto no quita que no se sigan evaluando los medios de acuerdo al tipo de terapia, el grado de dificultad y el riesgo que comportan, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales.

Así, se ofrecen ahora cuatro criterios muy útiles:

- A falta de otros remedios, es lícito acudir con el consentimiento del enfermo, a los medios de que dispone la medicina más avanzada, aunque se encuentren todavía en estadio experimental y no estén exentos de cierto riesgo.

- Es lícito también interrumpir la aplicación de tales medios, cuando los resultados frustren las esperanzas puestos en ellos. Pero al tomar una decisión de este género se deberá tener en cuenta el justo deseo del enfermo y de sus familiares así como el parecer de los médicos verdaderamente competentes.

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- Es lícito siempre contentarse con los medios normales que la medicina puede ofrecer. Por tanto, no se puede imponer a nadie la obligación de recurrir a un tipo de cuidados que, aunque ya se estén utilizando, sin embargo no están exentos de peligro o son muy costosos.

- En la inminencia de una muerte inevitable a pesar de los medios utilizados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a tratamientos que proporcionarían una prolongación precaria y penosa de la vida, sin interrumpir no obstante los cuidados normales debidos al enfermo en casos semejantes (incluye la alimentación, la hidratación, las aspiración de las secreciones bronquiales y la limpieza de las escaras).

Rechazo del ensañamiento terapéutico y de la distanasia.

El “ensañamiento terapéutico” y la distanasia es prolongar la vida a toda costa. Para determinar bien esto vamos a meternos en un tema muy difícil que es el del llamado “juicio de muerte” (¿cuándo se sabe que una persona está muerta?). La Carta de Ginebra de 1968 define el estado de muerte cuando se determinan los siguientes datos que hay que considerar en sentido acumulativo: cese de toda señal de vida de relación, ausencia de respiración espontánea, atonía muscular y falta de reflejos, caída de la presión arterial cuando deja de ser sostenida farmacológicamente y trazo encefalográfico plano (EEG). Hoy se habla de muerte cuando se determina la muerte cerebral total, es decir, la muerte del encéfalo, aunque esto no impide considerar de modo especial algunos casos de pacientes en coma:

- En el caso del coma considerado reversible es obligatorio utilizar todos los medios disponibles porque la posible o probable recuperación de la vida merece cualquier tipo de sacrificio económico o de servicio. Esto es más necesario en cuanto que el paciente en coma no puede expresarse y dar su consentimiento. Por tanto, recae sobre los familiares y el médico el deber de hacer todo lo posible mediante los medios de reanimación, incluso extraordinarios, siempre que estén disponibles.

- Cuando según el juicio de los expertos se presenta el coma irreversible, persiste la obligación de los cuidados ordinarios (hidratación y nutrición incluídos), pero no se está obligado a aplicar medios particularmente agotadores y onerosos para el paciente condenándolo a una prolongada agonía vivida sin posibilidad de recobrar la conciencia y la capacidad de relación. En este caso se tendría un “encarnizamiento terapéutico”. No es fácil dar este juicio cobre la irreversibilidad del coma y las condiciones de recuperar la conciencia.

- Prolongar la vida de una manera puramente aparente y totalmente artificial una vez que las funciones cerebrales han cesado de una manera total e irreversible, como se puede comprobar ahora mediante un encefalograma plano y los signos de muerte de todas las zonas del encéfalo sería una ofensa al moribundo y a su muerte además de un engaño para sus familiares.

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El encefalograma plano es señal de irreversibilidad si se mantiene por un cierto tiempo (6 horas según la ley italiana para poder proceder a un transplante de órganos). Esto es porque se han dado señales de recuperación incluso después de este signo. Por eso hay que tomar también otros parámetros para detectar la muerte como es el llamado “PTEC” o potencial evocado del tallo cerebral.

Uso de los analgésicos.

Si no hay otro medio de aliviar el dolor, es lícito usar analgésicos aunque esto pueda comportar un riesgo de acortar la vida. Es lícito el uso de los analgésicos que privan del uso de la conciencia con tal que el paciente haya tenido oportunidad de cumplir con sus deberes religiosos y morales para consigo mismo, para con su familia y con la sociedad. Por ello, no es lícito privar al moribundo de la conciencia de sí sin un motivo grave. Hay que pedir el consentimiento del paciente y hay que evitar que con dosis masivas de analgésicos (opiáceos) se practique en la práctica de la eutanasia de modo consciente y oculto.

La verdad al enfermo terminal.

En este tema hemos visto aparecer muchas veces el “consentimiento del paciente”. Este consentimiento requiere una información sobre la situación real de lo que le está pasando. Se pueden dar los siguientes criterios éticos:

- Para que haya una decisión moral es preciso conocer la verdad. Por ello hay que evitar tener un comportamiento de falsedad con el enfermo. Él tiene el derecho de saber y ser informado y también de prepararse para una muerte digna. Pero esto podría volverse contraproducente si el paciente llegara a adivinar la verdad de lo que le sucede, cosa bastante probable.

- La información debe darse en el ámbito de una comunicación humana. Hay que escuchar al enfermo y después explicarle lo que tiene. El enfermo busca solidaridad y estar acompañado, poder comunicarse y sentir que se comparte su situación.

- La verdad que hay que comunicar debe estar proporcionada a la capacidad del sujeto para recibirla saludablemente. Hay, pues, que comunicársela poco a poco, adaptándose a sus fases psicológicas y hay que prepararle en el estado anímico más favorable posible sabiendo detenerse en el momento preciso. Nunca hay que cerrar toda esperanza pues en realidad en medicina nunca se dan previsiones absolutas.

- No hay que ocultar la gravedad de la situación en su sustancia a un paciente antes de morir especialmente cuando tenga que afrontar decisiones importantes. Siempre está además el deber-obligación del paciente a prepararse para una buena muerte.

Caso de la sentencia dictada contra Terri Schiavo

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La palabra «eutanasia» no tiene ni siquiera su sentido etimológico, «buena muerte», pues es «cruel», asegura el obispo Elio Sgreccia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida.

El prelado acogió con «desconcierto y tristeza» el rechazo por parte del el juez federal de distrito en Tampa (Florida), James Wittemore, de la solicitud urgente de los padres de la mujer con una lesión cerebral para que se volviera a conectar el tubo que le permite alimentarle e hidratarle.

«Tengo que confirmar el juicio moral que no cambia: es un acto ilícito y grave. Es particularmente grave, pues parece que la decisión sobre la vida o muerte de una persona es hoy cuestión de un tribunal», ha afirmado monseñor Sgreccia en declaraciones a «Radio Vaticano».

«Por tanto, confirmo el juicio negativo, no sólo sobre el hecho de que se le hayan quitado los alimentos, sino también sobre la sentencia que trata de legitimar algo así. Espero que estos ejemplos no sean seguidos por otras sentencias semejantes», añadió el prelado este martes.

Monseñor Sgreccia considera la decisión de la justicia estadounidense «no es eutanasia en el sentido literal de la palabra; no es una "buena muerte", es una muerte provocada a través de una forma cruel. No es un acto médico. Se trata de quitar el agua y el alimento para provocar la muerte», añadió.

«Yo creo que quienes han expresado solidaridad a la familia realizan un acto de gran mérito», así como quienes la han defendido públicamente, asegura.

El obispo italiano denuncia por último «un mecanismo de exageración que busca favorecer la legitimación de la así llamada eutanasia, en casos como éste en los que con frecuencia entran en juego intereses de otro tipo».

La encíclica Evangelium vitae del Papa Juan Pablo II, 25 de marzo de 1995.

¿Qué dice exactamente la encíclica Evangelium Vitae sobre la eutanasia?

La encíclica afirma que "la eutanasia es una grave violación de la ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de la persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. Semejante práctica conlleva, según las circunstancias, la malicia propia del suicidio o del homicidio" (n. 65).

¿Cómo define la encíclica la eutanasia?

La encíclica define la eutanasia como "adueñarse de la muerte, procurándola de modo anticipado y poniendo así fin dulcemente a la propia vida o a la de otros" (n. 64) o, más propiamente, "en sentido verdadero y propio se debe entender (la eutanasia como) una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. La

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eutanasia se sitúa, pues, en el nivel de las intenciones o de los métodos usados" (n. 65).

