Exposicion Cap. 13 La Muerte

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13 La muerte: sin-sentido y sentidoEl ser humano cuenta con la inmortalidad y olvida contar con la muerte(M. Kundera).

1. Carcter antiutpico de la muerte Comencemos por explicitar algo que parece una obviedad: la muerte debe ser tomada en serio. Las interpretaciones filosficas o religiosas que excluyen la muerte de su mbito de reflexin o de su horizonte de inquietud carecen de crdito. Y la teologa no es una excepcin al respecto: tambin ella debe mirar a la muerte de frente en toda su crudeza y tomarla en serio, si no quiere ser acusada de irrelevante vital o intelectualmente hablando. Hay una segunda obviedad que se nos impone por su evidencia y contundencia: la universalidad de la muerte: todos los seres humanos sin excepcin han de morir. Se trata de un hecho de experiencia irrefutable, si bien es tambin, segn Rahner, una afirmacin de hondo calado teolgico, sobre la que volveremos ms adelante.

Tomarse en serio la muerte sin dulcificaciones previas significa, en primer lugar, reconocer su carcter antiutpico y trgico, su capacidad destructiva absoluta. La muerte es la mayor certeza, el fenmeno ms inesquivable y la ms radical antiutopa, el enemigo central, el hacha de la nada, observa E. Bloch; lo invade todo: et in Arcadia ego. Aniquila toda dicha humana y disuelve todo brote o desarrollo comunitario. La muerte convierte en fragmento... la tarea histrica de los sujetos de las finalidades histricas. Las mandbulas de la muerte aniquilan todo, y las fauces de la putrefaccin eliminan toda teleologa l. En similares trminos se expresa Rahner, para quien la muerte es lo ms 1 E. Bloch, El principio esperanza III, Aguilar, Madrid 1980, 202ss, la cita en p. 205. trgico de la vida humana... rotura desde fuera, destruccin, siega de las parcas.

El miedo parece haber sido la actitud ms extendida entre los humanos, y en todos los tiempos, frente a la muerte en cuanto comporta la aniquilacin del sujeto. La muerte suele experimentarse como un mal; en algn sentido, es el mal de males, indica el filsofo J. Sdaba, quien da como razn de ello el que la muerte corta la vida de un sujeto concreto, trunca todo y es la negacin de toda vida, una negacin total, sin matices, absoluta..., es cesacin, corte o fin. Si sangrante y contraria a razn es toda muerte, ms sangrante y contraria a razn es la muerte de los pobres. De los pobres, sobre todo de los del Tercer Mundo, bien puede seguir dicindose lo que dijera Bartolom de Las Casas de los indios: que mueren antes de tiempo, antes de haber vivido. Mueren prematuramente, injustamente. En la mayora de los casos son muertos annimos, cuyos cadveres van a la fosa comn, sin que sea posible su identificacin ulterior. Otras veces son muertos con nombres y apellidos que entregan su vida, paradjicamente, en defensa de la vida de los pobres. As monseor Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado fra y calculadoramente por los escuadrones de la muerte de su pas el 23 de marzo de 1980. O los jesutas de la Universidad Centroamericana (UCA), tambin de San Salvador, salvajemente ejecutados por dirigentes del ejrcito salvadoreo. O Madre Coraje, asesinada por Sendero Luminoso en Per. Son todas ellas muertes programadas con nocturnidad y alevosa, calculadas, decididas por los idlatras de la muerte. He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirle que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurreccin: si me matan, resucitar en el pueblo salvadoreo. Se lo digo sin ninguna jactancia, con la ms grande humildad. Como pastor, estoy obligado, por mandato divino,

2 K. Rahner, Sentido teolgico de la muerte, Herder, Barcelona 1969, 2. ed., 10, 34. 3 J. Sdaba, Saber morir, Ed. Libertarias, Madrid 1992, 28. 4 Ibd., 29. a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreos, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse las amenazas, desde ya ofrezco a Dios mi sangre por la redencin y por la resurreccin de El Salvador.

El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la seal de que la esperanza ser pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberacin de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegasen a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojal, as, se convencieran de que perdern su tiempo. Unobispo morir, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecer jams.

Monseor Osear A. Romero, Cese la represin!, Ed. Popular-Iepala, Madrid 1980, contraportada.

La muerte en el Tercer Mundo tiene muchosrostros, y todos ellos desfigurados. Es muerte fsica por hambre, infra alimentacin, inanicin, enfermedad, violencia, represin. Es muerte cultural, comonos recuerdan los telogos de la liberacin, encuanto negacin de la identidad propia de los negros, de los indgenas. Los pobres no mueren colmadosde aos como los viejos patriarcas bblicos,sino en la infancia, en la flor de la vida. La muerteronda la vida de los pobres, de los profetas, de lostestigos, hasta destruirla. Es una muerte anunciadaque parece cumplirse inexorablemente, pero no poruna ley de la naturaleza, sino por imperativo defuerzas oscuras que atenan contra el derecho a lavida de los pobres. Es una muerte masiva. As la ve profticamente Pedro Casaldliga en su poema Profecaextrema, ratificada: Yo morir de pie comolos rboles./ Me matarn de pie./ El sol, como untestigo mayor, pondr su lacre/ sobre mi cuerpo doblementeungido./ Y los ros y el mar/ se harn camino/de todos mis deseos,/ mientras la selva amadasacudir sus cpulas de jbilo./ Yo dir a mispalabras:/ -No menta gritndoos./ Dios dir a misamigos:/ -Certifico/ que vivi por vosotros esperando este da./ De golpe, con la muerte,/ se har verdad mi vida./ Por fin habr amado!/ .

Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a loshombres del ejrcito, y en concreto a las bases de la GuardiaNacional, de la polica, de los cuarteles. Hermanos, son denuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanoscampesinos, y ante una orden de matar que d un hombre,debe prevalecer la ley de Dios que dice: NO MATAR... Unaorden inmoral, nadie tiene que cumplirla... Ya es tiempo deque recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado... Queremos que elGobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si vanteidas con tanta sangre... En nombre de Dios, pues, y ennombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta elcielo cada da ms tumultuosos, les suplico, les ruego, lesordeno en nombre de Dios: Cese la represin!

Monseor Osear A. Romero, Cese la represin!, Ed. Popular-Iepala, Madrid 1980, 295.2.

Muerte y sentido o sin-sentido de la vida

Sentido de la vida y sentido de la muerte no pueden disociarse. Muerte y sentido de la vida, observaJ. Sdaba, son como dos caras de una mismamoneda. El problema de fondo es cmo conciliar lanegatividad que implica la muerte con el sentido dela vida. Si tenemos en cuenta la dimensin antiutpica y destructiva antes sealada, la muerte se nos presentacomo la ms despiadada negacin del sentido dela vida, como la disolucin de la consistencia de laexistencia humana. O, al menos, pone en crisis, dificultay amenaza el significado de la vida. Qusentido puede tener la vida que se ve circundada demuerte, invadida por la muerte? Lo expresa A. Mal-5 He tomado el poema de P. Casaldliga, Fuego y ceniza alviento. Antologa espiritual, Sal Terrae, Santander 1984, 35. raux en su obra La condicin humana en estos trminos:Usted conoce el dicho: "nueve meses se necesitanpara hacer un ser humano; un solo da bastapara deshacerlo". Harto lo hemos vivido usted yyo. Pero, mire usted: no nueve meses, sino cincuentaaos se requieren para hacer un ser humano.

Cincuenta aos de sacrificios, de bregar, ah!... Yde tantas otras cosas! Y cuando el hombre est hecho,cuando nada le queda ya de su niez, cuando,por fin, llega a ser persona a carta cabal, no sirvesino a la muerte

Pero si es verdad que la muerte incide derechamenteen la vida y hace valer su fuerza destructiva,quiz no sea menos verdad tambin que, por paradjicoque parezca, torna ms humana la vida, da asta su forma ltima, su carcter definitivo, la llevaa su plenitud. Ante la ausencia de la frontera de lamuerte, la vida podra terminar por caer en la superficialidad,en la rutina, en la monotona, en laarbitrariedad, en la revocabilidad; se perdera elsentido de la responsabilidad. Sin la muerte desembocaramosen el hasto de la vida. Simone Beauvoir describe en su novela Todos los hombres sonmortales la situacin de una persona inmortal y lasconsecuencias que se deduciran del hecho de pervivirsin el espectro de la muerte 7. Sin el lmite dela muerte, careceran de importancia los gozos dela vida, las responsabilidades personales y sociales.J. Sdaba se fija en tres mbitos que ayudan aenfrentarnos con la muerte con posibilidades dedar sentido a la vida: el lenguaje, la vida cotidiana yla filosofa. La muerte est inscrita en nuestro lenguaje, asevera nuestro autor. El lenguaje nos familiarizacon la muerte y busca granjear su simpata,si bien hay que evitar tanto su dulcificacin desmedidacomo su banalizacin. En el lenguaje habitual...encontramos los elementos que conforman laesencia de la vida ante la muerte: pena o desamparo,por un lado, y no sumisin total, por otro.Otro lugar donde puede encontrarse el sentidohumano de la muerte, sin huir de ella ni trivializar-6 Citado por L. Boros, El hombre y su ltima opcin. Mysteriummortis, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1972,.

Tomamos la referencia de G. Greshake, Ms fuertes que lamuerte, Sal Terrae, Santander 1981, 79.8 J. Sdaba, o. c, 76.

es la vida cotidiana. Esta, por una parte, hace unsitio a la muerte y la trata con normalidad. Mas,por otra, en la muerte encontramos la mayor negacinde la vida cotidiana. Un tercer mbito quepermite la conciliacin entre muerte y sentido de lavida es la filosofa. Esta debe empezar por considerarla muerte como fenmeno humano, consistenteen el fin de la vida; fin visto positivamente, y comoun hecho absoluto. La presencia de la muerte en lafilosofa facilita el verla de manera familiar y respetuosamente.

De nuevo aqu, como en el lenguaje yen la vida cotidiana, la muerte presenta su doblefaz: Su capacidad para imponerse a la vida y nuestracapacidad para elevarnos sobre ella y seguir asviviendo con algn sentido

3. Respuestas al problema de la muerte

A partir de aqu, plurales y divergentes han sidolas respuestas ofrecidas por los telogos, los filsofos,los pensadores y la humanidad en general alproblema de la muerte. Epicuro y sus seguidoresinsistieron en la necesidad de mirar a la muerte caraa cara, sin miedo, pues el ser humano nunca lograencontrarse con la muerte de frente. Segn elconocido razonamiento del filsofo griego, mientrasse vive no se tiene sensacin alguna de lamuerte, y cuando se est muerto no se tiene sensacinalguna de la vida. Vida y muerte no llegan aencontrarse nunca cara a cara. De ah que la actitudms certera del ser humano hacia la muerte seala indiferencia. La tesis epicrea ha sido retomada,aunque con nuevos matices, por Bloch, para quien la muerte pertenece al proceso y a lo que es transitorioen l, pero no a los sujetos que hacen posibleel proceso (enseguida volveremos sobre las respuestas de Bloch al problema de la Muerte).Para el estoicismo, tanto la esperanza como eltemor son afectos que hay que situar en la superficiedel yo y deben ser desterrados de la vida humana(necmetunecspe). El ideal estoico es la apatheia, la ausencia de pasiones, vivir sobreponindo-9 Ibd., 87.se a s mismo, rechazando los fciles consuelos queofrece la religin.

