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' 148 1 EL LEGADO DE DARWIN Este capítulo se ocupará de lo que el pensamiento evolutivo puede decirnos acerca de la raza y, más importante aun, de lo que no puede decirnos. RAZA Se coincide universalmente en que sólo existe una espe- cie humana, pero durante largo tiempo se supuso que RAZA Y GÉNERO 1 149 existían subgrupos biológicamente significativos, pro- bablemente sin alcanzar el estatus absoluto de subes- pecies, sino más bien con el estatus de lo que se conoce, en el campo de la biología, como razas geográficas. Por otra parte, es común en la actualidad que los biólogos afirmen, sobre la base de la investigación genética, que el concepto de raza humana ha demostrado care- cer de sentido. Richard Lewontin y Stephen Jay Gould han sido los exponentes más importantes de la corriente que ha afirmado que los humanos constituyen, en el plano genético, una especie relativamente homogénea, y que la variación que existe no se da entre poblacio- nes biológicas. En realidad, hay mucha más variación genética dentro de un grupo racialmente definido que entre dos de esos grupos. Según el presupuesto de que el propósito de clasificar es expresar informa- ción acerca de aquello que se clasifica, esta observación sugiere que clasificar por raza es, al menos desde un punto de vista biológico, inútil e insignificante. Sin embargo, las cosas son un poco más complica- das. Para conferir algún sentido a esta clasificación, debemos empezar por distinguir la raza como con- cepto biológico y la raza como concepto sociológico. No hay duda de que este último concepto es de gran importancia en muchas sociedades. El estatus, el acceso a los bienes sociales (principalmente los trabajos desea- bles), y muchas otras circunstancias de gran impor-

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' 148 1 EL LEGADO DE DARWIN

Este capítulo se ocupará de lo que el pensamiento

evolutivo puede decirnos acerca de la raza y, más

importante aun, de lo que no puede decirnos.

RAZA

Se coincide universalmente en que sólo existe una espe­

cie humana, pero durante largo tiempo se supuso que

RAZA Y GÉNERO 1 149

existían subgrupos biológicamente significativos, pro­

bablemente sin alcanzar el estatus absoluto de subes­

pecies, sino más bien con el estatus de lo que se conoce,

en el campo de la biología, como razas geográficas. Por

otra parte, es común en la actualidad que los biólogos

afirmen, sobre la base de la investigación genética,

que el concepto de raza humana ha demostrado care­

cer de sentido. Richard Lewontin y Stephen Jay Gould

han sido los exponentes más importantes de la corriente

que ha afirmado que los humanos constituyen, en el

plano genético, una especie relativamente homogénea,

y que la variación que existe no se da entre poblacio­

nes biológicas. En realidad, hay mucha más variación

genética dentro de un grupo racialmente definido que

entre dos de esos grupos. Según el presupuesto de

que el propósito de clasificar es expresar informa­

ción acerca de aquello que se clasifica, esta observación

sugiere que clasificar por raza es, al menos desde un

punto de vista biológico, inútil e insignificante.

Sin embargo, las cosas son un poco más complica­

das. Para conferir algún sentido a esta clasificación,

debemos empezar por distinguir la raza como con­

cepto biológico y la raza como concepto sociológico.

No hay duda de que este último concepto es de gran

importancia en muchas sociedades. El estatus, el acceso

a los bienes sociales (principalmente los trabajos desea­

bles), y muchas otras circunstancias de gran impor-

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t¿rncia para las personas, se ven afectados por el gruproracial que la sociedad en general asigna a los indivi-duos. Habitualmente, los miembros de una sociedaclaprenden a hacer esa asignación casi sin pensarlo, so_bre l¿r base de unas pocas características superficiales.Cuando las clasificaciones raciales son incorporadasa las regulaciones oficiales, con frecuencia se empleancriterios complejos para determinar la pertenencia deindividuos problemáticos, por ejemplo de individuoscon una ascendencia de diversas mezclas raciales. Dadala existencia de esta idea de raza sociológica, podemosplantear la pregunta de si existe alguna base bioló-gica importante de este concepto. y la respuesta esdecididamente negativa. Existen, sin duda, típicoscorrelatos genéticos de los rasgos que se emplean paraemitir juicios raciales -primordialmente, el color dela piel v los rasgos faciales-, pero eso es todo. El colorde la piel, casi con seguridad una adaptación a climasfríos o soleados, es Llna característica superficial, quese desarrolla y se pierde rápidamente cuando los gru_pos de gente se desplazan de un clima a otro, y es unacaracterística desarrollada por muchos grupos dis_tintos en diferentes épocas y lugares.

