Familia y Mundo Contemporaneo Un Camino

7/26/2019 Familia y Mundo Contemporaneo Un Camino

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Familia y mundo contemporáneo:un camino desde la teoría a la práctica

Sergio Marín García

Director: Xavier Bringué Sala



Índice

I. Introducción................................................................................................................................... 5

II. La dimensión ética del conflicto familia-trabajo ..................................................................... 9

III. La familia: punto de partida y de llegada .............................................................................. 19

IV. Hacia una refamiliarización del entramado social ............................................................... 27

V. Conclusiones............................................................................................................................... 37

VI. Bibliografía ................................................................................................................................ 39



A mis padres



F AMILIA Y MUNDO CONTEMPORÁNEO

5

I. Introducción

Creo que es posible afirmar sin miedo a equivocarnos que a ninguno

de cuantos hemos crecido en el seno de la cultura occidental – con todos sus

matices y avatares – , viviendo y desarrollando nuestra labor profesional dentro

de ella, no nos son ajenas las muchas dificultades – a menudo prácticamente

insalvables – con las que una persona ha de enfrentarse a la hora de procurar

un sano equilibrio entre su vida familiar y su dedicación profesional. Estas

dificultades no atañen exclusivamente a quienes de hecho ya poseen una

familia, sino también – y por desgracia – a quienes desean formar una propia,

empresa para la cual el trabajo se presenta como un requisito de vital

importancia.

De esta manera, trabajo y familia aparecen hoy como dos ámbitos de la

vida de las personas cuya compaginación rara vez es posible sin que ninguno

de estos dominios se vea perjudicado, o tenga que sacrificar parte del tiempo

y la atención que naturalmente le corresponde para asegurar la buena marcha

del otro. Nótese además que este conflicto puede desarrollarse de forma

bidireccional, bien porque “el trabajo impida atender adecuadamente a la

familia (conflicto trabajo-familia) o que el cuidado de la familia sea un

obstáculo para el normal desempeño del propio trabajo (conflicto familia-

trabajo)”1. La existencia manifiesta de este conflicto, así como de los

inevitables desórdenes que esta situación genera en la vida de las personas, no

constituye en modo alguno un problema de orden menor. Prueba de ello es lacreciente presencia y atención que esta realidad ha recibido durante las

últimas décadas en la literatura académica y empresarial, poniendo de

manifiesto que “hoy en día se percibe que trabajo y familia se encuentran en

conflicto: el tiempo es escaso y debe ser distribuido entre las obligaciones

1 GUITIÁN, G., La relación trabajo-familia: un diálogo entre la doctrina social de la iglesia y las cienciassociales , en Scripta Theologica , nº 41, (2009/2), pp. 377-402; p. 380.



SERGIO M ARÍN G ARCÍA

6

laborales y familiares”2. A este respecto merece mención aparte la labor de la

profesora del IESE Nuria Chinchilla3, cuyo impulso ha marcado un antes y

un después en la historia de las soluciones propuestas para este conflicto ennuestro país. A sus esfuerzos debemos la creación del Centro Internacional

Trabajo y Familia, promotor de un gran número de congresos y publicaciones

especializadas, la elaboración, desde 1999, del Family-Responsible Employer

Index 4, una herramienta de autodiagnóstico que ayuda a cualquier empresa a

saber en qué situación se encuentra, así como la acuñación del término EFR

(Empresa Familiarmente Responsable).

El punto de partida del presente trabajo, por tanto, no es otro que el

de la existencia misma de este conflicto – a veces de carácter antagónico- en

nuestras propias vidas. Ahora bien, aunque en efecto nos encontremos ante

un problema de índole práctica, es decir, un problema situado en el ámbito de

la vida y de las acciones particulares, la reflexión que de ahora en adelante

llevaremos a cabo inevitablemente trasladará el problema que ahora nos

ocupa al plano de la discusión teórica. Dicho desplazamiento – inevitable por

otra parte- no responde de ningún modo a una actitud ingenua o poco

realista, no pasa por alto el hecho de que su objeto de estudio atañe

directamente a la particular y específica forma de vida que posea cada

persona; su enfoque responde más bien al esfuerzo por alcanzar una

comprensión más acertada y profunda de cuanto aquí se discuta, a fin de que

el gradual proceso de esclarecimiento en torno al conflicto en cuestión –

trabajo vs. familia- sirva de ayuda eficaz para aportar soluciones prácticas. De

que estas líneas, esclavas del papel que las porta, logren prefiguraradecuadamente el camino que conduce hacia modos de vida más humanos,

dependerá en buena medida el acierto o el fracaso de esta exposición.

2 GUITIÁN, G., op. cit., p. 379.3 Una relación completa de la trayectoria y las aportaciones de la profesora Chinchilla al conflicto

trabajo-familia puede consultarse en su página personal:http://blog.iese.edu/nuriachinchilla/.

4 Puede obtenerse información más detallada del proyecto IFREI, así como de los estudiosrealizados, en la página web http://ifrei.iese.edu/

http://ifrei.iese.edu/







7

Consciente de la dedicación que otras personas han volcado

previamente en esta misma dirección, he tratado de incorporar al hilo de estas

palabras las aportaciones a mi juicio más acertadas a la hora de abordar larelación entre trabajo y familia. Como era de esperar, dicha selección no ha

resultado sencilla. Son muchas las voces que se han pronunciado al respecto,

y casi siempre de manera original y rigurosa. Muchas de las obras consultadas

han apostado por rastrear la razón última que ha propiciado este choque

entre trabajo y familia, destacando los unos motivos económicos o políticos,

o de índole psicológica o sociológica los otros. Así, las soluciones propuestas

por estos autores van habitualmente de la mano de la identificación de una

causa en particular como agente principal de dicho conflicto. Evidentemente,

todas estas contribuciones poseen un valor innegable en la buena marcha

hacia soluciones más eficaces, y glosar aquí todas ellas excedería el propósito

de este trabajo. Sin el menoscabo de todas ellas, considero que la visión que

ofrecen del conflicto a menudo es limitada, por ser limitada también la

noción que manejan de la persona humana. El modo que aquí se propone

para estudiar el conflicto trabajo-familia busca mantener en todo momento

un acercamiento unitario a la persona, atendiendo, no tanto a las diferentes

manifestaciones que la economía o la sociología puedan registrar, sino a la

persona en sí misma como fuente de sentido de todas las actividades

humanas.

Quizá pudiera objetarse que semejante enfoque peca de un exceso de

vaguedad o de indeterminación, o que se centra exclusivamente en mostrar

las limitaciones de otras perspectivas en lugar de aportar solucionesconcretas. Como trataré de mostrar en las siguientes líneas, la previa

identificación de los peligros que conlleva asumir determinadas concepciones

reductivistas no constituye una pérdida de tiempo, al contrario, se trata de

una ganancia añadida que contribuye a justificar todo cuando en adelante se

afirme. Si, señalando los peligros de dichas visiones parciales, asumimos un

enfoque antropológico para abordar el conflicto trabajo-familia, dicha

problemática adquirirá para nosotros un contorno completamente nuevo. De




8

ahí que la estructura aquí seguida pase por ser la siguiente: en el primer

capítulo se analizará la dimensión ética del conflicto, señalando qué

particularidades de la reflexión ética deben ser tomadas en cuenta a la hora deproponer soluciones concretas; en el segundo capítulo, explicitada ya la

dimensión ética de la problemática, nos centraremos en profundizar en el

conocimiento de la persona humana para así esclarecer con precisión en qué

consisten la familia y el trabajo, y qué tipo de relación debe de existir entre

ambos; en el último capítulo pasaremos finalmente a proponer algunas líneas

de acción para remediar algunas de las dificultades que hoy se encuentran a la

hora de conciliar la vida familiar con la profesional.

Quiero dirigir, por último, mi más sincero agradecimiento al profesor

Xavier Bringué, cuya amabilidad y excelente disposición para la escucha han

hecho de este trabajo un reto estimulante y llevadero. A él, y a tantos otros

profesores del departamento, les reitero mi agradecimiento, que el buen hacer

que he tratado de plasmar en estas páginas sirva como testimonio del mismo.




9

II. La dimensión ética del conflicto familia-trabajo

De acuerdo con las líneas de trabajo descritas anteriormente,

corresponde ahora fijar la atención en la existencia misma del conflicto para

delimitar, seguidamente, el marco dentro del cual estas reflexiones pretenden

abordarlo.

