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EVOCACION DEL DOCTO R GARCIA TAPI A PO R AGLISTIN MORENO RODRIGIIE Z «Nada hay más hermoso, como cogerle a l o divino sus más espléndidos rayos y derramar - los sobre la humanidad . Y él lo logró . La Universidad Popular Segoviana ha acordado, de mod o justifícadímo, celebrar una velada necrológica en honor de s u ilustre profesor correspondiente, aquel segovíano incorporad o 3 a por desgracia al lararío de nuestros hombres ilustres y cum - bres, Antonio García Tapia, y que por ser semirríazano com o él, médico, amigo del doctor Sr de los suyos, desde hace tre s generaciones, fuese yo el que iniciase con breve glosa la Io a de sus triunfos, como heraldo, antes de que las autoridade s consagrasen una vez más, en esta sesión solemne, los prestigio s de tan alta figura como fué el doctor Tapia . Empeño justo en el que se me puso, pero empeño difícil , no sólo por la brevedad de tiempo que se me concedíó para fra- guar su cometido y para exponerle ; por la dificultad que llev a la tarea en sí : La figura de Tapia, por lo polifacético de sus actí- vídades, y singularmente por la honda vibración sentimental , nervio e íntensídad que en ellas puso, es figura que no se pres- ta a una rápida loa . Tapia era un genio, y al genio no se l e observa, al observarle se cae en éxtasis ante él, .y se acabó l a observación . Al genio no se le juzga, ello es grave desacato a que sólo se atreven Ios pigmeos . Al genio no se le puede clasífí- car, fallan las categorías habituales y, por tanto, toda catalo- gación adolece de manquedad e imperfección ; pues que l o que interesa estudiar en él, aún más que lo que hizo, cuánd o y cómo lo hízo, es el por qué lo hizo y cómo mereció ha- cerlo ; de tal manera colmadora de la medida, que cansó l a admiración de sus contemporáneos y la veneracíón de la s generaciones que le sucedan . Marañón, en el hermoso y brev e relato que hubo de hacer de la vida y trabajos de Tapia, en el prólogo de la Antología, dedicada al mismo, ya reconoce 24 629

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EVOCACION DEL DOCTO RGARCIA TAPI A

POR

AGLISTIN MORENO RODRIGIIEZ

«Nada hay más hermoso, como cogerle a lodivino sus más espléndidos rayos y derramar -los sobre la humanidad. Y él lo logró .

La Universidad Popular Segoviana ha acordado, de modojustifícadímo, celebrar una velada necrológica en honor de s uilustre profesor correspondiente, aquel segovíano incorporad o3 a por desgracia al lararío de nuestros hombres ilustres y cum-bres, Antonio García Tapia, y que por ser semirríazano com oél, médico, amigo del doctor Sr de los suyos, desde hace tre sgeneraciones, fuese yo el que iniciase con breve glosa la Ioade sus triunfos, como heraldo, antes de que las autoridadesconsagrasen una vez más, en esta sesión solemne, los prestigio sde tan alta figura como fué el doctor Tapia .

Empeño justo en el que se me puso, pero empeño difícil ,no sólo por la brevedad de tiempo que se me concedíó para fra-guar su cometido y para exponerle ; por la dificultad que llevala tarea en sí : La figura de Tapia, por lo polifacético de sus actí-vídades, y singularmente por la honda vibración sentimental ,nervio e íntensídad que en ellas puso, es figura que no se pres-ta a una rápida loa. Tapia era un genio, y al genio no se l eobserva, al observarle se cae en éxtasis ante él, .y se acabó laobservación. Al genio no se le juzga, ello es grave desacato aque sólo se atreven Ios pigmeos . Al genio no se le puede clasífí-car, fallan las categorías habituales y, por tanto, toda catalo-gación adolece de manquedad e imperfección; pues que loque interesa estudiar en él, aún más que lo que hizo, cuánd oy cómo lo hízo, es el por qué lo hizo y cómo mereció ha-cerlo; de tal manera colmadora de la medida, que cansó l aadmiración de sus contemporáneos y la veneracíón de la sgeneraciones que le sucedan . Marañón, en el hermoso y brev erelato que hubo de hacer de la vida y trabajos de Tapia, enel prólogo de la Antología, dedicada al mismo, ya reconoce

