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    IZTAPALAPAREVISTADECIENCIASSOCIALESYHUMANIDADES

    nm. 72 ao33 enero-juniode2012 pp. 51-65

    Fechaderecepcin29/03/12, Fechadeaceptacin20/06/12

    * Profesor titular delDepartamento deEconoma de la UniversidadAutnoma Metropolitana,Unidad Iztapalapa

    [email protected]** Profesora de la Universidad

    Intercultural Indgenade Michoacn

    [email protected]

    Exclusin y memoriaLa revolucin latinoamericana:

    los casos de Argentina y Mxico

    Jos Mara Martinelli*Edna Ovalle Rodrguez**

    Resumen

    En este artculo se reflexiona sobre los procesos de me-moria en Mxico y Argentina. Nuevas interrogantesconducen a revisar el pasado desde una visin crtica quepermea el presente. Para el caso argentino se reflexionaen torno a la memoria y los efectos de la derrota poltica enla sociedad. Para Mxico se destaca la participacin, en losprocesos memorsticos, de los familiares de las vctimas delterrorismo de Estado, los defensores de los derechos hu-manos y exmilitantes de las organizaciones beligerantes de

    los aos sesenta y setenta del siglo XX.Palabras clave: procesos de memoria, terrorismo de Es-tado, defensores de los derechos humanos, organizacionesdisidentes

    AbstractIn this article, reflections on remembrances for Mexicoand Argentina are being made. New questionings lead usto examine the past from a critical point of view, perme-ating the present. In the case of Argentina, an examinationof remembrances and its consequences in the politicaldefeat of society are made. As far as Mexico is concerned,the participation of the relatives of the victims of state ter-rorism is stressed, as well as those of human rights activistsand former militants of dissident organizations through-out the 60s and 70s of the last century.Key words: remembrances, state terrorism, human rightsactivists, dissident organizations

    IZTAPALAPA

    Agua sobre lajas

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    Introduccin

    La revisin permanente del pasado es una de las tareas de los historiadores.En la historia de la sociedad no existe periodo ni tema agotado. De la din-mica social emergen continuamente nuevos interrogantes hacia el pasado,

    la sociedad est en constante reflexin sobre s misma reelaborando su pasa-do desde las inquietudes del presente (Franco y Levn, 2007: 309). Es as comoa travs de la interaccin de los cambios y las continuidades surgen nuevos plan-teamientos, nuevos enfoques, nuevas fuentes y nuevas maneras de interrogar alpasado desde el presente.

    Es en este proceso de constante reelaboracin cuando se hace posible llenarlagunas, explicar procesos como el surgimiento de nuevos actores, la recupe-racin de los excluidos de la historia. Es a travs de este proceso que se han

    materializado en varios pases corrientes de revisiones histricas de temas yaestudiados como la Revolucin Francesa, la Edad Media, las guerras mundiales,en Europa, y como la Revolucin Mexicana, la estructuracin del Estado, elprotagonismo de las clases populares, en Mxico, recuperando la historia de lahistoria reciente, entre otras problemticas. Se trata de viejos temas que se abor-dan desde el presente con una mirada distinta, que sin duda arroja importantesaportes a la historia.

    Pero no slo se analizan con nuevas miradas estas problemticas, tambinen este contexto existen temas del pasado reciente que han sido excluidos de la

    historia a pesar de que sus huellas permanecen en la memoria colectiva y susconsecuencias han marcado de diversas formas el presente de las sociedades(Franco y Levn, 2007: 31). Hablamos de procesos que se han desarrollado enpases como Sudfrica, Espaa, Guatemala, El Salvador, Chile, Argentina,Mxico. En muchos de ellos se ejerci el terrorismo de Estado en las ltimasdcadas del siglo XXal utilizarse la represin indiscriminadamente para elimi-nar a la disidencia poltica de diferente cuo, tarea cuyo xito no pudo ser lle-vado a cabo del todo.

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    Acontecimientos como la Guerra Civil espaola, el holocausto judo, el terro-rismo de Estado en Mxico y pases de Centro y Sudamrica han permanecidoen la memoria colectiva de la poblacin y han empezado a brotar poco a pococon diferentes ritmos. Estos procesos de represin fueron, en algunos casos, detal magnitud que hoy es imposible mirar hacia el futuro si no se hace justicia aestos acontecimientos del pasado.