Remitíamos al principio al testimonio de la experiencia cotidiana

como fuente cualificada para percatarnos de que, en efecto, hoy en día sonmuchas las personas que encuentran serios obstáculos para compaginar la

vida familiar y la profesional. No obstante, el recurso a información de tipo

estadístico puede también ayudarnos a hacernos cargo de la magnitud de la

situación. En el año 2001, el 70% de las familias en España de entre 25 y 55

años eran ya de doble ingreso5; en 1978, la tasa de actividad femenina en

nuestro país se situaba en torno al 33%, mientras que en 2009 había

aumentado hasta el 52,8%, siendo con todo un porcentaje relativamente bajo

en comparación con otros países de la Unión Europea donde la cifra

alcanzaba hasta el 70%6. Junto a estos datos ha de tenerse en cuenta también

el descenso del crecimiento natural del país (fruto del bajo índice de

natalidad), con el consecuente envejecimiento de la población7. A efectos

prácticos, esto se traduce en un aumento del número de personas mayores

que requieren de la atención y el cuidado de sus familiares.

Como puede extraerse a partir de los datos aquí recogidos, uno de los

principales motivos que han dado lugar a este desajuste es la incorporación

5 Cfr. CHINCHILLA, N. – MORAGAS, M., Dueños de nuestro destino: cómo conciliar la vida profesional, familiar y personal , Editorial Ariel, S.A., Barcelona, 2007, p. 164.

6 Cfr. CHINCHILLA, N. – LEÓN, C., Diez años de conciliación en España (1999-2009), EditorialGrupo 5, Madrid, 2011, p. 13.

7 Cfr. GUITIÁN, G., op. cit., La relación trabajo-familia , p. 380.




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masiva de la mujer al mundo laboral8. Esto no quiere decir, en modo alguno,

que la actual esquizofrenia en atender por igual a la familia y al trabajo sea un

problema exclusivo de las mujeres. Tal simplificación bien merecería elcalificativo de machista, en tanto que asume por principio que el lugar propio

de la mujer es el hogar y el del hombre la oficina. Juan Pablo II no duda en

arremeter contra esta injusta creencia señalando que “una amplia y difundida

tradición social y cultural ha querido reservar a la mujer solamente la tarea de

esposa y madre, sin abrirla adecuadamente a las funciones públicas”, y, sin

embargo, “no hay duda de que la igual dignidad y responsabilidad del hombre

y de la mujer justifican el acceso a la mujer a las funciones públicas”9. Aquí

solamente se pretende señalar que la incorporación de la mujer a la esfera

pública – piénsese únicamente en términos demográficos, sin connotación

moral alguna – ha propiciado inevitablemente la aparición de este conflicto.

Pero de nuevo, aunque haya sido la mujer la última en incorporarse a la

dinámica laboral, la necesidad de conciliar trabajo y familia no aparece

exclusivamente con la maternidad, sino también con la paternidad10. Más

adelante examinaremos cómo la articulación de esta responsabilidad conyugal

es compatible con el desempeño de roles distintos por parte de los cónyuges.

Por el momento, baste con hacer notar cómo a raíz de la entrada de la mujer

en la escena laboral se han manifestado de manera creciente conflictos entre

la vida profesional y la familiar.

Cabría indagar ahora acerca de las distintas razones que han

ocasionado una oleada de cambios tan bruscos. Sin duda alguna, una

exhaustiva labor arqueológica nos ayudaría a desenterrar algunos de losfactores determinantes y recomponer así una detallada genealogía del

conflicto familia-trabajo. Sin embargo, dicha labor rebasa ampliamente el

propósito de esta investigación, por lo que nos limitaremos a ofrecer unas

breves pinceladas a fin de obtener un boceto general del conflicto.

8 Cfr. PONCE, J.M., La conciliación entre la vida personal y la profesional: un reto para las empresas y susempleados , Revista Empresa y Humanismo, vol. X, 1/07, pp. 181-208; p. 182.

9 JUAN PABLO II, Ex. Ap. Familiaris Consortio, n. 23 (en adelante FC).10 Cfr. CHINCHILLA, N. – MORAGAS, M, op. cit,, Dueños de nuestro destino, p. 164.




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Para comprender la manera actual de concebir la relación entre

trabajo y familia, así como los puntos conflictivos de esta relación, esindispensable hacer mención a la revolución industrial. Como apunta Peter

Drucker, uno de los efectos inmediatos del proceso de industrialización fue la

separación de la familia del resto de la sociedad. El hogar dejó de identificarse

con el lugar de trabajo, convirtiéndose en el lugar al que los trabajadores

regresaban al finalizar su jornada laboral11. Adentrándonos en el siglo XX,

encontramos distintos movimientos culturales como el feminismo o la

ideología de género12. Abanderados por pensadoras como Simone de

Beauvoir, Shulamith Firestone o Kate Millet, la segunda mitad del siglo XX

registró un notable aumento en los estudios sobre la mujer, el género o el

psicoanálisis femenino dentro de las humanidades y las ciencias sociales. Una

de las propuestas compartidas por todos estos movimientos era la

redefinición de la noción de género. El género, afirmaban estas autoras, no

consiste en una determinación relativa a la naturaleza humana, cuyo signo –

masculino o femenino – esté en función de la correspondiente dotación

biológica. El género, ya sea el masculino o el femenino, no es sino el

producto acabado de una determinada configuración social, una manera de

comprender al hombre y a la mujer y de adscribirles una serie de roles dentro

de la sociedad. Pero en modo alguno – continúan estas autoras – se trata de

una dirección natural, sino simplemente de un añadido social del que, como

tal, es preciso liberarse. Siguiendo a Simone de Beauvoir, una no nace, sino que se

hace mujer . De esta manera, se niega “la existencia de una feminidad natural y

se subrayaban los condicionamientos sociales sobre la identidad sexual”13

.

11 Cfr. DRUCKER, P., The new society , Greenwood Press, Connecticut, 1982, pp. 12-17.12 Muchos autores suelen diferenciar el programa feminista del s. XIX (derecho al voto, el acceso

a la educación secundario y superior, el acceso a los mismos campos de trabajo de loshombres y algunas reivindicaciones en el ámbito de la sexualidad), del feminismo radical dels. XX, basado en la psicología de Freud y en algunas teorías sociológicas de la Escuela deFrankfurt. Cfr. al respecto FAZIO, M., Historia de las ideas contemporáneas: una lectura del procesode secularización, Rialp, Madrid, 2006, p. 355.

13 FAZIO, M., op. cit., Historia de las ideas contemporáneas , p. 356.




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Por tanto, si no existe algo así como una ‘feminidad natural’, sino que

esta es de principio a fin el resultado de una particular forma de comprender

la identidad sexual, la mujer del siglo XX posee la responsabilidad dedespojarse de todos aquellos lastres con los que hasta ahora había cargado

como parte de su ‘rol femenino’. Entre estos lastres se encuentra la

maternidad, con la correspondiente crianza y educación de los hijos, así como

la asunción de un papel secundario a la hora de tomar partido en la vida

pública. Se trata, al fin y al cabo, de “romper las cadenas biológicas que

oprimen a las mujeres: el rechazo de la maternidad a través del control de la

naturaleza y el aborto liberarán a las mujeres de su alienación”14. La mujer,

liberada de estas viejas ataduras, reivindicaba para sí el dominio sobre su

propia vida sexual y la igualdad de oportunidades para acceder y participar en

la esfera pública. En definitiva, la mujer buscaba para sí la misma

independencia respecto del hogar y la familia de la que el hombre ya parecía

gozar.

Sin entrar a juzgar aún el acierto o desvío de estas propuestas, no cabe

duda de que todas ellas han contribuido de manera decisiva en la elaboración

del mapa cultural en el que se sitúa nuestra época. Así, uno de los motivos de

“la progresiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo hay que

buscarlos, en primer lugar, en el deseo de muchas mujeres por ejercer una

profesión para la que han estudiado durante años”15. Siguiendo a Domènec

Melé, todos estos elementos confluyen en la aparición de una serie de

paradojas – y retos – en la relación entre trabajo, familia y sociedad: 1) Trabajo

y familia son dos valores universalmente reconocidos, pero no siempre sesaben armonizar adecuadamente, ni establecer las prioridades correctas. 2)

Hay aprecio por la familia y, a la vez, se apoya poco a la institución familiar.