¿Por qué la Iglesia condena la eutanasia si muchas veces parece una medida de solidaridad hacia los enfermos que sufren sin remedio y están sometidos a tratamientos inhumanos?

La encíclica aborda este problema cuando se refiere al ensañamiento terapéutico. Afirma que la eutanasia debe distinguirse de la "decisión de renunciar al ensaña miento terapéutico, o sea, ciertas intervenciones médicas ya no adecuadas a la situación real del enfermo, por ser desproporcionadas a los resultados que se podrían esperar o, bien, por ser demasiado gravosas para él o su familia. En estas situaciones, cuando la muerte se prevé inminente e inevitable, se puede en conciencia renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir sin embargo las curas normales debidas al enfermo en casos similares. Ciertamente, existe la obligación de curarse y hacerse curar, pero esta obligación se debe valorar según las circunstancias concretas; es decir, hay que examinar si los medios terapéuticos a disposición son objetivamente proporcionados a las perspectivas de mejoría. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia; expresa más bien la aceptación de la condición humana ante la muerte" (n. 65).

¿Pero, entonces, no se puede aliviar el dolor del enfermo, aunque esto suponga acortarle la vida?

La encíclica apunta que “en la medicina moderna van teniendo auge los llamados cuidados paliativos , destinados a hacer más soportable el sufrimiento en la fase final de la enfermedad y, al mismo tiempo, asegurar al paciente un acompañamiento humano adecuado. En este contexto aparece, entre otros, el problema de la licitud del recurso a los diversos tipos de analgésicos y sedantes para aliviar el dolor del enfermo, cuando esto comporta el riesgo de acortarle la vida.

En efecto, si puede ser digno de elogio quien acepta voluntariamente sufrir renunciando a tratamientos contra el dolor para conservar la plena lucidez y participar, si es creyente, de manera consciente en la pasión del Señor, tal comportamiento “heroico” no debe considerar se obligatorio para todos. Ya Pio XII afirmó que es lícito suprimir el dolor por medio de narcóticos, a pesar de tener como consecuencia limitar la conciencia y abreviar la vida, si no hay otros medios y si, en tales circunstancias, ello no impide el cumplimiento de otros deberes religiosos y morales.

En efecto, en este caso no se requiere ni se busca la muerte, aunque por motivos razonables se corra ese riesgo. Simplemente se pretende mitigar el dolor de manera eficaz, recurriendo a los analgésicos puestos a disposición por la medicina. Sin embargo, “no es lícito privar al moribundo de la conciencia propia sin grave motivo”: acercándose a la muerte, los hombres deben estar en condiciones de poder cumplir sus obligaciones morales y familiares y, sobre

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todo, deben poderse preparar con plena conciencia al encuentro definitivo con Dios“ (n. 65).

¿Cuál es la realidad más profunda de la eutanasia?

La eutanasia "en su realidad más profunda, constituye un rechazo de la soberanía absoluta de Dios sobre la vida y sobre la muerte, proclamada así en la oración del antiguo sabio de Israel: Tú tienes el poder sobre la vida y sobre la muerte, haces bajar a las puertas del Hades y de allí subir (Sab. 16,13 y cfr. Tob. 13,2) “ (n. 66).

¿Dice algo la encíclica Evangelium Vitae acerca de las personas que colaboran con la eutanasia?

La encíclica emplea palabras muy claras para referirse a las diversas formas de colaboración con la eutanasia. Dice textualmente:

“Compartir la intención suicida de otro y ayudarle a realizarla mediante el llamado “suicidio asistido” significa hacerse colaborador, y algunas veces autor en primera persona, de una injusticia que nunca tiene justificación, ni siquiera cuando es solicitada. “No es lícito -escribe con sorprendente actualidad San Agustín- matar a otro, aunque éste lo pida y lo quiera y no pueda ya vivir... para librar, con un golpe, el alma de aquellos dolores, que luchaba contra las ligaduras del cuerpo y quería desasirse”. La eutanasia, aunque no esté motivada por el rechazo egoísta de hacerse cargo de la existencia del que sufre, debe considerarse como una falsa piedad, más aún, como una preocupante “perversión” de la misma. En efecto, la verdadera “compasión” hace solidarios con el dolor de los demás, y no elimina a la persona cuyo sufrimiento no se puede soportar”.

“El gesto de la eutanasia aparece aún más perverso si es realizado por quienes -como los familiares- deberían asistir con paciencia y amor a su allegado, o por cuantos -como los médicos-, por su profesión específica, deberían cuidar al enfermo incluso en las condiciones terminales más penosas”.

“La opción de la eutanasia es más grave cuando se configura como un homicidio que otros practican en una persona que no la pidió de ningún modo y que nunca dio su consentimiento. Se llega además al colmo del arbitrio y de la injusticia cuando algunos, médicos o legisladores, se arrogan el poder de decidir sobre quién debe vivir o morir. Así, se presenta de nuevo la tentación del Edén: ser como Dios “conocedores del bien y del mal” (Gn 3,5). Sin embargo, sólo Dios tienen el poder sobre el morir y el vivir: “Yo doy la muerte y doy la vida” (Dt 32, 39; cf. 2R 5,7; 1S 2,6). El ejerce su poder siempre y sólo según su designio de sabiduría y de amor. Cuando el hombre usurpa este poder, dominado por una lógica de necedad y de egoísmo, lo usa fatalmente para la injusticia y la muerte. De este modo, la vida del más débil queda en manos del más fuerte; se pierde el sentido de la justicia en la sociedad y se mina en su misma raíz la confianza recíproca, fundamento de toda relación auténtica entre las personas” (n. 66).

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¿Cuáles deben ser, según la encíclica, las actitudes del cristiano ante el sufrimiento y la muerte?

La encíclica nos dice que, frente a la cultura de la muerte, “bien diverso es, en cambio, el camino del amor y de la verdadera piedad, al que nos obliga nuestra común condición humana y que la fe en Cristo Redentor, muerto y resucitado, ilumina con nuevo sentido. El deseo que brota del corazón del hombre ante el supremo encuentro con el sufrimiento y la muerte, especialmente cuando siente la tentación de caer en la desesperación y casi de abatirse en ella, es sobre todo aspiración de compañía, de solidaridad y de apoyo en la prueba. Es petición de ayuda para seguir esperando, cuando todas las esperanzas humanas se desvanecen“ (n. 67).

Los derechos del enfermo moribundo

El derecho a una muerte digna incluye:

1. El derecho a no sufrir inútilmente.

2. El derecho a que se respete la libertad de su conciencia.

3. El derecho a conocer la verdad de su situación.

4. El derecho a decidir sobre sí mismo y sobre las intervenciones a que se le haya de someter.

5. El derecho a mantener un diálogo confiado con los médicos, familiares, amigos y sucesores o compañeros en el trabajo.

6. El derecho a recibir asistencia espiritual.

Bibliografia:

http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/342/1301/articulo.php?id=4750

http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/342/1301/articulo.php?id=4751

http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/342/1301/articulo.php?id=4752

http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/342/1301/articulo.php?id=4754

http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/342/1301/articulo.php?id=4757

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Dios es quien otorga y quita la vida por la muerte, la cual es consecuencia del pecado del hombre. Esto deberías saberlo si estudias en una universidad católica.

¿Qué derecho tienes tú o un médico a decidir sobre la muerte de un paciente o de un familiar? Porque según creo en estado "vegetativo" la persona afectada no puede dar su opinión. De cualquier manera tampoco valdría de mucho la opinión del paciente porque éste no es dueño de su vida, como nos quiere hacer pensar la propaganda materialista y anti-religiosa de nuestros días. ¿O acaso tú has elegido cuándo nacer, dónde y cuál sería tu familia? No es algo que esté en manos del hombre discernir, aún cuando Dios nos ha dado la libertad de poder hacerlo (como abortar, practicar la eutanasia, etc.).

El que tiene vida "vegetativa" tiene tanto derecho a la vida como un niño en el vientre de su madre, sumándole a esto en común la incapacidad de manifestarlo. Y vivir "digamente" es un concepto MUY subjetivo... Para mí "reir, llorar, jugar, ver tele, comer o ir al baño normalmente" no constituye en sí el conjunto al cual denominar "vida decente, digna". Hay quienes estuvieron durante décadas en estado vegetativo que han despertado... "Lo último que pierde el cristiano es la esperanza".