    En estos procesos de reflexin colectiva algunos sectores de la sociedad hansido constantes en su denuncia y exigencia de justicia. Otros, impulsados por losprimeros, y roto el silencio, han clamado por recuperar la memoria. Sin duda, elpapel fundamental lo han desempeado las organizaciones de los familiares delas vctimas y de derechos humanos, que de forma permanente muchas vecessin ser escuchadas han llamado la atencin sobre esta realidad ocultada hastahace poco por el poder dominante.

    Este proceso memorstico colectivo es un movimiento que permite que lasociedad se vea a s misma en su devenir y en sus contradicciones (Fentress yWickham, 2003: 26). Se trata de buscar la memoria reforzando la bsquedade justicia, para procesar el pasado y disear as un mejor futuro. En el marco dela internacionalizacin del capital, este proceso no se ha dado sin conflictividadsocial (Le Goff, 1995: 34). En estas sociedades, en contraparte y desde el poderse promueve el olvido, la omisin, el silencio y el culto a lo efmero, a lo voltil,a lo desechable y se impulsa, sobre todo a los jvenes, a vivir el aqu y el ahora,

    consolidando la amnesia social.Ciertamente la memoria tiene que ver con la permanencia del recuerdo, con

    la continuidad, pero tambin con la identidad, con la raz profunda de los indivi-duos y de los pueblos, la memoria fortalece el sentido de pertenencia a un grupoo a una comunidad. En el contexto actual, impulsar procesos memorsticos re-sulta aventurado porque genera diques de resistencia identitaria donde la sociedadse refleja a s misma sin mscaras y donde emergen procesos muchas veces do-lorosos que hasta ahora se han ignorado, obviado, silenciado (Aug, 1998: 9).

    Por ello, recuperar la memoria es una tarea social necesaria, pues el sentido

    del pasado en el presente est vinculado con un futuro deseado; as, frecuente-mente los procesos de rescate de la memoria de los aos de represin indiscrimi-nada en los pases sudamericanos, por ejemplo, estn asociados al deseo deevitar que esos fenmenos se vuelvan a repetir en el presente y en el futuro. A con-tinuacin presentamos algunas reflexiones en torno a este tema referidas a loscasos de Argentina y Mxico.

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    Memoria y olvido

    Por qu recordar? En poltica, el recuerdo no es evocacin vana, es traer al pre-sente un tiempo que lleva consigo idearios y gestas, ascensos y derrotas sociales,situaciones varias que en conjunto conforman un periodo histrico. En ste,cualquiera que sea, hay hechos de la ms diversa ndole que se vuelven materiade anlisis con el devenir de los das. Sin embargo, hay fragmentos histricosque ocultan parte o mucho de un pasado. Corre el tiempo y ello se convierte enolvido (Bertrand, 1977: 22). De ah que incursionar en la historia requiere unaactitud vigilante, pero sobre todo crtica.

    Esto es ms necesario cuando el olvido se refiere a procesos en los que se hacuestionado el poder dominante, en los que han gravitado propuestas revolucio-narias. Cabe afirmar, la historia no trabaja para nadie, pero quienes trabajan conla historia difcilmente ostentan neutralidad. En el fascinante recuento histricohay que atender los hechos, los procesos, las mentalidades, proveerles interpreta-cin para valorar la permanente tensin que se establece entre el presente y surelacin con el pasado.

    Por lo dicho, es pertinente preguntarse qu situacin prevalece en el presen-te? Lo real es que algo profundo ha cambiado en el horizonte poltico-culturalde nuestro tiempo, a partir del fin de la Guerra Fra, o ms propiamente hacia1989 con la cada del Muro de Berln. Tal cambio remite a que el dominio sim-blico del horizonte histrico pasa a poder de la burguesa financiera-industrialsin mediaciones, y tambin a las corporaciones trasnacionales como su vehcu-lo expansivo. En el mbito poltico se acrecienta la hegemona unilateral de Es-tados Unidos, acentuada en forma descarnada despus del 11 de septiembre de2001 con el ataque a las Torres Gemelas y al Pentgono. El revanchismo esta-dounidense asume un carcter blico sin precedentes, carente del menor respetoal orden internacional y su institucionalidad (Naciones Unidas).