El dualismo antropolgico de procedencia platnicaresponde al problema de la muerte con la doctrinade la inmortalidad del alma, restando importanciaa la muerte y considerndola como la autnticaliberacin del ser humano, al sentirse el almalibre de la crcel del cuerpo y vivir separada e independiente,como corresponde a su estado natural.Hablando con propiedad, en el marxismo no encontramosuna respuesta, sino varias, al problemade la muerte, ya que se trata de una teora plural yno monoltica. Hay quienes piensan que Marx y elmarxismo ortodoxo subsiguiente apenas mostraroninters por el problema de la muerte, al que despacharoncon unas cuantas frases simples e irrelevantes,como tampoco por el problema del sentidode la vida, inseparable del anterior, como acabamosde ver. Se recuerda como nica referencia al respectoel texto del joven Marx de los Manuscritos deeconoma y filosofa: La muerte aparece como unadura victoria de la especie sobre el individuo y parececontradecir la unidad de la especie; pero el individuodeterminado no es ms que un ser genricodeterminado, y como tal es mortal. En este texto,Marx elimina la angustia del individuo determinado. En un debate sobre la pelcula El evangelio segnsan Mateo, su director, Pier Paolo Pasolini, llega aseverar: El problema de la muerte es un problemamuy serio para todos nosotros. La angustiade tener que morir, la caducidad de la vida, el momentode incertidumbre, de dolor, de crisis, los sentimostodos. Y, qu dice a todo esto el marxismo? No dice nada.

No es ste el parecer de autores como Parenettoy Girardi. El primero cree que Marx se ocup del10 Reproduje este testimonio en mi artculo El dolor, el sufrimientoy la muerte (Reflexin desde la fe): Pastoral Misionera 152(1987) 52-68; la cita de Pasolini en p. 56. J. Gevaert se expresa en similares trminos y llama la atencin sobre el vaco al respectoen el marxismo: Los grandes tericos del marxismo comunista,as como tambin la doctrina oficial y los manuales de introduccina la filosofa marxista, ignoran el problema de la muerte.

Parece que la muerte no suscita problemas de los que deba ocuparseel filsofo o el terico. El tema de la muerte es indudablementeel que menos suscita el inters de los marxistas (G. Girardi[dir.], El atesmo contemporneo III, Cristiandad, Madrid1971, 316). problema de la muerte, pero no desde una pticareligiosa, y que resuelve dicho problema ligndolo a conceptos como Gattungswesen, dialctica y revolucin. Girardi estima igualmente que el tema de lamuerte est ms presente en el pensamiento de Marx de lo que a primera vista puede parecer. Loque ocurre, comenta en la misma lnea de Parenetto, es que se encuentra trasvasado a otra problemtica,en relacin sobre todo con los dos grandestemas de la explotacin y la revolucin " . E l fenmenode la muerte aparece vinculado histricamenteal de la explotacin capitalista, y constituye el aspectoms agudo de dicha explotacin. Referenciasabundantes en esta perspectiva aparecen en El Capital Marx se refiere a la muerte del trabajador,que nunca suele ser natural, sino, en cierta medida,violenta, debido a las inhumanas condiciones detrabajo que se le imponen. As, el proletario muereantes de haber vivido. El capitalismo no slo seapodera del producto del trabajo, sino que se creedueo de la libertad y de la vida del trabajador.

El objetivo fundamental y ltimo de la revolucinen la concepcin marxista es devolver al trabajadorsu libertad y su vida. Por ello tiene que combatircontra las condiciones inhumanas impuestaspor el capitalismo a anchos sectores de la sociedad.

Con la revolucin, el marxismo tenda a hacer desaparecerla muerte violenta y a hacer operativa laigualdad de todos los seres humanos ante la muerte.Pero donde se aprecia un inters creciente e intelectualmenteriguroso por el problema de lamuerte, y ya desde un punto de vista filosfico sinpor ello descuidar su significacin socio-econmica-,es en la corriente clida (humanista) delmarxismo, representada por autores como R. Garaudy,V. Gardavsky, A. Schaff, L. Kolakowski, M. Machovec y, de manera muy especial, E. Bloch. Vamos a centrarnos a continuacin en la reflexin blochiana sobre la muerte, por tratarse de la msrepresentativa del marxismo clido 12.11 G. Girardi, El marxismo frente al problema de la muerte: Concilium 94 (1974) 131-136, la cita en p. 131.12 Para una profundizacin en el tema, cf. A. Tamayo, Lamuerte en el marxismo. Filosofa de la muerte de Emst Bloch, Felmar, Madrid 1979; J. J. Tamayo-Acosta, Religin, razn y espeja,muerte le ha rondado a Bloch desde el comienzo de su andadura filosfica cuando empezabaa poner las bases de su filosofa de la esperanza, yno le abandonar hasta el final de su itinerario intelectual.

Por mucho que hubiera querido esquivarla,no hubiera podido porque se le impona como temamayor de su reflexin al tocar de lleno, e inclusocuestionar radicalmente, la perspectiva utpica desu pensamiento. Cuatro son los rasgos a destacaren su tratamiento del tema: honestidad, rigor, profundidady ecuanimidad. Huye por igual de las solucionesdogmticas procedentes de las religiones,como de las respuestas, no menos dogmticas, impuestaspor la concepcin mecanicista. Con todo,se muestra muy receptivo ante las tanatologas religiosasy algunas respuestas filosficas.