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ésto, y al escribir sobre su colega excelso y su amigo entraña-ble, piensa y, sobre todo, nos hace pensar y sentir, que sobreTapia, vale más (con valer mucho su valor de médico) su vale rpersonal global, de personalidad humana, diciendo—de la ma-nera maravillosa que Gregorio Marañón sabe hacerlo— : «Quetal vez no haya en la humanidad española de nuestros días u ncaso de existencia lograda comparable a la de Antonio Garcí aTapia . Porque hay hombres ilustres por haber sobresalido e nla actividad en que se dedicaron ; otros por su valer o energía ; opor las delicadas virtudes de su íntima existencia ; o por cual -quiera de las otras formas de excelsitud que los varones elegi-dos pueden alcanzar. Mas en Tapia conviven todos esos y otrosmotivos para el respeto y la admiración de los que Ie hemo sconocido y para que su paso por el mundo quede señaladocomo un ejemplo» .

Es decir, que la vida y obra de Tapia, no es para ser narra -da, baste con ello decir que ocupará una buena página en letr ametida de la Enciclopedia Espasa; sino que lo es mucho má spara ser contada en el seno del hogar regional y familia r(a carón d'a lume, como dicen los gallegos), como ya lo hicimo scon todo fervor los segovíanós de Madrid, en nuestro Centr oSegoviano de la villa y corte, y es vida, sobre todo, para se rc a n t a d a por un poeta. Pero yo no soy poeta y hube en mí cuí -ta, lo mismo que los niños cuentan las cuitas a su madre—y no s eolvide que los viejos somos ya algo como niños—, de expresar -le mí preocupación a una madre insigne : Doña María Hernan-do Cuadrado, amante esposa, hoy viuda del doctor Tapia ; quecomo las esposas dignas de tal nombre, son madres no sólo d esus hijos, sino de su esposo . Aquella mujer, mujer fuerte com olas que elogia el Libro Santo ; inteligente, amorosa con ternurade su esposo y valiente siempre en las adversidades ; ahora ven-cida por la desgracia, ha sabido mantenerse firme hasta e ltránsito final de nuestro querido paisano ; pero hoy la pena l atiene transida. Perdonad que por ello y por el rudo clima, sí n ovino hoy a este acto (contra su vivo deseo) por prohibición facul-tativa, y si yo también por la misma piedad, no asaeté su corazó ncon preguntas estilo interviú ; pero ella, con don de adivinación ,me regaló un hermoso y bello libro, que me dijo leía ella a veces

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con honda emoción, escrito en los últimos tiempos por el docto rTapia : «La sordera de Beethoven», Obedecí lo que me parecía u nmandato de Dios y ví—como en transparente espejo de las agua sde un lago—que sin quererlo Tapia descubría en la vida admira-ble del gran sordo, las virtudes más destacadas de la personali-dad suya; revelándose con ello, de un lado, la provídencíal intuí-cíón de doña María Hernando, y de otro, el que las vidas in -gentes tienen como los rascacielos, una trayectoria y un empuj eigual : el de la vertical, que venciendo la gravitación de la mate-rialidad inerte se elevan hacia las alturas ingentes del ideal ,paralelamente, fatalmente, inexorablemente . Y yo, sobre tod oesto, he soñado—en sueños se me reveló muchas veces la ver-dad—y os relataré mí sueño sobre la vida de nuestro paisano ,enhebrado los retazos inconexos del ensueño con el hilo de lo shechos históricos de su vida : Tarde de claro sol primaveral ; es la salida de la escuel a

del viejo Ayllón, pueblo evocador, en que la historia es contadapor los monumentos y cantada por el agua que desciende en bro -che de plata desde el vergel de la Martina, junto a la vieja espa-daña y que baja brillante y bullente hasta el elegante y amplí omeandro con que eI río Anícejo afluente señero del Ríaz acircunda al pueblo . Los chicos de la escuela municipal pasancorriendo como pájaros al través de los viejos porches d eaquella plaza tan bella y tan antañonamente castellana . A lasalida de la misma, en los muros dorados por el sol del vés-pero, una bandada de píadores gorriones y jilgueros se levan-ta, huyendo del tropel de la chiquillería, los más de los chicos ,brincan y saltan al través del puente al otro lado del río . Dosquedaron atrás, uno ya un poco zagalón, que por cierto tambíé nse extinguió hace poco, entonces, año 1883, un rapaz de uno sdiez años, hijo de un modesto zapatero pueblerino, y el otro niño,de unos ocho años, hijo del médico, don Dionísio García Abad yde doña Emilía Tapia Serrano . Este pequeño es vivo, valiente yarriscado. Ambos son muy amigos, a pesar de las díferencías d eestamento social, también lo son sus padres ; que don Dionísi oGarcía Abad, es hombre pleno de ciencia, pero bueno, modesto ,y doña Emilía, una santa, que del pan, queso y miel, de la merien -da regional, que dá a sus hijos Dolores, Antonio, juaníta, Díoní -