    Con el pretexto de combatir el terrorismo se instaura un abierto terror deEstado, practicado fundamentalmente por Israel y Estados Unidos, que provo-

    ca devastacin en las reas afectadas y creciente inseguridad internacional. Lasimplicaciones del cambio no son menores; hoy no se habla de lucha o alternativasrevolucionarias. Se habla de consolidar la democracia o propuestas semejantes.De ninguna manera ha llegado el fin de la historia, ms bien se trata del avan-ce de una lnea poltica blica que asume la guerra preventiva como excusa paraexpoliar naciones, v.g. Afganistn e Irak. Si vemos el mbito nacional, lo msavanzado fue plantear la Revolucin Democrtica que devino corrupcin de-mocrtica. Los grandes temas, salvo el de la guerra, se desvanecen.

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    La internacionalizacin del capital se despliega a nivel planetario: el asenta-miento del capital financiero industrial es precedido por la ocupacin militar,obligada avanzada que conduce, principalmente, al control de las materias pri-mas energticas: gas y petrleo. Es previsible que en un futuro no muy lejano ladireccin imperialista se orientar a las fuentes de abastecimiento de agua potable(de las ms codiciadas en Amrica son la cuenca amaznica en Sudamrica y elterritorio de Chiapas en Mxico).

    Lo anterior es moneda corriente en nuestros das, pero no puede afirmarseque por ello sea aceptado, sin embargo el hecho de formar parte de la cotidianidaddisminuye el impacto de resistencia a tales prcticas. El interrogante que sobre-viene es el siguiente: esto tendr que ver con las luchas revolucionarias del pasado?La respuesta es afirmativa. El pasado no concluye aunque sea desplazado temporal-

    mente por el presente, hasta que sus ltimas consecuencias se agotan. Esto llevaa revisar algunas de estas consecuencias. El terror de Estado implementado porlas dictaduras sudamericanas Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Bolivia en-tre los aos sesenta y setenta ha dejado huella. El ejercicio de la crueldad polticaatemoriza a la gente; en este sentido, el ejemplo de la crueldad vesnica ms repu-diable lo constituyen los fusilamientos de cientos de militantes en el Estadio Na-cional de Santiago de Chile luego del derrocamiento de Salvador Allende, en 1973.

    La escalada de terror fue mltiple; el uso de la tortura como destruccin fsi-ca y moral de la persona invalida la autoridad de coaccin estatal; la vulnera-

    cin del Estado de derecho trae consigo la destruccin de las reservas ticas delconjunto social; los efectos de esta poltica son duraderos y de largo plazo, puedenresumirse como devastacin social, que en lo poltico provoca la conformacin desociedades dbiles, escpticas y cnicas. La realizacin de un ejercicio retrospec-tivo (regresar al pasado e iluminar el presente) permite apreciar caractersticasprovocadas por la criminalidad de Estado, en diversos y conectados mbitos:

    Ideolgico. Narcotizacin de la memoria colectiva, v.g.Argentina es un pasamnsico, en el que se evita recordar, salvo en minoras vinculadas a ladefensa de los derechos humanos, las atrocidades de laguerra sucia. Hayque apuntar que en diciembre de 2001 se produce una reanimacin inor-gnica del campo popular cuando fue derrocado el gobierno de De la Ra.

    Poltico. Se establece una relacin perversa entre democratizacin y corrup-cin. Capas burocrtico-polticas se enquistan en el Estado, con aprove-chamiento personal y corrupto de dichos espacios.

    Econmico. Predominio de las polticas conservadoras denominadas neoli-berales. Se pregona la eliminacin del dficit pblico; a la vez este sectorse somete a privatizaciones que empobrecen el patrimonio nacional.

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    Social. Desarticulacin de los nexos de solidaridad societales, en un marcode desempleo y clientelismo poltico.

    Corresponde aclarar que la caracterizacin amnsica remite a la inexistentevoluntad poltico-social de reconstruir la memoria argentina por parte de susociedad en relacin con el pasado dictatorial, la lucha armada desplegada y losobjetivos de cambio propuestos. Se recuerda y rechaza la represin pero se olvidanlos ideales de entonces. Lo amnsico, como se adelant, no refiere a la encomia-ble labor de las organizaciones defensoras de los derechos humanos Madres yAbuelas de Plaza de Mayo e H.I.J.O.S, entre las ms importantes. Sin perjui-cio de lo sealado, es destacable la intervencin estatal en materia de juicios ycondenas a los militares genocidas. En particular durante los gobiernos peronis-

    tas de Nstor Kirchner y Cristina Fernndez (2003-2012) se manifiesta unapoltica de reparacin de agravios y se suceden juicios y encarcelamientos a losrepresores dictatoriales; previamente se declar la nulidad y posterior inconsti-tucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, lo que merecereconocimiento y tambin, cabe decirlo, le produce rditos polticos a los gobier-nos mencionados. Si ello representa una cuota o el comienzo recuperatorio dela memoria argentina, en buena hora.