Sin embargo, podemos plantearnos la posibilidadde que exista otro concepto de razaque revele un inte-rés biológico más serio. Una interesante argumenta-citin, obra del biólogo Massimo pigliucci y del filósofo

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Jonathan Kaplan, afirma que existe otro concepto' La

idea que plantean puede abordarse por medio de la

consideración de la textura más fina de la evolución

humana. Como existe sólo una especie humanl, cual-

quier grupo escindido del linaje humano que haya

alcanzado una plena separación de Ia estirpe proge-

nitora evidentemente se ha extinguido' No obstante,

en el caso de una especie tan grande y geográficamente

extendida como el Homo sapiens, podemos estar scgu-

ros de que han existido, en diferentes épocas, pobla-

ciones temporariamente más o menos aisladas que

adquirieron algún grado de adaptación específica a

sus circunstancias ecológicas particulares. En realidad,

los trabajos recientes realizados sobre la evolución

de la resistencia desarrollada por las plantas contra

las toxinas locales sugieren que ese aislamiento de las

poblaciones circundantes no es requisito esencial para

una adaptación local cuando las presiones selectivas

del entorno son fuertes. Estas variaciones, que no

alcanzanpara nada el valor requerido para dif'erenciar

especies, reciben el nombre de ecotipos y se presentan

en muchas especies diferentes. Sin dudas, en algunos

casos un ecotipo diferente puede ser la primera etapa

de una progresión que culminará en una especie dife-

rente. Pero en una especie como Ia nuestra, dada a la

migración y a la exogamia' ese caso aparentemente no

se presenta. Lo que sí tenemos' según Pigliucci y

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Kaplan, son ecotipos más o rnenos diferentes, o susremanentes, dispersos a través de grandes poblacio_nes politípicas.

El prirner punto que debemos señalar sobre estahipótesis es que no tiene ninguna relación con el con-cepto sociológico de raza.Enprimer lugar porque susenunciaciones son mucho más finas y detalladas. Casitodos los conceptos sociológicos de "negro',, por ejem-plo, no sólo incluyen los diversos pueblos de ascen-dencia africana, sino incluso a los indígenas de Aus-tralia. Estos pueblos constituirían seguramente un grannúmero de ecotipos diferentes, y muchos de ellos esta_rían más próxirnos a algunos ecotipos no clasifica-dos como negros que a otros ecotipos negros.

Dado que este concepto es tan diferente del con_cepto sociológico de raza, corresponde que nos pre_guntemos qué se gana promoviéndolo. Una respuestaque despierta en mí cierta simpatía es simplementeque siempre es mejor tener una respuesta más precisa.Pero además esta explicación nos ayuda a entendermejor algunos aspectos desconcertantes de la dife-rencia racial. Por ejemplo, aunque con frecuencia seafirma que la raza no tiene ninguna base biológica,esta aseveración suele carecer de convicción, debidoa que para mucha gente existen, intuitivamente, obviascategorías raciales. La exposición más compleja ofre_cida por Pigliucci y Kaplan contribuye a explicar ese

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fenómeno que a las personas les resulta obvio, dejandoen claro al mismo tiempo que el concepto intuitivo de

raza agrupa a grupos diversos de personas que tal vez

no tengan nada en común fuera de formar parte de

la especie humana. Sin suponer en ningún momentoque la existencia de esta explicación acabará de inme-diato con todos o siquiera con algunos de los pro-fundos problemas sociales asociados con la clasifica-ción y la discriminación racial, de todas maneras me

parece que con ella se da un pequeño paso en la direc-ción correcta.

Existe además wa razón más sutil para considerarque esta versión puede contribuir a desactivar algu-nos de los fundamentos intuitivos de las personas que

se toman demasiado en serio las categorías socioló-gicas raciales, amplias y muy generales. Contraria-mente a la convicción de que la investigación bioló-gica no demuestra que pueda hallarse nada demasiado

contundente común a todas las personas clasificadas

como negras, el observador casual probablementeadvierta, por ejemplo, que las personas negras son evi-dentemente más exitosas en algunos deportes, y esa

característica presumiblemente es más profunda que

el color de la piel. Si los negros son más atléticos, ¿porqué los blancos no podrían ser mejores en el ámbitodel pensamiento, tal como supuestamente lo sugieren

los estudios muy difundidos sobre raza y coeficiente

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intelectual? Thl como lo señalan Pigliucci y Kaplan, el

problema de la aseveración "los negros son más atlé-ticos" es que la información genuina está engullida porla clasificación, que es demasiado general y carente

de sentido. Probablemente sea cierto que las perso-nas de cierta parte de Kenya son considerablementemejores que la mayoría de la gente cuando se trata de

correr una maratón. Es muy probable que un eco-tipo de ascendencia kenyana pueda haber desarrolladoel rasgo de una extraordinaria resistencia fisica. Y pro-bablemente existan también otros ecotipos negros (y

sin duda, también no negros) con tendencia a unacierta aptitud física. El error es interpretar estas cate-gorías biológicas muy locales en términos de catego-rías raciales generales y amorfas.