Fuente: http://ar.answers.yahoo.com/question/index?qid=20110612095706AA9rwYl

Cuando hablamos de valoración moral de la eutanasia, no entramos a enjuiciar la actitud concreta de una determinada persona, ya que solamente Dios conoce todo lo que sucede en el alma de una persona.

A pesar de ello, sí es posible valorar moralmente el hecho objetivo de matar a una persona, aunque sea ella quien solicite que se le aplique el suicidio "asistido" o eutanasia. Hay un hecho cierto: la vida no me la he dado a mi mismo, sino que la he recibido.

Podemos cambiar el sentido de las palabras o "re-definirlas", pero suprimir la vida de una persona siempre se le ha denominado matar. En todas las culturas y tiempos, matar a un individuo ha conllevado el máximo castigo.

El motivo de fondo para entender la valoración moral de la eutanasia es que la vida no me la he dado, sino que la he recibido de Dios (para los no creyentes, de un Ser superior que tiene poder para dar la vida). Nosotros somos administradores de este don que no tiene precio.

Catecismo de la Iglesia católica nº 2280: Cada uno es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. El sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y preservarla para su honor

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y la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.

Por lo tanto, la eutanasia directa siempre y bajo cualquier causa, es una acción contra Dios.

Catecismo de la Iglesia católica nº 2324: La eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y sus motivos, constituye un homicidio. Es gravemente contraria a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador.

Catecismo de la Iglesia católica nº 2277: Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente reprobable.

Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de proscribir y excluir siempre.

No hay obligación de aplicar al paciente terminal un tratamiento médico especialmente oneroso, desproporcionado o que suponga un encarnizamiento médico. Esta postura no implica aceptar la eutanasia, sino permitir que la naturaleza siga su curso. La diferencia se encuentra en que no se efectúa ninguna acción contra la vida del paciente (ni se desea terminar con ella).

Catecismo de la Iglesia católica nº 2278: La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítimo. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el "encarnizamiento terapéutico". Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

Por este motivo, los cuidados ordinarios siempre han de ser dispensados al paciente.

Catecismo de la Iglesia católica nº 2279: Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden legítimamente ser interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es buscada, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados.

Fuente: http://www.erain.es/departamentos/religion/Trabajos/Bach04/euta/05euta.htm

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Mons. Lázaro Pérez Jiménez, Obispo de Celaya (México) ha escrito un mensaje dirigido a todos sus fieles ante el debate sobre la eutanasia que se está llevando a cabo en su país.

La Voz del Pastor, Lo que todo católico debe saber sobre la eutanasia

Hace unos días se nos informó a través de los medios de comunicación que los miembros de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal preparaban una nueva ley con el objeto de aprobar la despenalización de la eutanasia. Se trata de los mismos autores de la ley que en días pasados aprobaron por una inmensa mayoría la despenalización del aborto, es decir que estos señores legisladores determinaron que la vida, don de Dios, comienza a ser vida a partir de este tiempo. Indignante es que una Institución cuya principal misión debería de servir para elaborar leyes a favor del bien común, se atreviera a despenalizar un crimen, un infanticidio a todas luces contrario a la ley natural y ofensivo al único Señor de la vida. Todos fuimos testigos del mucho ruido que causó la determinación. Pese a que fueron millones de voces que se alzaron para protestar, los señores legisladores aprobaron la despenalización del aborto y no faltaron de entre ellos quienes consideraron que una decisión en este sentido representaba el triunfo de los derechos de la mujer que por años había sido sometida al yugo machista que le impedía realizarse con madurez y libertad. No faltaron quienes, en abierto desafío en especial a los ministros de culto, se pronunciaron a favor de la nueva ley afirmando que la verdadera democracia sólo es posible dentro de un marco de laicidad, es decir, cerrando las puertas a los principios doctrinales proclamados por las iglesias como parte esencial de su misión profética. A mi entender, lo que se dijo del estado laico, no se refería sino al simple hecho de sacar a Dios fuera de la esfera pública y, en consecuencia, arrinconar a las iglesias a las sacristías. En pocas palabras reducir la religión a lo estrictamente personal y privado sin proyección a la sociedad. Lamentablemente, una vez aprobada la ley, el discurso posterior de parte de algunos miembros de la Iglesia católica giró en torno al problema de la excomunión para quienes habían emitido su voto a favor de la nueva ley. Hubo pasión, enfrentamientos verbales, contradicciones, mutuas acusaciones y hasta se llegó al cinismo de llevar una demanda a la Secretaría de Gobernación en contra del Cardenal Norberto Rivera y su vocero por provocar con sus intervenciones un clima de violencia y por querer intervenir en asuntos de competencia exclusiva del estado. Creo que la estrategia de los católicos del Distrito Federal de centrar el problema en torno a la excomunión, si bien tenía sustento jurídico, distraía la atención y se pasaba por alto el problema real, es decir, el derecho a la vida del ser humano desde el primer momento de su concepción. Al pretender introducir ahora la nueva ley de la eutanasia, es decir, la muerte asistida de forma directa, los legisladores están demostrando que no están dispuestos a enfrentar los reales problemas de la población, aquellos que esperan una solución integral que permita a los más pobres y marginados llevar una vida digna. Todos sabemos que los retos de la inseguridad y la carencia de servicios elementales en el Distrito Federal son problemas apremiantes que, de no ser resueltos, podrían a futuro provocar inestabilidad y

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violencia. Al constatar que las decisiones sobre el aborto y la eutanasia son importadas de culturas ajenas a la nuestra, uno se pregunta en donde quedaron los pobres a quienes se les prometió que serían privilegiados. Con el aborto y la eutanasia no salen ganando ni alcanzan mejoría económica alguna. Siguen igual o peor que antes. No es mi intención entrarle al juego de la política y de los partidos políticos; en comunión con mis hermanos obispos, soy consciente del deber que Jesucristo me ha confiado de guiar al pueblo católico alimentándolo con la verdad del evangelio cuyo mensaje central es la liberación del hombre de toda atadura y esclavitud recordándole, a la vez, su altísima dignidad como persona humana a la que se le reconocen sus derechos fundamentales comenzando por el derecho a la vida desde el primer momento de su concepción hasta su muerte natural. Callar en estos casos es incumplir la misión que se me ha confiado por pura gracia.

Tomando en consideración que para los católicos el Catecismo de la Iglesia es fundamental para conocer los principios doctrinales que guían la conducta cristiana, me permito citar dos textos acerca de la eutanasia. “Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable”. Por lo tanto, una acción o una omisión, que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre” (C. I. C. 2277). Un católico, si de verdad quiere actuar de acuerdo a su fe, nunca podrá estar a favor de la eutanasia ni emitir su voto a fin de que sea legalizada en nuestro país. El católico tendrá su opción en todo momento a favor de la cultura de la vida.

Fuente: http://6865.blogcindario.com/2007/07/03736-lo-que-todo-catolico-debe-saber-sobre-la-eutanasia.html

Autor: Lázaro Pérez Jiménez, Obispo de Celaya (2007-07-01)

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Punto de vista del cristianismo:

La civilización griega fue la primera en emplear la palabra euthanasia, para quienes significaba una buena muerte (tahanatos). La misma era aprobada por el estado, ya que los gobernadores contaban con veneno para todo aquel que deseaba morir, otorgándoles a su vez una autorización oficial: «Quien no desee vivir debe exponer los motivos al Senado y una vez lo haya recibido, puede quitarse la vida. Si existencia te resulta odiosa, muere; si el destino te es adverso, bebe cicuta. Si la pena te abruma, abandona la vida. Dejad que el infeliz relate su desgracia, dejad que el magistrado le proporcione el remedio para que él mismo pueda ponerle fin». Esto sucedía básicamente en Atenas, Quíos y Massalia. Sin lugar a dudas, que Grecia era una sociedad que aceptaba la eutanasia como práctica ideada hacia un buen morir, con la finalidad de evitar la mala vida. Sin embargo, esta práctica tiene sus defensores y detractores desde la antigüedad, hasta nuestros días. Por ejemplo, desde épocas muy remotas quienes defendían a la eutanasia eran Sócrates y Platón, quienes se aferraban a la idea de que una enfermedad dolorosa y que llevara a un alto sufrimiento, sería una buena razón para dejar de vivir. Heródoto era un médico, y profesor de Hipócrates, condenado por el filósofo en la República por «fomentar las enfermedades e inventar la forma de prolongar la muerte» y agrega «por ser maestro y de constituir enfermiza; ha encontrado la manera, primero de torturarse a sí mismo, y después al resto del mundo». Pese a ello, hay quienes se oponían a esta práctica condenándola, por ejemplo grupos como los pitagóricos, aristotélicos y epicúreos.