3) El éxito de la familia es entendido por muchos como un bien social,

aunque la sociedad favorece poco el éxito familiar. 4) La familia contribuye

14 Ibídem , p. 356.15 MELÉ, D. (Coord.), Conciliar trabajo y familia: un reto para el siglo XXI , EUNSA, Pamplona,

2004, p. 20.




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eficazmente al crecimiento de los niños, soporta el paro de los jóvenes y

cuida a los ancianos. Sin embargo, la sociedad y el Estado proporcionan muy

poco apoyo económico a esas tareas de las familias. 5) Aunque se aplaude lapresencia de la mujer en la empresa, en gran medida las organizaciones siguen

estando diseñadas sin tener demasiado en cuenta a las mujeres. Al luchar por

la igualdad fácilmente se sacrifican los valores de la feminidad. 6) Se lamenta

la baja natalidad y no se facilita la maternidad. 7) Muchos trabajan por amor a

su familia, aunque a menudo el trabajo les impide ejercitar ese amor a la

familia. 8) La familia de los empleados es un destacado grupo de influencia

( stakeholder ) de la empresa, pero raramente se considera como tal16.

Lo interesante aquí es hacer notar cómo, tras los distintos motivos

que han dado lugar a este conflicto, así como tras las distintas paradojas en las

que este se manifiesta, lo que subyace son diferentes paradigmas familiares y,

por ende, diferentes nociones de qué sea la persona humana. Es decir, hay

una asimetría entre lo que unos y otros – empresas, familias y organismos

públicos – entienden por familia , por trabajo, y por la relación debida entre estos

dos ámbitos. Frente a esta confusión, asumir el punto de vista de la persona

humana es de vital importancia si aspiramos a comprender en profundidad

este conflicto y a ofrecer posibles soluciones. A menudo el problema de la

conciliación ha sido abordado en la literatura desde enfoques parciales como

la economía, la sociología o la gestión empresarial. En función de cuál sea el

enfoque adoptado, las soluciones propuestas oscilan entre un ámbito y otro.

Por ejemplo, algunos autores han dado en identificar tres posibles fuentes del

conflicto: cuando el tiempo invertido en un ámbito impide cumplir lasresponsabilidades del otro; cuando la tensión producida en uno de los

ámbitos dificulta realizar adecuadamente las tareas propias del otro; o cuando

los roles específicos de un ámbito suponen un obstáculo para el otro 17. Cada

posible fuente de conflicto se corresponde con una determinada visión del

16 Cfr. MELÉ, D. (Coord.), op. cit., Conciliar trabajo y familia , pp. 24-34.17 Cfr. GREENHAUS, J.H. – BEUTELL, N., Sources of conflict between work and family roles , en

Academy of Management Review , vol. 10, 1985, pp. 76-88; p. 77 y ss.




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hombre: aquel cuya vida consiste en una peculiar distribución de su tiempo, o

aquel que desempeña actividades de forma mecánica y aislada, sin que estas

reciban una unidad y coherencia por parte del que las lleva a cabo. A pesardel interés que todos estos enfoques revisten, recurrir de forma exclusiva a

cualquiera de ellos para estudiar la relación entre trabajo y familia resulta muy

empobrecedor18. De forma similar, las empresas tienden por lo general a

implantar políticas de conciliación atendiendo a un único criterio. Así, las

propuestas más frecuentes pueden englobarse dentro de estas cuatro líneas: 1)

La flexibilidad a través de horarios ajustados, trabajo a tiempo parcial, jornada

reducida, semana laboral comprimida, teletrabajo, etc. 2) El apoyo y

asesoramiento técnico o personalizado para gestionar y adaptar mejor los dos

ámbitos. 3) Los servicios familiares como guarderías, transporte o tintorería.

4) Beneficios como seguros familiares y otros19. La precariedad de estos

enfoques y propuestas no reside en que no solucionen algunos conflictos

reales en la vida de muchos trabajadores, su limitación descansa en el hecho

de que su validez alcanza solo a un número determinado de casos: aquellas

empresas o empleados que se adecúan con los considerados en las soluciones

tipo. Bien pudiera ser – sería de hecho lo más natural – que la forma de realizar

el trabajo y de entender el tejido empresarial varíe con el transcurso del

tiempo. Es preciso por ello cimentar cualquier posible solución sobre aquello

que permanece ajeno a los cambios: la naturaleza humana.

La importancia de reconducir la discusión a un ámbito en el que se

parta de la consideración de la vida de las personas como una unidad de

sentido que impregne todas las situaciones de acción reside, pues, en que solodesde esta perspectiva omniabarcante de la acción humana podrán

proponerse soluciones que abracen todos los ámbitos de la vida de las

personas. La apuesta por este enfoque presupone, por tanto, que lo que aquí

está en juego no es únicamente la viabilidad de un modelo económico o la

18 Cfr. MELÉ, D. (Coord.), op. cit., Conciliar trabajo y familia , p. 24.19 Cfr. CHINCHILLA, N., Ser una empresa familiarmente responsable. ¿Lujo o necesidad? , Pearson-

Prentice Hall, Madrid, 2007, pp. 29-49.




15

exactitud de un análisis demográfico, sino la persona misma. Conviene

insistir, además, en que a menudo los problemas de conciliación entre la vida

familiar y profesional se suelen analizar desde la perspectiva de las empresas,pasando por alto que “la conciliación es ante todo un problema personal”20.

Por ello, sentar las bases para una reflexión fructífera acerca de la conciliación

entre trabajo y familia exige dejar de lado aquellos modos de concebir la

empresa y la sociedad de forma mecanicista y economicista, y poner de

manifiesto que “la organización social, política y económica tienen como

centro a la persona humana”21. Todos los posibles conflictos y, en general, la

problemática entera de la conciliación, habrán de considerarse a la luz de las

actitudes y los comportamientos personales, es decir, poniendo como telón

de fondo la premisa fundamental de que las acciones de las personas – y de

personas se componen las empresas y las organizaciones – se enmarcan

siempre dentro de una comprensión global de la propia vida definida según

un ideal felicitario, esto es, con vistas a la consecución de la vida buena o

felicidad. En otras palabras, se trata de situar a la persona en el centro del

debate, pues solo así se podrá hacer justicia a quienes realmente afecta este

conflicto, a las personas.

Este ámbito de reflexión en el que debe moverse nuestro estudio no

es otro que el de la ética. Será necesario, por tanto, reparar primero en las

particularidades que reviste el ámbito de la reflexión ética a fin de definir con

más precisión qué camino habrá de tomar cualquier iniciativa – incluida

también la presente – que busque solucionar satisfactoriamente el conflicto

trabajo-familia. En este sentido, deberá esclarecerse en primer lugar quéexactitud cabe esperar de este tipo de reflexiones, pues parece claro que “no

se ha de buscar el rigor por igual en todos los razonamientos”22.

20 PONCE, J.M., op. cit., La conciliación entre la vida personal y la profesional , p. 186.21 FITTE, H., El círculo que une trabajo, familia y sociedad , en MELÉ, D. (Coord.), op. cit., Conciliar

trabajo y familia , p. 89.22 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, I 3, 1094b13-14. Se ha empleado la traducción de la Ética a

Nicómaco a cargo de María Araujo y Julián Marías (en adelante EN ).




16

Dicha exactitud aparece estrechamente ligada al tipo de relación que

la reflexión ética guarda con su objeto. La ética, entendida en clave

eudaimonística como aquí hacemos, versa acerca de la vida buena y suconsecución. Siendo este su objeto, puede comprenderse ya que esta relación

posee de particular que su fin no es el conocimiento, sino la acción, pues la

sustancia de la vida son las acciones concretas. El tipo de conexión que esta

disciplina establece con su ámbito de objetos va más allá de la mera

fundamentación teórica, pretende – por encima de todo – contribuir a la

realización del obrar concreto. Por así decirlo, la finalidad de la reflexión ética

va siempre más allá de ella misma y alcanza su verdadera culminación cuando

lo mostrado por ella se encarna en la acción particular: “¿Hemos de creer que

el tema que nos habíamos propuesto ha llegado a su fin o, como suele

decirse, cuando se trata de cosas prácticas el fin no es haberlas considerado

todas y conocerlas, sino más bien hacerlas?”23.