A pesar de la complejidad del problema, abordadosiempre desde una ptica inmanente, Bloch no se dio nunca por vencido y ofreci diferentes respuestasal problema. La primera es la transmigracinde las almas, que aparece en su primera obramayor: Espritu de la utopa (1918). Fundamenta dichateora en varios argumentos. El primero es unaantropologa dualista de corte platnico. El cuerpoes vulnerable y lo arrastramos a modo de cera dedifuntos que sigue ardiendo. El alma es, sin embargo,incorruptible, inmortal; es el germen indestructible y el punto de apoyo ms real de nuestrapersonalidad. El segundo argumento afirma que lamuerte no constituye el final del peregrinaje. Estecontina despus. Tras la muerte, el alma madura a travs de las sucesivas reencarnaciones hasta llegara su perfeccin total. El tercer argumento se centraen la necesidad de superar la antinomia entre eltiempo breve de nuestra vida y el largo tiempo histrico.

Con la transmigracin, la vida del ser humanono se circunscribe a una poca determinada, sinoque se extiende a las diferentes etapas de la historia.Las reencarnaciones aseguran a todos el estarpresentes en el final de la historia.

La segunda respuesta blochiana se expresa en elbello relato de la muerte del hroe rojo en las prisionesnazi-fascistas, y se encuentra dentro de la tradiranza. El pensamiento de Emst Bloch, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1992, 223-249. Resumo aqu lo expuesto en Religin, razn y esperanza, que es mi tesis doctoral en filosofa.

El hroe rojo encara la muerte conarrojo y frialdad, llega hasta el cadalso sin titubear:y no porque espere recompensa alguna o confe enque haya despus un domingo de resurreccin. Sabeque todo termina en la tumba y que su ser personaldesaparece sin posibilidad alguna de una nuevavida. Por qu, entonces, tal entereza ante la muerte?En primer lugar, porque segn la tradicin antropolgicamarxista el yo personal se integra en lacomunidad, se ubica en la conciencia de clase. Ensegundo lugar, y siguiendo esa misma tradicin,que subraya la dimensin proyectiva y anticipadoradel ser humano, el hroe rojo intenta hacer realidadhistricamente esa dimensin proyectiva a travsde nuevos contenidos humanos y hereda la utopaterrena oculta tras las viejas imgenes desiderativasliberadas ya del ropaje mtico. El tercer elemento que explica la actitud del revolucionario ateo antela muerte es la solidaridad de clase, extensible aquienes le precedieron en la lucha por unas mejorescondiciones de vida, a sus contemporneos y a losvencedores futuros.Todos llevan a la tumba flores de tiempos pasados, entreellas algunas ya mustias o irreconocibles. Slo un tipohumano puede prescindir casi de todo consuelo tradicional ensu camino hacia la muerte: el hroe rojo. En tanto que haceprofesin de fe hasta su asesinato de la causa para la que havivido, camina con claridad, fro, consciente hacia la nada, enla cual, como espritu libre, se le ha enseado a creer. Suholocausto es tambin, por eso, diferente del de los mrtiresanteriores, ya que stos, casi sin excepcin, moran con unaoracin en los labios y crean haber ganado el cielo. Laembriaguez espiritual no slo les haca superar con mucho elmiedo a la muerte, sino que, en muchos casos (cnticos de losanabaptistas en la hoguera), les revesta de insensibilidadfrente al dolor. El hroe comunista, en cambio, se sacrificabajo los zares, bajo Hitler, y en muchas ocasiones sin laesperanza de resurreccin. Su Viernes Santo no se halladulcificado, ni menos suprimido, por ningn Domingo deResurreccin en el que vaya a ser llamado de nuevo a la vida.

El cielo hacia el que los mrtires tienden sus brazos entre lasllamas y el humo no existe para el materialista rojo; pese a los13 Ibd., 275ss.1 9 2 cual, ste, en tanto que confesor de su fe, muere con la mismasuperioridad que un cristiano de los primeros tiempos o un anabaptista. A este hroe pueden aplicarse las palabras plenamente terrenas de Bchner sobre el hombre: Somoscomo el clquico, que slo despus del invierno aporta lasemilla. Ello es tan paradjico como grande, y hasta qupunto es ambas cosas lo muestran las tentaciones que se presentan aqu como algo muy natural, y que, sin embargo, noson frecuentes o slo se hacen valer entre renegados. As, por ejemplo, en Ssanin, una novela derrotista de Artzibachef, aparecida despus de la fracasada revolucin de 1905, elprotagonista se niega a dejarse colgar a fin de que los obrerosdel siglo XXXII no padezcan falta de alimentacin o deplaceres sexuales. A primera vista, esto parece consecuente enun materialista, el cual, tambin como revolucionario, rindepleitesa al principio ancestral del placer (y qu es el placer,si no es el placer propio?). No obstante lo cual, Ssanin es una excepcin, y una excepcin abyecta.

E. Bloch, El principio esperanza III,Aguilar, Madrid 1980, 275-276. ib-' *)Pero Bloch no se siente satisfecho del todo conesta respuesta, pues el problema de fondo sigue enpie sin solucin. Aun cuando se avance en el caminode la liberacin social hasta erradicar la pobrezae instaurar la igualdad, el problema de la muerte anivel individual y colectivo sigue estando ah.

Qu pasa al fin con mi muerte?: he aqu la preguntaprimordial para el filsofo. La respuesta marxistaejemplificada en la leyenda del hroe rojo dejaal descubierto cuestiones como stas, segn G. Girardi:la desaparicin de los seres queridos, el tenerque elegir entre la vida de uno mismo y la de losdems, la falta de seguridad con respecto al triunfo de la revolucin, etc.