Es necesario señalar que estos debates sobre la razay el coeficiente intelectual presentan además otros pro-blemas. Primero, una gran parte de los trabajos másnotorios en este campo es profundamente defectuosa,

especialmente debido a la mala aplicación de la com-plicada noción de lo hereditario. Esto constituye unverdadero problema en lo que respecta a la asimila-ción a nivel popular de la información genética. Cons-tantemente escuchamos afirmaciones tales como quela inteligencia está deterntinada, en un 6o0/o, por lagenética. Usualmente, esa clase de afirmación se basa

en una estimación de aquello que es genéticamente

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heredable. Dicho de otra manera, lo que mide la here-

dabilidad genética es la proporción de variación de

una característica constantemente variable (la altura,

el puntaje en un test de coeficiente intelectual, la lon-gevidad, etc.) que puede justificarse por las diferen-cias de los genes. Debemos advertir de manera inme-diata que si reguláramos por ley la existencia de unentorno totalmente homogéneo -quizá por obra de

un gobierno totalitario extremo-, toda variación debe-

ría ser justificada por medio de las diferencias genéti-

cas -las únicas diferencias que existirían- y la hereda-

bilidad genética de todos los rasgos sería del 1oo porciento. De manera inversa, en una población de clones

genéticamente idénticos, la heredabilidad genética sería

de cero. Debería resultar obvio que la determinacióngenética no es en absoluto lo que mide la heredabili-

dad: si la inteligencia está determinada genéticamente,

es de suponer que estaría determinada incluso en una

población de clones. De hecho, por lo que sé, la expre-

sión "determinada genéticamente en un 6oolo" carece

por completo de significado. Un alto nivel de hereda-

bilidad no nos dice nada acerca del grado en que la

transmisión de un rasgo pueda ser biológica.

Este punto subraya el hecho de que resulta extre-

madamente difícil, probablemente imposible, separar

las causas biológicas y sociales de una variable tan com-

pleja como puede serlo el nivel intelectual. Como ya

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he explicado en el capítulo anterior, el desarrollo de

características complejas es el resultado de la interac­

ción constante entre los atributos biológicos y el

entorno. En cualquier sociedad en la que la raza sea

un factor significativo -es decir, en casi todas las socie­

dades actuales- el entorno será sistemáticamente dife­

rente para las personas de diferentes razas. Crecer como

miembro de un grupo en desventaja es una experien­

cia que inevitablemente será diferente de la de crecer

como miembro de un grupo dominante, y es proba­

ble que esas diferencias sean tan influyentes que impo­

sibiliten cualquier investigación significativa que pre­

tenda evaluarlas abstrayéndolas de la variable de la

raza. De manera que la alternativa de estudiar un com­

ponente biológico de estas diferencias será un pro­

pósito muy difícil por no decir imposible. En cierto

grado, lo mismo puede decirse de la capacidad atlé­

tica. Sin embargo, en este último caso las diferencias

de aptitud pueden ser de definición más neta y estar

más directamente relacionadas con rasgos que fueron

sometidos a una fuerte selección entre los ecotipos

humanos, sugiriendo de ese modo que las diferen­

cias basadas en particularidades de los distintos eco­

tipos pueden resultar significativas.

Antes de abandonar el tema de la raza, es de gran

importancia acentuar que nada de lo dicho implica

alguna justificación para tratar de manera diferente a

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los individuos según su raza, ya que tal clase de justi­

ficación no existe. Las diferencias promedio del coe­

ficiente intelectual, en el caso de que fueran estable­

cidas, serían absolutamente irrelevantes para decidir

si un individuo es adecuado para ocupar una posición

en particular. Dicho de otra manera, si el coeficiente

intelectual es un factor relevante para decidir la ido­

neidad de un individuo para un empleo, es el coefi­

ciente del individuo lo que importa, y no el coeficiente

intelectual promedio de un grupo. Existe cierto riesgo

de que una exposición tal como la que acabamos de

presentar sea entendida como una insinuación de que

es posible justificar, empíricamente, la discriminación

de un grupo. Sería, por cierto, un malentendido desas­

troso: las exigencias de justicia natural no son de nin­

guna manera rehenes de los hallazgos empíricos. Pero

tengo la esperanza de que valga la pena correr el riesgo

de ese malentendido en virtud de infundir mayor cla­

ridad sobre esa realidad biológica en cuestión.

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Negado por los así llamados "creacionistas", quri nri:ieiF;, =,.

desconocer la teoría de la evolución, o apropiado ¡ror l.r lrei* r,l

gía evolutiva, que ve allí la única ciave para comprnnrler la *.,,

ducta humana, el legado de Darwin aparece hoy desrlilrrrinrl*, ¡,,

el fundamentalismo religioso o por las mitologías r:inrrtlf I a=

Pero, óqué nos dice Ia teoría de la evolución de lur¡ granrt=

temas: la existencia de Dios, nuestra visión de l¡r rratrualc.-

humana, nuestra reiación con otras criaturas? [si*rr* ,r,,r, =¡,,,r. i -

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