Que el interés de la ética se dirija principalmente a la acción concreta,

obliga a delimitar de antemano las pretensiones de exactitud de esta

disciplina. En primer lugar, porque el ámbito de lo normativo presenta una

esencial relatividad: lo que en un contexto de acción vale como bueno o justo

puede no serlo en un contexto diferente. En segundo lugar, porque a

diferencia del conocimiento, el obrar humano trata siempre de situaciones

concretas y de cosas particulares. La ética no puede limitarse a elaborar una

serie de normas o guías de conducta universales precisamente porque

“ninguna regla universal puede anticipar aquello que se le abre al que obra” 24.

La acción humana siempre versa acerca de lo individual y concreto, pero esteámbito solo puede ser alcanzado por la experiencia y no por el conocimiento:

no cabe ciencia de lo particular. En esto consiste la tensión propia de la

filosofía práctica, en que el obrar que esta “pretende normar y realizar

pertenece a la esfera de lo singular; pero en el plano del concepto, que a ella le

23 Ibídem , X 9, 1179a35.24 WIELAND, W., Norma y situación en la ética aristotélica , en Anuario Filosófico, nº32, 1999, pp. 107-

127; p. 108.




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corresponde, la filosofía práctica no puede alcanzar jamás la singularidad del

obrar”25. De ahí que el discurso ético pueda solamente hablar de un modo

“tosco y esquemático”26

, con la exactitud de quien se sabe incapaz de alcanzarpor completo la acción humana.

Este es el motivo por el cual todo lo que se añada en la consideración

de un dilema ético – como en el caso de la conciliación – con vistas a su

resolución, irremediablemente deba ser tomado de modo provisional, puesto

que la efectiva resolución de dicho conflicto jamás podrá depender de forma

exclusiva del acierto teórico de una serie de propuestas. La distancia que

separa la teoría de la práctica hace de la cuestión de la aplicación un elemento

central dentro de la consideración de estos problemas. Se entiende así cómo

el conflicto familia-trabajo tampoco puede tratar de solucionarse mediante la

enumeración casuística de todas las posibles situaciones de conflicto, como si

el tamaño de la muestra considerada pudiera asegurar de alguna manera la

viabilidad práctica de dichas soluciones. Con razón señala Melé que “en este

terreno no hay soluciones fáciles ni mucho menos universales”27.

Por tanto, si la acción particular nunca puede ser abrazada en su

totalidad por la norma general y, del mismo modo, la sola tipificación de

todos los posibles contextos de acción pierde de vista la universalidad de la

norma, se hace necesario considerar aquella otra instancia que permita

establecer la determinación normativa de las acciones individuales.

Tradicionalmente dicha instancia ha recibido el nombre de ‘disposiciones’ y,

en función de cuál sea su signo, se constituyen en virtudes o vicios.

No me es posible ofrecer aquí un tratamiento más extenso en torno a

la noción de ‘disposición’. Interesa por lo pronto señalar que a través de ella,

de la virtud, se instancia la vida buena acerca de cuya consecución trataba la

25 Ibídem , p. 109.26 ARISTÓTELES , EN , I 3, 1094b21.27 MELÉ, D., op. cit., Conciliar trabajo y familia , p. 24.




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ética. De cara al problema que ahora nos ocupa, el de la conciliación entre

trabajo y familia, conviene de ahora en adelante analizar qué papel puede

desempeñar el trabajo y la familia dentro de una determinada concepción dela vida buena. Esclareciendo así qué lugar ocupan estos dos elementos dentro

del ideal felicitario, se extraerá a su vez la correcta relación entre ambos y, por

encima de todo, se señalarán qué virtudes se requieren para alcanzar este

equilibrio.




19

III. La familia: punto de partida y de llegada

Las consideraciones recogidas en el capítulo anterior tenían como

finalidad delimitar el marco en el que se pretende abordar el conflicto trabajo-

familia. Mediante la reconducción de este debate al ámbito de la reflexión

ética se obtiene a cambio una panorámica mucho más amplia desde la que

pensar la relación entre la familia y el trabajo.

Las implicaciones más relevantes de estos prolegómenos pueden

resumirse de la siguiente manera: en primer lugar, con la adopción de un

punto de mira centrado en la persona se descarta, desde el primer momento,

la falsa creencia según la cual la economía y las empresas caerían bajo un caso

especial de la ética, la ‘ética de los negocios’, distinta de la ética que rige el

resto de ámbitos de la vida28. En segundo lugar, se ha mostrado cómo los

principios generales con los que opera la ética son demasiado abstractos para

orientar en la práctica la acción concreta. Esta esencial limitación de la ética

convierte al problema de la aplicación en uno de los temas centrales de sureflexión, de ahí la atención que deba prestarse a las disposiciones del carácter

y a las virtudes, pues serán ellas las que mejor nos dispongan de cara al obrar.

Por último, el discurso ético nos exige tomar como punto de referencia ante

cualquier conflicto, no la utilidad o el beneficio económico, sino el fin último

de las acciones humanas: la felicidad. A la luz de este planteamiento se extrae

también la necesidad de redefinir en su totalidad la manera contemporánea de

concebir el éxito – tanto el personal como el empresarial – y la propia noción

de empresa.

En definitiva, lo que se pone de relieve tras estas aclaraciones es que

las empresas y las organizaciones no forman parte de un ámbito distinto de

aquel en el que viven el resto de personas, sino que se rigen por los mismos

28 Cfr. MARCHESE, M.C. – BASSHAM, G. – RYAN, J., Work-family conflict: a virtue ethics analysis ,en Journal of Business Ethics , vol. 40, 2002, pp. 145-154; p. 148.




20

principios y valores. Toda empresa posee implícitamente una forma de

entenderse a sí misma y a las personas que en ella conviven, y solo de esta

particular comprensión obtiene su identidad y su cultura. Por ello, asumirahora un enfoque anclado en la persona implica también reconocer que “la

empresa no puede considerarse únicamente como una sociedad de capitales;

es, al mismo tiempo, una sociedad de personas”29. Este mismo enfoque, el

que toma la vida de las personas como una totalidad de sentido

teleológicamente estructurada, es el que habrá de servirnos para someter a

examen todos los elementos implicados en el conflicto trabajo-familia. Aquí

me limitaré a analizar en detalle la familia y el trabajo, aunque necesariamente

aparecerán en este análisis referencias a otras estructuras tangentes como la

empresa y la sociedad.

La unidad que la familia y el trabajo reciben en la vida de cada

persona ha dado pie incluso a que unifique en un solo apartado lo que a

menudo aparece dividido en dos. Y es que el hecho de tratar al trabajo y a la

familia por separado, como si nada tuvieran que ver el uno con el otro, nos

da ya un indicio de que hoy en día “parece como si trabajo y familia fueran

dos esferas opuestas entre sí”30. La propia palabra ‘conciliación’ parece sugerir

un cierto ajuste entre dos realidades que, en apariencia, no casan del todo

bien. Asumir que el trabajo y la familia constituyen dos esferas de la vida por

completo independientes – cada una con su propia jerarquía de valores – cuya

armonización nunca es del todo posible, supone haber olvidado que ambas

dimensiones forman parte de cualquier vida humana, en cuyo interior

necesariamente siempre adquieren una determinada jerarquización. Estapriorización, connatural a la persona, inscribe al trabajo y a la familia dentro

de una unidad de sentido mayor, asignando a cada una un lugar determinado.

El problema, señala Chinchilla, “surge cuando priorizamos de forma

incorrecta y un ámbito acaba perjudicando al otro”31. Pero lo que a toda luz

29 JUAN PABLO II, Enc. Centesimus Annus , n. 43.30 CHINCHILLA, N. – MORAGAS, M., op. cit., Dueños de nuestro destino, p. 162.31 Ibídem , p. 167.




21

es falso es que el hombre pueda vivir su vida de manera polifacética, viviendo

en cada ámbito – el familiar, el profesional, el social – un tipo de vida

diferente, al margen de lo que en cada una juzgue como bueno o importante. Ya desde antiguo se hizo notar que lo característico de toda vida humana,

esto es, racional, es haber asumido siempre algún fin último de la vida

práctica a partir del cual el resto de situaciones y contextos reciben sentido y

adquieren relevancia práctica:

Todo el que es capaz de vivir según la propia decisión deliberada

ha puesto un cierto objetivo del bien vivir – ya sea el honor, la

fama, la riqueza o la educación – mirando hacia el cual realizará

todas las actividades, ya que el no ordenar la vida por referencia

a un cierto fin es signo de gran insensatez32.