No obstante, Grecia no fue la única que permitía este tipo de práctica. En Roma, se creía que un enfermo Terminal podía suicidarse porque poseía motivos suficientes y valederos para hacerlo. Por lo que sólo se penalizaba al suicidio ilógico y sin relación al padecimiento de una enfermedad. Entonces la ideología romana era que vivir notablemente significaba por lo tanto morir de la misma manera. Tal es así que hasta los aristócratas prisioneros se les concedía frecuentemente evitar ser ejecutados mediante la opción del suicidio. Imaginémoslos a través de las palabras de Séneca el estoico: «Hay una gran diferencia entre un hombre que prolonga su vida o su muerte. Si el cuerpo ya no sirve para nada, ¿por qué no debería liberarse al alma atormentada? Quizá sería mejor hacerlo un poco antes, ya que cuando llegue ese momento es posible que no pueda actuar».

Este hecho comenzó a girar radicalmente cuando el suicidio es castigado con la negación de una “cristiana sepultura” a la persona que violentaba contra su propio vida. Hecho que tomó su impulso cuando en el mundo occidental dominó la religión cristiana. Si una persona padecía alguna enfermedad y su sufrimiento era muy intenso, no se podía pensar en la mínima posibilidad de un alivio piadoso. Es por esto que este rechazo llega a marcar influencia en la esfera de la legislación civil. Por ejemplo, la víctima era partícipe de un entierro degradante y un posterior abandono en la vía pública, tras la expropiación de sus bienes. Cabe aclarar que no se realizaban excepciones, aunque haya sido una persona que sufriera una enfermedad incurable.

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Según esta posición, las funciones de la Iglesia y del Estado son usurpadas por el suicida. Tal es así que el suicidio- contrario al quinto mandamiento cristiano, “no matarás”, fue bien definido hacia el siglo IV por San Agustín, como “detestable u abominable perversidad”. ¿Por qué dice esto? Porque Dios es el que concede la vida y también los sufrimientos, entonces como cristianos la obligación es soportarlos. Y es la Iglesia quien con su poder regla las costumbres y las prácticas de la sociedad. Entonces, estas nociones son en la Edad Media la muestra de toda su dominación.

Sin embargo, este dominio de la Iglesia se fue debilitando como producto de un renovado Interés por el individualismo, hecho que se dio en el Renacimiento cambiando la concepción del suicidio, tema en cuestión hasta el momento. Esto favoreció a flexibilizar y complejizar todas aquellas decisiones morales referidas a la vida y la muerte. Desde aquí se comenzó a hablar de una eutanasia voluntaria, como lo hizo Tomás Moro en su obra titulada Utopía, en 1516, donde el autor describía este hecho con autorización oficial inserto en una sociedad ideal. Por otra parte, Montaigne, también escribió sobre el tema plasmado en cinco ensayos y concluyendo en que la eutanasia es una elección personal y racional bajo algunas circunstancias. Ya que el consideraba que el suicidio era un acto justificado, mientras que en la escala de la naturaleza, el hombre tenga dignidad y habilidad para valorarse a sí mismo.

Actualmente, “el debate es entre dos concepciones de la autonomía individual. "Los que quieren legalizar la eutanasia afirman que este derecho [a la muerte] es ilimitado y es exigible por el individuo frente a la sociedad y los médicos". En cambio, los contrarios a la eutanasia "sostienen que la preocupación por el bien común exige poner límites a una reivindicación individual que, si se reconociera por ley, daría paso a un derecho a la muerte incompatible con las fuentes morales de la democracia". Estos, conscientes de la función simbólica que tienen las leyes, "se niegan a convertir la justicia en un calco de meros deseos individuales y no separan el derecho de una reflexión filosófica sobre la condición humana. La política, lejos de reducirse al arte de conquistar y conservar el poder, supone que las decisiones se articulen según valores comunes". (La Eutanasia, una solución anticuada; en http://www.condignidad.org/eutanasia-anticuada.html)

La posición de la Iglesia católica ante la eutanasia

La institución que actualmente rechaza y combate a la eutanasia, es la Iglesia católica, la cual ha realizado una serie de declaraciones al respecto a través de la Comisión Permanente Episcopal: “Respetamos sinceramente la conciencia de las personas, santuario en el que cada uno se encuentra con la voz suave y gente del amor de Dios. No juzgamos el interior de nadie. Comprendemos también que determinados condicionamientos psicológicos, culturales y sociales pueden llevar a realizar acciones que contradicen radicalmente la inclinación innata de cada uno a la vida, atenuando o anulando la responsabilidad subjetiva. Pero no se puede negar la existencia de una batalla jurídica y publicitaria, con el fin de obtener el reconocimiento del llamado ‘derecho a la muerte digna’, es esta postura pública la que tenemos que

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enjuiciar y denunciar como equivocada en sí misma y peligrosa para la convivencia social. Una cosa son la conciencia y las decisiones personales y otra lo que se propone como criterio ético legal para regular las relaciones entre los ciudadano”.

La Iglesia católica considera que el aprecio por toda vida humana fue un progreso introducido por el cristianismo, lo que supone que se vive en la actualidad es un retroceso. Un retroceso que hay que colocar en lo que el Papa denomina “cultura de la muerte”. De esta manera, la Iglesia considera a la eutanasia como aquella actuación cuyo objeto es causar la muerte a un ser humano para evitarles sufrimientos, bien a petición de éste, bien por considerar que su vida carece de calidad mínima para que merezca el calificativo de digna. Esta práctica convertiría a la eutanasia en una forma de homicidio, pues implica que un hombre da muerte a otro, ya mediante un acto positivo, ya mediante la omisión de la atención y cuidados debidos.

De la eutanasia, así entendida, el Papa Juan Pablo II enseña solemnemente: ‘De acuerdo con el Magisterio de mis Predecesores y en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana’.

La batalla política sobre la eutanasia

Actualmente, la eutanasia se transformó en una problemática que conjuga un dilema jurídico y moral. Un dato certero es el que demuestra el aumento, en los últimos años, del número de asociaciones pro-eutanasia, desplegando una intensa actividad divulgativa y reivindicativa a favor del derecho individual de las personas para elegir sobre su propia vida. Al mismo tiempo, estas asociaciones se ven combatidas por la “cruzada a favor de la vida” encabezada por las organizaciones religiosas.

Diversas asociaciones han luchado contra los que defienden la posibilidad de elegir una muerte digna. Los argumentos que legitiman a estos grupos oscilan entre el respeto a la voluntad divina hasta el miedo a crear lagunas jurídicas que proporcionen impunidad a posibles asesinatos. Los debates sobre la eutanasia generalmente terminan siendo dominados por prejuicios morales, religiosos, emocionales, etc.

Sin cuestionar los diferentes puntos de vista, cabría preguntarse: ¿se le puede aplicar la eutanasia o asesoramiento en su suicidio a un enfermo terminal, que considere que su vida no es razón suficiente para soportar un dolor intratable, la pérdida de dignidad o la pérdida de importantes facultades, y que pide repetidamente ayuda para morir, siendo consciente y sin estar en capacidad de fingir una depresión?.

La problemática de la eutanasia conjuga y enfrenta diversos posicionamientos frente a los derechos humanos. En este sentido, numerosas asociaciones pro eutanasia han comenzado una campaña de concientización de la sociedad, para que ésta reconozca el derecho de cada individuo a decidir sobre su propia

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vida. Por otro lado, otro sector de la sociedad, encabezado por las asociaciones religiosas, se oponen drásticamente a la legalización de la eutanasia. En la actualidad, la eutanasia se ha convertido en una ardua batalla de carácter político.