    Realizar una valoracin de este ltimo periodo excede los propsitos de estetrabajo; por otra parte, se trata de un proceso en curso cuya elucidacin histri-

    ca (relacin memoria-olvido) demanda participacin social, escuchar otras voces,protagonistas o no, que coadyuven o difieran de lo gubernamental contempor-neo. Es un espacio abierto a cubrir sin patrimonializar la memoria.

    Cerrar este apartado conlleva una reflexin filosfica: la memoria contiene elolvido. Sin embargo, cabe precisar: no es lo mismo la decantacin del tiempoque el olvido intencionalmente provocado, alentado y producido desde las insti-tuciones; ste ocasiona prdidas, vacos histricos. Mutilar los hechos es cance-lar el derecho a saber, a interpretar la realidad con la voluntad que se quiera, seapara evitarla, sea para reproducirla como futuro deseable (Aug, 1998: 67). Fa-vorecer el olvido es decidir por el otro.

    Revolucin y memoria

    Uno puede preguntarse cul es la realidad? Las respuestas varan. Habr quienaprecie la bruta materialidad circundante como realidad; esta perspectiva nopermite ver el relacionamiento social y su entrecruzamiento con los hechos,vinculacin que establece la sustancia de la materialidad social; esto conforma lo

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    real no tangible, es la realidad aprehendida por la teora y es insoslayable en elanlisis histrico-social. Buscar la transformacin de dicha materialidad es lo queprovoca las dinmicas revolucionarias, ms all de subjetividades enfervorizadas.

    Si el punto precedente se contextualiza en el marco latinoamericano, hablarde revolucin latinoamericana puede producir sorpresa o tal vez resultar ana-crnico; en el mejor caso, remite a la utopa. Trmino ste que parece haber per-dido connotacin poltica para ganar funcionalidad en planos culturales o endimensiones estticas. Lo utpico suena bien como aspiracin irrenunciable delograr algo distante, etreo mas no como aspiracin poltica de transformar espa-cio y tiempo actuales, de pasar de una propositividad socialista a una realidadsocialista. Si buscamos aproximarnos a la experiencia poltica ms cercana, serahacia los ltimos aos de la dcada de los cincuenta, en los que la RevolucinCubana fue un acontecimiento de dimensiones mayores en la memoria latinoa-mericana, cuya proyeccin en la lucha poltica fue intensa, en particular en losmovimientos armados que en Argentina y Mxico materia de esta reflexin sedesarrollaron con profusin.

    Experiencias no suficientemente consideradas en perspectiva histrica. Ape-nas una generacin separa a los protagonistas de entonces de los actores de hoy,sin embargo, el desconocimiento es alto. La falta de memoria se ha convertido enexclusin poltico-econmica y sociocultural. Las ausencias que pesan en la reali-dad latinoamericana no son ideas muertas; la recuperacin crtica de esta capa

    es pulsin presente en proyeccin de futuro.

    La experiencia argentina

    La ya planteada idea del recuento histrico no puede materializarse en crono-loga exhaustiva; la selectividad es criterio obligado. Desde la memoria de quienescribe estas lneas, el ascenso de masas ms relevante en la historia argentinacontempornea ocurri el 29 de mayo de 1969 en la ciudad de Crdoba: concen-

    tracin obrera importante y nucleamiento de poblacin universitaria significa-tivo; dos factores a tener en cuenta en la lucha antidictatorial que muestran cmola participacin poltica ms elevada se produce en sectores con mayor formacincultural y/o sindical, que se expresa en conciencia poltica con voluntad de cam-bio sociohistrico. Este hecho se dej sentir en la gnesis de los movimientosarmados argentinos. A efectos de este trabajo interesa considerar la conducta po-ltica del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejrcito Revolucionario delPueblo (PRT-ERP), la organizacin marxista de mayor envergadura en ese entonces.

