Evolucion de Los Derechos de La Mujer en La Historia Constitucional Peruana

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Francisco Alberto GÓMEZ SÁNCHEZ TORREALVA*

EVOLUCIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER EN LA HISTORIA CONSTITUCIONAL PERUANA

1. Introducción

La cláusula de igualdad formal ha sido el resultado de un largo tránsito que atraviesa las raíces del Perú prehispánico, fundiéndola con la etapa colonial que dio paso a la República decimonónica en la que la titularidad de derechos residía en quienes ostentaban la calidad de ciudadanos.

La división de los espacios públicos y privados1 constituyó un factor trascendental en la calificación de lo civilizado y de aquello que no lo era, factor que justificó a personajes como Rosseau que negaron la incorporación de la mujer en el ámbito público2, propiciando así un limitado campo de acción restringido a la esfera doméstica.

El advenimiento del siglo pasado representó cambios en el pensamiento y en la legislación, la cual procuró incorporar determinados dispositivos que previeran respuestas moderadas a reclamos que desde la centuria anterior fueron sustentados por mujeres como Flora Tristán, Francisca Zubiaga y Trinidad Enriquez, y que fueran representados en el pliego del discurso de féminas de la altura de María Alvarado, Dora Mayer y Magda Portal3, entre otras.

Este marco evolutivo representa uno de primordial importancia para el Derecho debido a que en él confluye parte del sustento sobre la actual situación de las mujeres en nuestro país, motivo por el cual se desarrolla el presente estudio.

2. La mujer en la legislación constitucional

El cuestionamiento de la representación social de la mujer fue un asunto ignorado por el legislador peruano del siglo XIX, debido a que su ideación residió en contestatarias que pretendieron socavar la división sexual de los roles, entre las que destacan mujeres de distintas épocas como María de Gournay con su “Agravio de damas”4 de 1626 y Olympe de Gouges con la “Declaración de Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”5 de 1791.

Dicho panorama sustenta que la idea de los iguales estuviera referida a la pertenencia al sexo masculino, siendo lo alterno excluido de esta categoría y del reconocimiento jurídico sobre la ciudadanía, conforme se aprecia en las Constituciones del siglo XIX. Textos como “Peregrinajes de una paria” nos permiten identificar la discriminación y, en otros casos, la exclusión a las que se encontraba sometida la mujer, como es el caso de la franco-peruana Flora Tristán, quien a mediados de 1830 reclamó los derechos de quienes se encontraban en el olvido6.

Paradojas del destino, la Carta de 1839 restringió aún más la noción de los iguales al conceder la ciudadanía a los varones letrados, estrecha porción de la población masculina que vio en el privilegio aquello que hoy es concebido a través de la noción de los derechos fundamentales. Sin embargo, ello no fue óbice para que en el imaginario masculino la mujer se concibiera a

* Abogado por la Universidad de San Martín de Porres. Magíster en Derecho Constitucional y Derechos Humanos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Candidato al grado de Doctor por la referida casa de estudios. Diplomado en Derechos Humanos por la Universidad de Alcalá de Henares. Miembro de la Sociedad Iberoamericana de Derecho Médico. Miembro de la Comisión de la Mujer y de la Comisión de Género, igualdad y no discriminación del Colegio de Abogados de Lima. Profesor a tiempo completo de la Universidad Privada Norbert Wiener.1 AGUADO, Ana. “Ciudadanía, mujeres y democracia”. En: Historia Constitucional. Nº 6. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 2005, p.14 y ss.2 ROSSEAU, Jean Jacob. “El Emilio”.3 GUARDIA, Sara Beatriz. “Mujeres peruanas: el otro lado de la historia”. Minerva. Lima, 2002, pp. 15-182.4 MINISTERIO DE IGUALDAD DE ESPAÑA. “Mujeres en el mundo”. Gobierno de España. Madrid, 2004, p. 88.5 Loc. cit.6 FORGUES, Roland. “Apuntes sobre el discurso ‘feminista’ de Flora Tristán”. En: “Historia de las mujeres”. Centro de Estudios La Mujer en la Historia de América Latina (CEMHAL). Lima, 1997. En: http://webserver.rcp.net.pe/cemhal/capitulo5.html#_ftnref11.

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partir del trabajo reproductivo7, del que podría escapar a través de actividades relacionadas como la docencia, condicionada por el artículo 25º de la Constitución de 1860 a la solvencia moral del instructor, mas no a su sexo.