Formas de aplicación de la eutanasia

La eutanasia pasiva hace referencia a la muerte natural, es un termino que muchas veces es utilizado de forma errónea por los medios de comunicación. La misma se produce cuando se suspende el uso de los instrumentos que apoyan la vida o aquellos suministros de medicamentos, de tal forma que se produzca la muerte que no contraría la ley natural.

Por el contrario, la eutanasia activa supone la intervención directa que ocasiona la muerte del paciente poniendo fin a su sufrimiento. En general, los defensores de esta opción, coinciden en la necesidad de que existan condiciones previas que permitan realizarla como la solicitud directa por parte del paciente o enfermo terminal de querer poner fin a su vida, la imposibilidad de la medicina para salvarle, la incapacidad de los fármacos para evitar su dolor y sufrimiento y el consentimiento de médicos y familiares, entre otras.

Con respecto a ello, se ha expresado anteriormente cuales son las posiciones de los detractores religiosos en cuanto a este tema. Sin embargo, más allá de estos grupos, los detractores de la eutanasia, en su lucha por impedir su aprobación legal, argumentan que al estar el suicidio asistido y/o la eutanasia disponibles, esto daría lugar a que algunos sujetos presionaran a sus familiares para que acepten morir, poniendo de relieve la dificultad de establecer controles estrictos para probar la influencia de otros sobre la decisión del paciente. Otras personas desearán morir porque sufren de depresión clínica, invalidando esta condición una decisión consciente.

El suicidio asistido se relaciona vagamente con la eutanasia, éste se produce cuando alguien le da información y los medios necesarios a un paciente para que pueda terminar fácilmente con su propia vida.

Fuente: http://www.portalplanetasedna.com.ar/eutanasia.htm

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El cristianismo siempre ha sabido asumir aquellas palabras y circunstancias que no alteran el mensaje evangélico. No ha tenido miedo de ello. Y menos todavía en estos momentos de relativismo lingüístico en los que contemplamos cómo se tergiversan los vocablos en nombre de una pretendida modernidad que vulgariza al ser humano. Así sucede con expresiones como campo de concentración, interrupción voluntaria del embarazo, proceso de paz y un largo etcétera.

El hombre se ha hecho tan dueño de las palabras que ha terminado esclavizándolas, hasta el punto de provocar que éstas pierdan su valor, por su excesiva manipulación. Así, ellas han dejado de ser herramientas de diálogo para convertirse en instrumentos al servicio de intereses económicos y políticos. Forzar, desvirtuar o desnaturalizar las palabras es tanto como aniquilar el propio lenguaje, presupuesto de racionalidad. De ahí la necesidad de purificar no sólo los conceptos, sino también el vocabulario, de modo que éste sea capaz de expresar con frescura y originalidad el pensamiento humano. También hay que enriquecerlo, dándole nuevos sentidos, quizás inadvertidos por generaciones anteriores. Este modo de proceder es el que realmente configura una cultura del diálogo, abierta, rica. Viva. Integradora. Capaz de fundir filosofías, creencias y opiniones, así como de crear nuevos términos que designen realidades desconocidas.

Allá donde el cristianismo ve algo bueno, se asoma. Lo toma, lo potencia, y se eleva con ello. San Juan no tuvo temor alguno en denominar a Dios Lógos, partiendo del pensamiento griego. San Pablo hizo suya la idea de ley natural, como algo inherente al corazón del hombre. Para comprender y explicar mejor el misterio trinitario, se empleó el concepto de persona —noción griega, reelaborada por los romanos—, etc. San Agustín se platonizó y Santo Tomás dialogó con el Estagirita. El derecho canónico asumió gran parte de la terminología romana: confesión, rescripto, potestad, jurisdicción, y muchos términos más pasaron del ius civile al ius canonicum sin dificultad.

En mi opinión, es preciso recristianizar el diccionario, pues día a día nos enfrentamos a términos francamente barbarizados. Para este fin, la eutanasia es un buen ejemplo. Me explicaré. Eutanasia —en griego, buena (eu) muerte (tánatos)— es un término positivo, eufónico, seleccionado hábilmente para esconder, con eufemismos, una realidad tan cruel como inhumana: la asistencia al suicidio, cuando no el homicidio directo. Servía, sobre todo, para ocultar mediáticamente el senicidio, creando una cortina de humo entre dos acciones profundamente distintas: matar y morir. La eutanasia de Cristo No nos hallamos ante un tema baladí, pues, una vez perdida la batalla del lenguaje, es fácil ser vencido en la contienda de la argumentación. De ahí la necesidad de recuperar la idea de eutanasia —arma arrojadiza contra la Iglesia— y ganarla para la causa cristiana. En efecto, el cristianismo, gran defensor de la dignidad de las personas, quiere que todos los hombres mueran dignamente, es decir, conforme a su condición de hijos de Dios. Por eso, puede hablarse con total propiedad de una eutanasia cristiana, de una buena muerte, que es propia del hombre que aprovecha ese trance para preparar el salto a la vida eterna. La eutanasia por excelencia —es decir, la muerte más valiosa—

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fue la de Cristo en la Cruz, que trajo la redención al género humano. Por eso, los cristianos deberíamos ver en el martirio —dar la vida por amor a Dios— una suerte de eutanasia.

La eutanasia cristiana ayuda a morir dignamente, pero nunca asesina, pues matar es moralmente inaceptable, y más todavía si se trata de poner fin a la vida de personas discapacitadas, enfermas o moribundas. Por ello, la eutanasia cristiana rechaza cualquier tipo de acción u omisión que, de suyo o en la intención, provoquen la muerte, admitiendo, por supuesto, la interrupción de tratamientos médicos desproporcionados o un vano encarnizamiento terapéutico. Así, la eutanasia cristiana no desea la muerte pero acepta, porque reconoce nuestra condición de criaturas, el fin inexorable. La eutanasia de verdad La eutanasia cristiana reclama que las decisiones sean tomadas por el propio paciente, si fuera capaz, o por sus familiares, respetando siempre los intereses legítimos del enfermo. La eutanasia cristiana jamás desatiende los cuidados paliativos, por más que la muerte nos pise los talones, y ve en ellos un ejercicio vivo de caridad fraterna, de generosidad. De solidaridad. Mientras escribo estas líneas, millares de personas, repartidas por todo el mundo, contribuyen al buen morir. Nos enseñan a ser valientes. La eutanasia cristiana es, pues, una realidad. Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta, desde posiciones distintas —enfermo y enfermera—, son modelos para el cristiano frente a la hermana muerte.

En definitiva, la eutanasia cristiana apuesta por la persona, por su dignidad, ayudándonos a morir en las manos de Dios. Para ello, es preciso rechazar de plano cualquier acción que directa o indirectamente implique un animus necandi, una intención o voluntad de matar, del todo contraria a los derechos humanos.

La eutanasia cristiana no teme a la muerte, pues ve en ella una puerta que se abre al Amor. Por eso, la espera con coraje, con entereza, sabiendo que es tan sólo un paso, una pascua, un recodo en la vida. Un camino que más tarde o más temprano todos hemos de recorrer.

Fuente:http://www.muertedigna.org/textos/euta631.htm

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Punto de vista del budismo:

Desde hace mucho tiempo Japón ha sido más consciente y sensible ante el proceso del morir que las culturas occidentales modernas. Más aún, Japón ya tiene su propio y excelente marco filosófico y experimental para enfrentar de manera efectiva "nuevos" temas de la bioética como la eutanasia. Los budistas japoneses reconocieron hace mucho tiempo lo que los occidentales están redescubriendo tan sólo recientemente: que la forma de morir, el momento preciso de la muerte, es muy importante. Esta premisa fundamental probablemente sea anterior al Budismo mismo, pero se hace muy explícita en las enseñanzas de Buda. En sus meditaciones, Buda observó que incluso la gente con buen karma alguna vez nació en situaciones adversas, y que incluso aquellos con mal karma alguna vez encontraron renacimientos inusualmente placenteros. Buda declaró que la variable crucial que gobierna el renacimiento es la naturaleza de la conciencia en el momento de la muerte. De allí que los budistas le concedieran una gran importancia al hecho de tener los pensamientos apropiados en el momento de la muerte. En dos obras del Canon Theravada, el Petavatthu y el Vimavatthu ("Historias de los difuntos"), se pueden encontrar muchos ejemplos de esta idea. Ciertamente, en muchos sütras los monjes visitan a los laicos en sus lechos de muerte para asegurar que sus pensamientos de moribundos sean saludables, y Buda recomienda que los seguidores laicos también se alienten entre sí en tales ocasiones

El Budismo no ve la muerte como el fin de la vida, sino simplemente como una transición; el suicidio no es, por lo tanto, un escape de nada. Así, en el sangha (comunidad de los seguidores de Buda) inicial, el suicidio fue condenado en principio como una acción inapropiada. Pero los textos budistas tempranos incluyen muchos casos de suicidio que Buda mismo aceptó y perdonó. Por ejemplo, los suicidios de Vakkali y de Channa se cometieron a causa de enfermedades dolorosas e irreversibles. Es significativo, sin embargo, que la alabanza de Buda a los suicidas no se basa en el hecho de que éstos estuvieran en estados terminales, sino más bien en que sus mentes carecían de egoísmo y de deseos, y estaban iluminadas en el momento de la muerte.