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    Sin perjuicio de realizar observaciones particulares sobre el mencionadogrupo, la idea que nos mueve es sealar cmo pesa el error histrico. Entre losaspectos positivos cabe destacar:

    a) Determinacin expresa por propiciar un cambio histrico socialista b) Organizacin en partido poltico c) Voluntad de insercin y acompaamiento de masas

    Entre los aspectos negativos corresponde apuntar:

    a) Mecanicismo o adopcin de prcticas externas de lucha armada, v.g.gue-rrillas cubano-vietnamitas

    b) Militarismo: predominio del fusil en las decisiones polticas c) Ligado al punto anterior, subordinacin de la poltica; incapacidad para

    observar las mediaciones de la realidad d) Base social pequeo-burguesa, con baja insercin obrero-campesina; ten-

    dencia al vanguardismo e) Esquematismo en la interpretacin de la lucha de clases; considerar las

    diferencias dentro del partido como expresin de las diferencias sociales;lo acordado al interior se proyectaba como resolucin democrtica pro-veniente del seno del pueblo

    Puede resultar ilustrativo del funcionamiento de dicha organizacin el pe-riodo entre febrero de 1973 y febrero de 1974. Se produca el repliegue de la dic-tadura militar y el advenimiento al gobierno del doctor Hctor Cmpora, re-presentante peronista despus de 18 aos de proscripcin poltica. En dicholapso se llevaron a cabo los operativos militares de Sanidad y Azul (Anguita yCaparrs, 1997: t. II, 159-240). Lo que se quiere significar es que el recambiopoltico nacional no caus el consecuente recambio estratgico. En los dos aossiguientes la represin elimina a los principales dirigentes de la organizacin.

    Cuando la accin poltica es prevalentemente militar hay un gran temor apronunciar la palabra derrota; sta no resulta de los hechos polticos sino ms bienes producto de un fracaso organizacional. En realidad, cuando la praxis poltica sevuelve unilateral y endgena la perspectiva de una derrota militar se convierte eneliminacin de la escena poltica. Inexorablemente as ocurri.

    Cules son los efectos ms importantes de la derrota poltica? Es difcil es-tablecerlo, es factible realizar valoraciones basadas en los hechos acaecidos, sacarconclusiones referidas. Una idea a despejar se vincula con la equvoca apreciacin

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    de conferirle sentido a la historia, ms an, dotarla de una progresividad in-manente. Falso, la historia no trabaja para nadie, el sentido se lo otorgan lasacciones humanas; esto es ms cierto en materia poltica, el espacio no ocupado,el avance social no logrado lo capitaliza el adversario. En el norte argentino hayejemplos sorprendentes de mandos militares represores que luego fueron electosgobernantes, v.g.Bussi en Tucumn, Ulloa en Salta. Cmo sucedi esto? Muycomplejo es elucidar las razones que motivan estas conductas en la ciudadana.En todo caso, juega la necesidad de establecer un orden y, probablemente, depo-sitar la confianza poltica en el vencedor. Lo dems corre por cuenta del com-ponente amnsico de una sociedad debilitada.

    Otra cuestin tambin de difcil valoracin es la incapacidad para formularpropuestas orgnicas de rearme popular. Puede tomarse como referencia el ar-

    gentinazo de diciembre del 2001; se derroc a un gobierno pero no pudo orga-nizarse una alternativa popular de recambio. Se trata realmente de incapacidado es que el peso del error histrico impide que las masas asuman opciones revo-lucionarias. De todos modos lo que cabe admitir es que no se han agotado lascondiciones de gobernabilidad, por deterioradas que se encuentren. Esto hacedesaparecer las perspectivas socialistas? Dos aspectos a considerar; una base deracionalidad futura obliga a pensar en sociedades menos orientadas por el mer-cado y ms estructuradas con base en la satisfaccin colectiva de las necesidadesbsicas; a su vez, es menester aceptar que el cambio se ha de producir en el largo

    plazo histrico, ms all de tiempos personales o expectativas generacionales.Esto conlleva a reflexionar sobre la dialctica reforma-revolucin. Los trminosse complementan o se excluyen? La experiencia del siglo XXtiende a mostrar quela combinatoria social es la forma adecuada. Sin duda, no hay un recetario en lamateria; las experiencias histricas ensean que el cambio se nutre de elementosdiversos, lo que lleva a ubicarse en la hibridez; ello se evita con una dominanciade clase democrtica y responsable. Una nueva calidad hegemnica para nuevoshorizontes sociales.