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sío, Pura, Emitía y liaría, hay siempre ración ofrendada conamor para los amiguitos de ellos, asistentes como los suyos a l aescuela del pueblo . Es allí donde se fundará y se fundirá el amora la enseñanza y el amor a los humildes de los hijos de aquel ma -trimonio ejemplar. Dolores, Juana, Pura, serán maestras ; losotros llevan alma de maestros ; Díonísío, buen médico, y Antonio ,refundirá en sí las dos nobles pasiones que la madre sembró en s ualma. Será médico y médico ilustre ; será maestro bueno y bue nmaestro ; como todos sus hermanos, será un amante perenne d elas gentes humíldes. Correcto con todo el mundo, será cuand osea preciso, enérgico, y con sus fínas ironías punzante, para lo ssoberbios pretenciosos, y amable hasta la uncíón carícíosa co nlas gentes sencillas. Además, un artista y un corazón de oro .Los dos niños han recogido un gorríón que por tener una pat arota, no pudo huir. Ambos coíncíden en curarle . Antonio l evenda y lo logra ; le guarda en una jaula ; más tarde, le hace otr amás amplía y preciosa, donde el animal revolotea y pía. Losotros chicos se ríen de que guarde un pájaro feo y que no can-ta. Antonio les dice que el pajarito, el gorrión es muy listo ycariñoso, que él le quiere mucho y eI gorrión a él porque Ie curó ,y en efecto, logró lo que se propuso, que el pájaro con la jaul aabierta volviese a ella a comer y dormir . Antonio es muy hábily consigue siempre lo que se propone. Con alambre y alicatesy cuentas de rosario, hace rosarios, que vende a dos reales alas mujerucas de Ayllón, con los que merca lápices, alambre ,cuerdas, papeles de dibujo, que precisa para su inquietud cons -tructiva. Antonio pinta muy bien, modela en barro ; pero la obrade que está más orgulloso es su jaula .

Otoño de 1885; ha terminado ya la novena de la Virgen d elas Viñas; de la vieja iglesia del pueblo, sale la esposa del doc-tor D. Díonísío García Abad, después de haber encomendado asu hijo, para que la Vírgen le proteja en su primer éxodo : Anto-nio va a estudiar el Bachillerato a la Preceptoría que funcion aen el Seminario de Sígüenza ; al otro lado de los montes que a lnordeste resguardan a Ayllón del ábrego, con recio respaldar .Ayllón, aunque segovíano, pertenece al obispado de Sígüenza ,y el celo moral y económico de madre castellana de numerosafamílía, prefíere alejarse poco de su hijo . Pasan breves los años ,

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el hijo mayor, Antonio, ya es bachiller ; las hijas se van hacien-do maestras . Se piensa en mandarle a la corte, para que se hag amédico como el padre. El, y más farde su hermano Dionísio, n osueñan en otra cosa . El padre quizá sí ; sabedor—maguer quemuy humilde—de su valía profesional ofrendada en un pueblo ,donde a veces topó con las mezquindades humanas y a vece stambién con la altivez de ciertas gentes engreídas por sus bla-sones o talegas ; soñaría otros rumbos para sus hijos. Pero éstono le es muy asequible ; por otro lado la vocación médica de su shijos, es apasionada, sus dotes mentales enormes, la habilida dmanual de Antonio, extraordinaria : IQuíen sabe, sea lo que Dio squiera; quizá llegue a ser un notable cirujano! Escribirá a u nhermano de su esposa, don Manuel Tapia Serrano, profesoradjunto en la Facultad de Medicina de Madrid, para que vigil eal chico, y éste irá a la corte a estudiar, confiando en su leal-tad de hijo y valía como estudiante. Don Dionísío no duda d esus hijos, pero tampoco pone en ellos unas ilusiones inusitadas ;tiene la mentalidad estóíca, espartana, de un castellano viejo yla resignación de un viejo cristiano . Hay uno sin embargo en e lpueblo que cree ciegamente en el porvenir de Antonio Garcí aTapia, es el amigo de su niñez, el de mi ensueño, el zapaterín ,ya mozo, que con Antonio juega ya a los juegos de los mozos :a la pelota a voleo, a bailar y rondar a las mozas, y por ciert oque el zapaterín inventa las coplas y Antonio la música . Cuan-do Antonio marcha a Madrid, en la fría madrugada otoñal, all íestá junto al coche, para darle un abrazo y entregarle una scoplas y aleluyas que ha compuesto, pronosticando que Tapi aserá un gran cirujano, un gran señor y es más, un músico estí-mable. IY oh poder del afecto fraternal y desinteresado ; vedcómo Díos le premia con el don de la profecía : el zapaterínacertó! IQué pena no recordar su nombre ni haber podido hallarsus versos, por más que hice rebuscar entre quienes los pudie-ran tener! Pero los hechos son ciertos y lo más cierto tambié nes que como su amigo de- infancia pensaba, Tapia será u nguapo mozo que casi imberbe llevará un vistoso uniforme d emédico naval, un gran cirujano, un gran señor y un músico esti -mable. Compuso una habanera y algunas otras piececillas meno-res; tenía y hacía la música que brota de adentro afuera, que e s