Este tema queda en evidencia de manera más dramática en el ejemplo de Godhika. Este discípulo alcanzó repetidamente un nivel avanzado de samadhi, que lindaba con el parinirvâna, para luego deslizarse del estado de iluminación otra vez hacia la conciencia normal. Después de que esto pasó seis veces, Godhika juró pasar al próximo reino mientras estuviera iluminado, y tranquilamente se suicidó durante su siguiente periodo de iluminación. Aunque advirtiendo a sus otros discípulos contra el suicidio, Buda, sin embargo, bendijo y alabó la rectitud de mente y de propósito de Godhika, y declaró que éste había entrado en el nirvana. En suma, la aceptación del suicidio, incluso en la comunidad budista inicial, dependía no sólo de una enfermedad terminal, sino del estado de ecuanimidad desinteresada con el cual alguien era capaz de morir. Es interesante señalar que todos estos suicidios se realizaron porque el sujeto se clavó un cuchillo, una técnica que se volvería común en el suicidio ritual japonés posterior.

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Cuando se le preguntó acerca de la moralidad de cometer suicidio para pasar al siguiente mundo, Buda no criticó esta práctica. Él hizo énfasis en que sólo una mente sin deseo podría ser capaz de ingresar en el nirvana y que, por el contrario, las mentes que desean liberarse o huir de algo mediante su muerte podrían no lograr nada. Asimismo, hay historias en los cuentos Jâtaka en las que Buda da su cuerpo (en vidas anteriores) para salvar a otros seres, tanto animales como humanos. Así, la muerte por compasión hacia otros también es alabada en las escrituras. También es sabido que en la tradición jaina se esperaba que los santos ayunaran hasta su muerte, y a partir de allí han existido algunos que han seguido esa tradición, tanto en China como en Japón.

En China se cree que un discípulo del Zendó saltó de un árbol para matarse y alcanzar la Tierra Pura. La reacción del Zendó no fue expresar que la acción del suicidio había sido correcta o errónea en sí, sino que un discípulo que quería tan fuertemente ver la Tierra Pura, está indudablemente listo para alcanzarla. Encontramos otros ejemplos más recientes en los suicidios budistas de los monjes vietnamitas que protestaban contra el gobierno de Vietnam. Aquí lo importante no es si estos relatos son todos ellos hechos históricos o no, sino que demuestran la posición consistente del Budismo frente al suicidio: no hay nada intrínsecamente erróneo en quitarse la propia vida, si no se hace con odio,furia o miedo. El asunto principal es la ecuanimidad o el estado de preparación de la mente.

En resumen, el Budismo se da cuenta de que la muerte no es el fin de nada, sino una transición. El Budismo ha reconocido desde hace mucho tiempo los derechos de las personas a determinar cuándo deberían pasar de esta existencia a la siguiente. La consideración importante aquí no es si el cuerpo vive o muere, sino si la mente puede permanecer en paz y armonía consigo misma. La tradición Jodo (la Tierra Pura) tiende a hacer énfasis en la continuidad de la vida, mientras que la tradición Zen tiende a subrayar la importancia del momento y la manera de morir. Ambas ideas están profundamente arraigadas en la conciencia japonesa.

No es por mera coincidencia que la palabra para eutanasia en japonés sea anrakushi, un término con un significado budista. En la terminología budista, anrakukaku es otro nombre para la Tierra Pura, el mundo del Bodhisattva Amida, al que esperan ir los japoneses después de la muerte. El famoso libro Takasebune de Mari Ógai -un escritor de novelas históricas, médico educado en Alemania trata específicamente del anrakushi. Se trata de la historia de Yoshisuke, que mata a su hermano menor enfermo, quien quiere morir pero carece de la fuerza para matarse.

Muchos famosos autores japoneses del siglo xx escribieron sobre el suicidio y algunos, como Akutagawa, Dazai, Kawabata y Mishima, realmente se suicidaron. A raíz de la muerte de cada emperador (Meiji, Taishô y el año pasado,Showa), algunos fieles seguidores también cometieron suicidio por simpatía hacia sus desaparecidos jefes. Si bien algunos de estos suicidios no son budistas (pues revelan furia, pesimismo, nihilismo y otros sentimientos

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parecidos), siguen siendo una prueba de que la concepción budista del mundo no condena el suicidio.

La ley japonesa no penaliza el suicidio, y la ley europea está empezando lentamente a seguir el modelo japonés en este sentido. Sin embargo, la ley japonesa considera un crimen asistir a un suicidio o alentarlo. En situaciones normales, no puede haber nada más sabio y prudente que esto, pues la gente saludable debería ser alentada a vivir y hacer lo más posible con sus vidas. Pero en las situaciones donde se exige songenshi (muerte-con-dignidad), el hecho de que la persona esté enfrentando una muerte inminente es lo que hace que sea moralmente aceptable asistirla en su suicidio, en particular si el motivo es la compasión. (...)

Hay japoneses que sostienen que el pueblo japonés carece de la capacidad de tomar decisiones independientes de los occidentales y que, por lo tanto, los doctores deberían tomar las decisiones por sus pacientes. Ésta es una lógica equivocada. La razón por la cual los pacientes no pueden hacer buenos juicios independientes es porque los médicos les niegan la información y la libertad para hacerlo y no porque carezcan de las capacidades mentales o de las características personales para hacer juicios. El Budismo siempre ha reconocido la importancia de la decisión individual, no obstante las presiones sociales; los ejemplos van desde Buda mismo hasta Kükai, Hanen, Shinran y Nagamatsu Nissen. La capacidad de los japoneses para asumir una responsabilidad personal frente a decisiones importantes en tiempos de tensión, peligro o angustia, se ha mostrado repetidas veces en los ejemplos históricos de esos audaces reformadores budistas.

A fin de que el paciente pueda tomar una decisión inteligente acerca de cuándo y cómo desea morir, necesita conocer los hechos acerca de la naturaleza de su enfermedad, no sólo el nombre real de ésta, sino las perspectivas realistas y las posibles consecuencias de todas las formas disponibles de tratamiento. Esto significa renunciar al modelo paternalista que sustenta la medicina japonesa actual y otorgarle al paciente la libertad sustancial de decidir su propio caso.

Algunos médicos japoneses han planteado que:

1) los pacientes realmente no quieren recibir malas noticias acerca de sí mismos; 2) que saber la verdad podría empeorar su condición, y 3) que los médicos pueden juzgar con más inteligencia que los pacientes.

Sin embargo, estudios realizados en Occidente revelan que nada de esto es cierto. Tal como señala Bok, "la actitud de que lo que no sabe (el paciente) no le hará daño, se está revelando como no realista: más bien es lo que los pacientes no saben y sospechan vagamente lo que les origina una preocupación corrosiva (destructiva)". La gente se recupera más pronto de la cirugía y tolera el dolor con menos medicamentos cuando comprende sus propios problemas médicos y lo que se puede hacer y lo que no acerca de ellos. En todo caso, el ocultamiento de información al paciente por parte del

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médico no se basa en pruebas estadísticas o principios éticos, sino en el deseo del médico de mantener el control sobre los pacientes. Ésta es una situación a la que se oponen naturalmente los budistas de pensamiento claro. No hay razón para creer que estos hallazgos, conocidos y sustentados por la medicina occidental desde hace mucho tiempo, pudieran resultar diferentes para los japoneses.