La tercera respuesta, que es la ms acorde consu filosofa utpica, es la de la extraterritorialidaddel ncleo humano frente a la muerte. El ncleo de nuestra existencia, razona Bloch, se ve protegido dela muerte por el ncleo protector del an-no-vivo. Es verdad que la muerte es su vecina ms cercana,pero no es su destino. La muerte pertenece al proceso y a la transitoriedad del mismo, pero no a lossujetos que posibilitan ese proceso. El ncleo del existir, en tanto que todava no llegado a ser constata Bloch-, es siempre extraterritorial al devenir y al acabamiento 14. Devenir y acabamiento no afectan al ncleo humano. Pero, aun en el caso de quese realizara el ncleo, no se sentira afectado por la muerte, pues esta misma hubiera quedado apartaday fenecida con la insuficiencia procesal a la quepertenece por naturaleza 15. En otras palabras: elser humano llega a ser s mismo al final. Y entonces no hay ni proceso ni muerte. Con esta teora, Bloch desemboca en la teora de Epicuro ya referida, segnla cual all donde est el hombre no est la muerte, y all donde est la muerte no est el hombre 16.

Excluidos el dogmatismo de la religin y el dogmatismomecanicista por no cientficos, lo nico cientfico para Bloch es ese gran quizs de Montaigne,que vale tanto para la supervivencia comopara lo no supervivencia.

Para el existencialismo, la muerte constituyeuna fuerza interior y simultnea a la vida. Vida y muerte se entrelazan y compenetran. Ms an, lamuerte acecha a la existencia humana desde el momentodel nacimiento y est presente de manera operativa y constante en el corazn mismo de la vida.Esta se ve amenazada a diario por aqulla. Elser humano muere diariamente; es, al decir de M.Heidegger, ser para la muerte (Sein zum Tode). Tal concepcin de la muerte no est lejos de unadeterminada tradicin cristiana que viene de lejos,como pone de relieve el siguiente testimonio de sanGregorio Magno: En comparacin con la vida eterna,la vida temporal ms debe ser llamada muerteque vida. Pues aunque nuestra disolucin se resiste da a da, qu es esto sino una muerte prolongadapor mucho tiempo? (Homila 37) lv.

La muerte, segn el razonamiento de la filosofade la existencia, pone en evidencia de manera irrefutablela caducidad humana y la pobreza radicalde toda persona. Pero, al mismo tiempo, tal experiencialleva derechamente a personalizar la muertey permite vivir una existencia autntica.14 E. Bloch, El principio esperanza III, o. c, 286. 15 lbd., 287.16 lbd." Citada por M. Soler Pala, Existencialismo y esperanza en lateologa de la muerte, PS, Madrid 1972, 11.

4. Respuesta cristiana al problema de la muerte Llegamos as a la peculiaridad de la respuesta cristiana al problema de la muerte, que se apoya endos ideas: el cristianismo entendido como mensajey camino de salvacin integral, que logra vencer a la muerte, y la muerte de Cristo, que modifica radicalmenteel sentido de la muerte, cambiando su dimensin frustrante para la existencia humana porla dimensin salvadora.

La salvacin que adviene con la llegada del reinode Dios, anunciado por Jess, comporta no tanto lavida eterna cuanto la liberacin de los sufrimientos y penares presentes. Jess no revela la superacingeneral, definitiva, de la muerte. La manifestacindel reino anuncia el fin de los males del presente, sibien Jess deja la puerta abierta a la respuesta de la resurreccin. La muerte como fenmeno humano, existencial,religioso, no es lo que preocupa al cristianismo delos orgenes. Este tuvo que enfrentarse con lasmuertes de los cristianos, que se sucedan antes dela segunda venida de Cristo. Vase nuestra reflexinsobre 1 Tesalonicenses y 2 Corintios en el captulo siguiente.

a) Fenmeno natural

La muerte es un fenmeno natural que afecta atodos. Seala el fin de la fiesta de la naturaleza,de la que participa el ser humano y con la que steest en comunin. Se trata de una necesidad intrnsecaa la vida biolgica, que no deja de reconocerla propia Biblia. Con sudor de tu frente comersel pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque deella te sacaron; pues eres polvo y al polvo volvers, leemos en Gn 3,19. Todos hemos de morir reconoceel segundo libro de Samuel-; somos agua derramadaen tierra, que no se puede recoger (2 Sm 4,14). Qu hombre va a vivir sin ver la muerte,quin sustraer su vida a la garra del abismo?, pregunta el salmista (Sal 89,49). La muerte, segneste razonamiento tan ampliamente confirmadopor los textos bblicos, es consecuencia de la naturalezadel ser humano. Rahner da un paso ms aeste respecto y presenta este fenmeno como doctrina de fe 18.

La razn de ser de la muerte como fenmeno natural es fundamentalmente la de que, si no fuera natural, no podra ser tanto fenmeno de saludcomo de perdicin 19.

b) Acto personal

Junto a la idea de la muerte como fenmeno natural, la Biblia nos la presenta igualmente como actopersonal. La muerte, provoca un desgarro personal.El ser humano se dirige a la muerte por un movimientointerior, observa atinadamente P. Ricoeur. La muerte revela el carcter kentico de la vida, encuanto explicita el carcter inseguro, angustiado,del ser humano. El cristianismo no desconoce la capacidaddestructiva del ser humano en su totalidad.