    Es imprescindible advertir que quien entre a la poltica no puede proclamar-se inocente, por nobles que sean los ideales. El otro puede argumentar lo mismo.La recuperacin de la memoria busca aclarar las responsabilidades de los enfren-tamientos sociales, la intencionalidad de las partes, la legitimidad de los planteospolticos en pugna. En una realidad desbordada por la informacin parece impo-sible que prevalezca el olvido provocado por la ausencia de la memoria. La verdadhistrica no es una abstraccin, es un concreto social producido por hombres ymujeres, actores reales en tiempos reales. Si los protagonistas revolucionarios pro-fesaban una verdad e incurrieron en el error poltico, sean el tiempo y la voluntadde saber quienes establezcan el veredicto histrico.

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    La selectividad de la memoria: Mxico 1965-1980

    Resulta imposible para cualquier sociedad recordarlo todo, en ese sentido, lamemoria es selectiva por naturaleza (Academia Universal de las Culturas,2002: 11). Al respecto, conviene preguntarnos por qu en Mxico existe un in-ters social cada vez mayor por conocer lo sucedido durante el periodo que vade 1965 a 1980, el cual comprende acontecimientos como el movimiento gue-rrillero de Chihuahua dirigido por Arturo Gmiz, el movimiento estudiantil-popular de 1968, la represin del 2 de octubre y del 10 de junio, las actividadesde las organizaciones poltico-militares y el terrorismo de Estado, entre otros.

    Indiscutiblemente estos eventos, de una u otra forma y con diferente inten-sidad, han quedado guardados en la memoria colectiva de los participantes, sus

    familias y en ciertos estratos de la sociedad ubicados en niveles locales, regiona-les y nacionales. Se trata de acontecimientos traumticos poltica y socialmente,y ms all del silencio al que fueron obligadas las vctimas de la represin yasea por miedo o por evasin del recuerdo, han sido soslayados y eliminados dela historia nacional deliberadamente. En estos hechos se ha excluido tanto la re-presin de que fueron objeto los participantes como los objetivos que perseguanestos movimientos u organizaciones. Hasta hace poco, la sociedad slo conocala versin gubernamental de algunos de estos sucesos.

    Movimientos democrticos de estudiantes, campesinos y obreros, as como

    organizaciones poltico-militares, fueron reprimidos a sangre y fuego por el ejrci-to, la polica y diversos grupos paramilitares, como los Halcones. El saldo,cientos de muertos, desaparecidos, encarcelados, exiliados y perseguidos en unnmero an desconocido. De estos acontecimientos destaco slo un dato: hastala fecha, el Comit Eureka! demanda la presentacin de por lo menos 500 desa-parecidos polticos en todo el pas durante ese periodo; los nombres completosy expedientes forman parte del archivo de esta organizacin; de ellos, ms de100 son mujeres.

    Desde mi perspectiva como participante de estos procesos considero quela recuperacin de la memoria de los acontecimientos polticos y sociales verifi-cados en Mxico en el periodo sealado, slo pudo ser planteada a partir de dosprocesos gestados mucho antes y que emergieron a la luz pblica con pocosaos de diferencia: el levantamiento del Ejrcito Zapatista de Liberacin Na-cional (EZLN)en 1994 y la derrota electoral del Partido Revolucionario Institucio-nal (PRI)en el ao 2000, con el consecuente ascenso a la Presidencia de un re-presentante del Partido Accin Nacional (PAN).

    Estos procesos modificaron el escenario poltico y dieron paso al rompimien-to del silencio en torno a los procesos polticos y sociales de los aos sesenta y

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    setenta. Si bien es cierto que las organizaciones de familiares y defensores de de-rechos humanos nunca callaron ni olvidaron sus demandas, poco a poco se fue-ron creando las condiciones para que la propia sociedad estuviera en posibilidadde escucharlos y as facilitar la comunicacin.

    De tal suerte, a lo largo de estos aos la sociedad mexicana ha empezado adialogar consigo misma, se ha sensibilizado y con ello se han multiplicado las vo-ces y los testimonios de esa poca. Ahora, ms participantes directos de estosmovimientos unen su accin a la de los familiares de las vctimas y a las de los de-fensores de derechos humanos. Tambin, las evidencias del terrorismo de Estadose multiplican; aparecen fotos, cartas, libros y paulatinamente se va iniciando unproceso de sensibilizacin social en torno a estos temas, al tiempo que entre losjvenes crece el inters por conocer lo sucedido, lo cual se refleja en las tesis y enlos ensayos o trabajos de fin de cursos.