Hoy en día persiste una pregunta importante para los budistas: ¿cuáles son las diferencias, si es que las hay, entre el suicidio y la eutanasia? Obviamente, una diferencia sustancial es la de si la persona que recibe la eutanasia está inconsciente. En este caso, salvo que él o ella hayan hecho previamente una declaración de sus deseos mientras su voluntad permanecía viva, no tenemos forma de saber si el paciente quiere genuinamente la eutanasia.

Por otra parte, una vez que la conciencia se ha disociado permanentemente del cuerpo, el Budismo no ve la razón de seguir nutriendo o estimulando el cuerpo, pues un cuerpo privado de sus skandhas no es una persona. La Songenshi Kyokai de Japón (Asociación para la Muerte con-Dignidad) ha hecho mucho por mejorar la capacidad del hombre japonés para escoger el tiempo y la forma de morir.

Otro tema es el de la relación entre las drogas que suprimen el dolor, con la prolongación de la vida y la aceleración de la muerte misma. La Songenshi Kyokai de Japón propone la administración de las drogas que aniquilan el dolor, incluso si éstas aceleran la muerte del paciente. Los budistas estarían de acuerdo en que el alivio del dolor es deseable y en que el asunto principal no es si la muerte se acelera o no. Sin embargo, consideremos un caso en que el dolor sea extremo y sólo drogas muy fuertes podrían suprimir el dolor. Aquí habría que escoger entre:

a) no realizar ningún tratamiento, b) administrar drogas contra el dolor que sólo enturbian o confunden la mente del paciente, y c) aplicar un tratamiento que acelere el fin manteniendo la mente clara.

En tal situación, el budista preferiría primero la vía más natural, la primera: no realizar ningún tratamiento. Pero si la mente del paciente fuera incapaz de concentrarse o de estar en paz a causa del gran dolor, el budista escogería e antes que b, porque la claridad de conciencia en el momento de la muerte es muy importante para el Budismo.

Los médicos a quienes no. les gusta la idea de cortar la vida de una persona preferirían prolongar los procesos materiales de la vida, sin preocuparse por la calidad mental de esa vida. Es aquí donde los budistas están en desacuerdo con la medicina occidental materialista. Pero no es necesario que exista conflicto entre el Budismo y la medicina. No hay razón para atribuir al médico la "responsabilidad" de la muerte del paciente. Según los lineamientos de la Corte Suprema de Nagoya, los pacientes potencialmente elegibles para la eutanasia de todas maneras van a morir muy pronto, así que el médico no tiene culpa alguna. El paciente, por su parte, tiene el derecho de determinar su propia

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muerte. El que éste se encuentre demasiado débil como para tomar una espada o para cortar en seco su vida no es moralmente significativo; si su mente está clara, tranquila y lista para la muerte,entonces aquel que comprende y asiste compasivamente a esa persona también está siguiendo la moralidad budista.

En resumen, lo que importa a los budistas es si se le concederá o no a la persona la responsabilidad por su propia vida y destino. Toda la tradición budista, y en particular la del suicidio dentro de Japón, plantea que la decisión personal en lo que respecta al tiempo y a la forma de morir es de extrema importancia, y todo lo que hagan los otros para oscurecer la mente del que está muriendo o para despojarlo de tal elección constituye una violación de los principios budistas. Los budistas japoneses pueden respetar esta decisión más que las culturas occidentales y conducir la bioética humanitaria en una perspectiva diferente hacia la muerte dignificada.

Fuente: http://comandodharma.blogspot.mx/2011/04/budismo-suicidio-y-eutanasia.html

El presente texto es la traducción al español del artículo "Buddhist Views of suicide and euthanasia", publicado en Philosophy Eost and Wert, vol.XL, núm. 4, octubre, 1990

Fuente: Revista de estudios Budistas n 4

Comentario: Para la religión budista es primordial el conservar la vida y es muy importante el tipo de vida que lleva una persona, pero también es importante la forma y los pensamientos de una persona en el momento de su muerte. Según Buda aun cuando una persona no tiene un buen karma, si esta se encontraba en un estado de paz mental al momento de su muerte, esta podía reencarnar en condiciones favorables, así como también si una persona con buen karma no estaba en un estado de paz mental al momento de su muerte, esta al reencarnar seria en malas condiciones. Basicamente a pesar de que la vida es algo muy valioso en la religión budista, tambien lo es el estado de la persona al momento de morir, y esta tiene prioridad.

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Opinion del Judaismo:

La Torá se opone abiertamente a esta práctica. El punto de discordia con la ciencia se centra en el diagnóstico del momento de la muerte, es decir, a partir de que momento se acepta que una persona ha fallecido. De acuerdo a la ciencia a éste paciente que está en coma cuatro, lo consideramos en estado de muerte clínica (y por o tanto apto para ser donante de órganos vitales, como el corazón, por ejemplo), cuando luego de tres electroencefalogramas (estudio de la actividad eléctrica cerebral), separados cada unote ellos por un intervalo de 6 horas, y evaluados por tres médicos (un clínico, un neurólogo y un terapista), no se detecta actividad cerebral alguna (EEG plano). Para la ciencia éste paciente está muerto, podemos salir a la sala de espera y dar las condolencias a los familiares. Para el judaísmo la función cerebral no es determinante. Todo el tiempo que la función respiratoria se mantiene en forma automática, el paciente está vivo. Uno de los tantos síntomas de muerte es expirar, decimos que el paciente expiró (exhaló aire por sus fosas nasales. ¿Por qué serpia así? El Séfer Bereshit nos aclara: cuando Boré Olam creó al hombre, influyó por sus narices un hálito de vida, un Rúaj Jaím (Vaipaj Beapav Nishmat Jaím). Es decir que la persistencia de la función respiratoria también es un signo inequívoco de que el alma ocupa aún esa envoltura terrenal que llamamos cuerpo (Guf); y esto está explicado en Masejet Shabat. Ahí se cita un caso de derrumbe de una pared en Shabat. Si bien no podríamos remover las piedras por la santidad de este día, ante la posibilidad de que hayan quedado personas sepultadas estamos obligados a hacerlo. La pregunta que surge es: ¿Hasta dónde debo remover? Veo las piernas, ¿sigo? Atravieso por ellas un estilete y no hay reacción alguna, ¿sigo? Está en coma profundo, no hay dudas, quizás con daño cerebral irreparable; si confirmo el deceso ya no puedo seguir removiendo, sino recién luego de Shabat, ya que puedo profanar Shabat por una posibilidad de vida pero no por una certeza de muerte. Viene la guemará y me dice: ¡siga!, ¿hasta dónde?, hasta comprobar si respira, si remuevo hasta la nariz y no veo respiración, debo dejar, está muerto, y si no, ¡está vivo!, independientemente de su estado cerebral. Nuestro código de leyes, el Shulján Aruj, es claro al respecto.

Una persona agonizante debe ser considerada como ser viviente en todas las materias, y está prohibido tocarla, no sea que se acelere la muerte por ello. Todo aquel que la toca es como si hubiera derramado sangre. ¿Con qué se puede comparar esto? Con una vela de llama vacilante, la cual se apaga ni bien la tocamos. Aún cuando el paciente se halle agonizando desde hace largo tiempo, y él y su familia se encuentren muy angustiados, está, no obstante, prohibido acelerar su muerte, como, por ejemplo, quitándole la almohada, porque algunas gentes creen que cierta clase de plumas retrasan la muerte, como también está prohibido colocar las llaves de la sinagoga bajo su cabeza. A pesar de esto si existe una causa externa que impide la partida del alma, tal como el ruido de ciertos golpes, esa causa debe ser suprimida, ya que esto no es un acto directo para acelerar la muerte, sino meramente la supresión de un obstáculo sin tocar a la persona agonizante.