Ms an, la acenta, como pone de relieve la muertemisma de Jess y la reflexin teolgica existencialde Pablo. Jess vive la experiencia de la muertede manera amarga, porque se trata de una ruptura,de un absurdo, de un fracaso. Jess tuvo simplementela muerte del pecador, y no hay por qu excluirel que muriera en acibarada desesperacin 20.

El horror que siente Jess ante su muerte lo expresa Marcos cuando dice que Jess, lanzando unfuerte grito, expir (Me 15,37), y lo recuerda el escrito neotestamentario a los Hebreos al afirmar quel (Jess), en los das de su vida mortal, ofrecioraciones y splicas, a gritos y con lgrimas, al quepoda salvarlo de la muerte (Heb 5,7).

En Jess convergen y estn profundamentearraigadas la fe en la victoria sobre la muerte y la ausencia de Dios. Y ello hasta el punto de que Greshakehabla de la mxima confianza desesperada de Jess en Dios 21. Dios responde a la actitud desesperadamente confiada de Jess con la resurreccin,con la vuelta a una vida nueva. Pero Dios noresponde desde fuera, sino desde el interior mismodel sufrimiento y de la muerte. Dios sufre con Cris to, muere con Cristo. Es verdad que el morir fsicono logra ser vencido, pero s se vence el aspecto tenebroso y trgico del morir, de forma que se tornavida plena en y con Dios. La vida de los cristianos se entiende entonces como con morir con Cristo, que supone liberarse del egosmo, y como co-resucitar con Cristo. Precisamente la unin con Cristo y la comunin con Dios llevan derechamente a lavictoria sobre la muerte. El amor consigue vencer ala muerte. El cristiano que muere en gracia vive lamuerte como un hecho de salud. Ms an, segn Rahner, la muerte es la culminacin de la recepciny operacin de la salud 22. Con ello tiene lugaruna relativizacin de la muerte fsica.c) Soldada del pecado

Una tercera dimensin desde la perspectiva cristiana-la ms especfica, al tiempo que la ms compleja-es la que entiende la muerte como soldada,como consecuencia, del pecado. La idea es sugeridaya por Gnesis (2,16ss; 3,19), pero la desarrolla teolgicamentePablo, quien se pregunta por la raznde la universalidad de la muerte para responder deesta guisa: Igual que por un hombre entr el pecadoen el mundo y por el pecado la muerte, y lamuerte se propag sin ms a todos los hombres, dadoque todos pecaban... (Rom 5,12). La muerte aparece como muerte de maldicin y resultadodel pecado; constituye una amenaza contra las esperanzas humanas de vida. La solidaridad entremuerte y pecado es objeto de permanente referencia en el pensamiento paulino. Tambin los escritosde Juan relacionan la muerte con el pecado.

El razonamiento de la conexin muerte-pecado suena as: el ser humano fue creado por Dios bajoel signo de la inmortalidad. Al pecar Adn, aparecela posibilidad de morir. Por ello, la mortalidad senos presenta como la expresin de la enemistad delser humano con Dios su creador. Quiere ello decirque, si los primeros seres humanos no hubieran pecado,no hubieran conocido la muerte y hubieranvivido ininterrumpidamente sobre la tierra? O, en palabras precisas de Nocke, es posible pensar queK. Rahner, Sentido teolgico de la muerte, o. c, 77. II originalmente el hombre no estuvo sujeto a la leydel nacer y morir, que es la que rige el funcionamientode toda la naturaleza viviente? 23. Pablo, citando a Oseas (13,14), habla de la victoria sobre lamuerte, de la eliminacin del aguijn de la muerteque es el pecado (1 Cor 15,54-57). Sin embargo, loscreyentes siguen muriendo. Cmo entender, entonces,el tema paulino de la muerte como soldadadel pecado? La consecuencia del pecado no es propiamente la muerte fsica, sino una determinadaexperiencia de la muerte, la muerte vivida como realidad hostil, como ruptura, como negacin delsentido de la vida24. No se olvide que la inmortalidad de Adn y Eva es presentada como don preternatural,que posean los primeros padres por gracia,y que, en consecuencia, el ser humano es mortal por naturaleza.

Puede el ser humano salir del crculo pecado muerte ,tan dramticamente descrito por san Pablo?

A travs de Cristo, responde el apstol. Cristohace suya la condicin mortal propia del ser humano:nace bajo la ley (Gal 4,4), asume la condicin pecadora (Rom 8,3), es solidario con la causa de lahumanidad. Precisamente por eso es capaz de liberara la humanidad de las cadenas de la muerte. Almorir con Cristo, el cristiano muere a la muerte, indicaG. Bof25. De esta manera, la muerte cambia designo y pasa a ser instrumento de salvacin. Sequiebra as la idea de la muerte como destino fatal,como condena por el pecado, y se abre camino laidea, ms esperanzada y luminosa, de la resurreccindel ser humano en cuerpo glorioso.d) Fin del tiempo de prueba

A la concepcin cristiana de la muerte pertenecetambin la idea de que con la muerte el ser humanollega a un estado definitivo e inmutable. Despus,ya no puede tomar decisiones que modifiquen laorientacin de la vida; ya no es posible cambiar depostura. Con la muerte, las decisiones tomadas en la vida se elevan a definitivas. Por qu? Porque conella termina el tiempo de la prueba, el estado de homoviator, el tiempo de la conversin. Se excluye laidea de eterno retorno, de repetibilidad de la vida.

El todo humano llega en cierto modo al final de aquella temporalidad que es caracterstica de la vidahumana y termina justamente en la muerte 26.