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el verdadero arte y, por ello, como el inmortal sordo Beethoven ,condenado por su desgracia a hacer música, también sólo d eadentro afuera, no a ejecutar . Al uno, la sordera ; al otro, laabsorción de sus manos para curar, les impidieron consagrar -se a ejecutar el sublime arte, de idioma universal y eterno .

De estudiante de Medicina fué interno, por oposición com osu padre, como el mío contemporáneo del suyo, como su her-mano y como yo, que tuvimos el honor de serlo en el viej oHospital Clínico de San Carlos, de Madrid, escuela de férre adisciplina, de amor a la ciencia y al sufriente hasta el heroísmo .Con gran brillantez, obtuvo sus títulos de licenciado y doctoren Medicina y Cirugía, esmaltada su carrera de sobresaliente sy matrículas de honor . Médico de la Armada en el año 1896, alos 21 años, hizo un crucero en el Alfonso XIII por Oriente :Colombo, Ceylan, India y Japón desfilaron ante su retina ílusio-da de joven. Estuvo en la guerra de Filipinas, donde adquiri óla fiebre amarilla, estando a punto de morir . Apenas restable-cido, en el verano de 1899, en una corta temporada en la cas apaterna de Ayllón y en Ríaza, allí conoció a la que había de se rcompañera, esposa que le amó con ternura conyugal y mater-nal, la señora doña María Hernando Cuadrado, oriunda d eRíaza por rama paterna, la cual incubará en Antonio el amo rimperecedero a Ríaza, que se convertirá cada vez más en s usegunda patria chica de adopción y devoción entrañable . Sumatrimonio, de patriarca castellano como el de sus padres, e ldoctor Tapia creará una estirpe abundante . Hijos suyos serán :Antonio, Manuel, Mario, Rafael, José María, María Luz, Ricardo ,Alberto y Aurelío : Los dos primeros, el cuarto y el quinto será nmédicos y especialistas muy estimables también de Otorrino-laringología .

Pero antes de casar cultivaba ya con crecientes exitos dich aespecialidad . Apenas convaleciente de la fiebre amarilla, un jef eincomprensívo por lo que se impone hacía él mismo la piados ay a la vez cruel lección del silenciar su nombre sumido en elolvido, trató de impoderle una estancia innecesaria e inmotivad ade servicio en Fernando Póo : El doctor. Tapia, valiente y patrio -ta en la campaña de Filipinas, sufrió ante esta pretensión veja-toria. ¿Pudo fracasar su porvenir entonces? Creemos que soltero

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habría rechazado sobre la marcha tal pretensión ; casado, yacon hijos, trató de aplazarla por breve tiempo; le fué negado yentonces pidió la excedencia, preocupado por sus hijos ; aún notenía cuajada su personalidad, pero creía en Dios y creía en s ímismo; al llegar a su hogar, creyó también en su mujer que l ealentó: 'Felices los hombres que tienen tales compañeras cofau-toras de sus triunfos y lo que vale más, de su dícha l

Con tales armas luchó y triunfó: Médico de la Beneficenci aMunicipal, por oposición, de Madrid, del Instituto Rubio y de l aAsociación de la Prensa; desde 1912 trabajó fervorosamente endichas instituciones .