No partir de esta base, o defender la plausibilidad de la fragmentación

de la vida humana, conduce a un absurdo del que aquí no me ocuparé de

rebatir. Principalmente porque todo conflicto, como el existente entre la

familia y el trabajo, solo emerge allí donde se enfrentan distintas relaciones deprioridad, es decir, allí donde se aspira siempre a dotar de sentido a la vida

humana. Solo aquel que posee su propio sentido “sabe relacionar todo lo que

hace y todo lo que le sucede, sabe ver la verdadera dimensión de cada cosa, y,

por consiguiente, sabe ponerla en su sitio”33.

Se trata, por tanto, de averiguar si efectivamente existe una forma

correcta de priorizar estos dos ámbitos, si, a la luz de la persona, es posible

contemplar la manera adecuada de relacionar familia y trabajo. Labor para la

cual resulta indispensable profundizar ahora en aquella otra fuente de sentido:

la persona. Sin establecer antes qué sea la persona, difícilmente podremos

asignar después ningún papel prioritario dentro de la vida de esta. Dicha tarea

no es sencilla. Qué sea el hombre siempre permanecerá en cierto modo

32 ARISTÓTELES, Ética Eudemia , I 2, 1214b6-11. Se ha empleado la traducción de la Ética Eudemia a cargo de Julio Pallí Bonet.

33 ALVIRA, R., El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia , EUNSA, Pamplona, 2010, p. 51.




22

oculto para nosotros mismos. Aquí me gustaría traer solamente algunas

notas, a mi juicio acertadas, que arrojan algo de luz sobre el misterio personal.

La primera de ellas es la de relación . El hombre en lo más íntimo de su

ser dice relación, revela apertura hacia. Que el hombre sea originariamente

relación significa que esta no es algo añadido o accidental, sino que ser

persona “significa siempre ser ante otro”34. Por ello, “si no hubiera más que

un ser en el mundo, no habría ninguno”35 o, lo que es lo mismo, una persona

por definición nunca está sola , pues de estarlo ella misma dejaría de ser

persona. Así pues, la moderna noción de individuo sobre la que se apoya

buena parte de la actual economía y el estado de derecho es en sí misma

irreal. El yo solo adquiere consistencia por relación a un tú, de forma que

“solo la intensificación de la relación me intensifica como individuo”36. De

este modo, la forma original de la relación entre las personas no es la utilidad

o la búsqueda del propio beneficio, sino el amor. Ser persona es ser objeto de

un acto de amor, por eso “si en este mundo no nos ama nadie, nosotros no

somos nadie en este mundo”37. La consistencia de cada persona no procede

de ella misma, sino que siempre es otro el que la constituye como tal. Existir es

estar siempre en permanente relación con el Otro, sencillamente porque esa

relación es lo único que nos instala en la existencia. El nombre de esta

relación primera es amor.

La segunda nota es el inacabamiento. Precisamente porque la persona

dice relación, esta puede ser intensificada en mayor o menor medida,

podemos llegar a ser más o menos personas. De ahí que la vida se modalicepara el hombre como tarea, como el “despliegue de una actividad con una

dirección determinada”38. El tiempo se constituye así en la medida de dicha

tarea, intensificándose a medida que esta se hace más patente. Las etapas de

34 Ibídem , p. 24.35 Ibídem , p. 24.36 Ibídem , p. 24.37 Ibídem , p. 49.38 Ibídem , p. 91.




23

esta tarea vienen a su vez definidas por la propia relación en la que consiste el

hombre: el amor. Así, uno llega a ser más persona de acuerdo con el propio

dinamismo del amor: aceptando lo que uno es y donándose a los demás.

Del inacabamiento se extrae por último la tercera nota, la libertad . En

la medida en que nuestra vida se presenta como tarea, con una única forma

de realizarse adecuadamente y miles de malograrse, el engranaje en el que se

ensambla esta tarea es el de la libertad. El hombre es un “ser subjetivo capaz

de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que

tiende a realizarse a sí mismo”39. El hombre, como ser racional que es, no se

encuentra de antemano orientado hacia un único sentido. Ninguna de sus

potencias se actualiza de forma unidireccional, sino que en cuanto potencias

racionales se encuentran de entrada indeterminadas, con posibilidad de

actualizarse en una u otra dirección. Así como de una semilla plantada en la

tierra siempre crece un árbol, la vida del hombre no cobra forma por sí sola,

exige ser actualizada en alguna dirección.

A partir de estas tres notas se vislumbra ya cuál es la realidad

específica de la familia y el trabajo. Si, como hemos visto, ser persona

consiste principalmente en ser ante otro, puede sostenerse también que el

amor no solo manifiesta, sino que confiere el ser. Ser no consiste en nada más

que en ser amado, por lo que es el amor lo que instala a cada persona en la

existencia. Esto posee su reflejo en la propia generación humana: el amor

humano, cuya máxima expresión es la unión del hombre y la mujer en el acto

sexual, se encuentra encaminado de forma natural a la procreación.Precisamente porque el origen de la persona es el amor, el fruto de una

relación, el amor constituye “la vocación fundamental e innata de todo ser

humano”40: el amor se encamina al amor, es pura relación y esa relación es

vida. Es decir, cada persona humana es imagen viva del amor que la ha

39 JUAN PABLO II, LE, n.640 JUAN PABLO II, Ex. Ap. Familiaris Consortio, n. 11, (en adelante FC ).




24

engendrado y, como tal, se encamina en su vocación hacia ese mismo

dinamismo propio del amor: don y aceptación.

Por tanto, si ser persona consiste en primer lugar en ser ante otro,

esto es, en ser objeto del amor de alguien, por lo mismo se comprende que

ser persona solo es posible en el seno de una comunidad, una comunidad de

amor. Si ser hombre consiste en estar ante otro, uno solo será hombre allí

donde esa relación permanezca siempre vigente, pues, de desaparecer esta,

desaparecería también el hombre. Ese lugar, esa comunidad primera en la que

aparece la persona es la familia. Ella es “aquella forma o estructura en la cual

el ser humano se personaliza y se socializa, es decir, como el lugar propio y

primario del devenir del individuo y de la sociedad”41, pues solo en ella el ser

humano es aceptado absolutamente como es. En otras palabras, si ser es ser

ante alguien, solo seré absolutamente si soy aceptado de forma absoluta por

ese alguien. De ahí que la persona obtenga su identidad primera de la familia

pues, antes de nada, uno siempre es hijo de. Por ello, cuando se afirma que el

hombre es un ser social, es necesario añadir también que lo social solo

aparece en familia, ella “es la primera forma en que aparece lo social”42. No se

tiene familia por ser social, sino que uno es social – es persona – porque

proviene de una familia. Todas las formas posteriores de sociabilidad poseen

en la familia su fundamento último.

Ahora bien, de igual manera que la persona humana se encuentra

siempre inacabada – fruto de su condición de espíritu encarnado – , la

intensificación de esta relación que toda persona es – hijo – , y está llamada a ser – padre o madre – , constituye una tarea siempre por hacer. Pues bien, si la

tarea específica del hombre es el amor, pero esta tarea no se realiza

aisladamente sino siempre entre personas, ni es ajena al esfuerzo que se

precisa para llevarla a cabo, se comprende ya que esta tarea y ese esfuerzo no

son otra cosa que la familia y el trabajo. En concreto, siendo la familia el

41 ALVIRA, R., op. cit., El lugar al que se vuelve , p. 23.42 Ibídem , p. 45.




25

referente que el hombre toma como consumación modélica de su tarea, la

realidad del trabajo recibirá sentido, precisamente, a la luz de esta tarea. El

trabajo consistirá en aquel bien del hombre a través del cual “se realiza a símismo como hombre, en un cierto sentido se hace más hombre”43. Pero,

como hemos visto, uno es y llega a ser más hombre, alcanza a ser más

plenamente lo que está llamado a ser en familia. Por ello, bien puede decirse

que el trabajo es “el fundamento de la vida familiar” 44. Se trabaja, en sentido

estricto, para la familia, forma acabada de humanidad. Pero, por lo mismo, la

familia es “la primera escuela interior de trabajo para todo hombre”45. No

solamente porque ella se encargue de la educación de los hijos de cara a su

futura incorporación en el mundo laboral, sino porque ella misma es la

instancia fundamental que dota de sentido al trabajo humano. El trabajo se

ordena a la familia y, a la vez, solo la familia enseña al hombre para qué

trabajar. Desde ella sí es posible descubrir el lugar que ocupa el trabajo en la

vida del hombre. Creo que todo lo expuesto hasta ahora – el amor como tarea

específica del hombre, la familia como consumación paradigmática de dicha

tarea y el trabajo como bien a través del cual el hombre se realiza a sí mismo –

se encuentra magistralmente condensado en estas palabras de Juan Pablo II:

“El trabajo es para la familia, porque el trabajo es para el hombre (y no

viceversa), y precisamente la familia y ante todo la familia es el lugar

específico del hombre”46.