Tal visin de la muerte aparece confirmada en no pocos textos neotestamentarios. A la preguntade los discpulos por el culpable de que el ciego denacimiento naciera as, Jess, tras rechazar la relacincausa-efecto entre culpa y defecto fsico, afirmaque mientras es de da tenemos que hacer lasobras que nos encarga el que me envi; se acerca lanoche en que no se puede trabajar (Jn 9,4). En laparbola del hombre que se va al extranjero se invitaa los criados a la vigilancia mientras se vive, hastaque llegue el dueo (Me 13,33-37). Similar significadotiene la parbola de las diez vrgenes. 2 Cor muestra que el tiempo de merecer se correspondecon el tiempo de la vida. El premio o el castigo estnen relacin con el comportamiento de cada unomientras tena este cuerpo (5,10).

e) La muerte afectaa todo el ser humano

Conforme a su visin antropolgica unitaria, lateologa cristiana afirma que la muerte afecta a todoel ser humano en su unidad inseparable, y noslo al cuerpo 27. Es toda la persona en su multidimensionalidadla que se siente afectada radicalmentepor la muerte. Esta toca de lleno a la sociabilidady capacidad comunicativa del ser humano, asu relacin con el mundo y con los seres humanos,a su corporeidad, a su interioridad ms profunda.

Esto vale incluso dentro de la concepcin moderadamente dualista vigente hoy entre los telogos. Aun cuando el alma como principio espiritual esindestructible -afirma H. Volk-, y en la misma medidainmortal (D 738), con la muerte muere el hombre...La Escritura ignora la mitigacin de la muerte por medio de la idea de una inmortalidad naturaldel alma 28. El que deja de existir, de ser, de vivir,es el sujeto, no la parte que se supone ms dbil ydesprotegida. Esta idea debe entenderse en el contextode los captulos sobre la resurreccin y la inmortalidad.

f) Padecer y hacer la muerte

Hay todava otro elemento que no puede descuidarse cuando nos las habernos con la idea cristianade la muerte: el cristiano hace la muerte, ademsde padecerla. Aqu radica una de las bases parahablar con fundamento de la esperanza cristiana.

Ha sido Rahner quien ha llamado la atencin expresamentesobre la dialctica real-ontolgica padecer-hacer la muerte. La muerte -afirma- es acciny pasin en uno. Por una parte, es roturadesde fuera, destruccin, siega de las parcas, acontecimientoque imprevisiblemente alcanza al hombredesde fuera. Por otra, e indisolublemente, esconsumacin activa desde dentro 29.El con-morir con Cristo, del que hablbamosantes, encierra la doble vertiente de la muerte cristiana:la pasiva y la activa. La pasiva, en cuanto actode confianza irrescindible en Jess, que nos librade la muerte; la activa, en cuanto consecuencia deuna vida entregada al servicio de los dems, de unaexistencia comprometida en la causa de la liberacinintegral. La muerte como entrega da sentido ala vida y devuelve el sentido pleno a la propia muerte.

5. La muerte, momento de la opcin definitiva?

Boros introdujo en la dcada de los aos sesentade nuestro siglo una problemtica nueva al intentardar respuesta a la pregunta por lo que sucede en elinterior del ser humano no antes o despus de lamuerte, sino en el momento mismo de la muerte,haciendo depender de tal investigacin lo que puedasuceder despus de la muerte. La hiptesis deBoros es que en el momento de la muerte tiene lugarla opcin definitiva del ser humano, al liberarseel espritu del principio material. Es en ese momentocuando logra la persona su primer acto de conocimientopleno. El momento de la muerte es el lugardel presente total, de la percepcin total de loreal, del encuentro con el pasado, el lugar privilegiadopara el encuentro con Dios. Es entoncescuando el ser humano tiene capacidad para hacersu opcin global, para decidirse de manera definitivaen lo concerniente al destino humano, para interiorizarel mundo. En el acto de la muerte surge laplena estructura del universo, y el hombre est enel hontanar mismo de su vida indivisa. Ahora, y slo-desde ahora, es capaz de tomar una decisin total, poniendo en juego su ser total 30.

La propuesta de Boros tiene su base en la filosofade la existencia, que considera la muerte comocomponente bsico de la vida humana, como realidadque se injerta en la estructura del ser humano,como momento privilegiado de la libertad humana, y a priori de toda experiencia (M. Scheler).Ninguna de las decisiones que tomamos en la vida,razona Boros, es irrenunciable. Todas son relativas,provisionales y, por tanto, revisables. Significaesto que en el momento de la muerte se minusvalorala importancia de las opciones tomadas durantela vida? En absoluto, responde nuestro autor.Existe una estrecha relacin entre la ltima opcin y las opciones parciales tomadas durante la vida.

La ltima opcin no slo tiene que ver con las opciones precedentes, sino que est condicionada porellas. Se anticipa en cada uno de los actos de la vida. Estos, por muy insignificantes que parezcan,tienen mucha importancia de cara a la ltima opcin. Es verdad que tales opciones pueden revisarse-y corregirse- en el momento final, pero no parecenormal que se produzca un giro radical. Difcilmentepuede darse un cambio tan brusco en el momentode la muerte, que lleve a una modificacin sustancialde las opciones anteriores. La ltima opcines fruto y consecuencia de las opciones anteriores,pero, a su vez, emite un juicio sobre dichas opciones.

