Evangelio IV Domingo de Cuaresma

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Jesús hace presente a Dios irrumpiendo en la vida de sus oyentes. Con sus parábolas trata de acercar el reino de Dios a cada persona; éstas conmueven y hacen pensar; tocan el corazón e invitan a abrirse a Dios; sacuden nuestra vida convencional creando un nuevo horizonte. José Antonio Pagola. Jesús: aproximación histórica. Lucas 15, 1‑3. 11‑32 - Cuaresma 4 domingo –C- Autora: Asun Gutiérrez.

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Presentación sobre el Evangelio del Domingo 14 de Marzo de 2010

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Jesús hace presente a Dios irrumpiendo en la vida de sus oyentes. Con sus parábolas trata de acercar el reino de Dios a cada persona; éstas conmueven y hacen pensar;

tocan el corazón e invitan a abrirse a Dios; sacuden nuestra vida convencional creando un nuevo horizonte.

José Antonio Pagola.Jesús: aproximación histórica.

Lucas 15, 1‑3. 11‑32 - Cuaresma 4 domingo –C-Autora: Asun Gutiérrez.

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1 Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. 2Los fariseos y los escribas murmuraban: —«Éste anda con pecadores y come con ellos.»

La escena nos presenta a Jesús hablando con gente poco recomendable: pecadores públicos y recaudadores de impuestos, ante el escándalo de la gente de orden y de bien: los fariseos y los letrados. En tiempo de Jesús, compartir mesa era una forma especialmente íntima de amistad y solidaridad. Por ningún motivo se podía compartir la mesa con alguien de clase inferior y mucho menos con alguien cuya conducta no se aprobara.Jesús se hace cercano a los indeseables y escandaliza a los fariseos. Ellos también están invitados. Jesús no excluye a nadie.

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3Entonces Jesús les dijo esta parábola:

A los fariseos y maestros de la ley les escandaliza el comportamiento atípico de Jesús. Murmuran porque acoge a los pecadores y come con ellos.Jesús les responde con esta parábola que revela el rostro misericordioso de Dios.Dirige la parábola a los “hombres religiosos”, que lo habían acusado de ser “amigo de publicanos y pecadores”(Lc. 7, 34), a las personas que no tienen misericordia, que se escandalizan de su comportamiento y del mensaje del Evangelio.En boca de Jesús la parábola no sólo anuncia cómo es Dios y su reinado, sino que resulta una provocación para fariseos y letrados a quienes se dirige directamente.

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11—«Un hombre tenía dos hijos. 12El menor dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me corresponde.” Y el padre les repartió sus bienes. 13A lo pocos días, el hijo menor recogió sus cosas y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.

Jesús nos habla de Dios como padre.Un padre muy especial. Tolera que un hijo se vaya de casa, con la parte de su fortuna, en lugar de prohibírselo con su autoridad. Es un padre que deja libertad a sus hijos, aunque parezca que no están preparados para usar de esa libertad con responsabilidad y madurez.

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14Cuando lo había gastado todo, sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.15Entonces fue a servir a un hombre de aquel país , quien le mandó a sus campos a cuidar cerdos. 16Habría deseado llenar su estómago con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

Al alejarse de casa se deteriora su vida.Siente añoranza de la satisfacción de sentirse hijo, del cariño, el trabajo,

el alimento, el bienestar... que supone estar en la casa del Padre.

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17Entonces recapacitó y dijo:

“¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en

abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!.

18Me pondré en camino, volveré a casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti.; 19ya no merezco ser llamado hijo

tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros.”

20Se puso en camino y volvió a la casa de su

padre.

El hambre, más que el arrepentimiento, es la verdadera motivación para su regreso.Hambre física y hambre de recuperar su dignidad y su identidad.Conoce a su padre y sabe que, por mucho que se haya alejado de casa, nunca podrá llegar tan lejos que no le alcance su acogida y su amor.

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Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21El hijo empezó a decirle: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.”

El padre sale al encuentro del hijo, no lo deja acabar su confesión, no necesita que el hijo pormenorice sus faltas, toma la iniciativa de besarlo y abrazarlo, su vuelta a casa es una fiesta.El abrazo del Padre estrecha todos nuestros errores, acaricia todas nuestras cicatrices, borra todas nuestras equivocaciones.Saberse amado y perdonado incondicionalmente, capacita para perdonar y para amar.

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22Pero el padre dijo a sus servidores: “Traigan, enseguida la mejor ropa y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, 24porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado.” Y comenzó la fiesta.

La alegría del Padre, como toda alegría, busca compartirse y comunicarse. Organiza una fiesta. Acoge, sienta a su mesa, ofrece perdón, comunión fraternal, vida y libertad. El “hijo menor” ha acogido ya el amor del Padre. Su vida sin sentido y sus carencias lo han ido conduciendo a los brazos del Padre que lo esperaba sin condiciones. Recupera su dignidad de hijo, sin tener que soportar un interrogatorio humillante ni ningún escarmiento. No hay castigo ni penitencias. Hay alegría y fiesta.Es la gracia verdadera, la gratuita; el amor que no se paga, sino que se disfruta y se celebra.

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25El hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino y se acercó a la casa, al oír la música y los cantos, 26llamó a uno de los sirvientes y le preguntó qué era lo que pasaba. 27Él le respondió: “Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo.” 28Él se enojó y no quiso entrar.

Los “ hermanos mayores” se resisten a entrar en la casa de la fraternidad gratuita. Piensan que el padre debe defender las leyes que “los justos y sabios” han creado buscando seguridad. Defienden privilegios. Se atreven a hablar de Dios Padre, a quien no conocen, porque no saben estar con las personas más débiles.

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Su padre salió a persuadirlo, 29pero el hijo le respondió: “Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. 30¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!”

El padre misericordioso también sale a buscar al hijo mayor.Este hijo representa la actitud farisaica que Jesús quería combatir. Se cree mejor que los demás, no ama, no tiene corazón capaz de acoger. Le indigna la conducta del Padre hacia su hermano, le parece demasiado blando. Él hubiera escogido un buen castigo, lo hubiera desheredado definitivamente. Pesa, cuenta, mide.... méritos e indulgencias. Trabaja por la recompensa. Tiende a juzgar y a condenar. Pretende marginar a los demás de la salvación. ¿Qué me sale más espontáneo: ser fiscal, juzgar, acusar, condenar o perdonar con facilidad como hace el padre de la parábola? ¿Soy tolerante, me alegro del bien, de la felicidad de los demás?

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31Pero el padre le dijo: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. 32Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.”»

La Buena Noticia, la mejor noticia es saber que así es Dios, como el padre

amoroso de la parábola. Y un gran alivio el saber que no se parece en nada al hermano mayor.

La parábola no tiene final. Termina con la invitación del padre a

entrar en casa, perdonar al hermano y celebrar una gran fiesta. No sabemos su reacción.

No sabemos si entró o no entró. Recibimos la misma invitación.

Y sabemos que para entrar en casa del Padre y participar en la fiesta, sólo

hay una puerta: la acogida, el perdón, el amor a los demás.

¿Entramos?