Si nos limitásemos a considerar el trabajo en su dimensión objetiva,

como simple mercancía o fuerza de producción, no sería posible encontrar

criterio alguno para relacionarlo adecuadamente con la persona. En cambio,desde su dimensión subjetiva se comprende que “el primer fundamento del

valor del trabajo es el hombre mismo”47, es decir, que recibe su dignidad del

sujeto que lo realiza y solo en esa medida es considerado como una actividad

43 JUAN PABLO II , LE, n. 10.44 Ibídem , n. 10.45 Ibídem , n. 10.46 JUAN PABLO II, Homilía en la Misa en el día de san José , 19.3.1981, n. 5 (EF, IV, 3073).47 JUAN PABLO II, LE, n. 6.




26

estrictamente personal48. Y como actividad personal que es debe ser

armonizado e integrado en el conjunto de la vida de cada persona. Considerar

el trabajo solo en clave materialista nos priva de la única referencia que puedeconferirle sentido: la referencia a la persona humana.

Lo que se ha pretendido mostrar en estas líneas es que solo desde la

persona es posible encontrar el sentido a todas las dimensiones de nuestro

mundo que hoy aparecen separadas entre sí: trabajo, empresa, economía,

sociedad. Bajo esta luz se ha descubierto la estrecha relación que existe entre

familia y trabajo, lo que implica además que la mala comprensión de uno se

ve reflejada en el otro: la familia no solo es competencia de ella misma sino

también de las empresas, al menos por la cuenta que a estas les trae. La

pérdida del sentido familiar conlleva también la pérdida de toda verdadera

motivación para el trabajo: “¿Por qué trabajar si no se tienen hijos, familia,

amigos, alguien querido al que legar el fruto de nuestro esfuerzo?”49. Por

tanto, buena parte de la problemática del conflicto familia-trabajo se resuelve

a la luz de una correcta comprensión de qué sea el trabajo y la familia. A

obtener dicha comprensión hemos dedicado las anteriores consideraciones

antropológicas. Como ya se apuntó, estas reflexiones – debido a su índole

teórica – no garantizan en modo alguno la solución de los conflictos puntuales

en la vida de cada persona. Tal solución exige siempre las disposiciones

adecuadas. En el siguiente capítulo pasaremos a detallar qué dirección habrán

de tomar las acciones concretas de las personas para revertir el actual

desajuste entre la familia y el trabajo, al tiempo que señalaremos también

quiénes habrán de ser los principales agentes de este cambio en el entramadosocial.

48 Cfr. MELENDO, T., La índole personal del trabajo humano, en Cuadernos de Empresa y Humanismo,nº 21.

49 ALVIRA, R., op. cit., El lugar al que se vuelve , p. 79.




27

IV. Hacia una refamiliarización del entramado social

Siempre que se asume la tarea de pensar a fondo alguna cuestión de

actualidad o un problema práctico como el de la conciliación entre trabajo y

familia, existe el riesgo de pasar por alto el núcleo del problema y perderse en

consideraciones teóricas. No puede perderse de vista cuál fue la motivación

inicial con la que se arrancó este trabajo. Y, al mismo tiempo, ya desde el

comienzo fue fácil percatarse de que la problemática de la conciliación no

posee una solución sencilla. Como cualquier realidad, posee ciertacomplejidad que es necesario respetar a riesgo de deformarla mediante el

análisis. Es necesario considerarla desde distintos puntos de vista a fin de

descubrir todos sus vértices y aristas.

Las preguntas que a lo largo de estas líneas hemos tratado de

responder han sido siempre las mismas: ¿cuál es el núcleo del conflicto

familia-trabajo? ¿Cómo afecta este a las personas? ¿Qué perspectiva es la más

adecuada para analizarlo? Se señalaron también las dificultades que todo

problema práctico presenta para su resolución: la incapacidad metódica de

cualquier disciplina teórica para alcanzar por completo el obrar concreto, así

como la connatural imprevisibilidad y contingencia que acompaña a cualquier

situación de acción y que convierte en provisional e insuficiente a cualquier

propuesta con pretensiones de validez universales. A pesar de todas estas

salvedades, creo que la apuesta por el enfoque ético-antropológico nos ofrece

de antemano una posición muy ventajosa desde el que abordar el conflicto.

Lejos de ser una perspectiva más entre otras posibles, ella reúne bajo su foco

a todas las demás – la económica, la empresarial, la psicológica, la sociológica,

etc. – arrojando una nueva luz y sentido sobre todas ellas. Desde este punto

de vista se ha podido observar el problema de la conciliación de una manera

mucho más rica y completa. A la luz de quién es el hombre se ha

comprendido con mayor profundidad en qué consiste la familia y el trabajo, y




28

qué tipo de relación debe existir entre ambos. De igual manera, este enfoque

nos ha permitido identificar las limitaciones que acompañan a todos aquellos

planteamientos que consideran la problemática trabajo-familia únicamentedesde el ámbito profesional, reduciendo el conflicto a un problema que puede

afectar al rendimiento de los empleados y, por ende, a la marcha general de la

empresa. Sin restarle importancia a la dimensión objetiva del trabajo como

fuerza de producción y fuente de riqueza, la perspectiva aquí seguida nos

descubre que “el trabajo no es únicamente una cuestión sociológica o

económica ni una forma de integrarse económicamente en la sociedad […]

sino que sobre todo es un modo de entender el sentido de la propia vida”50.

Superar semejante visión del trabajo, heredera de un paradigma economicista

y materialista, es un requisito indispensable si se aspira a vivir de forma

armónica la relación entre la familia y el trabajo. A este respecto, aún sigue

siendo necesario “poner de relieve la primacía del hombre en el proceso de

producción, la primacía del hombre respecto de las cosas […] El hombre como

sujeto del trabajo, e independientemente del trabajo que realiza, el hombre, él

solo, es una persona”51. Dicha primacía del hombre frente al trabajo no

significa tampoco que este consista en una actividad inútil a la que haya que

dedicar el menor tiempo posible, dicha superioridad se basa en que es el

hombre el que confiere sentido al trabajo y no al revés. El trabajo es una

actividad personal porque está conectado con la naturaleza misma del

hombre y, al igual que el resto de dimensiones, adquiere su sentido y finalidad

a la luz de la vida humana. Dicho sentido, como ya vimos, se encuentra

radicado en la vida familiar, de ahí que el trabajo siempre deba estar

encaminado hacia esta: ella confiere al trabajo su sentido último y, por tanto,también ella representa la primera escuela de trabajo para el hombre.

A este respecto, es de agradecer la progresiva toma de conciencia

dentro de la literatura especializada y las propuestas que toman en cuenta que

50 MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA, M.A., Repensar el trabajo, Ediciones InternacionalesUniversitarias, S.A, Madrid, 2004, p. 9.

51 JUAN PABLO II , LE, n. 12.




29

el “empleado-trabajador no hace nada que al realizarlo no modifique su

propia esencia”52. Sin embargo, considero oportuno prevenir, a raíz de lo ya

dicho, que tales planteamientos nunca podrán abordar de forma satisfactoriael conflicto familia-trabajo mientras no acaben de advertir que en el continuo

que va desde el trabajo hasta la familia esta último es siempre primera. No es

suficiente plantear la discusión en términos de una economía ‘humanamente

sostenible’ o del ‘éxito familiar de la empresa’. No. La familia no es nuevo

stakeholder al que la empresa deba prestar atención53, ella siempre es primera y

originaria respecto a toda forma social, incluida la empresa. La conciliación

no se resuelve situando a la familia en el mismo plano que el trabajo para

buscar así un cierto equilibrio malabarístico entre ambos extremos. La

conciliación se resuelve percatándose de que entre familia y trabajo no puede

haber conciliación alguna. Simple y llanamente porque ambas dimensiones no

se encuentran en el mismo nivel, sino que una se subordina a la otra. Y bien

es sabido que donde hay relaciones de subordinación no es posible

equiparación o equilibrio alguno; pretender semejante equilibrio supondría

situar a la familia en un plano que no le corresponde.