Contraria a lo entonces normado, la determinación sobre el desarrollo personal de la mujer constituyó un aspecto que permitió la visibilización de la mujer y el estudio jurídico para el reconocimiento de derechos fundamentales, como fuera en el caso de Trinidad Enriquez a la educación por medio de la Resolución Suprema de 1875 que le permitió estudiar en la Facultad de Jurisprudencia, de la cual se graduó de Bachiller en 1878 tras la expedición de una Ley por Andrés Avelino Cáceres que le permitió sustentar su tesis8.

La llegada del nuevo siglo trajo una perspectiva distinta de la mujer en nuestro país. Una de las primeras medidas fue la expedición del Decreto Nº 801 de 1908 que permitió formalmente el acceso de las mujeres en los estudios universitarios9. Esta y otras circunstancias propiciaron la mayor participación de la mujer en la vida pública, como en el caso de María Jesús Alvarado, quien expuso en “El Feminismo” (1911) la necesidad de otorgar derechos civiles y políticos a las mujeres, al igual que el acceso a cargos públicos10.

Los vientos libertarios de la década de 1910 no propiciaron que la Carta de 1920 reconociera mayores derechos a las mujeres, a pesar que pudiera interpretarse lo contrario a partir de su artículo 17º que si bien establecía la diferenciación, debía ser interpretada dentro del contexto de lo hasta ahora referido. No obstante, el Texto reconoció por vez primera la titularidad de un derecho del que la mujer era titular, como es la educación, aunque restringido al acceso a la educación de las niñas, conforme dispuso su artículo 53º.

Reconocimientos como el de Mariátegui11 en “La Mujer y la Política” (1924) destacaron para que en el debate de la Constitución de 1933 se discutiera la concesión del voto femenino, pues aunque primó la concesión restringida del sufragio a las elecciones locales, había brotado el germen que años más tarde propiciara la expedición de la Ley Nº 12391, del 7 de septiembre de 1955, que concedió el derecho de sufragio a las mujeres, aunque sólo a las letradas.

El fin de la década de 1970 marcó un punto importante en el reconocimiento de los derechos de la mujer a través de la expedición de la Constitución de 1979, cuyo Preámbulo partía de la igualdad universal de todos los seres humanos, presupuesto que hizo viable el reconocimiento de su artículo 2º.2 que enunciaba: “El varón y la mujer tienen iguales oportunidades y responsabilidades. La ley reconoce a la mujer derechos no menores que al varón”, el cual se perdió en la Carta de 1993 a través de la simple proscripción de la discriminación por motivo del sexo.

3. Ideas finales

El estudio histórico sobre el reconocimiento constitucional de los derechos de la mujer constituye un ejercicio que permite identificar las voces ocultas por el androcentrismo que pretendió negar los atributos que son inherentes a la humanidad entera, en pos de convalidar su restricción de las esferas de poder, partiendo desde aquella que le negaba reconocerse como diferente, pero igualmente titular de derechos fundamentales.

Si bien es destacable el reconocimiento formal de la igualdad de la mujer, han transcurrido treinta y un años desde su incorporación constitucional y este precepto se encuentra aún enclaustrado en el ámbito formal, sin permitir la consecución de la igualdad material, expresada en el acceso a la igualdad de trato y de oportunidades de desarrollo, circunstancia que constituye la matriz de la restricción de sus derechos.

Por tal motivo, el reto de este siglo consiste en quebrar paradigmas y construir identidades a partir del ser humano como individuo, cual fuere su identidad, sexo y orientación de cualquier índole para construir condiciones que aseguren su libre desarrollo y la consecución de objetivos

7 AA.VV. “El trabajo reproductivo”. En: Papers. Nº 55. Universitat Autònoma de Barcelona. Barcelona, 1998, pp. 95-114.8 GLAVE, Luis Miguel. “Dama de sociedad. Trinidad María Enríquez, Cusco 1846-1891. En: “Historia de las mujeres”. Op. cit.9 VILLANUEVA CHÁVEZ, Victoria y HERRERA GARCÍA, Elizabeth. “50 años del voto de las mujeres”. Manuela Ramos. Lima, 2005, p. 6.10 Ibídem, p. 4.11 Ibídem, p. 9.

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tan particulares que revelan a las claras la singular naturaleza del ser humano como entidad única e irrepetible destinada a ser feliz.

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