Representó a España en el extranjero en numerosos con-gresos, y por encargo del municipio madrileño asistió al home-naje de Manuel García, glorioso inventor del laringoscopío ,celebrado en Londres, publicando sobre ello elegante y docu-mentado libro que repartió con profusión y editado a expensasde su modesto peculio, alentado por su esposa, que sabía dora rla todavía aurea mediocrilas de su vida, con un fino trato degran señora e inteligente compañera . En vida y muerte el doctorvivirá unido a ella, como es lógico .

Fué Presidente de la Academia Médico Quirúrgica Españo-la, que bajo su égida tomó gran auge, siendo el fundador y di-rector de los Anales de dicha institución . Presidente del Colegiode Médicos de Madrid, académico de número de la Real Aca-demia de Medicina, ponente en el II Congreso Internaciona lde Otorrinolaringología de París, y asistente a diversos con-gresos de la especialidad celebrados en Londres, Berlín, Viena ,Roma (1931), Suiza y Portugal ; es sin embargo el primerament ecitado de París en 1922, el que señala el culmen del arco de surenombre, no sólo por el relieve mundial que en él le destacó ,sino para nosotros españoles y castellanos viejos, por su rasgohermoso, nobilísimo, que no podemos dejar de enaltecer . Haterminado el Congreso; al Dr. Tapia, hábil cirujano, modifica-dor afortunado de la técnica Gluck para la laringología total,inventor del síndrome que lleva su nombre, etc ., se le va a ob-sequiar en París con un banquete de despedida por sus desta-cados colegas de todo el mundo . Figuran adornando la paredfrontera de la mesa presidencial banderas de varios países, falo -

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ta la española; el Dr. Tapia lo atisba y se niega a entrar mien-tras no figure, dice, en el sitio de honor que le corresponde . Yaquel hombre pequeñito, pero viril, modesto, pero entero y firm een su actitud patriótica, es acatado reverentemente y la enseñ ade la patria, oro puro y sangre roja apasionada, brilla esplen-dorosa en el centro, y mientras vibran los acordes del himn opatrio, Tapia sonriente se sienta entre una salva de aplausos almédico y al hombre .

Mereció ser nuestro querido compatriota miembro de l aRoyal Socíety of Medecine, de Londres; Presidente del I Con-greso de la Sociedad OtorrínolaríngoIógica Latina, fundador pri -mero del Sanatorio de Villa Luz, y del Hispanoamericano de Oto-rrinolaringología, Presidente del II Congreso Internacional d eOtorrinolaringología (Madrid 26 septiembre 1932), etc ., etc ; peropor encima de todos esos títulos, hay dos que para todos los quehemos tenido que luchar en semejantes lidas, tenemos que valo -rarlas en todo lo que suponen : una, la ganancia de la Cátedra dela Facultad de Medicina de la Universidad Central en 1926 ; otrael intento de creación de una Escuela de Médicos rurales e nRíaza, poco tiempo después . El Dr. Tapia, cuyas enseñanzas ve-nían a recibir médicos de ambos hemisferios, fué sometido po rel legendario engranaje administrativo-docente al trance d euna oposición, y teniendo ya 50 años, triunfó en tan rudaprueba, inhumana para un hombre de sus años, y triunfó e ntoda la línea. Los que sabemos lo que es una oposición acátedras en plena juventud, valoramos tan titánico esfuerzo ,en quien además para la labor de preparar extenso cuestío-narío sin fallo alguno, que es el abismo del fracaso y el ridícu-lo, lo tiene además que hacer, robando horas al sueño ; puesel ejercicio intensivo de la especialidad no le dejaba marge nde una hora diurna libre, solicitado, acuciado, esclavizado poraliviar el dolor del prójimo o salvarle su vida, cosas que n oadmiten espera.

Y este hombre extraordinario, que posee la Cruz del Mérit oNaval, la de Oficial de Instrucción Pública de Francia, Comen -dador de la Orden de Leopoldo de Bélgica, Cruz del Mérit oMilitar, gran Cruz de Beneficencia de Portugal, Medalla d eOffícial de la Corona de Italia y que tiene derecho y más tarde