En sentido estricto, quien se plantea la cuestión de la ‘conciliación’ en

estos términos realmente no ha comprendido nada. Por otro lado, aquellos

que sí admiten que entre el trabajo y la familia existe una relación de

subordinación, pero insisten en que, aunque solo sea desde el punto de vista

de la gestión del tiempo, ambos ámbitos necesitan ser conciliados, pasan por

alto que lo que plantean ya no es un problema de conciliación sino de

priorización. Quien no acierte a compaginar su vida familiar y su vidaprofesional pregúntese antes dónde ha emplazado el centro de su vida antes

de cargar contra las estructuras sociales y políticas. Lo que a menudo se

52 CARDONA, J.M., La empresa como comunidad de personas , en Capital Humano, nº 129, Octubre,2005, pp. 116-121; p. 120.

53 En este punto difiero por completo del enfoque seguido por Nuria Chinchilla y la línea detrabajo del ICWF: si no se reconoce que la familia es condición fundante de toda formasocial, incluida la empresa, carece de sentido plantearse si quiera la cuestión de laconciliación.




30

presenta como un conflicto entre trabajo y familia no pasa muchas veces de

ser un problema de inmadurez personal.

Con todo, se aprecia ya que la identificación del enfoque adecuado

para analizar el conflicto trabajo-familia, la perspectiva humana, comporta

haber identificado también en manos de quién está el poder resolverlo. El

problema de la conciliación es, por encima de todo, un problema personal.

Por ello, el primer capacitado para resolverlo no es la empresa o el Estado,

sino el mismo empleado. El conflicto trabajo-familia no se padece, se sufre,

no se vive en tercera sino en primera persona, y solo quien vive en primera

persona su vida, quien es dueño de sus decisiones y actos, es capaz de

reconducirlos hacia formas de vida más equilibradas.

Rastrear las implicaciones éticas de este conflicto nos ha hecho asumir

que solo la persona humana es capaz de conducir su vida de forma más o

menos acertada. La premisa fundamental de la reflexión ética es que la vida

estrictamente humana es aquella que se orienta hacia la consecución de un fin

último – la felicidad – , en relación con el cual cobran sentido el resto de

acciones y decisiones. Lo cual no se opone a que de hecho esta tarea pueda

llevarse a cabo de forma más o menos lograda: todo el mundo parece buscar

con sus acciones la felicidad, pero, en cambio, no de todo el mundo puede

afirmarse que sean personas felices. Es decir, la dirección teleológica de la

acción humana poco puede aportar a la hora de elegir el candidato más

idóneo para ocupar la posición de fin último. Cabe, de hecho, el error, la vida

puede malograrse.

De igual manera, dar con el equilibrio adecuado en nuestra vida, aquel

en el que cada dimensión ocupa el lugar que le corresponde, requiere de algo

más que buena voluntad por nuestra parte. Que la conciliación sea un

problema personal no significa que el problema se resuelva con tan solo

tomar conciencia del mismo. Es necesario además conocer cuál es la relación

que debe existir en nuestra propia vida entre el trabajo y la familia. Por este




31

motivo, aquí no nos hemos limitado a señalar que el conflicto sea fruto de

una mala priorización en la vida de cada uno, se ha mostrado también –

partiendo de quién es el hombre – cuál es la relación adecuada entre la familiay el trabajo.

Según esto, el conflicto entre familia y trabajo puede afectar a dos

tipos de personas que, clásicamente, se corresponden con la figura del vicioso

y el incontinente. El primero de ellos, el vicioso, sería aquel que no tiene clara

la relación debida entre el trabajo y la familia. Puesto que “el vicio corrompe

el principio”54, quien de manera habitual y por el motivo que sea vive de

forma aislada estos dos ámbitos, más se aleja cada vez de su correcta

jerarquización. A diferencia de este, en el incontinente no se ha oscurecido el

conocimiento del principio – sabe cómo debe comportarse – pero, a la hora de

la verdad, carece de la suficiente fuerza de voluntad para actuar como debe. Si

se me permite la comparación, el empleado incontinente sería aquel que,

sabiendo que le esperan en su hogar para celebrar el cumpleaños de si hija,

decide quedarse a hacer horas extra para obtener la aprobación de su jefe.

Si se atiende ahora a nuestra época actual, se descubre que, en efecto,

el problema de la conciliación no es sino el epígono de toda una manera

errónea, pero culturalmente muy extendida, de entender al hombre.

Predomina hoy en día la comprensión de este como individuo, sujeto de una

serie de derechos y concentrado en la sola búsqueda de la satisfacción

personal, pero no como persona , como ser relacional que encuentra en la

comunidad su verdadera identidad y destino. Ahora bien, en la medida en queel obrar sigue al ser, una comprensión equivocada de quién sea el hombre

solo podrá reportarle a este la infelicidad: “La persona humana no puede

encontrar la felicidad si pensando y obrando como puro individuo solo se

busca a sí mismo”55. Esta profunda crisis que asola la cultura occidental aún

54 ARISTÓTELES, EN , VI 5, 1140b19.55 VILADRICH, P-J., El modelo antropológico del matrimonio, Instituto de Ciencias para la Familia,

Ediciones Rialp, Madrid, 2001, p. 46.




32

no se ha revelado por completo ante nuestros ojos. Se pueden rastrear ya

algunos síntomas claros como el incremento de la depresión, la ansiedad o el

suicidio entre las patologías más frecuentes56

. Pero que nadie se lleve aengaño, a esto conduce un tiempo como el nuestro: “Un individuo

fuertemente separado de la comunidad y las estructuras societarias, y que, al

mismo tiempo, llega a pensar que puede ser completamente dueño de su suerte,

queda desequilibrado. Deja de responder, en la idea que tiene de sí mismo, a

lo que realmente es”57.

Contra esta forma de barbarie la primera tarea es la de comprender e

iluminar. La empresa, efectivamente, ha despertado al hecho de que el

desempeño laboral de sus trabajadores no es ajeno al tipo de vida que lleve

cada uno de ellos. En este sentido es de agradecer, y es necesario seguir

impulsando, todas las nuevas publicaciones y trabajos que abordan la

dimensión antropológica de la empresa y el trabajo. Partiendo de esta

perspectiva, se ha venido haciendo especial hincapié en que “uno de los

objetivos de la empresa es contribuir positivamente al desarrollo de sus

empleados como personas”58.

Y, sin embargo, la radiografía que a lo largo de este trabajo hemos

llevado a cabo nos ha revelado que el conflicto entre el trabajo y familia

constituye solo una manifestación más de una crisis moral de mucha mayor

envergadura. Es de alabar, y han de ser fomentadas y respaldadas, la labor de

aquellas empresas que de hecho manifiestan una preocupación real por la

vida de sus empleados, y tratan de entenderse a sí mismas como unacomunidad de personas encaminada a la mejora de cuantos en ella trabajan y

de la sociedad en la que se insertan. Pero, a fin de obtener una cartografía del

conflicto lo más ajustada posible, y de evitar así circunscribirlo únicamente al

ámbito de la empresa – adjudicándole a esta competencias que tampoco le

56 SARRÁIS, F., Madurez psicológica y felicidad , EUNSA, Pamplona, 2013, p. 68 y ss.57 ALVIRA, R., Lo común y específico de la crisis moral actual , en Cuadernos de Empresa y Humanismo, nº

57.58 PONCE, J.M., op. cit., La conciliación entre la vida personal y la profesional , p. 203.




33

corresponden59 – , consideramos necesario englobarlo dentro de un marco de

referencia mayor que nos permita así apreciar su verdadera dimensión.

Lejos de abogar aquí por un fatalismo determinista, entregando la

suerte del conflicto y de su posible solución a los vaivenes caprichosos de una

serie de corrientes culturales en apariencia ingobernables, nuestra intención a

la hora de contextualizar la crisis que connota nuestra época era la de

subrayar que, tras ella, siempre es posible adivinar actitudes y

comportamientos personales. Todas crisis responde en último término a la

particular manera de vivir de las personas y, del mismo modo que la

decadencia de estas origina una atmósfera decadente, son siempre las

personas concretas las que hacen florecer de nuevo a la sociedad.