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Nuestra postura no tiene grises

Para los que argumentan una muerte digna les diré que el concepto de dignidad es una valorización humana, y por lo tanto subjetiva; para lo que para unos es “digno”, para otros puede no serlo en absoluto. Sólo el Creador da la vida y sólo El determina cuándo y cómo la va a retirar y nosotros no tenemos ninguna injerencia al respecto. La vida de la cual gozamos, es un regalo Divino que se nos concede en calidad de préstamo, para cumplir con ella una misión única e irrepetible. Mal entonces podríamos disponer de algo que no nos pertenece. Sabemos muy bien, como trae el Mesilat Iesharim en su perek alef, que el paso por esta vida terrenal es tan solo un período de preparación para algo más sublime, la vida en el Olam Habá, el Mundo Futuro. Existe en función de esto un concepto de Kapará (expiación), basado en los sufrimientos terrenales, que no harían más que permitir al moribundo un ingreso más directo al mundo de las almas. Sin dudas, no solo el paciente sufre, sino también, y en gran medida, su entorno familiar, que contempla su larga agonía. Es una mitzvá que nos sentemos junto a ellos y compartamos su dolor; que estemos pendientes de sus necesidades físicas y espirituales, que podamos servirle de contención, pero sepamos (obviamente no se lo digamos), hay una gran diferencia entre la justicia humana y la justicia divina. ¿Cómo actúa la justicia humana? Si un padre de familia ha robado, es arrestado y detenido a pesar del llanto incontenible de sus hijos. Sufren inocentes (los niños), por culpables (el padre). En los términos de Justicia Divina, esto no existe. Cuando ocurre un hecho aciago con un miembro de la familia, es porque no solo el involucrado merece sufrir, sino también todo su entorno familiar. Y al revés también. A veces el Zejut (mérito) del entorno protege a uno de sus miembros de un castigo merecido. Por eso es difícil ver a una mamá de diez niños en cama, ya que ellos la necesitan y no merecen tener una mamá enferma…

Los judíos, Baruj Hashem, estamos exentos de estos vaivenes de opinión. Nuestros valores morales absolutos, basados en nuestra Torá, Eterna y Divina, nos ponen a salvo de cualquier duda. Preste atención. Bélgica y Holanda despenalizaron la eutanasia para adultos desde septiembre de 2002; en Bélgica los médicos ya disponen de un “kit para eutanasia”; que se puede adquirir en cualquier farmacia habilitada. Lo comercializa la firma Multipharma, y consta de jeringas, sueros Pentotal (un poderoso anestésico) y Norcurón (relajante muscular). Los médicos belgas ya han formado el “Leif” (foro de información para poner fin a la vida). ¿Asesinos? ¡No, samaritanos que luchan por reducir el sufrimiento del paciente terminal! Escribo esto y viene a mi mente algo que escuché referido al sublime momento de la entrega de la Torá en Sinaí. Cuando Boré Olam dijo “no maten”, “no roben”, “no adulteren”, ¿se estaba refiriendo al alumnado de un reformatorio o de algún Instituto Penitenciario? No, en absoluto. Nuestros

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padres, al pie del Har Sinaí, ya habían escalado los cuarenta y nueve portales de la pureza y alcanzado una gran estatura espiritual. Entonces el mensaje es claro. Cuando D’s dijo: “No maten”, estaba deciendo no maten aún cuando vuestros cinco sentidos griten que es lógico matar (¡Desconecten al anciano! ¡Salven al bebé!). Aún así no maten, yo soy D’s, el dueño absoluto de la vida.

Fuente:http://www.judaismohoy.com/article.php?article_id=249

El judaísmo prohíbe la eutanasia y considera todas las formas de eutanasia activa como asesinato. Es válido aún si el paciente pide ser muerto. Porque el cuerpo, para esta religión, pertenece a D’s, el paciente no tiene el derecho al suicidio o a conseguir ayuda para sí mismo y quien presta ayuda comete asesinato. Ningún ser humano tiene derecho a destruir o aun dañar la propiedad de D’s.

Pero el paciente tiene el derecho de rogar a D’s que le permita morir, porque El, a diferencia de los seres humanos, tiene el derecho de destruir su propiedad. Por otra parte el judaísmo permite la eutanasia pasiva en circunstancias específicas y actualmente son esas circunstancias las de extremo interés médico.

Se deduce a partir de algunas citas talmúdica que no debe prolongarse artificialmente la vida de un paciente terminal. El Sefer Jasidim –libro básico de ética de la judería europea, escrito en el Siglo XIII- prohibe toda acción que pueda prolongar la agonía y prohíbe llorar a los que atienden al paciente, por temor a que el ruido devuelva el alma al muerto. De acuerdo a algunas autoridades, aun los medicamentos que puedan retardar la partida del alma, deben usarse.

Hoy, la tecnología corriente permitiría mantener los latidos y las funciones renales y pulmonares por medios mecánicos. La cuestión que surge es cuándo termina la obligación y cuándo el permiso para dejar que la naturaleza comience su curso.

Las autoridades disienten. Todas están de acuerdo en que se puede permitir que la naturaleza tome su curso cuando la persona se vuelve un moribundo. Aunque varían las definiciones de ese estado, lo más conveniente es limitarlo a la situación en que los medios médicos son utilizados y sin embargo los médicos manifiestan la inminencia de la muerte. Otros precisarían un permiso más amplio.

Pero hay un acuerdo general, en que un judío no necesita medidas heroicas para mantener su vida, sino sólo las medicinas y procedimientos de que se dispone en la época y lugar de la persona

Fuente:

http://www.muerte.bioetica.org/mono/mono25.htm#_Toc69265651

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La legislación judía concuerda con esta postura. Independientemente de la severidad de la condición del paciente o de que tan negativo sea el diagnóstico médico, no se debe realizar ningún esfuerzo consciente por acabar con la vida del paciente.

Uno de los postulados básicos del judaísmo es el de la supremacía de la vida humana. Este principio se basa en la idea de que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Cada fracción del cuerpo tiene el mismo valor, y a pesar de todas las concesiones que la ley judía propone para mitigar el dolor no se debe dar alivio al sufrimiento a costa de la vida misma.

La tradición judía considera que la decisión de quién debe vivir y quién debe morir es exclusiva del Todopoderoso. Es así que Joseph Caro -destacado filósofo del siglo XV- en el Shuljan Aruj (el más importante código de leyes judías) estipula que "un enfermo en su lecho de muerte es considerado como una persona viva en todos sentidos. No se debe remover la almohada de una persona moribunda ni moverlo de su lugar o provocar molestias que aceleren su muerte".

El término hebreo equivalente a la eutanasia es mitah yafah que significa muerte placentera. Aparece varias veces en el Talmud (compendio de leyes) pero siempre en relación con la tarea de reducir al mínimo la angustia de los criminales antes de su ejecución y nunca en el sentido de deliberadamente apresurar el fin de una persona que muere de causas naturales.

En épocas recientes, algunas autoridades judías han expresado una actitud más liberal hacia la eutanasia. En apoyo a esta postura citan un incidente descrito en el Talmud. Cuando la muerte del Rabino Judah el Príncipe (135-219), editor de la Mishná y el más destacado estudioso de su época, era inminente, sus discípulos se reunieron en torno a su lecho y rezaron por su recuperación. Sin embargo, una de sus sirvientas, consciente de cuan intenso era el sufrimiento de este hombre y que inútil sería prolongar su vida, arrojó un cántaro al suelo. El ruido atrajo la atención de los discípulos, quienes dejaron de rezar y el rabino murió.

Este incidente fue analizado por el Rabino Nissim ben Reuben (siglo XIV), quien concluyó que uno puede dejar de rezar por una persona enferma cuyo dolor es intenso y para quien no hay esperanza de recuperación.

Un importante número de autoridades religiosas judías citan este mismo incidente para adoptar una actitud positiva con respecto a la eutanasia pasiva. Afirman que cuando una persona con una enfermedad incurable está sufriendo, los médicos no se ven obligados a mantenerlo con vida mediante la utilización de sistemas artificiales, sino que deben dejar la decisión en las manos divinas.

De hecho, algunos rabinos se han mostrado favorables al cese de ciertos métodos terapéuticos que propongan artificialmente la vida de un individuo que no tiene posibilidad de recuperarse. En estas circunstancias, la suspensión de un tratamiento médico puede justificarse.

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Pero la eutanasia activa, en la que se usan drogas para acelerar la muerte del enfermo, es condenada como un asesinato, porque la vida de un individuo que sufre es preferible a una muerte digna.

Fuente:http://jinuj.net/articulos_ver.php?id=75

http://www.ort.org.mx/tribuna/

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