    En la sociedad mexicana, poco a poco va quedando claro que recuperar elpasado es un acto de elemental justicia, que no slo sirve para reconocer la accinde hombres y mujeres en su papel de estudiantes, activistas, militantes, inocentescampesinos, torturados, desaparecidos, encarcelados, exiliados y perseguidos deaquellos aos, sino tambin para recuperarlos como seres humanos y actores po-lticos con mltiples aristas, con virtudes y defectos, errores y aciertos.

    Cada vez se evidencia ms que recuperar estos procesos es ejercer el derechoque tienen las nuevas generaciones a conocer la verdad, a saber quines constru-

    yeron una parte del presente y cmo lo hicieron. De igual forma, la accin pol-tica contempornea exige aprender las lecciones del pasado: rescatar los aciertosy no cometer los mismos errores.

    Las fuentes de la memoria

    Desde 1994 fue evidente que el cambio social y poltico era algo necesario e in-minente en la sociedad mexicana. Sin embargo, para muchos sectores de la po-

    blacin an no estaba claro qu tipo de cambio requera el pas, y su inconfor-midad se canaliz en el nivel electoral propiciando la alternancia partidaria y unfortalecimiento de la pluralidad en las cmaras, as como algunos recambiosimportantes en el plano gubernamental en los estados y el Distrito Federal. Pa-radjicamente, el levantamiento del EZLN, al tiempo que contribuy con la ca-da electoral del PRI, despej el camino de la Presidencia para el ascenso del PAN,partido que capitaliz en ese momento una parte de la inconformidad social,mientras que la otra parte lo hizo el Partido de la Revolucin Democrtica (PRD).

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    Hoy, aos despus de la alternancia poltica panista, la expectativa del cambiosocial hacia el mejoramiento promovida por la figura de un partido polticoparece frustrada y con ella, sus principales planteamientos. En muchos sentidosy rubros, el cambio esperado se transform en continuidad e incluso en profun-dizacin de las polticas neoliberales.

    Esto igualmente se ha manifestado en el mbito de la memoria histrica.Recuperar la memoria tambin tiene que ver con el deseo insatisfecho de obte-ner una verdadera justicia. El pueblo mexicano est cansado de impunidad ycorrupcin, por ello, entre las promesas de campaa de Vicente Fox destac la demarcar una diferencia con el uso de las fuerzas represivas, aclarar los procesosdel pasado y hacer justicia frente a los crmenes. Para la imagen del cambio eranecesario diferenciarse de sus antecesores, por lo que se decidi generar desde

    las esferas gubernamentales una instancia que cumpliera este objetivo.As, en enero del 2002 se cre la Fiscala Especial para la Atencin de Hechos

    Probablemente Constitutivos de Delitos Federales Cometidos Directa o Indirec-tamente por Servidores Pblicos en Contra de Personas Vinculadas con Movi-mientos Sociales y Polticos del Pasado, nombrndose como responsable al abo-gado Ignacio Carrillo Prieto, familiar directo de Den Prieto, una joven militantede las Fuerzas de Liberacin Nacional asesinada en Nepantla, Estado de Mxi-co, el 14 de febrero de 1974, y cuyo cadver nunca fue entregado a sus deudos.

    Segn una nota publicada el 5 de enero del 2002 en el peridico La Jornada,

    la fiscala buscara la verdad jurdica de lo acontecido y perseguir a quieneshayan incurrido en delito como personas; especficamente investigara la desa-paricin de ms de 500 personas durante los gobiernos de Luis Echeverra y JosLpez Portillo, para lo cual contara con autonoma y con todo el apoyo materialy humano del gobierno en turno.

    De entrada, dependiente del Poder Ejecutivo, y con el sistema represor ysus redes intactas, las actividades de esta fiscala estaban sumamente acotadasy controladas. Sus acciones se basaran en las demandas individuales de losafectados, quienes deberan presentar pruebas de los hechos delictivos de funcio-narios pblicos en su contra. Un sustento importante sera la documentacin deapoyo: los archivos recin abiertos del Centro de Investigacin y SeguridadNacional (Cisen).

    Desde el inicio, los exmilitantes, las organizaciones de familiares y numerososdefensores de derechos humanos tuvieron sus reservas en relacin con los traba-jos de la fiscala, puesto que muchos de los represores de aquellos aos estabanubicados en altos puestos gubernamentales. En especial el Comit Eureka!,encabezado por doa Rosario Ibarra de Piedra, dej muy clara su desconfianzahacia las intenciones del gobierno de Fox al hacer uso de este organismo.