El momento de la muerte, sigue argumentandoBoros, constituye el lugar del encuentro plenamentepersonal con Cristo. La salvacin se sita en unarelacin personal con Cristo y en una toma de posicinexplcita ante l, y se logra solamente en un momento vital y explcito dirigido a Cristo.Boros intenta fundamentar su hiptesis en argumentosfilosficos y teolgicos. Por lo que se refierea los primeros, reconoce con Blondel que la muertees el nacimiento de la voluntad. El momento dela muerte es el lugar de la intuicin total, de la percepciny del recuerdo cabales, el lugar donde setiene la primera posibilidad de realizacin plena delamor, la transformacin suprema y decisiva del serhumano exterior en ser humano interior.Boros apela tambin a una serie de pruebas teolgicasque justifican la hiptesis de la ltima opcin.Con la muerte, dice el primer argumento teolgico, termina en los seres humanos su condicin de viatores y acaba la etapa de la prueba. Una segundabase la encontramos en la idea y experienciade la salvacin cristiana como comunin personal yencuentro pleno con Cristo. La tercera prueba sefundamenta en la redencin universal. En cuartolugar, la hiptesis de Boros contribuye a clarificaralgunos problemas en torno al pecado original. Elquinto argumento tiene que ver con el purgatoriocomo encuentro purificador con Cristo. La sextaprueba se sustenta en razones cristolgicas.

La hiptesis de la opcin definitiva cont con un elevado grado de adhesin entre los telogos a lolargo de toda la dcada de los sesenta y parte de lossetenta de nuestro siglo. Hoy, sin embargo, es objetode crticas generalizadas y slidamente fundadas,y apenas es tomada en consideracin. Cuatroson las objeciones que plantea G. Greshake a dicha hiptesis: a) El peso de la hiptesis descansa en laexplicacin de un fenmeno no verificable empricamente:lo que sucede en el instante mismo de lamuerte. De ah que se mueva en un terreno resbaladizo, donde apenas puede hacer pie. Descuida laconfiguracin concreta del morir en sus diversas formas, b) No resulta fcil justificar la unidad dialcticaentre acto libre-pasividad en el momento dela muerte, apelando a la estructura constitutiva dela vida humana: libertad-necesidad, pues, segn E.Jngel, hay una pasividad sin la que el hombre nosera humano. A esta pasividad pertenece el nacer...y el morir 31. c) No parece del todo conforme conla reflexin bblica la afirmacin implcita de que lavida llega a su perfeccin intrnseca justamentecuando se produce la muerte, d) Carga el acento enel instante de la muerte, al que concede una importanciadesmedida: es el momento nico y privilegiadopara tomar la decisin personal definitiva en libertad.

No se relativizan as exageradamente las decisiones anteriores a la muerte?A las observaciones crticas referidas cabe aadirotra de carcter antropolgico, que es quiz la ms significativa y cuestionante. A pesar de las matizacionesde algunos de los autores que defiendenla hiptesis expuesta, el trasfondo antropolgico esnetamente dualista. La muerte se entiende como separacindel alma y el cuerpo. Como objeta comoacierto Ruiz de la Pea, es el alma separada la queacta, elige, decide 32. Esta manera de concebir lamuerte difcilmente puede encontrar fundamentoen la tradicin bblica.

6. Imgenes de la muertea lo largo de la historia

La concepcin y la experiencia cristianas de la muerte han sufrido a lo largo de la historia importantescambios que vamos a seguir a continuacinguiados por el historiador francs Philippe Aries 33." Citado por G. Greshake, Hacia una teologa del morir, a. c,79.

Durante los primeros siglos de la Edad Media, la imagen predominante es la de la muerte amaestrada.La gente vive familiarizada con la muerte;muertos y vivos coexisten, conviven sin dificultad.Dicha familiaridad es una manera de aceptar el ordende la naturaleza en el que se inscribe la muerte.Esta aparece como una de las leyes naturales fijasque se cumple inexorablemente. De ah que ni se laexaltara, ni se la evitara; ni se la considerara espantosa ni produjera obsesin alguna; simplemente sela aceptaba. La actitud es de resignacin ante ellaen cuanto se impone como destino colectivo de laespecie.A partir del siglo XI se produce un cambio significativoen la experiencia de la muerte, que pone elacento en la muerte propia. Ello se explica por eldescubrimiento del secreto de la individualidad decada persona. Hay una estrecha relacin entre lamuerte de cada uno y la conciencia de la propia individualidad:En el espejo de su propia muerte, cadaindividuo redescubra el secreto de su individualidad 34. Se pone el acento en los mritos propios.

De ah la importancia de las limosnas y de las donaciones postumas en orden a la consecucin de lasalvacin. La sentencia del juicio es individual y dependede las buenas o malas acciones realizadasdurante la vida. Estas se encuentran escritas en elLibro de la vida -libro de cuentas individual, lollama certeramente Ph. Aries-, que los resucitadosllevan colgado al cuello el da del juicio.A partir del siglo XVIII tiene lugar un nuevo giro;la preocupacin va a centrarse ahora en lamuerte ajena. Es a sta a la que se teme, no a lapropia. Hay una complacencia en la idea de lamuerte, llegndose a su exaltacin: el hombre occidentalla exalta, la dramatiza y la presenta comoalgo impresionante y absorbente 35. Se siente como felicidad.

Hay una cuarta imagen, que corresponde a lapoca contempornea: la muerte prohibida. La muerte se esfuma, resulta algo vergonzoso. Se prohbe hablar de ella para preservar la felicidad del presente. Hay una tendencia a suprimir de manera casi radical las cosas que pueden recordar lamuerte. La muerte se convierte as en la prohibicinprincipal, en el tab por excelencia, que sustituyeal tab del sexo. Se evita que la sociedad adviertael paso de la muerte. Hay una actitud de huidaante la muerte, que no debe interpretarse comoindiferencia hacia los muertos. Muy al contrario: elquerer alejar estpidamente la muerte de la vidahumana se salda, como bien advierte J. Sdaba, con una venganza: la de soportar la angustia por dichaexpulsin.