El camino hacia una nueva primavera en nuestra cultura, en conexión

con lo alumbrado acerca de la persona humana en el anterior capítulo, pasa

por la recuperación del sentido familiar de la existencia. Dicha recuperación

no es tarea exclusiva ni se limita únicamente al ámbito de la familia. No es

solo ella quien necesita recuperar su identidad original. También la empresa,

la sociedad, el Estado y cualquier tipo de comunidad, están necesitados de

este proceso de refamiliarización. Pues, como vimos, toda forma de

sociabilidad es deudora de aquella forma modélica en que aparece por vez

primera lo social: la familia. En su estructura y dinamismo interior se

encuentran las claves para revitalizar el resto de relaciones comunitarias. Ella

“constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y de

personalización de la sociedad”60

. La familia, por tanto, es la piedra de toque ala que se debe volver en tiempos de crisis, pues ella es la “célula primera y

vital de la sociedad”61 y cuando ella se resquebraja, el conjunto de la sociedad

se resiente. Las directrices para este proceso de refamiliarización de las

59 Dichas competencias deberán obtenerse de la correspondiente naturaleza de la comunidadempresarial. Si, como hemos visto, esta recibe su misión y sentido por referencia a la misióny el sentido de la familia, sería contradictorio que a la empresa le correspondierancompetencias que contravinieran o entraran en conflicto con las responsabilidades familiares.

60 JUAN PABLO II, FC , n. 43.61 Ibídem , n. 42.




34

comunidades deben, por tanto, tomar como guía el mismo espíritu que

informa las relaciones familiares y extraer de este las correspondientes pautas

para trasladar ese espíritu familiar al resto de comunidades. Desde luego, nose trata, señala Alvira, de que “toda estructura social haya de ser igual que la

familia, pero sí que ha de haber una analogía de fondo”62. Es desde esta clave,

desde el paradigma familiar como síntesis humanizadora del completo

entramado social, como pueden vislumbrarse nuevas relaciones de armonía

entre el trabajo y la familia: “Una empresa, una corporación cualquiera, es

algo muy duro si en ella solo reinan relaciones de intereses y puramente

exteriores. Por eso, la familia ha de trasladar algo de su espíritu a todas las

instituciones de la sociedad”63.

Del mismo modo, esta recuperación del espíritu familiar arroja nuevas

luces sobre la cuestión femenina y ofrece indicios para la elaboración de

propuestas más dignas y justas para con la mujer. Es decir, desde el

conocimiento de la auténtica tarea del hombre y la mujer, el amor conyugal

que engendra comunidad, se hace preciso remodelar las condiciones en las

que en particular la mujer puede acceder hoy en día a un puesto de trabajo.

Así lo afirma Juan Pablo II cuando señala que “la verdadera promoción de la

mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función

materna y familiar respecto a las demás funciones públicas y a las otras

profesiones”64.

Al mismo tiempo, si esta refamiliarización de la sociedad constituye la

verdadera vía de salida hacia formas más humanas de entender la relaciónentre el trabajo y la familia y, en general, la sociedad en su conjunto, dicho

proceso de refamiliarización deberá iniciarse, en primer lugar, con la asunción

por parte de las familias de un rol activo. Si toda sociedad debe ser examinada

a la luz de la familia pues en ella se encuentra ya la forma primera de

62 ALVIRA, R., op. cit., El lugar al que se vuelve , p. 46.63 Ibídem , p. 50.64 JUAN PABLO II, FC , n. 23.




35

sociabilidad, por lo mismo, deberán ser las familias quienes asuman la

responsabilidad de trasladar al resto de la comunidad su propio espíritu:

Las familias deben crecer en la conciencia de ser “protagonistas”

de la llamada “política familiar”, y asumirse la responsabilidad de

transformar la sociedad; de otro modo las familias serán las

primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a

observar con indiferencia65.

Las disposiciones necesarias para trasladar con éxito este ideal

felicitario condensado en la comunidad familiar no son otras que las virtudesadquiridas en el propio seno familiar. De todas ellas hay una que reviste

especial importancia: la grandeza de ánimo. Ella representa la buena disposición

de las personas a aceptar la realidad tal como ella se presenta, con sus

dificultades y contrariedades, y evitar así la clausura en ellas mismas.

Constituye, por tanto, un movimiento de expansión, de aceptación y

donación. Por ello, sin grandeza de ánimo no hay familia, pues solo mediante

esta virtud la persona consigue permanecer fiel a lo que ella es, relación , enlugar de clausurarse en sí misma y empequeñecer. Esta virtud, en función de

la etapa de la vida y de las circunstancias en que se halle cada persona, se

modaliza de tres maneras diferentes: como entusiasmo, como tenacidad y como

desprendimiento66 .

No nos es posible entrar a desarrollar con más precisión la naturaleza

de este proceso de refamiliarización. Baste para el objetivo aquí perseguido

señalar qué dirección propone este y quienes habrán de asumir la tarea de

llevarlo a cabo. Los réditos de semejante transformación no pueden ser otros

que los de una fructífera permeabilización del sentido familiar en todos los

niveles de la sociedad. Dicha propuesta, a primera vista, se antoja ambiciosa y

quizás aún demasiado abstracta. Pero no debe olvidarse que para que esta se

65 JUAN PABLO II, FC , n. 44.66 Cfr. ALVIRA, R., op. cit ., El lugar al que se vuelve , p. 92.




36

lleve a cabo con éxito solo se precisa que la familia permanezca fiel a sí

misma, que cada uno de sus miembros irradie en su ambiente ese mismo

espíritu que posee en su hogar. Familia, empresa y sociedad no constituyenámbitos formalmente separados sino que, en realidad, solo son las distintas

dimensiones que adopta el continuo de la vida de cada persona humana. De

ahí que, quien sabe vivir en familia sepa también convivir en cualquier otra

situación.




37

V. Conclusiones

Partíamos al comienzo de nuestras consideraciones de un conflicto, el

de la conciliación entre el trabajo y la familia, cuya solución se nos antojaba

difícil e irrealizable. Prueba de la preocupación actual por esta situación de

desajuste era la numerosa bibliografía dedicada exclusivamente a la cuestión

de la conciliación.

Como quedó señalado, a menudo las soluciones propuestas para

poner fin a esta problemática partían de antemano con una limitación

fundamental: su visión de la persona humana no se correspondía por entero a

lo que la persona es. Se limitaban, muchas de ellas, a considerar al hombre

únicamente bajo sus manifestaciones sociológicas, económicas o psicológicas,

o trataban de hallar soluciones acudiendo a la perspectiva de la gestión

empresarial. Evidentemente, todas estas propuestas revisten un valor que es

preciso saber apreciar e integrar en futuras consideraciones. Pero –

apuntábamos también – limitarnos a analizar el conflicto desde la óptica de

cualquiera de ellas hubiera supuesto permanecer en la superficie y renunciar a

considerar en profundidad el núcleo del problema.

La alternativa aquí planteada fue la de asumir una perspectiva más

amplia, la de la persona humana, y obtener así un punto de visto único que

nos permitiera descender directamente hasta la raíz del problema. La

asunción de este particular enfoque exigía al mismo tiempo de la

correspondiente justificación, de ahí que en el primer capítulo nos

detuviéramos en mostrar por qué el problema de la conciliación era

fundamentalmente un problema personal, y que por ello debiera ser

considerado desde su dimensión antropológica.




38

Instalados ya en el interior de esta perspectiva, en el segundo capítulo

nos ocupamos de prestar especial atención a la persona humana con el

objetivo de, a la luz de lo que en ella descubriéramos, poder clarificar almismo tiempo la naturaleza del trabajo y de la familia, así como de la relación

debida entre ambos. De las verdades alumbradas tras esta exploración

pudimos concluir que una de las principales claves para solucionar en la

práctica el conflicto entre el trabajo y la familia era la recuperación del sentido

familiar en todos los niveles del entramado social. Esto exigía, en primer

lugar, comprender adecuadamente la relación de subordinación que existe

entre el trabajo y la familia, así como el traslado por analogía del espíritu

familiar al resto de comunidades en la que se insertan las personas.

Concluíamos, por último, que el principal agente de este cambio era la familia

misma, al ser ella la célula básica de cualquier sociedad. El futuro de esta, así

como de la cultura de los años venideros, se encuentra en manos de la

familia. A ella le corresponde ahora salir a la calle.




39

VI. Bibliografía

- Libros:

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