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    Con el tiempo, la desconfianza de la gran mayora de los implicados haciaesta fiscala se transform en abierto rechazo, ya que, adems de las limitacionescon las que surgi, sus acciones no traspasaron los lmites de la formalidad: losrepresores continuaron libres o en sus casas, los responsables directos de las ma-sacres del 2 de octubre, el 10 de junio y la llamada guerra sucia siguieron go-zando no slo de su libertad sino tambin de su influencia poltica. Incluso, losarchivos de inteligencia que desde el punto de vista histrico slo pueden pro-porcionar la visin que tena el gobierno de los movimientos, es decir, un frag mentode memoria estn restringidos para la consulta pblica.

    Entonces, la fiscala naci limitada y sin voluntad poltica de esclarecer laverdad aun dentro de sus acotados mrgenes. El miedo y la desconfianza de losfamiliares de las vctimas y de los participantes han ganado terreno en este cam-

    po, a lo cual han contribuido los magros resultados de las pocas indagatoriasrealizadas, adems de la liberacin de uno de los ms claros responsables de larepresin, gracias a una reglamentacin jurdica hecha a su medida. Por todoello se pone de manifiesto que sta no es la va ms fructfera para la recuperacinde la memoria histrica de los movimientos de aquellos aos, mucho menos lainstancia que propiciar la imparticin de justicia.

    Sin embargo, el rescate de la memoria histrica de esa poca no se ha limi-tado a las decisiones del gobierno, cuyas acciones han respondido ms a un lemade campaa que a un verdadero inters por esclarecer la verdad. Dentro de la so-

    ciedad, la recuperacin de la memoria ha transitado por otros caminos. Se tratade un proceso que ha seguido una ruta que pasa tanto por la tradicin oral exis-tente al interior de las familias, amigos y conocidos de los participantes en estossucesos como por la elaboracin de escritos de exmilitantes, conformndose asun proceso de recuperacin histrica que puede fortalecerse an ms y que in-cluye desde el reconocimiento verbal de esta amnesia histrica por parte de loshistoriadores y otros cientficos sociales hasta la institucionalizacin de ctedras,seminarios y coloquios, as como la realizacin de tesis y trabajos de investigacinsobre estos temas. Cabe sealar que este proceso lento pero sostenido slo ha sidoposible con la activa colaboracin de exmilitantes de las organizaciones y losmovimientos sociales y de los familiares de las vctimas de la represin de aque-llos aos.

    Es necesario destacar que para reconstruir desde el punto de vista histricoestos procesos resultan poco confiables las fuentes de archivo, ya sean documentosde inteligencia o judiciales, porque se basan invariablemente en actos de tortura.No obstante, si se utilizan, esas fuentes deben contrastarse con las escasas publi-caciones de las organizaciones, con entrevistas de historia oral de los participantessobrevivientes y con algunos otros testimonios de los directamente implicados.

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    Adentrndonos un poco en las actividades de los exmilitantes en la recupe-racin de la memoria de esos aos, cabe apuntar que sus acciones encaminadasa este fin han sido muy variadas: van desde la transmisin de la experiencia me-diante charlas o conferencias en escuelas, barrios, sindicatos, y la realizacin deentrevistas hasta la produccin de bibliografa testimonial. Los resultados hansido fecundos: a la fecha existe una amplia produccin acerca del movimientoestudiantil de 1968 y de las organizaciones guerrilleras de Guerrero el Par-tido de los Pobres de Lucio Cabaas y la Accin Cvica Nacional Revolucionariade Genaro Vzquez; un poco menor es la literatura testimonial referida al 10 dejunio y a las ms de 25 organizaciones poltico-militares que existieron en diver-sas zonas del pas por aquel entonces. Mencin aparte merecen las obras litera-rias a las que ha dado lugar la experiencia de algunos acontecimientos de esapoca. A esta ltima labor se han dedicado autores como Carlos Montemayor,Salvador Castaeda, Fritz Glokner, entre otros con una produccin heterogneaaunque continua.

    Es as como en la actualidad se desarrolla en Mxico un proceso de recupera-cin de la memoria histrica de los aos sesenta y setenta que proviene de dosvertientes: una, la que desde el poder utiliza la memoria para aparentar un cambioy garantizar la impunidad y la continuidad de muchas de las polticas anterio-res, y otra, la que surge desde la sociedad misma, que implica a los sobrevivientesy sus familiares y que ha generado un proceso de recuperacin lento, diverso, he-

    terogneo pero constante.

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