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le- fué concedida la de Alfonso el Sabio; esta figura prócer 4- -1a Medicina, que ha sido solicitado de los Estados Unidos yn,c{ela Argentina, como operador y para ser allí profesor, honoris'causa ; que como escritor médico y de otras materias tiene ya unnombre y renombre hechos, no duda en volver a estudiar comoun muchacho y acudir a la lid de la oposición, y en cuant otriunfa escribe un hermoso texto de la especialidad y su mayoranhelo es extender el bien de sus conocimientos a la humanidaddoliente, por mediación de una Escuela de Médicos rurales, es-cribiendo un folleto bellísimo, loa de las virtudes de los bueno sprofesionales de los pueblos : El Médico rural, que es de lo másfino que se puede escribir existe . Cual Beethoven, en terribl ecrisis angustiosa que sufrió aquella tarde en que se díó cuent aque no oía entonar una melodía a un pastor en su caramillo, su -frió y nos dejó unas líneas reveladoras de su sensación de cruci-fixít: «Me parecía—dice Beethoven—imposible abandonar e lmundo sin haber realizado cuanto debía . Poco faltó para quepusiera fín a mi vida . Solo el amor al arte me detuvo» . Igua lTapia, piensa como Beethoven, que el saber es un don deDios, que no es de uno, que hay que repartir . Como Beetho-ven, pensó también : «Que nada hay tan hermoso como co-gerle a lo divino sus más espléndidos rayos y derramarlo ssobre la humanidad» .

Y la vida de Tapia, prosigue derramando fecundas enseñan -zas y alivio a los humanos dolores, mansamente, suavemente ,romo el chorro de agua de la fontana de los altos de la Martina ,al través del subsuelo de Ayllón (calladamente como tras la stapias de su fuerte vida interior) ; como aquella agua de su te-rruño, para derramarse después en el río Ríaza cuyas linfa simpregnan de frescura y de fecundidad la vega. . . Y así hubier aseguido, potente, poderoso chorro .- .íPero hay un terrible colaps oen su vídal : Ha tenido una sola hija, bella criatura, clara íntelí-gencía, fina sensibilidad, María Luz, y esta luz que alegra e lcorazón de sus padres se apaga transmitiendo la llama de s uvida a una hijita, el 24 de octubre de 1942, siendo ella tambiéncasi una niña ; dejando triste a su buen esposo, desolados a su spadres, tronchado a Tapia, que en carta que por entonces m eescribía contestando a mí entrañable pésame, decía: «Sólo no me

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deseo la muerte, porque mi madre me enseñó a vencerme y apensar que la vida no es nuestra, ni sólo nuestra» .

Pero desde entonces Tapia desciende en energía, se sient eviejo; aún alienta la llama inteligente, audaz, comprensiva ybondadosa de su mirada, como se ve en su último retrato . Unleve rictus del hombre que vió muchos hombres y muchas co-sas se asoma a sus ojos con un fondo de bondad, pureza yresignación; su cuerpo parece querer doblarse ; su alma fuert ede recio castellano, le dice : Tente erguido . Y él la obedece y as ílo estará en el día solemne de su jubilación y hasta en la horatremenda del tránsito de la vida a la muerte, realizado con se-renidad heroica, admirable. Y de una broncopneumonía, el 2 4de septiembre de 1950, al morir la tarde de un día gris otoñal ,se extinguió tan noble vida .

Cual él dijo de Beethoven en su bello, insuperable libro ,diremos nosotros de Tapia : «Su cuerpo maltrecho desapareciópara siempre, la obra sublime de su espíritu selecto persistir áeternamente, con el brillo de un astro inextinguible» .

Sobre su cadáver no lloremos más ; como diría un helen ode la buena época y como dijo Rubén : «Que sobre su sepulcrono se derrame el llanto, sino rosas, vino, miel» . Para consolar-nos en nuestro angustioso dolor de su pérdida, pensemos qu ea las almas, que por las virtudes íntimas de su fína sensibilidad ,más aún que por su laborar, trasponen el umbral del misterio ,les es dado el único premio del que Antonio, nuestro querid oD. Antonio, disfrutará ya ; todo lo que hagamos aquí en este baj omundo es pálida sombra de la verdadera luz, la reservada po rDios a los elegidos, como dice Baudelaire en su poema Bene-díction (Les Fleurs du Mal):

«Je saís que vous gardez une placean Poét eDans les rangs bíenheureux des saintes Légíons ,Et que vous 1'ínvitez á 1 'éternelle fét eDes Trónes, des Vertus, des Dominatíons . ■

«Car íl ne sera faít que de pure lumíére,

.Puísée au foyer saínt des rayons prímítifs ,Et dont les yeux mortels, dans leur splendeur entiére ,Ne sont que des míroírs obscurcís et plaintífs . .

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